Esfera, Pez y Hexagrama - Fundación Pablo Neruda
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Esfera, Pez y Hexagrama - Fundación Pablo Neruda
[1] NERUDIANA – nº 3 – 2007 nerudiana Fundación Pablo Neruda Santiago Chile nº 3 Agosto 2007 Director Hernán Loyola Esfera, Pez y Hexagrama: el LOGO de Pablo Neruda ENRIQUE ROBERTSON / HERNÁN LOYOLA escriben Bielefeld, Alemania / Sássari, Italia S e intentará en este ensayo: 1) aclarar el origen y significado del logo nerudiano; 2) identificar al artista que lo diseñó. Tarea pendiente que, según veremos, Osvaldo Rodríguez Musso inició hace unos veinte años. Según el diccionario, logo o logotipo es un símbolo formado por letras y/o por imágenes. El logo de Neruda está formado por las seis letras del Fernando Benítez Dominique Casimiro Edmundo Olivares Sara Reinoso Canelo Enrique Robertson Gonzalo Rojas Waldo Rojas Mario Valdovinos sigue en p. 2 21319 NERUDIANA.P65 1 19/8/08, 14:00 [2] NERUDIANA – nº 3 – 2007 Sumario Esfera, Pez y Hexagrama: el LOGO de Pablo Neruda 1 ENRIQUE ROBERTSON / HERNÁN LOYOLA En el centenario de Miguel Prieto 8 (España 1907—México 1956) Estravagario: la posmodernidad nerudiana en clave carnavalesca nombre y por la horizontal imagen de un pez que mira hacia la izquierda, rodeado por unos anillos que esquemáticamente representan una antigua esfera armilar. La esfera armilar, perfeccionada hace medio milenio por el sabio danés Tycho Brahe, es un fáustico instrumento compuesto de anillas –círculos armillares, los llama Neruda– que representan los círculos de la esfera celeste, en cuyo centro se coloca un 10 SARA REINOSO CANELO Sublimación, virtualidad del sonido y voz poemática en Canto general (l950) de Pablo Neruda 14 DOMINIQUE CASIMIRO Temuco 1908: una ciudad... un niño... un incendio... 17 EDMUNDO OLIVARES Huellas de Rimbaud en Neruda 20 MARIO VALDOVINOS (fig. 1) Notas La CIA contra Neruda (1963) 22 Publicaciones 24 Documentos 29 “Pablo, volvamos” (1954) 32 GONZALO ROJAS globo que figura a la Tierra. Además de Brahe, otros sabios —Képler, Cardán, Newton— usaron estos instrumentos para resolver difíciles problemas de trigonometría esférica; problemas con los que Pablo Neruda, imposible de cálculos, nunca nada tuvo que ver. En su colección de curiosidades Neruda tuvo dos o tres de estos miste- riosos artefactos, cuya representación gráfica, hoy como ayer, confiere su fuerza simbólica a grabados, ex libris, logotipos, etc. En el centro de la esfera armilar del logo nerudiano, en lugar de la Tierra –y sin que sepamos por qué– está el Pez. Una antigua ilustración del Fausto de Goethe nos informa que el protagonista tiene en su laboratorio una esfera armilar. ¡Y un pez disecado colgando del techo! No hay indicios de que Neruda haya conocido esa ilustración, ni tampoco la imagen del nodo cardánico trazada por el también fáustico sabio Jerónimo Cardán (Girólamo Cardano: Pavia 1501-Roma 1576) (fig. 1), cuya reproducción (fig. 2) envió Osvaldo Rodríguez Musso (el Gitano) a Hernán Loyola hace dos décadas, convencido de que el logo nerudiano era una variante de dicha imagen [Invención cinco veces centenaria, el nodo cardánico –dicho sea de paso– se utiliza todavía hoy en el sistema de transmisión de los automóviles.] La idea de Rodríguez Musso no era descabellada. Basta inscribirle un pez, y la imagen del nodo cardánico se transmuta en logo nerudiano. ¡Alquimia pura! El nodo de Cardán nos llevó a la hexagonal representación gráfica del elemento agua en un antiguo libro de Képler (fig. 3), otro fáustico personaje de aquellos tiempos. La imagen muestra unos peces y el signo Cáncer de nuestro poeta. Los juicios y opiniones vertidos en los artículos y demás materiales aquí publicados, son responsabilidad de sus respectivos autores. nerudiana nº 3 agosto 2007 director Hernán Loyola editor Mario Valdovinos diseño y diagramación Juan Alberto Campos (fig. 3) secretaría de edición Adriana Valenzuela (fig. 2) FUNDACIÓN PABLO NERUDA Fernando Márquez de la Plata 0192 Providencia. Santiago Chile 21319 NERUDIANA.P65 2 ¿Debería sorprendernos que al ubicar las letras del nombre Neruda en cada punta del hexágono, se obtiene otro interesante logo nerudiano? (fig. 4). Sugiere posibilidades de interpretación basadas en los 19/8/08, 14:00 [3] NERUDIANA – nº 3 – 2007 EDITORIAL (fig. 4) vínculos del poeta con los misterios del mar y sus navegaciones, que hacen casi obligatorio que lo simbolizado en el logo sea marinero o marítimo. La abundancia de alegorías náuticas en Isla Negra casi no deja ver otros objetos simbólicos que hay allí, como el gran locomóvil del sur con sus dos tremendas ruedas volantes (fig. 5), cada una de ellas con seis radios como la rueda de la fortuna, corazón del Tarot. Intentando no ver el (fig. 5) logo nerudiano como esfera, tratemos de percibirlo plano como la rueda de un timón. Conseguimos esto al fijar la atención en las seis letras que ornan la periferia del círculo; como si éstas estuviesen allí para ser asidas por un timonel. Tal vez el número seis, semioculto en el logo, significa algo importante en su simbología. A todo nombre de seis letras como Neruda el logo viene como anillo al dedo. Por eso no nos extrañó encontrar la estrella de seis puntas en el escudo de armas de Goethe (fig. 6). Partiendo de las seis letras, y dirigiendo radialmente la mirada hacia el centro de la figura, pareciera que 21319 NERUDIANA.P65 3 ¿Quién diseñó el LOGO de Neruda? ¿De dónde salió ese «pez horizontal que encierran o desencierran dos círculos armillares», inscrito en la bandera azul que ondea sobre su casa en Isla Negra y que identifica sus libros en todo el mundo? El poeta escribió algunas líneas sobre el emblema mismo, pero no dejó información sobre su autor ni sobre su historia. A este asunto dedicamos nuestro dossier de apertura, que incluye dos textos: uno sobre los antecedentes y significados del LOGO, y otro sobre Miguel Prieto, su más seguro diseñador. Del múltiple artista español, amigo de Neruda en Madrid y después en México (donde murió en 1956), se cumple en este 2007 el primer centenario de su nacimiento en Almodóvar del Campo. Una razón más para hacer justicia y dar mayor visibilidad a un artista de enorme valor y muy representativo de las artes visuales (pintura, escenografía, diagramación, gráfica en general) de la primera mitad del siglo XX, pero prácticamente desconocido fuera de México. Se cumplen también 50 años de la escritura de Estravagario, trabajada por Neruda durante el largo viaje que hizo con Matilde en 1957 hacia los lugares sagrados que había vivido o visitado antes de conocerla (Birmania, Ceilán, China, rincones o barrios de París y Berlín). Viaje de iniciación para su nueva compañera de vida, fresca aún la separación entre el poeta y Delia del Carril. Acerca de este libro de rupturas, inicio de la escritura posmoderna de Neruda, incluimos un penetrante ensayo en clave «carnavalesca» (es decir, en conexión con teorías de Mijaíl Bajtín) de Sara Reinoso Canelo. En el plano de las relaciones de Neruda con otros escritores, rescatamos un artículo sobre su vínculo con Rimbaud, de Mario Valdovinos, y reproducimos dos cartas cruzadas entre Juan Larrea y Vicente Huidobro (inédita la primera) en 1935, año en que Neruda explota con su “Aquí estoy” contra las agresiones de De Rokha y Huidobro que viene soportando, en público silencio, desde su regreso a Chile en 1932. Estas cartas anticipan aquí su publicación dentro del Epistolario Huidobro-LarreaGuillermo de Torre, volumen de actualísima aparición en Madrid, por gentileza de su editor Gabriele Morelli (Università di Bèrgamo), especialista en literaturas hispánicas de vanguardia. Una evocación (por Edmundo Olivares) del incendio de Temuco en 1908 (nunca olvidado por un Neftalí de 3 ó 4 años que suponemos fascinado cuanto aterrorizado) y un comentario sobre los esfuerzos de la CIA para impedir que Neruda obtuviera el Nobel en 1963 y 1964, son textos que el lector encontrará en el nivel crónica de nuestra revista. Así como señalamos el importante libro de Frances Stonor Saunders sobre la Guerra Fría cultural en América Latina, así nuestras reseñas reclaman atención hacia recientes trabajos de David Schidlowsky, Greg Dawes (ambos pertenecen a la nueva promoción de nerudistas) y Jaime Concha. Otros aniversarios jalonan 2007, en particular el centenario del nacimiento de Laura Reyes Candia, muy querida hermana del poeta, y el de Laura Arrué, una de sus amantes de juventud. No olvidemos que 1917 fue el año de la primera publicación de Neftalí Reyes: “Entusiasmo y perseverancia”, en La Mañana de Temuco (18 de julio), y que en 1927 Neruda inició —con su travesía del Atlántico y con breves permanencias en Madrid y París— los cinco años de su exilio en Oriente, que por un lado fue su saison en enfer, y por otro la experiencia decisiva para su desarrollo como hombre, ciudadano y poeta. Lo demostrarán la publicación en 1937 de España en el corazón, y diez años más tarde, en 1947, la de una “Carta íntima para millones de hombres” en El Nacional de Caracas, preclaros hitos del creciente compromiso político en su vida y en su escritura. 19/8/08, 14:00 —El Director loyolalh@gmail.com [4] NERUDIANA – nº 3 – 2007 (fig. 6) la imagen pierde su forma esférica y tiende a aplanarse evocando una especie de medalla con bajorrelieves, con un pez pasando medio cuerpo a través de una hendidura, biojival como una mándorla (fig. 7). (fig. 7) Las tres vocales y las tres consonantes de N-E-R-U-D-A se distribuyen en su logo como los números pares de la esfera de un reloj. La N en lugar del doce [A propósito de la conexión logo-reloj, ver también Carlos Blanco V., “Reflexiones sobre el emblema de la Fundación Pablo Neruda”, en Pharos, revista de la Universidad de las Américas, número 2, Santiago, 2003.] Pero la N, según declaró el poeta, está en el norte de su logo. Habrá querido decir que ese punto lo ubicaba en el nocturno clitorial de la mándorla. Porque sabemos que los puntos cardinales no dividen el horizonte en seis direcciones. Tampoco suman seis el elemento agua y los otros tres principios fundamentales —tierra, aire y fuego—, lo que complica nuestra tarea descifradora. 21319 NERUDIANA.P65 4 El logo debutó con la edición príncipe de Canto general (México, 1950), y desde entonces ha sido impreso en la portada de casi todos los libros de Neruda. No conocemos documentación del logo anterior a esa fecha. Su historia misma se reduce a comentarios del propio Neruda en Una casa en la arena (1966) y a lo que dice Aitana Alberti en La arboleda compartida. En una entrega de estas memorias (ver ABC Cultural, 99, Madrid, 24.09.1993) la hija de Rafael Alberti asegura que el diseño del logo nerudiano sería obra del periodista español Darío Carmona. De ser así, debió diseñarlo en México para el primer libro de Neruda en que aparece, Canto general, cuya contemporánea edición chilena no lo trae. Y efectivamente Darío Carmona fue —por un breve tiempo— secretario de Neruda durante su gestión consular en México. Pero en la Navidad de 1941 o 1942 Neruda (desde México) escribe a Alberti (en Buenos Aires): «Darío se fue a Chile, y me siento más solo porque me ayudaba muchísimo a vivir aquí», aludiendo con toda probabilidad a Carmona, quien no nos resulta haber regresado a México a fines de la década (cuando el poeta organizó la edición de su Canto general con el logo en la cubierta). En suma, la aseveración de Aitana Alberti no aparece refrendada por otras fuentes, ni siquiera por el interesado. Quienquiera fuese, el o la dibujante del logo debió seguir muy precisas instrucciones del poeta, porque de seguro Neruda tenía ya una idea clara al respecto. Pero el encargo original fue un ex libris (lo afirma Volodia Teitelboim), que sólo tras su publicación en 1950 devino logo para el poeta. Fruto de sus exactas instrucciones o proposición del artista gráfico, lo cierto es que a Neruda el diseño le gustó de tal manera que no sólo lo estampó en sus libros como el logo que conocemos: lo izó también como bandera en su casa de Isla Negra (fig. 8): por estos andurriales, me gusta oír la bandera restallando y el pescado nadando en el cielo como si viviera. — Neruda, Una casa en la arena (fig. 8) Según Carl Gustav Jung, entre otros, para los primeros cristianos la imagen del pez simbolizaba a Cristo. Sobre el pez de su ex libris –logo– bandera, Neruda aclaró (ibíd.): Y por qué ese pez, me preguntan. Es místico? Sí, les digo, es el simbólico ictiomín, el precristense, el cisternario, el lucicrático, el fritango, el verdadero, el frito, el pescado frito. Vale decir, el pez nerudiano no reconoce su origen (ni su significado simbólico) en la iconografía cristiana. ¿De dónde, entonces? Tres conjeturas al respecto. Primera. Hay un pequeño pez al pie de la tarjeta que anuncia el nacimiento de Malva Marina Reyes Hagenaar el 18.08.1934 en Madrid (fig. 9). El anóni- …mi bandera es azul y tiene un pez horizontal que encierran o desencierran dos círculos armillares. En invierno, con mucho viento y nadie 19/8/08, 14:00 (fig. 9) [5] NERUDIANA – nº 3 – 2007 mo diseñador de la tarjeta sería el artista español Miguel Prieto, ya entonces amigo de Neruda y experto en diseño de viñetas (son suyas las que ilustrarán Nuevo canto de amor a Stalingrado, cuadernillo de 14 páginas editado en México, 1943). Segunda. Hay otro pez —¿también de Prieto?— en el libro-almanaque 1934 de la revista Cruz y Raya de Madrid, que con seguridad Neruda conoció (fig. 10). (fig. 10) José Bergamín, director de Cruz y Raya y de las ediciones conexas, incluirá importantes colaboraciones de su amigo Neruda en el sucesivo libro-almanaque, el de 1935, y en septiembre de ese mismo año publicará, en primera edición conjunta, los dos volúmenes de Residencia en la tierra. Tercera. Todavía otro pez que Neruda no podrá ignorar: el de la bandera de Nyon (pueblo al borde del lago de Ginebra, Suiza), que será testigo —mudo como buen pez— de los clandestinos amores del Capitán y Rosario en 1951 (fig. 11). [Esta conjetura la debemos a Sergio Olivares. Ella (fig. 11) no vale para la invención del logo nerudiano, que es anterior, pero sí, probablemente, para la idea de inscribirlo en una bandera.] 21319 NERUDIANA.P65 5 Preferimos la primera de estas conjeturas, que además sale al paso a los infatigables practicantes del «proceso a Neruda» (al capítulo de acusación: haber olvidado a su hija). La segunda nos recuerda que el pez mira de derecha a izquierda, o sea de oriente a occidente, en sugestiva conexión con las navegaciones del poeta-capitán. Juan Larrea escribió alguna vez que el nombre Neruda traduciría esa condensación simbólica de Europa y de Asia que es América. Al elegirlo, el chileno habría revelado otra de sus inclinaciones polares: la India, a cuya eufonía responde plenamente dicho apellido (Larrea 1944: 242). Con Larrea hay que andar con cautela, se sabe, pero buscando lo hindú que Neruda pudiese haber incorporado a su logo, topamos en efecto con el pseudónimo Kundalini, usado por Neftalí Reyes en 1919, a los 15 años de edad, para firmar el poema “Comunión ideal” que envía al concurso de los Juegos Florales del Maule (Cauquenes). ¿Sólo efímera resonancia de orientalismos por entonces de moda en la literatura chilena, estimulados en parte por el Premio Nobel asignado a Rabindranath Tagore en 1913? La elección del pseudónimo presupone en todo caso que Neftalí conoce a través de sus lecturas adolescentes (libros y magazines) nociones que hoy son fácilmente accesibles en Google, por ejemplo: «Kundalini Maha Yoga se basa en un principio muy simple: en cada ser humano hay una fuente de energía divina. El término sánscrito para esa fuente de energía es Kundalini... Esa divina energía se manifiesta bajo forma cósmica y bajo forma personal». Para Neftalí esa tántrica palabra hindú (Kundalini) quizás simbolizaba lo que él después llamaría el río invisible (fig. 12). Kundalini es una suerte de energía potencial que reside encerrada —como una serpiente dormida— en la shakra basal (hay además, otras seis shakras principales). Al ser liberado, Kundalini comienza a fluir como un río hacia otras shakras, eliminando los obstáculos que encuentra en su ascenso. Primeramente serpentea desde la shakra basal hasta la Anaata o shakra del corazón, que es centro del amor, de la sen- sibilidad y de la percepción de la belleza y armonía en la naturaleza y en las artes (según Juvencio Valle, hay en Neruda un «corazón que mira»). Después, en su ascendente fluir, el serpenteante Kundalini se enfrentará a obstáculos de mucho mayor grado de dificultad, cuando lo que se intente sea la realización de principios ya impersonales, divinos según el tantrismo, sitos en la quinta, sexta y séptima shakra. Un más profundo estudio del tema lo dejamos a Jung y a sus discípulos, limitándonos por ahora a interpretar Kundalini como sublimación de la energía sexual. (fig. 12) En la fig. 12 vemos la representación gráfica de las shakras o ruedas. De abajo hacia arriba, la cuarta es la shakra del corazón, con su estrella de seis puntas (fig. 13). En este caso el hexagrama no representa el escudo de David o el sello de Salomón: la estrella de seis puntas es un símbolo de honda significación no sólo 19/8/08, 14:00 (fig. 13) [6] NERUDIANA – nº 3 – 2007 para la cultura hebrea. Aparte la shakra del corazón, también la encontramos en el escudo de Goethe, y es de gran importancia en la símbología masónica. Esta estrella resulta de una suerte de diálogo entre dos triángulos, uno femenino y otro masculino. Ahora bien, resulta fácil descubrir la presencia de dos triángulos en el logo de Neruda, que se hacen visibles al unir en triángulo las tres letras vocales por un lado, y las tres consonantes por otro. Los dos triángulos forman, engarzados, una perfecta estrella de seis pun(fig. 15) (fig. 14) tas (fig. 14). Es pues, posible ver un hexagrama en el logo nerudiano que, a la luz del Kundalini, alcanzaría un significado equivalente o afín al de la shakra del corazón. El pintor chileno Víctor Ramírez nos hace notar —desde Barcelona, donde vive— que Neruda residenció en la tierra, frente al mar de su casa en Isla Negra, un Hexagrama cuya alma son seis campanas. Ese macrocósmico Hexagrama al aire libre —el campanario del poeta— no necesita otro círculo limítrofe que el del universo (fig. 15). En el Shivah-Shakti, sistema dual del Kundalini-Yoga, el engarce de los triángulos simboliza el diálogo entre dos ideas. El del vértice superior (triángulo de las consonantes) simboliza la idea fundamental de la masculinidad. Y el del vértice inferior (triángulo de las vocales), la de la femineidad. 