Golombiana en la guettttél de - Actividad Cultural del Banco de la
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Golombiana en la guettttél de - Actividad Cultural del Banco de la
, Memorial del Estad. M~yor= del fjértl~~~~bJa N .•... lI11CrO -------- ~t.--~()'it'lllhl·(' .. --" ... -.--' de 1010 ._--- AGei6nde la mafTina Golombiana en la guettttél de independeneia 1809-1830 ----.-."------ POR L. FLOREZ AL V AREZ, CAPITAN JEFE DE SECCION EN EL DEL ESTADO DEPARTAMENTO MAYOR --. -.'. ---- ... - .... -------- ,.-.---" DE HISTORIA GENERAL ---.--. -"- BOGOTA-1919 Talleres del Estado Mayor General BANCO mLIOTECA DE LA i<i::hJBLlCA LUIS - ANGEl ARANOO CA TALOGAClON l!~DrA.].IDO PO~Al)A. "La enseñanza de la Historia Patria tiene para el ciudadano y especialmcrzte para el soldado el más alto valor" VON BERNARHOI "El uso y gobierno del mar es y ha sido siempre lITl ffran factor en la historia del mundo" ALMmANTE A. T. MAHAM ·.-'¡\:/~ .~(* o', " .. .,,'S:I, •. ,. ',' ','' ",. .' " o , •• V' , ~ . ., , IX'l'RODUCCIÚN El dominio del mar o En verdad poca atención se ha dado en los estudios históricos al dominio de los mares en las diversas épocas, o se le ha relegado a un puesto secundario, desvirtuando la intrínseca importancia deducida de las enseñanzas mismas de la guerra. En todas las hecatombes del mundo, cuando las naciones se han visto obligadas a esgrimir las armas en defensa de sus aspiraciones y soberanía, cuando en lucha de varios pueblos la guerra toma el aspecto continental por su magnitud, sin duda alguna, el contrincante dominador de las aguas ha llevado la ventaja definiti va, Ya las escuadras prestan el servicio principal de líneas de comunicaciones para las tropas que operan en terrenos invadidos, ahora ejercen presión sobre lugares estratégicos mediante bloqueos que debilitan las fuerzas del contrario, otras veces, para conducir expediciones invasoras a territorios enemigos que en no pocas ocasiones cambian por completo el aspecto general de la guerra. En todas las etapas de la historia hay analogías tanto más importantes, cuanto que de ellas se deducen sanas enseñanzas para el porvenir; para este propósito los expositores descartan aquellos factores que cambian a través de los distintos tiempos, 6 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA con el natural adelanto de las industrias, el desarrollo inusitado de la navegaciÓn y de la metalurgia, puesto que hay principios inmanentes que un razonador hallará con facilidad. En los remotos tiempos de la galera, cuando la natural timidez de los nautas les constreñía a pequeffos derroteros de puedo a puerto, con las dificultades inhp.rentes a la carencia de medios de locomoción, instrumental y cartas geográficas que les permitieran alejarse de las costas, se esbozaba yá con marcados lineamientos el valor que la conducción de tropas por mar daba a la dirección de la guerra. En 1660 se acentuÓ la navegación velera y por ende extendióse sobre la superfick del mundo que ya había conquistado tierras valiosísimas en todos los mares, adquirió una fisonomía característica de. grandes navíos, cuyo valor combativo era formidable. Se formaron las escuadras que durante tántos af'los dieran el gaje de la victoria al dominador de las agua~. Las colonias surgían del horizonte como la rica presea, el auténtico vellocino de oro para los paises conquistadores, y el comercio llegó a los más ocultos rincones del planeta, llevando la huella del hombre que pobló los desiert0s y formó ricas factorías en donde reinaran la soledad y el salvajismo. Cuando las naves eran verdaderas selvas de madera y lona y el poder de sus cañones tan sólo atravesaba las tablasones de Sll obra muerta, cuando los marinos forzosamente tenían que considerar la dirección e intensidad del viento como el primer factor téíctico del combate y el abordaje, la operación más indispensable para reducir al contrario, tenia el combate naval un aspecto diferente a las grandes batallas modernas, en las cuales los barcos tienen independencia en absoluto del viento, artillería que actúa desde el instante en que el buque enemigo rompe la línea del horizonte y corazas de formidables resistencias. No obstante, la relación es manifiesta; al menor alcance se oponía menor resistencia de los blancos, a la inferior rapidez del tiro de los cañones de abancarga se oponía también la dificultad de la maniobra entorpecida por la forzada marcha de los buques, obligados al empleo del barlovento para su mayor movilidad. Esto en cuanto al campo táctico, que respecto a la coope1 ación de las escuadras, a la guerra en general, mejor dicho, en 7 \:--lTRODUCClO:-¡ el vasto campo de la estrategia, si en la antiglicdad tina flota estaba expuesta a morosidades de largos meses y aun años por la lucha con los elementos, en cambio la misma guerra era lenta, se hacían cuarteles de invierno y hasta se IlegÚ a pensar en las guerras de gabinete alargadas indefinidamcnte. Las comllnicaciones no tenían la celeridad que les dan los aparatos modernos de telegrafía inalámbrica a las escuadras de acorazados de hoy, y a pesar de esto, están en pie los principios que han de observar los conductores de las operaciones, aprendidos en las aulas de las academias de guerra y deducidos por los profesionales. Hemos afirmado que en las guerras continentales aquel que dispone del dominio del mar se verá en definitiva vencedor; la historia tiene numer05as páginas que demuestran nuestras aseveraciones. « Por dos veces, dice Arnold en su Historia de Roma. se ha observado la lucha excepcíonal del genio de un hombre contra los recursos e instituciones de una gran nación, y en ambos casos salió vencedora la nación. Durante 17 añOl-i luch() Aníbal contra Romél; 16 años combatió Napoleón a Inglaterra: los esfuerzos del primero terminaron en Zama, los del segundo en Waterloo·; y dice en inteligen te comen (ario el e xposi (or Maham, que «en ambos casos el dominio del mar fue la fuerz;¡ que definitivamente debilitara al adve~sario. El dominio del agua por los romanos obligó a Anibal a la larga y peligrosa marcha a través de las Galias, en la que perdiÓ la mitad de sus veteranas tropas, y gracias a la posesión de aquél, pudo Escipión el mayor, volver en persona a combatir al invasor en Trcbia, mientras enviaba a su ejército desde el Ródal10 hasta España para cortar las comunicaciones de Anibal" (1). Inglaterra, la señora de los mares, infligió a Napoleón SllS más grandes derrotas.. En Abouquir, en 1798, interceptÓ las comunicaciones del ejército que operaba en Egipto; en Trafalgar destruyó sus más caras ambiciones venciendo las escuad ras aliadas de Francia y España, y en los dos casos no fue otro que el dominio del mar, el or.ulto poder que puso el sello de la fatalidad a las geniales empresas del gran corso. (1) Inlluencia del poder naval en la historia. XXiV Prif(1ci9. 8 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA En la guerra del Pacífico entre Chile, Perú y Bolivia-1879 a 1883-podemos ver a grandes rasgos la importancia capital que la cooperación de las escuadras chilena y peruana dieron a la faz de la guerra, puesto que habiendo sido como lo expresa Wilhem Ekdahl: « la guerra de las improvisaciones, de los pequeños ejércitos, de las grandes distancias y de los grandes plazos,» la adquisición de elementos para dotar los ejércitos estaba sujeta a los bloqueos de los puertos, a la seguridad que se diera a los convoyes y al valor de los puntos de apoyo para la acción de las armadas. Por den'ás está decir que nada hubieran efectuado los ejércitos de tierra sin el material que acrecentaba su potencialidad. Pero ninguna guerra ha tenido más precíadas experiencias a este n:specto que la pasada contienda de las naciones; durante cerca de cuatro años los ejércitos alemanes tuvieron en jaque a los enemigos más poderosos del mundo, deshacían las masas rusas, lentamente aumentaban el área de las invasiones en Francia, resistiendo el empuje de millones de hombres que las colonias enviaban a los teatros de operaciones. Entre tanto las escuadras alemanas permanecían ociosas en sus bases por la manifiesta superioridad del enemigo en el mar, y tan sólo incursiones sin valor militar intentaban sobre las costas inglesas; la campaña de submarinos, que si bien destruyó un valioso tonelaje, no pudo oponerse a las flotas aliadas que continuaban llevando al continente europeo los hombres, ganados y elementos de toda clase para nutrir los parques e intendencias, multiplicando la fuerza que había en unos pocos meses de aniquilar completamente los formidables ejércitos teutones agotados por el hambre. En líneas generales podemos afirmar que en nuestra guerra de independencia no hubo grandes batallas navales; la acción de la marina fue netamente auxiliar de las operaciones de tierra, pero no por esto su ayuda es menos valiosa, puesto que se llevó la guerra a enormes extensiones, a los sitios más distantes, donde toda suerte de elementos militares eran necesariamente traídos de ultramar. Aníbal Galindo, al hablar de lo que fue en la guerra de independencia la América meridional como teatro bélico, dice: 9 lNTRODUCCION «Estudios superficiales de la guerra de independencia suramericana han considerado hasta ahora como separadas e independientes una de otra la campaña colombiana de la chilena y bonaerense; pero sea esta la ocasión de restituír con la verdad histórica toda su grandeza a la epopeya americana, acaso la que haya cobijado con la misma idea y comprendido en un mismo plJn de acción polítíca y guerrera la más vasta extensión de territorio del mundo. El que sirvió de teatro a las campañas de Alejandro, d~sd( la Macedonía hasta el Eufrates; a las de César, desde las Galias al Nilo, y a N;>poleón desde la Moscowa hasta las Pirámides, cabe dos veces en la vasta extensión del continente americano, desd~ el mar de las Antil1as hasta el cabo de Hornos, sobre el cual convergieron el pensamiento y los esfuerzos de Bolívar, San Martín y O'Higgins» (1). Este no sólo era nuestro teatro de guerra; mucho mayor debemos considerarlo, puesto que comprendía los mares, en los ..:uales se ejerció la guerra de corso, se efectuaron expediciones, bloqueos y otras operaciones de la guerra naval. Nuestro propósito es tratar en general la acción de la marina según los diversos aspectos que tuvo en nuestra guerra de independencia, y que como se verá en el curso de este trabajo, fueron determinados claramente y de gran trascendencia para la dirección general de la guerra. (1) Batallas ,hcisi\'as de la libertad, p;ígina .¡;z. CAPITULO I La guerra de corso Generalmente son operaciones secundarias la persecución de la marina mercante del enemigo y la reducción indefinida de su comercio; sin embargo, en casi todas las guerras ha revestido un interés muy grande, máxime si se consideran no sólo las operaciones aisladas, sino mediante el estudio analítico de ellas y del conjunto, valorando todos los sucesos que concurran en estos casos y haciendo las deducciones con criterio militar, para desentrañar las enseñanzas aprovechables siempre, y que constituyen los principios inmanentes en las cosas de la guerra. En la independencia este aspecto de la guerra de corso fue importante. España tenía un regular comercio con sus colonias de tierra firme; su disminución, la dificultad para el transporte de tropas al litoral y la pérdida de barcos de ritlerra caídos en manos de los patriotas, formaron una serie de suceso~ que procuraremos estudiar brevemente. Es curioso considerar el origen del corso en nuestros litorales; en el siglo XVII, época del "mayor desarrollo en la navegación velera, y a los comienzos del año de 1630, empezaron a llegar a las islas del mar Caribe numerosos extranjeros, particularmente franceses e ingleses y se establecieron en la parte sur de la Isla de Santo Domingo, extendiéndose más tarde hasta La Tortuga, que hicieron conocer en sus empresas. Unos se entregaron a la caza, otros a la agricultura, y los más en sus bajeles se aventuraron por ellítoral en busca de presas. Con el correr del tiempo, la lucha con barcos más poderosos los obligó a CAPITlJLO 11 1 armarse, y a buscar en la organizaciÓn mayor fuerza combativa; tuvieron serios encuentros con los navíos españoles. y con un éxito franco, lograron vencerlos y aun apresar algunas de aquellas naves. De pequeñas incursiones en los hatos y fundas de la costa en los cuales se ejercía el merodeo de ganado, pasaron a lugares más poblados y de mayor categoría, y luégo a ciudades como Veraguas, Chagres y Portobelo. En estas c!udadec; hicieron las mayores depredaciones, algunos de SllS jefes adquirieron una triste celebridad; alli L'Olnais, el que fue despedazado vivo por los indios del Darién; Moisés Vauclein y Pedro el Picardo, asaltantes de Veraguac;; Sawquin, invasor de Santa Marta, Drake y algunos otros asediadores de la bahía de Cartagena de Indias; Danpier, Wafer y Ambrosio Cowley, narradores de aventuras, en las cuales procuran disimular unas veces sus crímenes, otras tienen \Ina funesta sinceridad, y entre todos se destaca el escocés Morgan, asesino magnífico, valeroso e insaciable, que asoló varias veces las ciudades costaneras de Panamá, y dejó su nombre asociado a las más refinadas crueldades (1). Fue tal el poderío que \legaron a tener estos piratas sobre las costas colombianas, ya por su nÚmero y audacia y por los elementos de qu,~ se hicieron poseedores, que fácilmente hubieran podido fundar una nación independiente, desde el momento en que seis mil de diversas nacionalidades pululaban por aquellas regiones, pfro su sed de placeres y aventuras les impidió un establecimiento formal sobre el continente; indiferentes por el porvenir, sólo les preocupaba el saqueo y el robo, cuyos frutos muchas veces no alcanzaron a gozar. Desde 1630 hasta 1727 duraron las incursiones y ataques de estos bucaneros, tiempo suficiente para que qucdara latente su recuerdo tn los marinos de la época posterior, de las facilidades que esta vida les proporcionara y de los visos fastuosos que la fortuna les ofrecía al abrirse una éra de revueltas. Bien posi(1) A Francisco aeaba:1 de nombrar, Roe Brusiliano, tros puenos Solonois, Juan debería Luis Scor, Mans\'el y robaron, Morgan, agrcgarse Roberto Pedro Francisco, Drake y demás Bartolomé y Juan David;, que también atacaron además de o!ros crímenes -NOTA \lE!. que se Portugués, JURADO. nues- 12 ACC!ON DE LA l\tAI<I:'JA COLOMPI \NA ble es que la influcn'2ia de todo.' estos actos rcpetiebs durante tántos años indujera a cntrar los arnoadores, nacionales y extranjeros a ejercer la profesión de aventureros en los mares patrios, ya que era tan productiva y l1alagiieña. Desde 1811 empezó a acentuarse el uso de los corsarías; en la costa venezolana efectuose un bloqueo con estas embarcaciones, en virtud de un decreto expedido por la Regencia, autorizando a Corta barría para efectuarlo 'labre el litoral de Caracas, Cumaná y Barcelona; los historiadores Baralt y Díaz afirman que a falta de buqucs de guerra para abrazar tan extenso litoral, se otorgaron patentes de corso (1). El historiador Restrepo refiriéndose a los sucesos de 1813, dice: «Los corsarios principiaban también a introducir las ricas presas que hacían de los buques españoles y que aumentaban considerablemente las riquezas y comodidades de aquella plaza.» (Cartagena). \' más adelante agrega el mismo autor, narrando la expedición del presidente Torices sobre Santa Mlrta, que estaba en poder de los españoles: «Torices hizo aprestar la expedición contra Santa Marta con bastante celeridad, pues conocía lo que importaba atacarla antes de que recibiera los auxilios que sabía estaban para llegar de la Isla de Cuba, con el nuevo capitán general don Francisco Montalvo. Teniendo Cartagena unos buques de guerra y bastante nÚmero de corsarias, determinó el gobierno que la expedición fuese por mar, desembarcando en algún punto de la costa." Claro está que si en 1813 existían numerosos corsarias en un solo puerto, en los años anteriores su actuación se dejaría sentir. En la documentación adelantada por don Francisco de Montalvo, referente a los aprestos en los Cayos de San Luis en 1816, sacamos en consecuencia que este puerto era una base perfectamente establecida para las operaciones de los atrevidos corsarios enemigos de España. Allí los deponentes en sus declaraciones hacen referencia llacia los siguientes barcos hallados en los fondeaderos de los Cayos en mención: La Popa, con un cañón de a 16, otro de a 12 con montaje de colisa, 12 esmeriles de bronce, cincuenta fusiles y cien hombres de tripulación; El Cell(1) l1htar;,¡ M(¡Jcrl/d di" f't' lit:X IIdd, tomo 1, p:ígina 5~. 13 CAPITULO 1 con un cañón de bronce de a 12, cuatro carronadas del mismo calibre y mucha fusílerí3, con la marinería reducida a cuarenta hombres. Adem:ís, halláhanse los siguientes buques de igual calidad: El Republic,UIO, 1.11 Estrella, El jLÍpiter, La Velona, La Plancha, rtras dos goletas de 18 cañones y se esperaba El Arrof[untc Gllayunés, de dos gavias y armada con dos cañones (1). Para el de:;arrollo de este estudio debemos estudiar la posición de los mares territoriales de Colomhia con respecto a las Antíllas, puesto que de estas islas venian los marinos. La nación que sin duda [enía la hegemonía maritima era Inglaterra; sus relaciones con España eran bastante delicadas y Sll gobierno había autorizado a Ic>s gobernadores de sus posesiones insulares del Caribe para que protegieran y apoyaran a los corsarios ingleses que perseguían a los galeones de España. La lucha, pUeS, era entre contendores que no poseían las mismas fuerzas; en tanto que los buques ingleses recorrían los mares americanos y la enseña ínglesa flotaba en los mástiles de otras naves extranjeras que hacían recorridos sospechosos, la armada española había sido debilitada por la serie de insucesos que mermara casi por completo su antiguo poderío. EII las memorias históricas sobre Fernando VII, de QUin, se halla este párrafo expresivo; "Los males que abrumaban a la marina no eran menos graves que los del ejército de tierra. Los ministros dt' Fernando despreciaban hClsta tal punto esta parte tan importante de la defensa del Estado, que llegó a verse completamente desc'rganizada. I.as descabelladas expediciones de América habian causado la pérdida de los pocos barcos de guerra que restaban a España. Algunos como El San Pedro A/cántara, el más grande de la expedición de Morilla, se perdieron por negligencia o por malicia; otros fueron tomados por los insurgentes, entre ellos la fragata Alejandro, lI110 de los que Rusía había dado a España para indemnizarla de los barcos podridos que le había vendído, Los arsenales se veían abandonados y los al macenes desprovistos; mas lo peor de todt) era la irregularidad t1e la paga pues le debían setenta arios de sueltinela, (1) F,ígilla /)"(/1,1/,1.'/' 27') t'/!.) Id 11._,/·,/,.,1 J, li í "'':1:. ,; l c.,/,(I.~"'i¡/. \'mu 1r 14 ACCION DE LA MAR1NA COLOMBIANA do"!! (sic) (1). Pero no sólo era este el verdadero descuido de España, puesto que siendo poseedora de las inapreci2bles colonias de Suramérica, no hubiera asegurado mil itarmente un punto del mar Caribe, en Cuba, en Puerto Rico, o quizá mejor en la Isla de Margarita, cercana a costa firme y cuya posesión militar habría por lo menos asegurado el litoral colombovenezolano. Era indispensable ubicar una base de operaciones permanente para la escuadra, ~i se quería ejecutar una concentración de barcos con un fin estratégico sobre alguna de las colonias del cúntinente. Cartagena era un verdadero puerto militar, pero en una insurrección del virreinato de Nueva Granada, era fácil suponer que este puerto cayera en manos de los insurrectos por las vías del interior. La mayor fuerza estaba en una base permanente o eventual en el mar Caribe. Preciso es que reflexionemos sobre el valor militar de dicho mar; semejante en relación con el Mediterráneo es el centro de un vasto continente sobre el cual convergen las rutas comerciales y estratégicas de los países, tanto del norte como del sur; sus islas ofrecen el establecimiento de las bases mencionadas para el aprovisionamiento de los barco"S o flotas, para su reparación y refugio; también para concentrar las fuerzas navales en un momento dado y obrar sobre un objetivo situado cerca, lo cual daría las ventajas con respecto a tiempo, colocando a un adversario en las mejores circunstancias guerreras. En el tiempo a que nos referimos las bases de la marina tení,!n menos importancia que hoy con respecto al combustible, en la actualidad verdadero problema, puesto que el radio de acción de un navío es el trayecto que puede recorrer por mar libre sin llegar a puerto alguno, y depende tal cosa de la potencialidad de sus máquinas y de la economía que rindan; en cambio en )a guerra de la independencia la naturaleza prestaba su concurso con el viento, pero los viajes eran interrumpidos a menudo por las calmas o los vientos contrarios, )0 cual exigía mayor capacidad de aprovisionamiento y de reparación para los barcos que tardaban meses y años en sus derroteros. (1) El !e"itl/!" geNeral dOI/ Pablo Mor;lh, tomo 1, página 120. 15 CAPITULO La posesión de las islas de Trinidad, Barbadas y Jamaica era de una importancia vital para la guerra de corso con respecto a los ingleses, así como Curazao, La Granada y demás islas en las cuales se refugiaban los barcos patriotas. Para destruír la guerra de corso que era un factor muy perjudicial al cetro español sería necesario, ya que no se disp0nía de varias escuadras, mantener un punto fortificado como hemos indicado. Un expositor naval dice: "La guerra de corso, hecha sÓlo por cruceros independientes, estriba en una gran diseminación de fuerzas. En cambio, la destrucción del comercio por medio del dominio de un centro estratégico alcanzado con una gran escuadra, exige la concentración de fuerzas. Considerada esta operación como principal y no como secundaria, la experiencia adquirida de muchos siglos condena el primer método y sanciona el segundo» (1). Si Espaí'ía iJUbiera poseído superioridad en el mar, posible es que la epopeya americana habria tenido un desenlace contrario a la libertad de nuestras repúblicas. Un marino holandés comentando la decadencia española, decía: "Siendo las Indias occidentales el estómago de España,» deberían estar unidas a dicho país por una gran fuerza marítima, y ya hemos visto que desde muchísimos años atrás iba en decadencia completa, hasta el golpe de gracia sufrido en 1805 en la batalla de Trafalgar, apenas alcanzaba con sus numerosas colonias diseminadas en todos los mares. El corso ejercido por los patriotas hería de 111 uerte el comercio español, impidiéndole ('.copiar las riquezas americanas, pero tuvo un interés mayor cuando fue el medio por el cual logró introducir Bolívar los armamentos y demás elementos de guerra de Inglaterra, Haití y Estados Unidos; a bordo de estos barcos llegaron las expedicioncs británicas, y fueron transportados a las regiones de La Guayana los contingentes que sirvieron más tarde para las campañas Iibertadoras (2). (.) rnHucncia dcl po<ler Ila\'dl (2) Y 13oIÍl·ar dech: corsario5, BlIcnu. particll Airc', armente q'iC C5 .La en CI¡ Id hí,t ••ríd, página t'Xt'cricncid nllc,trd Illcln 696. nos ha probado con el 'l'IC m~i, 1". 114 Inltltil'licaJo, la u:ilidad d~ lo! la Espal1a. 1':1 g<)bierno e5 también de el má. CUIl\) 16 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA Con la diversidad de gentes empleadas en esta clase de guerra, su falta de responsabilidad y su deseo de riqueza, es natural que 110 hubiera disciplina muy sana a bordo de los corsarios y que éstos en sus recorridos ejecutaran actos de piratería, lo cual motivaba, sin duda, impopularidad en algunos lugares. En la interesante narración de un oficial irlandés, intitulada « Memorias de un oficial de la Legión británica» y de cuya veracidad histórica hace favorables comentarios el escritor venezolano Blanco Fombona, pues que dice: «el autor ni adult~ra los hechos, ni desfigura a los hombres.» «El autor es modesto y ecuál1im~. Su narración no puede ser tachada de parcialidad,» nos refiere con palabras cuya sinceridad se destaca en verdaderos relieves d espíritu de bandalaje reinante a bordo de los barcos que hacían el corso en 1817. No resistimos al deseo de copiar a continuación algunos párrafos: «Santo Tomás pasaba por verse frecuentado por corsarias columbianos, briks y otras embarcaciones menores que comercian con los puertos de la América meridional. Resolvimos, en consecuencia, fletar una de aquellas naves para remontar el Orinoco y dirigimos a Sar.to Tomás de Angostura» «Llegamos por fin a la isla Amelia, donde entonces reinaba la gran confusión. Sir Gregor Mac-Gregor abandonó la isla la misma noche de nuestra llegada, habiendo entregado el mando en manos del comandante Aury, militar francés que había estado o estaba al servicio de Venezuela.» «Aury era viejo y achacoso; nos pareció poco apto para desempeñar las difíciles funciones de gobernador de la plaza que estaba expuesta a los ataques enemigos de fuéra y desgarrada por las facciones de déntro. Estaba continuamente llena de zozobra. Preciso es cflnfesar que la conducta turbulenta de la mayoría de los oficiales y soldados que formaban la guarnición de Fernandina, justificaba los temores y la disciplina no cido, nos y respetado marina estaría enriquecerían f101, le impetlirían tc.» (Carta Si temido. cubierta nosotros de bU'lues nu~stros puertos los socorros al almirante BriólI. hubiéramos que (011 sus presas, que se prestan rehero ad,'ptado nos sen'iríall su c(lllducta, en ocasiul\es destruirían la> puertos 22 de 1~19).-NoTA Iluestra urgel\tcs: el comercio enemigr,s nBl. que espa- mutuamen ll'RADO CAPITULO 17 I era allí mayor que la que de ordinario se practica a bordo de un corsario.» « A poca distancia dc esta plaza había en alta mar cinco o seis corsarios republicanos con sus respcctivas presas. C01110 era el único puerto que estuviesp abierto a los barcos de tal género, y como adel1~ás estaba muy prÓximo a las Indias occidentales, tenía que ser muy buscado por aquéllos. Estas embarcaciones llevaban a menudo a los colonos de Buenos Aires; habialas que enarbolaban la bandera de Méjico y de Venezuela; de otras se sospechaba vehementemente que no eran más que piratas." «Las tripulaciones de estas naves, compuestas de bandidos de todas las naciones, bajaban a tierra con los bolsillos llenos de dinero, y como el vino y los licores fuertes que habían sido importados por los jefes de tales marineros a la isla se vendían a muy bajo precio, y como además, existía lIna perfecta igualdad entre los oficiales y los soldados de los corsarios, cuando estaban en tierra, pueden figurarse las espant~)sas escenas que habían de resultar ,ie tan diferentes causas. Ocurría a menudo que aquellos ren!~gados se apoderasen de alguno de los oficiaks recién llegados. lo sentaron en una silla por fuerza ~' 1(' hicieron de esta manera dar la vuelta a la plaza, declarando abiertamente que querían echar de la isla a Aury y a sus franceses» (1). Qué significativo es este relato. De él podemos deducir que las tales especulacio:1es eran lo suficientemcnte productivas, desde luego que cada barco de los fondeados en el puerto tenía su respectiva presa, estos eran cinco o seis, lo que nos lleva a la suposición de que en las rutas del extenso litoral dos veces más, por lo menos, estarían en acecho para conducir llaves a sus puertos. De una carta del general Vatdés al general Santander, fechada el 12 de abril de 1819 en Margarita, tomamos estéiS líneas: « Aquí llegan todos los días presas que hacen los corsa(1) Dam()s cía! el referid" tercero", ~()nrcír, illgi~;; cn'iiro di~ial, se cxcra\'jó eÓmo rPI,'clita, orros ;JIIlC¡)[a:)'Clne:ltc; ROl\d(", que !3olílar a la narrae;{¡n f'u','s al trarar 1\1) fde "e11l'ó ese: mismo día hace retirar alir¡n.l, c¡ h~r a Tunja ,e por habn a;urJlO; Cl)rl .le ((Pantano a\ día Sigllic!ltc a BHTciro ,id, 10r'!;" '¡Le "1,',,, m,d jl\~.::\lli,Ltj de \'drg<>J) de :;1 ;,,' dh \ n'CIl· "lil<' relar", (¡tIC Ilf~S hal:c; "0,0 1'1' ,tie"i! U:t t de ,dI, h "la Venta<!tI':mada 2 yen 18 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA ríos de Artígas, y los españoles confiesarl que su comercio está arruinado y el mar inundado de piratas insurgentes; nuestra escuadra está en el mejor pie: consta de catorce buques mayores y en días pasados hicierOlj barar, sobre la bahía de Cumaná, a la fragata Ninfa, otra corbeta y tres bergantines de cuyas resultas se han metido, luégo que pudieron, en Puerto Cabello; su marina ha representado que está en que pudiera medirse con la nuéstra» (1). Respecto a la disciplina de estos marinos, nada más cierto, ya en 1816 el señor Marimón dirige una carta al gobernador del departamento de los Cayos, y de la cual se desprende que la piratería de aquellos mares obligaba a las autoridades de otros países a tomar medidas para evitar las confusiones con los cúrsaríos que si obraban por cuenta de los patriotas. Hay en la mencionada carta un párrafo que dice: «En vista de los excesos cometidos por varios corsarios armados en Cartagena, y particularmente la goleta llamada La Centinela, acusada de actos de piratería.>} Natural a todas luces que esto sucediera, cuando casos análogos pasaban y habían acontecido en las n:lciones europeas. La opinión del intern3cionatista Bry es que en el tiempo a que noS referí mas los corsarios 110 eran sino piratas potentados, que como los bucaneros, andaban a la zaga por desvalijar las embarcaciones d~ las naciones enemigas. En la soledad de nuestros mares, ante aquellas autoridades que carecían de los medios para reprimir los abusos, es lÓgico que éstos fueran mayores. Aparte de los buques de guerra que por cuenta del estado y según un plan de los almirantazgos respectivos perseguían el comercio enemigo, podían los particulares. según el Derecho de gentes de aquella época, armélr y equipar buques y poncrlos en manos de marinos para hacer las presas que la suerte y el ánimo les deparara; los primeros eran los armadores. los segundos los corsaríos, pero era frecuente que en much:ls ocasiones linos y otros fueran los mismos que obraban por su propia cuenta. En tiempos que se remontan a la edad media 110 era nece- CAPITULO I 19 sario una orden del soberano para hacer estos apresamientos, pero debido a los abusos y bandéllaje en que frecuentemente incurrían, desde el siglo XV empezó la práctica de la expedición de patentes a particulares, para qlle durante la guerra hiciesen el corso, según Bello, y en el siglo XVIII, como lo afirma Bry. Los expositores de las épocas pusteriores estuvieron en desacuerdo, respecto a la legitimidad de este derecho, para los países que se veían envueltos en guerra con otros separados por los mares. Hubo maestros que calificaron este hecho de depredatorio (Sir Matew Hale) y otros como Vattel, que expresa claramente su concepto, de que no solamente los corsaríos que obran con patentes están dentro de los liSOS del Derecho internacional, sino que los particulares sin carácter militar alguno que aprehenden naves enemigas de su país, 110 deben com'iderarse como piratas. Las patentes otorgadas por los franceses a sus carsaríos tenían validez por tiempo determinado, que gencralmentc era de una duración igual al crucero que se proponía el barco; posteriormente dióseles una reglamcntación para que el marino pudierc resolver lo~ casos diversos que se prestaban a distintas interpretaciones. Los tratados precedentes dieron una faz más restringida al corso, particularmente al ejercido por extranjeros bajo el pabellón del propio país, por los casos injustos y reclamos a que esto se prestaba. Los actos internacionales que siguieron modificaron este delicado punto; se basaban en las decisiones y discusiones de las autoridades sobre casos ocurridos entre las potencias marítimas, aprovcchando su jurisprudencia para el futuro. Navegar y dar caza con bandera falsa, afianzar la bandera por medio de un cañonazo, legitimación de presas, etc., fucron establecidos por los acontecimientos que se presentaron. Esta delicada legislación fue de origen francés; de ahi la tomaron España y otras naciones, de donde vino el derecho consuetudinario europeo. Mas se dejó en libertad J las naciones para reglamentar a su arbitrio el corso con los nc.cionales, y respecto a los extranjeros lo establecido por la costumbre y lo codificado en el Derecho de gen les. El corso efectuado durante los primeros años de la guerra 20 ACCION DE LA MAWNA COLWABIANA hasta 1821, se hizo con la lihertad más absoluta, y los casos de pillaje fueron bien nU;~Jerosos; en el documento a que hicimos mención anteriormente, podemos hallar pruebas irrefutables de estos actos, lo mismo que en las quejas de algunos simpatizadores de nuestra libertad, como el presidente Pdión. El documento aludido es el siguiente: «Al señor gobernador del departamento de los Cayos. Señor general: El infrascrito, comisario del C lngreso de los Estados Unidos de la Nueva Granada, cerca del gobierno de Cartagena, tiene el honor de exponer: que en vista de los excesos cometidos por varios corsa ríos armados en Cartagena y particularmente la goleta llamada «La Centinela,» aCllsada de actos de piratería; en vista de la imposibilidad en que se hallan los demás corsaríos de hacer legalizar sus presas por falta de tribullal competente del almirantazgo; en atención a que los Estados Unidos de la Nueva Granada tan sÓ:o tenían uno establecido en Cartagena; en vista del desobedecimiento de q~le se ha hecho culpable el señor Luis Aury, quien por el que representa fue nombrado capitán de navío de Nueva Granada; deseando, en fin, el que suscribe hacer reinar el orden y subordinación y que los neutrales sean respetados conforme a derecho, y comprometido por la hospitalidad que tan generosamente se dignó prodigarnos: «El abajo firmado suplica al señor general ordene a los capitanes de los buques cartagineses (sic) depositen en vuestro poder las cartas o patentes de c rso, de no enarbolar provisionalmente sus banderas hasta que reciban las órdenes q\le al efecto se dignará dar el presidente Peti()n, en vista de las representaciones que sobre la materia tendrá el abajo firmado el honor de transf mitirle. Dignáos admitir sefior general el homenaje de mi respeto y profunda veneración. Los Cayos, enero 27 de 1816.-J. MARIM6N» (1). Estas gestioncs produjeron SIlS efectos bien pronto, pues en junio del mismo año el gener;;l Ro:ivar en carta dirigida al alminnte de Barbada, le expresa: "Tl'ngo el 11Onor de incluir a V. E. UIl ejemplar de las patentes que dall111S a nuestros CAPITLL() 21 I huques de guerra, :orsarios y mercantes, para que V. E. s~ digne ordenar a los oficiales de S. M. B. del dep.utamento de V. E. que respeten yaull protejan a los navegantes que lleven el pabellón de VeneZlH,la y tengan sus despachos en regla." Cuartel general de Carúpano. junio 12 de 181G. Ignoramos el detalle de las operaciones de los corsarios en nuestros mares, pero se co1ige por la seria reglamentación dada por el general Santander el 30 de marzo de 1822 (,.~I duodécimo de la independencia) que el mal había continuado ya que se daba una completa ordcnanza, en la cual no s610 se veía la interpretación del Derecho de gentes, sino que se deja traslucir la inteligente organización de las autoridades que debían conocer de los asuntos de justiciil, y en los casos en que la magnitud o carácter difícil requiriera la consulta. La m~ncionada ordenanza estéí autorizada por la Ley de 4 de octubre de 1821, y basada en las españolas de la misma época; en esta pieza se cOf1templan todos los casos que se pueden presentar en esta clase de operaciones. Sobre quiénes se pueden armar en corso; asuntos de nacionales y extranjeros; sobre las cauciones de (os ~olicitantes y ohligaciones que éstos contraen; reparticiÓn de presas; autoridad para que el corsario obre libremente; sobre los premios concedidos a los soldados que tomen cañones al enemigo; en metálico a estos, ya los oficiales el ascem;o y su pase a la armada de guerra, y en fin, a la organización de las comandancias de marina y departamentos de guerra de marina con sus respectivos servicios y cabeceras. Algunos de los marinos extranjeros que servían bajo las banderas de la RepÚblica, como Aury y 1011', efectuaban tan buenas presas, que llegó el segundo de estos marinos a apresar 22 barcos españoles que salían de Curazan para la Guaira (1). Era. pues, necesario para la autoridad republicana legislar y reglamentar esta guerra para 110 causar daños a los neutrales y fomentar, con todos los medios convenientes, la destrucción del comercio peninsular. El general Santander, con su claro talento, conoció desde el principio lo con'1enie'1te que sería darle todo el alcance al corso, (1) M"1II0"idr de O'IJcary, tomo XVI, página 18+. 22 ACClON ._"-'. DE LA MARINA COLOMBIANA ..---------.-----.------.-.-.--'. ----- ..--- para evitar que este medio de persecución de los intereses del enemigo no fuera un arma de dos filos, uno de los cuales podía Ilerir la prosecución de la guerra con los desarreglos que entorpecían el comercio propio y desacreditaban la causa ante las necesidades de los pueblos extranjeros que tenían negocios con el nuéstro, y al propio tiempo ofrecía facilidades a los armadores y marinos nacionales y de otros países que quisieran ingresar a la marina de corso, aportando la valiosa ayuda de sus barcos, en la cual se hallaban halagadoras espectativas verificando presas en el comercio realista. El calificativo con el cual pasó a las páginas de la historia de HOMBRE DE LAS LEYES, débelo sin duda a disposiciones semejantes en todos los ramos de la administración pública, q:.te venían a cimentar sobre el caos de las revueltas la organización de una república moderna. La guerra de corso fue un aspecto de la guerra naval, de suyo interesante en nuestra independencia, por tratarse de extensos territorios coloniales en un continente lejano, y en la cual tomaban parte no sólo los patriotas sino los marinos de otros países, que unas veces estaban en relaciones con Espafta, y otras, por el contrario, la política europea rompía tales avenencias, has~a el punto de ser la persecución del comercio uno de los fines principales. En tales circunstancias las naciones americanas, apenas nacientes a' la vida internacional, sin tener de por sí los medios destructivos del poder naval español, aprovechaban la cooperación bastante interesada de aquellos marinos, y otorgánGoles las patentes de corso, llevaban a cabo una gran empresa, de la cual quizá no alcanzaban a medir la verdadera importancia militar. Meditemos un momento en los sucesos que hoy han llenado de asombro al mundo: la gran guerra europea, conducida por los hombres más expertos en achaques militares, con todos los medios de destrucción que el adelanto de las ciencias brinda a los estados mayores beligerantes, tuvo como demostración palmaria, que a pesar de estar escritos y debidamente protocolizados los acuerdos internacionales para respetar la propiedad de beligerantes y neutrales en el mar, los submarinos y cruoeros CAPITULO __ . "__ .' ..._. ." .. 23 I " -u. _._ .• ..• __ .-.•.• ejercían esta guerra de corso con más ensañamiento y fieros procederes que en los mismos tiempos de la peor piratería. La sola valla para terminar tan funesta amenaza que prome.tía llevar a los antros inexplorados del océano los centenares de miks de barcos que cruzaban los mares, fue la superioridad naval de los aliados y los éxitos de la campaña antisubmarina, íniciada por Inglaterra. En !'íntesis, la guerra de corso es un arma formidable por sus efectos, arma que en nuestra independencia fue valientemente esgrimida para bil-n de la libertad. CAPITU LO 11 Las expediciones La expedici(;n ción del libertadora Precursor-La expedición de los Ca)'Ds de San pacificadora-La expedi- Luis. Debido a la extensión de nuestro territorio, las armas republicanas, así como las realistas, tuvieron que emplear los barcos para el transporte de tropas. En numerosas ocasiones se llevaron a cabo expediciones, pero por su importancia sólo haremos el estudio de las tres principales, a saber: la expedición precursora de 1806, la pacificadora de 1815 y la Jibertadora de 1816. Fuéra de estas expediciones, en 18i3 Rodríguez Torices y Chatillón siguieron contra Santa Marta en mayo del año citado. En septiembre del mismo vino de España una expedición compuesta de la fragata «Venganza,» una goleta y seis transportes con el regimiento de granada de 1200 hombres, expedición que desembarcó en Puerto Cabello y la Guaira, donde los patríotas quisieron apresarla enarbolando bandera española, pero habiendo desembarcado el segundo de la expedición, don Ignacio del Valle Mir~Hllón con quince subalternos, trabaron un pequeño combate, en el que perecieron 13 mayor parte de los peninsulares, y se impidiÓ el desembarco. Es curioso anotar que el mayor número de la oficialidad que tomó parte en esta aventurada acción estaba casí integrada por granadinos y santafereños, como Maza, Manuel París, Antonio Ricaurte, Ortega, etc. CAPITULO 25 11 El señor Restrepo en su I¡¡storia de la revoluciÓn dice, refiriéndose a la expedición de las bocas del SinÚ: «Fue fe!i;: la expedición que el oficial Miguel Carabaño condujo a las bocas del SinÚ; era apenas de 150 hombres y algunos buques de mar; llevaba el objeto de apoderarse del puerto de Cispatá; el 26 de noviembre de 1812 lo atacÓ a viva fuerza por mar y tierra, tomándolo por a~,alto. Carabaño manifestÓ aquel día un valor superior a toda pn1eba, lo mismo algunos otros oficiales venezolanos que lo ac,}mpañaban, y no dieron cuartel a ninguno de los prisioneros, para aplacar-segÚn dijeron-los manes de tántas víctimas sacrificadas por España en odio a la libertad. Pacificado este punto de apoyo dé los revolucionarios del SinÚ, los demás lugares reconocieron de nuevo el gobierno, y se restableció la tranquilidad.» (Tomo 1, página 176). También siguieron el curso de los litorales colombianos y venezolanos algunos jefes notables de la revolllción, como el general Páez, de Puerto Cabello a Coro en 1812; el general MacGregor en 1818 llegÓ del exterior a Portobelo, y a su regreso tocó en las islas de San Andrés; el mismo año, Morilla fue de Margarita a Cumaná y Caracas. En 1819 el general Urdaneta pasó del continente a l\1argarita y después a Barcelona; el general Mantilla y el almirante Luis BriÓn navegaron entre Cartagena y Riohacha. En 1823 el almirante granadino José Prudencia Padilla fue desde Cartagena a la rada de Maracaibo en donde libró la famosa batalla naval de su nombre. También llegó de España (1817) la expediciÓn del general José de Canterac a las costas de Cuman,í. Se componía de 2 fragatas de a 32 cañones, 1 corbeta con 22 y 30 transportes que traían 2600 hombres, 1 batallón del regimiento de Hurgas, 2 del de Navarra, 1 escuadrÓn de lanceros, otro de cazadores a caballo y una compañía de artillería. Por la sucesiÓn de estos hechos se puede ver la importancia sin límites que el mar tuvo en las operaciones de la guerra en el Atlántico. ----------- -- 26 ACCION DE l.A ,\\ARINA COLOMBIANA LA EXPEDlCI6N PRECURSORA Antecedentes Así como le cupo en suerte al general Francisco Miranda ser el precursor de la emancipación colombiana, tocóle organizar y dirigir la primera expedición sobre las costas patrias, suceso acaeciáo en 1806 y que tuvo como consecuencia la triste manifestación de un pueblo que pc,r su falta de cultu:'a, no estaba preparado para recibir el mayor hien que pueden disfrutar las colectividades humanas, la libertad, La f11líltiple actividad del general, sus dotes excepcionales de hombre de mundo, sus valiosas re!aciones en las cortes europeas y la amistad con los hombres de más valía, y la decisiva influencia de su personalidad, alcanzaron el ambicionado objeto de llegar cerca del gobierno de los Estados Unidos, mediante las cartas de recomendación del ex-presidente ]efferson, ya que las circunstancias éranle propicias. Una sucesión de acontecimientos referentes a reclamos contra el gobierno español por la captura de naves americanas y los perjuicios ocasionados en 1802, por la supresión del depósito comercia! de Nueva Orleans, y, sobre todo, lo pertinente a los límites de la Luisiana, territorio adquirido por los Estados Unidos, en 1803, en compra a Francia, eran motivos suficientes para suscitar una guerra, o por lo menos la ruptura de toda relación de amistad entre España y la nación del Norte. Sin duda habria sido de fácil recibo para esta república cooperar con expediciones sobre las colonias españolas; mas arregladas las diferencias, no le fue posible al general venezolano recibir una ayuda material del gobierno de Norte América, y por tanto se dio a la difícil tarea de buscar los medios necesarios entre sus amigos. El coronel americano W. Smith, suegro de ]efferson, le guió en aquellas empresas con eficaz ayuda; comprometió al comerciante y armador neoyorkino Samuel Odgen, a que pusiera a ~ , f -J ~t- ~i - , -r . ,-.- -" ---: "'- 'V . ;." ;::: l -- •••• 2 f"iI ,... e7. i..J ::- 'f2 'z ••• -< .,.,.. 27 CAPITULO II órdenes de Miranda el bergantin Leander (1), de 18 cafiones. El mismo coronel Smith, deseoso de prestar un apoyo personal a la empresa y vedándoselo un cargo oficial, envió a su hijo con los 20J voluntarios reclutados y entre los cuales iban numerosos jefes y oficiales, con el propósito de formar las tropas con los naturales que indudablemente se incorporarían a los expedicionarios cuando éstos pisasen el suelo patrio (2). Hízose a la vela la .expedición compuesta del Leander, cuyo capitán era Thomas Lewis; su derrotero era sobre la costa haitiana, en la cual debía encontrar al barco gemelo Emperor, al mando de un capitán hermano de Lewis. Después de algunos contratiempos, del encuentro con el barco inglés C/eopa/ra, cuyo capitán Wight reclamó 19 marineros irlandeses, y en cambio dio como canje 12 americanos; además de una demora de 16 días y de los frecuentes altercados entre el capitán Lewis y el general Miranda, llegaron a las costas haitianas sin otra ventaja que la captura de un barco espafiol en las aguas de Puerto Rico. No fue posible que el Emperor acudíese a la cita; en su lugar se halló un transporte, el Bee, de propiedad de Odgen, el cual sirvió para ayudar a transportar la pequeña expedición. El 15 de marzo hallaron el Bachus, barco que dijo venir de la Guaira y que resultó ser nada menos que un aviso del marqués de Casa Yrujo, embajador éspañol en los Estados Unidos, de los propósitos del general Miranda. Mientras lograron comprar el mencionado barco se pasaron 36 dias. El día 11 de abril de 1806 la expedición fondeó en La Oruba, isla vecina a las costas venezolanas. Allí el coronel Kirklan se ocupaba en instruír el contingente compuesto apenas de 183 hombres. (1) Es provengan posible éHO:l de por ser Leandro (z) Los zuda traen betas armadas gantines, qtle los pers:mas el hijo del hist"riac!',res algunos datos en guerra. afirmando que nomhres u ohjetos general Baralt fue Sallto I"s barcos se hallen esparíol; en inglés, el Lctllider aunque lIamóse así Miranda. y Díaz equi\'oc~dos, Difieren, de de ('rigen en Stl Rc'JI!!lI/'I¡ e/e /a llisfori:¡ ptlesto adem,Í;, Domingo. que aseg~ran en el lugar que de cita dI! fueron para I/ene- dos coro los dos ber- 28 ACCION DE LA MAfW,i\ COLO.\1RIANA El 25 del mismo mes se expidiÓ la siguiente ordcn: « La flota entrará al pucrto esta tarde y los oficiales y soldados del ejército de Colombia deberán estar listos para desembarcar. Por orden dcl comandante cn jefe (firmado) R. Roobracll, brigadier general» (1). El emincnte profesor Rohertson trae una pintoresca escena a bordo del Leander, cuando el general Miranda procediÓ a organizar con los escasos soldados a SIlS órdenes una abigarrada compañía y el 14 de febrero nombrÚ a los oficiales del titulado Ejército colombiano. Asimismo formó cuerpos dc ingenieros, artilleros, dragones ligeros, carabineros, infantes, etc. etc. Estas pequeñas fracciones de tropas debían usar uniformes vistosos y muy diferentes entre ellos. Uno de los que posteriormente relataron algunos sucesos de esta expedición, de apellido Biggs, dice que los que ignoraban la tcíctica militar estudiaban manuales del arte; que el armero se dio al oficio de arreglar el armamento, remendando fusiles viejos, bayonetas despuntadas y las espadas romas .. en tanto que los carpinteros fabricaban las astas para las lanzas, y la ímprenta funcionaba editando las «instrucciones y órdenes del comandante en jefe a los oficiales del ejército colombiano." « El 24 de marzo los oficiales de Miranda juraron ser fieles y leales al pueblo de Sur América; y antes, el 12, se había izado por primera vez la bandera colombiana amarilla, azul y roja" (2). En las costas venezolanas hallaron el harca inglés Zephir, de 7 cañones, y cuyo comandante les prometí() ayuda en caso de que se vieran atacados por los españoles. Por fin saltó a tierra la expediciÓn en IIn lugar lIélmado OCllmare. El Bac!lus, aprovechando Sll pequeño calado, se aproximÓ a la costa para que algunos oficiales verificasen un reconocimiento; el Bee quedó más alejado del litoral y el Lranda, que constituía la fuerza mayor, a unos 17 kilÓmetros. De repente el (1) Se ha consu!tado oficial de MEMORIAl (2) Estado Mayor un trabajo General tradllcido y publicado por el seiior en los capitán Padilla, 53 y 5+ del ir /tI Amér;r1 o/,a- n1.Ímeros .