Los Parises - Actividad Cultural del Banco de la República
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Los Parises - Actividad Cultural del Banco de la República
UNA FAMIliA Df PROCERES LOS PARISES ESTUDIO DISPUESTO POR JOSE JOAQUIN PARIS DE LA.ROCRI y PUBlICAOO BAJO lA OIR(CCIQN O[ GUST A VO ARBOLEDA VIOEPREIlIDENTB DI1: LA ACADEMIA NACION AL DE HISTORIA BOGOTA. lMPRENTA Y I..ITOGRAFlA DE JUAN CASlS 1919 UNA FAMILIA Of PROCtRfS LOS PARISES ESTUDIO DISPUESTO r POR JOSE JOAQUIN PARIS DE LA,ROCHI PUBLICADO BAJO lA OIR[CCIUN Of GUSTAVO ARBOLEDA VWEPREI:lIDENTB DE LA ACAOEMIA SACIOS' AL DE HISTORIA. BOGOTA IMPRENTA Y LITOGRAFIA 1919 DE JUAN CASIS r-=----== , ~ '~. , L-==~~· GEN£.RAL JOAQUIN PARIS 50BR~ E5'fE LIBRO La obra que tienes .:n las manos, inteligente y curioso lector, es un doble homenaje de piedad filial que don José Joaquín Paris de la Rache tributa a la memoria de sus antecesores ilustres y a la Patria colombiana, con motivo del primer centenario de la fecunda victoria de Boyacá. _ Este libro no es una historia si se toma la palabra en el sentido que le daban los preceptistas clásicos, sino más bien un interesante depósito de materiales para los futuros historiadores de Colombia. En él se hallan genealogías de muchas grandes familias hogotanas, datos antes desconocidos. pinturas de costumbres, curiosas anécdotas. Ya se ha refutado el hueco precept<J de Voltaire: «No digais a la posteridad sino lo que es digno de la posteridad,» y se ha demostrado que una circunstancia minúscula suele contribuír a una revolucíón, a (a caída de un imperio. Boissier señala como factor de la ruina de Cicerón sus gracejos mordaces contra gentes de viso de la sociedad romana. El señor París, que conserva íntegra en la ancianidad una memoria privilegiada, que posee numerosos documentos inéditos, que fue testigo o actor de muchos de los acontecimientos que narra y supo los demás de los labios autorizados de su padre y de sus tíos, nos brinda notícias -II- verdaderamente preciosas. Ha colaborado en esta obra, ordenando los asuntos, dando hábiles retoques al dibujo y dirigiendo la publicación, don Gustavo Arboleda, uno de de nuestros más eruditos, concienzudos e imparciales historiógrafos. El estilo del libro es correcto, pero sencillo y familiar, como corresponde a los recuerdos de un caballero, esmeradamente educado en su juventud por los jesuítas, pero ajeno después a ocupaciones literarias. En el primer capítulo leemos dos observaciones que, aunque no son nuevas, son verdaderas y muy pertinentes al asunto. La primera es que un relato histórico nunca es tan instructivo, interesante y ameno como cuando los hechos se agrupan en derredor de uno o varios personajes; y la segunda, que hay biografías equivalentes a los anales del pais en una época determinada. Esto último, que se dijo de la estirpe payanesa de )05 Mosqueras, es aplicable a la familia bogotana de los Parises. Aparece uno de ellos, cuando no varios, en todos los sucesos importantes de la vida nacional, empezando por el movimiento de 1810, que Inició nuestra independencia, y terminando en la transformación política de 1886. Entre los individuos cuyas vidas figuran en estas páginas hay rica variedad de caracteres, profesiones y costumbres, desde el patriarca de severas virtudes hasta et calavera elegante; desde el militar de profesión, hasta et acaudalado rentista; desde los que murieron en su lecho, rodeados de los suyos, hasta los que perecieron en el campo de batalla o asesinados por odios de partido. Pero en todos los Parises hubo ciertos rasgos comufies, la marca de la familia, que consiste en la fidelidad a las creencias católicas y a las opiniones conservadoras; la hidalguía en los procederes y la cultura en el trato; el valor que no afronta el peligro por obligación, sino que lo busca par placer; y, finalmente, la esquivez en la hora de. - III- las recompensas después del triunfo. Estas condiciones. hallan en don José Joaquin Paris, autor de estos recuer-dos (1). Entre aquellos meritorios varones sobr.esale el general Joaquin Paris y Ricaurte. El y los generales bogotanos Francisco de Paula Vélez y José Maria Ortega forman, en el firmamento de las glorias colombianas, lIna constelación de dulce y discreto resplandor. Soldados irrevocables, ejecutaron, durante media sigla, proezas de leones en ias campos de batalla, sin perder, en el fragor de los combates ni en la licencia de los cuarteles, la integridad de la vida cri.g.. tiana ni la urbanidad exquisita, heredada de sus nobles prosapias. En tiempos de paz, sirvieron a la República en los puestos más elevados del orden civil, perm:meciendo ajenos a codicias, ambiciones y envidias. Enemigos de toda violencia, de toda revolución, de toda dictadura, estuvieron afiliados a los partidos civilistas de Nueva Granada. Aunque acribillados de gloriosas cicatrice~, llegaron a edad avanzada y fallecieron en paz, en brazes de la RéUgión que habían practicado durante el curso de la vida. No anticipamos noticias sobre el general París, para no mermar el interés de este libro. ~ Conocimos, en nuestra infancia, al insigne prócer, y . recordamos la breve estatura, el cabello gris y ya escaso, el bigote negro todavia, la expresión del semblante, aristocrática y bondadosa. Sabíamos que era uno de los libertadores, teniente y amigo de Bolívar, y que la mano mutilada del anciano era reliquia de una gloriosa batalla. Nos acercamos a él penetrados de respeto, sonrió con carino, levantó la mano sana y nos acarició blandamente. <I) En 1885, cuando la loma de Honda por l•• fuerzaa del Gobierno, don JOlt Joaquín ~ hallaba en aquell. ciudad, pero .in formar parle del ejércilo. Apena ••• rompieron loa fuego., le incorporó. COJqplelamenle d"'iarmado, a 1,," tropu del gen •• ~'~,- - ~~-'" .,. ,-- -«: ;,-- - - la fuailer!a dd eaemicaRIO ~)! para¡uas de lona. q. aeeat~1Uo, ., -~ -IV- Años después, nos cupo el honor de tratar, más o me,nos de cerca, a algunos de sus hijos. Don Pedro María, el primogénito, vivo retrato, en lo físico, del general París, fue distinguido il)geniero civil y llevó a cabo varias obras importantes en ejercicio de su profesión. Viajó detenidamente .por Europa y, a su regreso, fue quien trajo la estatua de Bolívar, para la plaza principal, y el sepulcro que guarda las cenizas de Castillo y Rada, para la capilla del Colegio del Rosario. Tenia don Pedro María un corazón de paloma, carácter jovial y conversación amena e instructiva. Don José Joaquín emparentó con nuestra familia, por su : matrimonio con una dama modelo de virtudes, hija de dDn Victor Lago y Ortega, y ha sido con nosotros un amigo leal y cariñoso. Cuando muera el a11tor de este libro, no quedará de~) cendencia del general París por línea masculina, pero que-dan sus bisnietos, que aunque no lleven su apellido, tienen su sangre y la obligación de imitarlo; queda la RepúbliCà libre que él ayudó a crear y fecundó con su sangre; queda iU nombre, que ninguna edad borrará; quedan sus grandes hechos parà ejemplo de las generaciones venideras. R. M. CARRASQUILLA CAPITULO I La familia París-Ricaurte. Origen de [os Parises. ~ Armas de esta familia. - Los Parises de otros siglos. - Don josé Martin Paris. - La estirpe de los Ricaurtes. - Ri. queza de don josé de Ricaurte. - La tesoreria de la ca.sa de moneda.. Origen de este establecimiento. - Los hijos de don jasé de Ricilurte. u Veinticinco y uno quemildo:' La conmemoración de los episodios gloriosos de un pueblo tiene para nosotros, como el más si mpático yexpresivo de sus resultados, el rendir homenaje a los varones que en esos hechos actuaron; enaltece sus virtudes y hazañas, para librarlos del olvido, y los pone siempre de presente a lasgeneraciones que se van sucediendo; todas ellas vienen a ser, con el transcurso de los años, herederas de los beneficios que esos mismos episodios conquistaron a la patria y del nombre que ellos procuraron a sus principales actores. La historia, mirada a grandes rasgos, se reduce a los hechos de los varones egregios de cada edad; viene, en consecuencia, a quedar sintetizada en la vida de ciertos individuos, a tal punto que muchas agrupaciones políticas y sociales desaparecidas en épocas remotas han perpetuado su nombre, gracias al de sus miembros más conspicuos, a los cuales van estrechamente unidas. El antiguo Egipto, los estados de la remota Grecia y la Roma republicana y la imperial se destacan de modo vigoroso en los fastos de )a humanidad por la estela que al través de los siglos han dejado sus hijos preclaros. Concretando estas observaciones a nuestra patria, cabe afirmar que cada etapa de su • vida está simbolizada por la hoja de servicios de los más ilustres hijos de este suelo. La biografia de algunos de ellos es el relato de la vida nacional. Escribir la historia de los primeros lustros del siglo XIX es trazar la semblanza de los campeones que en aquella época se distinguieron. Cada hecho culminante de ese periodo es timbre de honor para uno o para varios esclarecidos compatriotas. Hablar de las glorias de la Repùblica en ese entonces es referirse a las palmas arrancadas por esa inmensa falange de luchadores colectivamente denominados «próceres de laindependencia." La batalla de Boyacá, suceso culminante de la guerra magna, con la celebración de su primer aniversario secular, brinda campo vdstísimo para enaltecer una vez más a quienes alii cimentaron la libertad de 13 nueva Colombia y con ella la de toda la parte meridional del nuevo mundo. Nosotros queremos aprovechar el fausto centenario para refrescar el recuerdo de uno de los vencedores en aquella épica jornada, el general joaquín Paris y Ricaurte, y para hablar también de los demás miembros de la ilustre familia Paris, que cooperaron con denuedo al triunfo de la causa republicana y por ella ofrendaron su sangre Y aun su vida. Si es verdad que cada hombre vale por sus propios hechos y no por los de sus mayores, es también cierto que las cualidades distintivas de un ciudadano constituyen el reflejo de los méritos de sus antepasados. Al tratar de los Parises, fuerza es que igualmente tratemos de su progenie, que saquemos a lucir recuentos genealógicos para que mejor se comprenda y de manera más cabal se aprecie a los héroes de esa far'lilia, que vinieron a la vida con un cuantioso legado de ejemplos que imitar, exhibidos por larga serie de generaciones. dignificadas en el servic.io de su patria y de sus semejantes. El tronco de dicha familia, como el de casi todas las colombianas de alguna distinción, es preciso buscarlo en Espdña. Allá encontramos, para no remontarnos demasiado ni faligar a quien nos lea con interminables listas sacaJas de polvorosos pergaminos o de amarillentos árboles nobiIiarios, a don Tomás París y Torres. Era éste un madrileno del siglo XVII, que vio la primera luz en la coronada villa del Oso y del Madroño el dia 20 de mayo de 1650. Baste a nuestro intento decir que don Tomás era de limpio abolengo, que su familia ocupaba distinguida posición y era gente de pro, encanecida en la defensa de Ja tierra nataJ y en el acatamiento y adhesión al soberano, cu:\ndo el ideal de todo hombre bien nacido se cifraba en sobresalir rindiendo pleitesia a la majestad castellana. Los merecimientos que formaban la más valiosa presea de los Parises se ostentan en el blasón otorgado a su casa y familia, formado de cuatro cuarteles, azul el campo izquierdo superior, de gules el derecho, de plata el izquierdo inferior y sinople el restante. En el primero se destaca la cabeza del monarca español, sobre la mitad deJ mundo, presentado de color de plata y co'n sendas besantes a uno y otro Jado, para denotar, con esas antiguas munedas de Bizancio, que los çaballeros que tal escudo poseían eran descendientes de otros que antaño habían ido a batirse a Palestina para rescatar el Santo Sepulcro de poder de los musulmanes. En el campo de gules aparece un brazo que empuña el hacha, arma predilecta de los antiguos caballeros para dejar inerme al adversario rompiéndole con ella sus elementos de defensa. En el campo de plata se advierte un árbol por cuyo pie pasa a carrera tendida un airoso corcel. Finalmente, en el cuartel color sinople surgen dos lanzas sin astas. París y Torres celebró enlace nupcial con doña María Martínez. De ese matrimonio nació el 2 de agosto de 1677 don Francisco Paris y Martínez, esposo a su turno de doña Inés Barbero, y origen de tres diversas ramas de Parises: una que continuó viviendo en España. otra que se difundió en México y una más que andando los años fijó su residencia en Santa Fe de Bogotá. La primera de esas ramas tuvo por origen a uno de los hijos de don Francisco, don Marcelino Paris y Barbero, y a la legítima consorte de éste, doña Isabel Palomares. Un hijo de tal matrimonio, don Dionisio Paris y Palomares, cónyuge de dOi'laTeresa Cañaveral, fue padre de dOll Francisco Paris, el cual unió su suerte a la de doña Micaela Cano. De este enlace vinieron al mundo: dona Dolores Paris, esposa de don Vicente Martínez Lambronelo; doña Luisa y don Fernando Paris, nacidos los dos últimos a mediados de la postrer centuria, lo mismo que una hija de doña Dolores, dofia Eusebia Martinez y Paris, que vio la luz en 1861. Don Vicente París y Barbero, hijo también de don Francisco, fue origen de Jas otras ramas; nació el 2 de noviembre de 1721 y fue casado dos veces, la primera, con dOfia Antonia Parra, de la cual vinieron doña Alfonsa y don Juan Francisco París Parra, el cual se radicó en México; la segunda vez, se unió don "Vicente a dona Vicenta Alvarez, de cuyo enlace procedía don José Martin Paris y Alvarez, que vio la primera luz en Madrid el 17. de noviembre de 1746, Y a la edad de veintisiete afios vino al Nuevo Reino de Granada para servir, por real nombramiento, la administración de la renta de tabacos en Santa Fe, con la circunstancia muy especial de que se le concedió el privilegio de no rendir cuentas de su manejo, por ser de la nobleza española. Don JOSé Martin se habia distinguido ya en Espafia en Servicio del rey Carlos III, de quien era gentilhombre de cámara. Su venida a esta altiplanicie tuvo pOf.,causa un hecho Que prueba la lealtad de Parisa] _soberano. Un día que nuestro personaje estaba de guatdia en la entrada contigua al despacho del monarca, uno de los más encumbrados títulos del reino pretendió ser recibido por don Carlos sin pérdida de momento. París se opuso a ello, porque las instrucciones que tenía eran las de no permitir el acceso de persona alguna a' regio despacho. El solicitante no se conformó con ello y pretendió seguir a hablar con el mo. narca; don José Martín desenvainó su espada y de ese modo se hizo respetar del importuno. Prodújose el escándalo que es de presumir, y a fin de alejar J Paris de la corte sin detrimento para su buen nombre, y antes con el objeto de recompensar su adhesión y fidelidad al rey, se le concedió el cargo de que ya hemos hablado. En 1777, cuatro años después de su llegada a esta capital, donde bien pronto se relacionara con las familias más prestigiosas de ella, unió su suerte a la de doña María Andrea Genoveva Ricaurte y Mauriz de Posada, joven de excepcionales prendas físicas, de las cuales se ha conservado el recuerdo, como Que Vergara y Vergara, en su interesante artículo titulado Las tres tazas, al referirse a una selecta reunión so~ial en la casa de los marqueses de San Jorge, poco antes de 1810, habla de «la hermosísima doña Genoveva Ricaurte.» Esta dama tuvo por padres a don Rafael de Ricaurte y Terreros y a doña María Ignacia Mauriz de Posada. Don José Martín fue uno de los miembros de la Sociedad Patriótica del Nuevo Reino de Granada, establecida en Santa Fe en 1801 y que tuvo por presidente a don José Celestina Mutis. La estirpe de los Rícaurtes era de abolengo no menos preclaro y distinguido que el de los Parises. El origen de aquella familia es, como el de la segunda, bien antiguo; a principies del siglo undécimo brilla en España don Al- varo de Ricaurte, valeroso auxiliar de los reyes de Castilla en las luchas contra los moros. Un siglo más tarde figura don Fermín de Rlcaurte como ministro de don Alfonso VI de Castilla y en seguida como consejero de doña Urraca, hija y heredera de aquel célebre soberano. Avanzando los allas vemos destacarse a don Pedro de Ricaurte, quien fue delegado del señorio de Vizcaya, en 1476, ante la majestad de don Fernando el Católico, rey de Aragón. El apellido de Ricaurte se propagó en el Nuevo Reino de Granada pareI capitán don josé de Ricaurte y Verdugo, natural de Salamanca e hijo de don Pedra de Ricaurte y de doña Isabel Pulido y Verdugo, que pasó a avecindarse en Santa Fe en el siglo XVII. En esta capital contrajo matrimonio con doña Ana de León Castellanos, hija de don Miguel de León y de doña Antonia Diaz de Santiago. Don José de Ricaurte a la limpieza de su sangre, como se decia en aquellos tiempos en la madre patria refiriéndose a las personas de elevada posición social que no tenian mezcla con moros ni judias, unia educación y conocimientos literarios bastante considerables y era dueno de una cuantiosa fortuna, de las más grandes del virreinato. Sus luces le sirvieron para litigar en estrados y su dinero para emprender en diferentes negocios. Adquirió parte principal de las minas de esmeraldas ha~ta su época descubiertas en la jurisdicdón de la ciudad de Muzo, entre ellas la del cerro de Cozcuez, encontrada en 1646 por Francisco de Ovalle. La extracción de aquellas preciadas piedras se hacía por procedimientos muy rudimentarios y el rendimiento de las minas era insignificante. La de Cozcuez, en cuya posesión amparó el rey a Ovalle concediéndole facultad para asistir a. ella con vara de real justicia, se trabajaba, a raíz de su descubrimiento, con una pequeña cuadrilla de negros esclavos. Los yacimientos de esmeraldas que existfan en laboreo desde antes de la conquista, los que se encontraron en el ·9· siglo XVI Y otros que se hallaron en la siguiente centuria, pertenecieron todos a particulares, quienes pagaban a la rertl hacienda la vigésima parte del producido, o sea los llamados quintos reaJes. Las dificultades para el trabajo en aquellas minas eran causa para que sus propietarios las dejasen en olvido y que otros sujetos las denunciasen, dando con ello lugar a interminables litigios. Así, por ejemplo, la de Somondoco, que beneficiaban diversos dueños. flle por ellos abandonada a mediados del siglo XVII; el presbítero don Pedro Salís de Valenzuela, poseedor de un hato en Jas vecindades de la mina, la denunció en 1672, dando por razón que hacia más de quince años se hallaba abandonada; los antiguos propietarios reclamaron, mas el clérigo fue favorecido con la concesión del cerro esmeraldífero. Don José de Ricaurte ensanchó sus propiedades mineras de Muzo en 1701, por compra que de algunas de ellas hizo a don Enrique de Guzmán; un lustro más tarde era dueño de casí toda la riqueza mineral de Muzo, entre la cual sobresalía la yacente en el cerro de Itoco, que parece fue el único a cuyo beneficio atendió en definitiva el capItán Ricaurte. Así como él ahora, en épocas anteriores habían sido propietarios de buena parte de las minas los miembros de la no menos linajuda y acaudalada familla Prieto de Tobar. El capitán Ricaurte y Verdugo fue tercer tesorero de la casa de moneda de Santa Fe, cuyo empleo compró por dos vidas en 1683 en la suma de treinta mil pesos; es decir, para disfrutarlo él hasta la muerte y Juégo, en iguales condiciones. su primogénito, don José Salvador de Ricaurte y León Castellanos. La casa de moneda fue proyectada desde 1559, y poco después, gobernando el país Venero de Leiva, se estableció alguna regularidad en el sistema monetario, haciendo sellar los tejos de oro que servían para las transacciones, • 10. bien que sin atender a la ley y sí sólo al peso, lo cual se prestó a falsificaciones. Volvióse a pensar en la fundación de la casa de moneda, y en 1590 fueron enviados de la corte a Santa Fe algunos troqueles, diversas herramientas y los demás enseres indispensables, pero nada pudo hacerse en definitiva por haber faltado un edificio adecuado y los técnicos competentes. En 1620 celebró el gobierno real una capitulación con el capitán Alonso Turrillo de Yebra, gobernador de Antioquia, para que, de acuerdo con la audiencia de Santa Fe, estableciese la casa de moneda en el Nuevo Reino. Turrillo empezó la acufiación un afio más tarde y la suspendió a los pocos meses; continuóla en 1627 bajo la dirección administrativa de don Martin de Arbustante, a quien designó para que le sustituyese en la tesorería. Entregado a las tareas del gobierno en Antioquia, le sorprendió la muerte a causa de una infección que contrajo presenciando la apertura de unoS pozos. Los tropiezos experimentados por el capitán Turrillo'de Yebra no empecieron para que el gobierno declarase terminados el año 37 los quince que en la capitulación se hablan seflalado para que durante ellos beneficiase la casa de moneda el fundador de ella. La viuda de Turrillo, doña María de Vergara y Azcárate, y el teniente-tesorero, Arbustante, designaron para servir la !esoreria, en diciembre de dicho afio de 37, a un sobrino de aquella señora, don Antonio de Vergara Azcárate y Dávila. Vergara vino muy niño de Espafia y se formó en Santa Fe éll lado de sus tíos, habiendo intervenido largo tiempo en el funcionamiento de la casa de moneda como contador de ella. La corte lo confirmó en la tesoreria, y en 1647 lasaçó a remate, que obtuvo el mismo don Antonio por el resto de su vida, terminada en 1690; bien que en los últimos cuatro lustros de ella no sirvió la tesorería, porque el rey, después de hacerlo caballero del hábito de Santiago, lo nombró en dos periodos gobernador de Cartagena y luégo gobernador y capitán general · II . de Maracaibo, en cuyo destino se hallaba en 1690. Siete ai'los antes de la muerte del segundo tesorero entró a subrogarIo el capitán Ricaurte y Verdugo (1). El mencionado tesorero Ricaurte tuvo seis hijos, de los cuales fueron notables don Juan, alcalde de corte y oidor de Quito, y don José Salvador, esposo de doña Francisca Terreros Villarreal Landaverde y Arizeta, de cuyo matrimonio hubo larguisima prole, más de veinte vástagos, que, «establecidos en diferentes provincias del virreinato, son el tronco de las familias que hoy se conocen con el mismo apellido. Cuenta la tradjción que muerto uno de ellos de una quemadura en un ingenio o establecimiento de producir azúcar, eran conocidos familiarmente en la colonia con la denominación de los veinticinco y uno quemado» (2). (I) Para lo relacionado hasta aqur con las mina. de Muzo y con la casa de moneda hemos consultado los documentos que sobre minas y-sobre moneda se hallan en el archiva nacional, la Vida de Gutiérrez Vergara por Gutiérrez Ponce y la obra del doctor Clímaco Calderón sobre hacienda nacional. (2) Mutis Durán, a quien pertenece lo transcrito, da, en la biografía del héroe de San Mateo, el número de veintidós, cifra que también &SignaJ. D. Monsalve, biógrafo igualmente de don Antonio Ricaurte; en árboles genealógicos de la familia sólo constan diez y nueve hijos. Gutiérrez Ponce dice que fueron veintiseis, lo que se nos antoja má. lógico, porque si no el vulgo habría dicho y repetiera ha.ta el presellte diez y ocho o veintiuno y uno quemado y no veinticinco. CAPITULO II Desçendençia de 105 Ricaurtes. Descendendl1 de D. José Sal'bl1dol' de Ricaul'te.-Administl'ación de las minas de esmera.ldas.-Decadencia de ellas.-Los Ricaurtes Loza.nos.-Los Ba.I'a.ya.sRica.urtes.-Los Prietos Ricaurtes.-Los Satis de Sant¡¡maría..-La. "Tertulia del Buen gasto."-Los Manriques, Caícedos y C()ergl1ri1s.-Los Ríçaunes Riguel'os.-La fa.milia de D. Camilo- Torl'es.-Los Rícaanes Manl'íques.-El asesinato de D. JuUo Al'boCeda.-El defensor de Nal'íño. De la prole de don José Salvador de Ricaurte, digna una tercera parte abrazÓ el estado eclesiástico, siendo de éstos sjet~_ varones y dos mujeres. De los diez y seis restantes, descartado el quemado, podemos mencionar los siguientes: don Rafael, don José Antonio, don Juan Agustin, don Cayetano, doña María Ana, doña Gertrudis, doña Josefa, dona Magdalena, doña Rosalía y doña Tomasa. Trataremos de la descendencia de varios de ellos, numerándolos: 1. Don Rafael Ricaurte y Terreros, criado, como toda su familia, entre abundantes riquezas, se vio ya hombre en situación precaria, ora porque fuese de genio festivo y un tanto calavera, ora porque la suerte le fuera esquiva; ele las montaffas antioqueffas, - ". no pudo adelantar -el patrimonIo recibido de don Jo&é Sal •. vador, el cual, según colegimos, testó una gran fortuna, en la cual se incluían las minas de Muzo, que como no daban rendimientos apreciables, fueron abandonadas. Perdido el derecho de los Ricaurtes a eHas, se las incautó la corona, por allá en 1759. Estuvieron entonces arrendadas, pero esta operación no dio buen resultado. En 1763, el virrey Messía de la Zerda consultó al rey don Carlos HI acerca de lo que pudiera hacerse con las minas, porque no había sujetos que las fomentasen. El 28 de febrero del 64 suscribió el monarca una real orden en virtud de la cual habrían de trabajarse por cuenta de la corona y remitirse a España las esmeraldas que se extrajesen. En los considerandos de dicha orden se lee que enterado el rey «de la poca o ninguna utilidad que produce el arrendamiento de la mina de esmeraldas de Muzo, a causa de faltar gente para su trabajo y que s610 el cura doctrinero de los Indios saca algunas piedras que vende Iibrem.ente, ha dispuesto S. M. que V. E. (el virrey) disponga se abra y beneficie esta mina ... " (1). Messia de la Zerda quedó plenamente autorizado para proveer lo que más conviniese en el negocio, y el 30 de marzo del 65 expidió el título de interventor de las minas en favor de don José Feliciano del Casal, que residía en Muzo, donde era regidor del cabildo y ejercía otros cargos en lo municipal. Del Casal emprendió inmediatamente en la explotación, auxiliado por dos proveedores, cada uno con trescientos pesos anuales. También hubo en Muzo un capellán, con doscientos pesos, y un factor con quinientos. El interventor ganaba ochocientos pesos. Meses antes del nombramiento de don Feliciano, y apenas recibida la real orden del 28 de feb"ero, se trasladó a las minas un perito minero, don José Antonio Villegas, quien (I) Archivo nacional, Minas tie BO)lll.ci.. · '4 . fue traído expresamente del Perú a examinar los mantos de esmeraldas yel sistema que para extraer las piedras se seguia, a fin de que indicase el más conveniente. Entonces se preconizó como el mejor el de tajo abierto, pero el implantado fue el que llamaban de bancos, que empezó a sustituirse en 1789 por el de socavones. Del Casal duró muchos años en la intervención de las minas; al cabo de ellos fue promovido al tribunal mayor de cuentas, seguramente para premiarle la limpieza y pulcritud con que llevaba Jasde Muzo. Durante la intervención de su sucesor se convenció el gobierno del escaso rendimiento que daban las minas y de que el tren de administración de ellas resultaba gravoso para el fisco. Don Joaquín Prieto y Dávila y don Juan Larreamendi, ministros del tribunal de cuentas, info! maron al virrey en 1189 sobre el rendimiento de las minas en los años de mayor provecho. El mejor de esos años fue el de 1609, no obstante que después se descubrj~ron nuevos mantos, entre ellos el del cerro de Yacopí, que se concedió en 1632 al Capitán don Alvaro Jiménez. Pues bien, el producto total de 1609 fue de 300 castellanos de esmeraldas de primera clase, en bruto; de 53.130 de segunda y de 57.010 de tercera. El visitador real don Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres hizo indicaciones en pro de la economía en la explotación, y en el 81 se ordenó de Madrid al virrey que dictase las providencias del caso, de acuerdo con Piñeres. A fin de evitar perjuicios al erario, en 1797 fueron sacadas a remate las minas para su arrendamiento y a pesar de haberse dado los pregones en Santa Fe, Vélez y Muzo, no hubo ningún postor (1). De ahí para adelante, durante treinta años, el trabajo de e.::(tracción de piedras en Muzo fue casi nulo y cayó en la miyar desmoralización a causa de la guerra de la independencia. (1) Archiv~cional. Minasáe Bo~;¡cá. · U. Volvamos a don Rafael Ricaurte, el suegro de don José Martin París. Don Rafael pasó a negociar en Antioquia, donde contrajo matrimonio; la suerte se mostró con él esquiva y hubo de tornar a Santa Fe, dejando en Medellin a su esposa, que le había hecho ya padre; «y como en ~quella época la rigidez de las costumbres corría parejas con el celo que los empleados pÚblicos· tenían por la tranquilidad de las familias, la real audiencia procedió a dictar una medida de poliei:1 en virtud de la cual el señor Ricaurte debió salir dentro del tercero día a incorporarse en su hogar y a cumplir sus obligaciones domésticas: no pudo el intimado salir inmediatamente, pero tan pronto como tuvo algunos recursos y recobró su salud un tanto quebrantada, fue a Medellín y luégo regresó a Santa Fe» (1). A más de doña Genoveva tu va don Rafael Ricaurte los siguientes hijos: a). Don Juan Esteban, que concibió avasalladora pasión por doña María Clemencia Lozano, hija de los marqueses de San Jorge, y a consecuencia de la oposIción que le hizo el padre, D. Jorge Miguel Lozano de Peralta, hubo de celebrar un matrimonio lleno de incidentes novelescos; de él nacieron tres varones que sirvieron denodadamente a la patria, hasta perecer por ella los dos menores: Antonio, el héroe del parque de San Mateo, el 25 de marzo de 1814, y Manuel, que fue fusilado por los españoles. El mayor de los Ricaurtes Lozanos era don Ignacio, esposo de doña Isabel Rodríguez del Lago. Don Antonï'o también fue casado, y su esposa se llamaba doña Juana Martínez Recamán. Doña María Clemencia Lozano falleció a los pocos años de matrimonio y su esposo contrajo segundas nupcias con doña Gabriela Barriga. Este nuevo enlace de don Juan Esteban Ricaurte tampoco fue de larga duración, pues él (3) Mensalve, cil. • M· murió en 1798. La viuda se unió càtorce años más tarde en matrimonio con el célebre prócer don Antonlo Villavicencio y Berástegui, natural de Quito, uno de los miÍrtires de la reconquista española, como que subió al cadalso en 1816. La señora Barriga, dama de las más entusiastas por la independencia el 20 de julio de 181)~ fue confinada pÔr don Pabl.o Morillo y soportó granites padecimientos y privaciones durante los años del T ~rror; sobrevivió mucho tiempo a aquella trágica situación y bajó al sepulcro colmada de respeto y consideraciones después de 1851. Dos primos hermanos de los Ricaurtes Lozanos, los Portocarreros Lozanos, don José María, esposo de doña Josefa Rica urte, y don Mariano, tu vieron muerte trágica: el primero fue sacrificado con otros ocho patriotas esclarecidos en Ja ciudad de Cartagena, en febrero de 1816, y el segundo pereció en uno de los combates librados cuatro años antes entre federalistas y centralistas, el de Ventaquemada. Sigamos enumerando los hijos de don Rafael Ricaurte: b). Doña Rosalia, esposa de don Francisco Antonio Baraya y Lacampa, padres del general Antonio Baraya y Ricaurte, otro ilustre prócer, fusilado en Bogotá el 20 de julio de 1816, y que fue casado con dofta Isabel Caicedo, de familia no menos ilustre por los servicios de varios de sus miembros a la República. Hermanos de aquel mártir fueron don Rafael Baraya, esposo de una señora Prieto; dofia Josefa Baraya, de cuyo matrimonio con don Pantaleón Sanz de Santamaria nacIeron estos cuatro hijos: doña Susana Santamaria, esposa del primer empresario de la navegación por vapor en el Magdalena, el inglés don Juan Bernardo Elbers; dona Josefa, casada con don Luis Montoya Zapata, hermano de don Francisco, otro de los propulsores del comer- • 17 • cio por nuestra principal arteria fJuvial i dofta Car~n, esposa de don Manuel de Bernardo Alvarez, que fue gobernador de Bogotá en 1820; doña Francisca, célibe, y don josé Maria, que casó con dofia Margarita Carrefto. Don Pantaleón Santamaria murió en 1813. Su viuda fue confinada por el Pacificador en 1816. e) Doña josefa, de cuyo enlace con don Domingo Serna y Larios hubo estos vástagos: don Domingo, don Manuel, don joaquín y don josé María, casado el último con su prima segunda doña Carmen Ricaurfe. Los esposos Serna Ricaurte contribuyeron, en las postrimerfas de la colonia, representando comedias en el teatro de Bogotá, a conservarle a ese escenario el sello de distinción que le imprimieron antes' de expirar el siglo XVIII las aristocráticas damas que han pasado a la posteridad con los nombres de la lerezana y la Cebollino, quienes se hicieron aplaudir de nuestros abuelos cantando tonadiJIas y otros aires. Serna fue también prócer de ejecutorias, muy adicto al Libertador Bolívar e infatigable interventor en las agitaciones políticas de los primeros tiempos de la República, que lo llevaron al cadalso por su complicidad en los planes subversivos del general José Sardá en 1835. Don Pepe Serna dejó dos hijas, Manuela y justina. d). Don Antonio. e). Don jorge, que se estableció en la antigua presidencia de Quito~ donde contrajo matrimonio con doíla Josefa Calisto. Fue corregidor de Amba.to y en 1820 abrazó la causa de la República, a raíz del pronunciét' miento que contra los españoles se efectuó en Guayaquil el 9 de octubre de aquel ano. 2. Dona Maria Ana Ricaurte y Terreros, hermana de don Rafael, fue la esposa del espanol don josé Prieto de Sa14lzar y Arellano, uno de los más ricos vecinos de Santa Fe en el siglo XVIlI, como se pudo observar por los gastQ&- - 18- que hizo para solemnizar la jura del rey Felipe V, 4:cuyas fiestas costeó y en las cuales hizo poner azucenas de oro en cada plato de los asistentes al refresco de palacio, y asimismo herraduras de plata a los caballos de los que convidó al paseo ecuestre que se hizo por las principales calles y plazas» (1). Este don José compró en 1718 el privilegio para acuñar moneda en el Nuevo Reino, pagando al real erario doscientos veinte mil pesos. Del matrimonio Prieto-Ricaurte hubo siete hijos, de los cuales mencionaremos a don Tomás y a doña Petronila, casada ésta con el abogado de la real audiencia don francisco Sanz de Santamaria y Salazar, nieto del español don José Sanz de Santamaria y Angulo, caballero de Santiago. «Don Francisco Sanz de Santamaria y su esposa, advierte Gutiérrez Ponce, tuvieron el mérito inestimable de haber educado a sus hijas con particular esmero, cuando todavia era tan general _eldescuido tocante a la instrucción de las niñas, que muchas dOl1~ell"s, aun las de mejor clase, tomaban estado sin saber Jeer ni escribir. Pero doña Petronila Prieto, secundando el noble propósito de su prima la fundadora de la Enseñanza (2), 9uiso que sus hijas brillasen por los primores del espíritu más que por otra cosa, y lo consiguió a tal pu.nto que una de ellas se constituyó en eje del primer movimiento literario de la sociedad colonial, desempeñando el papel de Mecenas para los noveles escritores. Hablamos de la casa de la conocida literata doña Manuela Santamaria de Manrique, cuya casa fue para los jóvenes que en Santa Fe se ensayaban en la gaya ciencia, lo que en Madrid para Montiano, Luzán y otros vates de la corte, el palacio de la condesa de Lemos, después marquesa de Sarria, durante el reinado de Fer(1) Groot. Historia. eclesiástica ;j ci'bil de la. Nue'Va. GranAda. (2) Instituto para educllf niñas de toda clase y condición. por doña Clemencia quill de Aróstegui. de Caicedo fundado eQ 1770 y Vélez de Gue ••.