21319 NERUDIANA.P65 6 En el logo nerudiano, ese diálogo está reiterado por la presencia del Pez y del Yoni. El Yoni —en occidente: Mándorla— es la almendrada estilización de la vulva, que obviamente remite al principio de femineidad, así como el Pez (= falo) remite al de masculinidad. Más aún: el pez del logo podría ser Vishnu, divinidad representada a veces como un pez (o saliendo de las fauces de un pez) y encargada de que los principios Shivah y Shakti se renueven y mantengan. Lo que correspondería a la fórmula para nacer he nacido, y a esa suerte de Shivah-Shakti que actúa como principio original, fundante y desencadenante de la obra nerudiana: «por una parte el bosque, cóncavo y negro, que representa a la tierra, la madre, la hembra; y por otro, el mar, el principio activo, masculino» (Loyola). Quizás Juan Larrea no andaba descaminado al afirmar que una de las inclinaciones polares de Neruda fue la India. En 1919, la misma vía de curiosidad que llevó al quinceañero Neftalí hasta Kundalini lo hizo topar también, muy probablemente, con el término Niruddha (¿talvez transcrito Niruda?) que nombra al quinto estado de conciencia, el máximo o supremo a que puede aspirar el iniciado en la práctica del Yoga. No es temerario suponer que una casual resonancia de ese término reforzará un año más tarde, en octubre de 1920, la elección del apellido que Neftalí buscaba para el ya elegido nombre Pablo [Detalles al respecto en Robertson 1999 y en Loyola 2006: 409-410] . Volvamos al Hexagrama, que para la Alquimia medieval simbolizaba la materia prima, la que incluye en sí a todos los elementos. Y recordemos el arduo conflicto (uno de tantos) que con la Iglesia tuvo el sabio Girólamo Cardano —de azarosa y novelesca vida— por su osado sostener que la hexagrámica materia prima tenía alma. A punto estuvo de acabar en la hoguera por decir tal herejía. Se dice que el mismísimo Papa tuvo que intervenir para salvarlo. Por histórica afinidad, en los siglos sucesivos habrá sellos masónicos que en el centro de un hexagrama llevan una escuadra y un compás, o bien un triángulo y un ojo. Son los más conocidos. Pero hay un diseño de Goethe, masón célebre, que pareciendo un sello masónico no lo es; o talvez sí. Es el círculo cromático con que ilustró su Teoría de los Colores —teoría que se consideró insostenible frente a la de Newton, pero que Goethe defendió como si se tratase de un dogma religioso. Su ilustración se parece mucho al dibujo de la shakra del corazón. Aunque Neruda —que sepamos— nunca fue miembro de logia masónica alguna, sí tuvo muchos amigos en la cofradía, a comenzar por personajes de su infancia como Rudecindo Ortega Masson (hijo de la tía Telésfora y más tarde dirigente de la FECH, abogado, joven diputado, ministro durante la presidencia de Aguirre Cerda, senador del Partido Radical) y Alejandro Serani, compañero de liceo en Temuco, que con los años llegó a ser Gran Maestre. Otros amigos lo eran también, como Acario Cotapos y Julio Ortiz de Zárate, del grupo de Los Diez de Pedro Prado y Magallanes Moure. A lo largo de su existencia Neruda tuvo innumerables oportunidades de contactar con masones, de Chile y de otros países, en especial con los de España. Muchos fueron los militantes de la Unión Republicana, el partido de Diego Martínez Barrio (dos veces presidente de la República y grado 33 de la Masonería), que hubieron de marchar al destierro para no ser 19/8/08, 14:00 [7] NERUDIANA – nº 3 – 2007 asesinados. Franco había creado —«en una unificación e identidad inverosímil», según el periodista Haro Tecglen— el Tribunal de Represión de la Masonería y el Comunismo. Numerosos republicanos se exiliaron en Chile y en México. Algunos, amparados en Francia por la masonería de ese país, fueron pasajeros del Winnipeg. Si Darío Carmona hubiera sido quien diseñó el logo de Neruda, él mismo lo habría dicho o lo habría documentado en alguno de sus escritos. Se sabría. Su nombre no habría faltado en el Canto general mexicano de 1950 porque Miguel Prieto, responsable de esa edición, incluyó al cierre un detallado colofón con todos los datos y créditos concernientes. Tras los nombres de Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, que dibujaron las guardas del libro, habría debido registrar, obligadamente, el nombre del diseñador del estrepitoso (por lo ostensible) LOGO de la cubierta. ¿Por qué no lo hizo? Hay un solo motivo que lo puede explicar. Miguel Prieto fue el diagramador y responsable de la gráfica del libro y así lo acreditó destacadamente el colofón. Para Miguel Prieto el ex libris de la cubierta era sólo un elemento de la diagramación y de la gráfica del volumen: su autoría del diseño era por lo tanto obvia y no requería ser puntualizada aparte. Lo que el artista español no imaginó (y al parecer tampoco Neruda en ese momento) fue que ese fragmento de su trabajo iba a alcanzar una vida y una función propias, autónomas, independientes del Canto general mexicano No imaginó que su ex libris original iba a convertirse en LOGO, vale decir, en el emblema (más aún, en la bandera) de un poeta que subconscientemente olvidará (por eso nunca lo dijo) el nombre de quien lo diseñó. Así como desde mucho antes ya había olvidado (también de modo subconsciente) por qué se autobautizó Pablo Neruda, a quién o a qué debía su verdadero nombre. En ambos casos no fue por mala fe ni menos por ingratitud, sino por complejas e íntimas razones que aquí sería excesivo e inoportuno detallar, aparte que no tenemos espacio para ello (pero remitimos al res- 21319 NERUDIANA.P65 7 pecto a Robertson 1999 y Loyola 2006, p. 78 y siguientes). Pues lo que en cambio nos importa destacar aquí es la figura —hasta ahora invisible en Chile— del inmenso artista que elaboró para Neruda no sólo su insignia personal y poética, su bandera, sino también un signo secreto, evocador de su hija Malva Marina. Rindamos por ello un homenaje indispensable al tipógrafo, artista gráfico y pintor Miguel Prieto, español y mexicano, que en este 2007 habría cumplido cien años.♦ REFERENCIAS: Larrea, Juan. “El Surrealismo entre Viejo y Nuevo Mundo”, en Cuadernos Americanos, 5, México (septiembre-octubre 1944), pp. 235-256, y en su Del surrealismo a Machupicchu (México, editor Joaquín Mortiz, 1967), pp. 15-100. Loyola, Hernán. Neruda / La biografía literaria, vol. I, La formación de un poeta (1904-1932). Santiago, Seix Barral, 2006. Neruda, Pablo. Una casa en la arena. Barcelona, Lumen, 1966. Robertson, Enrique. “Pablo Neruda: el enigma inaugural”, en América Sin Nombre, número 1, Alicante (diciembre 1999), pp. 50-64. Teitelboim, Volodia. Neruda, edición revisada. Santiago, Sudamericana, 1996. 19/8/08, 14:00 [8] NERUDIANA NERUDIANA –– nº nº 33 –– 2007 2007 En el centenario de Miguel Prieto (España 1907—México 1956) P intor y gráfico español, Miguel Prieto nació en Almodóvar del Campo, Ciudad Real, 1907. Estudió en la prestigiosa Academia de San Fernando, Madrid. Durante los años ’30 participó en el Teatro Guiñol de La Tarumba (nombre que le sugirió Neruda) y en la fundación de La Barraca con Federico García Lorca. Durante la Guerra Civil Española combatió por la República, padeció en un campo de concentración en Francia y luego emigró con su familia a México en 1939. «Prieto fue el fundador de la tipografía [mexicana] de la segunda mitad del siglo XX, y a pesar de su muerte prematura en 1956, fue el diseñador más importante de los años ’40 y ’50 en el campo de la prensa cultural» (Cuauhtémoc Medina). La revista Romance (1940-1941), dirigida en México por el poeta Juan Rejano, fue elaborada gráficamente por Miguel Prieto. En ella convivieron intelectuales españoles e hispanoamericanos. «Admirable su labor al frente del Departamento de Ediciones del INBA [Instituto Nacional de Bellas Artes] de 1949 a 1954. En todos los impresos aparecían incluso letras hechas a mano con extrema minuciosidad, así la diagramación en todos los detalles de Diego Rivera. Cincuenta años de su labor artística (1949) o sus impecables faenas en México en el Arte, revista de la Universidad de México.» (Jorge de la Luz). Neruda y Prieto se conocieron y entablaron amistad en Madrid, 1934. Muy probablemente Miguel diseñó la tarjeta (pez incluido) con que Pablo anunció en agosto de ese año el nacimiento de su hija Malva Marina. Y tuvo a su cargo la diagramación de la primera edición de Canto general (México, 1950). Fue, por lo tanto, el diseñador del LOGO nerudiano que en ese volumen apareció impreso por primera vez. 21319 NERUDIANA.P65 8 Miguel Prieto y la Alianza de Intelectuales para la defensa de la Cultura (AIDC) Al comienzo de la Guerra Civil Española, en Valencia, las dos grandes organizaciones de artistas, la Unión de Escritores y Artistas Proletarios (UEAP) y Acció d’Art se unen creándose la Alianza de Intelectuales para la Defensa de la Cultura (AIDC). También se suma al proyecto un grupo de escritores independientes, entre los que destaca Juan Gil-Albert. Fue el medio de que se valió el Gobierno del Frente Popular para sensibilizar la conciencia popular y urgirla a actuar en pro de la república. En los salones del Palacio de la calle Trinquete de Caballeros, número 9, se daban cita los componentes de la Alianza. De aquel reducto salieron para ocupar cargos importantes en el mundo de la política, las letras y las artes, preclaros prohombres valencianos. Así, por ejemplo, José Renau fue designado Director General de Bellas Artes. La revista El Buque Rojo (Nº 1 del 03.09.1936) fue la primera publicación de la Aliança Valenciana, siendo sus responsables Arturo Souto, Miguel Prieto, Rodríguez Luna, Juan Gil-Albert, A. Sánchez Barbudo y Ramón Gaya. Su nombre es alusión directa al barco soviético Konsomol, símbolo de la solidaridad internacional, destruido por la aviación facciosa. La revista proclamaba: «poner la imaginación al servicio de la causa popular no es, para nosotros, otra cosa que ponerla al servicio de la verdad». Solamente se editó un número. A partir de enero de 1937 la Alianza pasará a editar Hora de España y Nueva Cultura. La Aliança contaba con cuatro secciones: Literatura, Música, Publicaciones y Artes Plásticas. Esta última —animada por Miguel Prieto— se subdividió en cuatro talleres: taller de propaganda gráfica, bocetistas, arte popular y taller de agitación y propaganda. * * * Recuerdo de Miguel Prieto FERNANDO BENÍTEZ escritor mexicano, 1912-2000 Miguel Prieto fue uno de los exiliados republicanos españoles que enriquecieron la cultura de nuestro país. Lo recuerdo con emoción. Era un joven muy apuesto, de pequeña estatura, vivaz y de gran simpatía; un pintor nada desdeñable pero sobre todo un diseñador genial desde los primeros años de su estancia en México. Él diseñó el formato de la inolvidable revista 19/8/08, 14:00 [9] NERUDIANA NERUDIANA –– nº nº 33 –– 2007 2007 Vaya este breve apunte como un póstumo y tardío homenaje a la memoria de Miguel Prieto, iniciador del moderno diseño gráfico mexicano, ahora que numerosos ejemplos de su obra tipográfica se resumen en un libro. * * * Miguel Prieto PABLO NERUDA Prieto, pequeño árbol de ojos azules, nutre sus raíces en el terreno pedregoso y polvoriento de la soledad castellana, y de pronto es todo ramos y flor, primavera incandescente y petulante, por entre los azules pasa el crepúsculo frío, el fuego de las aldeas, los solitarios costados del mar. Joven pintor acendrado y devorador, árbol de mucha miel, hay en su ser la armonía y la furia: las dos sales del mundo. Una “Calavera” Anónima El suplemento México en la Cultura del diario Novedades solía publicar en los años ’40 y ’50 del siglo XX unos pseudoepitafios o ‘versainas’ fúnebres en la más pura tradición mexicana de la familiaridad satírica o ‘carnavalesca’ con la Muerte (cuya máxima expresión fueron las célebres “calaveras” de Posada). En su edición del 30.10.1949 el suplemento públicó la siguiente Calavera Anónima dedicada a su propio diagramador, Miguel Prieto, y en la que se alude a la mítica bailarina Tongolele, célebre entonces como Shakira hoy: — en El Nacional, México D.F., 19.10.1941, y en OC, IV, 2001, p. 474 Romance, el Canto general de Pablo Neruda, hoy convertido en una joya bibliográfica muy difícil de obtener, las ediciones del primer Instituto Nacional de Bellas Artes y también hizo hermosos dibujos para La Celestina. Cuando se me dio la oportunidad de hacer el suplemento México en la Cultura del diario Novedades, el primer as que saqué de mi manga fue Miguel Prieto. Su formato estaba de tal manera fuera de los cánones que la imprenta del diario debió adaptarse con dificultad a su diseño. Ya desde el primer número llamó la atención de un vasto público. Se trataba de un formato de gran elegancia, ligeramente barroco. Miguel se movía en los talleres como un pez en el agua. Lo veo inclinado sobre las mesas de plomo, corrigiendo las cabezas, las ilustraciones y textos. Muchas veces él sugería los temas y cada número, durante más de cinco años, causaba un efecto estético apreciado de los lectores. Por desgracia enfermó de un cáncer generalizado. Su agonía fue lenta y dolorosa, y nunca a pesar de las evidencias se creyó afectado de cáncer. 21319 NERUDIANA.P65 9 Si, como suele decirse, según populares normas, Miguel ya no se las huele, murió viendo a Tongolele, por su respeto a las formas.♦ Fuente:Marc Hanrez (ed.), Los escritores y la guerra de España, Barcelona. Libros de Monte Avila, 1977. Miguel Prieto manejando una de las marionetas del guiñol revolucionario La Tarumba. 