• Robertson. -ío/a, traducido Fr,II/(;JCO de ,'I,f;r,mdil ,Dar Diego Mendoz3, página J /'1 227. Rcr:'o/"ciÓl: CAPITULO 11 Bac!1us y el Bee fueron sorprendidos por el bergantín Argos, de 20 cañones y la goleta Celosa de 18, barcos españoles que estaban esperando la oCélsiun de intervenir cerca a Puerto Cabello, y abrieron un nutrido fuego contra ellos. Se aproximó el Leander, cañoneando al enemigo. El general que iba a su bordo animó a los tripulantes y oficiales y les ofreciÓ como presa los bajeles enemigos, para levantar el entusiasmo; pero después de 35 minutos de fuego el capitán Lewis ordenó que el Leander se apartase mar adentro, con la esperanza de atraer él los barcos españoles y batirlos en detal; Illas los espaiioles después de reducir los buqves expedicionarios los condujeron a Puerto Cabello a la vista del general y sill qu~ fuera posihle ayudarlas. En este fracaso se perdieron 57 hombres. Este rudo golpe de la fortuna no desconcertó al general; abatido y esperanzado a la vez Sé dirigió a la isla de Granada, a la que llegÓ el 24 de mayo. Allí encontró un navío de guerra inglés el Lyly, que vino en su auxilio cuando ya bs provisiones tocaban a su fin. El gobernador de esta posesión acordó apoyar una nueva expediciÓn. Con rumbo a Barbacoa siguieron el Leanda y el Lyly, llegando después de seis días a Bridgetow, lugar donde se hallaba el almirante Cochrnc, quien prometió tres barcos, entre ellc's una' fragata, mediante algunas concesiones comerciales por parte de Miranda al establecer su gobierno. Venciendo dificultades de todo género, el 21 de junio de 1806 levó anclas con destino a Trinidad la nueva expedición compuesta del Leander, el Expres y el Trimer, fondeando el 24. No fue posihle alimentar el personal con tropas inglesas, por ser éstas escasas en la isla, y apenas se emharcaron allí altiunos pocos voluntarios, el general ¡V\iranda les dirigiÓ la siguiente proclama: « Compatriotas y amigos: Hoy se os ofrece la oportunidad para libertar de la opresión y arrancar de las garras de un gobierno arbitrario a un pueblo dígno de mejor suerte, dueño de un país bendecido por la Providencia, pero aterrado por un cruel despotisl1lo que ninguna humana naturaleza podría soportar por más tiempo. Doblegado por el peso del :nfortunio tiende sus brazos en e~pera de Sll libertad e independencia, y sólo confia en vosotros para que le :30 AGCION DE LA MARINA COLOMBIANA ayudéis a romper sus cadenas. Venid a enrolaros bajo el estandarte de aquél a quien cabe la dicha de llamarse compatriota vuéstro, y quien ha jurado libertar su país natal o verter la última gota de su sangre en la empresa. Después de un año de servicio se distribuirán tierras entre los oficiales, en proporción de su rango, y los soldados recibirán, desde el día en que se alisten, raciones, uniformes y 25 centavos por día, además de una paga de '$ 30 al mes. El golfo que Colón descubrió y 110nró con su presencia, será testigo de vuestras hazalias." El ejército de desembarque se componía sólo de 400 hombres, y la escuadra de los siguientes barcos: El El El El El El El El El El Leander, bergantín de 18 cañones. Ly/y, bergantín de 20 cañones. Expr~s, bergantín de 12 cañones. Atentiv, bergantín de 14 cañones. Provost, bergantín d~ 10 cañones. Bulldog, cañonero de 1 cañón. Dispatch, cañonero de 1 cañón. Mastiff, cafionero de 1 cañón. Trimer, transporte. Conzodore Barry, transporte. Lo que hacía un total de 8 barcos tes con 77 cañones. de guerra y 2 transpor- Al pasar cerca a la bla de Margarita fue el deseo de algunos oficiales la posesión de ella, a lo cual se opuso el general Miranda y dispuso que el desembarco se llevara a cabo sobre la villa de Coro. gún Arribóse el 2 de agosto}' la directiva siguiente: se procedió al desembarco, se- La expedición, compu:sta de dos divisiones al mando de los coroneles conde de Rouvré1Y y Kirkland, y distribuidas asi: I Divisiófl 35 guías, a órdenes del capitán Sánchez. 15 guías, a órdenes del negro Cayetano. 81 marineros, a órdenes del teniente Bedingfield. CAPITULO 31 11 32 voluntarios de Margarita, a órdenes 3() hispa:lOamericanos e indígenas. del coronel Downie. 11 División 76 16 26 El hombres del regimienh) de voluntarios norteamericanos. ingenieros, al mando del capitán Allison. al mando del capitán Lowdon. Lyly suministraría los botes de desembarco. Las órdenes eran dadas por el general Miranda y firmadas por el coronel Asmtrong, como cuartel-maestre. Con este pequeño contingente de tropas se llevó a cabo el desembarco durante la noche del2 de agosto de 1806 a las vecindades de la aldea de La Vela. Durante varias horas se cañoneó la escuadra con el fuerte de San Pedro, y al día siguiente, al amparo del fuego de sus barcos, tomaron tierra las reducidas tropas. Cierto es que los españoles contaban aÚn con inferioridad numérica y por esto los invasores {amaron pronto el castillo con sólo tres heridos. Al llegar a la aldea antes mencionada, se convenció el general de que ésta había sido evacuada, de manera que ninguna dificultad le costó llegar a ella. Habiendo seguido a Coro, ciudad que tenia cerca de 10.000 almas, la hallaron en iguales condiciones de abandono, y los habitantes en su huida, tan sólo dejaron a los presos. A los dos días de permanecer e'~ este lugar, un destacamento envíado a reconocer la regiÓn fue atacado y destrozado por los españoles; bien pronto la indisciplina y desmoralización cundieron en aquel personal anhelante de trofeos que coronaran Sll aventura; el general, escarnecido y abandonado de sus compañeros y perseguido por los nacionales, tuvo que reembarcarse el 13 de agosto, dando por perdidos los esfuerzos realizados a costa de tántos sacrificios. COMENTARIOS Aquella extranjeros, el dominio reglOll de costa venCí olana poco frecuentada por cuyos habitantes sin la menor cultura estaban bajo del clero español, veían en Miranda y sus Iiber- 82 ACCION DE LA lv\ARINA COLOMBIANA tadores acaso unos tiranos de más siniestra catadura que Guevara Vasconcelos y ~us subalternos. Lo cierto es que éste pudo reunir en poco tiempo 8000 hombres para caer sobre los expedicionarios. Con la natural alarma producida por el acercamiento de una expedición naval, todos los habitantes que aÚn no sabían cuál era su verdadero prop(')sito, fueron reunidos por las autoridades españolas e influenciados por su acción. Es un hecho, como bien nos lo explica Gustavo Le Bon en uno de sus magistralej) estudios, que las multitudes piensan colectivamente y son dirigidas por una voluntad. Aquí obraban sobre esta multitud los antagonismos de razas diferentes; la mayor parte de los expedicionarios eran ingleses y norteamericanos. Los naturales, acostumbrados al mando de los españoles, acababan por reconocer su superioridad; era la raza vencida de los aborígenes que lleva sus taras de pusilanimidad. Además, fanatizados por el clero peninsular, era natural sintieran repugnancia por quienes llegaban de fuéra como elementos desconocidos. La verdad es que el obispo de Mérida. que se había refugiado en Buenavista, no quiso acceder a las solicitudes del general Miranda, así como el cura de La Vela de Coro rehusó efectuar el domingo el servido religioso que solicitó Hall. Los natu" rRles debían ponerse de parte de quienes llevaron a sus almas ingenuas las convicciones de la religión . ."Las tradiciones representan las ideas, las necesidades, los sentimientos del pasado. Son la síntesis de la raza, y pesan con toda su pesadumbre sobre nosotros." «Un pueblo es un organismo creado por el pasado, y que como todo orga ••ismo, no puede modiiicarse sino por lentas acumulaciones hereditarias» (I). Para cambiar tan radicalmente las ideas de un pueblo que en tales condiciones se encontraba, era menc~ter haber difundido en Sll masa las ideas renovadoras y hacerle sentir los beneficios que ofrece la emancipación de un régimen carcomido y an(,) PJi(~/~gí(/ de /11; I! u/{¡ll{d(j, ¡·:ígill~ Y9. ~ " ':J- .•.•... "-~ % -=- S '.- ci .•..• ..:::, •... -. os: G :::- ~ <... ...• ::::: <:) @ i..) ~ - ~~ --- ~'-' -~ '-.. -. <... .~ t:: <:u t:: "-' ':::1 "!:.::I t:: 8 ':::1 , ~ "!:.::I "-•... -"f. u <::> ;:. :-:) -- f- :::r r,' ..' .~ ...) "" ".. ~ •... ~ .•.. "" •... l:::l l::l.. '"" ~"' ~ -~ g . •... .•..<:) '~'" .•... <3 o. o .,;;; .~ 33 CAPITULO I1 tiguo y cuya sola tendencia era acopiar grandes riquezas a su costa. Sin duda el gencral Miranda obró a la ligera en esta expedición; en su primer intento, la vacilación lo llevó a los parajes de Ocumare, más bien gobernado por los vientos que por Sil propia voluntad. Acaso de más vuelo hubiera sido la toma de la isla de Margarita, lugar que ofrecia muy buenas espectativas para dominar, mediante el apoyo inglés, todos aquellos litorales. Natural nos parece que la indisciplina cundiera como una gangrena en aquel debilitado organismo sin cohesión, sin que estuviese alentado por el santo fanatismo que a los patriotas da valor en las horas adversas. Fuéra del general Miranda, los demás jefes y oficiales eran los extranjeros que anhelaban hallar en aquellas ricas tierras del continente suramericano las prevendas que coronaran sus esfuerzos. Las palabras proclamatorias del general así lo dejan entender, y las insinuaciones en frente del peligro cuando ya los españoles se IIcvaban los barcos aproximándose al litoral (1). En cuanto a la actitud del jefe del Leandcr, nada más absU1'do; ¿ cómo iba a suponer que los españoles del Argos y la Celosa abandonaran la presa fácil por aventurarse en alta mar, en donde casi siempre rondaban los ingleses? Lo cierto es que esta expediciún produjo un efecto contrario a lo soñado por Miranda: ocasionÓ gastos y contratiempos, además de los sufrimientos de los individuos tomados prisioneros. (1) A nluy pocos, si algunos conocían alistarse con los agentes, dia del plata; que rio Se seguridades de ['Jrtuna. otros hacían Spencer y y encadenaron (Francisco a algunos de a\ance. Muchos soí'íaban IllloS 1'0(,:05, Por su suerte traducido por uhjcto, ,e Ics inducía de B.,wry Lallc-llllo <¡'.IC iban a scr\'lr de pagos alllor « a de 'a guar- recomf'ensas COIl la esrerallza de dlleiillf de IlIlna, de oro y para '1'IC recihierall uno u otro en rcgniares, se alistaban con hacerse C(ln su- amigos empresa. de Miranda)' Robertson, diciéndolcs promesas arreglos a la el I'crdadero Gillk-carniccro les hacían y algunos les en\'iaran; qu~ rodeaba hombres dlferentcs, compn;melió presidc-nte.)) atractivas)' mejorar pretextos e! cro y la l'lala a las a\'elllura, medIO se y cl mi,te- ali"larOIl doscientLS a la de UII jefe '1ue !'(IC(,S de ellos conoda'l. la revolución por Dieg0 de la AIII':rica cspaflola) :\'L IId'J!.a, p;ígi" a 2 1 f ) (\,{¡Jllan ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA La crueldad de la época no podía en aquella vez quedar inactiva; de los 55 prisioneros, 10 fueron condenados a muerte y los 45 restantes a prisilín. Estos conocieron las lentas ;:¡gonias en las oscuras cárceles de San Felipe; y los otros, los 10 mártires, obligados a sufrir los sainetes de sus guardas, quienes los sacaron y sitnularr,n su fusilamicnto primero, y después los ahorcaron y descuartizarol1. Estos infortunados, fueron: Capitán Tholllas Denohue. Capitán Thomas Billop. Capitán Auggustus A. Bergulh. Capitán James Oardner. Capit,ín John Ferris. Teniente Charles Honhnson. Teniente Miles L. lIall. Teniente Paul T. Oeorge. Subtcniente Francis Farquiarson. y uno cuyo nombre se ignora. Casi todos procedentes de Nueva York y de otras poblaciones americanas. Hoy el1 Puerto Cabello perpetúa la memoria de los americanos sacrificados con aquella barbarie sin igual, un monumento erigido en una de sus plazas. El general Miranda, el epónimo caudillo, precursor de la odisea de suramérica, el afortunado cortesano y general de las huestes napoleónicas, inició con esta infausta suerte las operaciones militares sobre Sil patria. Posteriormente SIlS esfuerzos continúan, y la suerte nuevamente hace que sus subalternos le pongan en manos de la venganza española que lo reduce a las prisiones de la Carraca de Cádiz, en donde triste y desamparado fallece el 14 de julio de 1816. LA EXPEDlCf{):--¡ PACIFICADORA Anteceden/es Una Vl'Z terminada la guerra de la independencia española el propÓsito real fue el de enviar expediciones pacificadoras a las col'Jllias illsurrectas de la América. Al efecto se constituyó .\torillo l:(J.\\;\i\U\¡";TI-: I':~ JU+ T(~lliellte A'(~lwl'al (14111"alllo J.W LA 1:'(/'EDICION. CAPITULO 11 35 una junta integrada por Castaños, Palafox, Villalba, O'Doncll, O'Donjú, Wímpfen y que ¡1residía el infante don Carlos, la cual tomó medidas para tranquilizar la ¡1cnínsula y dispuso se llevara adelante la cxpedici(lIl a 1\'\ontevidco, a la que más tarde se cambió el rumbo, dirigiéndola a Costa firme. El mariscal de cam¡1o don Pablo J\1orillo fue destinado como jefe de ella, quien recibió una directiva d~ carácter reservado, a la cual debía ajustar su conducta, aunque en ella se consideraba que por la distancia y dificultau para cOlllunicarse con la corte se le é;utorizaba para cambiar, en parte o totalmente, las instrucc:iones si así lo creía conveniente. Constaba la expedición cerca a 10.000 hO¡llbres de todas las armas, con la siguiente distribución de personal: Seis batallones de infantería; el de Lc(jll, el de Castilla, el de Victoria, el de ExtrcllIadura, el de Rarbastro y el famos\} de la Unión, después llamado Valeflcey; Dos cuerpos de caballería, el de la U/lirJfl y el de Fcrnando VII; Dos compañías de artillería a pie; Una compañia de obreros y la corresponuiente tropa de administración militar. Las fuerzas navales estaban al mando dirccto de don Pascual de Enrile, y constituidas por: El navío de ccrnhate San Pedro Alcálltar:J, de G4 cañones, mandado por don Francisco Salazar; La fragata Diana, ue :34 caI1oncs, al mando de don José de Salas. La fragata ¡figenia, de 34 cañones, comandada por don Alejo Gutiérrez de Rubalcaba; La corbeta Diamante, de ¿2 cañones, al mando de don Ramón Eulate; Una goleta de 8 cañones y 13 faluchos cañoneros. El viaje El reputado biÓgrafo de Morillo, don Antonio Rodrigucz Villa, refiere asi la partida de esta expedicj(')ll: ",\ LIS ociJo de la mañana del ) 7, UlI espectáculo cUlIllwvedor, ¿lI¡;'t1ogu al de Trafalgar, se presenciaba desde las ll1urallas de Cídiz. Diez y ocho buques de guerra y 42 transportes h:vaban anda, obedl.:- 36 ACCION ciendo la señal a Rota, La disciplina la militado bajo espectativa ro destino para El estas viaje deserciones, las autor antes citado las d~serciones para unida colonial y de un clima de los soldados, y suscrito engañar/os del a los puertos que a buen Ocho en la verdadede embar- seguro pronto la a entender en extremo se desde hubieran dias con disgustadas. correspondiente para seguido desembarcó nicando dos de a S. de la de tal suerte el último, a otra que el día, el hizo la señal al pairo y acto que en su bote, fueron comu- la escuadra oficiales los librasen al despuntar era el San Pedro Alcán/ara, hubieran cualquiera con tal de que partida, a de un largo también hasta con alegría que fuese, unos se pusiese todos los barcos, que al abrir los pliegos reservaM. el jefe de la expedición, era preciso en obedeci- miento de sus órden~s río de La Plata, les españoles se apoderó el primero preáe La repugnancia de los peligros entregado después que e] embarque. al temor /llalsano, que almirante dirigir que más tarde y Montevideo los esperaba 10;:,11/, (2) Ubr; '¡la,la el rumbo como había hace este comentario: Ei se hallaban eludir empresa, por arriesgada de la expedición» (2). (1) estaban con una desazón nos lo da claramente «las tropas guerra bandos soldados rápida a pesar de la guerra a varios regimientos sus jefes, y bajo diversos condujeron al punto donde debían embarcarse; una villa, en su género; lejanos a sus comandantes aquí del aquellos evitar la expedición de los caudillos a lugares en (1). diezmado. palabras: barco componía un modelo de manera en marcha de la ciudad que las órdenes y lIevarlos Engañaron textos los viaje leguas tropa española, del tál, que fue preciso hubieran a tres de aquella independencia triste que está no era justamente de haber de que COLOMBIANA San Pedro, poniéndose del navío dirección pacificadora DE LA MARINA rebeldes las tropas g";¡r,,.,· hac:a la Costa sido dispuesto. escribió sus memorias, «todos sabíamos estaban Rafael de Se- que en Buenos divididos; del rey para firme en vez Uno de los oficia- pasarse que uno a ellas d·},' p'¡';¡'.. M?r¡!!n, tomo 1. p~ígilla 12,. Aires de sus y auxi- CAPITULO II 37 liarlas; y que en la costa firme la guerra se hacía sin cuartel y con salvaje ferocidad." El día 26 un gran temporal dispersó todos los barcos que habían navegado hasta esos momentos en conserva, y sólo hasta el 27, en las cercanías del Pico de Teide, se revistó la escuadra, faltando el bergantín Guatemala y la fragata Elena; esta última pudo más tarde incorporarse a la flota, lo que no pudo efectuar el bergantín, que fue a dar a Margarita, en cuyas playas lo atrajeron los patriotas apresándolo y barándolo en sus arenas. Hasta el día 30 siguió una época de calmas fatigosas y cálidas, alternadas con las tormentas, propias de aquellos mares procelosos. El día 2 de abril de 1815 se divisó la isla de Tobago, la que quedó a popa al día siguiente, y entonces empezó la navegación por el Caribe. Solamente dos embarcaciones fueron encontradas en aquel mar: un balandro inglés, al que el buque almirante hizo le siguiese al costado, para evitar diera algún aviso, y que al adelantarse este barco fue echado a pique, y una goleta que huyó, a la cual se le dispararon algunos cañonazos, quedandú desarboláda. El día 4 de abril fue vista la tierra del continente americano, y como a eso de las 4 de la tarde se día fondo en Puerto Santo, arbolando la bandera inglesa; una lancha que se envió con un oficíal para que verificase un reconocimiento, regresó a la medía noche con la nueva de que se hallaba cerca el teniente coronel Morales, jefe de la columna de venezolanos, la cual estaba organizándose con destino a la costa de Gniria. Levó anclas la flota al día siguiente y contínuó la navega· ción sin dejar la costa, hasta llegar en frente de Carúpano, donde subió el comandante Morales quien indujo al general Morilla a tomar la isla de Margarita como primera providencía, para lo cual se agregó a la expedición con 700 negros; en aquel mismo lugar se dio fondo para pasar la noche. A la mañana siguiente se hizo rumbo para la isla mencionada; fueron halladas dos fragatas inglesas, las cuales probablemente se introdujeron en el convoy durante la tarde, y a cuyos capitanes se notíficó que si no abandonaban inmediatamente aquellas aguas, serían echados a pique, por lo cual tomaron el rum- bo de Barbadas. 38 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA TOMA DE LA ISLA El día 7 de abril de 1815 se presentó la escuadra frente a la isla de Margarita, a la cual ya se le daba la importancia estratégica que el general Miranda no supo hallarIe. Entre las instrucciones que el Ministerio uníversal de Indias cn pliego cerrado hizo al pacificador, estaba el ataque a la citada isla, puesto que como ya lo indicamos atrás, esta posesión era de vital ímportancia para dominar los litorales del Caribe, y corno punto de apoyo de las escuadras que intentasen una operación militar. Corno era de esperarse en un general avezado él la guerra, la primera disposición de asedio fue ('] reconocimíento del litoral y el apre~to de las fuerzas sutiles para intentar el desembarque de tropas exploradoras. Así fue que durante todo el día 8 se armaron las lanchas obuseras y se reconoció el sector oriental. Después de tomadas estas medidas se aproximó la escuadra para estrechar el cerco, y la dificultad estuvo en las corrientes de la parte occidental, o sea en el canal que forma la isla con el continente. El 9 se procedió a acoderar los barcos de menos calado sobre la isla, quedando en comunicación con los más grandes para establecer un desembarcadero apropiado. El enemigo había disparado sus calÍones sobre las tropas que iniciaban estos movimientos, pero su ataque no fue tan violento que impidiese las operaciones que se llevaron a cabo en la playa de Pampatar, la de Morrol11oreno y Pueblo del Mar. Los historiadores Baralt y Díaz al tratar de la expedición pacificadora, traen no pocos datos equivocados: afirman que las tropas de ella eran de 15.000 hombres y exageran la cantidad de soldados de que disponía Morales. La manera como fue tomado preso el bergantín Guatemala, barco separado de la escuadra por la tormenta, debióse a la pérdida del derrotero que lo llevó frente a la isla de Margarita; los isleños juzgando quc tal buque fuese español, destacaron las flecheras con el fin de aproximarse a él; los de a bordo juzgaron estas flecheras barcos pescadores y los dejaron acercar; al caer en cuenta del error, éste era insubsanable, pues los tripulantes, indios guaiqueríes, saltaron con sus machetes y mataron los tres primeros hombres que estaban a su alcance e hirieron CAPITULO --.---- .--- --- -- --- - --- - -. - - - 1I 39 ----- al comandante don Juan Campos; después de tomar los armamentos de la tripulación y hacer a ésta prisionera, hallaron el libro de señales de la escuadra y la lista de las tropas y barcos de la expedición; de ahi que estuvieran hien enterados de todo. Entre los datos que el general M. Tovar envió al presidente del Estado de Cartagena, le comunica que los harcos que se aproximaban eran en número de 68, 20 de ellos de guerra; que el navío San Pedro era de 80 cañones, que los combatientes eran 7000 y que todo el personal, incluyendo la marineria, llegaba a 15 o 16.000. Sobre el oficio que escribió Morilla y que Rodríguez Villa comenta en su obra como la pieza más razonada y suave, dice Tovar: "Se descubría el carácter orgulloso y fiero tle la nación española, sin la más pequeña mutación.» En cuanto al rumbo de la escuadra, ~e había dispuesto que si los buques se dispersaban, debían ir a 1(1. isla de Tobago, en cuyas aguas deberían cruzar sin dejarse ver hasta cUlllplir los 35 días de la salida de la isla de Canarias: que cumplido este tiempo, si no hubiese llegado la expedici(ll1, se dirigieran cautelosamente al puerto de Pampatar donde recibirían (¡rdencs, si esta isla estuviese por los realistas, y en caso contrario, se dirigíeran a la Guaira, examinaran previamente el territorio, tomaran informes en los pueblos de Barlovento, y que finalmente marchasen a Santa Marta, ciudad que había permanecido leal (1). En la fecha de la salida están equivocados en un día, los mismos historiadores afirman que la partida de Cádiz fue el 18, habiendo sido el 17. Difieren además estos datos en la cantidad de cafiones del barco San Pedro Alcántara. En el interior de la isla la situación era bastante desconcertante: los jefes patriotas Bermúdez y Arismendi estaban en absoluto desacuerdo respecto de lo que que se debía hacer: el primero, animoso y entusiasta por la libertad de su patria, opinaba por la resistencia. Arisme!1di, de carácter equívoco, resolvió seguir las indicaciones de la proclama que Morilla se apresuró a enviar a los moradores de la isla y de las poblaciones (1) Mfmorins de O'Lcary, tomo XV, página IC. 40 -- -- ACCION -------.-. - - --- - DE LA MARINA -. - --.- "---- -.- - COLOMBIANA -- - - -- del continente. Bermúdez, desconsolado por la timidez de sus compañeros se embarcó en una pequeña balandra y pasó el cerco que estrechaban 85 embarcaciones españolas, tocando sucesivamente en las islas de Granada, Martinica, San Thomas, y llegó finalmente a Cartagena, en cuya plaza tomó parte en el famoso sitio. Rendida la isla el dia 10, se izó el estandarte real en las astas de los fuertes, siendo saludado por los cañones de la flota. Los medios de que se valió Morillo para reducir a los isleños fueron unas comunicaciones respondiendo a las gestiones de aquéllos, y en que decían que por el capitán del bergantín Guatemala, sabían el próximo arribo de la expedición, y solicitaban las seguridades del Derecho de gentes para entregarse al pacificador; Morilla se las prometió a cambio de la entrega en las casas capitulares; de la presentación de las personas del gobierno provisional, del ayuntamiento, curas párrocos y dos hacendados principales, y de la incorporación del personal del bergantín apresado. La contestación de los isleños se redujo a pretextar por carencia de tiempo la falta del cumplimiento de algunas de estas cláusulas y la palmaria demostración de que la isla estaba en una deplorable anarquía. En consecuencia, Morilla dispuso el desembarco de las tropas que estaban a bordo de los barcos San Pedro Alcántara, Diana e lfigenia, y que llegaban a tres mil, las cuales se dirigieron a Morromoreno)' pueblo de Pampatar, seguidas por las del teniente coronel Morales. Los expedicionarios ocuparon todas las poblaciones de la isla, en tanto que los habitantes se fugaban a las montañas llenos de pánico. Verdad que la crueldad del pacificador aún no se había demostrado en su alma siniestra, como suben a la superficie de las aguas los líquenes y algas a medida que pasa el tiempo; allí fue humano, y perdonó a los revoluciona ríos, pero ellos conocían ya las asechanzas, las crueldades espantosas de los Bobes, los Antoñanzas, los Zazuolas, los Puy y los Morales. El día 11 tomó formal posesión de Asunción el general Morilla y restableció las autoridades, tal como estaban en 1808, después de ostentosas ceremonias, en las cuales se quemaron las actas del gobierno republicano y de tomar el juramnento de CAPITULO I I 41 fidelidad al rey Fernando VII, levantó una a su vez, que firmaron todos, y en la cllal se disponía que los prófugos debían regresar en el plazo de quince días, a riesgo de que fuesen declarados traidores. La proclama a los habitantes expedida el día 15, dice así: «Habitantes de Margarita: ya habéis visto que la divina Providencia os ha proporcionado que el ejército de nuestro legitimo rey Fernando VII haya entrado en vuestro país sin derramamiento dl' sangre, yo espero que en lo sucesivo os comportaréis con la misma fidelidad que en los tiempos anteriores hasta el año de 1809, pero temblad si así no se cumple, porque descargaré todo el rigor sobre vosotros. Los eclesiásticos deben exhortdr a sus feligreses a la paz; las justicias, personas condecoradas y padres de familias deben vigilar la tranquilidad de su pueblo, quienes serán responsables en todo eve~to. Todas las municiones, armas de fuego y blancas, a excepción de los machetes que sírven para los trabajos del campo, ser~n entregadas en todo el día 17 a mis comandantes militares en los respectivos distritos, pues he notado morosidad en algunos sujetos, y me veré en la dura precisión de todo el rigor de la ley. Todas las personas emigradas, de cualquier país que sean, que se hallen en esta isla, se presentarán en el mismo día 17 en el pueblo de Pampatar, incluso los extranjeros. Las personas de este país que tenían empleos públicos, y se sabe extrajudicialmente no han salido de él, se me presentarán en el preciso término ya dicho, para prestar el juramento de fidelidad al rey, como lo han hecho las de la capital. Cuartel general de Pampatar a 15 de abril de 1815.-Morillo.» No obstante muchos patriotas, cuya entereza no iba a ser quebrantada por las amenazas del general, huyeron a las islas próximas, las cuales estaban bajo la autoridad de la corona británica ~ a cuyos gobernadores escribió Morillo solicitando la entre~a de los patriotas refugiados en ellas. Dirigió comunicaciones a los gobernadores de San Bartolomé, Martinica y Trinidad. Morilla nombró gobernador de la isla al teniente coronel Antonio Herraiz, a quien dejó minuciosas instrucciones para pacificar tropas .Y organizar las de reemplazo y acopiar dineros 42 ACCIO~ DE LA MARINA COLOMBIANA por medio de ex acciones a los habitantes. Particularmente prohibió la pesca y navegación sin autorización escrita del mismo gobernador, así como el establecimiento de tres compañías de marineros con el nombre de guardacostas, para defender déntro y fuéra la isla; también dispuso los frecuentes reconocimientos en la parte norte que comprende los parajes menos habitados. Dejó aseguradas las poblaciones con tropas suficientes; dos compaiiías de Barbas/m y una de dragones, y seis compañías de Fernando V1I, aunque sin armamento; estas compañías debían estar listas para si el pacificador llamaba alguna de ellas al continente. Después de las prolijas recomendaciones de aquella bíen elaborada directiva, se dirigió el teniente general, (entonces aseen· dido a este elevado grado), en la goleta ¡figenia a Cumaná acompañado de numerosos oficiales; casi toda la escuadra siguió a la isla de Coche con el propósito de hacer aguada. Al llegar al frente de la isla de Coche, el dia 23 de abril de 1815, el navío almirante de la expedición, él las tres y media de la tarde se incendió haciendo explúsión a las 6; la -::ausa del siniestro no fue determinada; los oficiales del barco que rindieron un parte, don Rafael Santíbáñez, don Francisco Salazar y don Fernando de Lizaraza, dicen que principió por un bocoy de aguardiente que estaba en la sentina. Los historiadores Baralt y Díaz sugieren la idea de que este acontecimiento no fue fortuito, sino que en Cádiz habían robado la caja del ejército en la clIal existían 600.000 duros de las tropas y 500.000 de la armada, y el incendio del navio fue premeditado para encubrir el robo. No sólo esta pérdida produjo el siniestro; al fondo del océano fueron a parar un magnífico tren de artillería de sitio y otro de campaña; las monturas, vestuario, equipos y fusiles para 8000 soldados; 4000 kintales de pólvora y una abundante dotación de bombas y proyectiles, más los pquipajes de los oficiales. Así fue la llegada de la gran expedición pacificadora a los litorales colombo-venezolanos; los sucesos referentes al asedio de Cartagena hállanse más adelante, en el capítulo Los sitios. CAPITULO 1r 43 COMENT ARIOS Desde el punto de vista militar la expedición pacificadora llenó su objeto; formada por soldados curtidos en las luchas de la península, entrcnados en aque\la guerra de montaña que los había formado los mejores infantes del mundo, sojuzgaron el suelo patrio y restablecieron el poder realista. Si aquel orden de cosas no perduró, débese a causas de otro orden, a la crueldad sin límites que segó con bárbara hoz las ilustres mieses del talento, de la ilustración y de las virtudes patrias. Cuar.to de más precio había para las colectividades colombianas fue llevado a los cadalzos levantados sobre la miseria y la ruina; sin la exaltación despiadada de los sicarios de Morillo} posible es que nuestra independencia se hubiera retrasado muchos años. El general Mori\lo ejerció el mando con sagacidad; activo condujo la expedición, cumpliendo los puntos que se le habían marcado en la directiva expedida por el Ministerio universal de Indi:ts, segÚn los reales deseos de Fernando VII. y enérgico La conducta del teniente gen~ral, durante el viaje, estuvo ajustdda en un todo él los principios del mando; \levó con inteligente manera el desagrado de los expedicionarios, al saber que ya no era el río de La Plata el lugar del desembarco y los animó con sus palabras de aliento. Respecto a la conducta con los barcos que halló en su derrotero fue prudente, pues que los marinos debian tener una gran desconfianza a los barcos ingleses, los cuales a buen seguro estaban apoyando a IQS patriotas. La toma de la isla de Margarita era una medida de importancia inaplazable por las razones que hemos expuesto y porque ella era asiento de la revolución y lugar de refugio de los marinos colombianos y extranjeros que luchaban contra el despotismo español. En la entrevi"ta drl coronel Morales con el pacificador dijo aquél las siguientes palabras respecto a la isla de Margarita: « En la Margarita estaba concentrado todo el veneno que le quedaba a la insurrección. Todo el resto del país está pacificado; y si se hubiera entrado a sangre y fuego en este nido de piratas, arrasando esta isla maldita, refugio de todas 44 ACCION DE LA lv\ARINA COLOMBIANA ------ ----.--------------------las hienas rebeldes, no se propagaría de nuevo la insurrección» (1). Los generales Juan Bautista Arismendi y Jose Francisco Bermúdez habían dado a la isla una organización defensiva que si no les hubiera permitido resistir el asedio de la escuadra española, sí habría costado muy caro su rendición; funcionaban en sus fuertes 82 piezas de artillería con una corriente dotación de municiones y bastante armamento menor; tenian pólvora en abundancia y sus almacenes estaban bien provistos de víveres y elementos pala la vida holgada de sus 19.000 moradores. Todos los hombres hábiles debían concurrír a la defensa, en caso de que la ísla fuera atacada, según lo dispuesto por las autoridades provisionales, y el ejército constaba de 3358 hombres divididcs así: Un batallón de infantería con 842 plazas para la región del norte; Un del sur; batallón de infantería de Cuatro escuadrones de caballería 183 artilleros; 800 indios flecheros; Una compañía con 75. 745 plazas para la región con 640 hombres; cívica con 73 hombres; una compaftía cívica En la isla existía un buen número de f1echeras y canoas armadas con cañones, que se escaparon al llegar la expedición. Estas embarcaciones fueron a dar, unas a las Antillas inglesas, otras a Cartagena. También algunos de los jefes patriotas escapados en aquella memorable ocasión, tomaron parte en el famoso sitio que originó el nombre de heroica, con que la posteridad quiso hacer imperecedera a la valiente ciudad de Cartagena. El incendio del San Pedro Alcántara, disminuyó bastante la capacidad combativa de la Escuadra de Morillo, puesto que, como navío de-combate, era la unidad mayor que surcara entonces las aguas patrias. Para el ejército, el hundimiento de todos aquellos valiosos elementos de guerra, venían a mermar los (1) Rodrfguc% Villa. Obra citada. Tomo T, página 137. 45 CAPITULo I j armamentos y otros artículos indispensables, sición en aquellas circunstancias. LA EXPEDICION de imposible repo- L1BERTADORA Antecedentes La formidable expedición de Morillo había extinguido el incendio revolucionario de Colombia y Venezuela; caído el puerto principal, Cartagena, los españoles invadieron todo el territorio y restablecieron el gobierno realista, y llenas las cárceles de victimas ilustres, el pacificador y sus tenientes regaron los cadalsos con la sangre de generosos ciudadanos. Los consejos permanentes de guerra llenaron de angustia y lágrimas las familias de los patriotas; las exacciones y los cuantiosos empréstitos agotaron al pueblo, que famélico y embotado ante aquel régimen de terror, no tenia ya fuerzas para resistir los ultrajes de los despiadados peninsulares. El general Bolívar había partido para Jamaica, pero sus ideas de independizar la América oprimida seguían germinando en su cerebro, y todos sus esfuerzos' tendían a poner en acción nuevas empresas redentoras. Los emigrados de Cartagena y algunos jefes y oficiales procedentes de Venezuela y Margarita estaban listos a coadyuvar en una expedición sobre las costas venezolanas para emprender de nuevo las luchas-tál era la idea del generalpero faltaban los principales e1ementos, como vestuarios, armamentos, dinero y los barcos para trasladarlos al continente .• Dos extranjeros amantes de la libertad ofrecieron con el mayor desinterés todos aquellos elementos preciosos: el ilustre presidente de Haití, Alejandro Petión, quien puso a la disposición del caudillo venezolano los arsenales de Los Cayos de San Luis, y el rico armador y capitán de navío Luis Brión, corazaleño de nacimiento, y que d\.'he figurar en las páginas de nuestra independencia con el ilustre rango de SllS preciaras hombres, y a quien ya Cartagena habia dado el título de hijo querido de Cartagena, por sus eminentes servicios prestados a la causa de la indepenpencia colombiana. ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA El armador Brión ofreció a Bolívar 3500 fusiles, 132.000 piedras de chispa, sus buques habilitados y otros articulas que valían al rededor de cien mil pcsos. Estas ofertas despertaron gran entusiasmo entre los patriotas residentes en Jamaica y aun en algunos ingleses, pero el gobierno de la isla prohibiÓ a aquéllos se alistasen en aquella expedición, y aceptasen grados de Bolivaro Quizá fuese esto pusilanimidad del duque de Mánchester, su gobernador, o simplemente orden del gobierno británico. Es de tenerse en cuenta que era aquella la época en la cual ejercía sobre las naciones europeas cl propósito antidemocrático de la Santa Alianza. Por estos motivos resolvió partir Bolívar para Haití, donde se unió con Brión, quien pronto iba a partir a bordo de la goleta Dardo, de 28 cañones, a llevar víveres y municiones a Cartagena, asediada entonces. Al efccto, se cmbarcó en la goleta llamada La Popa, de Kignston para Los Cayos de San Luis, en cuya travesía encontraron un corsario colombiano, El Republicano, mandado por el capitán Joanny, oficial que le dio las nuevas de la rendición de Cartagena y de la salida de numerosas familias en una escuadrilla mandada por Luis Aury. Llegó el general unos dias antes que la triste expedición de la heroica ciudad rendida por el hambre; de este puerto pasó a la capital de Haití con valiosas recomendaciones del generoso inglés Southerland, quien no omitió gasto para ayudar a equipar la expedición proyectada. El historiador Larrazábal dice estas significativas palabras en su Historia de Bolívar: «Honor a Btión, a Southerland y a PetiQn, dignos amigos de Bolívar, magnánimos sostenedores de nuestra independencia. Un noble sentimiento impulsó sus ánimos, y nada estrecho ni m('zquino, nada personal cupo en el ámbito extendido de sus generosos corazones.» Tomo 1/, página 410. Todos los insucesos militares tienden a rebajar la moral y a trocar en anarquia lo que enantes era disciplina y orden; los reveses sufridos en aquellas épocas tenían completamente divididos los jefes colombianos hasta el punto de suscitarse entre ellos disturbios y agitacioncs. Habia cntre los refugi2dos en Los Cayos fuertes rivalidades; el teniente coronel Mariano MOIltilla reunido (on el general BermÚdez, con cl coronel Decoudray CAPITULO 11 47 Holstein y el comandante Luis Aury, anhelaban los primeros el mando de las tropas de tierra y este Último el de la escuadra que los fuese a llevar al continente. Nada valían las gestiones de los generales ,'v\ariño y Piar y los buenos oficios de lea para reconciliar aquellas funestas desavenencias. Pero el general Bermúdez conturbado por el sefíuelo del mando y declarado enemigo de Bolivar llegó a lIamarlo cobarde e inCllpaz. No obstant,~ de estar así divididos los ,ínimos marchaban los aprestos de la expedíci6n, y al estar éstos casi terminados, verificóse una reunión para acordar quién seria el jefe; en ella tomaron parte Bolívar, Brión, Mac-Gregor, Briceño Méndez, Bermúdez, le2, Justo Briceño, Celedonio, Gabriel y Germán Piñérez, Soublette, Aury, Marim<in, Decoudray e ¡barra)' el coronel José María DlIr;in. Muchas difercncias hubo en aquella junta, en la cual se encontraban diversidad de pareceres, de pasiones. Los tres granadinos: Marimón, Francisco Antonio lea y el coronel Durán con vehemencia apoyaron la idea de Brión, quien pidió para jefe de la expediciÚn al general Bolívar, a lo cual se oponian Aury y BermÚdez, los que pedían pluralidad en el mando. Al fin se hicieron los nombramientos así; Jefe de la expedíción, Simón Bolívar; mayor general, el general Mariño; jefe de la escuadra, Luís Brión, y lea, Intendente; Decoudray fue nombrado Jefe de Estado mayor, y sllbjefe, el coronel Carlos Soublette. Llegada la expedíciÓn al continente renunció este cargo Dccoudray y en su lugar fue destinado Soublette. La expedición quedó formada por los siguientes barcos: Siete goletas armadas en guerra: La Bolívar, buque insignia, a cuyo bordo il;an Bolivar, Brión y el Estado Mayor General, comandada por el capitán de fragata Renato Beluche; La Mariño. con Mariño, Piar y Mac-Gregor, la mandaba Dubouille; La Piar, al mando del teniente de navío Pine!. La Constitllción, al mandt1 del teniente de navio Morué; La Brión, cuyo capitán era el teniente de navío Rosales; La Fénix, mandada por el teniente de navío Ferrero, según Larrazábal, y Ferro, según Eduardo Blanco. La Conejo, mandada por el teniente de navío Lomint:. 48 ------ ÁCCION •• --- -.- -'---- DE LA MARINA .-- - - --"--------.-----"- COLOMBIANA o _ Los expedicionarios apenas llegaban a 250 hombres, entre los cuales habían 4 generales, 14 coroneles, 22 tenientes coroneles, 11 mayores, 42 capitanes, 28 tenientes, 15 subtenientes, 17 aspirantes y 11 empleados civiles. El parque y los elementos bélicos eran suficientes para armar unos 6000 hombres. Ya próxima a marchar ocurrió un incidente que pudo poner fin a dicha empresa. El partido opuesto a Bolivar, que lo formaban Bermúdez, Mantilla y Aury, hizo que este último exigiera el dinero que el Congreso de la Nueva Granada le adeudaba por las composiciones de las goletas, y para forzar a su pronta entrega procedió a retener la goleta Constitución. Mientra~ es!e asunto estaba en litigio, resolvieron los mismos jefes disidentes marchar en otra expedición para Méjico, y al efecto ofrecían hombres y dinero a los que quisiesen acompañarlos, con el único propósito de mermar el personal de la expedición, e'ntrabando su marcha. Bolívar temeroso de los resultados de una tan baja intriga puso de intermediario a Petión, a quien escribió el 24 de febrero, y acto continuo el noble presidente haitiano dirigió la siguiente comunicación: « Al general Marión, gol)ernador del departamento de Los Cayos. Deseando cuanto me sea posible, mi caro general, hacer cesar los reclamos del señor Aury, relativos a lo que se le debe por las composiciones hechas a las goletas Constitución y Republicana, enviaréis al coronel Jate a bordo de dichos buques, a fin de que acompañado de los maestros carpintero y calafate, levante una cabeza de proceso del avalúo de todas las mejoras que fueron hechas a bordo de dichos buques, por el señor Aury, desde su arribo a Los Cayos, tanto en el aparejo como en los mástiles y velamen, como asimismo en sus cascos. Se tomará igualmente una nota exacta del rancho que existía a bordo de la Constitución, cuando dicho buque fue entregado al señor Marimón. Haréis depositar en el arsenal de Los Cayos y a disposición mía los cañones de 16, que fueron desembarcados de la goleta Republicana, con el objeto de responder en parte al desembolso que se verá obligado el señor Aury por lo que se le debe. Si el señor Aury le presenta a usted algunos pasaportes o salvoconductos firmados por el señor Juan de Dios Amador, CAPITULO ~----'------'--- - -- -._-- 49 11 - - -.. ----.-------------.----- .. -.-- exgobernador del estado de Cartagena, o del señor Elías López, teniente gobernador de dicho estado, facultándole para que con sus buques pueda trasladarse a un puerto independiente, le dejaréis salir del puerto de Los Cayos. Me enviaréis el resultado del avalúo, inclusive la lista de rancho que le hubiesen entregado, para que arreglado en justicia, proceda yo en favor del señor Aury. Os saludo amistosamente. Puerto Príncipe, marzo 19 de 1816. Año 13 de la independencia.-Petión» (1). Empezaron las intrigas de los jefes descontentos, en el sentido de que querían armar una expedición a Méjico, ofreciendo para alucinar el resto de el/a, el desembarco en 25 puertos, pagos crecidos y gajes de toda especie; como éste era un verdadero trance, puesto que lo que querían Aury, Mantilla y Bermúdez era hacer fracasar la expedición de Bolívar, el Libertador dirigióse inmediatamente al presidente Petión, impetrando su valiosa ayuda. Al efecto, el presidente haitiano dirigió inmediatamente una comunicación al general Marión, en la cual le manifiesta que habiendo tenido conocimiento de las disensiones fomentadas por algunos jefes expedicionarios, los cuales deseaban iniciar otra expedición hacia Méjico, impidiera con su autoridad todos los disturbios que fueran contra la salud de la república colombiana, que era la causa de la independencia y de la libertad; que desconociese toda autol idad que se dijese venir de Méiíco; que prohibiese el liSO del pabellón mejicano en las embarcaciones y obstaculizase cualquier expedición que no llevase rumbo a Colombia, y final~lente que se reconociese por única autoridad con mando sobre los barcos expedicionarios, la del gener¿¡) Bolívar y la del sefior Marimón, representante este último de la Nueva Granada, y que por consiguiente ningún barco podría zarpar sin la orden expresa de éstos (2). El gran presidente isleño ordenó con fecha 7 de mayo que se díesen a Bolívar 10.000 libras de pólvora y 15.000 de plomo, pero haciendo de manera que estus efectos pareciesen destinados a ]eremie. Posteriormente dispuso la entrega de Ulla impren(1) .Mnno,.idJ (z) .?bra de O'Leary. citada, f'~gil1a Tom" X V. página 50. 4-9. 4 50 ACCION De LA MARINA COLOMBIANA ta, con la cual el general Bolívar pensaba difundir en las masas americanJs la noble propaganda del patriotismo (1). No sólo PetiÚn dispuso la entrega de armamento, como COfts";' ta en documentos irrefutables, sus cartas a Marión; del depositado en Los Cayos por Brión, sino también la entrega de todos los cartuchos y piedras de chispa que se pudiera, dejando sólo los más indispensables. No por el valor de estos elementos que se restringía el envío, sino por el temor de incurrir en las represalias españolas, cometicndo faltas contra la neutralidad; de ahi que solicitara Petión al gobernador de Los Cayos que estos otros elementos pareciesen enviados a la Ensenada. Al lIe~ar a losCayos de San Luis la escuadrilla que conducía los miserables res": tos de los moradores de Cartagena, Petión, lleno de conmisera~ ción dispuso se alimentaran con raciones de pan y carne todos aquellos colombianos emigrados durante el sitio. Con la actuación del altruista amante de la libertad, terminaron las maquinaciones de los desafectos a la expedición; Aury partió a buscar especulaciones entre los corsaríos de Nueva Orleans, Montilla para los Estados Unidos y Bermúdez con los oficiales Patricio Rubio, Vicente Villegas y Manuel lsava, desearon partir enrolados en la expedición, y para ello hicieron varias gestiones que no dieron resultado pues Bolívar, temía el carácter sedicioso de BermÚdez y se abstuvo de hacerla. LA PARTIDA Hasta el dia 20 de marzo de 1816, partió la expedición del pequeño puerto de Aquín, doce leguas al noroeste de Los Cayos de San Luis, integrada por el personal y los barcos que anteriormente anotamos. El rumbo ordenado por Bolívar fue el de la isla de Margarita, acaso porque en este lugar la tiranía del sanguinario Joaquín Urreiztieta, sucesor del teniente coronel don AlItonio Herraiz, había puesto en armas al caudillo patriota Arismendi, o porque (1) EII c,tc rei'TodllClr ~llá, el hello rcake d ¡ a 'a beTm("" j'áglll3 ( ''¡ . "1 e illccTc'.llte doclIm IIto trdbajn (¡UC extraeró de p"¡:Ó:\.-;'\,,r. el autúr para Dfl. habría el p;Írraf" ]lIJ{·\I)(), hecho ,igtlientt·, bien en el que CAPITULO 51 11 no hubiera pasado desapercibido al talento del general la importancia militar de la mencionada isla. Mala navegación hizo la e~cuadra, motivada por iguales circunstancias que les tocaron a Miranda y 3 Morillo; las calmas fatigosas de aquella región del trópico unas veces, y otras los vientos contrarios que entorpecían la marcha de los buques y los apartaban de su ruta. Al llegar frente a la isla de Los Testigos, C0l110 a eso de las seis de la tarde, hallándose al oeste de ésta, se puso la escuadra en facha y a una distancia de ocho leguas se dio al ancla, para esperar el nuevo dia. Al amanecer se continuó la marcha, a las 7 se vieron las islas de Los Fraiks, y un rato después la parte elevada de Margarita; a las 9, el vigía señaló velas enemigas por el oeste, resultando ser una goleta grande de gavia y un bergantín, embarcaciones que venian ciñendo. El jefe de la escuadra dispuso que se siguiera el mismo rumbo de los ha reos enemigos, tanto para alejarlos de tierra, como para reconocer el puerto de donde dichas naves hubieran zarpado. Acto seguido, se tomaron las disposiciones para combatir, formando la línea de batalla y enarbolando la bandera nacional en el palo mayor de la comandanta; se fue esta nave en dirección al bergantin para darle caza corriendo hacia el noroeste; la goleta, cuya marcha era superior a la del bergantín, quiso ceñir más y huir de la per~ecución, pero se ordenó a las goletas General Mariño, .lúpiter y Conejo le dieran caza, y los demás barcos siguieran las aguas de la comandanta. A las 11 del día, habiendo llegado a distancia de tiro comenzó la comandanta a cañonear por habor al bergantín, el cual correspondió con artillería y fusilería. La goleta Constitución dirigió sus tiros por la codera de babor del bergantín, y aproximándose más, iniciáronse las descargas de la infantería patriota, con tal potencialidad de fuego, que a poco tiempo quedó el bergantín casi desmantelado. No obstante, las balas enemigas habian causado algunas bajas, entre ellas la herida del comandante capitán Brión, por lo cual el capitán de fragata Renato Beluche tomó el mando de la escuadra. Como el enemigo se hallaba en manifiesta inferioridad, se dispuso abordarlo, invadiendo los patriotas su alcázar de popa y BANCO DE LA REPLJBLlCA 816llO~'E(~A LUiS. ANGEL ARANOO CA T ALOGACJON 52 reduciendo ACCION los De LA MA~INA enemigos a las COLOM~IANA bodegas, se arrió el estandarte real. El bergantín era el Intrépido, de 14 cañones de a 8, entre los cuales habia 6 culebrinas de bronce, con 140 hombres de tripulaciÓn; su comandante era el teniente de fragata don Rafael de la Iglesia, el cu:l1 se halló muerto con un balazo en la frente. Fuera de la muerte del capitán del barco y de las del piloto y el médico, se encontraron los cadáveres de 42 marineros y 31 heridos; muchos de los individuos que no habían sido tocados por las balas patriotas se arrojaron al mar, y allí encontraron la muerte. Debido al andar de la goleta La Rita, hasta las 5 de la tar~ de no se la pudo r~ndir; resultó estar armada con una pieza grande de a IR, en montaje de colisa, dos carronadas de a 24, y 2 cañones reforzados de a 8, y 90 hombres de tripulación. Su comandante era el alférez de fragata don Mateo Ocampo, el cual se encontró gravemente herido; se hallaron 16 marineros entre muertos y heridos. Los ¡Jatriotas tuvieron que deplorar la muerte del teniente Barthélemy, 6 muertos y 8 heridos. El comandante general en recompensa de la acción, ascendió a almirante al capitán de navío Luis Brión, y a capitán de navío al capítán de fragata Renato Beluche. Con este combate quedó levantado el bloqueo de la isla de Margarita por los barcos españoles; esa noche fondeó ahí mismo la escuadra, y el día siguiente, 3 de abril, siguió con rumbo al puerto de Juan Griego. Antes de atracar a este puerto se adelantó una f1echera con despachos del general Arismendi, cumplimentando al general Bolívar como jefe supremo de Venezuela, cuya autoridad reconocía. En este puerto el comandante A. G. Villaret arengó la escuadra. Los realistas aí.lnque tenian en la isla una división, entre la capital y el castillo de Santa Rosa, hubieron de huír dejando gran número de armas y otros elementos y se refugiaron en el puerto de Pampatar. Durante los días 4 y 5, pacificada la isla, con excepción del puerto mencionado, la escuadra se hizo & la veta para bloquearlo el dia 6, mas no fue posible su rendición, puesto que CAPITULO 1I 53 el 30 del mismo mes el general Arismendi pronuncia tina proclama a los habitantes que combaten en aquel lugar, les compele a rendirse y les amenaza con la muerte en caso de no hacerla. Efectivamente, el Libertador resolvió levantar el sitio de este puerto dejando a sus asediadores, acaudillados por Arismendi, todos los elementos y partir al continente en busca de lugares de más recursos para acrecentar su expediciÓn y poder enfrentarse al ejército de Morales. Arribó, en consecuencia, a Carúpano, en la costa oriental de Cumaná el \,0 de junio, y la guarnición espaftola, después de alguna resistencia, efectuó su retirada a Casanai, dejando en poder de los patriotas algunos elementos de guerra, así como el bergantín Bello Indio y una goleta. El general lanzó una proclama, en la que siguiendo sus impulsos generosos y a la vez obrando según las recomendaciones del presidente Petión, daba libertad a los esclavos y llamaba a las armas a los buenos patriotas. Como medida más urgente despachó al general Mariño con la goleta Diana, cuatro flecheras y el armamento suficiente a la costa de Giiíría; a Piar lo despachó a Maturín, para seguir la ruta por Caño Colorado; él permaneció en Carúpano organizando sus tropas. Estableció una escuela militar para la instrucción de oficiales. bajo la dirección técnica del teniente coronel Smith, oficial que había servido en las guerras de España contra Napaleón (1) El 23 de junio se reunió en Carúpano una asamblea popular presidida por el licenciado Diego Bautista Urbaneja, en la cual se reconoció la autoridad de Bolívar como jefe supremo, y se pidió que el gobierno tuviese carácter de central y unitario; los jefes patriotas que operaban en aquellas regiones del interior, como Monagas, Rojas, Cedeño y algunos otros comandantes de partidas republicanas, también lo reconocieron con igual carácter. Los jefes realistas hicieron sus aprestos para repeler a los invasores, y por tanto el gobernador civil y militar de Cumaná, Tomás Cires, siguió con tropas del Barbastro, cargó sobre las (1) Larrazábal. Vida de Bo/í'i,'ar. Tom/) 1, página 429. 