•• ra. elposa del oidor don Joa- • 19 - nando VI. En los salones de doña Manuela se reunia la la academia del mismo nombre. En aquélla se cultivaba el ingenio de varios modos: 'se estudiaba la historia y otros ramos de literatura, se componían discursos y poemas, estimulados por premios de honor propuestos por los protectores de esta virtuosa sociedad, según se expresaba el poeta Salazar, uno de los tertulias más solícitos. Sabemos, por últímo, que doña Manuela conocía varias idiomas, y aun poseía un buen gabinete de historia natural, que no desdeñó visitar el barón de Humboldt. Tertulia del Buen Gusto, como en los de la condesa «La afición a este género de reuniones se conservó en la familia de los Sanz de Santamaría hasta época más reciente, pues durante la primera década del presente siglo la tertulia de don José, hermano de doña Manuela, siguió siendo una de las más concurridas y selectas de Santa Fe. (1). Los hijos de don Francísco Sanz de Santamaria y dalla Petronila Prieto fueron los que se expresan: aJ. Doña Manuela, casada con don Francisco Javier Manrique. De lùs vástagos de este matrimonio el que mayores aficiones literarias heredó de la madre fue don José Angel Manrique. Una de las hijas de dicha dama fue doña María Josefa. a quien habremos de referirnos más adelante. b). Doña Josefa, esposa del prócer don Luis Caicedo y Flórez. De la larga prole de Jas esposos Caicedo y Flórez-Sanz de Santamaria mencionaremos únicamente al prócer don Domingo Caicedo, general y presidente de la Gran Colombia. e). Don José, ciudadano de los más respetables de los tiempos de la Gran Colombia, en quien se pensó alguna vez para encomendarle el ejercicio del poder (I) Vida de Gutiérrez Vergara. cit. 3 • 20 • ejecutivo nacional. Fue c6nyugue de doña Mariana Mendoza. d). Don Pantaleón, a quien ya nos referimos al tratar de dofla Rosalía Ricaurte y Mauriz de Posada. e). Doña Francisca, casada con don Francisco_ Javier de Vergara y Caicedo. De este matrimonio nacieron: doña Antonia, esposa de uno de los mártires de 1816, don José Oregorio Outiérrez Moreno, y madre del doctor Ignacio Gutiérrez Vergara, hombre público de los más notables de la Nueva Oranada y de la moderna Colombia; don Estanislao, de brillante figuración como prócer, como ministro de estado y como jurisconsulto; don Tadeo, que sobresalió en los tiempos de la Oran Colombia; don José María, general de la guerra magna, enviado a Inglaterra en misión especial y que a su vuelta perdió la razón, estado en que se mantuvo los últimos veinticuatro años de su vida, hasta morir en 1856, y don Ignacio Manuel, padre de los literatos Eladio y José María Vergara y Vergara. Ya hemos visto que don José Prieto de Salazar y Arellano compró al rey el privilegio para acuñar moneda en el Nuevo Reino, pero como a la sazón ejercía la tesorería de la casa de moneda don José Salvador Ricaurte, por compra que de ese empleo efectuó el capitán Ricaurte y Verdugo, la corona hizo merced a Prieto del cargo de tesorero blanquecedor, con el cual habría de entrar a manejar la casa a la muerte de Ricaurte, con derecho a que le sustituyesen sus herederos a perpetuidad, lo que justifica el pago de los doscientos veinte mil pesos. Mas ocurrió que don José Salvador envejecia en el puesto y se mostraba rehacía para bajar al sepulcro, lo que sucedió al fin en 1743, cuando ya hacía dos años que el futuro tesorero, cansado de esperar, disfrutaba del eterno reposo. Entró entonces a la tesoreria el primogénito de Prieto, don Tomás Prieto y Ricaurte, joven que -contaba entonces veinte años y que era nieto de don José Salvador. ·21 • 4). Don Juan Agustin Ricaurte y Terreros, tronco de una legión de héroes que pelearon denodadamente por la independencia nacional. Fue su esposa doña Gertrudis Torrijos y Rigueros, y sus hijos: a). Don Joaquín, nacído en 1767 y que por sus servicios a la República alcanzó el más alto grado en la milicia; fue esposo de doña Ignacia Ribadeneira y Rigueros y padre de dun Timoteo, uno de los jefes republicanos vencidos en la acción de Cachiri; de don Valerio, de don Joaquin, de don Manuel, e~poso de doña Juana Marroquín (I), de don Celestino, de doña Indalecia, esposa del doctor Vicente Azuero, de doña Blasina, de doña Ana Josefa y de doña Rafaela. b). Don José María. c). Don Pedro. d). Don Nicolás, esposo de doña Josefa Galavís y Hurtado, de cuyo enlace nació, para no mencionar otros, doña Josefa Ricaurte y Galavís, casada en 1806 con don José María Portocarrero y Lozano, uno de los mártires de Cartagena, y perseguida, como muchas otras damas de Santa Fe, por el Pacificador Morilla. e). Don Fernando. f). Doña Teresa. g). Doña Rosa, que casó con don Joaquín Prieto y Dávila, hijo de don Tomás Prieto de Salazar y Ricaurte y nieto de don José Prieto de Salazar y Arellano, el fundador de la casa de moneda de Bogotá. DeI matrimonio de doña Rosa nacieron cuatro hijas: doña Francisca, que casó en 1802 con el doctor Camilo Torres y Tenorio, cerebro de la emancipación americana como se le ha calificado con justicia, y víctima de tan noble ( J) A un cuando varios de los enumerados en este y otros párrafos fueron casa. dos y con prole. omitimos mencionar al cónyugue y a los hijos. en gracia de la brevedad. • 22causa, fusilado por orden del Pacificador Morilla en 1816; doña Josefa, casada con el español don Joaquín Quintana; doña Mariana, que fue esposa de don Mariano Espinosa Mora; doña Juana, que unió su suerte a la de su primo segundo don José Ignacio Paris y Ricaurte, como en otro lugar lo veremos. h). Doña Josefa. i). Doña Isabel. j). Dofía Luz. Ya hemos tenido ocasión de mencionar, entre los miembros de la familia Ricaurte, a varios que perecieron por la patria o que tuvieron muerte trágica en nuestras contiendas civiles: Antonio y Manuel Ricaurte y Lozano, Antonio BaraYél, José María Serna y muchos más de quienes el lector irá tomando nota si tiene la paciencia de seguirnos por todas estas páginas. A esa clase de muertos se agregan don Camilo Torres y otros afines de la ilustre familia nombrélda. Aqui será el lugar de citar, por cuanto es pertinente a lo que exponemos, la inmediata descendencia de los esposos Torres Tenorio-Prieto Ricaurte: doña Martina, esposa de don José Maria Cárdenas Bejarano; don Eustaquio; doña Eusebia, casada con don Manuel Antonio Arboleda y Arroyo; don Pedro Pablo; don Epifanio y doña Juliana. Un hermano de Cárdenas Bejarano, don Manuel, tue una de las víctimas del vapor Amazón, que se hechó a pique al abandonar las costas de Inglaterra, con rumbo a América, el 4 de enero de 1852. Don Manuel regresaba de realizar gestíones en pro de la apertura del canal del Chocó, de cuya empresa era cesionario juntamente con el doctor Florentino González. Arboleda y Arroyo fue asesinado durante la guerra civil de 1860-62, seis leguas :lI norte de Popayán, por una guerrilla liberal que estaba a las inmediatas órdenes de Evencio Velasco, mestizo del pueblo de Guambía, hoy ciudad de Sílvia. Arboleda, aunque conservador, era absolutamente ajeno a - 23 - la lucha armada; ambos partidos lo respetaban, porque era una verdadera providencia para todos los desvalidos. Parece que Jo tomaron por su sobrino carnal don Julio Arboleda, quien cayó tdmbién bajo el plomo homicida algunos meses después (1). Don Manuel Antonio regresaba de Silvia a donde infructuosamente había ido a obtener del jefe liberal don Pedro Marcos de la Rosa un canje de prisioneros para salvar a su hijo don Miguel Arboleda Torres, quien poco ilntes de sacrifjcado el noble anciano fue traidoramente asesinado por sus carceleros. 5). Don Cayetano Ricaurte y Terreros, otro de los tíos carnales de doña Genoveva Ricaurte de París, alcalde ordinario de Santa Fe en 1764, casó con doña Antonia Rigueros, de .cuyo enlace son dignos de recuerdo los siguientes vástagos: (I) Sobre la muerte de don Julio Arboleda recuerda don José Joaquío Parí. de la Roche un incidente en que intervino, y que arroja 1112. para se¡¡uir la pi.ta a lo. in.tigadúres del segundo crimen de Berrueco., el cual habrá de ponerse en claro algún día, como lo está .iendo el primer crimen. A.í como éste fue diri¡¡ido desde Bogotá, y quiene. privaron de la 'liJa al ¡¡ran mari.cal de Ayacucho no procedieron por su exclusiva cuenta: los victimarios de Arboleda tada:en esta capital. Vario. conservadores obedecían a una con.igna pac- aquí residentes enviaron a Arboleda, conductos .eguro., una comunicación escrita con menudí.ima por pero muy legible letra. en la que .e afirmaba que miembros del parlido liberal habían concebido el plan de a.e.inar al célebre poeta-guerrero. La comunicación la recibió en Honda el doctor Gregorio Rodrí¡¡uez, quien logró hacerla "guir a su destino por la vía de Antioquia; la envolvió previamente en una carta a él dirigida. Pasaron los meses y un día el prefecto de Honda, don Tomá. ¿La cau.a? Ordenes superiores debidas a que en poder de los revolucionario. Ca.tellanos, intimó prisión al doclor Rodríguez, Cauca había caído parte del equipaje de don Julio y allí .e encontraba cación, siempre envuelta en la carta cuyo destinatario docter. del la comuni- era el poco previsivo y cauto La victim. del nuevo complot capilalino recibió, pues, el aviso de lo que contra él se tramaba, y es de presumir que lo leye.e y guardara eo la confianza de que más tarde, re.tablecido el legítimo gobierno de la Confederación Granadina. podría hacer conocer al país l•• inlriga. desarrolladas para privaria de la vida y hacer nugatorio su atrevido plan de venir triunf.nte hasta la s.bana de Bogotá; que si Arboleda no hubie.e hecho caso del denuncio, habría destruído o arrojado al menai al cesto de lo. papeles inútiles la hoja en donde él .e contenía. • 24 .' O). Don Bernardino Ricaurte y Rigueros, que casó con doi'la Maria Dolores Narifio, hermana del Precur~ sor de nuestra independencia. Hijos de este matrimonio fueron, entre otros, don José Maria Ricaurte y Narif[o, que pereció durante la campana IIbertadora del Magdalena en 1820, y dona Trinidad, perseguida por los españoles en 1816 a causa de su amor a la República; unida más tarde a don jasé María Marroquín, de cuyo matrimonio vino al mundo, en 1827, el literato don José Manuel, presidente que fue de la República. b). Don Miguel Ricaurte y Rigueros, esposo de doña Josefa Manrique y Sanz de Santamaria, hija de la célebre protectora de la Tertulia del Buen Gusto. De tal enlace vieron la luz estos ocho hijos: 1). Don Félix. nacido en 1789, asesinado en la casa fuerte de Barcelona en 1817. Tenía vocación para la poesía, como buen Manrique, seglin anota uno de sus biógrafos. 2). Don Isidoro, que cayó lidiando como bravo en la acción de Genoy, en 1822. Su muerte fue fruto de noble emulación: Ricaurte había tenido •graves diferencias con el comandante Lucas Carvajal, alias El tigre encaramado, y pretendió batirse con este valeroso venezolano. Lo supo Bolívar y, para impedir el duelo, dijo a los contendores que más patriótico sería disputar a cuál de los dos muriese más cerca del campamento enemigo en la prÓxima batalla. En eso convinieron los dos rivales. Llegó el día de Genoy, y Carvajal, que ostentaba una capa que lo distinguía de los demás jefes y oficiales, cayó muerto dando una formidable carga a los realistas. Ricaurte entró luégo en acción y avanzó denodado con la tropa que dirigía. En el trayecto reconoció el cuerpo de su adversario 'I manifestó a los compañeros, que sabían de - 25 - la apuesta, que la ganaría, porque iria a morir más cerca del campo enemigo, y así fue (1). 3). Don Gil, que, como sus hermanos, supo demostrar en diversos combates el denuedo que caracterizaba a los Ricaurtes. El Libertador 10 envió a doña Josefa Manrique con .una nota en donde manifestaba que se desprendía de ese valeroso joven para que no se extinguiese con él una raza de héroes. Don Gil regresó a Bogotá y murió en 1865, de sesenta y cinco años; había nacido en esta capital en 1800. Fue casado con doña María Josefa Durán Borrero, cuñada del general José Hilario López, y, de acuerdu con los deseos de Bolívar, propagó ampliamente la raza, pues su descendencia es muy numerosa. 4). Doña Liberata, casada con el doctor Urbano Pradilla, ciudadano que concurrió a varios congresos y asambleas y gobernó algunas de las antiguas provincias de la República, entre ellas la de Bogotá, en cuyo destino estaba el memorable 7 de marzo de 1849. 5). Doña Maria del Carmen, esposa de don José María Serna, a los que ya hemos tenido ocasión de mencionar. 6). Doña Juana, que se unió en matrimonio a don Gregorio Tanco. 7). Don Bartolomé, que casó con doña Dionisia Manrique. 8). Dona María Josefa, que murió soltera. e). Don José Antonio Ricaurte y Rigueros, que casó con doña Mariana Ortega y Mesa. Entre sus hijos, basta a nuestro propósito mencionar a doña Antonia (I) Joaqwll. Este episodio lo refirió el general don Joaquín París a su hijo don José ·26· Ricaurte y Ortega, que casó en primeras nupcias, en 1790, con don Juan ele la Cruz Sanz de Santamaria y Pinzón, hijo de don Domingo, uno de los hermanos de don Francisco Sanz de Santamaria. Del enlace Sanz de Santamaría-Ricaurte hubo estos hijos: doña María, familiarn¡ente conocida de sus contemporáneos por Mariquita Santamaria, a la cual habrtmos de encor.trar una vez más en estas páginag; doña Prudencia, mujer de don Joaquín Chacó n ; Librado, esposo de doña Rufina Camacho, y don Mariano, marido de doña Dorotea Lineros, hija del prócer don Ramón Lineros. Doña Antonia casó segunda vez, en 1807, con don Felipe García y Argtiellos, de quien tuvo varios hijos. El padre de esta señora, don José Antonio Ricaurte y Rigueros, fue un abogado muy distinguido de los tiempos coloniales, que desempeñó varios cargos oficiales y en 1794 asumió la ctefensa del Precursor de nuestra independencia, don Antonio Nariño, encausado por la publicación de los Derechos del hombre. El doctor Ricaurte y Rigueros pagó con el destierro su delilo, después de haber estado largo tiempo preso en"uno de los castillos de Cartagena. Falleció en 1804. CAPITULO III Descendencia de lo~ Parlses Hidalguia de un- realista.-Descendenda de don Frandsco Paris.-Los Tancos. - La quinta de Bo!íevar. - Lns hijos de dOllJosé Ignado Paris.'. Los Parises de Venezuela. - "La. Mocha." - Los genera.les Urdaneta y Melo. - "El Mocho" Varga.s. - Anécdota. - Un4 frase del Libertador. - Muertes trágicas. - La. fortuna de don Aurelio París. - El mayorazgo de los Domínguez del Castillo. - El duelo Manrique-Madiedo. - Los hijos del general París. - Fin de doña Genoeve'Va Ricaurte. Del matrimonio de don José Martín París con dofta Genoveva Ricaurte hubo estos hijos: 1). Don Francisco, nacido en junio de 1778. Abrazó la carrera militar y en 1809 era oficial de un batallón al servicio del rey. Cuando ocurrió la proclamación de la independencia en Quito, el 10 de agosto de ese al'\o, de Bogotá se envió un cuerpo de tropas en auxilio del presidente de aquella colonia, conde Ruiz de Castilla; las tropas salieron de Santa Fe a fines de septiembre, en tres partes, mandada una de ellas por don Francisco Paris. Este no simpatizó más tarde con el movimiento iniciado el 20 de julio, y para no enfrentarse, como habría ocurrido, dada la honradez de su carácter, a la causa que con decisíón 4 .28. abrazaron su padre y sus hermanos, resolvió expatriarse y fue a continuar en las filas monárquicas trasladándose a la Habana,donde,permaneció largo tiempo. Allá contrajo matrimonio con daria Beatriz Bilbao, y terminada la guerra de independencia, regresó a Bogotá con su esposa y con una cuflada, dofla Angela Hllbao. Aceptó de buen grado la República y falleció en su ciudad natal, de edad avanzada. Fue padre de don Joaquin María Paris Bilbao; de doña Rafaela París Bilbao, esposa de don José Maria García de Tejada, funcionaria de bastante figuracipn a mediados del último siglo, que fue secretario del senado nacional; de don jasé Paris Bilbao, y de doña Margarita y dofla Lucía París Bilbao. Don jasé fue casado con doña Flora Forero, y de ese enlace nacieron, entre otros, doña Catalina, esposa del caballero francés don/Gustavo Leh.,. mann, arrendatario un tiempo de las minas de Muzo y Coscuez, y a quien volveremos a mencionar por eso en este relato, y el general-don Eduardo Paris, meritorio servidor del partido conservador y ciudadano progresista, que falleció en Popayán hace más de veinte años. El general Paris Forero, antes de trasladarse a la capital del Cauca, residió en Cali como jefe del batallón que guarnecía esa plaza e hizo arreglar y pavimentar una de las principales calles de la Reina del Valle. La municipalidad caleña, en testimonio de gratitud a su distinguido huésped, dio a tal calle el nombre de Paris. 2). Don José Ignacio que vino al mundo en enero de 1780, y que empezó a figurar desde muy joven en la primera sociedad de Bogotá, como que fue uno de los organi-" zadores de las fiestas celebradas en 1803 con motivo de la llegada del virrey Amar. Casó en enero de 1812 con su prima doña Juana Prieto y Ricaurte. Del matrimonio ParísPrieto hubo dos hijos, don Enrique, «de noble y gentil apostura,» que desposó en Londr~s a doña Elisa Stronach y doña Manuela, nacida en diciembre de 1812, muerta en ·29· t885, casada con don Diego Tanco Armera, hijo del prócer don Nicolás Manuel Tanco, cubano de prosapia italiana. A un hermano de don Diego, don Nicolás, el infatigable viajero, de quien se conservan impresas las relaciones de su visita a diversos países del viejo mundo, inelusive los del extremo oriente, le costeó don José Ignacio la educación en Europa. Doña Manuela París de Tanco fue propietaria de la quinta llamada de Bolívar, situada a las afueras de esta capital, por donación que le hizo el LiLertador, grande amigo de su padre. Don Enrique París y su esposa tuvieron por hijos a don Enrique, el cual vive en esta capital; a don Arturo, que murió soltero; a doña Isabel, casada con don Luis Vargas Calvo; a dofta Alex (Alejandrina), que casó con un ciudadano norteamericano, ya don Reinaldo, que pasó gran parte de su vida en Inglaterra y vino luego al Cauca, donde se ocupó en diversas empresas mineras (1). 3). Don Manuel, que vio la primera luz en noviembre de 1780. Hay quienes aseguren que fue casado en Venezuela y que individuos que llevan el apellido de París en esa RepÚblica son sus descendientes. Si acaso es verdad que por allá existen vástagos de don Manuel París, la legitimidad de ~u procedencia no puede afirmarse, porque los numerosos deudos de ese prÓcer n~Jnca tuvieron noticia de ello. 4). Doña Ignacia, primera esposa del abogado doctor Ignacio Vargas, el cllal contrajo segundas nupcias a principios de 1"816 con una hija de don Mateo Trespalacios, español y fogoso realista, lo que no fue bastante a salvar (I) Aparte de la rama de Parises que procede legÍlimanente de don José Ignacio. por su hijo Jon Enrique. hay otra. que arranca de don Esteban París, hijo también del liel amigo de Bolívar. La descendencia de don Esteban se encuentra principalmente en el departamento del Tolima. A ella pertenece el joven periodi.ta y crítico, ya ventajosamente conocido dentro y fuera de Colombia. don Gonzalo Parí •• .30. de la cuchilla pacificadora al doctor Vargas, el cual perdió la vida el 19 de junio de dicho año. Era bogotano y a causa de fa!tarle un dedo se le apodaba El Mocho. De ahi que dona Ignacia fuese motejada también de La Mocha, no osbtante hallarse desprovista de defectos físicos, y ser. al contrario, por su belleza no menos que por sus prendas morales, dama que fascinaba a cuantos tenían ocasión de conocerla y trataria. De alJui nació un refrán que se hizo muy popular entre los santafereños y que alin se oye a los modernos bogotanos: «Ni por la Mocha," para expresar que ni los fuegos de una mujer de los encantos de doña Ignacia París les harían cejar en su negativa. Dos híjas de la hermosa dama, dofta Dolores y doña Teresa, se desposaron con próceres de la independencia, siendo digno de notarse que ambos ejercieron el poder supremo de la Nación como dictadores en circunstan'cias de las más críticas. Nos referimos al general Rafael Urdaneta, marido de la primera de esas señoras, y al general José María Melo, casado con la otra. Del enlace Urdaneta-Vargas Paris, hubo:numerosa prole, cuyos descendientes han figurado en Venezuela, patria de Urdaneta. Melo, que antes de sobresalir en Junin, Ayacucho y otras accioneS:memo~ rabies, había militado en el Cauca al lado de su futuro tío político don Joaquín París, intervino en 1830 en~favor de la dictadura de su concuñado y a consecuencia de ello hubo de emigrar a Venezuelalcon su esposa. Allá se mezcló en \a política y tomó cartas en 1835 en una revolución contra el presidente doctor José Vargas. Viose õbligado a abandonar ese país, dejando a doñ(Teresa en Maracaibo y vino a establecerse en Ibagué, donde se dedicó al expendio de mistelas, otros licores y artículos diversos. De esas ocupaciones le sacó el presidente López, quien lo elevó al más alto rango en la milicia. Quiso entonces que su esposa le enviase al único hijo que había del matrimonio, pero poco antes de que el joven pudiese venir a Bogotá, • 31 • se ahogó en 'el lago de Maracaibo. Melo, como es de todos sabido, asumió francamente la dictatura el 17 de abril de 1854, por haberse negado a ello el presidente general Obando, y a consecuencia de Sil caída fue desterrado del país en septiembre de 1855. Murió trágicamente en México unos seis afios después, fusilado sobre un tambor y al pie de las tapias de un convento, según se refiere. El general Melo no sólo terminó trágicamente, sino que, para mayor dcsgra~ia suya, le tocó ser vencido en medio del eriardecimicnto de nuestros partidos políticos y mucho se escribió entonccs contra él y se repite aún. Los radicales que lo combatieron en 1854, parece que le hicieron justicia bien pronto al Vérse supeditados por los conservadores, a los que no queria ver Melo en el poder; y de ahí que con el mismo presidente Obando y otros dirigentes de la fracción liberal llamada draconiana fraguase el golpe del 17 de abril, cuya dirección y responsabilidad le tocó afrontar a él solo. La posteridad no cesa de considerar al valeroso vcncedor en Junín y Ayacucho como un soldado obscuro, como un sargento que por pura ambición de mando atropelló la constitución y las leyes. Un escritor conservador que conoció a fondo a Melo, don Juan Francisco Ortiz, lo presenta como tipo del hombre sobrio, de modales cultos, entusiasta por su profesión, que elevó a grande altllra el ejército nacional, por su pericia, disciplina e indumentaria; amigo de los ejercicios físicos y esclavo del aseo y el bien parecer, que diariamente tomaba un baño general, se afeitab;¡ y cambiaba de ropa. El general centroamericano don Juan José Cañas, que escribió sobre Melo, a quien trató íntimamente en el Salvador, por haber sido su ayudante, lo presenta como persona culta pero adusta; refiere que las damas salvadoreñas, a cuya sociedad perteneció nuestro general, se preguntaban unas a otras cuando él se presentó en San Salvador y obtuvo la dirección técnica del ejército: ~¿Ha tratado usted al gene- , raI Melo ?-Sí, es muy seco, pero muy simpático.» Cañas da a entender que la austeridad de costumbres de Melo lo perdió en el concepto del presidente del Salvador, don Gerardo Barrios: daba éste una fiesta, en la mesa tenía a su lado a Melo y al libar una copa, vio que el militar colombiano la volvía a su sitio después de Ilevarla a los labios sin probar el licor. Cuñado de Urdaneta y de Melo fue el general José Vargas París, que alcanzó a luchar por la libertad durante la guerra magna y que tan distinguida figuración tuvo en los primeros tiempos de la República, y al cual también se le conocía con el sobrenombre de El Mocho. Esforzado adalid conservador, culminaron sus servicios a ese partido en la revolución de 1851, cuando fue vencido en el llano de Garrapata por el general Rafael Mendoza, alias el Manco. Cuéntase que en 1860 se encontló Vargas en esta capital con el coronel Melchor Carena, jefe de una de las invasiones que el año anterior realizaron numerosos conservadores al Estado de Santander y que fue derrotado por el entonces c(\rünel Santos Gutiérrez, apodado el Tuso, en la bótalla de la Concepción. El Mocho, que era de genio festivo y burlón, dijo a su correligionario: «Echa me la bendición, vencedor en Concepción," y Carena le respondió con prontitud y completando una cuarteta: «Te la echaré con la pata, vencedor en Garrapata .•• Poco sobrevivieron esos dos militares al incidente de la cuarteta: Carena murió en la revolución contra el gobierno liberal del Estado de Santander, en ese año, y Vargas, el 14 de febrero de 1861, en San Juan de Rioseco, cuando prestaba sus servicios al presidente doctor Ospina en la campaña contra el general Mosquera. 5). Don Ramón. otro de los hijos de don José Martín París, nació en agosto de 1786. Fue empleado en la casa de moneda y cooperó al establecimiento de la República, pero su natural pacífico le hizo enemigo de las guerras - 33 - civiles. Murió en edad avanzada, al terminar la guerra de 1860, después de haber sido casado dos veces; la prill}era con la cuñada de su hermano mayor, doña Angelita Bilbao, la segunda con doña Antonia Rosillo. Un hermano de esta dama, don César Rasilla, republicano entusiasta como toda esa familia, fue presentado al Libertador, quien le dijo que tenia nombre de emperador y apellido de caballo. Los hijos del primer matrimonio de don Ramón fueron: don Joaquin; don Carlos, que se distinguió por sus calaveradas de joven, se trasladó a Lima, en donde estuvo en situación precaria, fue un dia a la legación granadina, confiada entonces a don Juan Defrancisco Martín, a pedirle apoyo para regresar a la patria, y al bajar las escaleras de ese edificio se quitó la vida de un balazo; doña Dolores, casada con don Pedro Nieto; doña Juana, con don Manuel Defrancisco, de cuyo matrimonio nació don Francisco Defrancisco, a guien sus condiscípulos apodaban Pacho doble •. Carmela, mujer de don Rafael Suescún, y Antonia, que murió soltera. Del matrimonio París-Rosillo n¿¡cieron: Simón, esforzado luchador por la causa conservadora, que murió en 1860, en una acción librada entre el general revolucionario Santos Acosta Y el jefe gobiernista coronel Secundino Sánchez, y varias mujeres: María Josefa, Mercedes, Ignacia, Leonor, gue falleció célibe, y Manuela. 6). Don Mariano Paris Ricaurte nació en agosto de 1788; fue casado con su prima doña Mariquita Santamaria, de clIYo matrimonio nacieron don Antonio, casado con doña Petrona Lafaurie; don Guillermo, esposo de doña Maria Frade; doña Concepción; doña Isabel; doña Francisca; doña Amalia; doña Carlinél Y don AUt'elio, célibes. Don Mariano tuvo fin desastrado, a la edad de cuarenta y cinco años, como lo veremos más adelante. Igual suerte corrió su hijo don Antonio, quien llegó a ser un joven muy estimado en la sociedad bogotana y de cuyo enlace con doña Patrona Lafaurie tuvo dos hijas: dOfia - 34 . Sara, casada con su tío don Vicente Lafaurie, y doña Horten~ia, mujer de don Ildefonso Gutiérrez. La muerte de don Antonio ocurrió el 18 de junio de 1853, cuando la capital de la República, donde él residia, se hallaba agitada por la exacerbación política, y la prensa radical pedía garantías sociales al presidente de la República, general Obando; era época en que por el impulso de las sociedades democráticas, centros politicos formados casi íntegramente por sujetos de las ínfimas clases sociales, éstas habian llegado a creerse árbitros de la situación y se mofaban y buscaban pendencia a individuos de posición distinguida. Los últimos eran conocidos con el 'nombre de cachacas y los primeros con el de guaches. Paris, no obstante ser cachaco distinguidíslmo, tenía gran partido entre los guaches. Era reconocidamente valiente y quiso arrostrar los peligros que entonces corrian los de su clase, aventurándose en altas horas~de la noche por sitios qllle frecúentaban o recorrían mozos de la plebe. Fue a dar :.ma agradable sorpresa a doiía Petrona, su esposa, a quien amaba tiernamente, y con algunos músicos, aprovechando de una noche espléndida, se dirigió asu casa, en el antiguo Camellón de los Carneros, e hizo tocar al pie de las ventanas El Carnaval de Venecia, pieza nueva en Bogotá y. que empezaba a estar en boga. Después de ejecutar este acto de galantería, regresaba París con los músicos, para obsequiarlos en una fonda. ûcurrióseles ir a San Victorino, a curiosear las tertulias que había en algunas casas con motivo de la octava del Corpus. Ya tornaban al centro de la ciudad e ihan a tomar la calle de San juan de Dios, cuando bajaban por allí y llegaban al puente cuatro sujetos de ruana, tocando tiple. Eran éstos un albañil matador de cerdos, casado y de veintitrés afios, llamado Nepomuceno Palacios, un herrero, un carpllltero y un tratante, jóvenes también. Al grito de «aquí, artesanos," uno de ellos acometió a los compafieros de Paris y • 3-5 • le rompió el tiple; don Antonio reconvino a Fos agre~ quienes Je preguntaron si él y sus compafferos eran cadtacos. Como respondiera añrmaHvamente, le ranzaron una pfedra, cayó al suelo, y antes de que pudiera incorporarse, Pa'ados fe quitó la vida de una cuchillada. Paris era ajeno a la política y, como ya dijimos, muy querido de los artesanos. Su entierro es tuvo concurrjd~imÛ', y la sociedad, haciendo acto de presencia en esta ceremonia, trató de exteriorizar una protesta por el alevoso crimen. Patadas !lubió al patibulo el 5 de agosto. Don AureHo París Santamaria desplegó desde "Hm raras dotes de hombre de negocios y llegó a adquirir una cuantiosa fortuna, que consistió principalmente en variO'! fundas situados en el municipio de Sopó. Al morir fue repartida su herencia entre varios sobrinos y dos hijas. A_ una de éstas correspondió la casa solariega de don Mariano, que estaba en la actual calle 12 y que fue reedificada recientemente para oficinas de la Compañía Colombiana de Seguros. Vna de Jas hijas de don Antonio Paris Santamarta recibió la magnífica hacienda de la Trinidad, que luége pasó a poder de don Marco Fidel Suárez, actual presidente de ta República, el cual la vendió hace poco tiempo al cura párroco de Ouasca. 7) Don Antonio París Ricaurte, nacido en marzo de1793. Tuvo por esposa a dofta Brígida Rubio y fue padre. de don José María, don Antonio, don Rafael, don Car~s, doña Virginia, doña Dolores, doña Marciana, que abrazó< el estado religioso, y don José Manuel, muerto hace más de dos aí'los. Don Rafael se estableció en Cosia Rica, donde adquirió respetable posición y formó un hogar de~ cual hay descendientes. 8) El general don Joaquín París y Ricaurte, nacido en agosto de 1795. Contrajo matrimonio con dOf'ia María Dolores de Ia Rache, hija de don José Manuel de la Roche r Rián y de doña Maria Josefa Domínguez del Cas1i1lo, poro 5 - 36 - quien casó en segundas nupcias con el español don]osé María Barrionuevo. La suegra de don joaquín era hija de don Francisco Doming';1ez de la Picaza de Urregolaveitia, teniente coronel de los reales ejércitos, y de doña Marfa Rosa del Castillo y León. Estos esposos, en testamento que otorj:{aron en Santa Fe el 28 de mayo de 1789, fundaron, con el tercio y el remanente del quinto de sus bienes, dos vínculos perpetuos, uno mayor y otro menor. El primero para el primogénito, don José Marfa Domínguez·del Castillo, que fue alcalde mayor provincial y regidor de esta ciudad, con las haciendas de Ap'osentos de Simijaca y Táquira, Niuque, el pantano situado entre ésta y la laguna de Cucunubá, tierras de la Media Luna y Sialama,. el otro vínculo en la hacienda de Bogotá y en la del Limonal, para· el segundo hijo, don FrancIsco Manuel Dominguez del Castillo. La señora del Castillo y León murió el 20 de enero de 1790; el esposo en 1809, después de otorgar un codicilo en 18 de julio. Don Francisco Domínguez de la Picaza y Urregolaveilla era hombre muy rígido y severo, que envió una vez a Madrid, no dándole casi tiempo para preparar el viaje, a don Francisco Manuel, que era entonces un niño, porque éste se puso a navegar en una artesa, y el padre le dijo: "Si te gusta la navegación, véte a conocer el mar.) Este don Francisco, que fue prócer de la Independencia, casó con doña María Josefa de la Roche y Rián, hermana de don jasé Manuel, el primer marido de doña María]osefa; e hija suya fue doña Maria Francisca Domínguez de la Roche, mujer del prócer cartagenero don jasé Fernández Madrid, padre, a su turno, de don Pedro Fernández Madrid, uno de los más austeros repúblicos de que pueda ufanarse esta tierra. La hacienda de Aposentos de Simijaca, que heredó el primogénito de los Dominguez del Castillo, don José María, era un fundo de mucha fama por su grande extensión, • 37 • que luégo correspondió al mayor de los hijos del mismo don José María, don Juan Luis; fue vendida por el padre, con anuenc.ia del heredero, a don Luis Montoya Zapata, en 40,000 pesos sencillos, inclusive los muebles y enseres; entre ellos figuraba una vajilla de plata que el comprador vendió luégo en una suma que le bastó para reembolsarse la que dio por la hacienda. Don Juan Luis fue casado con doña Fortunata Manrique, y una hija de este matrimonio aceptó los galanteos de un hijo del literato cartagenero doctor Manuel María Madiedo; este enlace no pudo llevarse a efecto porque le hizo:ruda oposición un tío de la novia, don Leonardo Manrique, sin otro motivo que los añejos prejuicios de sangre azul y de nobleza que hacían que a los Manriques les repugnase crllzar su raza con la de un negro, como consideraban al joven Madiedo. Esta oposición degeneró en tragedia, muriendo Manrique a manos ciel dGctor Madiedo en el palacio de gobierno del Estado de Cundinamarca, o sea el antiguo convento de la orden seráfica, adonde los contendores habían acudido para que el gobernador, doctor Cornelio Manrique, obtuviese el término de la querella. Don Leonardo se colocó en actitud de disparar su arma sobre el adversario, situándose detrás de una pilastra; Madiedo, que era zurdo, al observar esto, hizo fuego contra Manrique y le quitó la vida. El muerto gozaba fama de esforzado y valeroso, al paso que su victimario pasa.ba por débil y poco animoso, a tal punto que un caballero bogotano que escribió ese dia la noticia de lo sucedido, dirigiéndose a un pariente que estaba en el campo, recibió esta respuesta: «No pUede ser; Manrique mataría a Madiedo y tú te has equivocado, a menos que ahora los ratones se coman a los gatos.» Hermano deja esposa de Fernández Madrid fue don José María Domínguez de la Rache, entusiasta republicano de los tiempos heroicos, que escribió una tragedia en cinco actos, basada en el sacrifido de Policarpa ?alavarrieta. y · it . ocu.pG l.L/lego puesto visible -en la adml.¡¡istra<:wu -p.íIbUcajl 00H10 gobernaàor de la aatigaa provincia ·fie Ragot,;} , mkm1tJro delporder judicial. [)(}lia María Dolor-esde ~a Roche <k París ttlvopor h.er·manos a don Vicente dela Roche, <EHfoc;torde •• p.tibUc.as <I!irante ta ·p.rimera administ·ración del gener.al .MQsquer~, yadon José Maria ele la Roelle, .esposo deillU .señGr.¡ UI~sarr4, deC'BYo matr-imoRio 'nació dol\a .Qolere¡ de la Roc.he y Urisarri, legíHma consorte ~I nota.bleP'fO~ lesor -de rnedid.nad0ctor Andrés Maria Pard@. ER4'r.elos descendientes de los Domínguez œl Ceeti~ Jlo se .cue J.lla n también el doctor Benedicto D~mhtgue!.ow ~hHo, ~rócer dela lndependendél y ma:temáttoo-qae œl.cuJÓ los :primeros almanaques .entre nosotros, 'Y doña T.e-resa D~míngllez·def Castillo, mujer.oe doll Santiag~ 8r.ue\l y madre de dofla Teresa Brush, esposa Gel doctor M.1gihel SalOper. Los hijos del matrimonio Paris de la Roche fuerotlc: a).. Don Pedro Maria, educado en Eur~~, nadtk> en Neiva ·en 1821, muerto en Bogotá en .¡uSio-de 1902. ·b) DonCelestino que, c0mo-e1 anterior,'fueenvia& flor el general Paris a hacer ~us estudios 'en ,e1v.iejQ mundo, y que falleció de lifo ·en Bogotá :el .}J.de eneoo de 1855. Habia hecho ·campaña militar en 1840o/'tm 1854, en defensa .del gobierno le.g.ítimo, y aSÏ6tlde ,en 1853 a la legishltura constituyente -Ele l'a provine •• Ide Mariquita. e). Don Fidel, que muy nii'iosirvi(¡ a :la ,Cat16a de la legitimidad en 184G,,enroláno06e, -comO'5U .hermftJH) don Celestino, en la compañíll·de jóvenes ·UamadO$-dt la Unión, prestó de nuevo susSCTvicios ,en 1854 'f murió ahogado en el río de Muzoen 13 ,de m~o de .1855. Era hombre de buena capacidadintelectu81 y>de ,bastante ilustración, muy amigo,de·suprimo.doll PedllO .Fernández Madrid, eon quien-sostuvo instructiva pondencia epistolar. eorres~ d). Oon José Marru-el, que se distin.gvió taJftl)f;6ft ..por su arrojo en las campañas de 1854 -y 18601 4u\JO figuración distinguida en lastilas dei partido <:ott8er'vador. Murió en 1905. Hijo suyo fue oon Gabrie'l Paris, mtlitar !tue supo poner muy en alto las tradiciones de ~a familia, batiéndose con denuedo en varias gU~f-ras aviles, hasta perecer horoicamcnte en un combate de la,de 1885 con el grado de coronel. e). Don Vicente, valeroso oficial de artillería, que murió en 1861 a consecuencia de graves heridas recibidas en el combate de Usaquén. f). Dofta Virginia, fallecida en abril de 1901. g). Don jasé joaquín, único que sobr.ev:ivede esta lucida familia y que supo distinguirse en nuestras contiendas armadas y en altos puestos oficiales, especialmente en el departamento del Tolima, donde fue diputado a la asamblea y secretario de la gobe¡:nación. Asistiótambién a la cámara de representantes. Es viudo de dofiaMaria Lago. h). Dofia María josefa, muerta de tierna edad. i). Don Mariano, que luchó bravamente pOf la :legitimidad en el 54 y en el 60 y fue herido el 27 de febrero de 1862 por soldados del general Canal, al acudif, .con su benemérito padre, a defender la casa-del dictador Mosquera, que corrió inminentepeHg-ro ,de saqueo por las huestes conservadoras que atacaban la capital. Murió en Fusagasugá en 1902. Don Vicente y doña Virginia, don josé joaquín y doña María Josefa fueron gemelos. La señora Roche de Paris file, como su hijo don Celestino, víctima del tifo, a los cinco afias cabales de la muerte de ese joven, pues falleció el 13 de enero de 1860. 