19/8/08, 14:00 [ 10 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 Estravagario: la posmodernidad nerudiana en clave carnavalesca SARA REINOSO CANELO Universidad de Chile I ntento aquí plantear las bases de una lectura carnavalesca de las particularidades posmodernas en Estravagario (Buenos Aires, Losada, 1958) de Neruda. Tal lectura implica, por un lado, la comprensión del complejo diálogo entre la modernidad y la posmodernidad nerudianas en la obra citada y, por otro, la captación de un sistema de imágenes que cristalizan un cambio de época y al mismo tiempo una modificación en la direccionalidad poética del autor. Considerando el despliegue ‘narrativo’ de la obra de Neruda, Estravagario sería el gozne que une dialógicamente y refracta la traducción de dos mundos: el alto de la modernidad y el bajo de la posmodernidad. Neruda ciudadano y poeta transita por ambos, problematizándolos, en la progresión histórica que su poesía representa. En Estravagario tal progresión encuentra la suspensión necesaria para el despliegue de una reformulación y de un complejo desaprendizaje de los supuestos o dispositivos ‘modernistas’ de su poesía anterior. Esta suspensión que advierto en 21319 NERUDIANA.P65 10 Estravagario adquiere, aparte los matices ideológicos propios de la experiencia de posmodernidad, la tonalidad del género carnavalesco y la cosmovisión implícita en dicho género (ver principalmente Bajtín, 1987), donde el carnaval y su cosmovisión representan el principio material y corporal de la experiencia humana. Ello supone postular la semejanza entre Rabelais y Neruda como traductores literarios de un profundo cambio de época, hipótesis que por razones de espacio no podré desarrollar cabalmente en esta ocasión. La naturaleza material que nutre las imágenes nerudianas y la cosmovisión grotesco-realista que Bajtín mismo asignó explícitamente a la obra del poeta chileno (de quien escribió: «continúa la tradición del realismo grotesco y de la cultura popular, reflejando a veces la influencia directa de las formas carnavalescas»: 1987, p. 47), adquieren en Estravagario una radicalidad que sólo podría haberse producido en el contexto de la posmodernidad. El intento modernista de unir en la escritura la poesía como sueño (como “funesto alegórico”) y la poesía como acción, en el presente de Estravagario desaparece voluntariamente provocando la tendencia del hablante hacia el “sueño” poético para interrogarlo precisamente en cuanto portador del mundo material y cultural. En Estravagario el poeta alquimista desaparece para emerger en su lugar el poeta ‘profundamente’ bufón que cambia, gustoso, la profecía por la visión carnavalesca. La imagen carnavalesca en Estravagario se vincula y dialoga con los motivos implícitos en las Residencias y en Canto general, como la muerte, el tiempo, el amor, la identidad, el sonido, la acción, el silencio, la inacción, el nombre, el motivo del ‘deber’ profético y otros. La alteración o desaparición de tales motivos elabora, en su conjunto, la cosmovisión carnavalesca en el libro de 1958. Transfiguración que busca el detenimiento de un oscilar entre el tiempo circular de la realidad natural y el tiempo histórico de la realidad social, es decir, la verbalización del desaprendizaje. Términos como silencio e inacción resultan centrales para comprender el tránsito de la modernidad a la posmodernidad nerudianas en Estravagario vale decir, su cosmovisión carnavalesca. Pero, a diferencia de la dualidad sonido/silencio de la poesía anterior, la noción de acción sigue presente en Estravagario como ausencia, como inacción. Para el yo enunciador de las Residencias la acción era un ‘deber’ ínsito en su poesía. En Estravagario la contrapartida o inversión del ‘deber’ es la inacción, o sea la inmersión en el lenguaje poético como catalizador de un nuevo saber sobre el mundo, saber que —como dijo Lorca sobre Neruda— se sustenta en la pasión, la ternura y la honestidad. Estravagario inaugura una poética de la muerte en el sentido carnavalesco del término, conjugando modernidad y posmodernidad como discursos de una ‘narrativa’ histórica que la literatura discute, subvierte, ironiza y parodia. Más aún, el texto discute, subvierte, ironiza y parodia aquella poética moderna de Neruda que había sido alimentada por el metarrelato histórico (que diría Lyotard), elaborando un punto de fuga hacia lo más honesto de su poesía, hacia su fundamento último: la relación con la 19/8/08, 14:00 [ 11 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 materia con la dimensión grotesco-realista del mundo. Así, Estravagario sería el ars poetica de un Neruda en íntima y amarga confrontación con la muerte (intuida, prevista) de la Utopía modernista, pero al mismo tiempo en reencuentro con la vida del amor posible (Matilde Urrutia). Este ars poetica carnavalesco de 1958 aborda tres ámbitos: el del hablante como conciencia ideológica de características posmodernas, que se mira desde un abajo proyectándose en un tránsito narrativo utópico anterior: el de las imágenes carnavalescas del mundo natural representado y el del lenguaje poético alimentado y reformulado que se convierte, por adquirir calidad de cosmovisión carnavalesca, en un saber profundo del mundo. Este ámbito del lenguaje poético de Estravagario permite la continuidad de la unión no problemática entre el ciudadano Neruda y el poeta. Vale decir, permite al personaje/autor solucionar la aporía clásica: «Este ser y no ser fecundo / que me dio la naturaleza» (“Testamento de otoño”). Tal poesía dialógica pareciera entregar la noción de una nueva armonía carente de utopía moderna. Pero en la profundidad del texto hay siempre la búsqueda de la realidad histórica y las bases más evidentes de una epistemología sobre esa realidad. En este sentido, encontramos a un hablante que debe suicidarse desde la plataforma de lo cultural e intentar capturar, mediante la muerte, la renovación de su pasada dimensión de realidad: le es nece- 21319 NERUDIANA.P65 11 sario «darse un baño de tumba / y desde la tierra cerrada / mirar hacia arriba el orgullo. / Entonces se aprende a medir. / Se aprende a hablar, se aprende a ser.» (“No tan alto”). Instalada así la lógica original del mundo al revés, es decir, la contradicción y la permutación, los coronamientos y derrocamientos bufonescos (Bajtín, 16) se abre el territorio problemático del lenguaje poético del Neruda posmoderno. La palabra ahora es enfáticamente ambivalente y es el requisito formal del carnaval de Estravagario. En el poema recién citado la ironía manifiesta explícitamente sus dos direcciones: la poética del pasado, orientación de supuestos equívocos —al estar determinada por una poesía que incluía la acción, es decir, lo histórico, lo cultural—, y la posibilidad de otra medida de tiempo, de espacio y de hombre, esto es, de realidad. Nótese que la segunda direccionalidad sólo puede entenderse en términos de posibilidad y no de imperativo, dado que el ironista jamás sentencia cosa alguna. Es desde tal circunstancia que el hablante dará inicio a su retiro, que es también su viaje, hacia la región imprecisa y altamente compleja de la nueva medición del mundo mediante un lenguaje poético por explorar. La acción, que fue una medida central para el poeta moderno, se desplaza subversivamente hacia las virtudes de la inacción (inacción de la palabra). Caído desde la modernidad utópica a la cual ascendió en el pasado, este hablante pide silencio, llama a callar, exponiendo tangencialmente el cansancio provocado por la energía histórica y advirtiendo en lo natural una entidad que reconoce y que cree central para redirigir el abordaje poético. A partir del silencio es posible ese otro lenguaje, esa otra escritura que mientras más se aleja del discurso que mira a la moder- 19/8/08, 14:00 [ 12 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 nidad, cuestionándolo, más se aproxima al ámbito álgido de un puro presente carnavalesco. La inacción, que tiene como finalidad el desaprendizaje (de una óptica y de un lenguaje precedentes) y que lleva a la cosmovisión carnavalesca, también complejiza el ser del hablante en un ambivalente no ser: «Quiero no saber ni soñar. / Quién puede enseñarme a no ser, / a vivir sin seguir viviendo?» (“Estación inmóvil”). El que sabe y sueña lo hace en la medida de su aprendizaje histórico y lo buscado es la radical distancia con tal aprendizaje. La no-acción está lejos de poseer correspondencia con la muerte, antes bien, es la acción de lo no cultural, de lo natural inferior donde el tiempo y la muerte como conceptualizaciones históricas no existen. El poeta que pregunta a lo cultural y no tiene respuesta («Cuánto vive el hombre, por fin?») acude a la inmovilidad para acceder a los signos de la materia, para ser también cualidad de esa materia: «Inmóvil, con secreta vida / como una ciudad subterránea / para que resbalen los días / como gotas inabarcables: / nada se gasta ni se muere / hasta nuestra resurrección, / hasta regresar con los pasos / de la primavera enterrada, / de lo que yacía perdido, / inacabablemente inmóvil / y que ahora sube desde no ser / a ser una rama florida» (“Estación inmóvil”). Lo inferior, esa «ciudad subterránea», sube en este punto a la superficie, otorgando una concepción del 21319 NERUDIANA.P65 12 tiempo que no puede ser definida ya por los días, medida cultural, sino por las estaciones, medida natural del ser, en donde «nada se gasta ni se muere» porque tal acontecer es transformación, es decir, resurrección, en donde el no ser es siempre posibilidad y potencia de existencia. El poeta que ha ingresado a otro lenguaje carente de la forma solemne, alta, sublime, expresamente escapa del monótono. El nuevo sonido a veces sarcástico y en general irónico es matizado, alimentado por la dulzura, noción-acción que une a la poesía con la realidad de la experiencia humana y provoca la risa ambivalente llena de significado. El posmoderno poeta, cansado y a veces perplejo, aparece ironizando la crisis de un sistema dentro del cual se mira a sí mismo y donde ese sí mismo refracta la crisis. En poemas como “Sobre mi mala educación”, “Estación inmóvil” o “Muchos somos”, emerge el dispositivo irónico, como mecanismo central en la elaboración y constitución del mundo al revés: «Cuando todo está preparado/ para mostrarme inteligente / el tonto que llevo escondido / se toma la palabra en mi boca» (“Muchos somos”). En el ámbito del carnaval la figura-forma del tonto (o del loco) sugiere precisamente lo contrario de la medida cultural. Todo Estravagario es el discurso enloquecido del hablante y en esa perspectiva se crea el mundo, que como mundo carnavalesco, implica la subversión de su equivalente monológico. Esta característica del poeta-enunciador sugiere el desarraigo de las costumbres sociales y al mismo tiempo la instalación de la libertad del individuo. La visión del loco desmantela la seriedad y el miedo respecto al mundo cultural en crisis. El poeta, que ya se mira a sí mismo como lo inverso (que es una forma de contener aquello que se invierte) de lo serio cultural, ironiza al mismo tiempo sobre las características del individuo moderno cerrado y concluso, seguro de sí mismo: «Cómo puedo rehabilitarme? / Todos los libros que leo / celebran héroes refulgentes / siempre seguros de sí mismos: / me muero de envidia por ellos, / y en los filmes de vientos y balas / me quedo envidiando al jinete, / me quedo admirando al caballo” (“Muchos somos”). Pero al mismo tiempo se disfraza de aquel ciudadano profundo, «patriota de ferreterías», que también es. Éste es uno de los momentos intensamente carnavalescos de Estravagario en cuanto superación de su (moderna) autobiografía sublime. El capitán es ahora tripulación alzada, el oráculo es sólo pregunta, el alquimista es ahora bufón. Este momento de intensa reflexión no deja de ser festivo y no alcanza magnitud de seriedad total, porque la visión de la inversión es de suyo una amplificación de la conciencia del poeta. La órbita más profunda en que opera el desaprendizaje es la memoria del sujeto enunciador. Alterando su saber del mundo y en consecuencia su saber de sí, el poeta intenta una diversa disposición de la me- 19/8/08, 14:00 [ 13 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 moria que privilegia el tiempo circular de la realidad material y que con ello deviene memoria dialógica, incluyente y abarcadora de la realidad de la experiencia humana. El discurso del sujeto posmoderno de Estravagario, al contener su pasado en cuanto memoria-aprendizaje, da cuenta del derrumbe de ese gran relato moderno: «Ya está de cuanto amé / mi pequeño universo, / el sistema estrellado de las olas, / el desorden abrupto de las piedras. / Lejos, una ciudad con sus harapos, / llamándome, pobre sirena, / para que nunca, no, se desamore / mi corazón de sus duros deberes, / y yo con cielo y lira / en la luz de lo que amo, / inmóvil, indeciso, / levantando la copa de mi canto.» (“Pacaypallá”). De ahí que en Estravagario el poeta ya no solamente está en el mundo: ahora el mundo también está en él: «Yo estuve sentado y el tren / andaba dentro de mi cuerpo / aniquilando mis fronteras, / de pronto era el tren de la infancia, / el humo de la madrugada, / el verano alegre y amargo» (“Sueños de trenes”). Aunque también acontece ahora que el poeta se reencuentre separado, solo en la orilla del mundo, orilla que es su propio lenguaje: «He vuelto y todavía el mar / me dirige extrañas espumas, / no se acostumbra con mis ojos, / la arena no me reconoce. / … / Por eso tengo que aprender / a nadar dentro de mis sueños, / no vaya a venir el mar / a verme cuando esté dormido! / Si así sucede estará bien es absurda y no es ambivalente, la unidad del Yo cultural debe ser dejada como un traje: así, el Yo deja de serlo para devenir geografía integradora. Luego del sueño de integración total a lo natural, el poeta da cuenta de un regreso al mundo. Ya trae un saber integrador de dos lenguajes, el cultural alimentado por el natural: un saber resultante de una honesta experiencia de amor con el mundo: «Amo todas las cosas, / y entre todos los fuegos / sólo el amor no gasta, / por eso voy de vida en vida, / de guitarra en guitarra, / y no le tengo miedo / a la luz ni a la sombra, / y porque casi soy de tierra pura / tengo cucharas para el infinito» (“Aquí vivimos”). Pero tal derrumbe abre también el acceso a una nueva mirada que —más certera— define los cimientos, las posibilidades, las impotencias; es decir, el acceso a otra representación del mundo. Así, en una suerte de retiro hacia costumbres de loco bañado en muerte, el sujeto proyecta su nueva cosmovisión carnavalesca que subvierte las categorías ordenadoras del mundo, propias de su discurso poético anterior, como el tiempo progresivo, la preeminencia de lo alto sobre lo bajo (aristocratismo) en la autorrepresentación, la acción como vida y la inacción como muerte, la identidad y la conciencia como un sistema coherente y unitario, la correspondencia del individuo con lo histórico más que con lo natural, etcétera. / y cuando despierte mañana, / las piedras mojadas, la arena / y el gran movimiento sonoro / sabrán quién soy y por qué vuelvo, / me aceptarán en su instituto.» (“Desconocidos en la orilla”). La unión entre lo cultural del poeta y lo natural del mundo sólo puede ocurrir, entonces, en el ámbito del sueño (que en Estravagario es el sueño de su lenguaje poético carnavalesco: “Sueño de gatos”, “Sueños de trenes”). Desde allí el poeta experimenta la correspondencia excepcional entre él y lo natural. Pero en tal sueño, en tal correspondencia, el saber anterior debe disolverse: el “Yo Soy” moderno de Canto general debe diluirse en el posmoderno “Muchos somos” de Estravagario. La identidad en lo natural Lo anterior se complementa con la categoría de dulzura que el poeta precisa traducir a su lenguaje poético. Es un re-conocimiento de calidad carnavalesca que aminora el miedo y subvierte la seriedad de la relación hostil con el mundo revelando al mismo tiempo el contacto primigenio, el saber amable de las cosas: «Por qué esas materias tan duras? / Por qué para escribir las cosas / y los hombres de cada día / se visten los versos de oro, / con antigua piedra espantosa? / … / Sin nosotros o con nosotros / lo dulce seguirá viviendo / y es infinitamente vivo, / eternamente redivivo, / porque en plena boca del hombre / para cantar o para comer / está situada la dulzura» (“Dulce siempre”). 21319 NERUDIANA.P65 13 19/8/08, 14:00 [ 14 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 He intentado aquí un mínimo abordaje a Estravagario en cuanto complejo problema discursivo que emerge de la actitud dialógica del poeta (sujeto enunciador) con su propia palabra. La conciencia organizadora de Estravagario devela, en la no coincidencia consigo misma (metaficción), un ánimo de destronamiento carnavalesco cuyos indicios o signos he podido sólo insinuar aquí. Porque comprender a Neruda en este inicio de su fase posmoderna exige, obviamente, afrontar su compleja ruptura con la modernidad que hasta entonces había encarnado. Y afrontar a la vez la imprevista aparición de una poesía que se lee a sí misma, que efectúa un cambio certero para lograr una modulación nueva, radicalmente diversa, y sin embargo también proveniente —como la moderna modulación precedente— de una voluntad histórica y colectiva. Estravagario es el resultado de la lectura que el poeta Neruda hizo del derrumbe vivido por el ciudadano Neruda en su proyecto mítico personal, en su relación con el mundo y con la historia, a partir de 1956. Lectura que nos permite comprender, desde abajo, la crisis de la poética nerudiana y su evolución (desde la escritura anterior a la que seguirá). No existe otra obra de Neruda que, a través de una negación aparente, abra tal acceso a una comprensión —afirmativa e integradora— de su ‘narrativa’ total.♦ BIBLIOGRAFÍA Bajtín, Mijaíl. La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de François Rabelais. Alianza Universidad, Madrid, 1987, 429 pp. Jameson, Fredric. Postmodernism / Or, The Cultural Logic of Late Capitalism. Durham, Duke University Press, 1991, 430 pp. Loyola, Hernán. “Neruda moderno / Neruda posmoderno”, en revista América Sin Nombre n° 1, Alicante (1999), pp. 21-32. Loyola, Hernán. Neruda. La Biografía Literaria, vol. I. Santiago, Planeta - Seix Barral, 2006, 565 pp. Neruda, Pablo. Estravagario [1958] en Obras Completas, edición de Hernán Loyola, vol. II (Barcelona, Galaxia Gutenberg, 1999), pp. 623-740. 