54 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA avanzadas republicanas comandadas por el teniente coronel Francisco de Paula Alcántara, causándoles tan completa sorpresa, que destruyó el pequeño destacamento cuyos restos fueron a dar a Carúpano. También el jefe realista .• Rafael López, derrotó en Punche las fuerzas reunidas de Zaraza, Rojas y Monagas, que venían a reunirse con Bolívar. Comprometida la situación con estos insucesos, el general creyó hallar un medio más propicio para sus operaciones abandonando las playas orientales y marchando sobre las de occidente, penetrando en los valles de Aragua para llevar la guerra al interior de Venezuela. Para este intento se reembarcó elLo de julio con rumbo a Borburata, cerca a Puerto Cabello, a donde llegó él 5. Algunos descontentos como los franceses Brisel y Ducoudry Holstein se quedaron en Carúpano; respecto de éste parece que su conducta equívoca ocasionó muchos daños a la expedición, por sus oficios disociadores entre Bolívar y Mariño. Larrazábal afirma que el mismo Ducoudry, en sus Memorias, dice: « Le général Bolivar entra quelque temps apres moi. Aussitót que je le vis, je me levai pour aUer lui donner la main, comme a 1'0rdina ire ; mais Bolivar dit, en coIere qu'i/ ne voulait pos donner sa main a un .... 110mme qui meritait de' e/re fusil/e, a l'ins/ant meme.» Pero lo cierto es que el oficio en el cual Bolívar le da cuenta de acceder a lo solicitado por el francés para su retiro del ejército, es comedido como puede verse: «Es esta la tercera vez que usted me dirige solicitudes pretendiendo su separación del ejército. La persuasión en que estaba de que los servicios de usted fuesen importantes para la república me ha obligado a negársela en dos ocasiones, pero las razones que usted me expone en su última representación me han movido a concedérsela a pesar de mis deseos .... Dios guarde a usted muchos años. Cuartel general de Carúpano 23 de junio de 1816. 6.° Simón Bolívar» (1) Era que el Libertador en aquella época tenía que tratar con la más fina política a aquellos hombres, entre los cuales había émulos, hombres apasionados, turbulentos y cuya obediencia era (1) O'Leary. Obra y tomo citado~, página 80. CAPITULO 1I 55 cada día un nuevo problema; muchas veces con oficios de esta naturaleza atraía y hacía prosélitos entre gentes que en verdad no merecían tánla atenci(ln. Un poco después fue preciso no perdonar Ull hijo meritorio de la patria. al general Manuel Piar, cuyo fusilamiento era un acto de consolidaciÓn de su autoridad, ya que iba a demostrar a aquellos caudillos que la ley militar debe ser inflexible contra los scdiciosos y los agitadores. El día 7 reunió Bolivar una asamblea de los moradores patriotas con el fin de que se concediese el mando supremo a quien éstos designasen; el mismo Bolívar abrió la sesión con un vehemente discurso, en el cual dijo estas palabras: «Es preciso conceder el mando supremo al que merezca más la confianza de la asamblea. Lejos de pretender que la elección resulte en mí, la temo, no sólo por la gravedad del cargo, sino porque ella puede excitar celos que serían funestos a la causa de la libertad y de la patria. Yo sirvo tan gustoso mandando como obedeciendo.» Bolívar fue nombrado jefe supremo de la república y segundo el general Santíago Mariño; mas cuJnta razón tuvo el general para rehusar en aquella ocasión el mando; las envidias y los celos apasionados germinaban en el pecho del general Bermúdez, quien habiendo logrado de la bondad de Petión ser trasladado al continente para trabajar por la libertad, llegó hasta desnudar su espada para atacar al general Bolívar. En Borburata bajaron algunos, pero el jefe ordenó se embarcaran de nuevo para seguir a O~umare, sitio aquel tan funesto al primer intento del general Miranda. Llegaron allí el día 6 a las seis de la tarde. Entonces la expediciÓn constaba de 15 buques y los 9 cuerpos siguientes: Batallón de artillería, al mando de Bartolomé Salom; Batallón de infantería, al mando de Anzoátegui; Cazadores de Venezuela, al mando de J listo Briceño: G/rardot, al mando de Francisco Vélez; Vencedor de Araure, al mando de Pedro León Torres; Cumaná, al mando de Miguel Borrás; Gil/ría, al mando de José Antonio Raposo; Caballería, al mando de Teodoro Figueredo; Escuadrón Soberbios dragones, al mando de Francisco AIcántara. 56 ACCION -.----."--.--- El mismo manifiesta que a los que se amnistía para declara abolida .. DE LA MARINA COLOMBIANA -- -- --.-' '--'---"-.--.-.------ _.---- día expidió Bolívar una prr1clama en la cual la guerra a muerte ha cesado, que se perdonará rindan, aunque ellos sean españoles, otorga una los americanos que siguen las banderas reales y la esclavitud. Sus priml'ras medidas militares fueron despachar a su mayor general Soublette, para que atravezara la cordillera entrando hasta San Joaquin de Mariara y tomara posiciones en el desfiladero de La Cabrera, punto considerado por él como de un gran valor militar; envió a Choroni al teniente coronel Francisco Piñango, con el propósito de reclutar gente, y él mismo con su actividad sin ejemplo se puso en busca de soldados para engro· sar sus filas. Desembarcó el parque, la imprenta y demás el~mentos, y para que la escuadra no se quedara inactiva, permitió al almirante Brión verificase recorridos, ejecutando operaciones de corso; el Libertador le nombró más tarde en una comisión diplomática cerca del gobierno de los Estados Unidos. Los españoles no estaban ociosos. El brigadier Tomás Morales dispuso una concentración de tropas que venian de Ocaña, de las del mayor Quero y las del brigadier Pascual Real, con las que rápidamente se lanzó sobre Bolívar con superioridad numérica; el destacamento de Soublette tuvo que retroceder después de un tiroteo, y el general, al saber esta infausta noticia, siguió con 150 reclutas a apoyar a Soublette, pero fue batido por las disciplinadas tropas españolas, que duramente escarmentaban aquellos bisoños soldados. Las pérdidas fueron bien numerosas para la expedición: cerca de 200 hombres entre muertos y heridos; 1000 fusiles, lanzas, caballos y considerable material, en aquella época de tánto valor, por su escasez. El resto de aquellas tropas siguió para Ocumare en bastante desorden. El deseo de Bolívar era seguir para Choroni, a donde al efecto, despachó a Mac-Gregor, con las pequeñas fuerzas que había en el puerto. Pero aquellos desastres repercutieron de manera intensa enlos expedicionarios extranjeros, especialmente en los marinos, quienes ante la falsa nueva que trajo el ayudante de campo Isidro Alzuru de que ya estaban entrando las tropas españolas a CAPITULO ______________________ • 57 II o _. _ Ocumare, desarrolló verdadero pánico, y el Libertador se embarcó en el bergantín El Indio Libre, para buscar el amparo de altamar. Al tener conocimiento Soublette de tan rualévola noticia, la mandó d(~smentir con el comandante Borrás, pero ya era tarde, pues Villaret, comandante del barco, ni siquiera había esperado a levar anclas, sino que había dispuesto picar cables y darse a la mar; cuando llegó Borrás, ya el barco estaba lejos de la voz y de las señales. El rumbo ordenado a las goletas que acompafíaban al bergantín era sobre Choroní, mas los capitanes desobedeciendo las órdenes recibidas lo hicieron sobre Bonaire, y fue preciso seguirlos; al llegar alli manifestaron éstos que retenían los barcos mientras se les pagaban sus haberes (el día 19 de julio). Esta insubordinaciÓn de la escuadra pudo ser funesta, pues los marinos no cejaban ante la cólera y justa indignación de Bolivar. Afortunadamente para todos, se presentó la escuadrilla del almirante Brión, quien tenía valimiento entre aquéllos, o por la misma fuerza de que disponían, los llamó al orden y logró que devolvieran aquellas armas y municiones destinadas a la libertad de la América. El historiador Torrente afirma con bastante sans fac;on que en aquel caso el almirante Brión, indignado del desastre de aquella empresa, había tratado a Bolivar con denuestos e injurias, llegando hasta darle de bofetones. Tal aseveración no pasa de ser una ridícula mentíra, puesto que no sólo arregló mediante su influjo las diferencias suscitadas por la ambición de los marinos, sino que acompafíó al Libertador al salir del puerto con rumbo a Choroní una legua, y le hizo los honores de general en jefe. Estaba todo en contra de aquella magna empresa; en Choroní se hallaban los realistas; el Libertador tuvo que seguir hasta Chuano para inquirir noticias, y allí supo que Mac-Gregor, audaz y valerosamente había seguido a unirse con las guerrillas de oriente, con el re saga de los elementos salvados de Ocumare. El general Bermúdez, que había solicitado una y otra vez el auxilio del presidente Petión para salir en busca del Libertador, al fin logró el ajuste de un barco americano y salió de Los Cayos el día 9 de junio de 1816. Siguió Bermúdez con el deseo de unirse a Bolivar, primero a Margarita, donde Arismendi se opus') 58 ACCION DE LA MARI1\A COLOMBIANA al desembarco por órdenes que había dejado el Libertador; Bermúdez quiso ir a Carúpano, pedirle al general permitiera se agregara él a los expedicionarios, pero en la travesía hallaron al corsario Félix, el que los inform<Í que estaban evacuando a Can.'Ipano y la suerte que había corrido la expedición. Siguió luégo a Ocumare, donde Bolívar no quiso escuchar sus ofrecimientos. El Libertador contínuó su viaje a Bonaire; a esta isla llegó nuevamente Bermúdez, y allí tampoco se vieron. Al salir Bolívar para GUiría en el bergantín El Indio Libre, también Bermúdez logró seguir el mismo rumbo en una goleta del marino Rosales. Llegaron ambos barcos el dia 11 de agosto, o sea casi al mes de viaje. El primer impulso de Bermúdez, acaso ofuscado por las humillaciones que había sufrido, fue el de sugestionar a Mariño para que éste desconociese la autoridad de Bolívar, quien en~reído con ilusorios mirajes de la ambición, siguió las pérfidas sugestiones de Bermúdez, que al fin estallaron en un motín tanto más criminal cuanto que se llegó a atentar contra la vida del general. El mayor. bochorno de este día está en las agresiones personales de Bermúdez, quien alcanzó a desnudar la espada de los líbertadores para esgrimirla en contra del más grande, del más heroico caudillo de la revolución colombiana. Al ruido del vergonzoso tumulto apandillado por Bermúdez y Mariño, envió un bote el comandante Villaret con el fin de enterarse de lo ocurrido. Este bote lo aprovechó Bolívar para salir en busca de refugio, ya que su vida peligraba. Embarcóse en el Indio Libre y volvió al lugar de donde unos meses antes saliera lleno de ilusiones por la libertad de su patria, y con el ánimo lleno de las sombras que la infame ambición de sus subalternos había arrojado sobre la noble acción de su empresa. COMENT ARIOS Al tener que amparar tan dilatado territorio el pacificador Morillo, habíase visto obligado a diseminar sus tropas en los diversos lugares que requeria la sofocación de semejante guerra. Como en el centro de la Nueva Granada eran precisos algunos destacamentos, los litorales quedaron desguarnecidos, especialmente aquellas costas venezolanas vecinas a las llanuras donde sentíase la actividad de Cedeño, en los bosques del Orinoco; en o",¡ O(\II('I'al (1011.'"all Bautista A I'isIlWJlt1i [)Ft:t':NSOI< DI' LA ISI. \ \\AI<' iAlI'n CAPITULO II 59 los llanos de Barcelona, jefes patriotas principiaban a orgar.izar sus guerrillas. De estas cobraron más valía las de Monagas, Parejo, Rojas y Barreta. F.I tenaz Zaraza levantaba el ánimo en Chaguaramas, y en las extension~s del Apure, iniciaban Páez y 01medilla las partidas revolucionarias que con el correr del tiempo constituirían los ejércitos libertadores de las campañas de 1818 y 1819. El jefe español más próximo al litoral era el brigadier Morales, militar activo y emprendedor, sanguinario y cruel, temido nn tanto por SlI audacia guerrera como por los desmanes que cometía al llegar a vencer algunas de aquellas purtidas patriotas, de las cuales nunca hacía prisioneros. En esta ocasión es de justicia reconocer que Morales obró como debía hacerlo un verdadero militar. Marcha rápidamente en persecución de lo') expedicionarios y dispone a la vez que todos los destacamentos españoles que puedan concurrir al encuentro, hagan ;nmediatamente una concentraciÓn para adquirir supremacía de fuerzas en un momento dado. En seguida marcha amenazando las comunicaciones de Soublette, que huyendo de semejante acechanza tiene que buscar la protección del Libertador, quien para apoyarlo va a unírsele con las tropas reclutadas unos días antes, y que por tanto eran desde distintos puntos de vis/a i:":feriores a las españolas. Además, como los soldados colomtJianos tenían que transportar los pesados elementos que desembarcaba la escuadra, se veian embarazados con los cajones de cartuchos, piedras de chispa y otros efectos que retardaban su marcha y daban mayores ventajas al jefe realista, a quien a Última hora le ayuda el coronel Bauza, reuniéndosele con 300 veteranos. Soublette tuvo el acierto de escoger una buena posición en el sitio llamado Aguacates, pero la superioridad numérica, la mejor calidad de las tropas, y especialmentE: el miedo de muchos expedicionarios a la tradicional crueldad de sus enemigos, hizo bien pronto que el mismo Bolívar que había llegado a dirígir el combate, juzgando ciértos los informes de que nuevas tropas enemigas salían por retaguardia a cortarle su comunicación con la escuadra, dispusiera e! retiro de los expedicionarios a Ocumareo 60 ACCION ---- ~- -".-- .. - -.- -., DE LA MARINA COLOMBIANA ---- .---.- --.------ --.- -- -.---.-.------ Ocumare fue funesto en dos ocasiones a las armas libertadoras. Este sitio fue el mismo en que en 1806 el general don Francisco Miranda fracasó en su primer intento de desembarque. El Libertador también fracasó en esta vez, si bien es cierto que muchos de los elementos traídos en la expedición y algunos de sus jefes quedaron en el territorio, y tiempo después desarrollaron grandes sucesos; entre ellos débese citar en primera línea al infortunado Piar, que con un elevado pensamiento estratégico se dio cuenta de la importancia que tenía la ocupación de La Guayana, como base de operaciones para la liberación de Venezuela. La anarquía venezolana fue una lamentable etapa por la cual tuvo que pasar aquella pléyade de caudillos que no tenía una verdadera idea de lo que debe ser la disciplina para el soldado -acaso la más alta, la más noble y valiosa fue/za moral que une las múltiples voluntades y armoniza las pasiones, los caracteres y las distintas jerarquías de un ejército-o El escritor italiano, coronel Barone, ha expresado esta dependencia de todas las facultades humanas de la voluntad en la guerra al definir así la disciplina: « La disciplina .... 110 requiere del hombre la insensibilidad del autómata, sino aquel imperio absoluto de sí mismo que da vigor a todas las facultades del alma y de la inteligencia. Decis valor, y yo os digo disciplina; decís ímpetu, y yo respondo todavía disciplina. Decís energía indomable, desprecio del peligro, confianza en uno mismo y en los demás, amor a la gloria, lealtad llevada hasta el heroísmo, y yo respondo siempre disciplina; porque la disciplina, la que hace converger todas las facultades humanas hacia una sola idea, vencer, es a un tiempo causa y efecto de todas las virtudes militares» (1). No podía someter el Libertador aquellos turbulentos jefes que poseían algún valimiento entre los habitantes de aquella región venezolana; carecía de medios para hacerse oír en tan inmensa algazara, y ante el golpe de los sediciosos Bermúdez y Mariño no le quedó otro recurso que volverse al hospitalario Haití, donde solJ y decepcionado tuvo que arribar el 9 de octubre de 1816, pero con voluntad de seguir en sus redentoras em(1) Guillcrmo Ferrero. El Jl[ ilitariJmo, página +6. éAPITlJLO 1 1 61 presas para arrojar de la América meridional las tiránicas huestes de España. Aquel esfuerzo de la ex¡:>edición emprendida unos meses antes no fue infructuoso; los jtfes antes nombrados con muchos de los oficiales expedicionarios, entre los cuales sobresalen Soublette, Brícefto Méndez, Mariano Cancino, Ambrosía Plaza, Jacinto Lara, Diego Iba~ra y Miguel Arismendi y el ilustre escocés MacOregor, penetraron en e] interior de Venezuela, en donde volvió a encenderse e] sagrado fuego del entusiasmo patriota. El resto de la expedición destrozada en Ocumare emprendió un éxodo glo,rioso por la concepción de la idea, como por ]a realización de la marcha, atravezando la cordillera que separaba las llanuras del mar, y va a buscar las guerrillas que desde 1814 organizaron Pedro Zaraza, Monagas y Cedeño; se aumentan sus filas con aquellos Ilaneros indomables; en los descalabros y penalidades se forman los nuevos guerreros que más tarde han de ser el azote de los españoles y los Iibertadores de la patria Después de una gloriosa serie de episodios en los cuales se recorren 150 leguas para caer sobre Morales, el general Manuel Piar da la célebre batalla del/ancal, en la cual derrota completamente al enemigo, quitándole todos los elementos de que disponia. Mas como lo afirma el tan inteligente internacionalista Aníbal Oalindo, no es esta batalla]a mejor ázaña militar de Piar; débesele a él la idea estratégica que aseguró para las campañas posteriores la base de operaciones. «Bolívar empeñado desde 1813 en recuperar a Caracas, emprendiendo campañas poco meditadas, con tropas colecticias, desnudas y mal armadas, contra fuerzas superiores y bien provistas, en las provincias centrales de Venezuela, todas ellas adictas a la causa del rey, no había hecho sino sufrir desastres. Piar comprende que es preciso enmendar ese error, asegurando sin tardanza la posesión de un territorio continuo, extenso, provisto de recursos, y def~ndiclo por una barrera natural que pueda servir de base de operaciones al ejército independiente; y ese territorio no puede ser otro que la Ouayana, defendido en toda su extensión por el curso del caudaloso Orinoco, que una vez dominado así, servirá para la comunicación exterior, como para penetrar por medio de sus caudalosos afluen tes-el Apure; el Arauca y el Meta-en el interior de Vene7.uela ACCION DE LA MAHINA COLOMBIANA y Nueva Granada, y detrás del cual se encuentran los 46 pueblos de las ricas misiones del Caroní, que serán el granero del ejército. A este movimiento, hijo exclusivo del genio militar de Piar, es al que, estratégicamente hablando, se debe la independencia de colombia. Así lo reconoce francamente el seftor Restrepo en la página 360 del tomo 11, y tímidamente el general O'Leary en la página 370 del tomo 1, Narración» (1) .. Se ha afirmado por expositores como el conde de Moltke, que la estrategia es el buen sentido aplicado a la guerra. Empero, en esta expresión de suyo abstracta, está sintetizado un cúmulo de conocimientos que forman el verdadero criterio militar, que sólo llegan a adquirir después de estudiar muchos años, y mediante la práctica, los conductores de la guerra. Es por eso que nos maravilla, que nos asombra, cómo un escritor de 1887, político y letrado, jurista y economista, hace una crítica de situaciones militares con una claridad y precisión encomiables. Tal como lo afirma Galindo, la expedición de los Cayos de San Luis influyó mucho en los progresos de la guerra, aprovechando los elementos acopiados penosamente por Bolívar, reorganizados por Piar, y que vinieron a formar el núcleo de fuerzas patriotas con que más tarde luchó en el año desgraciado de 1818 y en el victorioso de 1819. 111 CAPITULO Primer sitio de Cartagena Cooperación de los buques en la guerra de sitio -o---SITIO DE CARTAGENA DE INDIAS POR LAS AI~MAS ESPAÑOLAS EN 1815 Antecedentes La situación política por la cual atravesaba la naciente República era en extremo aflictiva; la implantaciÓn del sistema federal en el gobierno había anarquizado, desunido las voluntades y creado antagonismos y rencores, no sÓlo entre los ~obernantes síno también entre los pueblos. En los años de 1814 y 15, las disensiones amenazaban con acabar la iniciación de nuestra independencia, y el marasmo y abulia de la titulada Patria boba habían mermado el espíritu público de los revolucionarios, entusiastas y resueltos poco antes. Venezuela en poder de los españoles era teatro de los desmanes de Boves, Morales y Cajigal, que ejercían dominio sobre la parte costanera. Error bien grande de los republicanos fue el no dar su verdadero valor a los litorales; hemos visto que en el año de 1812 poseían los patriotas una flotilla en el río Magdalena, así como numerosos barcos corsarios que prestaban señala- ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA dos servicios a la emancipación del régimen español; pues bien, si había algún punto vulnerable a las colonias que tal paso habían dado, era sin duda alguna la ocupación de las costas. La concentración de fuerzas en Cartagena, Santa Marta, Tolú, etc., donde se tuviera el control de los ríos Magdalena y Sinú. Desde el momento que las antillas españolas eran excelentes puntos de apoyo para que los barcos españoles ejeicieran su incontrastable acción sobre las colonias revolucionadas, ha debido pensarse en dar en esa época una defensa más efectiva a los sectores del patrio suelo; constituyó-podemos afirmarlo-un error lamentable abandonar la defensa de las provincias de Riohacha Santa Marta, Cartagena y Panamá. El general Simón Bolívar nombrado capitán genera] de los ejércitos por el gobierno general, marchó el 24 de enero a Honda; se le había asignado como tarea o cometido el sometimiento de la provincia de Santa Marta, en poder de los españoles, pero un espíritu de anarquía flotaba sobre todas las apartadas provincias, provocando en sus gobernantes rencores y emulaciones. En la provincia de Cartagena ejercía el gobierno el señor Juan de Dios Amador, y era jefe milítar el general Manuel del Castillo, quienes celosos de la aproximación de Bolívar que bajaba el Magdalena, resolvieron (el la de febrero de 1815) no pasara de la ciudad de Mompós, y que si quería hacerlo, debía intentar tal marcha por tierra. Al encargarse el general Bolívar de llevar adelante la campaña sobre la provincia de Santa Marta, cuya pacificación era de suma importancia, desde luego que constituiría un valioso apoyo para las expediciones españolas ya anunciadas, ofició el 6 de er.era de 1815 desde Santa Fe al general Manuel del Castillo, comunicándole su nombramiento y pidiéndole encarecidamente viera por la disciplina de las tropas del Magdalena; tambien solicitó el mayor número de embarcaciones que facilitaran el transporte rápido. Con fecha 22 del mismo mes pide al secretario de la guerra «que no sólo los buques y fuerzas sutiles que haya en el puerto de Cartagena y en el Magdalena se pusiesen a mi disposición, sino también que me ·faculte para remitir aquí o donde lo exija la necesidad, las armas, pertrechos y demás que pueda CAPITULO III 65 conducir a la seguridad pública.» «Bien fácil es conocer cuán útil será lo primero al buen éxito de la empresa, pues asi podré combinar una expedición litural que obre de acuerdo con el ejército, al cual pueden aún ser más beiléficas las fuerzas sutiles» (1). Tal solicitud entrañabél de suyo la concepción de emplear la marina para acordar. un plan en armonia con las tropas que debian atacar por tierra, las cuales podian ser conducidas en las embarcaciones menores, bongos y lanchas cafioneras de las fuerzas sutiles del Magdalena. El ejemplo de los dirigentes suscitó la animadversión de los hombres principales de Cartagena. Así pues, García de Toledo, de Narváez, Hoyos y demás personajes se aprestaron para resistir la entrada de Bolívar, oponiéndose abiertamente a las disposiciones del gubierno general. Amigos más tarde del general Bolívar, como don Pedro Gual y el coronel Mariano Montilla, hicieron creer que éste era un monstruo de ferocidad y de crueldades, y concitaron sobre él las iras de la ciudad. Para conjurar una situación tan anormal, Bolívar ofició repetidas veces al gobierno general explicando el origen de estas diferencias y pidiendo que José María del Castillo y Fernández Madrid vinieran como mediadores, para arreglar tan funestas enemistades; en lugar de éstos, fue enviado el célnónigo don Juan Marimón quien bajó hasta el lugar donde se hallaba deme.rado Bolívar (Mompós), se enteró de la situación desastr Jsa, la falta de elementos del ejército, y manifiestó propósitos conci:iadores. También se envió al edecán Kent que lltgara cerca de Castillo para manifestar las intenciones patrióticas de Bolívar, SllS escaseces y situación gravísima con numerosos enfermos por el clima deletéreo y falta de elementos apropiados y que solicitara reCllrsoso No habiendo sido oído este oficial, se envió al señor José Rafael Revenga, secretario del general Bolivar, reafirmándose en ideas de paz y sosiego. Por conducto de éste se pidieron 2.OCO vestuarios y 100.000 cartuchos. Las palabras de Revenga fueron escuchadas esta vez; en cambio se consideraron demasiado númerosos los elementos pe(1) Memorial de O'Leary. lOmo XIV. págiu3 '1z. 5 66 ACCION DE LA MARiNA COLoMBIANA didos por Bolivar y se resolvió convocar una junta de jefes y oficiales, la cual conceptuó que siendo los elementos existentes inferiores a lo solicitado por el general caraqueño, debía no atenderse la solicitud; se ponían como pruebas los planes de los brigadieres Gramer y Anguiano, quienes pedían 6884 hombres dotados de todas las armas, 8334 fusiles y 5055 quintales de pólvora. y cra lo cierto, que según el documento suscrito por el gencral Juan Salvador de Narváez, subjefe del estado mayor, sólo había 1151 hombres, 3313 fusiles y 4392 quintales de munición. Puestos de acuerdo los jefes por conducto de Revenga, todo parecía conjurado, y resueltos a conferenciar, bajó Bolívar hasta Zambrano, población de la margen izquierda del Magdalena y no distante de Tenerife; el 12 de marzo llegó Revenga, pues ese dia había sido el convenido por Castillo para la entrevista, pero en vano se esperó tres días más; Castillo no llegó, y en vez de remitir los elementos que tánto necesitaban las tropas patriotas, promulgó bandos por los cuales ordenaba se les tratara C0l110 a enemigos. En Turbaco se llevó a cabo una reunión o junta, con el propósito de que se resolviera quién debía asumir el mando, pues que por necesidad de armonizar las voluntades de Cartagena, era preciso que Bolivar lo entregara (1). A esta junta concurrieron el general Florencio Palacios, el coronel Bartolomé Chaves, el coronel Tomás Montilla, Domingo Mesa, Juan Vigil, Pedro León Torrcs, Francisco de P. Vé!ez, mayor Martínez, y el del mismo grado Ambrosia Plaza. Se presentaron las comunicaciones con los intermediarios Marimón y Revenga en las cuales se había gestionado la salida del país del general Bolívar y la expedición de Sll pasaporte para el extranjero, y que se entregara el mando al oficial designado por la junta. Después de deliberar sobre estas cosas, la junta resolvió que el general Bolívar no debía declinar el mando, puesto que era legalmente comandante de esas tropas, y porque se injuriaba a los venezolanos que iban a cooperar en la libertad de esas provincias. Para poder wmplír con todcs los planes de defensa (1) O'Learr, tom,) 'i. I ,igiJla 1(;5. CAPITULO III 67 se dispuso estrechar el cerco y tomar a viva fuerza la pina de Cartagena, dando párte al gobierno general. Bolívar, antes de que se derran1ase sangre de hermanos, lanzó una proclama de despedida y abandonó a sus subalternos y compañeros. Esta era la situadón política desastrosa cllando llna expedición, acaso la más poderosa y temible, estaba por llegar con las consignas de pacificar los territorios del rey. FUERZA NAVAL DE LOS CONTENDORES Los españoles contaban con algunas unid3des mayores, no obstante haberse hundido el navío de combate San Pedro Aleá/!tara; entre éstas figuran las siguientes, sin que podamos detallar su artillería: Fragatas Diana, ¡figenia, Atocha y Perla. Corbeta Diamante. Bergantines jasón y Celoso. Goletas Patriota, Centinela y Florida Blanca, que podemos clasificar sacando algunas naves menores, como las goletas de una división. Una división de fuerzas sutiles integrada por 12 lanchas caftoneras. 43 barcos transportes, que eran: San Ildefonso. El Guatemala. Daoiz. Velarde. Ensayo. Eugenia. júpiter. Cortes de España. Numancia. La Vicenta. Salvadora. La Palma. La Socorro. La Primera. ACCION bE LA MARINA COLoMBIANA San rrancisco de Poula. Providencia. Héroe de Navarra. San Pedro y San Pablo. La joaquina. Nueva Empresa. La Empecinada. San Ignacio de Lovola. Los buenos hermanos. La Preciosa. San Fernando. La Apodaca. La Elena. La Venturosa. La Coro. La Pastora. La Oertrudis. La Arapiles. El Agllila. La Parentela. La Unión. La Piedad. La Carlota. San ¡osé. Selfllnda Carlota. La Velona. San Enrique. San Andrés. La Alianza. El armamento de los barcos mayores variaba así: el de las fragatas I¡igenia y Diana era de 34 cañones; el de la corbeta Diamante era de 28 y el de las goletas entre 8 y 10. Algunas de las embarcaciones menores fueron recogidas por los habitantes de Santa Marta como auxilio a los españoles, ya que en esta provincia germinaba una ¡nsana pasión contra la de Cartagena. El comando estaba integrado por el brigadier de marina don Pascual de Enrile. CAPITULO Los patriotas III tenían dentro de la plaza las siguientes 69 na- ves: Corbeta Dardo (llegada al iniciarse el sitio). Goleta de guerra Constitución. Goleta armada en guerra Estrella. Goleta mercante Gobernador. Goleta mercante El Gran Sultán. Goleta mercante Amerdor. Goleta corsaria Republicana. Goleta de guerra General Bermúdez. Bergantín mercante Dos Amigos. Balandra de guerra Concepción. Pailebot cañonero Fogoso. Pailebot cal'ionero Ejecutivo. Faluchito mercante Emboscada. El armamento de los barcos republicanos era inferior al de los realistas; casi todos los corsaríos y mercantes habilitados para los usos de la guerra tenian deficiencias en sus montajes y construcción; obra viva débil y de menor andar; además, no se habría podido formar con ellos una división que se pudiera enfrentar a los marinos españoles, pues por su falta de homogeneidad habrían sin duda faltado en la maniobra; su diferente andar los habría imposibilitado para marchar en conserva, y sobre todo faltaban marineros conocedores del oficio y personal de oficiales educado científicamente, como es necesario a los tripulantes y gentes de mar. El comando patriota estaba formado por el brigadier de marina don Juan Nepomuceno Eslava (1) a bordo de la corbeta Dardo. INICIACIÓN DE LAS OPERACIONES Dejó el general Morilla guarniciones en Caracas, Puerto Cabello, y envió a Panamá al regimiento de Extremadura, con un escuadrón de caballería para que siguiese a Lima. La escuadra fondeó en el Cabo de la Vela. El general dispuso que algunas (1) Español de nacimic:nto. ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA ------------------------------ 70 -- - -- .. -- ---..- naves se adelantaran al puerto de Santa Marta, con el objeto de dar aviso a las autoridades de la llegada próxima de la expedición y con tal fin se tomaran algunas medidas. El 25 de julio de 1815 llegÓ la escuadra al hermoso fondeadero natural de esta ciudad y en seguida se desembarcó el personal de tropas, con el propósito de darIe llll descanso a las naturales fatigas del viaje. La provincia de Santa Marta, que estaba por el rey, tenía un exacerbado encono por su vecina de Cartagena, ocasionado por anteriores desavenencias; asi pues, la población de esta plaza cooperó a lus aprestos del español, recogiendo las embarcaciones menores de suma utilidad y reparando las averias de algunas naves. Morillo despachó inmediatamente 1000 hombres de la división volante, a órdenes de Ruiz de Porras y los 3500 hombres de la división de vanguardia, al mando del temido general Francisco Tomás ,V\orales, quien qbrando rápidamente pasó el Magdalena por Sitionuevo, empujó con sus crecidas fuerzas los patriotas que tuvieron que refugiarse en la ciudad de Carta gen a, no sin haber recogido antes el mayor número de ganados y víveres. Un deber de todos los historiadores colombianos que lleguen a tratar esta época heroica, es dejar constancia de la valerosa cOJ1ducta, del sacrificio hermoso, cual nínguno, de los habitantes del distrito de Malambó; las tropas patriotas, al mando de los comandantes Luis de Rieux y Juan Salvador de Narváez se retiraron hacia Cartagena hostigadas por las enemigas diez veces superiores, y en tan críticas circunstancias, los modestos moradores de la citada población resolvieron oponer una resistencia desesperada; durante tres días pusieron a raya las huestes de Morales, y reducidos a una casa, no cejaron un momento en su decisión defensiva, hasta que, en número de setenta y tres, perecieron entre las llamas del incendio provocado por l~s manos vengativas de sus enemigos, antes que someterse al yugo de la esclavitud (1). La es,:uadra española se dirigió a Cartagena hasta el 12 de agosto, dando tiempo para que las operaciones de la división vo(1) página DocumentOJ para /a HiJfOria de /" provincia de Carfagtna, tomo IJ, 219, CAPITULO 1II 71 lante del brigadier Huiz de Porras y la de vanguardia prestaran el apoyo decidido al bloqueo de la ciudad. Con estas medidas preliminares se inició el bloqueo a la plaza; el 17 del mismo mes los marinos españoles formaron una línea densa con sus grandes transportes, bergantines, corbetas y fr;¡gatas, desde Punta Canoas, hasta las cercanías de la plaza. En seguida de esta línea llegaron a la misma formación los barcos de guerra, cerrando las entradas a la bahía, Bocagrande y Bocachica, y en el orden siguiente: las fragatas Atocha y Diamante, la corbeta Diana, el bergantín !asón, las goletas Centinela y Florida manca, el queche Trítón, el bergantín Celoso y la fragata Perla (1). Una división de embarcaciones menores, cañoneros y bombarderos hacían las veces de las flotas de torpederos de hoy, protegiendo las divisiones de acorazados y siendo sus verdaderos auxiliares en la parte costanera, moviéndose constantemente entre las líneas de los grandes barcos. La fragata Ifigenia se hallaba anclada cerca a la isla de Barú, pero con algunas averías. Por su parte. los republicanos distribuyeron su escuadra de suerte'que defendiera lo más seguramente la entrada a la bahía y para cubrir la de la ciénega de Tesca, como para impedir el paso de barcos menores de pequeño calado las cañoneras números 1 y 2, tres bongos armados en guerra y una faltla al mélndo del teniente de navío don Rafael Tono. Para defender la entrada de Bocagrande, se colocÓ una fragata mercante desarbolada, con cuatro piezas de grueso calibre y las balandras de guerra Micomicona y Concepción, a Órdenes del teniente de fragata don Matías Padrón. Para obstaculizar el paso por Pasacaballos o caño del Estero, se situaron cinco bongos de guerra y una falúa al mando del alférez de navío don Vicente Parada, y para que recorriese la bahía atendiendo los puntos más en peligro, se formó una división, Gompuesta por las goletas de guerra Constitución, Estrella, General Bermúdez, Republicana, Presidente, y los pailebots cañoneros tEjecutivo y Fogoso, al mando del teniente de navío don Luis Aury. (1) Obra citada, tomo 11, página 2~i· 72 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA Como fácilmente se observa, los patriotas renunciaron por manifiesta inferioridad naval con el enemigo, a sacar sus barcos mar afuera para poder, bajo el amparo de los cañones de los fuertes, combatir al enemigo; y optaron por una defensiva pasiva en la propia bahía, dejando campo suficiente para que se desarrollara el asedio por mar y tierra. Es lo seguro que al obrar en forma diferente, dada la inferioridad de la escuadra colombiana, habría sido ésta destruída, y por tanto perdida toda probabilidad de una salida, como se hizo más tarde. La escuadra española destacó algunos barcos grandes con el propósito de que cruzaran en las aguas cercanas a la bahía para hacer efectivo el bloqueo, impidiendo la entrada de víveres y elementos de guerra; empero, el tiempo crudo en esa época de vientos, deterioraba los navíos, hasta el punto de obligar a la fragata IJigerzia a quedarse al amparo de la isla de Barú con algunas averías. EL VALOR MILITAR DE LOS Rlos Unida la bahía de Cartagena con el río Magdalena por el canal del Dique, este río a su vez también comunicado con la Ciénaga de Santa Marta por distintos caños; en las proximidades del Sinll, arteria de suma importancia para la vida de Cartagena, como que por ella circulaban numerosas embarcaciones cargadas de víveres; la posesión de las vías fluviales era de imprescindible necesidad al sitiador como a los republicanos en la prosecución de las operaciones. Morillo claramente vio la importancia que entrañaba adueñarse del Magdalena, Sinú y Cauca, y al efecto destacó la división volante por la ciénaga de Santa Marta, al mando del brigadier don Pedro Ruiz de Porras, quien ocupó a Mompós para interrumpir las comunicaciones con el interior, de donde bien habían podido llegar auxilios de víveres, tropas y armamentos. La división de vanguardia a Sil turno partió por tierra para estrechar el cerco a la plaza y recoger los elementos con que se hubieran podido sostener los sitiados. El río Magdalena había pasado de los republicanos a los realistas, por las diferencias de Castillo con Bolívar, la incuria CAPITULO III --------.----.----.----- ----------------- 73 ------------- de los defensores de Cartagena y la falta de un plan donde se hubieran englobado tales vias. Ayer como hoy tienen un valor indiscutible algunos puntos como El Banco, Magangué y Guáimaro, etc., que deciden de las comunicaciones con el interior y con el litoral. Desde el :::.9 de enero el oficial español Ignacio de La Ruz entró a Ocaña, ciudad situada en un punto de notoria importancia militar, como que por esa vía se podia atender a las tropas que operaban sobre el río, y a la vez a las que obraban por la via de Cúcuta sobre Venezuela, o sean los lIGO hombres de la división Calzada. El último de m(irzo sufrieron otros descalabros los patriotas en la toma de la bateria denominada el Suan, que dominaba completamente el río Magdalena en una parte angosta y peligrosa para la navegación de los bongos de guerra. En esta ocasión perdieron 7 cañones de 12 y 16, 1 bongo y algunas municiones. Los realistas se habian adueñado en diversos encuentros de algunas embarcaciones patriotas, las que permanecieron varadas algún tiempo en la Ciénaga, y más tarde artilladas de nuevo y arregladas, constituyeron una flotilla de ocho bongos, con destino al bajo Magdalena (del Banco para abajo). El 3 de abril se combatió en el puerto del Peñón con bastante encarnizamiento, cediendo los patriotas ante la superioridad del enemigo. El capitán La Ruz aprovechó las bocas del César para entrar nuevamente a la Ciénaga y después salir por el caño de las Cuatro Bocas, aumentando su flotilla con otrv bongo tomado a los republicanos. Se alistó la flotilla con los í~lementos reunidos en esas aguas y resolvió el español dominar el Magdalena, para lo cual tomó el cafto Clarín que estaba obstruido por los patriotas, pero vencidas las consiguientes dificultades, el 22 de abril quedó lista la expedición a órdenes del capitán Valentín Capmani, quien cumpliendo órdenes perentorias de don Francisco de Montalvo, atacó a Barranquilla por tres puntos, forzó la población y tomó 43 piezas de artillería de 12, 16, 18 Y 24, 50 quintales de pólvora, 58 cajones d'~ metralla en cartuchos, 1765 cartuchos elaborados con metralla de diversos calibres, 530 fusiles en regular 74 ACCION estado, guerra, DE LA MARINA 10 esmeriles, 42 y otros elementos lanza:;, (1). COLOMBIANA 14 bongos nuevos armados en Ocho días después de estos acontecimientos, Capmani zarpó con la expedición, aumentada por los bongos tomados en Barranquilla, y más de 500 hombres embarcados ahí; llevaba como objetivo la toma de la Barranca del Rey, para evitar que los patriotas pudieran hacer incursiones por el río, aprovechando la boca del canal del Dique. Entre tanto, el capitán de La Ruz había tomado a Mompós 29 de abril, cortando de esta manera las comunicaciones con el interior y dejando a los defensores de Cartagena en las peores circunstancias; para asegurar las bocas del Cauca, se envió un destacamento que subiese sus aguas efectuando reconocimientos. el A mediados de marzo contaban los españoles cerca de cuarenta embarcaciones artilladas, bongos, cañoneros y lanchas, de manera que dominaban el río completamente y estaban en las mejores condiciones para operar sobre el interior, preparando el asedio de la plaza y ayudando a las tropas de la expedición pacificadora. Las flotillas republicanas y reéllistas que surcaban las aguas del Magdalena estaban formadas por bongos armados en guerra, lanchas cañoneras y otras embarcaciones de inferior potencialidad. Para que se vea cuál era la ft,¡erza militar de cada una de éstas, transcribimos a continuación un parte que se relaciona con el armamento de una que fue apresada por los españoles: «Estado que manifiesta las piezas de artillería y municiones apresadas en el bongo Gallinazo, que lo fue el 2 del corriente en el río Magdalena: un cañón del calibre de a cuatro con su cureña de marina; dos pedreros; treinta y nueve balas de dicho cañón; cuarenta y ocho tarros de metralla; cuarenta y ocho (1) Instrucción el excelcntísimo lentísimo sobrc el estado en que deja el Nucvo 5ciíor virrey don Francisco señor don Juan Sámano. dc Montah'o Reino de Granada a su sucesor el axce- 75 CAPITULO III ---------.----------------------------- cartuchos para el cañón y los pedreros (1); Dos fusiles; cuatro lanzas. Zapayán, 4 de enero de ISIS.-Francisco Virues» (2). Las reft:ridas embarcaciones si no constituían aisladamente una fuerza combativa para obrar independientemente, una reunión de ellas en flotillas o divisiones sí formaban lIna fuerza de mucha consideración para transportar tropas a los puertos, defender algunos puntos de apoyo y por tanto dominar la vía fluvial. Al perder los patriotas todas estas comunicaciones y reducirse al recinto fortificado, bien pronto empezaron a sentir la escasez primero y el hambre más tarde. En tal situación las tropas invasoras consiguieron ocupar el puerto de Zapote sobre el Sinú y aJ.i apresar una comisión del gobierno de Cartagena al gobierno general, en la cual se daban con claridad pavorosa muestras del estado angustioso en que estaba la ciudad; la ~omisión estaba formada por el comerciante santafereño don José Maria Portocarrero, (3) quien no alcanzó a destruír el referida despacho, del que tomamos estas líneas: «que a pesar de los grandes sacrificios del gobierno y de los particulares, ya no había recursos para pagar las tropas, que en cuanto a recursos era peor su situación; no existía depósito alguno, ni menos almacenes generales; no se hallaba un grano de maíz ni habían (1) Los aunque pedreros más Bellvé en bronce o hierro, buques piczas su carga su Diccionario se cargaba la culata pero Solía en para 4-59: p;ígína las lihras de r al mortero, Dice "Cañón y media murallas en los buques iba clavada +0 19 \' y pulgada de longitud usarse y semejantes cortas entre IIr. Tomo p;;rticularmenre de la horquilla (2) Duumenlor cie artilleria fluctuaba militar, d~: pie r medio por de guerra, la espiga eran pcqueñas; las falucho>, y Rubió pequeño de de calibre, que y en los plazAs a cuyo cfecro cn la hord •. " 1" f·iJtoria dr ItI pro~'illcia de (',/rtf/gena, 11, tomo p:'gina 3. (3) La historia rez, pariente que hijo bisabuelo del del autcr fiel tradición nero en esa ocasióa, bían ejecutar menores dice del jovcn Portocarrero, exdicrador com0 las prisiones nada del señor capit~n quien de Cundinamarca de este trabajo, en la familia. no p'JJo y él contaba de Bocachica, donde don narrÓ El capirán ser fusilado unos don Mariano 10 acompañaba varias permaneció de Bernardo veces de Bernardo porque diez Manuel de Bcrnardo lo acaecido, Alvarez, las ordenanzas y ocho .años, largo Alva- en la empresa; tiempo. pcro y quedando hecho españolas se le yel Alvarez prisioprohiredujo a 76 ACCION __ DE LA MARI:-JA COLOMBIANA n .,. •• .•••• __ ••• _ en la ci~ldad más de quinientas reses, de suerte que aun contando con los pocos caballos, mulas burros y perros, apenas podían prometerse víveres para cuarenta días. Y aunque se enviaran algunos buques ligeros a las Antillas, a buscar provi:siones, como no había crédito ni dinero, y como por otra parte se corría gran riesgo al penetrar por en medio de la escuadra que bloqueaba rigurosamente el puerto en todas Girecciones, bloqueo que había sido reconocido por el almirantazgo de Jamaica, era muy difícil recibir socorros. En fin, que el número de tropas de línea disponible no pasaba de míl hombres y las fuerzas sutiles eran inferiores a las españolas» (1). LAS FORTALEZAS DE LA CIUDAD Los baluartes en el perímetro de la ciudad eran: 1. San Ignacio 9 caftones de 24 y 16 2. Santiago 8 id. 12 Y 8 2. Santo Domingo 14 id. 24, 12, 16, 18 4. La Cruz 4 id. 16, 8, 6 5. En la plaza de BaIlete 24 id. 6. La Merced 7 id. 16, 12, 8 7. Santa Clara 10 id. 24, 12 8. Santa Catalina 13 id. 24, 16, 12, 5 9. Garita del diablo 2 id. 3 10. San Lucas 10 id. 24, 16, 6 11. San Pedro Mártir 9 id. 16, 3 12. San Andrés 3 id. 16 13. Angulos que miran al puerto 3 id. 8, 4 14. Aduana 3 id. 6, 4 Suman Fuéra arrabal: de los cañones la ciudad 119 o sea del recinto amurallado en el En el arrabal de Getsemaní El revellín ChambacÚ 14 pulgadas. defendido con tres cañones de a doce. con cinco cañones de 10 y 12 Y un mortero (1) Obra citaJa, tomo Ir, página z 36. de éAf>I'fULO jjl Santa Lucía con cinco cafiones de a 16, 12 Y 6. San Antonio o la Medía Luna, defendido por 8 cañones de a 16. Santa Teresa, defendido con cinco cañones de 16 y 6. San José, defendido con cuatro cañones de a 24 y 16. San Lorenzo, defendido con nueve cañones de 24, 16 Y 3 Y dos morteros de 16 pulgadas. Santa Isabel con cinco caliones de a 16, 8 Y 4. Baraona con dos cañones de a 8. En San Felipe de Barajas El fuerte del mismo nombre 24, 16, 12, 8 Y 4 Y de carronadas OPERACIONES con treinta de a 24. DE LOS BARCOS DURANTE y tres cañones de EL SITIO Como hemos indicado ya, las naves mayores de la escuadra española cruzaban por las aguas cercanas a la bahía de Carta· gena, con el fin de e-xtremar el bloqueo impidiendo que llegaran auxilios al ejército sitiado; pero hay las circunstancias que en aquella época de vientos dia a día se deterioraban las fragatas y corbetas, sin tener un abrigo contra las brisas excesivamente frescas, en cambio las fuerzas sutiles eran de suma importancia puesto que mediante Sll cooperaciÓn se proponía el comando realista forzar la entrada a la bahía, aislando los castillos de Bocachica y restando los escasos recursos de la isla de Tierrabomba, en pesquería.y algunas yerbas que aprovechaban los patriotas. Al finalizar agosto la escuadra realista se hallaba fondeada en frente a la ensenada de Santa Calina con un total de 41 barcos, puesto que se habían destacado algunas naves a efectuar el bloqueo mar afuera. Sucesivamente se atacaron algunos puntos de la bahía, por medio de divisiones de las fuerzas sutiles y con tropas a pie, como en Pasacaballos, en donde los españoles lograron atacar con éxito una lancha grande de cubierta cJn tres cañones y dos bongos, encuentro en el cual perecieron algunos soldados patriotas y perdieron provisiones alimenticias que en aquella época eran de tánto valor. En los últimos días de agosto atacaron la entrada del Caño cel Estero, lugar defendido por el alférez de fragata don José 78 ACCrON DE LA MA~INA COLOMBIANA Padílfa, más tarde almirante de Colombia, quien comandaba tres barcos menores; sostuvo por algún tiempo el tiroteo, pero siendo el enemigo muchas veces superior se vio compelido a retirarse por Barú a Bocachica (1). La pérdida de Pasacaballos tuvo una importancia grandísima para los patriotas; ocupado este sitio por los españules, podían impedir sin mayor esfuerzo la introducción de víveres a la plaza. El bloqueo se hacía sentir con su mayor rigor, puesto que una goleta armada con dos cañones de a 24 y dos bongos lIerlos de provisiones provenientes del Sinú fueron apresados. Unos días después, el 29 de agosto la escuadra española situó sus buques de guerra sobre el ala derecha, protegiendo la izqui-erda apenas con !.lnos cuatro faluchos de guerra. Entretanto los patriotas seguían artillando los fuertes exteriores y ejecutando algunas obras de fortificación fuéra del recinto de la plaza, las que eran semejantes a las levantadas en 108 puertos del Magdalena, con estacada doble maciza, bien extendida y trabada, con forro interno de tabla ó ramaje y relleno de tierra. Las medidas tomadas por el pacificador respecto a la disciplina de sus soldados no pudieron ser más rigurosas, para evitar las deserciones y prever la intromisión de los paisanos en los puestos militares, dispuso: «Hago saber a todos los individuos de tropa, que al que se encontrase a más de un cuarto de legua de distancia de los pueblos o puntos en que estuviesen destinados sus distintos cuerpos, sin haber obtenido permiso de sus jefes para ello, se les pasará por las armas; bien entendido que, aunque sea menor la distancia a que fuesen hallacios, no probando objeto determinado, se les graduará por sospechosos (1) del Al estudiar coronel permitimos hace tres hijos, Turbaco miento taba ,¡, :\'lontJ\la, transcribido más nenado los documentl>s Mariano de veinte se degolló a continuación: años ~n él mismn más de cuatrocientos }' Baranoa, de tamaño les ateota,in número por 3). le la \07. hizo por la mayoría suceso UII 'l El espaiíol hospita!eo; en S~banalarga soldados confecciona,',do continuamente Cartdgt!ltl, presentados hallamos toJ"s las privarse Jmé Carbonero, casado J ,c¡arando americano<, de de la conciencia,) a cargo por su naturaleza militares, medicinas g~neral. que en el país y con a!ltes que habíii en con (Bolftín los ar,énico; una existencia /lOS destinado hospitales envede el remordi- que lo atormen- d,1 rjÚc;to drjÚmr CAPITULO .