9) Dofta Rita Paris Ricaurte, último vástago de don jasé Martín Paris y doña Genoveva Ricaurte, vina al mundo, en mayo de 1799. Fue casada con el doctor Enrique Mayne, de c'ùyo enlace nacieron dona Adelaida, esposa de don Juan Malo; doña Edelmira, casada con don Juan Esguerra. y don Enrique. El sefior Malo tenía tres hermanos: don Eulogio, don Toribio y don Germán; con el apellido y los nombres de todos cuatro formó el Ingenio bogotano una picante cuarteta que todavía se oye citar y que es parodia de la regla en verso para conocer la bondad de los caballos por el color blanco de LInoo más cascos. Héla aquí: «Toribio, bueno; «Germán, mejor; «Eulogio, Malo; «juanito, peor .• La regla aludida es esta: cUnalbo, bueno; «dosalbo, mejor; ctresalbo, malo; . «cLlatralbo, peor.Dona Genoveva Ricaurte, esa nueva Cornelia, madre de tántos próceres ilustres, que como la de los Gracos tendria con tal descendencia para inmortalizarse si su nombre no se hubiera perpetuado en la historia por su belleza, sus virtudes y sus merecimientos de patricia, falleció en 1829; pasó sus últimos años en una casa situada en San Victorioot que: fue com prada por el general Paris a don Timoteo Grillo. CAPITULO IV Primeras armas de 10:5 Parises. Un <venerableespañol, prócer de la índependenda.-Su sacrífido.-Ofidales repubUcanos.-Prisíoneros de los peninsulares.-L", batalla de Palad.-Combate de Matarredonda.-Ruptura entre Cundinamãrca.y 1unja.-Accíón de Venta.quemada.-Encuentro de Monserrate.-Combate de San Vidorino.~Don~Manuel Paris y don Antonio Naríño.-A las órdenes de Bo1í<var.-Don Antonio París. Combate de La Grifa. - Una estratagema. Cinco de los Parises Ricaurtes desempellaron papel importante en la guerra de emancipación: don José Ignacio, don Manuel, don Mariano, don Antonio y don joaquín, militando en favoT de la República cuya causa abrazó'también don José Martín Paris, el padre de todos ellos, a pesar de sus nexos con la madre patria y el rango y preeminencias, que como español, tenia entre 110sotros. Posición, for· tuna y vida l:ts puso al servicio de la tierra de sus hijos ha!¡ta ofrendar la última en 1816, en uno de los calabozos del colegio del Rosario, en cuyo edificio guardaban prisión muchos de los más esclarecidos granadinos. Don José Martín y SllS hijos fueron de aquellos ciudadanos que con mayor entusiasmo y brío contribuyeron , ·42· er 20 de julio de 18to a sacudir la coyunda peninsular. El primero tuvo puesto en el cabildo abierto celebrado aquel memorable día y fue de los suscriptores del acta de independencia redactada en esa fecha. De su proceder de entonces y del de algunos otros españoles dé! clara idea lo que dice lbáñez en sus amenas Crónicas de Bogotá: «Otros peninsulares, como don Juan Jurado, Ramón de Leiva, Martínez Portillo {Oregorio)José Martín París, Juan Gómez y Melendro (Eugenio Martín) observaron una conducta dígna y apoyaron decididamente las autoridades nacidas de la transformación política de ]810." Al ocupar Morilla esta capital se le privó de la libertad, y, consideradÓ traidor al rey, figa (ó entrt los próceres destinados a empurpurar las gradas del cadalso; Jos sufrimientos que hubo de soportar en la estrecha prisión a que se Je redujo acortaron SIlS dias y le vedaron la gloria de vofar a là inmortalidad junto con varias de sus compañero's de-torturas, entre ellos sus s()brinos don Camilo T-orres y Tenorio y ùon Antollio Baraya y Ricaurte. A raíz del 20 de julio de 1810 don Manuel y don Antonio París Ricaurte fueron cotocadoS en cafídad de oficiales en uno de los batallones que entonces se formaron en Santa Fe, y sus hermanos don Mariano y don Joaquin sent3ron plaza como cadetes en el batallón denominado Auxiliar, en el cual fue filiado don Joaquín el 30 de Jul~, y un mes cabal más tarde recibía el grado de subteniente. Don- José Ignacio, hermélno de los cuatro anteriores, figuró como teníente y luégo como capitán de milicias, Et y dOll Antonio estuvieron, lo mismo que su padre, presos en t'o9 caJa.bQzos del colegio de NuestraSeñora del Rosario en 1&l6. Cuando de Santa fe se enviaron fuerzas al Cauca para combatir al gobernador espanol don Miguel Tacón y Rosi.• que, al mando del entonces coronel don Antonio Banya, don Joaquín mostró a ese su primo vivos deseos de acomp3flado y fue enrolado en una compaftia del bata1l~n 'late - 43 - condujo Baraya, compuesto de trc8cíentas plazas yen el cual fué también incorporado el teniente antioqueño don Atanasio Girardot. Las fuerzas de Rar:lya, a las cllales ~e unieron muchos próceres de Cali y ùe Papayán qlie poco antes hanían combi liado Su acci(Jl1 en la pri mera de esas ci u dad es, derrotaron a las de TacÓn el 28 de marzo de 1811 a las orillas del río Palacé, tres leguas al norte de Porayán. Esa batalla, primera que contra el poderio español se libró en la Nueva Granada después del 20 de julio de 1810, fue el bautismo de sangre para el juven teniente París, quien salió herido allí en una rodilla. La victoria de PaJacé asegur¡') por entonces la libertad del Cauca y quedaron Popayán y el Valle libres de enemigos. En Popayán_ se organizó inmediatamente el gobierno republicano, asui11iendo el mando civíl don Miguel Santiago VallecUla, y el militar el coronel Baraya, quien regresÔ a Santa Fe con su tropa algunos días más tarde. Baraya y su gente entraron él la c<lpíta( ellO de enero de 1812 y se les tributó un gran recibimiento, como que el gobierno dio aviso antiCipad,) de la llegada de los vencedores de Palacé y todos los ;-.uenos patriotas se apresuraron a rendirles el homenaje a que eran acreedores. Don Joaquín París no tuvo riempo de descansar al lado de su familia de los azares de la campaña del Cauca. Los cabildos de San Gil y Vélez habían neg;¡do Obediencia al gobierno del Socorro, del cllal dependían, y anexado sus respectivos territorios a CI¡ndinamarc.1. El gobernador dd Socorru, don Lorenzo Plata, pretendió someterlos por la fuerza, yesos cabildos pidieron auxilios a las autoridades de Santa Fe. El capitán de granaderos don Ignacio Salceda y el capitán Girardot marcharon con un batallón a impedir que del Socorro se agrediera a sangileños y veleños; en esa fuerza partiÓ París. Para obtener mejor resultado de las operaciones contra Plata fue en viado luégo 6 - 44 - otro cuerpo de tropas al norte con el coronel Joaquín Ricaurte. Cuando los del Socorro lo supieron mandaron alguna fuerza a ocupar los puntos de Matarredonda, Gaque y ~onte del Moro. En Matarredonda se libró un combate, el 21 de enero, favorable a Ricaurtey en el cual se distinguió París; Plata entró en negociaciones, que dieron por resultado la anexión de .toda la provincia del Socorro al Estado de Cundinamarca, y Ricaurte continuó allá para sostener la tranquilidad social. El 12 de marzo fue enviado de Bogotá, contra los realistas que amenazaban por los valles de Cúcuta, el general Baraya, con fuerzas que deberían ir a situarse en Salazáide las Palmas y a las cuales pertenecían don Manuel, don Mariano y don AntoniQ París. Baray". demoró en Tunja, y como luégo ocurrieron desavenencias entre el gobierno de Cundinamarca y el gobernador de la provincia de Tunia, don Juan Nepomuceno Nifío, nada se pudo hacer para impedir que el brigadier don Ramón Correa ocupase a San Antonio del Táchira, porque Baraya, aunque situado ya en Salazar, tenía su división puesta a las órdenes del soberano gobierno tunjano y se preparaba "para venir a hacer la guerra contra el gobierno de su estado por cuestiones de galgos y podencos" (1). Si bien las divergencias entre Cundinamarca y Tunja se arreglaron, entrando aquel Estado en la Confec1eración de las Provincias Unidas, ese arreglo no fue de larga duración, el congreso federal se puso en pugna con el mandatario cundinamarqués, general don Antonio Narifío, y las hostilidades no tarda ·on en romperse, contando el gobierno general con el apoyo de Baraya. Nariño salió de Santa Fe para TUllia el 23 de noviembre con una expedición cuyo inmediato jefe era el brigadier don José Ramón Leiva; el congreso de las P-rovincias <I) GrOOI. Unidas, no creyéndose seguro en la villa dei Leiva, donée celebraba sus sesiones, se trasladó a Tunia. « Baraya, al saber la marcha de Nariño, dispuso su campo cerca de esta ciudad en la quebrada de Barona, con atrincheramien_ tos c1irigidos por el ingeniero don Francisco José de Caldas y por el coronel don Manuel Castillo. Alli se situó el grueso del ejército, y una columna de quinientos hombres avanzó hasta Ventaqllemada, call alguna artilleria, al mando del brigadier don 10aqllin Ricaurte. Las fuerzas de Nariño avanzaron rápidamente sobre Ventaquemada, de donde se retiraron las de la vanguardia de Baraya hasta el alfa de la Virgen. Aquí se reunieron Con el resto del ejército, que fue atacado el 2 de diciembre a las cuatro de la tarde por las tropas de Nariño. Empenado el combate, duraba indeciso hasta las seis de la tarde, en cuya hora éstas lí/timas intentaron un movimiento en retirada hasta Ventaquemada, para pasar allí /a noche y continuar las operaciones al romper el día. Pero al intentar la retirada les cargaron Con violencia las de Ricaurte; y como una gran parte de la tropa de Nariñl) era de reclutas, entraron en desorden, de que se supo aproVt'char el enemigo. Empezaron a desban~ darse Jas soldados, y apoderándose del campo la confusión, ya no file posible sostenerse, quedando victo ríos os los de Ricaurte, Con muchos prisioneros que hicieron, todo el parque y equip<ljes .... El gener<lJ Leiva, a fuerza de valor y habilidad militar, logró contener la dispersión y retirarse en orden con casi toda la infantería. Un escuadrón de orejones de los pueblos, que estaba a ret<lguardia, no paró esa noche hasta Santa Fe, Con tan precipitada carrera que por el camino dejaron un largo reguero de ruanas y pellones, de que entonces usaban sobre la sil/a ••(l). El S1\bteniente París, por su buen comportamiento en la acción de Ventaquemada, recibió el ascenso a teniente. --- ( I) Grool. • 'to-· Nariflo se preparó a la defensa de )a capital de Cundi· namarca y situó en el alto de Moriserrate, que domina a Bogotá por el oriente, un destacamento de sesenta hombres a las órdenes de) ingeniero don Pío Domínguez. Esta fuerza fue batida el 5 de enero de 1813 por otra que hacia Monserrate envió Baraya con Girardot, y en )a cual iba el teniente Paris. El 9 hubo una batalla que decidió las cosas en favor de Cundinamarca. A ese resultado contribuyó en mucha parte la circunstancia de que Nariño, sirviéndose de un ardid, impidió que los vencedores de Dominguez bajasen a la ciudad cuando el grueso de las tropas de Baraya combatía en San Victorino. Girardot, con su batallón, que era el mejor del ejército de la Unión, regresó a Tunja. Don Manuel ParLs cayó prisionero de Nariño, como otros muchos de los vencidos, todos los cuales fueron encerrados en una prisión. El general Nariño pasó a visitar a los prisioneros de distinción, y durante esa visita pudo apreciarse la entereza de ánimo de don Manuel París, pues al paso que sus compatïcros se disculpaban ~al1te el jefe del Estado, advirtiéndole que ellos ignoraban la injusticia con que había procedido contra Cundinamarca el gobierno federal, declaró don Manuel: « Estos que se disculpan lo están engañando a usted, todos veníamos entusiasmados, y si hubiéramos triunfado, sólo Dios sabe la suerte que le hubiera tocado a listed" Nariño le dio un abrazo y puso en libertad a tQdos los presos .... El genera! Narina festejó rumbosamente e) triunfo del 9 de enero, dando el día 13 un gran convite para agasajar a todos )05 militares que lo habían acompaflado, y en seguida un baile en palacio, al cual concurrieron algunos de )05 antiguos enemigos del dictador de Cundinamarca, como don José Ignacio y don Mariano París. Cuando el futuro Libertador, que hacía campaña contra los realistas en el río Magdalena por cuenta del gobierno de Cartagena, mandó a Tunja al Coronel José Félix Ribas .. "tI - pedir auxilios al gobierno federal yal de Cundinamarca para rescatar a Venewela, don Camilo Torres, presidente del congreso de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, le envió el despacho de brigadier. Don Antonio Nariño, por S!I parte, dio a Ribas !Ina columna de ciento veinticinco infantes, veinticinco artilleros y dos piezas de campaña que salieron de BogotéÍ para C(¡cuta a las órdenes del capitán don José Mari;¡ Orlega Nariiïo. Con los auxilios feuerales y cundinamarqueses pudo disponer do,! Simón Bolívar de la oficialidad más lucida con que conU¡[)(l la Nueva Grar:ada: Atanasio Girardot, FrancÜ,co Urdaneta, Luciano D'Elhuyart, Fr:mcisco de Paula Vélez, Ortega Nariiïo, Antonio Ricaurte y Lozano y cuatro de los hermanos Paris-Ricaurte, Manuel, Antonio, Mariano y Joaquín. Cuando diclHIS jóvenes marchabar. para Cúcuta a unirse con Bolív?r, éste envió a varios de ellos despachos militares que implícah:11l ascensos en su carrera. Esos despachos fueron recibidos en el Socorro por los destinatarios. Para don Antonio Paris llegó el de alferez, que no quiso aceptar y lo devolvió con una Ilota al respaldo, en qne decía al Libertaclor: « General, guárdemelo para cuando lo haya ganado.» Consideráhase un simple soldado de la p<ltria y esperaba, port;índose con denuedo, obtener en acciones de guerra nu sólo el alferazgo sino otros titulas de mayor distinción. A su pesar, se le nombró teniente de uno de los batallones que se organizaron para hacer la campaña de Venrzuela. El coronel cartagenero don Manuel del Castillo y Rada fue enviado por Bolíva¡ a atacar al jefe español coronel don Ramón Correa, que estaba atrincherado en la angostura de La Grita; llevó en su tropa a los oficiales granadInos y el 13 de abril inició brillantemeníe la campafia sobre Venezuela derrotando a Correa en esa angostura. El comportamiento de don Joaquín Paris mereció a éste el ascenso él a capitán, que le fue otorgado en el mismo campo de batalla. Por desdicha, Castillo se indispuso con Bolívar, renunció el segundo puesto en el ejército libertador y regresó a la Nueva Granada. Con él tornaron algunos jóvenes compatriotas, entre ellos sus ayudantes de campo el ya capitán don Joaquin París y uno de los hermanos de éste, don Mariano. Don Manuel y 0011 Antonio permanecieron al lado de Bolívar (1), quien tuvo entonces por segundo al coronel don Joaquín Ricaurte y luégo, por haber quedado el úllimo con fuerzas en Cúcuta, al coronel don José Félix Ribas; este jefe y Bolívar continuaron la campaña sobre Venezuela. Poco después creyó conveniente el futuro Lib~rtador avanzar con las fuerzas divididas, confiando el mando de parle de ellas a Ribas y reservándose él la dirección de las restantes. A don Antonio Paris le tocó seguir con Ribas, que deseaba sorprender al ent"migo, pero éste había apostado un fuerte destacamento que le impedía esa operación. París le aconsejó que algun) de los oficiales, fingiéndose español, fuese a ordenar al destacamento su traslación a un punto más COnveniente. Ribas le repuso que la medida aconsejada no era mala, pero le preguntÓ si se consideraba capaz de ir a dar la orden, ya que su figura se prestaba para que los soldados del destacamento lo confundieran con un oficial español. Proporcionósele un uniforme adecuado y parti6 don Antonio a realizar la estratagema. Llegado al sitio que ocupaba d destacamento, dio. al oficial que lo dirigía la orden para que se retirase. El oficial se manifestó rehacío a obedecer, porque no conocía a París. Nuestro joven, sin inmutarse, le replicó que mal podría conocerlo cuando estaba acabado de llegar de España. rero todo oficial español, díjole el jef~ del destacamento, ostenta una cucarda en su morrión. Esta salida no desconcertó al atrevido repu(1) Soledad Acosta de Samper. Biografía del general Joaquín París. - 49 • blicano, que haciendo uso de mucha sangre fria, se quitó el morrión, 10 miró y expresó su extrañeza por haber perdido la insignia, que acaso, dijo, se le habría caído en el trayecto. Terminó advírtiendo aJ oficial español que él resolveria si cumplía o nó la orden sup~rior, que él se retiraba porque le era preciso ir con presteza a cumplir otra comisión de su jefe. El comandante del destacamento reflexionó un poco y cumplió la falsa orden. Ribas movió sus huestes y obtuvo señalada victoria. CAPITULO V Don manuel y don Antonio París. Combates de CMache, Niquitao. Los HOl'conesy Taguanes. _ eIlscensos milita.res. - C}Jata[[ade San Carlos. _ Ocupación de Valencia. _eIlcción de San ¿Mateo. - Sitio de Va.lencia. - Atrocidades de C}Jovas._ Descalabros republicanos. - Sufrimientos de don eIlntonio Pã.rés.Heroicidad de este oficial. - CSoves y don¿Manuel 'Paris. _ Fusilamiento de este prÓCef.- eIlnicdotas de su 'Pida..- èJ?.egresode don Antonio Pa.rís a CSogolá. - Homenaje del Libel'fador .• La. prisión en el RosMio. - Después de Boyacá .• 8r!uerfe de don Antonio. _ Una ca.rta sobre Bolí'Par. - Una pierna postisa.. Don Manuel y don Antonio Paris siguieron combatiendo por la libertad y se llenaron de gloria en varías de las más importantes acciones de guerra libradas en 1813 contra los realistas de Venezuela. El 19 de junio le tocó pelear a dOll Antonio eri el pueblo de Carache, alistado en la vanguardia del ejército de Bolívar, que se componía de quinientos hombres y era mandada por don Atanasio Girardot. Esa fuerza alcanzó entonces un espléndido triunfo sobre ochocientos soldados de las fuerzas de don Ramón Correa, que dirigía el marino don Manuel de Cafias, el cual perdió más de cien plazas y todas las armas y municiones que tenía. Los dos Parises contr1buyeron con su arrojo a un nuevo triunfo republicano cuatro dias después, en Niquitao, donde los coroneles don Rafael Urdaneta y don José Félix Ribas con quinientos hombres derrotaron a ochocientos que mandaba el comandante don José Marti, a quien tomaron cuatrocientos cincuenta prisioneros. Igualmente se hallaron en la batalla de Los Horcones, donde el coronel Ribas venció a mil quinientos hombres del coronel don Francisco Gberto con fuerzas interiores y ocupó en seguida la ciudad de Barquisimeto el 22 de julio. / Alcanzado este triunfo, reunió Bolívar todas sits fuerzas, que sumaban dos mil quinientos hombres, en las espaciosas llanuras de Los Taguanes, situadas entre la villa de San Carlos y la ciudad de Valencia, y con ellas obtuvo completa victoria contra dos mil ochocientos soldados que dirigía el español Izquierdo. Nada se opuso ya al Libertador, que el 7 de agosto entró a Caracas. Para don Antonio y don Manuel habría sido fácil permanecer en la capital venezolana, Que tenían de sobra merecido al.~ún descanso, pero prefirieron tornar al occidente a continuar la campaña. Larga sería la lista de las acciones en que se encontraron y en donde, como siempre, dieron pruebas de su valor y de su serenidad. Don Antonio, por su bizarro comportamiento en la batalla de Araure, fue ascendido a capitán. Don Manuel también alcanzó ascensos. La fortuna, que por regla general pareció sonreír a los republicanos que luchaban en Venezuela en 1813, les fue esquiva el afio siguiente. Urdaneta que defendía las regiones de occidente, viéndose en mala situación, trató de abrirse paso hacia San Carlos. El español don José de la Vega, que mandaba un escuadrón que era famoso por su disciplina y ardimiento, trató de impedírselo, presentán.dole batalla entre Palmar y BlITia, pero fue derrotado por 7 • 52 - , los patriotas, Antes de que éstos pudieran llegar a San Carlos, fue atacada esta villa, el 9 de marzo, por los guerrilleros Blanco, Torr'albo y otros, a quienes bien pronto reforzÓ don Sebastián de la Calzada con una brillante división quc tenía él sus órdenes. De modo que las fuerzas de Urdand;l, al rres~ntarse al frente de la población, hubieron de volver a comhatir rudamente pard p')der penetrar a ella, y allí se les recibió como a redentoras. Pero la toma de la vilh estuvu muy lejos de constituÍr un triunfo decisivo ya diario eran molestados los republicanos por las tropas realist<js que dominaban la legión. « Duros y continuos ataquès sufrían los defensores de San Carlos: parte de su hermos'l población fue incendiada por aquellos vándalos realistas; lino de sus mJ.s'valicntes defensores, el capitán granadino Antonio Pans, perdió una pierna de un balazo; y :Je experimentaron otras pérdidas entre heridos y muertos, muy sensibles para la República. El día 17 de marzo emprend:eroll los patriotas su retirada Cil dirección a la ciudad de Valencia, siendo siempre perseguidos y molestada su retaguardia» (1). París, segÚn se expresa uno de sus compañeros de campañas, el más tarde general José María Mantilla, creyó talvez que era invulnerable, por la temeridad de su arrojo en las batallas. Debido a esto durante la acción de San Carlos se comprometiÓ il tomar con catorce soldados la torre de la igle~i:1 de San Juan, quc hahia sido ocupada por los espaíiolt:s, y después de perder entre muertos y heridos esos soldados, cayÓ en tierra al golpe de muchas balas, que le despedazaron una pierna, según sigue diciendo el gen(~ral Mantilla. París salvÓ la vida en esa ocasión porque obtuvo qlle lo colocasen en una mala cabalgadura, sobre la cu;¡J andllvo tres dias, hasta llegar a Valencia, soportando una lluvia de balas que obligaban a las tropas (I) José AU6tria, Historia. mifítar de Veneguela. - 53 - de Urdaneta, cada sin excluír a nuestro herido, a comb3lir a instante. SegÚn lr;:¡dic¡"J!l (Jlie ,:OIl;C¡'va la fallli~ía. don Antonio París y ~:I primo d ):1 ¡\qtoniíJ í<ic;l:¡rte [¡¡Croll esco;ddos por el g-:ill'ral g"livdï. dur;ll1!e el sitio qqe il)s rcp:lblica110S sostenian e:1 SIn MalLo conL"n ias fuerr¡~ de Jo;·é 1'0mjs Hoves, rara (jile ((ln c¡ncuen!., 11O:11hr<:s cll~;I\J,-;ia"en el parque eX¡Slen1(' Vil la C<l';a fU.'ne del íngcllÍli de ;I'¡lid pu~'blo. Aflcn;¡s IL'p¡\)an los d(\:; V,venes ,'on oU ~ute <lI sitio designado, cu;¡ndo sc vi'l ;l\'?l!Zar ILlci;¡ ell(¡s tina fucr,:3 rc;¡li:sla llli¡1' ':'Ip':¡¡or en '¡Jímer\) a ia que \~:l()s tenían. I<¡caurte juzg(¡ inÚtil tod;¡ resi:·kncía, y pic¡j(¡ él París que volviese él t!nnJe ~e encontraha el Líbert;¡dor, juntanH'nte con los ci!1(l1::>nta ¡lUmhres, p"rqllC hailr'a sido una 10-=\11'<1 ~lcrjficar;(Js, y;:¡ ljllC la i!"op;¡ que se;¡rroximaba pastlha de mil homhres. í\Ícalli"le I.'nviÙ il decir a fklivé1r, con Sil primo, (jtlè el parque no caeria l'Ii poder del ~11\?miga. París hizo lo que se I:~ pedia y contr<ll1l;¡rc!J(¡ ill cU:lrtel general. dislante unos q¡:;nicntos metrc)s del il1;~eni o, los que no h;,hi;¡ acallildo de reCOlTer ClI(lildj) se oyÓ UIH fonnidab!e y ¡~spallr,¡s;¡ dètilnaci!Í1l seg¡iÏ ;;j de hUfllO y lIam.!s .... Esto allOrrÚ p;¡l;d,ïas a qlli('n cocd¡,da lil pequelÎa escl¡!ta. PlI':S 110 tuvo p'!a qUl' rcf"'!";r lo :J,:<íllÍ\.'cido entre él y ti ¡nl11'li-tal suicid:1. [I enemigo. ;li \'LT qllC se retiraban l/iS cincuenta llO;nbre'>, crev,') q'fé' eí p:!'qlle h:¡hítl qued;-:ùo soin y Se lanz,') l'Il tropel y algi¡-;¡!);:: sohre la cas] lid i¡¡genio. L~ cxp!(lslÚn C'illSI'; till de"fr;)?, :111i1CnSU, y alii pereció, jU!Famente con Ric:Jilrk. ~nn n¡'¡mc:n de Jos enemigos. Los restantes huyeron ;lierr;ldo~. y B"v.:s, quc contempl:tha 1:1 CSc~¡]a a ;:¡lgun;¡ dislan·:i;¡. cilmb:Ó bien pronto la impresión l;e asombro que la il(¡z:dia del hénJ'~ gr;IIl:Hjino le C;~lIS'Ir;¡ ¡vIr lil lkl mayor rl~'''l:')¡]civrtl). y jllzg-ándose perdido, ClllpïelH.lil·' Id rdi¡-ada. ql!e cqlli\'3~ lió él llna derror3 de tuL!;¡S '>us !Iuesks. Dcspués de San Mateo, Hoves, unidu a Ccb;¡llos, atacó • 54 • furiosamente la plaza de Valencia tres dias después de haber entrado a ella los republicanos que se retiraron de San Carlos. Don Antonio Paris tuvo la fortuna de encontràr allí un cirujano y un practicante que también acababan de llegar a la heroica ciudad y los cuales procedieron a la amputación de la pierna. «París, en medio de los más crueles tormentos, causados por la amputación, mandó colocar su cama cerca de una ventana que daba vista a una bateria, que con un cañón de número 8 defendia el segundo ángulo de la plaza adonde se habian refugiado veinticinco soldados de los generales Rafael Urdaneta y Joaquín Ricaurte, y desde allí animaba a nuestros soldados diciéndoJes que las heridas recibidas por la patria no causaban dolor sino placer, a tiempo que todos palpábamos sus dolores y el riesgo que corria su vida cada vez que se disparaba el cañón, que sólo distaba de él tres y media varas. Resuella la pequeña guarnición a volar con el almacén de pólvora antes que caer en manos de los tigres que sitiaban la ciudad, en número veinte veces mayor, se interesó el señor Paris con el infrascrito para que le facilitara un barril de pólvora, que le proporcionara buen asiento, mientras llegaba la hora de volar. Afortunadamente en aquellos momentos había sido derrotado el sanguinario y terrible Boves por las fuerzas combinadas de los generales Bolívar y Mariño en el pueblo de Bocachico, y por consecuencia fue levantado el sitio de Valencia el 5 de abril de 1814 a las doce de la noche» (1). Mariño entró a Valencia con parte de las fuerzas vencedoras de Boves, y este jefe pasó a reha~erse en las llanuras de Calabozo, en tanto que Ceballos lo hacia en San Carlos. Bolívar, con el prestigio de la victoria, pudo contar con el entusiasmo de los pueblos y fácilmente reunió un ejército bastante numeroso, cuyo mando inmediato confió (t) Cerlificación ¡wad. de1lleneral Jo56 Marla Mantilla. - 55· a Mariño, y a Urdaneta la jefatura del estado mayor general, en tanto que él marchaba con algunas fuerzas a estrechar el sitlo de Puerto Cabello. Mariño tomó para San Carlos, que por falsos informes creyó desguarnecida e imprlldentemenh~ quiso meterse en esa plaza; los realistas le presentaron combate el 16 de abril, que se libró en Arao y fue completamcnte derrotado Mariflo, juntamente con las tropas de caballería. La infanteria volvió a Valencia, donde Bolívar reorganizó sus huestes con auxilios llegadüs de Caracas, y a sus inmediatas órdenes quedaron cinco mil hombres, que salieron de la primera de esas ciudades el 27 de mayo para vencer en Carabobo, primera. Después de esta batalla se di vidieron las fuerzas repu blicanas pal a atender a diferentes puntos, y Valencia quedó casi indefensa. El triunfo alcanzado por Bolívar a orillas del lago de Carabobo resultó infructuoso, porque a las dos semanas fue· vencido nuevamente el general Mariño en La Puerta por el infatigable Boves el 15 de junio. Este tigre, sediento siempre de sangre, dio muerte a todos los heridos y prisioneros de La Puerta, y para ostentar más su feroz frialdad, convidó a comer en Cura al coronel Jalón, que fue uno de los prisioneros. Concluida la comida, en la misma mesa y a presencia de la víctima, 10 mandó fusilar. El 19 de junio volvió Boves a poner sitio a Valencia, que sostuvieron bravamente el gobernador, coronel Juan de Escalona, y otros jefes, entre ellos el célebre bogotano, más tarde general, José María Ortega y Nariño, quien pocos días antes había contraído nupcias con una hermosa valenciana, la señorita doña Mercedes Párraga. Las fuerzas con que contaban los sitiados eran apenas trescientos veinticinco hombres entre soldados, enfermos del hospital, presos y algunos vecinos. El teniente coronel don Antonio París, después del primer sitio, había quedado en su habitación, restablccíén- dose. Las nece!'idades que impuso el nuevo sitio no permitieron que se le proporcionaseli mayores atenciones, y, empeñados sus compéiñeros en defender la plaza, nadie volvió a acordarse del pobre cojo. Un día, acosado por el hambre y la fatiga, salió a la calle, caminando penosamente, apoyado en un palo, él guisa de muleta, y recostando el cuerpo contla las paredes pala hallar seguro apoyo. Al poco trecho, dio un mal paso y rodÓ a la mitad de la calle, hasta donde .alcanzaban las balas de los sitiadores. Quiso la suerte que esto ocurriese a inmediaciones de la casa de los Párragas. La señora de Ortega divisó al desvalido mútilo y salió a prestarle auxilio, acompañada de una sirviente; entre las dos lo levantaron....y la señora le preguntó que por qué había abandonado su habitación en ta! estado. Paris le respondió que en el/a carecía de todo recurso, que no tenia ni agua y hacía dos dias que lia probaba alimento. La noble dama, que como todos los habitantes de Valencia soportaba los rigores del sitio y no cont;¡ha con lo lndispen<éJhle para su sustento, compartió con París una arepa dL' <-¡uedi"ponía. DOli Antonio, que era al par que animoso muy esforzado, no podía permanecer en la inacción y qtleria contribuir a la defensa de la plaza. Todos los días se hacía COllducir a llna trinchera, colocado en tina silla, y cuando los enemigos, que se hallaban escasos de municiones, atacaban· a la bayoneta, se levantába sabrI: su pie y cargaba contra los atarantes empuflando un machete en la diestra. El JO de julio, después de sitiada Valencia en todas direcciones, contribuyendo al cerco las fnerzas combinadas de Boves, Morales, Calzada, Cajigal y otros jefes, ~os defensores de la ciudad aceptaron rêndirse por medio de una capitulación, que de días atrás se les ofrecía ... Don Manuel París, que habia militado al lado de Bolívar hasta el sitio de Valencia y ostentaba el grado de coronel, cayó en poder de Boves y fue pasado por Jas - 57 • armas con otros prisioneros Valencia. el mismo día de la toma de Don Manuel era de grnio festivo y chispeante. Su buen humor y agudeza llegaron él noticia de Boves, quien l11£1nifestÓ deseos de conecer a e~e ingenio santafereño y, para recrearse oyendo !ps chistes del prisionero, lo mandó invitar él su mesa. Paris cc,nsigui() un vestido militar y char~eteras, y con1() slIsamigos improbasen aquello diciéndoJe que las cl1arrettras ofcnàían a BDves, él uo hizo caso y se presentÓ con ellas. Después de oírlc conversar le dijo el español: ,e Estoy por no fusilartc .... pero eres t:1I1insurgente ... » (1). El coronel contestó a Boves con un gracejo y fue re.:ondllcido a la prisiÓn. Los compañeros, al verlo de nuevo, creyeron que el jefe espoflol le habría hecho gracia de la vida, pero él, para que no abrigasen ninguna esperanza y conociesen la suerte que les esperaba, al pasar cerca de ellos se tocÓ el cuello con una mano, haciendo ademán de que todos serían degollados. Cuéntase que antes de la infortunada campaña de VencLUela, hallándose don Manuel en Bogotá, se vio durante algunos días l'n l'ituaciÓn pecuniaria tan apLlrada que no disponía de dinero para procurarse LIna lul. durante las noches en su habitaciÓn. Así transcurrió corno un mes; mcjof(S luégo ia suerte del infortunado joven, que pudo comprarse lo m<Ís indispensable para disfrutar de relativas comodidades. Adq¡driÓ treinta velas ya/llegar la noche las encendió torjas y se acostÓ. Un amigo a quien Ilan'ó la atención esa calitidad de luminanéls preguntó a París /0 que significaba, y él respondiÚ muy Cal~Jpante: <'Eslay arreglando tina cueuta: a treinta noches il obscuras cürrespO!1dl' una noche con treinta velas.» Creció en una época en que estaba muy generalizado el juego en Sant:! Fe; en t(ldas las casas de familia se <I) Acosta de Samper, cil. ·58 . jugaba, sin que de tan arriesgada y peligrosa diversión se eximieran los jóvenes. Don Manuel estudiaba en el colegio del Rosario, donde vestía la hopa y la beca. Un día volvió al hogar sin el uniforme; doña Geno· ••eva pidió lma explicación súbre ello, y el festivo colegial, que llegaba de una francachela con otros estudiantes, en la cual había perdido al juego los atributos de los rosaristas de mayor distinción, dijo a la madre que unos enmascaradus le habían arrebatado el uniforme. La bondadosa señora creyó, sobrecogida de espanto, que se trataba de alguna cuadrilla de ladrones, ya que no era el tiempo de fiestas populares en que el buen humor de los santafereños hacía que muchos recorriesen las calles y penetrasen a los salones ocultando su personalidad bajo un disfraz. Pero no pasaron muchos días sin que la señora de París corrigiese su error: en una de las próximas salidas de la casa encontró a un individuo con el uniforme del Rosario y díiole que era el de don Manuel, a quien lo había robado. El joven, agraviado con tal increpación, se apresuró a manifestar que no se trataba de un robo sino de una legítima ganancia en el juego de dados, esos temibles exágonos que Paris denominaba enmascarados. Los padres, celosos de la moralidad de su hogar, no cesaban de reconvenir a don Manuel por su afición al juego, la que también distinguía por entonces a otro de los Parises-Ricaurtes. Cansado de reconvenciones y mortificado porque a él se le creyese capaz de todo lo malo y a su hermano, colega en los lances del tapete verde, un dechado de buenas costumbres, repuso don MaQuel: «Ramón es juicioso porque juega y gana; yo, un calavera porque juego y pierdo.» El tO de julio de t814 es fecha de las más funestas en el martirologio de la revolución contra España. A las víctimas que escalaron el patíbulo se sumaron muchas otras asesinadas en las calles, en 103 hospitales y en las casas ·59· de Valenda por las hord.as desenfrenadas de Boves, quien no aceptaba ley ni freno y menospreciaba las órdenes de Cajigal, capitán general de Venezuela, que era sujeto de sentimienfos humanitarios. «Forzado el afligido bello sexo de Valencia a concurrir a lIn gran baile que preparó la oficialidad realista en obsequio de su jefe Boves, mientras duraba tan irritante e inmoral función, el mismo segundo jefe Morales, con una compat1ia que él lIal11àha también de asesinos, entró en la casa de las señoras Ursáiz, en donde e~tabal1 detenidos algunos de los oficiales patriotas, y a todos los pasó a cuchillo.Tal cosa refiere el historiador Austria, pero agrega: «Entre estos mártires de tánta barbarie, perecieron el teniente coronel París, granadíno ... y otros muchos valientes." París h¡gró escapar a tal carnicería y, según afirma el general Mantillct, se embarcó en La Guaira el 5 de julio después de haber recibido en Caracas el mismo dia, de manos del propio Mantilla, el despacho de teniente coronel de infantería de ejército. Don Antonio logró tornar a la patria arrostrando mil dificultades y soportando penurias y esca~eces. Cuando Bolívar, después del desastre de Venezuela, buscó nuevo asilo en [a Nueva Ora:lada y vino a Bogotá, comandando el ejército federal, ya estaba aquí París, a quien quiso tributar el homenaje debido a sus merècimientos, y al efecto dirigió el 7 de enero de 1815 un oficio al secretario de la guerra, así concebido: «El teniente coronel efectivo de Venewela y Colombia, Antonio París, ha regresado por fin a su casa paternal lleno de cicatrices y sin una pierna. Este benemérito oficial me ha acompañado en casí toda la campaña de Venezuela, y ha manifestado constantemente valor, inteligencia y deseo de gloria. «Al presente, que se halla mutilado e inhábil para continuar el servicio, merece muy bien la gratitud de sus 8 ·60 • conciudadanos y la estimación del gobierno, y seria una senal de ésta bastante debida a sus servicios, el que se le continúe el sueldo correspondiente a su graduación. Sirvase usted ponerlo en conocimiento del gobierno general para su determinación.» Duef'io de Bogôtá el Pacificador, fue Paris prindo de la libertad (1) y encerrado en uno de los calabozos del colegio del Rosario. En el local de ese histórico plantel guardaban prisión también su padre, don José Martin, y su hermano don José Ignacio. El primero, como ya hemos visto, murió en aquel encierro, después de vivir de la caridad de una respetable dama, dOf'iaMaria Josefa Dominguez de la Roche. «En tal miseria habia caído, advierte la senora Acosta de Samper, un hombre pudiente antes de la revolución, espano! enviado a América con empleo del rey I» Don José Ignacio logró conservar la vida y lo mismo don Antonio. pero éste, a causa de una circunstancia desgraciada, que vino a ser providencial, pues a pesar de hallarse muülado, se queria coronar con el patíbulo sus grandes servicios a la República: cayó del balcón al patio de la cárcel en donde estaba, reza una inscripción biográfica que acompana al retrato del teniente coronel París, existente en el museo nacional. Los tres afios que inmediatamente siguieron a la salvación de don Antonio, ya puede suponer el lector cuáles serían para el desvalido cojo, mal mirado por los terroristas, reducido, como toda la familia, a la mayor miseria y (I) Algunos de los escritores que han trataclo de don Antonio Parla a6naan que ~ IOportó 10$ rigorea del sitio de Cartagena en 1815. NosotrOl no hemos eDCODtrado ui<fero para esa versión y antes consideramos bien improbable que el coman- dante Pa:r¡s hubiese aido de los defensores de la Heroica. porque a principio. IlIS se hallaba ya en Bogotá y no era presumible que inválido fuele áo CIl Ortega, la costa; también porque en las certificaciones expedidas VBez y Mantilla. que él bllbi_ compañeros Il por de campailas de nuestro hhoe, estado en el expretado asedio. de hacer servi- 101 generale. no •• dice sin medios para ganarse la vida. Después de Boyacá empezó a reinar la justicia para los perseguidos, y la familia de don José M:lrtín pudo tener algún desahogo económico. Don Antonio, inhábil para continuar en la campaila, fue agraciado con el nombramiento de ministro juez de la corte superior marcial del distrito de Cundinamarca. Fue un decidido admirador de Bolívar, quien le ratificó el grado de teniente coronel efectivo y le concedió el sueldo íntegro que le correspondía. Ajeno a las luchas partidaristas que empezaron a entenebrecer el suelo colombiano en el DON ANTONIO PARIS ocaso del Libertador, don Antonio fue bien mirado por todos sus compatriotas, a ninguno de cuyos bandos era hostil. La reacción antiboliviana de 1831 dio al traste con la pensión del teniente coronel París, quien no disponía de otra cosa para su sustento y el de su familia, compuesta de una esposa y doce hijos. El congreso nacional le otorgó una pensión pOTnúmero limitado de años, al cabo de los cuales se la quitaron; trabajó entonces empel\osamente para que se la volvieran a decretar, y en ambas cámaras pasó el proyecto respectivo, que fue objetado por el presidente de la República, que lo era entonces el general don Tomás Cipriano de Mosquera. Don Antonio fue impotente para sobrellevar el des .