21319 NERUDIANA.P65 14 Sublimación, virtualidad del sonido y voz poemática en Canto general (l950) de Pablo Neruda DOMINIQUE CASIMIRO Université de la Sorbonne Nouvelle (Paris III) E l oído no sirve sólo para nombrar los ruidos o las cosas habitualmente sonoras: designa con permanencia el sonido que es el fundamento de la cosmogonía nerudiana y sobre todo la fuente de todo escrito poético. El poema es un dar nacimiento a formas vivas, significantes, sonoras. Sonidos y sentidos, significante y significado van de par en este trabajo poético. En definitiva el sonido eksiste a través de ese movimiento por el cual sale lo que el silencio tiene de más profundo en sí, para abrirse al mundo y darle sentido. El sonido entra en comunicación, simpática o antipática, con los seres y las cosas que lo hacen único y plural a la vez. Cuando el sujeto lírico llega al Canto general, el sonido pretende englobar todo lo que existe en su desorden y en su heterogeneidad caótica, sin marco. Desprovisto de toda mistificación, no se define a partir de lo que es, sino a partir de lo que no es, o sea, a partir del silencio y de lo que se encuentra fuera del sujeto lírico. La “hora de los silencios que no tienen palabras” 1 acaba de sonar. El Canto II toca un límite infranqueable y lo desborda. Los muertos de Macchu Picchu no sólo han desaparecido: han vivido sólo para morir. Así el hablante puede abordar, después de “Alturas de Macchu Picchu”, las víctimas de las masacres de l946, los muertos desconocidos y los muertos conocidos como Miguel Hernández (“A Miguel Hernández asesinado en los presidios de España”, quinto poema del Canto XII “Los ríos del canto”). Así también el Canto V, “La arena traicionada”, irrumpe con un poema que desaprueba el olvido y exalta la apertura de los labios: Tal vez, pero mi plato es otro, mi alimento es distinto: mis ojos no vinieron para morder olvido: mis labios se abren sobre todo el tiempo, y todo el tiempo, no sólo una parte del tiempo ha gastado mis manos.2 El hablante intenta vaciarse de sí para incorporar al Otro, anónimo y silencioso, en una hermandad de palabras, en una voz humana y un canto de amor cuyo objeto amado es la patria, América, los pueblos, las gentes, los individuos. El hablante lírico no cesa de reafirmar su vocación poética, su voluntad de canto. La empresa poética es profundamente política (en el sentido más fuerte y más noble del término) y humanista en su esencia. Por entonces y hacia adelante, el hablante nerudiano se encuentra comprometido con las luchas cotidianas contra el silencio y descubre, en su combate, otras virtualidades lingüísticas que van a alimentar y renovar su poesía, a modificar las estructuras de los textos, los ritmos de las palabras, los registros y las entonaciones de voz. 19/8/08, 14:00 [ 15 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 Cuando el sujeto poético, eje predilecto de la armadura poética, conduzca al canto octavo, el discurso mezclará entonces varios lenguajes y distintos registros, del mismo modo que prestará a sus locutores intratextuales facultades de escucha y de expresión tan ricas y múltiples como las suyas. Frente a un mundo humana y materialmente plural, también el Sonido optará por la multiplicidad a través de la voz de los Otros. Así lo afirma el locutor de Canto general en “Dicho en Pacaembú (Brasil, 1945)”, versos 65-73: Yo quisiera contarte Brasil, muchas cosas calladas, llevadas estos años entre la piel y el alma, sangre, dolores, triunfos, lo que deben decirse los poetas y el pueblo: será otra vez , un día. Hoy pido un gran silencio de volcanes y ríos. Un gran silencio pido de tierras y varones. Pido silencio a América de la nieve a la pampa. Silencio: La Palabra al Capitán del Pueblo. Silencio: Que el Brasil hablará por su boca.3 A este nivel de su evolución sonora, la voz poética se prepara a la gran coralidad que será el canto VIII, “La tierra se llama Juan”, una vez que el sonido habrá germinado desde la tierra: Los hondos pueblos de la arcilla, los telares sacrificados, las húmedas casas de arena dicen en silencio: “Túpac” y Túpac es una semilla dicen en silencio: “Túpac” y Túpac se guarda en el surco, dicen en silencio: “Túpac” y Túpac germina en la tierra.4 En un estudio 5 consagrado a la enunciación en el octavo canto, “La tierra se llama Juan”, Hervé Le Corre ha sabido demostrar perfectamente el carácter mixto de esas voces antes mudas, en estos trozos 21319 NERUDIANA.P65 15 cantados con las mismas palabras del pueblo, por medio de la voz del «poeta intermediario». Lo que dicen los protagonistas de este canto, tras los dos primeros poemas que ratifican o prefiguran la esperanza revolucionaria, es el silencio en el que han siempre vivido, esa herida infligida por la alienación o la humillación. Y, como por magia, la palabra toma el relevo ya que el cuerpo se inmoviliza, muere. El sujeto poético, este sujeto «intermediario», está previsto para dar una palabra, un sonido a estos silencios. El susurro de la palabra y la palabra como testigo quedan como los únicos medios a los que Benilda Varela, entre tantos otros, podría esperar aferrarse. La necesidad de la palabra se hace entonces urgencia, como lo subraya esta temporalidad del verbo en presente: «Si no he muerto, es para decirles camaradas…» Después de la catástrofe de Sewell, todos se encuentran enterrados, incluso la palabra. Abandonados, ellos comienzan su viaje al infierno, ese mismo viaje que experimentaría, algunos versos más adelante, el sujeto residenciario, él también en la tierra. Sin embargo, y felizmente, se trata de una palabra antes enterrada, pero en adelante encontrada, tomada y transferida. “La tierra se llama Juan”, no lo olvidemos. Lo que circula es la palabra de la cual los hablantes, comprendido el poeta, son los relevos. Lo que se sugiere, lo que surge y germina del silencio es un auténtico y original «tejido de voz» (Hervé Le Corre). Las voces de los hablantes están extraordinariamente incrustadas, superpuestas, 19/8/08, 14:00 [ 16 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 mezcladas. Aunque el misterio planea a veces, como cuando nos interrogamos sobre la identidad del hablante de los paréntesis en “Olegario Sepúlveda (Zapatero, Talcahuano)”, del mismo canto VIII: (Oh! dolores del filo abierto de la miseria, lepra del mundo, arrabal de muertos, gangrena acusadora y venenosa! ( …) ya no quedan más lágrimas ni odio?) 6 Aunque si ninguna palabra parece asignable a una entidad enunciadora, esta pieza encubre virtuosismo y virtualidad sonoros. En varios textos de este canto VIII tiende a imponerse una enunciación plural, una enunciación que incluiría el sujeto lírico en un conjunto más vasto. Sin embargo, contrariamente a lo que se podría pensar, “Olegario Sepúlveda (Zapatero, Talcahuano)” presenta al interior mismo de su cuerpo una comunicación perfecta entre palabras de Olegario y palabras del sujeto nerudiano. Aquí, la voz poemática, la voz del poema es resultado de las locuciones del hablante nerudiano virtualmente confundidas con las del zapatero. A mi entender, el sujeto lírico delata su inclinación por las sonoridades marcadas por el acento gráfico. Ahora bien, si adoptamos este código de lectura adivinamos una continuidad, una fusión y una porosidad de la palabra poética. Y entonces muy otro poema es el que leemos: Olegario Sepúlveda ha sido víctima de la presencia asfixiante de la tierra: «la boca se me llenó de tierra», v. 7; «una montaña de polvo / enterró las palabras», vv. 13-14. Lo que estaba enterrado eran el cuerpo y la palabra de Olegario. Sin embargo, sólo la palabra del zapatero inscribirá en el espacio del poema la huella del hablante nerudiano. Englobada por “Sepúlveda”, toda la historia de la voz poética aparece resumida aquí, subliminalmente. Una oposición deíctica (ahí / aquí) reaviva la trayectoria poética: «Allí grité… la boca se me llenó… grité más… me dormí… enterró»; «Aquí… único… sombrío 21319 NERUDIANA.P65 16 Pacífico… pústulas… lágrimas». Una vez más estas palabras que llevan un acento gráfico se nos presentan como notas musicales. Una música subliminal que canta y cuenta la aventura ontológica del hablante, prisionero de un silencio centrípeto —ahí— que se abre aquí hacia el Otro. Esta vez es el hablante Olegario quien subliminalmente se retira a un segundo plano para que lleguen a la superficie del texto los sonidos y las palabras idas. Intercambio de buenas maneras: poseído de una misión mesiánica y de solemne gravedad, el hablante nerudiano escucha generalmente a ese Otro: ha puesto en situación de hablar. El silencio es, por lo tanto, un momento de su tránsito. Esta palabra transitiva, anclada en la experiencia humana, se dirige hacia el Otro. A través de ella el sujeto inventa —más que designa— un lugar, una nueva residencia, la tierra, colocada bajo el régimen utópico de una nominación por venir, futura, pero ya presente en la palabra poética. Y si ha sucedido que esta palabra se aliena —pensemos en las Residencias— su ambición es precisamente la desalienación a través del trabajo poético, en la fluencia de la palabra de los Otros. (…) pero mi canto fue buscando hilos del bosque, secretas fibras, ceras delicadas, y fue cortando ramas, perfumando la soledad con labios de madera. No puedo apartar mi voz de cuanto sufre (…) todos los fértiles fermentos de las vidas y de los bosques me esperan con su teoría de inagotables humedades pero no puedo, no puedo sino arrancar tu silencio una vez más la voz del pueblo, elevarla como la pluma más fulgurante de la selva, dejarla a mi lado y amarla hasta que cante por mis labios.7 Amé cada materia, cada gota de púrpura o metal, agua y espiga y entré en espesas capas resguardadas por espacio y arena temblorosa, hasta cantar con boca destruida, como un muerto, en las uvas de la tierra.8 Al dar expresión a estas voces del pueblo, el sujeto lírico revela un coro, una sonoridad heterofónica, hija del silencio. La sonoridad y sus manifestaciones siguen sus mutaciones, para convertirse en canto global, suplicio escrito y cantado que orquesta la totalidad de esta sinfonía en la que los solos se producen de manera coherente y con precisa oportunidad. El cuerpo mismo aparece trabajado por el poder metafórico del lenguaje. El oxímoron final del texto citado más arriba («tus raíces / cantan bajo la tierra y en silencio») nos demuestra que todo es sólo cuestión de sublimación. La palabra enterrada resurge y mide su valor en la onza del silencio. Silencio, agente revelador. Nos encaminamos hacia una pluralidad convergente de voces y hacia una comunidad co-hablante: «vamos a hablar nosotros». La voz poética ya no se presenta sólo como origen de la palabra: el silencio la En fin de cuentas, el sujeto lírico acaba de dibujar las curvas y volutas del otro perfíl del lenguaje. Agregándose al discurso, este lenguaje ya no está solamente destinado a la comunicación. Es un lugar de creación verbal constante. Es precisamente el carácter silencioso y latente de este lenguaje, primitivo en su flexibilidad y simple en sus operaciones, lo que lo torna fulgurante.♦ NOTAS 1 El hondero entusiasta, poema 8. 2 Canto general, V, pórtico. 3 Canto general, IV, xli. 4 Canto general, IV, xviii. 5 Hervé Le Corre, “La tierra se llama Juan: vers une poétique de l’énonciation”, en Revue des Langues Néo-Latines, mars 2001, pp. 19-36. 6 Canto general, VIII, iv. 7 Canto general, IV, xl. 8 Canto general, XV, xv. 19/8/08, 14:00 — traducción del francés : Elena Ballerino [ 17 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 calles eran grandes ríos de barro. Las carretas se empantanaban. Por las veredas, pisando en una piedra y en otra, con frío y lluvia, andábamos hacia el colegio. Los paraguas se los llevaba el viento. [...] Luego venían las inundaciones que se llevaban las poblaciones donde vivía la gente más pobre, junto al río. También la tierra se sacudía, temblores. Otras veces en la cordillera asomaba un penacho de luz terrible: el volcán Llaima despertaba. Pero lo peor eran los incendios. En el año 1906 o 1907, no recuerdo bien, fue el gran incendio de Temuco. Las casas ardían como cajitas de fósforos. Se quemaron veintidós manzanas. No quedó nada, pero si los sureños saben hacer algo de prisa, son las casas. No las hacen bien, pero las hacen. Cada sureño tiene tres o cuatro incendios totales en su vida. Tal vez el recuerdo más remoto de mi propia persona es verme sentado sobre unas mantas frente a nuestra casa que ardía por segunda o Temuco 1908: una ciudad... un niño... un incendio... EDMUNDO OLIVARES Fundación Pablo Neruda tercera vez. L a imagen que tenemos del niño Neftalí Ricardo –entre los dos y los diez años– es más bien difusa y fragmentaria, apenas delineada por unos breves testimonios recogidos de parientes y amigos y por una sola fotografía –la de Temuco, a los 2 años– bastante conocida y frecuentemente incluida en diarios y revistas. Del archivo de Lola Falcón proviene una reproducción hecha por ella misma de la fotografía original que, a la usanza de la época, estaba adherida a una cartulina que llevaba el nombre del estudio fotográfico de Temuco que la realizó. Sin embargo se conjetura –es posible– la existencia de algunas fotos familiares de los Reyes-Candia, entre las cuales pudiera aparecer, uno entre muchos, el futuro poeta. Debe recordarse, no obstante, que en el Temuco de comienzos del 1900 todo parecía conspirar contra la conservación y supervi- 21319 NERUDIANA.P65 17 vencia de libros, revistas, papeles y documentos. Álbumes fotográficos incluidos. Ocurría lo que ocurría en esos territorios. Repetidos incendios. Frecuentes temporales. Desastrosas inundaciones. A lo cual habría que añadir ocasionales traslados de domicilio. Larga podría ser la enumeración de las muchas peripecias y circunstancias que iban deteriorando o destruyendo la documentación de las familias del Temuco de aquellos años. En 1954 –en el marco de las actividades con que se festejan sus 50 años– la primera conferencia en la Universidad de Chile1 trae un relato sobre sus días infantiles donde leemos: Casas de madera, cocinas a leña, iluminación a vela, braseros indispensables (más de uno en cada casa): el origen para los incendios no faltaba. Pero la mayoría eran incendios localizados, que afectaban a una o dos familias. Sin embargo, el que menciona Neruda ha de ser sin duda el Gran Incendio de Temuco de 1908, cuando contaba con apenas cuatro años de edad. Una crónica de la época Sobre este gran incendio (que se inició el 18 de enero de 1908 al mediodía y que duró hasta la medianoche) quedan un importante artículo y diez fotografías que la revista Zig-Zag de Santiago publicó en su edición del 26 de enero. Este reportaje, sin firma, huye de los sensacionalismos habituales en aquella época para tratar grandes catástrofes, y presenta los hechos de manera precisa, con el agregado de algunos oportunos y breves comentarios. He aquí el texto (con ortografía actualizada): Incendio de Temuco A veces, en la mañana, la casa del frente se despertaba sin techo. El viento se lo había llevado a doscientos metros de distancia. Las 19/8/08, 14:00 La floreciente ciudad de Temuco, de la cual hace algún tiempo dimos una serie de vistas [ 18 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 pánico, pues se llegó a creer que en la imposibilidad de poderse comunicar con el norte, de acá no podrían enviársele socorros. Aprovechando la situación angustiosa en que quedó tanta gente sin hogar, algunos comerciantes poco escrupulosos comenzaron a explotar el hambre, pidiendo el doble por los artículos de primera necesidad. En esta emergencia el gobierno impartió instrucciones a los ferrocarriles para movilizar trenes de norte a sur, especiales para los damnificados por el fuego. En medio de las ruinas se han visto escenas dolorosas. Mujeres pobres llorando al lado de sus pobres viviendas reducidas a cenizas. Según cálculo aproximado se han quemado 25 a 30 manzanas, en su tercera parte las más importantes de la ciudad, que con este desastre queda arruinada talvez para no volver a levantarse antes de diez años. El fuego se ramificó en varios brazos, pues dentro del área quemada han quedado pedazos intactos. fotográficas interesantísimas, ha estado a punto de ser totalmente destruida por un incendio. El fuego principió en un edificio cercano a la Plaza de Armas e impulsado por un fuerte viento del oeste, tomó proporciones tales que llenó a la población de consternación y espanto. Veintiuna manzanas fueron totalmente reducidas a escombros. Las bombas del pueblo y las que pudieron ir de Concepción y otras ciudades de la frontera fueron impotentes para contener la impetuosidad de las llamas y se limitaron a defender de su voracidad las casas que servían de margen a aquel verdadero torrente de fuego. No menos de 3.500 personas quedaron sin hogar y en la más absoluta miseria. Las pérdidas avaluables en dinero pasan de 1.500.000 pesos. El fuego abarcó una extensión de quince cuadras de largo por ocho de ancho y terminó en la noche después que hubo consumido todo el combustible que encontró en su derrotero, en el Hotel Leguas por el sur y la Bodega de Mac Kay por el norte. Contemplando el plano de la ciudad de Temuco, que publicamos en otra página, puede comprenderse la verdadera magnitud del incendio. Descartando las manzanas que se hallan más allá de la línea férrea, de la Avenida de 30 metros y el rincón formado por ambas que están despobladas, puede decirse que las llamas consumieron la tercera parte de la ciudad. Es, pues, completamente explicable la 21319 NERUDIANA.P65 18 consternación que se apoderó de los habitantes ante tamaña desgracia y el eco que ella ha tenido en toda la República. En la noche la ciudad presentaba un aspecto horrible. La vista abarcaba la enorme extensión comprendida entre la estación y la calle Vicuña, y espantaba ver cómo quince cuadras ardían siniestramente, miles de montones de fuego en medio de los edificios caídos. Al día siguiente, en la extensa y ancha avenida abierta por el fuego, veíanse palos carbonizados, una que otra chimenea de cal y ladrillo, troncos de árboles quemados, postes de luz eléctrica carbonizados, máquinas, alambres telefónicos por el suelo, montones de zinc quemados, ruinas, desolación y por todas partes escombros humeantes. Desde los primeros momentos del incendio la gente se entregó al pillaje, sin que hubiera la fuerza de policía necesaria para evitarlo. Calcúlase que la tercera parte de la ropa y mobiliario desaparecido es obra de los ladrones. A pretexto de salvamento, la gente llevábase carretonadas y montones enormes de objetos robados. Hubo también casos en que personas aseguradas impidieron que por dentro de sus casas se sacaran muebles de sus vecinos no asegurados. A causa de la caída de los postes desde el primer momento faltó el telégrafo y el teléfono y esparcida esta noticia por la ciudad, contribuyó en no pequeño grado a aumentar el Con natural retardo, esta crónica de Zig-Zag del día 26 de enero es la primera que resume lo esencial de los hechos y publica impresionantes fotografías. La prensa de Santiago, entretanto, a partir del domingo 19 había comenzado a dar sucesivas y fragmentarias informaciones. El diario El Mercurio (19.01.’08) titula: “Temuco consumido por las llamas. Se quemaron 30 manzanas. Irreparables pérdidas. La desesperación del pueblo. Auxilios de Valdivia, Victoria y Traiguén.” Lamentando la infausta noticia, la nota señala: «Pocas ciudades, ninguna talvez, en el país, ha alcanzado como Temuco en tan corto lapso de tiempo, un desarrollo tan formidable en la agricultura, el comercio y la industria.» Aquello era lo que existía. Pero al progreso y desarrollo de ayer se contrapone la imagen que hoy ofrece gran parte de la ciudad que «semeja los campos después del roce». Al día siguiente, y contrariando la noticia de que el incendio se había iniciado en la tienda La Proveedora del Hogar, la información indica que el fuego comenzó a un costado de ese edificio, en Avenida Prat esquina de Manuel Montt, en «un montón de madera», un mínimo fuego que en sus inicios pudo haberse controlado fácilmente. 