----- - .. ----------. - -.-- ------_ ..... 111 ,-- ---_._----~._- --_.---- y se les juzgará con respecto a las circunstancias, pudiendo en este caso ser también extensiva su pena a la de muerte. Igualmente todo paisallo que ¿(nrigue individuo comprendido en los casos predichos, incurrirá en el mismo de!ito y penas Torrecilla, 20 de septiembre de 1815-Pablo Moríllo" (1). También se dispuso que el que se encontrase caminando o navegando sin el permiso respectivo se castigaría con cincuenta azotes y sería remitido a los bajelcs del rey por ocho años, y los que condujesen víveres a Cartagena fueran ahorcados. El 25 de septiembre dispuso el general Manucl del Castillo en asocio del comandante de las fucrzas navales Eslava, se abordase la fragata ¡¡¡genia, que como hemos dicho se hallaba en mal estado en la isla de Barú; al efecto, aprovechando que por la dirección del viento y la distancia los otros barcos no podían dcfenderla, se embarcasen 400 hombres escogidos en 8 goletas de la división del comandante Luis Aury. Empero, como aún se debatían los defensores de la plaza en rivalidades y bandos, sucedió que este marino era del partido contrario a Castillo, no cumplió sus órdenes en la preparación del suceso; por su cuenta hizo un desembarco en la isla de Santa Ana; efectuado éste, siguieron hacia el pueblo nombrado los marineros desembarcadlJs con Aury en algún desorden, el cu:lI aprovechó el realista teniente coronel Carnacho, quien a su turno sorprendió a los patdotas, causándoles una derrota, en la que perdieron 25 muert(,s, 35 heridos y 130 fusiles; el resto de la expedición logró rccmbarcarse. Al mismo tiempo, como ya los últimos recursos tocaban a su fin, se dispuso que el capitán Sanarrucia hiciese una salid:! por el caflo del Estero, con el propósito de conseguir algunos víveres y a la vez para adquirir noticias del enemigo; el oficial patríota pudo burlar la vigilancia de los enemigos y salir sin novedad, pero los españoles noticiados de su próxima llegada, repartieron tropas, de suerte que quedase completamente bloqueado en un angosto lugar, que adelTl¿'ts obstaculizaron; regresaba el capitán patriota después de ejecutar SlI misión, cuando fue sorprendido ¡:lor un destacamento realista al mando del capitán Si(1) Obra citad., tlimo 11 f'ágilla 1I S. ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA --------_._------- ----.--.---.--- .. -- - _."--- --------------- ---~ cilía, venció la resistencia que se le oponia a su viaje y cayó en la celada; atacados por todos lados, inmovilizados y fusilados bárbaramente, sus soldados se lanzaron al agua, donde perecieron muchos, y el oficial, antes que ser tomado prisionero o huír cobardemente, hizo el valeroso gesto de romperse la cabeza de un tiro de pistola. El párte suscrito por el oficial realista que preparó la celada, Sebastián Díaz, dice enfáticamente: «Habiendo oído a la una del día de hoy desde este punto (Torrecilla) algunos cañonazos y al poco tiempo tiros de fusil hacía la entrada del estero por la parte de Santa Ana, creí desde ILlego era el convoyenemigo que aguardábamos, y que el capitán Sicilia atacaba por retaguardia según habíamos convenido. Al momento me embarqué con 40 hombres de las compañías de cazadores y algunos de la segunda. Como las circunstancias habían variado por ser de día, y los apostaderos iban a ser descubiertos, coloqué en el flanco derecho de la enramada o trampa una emboscada de 35 hombres mandados por los capitanes don Pedro Alcántara M0feno, don Fabián Pérez y el teniente (\on Antonio Fernández, con la instrucción de dejar entrar al enemigo hasta la enramada, donde debían hacer una descarga y arrojarse a él con machete en mano. Otra canoa con 16 hombres se situó en el caño de Nangata; en esta disposición. mandé retirar las canoas, resueltos todos a morir o vencp.r. Se pasó más de una hora sin oirse fuego, pues el capitán Sicilía llenó mis deseos metiéndolos en el Estero. Muy ufano el enemigo por haberse librado de ese primer encuentro, llegó batiendo caja hasta el obstáculo, hizo esfuerzo para vencerlo, y quedó clavado el bongo ck guerra; entonces el bizarro capitán .\1oreno mandó hacer una descarga cerrada, con tal acierto, que todo fue aturdimiento y terror entre los enemigos, arrojándose al agua por huir de la muerte que el vivo fuego de nuestros soldados les enviaba, apoderándose como leones del bongo de guerra, canoas armadas, un bote y 80 hombres de tropa y marinería. El bárbaro Sanarrllcia. que se hallaba a retaguardia en el bote, viendo holladas sus rebeldes banderas, sin esperanza y lleno de horror, murió con la cobardía propia de un asesino." (Obra citada, tomo 11, página 124). No sólo se insultaba la memoria de un valeroso oficial que CAPITULO 81 l1l prefirió darse la muerte por su mano antes que servir de burla a los sicarios de su patria; el general Morillo dispuso que su cuerpo fuera mutilado y escarnecido, enterrándolo en ur.a caballeriza. La pérdida de íos patriotas fue de un bongo de guerra con un cañón de a 4, cinco canoas con diez esmeriles (1), gran cantidad de cartuchos para esmeril, ochenta y dos cartuchos de a 4, un cajón de estopines, miles de balas de metralla, ochenta y dos fusiles y algunos viveres. La escuadra española en esos dias recibia víveres y elementos de todo género, especialmente agua dulce de Santa Marta, puerto habilitado tomo lugar de depósito para los abastecimientos de la escuadra y el ejército. Habiendo entrado cinco barcos cargados de alimentos para los sitiados, a mediados de noviembre, dispuso el comando realista extremar el asedio, para lo cual era a todas luces indispensable dominar el puerto. Como primer medida se construyó una bateria en el punto dominante de Cocosolo, se aumentó la fuerza sutil con los bongos que operaban en el tia Magdalena, los cuales entraron por Pasacaballos; se armaron tres obuseras más y se dispuso tomar a Tierrabomba, medida que cortaba por completo la comunicación con los castillos de Bocachica, en los cuales se sabia existían algunos elementos. Con el propósito de distraer la atención a otro punto se ejecutaron al tiempo dos operaciones: el ataque a Ti~rrabomba y a La Popa, esta segunda medida se encargó al oficial J. Maortúa, quien debia proceder asaltando por sorpr.esa con parte de la columna de cazadores, y que su ataque en caso de que fuese visto se redujera a la simple diversión, en apoyo de la primera operación mucho más importante. La Popa fue defendida valientemente por el coronel Stuart y el comandante Soublette, y rechazados todos los ataques, perecieron entre algunos de los (1) de Esmeril. udinario treinta su peso}' Pieza pesaba y siete calibre~, dimensiones, litllT de Rubio y Bellvé, d.= artillería tres antitua, y quintales y de diez onzas según tomo (uerc Ir, de peso reforzada página algo cincuenta ma) or que libras., la bala siendo el falconete, su que disparaba; o extra(,rdinaria longitud que de variando (Diccionario 37%). 6 Mi· ACCION D~ LA MARINÁ COLOMBIANÁ asaltantes Maortúa y otros oficiales. En cambio, los atacantes de Tierrabomba al mando del coronel Morales, obtuvieron un triunfo gracias a la superioridad numérica y a la mejor calidad de la artillería de SlIS barcos. Esta operación se efectuó asi: En las primeras horas de la madrugada del 12 de noviembre una división española de bongos, al mando del teniente de navio don José Laserna, se dirigió a iniciar el ataque; avistados por el vigía de La Popa inmediatamente salieron al encuentro seis goletas y balandras patriotas con una flotilla de seis bongos armados en guerra, se aproxímaron los patriotas y atacaron denodadamente a sus enemigos; parece que Laserna ordenó se obordase y que las goletas impedían su intento. Para esperarotras n3ves que le dieran una fuerte superioridad, resolvió Laserna acoderarse en la costa de Caño de Loro, pero hasta el anochecer no ocurrió suceso importante. Al dia siguiente continuó la lucha, y de pronto se aumentaron las embarcaciones españolas con tres bongos de las fuerzas sutiles del Magdalena que penetraron por el Caño del Estero; los republicanos a su turno tuvieron el refuerzo de una goleta que llegó a formar en su fila defemjiva. El dia 13 llegaron tres barcos más a los realistas, con lo cual dominaban a los sitiados, de suerte que éstos empezaron a retirarse y sin ningún viento se vieron obligados a remolcar con los botes y a remo las goletas a la vista del enemigo; unos disparos hechos por la batería de Cocosolo causaron algunos daños. Tierrabomba quedó de esa manera en poder de los realistas y el sitio aún más estrecho en momentos en que todos los viveres se agotaban; los moradores de Cartagena más que séres vivientes eran espectros lívidos atacados por el hambre, las epidemias y la muerte; caían por centenares en las calles, infestando la atmósfera con las emanacíones de sus cuerpos en descomposición. LA EXPEDICiÓN DE LOS EMIGRADOS El señor Lino de Pombo, en sus reminiscencias del sitio de Cartagena, hace una descripción en la que resalta la angustiosa situación de los sitiados: cómo las carnes y harinas podridas, el bacalao rancio, los caballos enflaquecidos, la salmuera de burros, perros y ralas y los ¡;ucros de las camas del hospital, CAPITULO ~-~._-~,~-------- -.---- 11I --- ------------ 83 -~.. constituían el alimento de las familias ricas, que a fuerza de oro y joyas podían conseguir tan odioso alimento. Ya en los primeros días de diciembre la muerte flotaba por sobre las murallas como un invisible pendón, y el aspecto de la ciudad orgullosa era el de un hacinamiento de enfermos y moribundos que se arrastraban en busca de un mendrugo; ni el sitio famoso de Zaragoza, ni el ,heroico de Gerona llegaron a instantes de miseria y dolor como Cartagena en 1815. El 4 de diciembre murieron de hambre 300 personas. No había, entretanto, una sola voz de debilidad que aconsejase la rendición de la plaza. Se esperaba la muerte como una cosa grande y necesaria. Tomados los puntos principales, agotados todos los recursos, las fuerzas físicas de los defensores mermada~ por la falta de alimento, era inútil resistir más tiempo; así, pues, resolvióse formar una expedición COI1 los barcos surtas en el puerto, que eran los ya nombrados, con los comandantes siguientes: Goleta Estrella armada en guerra, al mando del teniente de fragata don Nicolás Valest. Goleta corsaria Presidente, al mando del alférez de fragata don José Padilla. Goleta mercante Gobernador, cuyo capitán lo era el francés N. Souffren. Goleta de guerra General Befmtídez, mandada por el teniente de fragata don Matías Padrón (venezolano). Balandra de guerra Concepción, mandada por el alférez de navío don Ventura Izquierdo (español). Goleta mercante Amador. Bergantín mercante Dos Amigos. Balandra de guerra Micomicona, al mando del alférez de navío Gutiérrez. Goleta mercante El gran Sultán. Pailebot cailonero Fogoso, al mando del alférez de navio don Joaquín Orellana. Faluchito mercante Emboscada, donde sali6 el teniente coronel Santiago Stuart. Goleta corsaria Republicana, !'>ucapitán era N. Barbanfume. Goleta de guerra Constituciófl, su comandante era también el de toda la flota, teniente de navío don Luis Aury, quien llevó a 84 ACCION DE LA MAHINA COLOMBIANA su bordo a los generales Bermúdez, Eslava y Palacios, él coronel Mariano Mantilla y al comandante Soublette y muchos otros oficiales (1). El gobierno de Cartagena que entonces lo integraban don Elías López Tagle y el general José Francisco Bermúdez, dispuso que como no se podia sostener el sitio por más tiempo y en cambio no se debia tratar con los españoles una capitulación, era menester desocupar la plaza, para lo cual alistaron las embarcaciones anotadas avisando a todos los que quisiesen ocuparIas. Como últimas medidas se clavaron los cañones de La Popa y Sa:l Lázaro, y al atardecer se embarcaron cerca de dos mil personas en la flotilla aquella cuyos capitanes, en su mayor parte corsa ríos y aventureros, poco se preocuparon de la suerte de los miseros emigrantes, y de ahí que faltasen alimentos, agua y se les diese a algunos un trato despiadado y soez. En la tarde del 5 se alistaron las naves e izaron las velas, pero el viento en extremo flojo se llamó a una calma completa y llegó la alborada del siguiente día; no obstante estar a la vista del enemigo siguió la flota de enfermos y moribundos cartageneros hasta llegar al tiro de las baterias españolas que cruzaron sus fuegos, causando algunas víctimas entre las mujeres y hombres indefensos. En tanto que en Bocachica recogíeron los barcos republicanos algunos defensores que podían embarcarse, los buques españoles rompieron el fuego sobre aquéllos, pero al fin alcanzaron a forzar el paso. Ciento diez dias duró el sitio de Cartagena, según el documento publicado en 1823, en Londres, por una sociedad de americanos. Perecieron entre las convulsiones de la peste y los mordiscos del hambre 6613 personas, o sea la tercera parte de la población. El exvirrey don Francisco de Montalvo, al narrar el estado de la plaza cuando entraron los realistas, dice estas palabras: « El aspecto horrible que presentó la ciudad a nuestros ojos no se puede describir exactamente. Cadáveres por las calles y casas, unos de los que acababan de morir al rigor del hambre, y otros, de los que habían expirado dos o tres dias antes, que por ser en número considerable, parece qlle 110 hubo (,) Obra citada, túmu 11, página z 5 J. f~e'H-'l'i11 don .Jos(- F"allC'Ísc'o I IIX! ,\!~i\ii( ill i) 1ST I ' I \\\.'JI.. 1 (¡\In \'jl'~;,\ Fl l' I iLL ¡ ():\ BC'l'llllíclc'z 1i:J'! DI. ,\ "1. \/.\ PLSI'l!:- J" 1. (( 1.:,\;; IIL U J. Ul' L\ J li t P;¡· L CAPITULO 11/ 85 tiempo para sepultarios; otras personas próximas a fallecer de necesidad; una atmÓsfera sumamente corrompida, que apenas permitía respirar; nada, en fin, se dejaba notar en estos infelices habitantes sino llanto y desolación.» No obstante, al entrar las tropas, los instintos sanguir.arios del canario Francisco Tomás Morales no se contuvieron ante tánta desgracia; en los castillos de Bocachica fueron sacrificados cobardemente 60 hombres y en el resto de la ciudad 600 el 6 de diciembre. La suerte de los proscritos fue infortunada, casi como los días amargos y dolorosos del sitio; en hacinamiento vergonzoso iban en goletas mandadas algunas de ellas por aventureros sin conciencia, como el capitán Michiel, quien abandonó en la isla de Providencia a sus pasajeros, después de haberlos saqueado y robado; unos barcos llegaron a distintos lugares y otros fueron apresados por barcos españoles; remitidos a las autoridades peninsulares algunos desgraciados emigrados y más tarde llevados al patíbulo. Hubo un barco que llegó a la isla de Cuba con sólo ocho personas de ciento noventa que se habhn embarcado en Cartagena. Solamente los que iban a bordo de las goletas Constitución y Sultana, aunque diezmados por las consecuencias de sus privaciones, llegaron primero a Jamaica y más tarde al hospitalario Haití, donde el presidente altruista y magnánimo Petión, les tendió su mano de protector y de férvído amigo de la libertad. COMENTARIOS La acción de la escuadra española sobre la plaza de Cartagena revistió la característica de una gran superioridad sobre la colombiana, que no pudo ejercer ningÚn movimiento defensívo; estratégicamente asumió el comando español la ofensiva activa al ir tras de su objetivo, que era la rendición de la plaza y protección de los desembarcas del ejército. Redujo a un verdadero encierro los barcos patriotas; ejerció el bloqueo mediante estrictos cruceros y destacó las fuerzas auxiliares (sutiles) con los cometidos de dominar las aguas fluviales y forzar el paso al interior de la bahía. 86 ACCIO~ DE LA MARINA COLOMBIANA Debemos tener en cuenta que el mar en las cercanías del litoral es bastante peligroso durante las épocas de fuertes y prolongados vientos, cuya dirección es casi sit:mpre hacia la costa. Entonces ocasionaba averías en el casco y aparejos de aquellas naves necesitadas de puerto, después de varios meses de difícil navegación. Como no podía salir la escuadra colombiana de sus defensas a librar una acción en alta mar, ni cañonearse con los fuertes, permanecieron los marinos peninsulares en espera de combate, sin que éste llegara; las pocas balas cruzadas al mísero convoy de los emigrados fueron disparadas sin ejecutar los aprestos del caso, como zafarrancho de combate, etc., y podemos afirmar que el comando realista quiso voluntariamente dejar escapar a los sitiados, bien por no sacrificar esos miles de personas colectivamente, o quizá por no verse en el caso de tener que alimentarlas. Así como la impopularidad del gobierno de Cartagena produjo trastornos, desconocimiento a las autoridades y revolución interné.'l, la indisciplida de aquellos aventureros capitanes de barcos, sin conciencia, formaban sus naves una escuadra heterogénea y deficiente para las necesidades militares de la defensa. Un ejemplo claro fue el mal éxito del apresamiento en la isla de Barú de la fragata lfigellia. aventura en la cual se desobedecieron las órdenes del comandante Eslava. Valest, Souffren, Barbanfume, Michiel y otros corsarios extranjeros no luchaban por una causa santa, ni tenían ante quién rendir cuenta de SllS acto~, tan s610 se dejaban llevar de su sed de riquezas. En todo caso, a los patriotas les faltó un plan defensivo, un comando enérgico y eficiente, que tomando las riendas del gobierno con mano resuelta, como lo hubiera hecho Bolivar, quizá se habría logrado hacer levantar el sitio como ya lo había pensado Morilla en los primeros días de diciembre, cuando las bajas de sus tropas por las enfermedades del trópico empezaron a diezmarlas. ---Ol(i ~~~-::-)O'--- CAPITULO IV La escuadra del almirante (COOPERACION DE UNA ESCUADRA Brión AL EJÉRCITO (1817, 1818, 1819) ANTECEDENTES La expedición de los Cayos de San Luis, además de llevar al continente la entusiasta acción de los guerreros patriotas en la forma que hemos visto, tuvo también la importante adquisición de la escuadra en que vinieran los expedicionarios, y que más tarde se aumentó considerablemente con los barcos apresados a los españoles, los recibidos de Inglaterra mediante contratos del gobie:-no republicano, y finalmente, las embarcaciones menores construidas en los astilleros improvisados y que formaban las escuadrillas de fuerzas sutiles, indispensables en la navegación del Orinoco, el Apure y el Arauca, a bordo de las cuales se embarcaron todos los valiosos elementos traídos del exterior. Una vez desembarcada la expedición, la escuadra prestó los siguientes servicios: hostilizar en la costa venezolana los barcos españoles que hacían comercio con los puertos de la Guaira, Puerto Cabello y Cumaná ; hacer las presas de estos mismos barcos, y prove~r al ejército desde las Antillas inglesas y MarJarita, ésta entonces en poder dd general Arismendi, del vestuario, armamento y equipo contratado por don Luis López Méndez, y que venía a constituir la gran fuerza material para la creación de nuevas unidades. 88 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA A la vez que levantaba el decaido ánimo la resuelta obra del general Piar, el almirante con sus barcos impedía que los realistas intentaran invadir la Guayana, lo cual hubiera motivado un ataque por retaguardia del ejército patriota, y por tanto su irremisible pérdida. Definida ya la idea de emplear la Guayana como base de operaciones de la nueva campaña, el Libertador, que habia desembarcado nuevamente en el continente elLo de enero de 1817, esta vez para no abandonarlo ya más, se pudo unir a las tropas del general Piar en las proximidades de Angostura, ciudad que no había podido rendir el hábil y valiente general corazaleño (1), La fecha de su encuentro fue el 2 de mayo de 1817, después de sufrir Bolívar y sus reducidos compañeros toda clase de privaciones y peligros, entre ellos el de morir de hambre en las selvas inhóspitas del Orinoco. Bolívar dispuso el paso de las fuerzas al otro lado del río, para evitar un ataque de los españoles que a buen seguro las hubieran diezmado, por hallan~e en malas condiciones con respecto a número y armamento. Las operaciones de los marinos americanos tuvieron su prinCIpIO en el apresamiento de dos f1echeras, una cañonera, 27 callones y otros efectos de guerra, por un pequeño destacamento de embarcaciones menores, al mando del coronel Armario, en el apostadero de Fajardo. AlIí el general Bolívar determinó que la operación que importaba «era apoderarse del rio, con lo cual la ocupación de La Guayana era infalible." En una carta fechada ellO de enero de 1817, en Barcelona, le significa al general Piar que la diseminación de las tropas republicanas es nociva; y de la escuadra le dice: «Estoy seguro, por informes los más exactos y dignos de crédito, que sin una flotilla respetable no es posible tomar La Ouayana. Un buque inglés procedente de Granada y que ha poco estuvo allí, me ha instruido de las fuerzas marítimas. Las nuéstras son muy inferiores a ellas y además no pueden separarse de las costas hasta asegurar todas nuestras comunicaciones externas, por donde recibimos los auxilios y elementos para la guerra. No perdamos (1) Se ha afirmado que el general por historiadores Manu-:l Piar era na.tunl contemporáneos de Cuacas como Tavera y de ilustre prosapia. Acosta, CAPITULO ---------------- 89 IV ------ -----.-------.------- nuestros esfuerzos. Aún no es tiempo de tomar La Guayana. Llegará ése y con suceso.-Simón Bólívar» (1). El Libertador veia claramente el valor de la escuadra para la empresa de ocupar a La Guayana, pues sin el dominio de las Bocas, era peligroso que las tropas quedaran bloqueadas dentro del río, en el que tampoco se tenia el dominio fluvial. Pero para que el almirante obrara de una manera independiente y según los principios elementales del mando, era preciso crear una entidad superior de marina que fuese la dirección y la cual tuviera el control de todos los barcos patriotas; y al efecto el marino Brión, con iniciativa plausible, consultó al general Bolivar sobre la creación de un almirantazgo. De la misma ciudad donde signó la anterior comunicación, envía el día 17 de enero la siguiente al almirante: «Cuanto V. E. ha ejecutado hasta aquí, con respecto al establecimiento del almirantazgo, es tan interesante como juicioso. La marina en manos de V. E. será bien pronto respetable, el almirantazgo estará formalmente establecido y la república gozando de sus ventajas. Creo, cuma V. E., utilísima la remisión de los individuos turbulentos a esa isla de los pueblos del interior, para formar batallones de marinos. Libraré las órdenes necesarias para que se vayan enviando a disposición de V. E. cuantos puedan aprehenderse, lo mismo que los marinos que haya por los pueblos de la costa.» «Apruebo el establecimiento del tribunal para conocer de los crímenes cometidos por los marinos, cuyas sentencias podrá V. E. ejecutar por ahora, como igualmente cuantas medidas tenga a bien para sostener el decoro y honor del pabellón de Venezuela.-Simón Bolívar.» Esta entidad de mando era tanto más necesaria cuanto a ella correspondian, como hemos visto, múltiples funciones de organización, de justicia, de aprovisionamiento, y en fin, de todas aquelIas cosas que se presentan en las épocas anormales de la guerra. Consta de documentos irrefutables, como son las comunicacion~s del general Piar al jefe supremo en enero de 1817, (1) O'Leary. Obra citada, tomo XV, página 117. 90 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA las insinuaciones que a este jefe hacía respecto de la toma de La Guayana para las armas libertadoras, y en donde afirmaba que sin la escuadra era dl' todo punto inútil intentar nada; daba al Libertador esperanzas de éxito, si por las circunstancias se vieran los barcos atacados por el enemigo y dl'cía que no eran temibles ya pOI su número ni por sus tripulantes. De ahí que nos atrevamos a sentar como principio y en desarrol1o de la tesis que sostenemos, la indiscutible importancia que el factor marítimo prestó en la faz general de la campaña, la armada en combinación con el ejército, para dominar el territorio más rico y que daba mayor incremento a la conducción de la guerra. EL PODER FLUVIAL El extenso Orinoco, cuyas bocas son navegables por barcos de gran calado, cruza el interior de Venezuela regando las ricas tierras de Las Guayanas, en donde estaban ubicadas las misiones de Caroní, las cuales ofrecían con la abundancia de sus ganados, la densidad de su población y los varios elementos para la vida de muchos moradores, seguros recursos para el sostenimiento de una campaña. Además, el mencionado río se prolonga por el interior del continente en varias vías fluviales de gran capacidad, como son el Apure, el Arauca y el Meta, que llegan hasta el centro de la vasta nación que entonces luchaba por su independencia. El conkndor que dominara el larguísimo curso del Orinoco, debía juzgarse como poseedor de la llave para los seguros éxitos de la guerra que se iniciaba en esa zona del país, ¿ sin esa vía cómo hubiera aprovisionado el Libertador sus tropas diseminadas en los territorios ribereños? Al comenzar enero los españoles tenían ese dominio, y el jefe supremo convencido de la necesidad de supeditar la flotilla española, se dio a la tarea de organizar astilleros donde se pudiera poner la quilla de flecheras y otras embarcaciones menores de incalculable utilidad (1). También dispuso de la fortificación (1) Las flecheras eran las embarcaciones bían ese nombre característico; de velas. que por su ligereza en el andar reci- así como todas las que actuaron entonces eran CAPITULO IV 91 semi permanente, valiéndose para esta empresa de la actividad del general Arismendi, militar emprendedor e infatigable, y ordenó la construcción de reductos para proteger la escuadrilla en caso de ataque d{~los peninsulares, quienes tenían supremacía de fuerzas. El Libertador había reunido cinco f1echeras y cuatro que fueron botadas al agua formaban una pequeña división de nueve embarcaciones, la cual estaba al mando del capitán Rodríguez. Avistados que fueron los barcos mayores de la escuadra de Brión, que venían de la isla de Margarita, se dispuso la forzada del bloqueo en las Bocas para unirse al almirante, aprovechándose del silencio de la noche, el día 2 de julio. Con éxito se empezó la empresa, los republicanos pasaron sin ser sentidos, mas, dos flecheras extraviadas que tuvieron que regresar, dieron la voz de· alarma y atacados por fuerzas superiores Se dispersaron y buscaron refugio en Casacoima. Habiendo temido el Libertador por la suerte de esta escuadrilla, dispuso pasasen las tropas de que disponía al lugar mencionado con sus oficiales, pero el enemigo dándose cuenta de este movimiento envió tropas a flanquear a Bolívar, con el acierto de llegar a la propia retaguardia patriota, en donde se hallaban el general y su Estado mayor; sólo la oscuridad y el arrojo personal salvaron aquella noche a los ilustfes jefes de la crueldad de las bayonetas españolas. Fue en esta ocasión cuando oculto, perseguido, sin recursos el gran Libertador, llevado de la inspiración de algo muy grande, con verdaderas palabras de vidente, les habló a sus oficiales del proyecto enorme que hervía en su cerebro, de libertar a Venezuela del tiránico poder de Morillo, penetr:.lr en seguida al territorio de la Nueva Granada, ganando su suelo para la causa de la libertad y llevar sus triunfantes huestes a las dilatadas regiones del sur, hasta las antiguas heredades de los hijos del sol; hubo alguno de aquellos oficiales que compulsando la aflictiva situación por la que atravesaban y lo imposible de aquellos sueños, lo juzgaran loco (1). Bolívar, como lo dijo esa noche infausta, lo cumplió. (1) El capitán Marte!. 92 ACCIO~ DE LA MARINA COLOMBIANA La hoya hidrográfica del Orinoco tiene la característica peculiar, además de las caudalosas aguas que hacen de este río una vía r.avegable por grandes veleros, bien adentro del país, la de que los vientos soplan contra la corriente, lo cual facilita en grado sumo la navegación de dichos barcos, remontando el curso del río. El oficial irlandés, de cuyas memorias ya hicimos mención, penetró en esa campaña por el río, y de su trabajo tomamos estas Iineas: « Las tierras de la costa de Guayana son muy bajas hasta una gran extensión del interior; así es que no se las ve ni de lo alto de un mástil hasta que se está muy cerca. El aspecto de esta costa ofrece la particularidad de que no se presenta sino a través de una atmósfera vaporosa formada por el excesivo calor del clima al ohrar sobre un suelo húmedo.» «La uniformidad de esta línea de costas y las numerosas entradas al río, de las que siete son navegables, hacen que sea muy difícil hallar el canal que conviene a los barcos g-randes. Los indios mismos que habitan los bosques cercanos se extravían a menudo en el laherinto formado por las numerosas caletas. Aunque esta costa ofrece en todos sus puntos un fondeadero para los huques, se ve frecuentemente hatida por una fuerte. marejada que hace peligroso acercarse, a menos que no se tenga a hordo un buen piloto que esté habituado al paraje. La entrada al Orinoco está, además, llena de escollos, probablemente a causa del fango y grava que arrastra en gran cantidad el río en la época de las inundaciones periódicas» (1). La descripción de esta parte del río está de acuerdo con la que hace el barón de Humboldt, quien afirma ser tal el sinnúmero de vueltas y el laberinto de algunas partes de su curso, que existiendo lugares de las misiones que están separad.os por distancias menores de una legua, duran los moradores hasta un día en sus canoas, siguiendo las sinuosidades de aquellas aguas. este Cuando ya el Libertador pudo contar con el dominio de gran río, una de sus primeras disposiciones fue la funda- (1) Memoriaf de un ojitia! de Terán, pá¡ina 24. 111 Legión britá,,;((/. Traducción por Luii d~ CAPItULO ción de un curso para res que necesariamente IV el aprendizaje de prácticos serían muy frecuentados. de estos luga- La posesión del ríu es a juicio nuéstro la más importante operación preliminar de la campaiia, y lo que nos maravilla es cómo un general como Morillo, que sin duda l·ra un militar sagaz, no obstaculizó de todas maneras su ocupación por los patriotas, tanto más cuanto los españoles estaban en mejores circunstancias para ello, al tener supremacía en la marina de alturas, como suficientes fuerzas sutilt:s para la navegación fluvial. El primer encuentro de consideraciÓn qut' vino a tener influencia muy marcada en la pérdida del rio para el poderío español, fue el siguiente: COMBATE DE PAGAY0S El almirante Brión había llegado a las bocas del Orinoco con una división de cinco bergantines y dos goletas, como barcos mayores, y una escuadrilla de cínco f1echeras al mando del comandante Oiaz, las cuales hacian un recorrido por el caño de Macareo. Los españoles que tripulaban 1G f1echeras hallaron dos de estas embarcaciones republicanas en las cercanias del Apostadero de la vieja Guayana; abordáronlas y pasaron a clIchillo a sus marineros. El comandante margariteño Antonio Oíaz, al conocer la suerte de dos de sus f1echeras, lleno de ira, valeroso como ninguno, sorprendió con las tres que le quedaban la escuadrilla peninsular, cinco veces mayor en nÚmero, y con ánimo sin igual se fue al abordaje, consiguiendo recuperar las dos embarcaciones perdidas, apresando dos enemigas, echando a pique cinco y vengando con la vida de sus tripulantes la de sus compañeros sacrificados cobarder.:~nte. Con la huida del resto de la escuadrilla, quedó abierto el rio a los barcos mayores de la esclladra republicana; subiólos el almirante hasta el mismo sitio de Casa coima. Como aún tenía superioridad la española, resolvió el Libertador construír un fuerte bajo cuyos fuegos pudiera refugiarse la escuadra en caso de un combate desgraciado; tal obra de fortificación recibió el nombre de Fuerte Brión. 94 ACCIÓN DI! LA MARINA COLOMBIANA Siguió una época de inusitada actividad para los patriotas; el general organizaba con los escasos elementos de que podia disponer, los trabajos en el astillero de San Miguel, las fortificaciones, construcción y reparación de barcos; al mismo tiempo disposiciones sobre el aseguro del ganado ocultándolo en la montaña, órdenes respecto a la mejora de los servicios de los indios de Puga, resoluciones sobre los juicios militares y atendiendo a las divisiones fomentadas por la conducta de jefes como el general Piar. Preocupación constante para Bolívar fue asegurar el dominio fluvial del Orinoco y el Apure; en 18 de noviembre de 1817 acepta el plan solicitado por el almirante Brión para asegurar la defensa de los ríos y litorales; veamos cómo se expresaba: «Al excelentísimo señor almirante-Excelentísimo señor; Conforme al plan de defensa presentado ayer por V. E. al consejo de estado he dispuesto que se construyan y armen a la mayor brevedad veinte cañoneras y dos bombardas, y se formen dos bata:lones de marina. Las cañoneras se armarán: una, con un cañón de a 32 en proa y diez de ellas llevarán uno de a 18 en popa, y las diez restantes de a 12. Las bombardas llevarán, una un obús real y otra un mortero. V. E. está autorizado plenamente para ejecutar esta resolución, haciendo que se construyan en el astillero estos buques y que se armen del modo dicho. Como ni en la plaza ni en los depósitos de la República hay toda la artilleria necesaria para estos armamentos, autorizo también a V. E. para que los solicite de los paises extranjeros, debiendo el consejo de gobieflJlo ajustar~os y pagarlos. V. E., que conoce la urgente necesidad de proveer de defensa el Orinoco y nuestras costas, sabrá emplear en estos trabajos toda su actividad y celo. Yo los recomiendo a V. E. y espero verlos terminados tan pronto como el interés de la República lo exija-Dios guarde a V. E. muchos años. Angostura, 18 de noviembre de 1817-7-Simóll Bolívar» (1) El resultado del combate de Pagayos fue nada menos que la evacuación de la ciudadad de Angostura por el general Latorre el 17 de julio de 1817. Con esta posición se adquiria dominio sobre el río Orinoco, y por tanto era el principio de los éxitos. (1) a'Lear)', obra citada, tomo XV, página ¡6¡. CApiTULo IV 95 LA ESCUAD~A ESPAÑOLA Comprendiendo el g~llcral Morilla la importancia militar de la isla de Margarita como lugar de refugio de los barcos corsarios republicanos y como base de operaciones de la escuadra del almirante Brión, determinó tomarla, y para ello concentró las fuerzas navales de que disponía. Con una escuadra de 22 velas y un ejército numeroso se presentó Morilla en frente de la isla el 8 de julio. Las autoridades republicanas hicieron los aprestos más urgentes para evitar la toma, y al efecto, el general Francisco Esteban Gómez dirigió la siguiente comunicación, en la cual se ve la escasez de artículos de guerra y la resolución de' resistir todas las embestidas del Pacificador, hasta morir. «Ciudadano comandante de San Juan-Diez y media de la noche. A esta hora acabo de recibir el párte oficial que U. me comunica sobre el número de buques que cruzan las costas de la isla y no hay duda que intentan alguna hostilidad contra estos puntos. Es preciso evitar toda sorpresa y prnerse en estado de alarma, anunciándola con el pedrero por economizar la pólvora, pues no tenemos toda la suficiente para los choques que puedan prepararse. Preferir la muerte a la esclavitud debe ser el último deber de los republicanos. Vivamos preparados para resistir un choque, y en todo caso cuente U. conmigo, pues con su aviso volaré a donde ocurra el peligro con cuanta fuerza tenga disponible, para sacrificarme en defensa de mi patria. Si U. necesita auxilios, pidalos al comandante del norte, a quien a esta misma hora le comunico mis órdenes al efecto. Mucha vigilancia y actividad y contemos con la victoria. Dios gualde a U. muchos años. Ciudad, julio 8 de 1817-7 -Francisco Oómez.» Hasta el 14 resolvió efectuando desembarcas en manera más encarnizada y españoles, mas debido al del cual quedó en extremo vantar el asedio. iniciar su ataque el general Morillo, los dias sucesivos; se combatió de la tenaz en combinación con los barcos valor indomable de los margariteños, asombrado el espaflol, tuvo que le- ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA Ante la invitación enviada por Morillo para que se entregase, respondió el general Gómez con palabras tan llenas de dignidad y entereza, que el mismo pacificador los pintó en sUs comunicaciones al rey, como «gigantes, combatiendo como tigres, y presentándose al fuego y a las bayonetas con un ánimo de que no hay ejemplo en las mejores trQpas del mundo.» Decía el general Gómez: «Los espartanos de Colombia combatirán hasta perder sus vidas; y si V. E. fuere vencedor, será señor de las cenizas y lúgubres vestigios que quedarán de nuestra constancia y valor. Con eso se completará su tirana ambición, mas no con dominar jamás a los ilustres defensores de la nueva Esparta.» Morilla envió estas comunicaciones al rey con esta frase: «!uzgue vuestra majestad " Como el ejército español se estrellaba inútilmente contra la valerosa defensa de la isla, y en cambio sabía Morillo los progresos de Bolivar en el Orinoco, levantó las operaciones con bastantes pérdidas y sin haber logrado su intento (1). (1) De los ~IUTltes fonilicacione" otra (!ue .~e Morillo eran: s(Jbre Pamf13r3r Margar:ta El fuerte 1" tomamos con dos piezas, referente a las y uno de a I Z de a 8. cen Batería de El Calvario, Batería de que tiene Áitl1lrifm con la Ca~al1ta un cañón (a barlo\'cnto de a del 24. dicen puerto), ~iene d'ls. con un cañón de a 8, d'. tres. El ca~tillo y I~s demás !'"nilicado baterías que tenh el ejército espafiol. Batería El de La Libertad, número tres piezas tiene una pieza. dt' P6r/¡/fllrJr. Lna trinchera I de hierro. ídem el y 2 otra, en la Pefia Blanca d"s pIezas. Putblo boca rota, que Putbla dd ¡':ornft. El cerro En la playa me se entra en <!ue [iencll caiión 11:\ de w y con la era el de l. balandra. un cafión en el ruerro, inmediatu de a 8, situado y a la derecha a I~ f,C!blación en una altura dos piezas c,rá f.lrtificado de la izquierda, de a 6, c()I()cadas confursin merlo- nes ni tcrraplén. Una de a batería en e1 PortachLl~lo de San J uall, con su trinchera y un cafión I z. En el Portachuelo del norte tiencn UII Cañón de al:: a la dc:recha de la CAPITULO 97 IV SUCESOS EN 1818 El año aciago de 1818 para las armas patrias, fecundo en enseñanzas, había esfumado el ejército repuhlicano, brillante y entusiasta al empezar la campaña, dejando apenas míseros restos que se agrupaban en torno de sus caudillos. Las palabras del general Urdaneta en sus Memorias son harto sugestivas, cuando narra con sinceridad el fin de la campaña. Oigámosle: « El resultado de esta campaña desastrosa, abierta bajo tan felices auspicios, fue la pérdida de todo el ejército, la Illuerte de muchos jefes y oficiales de mérito y la necesidad de crear de nuevo para emprender. Zaraza y Monagas volvieron él su antiguo teatro de operaciones. Cedeño con sus pocos restos volvió a La Guayana, y encargado Páez de la defensa del Apure, con su caballería, durante el invierno que ya estaba muy adelantado, bajó también Bolivar con todos los oficiales que no eran allí necesarios, a la ciudad de .Angostura, en donde dio ímpulso a la creación de un nuevo ejército, destinando jefes y oficiales a los puntos donde se podía reclutar y creando medios para reponer los parques, ya vacíos de elementos de guerra» (1). No sólo era esto; el Libertador había sostenido el mando por todos los medios a su autoridad, ya discutida por Mariño, ciudad. Camino de San jLlan dc las Barrancas, de a S y un ori,ín Sll trinchera que sigue hasta el río. En la playa de Juan Griego, En la vigía d,:l norte, En el de la fticnte, de España, Una más ac;¡ dcl ri" de largo COIllO 120 En el camin) media un reduclo En el ccrn legua pies, donde funificaciones de principa'esdcf~nsorc5 (1) «18,8. y trinchera enn cariÚn dc a ticnc para Los Rohlcs con hastante la int"rmaciÚn y do~ de a 4. 12. una t,inchera sin calioncs, tamb':n de Sll ~I general pers1w.l, ~o): ,mbia¡¡¡, Velasc", hay "tTU P',Z', (l11ll0 legua }' agua. 41 i). quc tenía y d~ lo; b,r~» por V~rgara)' 11 hay un pozo con agua. que se scpara a isla sino Je Félix. dc a que CTll/:a cl del \ig{a. '.1" de San Juan. Memo "ir¡¡, tomo 1, página Es admirah'e llamada con un cañón una batería de la casa dc la Izquicrda (G'Leary. una casa fucrtc llna batería p.ígina COI M(,rillo pues no súlo de e,tas hizo una lista de su, ,1':1111~, ,lc '11 ar1l111U:I,:O. 250. i 98 ACCIUN DE LA MAI·UNA COLOMBIANA Piar y otros jefes, que aspiraban al mando supremo. Desobedecido por unos, hústigado por el enemigo, tenía que obrar contentanclo voluntades poco educadas en los verdaderos principios de la disciplina y de la obedic:1cia militares. Muchos de aquellos subalternos dd Llano eran como los formara el ambiente de rudeza y soledad, en aquella naturaleza salvaje en donde son precisos los esfuerzos más arduos; los soldados de esa región admiraban el valor y la audacia, pero para ellos no eran dignos de respeto los oficiales que no supiesen enlazar. Sabido y analizada por algunos expositores es la influencia que para los habitantes tiene el medio en que se nace con respecto a sus pasiones y modalidad; Napoleón dejó una frase que elocuentemente dice en síntesis: «Las circunstancias territoriales del país, la residencia en los llanos o las montañas, la educación o la disciplina ejercen mayor influencia que el clima en el carácter dc las tropas.» Y Bolivar, un hombre educado en Europa, intelectual y fino, debía asimilarse esa faz de la vida llanera para domeñar sus hombres y exigir de ellos sacrificios, obediencia y disciplina. Esta dolorosa época fue la hornaza donde se quemaban los más valiosos restos de lo que fuera el ejército formado con tántos y tan constantes esfuerzos. Pero Bolívar, infatigable en la adversidad, empieza de nuevo a reconstruír sus tropas. En aqucllas circunstancias era sin duda el más valioso factor el dominio del mar en la costa venezolana, ya que ésta estaba en poder de los realistas, así como era decisivo para uno de los dos contendores el dominio fluvial del Orinoco, Ví3 que conducía al interior del pais y que daba la posesión de los otros ríos que a3eguran las comunicaciones interiores. Además ya hemos considerado la parte importante que jugaba la escuadra en el traslado de efectos militares a las tropas diseminadas en la dilatada extensión venezolana. Desde abril de 1818 hallamos documentos en los cuales el Estado .\1ayor patriota encarece la actividad de la escuadra al almirante, para cooperar en apoyo de las tropas de tierra y para la consecuciÓn del armamento que la escuadra debia adquirir en las Antillas, lugar de depósito para los ingleses que lo traiall de Emopa. El general Suublette, después de manifesta CAPITULO 99 IV en sus oficios lo muy ejecutiva que es la urgencia de la llegada de Brión, le dice: « V. E., al partir, concertó movimientos y operaciones con el señor general Bermúdez; este general está en marcha con la división de su mando desde ellO, él va a llenar por su parte lo acordado en la combinación, y sería muy conveniente que V. E., con toda la seguridad que es necesaria y con la mayor prontitud, se sirva decirme cuáles sean sus movimientos y cuál su resolució.n en genera] en presencia de las órdenes del exc:elentísimo jefe supremo.-Carlos Soublette (1). Posteriormente en carta del mismo general al jefe supremo, dándole cuenta de su correspondencia con el marino, le dice que el comandante de la escuadra no fue hallado en San Fernando, pues ya había partido con sus barcos. Agrega que Zea le comunica que el parque estaba perfectamente exhausto y que la sola esperanza era la llegada de la escuadra de Brión, en viaje para conseguir estos elementos. De una entrevista que tuvieron el general BermÚdez y el Jefe de Estado Mayor, vemos claramente que el Libertador tenía el propósito de atacar las costas de Caracas o las de Cumaná, y de ahí la urgencia para el pronto arribo de los buques cuya ayuda era entonces precisa. Así lo da a entender más claramente cllando dice: « Al ausentarse el almirante de esta provincia, combinÓ operaciones con el general Bermúdez. La plaza de Cumaná deberá ser atacada por mar y tierra, embarcando en la escuadra un número considerable de tropas, después de la ocupación de aque/Ja capital, se efectuará un desembarco en las costas de Caracas para cooperar con el ejército grande. Esto fue lo acordado entre el almírante y el general Bermúdez, y para lIevarlo a efecto debía marchar el general hasta el frente de la mencionada plaza y las fuerzas sutiles debian ir a unirse a las del almírante en las Bocas. El general Bermúdez ha marchado por su parte a cumplir con la comisión y está persuadido que sin la ocupación de Cumaná es imposible formar una división capaz de ejecutar con suceso el movimiento que V. E. desea y se ha servido ordenar. El comandante Díaz está preparan~o SlIS buques (1) M(!