• aire inmerecido que le hacía el ejecutivo, como si se des-conociesen sus méritos y proezas, pues que «dejó en Venezuela, junto eon su pierna y sangre, lecciones de lo que pueáe un patriota granadino animado de los nobles sentimientos con que él combatió en diversos puntos, y continuó obteniendo ascensos y condecoraciones,» según se expresa el general Francisco de Paula Vélez. Lleno de desengaños, en la ;nayor pobreza, descendió al sepulcro en esta capital el 18 de julio de 1846. Cinco años antes, escribía desde Bogotá a su hermano don José Ignado, que resld£a en Eùióp~ y se hallaba en la opulencia-, para contarle su pendsa situación .•. Yo confío en su protección, mi querido Pepe, pues mis circunstancias son horribles. ¡Pobre, deudor, cargado de familia, inválido, cuya desgracia me priVá dé 11\11 contentos y me proporciona otros tantos sinsabores, sin 'embargo de haberla adquirido en la flot de juventud j veintiún años de edad! en cierto modo me càusa satisfa"cción; pero residir en un pais salvaje, lin hombre inválido por su patria, más bien le sirve de martiïio. Me inutilicé al lado del hombre más grande de la historia, si es que se hace un análisis y ulla comparación de los recursos y de las circunstancias que favorecian a los otros; <fI lado, digo, de aquel su predilecto amigo, de cuyas confianzas usted flle el depositario; recomiendo pues su memoria a mi prete nsión ... "Quisiera, además. mi querido Pepe, que usted me mandase hacer en Paris, o en Londres, una pierna de corcho al mejor artista en ese ramo; ella debe ser exactamentè por las medidas de la derecha de Enrique, hasta la mitad del muslo, que es hasta donde me faita, y de ella arriba debe ser un calufo o conducto de suela gruesa en qué colocar el muñón; el pie debe Sêr de )a hechura del de ustt!d, una linea más largo; encargue usted en su construcción todo el esmero del arte pilra que, imitandO en cuanto sea po si- mi ble la naturaleza, deba yo a usted este nuevo desahogo; ella debe comprender muy buenos muelles, de manera que pueda servir tanto para montar a caballo cuanto para andar a pie; debe tener una rodilla movible de manera que, sentado o parado, se manifieste; procure usted que la superficie de dicha sea al tacto como la natural y que vengan duplicadas aquelhs piezas o muelles más susceptibles de gastarse; ella dehe venir colocada ell su respectiva caja con llave ... » Vuelve a recnrdar a Bolívar y menciona también al valeroso general Juan José Neira, que pocos meses antes habia salvado a Bogotá de caer en manos de los revolucionarios, y exclama: «No olvide usted, según sus circunstancias, hacer algo por el Libertador Bolívar y también por el Libertador Neira. ¿ Qué sería de nosotros a la fecha, si no hubiéramos triunfado ?" Don Antonio fue, pues. como advierte Eusebio Robledo (1), iniciador, cn g'r<ln parle, de la estatua de Bolívar, que se irgue en la plaza mayor de Bogotá, que mandó construir don José Ignacio al mejor artista de esos tiempos, así como también hizo modelar un busto de Neira y fabricar la pierna que tánto anhelaba el glorioso mútito. Este, a su regreso a Bogotá, se había hecho tornear una pierna de madera y aprendido a servirse de ella de manera que, no le fuese índisp~nsable un p~r de muletas y que con una sola y algún otro apoyo pudíese sostenerse en pie y trasladarse de algún sitio a uno diferente. La pierna de corcho que su buen hermano le enviara quedó admirablemente ejecutada, y mediante ella don Antonio logró conducirse con tal destreza, que quien no le conociera no podía adivinar la cojera de que adolecía, en especial cuando se le veía por las calles de esta capital caballero en un hermoSO' corcel, sobre cómodo galápago, adornado con pistoleras y calzando altas botas de charol. (I) Un prócer, una caria y un zapatero, Boletín de historia. y II.nUgùeèfades. CAPITULO VI Don m.ariano Paris. C~mpaña sob,e CJJogotá.- Labo, de doña Geno'be'ba '!?icau,te. - Un incendio. - Pe,seguido po, Mo,illo .. Sel"Vicios en la costa atlántica .• L" dictaáu,a áe U,áaneta. - L"cotlspi,ación áe Sa,dá. .. Denuncios eon· t,a Pa,is .• Asesinato de este p,ócer .• Su cadá.'bu. - Una polémica.. Santander y Bo,.,uo. - Ca,ácter de dOll Ma,lano. - Un t,emendo puñetazo .• Disputa con Ho,ment .. Un paseo a Soacha .• Paris y los Montoyas. - Incidente en la. galle, •.. Don Mariano Pads y Ricaurte, como recordará el lector, regresó de la frontera venezolana juntamente con su hermano don Joaquín, traidos ambos por el coronel don Manuel del Castillo y Rada,'cuyos ayudantes eran. Siguió prestando sus servicios a la patria en el ejército del gobierno de las Provincias Unidas, y le tocó hacer campaña con el general Bolivar a fines de 1814, cuando el con~reso general creyó de su deber someter por las armas al gobierno de Cundinamarca. Esa lucha interesó grandemente a los habitantes de Bogotá, y las damas de esta capital se afiliaron con entusiasmo a alguno de los bandos beligerantes. La madre de don Mariano, dofia Genoveva Ricaurte, siguió el partido del congreso y figuró a la cabeza de la fracción del bello • 6S • sexo que simpatizaba con la llamada causa federal. Ya próximo Bolívar a atacar la ciudad para tomarIa a viva fuerza, por no haber logrado que el presidente don Manuel Bernardo Alv~lrez entrase en arreglos, las tropas de la Unión se situaron en la hacienda llamada Techo de los lorges, adonde dofla Genoveva enviaba frecuentes informes sobre la situación de la ciudad para que don Mariano los hiciese llegar a Bolívar. Con este motivo escribla el poeta Torres y Peña ~ Las mujeres, Procuran con Darle de todo y al gobierno que son para esto peores. medios insidiosos al enemigo aviso, impedirlo ya eR preciso. En la noche del 9 de diciembre un incendio redujo a cenizas la quinta que la família París poseía cerca de la ciudad, en el sitio que de acuerdo con su origen indígena, no francés, se denomina de Sanfasón. Dicha quinta era una casa de campo aislada, y parece que su destrucción obedeció a las exigencias impuestas por las operaciones militares. El 11 de diciembre cayó la capital en manos de los federalistas, después de recio comhatlr. Un dia después, por intermedio del marqués de San Jorge, convino el rehacio Alvarez en aceptar unas capitulaciones y en rendirse con las tropas que aún ocupaban el centro de la ciudad. Con esto quedó hecha la paz entre hermanos y restablecida la calma, para que todos los lidiadores se ocupasen en servir como militares de una manera más útil y provechosa a la patria. Don Mariano siguió en el ejército hasta la entrada del Pacificador MorlJlo, en mayo de 1816. Entonces tuvo que esconderse para librarse de la suerte que cupo a tántos otros próceres beneméritos- En noviembre entregaba Morillo a Sámano una relación de los individuos que deblan perseguirse hasta conseguir prenderlos, ·66 • Ifsi esto se lograba, enviarlos al Pacificador, que ;partia ·enese mes para Venezuela. Uno de los de la lista er.a,dop Mariano. 'Después de Boyacá se alistó París en las> tropas que h«;ieron la campana de la costa y como capitán cooperó al jsitio puesto por Mantilla a Cartagena. Con postesjor.id..a.d~ ~sto, no escatimó 5U concurso para el bien de la RepúbUce o de la causa de sus simpatías, y se le vio algunas veces dejar las labores campestres, a quede preferencia se dedicaba, para enrolarse entre sus amigos políticos. El grado 1'=I il Ii II I I I I II Il :1 I II II ____ I I DON MARI<\NO PARIS militar que alcanzó fue el de coronet de lJ]i1ici:~. Br,ofQ$Ó 'entusiasta admiración por el Liberlador8.olívar, perlenecip.a la agr:upación política denominada bQIi\liilJ1a y ;~. ~U:VQI en,primera fila, a la caída del.régimen}queenca~~Q$ d.on-joaquín Mi)squera y consiguiente imp~ntílción-,de,Jél <;liQijl~huade Urdaneta, lo cual Je Iller~cjó ser;pestituido del eÂ{4(o4e com~ndant~ de las milicias ~e la Sab¡tna. J~(lre&t(l_uración legaiista. obtenida como ,reª,ulta~p .~ lQs -~fata~os suscritos en las Juntas cie Apu.!f:>"vQhdóJkd9D LLil.e~ 1'4.~r~"oJll;a,tranquilay r~tiraja víQad~lçqmp9. .67 - geración con que el bando vencedor trató a muchos de los bolivianos dio margen a conspiraciones contra el gobierno del general Santander en 1833. De esas conspiraciones la mejor organizada y d¿ cuya existencia no quedó duda fue la dirigida por el general losé Sardá, en la cual se complicó a don Mariano y se dijo que, para secundar los planes de Sardá, reunía gente por los lados de Chipaque y Une, donde se hallaban sus labores campestres. La verdad es que París, por su acendrado bolivianismo, no contaba con las si mpatías de Santander, y no faltaron gentes que ayudasen con sus chismes a acentuar la mala voluntad que le profesaba el presidente. De ahí que el 22 de julio de aquel año, cuando el gobierno tuvo denunc.io cierto de que se conspiraba, escribió al gobernador de la provincia de Bogotá, doctor Rufino Cuervo, una esquela así concebida: «Como ni todo se debe creer ni nada despreciar, aviso a usted que esta noche me han dicho que Sardá está aquí intrigando y aun convidando para irse a Vélez, donde dicen que Serna hace su deber. Es imposible ya vivir con tánta chispa, sean ciertas o falsas. Póngale usted un espía verdadero a cada uno de esos picaras como Paris, Sardá, etc., para saber dónde van, quiénes los ven, a quiénes hablan. He dicho lo conveniente a Montoya. Ya estoy fastirliado de tántas camorras. Yo escribiré lo conveniente a Vélez mañana y a Tunja." El 23 fueron sorprendidos los conjurados y muerto por uno de ellos el coronel José Manuel Montoya; casi todos salieron el 24 con dirección a Boyacá, hasta donde se les persiguió, y poco a poco fueron cayendo prisioneros, inclusive el jefe Sardá, que luégo se fugó de la cárcel y tuvo tristísimo fín, asesinado a mansalva por un oficial que se había fingido de los suyos. Es de advertir que a los disparos que le hizo el oficial a Sardá, acudió el capitán José Maria Calle. que con una escolta se hallaba cerca, y dio el golpe de gracia al infortunado general. ·68El 28 recibió Santander un denuncio de que don Mariano París reunía gente en Chipaque y Cáqueza para secundar los planes de Sardá, cosa a todas luces infundada, más considerando que Paris no habría sido tan poco pers· plcaz que se rebelase a la hora en que ya la conspiración había sido descubierta y sus principales actores perseguIdos. Don Mariano, cuando empezaron a circular, a mediados de julio, los rumores de una próxima subversión del orden, fue para el general Santander y le manifestó que era ajeno a las tramas contra el orden público y que no pensaba sino en sus empresas agrícolas. Partió para La Picota, fundo cercano a la capital, a emprender en una siembra de trigo, y a fin de obtener los peones que para el caso requería, pasó buscarlos en Une. Esto lo p'érdló, porque a causa de ser de carácter brusco y pendenciero, tenía muchos malquerlentes y no faltaron algunos de ellos que corriesen a avisarle al presidente que París- reunia gente para la revolución. Con esto no faltó más para que el gobernador Cuervo, en virtud de instrucciones de Santander, enviase contra don Mariano, que seguía en la búsqueda de brazos, una escolta al mando del ya mencionado capitán Calle. Oficial y soldados llegaron el 29 a la madrugada a la población de Une y tocaron a la puerta de una casita donde, según informes, estaba el pretenso revolucionario, muy ajeno a lo que contra él se tramaba, pues descansaba en la promesa del gobierno de que podía estar tranquilo en sus labores agrícolas y que se le llamaría si acaso era necesario. Entregóse a la escolta sin oponer resistencia, salvo sí que se negó a montar en un caballo que se le ofrecía e hizo alistar el suyo, en el cual se dirigió con los aprebensores a Chipaque. «Sus palabras y ademanes hicieron temer que se fugase o al menos lo intentase, y Calle pidió refuerzos que inmediatamente le envió el gobernador. Paris fue oblieadd a Mudar de bagale ¥ en otra villa Rasta La fiscaJa, a - 6g. una legua al sur de la capital. En aquel punto había un mesón, al cual penetró Calle para oficiar a Bogotá, y la mayor parte de la escolta penetró también para tomar algunas copas de licor; quedó afuera con el preso el cabo Tomás Munoz. París, viéndose casi solo, aguijó el caballo, dijo' adiós, señores,' y echó a correr. El cabo lo siguió y le hizo un disparo cuya bala le penetró por la espalda, haciéndole encorvar sobre la bestia. El sargento Eusebio Velásquez, quien salió tras de Muñoz, hizo otro disparo que tumbó a París, dejándolo gravemente herido. Calle, a las voces de 'se les fue, se les fue,' dadas por un muchacho de la venta, montó a toda prisa y encontró al herido debatiéndose en las ansias de la muerte; 'para que ITa penara,' según sus propias palabras, él mismo le lanzó un disparo para remataria. Hecho esto, colocaron el cadáver atravesado sobre una bestia enjalmada, y asi lo trajeron a la ciudad por las calles más públicas, inclusive la de la casa donde habitaba París, hasta dejarlo en el templo de Santo DOPlingo» (1). Dicese que uno de los parientes del muerto se volvió loco y que la esposa, doña Mariquita Santamaria, y sus hijos, desde su casa, vieron pasar el cadáver sin imaginar de quién se trataba. El crimen quedó impune; la opinión pública no cesó de reprobar, en todos los tonos, la alevosa muerte dada a París, y los opositores al gobierno afirmaron que el hecho se debía a instigilCÎones del general Santander. La famila París hizo uso de la imprenta para demostrar que su deudo habia perecido cobardemente asesinado. Del bando gobiernisf? se respondió a las publicaciones de los Parises con insultos a la memoria de don Mariano, ante los cuales no pudieron callarse los defen~ores del muerto y se suscitó una acalorada polémica en que de ambas partes se dijeron horrores. · tõ. El general Posada, en sus Memorias histórico politicos, absuelve de culpabilidad a Santander, a los demás miembros del gobierno y jefes del ejército y asigna la culpa de todo al <maldito aguardiente» ya «la nauseabunda chicha.» Pasada la exacerbación de la época, siempre quedó sonando en los oídos de mucha gente el nombre del general Santander como principal responsable de la muerte de - don Mariano. El presidente se defendió de esta imputación cuantas veces se le hizo, pero el úlimo que se la echó en cara, juntamentamente con ia culpabilidad en el asesinato de Sardá, fue el entonces coronel Eusebio Borrero, secretario de lo interior y relaciones exteriores de la adminis'tración del doctor José Ignacio de Márquez. En la sesión celebrada por la cámara de representantes el 30 de marzo de 1840 dijo Borrero, replicando a varios cargos que le había hecho el representante general Antonio Obando, y aludiendo, sin justo motivo, al general Santander, colega de Obando: «Pero yo no tuve la perfidia de mandar asesinos a la casa de estos desgraciados para que los matasen fingiéndose de su partido, como se hizo aqui en 1834 (con Sardá); yo no di orden al comandante 'de una escolta que Ilevab;:¡ preso a un individuo para que, suponiendo que quería escaparse, lo asesinasen por la espalda, como sucedió aquí con el señor Mariano Paris.T> Borrero sostenía el mismo concepto que en sus publicaciones los deudos de París, a saber' que éste no había pretendido fugarse y que cuanto al respecto se decía eran cosas infundadas para paliar el crimen. Santander, como es de todos sabido, se retiró del recinto de las sesiones después de la brusca increpaçión de Borrero, sin decir una palabra. Al otro dia volvió a la cámara, a responder al secretario de lo interior, y terminada su peroración salió del local para no volver más a él. Con las impresiones recibidas se le agravó un mal al higad9, que de antiguo lo atormentaba, y el 6 de mayo dejó de existir. - 71 • Don Mariano, como hemos dicho, era de genio discolo y pendenciero, y a ello contribuían su indomable valor, su temeridad y su fuerza muscular muy considerable. Era diestro en todos los deportes y esparcimíentos en su tiempo conocidos aquí; sabía conducirse admirablemente en los salones aristocráticos y dar por ellos animadas vueltas con alguna encantadora señorita al són de los aires entonces en boga; era muy diestro en el juego del billar y tenía pasión por los gallos. Cuando huyeron de Santa Fe los españoles a consecuencia del triunfo republicano obtenido en Boyacá, pudo don Mariano volver a disfrutar de líbertad y circular por calles y plazas, por salones, por garitos y cantinas en las horas de solaz o de reposo. En el ejército vencedor figuraban algunos conmilitones de don Mariano, pero había muchos que fe eran desconocidos, especialmente entre los lIaneros venezolanos, gente que, en cambio, rolaba en franca camaradería con su hermano don Joaquín, uno de los principales triunfadores en la épica jornada. Era a raíz de la entrada de los vencedores a la capital; don Mariano hallábase jugando al billar con varios amigos, cuando se presentaron algunos lIaneros, y entre ellos un negro fornido y c0Tpulento, apellidado Landaeta, que era un desalmado matón, a quien todos Je temían. El negro había oído hablar de la valentía de don Mariano y acababa de saber que estaba en la sala del billar. Deseoso de armar camorra a Paris, con el fin de que no hubiese un campeón que pudiera superarle, dijo tener noticia de que alii se encontraba un blanco que poseía fama de guapo. DOll Mariano comprendió que el negro le buscaba camorra y sin esperar más, soltó el taco con que jugaba y se retirÓ de la mesa, dirigiéndose a la puerta de la calle, en la cual se detuvo. Landaeta salió tras él, como si fuera a provocaria, y París, sin esperar más y mortificado con la ·12 - insolencia del Ilanero, le dio un punetazo tan tremendo que el hombre fue a dar rodando hasta la mitad de la calle. Levantóse, todo corrido, y dijo ante la gente del billar y algunos transeúntes, que rápidamente habían acudido al comprender de lo que se trataba: •.Qué blanco para pegar duro." El incidente se hizo del dominio general en breves instantes y uno de los primeros en conocerlo fue don Joaquín Paris, quien reconvino al negro por haberle ido a buscar pendencia a uno de sus hermanos. Landaeta, que respetaba y quería a don Joaquín, se excusó alegando que ignoraba que don Mariano fllese hermano suyo, y agregó: «Es que tiene un modo de pegar tan duro! ... » Pocos años después, en 1828, tuvo don Mariano una disputa con el comerciante francés Agustín Horment en la segunda calle del Comercio, llamada hoy Real, por divergencia!: políticas. Horment, según cuenta el historiador Groot, era hombre feroz, pero fino y muy cortés, delgado, de pequena estatura, narizón y un poco tusa. Eran ya los días que precedieron inmediatamente a la conjuración del 25 de septiembre contra la vida del Libertador, en cuyo negocio salió complicado el francés y pagó c(\n el patíbulo su intervención en tan nefanda trama. Cuando la disputa a que aludimos estaba Horment vociferando contra el general Bolívar, puñal en mano y rodeado de varios liberales exaltados, de aquellos que vivían clamando contra el tirano. Don Mariano, que acertó a pasar en esos mom~ntos por allí en dirección a su casa, situ:.lda, como ya hemos visto, al volver de la calle Real, cerca a la esquina que forman la antigua de Florián y la calle 12, oyó las palabras del francés y llevado de su entusiasmo por Bolívar y de la sangre ardiente que bullía, en sus venas, desmontóse con presteza del caballo en que iba, avanzó hacia el corro que formaban Horment y sus oyentes, tomó al primero por los brazos, se los bajó y se los estre- ·73 • chó fuertemente entre los suyos como con intenciones de ahogarlo. El francés no perdió el ánimo y del modo como pudo dirigió el brazo hacia atrás y enterró el arma, de suerte que, penetrando por la espalda la punta del puñal, fue a interesar uno de los pulmones de don Mariano. Este se vio en el caso de soltar a su contrincante que, casi falto de aire, se desplomó al hallarse sin apoyo; pero pronto se recobró y temeroso de que el otro lo atacase de nuevo, echó a correr en dirección a San Juan de Dios. Paris siguió tras él y la rapidez de la carrera lo salvó, porque arrojó la sangre que manaba de la herida y que habría podido asfixiarlo. Horment fue encausado por la puñalada, y el Libertador, amigo de don Mariano, se interesó para que se sobreseyese en el asunto. Ya que hemos aludido a la conspiración de septiembre, agregaremos que los conjurados pensaron en dar muerte a Bolívar en el p:.teblo de Soacha, adonde había ido de paseo por tres días, en compañía del general Urdaneta y de dos de los Parises, don Mariano y don Ramón, pero que lo impidió el general Santander. Don Mariano París, entre las personas que a causa de su modo de ser lo miraban mal, contaba a los señores Montoyas. acaudalados antioqueños, que tenían negocios de comercio ell Bogotá, donde residían y que con ese motivo montaron aquí el mejor almacén de mercaderías de aquellas épocas. París, que no los quería, dijo que los antioqueftos se habían adueñado del comercio bogotano y llevó su inquina hasta dar de puñetazos a don Luis Montoya, circunstancia que acaso contribuyó a perderlo en el concepto del general Santander, grande amigo personal y político de los mencionados caballeros. Los Montoyas, deseosos de buscar el desquite con París, trajeron de su tierra un negro que bien habría podi- do cotejarse con Landaeta. Esperaron la ocasión de que ·74· el africano se las hubiese con aquel cascarrabias, con esa escolina, como le llamaban muchos en Bogotá. Hacíase extensivo el apodo a otros Parises, que tampoco eran de genio blando aunque estaban distantes de ser tan pendencieros. Don Joaquín era el único de la familia que, sin dejar de ostentar su valentía cuando llegaba el caso, era de natural reposado y prudente, lo que le había merecido el sobrenombre de lima corriente, para distinguirlo de las ásperas escofinas. La ocasión anhelada por los Montoyas vino a presentarse en la gallera, sitio al cual era asiduo concurrente don Mariano. Un domingo asistian a las riñas en aquel establecimiento, situado entonces en la carrera 8.", a inmediaciones del río San Agustín, los Arfublas, también acaudalados antioqueños, don Francisco Urda neta y otros muchos caballeros de distinción, entre ellos el infaltable París. Varios de los presentes, que sabían el objeto con que el negro de los Montoyas había sido traído de sus montañas y a quienes no desagradaba cambiar la lucha entre dos aves por un combate singular entre dos hombres, arreglaron las cosas de manera que los dos gallos que iniciaran la sesión fuesen careados por don Mariano y por el negro. El primero, que de sobra sabía lo que le preparaban, no quiso carear al animal y con su propia cara buscaba la del antioqueño; éste esquivó el rostro de don Mariano, ya/gunos asistentes que los habían estado azuzando le reprocharon su proceder, pero él respondió: «No, señores; ese blanco me pega.» CAPITULO VII Don Pepe París. Amistad con CJ3olíva~.- Enlace mat~imonial. - Reti~ada al Cauca. - Una pallsa.. - Via.je a.l exte~io~. - Don José MMía BM~ionue'lJo. - Cami· sMn a Zipa.qui~á. - Pa.stos ext~anje~os. - El lote del CApitoHo. La.s minas de esmeMldas. - Cont~a.to de a.~rendar1liento. - N~ cont~a.to. - CPenu~ia.de Pa~ís. - Los sec~eta.rios Sofo)1 MÁI'qu.:s. Nue'lJo sistema de explota.ci6n de las mina.s. - Result¡u/os de él. Otro "pia.lea.l extraníe~o. - Consecuendas de la. paliza. Don José Ignacio París y Ricaurte, el. tercero de los hijos de don José Martín, familiarmente conocido por don Pepe, a causa de que firmaba de ordinario José Paris Ricaurte, fue enviado muy joven a Europa por sus padres; residió primero en España y luégo en Francia. Aquí conoció y trató al futuro Libertador, de quien llegó a ser grande amigo y fer.viente admirador. Bolívar recorría entonces las principales naciones europeas y estaba muy leias de imaginar que llegaría a ser el fundador de dnco na~ionalidades suramericanas. A causa de la revolución que estallÓ en Bogotá el 20 de julio de 1810 regresó don José Ignacio a esta capital, donde tenía compromiso matrimonial con su prima dona Juana Prieto y Ricaurte. El enlace,se efec- tel tuó aquí en enero de 1812. De los amores de don José Ignacio da buena idea una carta escrita en Popayán el 20 de octubre de 1807 por don Jerónimo Torres y Tenorio a su hermano don Camilo, resídente en Santa Fe. Hé aquí lo pertinente de esa carta : « Hace pocos momentos estuvo aquí Isabel-la interesante esposa de nuestro hermano M;¡nuel, siempre hermosa y esbelta - a traerme ciertas consejas, verdaderamente pueriles y ridiclllas, para que te las transmita en su nombre. Ella te saluda y dice que su hermano José (Francisco José de Caldas) le escribe últimamente de ésa haciéndole mil primores de Camilo y de la Gran Pacha, y la informa a la vez haber notado que un jovencito de corta edad--'-:'mozalbete, lIaméldo José Ignacio París, hijo del madrileño don Martín y de doña Genoveva Ricaurte, tía de Pacha-frecuenta mucho tu casa y pretende en matrimonio a Juanita, tu cuñada: sábe también que la chica lo estima; que la ha pedido con el término de cuatro años! ! para efectuar su enlace, y que su madre, doña Rosa Ricaurte, vacila muchísimo en el asunto por las consideraciones apuntadas.» El3 de mayo de 1816 abandonó su feliz hogar el capitán don José Ignacio París para marchar al Cauca en compañia del presidente de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, don José Fernández Madrid. Como es de todos sabido, la llegada del presidente a Popayán ocurrió en las circunstancias más criticas y aflictivas para la patria; renunció a poco el mando, y lo propio hizo el general don José María Cabal, jefe del ejército; quedó encargado de la dirección del gobierno y de las operaciones militares el coronel Liborio Mejia, quJen no creyó decoroso entrar en arreglos con los realistas, y antes que retirarse, como había sido la opinión de Cabal, prefirió atacar al jefe espanol, don Juan Sámano, que estaba atrincherado en la cuchilla q'ue 'domina el pueblo del Tambo, a seis leguas de Popa'J - ?7. yán. Allí sucumbió un puñado de valientes el 29 de junio y con eIlos las esperanzas de independencia y libertad desaparecieron por entonces. Cabal se había dirigido a Buga, su ciudad natal, adonde llegó también don José Ignacio y tuvo ocasión de hablar alii con el ilustre militar y hombre de ciencia caucano. Al saber éste la derrota experimentada en la cuchilla del Tambo y la consiguiente dominación de Jas realist;¡s en todo el Cauca, resolvió ocultarse para no caer en poder de ellos, y se fue· a buscar refugio en la cordiIlera Central de los Andes. Los vencedores diéron se a buscarIa con grande empeño y a inquirir noticias del paradero del general, interrogando a cuantas personas podían haberlo visto. Enterados de que don José Ignacio había hablado con Cabal, supusieron que no ignoraba el escondite y le exigicl on que lo revelase. París no los complació, y para obligarlo a que confesase lo que tánto les interesaha, le dieron una paliza y Jo dejaron postrado en el sitio, como muerto, sin que por eso ~delantaran en sus investigaciones. Cabal, escaso de recursos, envió un criado a la ciudad para que se los proporcionase; de él consiguieron los españoles, sin mayor esfuerzo, lo que no habían logrado de París, yel general fue apresado y conducido a Popayán, donde se le fusiló. Don José Ignacio logró restablecerse de la paliza, pero no completamente, y ella le ocasionó lesiones tan graves que con el transcurso del tiempo le produjeron la muerte. Fue traído a Bogotá y estuvo preso, como su padre y como lo estuvo también su hermano don Antonio, en el colegio del Rosario, de orden del Pacificador. Al restablecerse la República después de Boyacá, fue agraciado con el empleo de contador del tribunal de cuentas. Poco tiempo después hizo un nuevo viaje al exterior y permaneció en los Estados Unidos. Alli contrajo relaciones de amistad con don José María Barrionuevo, caballero español entusiasta vtst la iñdepéndênéia àmericana y muy perito én acnaqi1é'S de mecánica. Juzgó oportuno utilizar los servicios deBao. mOr1Uevo ylo trajo consigo a Bogotá. contratado para fundar uttá maestranza destinada a reparar Jas armas de fuego del ejército nacional. E.l mismo espaflol fue luégo entargado por el vicepresidente Santander para fabricar el éorreaje del equipo de los soldados. Hombre ajeno a las odiosidades de bandería, distinguióse el señor P"aris durante la época de la Gran Colombia por su amor al orden ya las instituciones vigentes. Su Intachable conducta cívica le granjeó el respeto y la consideración de amigos y adversarios; de ahí que cuando el 14 de abril de 1831 se efectuó en Zipaquirá un movimiento de reacción contra la dictadura del general Urdaneta, fuese enviado como mediador entre los sublevados y las autoridades de Bogotá. Sus gestiones alcanzaron la promesa de que los de Zipaquirá depondrían las armas de acuerdo con ciertas condiciones. que aceptó París pero que no fueron del agrado del primer ministro de Urdaneta, don Juan Garcia del Rio, el cual improbó que se volviese, como se había convenido en el armisticio del caso, al restablecimiento de) ministerio que actuaba el 26 de agosto de 1830, cuando fue desconocido el gobierno de don Joaquin Mosquera. La falta de ductilidad de García, improbando lo acordallo en Zipaquirá, no hi70 sino prolongar la guerra civil, que luégo terminó mediante un arreglo análogo al suscrito por don José Ignacio, como fue la vuelta al gobierno legitimo, entrando a ejercerlo el vicepresidente don Domingo Caicedo. Don José Ignacio, espíritu eminentemente práctico y atento a las necesidades del pais, procuró siempre en sus viajes al extranjero aportar algo útil; deseoso de dar impulso a la ganadería, introdujo el pasto f/amado reygras, que vino, a continuación del carretón, traído por el genera) Narino, a transformar muchas dehesas en prados de incalculable riqueza, reemplazando en ef/os la grama silvestre • 79 • por plantaS farrajeras de mejores condiciones nutritivas. Era hombre de bastante caudal, que podia llevar vicia desahogada; de ahí sus idas al exterior y el empella por impulsar en alguna forma el progreso patrio. Las modernas generaciones le recu~rdan por haber sido el donante de la soberbia estatua del Libertador que se destaca en la plaza mayor de Bogotá. Este fue el principal de los muchos obsequios que don José Ignacio hizo a la República o al común. Recordamos, como lino de los últimos, una pila de salto que hizo construir en Funza, a cuyo municipio la donó en 1847. Ya en 1820 había intentado hermosear la plaza donde más tarde se colocó la estatua de Bolivar, haciendo desaparecer las ruínas de vetustos edificios coloniales que la afeaban por el lado occidental. Al efecto, en junio de dicho año propuso compra por los solares del palacio de la audiencia y del viejo palacio virreinal. El vicepresidente de Colombia, general Santander, como encargado del poder ejecutivo, despachó desfavorablemente la solicitud de París, y los fundamentos de su negativa fueron los de que ahí habría de construirse un palacio nacional; para que en el mismo sitio donde nuestros abuelos vieron destacarse edificios oficiales de modesta y sencilla arquitectura, se irguiese más tarde una ma¡{nífica e imponente fábrica, en consonancia con la majestad de la República. París consiguiÓ engalanar la plaza principal de Bogotá cinco lustras más tarde, y el mismo gobernante a quien cupo la satisfacción de descorrer el vendón que el 20 de julio de 1846 cubría la efigie del Padre de la Patria, inauguró en el aniversário siguiente la construcción dei capi •. tolio. Su riqueza estuvo a punto de desaparecer totalmente, debido a un contrato que con el gobierno de ColombIa celebrara para explotar las minas de esmeraldas ubicadas en jurisdicción de Muzo; mas al cabo de algunos años logró rehacerla y disponer de dineros que le permitieran realizar el bien a manos llenas. - 80 - El arrendamiento y beneficio de las minas de Muzo ~$ una de las faces más conocidas y por ende más interesantes de la vida de don José Ignacio. Merece por ello que nos detengamos un poco en el asunto. El congreso de Colombia, sin duda con el objeto de impulsar la industria minera que habia ido muy a menos a causa de la guerra de independencia, dictó el 5 de agosto de 1823 lin decreto (I) que autorizó al poder ejecutivo para dar en arrendamiento las minas que eran de propiedad de la Repùblica, del modo que pareciera más ventajoso al mismo ejecutivo. El congreso exceptuó de toda enajenación las minas de platino existentes en la provincia del Chocó. Diversos hijos del pais y también algunos extranjeros que tenian vinculaciones entre nosotros hicieron propuesta por algunas minas. El más importante de los negocios que el gobierno llevó a cabo de acuerdo con la disposición legislativa a que hemos aludido fue el de las minas de metales preciosos situadas en La Vega de Supia y en Marmd/no El contrato respectivo se suscribió el 18 de abril de 1825, figurando como arrendataria lacasa inglesa de B. A. Goldsmith, a la cual subrogó poco tiempo más tarde otra compañia de la misma nacionalidad, la que giraha Con el nombre de Powles, Illingworth, Wels & Compañía. Siguió en importancia y también en orden cronológico a ese contrato otro celebrado con don José Ignacio París el 28 de junio de 1828, para beneficiar las minas de Muzo por el término de diez años, abonando al gobierno la décima parte del prod~cto bruto que de la venta de las esmeraldas se obtuviese. Diose Paris a explotar las minas, pero los procedimientos rudimentarios que para ello se empleaban no le (I) En tiempos de la Gran Colombia y de la Nueva Granada. los congr8Ol dictaban leyes., decretos legislativos. Estos últimos resurgieron en la moderna Colombia. pero emanados del poder ejecutivq. • 61 • dieron resultado provechoso sino pérdida neta. En esas condiciones, las esmeraldas resultaron para él un verdadero presente griego, que iba a dar al traste con el capital de que disponia y a poner en peligro su salud y aun su vida en un clima que hasta la época presente es considerado malsano. Comprometido su capital en la explotación, próximo a la ruina completa y sin esperanza de poder resarcirse con los que él miraba como resultados problemáticos del negocio, obtuvo que el gobierno reformase el contrato en condiciones menos onerosas. En esta virtud suscribieron París y el ministro de hacienda, el 22 de abril de 1830, nuevocompromisode arrendamiento. El porcientaje correspondiente al fisco