19/8/08, 14:00 [ 19 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 Como es natural, la prensa chilena e incluso la extranjera dan cuenta del desastre, y no faltan los textos en que, aludiéndose al terrible y reciente terremoto de Valparaíso, se comenta la fatalidad que esta nueva tragedia representa para Chile. Perder es morir un poco... En aproximación sumaria a un tema que podríamos denominar el sentimiento de pérdida en la obra de Neruda, se diría que el poeta se confronta desde muy niño con la ocurrencia de pérdidas esenciales (la de su madre, para comenzar), seguida de otras pérdidas lacerantes que de una u otra manera crean una sensación de desamparo. Sin memoria aún, pero ciertamente con algún grado de aguda conciencia de orfandad, se ve expuesto a sucesivos desarraigos: un ama de leche transitoria, un abuelo fantasmal, un padre que va y viene, presencias cambiantes y desdibujadas; todo ello en medio de lugares diversos que son y no son su casa, que constituyen su pequeño, precario y cambiante mundo. En suma, ha de experimentar todo un período de dolorosa transición hasta que se produce el asentamiento definitivo de su padre en Temuco y allí aparece, instaurando el hogar, la Mamadre. En Temuco, el niño siente que puede echar raíces. Que tiene un sitio bajo el sol. Sus memorias hablarán de ese rasgo de carácter: «Yo adonde llego asumo un sueño vegetal, me fijo un sitio y trato de echar alguna raíz, para pensar, para existir...» Sin embargo Temuco no es el paraíso ni el refugio. Dista mucho de serlo. El niño no tardará en descubrir que en Temuco también ronda la fatalidad, la mano del destino. Existen fuerzas naturales imposibles de controlar. Abundan las catástrofes de diferente signo. La enumeración ya consta en los primeros párrafos de «Infancia y poesía». Pero entre todas estas situaciones, serán los incendios los que causen algunas de las pérdidas expresamente lamentadas por el poeta. Examinemos esas referencias y las pérdidas que conllevan: 21319 NERUDIANA.P65 19 Tercera. Un incendio criminal Primera. Unos muebles. Un álbum fotográfico En esta casa de los Mason había también un salón al que no nos dejaban entrar a los chicos sino en contadas ocasiones. Nunca supe el verdadero color de los muebles, porque estuvieron cubiertos con fundas blancas hasta que se los llevó un incendio. Había allí un álbum con fotografías de la familia. Estas fotos eran más finas y más delicadas que las terribles ampliaciones iluminadas que invadieron después la frontera. El último incendio que vi en Temuco fue el del diario de Orlando Mason. Se lo incendiaron de noche. El incendio en la frontera era un arma nocturna. Pérdida o circunstancia particularmente sensible esta última, puesto que, como sabemos, fue en ese diario donde el joven estudiante Neftalí Ricardo Reyes vio publicado en 1917 su primer artículo. Su primera contribución al mundo de las letras.♦ Segunda. Una oveja recibida de regalo de manos de un niño desconocido Era una oveja de lana desteñida. Las ruedas con que se deslizaba se habían escapado. Nunca había visto yo una oveja tan linda. Fui a mi casa y volví con un regalo que dejé en el mismo sitio: una piña de pino, entreabierta, olorosa y balsámica que yo adoraba. Nunca más vi la mano del niño. Nunca más he vuelto a ver una ovejita como aquélla. La perdí en un incendio. Y aún ahora, en estos años, cuando paso por una juguetería, miro furtivamente las vitrinas. Pero es inútil. Nunca más se hizo una oveja como aquélla. NOTA: 1 Se trata del texto “Infancia y poesía”, recogido en Obras completas, edición Hernán Loyola, vol. IV (Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2001). Un texto que con algunas variantes Neruda incluirá posteriormente tanto en sus memorias de O Cruzeiro Internacional (1962) como en el libro póstumo Confieso que he vivido. 19/8/08, 14:00 [ 20 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 Huellas de Rimbaud en Neruda MARIO VALDOVINOS Universidad Finis Terrae, Santiago Pero en definitiva él botó esta basura. — Enrique Lihn D esde la adolescencia Pablo Neruda experimentó, en su vida y en su obra, el influjo de Jean-Arthur Rimbaud. Los primeros indicios corresponden a una atmósfera que el poeta francés ha irradiado desde su centelleante aparición y ejercicio de la literatura, desde los 16 a los 20 años, hasta hoy. Rimbaud es un contemporáneo de la vanguardia, un eterno adelantado, y la adhesión que provoca surge de dos afluentes: el hecho de menospreciar la poesía a temprana edad, cuando cree consumada la tarea porque su continuación llevaría a la clausura, y el acto concreto de dedicarse a reproducir y, paradójicamente, a rechazar lo anunciado por las palabras. Lo prueban sus desplazamientos hacia el Oriente, parecidos a una fuga, que constituyen en su medio histórico, el siglo XIX, el espejismo de lo exótico y la respuesta al cansancio producido por la urbe oficial y su cultura, pero también la nueva veta sirve para acarrear mercancías a la metrópoli, que son el producto de un desembozado saqueo. En suma, la huida de Rimbaud tiene un propósito, en primera instancia, literario y, acto seguido, comercial. Solidariza con La Comuna, pero ni las explosiones de pólvora ni los himnos de guerra tocan al joven ambiguo, de rostro desafiante y angelical. Ya no se fatiga sin sentido viajando desde Charleville a París, donde sólo encontrará decepciones: ahora la ambición guía sus zancadas hacia las antípodas de Europa. Empieza a quedar atrás el vidente: se trata de vivir de acuerdo al desorden premeditado de los sentidos. Rimbaud busca en su propósito 21319 NERUDIANA.P65 20 tornarse rico, olvida la literatura, escribe sólo epístolas de comercio, es administrador de factorías coloniales y vende armas. En medio de la neblinosa mitología que lo envuelve, y que su vida y su silencio final estimulan, se transforma en traficante de esclavos y agota su cuerpo, mientras el tiempo pasa. El grandioso derrotado Neruda conoce sus textos siendo muy joven, en traducciones precarias o directamente del francés. Presiente el deseo de Rimbaud como algo inabarcable y por eso lo hace suyo. El primer acercamiento corresponde al espíritu compartido por Rimbaud con Baudelaire y Mallarmé –también poetas malditos– y es coherente con la consubstancial rebeldía juvenil expresada en hostilidad a la figura paterna y en la búsqueda de una vida llena de desdichas cuyo acicate es el dolor del universo. Para este efecto ofrece ante la realidad una presencia de enlutado, al mismo tiempo, visceral y conscientemente anárquico. Las desmesuras de Rimbaud, desplegadas por Europa y África, no estaban claras ni siquiera para él. Los pasos que persiguieron opio y pedrerías y lo cubrieron de spleen, configuran un ideograma grabado en la escritura y en sus tempestuosas correrías por el Mar Rojo, Abisinia y Somalía, obsesionado por el oro y furioso por alcanzar de una vez la sentencia: yo es otro. En el itinerario de Pablo Neruda la primera huella visible del grandioso derrotado, como lo llama, es más bien una actitud, una situación espiritual que el poeta chileno asume junto al (neo) romanticismo presente en la composición de sus textos inaugurales, de allí al constante acicate del deseo en el temple de esos poemas (Crepusculario, Veinte poemas de amor y una canción desesperada, Tentativa del hombre infinito). Cuando se traslada a Oriente como cónsul, en medio del olvido y del desarraigo, cae en la lectura recurrente de Rimbaud y experimenta con dolor la pasión telúrica: «Djibouti me pertenece. Lo he dominado paseando bajo su sol en las horas temibles: el mediodía, la siesta, cuyas patadas de fuego rompieron la vida de 19/8/08, 14:00 [ 21 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 Arthur Rimbaud…» (“Danza de África”, crónica de viaje en La Nación, Santiago, 20.11.1927, y en OC, IV, Barcelona 2001, p. 335). Cuerpo y escritura En este punto se cruzan cuerpo y escritura, la palabra se hace carne y ésta literatura. Así, uno de los senderos reiterados de la poesía nerudiana de ese tiempo (ver Residencia en la tierra) es la esterilidad provocada por la situación física del poeta ante el mundo natural. La embriaguez de la botánica corrosiva, capaz de configurar una inmovilidad frente a la naturaleza, alcanza a la sociedad y a la historia de esa «desventurada familia humana», como llama a los indios y birmanos, y en cierto modo lo contagia. Lo que antes fue consuelo a sus devaneos afectivos en los libros iniciales, ahora se transforma en la desesperación de observar una catástrofe sin poder intervenir en ella o modificarla (véanse los poemas residenciarios “Walking Around” y “Ritual de mis piernas”). El humanismo desarrollado por los dos poetas es muy diverso. El de Rimbaud no tiene salida posible, ninguna experiencia conocida lo puede redimir, está «más allá de todo», y por lo tanto no puede acotar los términos de su situación. Su concepto del hombre emerge del acto de vagabundear, del escapismo del deber, la suya es un alma en perpetua ansiedad por hallar el lugar y la fórmula. Se vuelve un contemplativo, más que nada volcado a su interior, pero ha llegado a esa condición por una paradoja: dejando atrás el problema humano, quiso comprometerse con la raíz de los hechos, y, al no lograrlo, accede a la situación opuesta, al menosprecio del mundo. Entonces examina la realidad desde la postura del vidente, del observador, del voyeur, del mirón. El mundo es una apariencia hermética, enemiga y desordenada, y el poeta intenta cifrarlo en unos cuantos signos que se niegan a sí mismos. Este recorrido no quiere decir superficialidad: la perspectiva irónica sobre los hechos implica previamente el acto de asumirlos y dominarlos, de ese modo surgen a su paso 21319 NERUDIANA.P65 21 obreros, construcciones, puentes, ciudades, ferrocarriles, países en desarrollo, que él ve como territorios de exilio. En síntesis, la parafernalia de la modernidad, con la que entra en conflicto. Lo suyo es un compromiso contradictorio con el hombre, de amor y odio con la materia de su ser, un humanismo misantrópico compuesto por temporadas en el infierno y por iluminaciones. El primer tramo del recorrido es, así lo cree, el verbo asume la existencia como algo dramático pero susceptible de corregir mediante un sistema de relaciones sociales más justo. Para este deseo ofrece propuestas de construcción de un nuevo concepto del hombre y de la sociedad, es decir, una antropología poética plena de certeza en el progreso y en la perfectibilidad del ser humano. La conciencia en expansión del hablante nerudiano cambia al vaivén de las catástrofes históricas que protagoniza: desde el congénito joven rebelde al ensimismado diplomático en Oriente, al adulto atormentado ante el drama de España, al hombre maduro perseguido por el fascismo. Cada vivencia arrastra un ideario poético y un camino de ascenso en la desolación del individuo, sin excluir intuiciones, entrañas, ingenuidades ideológicas, escepticismos repentinos, retrocesos, períodos alternados de dogmatismo y descreimiento. La patria poética Rimbaud, a la edad de 18 años, dibujo realizado por Paul Verlaine, en junio de 1872. clarividente y transformador y, el segundo, las obsesiones por el mercado y el poder material. El anhelo de sus últimos años es enmudecer y regresar rico y coronado al continente europeo, sin saber si ese retorno incluye una nueva inserción en la cultura oficial o sumirse, sin más, en el acto irreversible del olvido. La visión de Neruda sobre el estado de las cosas evoluciona con las etapas de su poesía, más extensas que las de Rimbaud. En ningún momento de ellas decae su confianza en el canto: es una poesía que cree en sí misma, que cíclicamente Tras la muerte de Neruda, la etiqueta de poeta oficial acecha a su legado. El paso siguiente es contemplarlo resecarse en estatuas y calles con su nombre. Tal comportamiento ‘oficial’ y mediático frente a la vigencia de Neruda aparece privilegiado por sobre la lectura y el conocimiento de su obra, la que en cambio precisa ser incorporada a la práctica de una sociedad con una perspectiva diversa, replanteando de paso la función del escritor y de la literatura. Sus versos aún están lejos de ocupar un sitio en el imaginario chileno. El embriagador humanismo de Neruda emerge de su confianza, mantenida hasta último momento, en la palabra y en la patria poéticas. Nunca las considera un conjunto de actos fallidos o imágenes inútiles: no sólo una geografía, o quizás un territorio, sino la posibilidad de instaurar un sistema verdaderamente antropocéntrico. Al menos ésa fue su postura pública. En privado, según Jorge Edwards en Adiós, poeta…, murió lleno de dolor e incertidumbre, con la patria en tinieblas. Resulta transparente en este sentido la “Oda a Jean-Arthur Rimbaud”. Compuesta durante un período optimista en el 19/8/08, 14:00 [ 22 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 plano político, la década de los cincuenta, plantea «al más atroz de los desesperados» la invitación a dejar su soledad y a incorporarse, por medio de una nueva evolución de su discurso, a la alborada (socialista) aparentemente muy cercana: «Hoy es más simple, somos / países, somos / pueblos, / los que garantizamos / el crecimiento de la poesía, / el reparto del pan, el patrimonio / del olvidado. Ahora / no estarías / solitario.» (de Nuevas odas elementales: en OC, II, Barcelona 1999, p. 393). El temprano acercamiento de Neruda a la poesía y vida de Rimbaud no se diluye al calor de la confianza ideológica depositada en los socialismos reales de Europa del Este –recuérdese que muere antes de su caída–, aun cuando contrasta con la transgresión cultivada por el poeta francés. Al contrario, persiste –si bien con las ondulaciones reseñadas– y va a culminar en esa cita de Rimbaud incluida por Neruda en su discurso de recepción del Premio Nobel, precisamente para confirmar solemnemente su plena fe en el surgimiento de un mundo solidario: «sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres», (en OC, V, Barcelona 2002, p. 341). Jean-Arthur vivió obsesionado por borrar de una plumada el rastro de sus poemas, después de todo apenas unos cuantos signos escritos sobre hojas de papel, y partió en busca del oro africano, para encontrar sólo la asfixiante palabra que lo mencionaba. Neruda siguió las huellas de Rimbaud hasta el fin, aunque sólo fuese el surco de un fantasma.♦ — Versión revisada de un texto originalmente publicado en La Época, Santiago, 25.08.1996. 