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Fantasmagorey: el misterioso caso de Mr. Edward St. John Gorey ... C Ó M I C Texto: TxuxT Cuesta imaginar algo más cruel y rocambolesco que a la señora Botella comentando clásicos cuentos infantiles. Aquellos locos que en su desmedida afición por lo extraño se hayan visto alguna vez tentados de hojear el volumen pergeñado por la Primera Dama, pueden redirigir su curiosidad hacia otro libro sin riesgos para su cordura. La editorial Valdemar acaba de publicar Amphigorey También, segundo volumen antológico de la obra de Edward Gorey, ilustrador, poeta, novelista, maestro del nonsense e inspirador de artistas tan peculiares como Bill Plynton y Tim Burton. Edward Gorey (Chicago, 1925Yarmouth, 2000) fue uno de los artistas norteamericanos más personales e interesantes de la segunda mitad del siglo XX y el máximo exponente de la fábula macabra hasta la llegada de su epígono Tim Burton. Todo es raro en él. Excéntrico en vida y peculiarmente británico en su obra, lucía el mismo atuendo que sus personajes (abrigos largos y peludos, bigotes y bufandas característicos de la Inglaterra eduardiana), cuando no se pasaba las horas muertas viendo Buffy la cazavampiros mientras cosía ranas de peluche. Creador de un centenar de libri- 44 45 tos de factura artesanal e ilustrador de otros sesenta, alcanzó la fama en la década de los setenta al publicarse su primera antología, Amphigorey, y al obtener un Premio Tony por su labor como figurinista y escenógrafo en la versión teatral de Drácula en Broadway. Durante toda su carrera trabajó para diversas editoriales diseñando portadas para obras de Kierkegaard, Kafka y otros muchos autores que no guardan entre sí ninguna afinidad y ni siquiera empiezan por K. En 1953, mientras era director artístico de la colección de tapa blanda de la editorial Douleday, comenzó a elaborar sus propios libros pero, tras recibir cientos de negativas (el primero, The Loathsome Couple –La pareja repugnante–, narra e ilustra en tono jocoso la historia real de una descuidada pareja de infanticidas que dejaron caer en un autobús abarrotado fotos de sus delitos), se decidió a crear su propia editorial: Fantod Press. Gorey se encargaba personalmente de la distribución en pequeñas librerías y los encargados, cortos de miras, nunca encontraban el estante adecuado para colocar sus obras. Aún hoy se le tacha de “autor inclasificable” o “autor de culto” porque emplea todos los recursos tradicionales de la literatura infantil y del folletín (dibujos acompañados de ingeniosos epigramas) con fines maquiavélicamente siniestros. Ésta es, de hecho, su principal particularidad; su obra se disfraza muchas veces de boletín piadoso decimonónico para exponer vicios, hipocresías y disparates varios con un humor extravagante y descarado. Sus dibujos a plumilla, deudores de los grabados románticos clásicos (Gustave Doré) y de las antiguas ilustraciones de crónicas de sucesos, provocan unidos a sus hilarantes versos un efecto gratamente chocante. Gorey utiliza con agudeza las composiciones infantiles con las que tanto nos hicieron disfrutar los maestros Carroll y Lear: el limerick y el spell e incluso se atreve con el irlandés antiguo, el oed. El limerick clásico consta de cinco versos de arte menor y rima consonante (AA BB A), de forma que el primero y último caracterizan al sujeto mientras los tres centrales desarrollan el predicado. Por ejemplo: “Los libreros, aquejados de dolor de cabeza,/ miran las portadas de sus libros con pereza;/ intentan esconderlos de la gente:/ ‘no pueden gustar a una persona decente’,/ se dicen unos a otros ante una gran cerveza” (ni que decir tiene que Gorey lo hace muchísimo mejor). El spell es pedagógico y musical; se trata de dar un repaso al alfabeto, componiendo versos de lenguaje inusual. Por ejemplo en The Gashlycrumb Tinies (Los pequeñines macabros), Amy, Basil, Clara y otros niños esperan inconscientes un final funesto descrito en feroces ripios: “A is for Ami who fell down the stairs”, “B is for Basil assauted by bears”, etc. El nonsense de Gorey deja mucho a la imaginación del lector y buen ejemplo de ello es su desternillante obra “pornográfica” The Curious Sofa (El sofá singular), viaje iniciático de la joven Alice descrito en estampas vintage que nos sugiere que se pueden hacer cosas terribles con una cacerola y entretenidos trucos con las patas de palo. Sus personajes, siempre divertidos, nos dejan una curiosa sensación de melancolía soterrada; por ejemplo el atascado novelista de The Unstrung Arp (El arpa sin encordar), Clavius Frederic Earbrass, residente en Colapsed Puddding y autor de títulos como “Un cubo de basura moral” y la trilogía “La profundidad del hipo” o el advenedizo ser de The Douft Guest (El invitado incierto), que se introduce en la vida de una familia burguesa y se comporta de manera francamente extraña, escondiendo las toallas cuando se enfada o haciendo de tope de las puertas cuando se deprime. Todo esto no resultará excepcional a quién sea seguidor de Tim Burton y haya leído La melancólica muerte de Chico Ostra (Anagrama, 1999). Desde luego, la influencia de Gorey en Burton ha sido enorme (basta recordar, por ejemplo, la historia del pingüino en Batman vuelve) pero, a fin de cuentas, de nada serviría intentar establecer los límites entre el homenaje y el plagio tratándose de autores que se adscriben a una tradición de arte popular que jamás ha tenido copyright. Aphigorey y Amphigorey También están publicadas por Valdemar en la Colección Avatares. www.goreyography.com www.edwardgoreyhouse.org