/I(¡ritIJ d~ O'Leary, tomo XVI, pá&ina 2<;. ACCION 100 DE LA MARINA COLOMBIANA para ir a cumplir con las órdenes que tiene recibidas del almirante, y el Consejo de gobierno me asegura que hoy debe hacerse a la vela la descubierta, a conducir las órdenes de V. E. al almirante» (1). Esta comunicación significa el empleo que el Libertador quería dar a la escuadra, para recuperar la importante costa venezolana y llegar a Caracas; si era este un objetivo inalcanzable, como lo han asegurado los criticas de esta campaña, por lo menos si entraban en la acción general, eran lo suficientemente posibles. Faltó una noción más determinada de lo que son en las operaciones militares los factores de tiempo y espacio, mediante los cuales se combinan las fuerzas de los ejércitos. La idea capital de esta op.::raci6n siguió preocupando al jefe supremo, tanto que habiendo exigido se cumpliera el 15 de octubre-una serie de cartas y oficios no hablan de otra cosa-da una directiva en la cual marca línea de conducta al almirante: le dice desde Angostura en el mes de julio, que se dé a la vela con las embarcaciones que estén listas y tome el rumbo de las Antillas a donde debe ir a buscar los elcmentos de guerra contratados por el gobierno republicano y que ya debian estar a la disposición, los traiga prefiriendo los vestuarios y piezas de artillería. Arribe a la isla de Margarita, donde el general Arismendi debería llevar 500 hombres de desembarco para la plaza de Cumaná, y él mismo consiga en la mencionada isla el personal que le falte en sus barcos, ya que ese lugar era el asiento de excelentes marinos, puesto que se creaban en lucha continua con los elementos. También le fijaba el plazo para concurrir al frente de la plaza-el 15 de septiembre-que después prolongó y no se llegó a cumplir. Deb¡a inquirir respecto a la llegada de la expedición extranjera, y:: cercana, entregar pliegos al general Mac-Gregor y al jefe de los barcos que la conducían, y disponer que los barcos que llegaran contratados se incorporaran a su escuadra. Se fueron cumpliendo los puntos de el'ta orden: los armamentos y vestuarios fueron conducidos al Orinoco y repartidos entre los distintos comandantes que obraban separados por lar(1) O'Leary. .. Obra ,'i:ada, ' II)JJlI) X\'I, ¡,,¡gilla 31 . CAPITULO IV 101 gas distancias; a las fuerzas sutiles les llevó finalmente el almirante 30.000 cartuchos de fusil, 2 fleche ras, 300 cargas de cañón y otros valiosos elementos. Hállase en el diario de operaciones del ejército el detall de la repartición de estos artículos entre los distintos cuerpos, la que fue verificada por el almirante. El día 25 partió el almirante con direcci{ín a la vieja Ouayana para seguir después sobre Cumaná. Por su parte, la escuadra española obraba de manera de no perder el dominio del mar Caribe que hasta entonces estaba en su poder; el general Santiago Mariño avisa con fecha 13 de agosto que 11 buques de guerra españoles habían entrado al puerto de Cumaná, en donde ya había otros, lo que venía a formar una fuerza naval respetable, cuyo objetivo se temía fuese la recuperación del Orino(o. El Libertador temiendo se presentara esta situación, quería efectuar una concentración de todas las fuerzas sutiles y mayores en las bocas, a fin de que al presentarse la escuadra enemiga no se les dejara un momento de descanso, hostigándolos con los barcos pequeños, los que deberían guardar las comunicaciones con las divisiones y batirlos con los barcos mayores. Tal concentración era necesario hacerla en las fortalezas de la vieja Ouayana. En este mismo tiempo el gabinetc de Madrid se preocupaba del resurgimiento del poder naval español; la escuadra rusa adquirida por el almirante Císneros en Rusía, para destinarla a las operacíon-es de la América, resultó en un deterioro tan desastroso, que después de desarbolados los barcos en el Ferrol y la Coruña, se hallaron podridas sus maderas, y no se les pudo sacar ninguna utilidad. TOMA DE OÚIRÍA Para efectuar operaciones sobre Cumaná era menester ocupar algunos puntos de la costa, entre ellos el golfo Triste, y por tanto la ciudad de Oniría, de donde surtían los españoles sus tropas de víveres. Combinóse un ataquc de la escuadra con una tropa de desembarco a órd~nes del general Bermúdez, integrada por 400 hombres del batallón Cumaná y 100 del Valeroso, con la fuerza de la escuadrilla del comandante Oíaz; estas 102 ACCIO;-'¡ DE LA MARINA COLOMBIANA tropas debían reunirse en Tabasca para efectuar sus ataques. El primero que llegó fue el general Bermúdez. El almirante salió al mar el19 y el 22 estuvo a la altura de la isla de Trinidad, pero el tiempo estaba tan malo, que se perdieron tres barcos menores, en los cu·ales i!Jan las tres cuartas partes de la tropa. El viento sopló al dia siguiente con mucha fuerza, lo que motivó que (os barcos más veleros se adelantasen a las fuerzas sutiles y los obligaran a luchar con el enemigo, estando en malas circunstancias; y hallándose fondeados el bergantín Colombia y la goleta Favorita fueron apresados, aunque en la lucha la goleta pudo huir con parte de (a tripulación del bergantín. En la mañana del 24 el general Berrnúdez con sólo 60 de sus soldados hizo su desembarco; repartiÓ tan escasa tropa en cinco porciones, una de las cuales fue destacada adelante con el propósito de reconocer al enemigo. Llegaron hasta el sitio convenido con el almirante llamado Chachá, en donde aguardaron la señal de los barcos; el jefe de la plaza lo quizo flanquear, mas fue rechazado. Hasta las cuatro de la tarde el viento permitió que se moviera la escuadra y en el instante que empezó a levar anclas, el general inició un avance de guerrillas contra 30 hombres y 150 que vinieron en su ayuda. De la narración de este hecho singular se viene a deducir que el avance de las fracciones se llevó a cabo sucesivamente, apoyada cada una en (a vecina, que el general se quedó con la última, la cual entró al ataque, y que al llegar a la posición más c~rcana se inició el asalto de manera entusiasta, lo cual derrotó completamente al enemigo haciéndolo refugiar en el fuerte. La escuadrilla de Díaz se reunió en oportunidad y aprovechando su poco calado llegó a tiro de pistola de los barcos enemigos, a los cuales abordó denodadamente, apresando varios y el resto poniéndolos en fuga. Logrado este éxito, Díaz desembarcó parte de su tripulación para ayudar al general, operación que obligó a evacuar la guarnición, que se marchó por Punta de Piedra. El resultado de esta pequeña y famosa acción fue la recuperada del bergantín Colombia, la toma de 16 buques, entre ellos 8 de guerra, la d< 331 cartuchos de cañón, 6300 de fusil y algunos otros elementos. CAPITULO IV 103 Como se ve, el combate narrado anteriormente fue la toma de posición de un pelotón en el cual obrÓ el general Bermúdez como un oficial subalterno de esta é¡l(lca que conociese bien las obligaciones que e] reglamento de infanteria demarca con estricta precisión. CombatiÓ con cinco escuadras, una de las cuales fue su descubierta; al entrar e] pequeño fragmento que atrás él comandaba. se habian aproximado lo suficiente para intentar el asalto, el cual llevaron adelante los 60 hombres. El espíritu de nuestro reglamento que dice adelante ClIeste lo que cueste, fue allí puesto en práctica 100 años antes de que fuese conocido. En cuanto a las. pérdidas, no guardaron proporción, puesto que las de los españoles fueron en cantidad de 100 y de los patriotas solamente 16. Así quedó tomada ]a ciudad de GUiria y dominado el golfo Triste. FIN DE 1818 En el mes de septiembre el Libertador seguia hondamente preocupado por efectuar un ataque a Curnaná con la escuadra y el ejército; sus órdenes a este respecto siguen y marca el I G de octubre como fecha para llevar a cabo el ataque combinado. Ya estaba dispuesto el detalle de la empresa, asi: la brigada Monagas marcharía sobre ]a capital de Barcelona, destruyendo los destacamentos enemigos que se le opusiesen; las divisiones de Mariño y Bermúdez directamente sobre Cumaná; la escuadra de Brión y la escuadriila de Díaz estrecharían el cerco de la mencionada ciudad a un mismo tiempo. El 17 de octubre dictó el jefe supremo un decreto por el cual se disponía la nacionalización de ]05 barcos extranjeros adquiridos por nacionales; se daban Íé:lcilidades a los marínos que quísiesen colocar sus embarcaciones, y se echaban abajo las antiguas disposiciones del gobierno español reñidas con aquéllas que eran favorables al desarrollo de la marina militar de Cololllbia. El 4 de noviembre el Libertador oficia al almirante desde Maturín, que debido a los desastres en Cariaco, se ve en la necesidad de cambiar el plan de atacar a Cumaná, y que el nuevo es el de contramarchar a Angostura, unirse a las tropas de Páez y buscar la ocasión de batir al enemigo, impidiendo a Morilla reforzarse por oriente, y que el almirante en concierto 104 con ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA BermÚdez, amenacen las costas y se apoderen de de la escuadra que continuase en su tarea de aprovisionar las tropas. el general ellas. Se solicitaba importante COMENT ARIOS La escuadra del almirante estaba formada por las naves adquiridas para ]a expedición de Los Cayos, algunas apresadas y otras compradas por los agentes del Libertador en Europa, así como el bergantín Bello Indio, el bergantín de 18 cañones Imagen, la corbeta Ninfa y el bergantín Mariño y muchos otros que aumentaban la fuerza combatíva de la armada. En cuanto a organización el general Bolívar valoraba desde 1817 en tres clases los barcos segÚn su tonelaje; en el decreto sobre repartición de las presas adquíridas por la escuadra, dispuso: « Art. 1). Los buques de la escuadra se dividirán en tres clases, a sóber: La Diana, El Conquistador y El Indio Libre compondrán la primera; La Brión y El Tártaro, la segunda; y el Conejo, la Margarita y las f1echeras, la tercera (1). Su acción fue en extremo benéfica para el desarrollo de las operaciones militares, se adquirió mediante su poder el dominio fluvial del Orinoco en todo su curso; con la posición dominante en la Guayana, el ejército patriota se puso en mejores condiciones para la ofensiva estratégica. Si tales recursos no fueron bien explotados, esto obedeció a causas de otra índole: a la mala preparación táctica de los combates librados en las llanuras y a descuidos lamentables, como el sufrido en Rincón de los Toros. Cierto a todas luces que el objetivo definitivo de aquella campaña no guardaba relación con los factores que en ella intervenían; ¿ cómo se iba a llegar a Caracas, si aún la causa patriota no tenía allí la popularidad suficiente; si España dominaba con fuerzas superiores y si aquellas provincias no ofrecían por sus escasos recursos el premio a tántos sacrificios? El Libertador tenía una idea no bien definida, pero de gran alcance al querer combinar la acción de la escuadra del almirante Brión con las tropas comandadas por Mariño, Bermúdez, Monagas y Cedeño. Se daba cuenta de la importancia que tenía (1) O'Lcary. Mf>!lori'IJ. Tomo XV, p;ígina 465. CAPITULO IV 105 para uno de los contendores el dominio costanero y la navegaclOn del Orinoco. De esta necesidad se desprenden todos los esfuerzos verificados en el año para llegar a adquirir la gran vía fluvial. Uno de sus errores es el querer disponer de lo incierto en la confección de sus planes de operaciones, cuenta como cosa segura y que ya 110 puede escapar de las manos el avance de todas las tropas fraccionadas en aquellas llanuras Clln la dirección de Cumaná, sin tener en cuenta al principal factor en tales combinaciones, el enemi¡;o. Este ,fue el defecto de los juicios de la 5ituación en toda la campaña. No habiendo podido cumplir su plan de oper ar sobre Cumaná el 15 de octubre, por 10 que se llamó el desastre en las llanuras, vuelve a ordenar la concentración de la escuadra en Angostura para empezar operaciones sobre la plaza de Cumaná. Lo cual prueba la fijeza de una idea preconcebida desde mucho tiempo atrás, la toma de aquella ciudad, o sea un objetivo secundario cuya resolución iba directamente sobre el definitivo, la ocupación de Caracas. No obstante en esta campaña los titánicos esfuerzos patriotas no fueron del todo perdidos; se adquirió acaso una de las más importantes ventajas, la preparación del alto comando para las posteriores empresas. El general Bolívar, que ya era el más fino y sagaz político, el infatigable, el organizador, el hombre, como bien lo afirma un sociólogo, que hacía de la voluntad U!1a religión, en aquel año funesto se forma él mismo gran general, caudillo domeñador de las más fieras voluntades y el estratega de 1819 que lleva las armas patriotas de Los Llanos al corazón de la Nueva Granada, atravesando las cordilleras y los helados páramos de Pisva y Paya con la decisión de Napoleón al transmontar las difíciles escabrosidad es de los Alpes. Para la escuadra fue fructífero el transcurso de 1818; los navíos republicanos aprovisionaron de armas, vestuarios y muni· ciones todas las tropas de Bolívar; desde su base natural, la isla de Margarita, desafiaron a los marinos hispanGs quitándoles el dominio de las aguas, y ya tocando a Sll fin el año, quedó ésta más potente con los bajeles de los marinos extranjeros Aury y Joly. Aury, quien más tarde se retirÓ del servicio, vol- 106 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA vio nuevamente con una división de bergantines en noviembre de 1820, cuando se iniciaba el sitio de Cartagena. Durante el año de 1819 siguió la dominación del curso dilatado del Orinoco, vía que se aprovechó para conducción de todos los armamentos y municiones y aprovisionamiento de víveres a las tropas colombianas. Al comienzo del mencionado año principiaron a llegar de Inglaterra las expediciones británicas, las que fueron trasladadas a los teatros de operaciones. En síntesis, las tropas extranjeras expedicionarías fueron: Despachadas por don Luis López Méndez con la cooperación de james Mackintosh, a bordo del Indio, 300 hombres que naufragaron en las costas francesas; El Príncípe que traia un cuadro de 60 oficiales de caballería; El Esmeralda con 60 oficiales; El Dowsoll con 130 oficiales; El Britania con un cuadro de 90 oficiales de artillería; El Orace con 90 oficiales. Más tarde llegaron las siguientes fracciones de tropas extranjeras: El coronel nes del coronel El general de Margarita; Elson con 572 ingleses Uslar; English con 1200 hombres y 300 alemanes a órde- que llegaron a la isla El general Mac-Gregor COI1 600 para la costa de Riohacha; El coronel Maceroni con 300 al mismo lugar; El general D'Evedeux despachó la legión irlandesa con 1729 individuos. De ésta naufragó el barco Norr con 180 en la costa de Barbadas. El total de extranjeros contratados por los ejércitos patriotas en I SI 7 Y 1818 fue de 430 oficiales y 500 soldados (contando los náufragos), sin intervención de los gobiernos europeos (1). Las tropas y elementos despachados de Inglaterra llegaron, como se ha dicho, a las Antillas de donde fueron traídos por la escuadra del Almirante y subidos Orinoco arriba por las fuerzas sutiles. El jefe destinado para comandar estas tropas fue el general Urdaneta. ([) Datos rornado~ de un estudio escrito por el general Angel María Galán. CAPITULO IV 107 Los españoles, como cs natural, Wlísieron estorbar el desembarco de las tropas inglesas, y su escuadra empezó a dar señales de vida, pero los marinos colombianos hicieron una demostración de superioridad, como sc desprende de la siguiente carta suscrita por el general Rafael Urdaneta: «Excelentísimo señor Presidentc de la República: El nueve se presentó aquí nucstra escuadra, compuesta de nueve buques bien armados y tripulados. El señor almirante resolvió salir a batir la española, y en efecto ha salido anoche para Cumaná. Su excelencia ha embarcado 220 ingleses de infantería, asegurándome quc con ellos y las tripulaciones de la escuadra está seguro del triunfo. y entonces nada le queda que hacer, sino lIevarme a la costa. Su vuelta será pronta y yo estaré organizado para entonces. Todos los temores de que el cnemigo se dirigía a]Orinoco se han desvanecido, pues ningún buque ha pasado de Carúpano y de a]1í han vuelto frente a Cumaná. _.. En el puerto tenemos una corbeta inglesa que viene directamente de Londres, en persecución de los corsarios de Artigas, y nada dice su capitán de nuestra expedición, lo que prueba que no había salido y que tal vez ignora la causa o la quiere ocu]tar.-Juan Griego, malzo 12 de 1819." Este mismo general, en informes al jefe supremo sobre la imposibilidad de formar una columna de 500 hombres margariteños ~para agregarla a los ingleses, acaso despechado por la inobediencia de 105 isleños y la faIta dc energía cn los generales Arismendi y Gómez y en el almirante, le dice al Libertador que sólo la sed de los ne~ocios ocupa a los citados jefes, y que los comandantes de marina Joly y Rosales, el mismo almirante Brión y el general Arismendi emplean los barcos en operaciones comerciales de propio provecho. Marcada queda ]a silueta del almirante, hombre decidido por la causa de la independencia americana, pero que por su falta de preparación militar no daba ]a suficiente importancia a la combinación de ciertas operaciones, de cuyo celo y secreto muchas veces dependen los éxitos militares: dice con palabras un tauto amargas el señor general Bermúdez, que por una imprudencia del almirante se ha descubierto al l'iltimo de los 501- 108 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA dados la sigilosa disposición del jefe supremo, con respecto al em~ barque de tropas en Margarita. Demuestra claramente que la buena intención no vale en los azares de la guerra, que es preciso para el militar y para el marino un concepto claro y definido del estricto cumplimiento de sus. deheres, del aplomo en las disposiciones y del conocimiento de los hombres. Solamente la constante y progresiva acción del comando, talla, por decirlo asi, las voluntades de acero de los verdaderos conductores de tropas. El año siguió sin que propiamente ocurrieran grandes sucesos navales; la escuadra española seguía en posesión de la costa venezolana y su base naval era el puerto de Cumaná; la patriota seguia el aprovisionamiento del ejército, destacando barcos a las colonias inglesas, de las cuales recibía no solamente efectos de guerra, sino también harina y otros importantes víveres. Naturalmente el almirante siempre continuaba ejerciendo presión en la costa de la Guayana, y sobre todo en las bocas; el temor particular con respecto a la armada española consistía en que ésta hiciese un ataque y forzase la entrada al Orinoco, con cuya fuerza cortaría las comunicaciones al ejército patriota, y por tanto lo dejaría en las condiciones más desastrosas. El 27 de abril hizo recorrido la escuadra española y llegó a aproximarse tánto él los barcos de Brión, que éste pudo tomar nota de su capacidad y nombre; era una división de barcos mayores, dos corbetas. la Ninfa y la Descubierta, el bergantín goleta Ferro/ana, la goleta de tres palos La Leona, la goleta Morillo y otras más pequeñas. Los haccos patriotas se hallaban en reparación en su base, la isla de Margarita, motivo por el cual no fueron perseguidos los enemigos. Sin duda la estratégica posición de la isla defendia el río Orinoco de la incursión española. Estos recorridos indican que los marinos peninsulares intentaban, y al efecto exploraban la costa, pero para atreverse a una operación de esta magnitud era indispensable batir la escuadra de Brión pára no quedar bloqueados en el río. Al terminar el mes de mayo navegaban en el Orinoco cerca de 27 f1echeras, cañoneras y gOletas al mando del comandante Díaz, el cual seguía prestando su importante cooperación en todo el curso de la gran arteria fluvial. 109 CAPITULO V La escuadra del almirante Brión, en las operaciones del año constaba de los barcos siguientes: iniciales Bergantin /lmérica libre, de 1 culebrina de bronce y 2 carronadas de 18 y 60 hombres de tripulación. Bergantín Conquistador, con un cañón de hierro en colísa, 2 de a 6 en bateria y 35 tripulantes. Bergantín El Indio libre, 12 carronadas de a 12 y 35 hombres de tri pu ladón. Goleta Guayanesa, 1 cañón de a 12 en colisa, a 4 y 30 tripulantes. Goleta Diana (a) General Mariño, con 1 cañón lisa y 60 tripulantes. Goleta El Conejito, con 1 cañón Se unieron los barcos del francés 2 cañones de de 18 en co- de a 4. Joly, que eran: La corbeta Victoria, con 230 hombres. t:1 bergatín Ubertactor, con 118. El bergantín Almirante Brión, con 150. La goleta Espartana, con 82. Lá goleta Bruto, con 80. La goleta FavoritlJ, con 62. La goleta Belona, con 70. y una flotilla de flecheras. Esta Última escuadra fue destinada, segÚn consta d,; una anotación de puño y letra del Libertador, a cruzar entre la Guaira y Puerto Cabello; esto es, a hostigéfr a la española, cuya base de operaciones era el puerto de Cumaná. De todas las fuerzas sutiles que los patriotas tenían en el Orinoco se organizaban convoyes para trasladar tropas yelementos; éstos eran comandados generalmente por Díaz y F.stévez y el más tarde célebre almirante granadino José Padilla. En tanto que los patriotas invadían la Nueva Granada, scguía la marina con su incontrastable cooperación dominando las costas venezolanas y el río Orinoco, y preparando una expedíción que más tarde debía obrar sobre Riohacha, Santa Marta y llegar hasta la ciudad heroica Cartagena de Indias, a verificar el famoso asedio patriota. CAPITULO V· Segundo sitio de Cartagena adelantado por las armas patriotas en 1820-21 ---.-"- ---~ ANTECEDENTES La situación general del país era halagiieña para los libertadores de Colombia. Los tenientes coroneles José M. Córdoba y Hermógenes Maza adelantaban con éxito la campaña que terminó con la adquisición del río Magdalena para las tropas republicanas. En la isla de Margarita se organizab3 la expedición que debía atacar a Santa Marta y Cartagena, mediante la cooperación de los barcos del almirante Luis Brión, y de la cual era jefe el Coronel Mariano Mantilla. Además, llegó la grata nueva de la revolución en la península, acaudíllada por Ríego, que venía a entorpecer los aprestos militares de una llueva expedici6n en apoyo de las mermadas divisiones realistas. En el mes de febrero de 1820 llegó a Margarita el coronel Mariano Mantilla para recibir los contingentes extranjeros, con los que se debían iniciar las operaciones. En la isla se hallaban las tropas irlandesas e inglesas de los coroneles Aylmar, Bourke,O'Lalor, Eduardo Stofor y ]ackson, quienes comandaban diversos núcleos, entre los cuales llevaban los nombres de Lance- ros, Rifles, Cundinamarca y Piquete de tiradores. El estado de estos militares extranjeros, de los cuales a]gunos oficiales tenían condecoraciones de valor, como ]a medalla Waterloo, era por entonces en extremo aflictiva; por una ae CAPITULO V 111 parte la insalubridad del clima y por otra la falta de alimentos nutritivos y toda suerte de recursos ucasionaban tántas bajas que diariamente se enterraban de ocho a catorce soldados y cinco oficiales en los arenales circunvecinos, en huecos abiertos con duelas de barril (1). Esta angustiosa estadía tei1ia que refluir por fuerza en la disciplina de aquellos militares, quienes en verdad no buscaban otra cosa que lucrar para resarcirse de sus penalidades; si algunos de ellos en el curso de las campañas hicieron actos heroicos, débese a la particular influencia del medio, al ejemplo repetido y continuo de tántos hermosos sacrificios que a diario veian y a la circunstancia especial de verse enrolados entre tropas siempre quebrantadas por la escasez y alentadas por el valor. Empero, cuando las espectativas de una marcha por lugares peligrosos se presentaron, los temores y azares de aquella guerra sin cuartellos llevaron a la sedición y a la desorganización. En el puerto de Juan Griego efectuóse el embarque de los expedicionarios y se tomó el rumbo de Riohacha, a cuyo frente se llegó el 11 de marzo. Durante tudo este dia se cañoneó la fortaleza donde f1ameaba la bandera española con los barcos de la escuadra, y al siguiente dia cmpezaron a desembarcar los atacantes, con lo cual se abandonó el fuerte huyendo también sus defensore<; de la ciudad. Al llegar a ésta se previno por medio de la orden general que se prohibía, bajo pena de muerte, penetrar a las casas particulares a saquear y cometer desmanes; dos horas después se hallaron dos soldados infringiendo esta disposición, y sorteados ante las tropas, fue uno de ellos ejecutado ínmediatamente Se siguió la marcha en direcciÓn a Valledupar, combatiéndose en Moreno, Fonseca y San Juan, con tropas españolas que acudieron a interponerse entre los escasos contingentes de Mantilla y el litoral para cortarlos; y cuando la concentración del enemigo tuvo una superioridad más temible, mediante una junta de los jefes, se resolviÚ regresar a Wohacha. En el tránsito el encmigo se interpuso con fuerzas superiores (cerca de dos mil hombres de infantería y caballeria), y en el lugar llamado Lagu- 112 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA -------,-----_. __ ._--~ na Salada se libraron dos combates los días 20 y 25 de marzo con suerte para la república. Ya se había íncorporado allí una tropa organízada por el riohachero capitán José Padilla. La marcha se hacía en este orden: vanguardia, una compañía de infantería de marina; el grueso, íntegrado por el cuerpo de Riohacha, Cundinamarca y Tiradores, y de retaguardia los Lanceros de O'Connor. La combinación a la cual se aspiraba para reforzar esta expedición, consistía en el encuentro con tropas del interior al mando del general Rafael Urdaneta, las que no llegaron durante dos meses de espera en climas deletéreos y llenos de indios que acechaban a los dispersos para matarlos cruelmente en los bosques, como sucedió con los ingenieros alemanes que se destacaron en descubierta. Al fin estalló el descontento de los extranjeros que reclamaban dinero y mejoras cn sus sueldos, y fue preciso licenciarlos embarcándolos para la isla de Jamaíca, después de turbulentas manifestaciones. El 7 de julio evacuaron la plaza de Riohacha los restos de la expediciór.. Por su parte la escuadra embarcó unos pocos soldados de Mantilla y quiso reconocer a Santa Marta. Dos días se estuvo a la vista de las defensas del Morro sin poder intentar ningún desembarco por manifiesta inferioridad respecto al enemigo, pero se recorrió la costa de Sabanilla, se echaron a tierra 100 hombres que pudieron capturar el fuerte ubicado en ese lugar, donde se hallaron 20 presos y 4 cañones dE: a 24. El 12 de julio penetró una columna de mayor fuerza a Barranquilla, donde fue recibida~on entusiasmo; allí se incorporaron cerca de 800 moradores de ese lugar y de Soledad y demás pueblos vecinos. A la vez que las divisiones de bongos de Córdoba y Maza adquirían el río después de Tencrife y El Banco, Mompós y Barranca, subían por las mismas aguas las f1echeras traídas de Margarita, y una flotilla de cua tra bongos grandes y once tomados al enemigo ocupaban los caños y vías que unen el río a la ciénaga (1). Las operaciones sobre Santa Marta y Cartagena las dirigía entonces el Libertador; en una comunicación que le enviaba desde (1) Párte del almirante Brión al vicepresidente. CAPITULO 113 V Barranquilla al vicepresidente, el 24 de agosto de 1820, unas h0ras antes de se2;uir para Turbaco decía: «No puede describirse el entusiasmo de todos los pueblos de ambas riberas del Magdalena, ni la buena voluntad con que sirven cuando se les destina. La gran población de la provincia de Cartagena, donde 110 Ilay un enemigo, cada vez da mayores pruebas de Sil patriotislllo.» «La provincia de Santa Marta, aunque en general no tienc la decic;ión que la de Cartagena, está toda en nuestro poder, excepto la capital. Nuestras fuerzas, muy superiores a las e;lemi~as en número y calidades, emprenderán ellO del entrante, sobre aquélla. Las fuerzas sutiles del Magdalena, que son t.llnbién muy respetables cooperarán, y la escuadra de alta mar. Creo infalible la operación sobre Santa Marta, menos por la gran disposición de las Únicas fuerzas de línea a proteger y cooperar, a destruir los pocos realistas que allí existen, que por el número, valor, disciplina e intrepidez de las que están destinadas a libertarla. La ocupación de Santa Marta contribuirá poderosamente a mis operaciones sobre Cartagena y Maracaibo. Del 4 al 5 del entrante emprenderé mi marcha a Cúcuta, para incorporarme al ejército de operaciones de Venezuela; eatre tanto el general Urdaneta obrará conforme lo prevenido, es decir, con circunspección, prudencia, lentitud, según las circunstancias, y sin comprometerse, sino con una inmensa ventaja .. Bolívar »(1). Tales eran las espectativas halagi.ieñas de los republicanos para iniciar la campaña que debía rescatar una ciudad realista como Santa Marta y la muy heroica de Cartagena. En tanto que el Libertador siguiÓ para la frontera venezolana con propósito de batir las tropas realistas que más tarde quedaron a órdenes del general Latorre, el capitán de navío José Padilla se puso al frente de una divisiÓn de fuerzas sutiles y algunos Larcos grandes, y el coronel don José María Carrefto con un;¡ división de tropas del interior dieron principio a las operaciones sobre Santa Marta. A la vez que el coronel Carreño avanzaba en el territorio disputado a las armas reales, Padilla por agua seguía a ocupar la Ciénaga sin perder sus comunicaciones con el ccronef (1) P~gjna DOCUffit11tos ptlra 32>. la ~'idu riel tI/mira//te P,.di//I1. )c;<é P U fuera. ~; 114 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANÁ Carreño; a su turno el almirante Brión, COII barcos grandes que cruzaban en las aguas de alta mar, estaba al habla con Padilla por medio de señales convenidas de antemano. Carreño llegó el 27 de octubre a Medialuna, el 29 se combati6 en Cotime en las proximidades del pueblo de Ciénaga (hoy San Juan de Córdoba), pues dista apenas 16 leguas; el 30 del mismo mes se forzó el paso de la Fundación de San Sebastián, defendido por soldados de Sánchez Lima; el 30 .Yel dia siguiente se persiguió al enemigo, al cual se hicieron numerosos prisioneros. Ella de noviembre suscribe un párte de donde se avisa la toma de la Barra y el punto importante de Puebloviejo el capitán de fragata don Walterio de Chitti, quien se quedó mandando las fuerzas sutiles cn tanto que Pad¡lla iba a combinar personalmente operaciones con Carreño para atacar la ciudad de Ciénaga. En la pieza aludida se avisa que a las nueve de la mañana se dio la orden para el ataque, y que media hora después ya estaban las baterias e~emigas tomadas y e! apresamiento de un barco-escucha, bien dotado de armamento y municiones. TOMA DE SANTA MARTA Después de un encuentro en Riofrío, donde se combatió con resultados favorables a los patriotas, se retiraron los realistas hacia la Ciénaga, para evitar un movimiento flanqueante que podia cortarlos con la plaza de Santa Marta. La división comandada por el coronel José María Carreño siguió hasta Sevillano, destacando previamente una descubierta que observaba al enemigo. Previamente habían convenido Carreño y Padilla unas señales para marchar al habla y ejecutar sus operaciones en armonía sobre las poblaciones ribereñas en la Ciénaga. A su turno las fuerzas sutiles comunicaban por señales con los barcos del almirante que navegaban en alta mar, en las proximidades de la Ciénaga; al efecto, se cOllvino para el día 10 a las 9 de la mañana el ataque general por tres puntos, que correspondían: el mar, a la escuadra del almirante; la Ciénaga, a la escuadrilla de Padilla y por tierra la división Carre J1 u. CAPITULO V 115 Se obró de concierto y con magnífico éxito, pues con sólo diez minutos de combate el coronel Carreño silenció las baterías de Puebloviejo; sus defensores siguieron con obstinación disparando desde el interior de las casas de la Ciénaga; sus pérdidas fueron enormes, pues llegaron a 400 hombres, que imprudentemente se salieron de sus trincheras, defendidas con 19 fuertes, según el párte del coronel Mantilla y constituídas por fosos con palizada de palo a pique, con éaterías de artí/lería de distancia en distancia, detrás de la palizada, y ésta muy larga (1). Las pérdidas del enemigo en los tres combates de Codo, Riofrío y ]a Ciénaga fueron 592 muertos, 253 heridos, 625 prisioneros, 290 oficiales muertos, 12 oficiales p~esos o heridos, y la toma de 182 piezas de artillería con calibres desde 24 hasta 2, 816 fusiles, 5 buques de guerra, 3 botes de cubierta, 86 bongos de comercio y una gran cantidad de pólvora y munici()nes (2). Con sus divisiones de fuerzas sutiles el capitán de navío Padilla cooperó eficazmente a la toma de Pueb]oviejo, La Barra y la Ciénaga, apresando la defensa móvil, o sea la flotilla enemiga y después efectuando un desembarco con sus valerosos marineros en las sabanas. Ordenóse al teniente coronel Herr:1<lgenes Maza que con su destacamento se adelantase sobre Santa Marta en persecución del enemigo y tomara las baterías de Dulcino, último punto de apoyo del enemigo; Maza cumplió su misión con acierto, en tanto que el comando superior y el coronell\1ontilla, disponía el reconocimiento del campo tomado, clasificando los armamentos y elementos adquiridos, dando sepultura a los muertos y auxiliando los numerosos heridos. En seguida las columnas marcharon en pos de la vanguardia. A la media noche se presentaron en el cuartel general patriota unos emisarios del gobierno de Santa Marta, el coronel patriota Juan Salvador de Narváez y dos miembros del ayuntamiento, pidiendo suspensión de las hostilidades para ajustar los términos de una capitulación; la contestación del coronel Carreño daba las sigui~ntes bases: (1) J,¡JePflldt'l/o¡/ .1,I/trÚdl/iI. (2) r¡<ld dc Pad¡f(iI, p;ígina O'Connor, 3' 5. r~gína S l. 116 ACCION DE LA MARINA COLOMalANA 1.a Todas las armas de guerra se pondrán en seguridad y a disposición del señor coronel Juan Salvador de Narváez; 2. Todos los intereses que se consideren del Estado, serán puestos en seguridad, con escrupulosidad; 3.a A toda persona o cuerpo comprometido con el gobierno español se le dará su pasaporte, sea para ultramar, o sea para el interior; 4." Las propiedades de todo ciudadano serán respetadas. 8 Firmado, Carreño. No obstante las diligencias llevadas a cabo por los realistas, el gobernador Porras se embarcó secretamente en una goleta que logró burlar la vigilancia de los barcos de Brión, y huyó dejando la ciudad en ]a más completa anarquía; el almirante Brión se presentó el 11 en el puerto y tomó posesión de la plaza (1). APROXIMACiÓN A CARTAGENA Unos dias antes de partir para Cúcuta tI Libertador, revistÓ en Soledad las divisiones que formaban las tropas del Magdalena a órdenes de Montilla; dio una ojeada a la escuadra que comandaba el almirante Brión y acordó el plan para llevar a cabo el asedio de Cartagena. En Turbaco se carteó con el gobernador hispano Gabriel Torres y Velasco sobre arreglos de paz, diligencias que fueron contestadas imprudentemente por éste con la propuesta de que Bolívar se entregase al rey. La correspondencia entre los dos jefes llegó a extremos tales, que el libertador, llevado de una grande indignación dictó estas líneas a su secretario. las que fueron enviadas al gobernador Torres: «Señor: al recibir S. E. la nota de USo esta mañana, 29 de agosto, arrojó la pluma de la mano y me ordenó contestarla. Es el colmo de la demencia, y aún más, de lo ridículo, proponer a la República de Colombia su sumisión a España; a una nación siempre detestablemente gobernada; a una nación que es el ludibrio de la Europa y fa execración de la América, por sus pri(1) CO/l,u·[.dos 'í de di,icmbre lo; d, curncntos de 1820, lllÍrncros publicados 72 y 73, en la (;(/rNa de C~¡'mbin del CAPITULO 117 V meras degollaciones y por sus posteriores atrocidades. ¿Cómo podríamos olvidar centenares de victorias obtenidas contra las armas españolas? ¿ Podríamos olvídar nuestra gloria, nuestros derechos y el heroísmo de nuestros soldados? ¿ Cree usted, señor gobernador, que la vieja y corrompida España pueda dominar aún al nuevo mundo? ¿ Cree usted que el gobierno de esa nación, que ha dado el ejemplo más terrible de cuanto puede ser absurdo al ~spirilu humano logre formar la dicha de una sola aldea del universo? Diga USo a su rey y a su nación, señor gobernador, que el pueblo de Colombia está resuelto, por no ">1Ifrir la mancha de ser español, a combatir por siglos y siglos contra los peninsulares, contra los hombres, y aun contra los inmortales, sí éstos toman parte en la causa de la España. Prefieren los colombianos descender a los abismos eternos antes que ser españoles!! ,. El gobernador Torres indignado a su vez con semejante contestación a sus propuestas, hizo insertar en la orden del día la carta transcrita por el edecán de S. E. para excitar a los españoles a atacar con denuedo y tomar prisíonero al Libertador, quien ya había partido. ElLo de septiembre hizo una salida la guarnición de Cartagena, sorprendiendo a los cuerpos sitiadores, al mando del coronel Ayala; llegaron los hispanos a Turbaco y cometieron inútiles matanzas en gentes indefensas. Más tarde al llegar Bolívar a Venewela empezaron las comunicaciones con Morilla, que dieron margen al célebre tratado de Trujillo, por el cual se regularizaba la guerra que en años anteriores había sido conducida con feroz aspecto, puesto que 1\0 se hacían prisíoneros sino que se mataba a los heridos con saña sin ejemplo. Tocóle a un joven teniente bogotano ser el primer emisario ante los españoles, al más tarde general y secretario de guerra Francisco Valerio Barriga, quien puso en manos de Morilla los primeros pliegos para negociar el armisticio. El mencionado documento fue firmado che el 26 de novíembre de 1820. y canjeado en Cara- Quízá el úldco resultado que tuvieron las comunicaciones de Bolívar y Torres y las matanzas de Turbaco, fue que se pasaran a las tropas patriotas muchos de los americanos que 118 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA militaban bajo los estandartes reales, descontentos con los insultos a su suelo nativo por los oficiales españoles. No obstante estar en vigor el tratado de Trujillo, fue infringido éste por el gobernador Torres, quien ordenó se atacara un destacamento patriota en Lorica, no habiendo terminado los cuarenta días estipulados en el artículo 12; este ataque no tuvo por consecuencia sino un encuentro favorable a los patriotas y algunos muertos y heridos más a la lista larga en esta campaña. EN LA BAHíA DE CART AGENA Las defensas de Cartagena estaban en esta vez mejor servidas que en 1815; habían 8000 quintales de pólvora, 2000 de plomo, 4000 fusiles, el mejor y más abundante parque de artillería que poseían entonces el virreinato y la capitanía general de Venezuela. « Las fuerzas españolas tenían ocupadas toda s las fortale7as que en rígido encadenamiento de tres leguas se extienden desde Bocachica hasta el circuito amurallado de la ciudad: San José, San Fernando, Manzanilla, Castillo Grande y Pastelillo en el interior de la bahía; San Felipe, el Revellín y la Popa, en la tierra firme. Sus buques en regular cantidad anclaban en la impropia mente llamada bahía de las Animas, parte la más reducida de la extensa bahía de la ciudad, formada por la pequeña isla de Getsemaní que la limita al oriente; una estrecha garganta de tierra llamada El Limbo, por el occidente; por el norte, CO/1 los muelles de Id aduana y por el sur con una especie de escollera artificial dominada por el Pastelillo, San Felipe y el baluarte del Reducto y que no daba paso a las embarcaciones que por ella transitaran sino por estrecho canal a tiro de pistola del fuerte primeramente nombrado (La Pasa o Pasita, como la llamaba el vulgo). Como se ve, la flotilla española estaba tan formidablemente defendida por los fuertes de la bahía y tierra firme y las baterías de la plaza, que todo· ataque por parte de nuestras fuerzas parecía sumamente difícil, si no completamente imposible» (1). Transcurrieron operaciones sobre unos meses sin que se llevaran a cabo otras Cartagena; sl)lamente el mejoramiento de la (1) José María Vezga y Avila. LllIOcl'f de Sall/tla/I. CAPITULO v 119 instrucci6n y disciplina, la fabricación de cartuchos y algunas reparaciones en el artillado y carenaje de las embarcaciunes menores que pronto debían operar en la bahía. A mediados de julio el coronel Montilla logró interceptar una comunicaciÓn del gobernador de Cartagena, pieza en la cual como en la cogida a los patriotas en 1815, se veía el estado desastroso de la ciudad con la escasez que ya empezaba a hacerse sentir en los moradores. Aparece de algunos documentos que el gobernador Torres y Velasco tenía 300 cañones bien dotados y cerca de 1500 soldados, algunos de ellos tropas veteranas de los regimientos de León, etc. Decía Mantilla al vicepresidente con fecha 14 de julio: «Mis avanzadas llegan al pie de La Popa, porque tengo colocada mi caballería en Ternera, y en toda la semana entrante quedarán cubiertas las avenidas de la Boquilla y Ciénaga de Tescar, como también de Albornoz, Pasacaballos, Cospique y Mamonal, cuyos puntos serán defendidos por la columna de patricios que organiza el señor coronel Ayala en SabanaJarga y San Estanislao, y que se moverá el 15 con este objeto. Aun sin necesidad de tropas está bien cortada la comunicación con la plaza, por la bella disposición de los pueblos y por las patrullas que hago subir de este cuartel general. El enemigo tiene abandonada La Popa, y sus fuerzas sutiles son tan mezquinas que no han podido poseer la Ciénaga de Tescar, siendo tan escasos los marineros, que tienen desarmadas tres de las cinco lanchas que tienen en la bahía. El bergantín de guerra Andaluz, su única esperanza, está yéndose a pique. El virrey Sámano, el obispo Rodríguez y el brigadier Cano han salido de la plaza para Jamaica; en consecuencia, no sólo de la aproximación de las tropas de l<l reptlblica sino por la anarquía que reina en la plaza, de resultas de la revolución que hubo para jurar la Constitución ... » (1). El coronel Mantilla se mostraba muy optimista; no eran las cosas de tan subido color, cierto que la disparidad entre el virrey Sámano y el gobernador Gabriel Torres y Velasco, con motivo de la revolucil}n de Riego en la península, había creado (1) Montilla a Sanrandcr. Arc¡'¡,'o S'lfIfrllzdcr, tomo V, p{¡gina 31. 120 -- ACCION ---- "----.- - .. DE LA MARINA COLOMBIANA --.--------- ---------- ---~ -- -. - ------ - serias diferencias entre los españoles residentes ~n Cartagena; mas no era la situación de la flotilla española tan apurada como aparece de las frases transcritas. Poseían los sitiados, como hemos afirmado, mucha ~rtillería de grueso calibre, bajo cuyo amparo los barcos menores fácilmente repelían los ataques de los patriotas. Rotas las hostilidades el 1.° de abril, la escuadrilla de PadiIla obliga a la española a refugiarse en el puerto. El 24 de mayo de 1821 penetraron los barcos menort's de Padilla a la bahía de Cartagena, consistentes en tres divisiones al mando de Mendoza, Chatre y Ríos y 43 embarcaciones (1) bien tripuladas y artilladas. Comenzó desde esta fecha el avance por las aguas de la bahía; se construyeron baterías con el fin de proteger los barcos del propósito de la defensa. El 20 de junio quedaron instaladas una en puerto de Periquito, otra en 13 costa de Caño de Loro, donde se formó un pequeño fuerte (hoy Block house) y otra en Cocosolo, en el mismo lugar donde en otra época los soldados de Moríllo instalaron sus cañones para separar las defensas de la bahía. Padilla estableció su cuartel general en la hacienda de Cospique, y según propias palabras comunicaba a! general Santander el día 18 de junio desde ese lugar: « He puesto tres baterías y destinado las fuerzas más interesantes en la bahía, en esta a forma: La 1. divisi<in en la isla de Bocachica, con dos Violentos en tierra y trescientos infantes. La 2.3 en Punta de Poncio y una batería de dos piezas de a 12; Y la 3.3 en Cocosolo con otra batería de igual número de piezas, y últimamente en Pasacaballos he hecho un fuerte con dos piezas gíratorias de a 8, que he guarnecido con 16 artilleros, un oficial, un sargento y un cabo .. __ » (2). Para que la escuadrilla patriota estuviera lista a las señales, debí a permanecer frente a Manzanillo. Las tropas de la vanguardia al mando del oficial sueco, conde Federico D' Adlecreutz, debía situarse en el playón de los (1) Padilla (z) a Santander. 33 barcos de guerra}' co. Padilla a Santander. Ard,¡z'~ SO!JttJnr/er, 10 Cospique transportes tomo VI, página z53. que llevaban 7 de mayo de 18z r. tropas de desembar- CAPITULO V Muertos y su consigna 121 era alarmar en el playón de Santa Catalina y en el Espinal, una vez verificada la señal, para así obligar al enemigo él divídir sus fuerzas y que Padilla pudiera atacar las embarcaciones enemigas con más desembarazo. Después de estos preparativos se esperó la hora convenida para intentar la aventura; a las doce en punto, en el instante en que las tropas y los barcos estaban en espera de la referida sefia', una exhalación atravesó el cielo de sur a norte. Acto continuo, habiendo sido tomado ese fenómeno por el cohete que se esperaba, procedieron a ejecutar los movimientos previstos. El comandante de la vanguardia dijo después en su parte: «Engañado con este fenómeno, lancé un volador de la subida de La Popa y mandé inmediatamente un destacamento de caballería al pie del c1stillo d~ SIn Lizaro tocando al ataque, lo que fue repetido en toda la línea. El Cerro, Santa Catalina y el reducto rompieron al instante el fuego vivo dirigido contra nuestras partidas; y no hay duda que creyeron efectivamente la plaza atacada: l~ comprueba un fuego de metralla, fusilería, granadas encendidas y baJas por una hora y media sin interrupción» . Turbaco, 25 de junio de 1821. El comandante de la vanguardia, Federico, conde de D'Adlecreutz. El jefe de Estado Mayor, coronel Luis Francisco de Rieux, informó: « El ataque empezó a las once y tres cuartos de la noche y concluyó a la una y diez minutos; disparando sobre nuestras fuerzas sutiles y tropas de tierra doscientos sesenta y seis cañonazos .... Y el hábil marino Padilla decía al coronel Mantilla: «Organizado el plan que con U. S. ya había acordado y comunicadas las señales de inteligencia con la línea de tierra, para figurar un ataque general a la plaza y hacerla efectivo sobre sus fuerzas sutiles, mi escuadrilla se apostó en el Manzanilla a las ocho de ayer noche. A las doce se retiró la ronda para ser relevada, y aprovechando esta oportunidad seguí sus aguas, hasta llevar al enemigo el estrago, la muerte y el espanto, sacando por despojo del centro de los peligros las lanchas, barcas y bongos situados en el arsenal y bajo las baterías del Reducto, Cerro, Santa Isabel, Baraona y baluarte de San Ignacio, únicos buques de guerra con que contaba el enemigo gobernador Torres-dejando a pique el bergantín Andaluz lI> 122 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA y el bongo n(¡mero 10. Lo horroroso del combate, que se empeñó a lanza y espada, precipitó a la muerte a más de cien soldados enemigos con tres de nuestros bravos, quedando heridos 18 hijos de la patria. Por seis prisioneros que tengo sé que han muerto tres oficiales enemigo~, y se infiere que dos de ellos son el arrogante Cordero, comandante 6eneral de marina y su segundo don Juan Carranza. Yo ofendería el valor de mis soldados si exceptuara a alguno de esta victoria; y faltaría a la justicia militar si no recomendara ét U. S. al primer cuntramaestre de la escuadra de Colombia, Jacinto Quintana, de extraordinario valor; al segundo comandante del bongo Colombiano, José Liscano, nombrado por mí para el ataque, de primer comandante de los esquifes; al comandante del esquife Relámpago, Antonio Villanueva; al oficial de mar, Antonio Hernández, pasado de la plaza el 23; al alférez de fragata Leandro Caldas y al de igual clase José Antonio Padilla, siendo heridos los cuatro primeros y mortalmente Hernández _ . Cospique, junio 25 de 1821. José Padilla» (1). El combate narrado con claridad por los partes transcritos terminó con la defensa móvil de Cartagena y acabó de relajar la moral de los defensores; quedaba el núcleo de la plaza en una situación angustiosa, separado de los castillos de Bocachica y entregados sus moradores a los escasos recursos existentes. Claro está que llegaría un día en que léI capitulación sería el único medio de evitar la completa destrucción de sus habitantes. Los trofeos de esta victoria fueron once buques de gUl'Tra menores, con su correspondiente artillería, o sean 19 cañones de varios calibres, 66 fusiles, 12 barriles de pólvora y muchas lanchas. LA TOMA DE LOS CASTILLOS DE BOCACHICA Guarnecían los castillos de Bocachica un destacamento de infantería y algunos artilleros, compuesto de 174 hombres de tropas y 18 oficiales con abundante material de artillería de sitio, al mando del teniente coronel don José María de Olmos. Con los éxitos adquiridos por las fuerzas navales de Padilla y (1) Partes tomados de la ridll d,' Plldillll, por JO!é P. Urueta. CAPITULO V 123 con la considcraci(lIl de los dias de escasez que llegarían forzosamente, empezÓ a cundir cntre estos soldados un franco descontento. Así, pues, cLlando fue noticiado Padilla de las posibilidades que se presentaban de una capitulación, se puso al ha bla con los defensores del castillo, cuyos subalternos forzaron a Olmos a quc entrase él negociar con los atacantes. El 4 de julio fue enviado el teniente don José L1inás con el pliego de arreglos, el cual tenia las siguicntes bases: «1. Se permítirá a los oficiales el uso de su espada y la propiedad de SllS equipJjes, y a la tropa la de sus mochilas. 2. La parte de la guarniciÓn que :10 quiera tomar servício se le embarcará en los puertos de Sabanilla o Santa Marta, para la isla dc CJba, a costa del gobierno dc Colombia. 3. No se hará cargo alguno a los individuos que hayan servido antes en d ejército de la repÚblica. Castillo de San Felipe, 4 dc julio de 1821. ¡ose María de Olmos, tenicntc coronel, comandante de las fortalezas. » Acto seguido ocuparon las fortalezas la compañia de cazadores del batallÓn Alto Magdalena, la 5." del Girardot y la de marina a órdenes del teniente coronel Manuel Obregón. Los defensores de lo~; castillos entregaron considerable número de cañones, fusiles y municiones «como para rendir la plaza de Cartagena y defenderla después,» según palabras del mismo coronel Mantilla. El entonces L~niente coronel José Maria Córdoba refiere los sucesos que ocasionaron la toma de estos fuertes de otra manera; dice el apuesto jefe granadino que Padilla atacó o por lo ,menos hiJO un reconocimiento en fucrza, una demostración de su poder con la flotilla propia y las naves tomadas al cnemigo, operación que produjo sus resultados inmediatos. En el recinto .de los castillos se llcvaba una vida de abandono; los pozos se hallaban en un dfsastroso estado de suciedad, lo cual era causa de bajas por enfe~ll1edades infecciosas; la guarnición compuesta en gran parte de americanos que estaban prontos a sediciones y motines. Poco trabajo les costó al español L1inás y al venezolano Romero guiar a los soldados a efectuar arreglos con el ene(1) Obra citada, página 333. 124 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA ---------..------------------ miga. El comandante Olmos quiso poner fin a su vida al verse impotente para mandar sus tropas, mas fue obligado a obrar según el querer de los sediciosos. En cumplimiento de lo pactado se embarcaron para Cuba en la goleta holandesa Ana Catalina el comandante Olmos con 9 oficiales, 13 suboficiales y soldados, el resto de los 18 oficiales y 174 soldados tomaron servicio en las filas republicanas, 110 obstante ser algunos de ellos españoles. Los oficiales enviados a Cuba fueron juramentados así: «Juramos a Dios y prometemos d la nación española d~ quien dependemos que, como prisioneros de guerra que hemos sido en los castillos de Bocachica, de la plaza de Cartagena, por las tropas de la Repúb]ica de Colombia, no tomar armas ni cometer ninguna hostilidad contra dicha república, antes de ser canjeados según el Derecho de la guerra y uso de las naciones civilizadas; y para constancia, firmamos este juramento» (Gaceta de Colombia, números 106 y 109). Una hazaña más a las muchas que ya había hecho el marino riohachero Padilla debe comentarse, la verificada e] dia 28 de julio a la llegada de un bergantín americano lleno de víveres para la ciudad, barco defendido por la goleta de guerra Ceres y que había forzado el bloqueo adelantado por los cinco barcos mayores de la escuadra de Brión: El intrépido Padilla resolvió no permitir el desembarco de los víveres que se estaba haciendo bajo el amparo de los cañones de grueso calibre, y denodadamente atacó al bergantín apresándolo, y quitó a los hambreados habitaRtes de la plaza 260 barriles de harina, de 1000 que traía; 340 de carne conservada, todo el aceite, azúcar y otros elementos, cuya posesión por los patriotas significaba unos días menos de vida para los sitiados. LOS ÚLTIMOS OlAS La presión ejercida en alta mar por los barcos grandes, la incursión adelantada en la bahía por las divisiones de fuerzas sutiles, la toma de los castillos de Bocachica y el asedio que extremaban las tropas del coronel Mariano Mantilla, reducían día por día el espíritu público de la plaza. Disminuídas las raciones, si no con la excesiva parvedad de 1815, por lo menos -------------- CAPItULO .. --.---------- V --------- 125 hasta el punto de afligir almas bien templadas. En el sitio anterior los defensores de Cartagena fueron mártires. Transcurrieron los días de julio; los republicanos temían la llegada de una escuadra española que obligase a levantar el sitio. Así se observa en las comunicaciones suscritas por el teniente coronel José María Córdoba; José María del Castillo también escribía al vicepresidente sobre el peligro de que el navío de línea Asia condujera las tropas retiradas en la batalla de Carabobo. Quizá alguna esperanza alimentaba el ánimo del brigadíer Torres para rechazar la capitulación propuesta por Padilla. El 7 de julio Padilla hizo la intimación del caso para que se rindíeran los defensores; comenzaba así: «José Padilla, del Orden de los Libertadores, capitán de navío de la escuadra de Color.;bia, comandante general de las fuerzas sutiles que obran en la bahía, costa y provincia de Cartagena, al señor don Gabriel Torres y Velasco, brigadier de los ejércitos nacionales y gobernador comandante general de la plaza de Cartagena. Tremolando desde el día 6 de los corrientes el pabellón de Colombia en los castillos de Bocachica, por tratados de capitulación que propuso su comandante, el teniente coronel don José de Olmos, y habiendo yo remitido de este punto a dicho señor con su oficiélidau y tropa al cuartel divísionario de Turbaco-tratados conforme a la regularización de la guerra y bajo los pactos celebrados, como V. S. verá por las adjuntas copias-a nombre del gobierno de la república le intimo la rendición de la plaza, que es prudencia de todo jefe que no quiere ver sacrificada su tropa y vecindario que manda, cuya contestación espero hoy mismo. Así, pues, de no acceder V. S. a mi propuesta, que no tiene otro que el beneficio de la humanidad, V. S. será responsable de l::ls consecuencias por las providencias que yo tome, vista su res',stencia a mi invitación llena de la generosidad que me es calacterística. V. S. está persuadido que las autoridades de Colombia miran con consideración a todo español, pues no es su enemigo sino en el acto de la guerra. Esta conducta ha sido causo de que toda la guarnición, con la mayor parte de su oficialidad, haya abrazado con entusiasmo la causa por la que luchan los americanos hace once afios y gustosamente ha tomado 126 ACCION DE LA MARINA -.