21319 NERUDIANA.P65 22 Notas La CIA contra Neruda (1963) A fines de 1963 el periodista Luis Alberto Mansilla publica una crónica bajo el título “Intriga internacional le arrebató Premio Nobel / Una gran conspiración contra Pablo Neruda” (en El Siglo, Santiago, 15.12.1963). Se sabe que ese año Neruda fue, con Sartre y Beckett, uno de los candidatos más cotizados. Arthur Lundkvist —miembro de la Academia y amigo de Neruda— había publicado un elogioso artículo en BLM Bonniers Litterära Magasin de Estocolmo. Pero la virulencia misma de la contracampaña confirma cuán cerca estuvo Neruda de obtener el Premio ese año. El escritor uruguayo Ricardo Paseyro, caso extremo de un ex comunista transformado de improviso en un antinerudiano profesional, publica una “Carta abierta a la Academia Sueca” (en Combat, París, 21.10.1963) que se une a las acusaciones de Octavio Paz y de Jean-Clarence Lambert sobre una presunta conexión de Neruda con el asesinato de Trotski en México, y a otras maniobras (todo ello denunciado en cartas de Sun Axelsson y Giuseppe Bellini) que condicionarán la decisión de la Academia. La crónica de Mansilla sostiene que se trató de una operación internacional fraguada por una organización muy discutida entonces y conocida como Congreso por la Libertad de la Cultura, de clara orientación antisoviética, bajo la conducción de otro ex comunista, el español Julián Gorkin. La desclasificación de documentos secretos del gobierno norteamericano (relativos a esos años) ha certificado, no hace mucho, el financiamiento y las directivas de la CIA para esa organización. El enfoque de la crónica de Mansilla, que en esos años pudo ser leída en clave de Guerra Fría (vale decir, con las reservas que podía generar un texto publicado en un diario comunista como era El Siglo), ha sido recientemente confirmado por la escritora e investigadora británica Frances Stonor Saunders en su importantísimo libro Who Paid the Piper? The CIA and the Cultural Cold War (London, Granta Books, 1999), traducido por 19/8/08, 14:00 [ 23 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 Rafael Fontes con el título La CIA y la Guerra Fría cultural (Madrid, Editorial Debate, 2001). Esos mismos datos de Saunders han sido recogidos y ampliados por Adam Feinstein en su Pablo Neruda: a Passion for Life (London, Bloomsbury, 2004), páginas 333 y siguientes. Entre los personajes estelares del libro de Saunders figuran John Hunt, Michael Josselson y Melvin Lasky (ver foto de portada de la edición española), funcionarios encargados de asuntos culturales desde 1947. Ellos, con Keith Botsford, lanzaron la operación destinada a impedir el Premio Nobel a Neruda a través de Gorkin, Paseyro y René Tavernier: «cuando Irving Kristol le preguntó a Hunt si era cierto que el Congreso (por la Libertad de la Cultura) estaba ‘difundiendo rumores’ sobre Neruda, Hunt replicó socarronamente que era inevitable que la candidatura del poeta al Premio Nobel suscitara controversias» (p. 486). Michael Josselson murió en enero de 1978. Su viuda Diana Dodge, funcionaria ella misma, en entrevista con Saunders (1997) declaró: «Es evidente que organizaron una campaña para que Neruda no obtuviera el Premio Nobel. Es un hecho cierto.» (p. 488). Feinstein resume: el Congreso, «sponsored by the Central Intelligence Agency», operaba en unos 35 países, incluidos los de América Latina. Y uno de sus blancos principales fue Pablo Neruda. (p. 334). La operación tuvo éxito y el Premio Nobel 1963 no lo ganó Neruda (tampoco Sartre ni Beckett) sino el poeta griego Guiorgos Seferis. Seguramente fue un duro golpe para las naturales expectativas de Neruda, acentuadas ese año por los pronósticos de la prensa mundial, pero el poeta respondió con dignidad y elegancia a través de un hermoso artículo: “El Premio Nobel en Isla Negra”, publicado en el diario El Siglo (24.11.1963), más tarde recogido en el libro Una casa en la arena (1966) y ahora en el volumen III de mi edición de Obras completas (Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2000), páginas 111114. En ese artículo Neruda toma el asedio de los periodistas (antes de la asignación del Premio) como pretexto y marco para 21319 NERUDIANA.P65 23 una bellísima secuencia de la aparición y desarrollo de la primavera en torno a su casa. La mirada del poeta se detiene sobre cada una de las plantas y flores de su jardín, las examina y las describe con precisión de botánico, hasta completar un espléndido ramillete de formas y colores vegetales. Al final del texto, uno de esos toques sutiles del maestro. Por último hablaré de las docas (que) llevan un nombre griego: aizoaceae. El esplendor de Isla Negra en estos tardíos días de primavera son las aizoaceae que derraman una invasión marina, como la emanación de la gruta del mar, de los racimos que acumuló en su bodega Neptuno Marinero. / Y, justo en este momento, la radio nos anuncia que un buen poeta griego ha obtenido el renombrado Premio. Ya, Matilde y yo, nos quedamos tranquilos. Con solemnidad retiramos el gran candado del viejo portón para que todo el mundo siga entrando sin llamar a las puertas de mi casa, sin anunciarse. Como la primavera. No hace falta mucha perspicacia para captar el enlace que el texto instaura entre los nombres griegos de las flores y del poeta triunfador. Así respondió Neruda, como escritor de raza que fue, a la sordidez y miseria de la operación actuada en su contra aquel año de 1963.♦ — Hernán Loyola Neruda en Poitiers (12.07.2004) Oh, metamorfosis mística / de todos los sentidos fundidos en uno, escribe Baudelaire acerca de la memoria. Hoy día, cuando se cumple el centenario del nacimiento de Neruda, a más de treinta años de su muerte, plazo en que generalmente se inscribe el desarrollo de una generación, y a algo más también de cuarenta años de nuestras relecturas juveniles de la Residencia, quisiéramos encontrar incólumes en el recuerdo el rumor interior, inefable, de las emociones de esos instantes. Volver a ellos como se reencuentra el pasado en los efluvios de un perfume, en un sabor, un fraseo musical, un tacto inadvertido. Un pasado mental y emocional, fantasmal, en una palabra, y como todo pasado revisitado por nuestros sentidos, bordado de fugacidades, entretejido de motivos translúcidos y deshilachados. Luego de años de frecuentar sus poemas, y gracias a uno de esos giros propicios de la vida, se me ofreció la fortuna de conocer al poeta en su persona; un encuentro hecho de ocasiones escasas, si se quiere, pero en circunstancias que siguen siendo para mí sucesos marcadores. Mi vínculo con su poesía no fue, no es todavía, de ningún modo sereno, ni se ha congelado en una sola forma de aceptación o de rechazo. Y en eso mismo aquella relación ha sido la de un diálogo. ¿Hay otro modo auténtico de entrar en contacto con un clásico? Porque si no hay gran mérito en reconocer hoy día que Neruda es uno de ellos, y de los más indiscutibles, en mi opinión lo es sobre todo por todas y cada una de las páginas de aquella formidable obra de juventud. Pero, ¿qué es ser un clásico? La respuesta a esta pregunta la encontré en las líneas de una entrevista a George Steiner. Dice el filósofo: “es ser releído constantemente, continuar siendo inagotable y seguir provocando profundas disensiones… pero es igualmente ser mal leído”. Y da enseguida como ejemplo unas páginas de crítica de La Ilíada debidas a la pluma de la filósofa francesa Simone Weil. Lectura “errónea de punta a cabo” —asevera Steiner—, y se apresura en agregar: “pero sólo alguien como Homero es susceptible de provocar una tal interpretación”. Fuente de errores y de revelaciones, en este mismo sentido, la Residencia es más que perfecta porque obra incumplida en un contexto de perfección. Se trata, pues, de un clásico, y seguirá siéndolo porque nada nos asegura que no se seguirán haciendo malas lecturas suyas, e incluso lecturas tan malas como la mía…♦ 19/8/08, 14:00 — Waldo Rojas París [ 24 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 Publicaciones David SCHIDLOWSKY, Las furias y las penas: Pablo Neruda y su tiempo, dos tomos, Berlín, Wissenschaftlicher Verlag, 2004. –1337 pp. Voy a tratar de comprender lo que no debo hacer y hacerlo, y así poder justificar los caminos que se me pierdan, porque si yo no me equivoco quién va a creer en mis errores? Si continúo siendo sabio nadie me va a tomar en cuenta. [“Partenogénesis”, Estravagario] U na de las lecciones que imparte la vida y la obra de Neruda es precisamente ésa: la de ser autocrítico, y que esa negación lleve a su superación. Esto lo han señalado varios críticos, pero pienso en particular en Hernán Loyola quien dice —en su magnum opus, Neruda: la biografía literaria— que «Neruda no fue un santo, ni mucho menos, pero fue un hombre íntegro».1 Es por esa combinación dialéctica de esperanzas y desilusiones, logros y errores, posturas dignas y algunas indignas, que el poeta fue, según Gabriel García Márquez, «el mejor poeta del siglo XX, en la lengua que sea»2 y que seguimos como lectores volviendo a su obra porque, como afirma José Emilio Pacheco, «no hacerlo empobrecería nuestra vida».3 Se trata entonces de ver los errores y las contradicciones como fenómenos productivos que forman parte de un todo: Neruda, su poesía y su cosmovisión política. Siempre se corre el riesgo de desprender el fragmento del todo, de concentrarse excesivamente en aquél y no éste, trátese de los errores o el elogio de la forma poética. Si los lectores que dudan del don poético de Neruda son pocos y muchos los que se alimentan de su obra, hay quienes pue- 21319 NERUDIANA.P65 24 den apreciar su poesía por su brillo formal y por el manejo magistral de las técnicas y los tropos y, sin embargo, frenar ante la plasmación del contenido, sobre todo en cuanto atañe a lo político. De hecho, como se sabe, la crítica nerudiana sigue dividiéndose nítidamente entre aquellos críticos que comparten los ideales marxistas del poeta y aquellos que se oponen rotunda u oblicuamente a esa postura aun en esta época supuestamente desprovista de los conflictos de la guerra fría. La enorme biografía reciente de David Schidlowsky, Las furias y las penas: Pablo Neruda y su tiempo, se acomoda con el segundo grupo pese a las intenciones del autor de ser objetivo. El que sea así no quiere decir que no tenga méritos: incluye valiosos documentos inéditos, corrige errores registrados en otras biografías, propone una narrativa que es una “extensa cronología biográfica”, y es el fruto de años de labor intensa. Y hay pasajes sugerentes en que el crítico logra captar el momento histórico y el papel que desempeña el poeta en él, como por ejemplo, “Años 30: Neruda y los Congresos de Escritores para la Defensa de la Cultura”, que se publicó en el último número de Nerudiana. Pero el partidismo del autor se refleja en su método que, como indicó Schidlowsky en una entrevista en El Mercurio, sigue las pautas de su ex-director de tesis doctoral en la Freie Universität (Berlín), Víctor Farías. Todos los documentos acumulados y la provechosa labor empleada se dejan regir por ese método que destaca, ante todo, las fallas del poeta para así poner en duda el carácter de Neruda y la legitimidad de sus posturas políticas. Podría ofrecer muchos ejemplos al respecto, pero me limitaré a cinco que se hallan condensados ya en la introducción del libro y luego elucidados en los dos tomos de la biografía. Empecemos por el título: Las furias y las penas: Pablo Neruda y su tiempo. De entrada esto muestra señas de una selección particular, tendenciosa, al elegir un poema de la Tercera residencia y sugerir que eso representa la quintaesencia de su vida y obra. Así se le juzga según una época desolada de su peregrinación vital que el mismo poeta sometió una y otra vez a una crítica severa y que declaró haber superado en numerables textos, entre ellos, “Alturas de Macchu Picchu”. Es decir, la enajenación que sufre y que se despliega en su obra en los años 20 y 30 llega a absorber toda una etapa de la obra del Nobel chileno. Basta comparar los títulos de las biografías sobre Neruda —Neruda (Volodia Teitelboim), Pablo Neruda: A Passion for Life (Adam Feinstein), y la ya mencionada Neruda: la biografía literaria (Hernán Loyola)— para darse cuenta del punto de vista del biógrafo. Un autor más imparcial habría señalado que “Las furias y las penas” encaja en la unidad de la Tercera residencia como momento que, en la dialéctica de la obra, se ve eclipsado por las etapas posteriores en ese mismo poemario. Así Schidlowsky retrata a un Neruda angustiado y oportunista que no dejó pasar ocasión en su vida para conseguir la fama y el reconocimiento que tanto añoraba. Insistentemente sostiene a lo largo de la biografía y en la introducción que Neruda cultivó sus amistades con el fin calculado de conseguir lo que quería: «Desde su juventud serán de gran trascendencia para el joven Neftalí Reyes y futuro 19/8/08, 14:00 [ 25 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 Pablo Neruda, sus relaciones sociales, sus amistades y enemistades que tendrá a lo largo de su vida. Son sus vecinos y compañeros de colegio los que lo ayudarán a publicar sus primeros poemas». Así también cuando se refiere a la época de la guerra de España alega que sus nuevos amigos comunistas y su relación con Delia del Carril, «fomentarán fuertemente el desarrollo [de] su fama literaria». «Es esta especial aptitud de Neruda para hacer y cultivar amistades», afirma Schidlowsky, «la que contribuirá en mucho a que su talento poético logre en vida una enorme popularidad y reconocimiento» (12). Para alcanzar la fama o para salir de apuros Neruda, según lo ve Schidlowsky, recurre a sus amigos. «Para huir del hambre, la ciudad fría, la bohemia santiaguina y la sociedad burguesa, busca y obtiene, otra vez con ayuda de amigos, un puesto como Cónsul Particular de Elección» (13). Esta crítica algo sutil de la persona de Neruda llega a explicitarse con las afirmaciones de Mario Vargas Llosa en relación con el poeta. Según el gran novelista peruano y anticomunista, entre 1959 y 1964 a Neruda se le considera un “poeta bonachón y el soberano absoluto” que hace campañas por el Premio Nobel y es objeto de rumores antinerudianos (17). Como se puede apreciar hasta ahora, el retrato de Neruda que emerge de estas descripciones es de un hombre egocéntrico, manipulador y sin embargo débil (porque depende de otras personas). Cuando no es así, insinúa Schidlowsky, se porta como alguien lamentable, cruel o deshonesto. En el primer caso se trata de omitir parte de la información u ofrecer información contradictoria. Así, por ejemplo, el biógrafo aclara que en 1936 Neruda sale de Madrid con su esposa (la Maruca) e hija y luego ellas se instalan en Montecarlo para luego pasar a Holanda. No cuenta aquí que en 1934 Neruda conoció a Delia del Carril y se enamoró de ella —dato que aparece en otro momento dado en la biografía— y por eso quería separarse el poeta de Maruca. Y sin embargo Schidlowsky considera que «la vida de Neruda alcanza su nivel humano más la- 21319 NERUDIANA.P65 25 mentable» porque «había dejado a su mujer Maruca Reyes y su hija enferma en una Holanda ocupada por la Alemania nazi, cumple malamente con la promesa de mandar una modesta remesa mensual, dejándolas en una situación dramática» (15). Ahora bien, el lector puede asombrarse ante estos hechos, criticar a Neruda o lo que quiera, pero también desde la óptica de la conducta humana imperfecta, se puede entender perfectamente bien que Neruda haya querido separarse definitivamente de Maruca para vivir con Delia, con quien ya llevaba dos años de romance. En algún momento eso tenía que pasar, se supone. Pero nótese también la contradicción inherente a las dos citas. En la primera dice que Neruda las dejó en Montecarlo; en la segunda alega que el poeta «había dejado a su mujer Maruca Reyes y su hija enferma en una Holanda ocupada por la Alemania nazi» (15). El hecho trágico es que Maruca y su hija abandonaron Montecarlo —sin Neruda— y se fueron a su tierra natal (Holanda). Pero los acontecimientos, tal como los presenta Schidlowsky, hacen pensar que Neruda es un desalmado que con crueldad abandonó a su mujer e hija sabiendo que iban a vivir en una Holanda ocupada por los nazis. Si bien remite Schidlowsky al papel de Neruda durante la Guerra Civil en España, su compromiso con la República y con el movimiento comunista internacional, alude al hecho de que el poeta «en cartas a sus superiores jerárquicos en el Ministerio de RR.EE. chileno... desmiente ser comunista». Y niega «haber conversado o tener amistad con el escritor soviético Ilya Ehrenburg» (13). Sin el contexto necesario, el fragmento suscita confusión y asombro que hace pensar que Neruda es deshonesto. Pero si se examina la situación, el tejido en el cual se encuentra este cabo suelto, nos damos cuenta que Neruda temía perder su trabajo por su voto de neutralidad como cónsul de Chile en España. Y la verdad es que en ese momento no era miembro del Partido Comunista pero sí era antifascista. De hecho, Schidlowsky cita de una carta en la que Maquieira hace mención de los «cargos concomitancias comu- nistas formulado prensa chilena» (270), cosa que evidentemente preocuparía a Neruda dado que perdería el trabajo. Se refiere a ese mismo tema —no haber tenido nada que ver con el PCE en ese momento— en una carta del 20 de