se fijó apenas en un cinco por ciento, y para.compensar en algo los cuantiosos gastos hechos por don José Ignacio, se elevó a veinte ¡Iños el término del arriendo, a contar desde 1828; pero se hizo constar claramente que aquel porcientaje se tomaría del producto integro de Jas minas, sin deducir las sumas que París hubiese invertido en la instalación, que habría de quedar a beneficio de la República, ni tampoco el dinero destinado a costear la "explotación. Las ventajas conseguidas por don José Ignacio con el nuevo contrato no resultaron en un principio tales; las pocas piedras que del anticuado sistema de laboreo podían obtenerse no cubrían sino mínima pare de los gastos. El enantes acaudalado empresario viose en aprietos para atender a sus compromisos y hubo de contraer diversas deudas, que se reunieron a la que pesaba a favor del fisco, por el 10 y luégo por el 5 por 100 del producto total de la venta de ~smeraldas. Y cuenta que esa deuda, como puede comprenderse, era relativamente insignificante, siendo casi frustránea la explotación de las minas. El doctor Francisco Soto, secretario de hacienda de la ad'1\inistración granadina del general Santander, celoso como el que más de la exacta recaudación de las rentas nacionates y ajeno a favoritismos y contemplaciones cuando estaban de por medio los intereses públicos confiados a su custodia, hizo apremiar a París a fin de que cubriese lo que adeudaba, y obtuvo en marzo de i833 la promesa de que el dia último de ese afio quedaría don José ignacio a paz y salvo con el fisco, previa presentación de ta cuenta debidamente comprobada con sus libros. Terminó el año y París no pudo cumplirle al doctor Soto; este último resolvió librar orden a la gobernación de Vélez, en cuyo territorio quedaba Muzo, para que notificase al deudor que por sí mismo o por medio de apoderado se preselltase en la tesorería general de la República, en Bogotá, y exhibiese ante el jefe de esa oficina la cuenta comprobada con sus libros, en el término de quince días contados desde la notificación. Soto no se contentó' con esto y pidió a los gobernadores de Cartagena y Santa Marta el dato de las esmeraldas que por los puertos mayores del Atlántico se hubieran enviado al extranjero. Parece que don José Ignacio, alin cuando hizo grandes esfuerzos, no pudo satisfacer los reclamos del do£tor Soto. Al gobierno sólo le había abonado hasta et mes de junio 'de 1830, cuando su fortuna no había sufrido tántos quebrantos. Aquel secretario de hacienda y su antecesor doctor Márquez se preocuparon seriamente por los bienes nacionates, en tos cuales reinaba antes verdadero desgreño, al cuat puso en parte remedio el Libertador, por lo que a las minas se refiere, con un decreto que expidió en Quito et 24 de octubre de 1829 y que era un reglamento sobre minas, todas las cuales podrían ser enagenadas a perpetuidad. -Conforme a las leyes, decía el artículo 1.0, las minas de cualquiera clase corresponden a la República, cuyo gobierno las concede en propíedad y posesión a los ciudadanos que las pidan, baJ,o las condiciones expresa- - 63 - das en Jas leyes y ordenanz;¡s de minas y con las demás que contiene este decreto». En tan poco se tenian los yacimientos de minerales, que '3U adquisición, por el mismo reglamento, era poco ont'rosa para los particulares, quienes habrían de satisfacer, por el titulo de propiedad de cada mina de metales y piedras preciosas, los derechos de araneel, que entonces eran muy reducidos, y además habrfan de consignar por anticipado, en la respectiva tesorerfa provincial, la suma de treinta pesos. El doctor Márquez habia expresado en su memoria a la convención constituyente de la Nueva Granada, en 1832 : «Las minas de metales y piedras preciosas deben COntarse entre las propiedades de la República, y el ejecutivo, en fuerza de la ley de 5 de agosto, ha celebrado varios arrendamientos ya con ciudadanos de Colombia, y ya con extranjeros. Casi todos deben pagar el cinco por ciento de sus productos netos. y sus rendimientos han sido hasta ahora muy escasoS. Por la naturaleza del contrato no nay una base para hacer cargo a los contratistas, }Jues para saber cuál es el producto neto, es necesario estar a su palabra y suponer que son efecti vos los gastos que aseguran haber invertido. Estos arrendamientos deberfan hacerse siempre por una cantidad determinada, y de este modo sabria el arrendatario cuánto tenía que pagar y el gobierno cuánto tenia que exigir, porque reposar solamente en la bllena fe de los hombres es tener una confianza muy jJimi~ tada, cuando en otros negocios al exigir seguridades se les supone capaces de faltar a su deber.» La convención no introdujo reforma en los contratos de arrendamiento, como pedía el doctor Márquez, y al menos con París y otros sujetos de reconocida honorabm •. dad no sufrIó perjuicio alguno el fisco, porque es de advertir que al fin logró el concesionario de las minas de Muzo quedar bien con todos los acreedol es. 11 ·84· Los arrendatarios de las minas de plata que en Santa Ana, provincia de Mariquita, o sea el actual departamento del Tolima con algunas variantes, poseía el gobierno nacional trajeron de Inglaterra para dirigir la explotación de eUas a don Jorge Cheyne, ingeniero muy versado en su ramo y que introdujo saludables innovaciones en la industria minera. El general don Joaquin Paris que estaba en ese entonces (1833) dedicado a empresas agricolas en la hacienda de Peñas Blancas, que poseia en la misma provincia, tuvo noticia de la habilidad del setior Cheyne y fue a consultarie sobre lo que a su hermano don José Ignacio le ocurria en Muzo; el ingeniero le indicó que el sistema racional de explotación era el llamado de tajo abierto, que no se había puesto en práctica hasta esa época para extraer las esmeraldas, y que para ello debia empezar por formar una zanja en donde corriese bastante água. El general se apresuró a enviar instrucciones a flU hermano, quien emprendió trabajos de acuerdo con lo indicado y en breve tiempo vio compensados sus esfuerzos con la reunión de"una considerable cantidad de las ansiadas piedras. Tanto para lograr su venta en mercados a propósito como para buscar remedio a dolenCias que lo aquejaban y que eran consecuencia de la paliza recibida de los españoles en 1816, resolvió realizar un nuevo viaje a Europa. Habíansele presentado en el brazo izquierdo unos tumores cancerosos que le producían dolores agudos y no le permitian disfrutar de tranquilidad y reposo. Arregló todos sus asuntos y salió de Bogotá para el viejo mundo el afio de 1839, en compaflia de su hijo don Enrique Paris y Prieto. Tan'pronto como arribó a París se hizo examinar de los más reputados médicos de esa metrópoli. quienes le aconsejaron, como inaplazable, la intervención quirúrgica. A dos operaciones hubo de someterse don JOSé Ignacio y ninguna de ellas le proporcionó el deseado alivio., , , CAPITULO VIn La estatua de Bolívar Objeto de ella.-Estatua. de Camilo TOffes.-Retfa.tos de Bolí'Vaf.- Un pfonóstico de Canova..-Lo que se pa.g6 a. Tenua.ni.-El pedestal de la. esta.tua. de Bolíva.f.-El obispo TOffes.-Obsequios a Bogotá.. Ofdenanza. de agMdedmiento.-Donadón de la estatua. a. ta Repú· blíca.-Ley del congfeso nadonal.-Ina.uguMdón de la. estatua. Hefmosa publicad6n.- Medallas cOl1memofa.ti'Va.s.-DesCfipd6n de la esta.tua.-Otfos monumentos.-Defechos de aduana. - El acueducto de Bogotá.-La sodedad Filafmónica.. Don José Ignacio París permaneció en Europa varios años; residió gran parte de ellos en Italia, donde se empetló en la adquisición de dos estatuas, una del Libertador Bolívar y otra de Camilo Torres. Con Bolívar lo había ligado no sólo estrecha amistad sino también imperecedera gratitud; con Torres, igualmente la amistad y sólidos lazos de parentesco político. Con la primera se proponía adornar la histórica quinta de Bolívar, situada a los alrededores de esta capital, hacia el noreste, quinta que habla sido obsequiada por el mismo Libertador a la hija de don José Ignacio, doña Manuelita Paris y Prieto, más tarde esposa de don Diego Tanco Armera. Con la estatua de Torres quería don José Ignacio evitar que el pueblo colombiano olvidase, • co- al tornarse de siervo en libre, los servicios prestados por los próceres, y quiso sin duda "precaver a la República de la afrenta de tal olvido Y al erario el desfalco de alguna mezquina suma de su caudal, del cual los mandatarioS en su mURi1icencia se sirven a menudo para hacer con él larguezas gratuitas dispensadas sólo a favor de sus parciales» (1). La estatua de Bolivar fue encargada al célebre artista italiano Pedra Tcneran;, discípulo de Antonio Canova, autor de la de Wáshington. Paris quiso confiar también a Tenerani la ejecución de la de Torres, pero tropezó con la insuperable dificultad de no haber podido hallar en esa época ningún retrato del prócer, bueno o malo, que sirviese de modelo al escultor. Para la estatna de Bolívar llevÓ Paris dos retratos del héroe, ambos con algunos defectos, e indicó al artista los rasgos fisonómicoS que debía desechar de una de las efigies y los que era preciso pasar en olvido de la otra. Tiene mucho asenso la versión de que cuando don josé Ignacio se presentó en el taller de Tenerani, dicho artista se llenó de entusiasmo porque via cum plida una profecía L1ueen 1819 le había hecho su maestro, a quien ayudó a modelar la estatua del Libertador de la América del Norte. Dícese que Canova, entusiasmado con su obra, grato a la colaboración de Tenerani Y hecho a admirar las hazañas portentosas realizadas por Bolivar para alcanzar la independencia de cinco repúblicas, manifestó al discipulo que a éste habría de correspond~r, andando los tiempos, la gloria de perpetuar en el bronce la imagen de nuestro Libertador. Tenerani, recordando el pronóstico, cuando París fue en busca suya exclamó ante el granadino: «El trabajo que usted quiere será mi obra maesh a; hace algún tiempo que (I) Cecilia Cá"Jen••• Datos para la biografía de don Camilo Torres. - 87 - m~jito soble la posibilidad de que se realice el pronóstico de mi maestro y aun he llegado hasta concebir una idea.Tomó un p~dllo de cera, hizo con él una figura y la preSelttó a Paris, quicn la aprobó (t) y entregó al escultor los dos retratos del héroe, para que atendiese al parecido, de acuerdo con las indicaciones que sobre el/os le hizo. Siguiendo esa versión se ha llegado a afirmar que Tenerani aceptó el encargo de Paris como algo que estaba obligado a realizar tan sÓlo por el amor a la gloria, sin interesar ni un sólo céntimo. Mas lo cierto es que don JOSé Ignacio pagó muy bien la obra, dando a Tenerani, lira sobre lira, el equivalente de doce mil pesos, en presencia de don Pedro Maria París de la Roche (2), el cual acompañó a su tío a la morada del artista y fue testigo del contrato que para la ejecución de la obra hubo de pactarse. Así lo refirió dicho testigo a su hermano don JOSé Joaquín París. Tenerani entregó el modelo de la estatua en yeso y el correspondiente pedestal en 1842, y en ese año regresó a la patria don Pedro María conduciendo dicho pedestal, hasta lograr depositario en Bogotá, después de vencer dificultades sin cuento, no sólo en la subida del río Magdalena, desprovisto entonces de barcos de vapor, sino también, y sobre todo. en el ascenso de Honda a esta altiplanicie; lo que fue labor de varios meses, porque los peones que se obtenían para cargar los cajones que contenían las piezas del monumento invertían algunos días en recorrer cortísimo trayecto y, en seguida, cansados y llenos de desaliento, desistían de su compromiso y era necesario acudir en busca de nuevos cargueros. (I) Scarpetta y Vergara, Dicciona.rio biográfico. (1) En el congreso nacional se propu,e en viar a Europa, a educarse por cuenta del erario, a los hijos !e1general don Joaquín París. El proyecto no llegó a perfeccionarse y el general, de su propio peculio, mandó al viejo mundo a lo. do. mayores, don Pedro María y don Celestino. ·88DDn José Ignacio hizo fundir la estatua en Munich, en los afamados talleres de J. Millien. Su residencia en la Ciudad Eterna fue bastante larga. Allí, como en dondequiera que vivió, esmeróse en servir a su tierra y a sus compatriotas, de cuantas maneras se lo facilitaban sus influencias personales o su dinero. Cordobés Moure refiere en sus conocidísimas Reminiscencias de Santa Fe y Bogotá que a París se debió el allanamiento de los obstáculos que se presentaban para que la Santa Sede pudiera preconizar obispo de la diócesis de Cuenca, en el Ecuador, al doctor Pedro Antonio Torres, hijo de Popayán y antiguo capellán del ejército libertador, porque faltaba a ese prelado la legitimidad del nacimiento. En 1842 había remitido a Bogotá dos maquinitas de tejer y cien juegos de cardas, obsequio a la casa de Refugio, y mandó, a su costa, dos obreros italianos para que ensayasen el manejo de esos aparatos. La cámara provinelal de Bogotá, en una ordenanza especial, hizo constar su gratitud por esa pt ueba de munificencia del señor Paris, quien había ofrecido contribuir ampliamente con su dinero al fomento de la capital y del país en general. Con este motivo, el gobernador de Bogotá dirigió a un hermano de don José Ignacio la carta que sigue: "Bogotá.8 de mayode 18H. "Señor general JoaquIn Pari,. «Puesto que su hermano de usted se ha propuesto invertir su caudal en beneficio de este país, dando un ejemplo de desprendimiento y patriotismo, que probablemente no tendrá muchos imitadores, creo oportuno hacer a usted algunas indicaciones por si usted juzgart~ conveniente dirigirIas a Europa. «1.0 Una pila de mármol blanco sería un objeto muy bello y que adornaría la plaza mayor de esta capital. Si se consigue la pila, yo me encargo de hacerla poner y cercaria - 89 - de una baranda de hierro, y de que se le surta abundantemente de agua. «2." Si el señor Paris cede al público uno de los bustos que posee, yo me encargo de hacerla coloc1r en la plazuela que se está haciendo al principio de la Alameda, y en este caso a la expresada plazuela se le daría el nombre de Bolivar. «3.0 Una, dos o más lápidas de mármol con las inseripcion~s históricas o geográficas que se acompañen, seda un bello regalo para la ciudad. Yo las haría colocar en dos pequeños obeliscos situados en los extremos del altozano de la catedral o en la misma plazuela de Bolívar. «4.0 Algunos faroles de reverbero para colocar en las principales calles y plazas de la ciudad, serían muy útiles en la capital. 415.0 Un reloj con muestra para el público seria también muy útil. 416.0 Contratar un ingeniero para que se haga cargo de la composición del camino de Honda, sería un servicio muy importante para toda la Nación, y si se logra su venida, yo promoveré lo conveniente para que se le asigne un sueldo y se le encargue la dirección de los caminos provinciales. «7.0 Pero entre las cosas útiles que el seriar Paris podría promover en beneficio de su patria, nada sería comparable a la conducción de un tren completo de casa de moneda con los respectivos operarios, para que en adelante se hiciera la fabricación de moneda pOI cuenta de los particulares que quisieran entrar en la empresa. Si el señor Paris pudiera realizar este proyecto, podria asegurar la subsistencia futura de todos los individuos de su familia, contratando con el gobierno la imposición o censo, sobre la misma casa, del capital invertido. Debe recordarse que un capital impuesto sobre la actual casa de moneda está rl;diluando todavia y p.roporclonando auxilias positiv.os a - 90· una multitud de familias en que ha llegado a dividirse la fundadora de la imposición. El señor París, si trae 101' útiles necesarios para la casa de moneda, es seguro que contará con la protección de todos los hombres que se interesan por la República y con las bendiciones de todos sus conciudadanos. El gobierno está actualmente autorizado para hacer todos los arreglos necesarios en estos .establecimientos. «Si el señor Paris cede para la ciudad el busto de Colón, yo me comprometeria a colocaria en un obelisco en el centro de la plazuela de San Francisco, rodeándolo de una reja de hierro y de árboles, para que aquella plazuela tome en adelante el nombre de plaza de Colón. «Como he sabido, por lo que usted me dijo en días pasados, que el generoso hermano de usted habia excitado a algunas personas para que le indicasen lo que pod~{a ser útil para el país o para embellecer la capital, he escrito a usted la presente carta para que usted pueda hacer de ella el uso que le parezca conveniente. «Con afecto de atención, me suscribo de usted muy atento y obediente servidor, . «Alfonso Acevedo." Entre las inscripciones para las placas figuraba en primer término la siguiente, en una lista que Acevedo incluyó al general París: «La ciudad de Bogotá, capital de la República de la Nueva Granada, tenía en el afio de 1800, 21.460 habitantes. Tiene, en 1843,40.086. En 1844 emprendió don José Ignacio viaje de regreso a Bogotá, dejando en Europa las instrucciones necesarias para que se remitiese acá la estatua una vez fundida; dicha estatua Iiegó a fines de 1845 y al celebrar el congreso granadino su correspondiente reunión anual, el año siguiente, París hizo donación del soberbio monumento a la República, lo que efectuó por acto del 20 de abril. Al contem- .91 . pIar de nuevo la obra maestra de Tenerani, se creyó como culpable de egoísmo al haber pretendido encerrar en una mansión particular ese monumento, y sagaz apreciador de la belleza, no vaciló en ofrecer a todos sus compatriotas ~a efigie del grande hombre, que, colocada en el centro tie nuestra metrópoli, serviría, como él antes lo había pensado, para salvar del olvido las acciones del ínclito guerrero. "París, hombre de instrucción al mismo tiempo que artista de sentimiento, no contento con edificar, consagrar y regal:1r al Libertador la lujosa quinta de Bolívar, al oriente de Bogotá, quiso adornar su pórtico con una estatua que recordara las facciones del que habla sido su amigo, su protector y su ídolo- (1). El congreso se apresuró a aceptar la estatua, en nombre de la Nach\n, por ley de 12 de mayo, así concebida: «El sen<-do y la cámara de representantes de la Nueva Granada, reunidos en congreso, . «DECRETAN: «Artículo 1." El congreso acepta con alto aprecio la estatua del libertador Simón Bolívar que le ha presentado José Ignacio París. «Artículo 2.° El congreso confía al honor, a la lealtad y a la gratitud de los granadinos este monumento, símbolo de las glorias de Colombia y de la independencia sudamericana. "Articulo 3.° La estatua del Libertador se colocará en la plaza mayor de la capital. <Artfculo 4.· El pedestal de la estatua llevará estas inscrtpciones: por el frente, El congreso de la Nueva Granada al Libertador Simón Bolivar, y por el lado opuesto, Donación de !osé Ignacio Paris al Congreso de la Nueva Granada. Mil ochocientos cuarenta y seis. (I) AIMrto Vrdaneta. E$¡em~fo[ogic () m_yo {CCJftOg"'ffr» •• 9ol/tn,-, JI - 92 - «Artíc¡¡lo 5.° El poder ejecutivo dispondrá la solemne colocación de este monumento, y hará del tesoro nacional los gastos necesarios. «Dada en Bogotá, a 11 de mayo de 1846. «El presidente del senado, A:';TO:'\IOMALO-El Presi. dente de la cámara de representantes, MARIANOOSPINAEl senador secretario, losé Maria Sáiz-El representante secretario, Francisco de Paulo Torres. <Bogotá, 1.0 de maJo de 1846. «Ejecútese y publíquese. u.. «T. C. DE MOSQUERA ~ ;#.; «El secretario de relaciones exteriores y mejoras;:,,¿~.:«Eusebio lJ-o,~#"--Dictadas por el congreso y por el ejecutivo todasfas disposiciones necesarias para la inauguración de la estatua, ésta fue solemnemente descubierta el 20 de julio. «A las nueve se celebró en la catedral misa con Te Deum, en los que ofició el ilustrísimo arzobispo Mosquera. Terminados esos actos, se dirigió el presidente con sus secretarios y con otros funcionarios y empleados públicos al palacio de San Carlos, de donde tornó a la plaza, caballero en arrogante corcel; pronunció un discurso en homenaje al libertador, que terminó con un j Viva Bolívar! en cuyo instante quedó descubierta la estatua, que se hallaba envudta por la bandera nacional." (I). Con posterioridad a 1846 se han inaugurado en-varias ciudades hispanoamerkanas, como Caracas, Líin~Õü.aya- . quil, Maracaibo, otras estatuas de Bolívar, inclusi~1a'qUë' debió servir para el monumento que guardara e(córazóñdel héroe en la catedral de Bogotá; pero los peritos en obras de arte están unánimes para reconocer que ni.nguna iguala a la de Tenerani, que ha sido descrita de este rnQdo: (1) Arboleda, fflstorlfl con'úmporánea de Colombia, IDmoH. . eLa estatua es de magnitud heroica, y el pensamiento, aunque complicado, deja comprender perfectamente la sublime idea de Tenerani, representando al legislador a la vez que al guerrero y al guardián de los derechos patrios. «A la estatua unió el sefior Paris la donación de medallas conmemorativas del monumento y una bellísima publicación en italiano, escrita por Gerardi, adornada con seis grabados en acero, en gran formato, y de primera fuerza como obras de arte." «No contento el señor París con hacer el precioso presente a su ciudad natal, y aun podemos decir a la posteridad entera, contri huyendo con todos sus medios para legar la mejor efigie que se tenga del Libertador, inspirando al artista, facilitándole Jas medios y los documentos necesarios para que creara ]a sublime estatua, quiso que la obra fuera conocida universalmente y sus amigos la conservasen, por decirlo asi, en su propia casa; que las bibliotecas la registraran en !,us catálogos, Jas bibliómanos en sus estantes, los artistas en sus carteras, en una palabra, que todo admirador de la gran figura de Bolivar pudiera contemplaria a su gusto; y para conseguiria, hizo reunir en un solo volumen, en gran formato, seis bellísimos grabados representando la estatua, el pedestal, los bajos relieves que la soportan, precedidos todos ellos por la sin igual descripcción de Filippo Gerardi, por dedicatorias alusivas, en esmeradísima edición y lujoso tirado; y todavia no contento con todo esto, quiso acuflar medallas reproductivas de parte del gran monumento, y lo llevó a cabo en oro, plata y bronce, y en tan gran profusión, que quiso se esparciesen en todo el orbe, para mayor gloria del hombre de su admiración, dando asi más y mejores títulos a la historia y a la posteridad, pruebas de su munificencia y de la gloria del hombre a quien consagraba toda su admiración. Conocidisimo es el volumen, aunque ya hoy completamente agotado, a que hacemos alusión. Tan solo entre los ver- ••••• daderos amateurs se conserva. Tirado en rico papei \vathman, con lujosos márgenes, pues que siendo el libro de 25 páginas solamente, y teniendo om,46 de alto por om34 de ancho, tiene la composición de imprenta únicamente, entre un marco de doble línea, oml4 por om22, y cuyo tipo es la 'gran pica.' Por titulo tiene el curioso volumen: 'Intorno -alla-statua di Bolivar-opera delprofesore Pietro Cabalier Tenerani-Discorso di Filippo Gerardi- Virtú contra il furore--Piglierà e'armi e fía I combatter corto-Petrarca-Uvorno - Tipografía Bertani, Antonelli e c. /845.' Yen la segunda página, como dedicatoria, dice: ¡ A. D. Gui.eppe. Paris di. Bogotá. Che. egrefliamente. Onora. L'Amicizia-erigendo. una. statua. ln. bronzo-a Simone Bo/ivar.-Que!;to. Seritto. Che. di. essa. Ragiona-L'autore introvata '''. El primer grabado representa la estatua, casi de perfil, en toda su magnitud, sobre su severo pedestal; el segundo, la estatua estudiada en sus detalles; los otros. los cuatro bajos relieves (I). cIndudablemente es esta estatua, como retrato, el más parecido al Libertador, y como obra de arte la que sirvió de matriz a todas las demás que hasta hoy se le han erigido; como obra de buen afecto, la que más gloria produjo al artista más notable de la mitad del siglo; y como recuerdo, la más grata personificación encarnada en el señor París para representar el amor de los granadinos al Libertador» (2). cEl héroe tiene desnuda la cabeza; por las espaldas le cae un manto; y un canto de él, pasando por debajo del brazo derecho, va a unirse bajo del izquierdo que los recoge juntos, y tiene calzadas las botas altas que usaba en la campaña. Con la diestra empufta la espada; y adelantándose con el pie izquierdo, parece caminar mientras que en (1) Urdanela, cil. La descripción de la ellalua empezó a circular CIl 1&<47,., poco después. la. medallu. que fueron acuñada. (2) Urdanela, cit. en Roma. la otra mano aprieta con fuerza un volumen enrollado .... Al animado y resuelto porte corresponde admirablemente el aire animadísimo de su semblante intrépido y noblemente desdeñoso; cuya expresión es tal que se puede lèer • en aquella frente el pensamiento del alma, enderezado al único objeto de la libertad y la gloria peremne de la patria. «La estatua está adornada con cuatro bajos relieves de gran mérito artístico, que representan: a Bolívar con un religioso y un paisano arrebatando a un espafiolla bandera real, en uso de la soberanía del pueblo; al mismo de a caballo rindiendo a un castellano, en virtud del derecho de la guerra; al Líbtrtador jurando la primera constitución ante los presidentes del congreso, como buen ciudadano de Colombia; a Bolivar que entrega a los esclavos la primera ley de manumisión, como resultado de los derechos del hombre» (1). Gómez Restrepo, en la soberbia descripción que de Bogotá escribiÓ para el Album de la ciudad, se expresa asi con ese su estilo impecable, sobrio y galano: «Nunca el cariño tuvo una idea más feliz; y nunca el genio correspondió mejor a los estímulos de la amístad. Porque Tenerani, insigne discípulo de Canova, hizo, en honor de Bolívar, uno de los mejores ejemplares del arte clásico moderno. fue un artista fe:;undo; y algunos de sus monumentos lucen en la basílica de San Pedro, sobre el sepulcro de un pontífice. Pero recorriendo el museo Tenerani, que se conserva en Roma y en donde están los modelos de sus numerosas producciones, se convence uno de que jamás estuvo tan inspirado como cuando modeló la típica figura del Libertâdor de Colombia. Encerró en el bronce el alma completa de Bolívar, realizando una de esas síntesis supremas, que sólo alcanza el arte y que recuerda la que efectuó Manzoni en las estrofas del Cinco de mayo. En estas dos obras (I) S~arpetta y Yergafll, ob. cil, maestras, de inspiración italiana, el destino inmenso y varb de aquellos hombres, se condensa en breve punto: uniéndose lo grande con lo humilde; la ap~osis con el . destierro; la gloria con el desencanto ; ~lhervir de la vida con la calma de la muerte, e iluminándose la majestad humana con un relámpago de luz divina.La colocación de la estatua en la plaza llamada hasta entonces de la Catedral, y que pocos años después, por acuerdo del cabildo se llamó de Bolívar, dio ocasión para que varios jóvenes poetas dieran vagar a su musa, habiendo emulado noblemente Manuel Maria Madiedo. Lázaro María Pérez y José María Samper. El generoso donante de la estatua del Libertador, siguiendo las indicaciones de su hermano don Antonío París, a que ya nos hemos referido, trajo de Europa dos hermosos monumentos para las tumbas del general Juan José Ndra y del doctor José María del Castillo y Rada; el primero se erigió en los primeros días de octubre de 1844 en el cementerio de Bogotá, donde aún señala el lugar que guarda los restos del célebre defensor de la capital en 1840, y el otro en la capilla del colegio mayor de Nuestra Señora del Rosario, donde se depositó el cadáver del afamado ministro de hacienda de Colombia e insuperable maestro de varias generaciones en el venerando claustro de fray Cristóbal de Torres. ElLo de abril de 1846 se dirigió de Cartagena a don José Ignacio una manifestación que encabezaba el gobernador de esa provincia, general Joaquin Posada Gutiérrez, y suscribía también los más selecto de la Heroica, para agradecerle la tumba de Castillo, hijo ilustre de la ciudad gloriosa. Es de advertir que París hubo de consignar en la aduana de Santa Marta lo correspondiente al fisco por los derechos de introducción de los tres monumentos, y que el congreso dispuso que se le devolviesen las sumas pagadas por tales derechos. ; f 97· De Europa trajo grandes tuhos de acero para las cafterías que conduelan el agua a la pila que fue trasladada a la plazuela de San Carlos un mes antes de erigirse la estatua de Bolivar. París proyectaba donar otros tubos, en cantidad suficiente para el acueducto de la capital, pero le privó del placer de contrib'1Ír con esa mejora, la circunstancia de no haber hallado apoyo para ella de parte del gobierno nacional, quc lO eximió de derechos aduaneros la tubería para la pila. Un alio antes de regresar de Europa habla ofrecido costear allá los estudios de un joven que se le designase, para formaria perito en los ramos de la contabilidad, ciencia que estaba entonces en embrión entre nosotros. En ]846 se fundó en Bogotá, por numerosos caballeros, asi nacionales como extranjeros, una sociedad para difundir el estudio y conocimiento de la músicil, proporcionando al mismo tiempo gratos de agradable solaz y esparcimiento a las familias, con una ~erie de conciertos vocales e instrumentales. Don José Ignacio y su hermano el general don Joaquín fueron colocados en primer término entre los socios fundadores de la corporación, que se denominó Filarmónica, en calidad de protectores de ella. El general Mosquera, a finde impulsar las ciencias, las bellas artes, la industria y la beneficencia, fundó en 1848 el Im,tituto Caldas, hermoso proyecto que las vicisitudes políticas no dejilron llevar a feliz término. Don Pepe Paris fue hecho miembro de la sección de beneficencia del núcleo principal del Instituto, que tuvo sucursales en todas las provincias de la RepÚblica. Con el mausoleo de Neira vino a adquirir el cementerio católico de Bogotá, que llevaba apenas diez años de inaugurado y distaba mucho de ofrecer la magnitud y elegancia que hoy tiene, una obra de arte que entonces fue el mejor monumento de la necrópolis. · CAPITULO IX Ultimos años de don Pepe Parfs Âmputa.d6n de un brazo. ·Predicción det dodor Cheyne. - 8Muerte de P¡¡rís. - Impulso de las minas de esmeratdu. -Nue'bo contrato de ¡¡rrendamiento. - La 'Venta de tas piedras. - Administración por el gobierno.-cArriendo a don Gasts'Vo Lehmann.-Inspedor de tu minas.· Opinión de don cAquileo Parra •• u Compa;¡¡•. de min¡¡s de esmeraldas." ·Cesión a Boya.cá..-Nue'Vo arrendamiento.- Propiedad nacional. - Dependencia. de tu minu. - Cont,.ãio Mancini. - Et •• Sindicato de Muzo,"-Don En,.ique p.,,.¡s JI p,.ieto. Don José Ignacio, al tornar del viejo mundo, continuó con la salud muy quebrantada a consecuencia de lo ocurrido en 1816 y del resultado nulo de las dos intervenciones quirúrgicas efectuadas en París; se le desarrolló de nuevo el cáncer en el Qrazo izquierdo, que hizo necesaria la amputación de ese miembro. El cirujano escogido para realizarIa fue el doctor Ricardo .Niniano Cheyne,eI más reputado entre cuantos entonces se dedicaban aquí a' esa deticada rama de la ciencia de curar. El brazo fue cortado en el mes de octubre de 1846; ~1 d~or Cheyne habla manifestado al paciente que -slUtl-Se sometia a la amputación serlan muy escasos tos dias que hubie8e de vivir, 1 que con BÓio el bra&o1lerecbo podrIa - 99 . alcanzar hasta fines de 1848, es decir, le garantizó dos anos más de existencia. La operación resultó como el hábil cirujano extranjerô la había previsto; Paris pl do eilc0ntrar alivio a sus inten-· 50S dolores y ver alargarse sus días; los primeros después de la intervención quirúrgica fueron muy penosos a causa DON JOSE IGNACIO PARIS de que perdió el equilibrio y los movimientos de su 'Cuerpo no obedecian a la voluntad, siendo ante') contrarios a 108 que él se proponía realizar. AsI, por ejemplo, queria RVan.. zar en determinada dirección y lo que hada era c.amlmir hacia un punto diametralmente opuesto. Al cabo de aIgu., nos meses logró superu toda dificultad al respecto·'1 conducirse fist<:amente como si hubiese dtspueem .de 1p8.1'-': brl&Ol. 18 • fOO • - - El tiempo que de aC:Jerdo con lo aseverado por el médico esperaba vivir, le era precisamente indispensable I?dra quedar a paz y salvo en sus contratos con el gobierno. Los veinte años del arrendamiento de las minas iban a' expirar en 1848, en el mes de junio, y don José Ignacio, llenados cumplidamente sus deberes como arrendatario, pudo devolver los yacimientos esmeradiferos de Muzo y ver extinguirse a poco su larga y meritoria existencia, el 31 de octubre de aquel año, a los dos justos, día sobre día, de la amputación del brazo; como para probar que la Divina Providencia, por la intervención de Cheyne, había permitido que el ilustre amigo del Libertador cumpliese de manera cabal su misión sobre la tierra, que no fue otra que la de servir a la patria y a la amistad a la medida de sus fuerzas; y como la misma Providencia lo dotó con largueza de bienes materiales, esos servicios pudieron ser de considerable valia y eficacia. Las cenizas de don José Ignacio reposan en el cementerio de Bogotá, en un elegante y sencillo mausoleo, juntamente con las de su hija dofta Manuela, que falleció el 23 de julio de 1885, a la edad de setent? y dos afias y medio, pues esa respetable dama habia nacido el 24 de diciembre de 1812. Las minas de esmeraldas, en manos de don José Ignacio, vinieron a constituir una verdadera renta para la Nación y a llamar sobre ellas la atención de diversos capitalistas, que ansiaban adquirirIas transitoriamente o a perpetuidad. Para lo primero, estaba plenamente facultado el gobierno por ley de 9 de junio de 184.1, la cual dispuso qué una vez expirados los veinte afias de la explotación por París se diesen en arriendo por medio de licitación pública. Varios individuos presentaron propuestas, yaunque ninguna de ellas estaba ajustada a las bases de la ley, el presidente de la República, general Mosquera, pretex· taJ1do Que ese negocio ho debía diferirse, aceptó la pro;'~t .,'- .\.!': ti • JOl • pue!>ta de don Juan Defrancisco Martín, quien obraba en su propio nombre y en el de un socio, el extranjero don Patricio Wilson. Defrancisco ofrecía tomar las minas por ocho anos, prorrogables a su volLlntad hasta por diez, en la suma de ciento cuarenta y dos mil reales anuales, es decir, en catorce mil doscientos pesos fuertes. Cedería al gobierno las mejoras de edificios, maquinaria y demás que emplease en la explotación y el cinco por ciento de las utilidades netas, no el cinco por ciento de los productos de las minas, como se le obligaba a pagar a don José Ignacio. También ofreció comprar Jas minas Defrancisco. después de los primeros ocho años, o antes si el poder ejecutivo obtenía la autorización legal para el asunto, por un precio que se estipularía de común acuerdo entre las partes. Defrancisco suscribió el contrato de arrendamiento en marzo de 1849 y se éomprometió a vender las piedras que habían sido extraídas por cuenta del gobierno durante los meses que las minas estuvieron explotándose directamente por el fisco, es decir, desde el 28 de junio de 1848, en que vencieron los veinte años otorgados a París, hasta el 28 de marzo de 1849, en que el general Mosquera aprobó el nuevo contrato. Los otros arrendatarios mejoraron considerablemente los sistemas de elaboración y pudieron pagar puntualmente los $14,200 anuales (1). Vencidos en 1858 los diez~os ( I) Los pagos que París efectuaba al gobierno los hacía con bastante atraIO por las dificultades para la venta de Jas esmeraldas en Europa. Estand~ él allá logr6 realizar unas I uant?s piedras y q'Jedar bi"n c'm la tesorería general. cuyo jefe, dOB José María Franco Pinzón, informaba al secretario de h.cienda de la República el ,,6 de octubre de 1843 que el arrendatario había enter~do 7.779 pesos sencillos con dos reales y cuarlo. I"or el cinco po' ciento de l. venIa de esmeraldal desde junio de 1830 h·sla d.ciemb e de 184'; el rendimiento de las cuentas tardaba hula dos años. y el 26 dc marzo del 4j anunciaba el mismo teso•• ro que sólo se le h.bla enlerado la vj~ésjma oarlc de lo vI'ndi o en 1842, que llegaba a 1,800 sellcillos, con s~is reales y cuartillo. Según esto. la venta de las piedrss promediando 101 onc' ,ños y medi .