---- o • __ •• __ • COLOMBIANA - ,. " " • __ ••• _ - las armas. A pesar de que la milicia se vale muchas veces de ardides y engaños para hacer rendir a su enemigo, jamás he usado sino de la verdad; y V. S. verá que no le miento, cuando uno de los buques mayores que bloquean esta plaza lo vea dentro de la bahía y se le presente entre Castillogrande y Manzanillo, según las órdenes que tengo dadas, y cuando reciba cartas, por la vía de Turbaco, de los jefes y oficialidad en que piden a V. S. sus equipajes y mujeres, en esta misma fecha. Dios guarde a V. S. muchos años. A bordo de El Colombiano, al ancla en Cospique, julio 7 de 1821, 11,» El mismo dia contestó el brigadier Torres y Velasco, de manera comedida, con la entereza de un hidalgo castellano que prefiere morir a pasar bajo las banderas del vencedor; leámosla: « Señor comandante general de las fuerzas sutiles de Cartagena. Por nota oficial de V. S., de esta fecha, que acabo de recibir, quedo impuesto de estar tremolando desde el día de ayer el pabellón de Colombia en los castillos de Bocachica, por tratados de capitulación que propuso su comandante, el teniente coronel don José del Olmo, habiendo V. S. remitido de este punto, a dicho señor con su oficialidad y tropa, al cuartel general di visionario de Turbaco, tratados conforme a la regularización de la guerra y bajo los pactos celebrados, según lo manifiestan las copias que V. S. se ha servido remitirme. Y por lo que respecta a la intimaciÓn que tiene V. S. a bien hacerme a nombre de su gobierno, para la rendición de esta plaza fuerte, fiada a mi cuidado, debe V. S. persuadirse que sólo tendrá lugar ésta cuando su benemérita guarnición, fiel vecindario y yo, hayamos exhalado el postrer aliento en Sil defensa. Dios guarde a V. S. muchos años. Cartagena y 7 de julio de 1821.-Gabriel de Torres.LA No toda la patriotas, hicieron nes, tras estrellaron CAPITULACIÓN obstante los deseos del brigadier Torres de perecer con guarnición antes de ceder ante las intimaciones de los no tuvo su espíritu el temple de otros defensores que gala de la fortaleza de sus corazones en otras ocasiode las murallas de la misma ciudad. Allí, en 1741, se la~ balas lanzadas por la más formidable escuadra CAPITULO V 1~7 conducida por el almirante VernÓn; navíos de línea erizados d~ cañones, rápidas fragatas y un numeroso ejército guiado por la ambició:1 y la aventura, !lO lograron abatir el orgullo castella'lo. En 1815 hemos visto cómo prefirieron la muerte entre las convulsiones del hambre los sitiados por Morilla, para no recibir de los peninsulares el yugo de la servidumbre o la piedad de los cadalzos. Pasaban los dias de julio y agosto sin que tuvieran los españoles probabilidades de ayuda, en tanto que la capitulación de los defensores de Bocachica abría los ojos a la desconttnta guarnición y los últimos recursos tocaban a su fin. De ahi que el gobernador Torres no pudiera ceder a las gestiones de Mantilla, qui~n se comunicaba secretamente con los defensores y por medio de hábiles intrigas lograba desalentar a los más decididos. El 21 de septiembre presentó el brigadier en diez y seis artículos sus bases para un arreglo, mediante el cual se debían observar por los republicanos las reglas usuales en estos casos para asegurar la vida y tranquilidad de los habitantes, como las propiedades, la entrega de la guarnición, la que debia ser conducida a Cuba con SllS armas y equipajes. Se permitía a los que quisiesen tomar servicio en las filas de Colombia, lo hiciesen, y al fin se ajustaba una capitulación en forma. Al día siguiente contestó el coronel Mantilla aceptando muchos de sus artículos, reformando otros y adicionando seis, en uno de los cuales se advertía que si venían socorros a la plaza, una vez firmadas y canjeadas las diligencias, aunque no se hubieran embarcado las tropas, valdría con toda su fuerza la capitulación desde el 1.° de octubre. Se nombraron a los coroneles Miguel Valbuena por parte del gobierno español y a Luis Francisco de Rieux por el de los patriotas, y el 22 de septiembre de 1821 quedó terminada la diligencia de las negociaciones y la plaza lista para la entrada de los patriotas. Como primera medida para el bien público, lIna vez firmados los pliegos de la capitulaciÓn por Montilla y Torres, fue establecer un mercado entre « Puente medio» y "Puente calzada,» para que se pudieran abastecer los moradores con los víveres que para el efecto se hidcron cunducir allí; a los l11islllO~ ACCION - - - -- b~ LA MARINA COLOMBIANA --_._._-~----------_._------------ -- ---.-. soldados españoles permitióseles presentaran sin armas. la concurrencia, siempre que se En tanto que se dirigían los soldados españoles a los barcos destinados para su transporte a Cuba, entraba el ejército colombiano para que no quedaran abandonados los recintos defendidos por la artillería; se colocaron 25 hombres armados en esos lugares para el cuidado de los pertrechos; sucesos verificados el día 9. Al día siguiente entraron 400 hombres del batallón Girardof, donde el mayor de la plaza nombrado por Torres, y el ayudante del jefe de estado mayor patriota, alférez Sebastián de Osse, quient>s distribuyeron la guardia con los primeros sJldados de la república, relevando a los realistas, operación que se llevó a cabo con orden. El mismo día se recibió el castillo de San Felipe y lo ocuparon 200 hombres del batallón Antioquia, entre los cuales iban los artilleros que debían en lo posterior manejar las piezas. Al cambiar el estandarte real por la enseña tricolor se dispararon 21 cañonazos. A las dos de la ta~de se recibió Getsemaní, lugar a donde fueron destinados los escuadrones de Carmona y Jugo. Asi como en el castillo ya nombrado, al izar nuestra bandera observáronse las mismas reglas en este lugar y en la puerta de la Medialuna; también a esta hora las divisiones de bongos ocuparon la bahía de las Animas. bordeando en línea desde el Pastelillo hasta la Aduana. A las cinco de la tarde concluyó el embarque de la guarnición española en buques colombianos; una vez avisado el gobernador de que estaban los últimos soldados sobre cubierta, tomó la falúa destinada para el caso, con su estado mayor, y al pasar por delante de las fuerzas sutiles colombianas, se le hicieron los honores, disparando una salva de 21 cañonazos. El coronel Mariano Mantilla lanzó una proclama a los habitantes de Cartagena, otra a los marinos de las fuerzas sutiles y otra a las tropas del ejército, y un bando en que se recomendaba la buena c0nducta de las tropas. El Poder Ejecutivo premió a los libertadores de Cartagena con el siguíente decreto: -Francisco de Pauta Santander, general fle división y Vice- 129 CAPITULO V presidente de la República de Colombia, encargado del Poder Ejecutivo. Teniendo en consideraciÓn que los individuos que componen el ejército del Magdalená, bajo las órdenes del general Mariano Mantilla han acreditado valor y constancia en la gloriosa campaña que acaban de hacer, hasta la ocupación de la importante plaza de Cartagena y de las de Santa Marta y Riohacha, he venido en uso de las facultades extraordinarias que me están delegadas por el articulo 8.° de la Ley de 9 de octubre del corriente año, y consultando el consejo de gobierno, en decretar lo siguiente: 1.° El general, los jefes, oficiales y soldados del ejército del Magdalena llevarán en el brazo izquierdo un escudo encarnado, de dos pulgadas de diámetro, orlado con laureles, con esta inscripción en el centro: Del ejército del Magdalena en 1820 y 1821 2.° El comandante general, los oficiales e individuos de marina que con t¡ínto brio y denuedo arrostraron los peligros en las brillantes acciones que precedieron a la ocupación de Santa Marta y Cartagena por las armas de Colombia, llevarán el mismo escudo con este mote: De la escuadrilla del Magdalena en 1820 y 1821 3.° El general del ejérdto del Magdalena, el comandante general de las Tuerzas sutiles y los jefes de los cuerpos llevarán en su escudo esta expresión: Comandante 1821. Comandante 1820 y 1821. Comandante dalena en 1820 y en jefe del ejército del Magdalena en 1820 y general de la escuadrilla del Magdalena en de tal división o batallÓn del ejército del Mag1821. 4.° Los escudos de los jefes y oficiales del ejército y fuerzas sutiles del Magdalena serán bordados de oro; y de seda los de los soldados y marineros. 9 IJO ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA 5.° El general del ejército y comandante general de las fuerzas sutiles del Magdalena propondrá'"!, además con especialidad los prcmios y recompensas que justamente se deban a los pueblos c individuos que se han distinguido, auxiliando y concurriendo de alguna manera al éxito de la campaña. 6.° El secretario del despacho de marina y guerra está encargado de la ejecución del presente Decreto. Dado y firmado en el palacio de gobierno en Bogotá, a 29 de noviembre de 1821. FRANCISCO DE P AULA SAN Pedro Bricelio (Gaceta de Colombia, nÚmero r ANDER Méndez.» 128). COMENT ARIOS El papel de la escuadra en este memorable sitio no guardó proporciones con el desempeñado por las fuerzas sutiles al mando del capitán Padilla. Su misión verdadera, la tarea asignada, era extremar el bloqueo para reducir por hambre ]a plaza, en caso que las operaciones del ejército del Magdalena no dieran el resultado que se esperaba. Sin duda la agitación continua de los mares colombianos obligaba al almirante a velar más por el cuidado de sus naves, que por aprisionar algunas embarcaciones arribadas al puerto sin mayor contratiempo. Debem()~ recordar que cosa parecida ocu· rrió a las fragatas de Morillo, burladas también en algunas ocasiones y averiadas cuando quisieron cruzar estrictamente para cumplir su cometido. Las divisiones de fuerzas sutiles obraron con el arrojo que Padilla empleaba en sus empresas; arrehataron, por decirlo así, a los cañones de los fuertes las naves enemigas surtas bajo aquella defensa. Con la destruccion de esta fuerza móvil y la reducciÓn de los castillos de Bocachica quedaba el mkleo de la plaza entregado a su propia suerte, esto es, al tiempo que dllrtlran los víveres y por tanto el espíritu de sus defensores. Los españoles carecieron de la defensa exterillr: una escuadra de alta mar para tener alejada a la enemiga; la defensa extcriClr terrestre no tcnía la fllerz.a del caso para di!>tanciar las CAPITULO V 131 avanzadas enemigas del núcleo de la plaza. Faltóles asimismo que su defensa móvil explorara la bahía suficientemente y obstruyera los pasos, tal Como lo hicieron los patriotas en 1815, l1l~diante un plan donde se armonizaran las fuerzas existentes y a la vez las necesidades más perentorias. En cuanto a la conducta de los atacantes, una vez tomadas las pusiciones do:ninantes de la defcnsa, es noble y generosa. Bien había podido el coronel MJntilla reducirlos hasta el último extremo y tomar la ciudad a sangre y fuego, como lo hubieran efectuado las tropas de Morilla. Recordemos la siniestra figura de su jefe divisionario Francisco Tomás Morales, quien después de vencer la guarnición de los castillos de Bocachica, asesin() con la saña más incalificable centenares de hombres, mujeres, niños y ancianos que halló a la entrada, exánimes por las necesidades, sin perdonar a los leprosos de Caño de Loro en su ferocia sin ejemplo. Reducida la plaza, art¡¡lada de nuevo, provista de munIcIOnes para la defensa, volvia a ser para los patriotas la posición dominante en los litorales colombianos el punto de apoyo para deft:nder el Istmo y la base para las embarcaciones republicanas que defendían los litorales desde Maracaiuo hasta Panamá, y la gran plaza fuerte por cuya posesión se habían agotado l(¡s cuantiosos recursos de españoles y patriotas. Más tarde cayó nuevamente Santa Marta en poder de unos revolucionarios apandillados por Lavarsés, quien se valió de la poca malicia del gobernador Rieux y de las simpatías de los iiidios de Gayra. Puebloviejo y otros pueblos cercanos a la ciudad, para comcter los desmanes que le dieron la posesiÓn de aquella plaza. Estos sucesos acontecieron en 1822. Después se recuperó en los comienzos de 1823; pero debido a este fracaso se retardaron las operaciones que sobre la plaza de Maracaibo iba a iniciar el ya gelwral Mariano Mantilla, como se verá más adelante . •... _~•.. --------- CAPITU lO VI La campaña del Zulia Antecedentes-El estado de la marina-Situación Situación general-Lo5 nts prelj mi nares -La contendores-Situación topográ/ica del lago. especial-Operacio- batalla -Consecuencias-Comentarios. ANTECEDENTES La acciÚn de Boyacá ganada por el Libertador el 7 de agosto de 1819 habia puesto en manos de los patriotas todo el territorio ée la Nueva Granada; de igual manera, la batalla de CaraI))bo libertó el extenso teatro venezolano, con la sola excepción de la plaza de Puerto C¡¡bello que estaba en poder de los realistas. El 29 de junio de 1821 entró el Libertador a Caracas, suceso trascendental, si consideramos la serie de esfuerzos insuperables para llegar a dicha capital, intentados en los años anteriores con tánto denuedo como mala suerte, por el gran caudillo americano cuyo ardient.e deseo entonces fue entrar triunfante a su ciudad natal. El ejército patriota renovado constantemente, pasado por el crisol de los sufrimientos, de los reveses y de efímeras victorias en las cuales se perdieran las vidas de numerosos jefes y oficiales, había hecho las etapas de la Hogaza, CUlllanéÍ, Calabozo, El Sombrero, San Fernando, La Puerta, Ortiz, Cojedes y Cumanéí; transmontado la gran cordillera andina, librado una serie de combates gloriosos y llevado por estratégicos movimientos a los campos de VargJs y BUj'.lc:í. CAPITULO VI 133 No obstante de flamear en casi todo el territorio venezolano la enseña de 12. libertad, los generales Morales y Latorre continuaban la campaíia en las costas de Puerto Cabello y Coro, lo cual constituía una amenaza para la independencia colol11bian(l, puesto que estaba la puerta abierta para nuevas expediciones que el rey ·'ie aventurase a enviar desde el continente eurorape o, y que f;ícilmente hubíeran entrado por Maracaibo al interior de la Nueva Granada. Al que juzgue los hechos con mediano criterio militar, se le alcanzará que el objetivo estratégico de los españoles era en esta campaña de 1822-23, la toma de Maracaibo, y para los colombianos la reducción de los últimos puntos de la costa, entre los cuales estaba el ímportante lugar de Puerto Cabello. El general Morales había partido para Puerto Cabello en una escuadra de 14 embarcaciones el día 24 de agosto. Llegó a Cojoro, a sotavento de esa plaza el dia 30, y el día 4 de septiel11 bre rechaza a Castelli que sale a su encuentro; derrota al general Lino de Clemente, de tal manera, que a éste se le sigue un sumario en averiguaciÓn de los sucesos que lo indujeron a entregarse, y Hnalmente entra a Maracaibo e17. La pérdida de Mélracaibo llenó de confusión a los patriotas; Bolívar, que entonces se hallaba en Guayaquil, pensó en abandonar la campaña del sur para después volver rápidamente sobre esta plaza y recuperarla a toda costa, ya que tomada por el enemigo entrañaba un verdadero peligro. Si Morales en vez de contentarse con la actividad y las capacidades de un buen jefe divisionario hubiera intentado una empresa de mucho vuelo, como era la organización de sus tropas sobre la base de tres mil hombres y emprende un plan de campaña cuyo teatro hubiera sido la Nueva Granada, casi desguarnecida, es seguro que los adictos a la causa de Fernando, como los pastusos, se hubiesen lanzado de nuevo a ]a rebelión y puesto un valladar infranqueable al ejército patriota ya en el lejano Ecuador. El genio y la honda percepción militares no son el patrimonio de muchos heroicos soldados, verdaderas figuras de los campos de batalla, en donde asombran con los impetlls de su valor y arrastran las masas de sus hombres enamorados de SLl arrojo, guiados por su audacia, como por un poder superior. Algunos 134 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA l1ilY que evoluciollélll COll un corto nÚmero de soldados y se sienten maniatados y entorpecidos cuando la suerte los coloca al frente de grandes ejércitos, entonces la inacción y las vacilaciones les ponen en las peores condiciones. La ocasión desperdiciada por Morales al 1\0 invadir el centro del país estuvo más palpable cuando este jefe hizo un recorrido por las ciudades venezolanas con bastante éxito y en seguida se encierra en Maracaibo. El general Montill a había organizado un ejército en Riohacha, pero una imperdonable falta en la disposición de la marcha hacia el enemigo lo comprometió lastímosamente; ordenó el gencral ya mencionado la iniciación del movimiento de aproximación y dispuso que la vanguardia con CCica de mil hombres se alejara ocho jornadas del l!rueso; conociendo Morales esta disposición, fuéle al encuentro y lo venció el dia 13 de noviembre de 1822. EL ESTADO DE LA MARINA El gobierno inteligentemente presidido por el general Santander había dado un gran desarrollo naval a la Gran Colombia; convencido el general de que nuestro país es esencialmente maritimo por la famosa posición gengráfica que ocupa con relación al continente americano, cn vista de los extensos litorales sobre los dos océanos y quizií con la idea de la decisiva influencia del dominio del mar en las operaciones de guerra, resolvió dar una verdadera organización científica a la armada. Sin duda el primer intento fue el de la preparación de la gente de mar; la idiosincracia de los habitantes es obra de las costumbres, de las tradiciones y del medio ambiente en que se desarrollan las generaciones; de ahí que los mejores marinos en aquel tíempo fueran reclutados en la isla de Margarita. Mas faltaban los institutos de educación donde se forman los profesionales, en vista de lo cual dispuso el gobierno lo siguiente, por decreto de fecha 28 de junio de 1822 y en atención a varias consideraciones:« Siendo la marina militar uno de los más importantes ramos que contribuy'en a la mejor defensa de la república, y deseando el ejecutivo empezar a fomentar el estudio de ella, según lo permite el estado naciente de Colombia y usando de las facultades que le' atribuye la ley de 28 de CAPITULO VI 135 julio del añ(, undécimo, he venido en decretar y decreto el establecimientl) d.:- una escuela náutica en la plaza de Cartagena» .... Las disposiciones para organizar el referido plantel están definidas con el más estricto acierto. consultando las necesidades técnicas y é' la vez dando gran amplitud a la recepción de alumnos, pues se escogían los jóvenes mejor preparados cn los distintos departamentos de la nación; se llamaba a los oficiales de la armada para que refrescasen o ampliasen los conocimientos, y se permitía el ingreso de los que quisiesen costear su educación por la mera afición de seguir la carrerél más herm.Jsa para los hombres decididos y enérgicos. Para subsanar la carencia de marineros que tripulasen los barcos de la escuJdra, dispuso el general Santander la fundación de un batallón ¿e marina de ocho compañías, las cuales se debían repartir, una vez verificada su completa instrucción, entre los tres departamentos de marina organizados por el mismo gobíerno, así: al primer departamento, dos; al segundo, tres, y el resto al tercer departamento. Est·~ personal de tropa de mar no sólo se le instruia en 'o referente a las maniobras peculiarcs de la "ida marinera, sino cn el servicio de infantería para obtener verdaderas compañías de infantería de marina. Posteriormente las necesidades de aumentar el plan educativo se dejaron sentir, y por decreto de fecha ulterior a la campaña que nos proponemos estudiar, o sea el 20 de mayo de 1825, se crearon dos escuelas más de navegación en los puertos de Maracaibo y Puerto Cabello, con el fin de educar en ellas ¡'ll1icamente los alumnos de los departamentos del Zulia, Venezuela, Orinoco y Apure. También se dispuso el aumento del batallón de marina a dos compat1ías más, con el fin de dotar de este personal al nuevo departamento marítimo creado en el pacífico sobre la costa comprendida entre Panamá, Cauca y Ecuador. Respecto a la creación de arsenales dispuso por medio de decreto fechado el 31 de octubre de 1822 y con el interé<; de conservar la fuerza marítima, reglamentar la manera de proveerse de los indispensables efectos para equipa~ los barcos, repararlos y abastecerlos. Para este efecto ordenó qne en las capitales de departamen- ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA 136 __ o • o _. .- .n _ -- _ - - -- - --- -- ---- - -.--- .---- to marítimo se estableciera un arsenal en donde acopiaran los elementos propios a los buques de guerra; que se construyeran dársenas que permitieran poner a flote los barcos en reparación, diques y gradas de construcción y carena, y las maquinarias para arbolar y desarbolar, tumbar, adrisar y embarcar. Esta extensa reglamentación tocaba todos los puntos de la organización técnica para adquirir arsenales apropiados a la marina de velas, y al haber perdurado, hoy serían establecimientos de gran importancia para el país; en ellos se habría construído nuestra marina mercante y en la actualidad no sufriríamos la esclavitud comercial que hace de nosotros casi una colonia, a la cual se le puede restringir su importación y exportación. Los que leyeren las Memorias de Guerra y Marina de 1823 y años siguientes, verán los altos propósitos del ilustre vicepresidente granadino y la inteligente colaboración de su secretario de guerra Y marina, el señor general Pedro Briceño Méndez; convendrán en que en aquella época remota, entre tántas vicisitudes y revueltas, había un espíritu de adelanto para las instituciones armadas, que bien quisiéramos en los tiempos actuales. Entonces se solicitaron las medidas de más trascendencia al congreso, como el establecimiento del servicio militar obligatorio, dándole a este modo de reclutar el ejército el giro más democrático, hasta conseguir que pasaran por los cuarteles no sólo los humildes hijos de la gleba, las clases desvalidas de la sociedad, sino todos los ciudadanos que legalmente estuvieran comprendidos entre las cláusulas de la ley; ({los más honrados y virtuosos, los más ricos y arraigados en el país, son los primeros que deben ser llamados a ejercer el derecho de defender la nación, si como dije al congreso constituyente, el ejército es la virtud armada en defensa de la patria», decía el general Briceño, y seguía en el curso de su exposición manifestando las necesidades perentorias, como la nacionalización de las instituciones armadas, el perfeccionamiento de la administración militar y la instrucción teórica y práctica de las tropas dentro de un programa metódico que tendiera a la verdadera educación militar. En el ramo de las finanzas, que se relacionaba con el fomento de la marina militar, expidió un decreto sobre el alistamiento CAPITULO 137 VI y equipo de la marina, que facilitaba a las reservas su dotación para el caso de una guerra, y a la vez en su minuciosa reglamentaciÓn daba facilidades a los ciudadanos que pasasen por los barcos de la escuadra, para seguir en su profesión en la mercante, con lo cual se conseguía dotar poco a poco a nuestro país de aquellas gentes de mar. El 30 de octubre de 1822 dictÓ otro importante decreto por el cual se disponía el arreglo de la parte ad,ninistrativa de la marína, con relación al ramo de la hacienda pública; 27 artículos definen y reglamentan las necesidades, crean los empleos, como intendentes, y les confieren las atribuciones del caso y habla de/ los almacenes y demás oficinas. Extendit~ndonos lo suficiente podríamos tratar la serie de disposiciones que el gobierno de aquella época expidió para el fomento y buen empleo de la marina, y ahondando demasiado, cosa que nuestro propósito lo impide, llegaríamos a demostrar palmaríamente el interés que entonces se vio por dotar a la nación de los servicios más trascendentales y que desarrollan con el andar de los tiempos el comercio, las industrias y por ende la riqueza pública, asegurando a la vez con el poderío de las escuadras la soberanía nacional. En cuanto a su poder combativo la escuadra republicana constaba de corbetas, bergantines y goletas, unos de guerra y otros armados ad IIOC, como unidades mayores; las flecheras, canoas, faluchos y otras embarcaciones menores eran las escuadrillas de fuerzas auxiliares que prestaron grandes servicios en las operaciones de desembarco así como en los mismos combates navales. SITUACiÓN TOPOGRÁFICA DEL LAGO Las penínsulas Paraguana y Ooajira, estrechándose hacia el norte forman los golfos de Venezuela o\\aracaibo, el golfete de Coro y el de Calabozo; hacia el interior del país penetra el gran lago de Maracaibo, cuya boca no sólo se estrecha de por sí, sino que tiene en ella una serie de islas que están situadas en dirección perpendicular a la entrada, de forma angosta y longitudinal y se llaman Zapara, San Carlos, en donde se hallaba el castillo del mismo nombre, dotado de bocas de fuego que 138 ACC/ON DE LA }\IAI~It\'A COLOMBIANA dominaban la (l!1ica entrada. En la parte exterior de estas islas empieza la barra de lago, bajo arenoso en dirección paralela a las islas y que obstaculiza de tal manera el paso que barcos de poco calado no se pueden aventurar a penetrar al lago sin un excelente práctico. En la parte interior de la boca hay bajios de arena con excepcié>n de un canal que pasa entre las islas de Pescadores y una ensenada Ilamad;¡ el Tablazo; la parte profunda del agua forma a la izquierda la hahía Urabá de forma oval y al sur de ésta se encuentra, en la misma margen izquierda, la ciudad de Maracaiho. En la margen del frente y méís o menos a la altura de la ciudad nombrada hállase el puerto de Altagracia, situado entre la Punta de Palmas y el rio Apure y en cuya boca se halla el islote de Providencia. A partir de los pueblos de Chiquinquirá, Concepción y El Carmelo, de la izquierda, y de la Punta lcotea, de la derecha, se abre el lago que afecta, C0l110 lo dice uno de los biógrafos de Padiffa, don Juan Antonio Losada, la forma de una lira española en cuyas accidentadas orillaS desembocan las aguas de 120 ríGs. En la costa de Gibraltar, entre las puntas de Santa María y La Moruna, demora la población del mismo nombre. La boca de la entrada, como la de los grandes ríos, está obstruída por bancos de arena que parecen ser una continuación de la isla Zapara, y que van casi a encontrarse con otro bajo arenoso en la parte norte de la isla de San Carlos; por tanto, la entrada es sumamente difícil, pero en seguida los bajíos del TablalO presentan quizá más dificultades que 13 misma boca, pues el canal varía constantemente, y sólo prácticos avesados a estas círtes pueden aventurarse a forzar el paso. Obsérvese pues, cu¿lJ sería la dificultad para atacar a la escuadra española surta en el interior del lago, tanto más grande cuanto que el poder de los cañones realistas amenazaban los barcos que por su tamaño ofrecían un tiro certero a la misma entrada, andando lentamente por 10s laberintos de arena de la Barra. SITUACIÓN GENERAL En el año de 1823 el general Francisco Tomás Morales dominaba todo el lago. El general Mariano Mantilla había dejado en Santa Marta CAPITULO 139 VI al coronel José Fé1ix Blanco organizando tropas y él se esforzaba por llevar a cabo. una expedici()n sobre Maracaib0. Para este evento el almirante José Padilla se había trasladado a Cartagena, con el propósito de adquirir nuevas embarcaciones y reparar algunas de la escuadra. El general Soubldte reforzaba con cuantos recursos podía el ejército del Magdalena. El comando español temió que las armas patriotas tomaran algunos puntos importantes de la costa interior del lago, y teniendo conocimiento que el general patriota Manuel Manrique había llegado a Gibraltar, enviÓ inmediatamente, el 17 de abril, una expedición con el fin de repelerlo, p~ro los patriotas lograron rechazar este ataque, de tll suerte que regresó la citada. expedición a Maracaibo. Más feliz el contraalmirante español J .aborde, apresó en el litoral marino, el 1. de mayo, las corbetas Carabobo y María Francisca que exploraban las costas. La salida terre~tre era ya en este caso imposible para el general Morales; la~ bocas del lago, en la costa sur, bloqueadas por la marina colombiana comandada por el general Manrique, impedían un intento de desembarco. Por (ltros lugares quedaban las salidas a la serranía de Perij;i insurreccionada por sus moradores, indios temibles y que merodeaban por aquella zona, de tal manera que el ej'~rcito español hubiera perecido poco a poco ante sus ataques audaces y entre la escasez de esos desiertos. La escuadra española estaba en mejores condiciones de moral, pues hacía poco le habia tomado dos unidades mayores al almirante colombiano, lo cual constituía un triunfo parcial de significación y dfsde el punto de vista de la defensiva tenía la mayor ventaja de conocer las distancias de tiro a las cuales hahría que hatir al enemigo desde los fuertes de San Carlos, posición famosa por lo dominante y cuya zona, llena de obstáculos naturales, hacía peligroso el tránsito de barcos. 0 fUERZA DE LOS CONTENDORES I.os españoles Morales tenía una fuerza naval El bergantín Sa/l Carlos. de: 140 ACCION DE LA MAI{INA COLOMBIANA El bergantín !.{oleta Riego. El bergantín goleta Esperanza. La goleta Zulia. La goleta Cora. La goleta Mariana. La goleta La María. La goleta La Liberal. La goleta La María Habanera. La goleta El Rayo. La goleta El Monserrate. La goleta La Estrella. La goleta La Goajita. La goleta La Especuladora. La goleta La Salvadora. A bordo de toda la escuadra había una marinería de 1650 hombres. Esta flota de harcos mayores tenia también una flotilla de embarcaciones menores que prestaban grande ayuda y que constaban de 17 embarcaciones, entre ellas dos grandes flecheras, Maracaibera y Guaireiía y el falucho Relámpagu. Los barcos mayores estaban dotados de artilleria, cuyas bocas de fuego eran de bronce y de hierro, sin rayas, y de diversos calibres. Como muchos de los barcos estaban armados en guerra, con los escasos recursos que se tenían a la mano, puede ponerse un término medio en el poderío y características de estas piezas, comparándolas en todo con las piezas de sitio y de fortaleza. Debe tenerse en cuenta que el calibre de los cañones se determinaba por el peso de sus balas. Estas eran esféricas, de plomo y hierro, macizas, para perforar las rmderas de los barcos en su obra vjv~, y huccas con una carga de explosión, lo que constituía las granadas. Había cmbarcaciones que llevaban como lastre, en vez de pesos especiales, cañones de hierro que reponían los inutilizados por el uso. Los españoles tenían 67 cañones; 18 de a 4. Su alcance eficaz apenas llegaba a 1000 metros, y el poder de destrucción era bien grande, si se tiene en cuenta que los blancos eran de madera, de gran tamaño y poca movilidad. En esta época se usaron mucho las granadas de mano, cuyo efecto era más bien incendiario. CAPITUl.O VI 141 Los patriotas Su escuadra estaba compuesta por los buques: Bergantín Independiente. Bergantín Confianza. Goleta A/ltoniu Manuda. Goleta Manueh Cl1yty. Goleta Peacok. Goleta Emprendedora. Goleta Independencia. Goleta La Leor¡a. Goleta Espartc/la. Bl.'rgantín lvlar,'e. Estos barcos mayores formaban dos divisiones; además había una dívisiÓn de fuerzas sutiles compuesta de trece embarcaciones menores, entre ellas una f1echera grande de 3 palos (13 píezas de artillería y 327 hombres). El armamento era el mismo de los barcos españoles, puesto que en su mayor parte había sido traído de Inglaterra o tomado a los buques apresados en los diversos combates parciales. Los colombíanos tenían 85 bocas de fuego, la mayor parte cañones de a 18. A bordo de la escuadra patriota iban 712 marinos; riormente se embarcaron 600 de las tropas de infantería, postecon lo cual quedaron 1312 por todos. Sus comandantes eran: el capitéín de navío Beluche, el teniente de navío Yrribarry, el capit;ín José Ratig de BeIlegarde, el alférez Félíx Romero, el teniente de fragata Clemente Catell, él alférez Tomás Vega, el capitán de fragata Samuel Pilor, el guardia marina Juan Mackan, CrR. C. Mauclin, el capitán de navío Nicolás J oly. Estos marinos comandaban los barcos en el orden do arriba, aunquc posteriormente se efectuaron algunos en el comando, para mejorar el servicio. SITU,\C¡();-¡ expresacambios ESPECIAL Las unidades mayores de la escuadra colombiana tuvieron que ser dcscélrtadas p'Jr su calado demasiado grande para el in- 142 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA , tento de penetrar en el lago; estas embarcaciones eran la corbeta Pichincha y algunos otros barcos de esta clase. El general Mariano Montilla, jefe de operaciones del ejército sobre Maracaibo, debidamente autorizado púr disposición del Poder Ejecutivo, decretó el bloqueo de aquella plaza, cuyos puntos principales eran los siguientes: «Articulo 1.° Qurda bloqueada desde esta fecha por la escuadra de operaciones del Departamento del Magúalt.:na, toda fa extensión de costa que se comprende desde el cabo de San Román hasta el de Chichivacoa, en el mar de las Antillas. Artículo 2.° Para que no pueda ningtín buque neutral alegar ignorancia o escasez de tiempo suficiente para haberse impuesto de este decreto, se fija el término de treinta días, para que los respectivos gobernadores de las Antillas puedan hacerlo entender a los súbditos de su nación. Artículo 3.° El comandante de la escuadra bJoqueadora republicana reputará COl1l0 infra;:tores de dicho bloqueo, a los que, después del tiempo asignado en el articulo anterior, intenten col11unicar con los puntos de J:¡ costa bloqueada.~ Este fue, pues, el principio del asedio de Maracaibo, llevado a cabo tan gloriosamente por las armas de los patriotas y la iniciación de las operaciones navales sobre el litoral. La pérdida ya n.lrrada de las dos corbetas colombianas Carabobo y María Francisca, produjo una junta de los comandantes de los barcos, presididos por el almirante Padilla, con el fin de deliberar sobre lo más conveniente en s(:l11ejante caso. Efectuóse el consejo en el bergantín Indcpendicnte y las resoluciones de todos aquellos jefes estuvieron de acuerdo en que la operación que debía intentarse era la forzada de la barra, para atacar y vencer a la escuadra española. Este acto se llevó a cabo el 3 de IlJa)o de 1823. Como algunas golf'tas de guerra estaban verificando cruceros sobre la costa, para cuidar no llegaran re.fuerzos r.avales de Cuba o cualquier otro puerto español, se destacaron los avisos la Espartarw y la goleta Atrevida, sobre la Terror de Esparia y Gran Bolívar, así como para sacar de la corbeta ConstituciiÍn el armamento utilizable en los barcos de la expediciÓn, por ser, como ya hemos indicado, las corbetas de mucho calado. CAPITULO VI 143 El día 4 se apresÓ un bergantín americano que traia oficiales y elementos de guerra p:lra el ejército del gencral Morales. Al dia siguiente llegÓ uno de los avisos, la Espartalla, sin haber hallado la Terror de Espwia,. mas con ella se vino una goleta americana, la Pc(]cock, también con víveres; el capitán resolvió unir su suerte a la de los marinos colombianos, pL)r tanto, se incorporó a la e~cuadra patriota. El día 6 se apresó una balandra que se había destacado como aviso para Santiago de Cuba. Con facílidad se observa que el asedio era ya perfectamente cerrado y por tanto el ejército español estaba en las peores condiciones: por un lado, el general Manuel Manrique aumentaba sus fuerzas en puntos interiores de la costa del lago; por otro, de la costa exterior, dominaba el almirante Padilla e interceptaba toda comunicación con puertos españoles. En caso tal, el sitio hubiera durado mucho tiempo por los recursos abundantes que sín duda se hubiera procurado ti general Morales; de ahí e: interés dc: una inmediata ofensiva para reducir prontamente los barcos enemigos. liPEI,ACIONES PHELlMINARES Una de la~ disposiciones que CGIl suficiente razón preocupÓ al comando patriota, al inttntar el paso de La Barra, fue el de verificar los sondajes y señalar por medio d~ balizas sus partes transitables en el canal y asi cruzar los pasos expuestos al fuego de los cañones del castillo de San Carlos. Esta orden se cumplió el día 8 de mayo. A las dos y media de la tarde del mismo dia se hizo a la vela la escuadra, con el propósito de forzar La Barra, y al punto de las 4 y 12 minutos llegaron algunos barcos a distancia de tiro del castillo y empezaron a barilrse los buques de más calado; a las 4 y tres cuartos, sin que se hubiese disparado Ull tiro de fusil siquiera por parte de los colombianos, se hallaban varados Gran Bolívar e Independiente, el primero de los cuales quedó muy cogido en aquellos arenales de la quilla, de manera imposible de sil(:arlo; 110 sucedió lo mismo con el Ir/((cpendicnte, que a otro momento se puso a flote. Entre tanto, del castillo de San Carlos hacían un fuego tcnaz, aunquc poco certero, de suerte 144 ACCION DE LA J\HRINA COLO.\1BIANA que habiendo sido disparados 328 tiros sobre blancos de tal magnitud y casi inmóviles, sÓlo acertaron uno a la Espartana,. al quedarse varados los barcos, era natural que por malos artilleros que hubiera en el castillo, siempre quedarían destruídos; así, pues, el Gran Bolívar empezó a recibir buen número de proyectiles-quince-que lo pusieron fuéra de servicio. La Espartana se volvió a varar, pero entre las aguas del lago y fuéra de los tiros españoles, salió nuevamente a flote; el disparo acertado a esta embarcación puso fin a la vida del segundo comandante, alférez de navío don José Ramón Acosta y un marinero. Para que entraran los otros barcos, como el bergantín Marte, fue necesario aligerarlos considerablemente de los pesos grandes, como artilleria, lastre y demás efectos, operaciones morosas que tenían que hacer las fuerzas sutiles para tener que volver a embarcar los armamentos, después de pasar los parajes cuyo fondo raspaba las quillas de los bergantines. Fue lenta y metódica en grado sumo la salvada del gran obstáculo vecino al Tablazo, acaso más peligroso que la misma Barra, por la cantidad de arenas que lo obstruyen y que cambian continuamente segÚn la intensidad de las corrientes, pero a las 4 y media del dia 9 de mayo pudieron dar fondo los barcos patriotas con] 3 píes de agua, ya a la vista de Punta de Palma. Desde allí se divisaban dos grandes bergantines enemigos, siete goletas y dos flecheras Los españoles hicieron lo posible para quitar las balizas colocadas por los marinos colombianos, las cuaJes les marcaban el canal que debían seguir para alcanzar las aguas profundas. El 10 intentaron los patriotas obrar sobre la escuadra española, aprovechando la marea y el viento; habiendo ordenauo zafarrancho de combate y formada la línea de batalla, se varó nuevamente el Independiente, \0 que ocupó completamente la etellción de numeroso personal, pues fue preciso quitarle todo el armamento yapuntalarlo para que no se tumbara a estribor, operación que duró hasta las once de la noche. Estas dificultades para los bergantines siguieron hasta el día 14; casi todas las horas dd día y de la noche se pasaron en las penosas faenas de aligerar los barcos descargándoJos y volvie:ldo a cohcarJes su artillería. CAPITULO VI 145 En el reconocimiento del canal se emplearon algunos oficiales, que con sus conocimientos subsanaron en parte la quitada de las balizas puestas por los prácticos. Como a las 9 de ]a mañana quedlÍ por fin el Último bergantín listo, que era el Independiente, y reunida la escuadra, se dirigió hacia Punta de Palma, pero no habiendo sido propicio el viento, que sopló con dirección sur, tuvo que fondear en espera de que cambiara para poder obrar, segÚn eran los deseos del comando. A las dos y tres cuartos de la tarde se avistaron, saliendo por el boquete de Punta de Palma dos goletas menoreS y cuatro fleche ras que constituían una división de fuerzas sutiles, las que indudablemente verificaban un reconocimiento de las posiciones a donde habían llegado las fuerzas patriotas. A las cuatro y media que empezó a soplar una brisa favorable, se dispuso estrechar las distancias, y el enemigo también se hizo a la vela con viento en popa. A las cuatro y cuarenta y dos se dio la señal de forzar la vela. A las cinco y cuarenta y cinco disparlÍ la flechera mayor española sin alcanzar blanco; toda la escuadrilla enemiga buscó el refugio de Maracaibo. El 15 se ordenó subir hasta frente a Maracaibo, en donde se permaneció hasta el 18 en que en las horas de la mañlna se dirigió la escuadra republicana hacia Punta de Palma en busca de posición m.ís apropiada y con e] importante fin de conseguir que las fuerzas sutiles llegaran a Garabuya por- el río Limón, para pasar tropas de infantería en b~lsas. El 19 se avistaron las fuerzas sutiles españolas fondeadas en la isla de Capitán Chico, y a las dos de la tarde del mismo día se habían reunido en ese lugar 19 embarcaciones, entre ellas dos bergantines. A las cuatro y cincuenta los republicanos aprovecharon el viento fresco para irse sobre los enemigos, los cuales a su turno rehuyeron el combate siguiendo para Maracaibo. Las fuerzas patriotas fondearon nuevamente en Punta de Palmas. El día 20 se vieron salir por la isla de Capitán Chico dos divisiones, una de fuerzéts sutiles con 14 embarcacioneS y una de barcos mayores en número de 11; la primera división sigui() por la costa occidental y la segunda COIl viento sur favorabk a los españoles se vino sobre los patriotas, los que debido a ]a 10 146 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA fuerza contraria de viento y la marea se veían lanzados sobre el Tablazo, donde dieron fondo. Como a las diez y veinte de la mafÍana rompieron el fuego los españoles; los patriotas no pudiendo resistir la falsa posición resolvieron dar vela, aun en momentos en que caían las balas enemigas. Todas las fuerzas españolas se quisieron concentrar sobre el Independiente, que era la nave mayor, con el objeto manifiesto de abordarlo, pero debido a la presencia animosa d~ los jefe y oficiales:;, a su actividad y a la cooperación del Marte que se aproximó a defenderlo, fueron en el momento crítico rechazados y huyeron a barlovento una parte y otra en direcciÓn de las fuerzas sutiles. Este combate duró cerca de hora y media. No pudieron perseguir los colombianos por la dirección del viento favorable a los enemigos, con lo cual tuvieron que reunir sus barcos y lIevarlos al fondeadero. Este en.:uentro siempre tuvo frutos para los marinos colombianos, porque apresaron una goleta con un cañón de a 4, siendo incendiada después. Se contaron en las divisiones españolas quince muertos, entre ellos los dos primeros comandantes de la escuadra, capitanes de fragata Francisco Salas Chavarria y Manuel Machado y también un capitán del Barinas. Los colombianos sólo tuvieron tres muertos y tres heridos. Durante los días 21, 22 Y 23 se intentó por parte de los patriotas aproximar fuerzas sutiles a las playas del Moján para trasladar tropas, lo cual no pudieron efectuar. El 24 amanecieron fondeados Entre Capitán Chico y Alta Gracia once embarcaciones mayores y catorce sutiles de España y soplando un regular viento norte, el comando patriota dispuso el ataque, para lo cual se levaron anclas, mas el enemigo se aproximó a (as protecciones de Maracaibo, como en veces anteriores. El día 25 a la una de la tarde una división de fuerzas sutiles españolas compuesta de una flechera grande, tres piraguas, un falucho y otra f1echera se dirigieron hacia la costa de Capitán Chico; a las dos, las fuerzas sutiles colombianas y tres goletas de pequeño calado las atacaron; las piraguas, bien cerca de la costa, llegaron a su destinp, pero las otras embéircaciones, tras \lna hora de fuego huyeron hacia Maracaibo, dejando en manos de lus patriotas la gran flechera Ouaireña que fue hundida, CAPITULO VI o 147 previa salvación del armamento y pertrechos, más veinte pnslOneros, de los cuales sólo un oficial español quedó en calidad de tal, pues los otros como eran venezolanos tomaron arméiS en la escuadra. El 26 quedaban fondead3s en el mismo frente de Maracaiho dos divisiones colombianas, compuestas de siete embarcaciones mayores y seis piraguas. El deseo del almirante Padilla fue el de apresar las goletas enemigas que debian estar a esa hora entre Capitán Chico y Maracaibo; para cumplir esta ordcn, él las once de la mai1ana todos los barcos en línea de batalla se dirigieron al referido lugar; el enemigo vio el movimiento de avance y huyó picando las anclas; en aquel sitio fondeó la escuadra. Tanto el 27 como el 28 se obró con el fin de buscar el apoyo de las tropas de tierra para ejecutar un ataque combinado; mas no era posible ponerse de acuerdo con alguno de los jefES del ejército por la dificultad de las comunicaciones; después de verdaderos esfuerzos en este sentido, se logr<) cnviar un estafeta con pliegos para el general Montilla, los que debían entregar las fut°rzas republicanas que obraban por Perijá. Como se ve, en estas operaciones preliminares estaba en contra de los patriotas la dirección del viento, que siempre iba a entorpecer sus movimientos, ya que los españoles obraban con el barlovento, lo cual daba gran movili(:ad a sus flotillas; además, con una base interior como la ciudad de ,\;\aracaibo y la fuerza de los regimientos espafioles que integraban las fuerzas del general Morales, estaban con mejores ven/ajas, si nó para la ofensiva táctica, sí !Jara una d~fensiva activ~, que bien llevada con inteligencia y resoluci()n, los hubiera puesto en el camino de la victoria. Pero el comando de las fuerzas návales fue excesívamente tímido, irresoluto en demasía, no aprovechÓ ni las ventajas de la naturaleza ni el factor valioso de la cooperaciÓn de los regimientos de tierra y dejó con un descuido imperdol~able que los patriotas tomaran las mejores posiciones y pudieran ponerse en comunicaciÓn con las tropas. Las tropas patriotas que cercaban el lago estaban a cargo de Reyes González, pacificador de Coro; ManrilJue, que amenazaba por Gibcaltar y el general Mariano Mantilla con su ejército del Magdalena, el más fuerte y peligroso, no sólo por el 148 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA número de sus tropas sino por la competencia del comando, demostrada en repetidas ocasiones, y por ser este general el que asumía la dirección de la guerra en Venezuela. En los días finales del mes de junio el capitán de navío, después contraalmirante español don Angel Laborde, de la isla de Curazao, envió algunos auxilios a la escuadrilla de Morales. El 4 de julio, él mismo salió en dirección a Maracaibo, a donde arribó con sólo dos goletas, por impedirle el calado de las corbetas de guerra que estaban a su mando; dispuso que los barcos grandes se quedasen cruzando en el litoral, con cuya medida a su turno quedaba bloqueada la escuadra patriota en el interior del lago. Asumió el mando el marino español, concentró las fuerzas navales y se dispuso a rendir los barcos atrevidos que habían intentado destruir las fuerzas españolas, ejecutando la hazaña de penetrar en el lago, poniendo en jaque todas las tropas del general Morales. Por su parte, el general Manrique había partido de Gibraltar para el puerto de Corona, en donde había un destacamento de 10::>infantes que se proponian impedir un desembarco y efectuar ]a requisición de ganades; para batir esta fracción de tropas, se trasladaron 100 hombres del batallón Ofinaca al mando del capitán Alejandro Blanco, los que bajo la prot~cción de los cañones de tres flecheras de la escuadra, fueron completamente derrotados. La escuadra se dirigió entonces al puerto de Altagracia; esto sucedía el 17 de junio. COMBATE DE MARACAIBO Los españoles tomaron las fuertes posiciones de Sinamaica y Perijá, dominantes del litoral interior del lago, con lo cual impedian el paso de las divisiones republicanas; hacia estos lugares Morales envió ca~i toda su tropa, dejando tan sólo 500 hombres en la plaza de Maracaibo con algwlOs francotiradores e indios goajiros. El general Manrique comprendien jo la importancia de atacar este lugar para cooperar con el grueso del ejército colombiano, empleó para ello la fuerza de los barcos que con Sil artillería ayudaban en la empresa. La escuadra empezó un fuego intenso como preparación del CAPITULO 149 VI combate para d avance de la infantería; algo asi como 500 tiros se díspararon, y mediante su influjo material y moral se efectuó el desembarco en buen orden en un lugar distante 5 kilómetros de la plaza. Como los botes y embarcacion~s menores de la flotilla no tenían el campo suficiente para muchos soldados, fueron apenas transportados 200 del batallón Oril/oca y un pelotón de 30 dragones a pie. El enemigo se atrincheró en un manglar y dominaba un puente indispensable para el suceso; también fue preciso reducirIos calle por calle, hasta la propia plaza principal, a donde se llegó a las cinco de la tarde. Allí se hicieron firmes mediante un refuerzo de tropas que les llegó de los hatallones Cazadores del general y Barinas. Esto produjo un contraataque por parte de los españoles. La forma del combate tomó entonces el aspecto del ataquc a una posición preparada para la defensa, en el cual los patriotas optaron por un combate dilataría, con el fin de esperar los refuerzos de sus tropas. Llegados que fueron, se intentó un nuevo ataque vigoroso que culminó como a las nueve de.la noche con una victoria completa y la posesión de la ciudad. Se debe hacer presente que los patriotas no ejecutaron el más importante acto del combate, la persecución. Aparte del influjo moral que esta victoria tenía para la prosecución de la campaña, produjo el apresamiento de numerosas embarcaciones menores, artillería, 1000 vestuarios y 100 cabezas de ganado mayor con un abundante parque de municiones. Las bajas en esta acción fueron así: Patriotas Españoles Oficiales Oficiales Oficiales Soldados Soldados Además dados. superiores capitanes subalternos muertos heridos quedaron 2 4 7 80 200 prisioneros Ofíciales superiores Oficiales capitanes Oficiales subalternos Soldados muertos Soldados heridos algunos jefes, oficiales O 1 5 40 130 y sol- 150 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA El comando en esta acciÓn estuvo en manos, por parte de los patrir¡tas, del general don Manuel Manrique, y en el campo realista, el coronel don Jaime Petro. El general .