agosto 1937 a Moisés Vargas, Encargado de Negocios de Chile. Y agrega en esa carta que niega «la aseveración contenida allí y según la cual yo sería amigo íntimo y vecino del escritor soviético Ehrenburg», afirmación que es cierta porque en ese momento dado apenas lo había conocido. Pero añade Neruda esta oración significante: «No creo que frecuentar a un escritor como Ehrenburg sea deshonroso, ni vaya en contra de la moral funcionaria de un Cónsul de Chile, pero el hecho es ese: no frecuenté ni veo jamás a Ehrenburg» (299-300). Como se ve, no se trata de deshonestidad de parte del poeta, sino de un caso en el que temía perder su puesto por razones económicas (habiendo pasado años, como se sabe, viviendo con sueldos muy bajos). Pasamos al último punto que voy a abordar acá, que es la cuestión de los prejuicios raciales en Neruda. En este sentido la investigación de Schidlowsky coincide con la de Farías en relación con Salvador Allende por su afán de aislar los putativos comentarios de la totalidad de los 69 años de vida del poeta y así sembrar dudas con respecto de la personalidad y, por ende, el marxismo de Neruda. «No deja de sorprender que en artículos, poemas, discursos y cartas hasta 1945 Neruda asuma algunos prejuicios raciales existentes en la sociedad chilena» (15). Schidlowsky considera irónico que los anticomunistas hayan atacado al poeta por «judío degenerado» dado que se supone que Neruda hizo comentarios racistas y antisemitas. Los dos casos de antisemitismo incluyen la referencia a un «judío cursi», que bien puede ser una manera descriptiva de hacer alusión a, como lo pone Schidlowsky, Max Jacob y por lo tanto no tiene por qué ser algo peyorativo. El enojo es evidente, pero eso no hace de Neruda un antisemita (226-229). Al biógrafo también le extraña que en 1947 en el Senado Neruda sostuviera que «el diplomático 19/8/08, 14:00 [ 26 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 chileno Enrique Bernstein, por ser de origen judío [debiera] mostrar una actitud positiva frente a la Unión Soviética, donde los judíos eran tratados con respeto y no asesinados como en el resto de Europa» (15-16). Lo interesante en este caso es que Neruda rehusara considerar a Bernstein únicamente como descendiente hebreo o creyente en el judaísmo y que tomara en cuenta el impacto nocivo del antisemitismo a lo largo de la historia. Por lo cual le recomienda la URSS porque cree que la política de ese país socialista milita contra el antisemitismo. En resumidas cuentas, esta biografía proporciona al lector una plétora de documentos por consultar que, junto con los que se publicaron en las obras completas de Galaxia-Gutenberg, ofrecen información sumamente útil y aleccionadora. Sin embargo, todo depende de cómo queramos interpretar los datos. La metodología, por muy objetiva que pueda ser a ratos, nos precipita a la conclusión de que Neruda era un hombre con mucho talento pero era inhumano, insensible, egocéntrico y antipático. Al fin de cuentas, el Neruda de Schidlowsky que emerge de estas 1.337 páginas es un ser atormentado que lucha con las furias y las penas y que se ahoga en los errores cometidos. No es el que aparece en los versos arriba citados que ve el error como algo productivo, como parte de la dialéctica de ese gran todo: la vida. Siguiendo el camino del excepcionalismo, Schidlowsky elige una parte y sostiene que representa el todo. Es más: difícilmente puede el lector o el crítico desligar la vida de Neruda de su comunismo, así que al fin de cuentas el biógrafo sugiere que su marxismo —aún en su forma más elaborada y dialéctica como se manifiesta tan a menudo en la obra de Neruda— fue un proyecto fallido. Resultado que Neruda, desde luego, negaba rotundamente.♦ —Greg Dawes North Carolina State University 21319 NERUDIANA.P65 26 NOTAS 1 Hernán Loyola, Neruda: La biografía literaria, volumen 1: 1904-1932. Santiago: Planeta-Seix Barral, 2006: pág. 12. 2 De la portada de Neruda: Selected Poems, edición y prólogo de Nathaniel Tarn. Nueva York: Houghton Mifflin, 1990. 3 José Emilio Pacheco, “Prólogo: Para llegar a Isla Negra” en Pablo Neruda, Memorial de Isla Negra, edición y notas de Hernán Loyola, Barcelona: Random House Mondadori, 2004: pág. 8. * * * Greg DAWES, Verses Against the Darkness / Pablo Neruda’s Poetry and Politics. Lewisburg: Bucknell University Press, 2006. – 325 pages. El profesor Gregory Dawes (North Carolina State University) ya es una figura muy conocida en el campo de los estudios latinoamericanos en los Estados Unidos, principalmente por su libro titulado Aesthetics and Revolution: Nicaraguan Poetry, 1979-1990 y por su labor como fundador y editor de la valiosa revista electrónica A contracorriente (www.ncsu.edu/ project/acontracorriente/). Ahora su perfil en la profesión aumentará notablemente por la reciente publicación de Verses Against the Darkness: Pablo Neruda’s Poetry and Politics (Lewisburg: Bucknell University Press, 2006). Se trata de un aporte fundamental que abrirá, sin duda, muchos caminos para futuras investigaciones sobre Neruda, especialmente con respecto a la compleja imbricación de sus posturas políticas y su praxis como poeta. Como señala el propio Dawes, lanzarse a hacer otro estudio sobre Neruda puede parecer un gesto un tanto desfasado. No sólo ha menguado el interés académico por este ganador del Premio Nobel en tiempos recientes (por una serie de motivos complejos vinculados con el momento histórico) sino que existe un bien arraigado canon crítico cuyo prestigio es tal que llevaría a almas más tímidas a no atreverse a incursionar en su “coto vedado”. Ésta es, precisamente, una de las virtudes principales del libro de Dawes. El peso colectivo de las lecturas de Neruda realizadas por Emir Rodríguez Monegal, René de Costa, Enrico Mario Santí y Manuel Durán/Margery Safir es tal que pocos estudiosos estarían dispuestos a desafiarlas. La casi ritualizada denigración del Neruda “político” (frecuentemente acusado de “propagandizar” en su poesía), la tendencia a destacar la gran “ruptura” que se dio en su obra después de Residencia en la tierra, el cuestionamiento de la sinceridad de la “conversión” al comunismo de Neruda —todos forman parte íntegra de la lectura ortodoxa de Neruda, particularmente en la academia norteamericana. A pesar del prestigio que disfrutan estos nerudistas canónicos, Dawes no manifiesta temor de arremeter contra sus ideas centrales a través de Verses. Al mismo tiempo, Dawes entra en debate con ellos de una manera que muestra el pleno respeto que siente por sus provechosas contribuciones, aun cuando estas últimas tal vez hagan más difícil la tarea de desarrollar sus propios argumentos (De hecho, a veces creo que resulta demasiado comprensivo con ellos). Por otra parte, el crítico pone sobre la mesa sus propias cartas ideológicas al reconocer sus deudas respecto a otro núcleo de representantes del nerudismo canónico, el constituido por Alain Sicard, Jaime Concha y Hernán Loyola, más aso- 19/8/08, 14:00 [ 27 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 ciado con planteamientos hechos desde la izquierda. Al delinear una coherente y unitaria evolución en el pensamiento sociopolítico y la praxis poética de Neruda en vez de una trayectoria marcada por la “ruinosa” interrupción que ocurre una vez que se hace miembro del Partido Comunista, Dawes realiza el tipo de ceñido análisis textual que, desgraciadamente, se ha vuelto poco usual en los estudios literarios tal como se practican en los Estados Unidos hoy en día. Existe la irritante tendencia cada vez más común, especialmente entre los estudiosos más jóvenes, de hacer aseveraciones trascendentes y tajantes basándose en mínimas pruebas textuales. Dawes, en cambio, cree en la necesidad de anclar sus argumentos señalando pasajes específicos en las obras bajo consideración. Estemos o no de acuerdo con sus conclusiones, siempre podemos ver la materia prima sobre la que trabaja su análisis (Por cierto, la editorial de la Bucknell University, importante divulgadora de estudios sobre literatura española y latinoamericana, merece nuestro aplauso por haberle permitido a Dawes incluir tantas citas relativamente extensas de los poemas de Neruda). Entre las virtudes mayores del enfoque general de Dawes está su disposición, sin reparo alguno, a tratar cuestiones estilísticas, o bien más estrechamente estéticas, de un modo que no se encuentra a menudo en lo que podríamos llamar los enfoques “sociocríticos”. Dada la perfectamente comprensible tendencia de este tipo de crítica a centrarse en el contexto histórico, en la dinámica sociopolítica, etc., a menudo se hace caso omiso de las preocupaciones de los estudios literarios más tradicionales. Dawes comprende que esta área hacia la que estas preocupaciones se dirigen no puede ser entregada simplemente a los que están sentados al otro lado de la mesa ideológica. Corriendo el riesgo de parecer anticuado, Dawes no tiene miedo de invocar la belleza de la poesía de Neruda, amén de su fuerza politicoretórica. Otro aspecto arcaicamente refrescante del libro de Dawes es su disposición a 21319 NERUDIANA.P65 27 tratar abiertamente el tema de la ética y de la moralidad. Estemos convencidos o no del empleo por Dawes del concepto de “realismo moral” tal como lo desarrolla el politólogo Alan Gilbert (yo mismo tengo un par de dudas), su certera inclinación a hacer argumentos políticos concentrándose en la distinción entre lo moralmente justo/correcto y lo moralmente reprobable es vigorizante en esta época de “indeterminación” posmoderna. Fuerzas progresistas en muchas partes del mundo, y especialmente en los Estados Unidos de George W. Bush, han cedido el terreno de la moralidad y de la ética a la derecha con demasiada facilidad—a un costo político altísimo, diría yo. El que Dawes esté dispuesto a referirse de manera abierta al “bien” y al “mal” en su análisis —algo que seguramente suscitará la ira de sus colegas de simpatías posmodernizantes— es una jugada sólida para romper ese monopolio santurrón. Pero la mayor contribución del libro a los estudios sobre Neruda sería, a mi entender, la de destacar Tercera residencia como un texto clave que nos puede ayudar a entender la transición entre el Neruda temprano y el abiertamente comprometido. En efecto, constituye una especie de “eslabón perdido”, la identificación del cual hace más comprensible la trayectoria en su conjunto. El esfuerzo de Dawes por demostrar que Residencia en la tierra en sí no corresponde bien a lo que los susodichos críticos canónicos nos han presentado como única lectura, también ayuda a comprender esa trayectoria. Lejos de retratar una temporada marcada por un solipsismo de orientación proto-surrealista que se desenvuelve dentro de un (ahistórico) mundo interno, la primera Residencia registra formas de enajenación plenamente arraigadas en ese rincón de la Historia llamada el “Asia colonizada”. Esa experiencia se desemboca casi “lógicamente” en la fase posterior de la vida de Neruda en la que éste se enfrenta al sistema socioeconómico que él considera el principal culpable de la variante del infierno que había presenciado. Si bien Dawes no es el primero en presentar este argumento (se beneficia del trabajo realizado por Sicard y Concha), contribuye muchísimo al hacerlo más convincente. Es más, Dawes convence no sólo sobre este punto sino sobre muchos otros justamente por su capacidad de deslindarse un tanto del árbol genealógico crítico del cual procede al reconocer lo que él llama las “idiosincrasias individuales” que influyen en la configuración de la obra poética de Neruda. Es decir, tiende a restarle importancia en muchos momentos a la sobredeterminación social e histórica para reconocer más enérgicamente el papel de esos factores vinculados a los rincones menos asequibles del proceso creador de cualquier artista. Ahora bien, no lo hace simplemente para “ganar puntos” con el aparato académico liberal con el que tiene que habérselas en el país donde trabaja, sino porque reconoce las auténticas limitaciones de ciertos enfoques historicistas. Pero ojo: tampoco termina remitiendo a los “misterios de la creación” de un modo que clausure el debate de forma abrupta como ocurre con gran frecuencia. A fin de cuentas, estoy seguro que Verses dejará una huella notable en los estudios nerudianos, muy probablemente contribuyendo a aflojar la hegemonía de la escuela interpretativa Monegal—Costa— Santí—Durán/Safir, especialmente aquí en los Estados Unidos. Claro, también haría mucho bien si este texto se difundiera en círculos intelectuales y académicos en Latinoamérica, especialmente en este momento de un resurgimiento de la izquierda en muchos países. La voz nerudiana hace falta tal vez más que nunca, esto es, sin los deformantes filtros a través de los cuales ha tenido que pasar en tiempos recientes. La reivindicación de un Neruda “puro y duro” podría contribuir a la muy necesaria neutralización de las variantes del descreído pensamiento posmodernista cuya implantación en Latinoamérica, por conductos bien curiosos a veces, ha contribuido a la desactivación política de importantes sectores de la intelectualidad del continente. Huelga decir que para que el libro de Dawes tenga un papel en toda esta dinámica, 19/8/08, 14:00 [ 28 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 tendría que ser traducido al español y publicado en algún lugar de Latinoamérica. Se me ocurre que Chile mismo sería el lugar más sensato. — James Iffland Boston University Otras opiniones de académicos norteamericanos sobre este importante libro de Greg Dawes: — «Verses Against the Darkness posee una rara condición: la de ser un experto y maduro estudio monográfico basado, al mismo tiempo, en el impecable examen crítico de la nerudología precedente y en un riguroso y amplio dominio personal del tema. Quienes lo lean saldrán enriquecidos no sólo con una magistral e historizada introducción a la vida y obra de Neruda, sino también con un nivel de comprensión de las complejidades de la poesía misma verdaderamente nuevo y profundo. Estudio de larga gestación, devendrá obligado trabajo de referencia... Con esta completa y utilísima publicación, el profesor Dawes confirma su reputación de estudioso mayor en el campo nerudiano y en amplias áreas de la poesía latinoamericana.» — Neil Larsen, University of California, Davis. — «Este libro abre nuevos territorios en nuestra comprensión del pensamiento y arte de Neruda. Dawes nos lleva más allá de las comúnmente aceptadas interpretaciones del joven maestro como surrealista, proponiéndolo más bien como un realista cuya poesía, en sintonía con la de Baudelaire, se ocupa de la moderna vida urbana. Al recorrer el itinerario de cambios en el estilo poético de Neruda, Dawes ve las Odas elementales como celebraciones de objetos no mercantilizados, y no como simples versos acerca de la existencia cotidiana. Tiene una visión completa de la obra de Neruda y esa visión la despliega con habilidad, finura e inteligencia.»♦ Jaime CONCHA, En torno a un Centenario. Cuatro estudios sobre Pablo Neruda. Messina (Sicilia), Andrea Lippolis Editore, 2006.—157 pp. Colección “La Estantería Ibérica” nº 8. Los siempre valiosos y estimulantes ensayos del profesor Jaime Concha (en particular los que se refieren a Neruda) suelen ser de acceso problemático porque están dispersos en revistas y actas de congresos internacionales. Por eso la publicación de este pequeño volumen es, y no exagero, un acontecimiento digno de celebrar. Lo debemos a Doménico Antonio Cusato, catedrático italiano de literatura hispanoamericana en la Universidad de Catania, quien desde hace algunos años edita y publica en Messina, donde vive, los deliciosos tomitos de la colección “La Estantería Ibérica” (información: cusato@unict.it ). Como se sabe, Concha enseña desde hace más de 20 años en la Universidad de California – San Diego (sede La Jolla), habiendo sido profesor en la Universidad Austral de Valdivia y en la de Concepción hasta 1973 y, durante los primeros años de su exilio, en las universidades de ClermontFerrand (Francia) y Seattle (USA). Muy joven saltó a la fama académica en Chile con un magistral ensayo sobre Residencia en la tierra (en revista Mapocho n° 2, 1963) y antes de dejar el país publicó un volumen hoy mítico, Neruda 1904-1936 (Universitaria, 1972). Los cuatro ensayos aquí reunidos giran en torno a las Residencias: «A la postre, esta época de más de un veintenio (1925-1947), fue la morada creadora más honda de la poesía nerudiana. Su residencia en la tierra, planetaria y geográfica primero, se hizo luego patria histórica y social, en la tierra española de su tercer libro.» (de la “Nota preliminar” del autor). En los cuatro ensayos resplandece, una vez más, la perspicacia estilística y simbólica que caracteriza el método interpretativo de Jaime Concha. El primero persigue el itinerario de la Noche como núcleo del imaginario nerudiano, deteniéndose en los análisis del segundo de los Veinte poemas y de “Serenata” y “Alianza (sonata)” en Residencia. Día y Noche: «Dos órdenes heterogéneos pueblan la realidad; en ellos le toca vivir al habitante del planeta, al ‘residente en la tierra’. Si, para Dante, el Amor es el que mueve el sol y las estrellas, para el Neruda de las Residencias es el eros nocturno el que crea este dinamismo cósmico que une sol y tierra, y a cuya sombra sucede el tiempo de los humanos.» (p. 35). El segundo ensayo es un asedio al tríptico de madrigales de la primera Residencia, “Madrigal escrito en invierno”, “Fantasma” y “Lamento lento” (que en origen fueron titulados “Dolencia”, “Tormentas” y “Duelo decorativo”, respectivamente), conectados los tres a la figura de Albertina Azócar, la amada reticente, y estructurados en versificación menor que contrasta con la dominante: «Residencia en la tierra está hecha de versos anchos, alas de aliento y de vasta respiración, y de miniaturas más frágiles, de verso exiguo, de neta preferencia por el eneasílabo y un sonido angustiado y angustioso» (p. 42). De estas miniaturas, precisamente, se ocupa el ensayo. — Gene Bell-Villada, Williams College. 