• corri ~os de 1830 a J 841, no llegaba a once mil pesos fuertel anu,lmenle. No hay duda de que P.ds dio impulso a la venta, y ya ella a\canz6 CD 1842 a $ 28,8QJ fuerles, en números redondos. calculados sobre la CODlÏpacióll correspoDd,cnle a ne año. c8ANCO DE LA REPUBLICA 118UOTECA LUIS - ANGEL ARANGO ,..'TALOGAfT •••••"., CQnt~lt1pJadospor el contrato, de acuerdo con unadáusula d~ este mismo, continuaron disfrutando de ia explotación hasta 1859, Vino a ser el jefe de la compania explotadora, en lugar de Defrancisco, el &úbdito danés don Carlos Michels~n. No entra en nuestro plan hacer la historia, siquiera ~l,Jcinta, de la explotación de las minas de esmeraldas; mas pata que los sepa el lector que no esté bien al tanto de estos asuntos, afladiremos algunos datos: En 1859, terminado el año de la prórroga, no fue posi~ ble h.allar postor para las minas por el precio mínimo de $12,800 anuales, que se fijó como base para la licitación, Y..los antiguos arrendatarios continuaron en la explola~ión hasta el 28 de febrero de 1861. El secretario de hacienda de la administración de don Mariano Ospina, don Ignacio Gutiérrez Vergara, publicó en la Gaceta Oficial yen diversos periódicos de los Estados Unidos y Europa invitaciones para una licitación de arriendo de las minas; mas a pesar de los esfuerzos hechos, nQ hubo postores y fue preciso que el gobierno nacional asumiese la explotación de las esmeraldas, lo que se hizo nombrando administrador de los yacimientos de Muzo y Coscuez al entendido ingeniero inglés don Tomás Fallon, quien residía de tiempo atrás en el país y había dirigido largo tiempo las minas de Santa Ana, para las cuales fue contratado par Powles, lIIinghworlh, Wells &: Compatiia • • Ion murió en 1863, Durante SlI administración, a causa del estado anormal porque atravesaba la República, el rendimiento de las minas para el fisco fue muy escaso, y según informaba don Tomás Cuenca, como secretaria de hacienda, en la memoria que presentó al congreso el t,~de febrero de 1865, ese rendimiento no h.'ibía'alcanzado ~.J6.000 anuale5. Esto indujt) al poder ejçcl1tivo a sacar las minas a licitación para nuevo arrendamiento, de acuerdo ~n la ley de 9 de junio de 1847, • f01 Hubo poquísimos competidores en la licitación, pero afortunadamente uno de ellos, el caballero francés don Gustavo Lehmann, se sujetó a las condiciones del pliego de cargos, publicado el 27 de mayo de 1864; y el poder ejecutivo de los Estados Unidos de Colombia, representado por don Ar1tonio Dd Real, a la sazÔn secretario de hacienda y fomento del presidente don Manuel Murillo, suscribió con aquel extranjero un contrato de arrendamiento por diez años, que empezada.o a contarse elLo de abril de 1865; el arrendatario pagaría '/i- 14,700 anuales, pero en el contrato, que fue aprobado por el doctor Murillo ell.o de agosto del 64, se obligó Lehmann, para seguridad del fisco, a consignar dos anualidades anticipadas y luégo cada año otra también anticipada. El doctor Del Real hizo aceptar de Lehmann una cláusula del contrato en virtud de la cual el gobierno quedaba con pleno derecho a inspeccionar los trabajos de elaboración de las minas y todas las obras que en ellas se realizasen. De acuerdo con esto, el presidente don Santiago Pérez creó en enero del 75 el puesto de inspector, con ciento veinte pesos mensuales, que confiÓ a don Felipe Fermín Paúl. Este empleado permaneció en Muzo y Coscuez algunos meses, para presenciar los trabajos de extracción de las esmeraldas, examinar si habia pdigro de derrumbes u otros accidentes en las operaciones que se practicasen para el laboreo, que pudieran tapar las velas d~scubiertas o imposibilitaran el descubrimiento de nuevas o la explotación de las conocidas. Don Aquileo Parra, como secretario de hacienda del presidente doctor Santiago Pérez, en Sil informe al congreso de 1874, se manifestó partidario de la venta de Jas minas, cuyo justo valor era imposible saber entonces, y para conocerlo, aconsejaba tenerlas un tiempo en administración por el gobierno; que al!quir ido el dato exacto del producido, se procediese a la venta de aquellas propiedades o se las ~ 104 - ~ arrendase de nuevo; pero ya con pleno conocimiento, porque los arrendatarios, según decía, estaban interesados en ocultar la verdad y nunca se conocía el resultado, pues las piedras se vendían en el -extranjero; que se afirmaba que el señor Lehmann habia obtenido grandes utilidades, pero que el gobierno 10 ignoraba y eran muy escasos los particulares que poseían noticias ciertas. de Muz~ y Coscuezo Agregaba que de este modo serian muy pocos los postores en nueva lic·itación de arrendamiento y éste no daria buen resullado porque la competencia en los remates seria ilusoria. El congreso, que tres años antes había demarcado debidamente los terrenos correspondientes a las minas, no atendió las indicaciones del secretario Parra; y el poder ejecutivo, en el mismo año de 74, llamó a licitación para nuevo arrendamiento, publicando el respectivo pliego de cargos en español, francés, inglés y alemán, en diversos órganos de la prensa europea y norteamericana. La propaganda en el extranjero no surtió efecto alguno y fLle lin hijo del extinguido Estado del Tolima, antiguo gobernador de la provincia de Neiva, don Juan Sarda, quien hizo la mejor postura por las minas y pactó con el gobierno, para administrarias por diez años, en la suma anual de $20.606, que serian pagados en la misma forma exigida al arrendatario anterior. El contrato con el señor Sordo se suscribió el 21 de abril de 1875 y fue aprobado por la ley 51 del congreso de entonces. El doctor Paúl recibió de Lehmann Jas minas el 10 de junio siguiente; en la misma fc(.ha las entregó a Sordo y tornó a la capital a dar cuenta deJ ciesempeño de su comisión. Don Juan Sordo traspasó sus dercchos a una sociedad denominada Compañia de minas de esmeraldas, compuesta por él y por don Silvestre Samper, don Wenceslao Pizano, don JOSé María Gómez R~strepéJ, don Temístocles Paredes, Castellanos &: Corral, don Francisco Noguera, don Antonio Samper, don M;¡nuel Uribe Taro, Guillermo Uribe & Jorge Holguín, don Carlos Martín, don Carlos Bonnitto, dOll Eusebio Bernal, don José Antonio Obregón y José Antonio O~)regón & Compañía. La ley 48 de 1874 diSpUSO qlle se entregase al Estado de Boyacá el ex..:edente de diez mil pesos anuales que produjesen las minas y que en caso de venta pertenecería a la Nación el capital adccuadü a U!la renta de diez mii pesos anuales, al siete por ciento, y el resto a Boyacá. Esta entidad debería aplkar a la instruccit'ln pública primaria lo que le correspondiese, y que vinieron a ser if, 10.606, a partir de junio del 75. No paró 'en esto la munificencia del congreso federal para con Boyacá: la ley 28 de lR78 le cediÓ la propiedad de Muzo y Coscllez, respetando el contrato de arrendamiento vigente, hasta expirar el cLlal se entregarían il dicho Estado los diez mil pesos que se h.1bía reservado la Nación. Esta suma deb~ría ser emple,tdil en la construcción de la vía de comllcica.:iÓn que el guhierl10 boyaCènse juzgase más indispen;ab!e para su bienestar. Boyacá concedió las minas en arriendo, por diez años, en virtud de contrato que se celebró el 10 de julio de 1885, a don Lorenzo Merino, quien entró en el gocc de ellas al año siguiente. D~s¡;r::Jciadamente para Boyacá, la imp/an· tación del régimen central, que rescató de los Estados de la Unión Coloml)iana muchos de los bienes y derechos de que disfrutaban como entidad~s soberanas, hizo volver las minas de esmeraldils a propiedad de la Nación, por ministerio de la constitución del 7 dc agosto de 1886. Así, pues, la RepÚblica pasó a entender,;e con Merino; para ello medió tin cOllvenioentre el gobierno deColombia y el del departamcnto de Boyacá, en virtud del cual el primero recibiría el valor de las anualidades del arrenda· miento, previo pago, con descllcnto, al departamento, de las que le, faltaban por recaudar a la tesorería general de TUlla. - 106 - Hasta cuando las minas se cedieron a Boyacá, había sido el secretario de hacienda de la Nación el funcionario a cuyó cargo estaba la dirección de aquellas propiedades; en 1880 se dividió la secretaría de hacienda, para que funcionllra la de fomento, y a ésta se adscribió todo lo relativo a minas; en 1894, funcionando aún la cartera de fOl1]ento, decretó el poder ejecutivo que Muzo y Coscllez entrasen a depender del ministerio de hacienda. El jefe de este departamento ejecutivo, don Pedro Bravo, contrató el 31 de marzo de aquel año, con el caballero francés don Alej.lndro Mancini, el arrendamiento de las minas, durante cinco afias forzosos, que habrían de contarse desde ellO de julio de 1896, a la expiración del contrato enlre Boyad y Merino. Mancini se comprometiÓ a pagar if, 30,0.)() anuales, por anticipado, y adem,j,s una prima de " 3::>0,000, que fueron consignados el6 de abril, dos días despué, de ap'obado el contrato por el ejecutivo. El 15 de julio de ese año entregó en la tesorería general el valor de la primera anualidad; las cuatro restantes deberían ser consignadas en iguales fechas de los años inmediatamente siguientes, de manera que la última quedase cubierta en 1898. La ley 33 de 1903 (25 de octubre), sobre regulación del sistema monetario y amortización del parei ·moneda, creó la junta nacional de amortización y dispuso que Jas rentas que produjesen las minas de esmeraldas de Muzo y Cos~ cuez y Jas de metales preciosos de S'lOta Ana y La Manta, Supía y Marmato se destinasen, con otras, a amortizar el papel, y que la junta fuera encargada de administrar tales rentas, con facultad para arrendar dichas minas hasta por diez atlas. La junta otorgó las de esmeraldas, por cinco, a un sindicaJo colombiano, el 27 de febrero de 1904. El sindicato S~ comprometió a explotar Jas minas y sus anexidftdes y a realizar los productos de ellas por cuenta de la Nación, mediante un veinte por ciento de las utilidades Uquldal) Pf~edielt¡fo In toda de a~u~rd() wn hl j"ntl. £1 .,. ~ poder ejecutivo quitó en 1905 toda intervención a dicha junta y dispuso que los contratistas se entendieran con el ministro de hacienda y tesoro. De abril de 1905 a octubre de 1908, en virtud de un contrato, se encargó del expendio de las esmeraldas la Cortés Commercial Banking C. Ld., de Londres. El producto de la venta de piedras durante la administración del sindicato alcanzó a $ 2.177,008-19~; los gastos de explotacion, inclusive el 20 °/0 para el sindicato, a $920.894-72. El producto liquido para la Nación, sin contar lo que correspondiese a ella por la venta de las esmeraldas que habían quedado en existencia después de los cinco anos, fue de 0 " 1.256,113-47!. Don Laureano García Ortiz, presidente del sindicato, que había sido integrado por entidades bancarias del país y por diversos ciudadanos, todos muy honorables, fue acreditado por el gobierno nacional como agente suyo en los mercados de los Estados Unidos y Europa para tratar en cuanto se relacionara con las minas; en desempeño de su comt'tido marchó a Londres,- donde se hallaba don Camilo Torres Elicechea con el titulo de ministro de hacienda y tesoro en comisión. Torres y Garcia celebraron en esa metrópoli, el 26 de diciembre de 1908, con la Colombian Emerald Company, sociedad e5tablecida allá de acuerdo con las leyes inglesas, un contrato de administración de las minas y venta de las esmeraldas, que entraría en vigor al expirar los cinco años concedidos al sindicato. El poder ejecutivo, llamado a aprobar o improbar el contrato, sin atender al cumplimiento de las disposiciones legales para asegurar el manejo de los bienes nacionales, hizo caso omiso del código fiscal y se apresuró a recibir cien mil libras esterlinas estipuladas en el contrato como anticipación de la Emerald a la República, y a entregar las minas ell.o de marzo de 1909 a un agente de esa compañia. 14 - Joe La Emerald administró y explotó las minas hasta el 31 de mayo de ]910, fecha en que cesó su ingerencia en ellas, por haber sido improbado el contrato por el gobierno nacional. Desde entonces se hallan manejadas por el sistema de administración. Don Enrique París y Prieto, hijo de don José Ignacio París, heredó de éste el espíritu progresista y em prendedor, lo cual le facilitó los medios de contribuír al impulso del adelanto nacional, particularmente en el ramo agrícola, a que de preferencia dedicaba sus energías, como dueño de valiosas propiedades en la saoana de Bogotá, entre las cuales sobresalía la vasta y hermosa hacienda de Simijaca, que antes había sido de la familia Domínguez. La administración conservadora del general Mosquera, que a porfía se reconoce hoy por rojos y azules como la que mayor empuje imprimió al país en lo material y aun en lo intelectual, fue la época en que don Enrique, por su cuenta y riesgo, sin apoyo ni intervención oficiales, fomentó grandemente la mejora y desarrollo de algunos ganados. Poco antes de aquella época trajo de Europa un magnifico caballo reproductor, de pura sangre árabe, el primero de ese tipo que se conoció entre nosotros. Era un lindo animal, de color castaño, que París Prieto trató de cruzar con las más finas hembras que entonces se obtenían en esta altiplanicie, sin preocuparse de que fuesen de StlS propios fundas o de ajena yeguada, pues atento, antes que todo, al progreso nacional, poco le importaba que otros ciudadanos y no él fuesen los directamente beneficiados. Los primeros renuevos de aquel caballo tuvieron fama, y don José Manuel Marroquín, en un largo estudio que sobre esa clase de animales publicó en ]864 en El Mosaico, con las iniciales de su seudónimo Pedro Pérez de Perales, habla de unas carreras celebradas en 1847, en Jas cuales lucieron el Ombligón, dè don Aquilino Quijano, el Cisne de los señores de la Torre, y los Azaeles, de don Enrique París. - 109- También introdujo don Enrique las primeras cabezas que de ganado inglés de la raza Hereford, por otro nombre Careto, se conocieron en nuestro suelo; tratábase de dos hembras y un macho, y como el caballo, destinados a la hacienda de Simijaca. Por el mismo tiempo que caballo y vacunos, e igu,almente importadas por París Prieto, vinieron algunas cabezas de ganado lanar, lindos ejemplares de ovejas de la cría que recibe el nombre de Leicester por el condado inglés donde se encuentra de preferencia. En 1845 compuso a su costa varias c311es de Bogotá, las que conducian de la plazuela de Las Nieves al panteón de la iglesia de aquel nombre. Quiso aprovechar, siguiendo una antigua idea Acariciada por su padre, la grande extensión de tierras que sirve de lecho a la laguna de Fl~quene; para destinar esas tierras a la agricultura, acometió la magna empresa de desecar la lagiln;}, buscando salida a las aguas que alii se echan, mediante vastos trabajos de canalización, por el monte llamado del Moro. Para esa obra había obtenido dOli JOSé Ignacio un privileg-io ciel gobierno Je Colombia en 1822, pero a causa de IdS dificultades de la época, de los quebrantos de su fortuna y posteriormente por su último viaje él EUlopa. no pudo realizar/a. DOll Enriquc pidió en 1846 al poder ejecutivo que declarase caducado el privilegio de 1822 y se le otorgase otro análogo. El general Mosquera resolvió el 31 de julio del 46 acceder a lo que solkitaba París Prieto, pero declarando que el antiguo privilegio estaba de tiempo atrás insub,dstente. La obra exigia crecidos desembolsos y abarcaha o estab1 en relación con otros proyectos de don Enrique, entre ellos el Je canalizar y hacer navegable por botes y champanes el rio de la Bálsa, desde Fúquene hasta las quebradas de las Vigas en S:¡boyá. Esta empresa tropezó primero con disposiciones legales y luégo con la situación - 110 - calamitosa en que entró el pais a causa de la guerra en 1860. La desecación de Fúquene exigió a don Enrique diversos trabajos preliminares,como estudio de planos, presupuestos y otros análogos. Todo lo dicho impidió que la . grandiosa empresa se llevase a cabo cumplidamente, y su misma magnitud, ya que un solo capitalista la costeaba, fue en gran parte causa de su fracaso, que pudo palpar el senor Paris en los últimos dias de su vida y cuando la cuantiosa fortuna que poseyera estaba muy mermada por el fuerte capital consumido, sin mayor fruto, en las obras de desecación. La hacienda de Simijaca y otras fincas agrlcolas de don Enrique fueron compradas a sus herederos por don Aurelio París Santamaria. Don Enrique recibió esmerada educación en Inglaterra, donde, como ya lo hemos dicho, contrajo matrimonio con doña Elisa Stronach. Era de hermosa y arrogante figura, modales distinguidos y trato suave y afable. CAPITULO X Nueva campaña de don Joaquín París en el Cauca Salida de Bogotá.-Batalla del Alto Palacé.-Accíón de Calibío.-Operaciones sobre Pdsto.-El capitán Pdrís herida.- Ld condecora.ción áel jua.nambú.-Desa.3tre republica.no.-Camba.te del Palo.- Viaje a Ba· gotá.-Regreso al Ca.uca.-La. cuchilla. áel 'Iambo.-En el páramo áe Gabriel López.-"Derrota en La Plata.-En peligro áe morir.-Prisión y traslado a. Popa.yán. Cuando el general Bolívar abría, bajo auspicios al parecer halagOeños, la campaña de Venezuela, el Cauca era invadido por numerosas fuerzas realistas al mando del brigadier español don Juan Sámano. El presidente de Cundinamarca, general Nariño, ofreció al congreso de las Provincias Unidas marchar a combatir al enemigo que se presentaba por d sur, y lo hizo ell efecto, saliendo de esta capital en junio de 1813 con un ejército de mil cuatrocientos hombres, en los cuales se contaba el capitán Joaquin Paris. A pesar de que Sámano propuso la paz a Narino cuando se aproximaba al Cauca y de que el segundo envió - fIZ· un parlamentario a Popayán para pactar con el jefe espafiaI, nada pudo conseguirse y el presidente cundinamarqués tuvo de proseguir la campaña restauradora. El 30 de diciembre fue atacado Nariño por un fuerte destacamento mandado por Sámano, que pretendió impedirle el paso para Popayán. A las orillas del rio Palacé, donde éste es cruzado por el camino que de la capital del Cauca conduce al valle del mismo nombre, se libró un reñido combate, que fue favorable a los republicanos, quienes atravesaron el puente del río en el momento en que los españoles trataban de destruírlo para cortarles la comunicación; persiguieron a estos últimos hasta el puente sobre el río Cauca, una legua al norte de Popayán, y les inflingieron completa derrota. Esa acción, comenzada en tierras por donde avanza hacia occidente el Palacé, después de abandonar las serranias de la cordillera Central, en donde tiene su origen, es conocida en la historia con el nombre de batalla del Alto Palacé. Nariño OCClpÓla ciudad en tanto que Sámano sesituaba en el pueblo del Tambo, a seis leguas de ella. en espera de refuerzos que habrían de llegarle de Pasto. Supo el jefe español que de Cali avanzaba una considerable tropa realista, dirigida por el coronel Ignacio Asin, quien llegó hasta las alturas que dominan el río Piendamó; en tanto Sámano, para obrar en combinación con él, había marchado hacia el norte y héchose fuerte en la hacienda de Calibio, no distante de las llanuras a donde sigue el Palacé para dilr su tributo al Cauca. El jefe republicano hizo que el general José María Cabal ocupase el Palacé y al propio tiempo intimó rendición a Asin, quien despreció al parlamentario y avanzó hasta CaIibio. «Parte del ejército de Nariño ocupaba el campamento en que tres años antes Baraya había vencido a los espafioles y en donde París había hecho sus primeras armas. · J" . Llegó al fin el 15 de enero de 1814 y la hora que Narifto, habiendo reunido alguna tropa más, creyó oportuna para buscar a los españoles. Estos poseían más recursos, mayor número de tropas y estaban fortificados en la hacienda de Calibío. Pero nada podía resistir al valor de los patriotas, Ips cuales, atacando a Sámano por tres partes, y cargándole a la bayoneta, Ic pusieron en derrota, dejando atrás cerca de trescientos setenta muertos, entre ellos el coronel Asín, muchos prisioneros, su artillería y pertrechos. «El capitán París se distinguía siempre por su arrojo en los campos de batalla y por su singular modestia después de la hora del conflicto, rehusando toclo elogio y procurando encubrir y ocultar sus actos de valor como si fuesen ddcctos en lugar de virtudes. Esta cualidad, rara siempre en todas partes, rarísima entre nosotros y singurísima entre los militares, acompañó siempre a Paris hasta su muerte.» (1) Sámano se retiró a Pasto después de Calihío y Nariño juzgó conveniente continuar la camp;:¡fla contra ese general. Al efecto organizó Cllantas fuerzas le fue posible y el 22 de marzo de 1814 salió para el sur a la cabeza de 1,400 hombres. Esa campaña se presentaba para los republicanos bajo aspectos poco h:¡lagadores, habiendo de atravesar un país hostil a su catlsa, yendo por caminos intransitables, soportando climas deletéreos, luchando, en fin, con un sinnúmero de dificultades opucs:;¡S por los homhres o por la naturaleza. «Eran hostilizadus por guerrillas que bajaban sobre ellos de las alturas como tempestades y tenían tiempo de hacerles muchos d1ños antes de que ellos pudiesen defenderse. (2) El capitán París resultó herido en tino de aquellos tiroy, ( J) Acosta de Sampcr. ob. cit. (2) Id. íd. íd. ... ·" teos con las guerrillas enemigas y para poder continuar la marcha consiguió, no flin grandes dificultades, una mula en la que cabalgaba muy trabajosamente, de modo que varias veces se vio a punto de ser precipitado a los abismos. El ejército del general Narino pudo ir desalojando d~ sus posiciones a los españoles, hasta hacerse dueño de toda la línea del Juanambll y acampar el 2 de mayo en la hacienda de Pajajoy, después de reñidos combates el 21 y 28 de abril, en los que, como siempre, sobresalió París. Dicho jefe, ¡: ara premiar a quienes más se distinguiesen, acordó la creación de una condecoración militar, que llamó del Juanumbú pero que las circunstancias no le permitieron instituir oficialmente. Paris obtuvo la condecora· ción por su comportamiento al frente de las guerrillas enemigas y consiguiente herida. El general don Melchor Aymerich, que reemplazaba a Sámano en la dirección de las operaciones contra Nariño, se rehizo prontamente en Pasto y volvió sobre los republicanos con mayores fuerzas. Unas y otras midieron sus armas nuevamente en la colina de Chacapamba o cuesta de Cebollas, el 8 de mayo; combatióse de manera reñida y el resultado favoreció a Nariño. Los realistas se retiraron precipitadamente, llegaron a Pasto y de allí siguieron más al sur, dejando la ciudad bien defendida por los vecinos. El general Cabal, a cuyo lado se encontraba el capitán Paris, una vez decidida la acción de Cebollas, avanzó en persecución de los derrotados; lo sorprendió una tempestad y hubo de pernoctar en el páramo de Tacines, en el mayor desamparo para su gente. Allí s~ le reunió, durante la noche, el resto del ejército. El general Narina continuó marcha hacia Pasto con los batallones de Cundinamarca y del Socorro, dejando en el páramo a Cabal con la mitad de las tropas. Intimó rendición a la ciudad y como no recibiese contestación, resolvió penetrar hasta las calles - 115 - •• del poblado, a lo que se opusieron fuertes núcleos de pastusos, que disparaban vivamente, [¡cultos en barrancas y malezas. Afrontó el combate, confiando en que, de acuerdo con órdenes que había remitido a Cabal, pronto se le uniria el resto del ejército con la artillería. Cansado de combatir y viendo que el ansiado refuclzo no llegaba, resolvió retirarse de la ciudad y acampar en la altura que la domina por el norte. «Durante la retirada cayó el caballo de Nariño atravesado por las balas enemigas, y mientt as que los demás segllían, él se quedó atrás a la merced de los contrarios, los cuales cargaron sobre él. Como no pudo desasirse del caballo, viéndose acometido, tomó sus pistolas, y aguardando a que se le acercasen los enemigos, disparó simultáneamente ambas armas y mató en el sitio al que iba adelante; los demás se detuvieron un momento, y mientras tanto, llegó el capiléín Paris, e interponiéndose, le defendió con su persona hasta que Nariño pudo levantarse y ponerse a la defensiva.» (1) En el combate a la entrada de Pasto, perdió Narif'io la mayor parte de sus oficiales y soldados; al caer la noche, casi todos los que lo acompañaban se desbandaron en la oscuridad y él se encontró apenas con seis de los más adictos, con quienes continuó retirándose y pudo llegar a Tacines, donde supo que Cabal ~e habia ido para Popayán, después de clavar la artillería, creyendo que la vanguardia, con el general jefe, había caído en poder de los pastusos. Nariño, lleno de desaliento, no quiso presentarse derrotado en el Cauca, y prefirió entregarse al enemigo, lo que hizo días después. París logró reunirse é:t las fuerzas que marchaban con Cabal, y después de grandes padecimientos y de sostener frecuentes tiroteos con los realistas, arribó a Popayán, donde pudo recuperar la salud y permaneció hasta fines ( I) ACOIla de SSPlper. ob. cit: 16 - J le - del año, para continuar entonces hasta Palmira, unido siempre al ejército, que resolvió retirarse a esa población. El general Cabal no consideró ventajosa la posición de Palmira y retrocedió al sur, para situarse en la margen derecha del rio Palo. Sus fuerzas llegaban apenas a mil hombres, cuando el general Aparicio Vidaurrázaga, que habla entrado a ejercer la gobernación de Popayán, nombrado por el capitán general de Quito, don Toribio Montes, disponía de mayor número y de elementos de todo género. Alentado por la presencia de brillantes y denodados oficiales, como el coronel Liborio Mejia yel coronel Manuel Serviez, que se le habían incorporado, resolvió Cabal aguardar a Vidaurrázaga, con cuyas tropas sostu· vieron los republicanos algunos combates parciales. favorables a la causa del rey, hasta que al fin se libró una acción más seria y general el 5 de julio de 1815 en las vegas del Palo. El resultado fue un espléndido triunfo para Cabal; el enemigo perdió ochocientos hombres, entre muertos y prisioneros. El 7 entraron los vencedores a Popayán. En la acción del río Palo y en la del río Ovejas combatió París denodadamente. Ell.o de junio obtuvo el ascenso a capitán mayor. Por desgracia, de esa victOl ia no se obtuvieron para la patria todos los frutos que habrían sido de esperarse: la reacción republicana habia sucumbido totalmente en Venezuela y en diversos puntos de la Nueva Granada aparecían aguerridos y fuertes ejércitos espaftoles. Cabal vio el peligro inminente que corría la capital de la República, y envió allá al capitán Paris, para brindar al presidente de las Provincias Unidas, que desde el 14 de marzo lo era el doctor José Fernández Madrid, un asilo seguro en el Cauca. _El presidente atendió a la in\1itación y el 3 de mayo salió para Popayán con escasa tropa, compuesta de una guardia de honor y del medio batallón Socorro, con su esposa, algunos patriotas notables y vartas familias de las • 117 • que más temían a la venganza de los espanoles. Allfegar al término de su viaje, encontró que la ~ituación del Cauca no era menos angustiosa que la del centro del país; los enemigos estrechaban por doquierd a Popayán, ya el valle del Cauca estaba dominado por ellos, por el oriente y por el sur avanzaban numerosas fuerzas; juzgó inútil conti .• nuar en el mando civil, en el que nada efectivo podría hacer; Cabal, a su turno, renunció a la dirección del ejército, y el coronel Mejia asumiÓ la jefatura civil y militar, como vicepresidente del estado, por ausencia del general Custodio García Rovira, designado dictador por los miembros del congreso nacional que acompañaban a Fernández Madrid y ante quienes había renunciado éste. A todas estas, el brigadier Sáll1ano amenazaba a Popayán con numerosas fuerzas traidas de Pasto y se habla situado en el pueblo del Tambo, a seis leguas de la capital caucana. Cal)al habia sido de opinión que el pequeño ejército republicano no podría resistir con ventaja al jefe español, que estaba admirablemente atrincherado. Mejia no fue del mismo parecer, y antes que rendirse, para lo que ya había recibido proposiciones del general Francisco Warleta, que avanzaba por el norte, resolvió vencer o morir con los valientes que lo rodeaban. Estos valientes eran dos batallones de infantería y un escuadrón de caballería, que mandaban París, Mejia y el coronel Antonio Obando, en todo cuatrocientos hombres, que a banderas desplegadas y rlespués de proclamar la guerra a muerte se fueron contra Sámano, que tenía 1,200 hombres en buenas posiciones. En una colina que domina al Tambo por el suroeste y que forma un divorcio de aguas entre los dos océanos, se libró el 29 de mayo un sangriento combate totalmente de~félvorahle para Mejía y sus compañero~. De éstos queda' on quinientos mlWftOS o heridos y de los restantes, que alcanzaban a doscientos, la mayor parte cayó prisionera. · lI8 . "El coronel Mejia, con unos pocos oficiales, pudo escapar, internándose por los riscos y despoblados. En compallía de éste se encontraba el capitán París, el cual, no obstante haber sido herido en un hombro, quiso a todo trance amparar a un amigo suyo llamado Isaac Calvo, que era muy gordo y no podía correr. Viendo las fatigas de su compañero, París le tomó de la mano y trató de arrastrarle en su fuga; pero el desgraciado Calvo no podía seguirle y se sentó expirante de fatiga a la vera del camino. Paris sl.plicó a su amigo que hiciese un esfuerzo más para tratar de correr. «-No te canses, le contestó Calvo, no puedo .... «-Pero pereceremos ambos! .... «-Eso no sería justo, dijo el otro; véte, amigo, y déjallle aquí. «- No puedo abandonarte ! «-Sí, te lo exijo .. , . húye, sálvate, por Dios I •.-Vên: trataré de aYL;d¿1fte. «Pero nada valieron las súplicas de Paris: Calvo no quiso seguirJe y al fin hubo de abandonarle porque en realidad, ¿que objeto tenia el que perecieran ambos? ... Pocos momentos después fue Calvo alcanzado po/' los iealistas. que le alancearon sin misericordia.» (1) Paris, unido a otros derrotados, continuó su fuga, andando por andurriales y despoblados, hasta dar en el tambo de Gabriel López, en la cordillera Central de los Andes, al pie del páramo de Guanacas. paso obligado entonces en la via que de Popayan tonducía a la capital por el valle de Neiva. Alli se encontraron con el general García Rovira y con otras personas que iban huyendo de Bogotá, para ponerse a salvo saliendo al Brasil por Jas montallas de los Andaquies y territorios de nuestr,a región oriental. (I) ACOIta Sampcr, ob. ciL Entre los compañeros del general se contaban los miembros de una distinguida familia apellidada Piedrahíta, compuesta de los padres·y de cuatro hijas, que eran selíoritas de atrayentes prendas. Los que procedían del occidente y quienes iban del oriente pernoctaron, todos juntos, en Gabriel López; al rayar el alba se dispusieron a continuar su viaje cuantos venían del Cauca, que era Ja mayor parte, cuando sobrevino un incidente original, que ha sido referido por eJ propio capitán París. La más bella de las Piedrahitas, l/amada Josefa, que había sido objeto de especiales atenciones de García Rovira, rogó a éste que la llevase en su compañía. El general se negó a complacerla, exponiéndole los peligros de una travesía tan arriesgada y las desfavorables conjeturas que respecto a la interesante joven se harian viéndola vi<ljar al Jada de un joven con quien no la unían más vínculos que los de ulla respetuosa amistad y los comunes infortunios. Ella porfiaba por seguiria y él luchaba por disuadirla de su pretensión, hasta que sin medio de vel1l.:erla en ese original debate, le propuso, sin preámbulos, que se casaran, a lo que accedieron, aun antes de ser requeridos, los padres de la improvisada novia. «Entonces, bajándose Rovira de su mula, suplicó al padre Florido que hiciera lo mismo para que los casara, a Mejía para que fuera su padrino, y a la futura suegra, su madrina. Los testigos todos se hallaban montados al rededor del grupo principal, y linos y otros, alumbrados por la pálida luz de la mañana, al pie de un inmenso páramo, ofrecían un cuadro digno de la pl uma de W alt~r Scott. «Terminado el ceremonial, sin más solemnidad que 1(1 que daban la soledad del campo y lo peregrino de la situación, diS'persáronse los circunstantes, siguiendo cada uno su camino y quedándose los recién casados atrás." (1) (1) Relato de Parí •• escrito para un álbum de aut6grafos dependencia, formado por el hiatoriador QuijaDo Otero. de próceres de la in- • 120 - París, con Mejia y algunos más logró arribar a La Plata, donde se unió al batallón Socorro y pudo disponer así de ciento cincuenta hombres, que ellO de julio sostuvieron combate con el coronel Carlos Tolrá, quien disponía de una fuerza tres veces mayor, y fueron completamente vencidos; unos murieron, otros fueron hechos prisioneros y el resto se dispersó. Entre los dispersos se contó al capitán París, quien logró huir junto con cuatro compañeros, Rafael Cuervo,José María Pino, Vicente Holguín yel padre Francisco Florido, capellán del extinguido ejército del Cauca. Habian podido salvar una mula, que tenía por todo apero una enjalma; sobre ella acomodaron a París, que no podia andar a pie, él causa de su grave herida en un hombro. El animal, desprovisto de freno, hacía su voluntad, sobre todo hallándose el jinete con un brazo imposibilitado por la herida, e iba comiendo de las yerbas que encontraba a ambos lados de la via. Era ésta angosta y construida siguIendo la falda de una loma bastante inclinada que iba a terminar en el rio llamado Negro de Narváez, de lecho situado a gran profundidad y de aguas que corren impetuosas. Los cinco próceres, al andar por la loma, oían distintamente el murmullo que las aguas del rio producían al chocar con fuerza sobre las piedras del lecho, pero a causa de la profundidad del mismo les era imposible contemplar su co,. rriente. París cerraba la marcha: sus compañeros le llevaban alguna ventaja en la vía. De improviso, la mula, siempre en su tarea de comer los yerbajos con que a su paso tropezaba, avanzó un poco las patas delanteras para alcanzar unos arbustos que crecían del lado de abajo del camino; perdió tierra, faItándole dónde afianzarse, y roaó por la loma, que era bastante árida y escueta, llevando sobre los lomos su preciosa carga. Por suerte, el animal quedó detenido en uno de los pocos chaparros que a raros tre- • 121 • chas surgían de la falda; allí se enredó el capitán París y cesó el rodar de la mula. Los cuatro cOinpañeros, que mudos de terror contemplaban la escena, esperando a cada instante ver lanzarse a los abismos jinete y cabalgadura, corrieron presurosos a prestar auxilio a París, a quien lograron sacar a punto seguro después dc larga brega; hecho esto tornaron en busca dc la mula, que pudieron hacer rCÍncorporar y conducir hasta el camino después de porfiada lab\)r, en quc a cada instante se corría el peligro de que ci animal fuera a parar al fondo del río. Después de tan ruda faena, creyéndose por lo pronto libres de peligro, se tendieron a descansar a la bartola; mas decididamente, un sino fatal los seguía, y si entonces se hallaban libres de los españoles, que perseguían a todos los dispersos, la naturaleza se mostraba terrible con ellos. Ocurrió en e~e momento un temblor de tierra, tan fuerte, que las lomas del lado opuesto del río, que al frente les quedaban, parecían volcarse y rodar con ímpetu hacia las aguas. Ellos contemplaban el fenómeno can indecible espanto, esperando que la loma en que reposaban fuese a dar a los abismos. Felizmente nada más ocurrió y pasado el movimiento seismico, continuaron la huida, descendiendo hasta llegar a la orilla del río. El caudal considerable de las aguas ofrecía dificultades para pasar al lado opuesto, pues no había por allí puente alguno. Al fin divisaron una pequeña canoa e iban a embarcarse en ella, cuando sintieron las pisadas de caballos en tropel. Sin pérdida de tiempo se alejaren del sitio donde estaba la canoa y se escondieron en una pequeña vega situada hacia arriba del río. Cuervo, temeroso de que la mula rebuznara, al oír las pisadas de las caballerías, la tomó de las orejas y pidió a los compañeros que la halasen de la cola .... La partrda realista, sin observar nada de particular a orillas del río, lo atravesó sirviéndose de la canoa y fue a • 122 • pernoctar en un pequef'ío caserío ubic:ado a corta distancia. Los cinco republicanos pasaron la noche en la vega que les sirvió de escondite. Al otro dia supieron que la partida había continuado marcha y resolvieron ir hasta el caserío en busca de alimentos, pero alii fueron apresados paf el alcalde. Con todo, habían sido tántos los trabajos, privaciones y penalidades dd camino, que al verse despojado!; de la libertad sintieron alivio. Con cadenas y de dos en dos se les condujo a Popayán, donde se les encerró en diversas cárceles. CAPITULO XI Prisionero y proscrito quinto en Popayá.n.