\1orales se había retirado dos días antes al castillo de San Carlos en espera de láS fuerzas que debía traer el vicealmirante Laborde, con el intento de perseguir al jefe patriota general Gómez, el heroico margariteño que transitoriamente reemplazaba al general Mariano Mantilla. Como el general Gómez se retiró por la Goajira y llegó a conocimiento de Morales el ataque a Maracaibo, y no habiendo podido saber noticias de su escuadra, necesaria para el paso del Sucuy, resolvió volver a ]a ciudad. El rumbo general que se habia querido dar a la campaña era puramente local dentro del perímetro del lago ; pero e] núcleo principal de la fuerza republicana estaba justamente en las tropas que formaban el ejército de] Magdalena, y éste no había prestado su concurso en las empresas que hasta entonces se llevaran a cabo, combinando su fuerza con las de ]a escuadra para reducir y vencer al enemigo. La única pequeña ayuda de las tropas de tierra fue la del combate que acabamos de narrar, ligeramente efectuado el 16 de junio de 1823. LA ESCUADRA Y EL EJÉRCITO Debido quizá a la gran distancia y malos caminos, hasta entonces habían operado en desacuerdo estas dos instituciones que necesariamente tenían que ayudarse para desarrollar un plan contra el enemigo. El general Mantilla, que era el director de la guerra en Venezuela, en vista del cariz que tomaban los acontecimientos, dispuso con inteligencia la reforzada de las tropas del general Manrique con 1000 hombres de su ejército para que en armonía con el almirante Padilla acrecentara la escuadra, ya que ésta debía batir la enemiga. De esta /113nera las tropas que ocupaban el litoral podían cooperar de dos modos: llevando los batallones republicanos a Punta de Palmas, para atacar por tierra a Maracaibo, en tanto que las embarcaciones mayores combatían con las enemigas, y las fuerzas sutiles prestaban ayuda hostigando a las realistas en el puerto, o embarcando el grueso de la división Manrique para 151 CAPITULO VI tener mayor poter.cialidad en el choque con la escuadra española y acentuar una gran ofensiva en el abordaje para rendirla prontamente. En los dos casos se venía a complementar la acciÓn de una y otra fue:za ante el objetivo definitivo para todo general: la destrucción del enemigo. Sin duda el general Mantilla no se posesionÓ de su papel como jefe de las operaciones en esta campaña; faltóle expedición en sus preparativos, fuéra de la junta provocada por él para consultar las posibilidades del f0rzamiento de la barra, quedó en culpable quietud un tiempo precioso, que bien había podido emplear en efectuar reconocimientos sobre los caminos y ríos que deberían aprovecharse en la reducción de la plaza. Le faltó asimismo una noción más clara de lo que debe ser la combinación de los distintos elementos de la potencialidad militar confiados a los jefes de operaciones y su funcionamiento en el tiempo y en el espacio, para sacar de ellos todo el rendimiento posible. En tanto que se forzaba la barra, él ha debido disponer un avance de ]3S tropas en las corbetas de guerra que estaban a sus órdenes y aproximarlas cuanto fuera posible al litoral para obrar sobre los puntos dominantes, como el castillo de San Carlos 1) la isla de Sapara y así obtener un punto de apoyo cercano. También al tomar el castillo debía artillarlo de mejor manera que lo tuvieran los españoles y evitar, o por lo menos demorar la entrada del contraalmirante Laborde. Es cierto que los disturbiog efectuados en Santa Marta dificultaban las operaciones sobre Maracaibo. Pero en todo caso, la falta de actividad fue su pecado. *** La entrada del general Manriqué a Maracaibo produjo que este jefe se enterara de los desmanes cometidos por los peninsulares, y lleno de indignación oficiara el 23 de junio al general Morales en el sentido de hacerle los correspondientes cargos por la infracción de 10 pactado en el tratado de Trujillo, con respecto al trato de los prisioneros. En la mencionada comunicación se le citaban los casos en que se habían llevado de calle los oficia- RANrn ()F l. ~¡:PIIRIIrA 152 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA les realistas las disposiciones aceptadas por los luchadores, las cuales iban a regularizar la guerra que entonces tenía un aspecto salvaje y despiadado. Morales por su parte contestó al día siguiente en altaneros términos culpando al comando patriota de asesinatos y depredaciones cometidos en los pacificas habitantes, desafiando de manera burlona al general y tratándole con palabras descorteses; terminaba con estas palabras su comunicado: «Esta es toda la contestación que tengo que dar a la insolente y artificiosa comunicación que usted me envía con fecha de ayer.» Como antecedente al ataque definitivo de la escuadra, el almirante colombiano creyó oportuno intentar un golpe a las fuerzas sutiles enemigas, con el fin de debilitarlas y evitar su cooperación para el combate general. Al efecto, dispuso para la noche del 28 de junio una empresa con 13 barcos menores, entre ellos una gran flechera de tres palos y cuatro goletas de guerra; el lugar vuln~rable era la playa del Moján, en donde debía estar la flota enemiga; ésta, habiéndolos divisado, tomó el camino del río Garabuya al amanecer del 29. La flotilla realista tenía un efectivo de dieciséis buques bien armados y para poder tomar las aguas de las bocas del río, en extremo bajas, le fue preciso aligerar del todo y pasar aún arrastrando. A las 6 a. m. Se capturaron un guairo y una piíagua que iban al castillo en busca de víveres y a las cuales se tomó el archivo de la subinspección de infantería del ejército de costa firme, el que se remitió al comando. La flotilla enemiga había adquirido una posición ventajosa, pues consiguió estar a flote en tan pocas aguas que entrababan un ataque de barcos de regular calado. A la una de la tarde estaban a tiro de pistola las dos flotillas, pero las goletas republicanas no habían podido seguir el avance de las otras embarcaciones por su mayor quilla,· lo cual daba mayoría numérica de más bocas de fuego a los españoles. Con el esfuerzo de unos por huir y los otros perseguir, se vararon todos los barcos y se redujo la acción únicamente a un mutuo fuego que dur6 dos horas y media y en el cual sufrieron más los peninsulares, debido a la supremacía moral y actividad de los marinos colombianos. CAPITULO VI 153 Aunque no tuvo gran suceso este acontecimiento, se logró demostrar la superioridad de la flotilla independiente, por la resolución de sus tripulantes, quienes a toda costa querían tener la ofensiva activa y no daban punto de reposo a los orgullosos subalternos de Laborde. PRELIMINARES DE LA BATALLA El día 21 de julio el almirante Padilla, después de una serie de disposiciones para el municionamie!1to de los barcos de su escuadra, lanzó la siguiente proclama: «José Padilla, de los libertadores de Venezuela, condecorado con varios escudos de distinción, general de brigada de los ejércitos de la RepÚblica, comandante general del tercer departamento de marina y de la escuadra de operaciones soblc el Zulia. A los señe.res jefes, oficiales, tri pulación y tropas de la escuadra de mi mando: Compañeros: La puerta del honor está abierta: el enemigo nos ataca, y nosotros lo esperamos! ¿ Qué mayor gloria podíamos esperar? Superior es su fuerza: de nosotros, el valor y la decisión. ¿ Le temeremos? Nó: ni el general Padilla ni los bravos que tiene la honra de mandar, vacilarán jarllás al ver al enemigo a su frente; sino por el contrario, ansían por que llegue ese momento. Compañeros: yo estoy cierto, nos lo proporciona para descansar; y os aseguro la victoria, porque este es el último esfuerzo de vuestro agonizante enemigo; vuestro general os acompaf\a, como siempre, hasta perder su existencia, confiado en vuestro valor y en la justicia de nuestra causa. Colombianos: morir o ser libres 1 A bordo del bergantín de guerra Independiente, al ancla en Punta de Palmas, julio 21 de 1823-13. José Padilla." Estas palabras heroicas de un valiente, necesariamente tenían que animar a los soldados y marinos colombianos, testigos de los rasgos señalados de su impetuoso jefe desde los primeros días de la gran revolución colombiana. Había que demostrar con los hechos al orgulloso contraalmirante Laborde cómo iban a 154 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA fallidas sus bravatas lanzadas al sencillo hijo de R¡ohacha en una comunicación fechada el 17 de julio. La referida intimación decía así: «Laguna de Maracaibo, 17 de ab¡ il de 1823-EI segundo jefe de las fuerzas navales españolas en la América septentrional. Al señor don José Padilla, comandante de las fuerzas sutiles colombianas en la laguna de Maracaibo. Guiado de los constantes principios que Ilan dirigido mi conducta política y militar durante mi permanencia en las provincias de Venezuela, tengo el honor de dirigirme a V. S. en conformidad del espiritu que dictaron a mi paternal gobierno las instrucciones que me ha prescrito observar. Sentiré en lo intimo de mi corazón que V. S. por una mera obsecacíón equivoque mi intención y desoiga la voz de la razón y de la humanidad, de que voy a ser ór~ano, con la honradez y veracidad que es característica, y que creo haber demostrado con bastante notoriedad. Participo a V. S. que me hallo con medios muy sobrados para conseguir su total exterminio, si estos fuesen mis deseos y mi intención; pero sólo ansío por ver cesar los males de la guerra; e interin, evitar la efusión de sangre, en casos en que, como el actual, ninguna ventaja queda al obstinado que la de verta verter inútilmente. Por lo tanto, y ante todas cosas, propongo a V. S. una honrosa capitulación; prometiéndole que, hecha en mis manos la entrega de los buques de su actual mando, cuya próxima destrucción y captura anticipamente puedo anunciar a V. S.; por mi parte, le aseguro que tanto V. S. como sus subordinados pueden contar con la propiedad de sus equipajes, y que, considerados como prisioneros de guerra, serán preferidos para canje; de luego, me obligo a hacerlos debid::lmente transportar a buques competentes al puerto de los que actualmente se hallan bajo la dominación de su gobierno. Esta le será a V. E. entregada por un oficial de nuestra armada nacional, alférez de fragata don Pablo Llanos, que en calidad de parlamentario, comisiono al intento. No dudo que V. E. a más de considerar en este oficial el carácter sagrado con que va revestido, usará a más aquellas d~ferencias que en todo caso sabré agradecerle; y que, por la misma vía se servirá hacerme saber sus resoluciones, y que desearé sean acordes a los sentimientos que me han movido a dirigirme salir CAPITULO 155 VI a V. S. y qu~, en todo evento, conste le he brindado generosamente a que ahorremos los males que preveo, y que sólo a V. S. dEberán atribuírse. Interin tanto, aseguro a V. S. los sentimientos de consideración, con les que ruego a Dios guarde a V. S. muchos años. Angel Laborde» (1). La contestación del almirante colombíano no puede estar concebida en términos más concisos y elevados; en ella se ve la justa protesta de un jefe valeroso y enérgico que jamás, ni en la más triste adversidad, hubiera claudicado con la debilidad que soñaba el contraalmirante europeo. Hay una disparidad de fechas, pues habiendo sido escrita la intimación de Laborde el día 17 de julio, la contestación del jefe colombiano está fechada el 27 de junio. En todo caso, puede ser el 27 de julio, a pesar de que no hay razón para una demora de diez dias. Hé aquí la respuesta: «El general de brigada José Padilla, de los Iibertadores de Venezuela, condecorado con varios escudos de distinción, comandante general de la escuadra de operaciones sobre el Zulia. Al segundo jefe de las fuerzas navales españolas en la América septentrional, señor don Angel Laborde. Si los principios que V. S. aduce en su nota parlamentaria, le han instigado a hacerme la intimación a que ella se refiere -el honor-este sagrado timbre que está grabado indestructiblemente en mi carazón, me autoriz;¡ a contestarle que estoy muy ajeno de prestar oídos a voces efímeras, que son propaladas por el último delirio de un enemigo agonizante. Anhelo probar con hechos mi respuesta; siento que el pernicioso Tablazo me lo impida; pero aseguro a V. S., que no le daré la molestia de venir a recibir mi saludo muy distante de ese apostadero, e iré por el camino de la gloria a encontrarlo, si no tuviere que deslastrar mis buques. (1) E5l0S valiosos documentos rificada por el dislinguido Jos~ P. Urue:a. han sido consullados historiúgrafo del en la compilación Departamento de Rolívar, veseñor 156 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA Concluyo con asegurar a V. S. que vive muy sorprendido por el señor general Morales: la situación de éste podría impelerme a hacerle la intimación que V. S. me hace, pues toda la laguna y sus costas conocen y obedecen a mi gobierno; :recursos inagotables están a mi disposición; un numeroso ejército obra por todas partes, para pulverizar el miserable resto de alucinados que lo rigen; y es extraño que si V. S. está impuesto de la verdadera posición política de nuestros respectivos gobiernos, deje de conocer la justicia que me asiste, como la luz del dia nos alumbra a todos. Dios guarde a V. S., ¡osé Padilla.» El tiempo debía probar con la verdad de los sucesos cuál tenía razón, si el orgulloso hijo de España o el marino formado entre el humo de los más gloriosos combates y sacre las embravecidas olas del mar Caribe. El día 21 de julio amanecieron los barcos enemigos fondeados en Sapara; a las seis y veinticinco minutos los vigías independientes dieron el correspondiente aviso de que el enemigo se hacía a la vela. El almirante colombiano en vista de estos aprestos ordenó que a bordo de todos los buques de su escuadra se asegurasen los amantillos, drizas de gavia, de boca, de picos, con cadenas, y se abosasen los escotines, después de puestos a la vela. Se recordará que en uno de los combates entre las fuerzas sutiles, una de las embarcaciones que se dio por echada a pique en los partes patriotas, fue la flechera realista ]a Guaireña; pues bien, se sígue hablando de tal embarcación como si ante:" riormente no se la hubiera hundido. En documentos subsiguientes vuélvese a hablar de ella. A las once de la mañana el almirante pasó una revista a bordo de cada uno de los buques y leyó ]a proclama que atrás insertamos, exhortándolos al cumplimiento de sus deberes como colombianos valerosos y altivos. Después ejecutó algunas señales con el fin de que durante la batalla todos los comandantes de barcos pudieran maniobrar según las señales del buque insignia, que lo sería el bergan tín Independiente. CAPITULO vi Las principales señales ejecutadas fueron: 1.a actividad y presteza en las señales; 2.a, zafarrancho de combate, y 3.a, al estar nublado por el humo de los cañonazos, de no poder distinguir las señales y órdenes del almirante, obrar independientemente sobre los barcos enemigos, según SllS propios conocimientos e iniciativa. Se tomar¡)n algunas providencias para reconocerse en caso de oscuridad, coma quitarse la camisa, y para no vacilar durante el abordaje, el uso de divisas especiales. Fielmente se recomendó la pronta obediencia a las señales y su precisa ejecución. Al caer el sol quedaron los barcos españoles fondeados en el Tablazo. Esta última disposición estaba muy puesta en razón; con ella se solicilaba la cooperación del elemento entonces más valioso: la fuerza del viento que era el todo para la movilidad de las divisiones, movilidad y desembarazo de los barcos aisladamente; al tomar ese puesto durante la noche, claro estaba que la brisa norte les iba a dar el barlovcnto a los espafioles y de suyo tenían la mayor parte de los éxitos alcanzados. Al amanecer del día siguiente, o sea el 22, los espafioles quisieron aprovechar el viento, mas habiendo comprendido el almirante Padilla la ventaja que Punta de Palma tenía sobre la posición enemiga, condujo allí su escuadra para obtener a su turno el barlovento cuando ellos quisieran llevar a cabo su ataque. Continuaban los españoles con la dirección general a su favor, cuando a las ocho y media cambió sensiblemente al S. E., obligándolos a fondear, aunq<le algunos de sus barcos estaban ya para vararse. La flota española estaba compuesta ese día de los bergantines San Carlos, MaratÓn y Esperanza (estos dos últimos, bergantines-goletas), la goleta de dos gavias Espec'1/adora, nueve goletas de velacho, dos pailebots, las flecheras Guaireña y Atrevida Maracaibera y quince buques entre faluchos y piraguas, todos artillados. El almirante para efectuar un reconocimiento personal, dispuso que las goletas Manllela Clzity y Emprendedora rebasasen la línea enemiga y él se embarcó en un bote para hacer sus observaciones 15S AtCION DÉ LA MARINA COLOMBIANA En seguida el almirante dispuso que en vista de la fresca brisa que permitía la maniobra de las fuerzas sutiles, éstas atacaran las enemigas, llegando a aproximarse hasta hacerle algunos disparos que el enemigo contestó sin grandes daños. Al cambiar el viento nuevamente hacia el N. E. se dispuso regresasen los barcos menores colombianos. Siguió el viento mareándose más al N. E. Y permanecieron todos anclados. El 23 amanecieron los españoles en formación de línea al norte de Punta de Palma y el viento seguía la última dirección; en este caso, si hubieran obrado los colombianos atacando a los españoles, éstos desde su posición hubieran llevado la ve/)taja del barlovento; mas si bajaban a reducir a los colombianos como había dispuesto el almirante, acercándose bien a la costa, entonces todas las circunstancias favorables estaban p;¡ra los republicanos. A las seis y cuarto se hizo la señal correspondiente para darse a la vela, y veintidós minutos después los republicanos hicieron igual señal, quedando casi al mismo tiempo las dos escuadras listas, obedeciendo los barcos independientes a la idea de permanecer lo más .cercanos a la costa. Al refrescar bastante la brisa y no ser preciso avanzar mucho, se cogieron rizos a bordo de los buques americanos. A las 7 y 45, al ver que empezaba a suceder lo previsto por el almirante, de que el enemigo caia a s0tavento, se ordenó a cada barco tomar su lugar en la línea de combate; después de imitar los movimientos del barco insignia, cinco minutos después se debería caer sobre el enemip:o que se hallaba también en línea de combate. A las 8 y 10 se hizo la señal para que cada barco batiese al que le quedase más próximo, abordándolo. Estas órdenes no fueron cumplidas, atrazándose, rompiendo la línea y rozando de modo que llegaron a formar otra por la aleta de barlovento del buque almirante. Todavía, para no romper]a línea de combate se les hizo la señal de que forzaran ]a vela y sin atender a puesto espe· cial, cada barco entrara a la formación de batalla ya dispuesta; a las ocho y media se rompió el fuego por los colombianos e inmediatamente lo fue por e! enemigo; pero no habiendo ,c, •.• -.; ..•.. ..... ,':,.,:"~~'-'-. _.;C· ,'-' t~:,.,~,·',{·•.•....•• ""t""" ,. '-':if ' ~ ;¡;',-r' .' / {~ ,:/, -:; <': '- - , 'f.- -'", •• -J ::.... ,~ .. ',j ¡ f.: J ., .:~¡ ~ ~-. -. c-: .:.,¡. :J " (/. /. '/) CAPITULO VI 159 logrado el almirante obedecimiento completo a sus mandatos, tuvo que ir en su bote a todas las unidades y obligar1os a entrar a la línea. El comando ,~spafiol eludió una vez méÍs la acción, rompió el contacto forzando la vela, suspendiéndose el fuego a las nueve y cua rto. Los realistas se dirigiefl'n a buscar un fondeadero entre Capitán Chico y Maracaibo, guardando su formación. Los colombianos permanecieron a la vela y el almirante dispuso que todos los barcos pasascn por la popa del Independiente para darles órdenes a viva voz; también pasó el comandante de la escuadrilla menor. Posteriormenk se hicieron varios intentos de ir sobre el enemigo para abordarlo, nc consiguiéndose esto por la calma que vino. Finalmente se dio fondo en Altagracia, en una línea paralela él la costa. LA BATALLA Por los anteriores sucesos se ve claramente que los barcos colombianos no obraban de concierto, como es preciso a las piezas de una complicada maquinaria, las cuales deben guardar verdadera armonia en la acción. No fue posible que las señales del almirante fueran interpretadas y obedecidas con la prontitud y destreza requeridas, esto originó el cambio completo entre los comandantes de IDs barcos de la escuadra colombiana. El dia 24, una de las primeras medidas del almirante fue la destinación en las horas del amanecer de los oficiales que debían cambiar sus cargos para mejorar el servicio. El capitán de la Espartana, Jaime Bluck, pasÓ a bordo del bergantín MG/te, quedando en su lugar su segundo el señor Marey R. Mar.kin y en vez de éste el señor Stag; el capitán de la Leona pasÓ al Marle, y comandante de esta unidad lo fue su segundo el señor Juan Me Kam y en la vacante de este oficial quedÓ el señor Jaime Stuart, oficial de la Espartalla, y a t:sta nave el aspirante don Santiago Moreno. Lo probahle es que estos cambios ebedeciesen a las faltas anotadas durante los días anteriores, en el importante ramo de las señales del barco insignia con los otros bajeles y que tánto 160 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA entorpecieron las operaciones hasta nulizar completamente las disposiciones del comando patriota. Se alteró el orden de batalla de una manera que se juzgó acertada y que en el correspondiente parte iba acompañada con un plano explicativo, con lo que se buscaba una cooperación más efectiva de unos barcos con los otros. El almirante pasó nuevamente a bordo de todas las naves para levantar el espiritu de sus subalternos y hacer algunas explicaciones verbales respecto del próximo combate. El parte correspondiente está concebido en los siguientes términos que preferimos transcribir para darle más claridad al relato: « A las 10 y 40 voló el viento al N. E., Y a las 10 y 50 se hizo la señal de prepararse a dar la vela; pero el viento se llamó al sur, flojo, y se resolvió la de levar hasta que se entablase o afirmase por donde nos fuese favorable. En efecto, a la una y 55 logramos nuestros deseos .. El viento se afirmó por el N. E. Y la marea vaciaba, de suerte que lo que aquél nos podía sotaventar aquélla nos aguantaba a barlovento. Todo nos era favorable, y todo nos convidaba a atacar a los enemigos que se hallaban fondeados a nuestro frente, en una línea paralela a la costa y próximos a ella. Dos goletas ocupaban la cabeza meridional de la línea; y a éstas seguía el San Carlos, después una goleta y seguían alterr.ativamente los bergantines-goletas y goletas, ocupando el otro extremo de la línea o retaguardia todas las fuerzas sutíles. A las dos se mandó al comandante de éstas levase y siguie"se desde luego sobre las de igual elase enemigas, en atención a que por su menor andar debíamos adelantadas. A las dos y veinte se hizo la señal de dar la vela; a las dos y veintiocho la de formar en línea de frente para atacar a un mismo tiempo todos los buques enemigos, que observandú todos nuestros movimientos, se acoderaron. Algunos de los nuéstros se atrasaban o no ocupaban sus lugares tan pronto como era necesario; seguramehte por falta de conocimientos en esta parte, pues todos ardian por concluir con los enemigos; pero como el Marlr estaba situado a barlovento, y el bergantín Indepe/~diente, buque muy velero, a sotavento, fuimos proporcionando el andar de éste, de modo que quedase y siguiese perfectamente bien formada nuestra línea: -'" - ff. -;_---::c:: ." •. '=:-."~"'-''''''''''~'-- . - .-::.., ;::',~:: .'. ~ -:-:;"':;'.-':': J •.• ,::-" ~" . • s. BATAbfj del bago d librada el 24 c CONVEI En rojl 1 En azu J ..~ En roj<l ~En azul La dúec:dón : vieJltD durar =.-1'"-- CAPITULO VI para lograr bien el plan qu~ nos habíamos propuesto, por esto se dejasen de hacer las señales que fueron para cada uno de los que se desviaban de su lugar. 161 sin que menester A las tres y siete se hizo la señal de abordar al enemigo, y se dejó izada, no obstante haber sido contestada por todos los buques para manifcstarles que ninguna otra cosa nos restaba que hacer. Formados como queda dicho nos dirigimos con el mayor denuedo sobre los enemígos, de un modo el más hermoso. Ningún buque salía de su posición. y todos iban sobre alguno de los enemigos. A las tres y cuarenta y cinco empezaron éstos el fuego de caf'ión, y a muy poco rato el de fusil, pero del modo más vívo y sín interrupción; mas la escuadra de Colombia, acostumbrada a ver con desprecio sus fuegos, seguía siempre sobre ellos con la mayor serenidad, sin que se separase de su lugar ninguno de los nuéstros, y sin haccrles un tiro de pistola, hasta que estando a toca penales, se rompió por wlestra parte el fuego de cañón y de fusilería, sin que pueda decir qué fue primero, si abordar o batirlos. El bergantín Independiente se dirigió y rindió al San Carlos; el Confianza abordó valerosamente a una goleta. A la de tres palos Emprendedora se le rindió el bergantín-goleta Esperanza, pero se voló inmediatamente dejando a ésta, al Marie y a todas las demás cubiertas de humo, sin que pueda en rigor. decirse la conducta que observaban en aquellos momentos los demás buques; pero sí sabemos que el Marie batió completamente y rindió varías de los enemigos, y que todos los demás cumplieron con sus deberes. Los enemigos se vieron en las circunstancias más angustiosas. Del bergantín San Carlos se arrojó al agua la mayor parte de su tripulación; la del bergantín-goleta fue por los elementos (sic); la de los otros buques tuvieron la suerte que la del San Carlos, y el mar se veía cubierto de cadáveres y de hombres nadando, cuadro a la verdad bien espantoso. En medio del fuego y perdida la esperanza de salvarse al ancla, picaron los cables y trataron de hacerse a la vela, pero les fue en vano en lo general, pues once buques de los mayores fueron hechos prbion~ros; el bergantín-goleta Esperanza voló; 11 162 ACCION DE LA MA~INA COLOMBIANA y fue igualmente hecho presa un falucho de sus fuerzas sutiles» (1). C0l110 se ve, el aspecto general de esta batalla fue la lucha de barco a barco, sin preparación previa de las artillerías ni aprovechamiento de las evoluciones de la~ escuadras; el arrojo personal fue ani la única norma de los marinos colombianos, que sólo aspiraron a efectuar el abordaje con la resolución de los heroicos momentos. Una ofensiva tan intensa marca en altos relieves el carácter impetuoso del almirante; su deseo de reducir a la escuadra enemiga, cuyo almirante le hiciera unos dias antes la intimación de entregarse prisionero de guerra con todos sus barcos, para que eludiese el desastre y destrucción completa de las armas navales colombianas. De las goletas republicanas la Antonia Manuela cayó en poder del enemigo por haber quedado aislada; atacada por varios barces a la vez, al ser abordada, ninguno de sus tripulantes fue perdonado; todos, incluso los mozos de cámara, perecieron ante la cuchilla española, bárbaramente esgrimida. Mas llegando la Leona y un bote armado del Independiente. fue recuperada al pu n to. Las dos goletas españolas que quedaron a vanguardia pudieron huir, así como la Especu/adora, que siguieron con rumbo a Maracaibo, con las flecheras mayores y la flotilla de faluchos, pero con bastantes bajas y en estado de poco servicio. El bergantín almirante hizo un fuego de persecución sobre las f1echeras y faluchos que se alejaban en busca de refugio; igual cosa verificÓ el Marte sobre la Especu/adora y resto de las fuerzas sutiles, sobre las cuales también concentraron sus fuegos las piezas de la Espartana y la Leona. Las fuerzas sutiles colombianas tenían que prestar distintos servicios, como cooperar a la persecución y al apresamiento de ¡as naves enemigas, las que tripulaban apenas caían en sus manos. El jefe de esta división era el capitán de fragata don Walterio D'Chitty, quien desplegó grandes energías y dio disposiciones acertadas en el combate. ( ) r.a,Lr d~i j),.:I!Ii¡,.t~J ])"] an /U"" !ill,lIt" ¡,i r'il" p;'¡;/i,a de ¡""di)'¡, por Jo.,é p, Uruc(". ,jc nul!\ a:, ,;íginas 1i + a I ¡6. 11I'w- " o ., i; ,~ bJ; E Q) ::: CJ C';l e "O 7. <'V = CAPliULO VI 163 Ya a las cinco y media de la tarde habiendo llegado los restos de lo que fue la orgullosa escuadra española bajo el amparo de los cañones de la plaza, entre éstos uno de 18, cesÓ el fuego, hízose la señal de reunión y los barcos colombianos se dirigieron a las proximidades de tres goletas apresadas y varadas en las cercanías de Capitán Chico. Como a las seis y tres cuartos de la tarde fondearon los siguientes I)arcos de la escuadra del almirante Padilla: Bergantines Independiente y Marte,. goletas Espartana, Leona, Peaccck y Emprendedora, y el comando de las fuerzas sutiles a quien se dio por nueva misión el salvamento de las goletas varadas, operación morosa y dificil, que duró hasta las tres y media de la mañana del 25. El resto de los barcos mayores y menores de la escuadra se fueron al fondeadero de Altagracia con las otras presas. Extractando el párte que da ala superioridad, el comando general e intendente del Zulia, inteligenterr.ente servido por el señor general Manrique, deducimos que desde el 22 empezaron los movimientos preparatorios de la escuadra española, cinglando para adquirir rI barlovento; que la formación tornada en seguida fue la de hilera sobre la escuadra patriota; que en el preciso momento de tenerla a porte se elevó y presentó comhate en linea, el cual eludió ante la maniobra republicana, buscando un refugio en la plaza de Maracaibo. Cuando ya las dús fuerZaS navales estaban frente a frente a la altura de Punta de Palmas, el general español destacó en once piraguas seiscientos hOfYIbres de los batallones Valencc)' y Cazadores al mando del coronel don Narciso López, COII el prnpósito de verificar un desembarco en la playa por las puntas de Leív3, Mamón y Punta de Piedras y hatir las tropas del general Manrique, de acuerdo con los movimientos de la escuadra, pero tal intento fue frustrado por la vigilancia de las tropas patriotas. El almirante Padilla una vez vencida la flota enemiga se aplesuró a oficiar a su vez al contraalmirailte Laborde, solicitanclo en términos comedidos y prudentes la rendición del r~st() de sus fuerzas; tal comunicación fue contestada por el general Morales, por haberse retirado el marino español a San Carlos, y de ahí, a bordo de la corbeta Ceres o de la fragata Constitucióll, que nave- 164 ACCION Dg LA MA~INA COLOMBIANA gaban, com0 hemos indicado, en las aguas del Saco. Posteriores cartas de Padilla provocan los arreglos para la entrega de las tropas españolas y de las unidades navales que habían podido refugiarse en Maracaibo. Las acciones valoradas parciales, fueron así: por los patriotas como campales y Campales «Forzar la barra y paso del castillo de San Felipe, bajo los fuegos de éste, el día 8 de mayo. Acción dada por los enemigos, con triple fuerza a nuestra escuadra el 20 del mismo mes, en que fueron derrotados, habiendo muerto el comandante de la escuadra enemiga Francisco Salas Echeverría y su segundo. Acción dada por nuestra escuadra, batiendo y reduciendo el reducto de Maracaíbo el 16 de junio, de que se si~uió la toma de la ciudad. Acción dada en el Moján o río de Socuy a los enemigos, en 29 de junio, teniendo ellos doble fuerza. Gloriosa e inm0rtal campaña de 24 de julio (sic), en que destrozada completamente la escuadra española, se vio obligado el general Morales a evacuar la plaza por capitulación." Parciales "Acción dada a las fuerzas enemigas el 25 de mayo. En 6 y 8 de junio, batir las fuerzas enemigas apostadas en Corona o Quiriquire, hasta dispersarlas; desembarcar tropas, y tomarles el ganado que allí tenían. En 19 y 20 de junio, sacar del barro en que se hallaban, las goletas Independencia y Peacock, a causa de un fuerte tempo ral, batiendo las tropas enemigas que tratdban de impedirlo. El 23 de julio perseguir la escuadra blazo hasta la Hoyada, donde fondeó. enemiga desde el Ta- Bogotá, febrero 13 de 1826-16. Alejandro Salcedo'" (1) (1) }qé P. Cruela, obra cítaia, J ágillas 1¡<¡-lrO. CAPITULO 165 VI El 3 de agosto de 1823 el seftor general Francisco Tomás Morales, jefe español de las fuerzas de Costa firme, firmó la ratificación del tratado de capitulación por la cual entregaba a los jefes colombianos la plaza de Maracaibo, fortaleza de San Carlos, todos los ten itorios ocupados por las tropas españolas, en el estado en que se hallaban y todos los barcos de la armada española surtos en la bahía. 18 artículos de este tratado definen las cláusulas de tan absoluta capitulación, la cual terminaba de la manera más gloriosa para las armas colombianas, gracias a los inauditos esfuerzos de los marinos comandados con tánto acierto por el gran almirante Padilla. Los oficiales y soldados territorio colombiano, según número de: juramentados para abandonar el tratado mencionado, fueron Generales Coroneles Tenientes coroneles Comandantes Capitanes Ten iet) tes Subtenien tes Empleados de administración Cuerpo médico Capellanes 1 3 9 24 126 126 136 12 12 3 Suman 452 Para Cuba con estos oficiales salió la siguiente Sargentos Tambores, cornetas y músicos Cabos Soldados Suman Además tomaron por ser colombianos: servicio el en en las filas patriotas tropa: 94 41 136 660 931 los siguientes, 166 ACCION DE LA MARINA - ..... -- Sargentos Bandas Cabos Soldadns .. -- -- COLOMBIANA --- .. - --------- 3 , 10 5 50 Suman Las unidades navales apresadas Bergantín San Carlos. Goleta la Maratón. Goleta la Mariana. Goleta la Maria. Goleta la Liberal Guaireña. Goleta la Ma,.ia Habanera. Goleta la Rayo. Golet1 la Estrella. Goleta la Goajira. Golcta la Cora. Pailebot Monserrate. Falucho Relámpa![o. 68 fueron: Fue volado el bergantín goleta Esperanza con gran cantidad de municiones y pólvora que tenía a su bordo. Después de algunos oficios cruzados entre las autoridades militares respecto a la gloriosa batalla naval, el gobierno concedió la estrella dc los Libertadores, asi como el ascenso al grado inmediatamente superior y mencionrs honrosas a algunos de los más meritorios oficiales, como se desprende de este aparte: El gobierno considera a los oficiales que asistieron a las operaciones de la Laguna de Maracaibo, en el alío de 23, y tuvieron parte en el glorioso y memorable combate del 24 de julio, acreedorcs a la estrella de Libertadores de Venezuela, porque el territorio de Maracaibo está comprendido en el que correspondía a la antigua Venezuela cuando se decretó esa condecoración, con el fin de distinguir a los que contribuyen, en el campo de batalla y de un modo glorioso a su libertad. Hágase saber al general Padilla esta resolución, para que la haga trascendental a los que puedan encontrarse en el caso, y ellos instalen sus representaciones, probando, no sólo que estuvieron en la « CAPITULO 167 VI Laguna de Maracaibo, sino las acciones en que se encontraron y su conducta" (1). La lista solicitada con tal fin al señor almirante Padilla, fuc la siguiente: «Relación de oficiales que por ahora tengo presentes, acreedores al goce de la estrella de los Lihertadores de Venezuela, por encontrarse en el caso y con las circunstancias que previene el superior decreto de 25 del corriente mes. Capitán de navio, Rafael Tono. Teniente de navio, Tomás Villanueva. Teniente de fragata, Clemente Catell. Teniente de fragata, Francisco Padilla. Tenientc de fragata, Pedro M. Iglesias. Capitán José Prados, infanteria de marina. Teniente Joaquín García, infantería de marina. Teniente Alejandro Salgado, infantería de marina. Suhtenient'~ Francisco de P. Urueta, infantería de marina. Aspirantes o guardias marinas, Manuel Cates, José del Carmen Jaspe. Contador general, Bartolomé Pérez. Contador del arsenal, COSIllC Braza. Escribiente, Juan de Mata González." El 2 de septiembre de 1B23, el Poder Ejecutivo firmó un decreto por el cual se dan altas distinciones honoríficas a todos y a algunos jefes y oficiales y también personal de tropa, segÚn los méritos y servicios prestados en los distintos combates de aquella memorable campaña. Recompensas en metálico al general Padilla y a las viudas y huérfanos de los militares fallecidos en aquellas acciones; medalla de oro conmemorativa para el mismo general, y a los oficiales un escudo que ostentaha estas significativas palabras: Al valor de la armada de Colombia. Los inmediatamente Aiio de 1823. ascendidos fueron los siguientes ciales : Walter Davis Chity, Rafael Tono, Pedro Dros, Tomás lIanueva, Francisco Padilla, Felipe Baptista, Félix Romero, (1) José P. Urllcta, obra cilada, pá!in:{ 226. ofiViTo- 168 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA más Vega, Jerónimo Regito, Enrique Belmonte, Pedro M. Iglesias, Domingo Díaz, F. Estunard, Carlos Hueck, Juan Mackan, Victoriano Valencia, Francisco Zamora, José Santos Prado, Joaquín García, Alejandro Salgado, Samuel Pilot, Marco Mankin, José Carminaty, los cuales tenían los grados desde capitán de fragata hasta sencillos aspirantes y oficiales de ínfantería de marina. COMENT ARIOS El comando español, como ya lo anotamos, tuvo una acción bastante competente en lo que respecta a las operaciones en pequeño; la decisión de adquirir a Maracaibo estuvo con todo el acierto, y el recorrido por las ciudades de Mérida y Trujillo pudo haberlo IIevado al gran movimiento de ocupación de la Nueva Granada, el cual no ejecutó por no salirse de SllS estrechos planes que giraban en torno de la plaza de Maracaibo. En este jefe se nota una marcada tendencia a armonizar, ya en el asedio, la acción de la armada con las tropas de su mando, para eludir los ataques que en aumento le hacían los patriotas. El comando de la escuadra española fue en extremo débil; aquel espíritu de sacrificio que deben tener los marinos avesados a las eternas luchas contra la naturaleza agresiva cle los vientos, las lluvias, temporales y las calmas tediosas; aislados siempre en sus barcos, a los que tomaban el cariño de un pequeño y familiar terruño, se acostumbraban a no abandonar sus naves, a la defensa activa, en la cual no hay jamás modo de eludir los ataques enemigos, ni lugares que oculten el miedo. Los marinos españoles que al principio de la campaña estaban en mejores condiciones de moral, pues habían tomado a los colombianos sus grandes barcos, las corbetas Cara bobo y Maria Francisca, dejaron perder lentamente esta incontrastable fuerza moral con las repetidas retiradas al ataque de las divisiones patriotas, ínferiores en número de barcos, con la ventaja indisctltible del inmediato apoyo de las tropas del general Morales y la calidad de los marinos, europeos profesionales, cuya carrera era un estímulo para adquirir la victoria. Los espaffoles estaban en mejores condiciones con respecto a la movilidad de las naves; el viento aprovechable para las evoluciones, que sopla regularmente con los cambios casi fijos a las CAPITULO 169 VI distintas horas del día, les permitía colocarse a barlovento; no obstante, dejaron perder esta ventaja por las disposiciones de formación preliminar del enemigo. Durante ]a batalla, Laborde quiso dominar al contrario por la supremacía de fuego, y a pesar de llegar lentamente al abordaje, las bajas fueron pocas y no pudieron repeler el intenso ataque del almirante Padilla. El comando patriota tuvo el defecto capital de la dirección imprecisa, de no aprovechar los elementos a sus órdenes; ya en ]a marcha del general Montilla (1) se había visto un defecto en su disposición, que verdaderamente asombra: ¿cómo era que se destacaba una vanguardia en terreno escabroso, a una distancia del grueso de ocho jornadas? De ahí la completa destl ucción de esa tropa. Otro error para ese comando fue el obrar sín un plan (1) Hespecto r(Don a este c<.'rnpetente Mariano Mo.tilla, mo que su hermano ble aboleng'l del al punto era gal, saliendo un añr¡ mayor salió cuando Bolívar llegó de Granada. por siempre con menos general espalÍo!, enviado extraordinario en Madrid. (:--lota del su libro Montilla en peder uno de los jefes en Caracas. de España. elementos, la conciencia l\f urió Fue de esta ciudad la pro'pia y mlnistro en Caracas inteligente Oarf¡J¡ de Bolízrar, y en hábil página de las tropas existen le valió a la patria. Venezuela de los el título aunque le ha baslado, de de inglesas. en poder inteligente plenipotenciario e'l fue Maria- heroicidad con ~xito de firme del Libertadcr A Montilla de que sirvió en era goberna, entonces fuerte, Era N Ilel'O R~ino tenientes A Morillo de esa plaza a costa el Desde en Portu- banderas don Tom;ls y capaces Las llaves ha- las enderezó de conquistar h, abrazó, muy MarialJo crJfl B,)lívar sirvió heroicos en e' sitio y (cupación de Cartagena no quedó nada, ,usceptible. del general su hermallo Acababa ,in decide de Cartagena. descendientes cumplir, y donde la mocedad de 1801. Disgustado se lo mis- y ha~ta batido la campaña dunde de Boiív:¡r D:llI se hahía 1782 en M~jico, desde espirilual d.: tÚ, Madrid, era, y d~ más no- cultos amigos muy duraote nacido ('xpedición despllés y muy la plaza en \'enezr)lano: [nglaterra, más a BJlíVJr de Olil'CllZI, uno de los más leales, Era cabalJeresco conde poco Lo vio, no Montilla Tomó quc tratabl había la y en hombre d~ esa isla pua Mariano un historiador yambr)s Tomás, .8 J 9 vino a ,\ngos[tlra, En dar. en el sitio (¡ue Bolívar: don la revolución, 1816. de Venezuela, que don de corp~; de su 'l\ljestad herido dice en España uno de los hombres de lo, pJCo, UlO bía sido guardia Haití, Tomás, en la República Libertador, cspirituolso, don jefe, educado de Cartagena después que En de el bizarro 1823 en Londres fue y 18 )1.1> historiaJor 289.) don Rufino Blanco Fombona en 170 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA armónico del ejército y la marina, ya que ésta iba a cooperar de manera tan directa y decisiva en la acción común. Después de salvar la Barra y llegar la escuadra colombiana a las aguas del lago, debía haber dispuesto que las naves mayores aún no· empleadas por su gran calado bloqueasen la entrada, para evitar que tal cosa fue:·a ejecutada por el enemigo. El general Manrique, quien asumió el mando genera], obró con bastante resolución y acierto, si bicn las tardanzas en ponerse al habla con los barcos pudo llegar a ser desastrosa; pero las dificultades de las comunicaciones de tierra impedían acelerar las operaciones. El almirante subsanaba con su ::ínimo y el talento de sus aprestos las díficultades especiales de falta de preparación en la mayor parte de la oficialidad que era casi toda extranjera, de distintas procedencias, y que a buen segllro no sentían los mismos ímpetus de valor y de amor a la bandera que flotaba en la grímpola de los mástiles, recordándoles el cumplimiento de los santos deberes con ]a patria. El almirante vio que en una decisión rápida había mayores probabilidades de triunfo, y ordena, despué1> de personales explicaciones y entusiastas proclama~, el abordaje como único objetivo de toda su escuadra, y casi con la resolución de don Juan de Austria en la famosa batalla de Lepanto, en donde mandó aserrar los baupreses de sus buques para obligarlos al abordaje. Ya hemos visto cómo fue de bien cumplida esta medida, pues .unos momentos después del encuentro se empezaron a rendir los barcos españoles, mayores en número pero inferiores en calidad. En cuanto a la oficialidad española que servía el Castillo de San Carlos, y que posiblemente debia conocer sus deberes profesionales, no cumplió ni medianamente con ellos. Qué fácil hubiera sido la destrucción de los barcos que con la lentitud de su avance se presentaban frente a las bocas de fuego, corno blancos inmensos, para que no se perdiera ni uno de sus tiros. Tal vez una debilidad de los jefes colombianos Manrique y Padilla fue la benevolencia del tratado, por el cual permitian la traslación de las tropas españolas a Cuba. Pensemos un momento en el caso contrario: de haber ganado la acción el sanguinario Morales, ¿ cuál habría sido su conducta? ------------_._ CAPITULO VI _---~---.--.- -- ~---------- 171 .. En todo caso, no es que la idea de fusilamientos nos hJga deplorar el mencionado pacto, nó; pero al proseguir la guerra España en otros lugares que estaban bajo la generosa salvaguardia de las armas republicanas ¿ no entrañaba tal medida una condescendencia con el enemigo? El general Morales en el párte que rinde al capitán general de Cuba significa de manera clara todas las circunstancias que concurrieron a la rendición de sus fuerzas, y en verdad que presentó una pieza razonada en la cual se culpa al comandante de las fuerzas navales y al abandono en que dejaron las tropas a su mando las autoridades respectivas; hagamos la transcripción de uno de sus apartes: «Supe oportunamente, que el segundo comandante de nuesrras fuerzas marítimas en estos mares, don Angel Laborde, había entrado en Puerto Cabello el primero de mayo, después de batir y apresar dos corbetas enemigas; y contaba con que inmediatamente se acercaria a mí, entregaría el dinero que traia para mis tropas; y encargando de perseguir y destruír los enemigos por doquiera que anduviesen, o aprovecharia la ventaja de haberse encerrado en la citada laguna, y la de encontrarse allí también nuestro ejéccito, para, con la cooperación de él y de los buques armados, lograrlo de un modo decisivo; y con tan halaglieñas esperanzas se reanimó el espiritu público de tal manera, que arrostraban el ejército la gente de mar y el incomparable vecindario de la capital y suburbios, con el mayor placer y sufrimiento, todo género de servicios y sacrificios, en repeler desembarcas, componer, tripular y armar embarcaciones, buscar encuentros parciales con los colombianos, en que siempre fueron afortunados; y todo, sin pagarles, ni r{'cibir nadie otro estipendio ni ración, que una o dos libras de carne fresca, sin más condimentos ni pan-puesto que, con la posesión de la laguna, nada han dejado entrar en Maracaibo, de parte alguna los enemigos. Pasaron días y días, y don Angel Laborde no parecía, ni demostraba disposiciones de venir sobre los enemigos de la laguna; y entretanto ellos aumentaban y artíllaban con la mayor celeridad sus fuerzas sutiles-y acercaban a las orillas de la laguna, las terrestres que tantos meses antes anunciaron en sus periódicos, para embarcar unas, y dividir y tener en continua alarma y fa- 172 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA tiga las nuéstréls con las restantes: asi es que el general del Magdalena llegó por occidente a la línea del Sucuy, 16 leguas de Maracaibo; el del Departamento de Boyacá, al Zulia; el del Zulia, Manuel Manrique, a Gibraltar-donde, con ochocientos hombres se embarcó en su escuadra; y del Departamento de Venezuela también concurrió otra división a los puertos' de Altagracia, bajo las órdent:s del mismo Manrique." Como se ve, Morales, que era un hombre experto en achaques militares, hombre reflexivo y enérgico, no era justamente el llamado a deponer las armas si un apoyo eficaz le hubiera sido prestado por sus superiores. Faltábale a él sin duda alguna la percepción, el genio, por decirlo con más propiedad, para llevar adelante planes de la mayor magnitud; con un comandante audaz para los barcos del rey, es posible que sus operaciones hubieran llegado a distinto fin. En síntesis podemos afirmar que esta campaña gloriosa tuvo grandes enseñanzas. Desde el punto de vista que nos proponemos con el presente estudio, esto es, como aspecto de la guerra naval, fue esencialmente indiscutible por su importancia para la liberación de Venezuela y de la misma Nueva Granada, pues quedaba amenazado todo el litoral colombiano por los ataques posibles de las expediciones españolas. Sacando el último ejército enemigo del territorio reconquistado venia la tranquilidad, y los asuntos generales tendían a normalizarse, ofreciendo las espectativas benéficas de la paz a los pueblos empobrecidos y diezmados por aquella larga gue~ rra, quizá más asoladora en la combatida Venezuela, que en el resto de Colombia. Los mares territoriales quedaban libres de las amenazas temidas antes, de nuevas expediciones pacificadoras; ya en poder los litorales colombianos de los defensores de la libertad, permitía concentrar el egfuerzo de las armas patriotas a la prosecución de la gran guerra, arrebatando a la opresora España las naciones del sur: Ecuador, Perú y Bolivia, que más tarde debían ser libres y grandes, mediante la acción de sus hermanas, Nueva Granada y Venezuela. CAPITULO VII Los marinos La acción de la marina en los cruentos años de la Independencia en el Atlántico, ha quedado bosquejada en los capítulos anteriores. Réstanos hablar de la personalidad de los principales marinos: aquellos hombres sufridos, cuya vida de zozobras ante la naturaleza formólos indómitos y grandes, fuertes en los momentos del combate, resueltos ante la muerte desde las cubiertas de sus naves y que esperan el instante en que aparece el enemigo; y ya sobre las cumbres movibles de las olas o en las saladas extensiones del océano, luchan sin más esperanzas que hundir los barcos del contrario o abordarlos, llevados por el vértigo del valor. Muchos de los oficiales que prestaron servicio en las divisiones de infantería y caballeria habían pasado los primeros años a bordo de los barcos de guerra; marinos fueron el general Morilla, quien pasó su juventud en la escuadra y llegó hasta contramaestre; también fueron marinos Tacón y Warletta. El general Miranda prestó durante algún tiempo su concurso en la marina; el general Manuel Piar también recibió educación para seguir la noble carrera del mar. La mayor parte de los oficiales de marina que figuraron en nuestra magna guerra fueron extranjeros de diversas nacionalidad es: ingleses, franceses, corazaleños y hasta españoles. Natural nos parece que éstos al brindar su vida a la libertad de pueblos extraños, lo hicieran por gozar de prebendas y recompensas por sus esfuerzos. Debemos recordar la ce-nsurá- 114 ÁCCION DE LA MARINA COLOMBIANA ble conducta de muchos de ellos en criticas momentos, como en la expedición de los Cayos de San Luis, cuando los capitanes de los barcos quisieron huír con los armamentos acopiados por Bolívar después de árdué'.s penalidadés; las infamias cometidas por los aventureros comandantes de unidades cuando la huida de los sitiados de Cartagena en i815, quedaron indeleblemente escritas para excecración de sus nombres y reprobación de sus abusos. riales A continuación nos permitimos dar algunas referentes a los principales marinos: EL ALMIRANTE DON JOSÉ PRUDENCIO noticias histó- PADILLA Primeros años En la ciudad de Riohacha y de cuna humilde, como que por sus venas corría sangre de color, vino a (a vida el 19 de marzo de 1778 el que más tarde debía dedicar su vida a la libertad de su patria. No goz6 en su infancia de la holgura que las comodidades brindan a las gentes ricas. Padilla, apenas adolescente, sentó plaza de grumete a bordo de un velero espafiol en 1792, y sirvió en la escuadra del rey, combatiendo en aquellos años en que los grandes navíos híspanos fueron atacados primero por los franceses y después por los ingleses, quíenes • en Trafalgar (1805) dieron el golpe de gracia a la orguHosa armada. En esta famosa batalla, donde pereció el gran Nelson, hallábase Padilla ya como contramaestre; llevado preso a Inglaterra permaneció tres años en las cárceles inglesas, hasta que por los tratados de paz entre España e Inglaterra fue puesto en libertad. Padilla tomó el rumbo de su país natal y nombrado contramae'itre del arsenal en el apostadero de Cartagena, ocupó ese puesto hasta la fecha cél('bre de la transformación política de aquella ciudad, el 11 de noviembre de 1811. Muy joven Padilla actuó en esas lTI=1gnas fechas con entereza y celo; mereció la confianza del gobierno republicano, y fue comisionado para que organizase las fuerzas de mar, con embarcaciones menores que debían defender el litoral cercano a Cartagena. .