21319 NERUDIANA.P65 28 19/8/08, 14:00 [ 29 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 El tercero profundiza las dimensiones del Tiempo y del Recuerdo a través de poemas situados en sectores extremos de Residencia: “Galope muerto”, en apertura del libro, y al cierre “El reloj caído en el mar”, “Vuelve el otoño” y “Josie Bliss”. Este ensayo repropone y ejemplifica c o n particular densidad la temática residenciaria a la que Jaime Concha ha dado una de sus contribuciones mayores. Un aspecto de Tercera residencia interesa, en fin, al último de los cuatro ensayos: “La guerra en España en el corazón: el tema y sus formas”. Es el más extenso y —para mi gusto— el más novedoso de los cuatro. Comienza por situar el texto de 1937 en el decurso hispánico de la relación entre guerra y poesía: «Veo la poesía española, la grande por lo menos, no demasiado regida por el tic guerrero —¡gracias a Dios!», salvo los casos del juglar de Mío Cid, de Ercilla, de Herrera y algún otro. Pero los más altos poetas del siglo XX (Jiménez, Machado, Lorca) se opusieron al clima beligerante en que les tocó vivir. «Todo esto nos lleva a calibrar, por la afinidad que unía a estos poetas con Neruda, lo fuerte que debió ser el desafío que tuvo que enfrentar el chileno cuando decidió, en medio de la refriega y de la tragedia española, escribir poesía de combate para ayudar al pueblo en armas que sostenía y defendía a la República. Nada de su obra anterior hacía prever esto; nada lo preparaba para esta eventualidad. España en el corazón es fruto de una tensa e intensa remoción de sus hábitos poéticos y significa un cambio completo en su repertorio de temas.» (p. 112). De esta consideración parten, sea el examen global de la obra que el análisis específico de algunos textos representativos (“Canto a las madres de los milicianos muertos”, “Canto sobre unas ruinas”). Destaca Concha la doble formatación —diseño tipográfico y diseño gráfico— de la edición Ercilla de 1937. Por un lado la tipografía dispuso deliberadamente los textos (por ejemplo “Explico algunas cosas”) como fragmentos 21319 NERUDIANA.P65 29 de un solo Texto unitario, en coherencia con el subtítulo en singular, Himno a las glorias del pueblo en la guerra (así como en 1925 los fragmentos de Tentativa del hombre infinito habían sido también unificados en la portada por un subtítulo en singular: poema y no ‘poemas’). Por otro lado, la diagramación agregó al Texto notables fotografías, collages y arreglos visuales del artista plástico Pedro Olmos, lo que entonces implicó una gran novedad en la bibliografía de Neruda. Novedad que retomará en Canto general (1950), en Estravagario (1958), en Las piedras de Chile (1961), en Una casa en la arena (1966), para no hablar de las especiales reediciones ilustradas de las obras más conocidas del poeta, habituales desde que Losada devino su editor en los años cuarenta.♦ — Hernán Loyola Documentos Huidobro y Larrea: dos cartas (1935) Del libro VICENTE HUIDOBRO. Epistolario con Gerardo Diego, Juan Larrea y Guillermo de Torre, edición de Gabriele Morelli, Madrid, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 2007. Volumen de inminente aparición en España. De las cartas que siguen la de Larrea es inédita, mientras la respuesta de Huidobro, aquí tomada directamente del manuscrito y poco conocida, fue publicada hace años por David Bary desde una copia que le envió el mismo Larrea en 1962. Agradezco al editor Gabriele Morelli (Università di Bèrgamo, Italia) su autorización para anticiparlas aquí. Las publicamos sin comentarios en el contexto del bien conocido conflicto de Huidobro con Neruda, que incluye aquí sus reiteradas (cuanto grotescas) acusaciones contra Diego Muñoz y Tomás Lago. Sobre ese conflicto remito principalmente a notorios trabajos de David Bary, René de Costa, Volodia Teitelboim y Faride Zerán. – HL [Carta manuscrita de Juan Larrea a Vicente Huidobro] El Plantío [Madrid], 13 de junio de 1935 Querido Vicente: [...] Mucho me duele tu lucha cotidiana contra el vacío. ¿No podrás nunca, Vicente, anular con la comprensión ese aspecto de tu temperamento que te pone a merced de cualquiera que te desafía? Es ese quijotismo excesivo el que al reducir los problemas a cuestiones personales te arrebata el tiempo necesario para tu pleno desenvolvimiento 19/8/08, 14:00 [ 30 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 y te amarga la vida. Ahora mismo aún no he podido comprender qué graves consideraciones te han impulsado a emprender campaña [Al margen izquierdo Huidobro pone de su puño la siguiente frase, entre paréntesis: «No existe tal campaña. Sólo una pequeña respuesta a ciertas infamias.»] contra Neruda, buen muchacho inofensivo. Ya imagino que es este mismo aspecto el que te irrita, porque no admites que el nombre excelso de poeta pueda aplicarse a quien es movido por ambiciones de menor cuantía. Pero esto no me parece suficiente para que tú, que aspiras a otra cosa, emprendas esta campaña que no hará sino acarrearte molestias de toda especie. Déjalo que vivan y «adelante por el vasto azur siempre adelante».1 El constructor no se hace consciente sino cuando en vez de lamentarse por ejemplo de la ausencia de hermosos mármoles para sus construcciones hace posible con su búsqueda que sea descubierto el cemento. Sí, de muchísimas cosas tendríamos que hablar. Mas ocasión llegará, Vicente, en que podamos hacerlo con esa sacra libertad de quienes buscan el triunfo de la vida en toda su indescriptible magnificencia. El día que te sienta fuera de ti mismo será para mi gusto uno de los más radiosos que he conocido. Porque a veces me asalta el temor de que te suceda algo de lo que pasó a Colón que, por discutir derechos sobre el mundo que descubrió, no llegó a saber lo que era el Nuevo Mundo. Su temperamento no le dejaba percibir las realidades psicológicas, de las que, al enajenarse las voluntades, fue finalmente víctima. Como verás te hablo con toda franqueza. Ojalá pueda en ti la conciencia libertaria de la idea de yo hasta comprender que el acto en apariencia más meritorio no es fruto del individuo sino de la vida impersonal como consecuencia de todo el trabajo colectivo anterior por exigencias de la creación siempre presente, dentro de un mecanismo tan automático como el 21319 NERUDIANA.P65 30 de nuestra vida vegetativa. Toda idea de mérito personal significa reclamación de derechos, creencia en la jerarquía, deseo de explotación. Pensar que el más inteligente está hecho para recibir el tributo de los que no lo son me parece una inversión de términos ocasionada por la ambición explorativa del yo. El más inteligente, si no se queda a medio camino, se verá obligado a comprender (y a justificar) al que lo es menos. Parece un absurdo pensar que los menos inteligentes se ven en la obligación de entender al que lo es más.[...]. [Carta manuscrita de Vicente Huidobro a Juan Larrea] Santiago, 5 de julio de 1935 Querido Juan: Ah! Si tu libro va a hacer que ocurra lo que aguardamos con tantas ansias, si tu libro va a hacer llover, que venga pronto: todas las estatuas del mundo me parecerían pocas para glorificarte.2 Yo vivo en una jaula de gruesos barrotes. La salud de mi madre me impide hacer muchas cosas que debiera hacer y que no puedo por no acarrearle disgustos. Es terrible vivir en esta contrainte. A veces me digo: partiré a Europa. Pero su salud tampoco me lo permite. Y piensa que nunca sabrá ella todo el sacrificio que vivo por ella. Las olas no me desgarran sino que me gustaría, entre ola y ola, poder hablar, con alguien, encontrar un oído y una garganta afín. Me desespera ver estas gentes tan por debajo de cada cosa y de cada problema. No quiero que el advenimiento de la maravilla viviente por la cual he trabajado tantos años y que tanto he esperado me encuentre en un campo de sandías y que no pueda recibirla como se merece. Me hablas de una campaña contra Neruda. No, querido Juan, tú no puedes dejarte engañar, eso está bueno para los otros, tú no puedes marchar en esa combina. Yo no he empezado ninguna campaña contra ese señor que no es tan [tachado: «inofensivo»] buen muchacho como aparenta sino un admirable hipócrita. Es precisamente al revés, es él quien emprendió una campaña en mi contra. Te mando ese número de Vital para que lo veas. Yo fui obligado a defenderme porque ese señor me calumniaba en todas partes. Desde Argentina escribía verdaderas circulares calumniándome y ahora manda versos de insultos en mi contra desde España. Esto no me importa, lo que yo no podía tolerarle eran sus bajezas. Figúrate que este señor al partir de Chile para Argentina [tachado: «se»] envió una serie de cartas anónimas, creo que también en forma de circular, a muchos escritores argentinos, diciendo: ’Ahí va Neruda, espía militar chileno’ — o algo por el estilo. A todas luces lo que quería era hacerse el interesante y promover revuelo en torno a su persona. Armó el revuelo y entonces el infame escribió desde allá a Chile, haciéndose la víctima, es su política habitual y conocida por todo el mundo— y señalando cómo posibles autores de esas cartas a 19/8/08, 14:00 [ 31 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 «Huidobro o algún creacionista»; te transcribo sus palabras, pues me han mostrado esas circulares, «o a Pablo de Rokha o a Isaac Echegaray ». ¿Ves la infamia? ¿Crees tú que yo le iba a tolerar semejante villanía? Debo advertirte que cuando en la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios se habló mal de él, recién llegado yo a Chile, yo fui el único en defenderle. En varias ocasiones al acusarse su actitud turbia yo le defendí. Asimismo cuando Pablo de Rokha le insultó [escrito encima de la línea: «groseramente»] yo hablé con él y le dije que hacía mal en insultar así a un compañero. Luego cuando entre los jóvenes comunistas se le acusó de andar con dos policías [escrito encima de la línea: «sus íntimos amigos»] para arriba y para abajo yo traté de disculparlo. De todo esto hay muchos testigos. Entretanto el infame no hacía otra cosa que hablar mal de mí por debajo y por detrás. Esto lo he sabido yo ahora por otros que se han peleado con él y me lo han contado. [Escrito encima de la línea: «Algunos como Pilo Yáñez y su mujer me han contado las frases y campañas que el hipócrita hacía en mi contra.»] Hoy se presenta con su actitud de indio vencido e hipócrita diciendo con voz compungida: ‘Yo no sé qué tiene Huidobro en contra mía, qué le ha dado por arrancarme y hacerme campañas’. El pequeño canallete sabe muy bien que nadie le recibió con mayor cordialidad que yo mientras él y sus amigos vivían tratando de socavarme. El único choque que tuve yo con él lo tuve en casa de Yáñez y precisamente por tu poesía y creo que la de algunos otros españoles jóvenes. De ti recuerdo, y puedes decírselo a él en su cara, de ti hablamos y yo defendí tu poesía. De los otros españoles no recuerdo con certeza y por otra parte él es superior en mi concepto [escrito encima de la línea: «a»] casi todos ellos, excepción hecha de ti, así es que sus palabras no me habrían chocado mucho por ese lado. Esta es la verdad, Juan, tú me conoces y 21319 NERUDIANA.P65 31 sabes que tengo razón. Puedes creerme que si él no me hubiera calumniado y hecho que dos amigos suyos [escrito encima de la línea: «ambos de la Policía Secreta»] me insultaran en el diario Las Últimas Noticias yo jamás me habría ocupado de él ni para bueno ni para malo. Fue él quien emprendió campaña en contra mía y no yo en contra de él. En el asunto del plagio no tuve arte ni parte. Claro está que él dijo que era yo el autor. Así se presenta como víctima o trata de hacer creer que las gentes le tienen odio por envidia. Es su sueño. Y es tanto lo que sueña que no se da cuenta de que le tenemos desprecio y no odio. No creas que este asunto me acarree molestias, apenas si me hace reír. El puede emprender en España todas las campañas que quiera en mi contra. España no me interesa, quiero decir la España literaria. La otra me interesa muchísimo. Toda la intelectualidad española para mí se reduce a una sola persona: Juan Larrea. Tú lo sabes muy bien. El resto me parece igual que Bolivia. Nunca he podido olvidar la frase tremenda de Picasso a su regreso de España: «España, todo tan largo, tan largo y tan tonto». Y tú recordarás la frase de nuestro amigo Juan Gris: España es el único país del mundo que todavía no ha aprendido que hay que decir cosas grandes y bellas en lenguaje familiar y sin énfasis. Son profesores de retórica. Escriben aún en la Edad Media, con tizona, larga capa y sombrero con pluma. Todavía no saben que el arte de escribir bien consiste en escribir mal. Son retóricos, terriblemente retóricos. Sacúdeles un poco. Por eso tu misión es grande, porque debes despertar y modificar a un gran pueblo. Ximena [Amunátegui] está escribiendo a Guite, encantada de haber recibido una larga carta. Dale un gran abrazo mío y muchos cariños a mis sobrinitos Lucienne y Jaime. Vladimir [Huidobro] les manda un abrazo y un beso a cada uno y otro a sus tíos. Por este correo te mando En la luna y Tres inmensas novelas que escribimos en colaboración con [Hans] Arp en Arcachon. Cada vez que pienso en lo que eres y lo que vales te quiero más y me siento orgulloso de mí mismo. De haber sabido encontrar un amigo como tú. Nunca he dejado de quererte y estimarte, ni aun en los momentos en que tu obra podía gustarme menos o ciertos aspectos de ella, siempre te he sentido cerca y siempre tan excepcional, tan por encima de los demás que eres consuelo y ejemplo. Ojalá te vean como hay que verte y sirva tu ejemplo. Ese abrazo mío especial para ti Vicente [Huidobro] [post scriptum a lápiz:] [...] Mira qué cosa triste y qué pobre. Y ve con qué habilidad [escrito encima de la línea: «al atacarme»] ha cambiado los roles y se hace la víctima. Pero tú, Juan, tú no puedes caer en la trampa. Te figuras tú el boche que habrían armado los jóvenes en Francia por un señor cuyos íntimos y mejores amigos son Diego Muñoz y Tomás Lago de la Policía Secreta de Santiago. Si en España esto les parece poco... Allá ellos. Es triste para España.♦ NOTAS: 1 Larrea cita el último verso del poema “Pegaso” de Rubén Darío, Cantos de vida y esperanza, 1905, que reza: «adelante en el vasto azur, ¡siempre adelante!» 2 Huidobro alude talvez a Versión celeste, libro que Larrea publicará por primera vez en Italia muchos años más tarde (1969), o más probablemente a Orbe, el libro que proyectaba publicar en 1936 (pero la Guerra Civil lo impidió). 19/8/08, 14:00 [ 32 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 Pablo, volvamos (1954) GONZALO ROJAS Pablo, volemos de aquí. Volvamos abajo esa tristeza de morir en la mujer y en el placer. Volvamos (1904) al año cuatro, a tus pulmones recién nacidos, al minuto que te cortaron de tu madre sangrienta, a tu estrella. Volvamos (1934) a la tierra, a la multiplicidad y a la unidad profunda de la tierra, al vértigo del ser, a descubrir que el hombre solo es nada, hasta que el hombre (1914) a tu niñez, al día oscuro de Temuco, al relámpago de tus diez años. ¿Oyes en la lluvia ese tren, con el beso de tu padre? Hijo mío, volvamos (1924) a tus veinte años libres, a tu velocísima estrella. Subamos al sol terrible, a la revelación del amor en el mundo y abajo, (1944) el hombre entra en los hombres como el sol, y empiezas a ser, Pablo, empiezas a ser pan, vida, volcán de Chile, ese minero que es el poeta, y te hundes y nos sacas del fondo cada día más luz. Pero volvamos (1954) a este día otra vez, a esta alegría de vernos y callarnos, tú con tu medio siglo y con tus siglos, yo con mi corazón, con mi trabajo, a este día de todos, a este día de tu estrella. Volvamos. NOTA: Texto inédito que apareció entre los papeles conservados por la Fundación, con esta nota sin fecha: «Querido Pablo: Te escribí estos versos a toda prisa. Son mi saludo personal. Perdona la demora. Cariñosamente, Gonzalo Rojas.» Enviado desde Concepción, fue leído durante la celebración de los 50 años de Neruda (1954). Se publica con autorización del autor. 21319 NERUDIANA.P65 32 19/8/08, 14:00