-Escena.5 conmo'Vedoras.-Crueldad de Samano.'j'raslación a Santa Fe.- Tristeza de Ulloa.- Una carta a 8f.f~. caulay.-El íuido en 'Bogotá..-cA Puerto Cabello.-En poder de unos piratas.-<J?.efugio en una isla.-Estada en Curazao.-De nUe'tloen campaña. En Popayán estuvieron varias semanas en la incertidumbre de si se les conservaría la vida o serían pasados por las armas, pues cada día escuchaban las detonaciones de los fusiles y comprendían que se ultimaba a sus compañeros. Al fin supieron que a los presos que restaban con vida se les sortearía para llevar al banquillo a uno de cada cinco; con ese objeto, se hizo reunír a todos en un calabozo y se le dio a cada uno una papeleta, las cuales llevaban escrita la palabra vida para las cuatro quintas partes de los presos y muerte para los demás. Entre los presos se contaban Jùsé Hílario López, más tarde general y presidente de la República; José María Espinosa, antiguo abanderado del general Naríño, que alcanzó edad avanzada y se distinguió como pintor bastante hábil, que fijó 16 - 124 - en el Ifenzo la imagen de muchos prohombres de la guerra magna, a quienes él conoció; Rafael Cuervo, que años más tarde hizo la campaña Iibertadora del Perú y residió en Bolivia; Mariano Posse, a quien unía estrecha amistad con don Joaquín París; este último. y otros varios. Posse dijo en voz alta a París, cuando se iba a proceder al reparto de las pape]etas: «Joaquin, si a mi me toca vida y a ti muerte, cambiaremos las papeletas.» Oferta insólita, de generosidad extrema, que no hubo necesidad de cumplir, porque a Posse le salió la palabra fatal y a Paris vida . •López, Cuervo y Espinosa fueron también de los que recibieron papeleta de muerte. La de Posse no fue la única escena de generosidad y de valor que en esa ocasión pudieron presenciar los presos y sus carceleros. De López se refiere que con impavidez, rara en un joven que apenas pasaba de los diez y ocho alias, empleó su boleta en hacer la envoltura para un cigarrillo, y que al salir para el patíbulo, fue comiendo un pedazo de pan. De Cuervo se cuenta que obsequió a sus compañeros de prisión con varios objetos de tlSO personal y que como no se llevara a efecto el fusilamiento, al volver a la cárcel reclamó sus objetos, diciéndoles: «Amigos, vengan acá mis casitas, que donde hay engaño no hay trato.» Los historíadores que se han ocupado en estos episodios y la tradición constante en el Cauca están acordes para aseverar que después del rudo escarmiento que se hizo fusilando a muchos próceres de los que yacían en Popayán, el capitán general de Quito, don Toribio Montes. decretó la conmutación de ]a pena de muerte para los presos que aún vivian y a quienes se guardaba para ir fusilando por grupos; que cuando Sámano; acababa de ordenar el quinto, recibió de Montes la orden de conmutación, pero que en vez de cumplirla fielmente, la ocultó e hizo que los presos fufriesen el atroz tormento de con si'- , • 125 • derar llegada su última hora y pasasen por todas las torturas que soportan los condenados a muerte; y que momentos antes de que se procediera a disparar las armas de la escolta sobre los infelices prisioneros, envió al jefe de dicha escolta la orden para que volviesen los reos a sus calabozos, lo que. se efectuó después de notificar/es que se les habia conmutado la pena capital. Posse, que estaba decidido a morir y se contaba ya entre los difuntos, recibió tan ruda conmoción con la noticia de que volvía a la vida, que sufrió hasta su muerte un accidente que le daba con frecuencia, y siempre a /a misma' hora en que se le había conmutado la pena. (I) Numerosos prisioneros fueron conducidos de Popayáll a Santa Fe, para que de ellos dispusiese el Pacificador don Pablo Morillo; entre ellos figuraban no sólo muchos de los derrotados en la Cuchilla del Tambo, sino también otros patriotas eminentes, de los que habían huído de esta altiplanicie con Fernández Madrid y algunos más. Paris refería, muchos años después, interesantísimos detalles de aquella época. t.1 coronel Miguel Montalvo decía siempre a los compañeros, en tono de chanza, durante el viaje, que no dudasen de la suerte que se les esperaba, que todos serían fusilados, menos el doctor Francisco José de Caldas, por ser un sabio, y el capitán Joaquín Paris, por ser muy joven. El doctor Francisco Antonio Ulloa, conterráne'J y grande amigo de Caldas, se entristecia grandemente con los dichos de Montalvo, porque cr<:ia entrever un porvenir lisonjero y la vida le era amable. Los sentimientos de Ulloa a ese respecto se habían manifestado siempre, ya en la conversación familiar, ya en la correspondencia por escrito, con sus amigos. Quien esto revisa recuerda haber leido una carta de Ulloa, fechada en Popayán a principios de 1813, y dirigida al jefe norte( I) Acosta de Samper. ob. cit. -J26 4 americano coronel Alejandro Macaulay, que se haHaba en Pasto, en vis peras de subir al cadalso con el doctor Joaquín de Caicedo y Cuero y otros mártires de la Patria. En esa carta, que no llegó a poder del destinatario, que entonces vivia ya únicamente en las regiones de la gloria y de la inmortalidad, y que fue a parar a manos de don Toríbio Montes, de las cuales pasó a un archi~o, donde se conserva, decía Ulloa que mucho lo apenaba la suelte de su amigo, lleno de juventud, cuando había tánto que aprender y tanto que disfrutar en el mundo. Como es sabido, la mayor parte de los compañeros de París en la penosa travesía hasta la capital del Nuevo Reino pagaron en los patíbulos su amor a la democracia y a la libertad. A todos se les siguió consejo de guerra y a nuestro capitán, como por merced especial, se le permitió escoger un defensor, entre los que se hallaban presentes. El joven París recorrió con la vista la sala y los circunstantes; naturalmente estaba rodeado de enemigos! ¿ A quién escoger entre tCldos aquellos oficiales españoles, que le miraban con burla desdeñosa? El único que conocía era un oficial López, que le había 4uintado en Popayán y mandaba la escolta que le condujo a Santa Fe; pidió a éste que le defendiera. «Como era de temer, el tal López resultó ser muy mal abogado y apenas dijo algunas palabras ínsignificantes en favor de Paris. Entonces éste tomó la palabra y alegó que debería tener la vida salva, puesto que ya había pasado por el riesgo de ser quintadll y la suerte le había favorecido; y además, que había empezado su carrera militar en 1810, cuando casi no tenia uso de razón. «-Cálla, embustero! le gritó ~ámano interrumpiéndole. ~París guardó ¡mmediatamente silencio y trató de alejarse lo más que pudo del feroz anciano, que tenía costumbre de escupir la cara a los prisioneros; aquel temía más sufrir tamafia afrenta que la muerte misma. <\ • 127 '. «El consejo de guerra le perdonó la vida, pero Je condrnó a p-resídio en Puerto Cabello por diez y seis años! El mismo coronel López fue a la prisión a darle aquella feliz noticia, que Paris no recibió con el júbilo y agradecimiento que el español pensaba debería haber manifestado. « El joven pidió licencia de ver a su padre, don Martín, que se hallaba en ntra prisión. viviendo de la caridad de la señora doña María Joseta Domínguez de Roche, quien se encargó de enviarlc los alimentos y la ropa: en laI miseria había caído un homhre pudiente antes de la revolución, español enviado a América con empleo del rey! Pero no conviniendo a los españoles, segltn pensaban, dar alivio y consuelo a los que tenian bajo su dominio, rehusaron conceder aquella gracia al prisionero de la Cuchilla del Tambo, y sólo le permitieron ver a su madre, una sola vez, antes de partir para el presidio» (1). París y los demás condenados a presidio en Puerto Cabello salieron de Bogotá en el mes de noviembre de 1816. La escolta que los custodiaba hacía parte de las fuerzas que se fuernn de aquí para Venezuela con don Pablo Morilla. Aquellos patriotas iban encadenados de dos en dos. «A París tocó ir atado con don Simón Burgos, y juntos hicieron el viaje a pie y maltratados por los realistas con una brutalidad increíble, de manera que Jes obligaban a palos o aguijándoles con las puntas de Jas lanzas a atravesar por entre los ríos, aunque hubiese puentes por donde pasar: de noche les alojaban ell las cárceles de los pueblos con los asesinos y ladrones y les ponían delante una artesa llena de groseros alimentos, de la cual ~enían que sacar con la mano Sll parte, hirviendo y lo más aprisa posible, antes de que los demás se la arrebatasen, pues siempre era escasa y los lentos se quedaban sin ración. Refería París que entre los prisioneros iba uno que se fin( I) Acosta de Sampcr. ob. cit. · U8 . gia Joco y llevaba una vasija asquerosa que metia entre la artesa, lo que producia tal asco a sus compal\eros, que no podían comer después de él. Cuando alguno de ellos moría, los crueles soldados le dejaban horas enteras encadenado al vivo, con el objeto de hacer sufrir a éste lo más posible.» Del modo descrito arribaron los presos al puerto de Maracaibo. Una vez alii, los metieron en una goleta y la mayor parte de el/os suplicó q'ùe Je quitasen Jas grillos para poder descansar; hizose asi con todos, menos con París, quien no lo exigió, para no tener que ser deudor de ese servicio a sus crueles enemigos. Ya en alta mar presentóse un corsario francés que las daba de afiliado a la causa de los patriotas, y el 1.° de marzo de 1817 atacó a la embarcación española, que no pudo resistir y hubo de rendirse. Los piratas dieron muerte a cuantos encontraron en el barco, menos a París, por consideraria único partidario de la causa que decían defender. Nuestro capitán fue llevado al barco pirata, donde presenció actos tales de ferocidad que suplicó al comandante de la nave lo dejase en la primera isla que encontrasen al paso. Igual súplica hizo una dama viuda de un jefe español a quien habían apresado los corsaríos y tratado inhumanamente. Es de advertir que éd correr de los años París encontró en Bogotá al capitán pirata, que llevaba otro nombre y recibía consideraciones y respeto de todos. Se horrorizó al verle pero a nadie reveló su secreto, atento a que ese hombre le.había salvado la vida. París y la viuda fueron desembarcados en una isla que parecía desierta; el primero, para pasar la noche; acomodó a la dama lo mejor que pudo, debajo de un árbol; luego oyó que se quejaba, lo supuso fruto del maltrato recibido y de los tormentos inferidos a su esposo; mas al rayar un nuevo día pudo convencerse de que la infeliz • 129 - señora había sido madre de una criatura que nació sin vida. Hallóse perplejo sin saber qtlé partido tomar para auxiliar a su compañera de desgracias, cuando acertó a presentarse un negro con un asno, que iba a proveer~e de agua en un arroyo qtle no lejos de allí corría. El negro se condolió de la dama y sobre el asno la condujeron él y París a un ingenio cercano. Un:¡ vez restablecida la señora, consiguió don Joaquin que a ambos les transportasen a Curazao, pagando el viaje con una onza de oro que él habia logrado sustraer a lã rapacidad de los piratas ocultándola en la suela de un zapato. La dama encontró en la AntilIa holandesa muchos amigos y compatriotas, con quienes partió a poco para Espafl¡¡. Esa gente, grata al comportamiento de París con la viuda, le ofreciÓ colocación en la Península con su grado militar, cosa en que no convino, y prefirió quedarse en la isla, sujeto a toda suerte de privaciones. Para no morir de hambre, consiguió colocarse, ganando un real diario, en la cigarrería de tin negro. Con tan misera jornal lograba aplacar el hambre, yendo a las fondas lilás humildes, en compañía de sujetos de la hez, que en fuerza de las circunstancias vinieron a cOllstituir su única sociedad. La mala alimentación o acaso el contacto con gentes de esa clase le produjeron un mal cutáneo, que fue causa para que el negro no volviera a,ocuparlo y apenas le obsequiase, de tarde en tarde, una moneda de cobre, con la que París compraba guayabas, Único alimento que podía procurarse con esa insignificante limosna. Cansado de soportar tántos sinsabores, al cabo de siete meses de exilio en Curazao, tendióse un día en la playa, resuelto a esperar la muerte. Mas hé aquí que arriba de Europa un barco del cual saltan varios pasajeros a tierra, entre ellos el antioqueño don Manuel Antonio Arrubla, que era antiguo amigo suyo. Dirigióse a él y lo llamó por su nombre, pero la traza en que estaba, \lena de andrajos y ma- - 130 • cilento, impidió que su compatriota le reconociese en el primer momento; pero una vez que supo quién era lo abrazó tiernamente y lo invitó a comer, cosa que rehusó, alegando que acababa de hacerlo, pues su traje no le permitía pretender sentarse a la mesa de un hotel. La misma negativa había dado dias atrás a unos comerciantes judíos, para quienes había obtenido París recomendaciones de amigos que residían en Maracaibo, los cuales comerciantes, cuyo apellido era Henriquez, en vez de auxiliar debidamente al desdichado joven, creyeron cumplir con él ofreciéndole un agasajo impropio de las circunstancias. Arrubla comprendió el motivo de la negativa de París para acompañarlo a comer y se despidió de él dándole una onza de oro y una moneda de plata. La última hie gastada inmedi,ltamente por el proscrito en el primer figón que halló y hasta el cual avanzó penosamente. Allí le dieron un plato de chanfaina, único alimento que había preparado, pues él pidió de lo que el fondista tuviera. A ese plato siguieron otros, hasta que Paris, con el estómago repleto, después de largos dias de no comer nada caliente, se sintió libre de los tormentos del hambre. La moneda de oro le hizo pasar una noche terrible, porque a cada momento despertaba sobresaltado creyendo que se la habían robado o cambiado y no se cansaba de contemplaria. Después de amanecer fue al hotel, a despedir al seí'ior Arrubla, el cual lo llevó a un almacén, donde lo proveyó de un traje, yen seguida lo recomendó a un médico, que en pocos días le curó la afección que padecía en la piel. Dueño de algún dinero, pensó en la manera de volver a unirse a los compatriotas que luchaban contra los españoles, y dando la onza en pago obtuvo que una 'pequeña embarcación le llevase al puerto venezolado de Cumaná, donde sabía se hallaba un pequeño destacamento republicano. Allí encontró a don Francisco Antonio lea, amigo de suJamilia y pariente lejano, el cual lo alojó en su do· • 131 • micil¡o y lo hizo colocar CC1mosegundo jefe de un escuadrón curo primer p!lesto ocupaba el coronel Juan José Flores, futuro presidente del Ecuador. EI4 de marzo de 1818 se le destinó para edecán del almirante Brión, que mand;¡ba la escuadra republicana, y a los seis meses de campaña naval se ditÏgió a Angostu 'a, donde el Libertador le colocó en su ejército y 10 hizo actuar en varias acciones libradas contra los españoles en lus primeros meses de 1818 y que fUt:ron desfavorables pari! la causa de la República. Bolivar se preocupó de llevar la guerra a la Nueva Granada y nombró al general Francisco de Paula Santander jefe de las fuerzils qlle deberían organizarse en la provincia de Casanare para libertar a la Nueva Granada. Paris pidió que se le concediese la gracia de mandar alguno de los cuerpos que se trataba de formar. «París era incansable en sus trabajos militares y el brazo derecho de Santander, quien le trataba como a su más intimo amigo; a sus órdenes recorrió los llanos de Casanare, visitó Jas orillas del Orinoco, recogiendo tropa y preparándola para la campaña; y fue uno de los pocos que recibieron la confianza de Bulívar y Santander cuando se rroponian ievadir el territorio neogranadino, sin que lo sospechasen los realistas, a marchas foriadas y por caminos intransitables. Santander se adelantaba con la vanguardia, en la cual-siempre ardiente en el combate, valiente hasta la temeridad y tranquilo en medio de los mayores peligros-iba el joven Paris.» (1) (¡) ACD'11l de Samper. ob. cil. CAPITULO XII La batalla de Boyacá Hacla. la. Nue'ba G,anada.-E{ paso de los Anáes.-El batallón CJ3ogotá.En Gámeza.-Teniente co,.onel..- El Pantano de Vargas.-Ocupa· ci6n de 'junja.-En et puente de Boyacá.-Rechat:o causa.do po,. Pa.,.ís a los. realístas.-Consumación de la 'bícforia.-P,{sión de Ba.,.,.d,.o.-Noticias de la ca.pital.-Huida de los ,ea!istas.-Ent,a.da. a. CJ3ogotá.-La fa.milia. Pa,.ís.-Festejos po, el triunfo. Santander, con gente que procedía de las mesas interandinas, formó en Tame el batallón que se denominó de Bogotá y que por sus funciones y su colocación en el ejér~ito tenía unido a su nombre principal el aditamento de Cazadores de Vanguardia. Este cuerpo tuvo como primer jefe al coronel Antonio Arredondo y como segundo a don Joaquín París, a quien Bolivar había conferido poco ant~8 el grado de sargento mayor. El Libertador, después de combinar detenidamente las operaciones contra los realistas, envió a Páez con mil hombres a la provincia de Barinas, para que desde ella amenaza~e los valles de Cúcuta y el general Latorre, que los ocupaba, no pudiese marchar en auxílio del coronel Ba- rreiro, Que estaba en la provincia de Tunja con la tercera c;Uvisiónde los españoles, y más bien estas últimas tt'(}p3S fuesen a apoyar las de Latorre. Era preciso obrar canee,. leridad y en el mayor sigilo para que los jefes realistas no se diesen cuenta del plan de Bolívar e impidiesen su realización. A fines de mayo se movió el grueso del ejército de Bolívar de Guasdu<llito para la Nueva Granada. «Pero la estación era entonces la del invierno más crudo; los llanos estaban inundados; y desde Apure hasta Pare había que vadear o pasar a nado unos cuantos ríos caudalosos, y profundos caños, tèniendo que atravesar, al mismo tiempo, el célebre estero de Cachjca~lo, especie de laguna de muchas leguas que, con el derrame de los rios, se forma en la parte más baja de los llanos de Arauca. Por caminos tan trabajosos andaba el ejército a marchas forzadas, llevando todo el parque para hacer una campaña sobre enemigos tan poderosos y de tántos recursos, al mismo tiempo que las municiones de boca y los equipajes que eran de necesidad. "Salió, pues, el ejército de Guasdualito y el 4 de junio pasó el Arauca para e.1trar en el territorio granadino. El 11 se reunió en Tame eon el general Santander. El 22 las fuerzas reunidas en número de 2,500 hombres, trayendo la vanguardia las de Casanare, dejaban el llano y entraba.n en la montaña. El 27 se encuentra la vanguardia con las primeras tropas españolas en Paya y las bate. Pero las tropas libertadoras estaban en tal estado de miseria, que eran pOC03 los Saldados que conservaban su chaqueta o sus calzones; gran parte de ellos no tenian más hilo ge ropa sobre su cuerpo que su guayuco a la cintura. Y estos soldados nacidos y criados en climas ardientes, vestidos de tal manera, eran los que iban a atravesar la gran cordillera de los Andes por entre páramos y nieblas para obrar sobre terrenos quebrados Sr de clima sumamente helado.» (1) (I) GrOllt, Historia. eclesiástica:JI d'bi! rie ta. Nue<rJa G,MlI.lÚ.. • U4. En el tramonto de la cordillera pereció mucha genteJ sobre todo en el páramo de P.sba; gran parte de la caballería se ahogó en los ríos del llano o pereciÓ en el ascenso de los Andes; esto mismo fue causa de que se mermase el parque, pues cuando moría alguna de las acémilas que lo cJnducían había que dejar la carga en el sitío donde caia el animal, por falta de ganados para el relevo. En la situación que es de suponer llegó el ejército al pueblo de Socha, primero de la altiplanicie, en tierras ya de la provincia de Tunja. El primer cuer po que coronó las alturas fue el Bogotá, que por muet te de Arredondo mandaba ahora París como primer jefe, con el grado de teniente coronel, de sobra merecido por su comportamiento en la penosa marcha desde T:lme. Santander dispuso que el Bogotá se adelantase a la vanguardia para que esos soldados, hechos a los rigores del frío, buscasen algunos recurSos de que tánto necesitaba el ejército, comisión que fue cumplida por Paris de manera satisfactoria, y con algún refuerzo de caballerías, de vituallas y de ropas pudo el Libertador terminar sin mayores quebrantos la travesía de los páramos. «Todo esto debia ejeclltar el general París, dice don Jqsé Maria Baraya (1) en el país que estaba ocupado por el ejército español, y, puede decirse, a la visla de los enemig0s; y todo lo veriticó tall cumplidamente, que mereció los elogios del Libertador y de todos los jef~s del ejército que le habían visto poco antes de esto batirse en un tiroteo que tuvo lugar en el pueblo de MorclJte, yen el ataque que se dio a la fuerte posición que los enemigos ocupaban en Paya, en donde flIC cncargado de flanquearlos, cuyo movimiento, por lo bien ejecutado, produjo cI triunfo.(I) 'R..eseña de los ser'bicms milita.res del ciudadano general Joa.quín PArís, que formó en su cal d ••d de oficial mayor de I•• se etarí •• de guerra y marina y que fue publicada en el Diario Ofic.a! corre.ponlien!e al 20 de octubre de 1868. • 135 • Blrreiro, que tenía su cuartel general en Sogamoso y disponía de tres mil soldados, la mitad de cllos en esa población, yel resto clIslùdiando las entradcls a la altiplanicie, se sorprendió al ten.:r noticia de la Ilcgada de los repllblicanos a Socha, pues no los espeíaba, y para hacerles frcnte movió sus tropas tn dirección al pueblo de Corrales, para lu cual hizo que cruzasen el Chica mocha ; dispuso que parte de ellas ocupasen aquel pueblo, lo que hicieron después de dispersar LIna cahallería patriota, y que el resto fuese s{lbr~ el pueblo de Gámeza, en la banda apueste! del río. Aqni derrotó LIna compañía de la división de Santander y le hizo algunos prisioneros, que amarrados esp:ilda con cs¡,alda fueron ¡ancrados de dos en dos, por disposición del mismo BJ.freiro. Bolívar, que esperaba la reunión de la legión británica y de la columna del coronel Nonato Pérez, que estaban retrasadas. lubia ~ituado su cuartel general en Tasca, en la banda oriental del Cl1icamocha, la misma en donde se hallan Socha (lI norte y Sogamoso al sur. La división de Santander avanzó sobre Gárneza, el 24 de junio, yendo adelante el batallón Bogotá Call el comandante Paris. Barreiro, que se había colocado en el puchlo de Gámeza, repasó el rio de e~tc nombre y fue a colocarse un poco al sur, en Tópag.1, pueho situado ell las a!t~lras que dominan el pucnte y p:\so del Gámcza, lo que no impidió que los patrio ras lo cruz¡¡sen, bajo los fuegos enemigos. Esto ohligó a los españoles a tomar mejores posiciones en los molinos de Tópaga, adonde los siguieron la di visión de Santander y la de Anzoátegui; empeñóse un reñido combate que duró o(h horas, con pérdida de algunos oficiales'j soldados de ambas partes. Bolívar Jo hizo Cesar porqlle vio que para tolllar las posiciones enemigas habría sido preCiSO s::crificar muchas vidas; 103 pat: iotas repasaron el Gá:neza y se colocaron en el pueblo de este nombr~, des,stiendo de invadir los valles de Sogamoso que i) r J" . dominaba Barreiro. De Gámeza volvió el ejército a Tasca, donde se le unieron las fuerzas que se habían retardado en el ascenso de la cordillera, y en seguida, por un rápido movimiento de flanco fueron los republicanos a ocupar los valles de Cerinza, al lado izquierdo del Chicamocha. A Barreiro no le quedó más recurso que el de ponerse en los molinos de Banza, cerca de Tunja, para proteger esta ciudad y el camino para la capital del virreinato. Cuéntase que, cuando la acciÓn de Gámeza, Paris tue a pararse al pie de unas cercas de piedra con su batallón, y que Santander, que comprendía lo peligroso de laposición de nuestro comandante, hallándose Barreiro bien fortificado en fa peña de Tópaga, avanzó con sus ayudantes para darle personalmente la orden de que se retirara, [a que Paris no quiso obedecer y replicó a su inmediato jefe que no se declaraba derrotado antes de que los españoles lo vencieran en buena lid; alejóse Santander, rompiéronse los fuegos, que los cazadores resistieron a pie firme, y el batallón español hubo de retirarse, dejando libre el paso de la altiplanicie. Es fama que una de las balas españolas disparadas en ese tiroteo [e alcanzó a Santander y [e penetró por la nuca; que él creyó ha[lar.se herido, pero París desabrochándole con presteza la casaca de paño muy grueso que usaba hizo caer la bala al suelo, pues ella no había alcanzado a interesar sino el cuello de la prenda. En Gámeza obtuvo París [a efectividad de su grado de teniente coronel. Bolívar, para conseguir que Barreiro le presentara combate, adelantó hasta las llanuras de Bonza, mas el español no salió de sus posiciones; entonèes, temeroso de que llegasen más tropas realistas, con procedencia de Venenezuela o de Bogotá, avanzó por el camino del Salitre de Paipa, para ,?bligar al enemigo a abandonar sus fuertes defensas, atacándolo por [a espalda. Esto ocurria el 25 de juH9, y apenas realizado e[ avance de los patriotas, se pre- " 137 - sentaron las fuerzas de Barreiro en el Pantano de Vargas, donde se libró aquel dia un combdte que por dos veces pareció decidirse a favor de la causa del rey, pero que a la postre vino a ser completamente favorable a las armas de la República, gracias al coronel Rondón, jofe de la caballería !lanera, que cargó sobre la infantería espafíola y la arrolló. Ambos beligerantes se portaron con el mayor denuedo; el batallón Bogotá tuvo un oficial muerto y otro herido, sin contar las bajas que hubo entre los individuos de tropa. Bolívar, despistando a Barreiro, ocupó a TUllja el 5 de agosto a las once de la mañana; allí encontró seiscientos fusiles, gran cantidad de pertrechos y de vestuarios, botiquines y otros elementos de que" carecía el ejército republicano, la mayor parte del cual pudo adquirir un traje. La población tunjana, agradablemente sorprendida con la presencia de sus libertadores, los auxilió con viveres y toda clase de recursos. Barreiro, que no supo oportunamente el movimiento de los adversarios, marchó hada ellos el 5, a las cinco de la madrugadil, y atravesando de noche por el páramo de Cómbita, se presentó en Motavita, a legua y media de Tunja, el 6 a las nueve de la mañana. Empefíado en obtener medios de comunicarse con la capital del virreinato, los que le había interceptado Bolívar, determinó tomar la delantera hacia Santa Fe, lo ql1e hizo el 7, muy temprano, dirigiéndose por el camino del pár:lJno a tomar el puente de B~ yacá. Nuestro Libertador, que desde una altura observaba S\.IS movimientos, dio la orden de marcha a todo el ejército, la que se hizo rápidamente y por el camino principal, a fjn de cortarle el paso al enemigo. «A las dos de la tarde, se lee en el parte del general Carlos SoubJette, jde del estado mayor, la primeta división enemiga llegaba al puente, cuando se dejó ver nuestra descubierta. de caballeria. E~ enemigo que aún nahabía: • 138 - podido descubrir nuestras fuerzas, y que creyó que lo que se le oponía era un cuerpo de observaciÓn, lo hizo atacar con sus cazadores para alejado dei camino. mientras el grueso del ejército seguía su movimiento. Nuestras divisiones aceleraron la marcha, y con gran sorpresa del enemigo se presentó toda la infantería en columna sobre una altura que dominaba su posición. La vanguardia enemiga había subid,..ouna parte del camino persiguiendo nuestra descubierta, y el resto del ejército estaba en lo' bajo a un cuarto de legua del puente y presentaba una fuerza de tres mil hombres, «El batallón de cazadores de nuestra vanguardia desplegó una <.:ompañía en guerrilla y con los dem:;s en columna atacó a los cazadores enemigos y los obligó a retirarse precipitadamente hasta un paredón, de donde fueron también desalojados. Pasaron el puente y tomaron posiciones del otro lado, Entre tanto nuestra infantería descendía y la caballería marchaba por el camino.» Momentos después de rotos los f~egos por el Bogotá, el combate se hizo general. Este cuerpo quedó en el aJa izquierda, que tenia por jefe superior a Santander, y se le unieiOn el batallón de línea de la Nueva Granada y los Guías de retaguardia, Mientras el general Anzoátegui, que mandaba el ala derecha y el centro, obtenia ventajas sobre los cuerpos realistas que se le oponian denodadamente, el ala izquierda encontraba formidable resistencia en la vanguardia realista, mandada por el coronel Fr:.tncisco Jiménez, segundo jefe del ejército de Barreiro; vanguardia que después del rechazo que le inflingió París tomó posiciones del otro lado del puente, Santander, para enfrentarse a Jiménez, sólo hizo entrar en acción'a Paris con el BOf!otá, para que atacase y tomase dicho puente, En un primer ataque le mataron el caballo at comandante de ese cuerpo y fue preciso retroceder; votvió a ta carga a pie y tuvo igual resultado; cargó por tercera vez, refor7.ado con - 139 - una compañia del batallón de línea de la Nueva Granada y los Guias de retaguardid, pasó el puente, siendo seguido por Santandèr y el resto de la vanguardIa y quedó alcanzada la vicIaria; estas fuerzas continuaron su avance en persecución del enemigo has la el pueblo de Ventaquemada. Barreiro fue apresado en el campo por Pedro Martinez, soldado del primero de Rif/es; igual suerte corrieron Jiménez, casi todos los comandantes y mayores de los cuerpos, multitud de subalternos y más de mil seiscientos soljados; todo el armamento, munlciones, artilleria y caballería cayó en poder del venced0r; apenas salvaron unos cincuenta hombres, entre ellos algunos jefes y oficiales de caballeria que huyeron antes de decidirse la acción y vinieron a la capital. Aquí los españoles y americanos realistas confiaban ciegamente en el triunfo de Barreiro, quien habia hecho creer que después d~1 Pantano de Vargas Bolívar no resistiria un segundo ataque; los republicanos desconfiaban y estaban por Li pérdida de su causa después de las noticias esparciJas por el gobierno; en todo caso no se atrevian a decir nada temerosos de la suerte que pudiera caberles. En esa situación estaha la capital cuando el 8 de agosto a las diez de la noche llegaron precipitadamente al palacio virreínal el comLsario Juan Barrera y ci coronel Manuel Mutínez de Aparicio y dieron cuenta a Sámano de que el ejército de Barreirl) habia caido en poder de Bolívar y éste no tardaría en presentarse en Santa Fe. Omitiremos hablar de la conflJsión que reinó enlre los realistas tan pronto como entre ellos se divulgó la noticia que no les permitió pensar en otra cosa que en la fuga, temerosos de las represalias por las vícrimas sacrificadas durante la época del Terror. "Cuando aclaraba el día, el camino de la sabana se veía cubierto de emigrados que marchaban unos para Honda y otros para el sur; unos a caba'lo y los.más a pie. El virrey salió entre una guardia de caballerí~ .~is- 18 • 1040 • frazado con una ruana verde y sombrero de hule colorado. Los ministros rie la real audiencia no todos tuvieron cabalio en qué salir. El oidor Vallecilla y los fiscales Miota y Lopetedi tuvieron que marchar a pie. El virrey los alcanzó antes de llegar a Fontibón, y, aunque pasó por junto de elios, no tuvo el comedimiento de hacer desmontar sus sokiados para darles caballos. En Facatativá se detuvo unos momentos mientras tomaba un pocillo de chocolate, y decía a los soldados que estuvieran en observación a ver si venían por ahi esos cobardes.Y> «El aturdimiento se apoderó de las cabezas en tales términos, que español hubo que por coger una mochila de dinero que habia puesto sobre la baranda de un balcón donde tenia un gallo tomó éste en lugar de la mochila y no advirtió en lo que llevaba hasta la salida de la ciudad, en que ¡untándose con otros te preguntaron para qué llevaba ese gallo» (I). Tan aprisa anduvieron los emigrados que tomaron la via de Honda, que a los cuatro días estuvieron en Nare y fue imposible que les diesen alcance fuerzas que desde el puente del Común destacó Bolívar contra ellos a las órdenes de Anzoátegui. Lo mismo ocurrió con la guarnición fi Bogotá, que a las órdenes de su inmediato jefe don 8asilio García y a las de Calzada se puso en camino para Popayán con muchos emigrados. Bolivar, temeroso de la anarquia en que imaginaba a 19·capital, sin autoridades, después de la huida de los esI'aft'oles, se adelantó a su ejército y vino a rendir su jorItélda en el palacio de los virreyes el 10 a las cinco de la tarde. Parte de las fuerzas vencedoras, pues el resto había sido destlnado al norte a perseguir a los emigrados y deNotados o a guarnecer diversas plazas, entró a Bogotá el dia ] 2; Los que llegaron aqui fueron el Bogotá y el Rifles. PaÁs: h·abra recibido la comisión de conducir a Barreiro y -.---- (;J) Groot. cil. • J4J • a los demás prisIoneros de Boyacá. -Había jurado veftgarse de los soldados y jefes que tánto le habían atormentado durante su época de prisión; pero cuando los encan· tró entre los prisioneros, humillados y abatidos, llenos de miedo de una justa retaliaciÓn, aquel hombre que, a pesar de su vida tall azaroza, era siempre caritativo y humano, no pudo burlarse de ellos siquiera y en nada les hizo pagar su crueldad para con él.» »Se esmeró en tratar al brigadier Barreiro con las mayores consideraciones; cuantas comodidades podía proporcionarse en el tránsito para el prisionero las ponía a su disposición. Esto 10 hacía principalmente porque Barreiro era el único de los españoles que le había saludado con cortesia cuando el mismo París esta ba preso» (1). La familia de don Joaquín había estado en ígnorancia de la suerte que ese su querido deudo hubiera corrido después de la salida de Bogotá en noviembre de 1816; hasta 10 dieron por muerto, error de que los sacó la noticia de que en el ejército de Bolívar venia un jefe de su mismo nombre y apellido que se distinguía por su valor y temeridad. Luégo adquirieron informes ciertos de que Paris llegaba con los prisioneros de la célebre batalla, y don José Ignacio, su hermano, salió a encontrarIa unido a una banda de músicos y un gentío inmenso que fue hastá la re coleta de San Diego, de donde todos tomaron en dirección al centro de la ciudad, en medio de aires marciales, vivas y diversas exclamaciones de entusiasmo. Ya en las calles principales se encontró don joaquin con su hermano don Ramón y luégo con otros parientes y amigos. Su facha, como la de todos los miembros del ejército libertador, era bien digna de inspirar lástima; cubrían su cuerpo unos pantalones de manta del Socorro atados por debajo de los brazos, porque eran grandes para (I) Acosta de SlIlUper, ob. cit. · '''2. él, Y una chaqueta, sin más prenda de ropa, pueo:;carecía de camÎ ••a. Asi andaba, el mismo día de su llegada, cuando encontró a dos damas que acababan de llegar de Fusagasugá, adonde habian sido confinadas por los españoles: dona Josefa Dominguez de de la Roche, la protectora del ya difunto don José Ma'tin durante la prisión en el colegio del Rosario, y a la hija de dicha dama, ambas lujosame.nte ataviadas, y la segunda muy atrayente por su hermosura y su juventud, pues frisaba en los diez y ocho alÍas. Las dos sefloras se detuvieron a saludar ya cumplimentar a dOll joaquin, a quien abrazó doña Josefa e indicó a su hija que hiciese lo propio. La joven se llenó de turbación y antes retrocedió bajando los ojos; Paris avanzó un paso y quedó cortado sin atreverse a abrazarla; uno y olro se miraron furtivamente y desde ese inesperado instante quedaron prendados mutuamente con tal vehemencia que, ocho días más tarde, donJoaquin solicitaba la mano de su adorada, Mariquita, que Je era otorgada sin reticencias, bien que el enlace hubo de aplazarse para cuando el novio acabase de cubrirse de gloria en el Cauca, para donde debía partir en campaña contra Calzada y García, que no pudieron ser alcanzados j precipitadamente siguieron Sll marcha al sur. Ya tendremos ocasión de hablar de los servicios que París prestó a la patria en el Cauca. Ocupémonos ahora en los festejos que una comisión de respetables ciudadanos organizó para tributar homenaje de admiración y gratitud a Bolívar y los d~l1lás vencedores del 7 de agosto, festejos que consistieron en unã función cívica, otra religiosa y un gran bli1e. La función cívica, realizada el 18 de septiembre, empezó con la condt.:cCÎón en triunfo del Libertador y de sus compai'leros desde las afueras del norte de 1(1 cill(jad, es decir desde S III Diego hasta San Agustín, de donde la comitiva tornó por Santa Clara a la plaza mayor j de allí los agasajados, las corporaciones y empleados públicos y numerosos particulares pasaron ,a la a • 143 • catedral, donde se entonó un Tedéum; terminada esta ceremonia el Libertador y Sil comitiva fueron llevados a una especie de anfiteatro erigido en la misma plaza y en el cual, bajo solio, fueron colocados los generales Bolivar, Santander y Anzoátegui, Tras un silencio profundo fue entonado un himno a Bolívar yen seguida «veinte ~efioritas jóvenes, de las más beneméritas familias, vestidas de blanco, con la sencillez y elegancia de las estatuas romanas, se presentaron sobre el tablado" (I). Esas señoritas, varias de las cuales recordará el lector porque las hemos mencionado al tratar de las familias de Ricaurte y París, eran las siguientes: Dolores Vargas Pads, hija del mártir de la patria doctor Ignacio Vargas, alias El Mocho, y de doña 19nacia Paris y Ricaurte; Rita París y Ricaurte; Liberata, Juana y Trinidad Ricaurte; Josefa Santamaria y Baraya, prima de las anteriores; Rosa Domínguez; Mariquita de la Roche y Domínguez; Nieves Pinzón; Bernardina lbáñez, cuya belleza llegó a superar, en su tiempo, a las mujeres hermosas de Bogotá; Josefa Navarro, Josefa Arce, Francisca Ortega, Ignacia Briceño, Dionisia Caicedo, Marcelina Andrade, Dùlores Rivas, Clara Angulo, Josefa Benitez y Rosa Rubio. Concluído el himno, la señorita Vargas Paris, que hacía cabeza entre esas deidades, dirigió al Libertador un sentido discurso,y acto seguido ]e colocó una corona de laurel sobre ]as sien~g. B:>lívar, visiblemente conmovido, respondiÓ diciendo que los soldados eran los merecedores de la corona, que pasó sucesivamente a Santander ya Anzoáte¡{ui yen seguida la arrojó al Rifles, que era el más cprcano al tablado. Ese cuerpo la alzó y la colocó en el asta de Sll bandera. Hubo otros muchos discursos, para todos los cuales tuvo el Libertador respuestas oportunas y patrióticas. ( I) Groot, cil. Los ~r;rIë:I¡)ale!J ~si~tentes pasároñ dèspuê"sà una e-lfsá donde se habla preparado un magl'lHico refresco, térrni;. nado el cual hubo un antmádo balte, al que èontrlbùyet'étl dos orquestas Que alternaron duràñte la t1óche que, junM CóJI el día que la precedió, fueron, decir dèlperiódlco oficia1 del GobiernO, los más'sotem-nes y más festivos qft a' nunca habia visto Bogotá. CAPlTULO XIII cr ercera Vez en el sur Cpmiséón en Nei<rJa..