\ Imi¡':Iult· tluJl JO~t', I"'lIdeHeiu j)iltliJ)a CAPITULO VIi 115 Importantes servicios prestó el futuro almirante de Colombia en aquellos años de vilcilación, en los cuales todavia no se habia orientado la insipiente acción de los pueblos para conquistar su libertad. De~de 1811 figura el marino ríohachero en empresas que sólo arrojo y desprecio de la vida significaban, como el apresamiento del mariscal de campo don Alejandro Hore con un cuadro de (,ficiales a bordo de una corbeta muy superior en armamento y tripulación a la nave republicana. Por este hecho digno de alto encomio, que puso en manos de los patriotas valiosos elementos y 160 prisioneros hispanos, fue ascendido Padilla al primer grado de oficial, o sea alférez de fragata; suceso acaecido en 1814. Padilla oficial de marina El ascenso merecido llenó a Padilla de nobles esperanzas; siguió impertérrito prestando sus valiosos servicios en el ramo que ya era para él una profesión. Hallábase en el rio Magdalena cuando bajÓ el ¡,{eneral Salivar a llevar adelante la campaña sobre Santa Marta y Cartagena; a este jefe unióse y corrió las contingencias de las desavenencias suscitadas por Castillo en 1815, permaneciendo fiel a Bolivar, por lo cual estuvo preso hasta el comienzo del asedio a la plaza por Morilla. El mayor general de los sitiados, comandante Mariano Mantilla lo puso en libertad, y entonces Padilla cooperó, como hemos visto, a la defensa de la bahía, comandando una embarcación. Terminado el sitio de 1815, le tocÓ en suerte formar parte del convoy de la muerte; desembarcado en las antillas, volvió a incorporarse en las filas republicanas en la expedición Iibertadora de los Cayos de San Luis, y llegado al continente fue comandante de una de las escuadrillas de flecheras y bongos en COI11petencia con el famoso Antonio Diaz, oficial margariteño, y durante el transcurso de 1816, 17,18 Y 19, prestÓ sus templadas energías en la campaña fluvial del Orinoco, donde alcanzó grados hasta capitán de navío. Durante los años de 1820, 21 Y 22, actuó como hemos visto, en las campañas sobre Santa Marta y Cartagena, y más tarde en la gloriosa Ut Maracaibo; ya con el titulo de almirante de Colombia, fue llamado por el Libertador, que siempre es- 176 -- AéCION ----.---"------.- bE LA MARINA COLOMBIANA -----------~~ catimó los elogios el Nelson colombiano, por sus demostraciones de valor, pericia y competencia de sus decisiones en los críticos momentos en que una improbidez o descuido acaba con las naves confiadas al comando de un hombre, y por ende, pone en espectación la vida de millares de. hombres. Padilla en 1828 Durante algunos años, tanto el Libertador como los hombres del gobierno tuvieron fuertes presunciones de que España cnviaría una escuadra con tropas de desembarco para reconquistar sus colonias; debido a este temor, permanecian en Cartagena y otros lugares del litoral cuadros numerosos de oficiáles de marina, aunque en verdad pocas unidades navales habían para la defensa del país. Los años anteriores, fecundos en desagradables sucesos para la salud de Colombia, entre antagor.ismos de política personal, atentuándose ya por desgracia las divisiones de sectarios partidos que acababan con la obra adelantada, después de tan sangrientos sacrificios y de un derroche caudaloso de valor y energias, llevaban cada dia la patria vacilante a un abismo verdadero. En Cartagena, como en casi todas las ciudades de Colombia, sucedían acontecimientos que no eran sino los presagios de males futuros; dice el ·general Joaquin Posada Gutiérrez en sus Memorias Histórico-Políticas, lo siguiente: «De tiempo muy atrás existía una rivalidad pronunciada, entre el general Mariano Montilla y el general de la marina, que no existía, José Padilla. El general Mantilla estaba de cuartel, pero tenía una autori:zació:1 reservada para reasumir el mando civil y militar .de Departamento, que comprendía lo que actualmente se llama Estado de Bolívar y Estado dcl Magdalena, con más el cantón de Ocaña, que desde la conquista perteneció a la provincia de Santa Marta, y que hoy, contra la voluntad de Dios, que le puso el formidable páramo de Cachirí de por medio, pertenece al Estaáo d~ Santander. El general Mantilla era venezolano, el general Padilla era granadino; el general Montilla era blanco, el general Padilla era pardo; el general Mantilla era boliviano, por consiguiente Padilla era santanderista; lo que significaba que si el general Montilla hu- 177 CAPITULO VII biera sido santanderistil, el general Padilla habria sido boliviano. El general Montil1a era ilustrado, el general Padilla era ignorante. Debian, pues, ser rivales, no habiendo de comÚn entre el10s sino que ambos ('ran generales de divisiÓn, antiguos y beneméritos servidores, y valientes como lo eran todos los colombianos de aquella época. Pero esto mismo hacía que el general Padilla pl;etendiera en Cartagena la supremacía de que gozaba el general Mantilla, lo que era su sueño dorado, como lo ha sido de otros menos dignos que lo han logrado por medios más criminales» (1). Con el antagonismo de los jefes cundió entre los subalternos una marcada' indisciplina que se traducía en manifestaciones .colectivas, en las cuales se pedían unos a otros firmas, de lo que se acentuaron resquemores entre aquellos militares, más propios para el azar de las campañas, que para la vida de guarnición, metódica y subordinada. Adelantados los acontecimientos hasta el punto de intimar Padilla al coronel José Montes que entregase el mando por desconfianza que de él hacían los de su partido, Montes en un principio no hizo caso de las solicitudes de Padilla, pero al fin dejó el mando; fue nombrado para sucederlo el coronel Juan Ant0nio Outiérrez de Piñeres, nombramiento otorgado por una autoridad no competente, como era el intendente gobernador. El g~neral Mantilla hallábase en Turbaco; noticiado de los acontecimientos que se sucedian en Cartagena y justamente ¡¡Iarmado por su gravedad, asumió el mando militar, haciéndose rt:conacer para ello de los jefes de las unidades acantonadas en" la plaza. Hablóse entonces que Padilla había pecado militarmente con lamentables extravíos al querer dominar la situación con las gentes de color, esto es, que había obrado como los agitadores del pueblo para adquirir mando; no obstante los asertos del general Posada Outiérrez, no es un hecho evidente que tal cosa sucediera. Los partidos pJlíticos de esa época tenían un fuerte colorido personalista, y para extremar las cosas no se omitiÓ entonces el uso de ninguna arma; cierto que PadiJla no fue un hombre de letras, mas no por eso debemos juzgarlo proclive y (1) Joaquíll Posada Glltiérrcl., obra citad., ·011(, 1, p"gi, a 8+. 12 178 ACCION DE LÁ MARINA COLOMBIANA desleal. Las ci rcunstancias influyen a veces en la política, arrastrando las colectividades como fuerzas ocultas. El 5 de marzo de 1828 se pusieron en marcha el batallón de artillería, el Tiradores y un escuadrón de Húsares al lugar donde se hallaba Montilla, esto es, a Turbaco. Padilla al conocer los aprestos que hacía un jefe que él tenia como enemigo personal se embarcó en una de las pequeñas goletas que tenia a sus órdenes, llegó a Tolú, y de ahí atravesando las llanuras de Corozal llegó a Mompós. Desde este lugar escribió Padilla al Libertador cumunicándole los sucesos con algunas quejas de la precipitación del general Mantilla, en lo que quizá no le faltaba alguna razón (1), y añade el ya nombrado general Posada Outiél'rez, que lo que se habia querido hacer con el infortunado Padilla era sacarlo de los lugares donde tánto lo querían sus compañeros, amigos y subalternos. Noticiado el al~lirante granadino de que una columna de trupas al mando del conde Federico Aldercreuzt llegaba a Mompós, resolvió regresar a Cartagena, a donde llegó ocultamente; pero sabedor Montilla de su llegada lo redujo a prisión elLo de abril de 1828, remitiéndolo inmediatamente a Bogotá. Examinando lo acaecido en esas malas horas, nos convencemos que se festinaron los acontecimientos con notoria injustida para uno de los beneméritos luchadores de la libertad. Pocas veces se ha obrado con tánta precipitación como en aquélla, siendo comentado por bolivianos exaltados que Padilla no había cometido ningún delito grave, sino simples imprudencias hijas de su poca ilustración. Conducido a la capital y encarcelado en el cuartel que hoy ocupa el regimiento de artillería Bogotá, se confió su custodia al coronel José Bolivar. Allí se encontraba cuando los funes(os acontecimientos del 25 de septiembre. Hasta su prisión penelraron los conjurados a exigirle que entrara en el movimiento, para lo cual habian dado muerte al custodio coronel Bolívar. En SLl declaración el capitán Emigdio Briceño dijo que él había hecho rendir la guardia del cuartel de artillería, prender al coronel BoJíval y libertado a Padilla, a quien le entregó la 179 CAPITULO VII espada que cerlÍa el coronel sacrificado (página 14 del sumario respectivo). No obstante haberse comprobado hasta la saciedad que Padilla no estaba comprometido en la conspiración, por las declaraciones de casi todos los testigos, deponentcs y participadores de tan tristes sucesos, por haberse encontrado con la espada de una de las víctimas, teniendo en cuenta sus rencillas con Mantilla y por juzgársele enemigo político del Libertador fue sentenciado a la pena capital, acto que se cumplió con la más refinada de las crueldades, pues degradado y ejecutado se exhibíó en una escarpia su cuerpo ensangrentado, como lo hiciera el pacificador Morilla unos años antes; terrible ceremonia verificada en la Plaza de Bolívar el 2 de octubre de 1828 a las once de la mañana. LA MEMORIA DE PADILLA Al que se tome el trabajo de consté/tar el dicho legal de los deponentes en el sumario, debe quedar convencido del crimen, pues no otra cosa fue aquella ejecución; bien podríamos extendernos sobre este tópico, tratado ya por historiadores y hombres ilustres como el doctor José Vicente Concha, autor que en sus "Apuntamientos sobre el sumario del 25 de septiembre,» hace resaltar la verdad con inc0ntrovertibles deducciones y de ahí saca la memoria de Padilla, el valeroso marino, limpia y rirande como sus servicios. Uno de sus bíógrafos, el señor José María Baraya, dice estas palabras: «En octubre de 1821 libertó las provincias de la costa atlántica después de inauditas hazañas; en octuhre de 1823 regresó a Cartagena :.¡brumado de gloria, con el peso de los laureles cosechados en Maracaibo, y en octubre de 1828 terminó su carrera, víctima de una injusticia! Qué coincidencia!» En el afto de 1831 el presidente de la Convencir'ln del estado de la Nueva Granada, don José Ignacio de Márquez, rehabilitó la memoria de Padílla con el siguiente decreto, del cual tomamf)S lo siguiente: « .... - " 3. o Se rehabilita, ilustre general José fueron asesinados . a nombre de la naciÓn, la memoria dd Padilla y de los demás' índiviJuos que judicialmente, a virtud de sentencias dictadas 180 ACCION DE LA MA~JNA COLOMBtANÁ con motivo del acontecimiento Dado pendencia. en Bogotá El presidente del 25 de septiembre a 9 de noviembre de 1828 .... de 1831-21 de la Inde- de la Convención, J OSÉ IGNACIO DE MÁRQUEZ El Secretario, F/orentino Gonzá/ez Bogotá, 14 de noviembre de 1831-21. Ejecútese. DOMINGO CAICEDO Por S. E. el vicepresidente de la república E. E., el ministro del Interior y de Justicia, encargado del JUAN FRANCISCO PEREIRA" Posteriormente por ley 69 de 1881 (30 de junio) se dispuso la erección de una estatua al almirante y general, como se llamaba, don Jos¿ Padilla; después de los considerandos que abarcan la vida de lucha y glorias del almirante, dice: «Articulo 1.0 En la plaza principal de la ciudad de Riohacha, capital del Departamento de Padilla, en el Estado soberano del Magdalena, se levantará la estatua, fundida en bronce, del prócer de la independencia, benemérito general de división, José Padilla. Artículo cripción : 2.° En el plinto de la estatua se grabará esta ins- ¡osé Pudi/la, experto marino que forzó la barra de Maracaibo, pasando a fuego vivo entre los esteros y castillos de San Carlos. La patria agradecida. MDCCLXXXI. Artículo 3.° Destinase del Tesoro nacional la suma hasta de veinte mil pesos ($ 20.000), que se considerará votada en el presupuesto, para dar cumplimiento a la presente Ley. A Dada en Bogotá a 27 de junio de 1861. El presidente del Senado (Fdo.) de Plenipotenciarios, MAHCELlNO GUTIÉRREZ ALV AREZ. CAPITULO 181 VII El presidente de la Cámara de Representantes, JULIO A. CORREDOR. El secretario del Senado de Plenipotenciarios, Benjamill Perdra Gamba. El secretario de la Cámara de Representantes, Carlos Cotes." (Vida de Padi/la, página 500). EL COMODORO LUIS AURY En un importante estudio sobre este marino, el doctor Eduar~ do Pos~da afirma que el Diccionario de próceres ni siquiera lo nombra. De ahi que los datos para escribir su biografía están dispersos en los escasos libros que tratan de los asuntos navales en la guerra de independencia. En diversas afirmaciones encontradas hallamos acerca de este comandante de una escuadra, que podíamos llamar personal, puesto que la mandaba a su arbitrio en nombre de diferentes naciones, como los Estados Unidos, Buenos Aires, Chile, Méjico, etc., cuyo objetivo para levantar el espíritu en sus proclamas era la libertad a los pueblos de Suramérica; mas nosotros debemos juzgarlo como bastante interesado en el logro de sus empresas, con fines de piratería. Desde 1815 aparece el comandante Aury en el sitio de Cartagena, donde, como hemos visto ya, tomó participación en la secuela de la defensa, y finalmente como jefe del convoy de emigrados, no obstante hallarse allí un maríno de mayor graduación y que habia ejercido el mando en jefe de la división de barcos surtos en la bahía de Cartagena, el comandante espaftol Eslava. Posteriormente actuó con sus barcos en la expedición de los Cayos de San Luis, operaciones preliminares de salida, donde puso de relieve su ambición, en connivencia con Decoudray y el coronel Mariano Montilla para obtener o participación en el mando de la expedición o hacer fracasar ésta, para cuyo fin empezaron a organizar otra que debía dirigirse a Méjíco, aventura 182 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA que se pintaba con halagiíeñas perspectivas. Los barcos de Aury tomaron el rumbo de los mares del norte. En 1818 aparece como poseedor de las islas de San Andrés y Providencia, en el archipiélago colombiano del mismo nombre, y especialmente en la pequeña isla de Santa Catalina, en donde estableció su cuartel general, como vemos por los párrafos de una carta publicada en El Correo del OrinOCO,el6 de febrero de 1819. Dice así: «El cuartel general está en Santa Catalina, en donde Aury se ocupa de organizar un ejército destinado a desembarcar sobre el continente. Se porta con gran prudencia y energía, y puedo asegurar a usted que muchas de las personas que parecen iniciadas y en todas sus circunstancias, dudan muy poco de su suceso. A ochocientos hombres suben ya las fuerzas reunidas. Santa Catalina es una bella isla, y sin mucho trabajo llegará a ser un segundo puerto, que tiene dos entradas, una de ellas con más de veintidós pies de agua en la barra, protegidas por dos fuertes baterías, cuyos fuegos se cruzan, ya ~rígídas .... " Posteriormente se trasladó el cuartel general de estos marinos, los cllares tenían diversas nacionalídades, pues que los había franceses, ingleses, irlandeses, italianos, etc., a la isla Amelia. En una carta del ilustre Zea al presidente, le habla sobre la misión del general Lino de Clemente en Wáshington, y prt'gunta si este jefe es el mismo que sin poderes del gobierno de Venezuela había autorizado una expedición contra la isla Amelia, en donde se había establecido una república pirática, asilo de piratas y de toda clase de bandidos (1). Mediante las gestiones de Zea se procedió a comprar municiones y armamento en las Antillas, y que se debía obrar con los barcos para la protección de los contingentes extranjeros que ya empezaban a llegar; efectivamente, la escuadra espaftola que entonces estaba al mando del general José María Chacón, seguía con atención las maniobras de los barcos colombianos y hasta quizá hubiera entrado en acción, pero la llegada de Aury con su escuadra, lo puso receloso de aquella superioridad numérica y tuvo que retirarse de esas aguas. (1) Boletín de la Academia di' Historia, alÍo 9, página 13. CAPITULO VII 183 Parece que a las muchas gestiones de Aury para ser admitido al servicio de Colombia, no se dio respuesta satisfactoria, y el comoooro, con el fin de hacer méritos ante las autoridades republicanas cedió lino de sus buques, el Mercurio, a bordo del cual quedó el mayor Codazzi, y con esa nave subieron los barcos de la escuaura de Brión el Orinoco hasta Santo Tomás de Angostura, como hemos visto anteriorme:1te. El bióg;rafo de Codazzi, germano Albert Shumanher, trae páginas en extremo pintorescas sobre la vida que hacían en aquella ciudad las tropas de Bolívar; veamos unas frases de su relato: «Algunas veces se reunían en una de las azoteas de las casas, y otras en alguna de las pequeñas haciendas del vecindario, rodeadas de palmas y mangos, esparcidas en aquella región insalubre, y que le parecían a Codazzi los lugares más miserables. Curiosa era la agrupación allí reunida; la siempre distinguida figura y patética naturaleza de Bolivar, formaba su centro. Este infatigabk revolucionario había estado un mes a la cabeza del llamado gobierno, y ahora, desde que las tropas españolas se habían visto obligadas a permanecer inactivas, ocupábase en toda clase de organizaciones, dictando decretos y haciendo nombramientos. Pronto habia concebido por ejemplo la idea de convocar una nueva Convención de Angostura, para dictar una nueva Constitución a la República.» «Bolívar gustaba casi siempre de aparecer acompañado por lo menos de un ayudante, puesto que entonces desempeñaba Zea (sic), quien pocos días antes había publicado los prímeros números del periódico El Orilloco, el cual, aunque parezca raro, tuvo gran influencia en la formación de la pequeña República. El áspero Juan Germán Roscio, quien acababa de regresar de Filadelfia, asumió el papel de diputado, siempre listo; mientras el ilustrado José Rafael Revenga, con quien Codazzi ligó especial amistad, era un hábil secretario privado. Lino de Clementi, un vene2.0lano de origen italiano, se ocupaba de los asuntos de marina. Un caprichoso grupo de individuos, casi todos con titulas rimbombantes, y frecuentemente a despecho del calor con ricos y vistosos uniformes, manejaban los diversos asuntos del gobierno. Todos los colores de la piel se hallaban representados alli; al lado de los caballeros vestidos como en Caracas y Valencia, veianse los lIaneros con el corto calzón de uña de pavo y 184 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA la camisa por fuéra; con las presillas y galones, mezclábanse I;¡s cobijas (bayetones), y con las pistolas y lanzas, las dagas y rejos de enlazar. Aventureros ingleses, irlandeses, holandeses yalemanes, concurrían allí; gentes que habían seguído las águilas de Napoleón, y otros que se habían batido en España contra José Bonaparte, y además de éstos, médicos y negociantes proveedores; la figura más notable de este círculo en las ocasiones de fiesta, era la de ¡ames Hámilton, en traje escocés: soldado, especulador y diplomático, encarnados en un solo individuo» (1). Las pintorescas narraciones de los oficiales extranjeros, como O'Connor, el oficial irl andés Sevilla, el alemán de que nos ocupamos y algunos otros, no pueden servir de norma a los historiadores; solamente cuando documentos comprobatorios complementan algunas de sus relaciones, hinchadas por el colorido vivísimo de un medio distinto a lo visto por ellos en su vida de aventuras, o salpicadas de errores que ellos oían a otros extranjeros que ni siquiera conocían el idioma bien, y no obstante se ocupaban de los sucesos de la guerra, confundiendo personajes, sitios y hechos diversos, desbarran lamentablemente, como el autor de Examen de próceres americanos, Ciro Bayo, quien afirma en su obra muchas tonterías. LAS GESTIONES DEL COMODORO Aury permanecia entretanto en la situación más falsa que darse puede; tenía que racionar una tropa '.:ompuesta de cerca de 600 marinos ambíciosos, y atender a la conservación de una decena de barcos. Como ya habían pasado las épocas de la piratería, y ]a acciÓn de los gobiernos europeos se hacia sentir implacable sobre estos corsaríos, se veía en la necesidad de ocuparse en empresas internacionales bajo las banderas de uno de los pueblos que surgían del coloniaje español a la vida de la libertad. De ahí que militase como de la República de Buenos Aíres primero, después como chileno, mejicano, y ahora viníese a presentar sus hombres y armas al servicio de Colombia. Como no se aceptaron sus servicios por el gobierno colom(1) O'Leary, de llir(oria, tomo XV, pÚgina 398. Citado por el doctor Posada, número 78 de en el Bolffíll 1911. de Itl ACl1dffllia CAPITULO VII 185 biano, volvió Aurya pensar en otras empresas; quiso ocupar a Chagres y Portobelo, tomando a Panamá, que sin duda el cetro español quería conservar a toda costa, pero no contaba con los recursos necesarios para tamaña aventura, tanto más cuanto que era una región empobrecida que no producía sino lo suficiente para sus moradores. Entonces se le ocurrió atacar algunos de los puertos españoles, donde deberían hallarse recursos, en momentos en que el general escocés Mac Gregor abandonaba a Portobelo a los españoles y tenía que volver él la isla de San Andrés. Salió de la Vieja Providencia Aury, COI1 todl 'iU flotilla a intentar una aventllra. En agosto de 1819 atacó el cOlllodoro a San Felipe de Honduras, tomándolo después de fuerte resistencia y venciendo el fuerte de San Felipe. Aury envió como emisario ante Bolivar al comandante C0dazzi, quien penetró por el golfo del Darién, subió el Atrato hasta el río Murri y llegó a Bogotá después de penalidades sin cuento. El propósito de Aury era ofrecer nuevamente su escuadra y su persona para luchar por la libertad; el Libertador ya había salido de la capital y Santander 110 aceptó rotundamente los ofrecimientos de Aury, mas tampoco los rechazó; apenas puso de manifiesto la penuria por la cual pasaba el Tesoro público, lo que impedía erogar cuantiosas sumas que demandaba el sostenimiento de una escuadra. Al iniciarse el sitio de Cartagena (182]), Aury quiso nuevamente cooperar en él, y no alcanzando el logro de incorporarse a la escuadra bloqueadora de Brión, intentó otra empresa: atacar las costas de Mosquitos, donde los ingleses asediaban, instigados por el almirante de Jamaica, Laurens Halstead; mas no pudo alcanzar esa otra aventura, por las protestas de don Joaquín Mosquera, quien se hallaba entonces de diplomático ante Chile y Buenos Aires. El historiador Restrepo afirma que Aury estuvo en Bogotá solicitando ser admitido en el servicio de Colombia, aserto que pone en duda el señor Posada. Lo cierto es que el gobierno colombiano necesitaba y no quería dejar salir de las manos los barcos de Aury, pero repulsaba a su comandante. Veamos algunos párrafos de las comunicaciones a este respecto. Decía Santander a Bolívar con fecha 2 de septiembre de 186 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA 1820 « .••.•.• Ruego a vuestra Excelencia que por los medios más decorosos se trate de aumentar nu'estra arruinada marina con la que ofrece Aury, y por proposiciones ventajosas adquiramos los elementos militares que él debe poseer " (1). Además, el general Bríceño Méndez le escribía al vicepresidente las siguientes significativas palabras sobre el mismo asunto; palabras que revelan la necesidad que había de conseguir los elementos de Aury, descartando previamente su personal: «Lo primero que Sll Excelencia quiere es que se procure asegurar al señor Aury y átraerlo al país, bien sea bajo el pretexto de que se le admitirá, bien fomentando y sosteniendo su pretensión de venir a intentar reclamos ante el Congreso general, para lo cual se le inspirará toda la confianza posible y se le ofrecerá cooperación y protección d~cididas. Vuestra Excelencia pUede hacer uso para esto, del señor de La Croix o de cualquier otro." «Al mismo tiempo sería conveniente que otras personas tratasen de introducir la división entre lo~ secuaces de Aury, y que se les atrajese al servicio de la República, abandonando las banderas de aquél y dejándolo así reducido a la nulidad. Este medio es tal vez el más seguro, pero necesita un gran fondo de prudencia, porque seria peligroso se llegase a descubrir que la seducción venía del gobiemo, lo cual haria frustrar sin duda el proyecto principal de aseguramos de su persona por los otros medios que se adoptan Barinas, abril 17 de 1821» (2). Aquí sí se ve de relieve el deseo de adquirir los barcos, armamento y tripulaciones de Aury, sin contar con éste; esto tenía que suceder, en primer lugar, por la conducta anterior del francés, quien obstaculizó la gran empresa de los Cayos de San Luis, y por las hazañas llevadas a cabo sobre las costas de Centro América, e islas Antillas; Aury estaba perdido en el ánimo del Libertador, y por tanto imposibilitado para toméír participación en las empresas de Colombia. El canónigo Cortés Madariaga tenía muy buena idea de Aury, si damos crédito a la carta que escribe al Respetable director de Chile, el 25 de agosto de 1818, desde Kingston: «.•...... Os he ha(1) Santandcr a Bolívar. O'Leary, (2) Bricefío Méndc7. a Santander. tomo XVII, Obra citada, página +00. tomo XVII, página 186. CAPITULO VII 187 blado antes de las vías de Inglaterra y norte de América, con distintas fechas. del corriente, comunicandoos haber tremolado nuestro pabellón confederado con el de Chile el 4 de julio último en las islas de 1:;, Vieja Providencia y Santa Catalina, bajo la conducta del comodoro y comandante en jefe Luis Aury, fervoroso y bravo republicano, mi antiguo amigo y emprendedor intrépido y aparente para casos de esta naturélleza. Su comisión ha dimanado inmediatamente de mi, que interpretando vuestra voluntad y presunto consentimiento, propuse entre otros el mismo proyecto a A ury, y fue el único quP se bríndó con su persona, bajeles de guerra, hombres, armas y municiones previa la g:>rLlntía que le dí de reintegrar de los gastos de la expedición que no alcanzasen a llenar los recursos del país conquistado con los fondos del Tesoro público pertenecientes a ambas Repúblicas » (1). Empero, el Libertador debía conocer bastante al marino, cuando negÓ su cooperación ofrecida en diversas ocasiones; ayuda bien importante, si tenemos en cuenta no sólo la escasez de oficiales técnicos como marinos de alturas, sino por ser éste dueño de catorce barcos corsarios armados en guerra, los cuales al fin vinieron a dar libertad al litoral venezolano combatiendo más tarde bajo el mando de Joly, quien fue subalterno de Padílla en la campaña del Zulia. (Véase página 109). Varias instancias hizo Aury para ser admitido bajo las banderas colombianas; ahi están los oficios dirigidos al vicepresidente Santander, en los cuales le dice que la rivalidad del almirante Brión priva a la patria de sus importantes servicios, gestiones en diversas épocas, que al fin tuvieron el siguiente resultado, como vemos en la carta Gel Libertador para el corsario, que dice: "Señor capitán Aury. Contra los esfuerzos de usted y sin necesidad de sus servicios, se ha elevado la República de Colombia al estado de no necesitar más corsaríos que degraden su pabellón en todos los mares del mundo. En consecuencia, podrá restituírse usted a sus buques y lIevárselos fuéra de las aguas de Colombia, y con esta orden presentada a S. E. el almirante Bri6n, (1) Diuio,,,,rio BiogdJico, página 59f, citado por el mismo autor. 188 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA tendrá usted el puerto abierto. de 1821-SIMÓN BaLlvAR» (1). Dios, ete. Bogotá, 18 de enero LA MUERTE DEL COMODORO En los documentos que trae el gencral O'Leary en su tomo XVI, se habla del fallecimiento del comandantc Aury, acaecido en un combate con barcos españoles, la corbeta de guerra Ninfa y el bergL'ntín Mirirío, de la misma calidad, sucesos verificados en la costa venezo~ana en cnero de 1819. Pero aparece incontro~ vertible la especie que más adelante se halla, de su muerte ocurrida en la isla de Santa Catalina, a consecuencia de un fuerte porrazo, en 1821. Con el fallecimiento de Aury, quedaron los barcos a las órdenes del segundo, capitán de navío Nícolás ]oly, quien, como hemos visto, tom6 parte en la campaña del Zu1ia, con notable provecho para las armas republicanas. Aury, en verdad, no fue méís que un corsario, menos cruel y dañino que Michiel, su compatriota, pero sin el suficiente temple moral para poder llevar con honor el uniforme de los libertadores de colombia. EL ALMIRAN rE PEDRO LUIS BRI6N En el curso de la presente obra se ha visto la aCClOn del almirante Brión. Pero no hemos hablado de su desprendimiento y nobleza, virtudes que siempre Colombia deberá agradecer al rico armador y hombre sereno ante el peligro, a quien nunca se recompensó debidamente y para con el cual la posteridad tiene inmensas deudas de admiración. Nació en Curazao el 6 de julio de 1782, según afirman algunos biógrafos, y en 1783, según Azpurúa; su padre era de sangre francesa, oriundo de Bravante, adquirió una sólida fortuna en especulaciones de comercio y como armador de naves. Desde muy niño, Brión embarcóse en los bajeles de su padre, más tarde se perfeccionó en la teoría de la náutica en un instituto de los Estados Unidos del norte. Al fallecer su padre en el año de 1804, heredó cuantiosa (.) O'Lcary, XVIII, 2;, íd. Almirante don Luis Brióll CAPITULO VII 189 fortuna y un nombre respetable y popular en la isla nativa; asi pues, su influencia era decisiva en las luchas de lus buques ingleses por d0l11i1ar la posesión holandesa. En 1798 fue tomada por unus barcos británicos y restituida en IH02. Vuelta a tomar en 1807, lucha Brjón denodadamente en defensa de sus fueros, rechazando al cornodoro inglés Murray, pero no obstante cayó, siendo nuevamente restituida al cetro holandés en 1814 (1). Se ha afirmado que Brión en calidad de oficial de marina actuó desde 1811 en la costa venezolana; en los preliminares del sitio de Cartagena (1815) tomó parte aprovisionando al ejército patriota, introduciendo armas y pertrechos a la plaza con la cooperación de los granadinos José María Durán y Agustín Gutiérrez Moreno; por estos servicios se le dio el título de Hijo que- rido de Cartagena. Hallábase Brión en las Antillas cuando se empezaron los aprestos de la expedión de los Cayos de San Luis y a esta empresa unió su vida, dispuso de su fortuna con el entusiasmo de un noble patriota para quíen no hay recompensa por su valiosa ayuda. Podemos afirmar que sin la personal acción de Petión y de Brión, de nada hubieran servido los sacrificius de Bolívar, sus esfuerzos por tornar al continente y arrebatar sus pueblos al poder español. en diversas ocasiones el dinero de Brión fue cl quc sirvió para el pago de elementos de guerra, barcos, etc. Podríamos alargar este trabajo reproduciendo la cOflcspondencia del marino con el Libertador, cartas en las cuales se ve que sin interés de ninguna clase puso '$ 300.000, al servicio de Colombia. En 1817 ya era almirante de Colombia, y con este elevado cargo asistió como presidente en el juicio que se adelantó al infortunado Piar. Durante los años de 1818, 19 Y 20, sirvió al país ya en cargos diplomáticos, ahora en la fatigosa campatia del Orinoca y sobre la costa de Venezuela. En 1821 tomó parte en el bloqueo de Santa Marta y Cartagena. En este año de 1821 llegó a Bogotá a gestionar el cobro de una parte de la suma que se le adeudaba, con el fin de atender a los compromisos que había adquirido para el sostenimien- 190 ACCION OE LA MARINA COLOMBIANA to y mejora de la escuadra, pero desgraciadamente el Tesoro exhausto no permitió a la buena voluntad del gobierno republicano atender a este importante pago; lo único que se le hacía, según afirmación de Aury, era festejarlo con honores. De resto, tuvo que regresar a su isla, empobrecido, pur no decir arruinado. El Congreso de Cúcuta el día 12 de octubre de 1821 aprobó un decreto de honores, que decía: "El Congreso general de Colombia, considerando que por el nuevo arreglo que se ha dado a la marina nacional queda suspendida la comandancia en jefe de todas las fuerzas navales de la República, que estaba encomendada al celo, actividad y patriotismo del almirante Luis Brión, ha resuelto lo siguiente: »1.0 Se encarga al Poder Ejecutivo presente a nombre del Congreso general, al almirante Luis Brión, las más expresivas gracias por los importantes servicios que ha hecho a Colombia con su fortuna y patriotismo en las épocas más calamitosas y apuradas de nuestra gloriosa revolución; 2.° Mientras el almirante Brión no sea propuesto para un destino equivalente en el ejército, se le conservarán todos los honores que le competen como capitán general de la marina; y 3.° El Congreso general encarga por último al Poder Ejecutivo, presente al almirante Luis Brión una espada de honor en testimonio de la gratitud nacional. Comuníquese al Poder Ejecutivo para su cumplimiento.» Este decreto venía a dorar la separación que se había hecho al almirante, del servicio, pretextando otras causas diferentes de las verdaderas. No sólo la voluntad, el desprendimiento y la generosidad ilimitada hacen acreedor a un hombre al mando militar; es necesario para dirigir las operaciones desde un almirantazgo, las más salientes dotes de inteligencia, sagacidad y competencia para tan difíciles y complicadas labores, y por desgracia el almirante Brión carecía de algunas de ellas. Además, su carácter raro y de pocos amigos, había le restado muy buenos servidores, o por su desconocimiento de las personas o quizá por algún apasionamiento. Veamos las palabras I'evadas al Congreso de 1823 por el secretario de estado en el despacho de marina, señor. general Pedro Bricefto Méndez : éAPjTULO Vii 191 «Los servicios de un extranjero generoso y magnánimo, que devorado del amor a la libertad, consagró su fortuna y su vida a la causa de la República, movieron al gobierno en 1816 a crear un almirante, que ejerció casi exclusivamente la dirección, el mando general, y la administración de la marina. Sin embargo, de la protección que le dispensaba el gobierno, él no pudo obtener la aceptaciÓn que exigía su devada dignidad; } a pesar de su celo, no logrÓ identificarse con la revolución, ni adquirir el conocimiento de nuestro pueblo. El se vio aislado, por decirio a~í, y no teniendo bastante genio p:lra dirigir la suerte, la dejó correr libremente, desviando su atención del objeto único que debía absorverla, y convirtiéndole a otros, no sólo poco importantes, sino perjudiciales a la República. Nuestros buques de guerra fueron descuidados; los armamentos en corso decayeron. Nuestra marina mercante no pudo prosperar. La República consumía en vano sumas considerables en reanimar un cuerpo que careciendo de dirección no podía subsistip' (1). Por una parte se veían las obligaciones contraídas por Colombia con un hombre que había sacrificado todo cuanto es amable y bello a la vida, la fortuna, la tranquilidad, la existencia, por brindar su persona y sus intereses sin exigir remuneración, y por otra, contemplar el mal estado de un organismo tan costoso y necesario como es la armada para una nación de costas dilatadas que proseguía una guerra contínental con poderoso enemi· go. Hé ahí la situación desagradable por cierto, que entrañaba una injusticia, al deponer al marino a quien no se podia cancelar una deuda cuantiosa, aparte dt: los tesoros que se necesitaban para recompensar sus sacrificios. La Providencia se encargó aquella vez de terminar el doloroso estado en que se encontraba el país para con el almirante: el día 27 de septiembre de 1821 falleció en Curazao, a los 39 años de edad, todavía en plena juventud, acaso mordido p0r el mal que ha dado la muerte a todos (os hombres desprendidos y grandes: el mal espiritual de un desengaño de la hum,ll1idad y sus glorias efímeras. Honores se le habían hecho durante sus servicios a la san- 192 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA ta causa de la libertad; honores se le hicieron en la muerte, mas no con la magnificencia que su nobleza merecía. La posteridad debe recordar su nombre con el amor, la veneración y el respeto que el mismo Libertador, ya agónico, le expresó en este sencillo epitafio, que escribió a solicitud de un protegido del almirante en la quinta de San Pedro Alejandrino: Brión el magnállinio. OTROS MARINOS Aparte de oficiales C0l110 el capilán Rafael Tono, quien combatió desde la iniciación de las operaciones de la armada hasta su conclusión, y quien OCllpÓ puestos en los cuales podia ejercer sus talentos y conocimientos, como en las escuelas navales; aparte del capitán Nicolás Joly, sucesor de Aury en el mando de la escuadra corsaria y quien prestó altos y oportunos servicios a la causa de Colombia; aparte del capitán Walterio D'Chitti, quien fue uno de los más valiosos exponentes del concurso que los extranjeros dieran a la marina, debemos citar al (;apitán de navío Juan Daniel Daniels, armador y marino, quien a la manera del generoso Brilín, puso su fortuna y su vida al servicio de las armas patriotas, y aunque en repetidas ocasiones se le exigió aceptara remuneración por sus sacrificios, no lo quiso, guiado por una honda simpatia a la obra de Bolívar. Daniels naciÓ en los Estados Unidos de norte América en 1756. ConociÓ a Bolívar clIando éste gestionaba la consecución de barcos para los servicios del ejército; obsesionado desde ese momento con la superioridad incontrastable del gran general, resolvió cooperar con cuanto tenía, y al efecto puso a sus órdenes los siguientes barcos: Bergantín Vencedor. Bergantín Voluntario. Goleta Centella. Corbeta Salivar. Debido a los esfuerzos de este marino se prestÚ desde 1821 hasta 1823 buen servicio de protecciÓn a I3s costas venezolanas que estaban en poder de los patriotas contra el peligro que implicaba la escuadra española. En este último año una acción desgraciada perdió algunas de las naves que mandaba Daniels 193 CAPITULO VII en operaciones de bloqtieo sobre Puerto Cal)ello y Maracaibo; tenía a sus órdenes una divisiÓn de cuatro barcos mayores y algunos corsaríos; viÓse compelido a dividir sus fuerzas en obedecimiento de tina orden superior, y en tan funestas circunstancias cayó sobre él una división enemiga con nÚmero doble de barcos, todos superiores a los colombianos. No obstante haber llegado a prestar apnyo a Oaniels dos corbetas y un be!-l!antin del bloqueo, fue derrotado y perdió en aquella vcz dos corbetas; el capitán Renato Beluche, quien pudo huir con la Diana, avisó oportunamente el desastre. Daniels nunca quiso recibir remuneración por sus barcos; aún más, ni siquiera recibió sueldo desde el día que tomó servicio hasta que lo dejeí. A su hijo le puso por nombre Simón Bolívar. Daniels falleció en 1786 (1). El Congreso venezolano de 1845 dictó este decreto de honores para el americano generoso: «Juan Daniel Daníels, será íJlscrito en la lista militar de la RepÚblica con su grado de capitán de navío con la antigUedad que le corresponde conforme a la ordenanza militar.> CONCLUSIONES La escuadra colombiana que en 1823 apresó varias naves en el lago de Maracaibo, en 1824 pasÓ de 19 unidades mayores; corbetas, bergantines y goletas a 28, entrando un navío adquirido por el gobierno, una fragata, una corbeta, tres bergal1t~nes y cinco goletas (2). En ese año se mandaron desarmar y venócr dos bergantines y tres goletas por deficiencia en la obra viva que no resistía un armamento indispensable para los usos de la guerra y quedaron para el servicio: 1 navío de combate. 1 fragata. 5 éorbetas. (1) Se comultó a B'alll() (z) del ,ecrerario Exposición Y:\zi'urUa. de e,taJiJ en el d,:sfl"lc!w de Illd;illd:ll 18q. 194 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA 8 bergantines. 8 goletas. 23 unidades. De las Atlántico. cuales cuatro navegaban en el Pacífico y 19 en el Pero como se quería el mejoramiento de la escuadra, no sólo respecto a su fuerza numérica sino a la calidad de sus barcos y poderío del armamento, se pidió entonce¡; la venta de gran número de naves menores utilizables a la navegación de cabotaje, y con el valor de ellas se insinuó la idea de adquirir do~e guardacostas de guerra con el casco de doble servicío, esto es, como para navegación fluvial y de costas. En el mismo año una de las escuelas náuticas empezó sus tareas, al:lnque con pocos alumnos, pues de 40 que tenían entrada según las disposiciones del gobierno, sólo 9 concurrieron a recibir enseñanza. Otras medidas urgentes se tomaron en esta época ,sobre los servicios de la armada: la apertura del 4.° departamento marítimo, la solicitud para que la marina mercante estuviera bajo el control de los departamentos, con el propósito de reclutar personal de marinería escaso entonces, a pesar de lo prescrito en el decreto de 22 de julio sobre la milicia de marinería. En 1826 se queja el secretario del ramo de la escasez del personal de oficiales náuticos; la mayor parte de los que estaban en servicio eran extrajeros, y como habian recibido diversas ens~ñanzas, carecían de la homogeneidad indispensable para la buena marcha de los complicados servicios de la vida naval. Se quiso unificar el armamento, también en desacuerdo, creando una fábrica o fundición de cañones para producir los necesarios a los barcos. En cuanto a los elementos de material marítimo que fueron pedidos, mediante contratos celehrados por el mismo Libertador, llegÓ una gran cantidad de velas, cabos, perchas, matones y demás enseres de los aparejos, romo instrumental, los que fueron distribuidos en los departamentos marítimos, y parte, enviado a la marina del Perú (1). (1) Mcm(Jrj~ del oli" ,¡cada. CAPITULO VII 195 En [os años subsiguientes hasta 1830, la escuadra colombiana tenía las siguientes unidades: Un navío. La fragata Venezuela. Las corbetas Bolivar, Boyacá, Urica, Ceres, Constitución y Pichincha. Los bergantines Pichincha, Chimborazo, Independiente, Libertador y Congreso. Las goletas Espartana, Independencia, General Manrique, General Padilla, Atrevida Maracaibera, Atr:!vida, Rosa, Guayaquileña y Veladora. (La fragata Venezuela, por e[ número de sus cañones pertenecía a esta clase de barcos, pero por la calidad de éstos, era más bien una corbeta. Había sido comprada a la compañía de las Indias orientales). La corheta Ceres fue apresada por el intrépido marino Renato Beluche el año 14 de la independecia, con la Tarántula y la María Francisca a [os españoles; el Bolívar estaba casi inútil por su excesivo servício y mala cáliciad de sus maderas. Se pidió la venta de los bergantines Chimborazo y Picllincha, para con e[ valor de su venta comprar unidades mayores. En 1826 se hicieron gestiones para comprar un navío de 74, dos fragatas de 60, una de 46 y unos bergantines, apoyándose para ello en [a Ley de 4 de junio del año 13. El presupuesto naval de ese año fue de 4.809,077,41/~. Cuatro millones ochocientos nueve mil setenta y siete pesos con cuatro reales y medio. Las fuerzas menores eran: Pailebots cañoneros A trato, Colombia, Meta, Independencia, Orinoco, Apure, Congreso, Constitución, Presidente, Libertad, Vicepresidente, Diligente, Bomboná (antes Ejecutivo). Las fuerzas sutiles eran: Corbeta Libertad. Falucho Rionegro. Flecheras Guaireña, Valerosa, Colombia, Mula, Triunfante, Gu- tiérrez, Vengadora, Cariagueña, Cumanesa, María, Bayacá, yanesa, Flor del Orinoco, Araucana y Bogotá. Gua- 196 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA Cañoneros Presidente, Libertad, Constitución, Belono, Zufia, Integridad, Independencia y Apure. Ponches Gencral PÚez, Valeroso, Anzoátef.[ui y Terrible. Lanchas Bolivar, Belfo Indio, Atrevida y seis más. Había cuatro escuelas navales o náuticas, cuatro arsenales. En 1827 se adquirieron dos fragatas de 62 cañones, muy buenas. Cuatro embarcaciones menores para el Magdalena y otras cuatro p¡¡ra el Orinoco. El presupuesto para veintiseis mil cuatrocientos fue de 2.026.422,6 dos millones veintidós pesos seis reales. 1827 COMENT ARIOS La escuadra colombiana era señora en los mares patrios, y a la vez que guardadora de la libertad de los pueblos que habían sacudido el vasallaje español, constituía el núcleo del cual debian surgir las flotas mercantes para hacer prósperas y felices las naciones de la América del sur, ya que con los frutos donados a manos llenas por la naturaleza se abrían las espectativas halagi1eñas del progreso y la riqueza. Con las obras emprendidas para el arreglo y carenaje de los barcos, con la preparación de] personal de marineria y educación de algunas generaciones de oficiales náuticos, necesariamente tenia que refluir todo aquello en la marina mercante de Colombia, para llevar por los vastos litorales el comercio, crear extensas factorías, explotando asi la posición inapreciable sobre los mares del globo. Llegó a tánto el poderío de la escuadra en los últimos años de la independencia que-cosa sorprendente-de las palabras oficiales del secretario de guerra ante el Congreso de 1827, destacamos este párrafo, sugestivo como ninguno: «En el curso del at10 anterior nuestra marina militar no ha tenido encuentros con el enemigo; pero nuestros corsa ríos han lIevauo las hostilidades Ilasta las costas de la península en el Atlántico y el Mediterráneo.» Nuestro propósito posible, la importancia ha sido demostrar, en cuanto esto fuere que el dominio del mar tiene, no sólo CAPITULO VII 197 para la guerra, sino también para el desarrollo comercial y económico de los pueblos. Los países que como el r1uéstro tienen extensos litorales, deben forzosamente esperar un porvenir brillante y conquistarse una envidiable posición entre las otras naciones del munjo. La posiciÓn geográfica de Colombia es excepcional; en la vecindad de la vía más central del planeta, como es el canal de Panamá, con dilatadas costas en ambos mares, poseedora de islas como San Andrés y Providencia, que necesariamente son bases militare;; P:U3 la misml defcns;} del canal, está llamada a gran desarrollo marítimo en un futuro no lejano. Pero he ahí que las actividades nacionales aÚn no se han orientado en tal ~entido; no se ha empezado con la adquísición del personal educado para la vida del mar; faltan los institutos educativos en donde se formen nuestros oficiales, ingenieros navales y personal de marinería. Para el fomento de la marina mercante faltan los .:stablecimientos de reparación y diques, el arreglo de nuestros puertos y su necesaria higienización. Para que perdamos el mísero aspecto de colonia comercial, que por entero nos esclaviza a pueblos poderosos, para hacer conocer en los mercados de otras naciones nuestros productos y lograr que éstos se valoricen, necesitamos que empresas nacionales de transportes sean organizadas, que ya su engrandecimiento vendrá poco a poco, con el natural adelanto. Respecto a la defensa nacional, tópico que debe preocupar a todo colombiano, debemos vivir convencidos de que en el caso siempre posible de una guerra, es indispensable para dominar a nuestros futuros adversarios, tener la manera de repeler ataques a nuestras costas, y las unidades navales que esta defensa requiera. S6lo siguiendo por ese nuevo rumbo Ilega~á nuestro país algún día a reconquistar el puesto que le corresponde entre las demás naciones. 198 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA ------------------------------------ Obras consultadas Influencia del pOdér naval en la historia, Maham. Batallas decisivas de la Libertad, A. Galindo. Derecho internacional hispanoamericano, Seijas. Historia moderna de Venezuela, Baralt y Díaz. Documentos para la historia de la provincia de Cartagena. El teniente general don Pablo Morilla, Rodríguez Villa. Memorias de un oficial irlandés. Boletín de Historia y Anti{(iíedades (varios tomos). Derecho internacional de Bry. Derecho internacional de Bello. Memorias de O'Leary (Narración y documentos). Historia de la revolución de Colombia, Restrepo. Memorial del Estado Mayor de Colombia. Francisco de Miranda, Robertson. Psicología de las multitudes, Le Bon. El militarismo, Ferrero. Diccionario militar, Ruhio y Bellvé. Anales de Guayana, Tavera Acosta. 1818, Ve/gara y Velasco. Independencia americana, Memorias de O'Connor. Vída de Padilla, José P. Urueta. Gaceta de Colombia. Gaceta del Orinoco. Archivo Santander, (varios tomos). Cartas de Bolivar, Blanco Fombona. Memorias histórico-politiclls, Posada Gutiérrez. Memorias de guerra y marina (varios años). Biografía de Codazzi. Vida de Bolívar, Larrazábal. Máximas de Napa/eón. Bíograflas, Baraya. Papel periódico ilustrado. INDICE -o--- Págs. INTRODUCCIÓN-El dominio del mar . CAPíTULO I-La guerra de corso " . CAPíTULO II-Las expediciones. 1805-1816 .. . La expedición precursora. Antecedentes . Comentarios --. La expedición pacificadora. Antecedentes . El viaje . Comentarios .,. - . La expedición Iibertadora. Antecedentes . La partida , -., . Comentarios. _ . CAPITULO III-Primer sitio de Cartagena. (Cooperación de los buques en la guerra de sitio) 1815. Antecedentes . Fuerza naval de los contendores . Iniciación de las operaciones . El valor militar de los rios . Las fortalezas de la ciudad . Operaciones de los barcos durante el sitio . La expedición de los emigrados . Comentarios CAPiTULO lv-La escuadra del almirante Brión. (Cooperación de una escuadra al ejército) 18171818-1819. Antecedentes . El poder fluvial . Combate de Pagayos . La escuadra espaflola . Sucesos en 1818 . Toma de GUiria · . o.' •••••••••••• 5 10 24 26 31 34 35 43 45 50 58 63 67 69 72 76 77 82 85 87 90 93 . 95 97 lO}" 200 ACCION DE LA MARINA COLOMBIANA Fin de 1818 . 103 Comentarios . CAPITULO v-Segundo sitio de Cartagena adelantado por las armas patriotas en 1820·21. Anteceden tes . Toma de Santa Marta . Aproximación a Cartagena . En la bahía de Cartagena . La toma de los castillos de Bocachica . Los últimos días " . La capitulación . Comen tarios . CAPITULO VI-La campaña del Zulia. Antecedentes . El estado de la marin:t ..........•......... ...., . Situación topográfica del lago ~ . Situación genera!.. " . Fuerzas dl' los contendores . Situación especial '/: . O peracíones preli mi nares . Combate de Maracaíbo ; . La escuadra y el ejército . Preliminarcsae la batalia . La batalla . Comentarios . CAPÍTULO VIl- Los ma ri nos . El almirante don José Prudencia PadilJa. PriIneros .años . Padilla oficial de marina '" Padilla en 1828 . La memoria de Padilla . El comodoro Luis Aury . Las gestiones del camodoro •.............................. La muerte del id . El almirante Pedro Luis Brión . Otros marinos . Conclusiones . Comentarios . 104 110 114 1] 6 118 122 124 126 130 ]32 -134 137 ]38 ~ª~9 141 143. 148 150 153 159 168 173 174 ] 75 176 179 181 184 188 188 192 193 196
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