--Instrucciones.-Marcha hada. Popa.;)IJ.n.-Acd6n deI Guanábano.--Ba.ta.tla. de Sanfuanito.--Ocupación de Popa.yJn.-.]n. cidente con el obispo.--Solicitud de licencia.-- Varias carta.s.••Reg,.eso a. CSogofá. --Sorpresa. de Popayá.n. _.'jriunfo de Pifayó. ··Gobemadón de 8(ei<rJa..--Expedídón sobre el Ecua.dor. Don Joaquín París fue comisionado por Bolívar para ir con su batallÓn a limpiar de enemigos la provincia de Neiva y hacer que pasaran más allá della cordillera- Central/os relegados de la expedición de Calzada ett su marcha a Popayán. Santander, en su carácter de tere de· estado mayor general, dio a Paris un pliego de instrucciones para que sujetase su conducta. Para llenar su œmetido podria disponer de una columna que, con ol>jeto anátogo>, habia salido poco antes para el sur al mando del tefJien{le coronel Pedro Antonio Garcia y, además, formar un batallón en la provincia de Neiva; podría elevar el Ca~ador-es; q'Je constaba de trescientas plazas, hasta el número ~ Q-U'imentas, y ayudar a que· García hiciese lo propio con el suy(}, prestándole al efecto, París, los auxilios, cabos y sargentos que le hubieran de ser necisari08. - 14& • Debería impedir don Joaquin toda comunicación del valle de Neiva con la provincia de Popayán y establecer un buen servicio de espionaje para conocer el estado de las fuerzas de Calzada y comunicar prontamente cuantas noticias adquiriera. Dispuso el ,gobierno que las fuerzas de Pads y de Garcia y las demás que hubiese o se formasen en Neiva quedasen bajo la dirección del gobernador de la provincia, el entonces coronel Domingo Caicedo, hasta que se enviase de Bogotá un jefe que se encargase del mando de todas esas fuerzas y abriera operaciones contra los enemigos que se habian aposentado en Popayán. El coronel Antonio Obando fue escogido para mandar dichas fuerzas, las cuales, sumadas a otras que se organizaron posteriormente en Neiva y en Bogotá, formaron el ejército del Sur, cuya dirección se confió al ,~eneral Manuel Valdés. París no se detuvo mucho tiempo en la ciudad de Neiva y por nuevas instrucciones del gobierno, emanadas ahora directamente de Santander, que en ausencia de Bqlívar había quedado en ejercicio del poder, avanzó sobre la cordillera Central. Dicho general había escrito a Paris, cuando éste partió de Bogotá con su batallón, y con fecha del 21 de septiembre, de oficio y particularmente: «Me alegro de que vayan contentos y de que tengan un grande interés por salir con brillo. Tus glorias y las de esos oficiales y soldados, que tánto 3precio, me son interesantes. «Te doy orden de marchar e instrucciones. Procéde con mucha prudencia; acuérdate de mi prudencia en Casanare, que los chisperos llamaban cobardía, y que es lo que nos ha dado la salud que tenemos. En el combate mucho valor y dejar allí reserva para cualquier evento. Entre tanto llega Qballdo (el coronel Antonio) ób:-a ~omo si fue- - 141. ras un vieJo de cincuenh añns .... C'1á1tO celebrarí, que tú fueses el v~ncedor de CJlza la. ell.berraJor de Papayán! A propósito te remito tu despacho del orden de Liberta-. dores. Olvída amore~ y no piel1s~s sino en a.lq'iÎrir gloria y honor por tu p.ltria .... Te m.1nJa é la bandera del bat:¡lIón con un Boyacá, según el decrdo que se ha dado.» Paris Je contestó de Neiva el 28. De esa carta recortamos: « Yo, en cu mpli mien to de la orden de usted, sigo por el camino más corto a ponerme sobre la cordillera, e informado bien de todo tomaré el partido más seguro para comunicarme con las partidas que haya y tratar de asegurar un golpe que me haga honor y resulte en bien de la causa. En todo caso esté usted seguro qlJe no haré cosa que no sea bien meditada y espero no dar un solo paso que desagrade a usted ... "Usted me dice que abandone mis amores; este consejo hubiera sido bueno en otro tiempo, pero en el dia no puede tener efecto; he dado mi palabra y aunqae creyera que sería infeliz, que no lo pienso, sería fallar al honor con que debo proceder en todos casos. Esto no tiene ya más que hacerse, y espero, si usled desea mi felicidad, me mande mi licencia y un poder ~ara ser mi padrino, para efectuaria cuanto antes en el Valle. Este nuevo estado no le dará a usted ocasión de decir qlle es motivo de frialdad en el servicio ní de excusarme por nada; antes por el contrario me servirá de estimulo para portarme mejor en lo sucesivo. «He recibido la patente del orcien de Libertadores y ojalá algún día me haga digno de llevar este nombre con justicia.» Calzada llegó a Popayán el 3 de septiembre e inmedi:1tamente se puso en comunicación y a las órdenes de don Melchor Aymerich, presidente de Q lito, a quien pidió refuerzos. La vispera habia ocurrido, en jurisdicción de Caloto, un encuentro desfavorable para los realistas: el 19 · te· gobernador de la provincia de Popayán, que abarcaba en aquella época los actuales departamentos del Cauca, Valle del Cauca y parte de Caldas, don Pedra Dominguez, habla salido de la capital en visita a los cantones del norte; en Buga pudo advertir la agitación en que, desde mediados de agosto, se hallaban los pueblos a causa de la derrota espanola en Boyacá, y resolvió tornar con presteza a Popayán. Se le unieron ocl1enta españoies y realistas armados, algunos de los cuales eran aborrecidos por los habitantes de la región. El 2 fueron atacados el gobernador y sus compafíeros en el punto de El Guanábano, por cuatrocientos hombres que mandaba el teniente coronel Juan María Alvarez. y todos perecieron. Domínguez, que era bogotano y pariente de doña Mariquita Roche, tue muy sentido por los patriotas moderados, según observa Restrepo, por su buen corazón y porque siempre se había mostrado humanitario. Para vengar lo ocurrído en El Guanábano y someter a la autoridad del rey a los levantiscos vallecaucanos, destinó Calzada el batallón del Principe, fuerte de quinientas plazas y comandado por el teniente coronel Miguel Rodríguez. Los patriotas de Buga, dirigidos por el general Joaquin Ricaurte, que habia estado oculto en las montafias para librarse de la cuchilla pacificadora, opusieron a Rodriguez dos mil hombres mal armados pero llenos de arrojo y decisión por su causa, (os cuales cercaron a los Quinientos españoles en (a hacienda de San J uanito, vecina a aquella ciudad, y les infligieron tremenda derrota e( 29 de septiembre. Calzada, al saberlo, se llenó de terror, y con las fuerzas de que disponía, el obispo, (os empleados públicos y muchos particulares, a quienes invitó a seguirlo de grado o por fuerza, marchó para Pasto, abandonando a Popayán en el mayor desorden el día 5 de octubre. Esa ciudad quedó sin autoridades, pero no hubo que lamentar allí los males de la anarquía por la índole pad- " 149 - fica de los moradores. El 24 entró a esa capital el coman'dante París, quien siguió de primer jefe de las fuerzas destinadas a obrar sobre el Cauca y Pasto hasta expirar el afio t9, en que llegó a Popayán el coronel Obando. Paris tomó especial empeño en defender la ciudad por el sur, plies a Calzada le habían quedado de avanzada, para ulteriores operaciones, los pueblos del Tambo, Timbio y Patía, cuyos habitantes, diestros en la guerra de guerrillas, eran entusiastas por el rey. Santander, cuando todavía estaba París en el valle de Neiva, le escribh'l el 4 de octubre: «Siendo necesario auxiiiar los esfuerzos que hacen los pueblos del valle del Cauca por su libertad, marchará usted con su batallón y las demás tropas que tengan cualesquiera otros comandantes a ocupar el dicho val,le. «Le acompaño instrucciones ya la vista de esta orden todo comandante que mande guerrillas, partidas, cuerpos organizados o cualquiera otra cosa, se pondrá a sus órdenes, con excepción sola del general Ricaurte, que tiene orden de venir solo aquí, y del coronel Rodríguez que también solo se pondrá en Neiva. «Dios guarde a usted muchos años. «SANTANDER "Al teniente coron~1 Joaquín París.» «Ignoro dónde andas y si ya has recibido las órdenes de operaciones. Ricaurte estaba en Cartago, y Cancino con su columna debe hoy de estar de marcha de Ibagué. Sólo cuatrocientos hombres tenían los enemigos obrando en el valle. Repito que uses de mucho espionaje, de mucha desconfianza y de mucha actividad. Cuidado con ir a exponer esa tropa imprudentemente y perdemos el plan. Levantar mucha, mucha caballería y dejar que Calzada apure sus recllrsos. Recuérda que este godo es viejo en la guerra de Venezuela y que puede tenderte mil lazos.» • 150 • A Santander le interesaba sobre manera que las fuer:. . zas de París no se malograran, porque siendo ellas la base principal del ejército del Sur contribuirían en primera línea a la libertad de Pasto y a la de Quito. El obispo de Papayán, don Salvador Jiménez de Enciso y Cabos Padil/a, español, al huir para Pasto «trató de compeler a todos sus diocesanos a emigrar, abandonando sus hogares para que los patriotas no encontrasen recursos de ninguna especie. Para ello fulminó excomul1ión contra todos los que aguardasen a las tropas republicanas o que les prestasen auxilios. Declaró a Popayán en entredicho general y suspensos del ejercicio del ministerio a los eclesiásticos que no emigra~cn, lo que puso en gran conflicto a las gentes, pllCS no todos podian emigrar aunque quisieran» (1). Santander supo el 6 de noviembre que París había ocupado a Popayán. y con motivo de ello y de lo que oC~1Tríacon el señor Jiménez, le escribió en la misma fecha: «Querido Joaquín: me alegro de que hubieras entrado a Popayán. Las excomuniones son muy ndículas. Publica la pastoral del provisor de esta ciudad (Bogotá) que he mandado a Obando. "Tu licencia debe veria el presidente, como que existe todavia dentro de la Nueva Granada; la he recomendado y te la mandaré por la posta luégo. «Estoy muy ocupado con varias órdenes del presidente. Soublette ya está en Apure con tres mil hombres; Páez ofrece al general entregarle a Caracas para enero; Morillo está Jo que se llama un hombre apurado. Trabajen mucho, mucho y con atrevimiento, pues lo de Lima va ex(.elente. Hasta octubre no había Ilegado de España ni un hombre de auxilio al señor Morillo.» París, que esperaba por momentos la Ilegada de otro jefe que hubiera de sustituirlo en PopaYéín y que ardía en ( I) Grool. ob. cil. - BI • deseos de volver envió en octubre «Excelentísimo a la capital a celebrar su matrimonio, una solicitud de licencia así concebida: sefior: "Joaquín París, teniente coronel y comandante del batallón Cazado/es constantes de la Nueva Granada, ante vuestra excelencia con mi respetl) acostumbrado digo: que teniendo tratado casamiento con la ciudadana María Roche, y deseando llevar al cabo mis ofrecimientos, se ha de servir vuestra excelencia concederme el correspondiente permiso para verificar mi unión, atendiendo a que concurren todas las rualidades que exige un empleo en semejantes circunstancias, mediante lo cual a vuestra excelencia pido que acceda a mi solicitud, en lo que recibiré gracia. «Excelentísimo señor. <JOAQuIN PARIs.» dice: señor Esta solicitud tiene al margen una sustanciación que «Santa Fe, noviembre 6 de 1819. Al excelentísimo presidente, que aÚn reside en la Nueva Granada. «Osorio, secretario.» De esta capital fue enviada al Libertador de París con un oficio que dice: la solicitud "SÛmero 30. "Excelentísimo señor pus:denle de la República. «Dirijo a vuestra excelencia la adjunta solicitud del tenie¡,te co'ollcl ciudadano Joaquín París, siendo mi concepto el de que puede accederse a ella; en la inteligencia de que deberá continuar en la campaña. Vuestra excelencia resolverá lo que juzgue conveniente. <Dios guarde a vuestra excelencia muchos afios. «Santa Fe, noviembre 6 de 1819. BANCO DE LA REPUBLICA lUIS· ANGEL ARANGO :cf~~'-'''''''''''''f\~ln~.I'' - 8l8UOTECA .152. "P. D. Incluyo igualmente a vuestra excelencia las dos adjuntas cartas que me ha dirigido el mismo teniente coronel París. «Excelentísimo sefior. «F. DE P. SANTANDER. «Excelentísimo señor Presidente de la República.» La nota preinserta "Cuartel general tiene esto al margen: de Soatá, novÙ:mbre 15 de 1819-9.° «Se concede la licencia que solicita el comandante Joaquín París: y devuélvase. « BoLlv AR. «Comuníquese. Se comunicó al teniente coronel París en 23 de íd.» Mientras notas y sustanciaciones van y vienen, París, desesperado, urge al vicepresidente, el cual le responde el 6 de diciembre: «Por licencia para casarte no dejarás de unirte a Mariquita; pero por lo que es licencia para venir aquí, actualmente hay alguna dificultad. Acaso para el correo venidero te puedo dar alguna esperanza. Tén paciencia, porque no todas las veces se pueden conciliar los intereses de Marte y Cupido. Ya supongo a tu batallón en un pie brillantisimo; quisiera que en su vestuario también fuera brillante; pero se dejan pedir por lIna vara de paño catorce pesos. No les faltarán de manta, y en Quito se les hará de lo que se quiera. «La patria toda va buena; casi toda la Inglaterra está ya en Venezuela para aliviar a Morilla. Si estos señores ingleses no pidieran tánta plata, i qué lindos que fueran I ¿cuándo toman ustedes a Pasto? Después de que hemos tomado la Nueva Granada, en los términos y circunstancias en que se ha hecho, nada me parece ya dificultoso de .153· no poderse vencer. Yo no quiero que se arriesgue ningún comprometimiento, pues no estamos tan desesperados como en Banza; al contrario, quiero que haya toda la prudencia y circunspección necesarias, pues conviene conservar la fuerza que tenemos en esa provincia, a la cual reunida toda la que se está preparando formará un ejército que pueda merec~r tal nombre. Según las órdenes del presidente (Bolívar) y los preparativos que hago, debe contarse indefectiblemente con que en febrero todo está listo. Ustedes deben siempre manifestarle al pueblo ya la tropa que de un momento a otro llegan armamento y refuerzos para seguir a Quito; de este modo siempre se tiene en alarma al enemigo y en confianza a los pueblos ... Sirva esta carta para Obando y para ti, menos en el asunto que trata de Mariquita. "Abrazo a todos los oficiale~, muy particularmente a Pepe Galindo. Refréscate en el Puracé, báñate en el Rio Blanco, paséate por el ejido, visita a las monjas de la Encarnación, tómales el bizcochito, diviértete instruyendo a tu batallón, báila una que otra vez el bambuco; no olvides en los convites el muchujaco, todo de manera que sean muy pocos los minutos que pienses en Mariquita. A los títulos de compañero y de amigo reúno hoy' el de padrino (París había escogido a Santander para que avadrinase la boda); soy, pues, tu amigo, compañero y padrino que te ama, «SANTANDER.) La respuesta de Paris, fechada el 20, fue la que sigue: «Mi apreciadisimo general y padrIno: la licencia para casarme sin la de ir a hacerla es lo mismo que nada; una vez que la expedición pára aqui, porque necesita de algún tiempo, podia listed concederme el volver para efectuarlo y vendría con la tropa que forma la expedición para Pasto y Quito. La disciplina del batallón no se perjudicaría quedando Galindo encargado de eIJa. • 154 • «Supone usted el batallón en un pie brillante: positimente está bastante bueno, a pesar de la deserción que es continua; pero ésta no es de lo!; soldados veteranos, ni al enemigo todos; la más fuerte la causan los reclutas del valle del Cauca, que no quieren hacer la guerra sino como los J1aneros, es dtcir, en su pais y sin disciplina. Tengo ya algún vestuario de pantalón y blusa, aunque no el completo; los fusiles en el mejor estado; está en buen pie la armería; se hacen continuamènte y tengo una gran parte de los utensilios necesarios para la conservación de las armas. «Es de suma importancia el que alcen la excomunión que echó el obispo; todos lo desean y entonces se prestarán para servir en algo estos fanáticos. Le digo a usted esto, movido de algunos sujetos de importancia que continuamente me lo suplican.:> Cuando Santander leia esta carta, llegaba a manos de París la que se verá en seguida: •• Santa Fe, diciembre 21 de 1819. "Joaquín querido: La última prueba que te puedo dar de carillo es concederte licendia para venir a casar-te. La remito a Obando con sus condiciones, para que él firme el pase. Desde ahora para entonces te advierto, que no te quedas aquí disfrutando del matrimonio, pues marchas al ejército. Calcúla sobre esto y resuélve. Si una mujer es capaz eje detener tu carrera y de privarte de más glorias marchitando las que hasta aqui has adquirido, puedes desde ahora contar con una carrera oscura y un nombre olvidado. «Recibi el galón, y gracias. «Adiós, soy tuyo siempre, «SANTANDER.- - IS5 • Al fin llegó a p.)payán la ansiada licencia, que puso contentísimo a Paris, COm') 3~ Jf) manifestó el coronel An~ tonio Obando a Saniander en carta del 4 de enero, en la cual agregó es~ jefe que nllestro comandante se vendría para Bogotá tres dias más ta·de. Cuando el comanùante París volvia al hogar y tenía la iOl~lensa sathfacción de ver llueV1mente a su adorada Mariquita, el coronel OoanJo y las fuerzas que guarnecían a Popayán eran sorprendi lus por otras más numerosas, mandadas por C;¡lzada y p'>r el co:nand:mte José María Obando; élquéllas se apre'taban para m;¡rchar al valle del Cauca, donde había más recursos y era firme la adhesión a la Rt>pública. La sorpresa ocurrió el 24 de enero y con elJa quedó por entonces perdida la capital del Cauca y también lo que hubiera I adido considerarse vanguardia del ejército de S~1f (I). El Libertarlor-prCSidente creó la provincia del Cauca, con capital en Cali. y fue nombrado para gobernarla el coronel JOSé Concha, q'1Îen salió a su destino por la ruta directa de Ihagué a Cartago. en tanto" que por el valle de NeÍl,a se movían algullas fuerzas comandadas por el general Manuel Valdés, que en combinación con otras que existían en el norte del Cauca deberían rescatar â Popayán y abrir operaciones sobre Pasto. Pads no regresó a ocup.1r su puesto, de que lo dispensó el gobierno; en Sil lugar tile de nuevo destinado al ejército del Sur el coronel Antonio Obando. «París, como nuevo casado, se marcha con mucho gusto; me ha pt'dido a su sobrino, y se lo he dado para que se eduque y pueda ser un buen oficial," decía el general Manuel Valdés al gene(!) Una vez en Bogolá, fue Pa·fs recibido ror el vicepresidente, quien le pidió nOlicia. de Popayán y esp>cialm"nle de las fue'zas de Obando. El primero le respondió que según e! comporlamiento de aqu-l jefe. temf~ que"lo hub'e",," derrotado .•• Tú cn".s q~e eres el único cap'z de mlndar en Popayán. le replicó San- tander," Al bajar París las escaleras del palacio encontró al fosta que iba a lIevarle al vicepre&denle la nOlicia de! deoaslre. 20 • 156 • raI Santander, en cMta del 29 de mayo, cuando hada pocas semanas que nuestro comandante había satisfecho sus anhelos uniéndose en matrimonio. en esta capital, a dona Mariquita Roche. El sobrino era un hijo de doña Ignacia París. el más tarde general José Vargas Paris. A los pocos días de esa carta, Valdés triunfaba de los realistas en Pitayó, salía a Calota en el valle del Cauca y el 12 de julio rescataba a Papayán, que ocupada siete ocasiones por las tropas reales, veía con placer 'que las de Colombia volvían a recobrar su suelo por la octava vez, según expresión de los miembros de la municipalidad payanesa al vicepresidente Slntander, ocho días más tarde, con motivo del décimo cumpleaños de la patria. Valdés debía seguir de Popayán para el sur, pero no lo hizo por falla de tropas buenas y en número suficiente. A causa de continuas deserciones tenía un humor de todos los diablos y anhelaba como único remedio el envío del batallón que por tánto tiempo había mandado don Joaquín París y con el cual se había cubierto de gloria este jefe en Gámeza, Panlino de Vargas y B'¡yacá. « •.•.. e~pero que para contar con ejército me remita usted, decía Valdés a Santander el 24 de julio, si IJ tiene a bien, el batallón de Bogotá,. de otro modo yo no respondo ni de la seguridad de esta provincia ni de llingún suceso sobre el enemigo, que se mantiene èn SU3 posiciones.» El 4 de agosto expresaba el mismo Valdés al p"opil) vicepresidente: «Me placen mucho todas las b .Ienas nOlicias que me comunica, pero no me ha gustado la marcha del batallón Bogotá, donde tenía cifrada mi esperanza.» Como alimentasen las deserciones y el p1ís e~tuviese plagado de guerrillas realistas, optó Valdés por desocupar a Porayán a Jines de agosto y situar su cuartel en Cali. La primera de esas ciudades flle ocupada, por octava ocasión, por tropas que destacó C11zada, a tiempo que llegaba a Neiva con su esposa y se h leía cargo de la gobernación de esa provincia el comandante Paris. • 157 - El nuevo mandatario de Neiva, aparte de Jas funciones innatas de su cargo, deb~ría coop~rar tesoneramente al mejor éxito de las armas republicanas en el Cauca, en Pasto y en QJito, re.lniendo hom')res y vítuallas con mayor actividad que hasta entonces lo había hecho el anterior gobernador, general Domingo Caícedo. Además, París sería el obligado medio de comunicaciÓn del gobierno de Cundinamarca con el ejército de Valdés. París obró con tánta actividad, Wle ya para octubre tenia listos 600 hombres, de los cuales remitió la mitad al ejército del Sur. Poco después recibiÓ trescientos fusiles, procedentes de B"gntá, que en diciembre envió a Popayán, plaza que Valdé, volvió a ocupar a comienzos de ese mes. Santander tenía ciega confianza cn don Joaquín y en una de sus cartas le decía quc descansaba tranquilo en su actividad para todo. Valdés, urgido p')r Santander, quc quería ocupasen los republicanos el mayor territorio posible, antes de que se comunicase oficialmente el armisticio celelHad(l a fines de noviembre en Venezuela entre los generales Bolívar .YMorilla, salió de Popayán sobre Pasto el 2 de enero de 1821, pero fue rechazado en l.1 sangrienta acción de Oenoy, un mes después, cuanùo pls;¡do 1'1 Jua~amhú entre el mortífero fuego de los realistas pretendia atacar a Pasto, y hubo de retirarse al pueblo del Trapiche. hoy ciudad de Bolivar, al norte del río M;¡yo, que vino;¡ qlJedar como limite entre ambos ejércitos. El gen~ral A~lt/lnio José de Sucre llegó al Trapiche a asumir el mando del ejército del Sur, que habia quedado reducido a poco menos de seí'cientlls hombres, armados la milaù con bocas de fuego. Sucre se dirigió en breve a O,¡ayaquil, por el puerto de Buen1Ventura, y en su lugar se quedó mandando en el Sllr el general Pedro León Torres. Los pastusos se manifestaron rehacios al armisticio, que logró imponer el obispo, si bien don Melchor Ayme- • ¡58 .• rich pretendía que el límite entre las tropas caucanas y las pastusas fuese el divorcio de las aguas que existe en la cuchilla del Tambo. Dicho armisticio debería regir durante seis meses, desde su notificación a cada provincia, lo que no obstó para que don B'lsilio Guda atacase, aunque infru::tuosamente, a Popayán el 15 de junio, porq ue Torres había fortificado muy bien esa ciudad. Torres avanzó al sur hasta el valle del Patía y en su ausencia estuvo otra vez en peligro Papayán, que salvaron de caer en manos -de los guerrilleros realistas, el 13 de agosto, ochenta hombres dirigidos por el comandante Peùro Murgueitio. A Jas pocos dias recibió Torres órdenes de Bogotá para enviar a Guayaquil, por Buenaventura, las fuerzas de que disponh, que eran ya en nÚ,nero triple de las que quedaron despué<; de la retirada de Genay; mucha gente emigró de Papayán al valle del C:lUca, y esa ciudad, desguarnecida, cayó por la novena vez en poder de los enemigos de la República, cuyo jefe inmediato era el enlonces comandante realista Jusé Mar;a Obando. CAPITULO XIV Campaña en el sur de la República <:Auxilios pa.ra. el Ca.uca.··El primogénito.··Rescate de Popa.yá.n.-..josé María Obando repuJlicano, e inter'bendón de Pa.rís en ese acontedmiento.·Hada. PástO. -Bomboná..--Herida. y a.scenso.-· En Quito. Pa.rísy el generAL Tvrres.--Ofra 'Dez a. Bogotá.. Bolívar, llevado por su generoso afán de dar libertad a todo el continente suramericano, acariciaba de tiempo atrás la idea de marchar contra los españoles que seftoreaban aún la presidencia de Quito. Santander quería que su amigo París participase de las glorias que habrían de recoger los compañeros del Padre de la Patria, y el 10 de enero escribió al gobernador de Neiva que se preparase para ir a Q lita, porque era una lástima que estuviese hecho el molondra en provincias, atrasando su carrera. "Tú puedes ser coronel a ia vuelta de dos combates, le decía. Que mi ahijada venga a donde SLl mamá, que alii quedará bien cuidada, entre tanto que tú te cubres de gloria yJaureles'~J • l60·· Cuando el rechazo experimentado por Valdés en (jenoy, pasaba de Bogotá para el Cauca, por Neiva, el general Torres, a quien París hubo de auxiliar debidamente, y luégo envió a Popayán algunos hombres qué sirvieron eficazmente para que en breve tiempo pudiera contar Torres con fuerzas considerables. París siguió el consejo del vicepresidente, y doña Mariquita, que había tenido un niño, nacido en Neiva en febrero de 182. y bautizado con el nombre de Pedro María, ,regresó a Bogotá al lado de su seilora madre do/la María Josefa. El feliz esposo recibió órdenes del Libertadorpresidente para marchar al sur a incorporarse al ejército que se estaba reuniendo en el Cauca para seguir contra Quito. «El presidente ya te conoce de antemano y sabe tu porte, le decía Santander el 21 de septiembre de 1821; te recomiendo que jamás desmientas este concepto, y puedes contar con el aprecio del presidente y con d adelantamiento de tu carrera. Yo estoy muy seguro de tu honor y deseo de servir a medida del gusto de tus jefes.» El primer servicio que en la campaña que iba a comenzar prestó don Joaquín a la República fue el de rescatar a Popayán una vez más, ahora sí de manera definitiva, lo que hizo con el batallón que mandaba, el 8 de octubre, marchando para ello desde el valle del Cauca. Bolinr, que se puso en camino de Popayán para Cali, en el mes de diciembre, encontró relativamente fácil la travesía hasta Pasto, gracias a que en febrero de 1822 se afilió bajo las banderas de la República, presentándose a tomar servicio en Popayán, el antiguo guerril1ero realista comandante José María Obar.do. Este jefe había ido hasta Cali en comisión de don Basilio García ante el Libertador, contando con todas las facilidades que para su viaje se le proporcionaron, especialmente por el general Pedro León Torres, que mandaba entonces en el Cauca, y el cual didgióaParíseste oficio ~ • 161 • «República de Colombin.-Pedro León Torre.'l, dei orden de de Vene:nœla, ,qcneral de br(qada de los I'jércitas de la RepÚbliea y comandru¡fr; en jpfe del ejército del Bltr en el de}lrtrlamento de Cunrliuainarcfl, etc. etc. etc.Cuartel gel/eral Clt .Tapio, a 81 de diciembre de 1821 . Libertadores •• Alleni.nle coronel comandante del batallón Bogotá. Joaquín Parí •. «Caso que el teniente coronel español don Jo¡::é María Obando, a quien dirigirá usted el adjunto oficio, quiera pasar a este cuartel general, le franqueará usted el paso y todas las seguridades que exija para su resguardo. cOios guarde a usted muchos años. «P. LEÓN TORRES •• Bolívar decidió a Obando por la República, bien que en su ánimo obraron el general Torres, el doctor Joaquín Mosquera y el comandante París. Omitimos hablar de las circunstancias cómo los otros influyeron sobre Obando, para tratar sólo de la intervención de don joaquin Paris. A poco de la nueva ocupación de Popayán supo Paris que Obando se encontraba enfermo en un escondite, y lleno de generosidad logró hacer llegar ha~ta la cama del enfermo un médico y algunos remedios. Ohando «que era en reaIidîd mucho menos feroz de lo que Jo pintaban sus enemigos,» según observa la señora Acosta de Samper, quedó abrumado de recon'lcimiento y escribió a don joaquín para expresárseJo y manifestarle el envío, como obsequio, de un magnifico caballo. París se apresuró a responder/e, y para tratar de atraer al guerrillero a las banderas de la Patria le mandó un sable de su uso, rogándole que nunca lo esgrimiera contra dia, y le contestó Qjando que nunca lo emplearía contra joaquin París, pues para defender al rey tenía su espada. «Llegó por fin el día 7 de febrero de 1822, último del armisticio, y a las doce de la noche entré en Popayán a -.11&2 • servir en el ejército de la República,» refiere Obando en ~us Apufltamientos para la historia, y agrega: "En la mañana del dia siguiente pasé a casa del general Pedro Le¢n Torres para que me presentara al Libertador, que aún qormía; pero hablándole el general nos mandó entrar y lo hicimos juntos. Al verme su excelencia me dijo: ¿Qué tenemos,comandante, viene usted con otro armisticio? Si, señor, le respondi, vengo ya a jurar un eterno armisticio a la República. Venga usted, déme un abrazo, me dijo; Je doy la enhorabuena a la Patria, se la doy a usted y me la doy a mi mismo. Despidió entonces al general, haciéndome quedar solo con él; me hizo varias preguntas relativas al estado de las fuerzas que yo mandaba y le informé lo conveniente. Le entregué mis despachos que tenía de los ~spañoles, mandó que se me refrendara el de teniente coronel, me colmó de afectos y de obsequios, y me hizo algunas preguntas sobre el estado del ejército espafíol y su sistema de defensa. Su secretario general, el coronel José Gabriel Pérez, me llevó a su de~pacho a entregarme el diploma refrendado, , . El Libertador me hizo llamar y me dijo que por unos dispersos de la fuerza que yo había dejado acababa de saber que con mi venida se habia d.isuelto aquélla, y habia dispuesto que yo marchase en el ~cto con una columna a reunirlos, porque quería además que aquellos pueblos supiesen que era yo mismo quien los iba a mandar; que;:la columna que yo llevaba era la vanguardia de la primera división que marcharía pronto a ódenes del general Torres, a quien debía reunirme después.~ Obando debía obrar en relación con París. el cual fue <Jestinado el 9 al pueblo del Tambo, al paso que Obando había sillo enviado ·la ví~pera a Tim~io, Constan por escrito las instrucciones que el general Torres dio a ambús COlllilndantes, y tenemos a la vista una copia autenticada por Torres del pliego entregado a Obando, copia que se ~.i~,~Pari~ juntamente, con las instrucciones para él. am- - 163 • bas piezas íntegramente raI Torres: escritas •• Copia de la3 in3trucciones dadas al teniente Obondo. « de pufto y letra del gene· coronel José morio Pedro León Torres, efr.. elr.. etr.., (Il tenicnte coronel ,José .lIaría Obando. "Ccartel general en Popayán. febrero 8 de J822. «1.0 Marchará con doscientos infantes y veinte y cinco caballos del escuadrón Gulas hacia el pueblo de Timbio. «2.0 Su principal objeto es el de atraerse la voluntad de aquellos vecinos, y demás de aquel cantón, usando de todos los medios que le sugiera el conocimIento que tiene del carácter de dichos vecinos. «3. VerHicado que sea esto se dirigirá al pueblo del Tambo, y se incorporará a las fuerzas del teniente coronel comandante Joaquin París. «4. Aunque se reúna al teniente coronel Joaquin París siempre mantendrá a sus órdenes los 225 hombres que hoy marchan, y será jde de la descubierta de la expresada división de vanguardia, que sigue a las órdenes del teniente coronel Joaquín París. «5. Publicará por bando la proclaml que le ha dado su excelencia el Libertador, y otro mandando que dentro del preciso término de ocho días se presente todo hombre a prestar el reconocimiento al gobierno y el que no lo hiciere en este término será castigado con la última pena. 0 0 0 «P. L. TORRES "Popayán, febrero 9 de 1822. «Es copia. TORRES.) 21 • 164 • c Pedro León Torrre.~. del orden de Libertndore.~ de VenexlIcla, general de b,i.qarJa de los ejércitos de la Repúbli.ca y f'omandante en jefe de la 11anguardia d3l ejército libertador del Sur, cte., cte., etc. "Cuartellleneral en ?opayán. febrero 9 de 1822. "In~trucción comandante que debe reglar la conducta Joaquín París en ]0 del teniente comisión que se coronel le confiere. «1.0 Marchará con la tropa de su mando hoy mismo hacia el pueblo del Tambo. «2." Su principal objeto es el de atraerse la voluntad de aquellos habitantes y demás de los cantones circunvecinos. Al efecto usará de todos los medios que sean conducentes a este fin. Por ningún motivo ni pretexto se les causará la más pequeña extorción. Los viveres y demás que necesite la tropa _serán satisfechos por los precios corrientes. «3.0 La tropa que llevó el teniente coronel José María Obando en número de doscientos veinte y cinco hombres quedarán a las órdenes de dicho teniente coronel, y sujeto a las de usted, siendo jefe de la descubierta de la expresada división de vanguardia que sigue a sus órdenes. «4. Publicará por bando la proclama que sele incluye dada por su excelencia el Libertador. y otro mandando que dentro del preciso término de ocho dIas se presente todo· . hombre a prestar el reconocimiento al gobierno, y que el que no lo hiciese en este término será castigado cuando se aprehenda con la última pena. 0 «P. LEÓN TORRES.» El Libertador había proyectado abrir sus operaciones por mar, llevando de Buenaventura a la c<>staecuatoriana sus tropas, pero lo hizo variar de plan la llegada del general ju~n de la Cruz Mourgeón, titulado capitán general y - 1(¡~- presidénte de Quito y virrey de ia Nueva Granada. Maurgeón desembarcó en Guayaquil con tropas y otros elementos, que condujo de Panamá en varios buques. Bolivar siguió para Popayán, donde resolvió esperar algunas fuertas que iban en su apoyo y que marchaban con lentitud, por tratarse de batallones procedentes de los llanos de Venezuela. En Popayán decretó el 8 de febrero una distInción especial para el batallón Bogotá: la de incorporarlo a la guardia colombiana, institución a la que no pertenecían sino los más brillantes cuerpos, como un estímulo para todos. Un mes má" tarde avanzó para Pasto y el24 de marzo llegaba a las cuasi inaccesibles breñas de juanambú, donde oponía tenaz resistencia don Basilio García. Bolivar logró que su ejército pasase el mismo 24 y el25 al otro lado del Juanambú y continuÓ Sll marcha por caminos excus:idos para evitar un choque que habría podido ser funesto con las tropas de García. Encuentros parciales habian ocurrido varios, esp~cialmente con la vanguardia a cuya caheza marchaba el célèbre Cazadores, a las inmediatas órdenes de Paris. La misión de este cuerpo resultaba no sólo difícil sino en extremo peligrosa, internándose en pais enemigo por entre r¡sccs y desfiladeros inaccesibles. Una vez que ti ejército adelantó más allá deljuanambú, París fue rechazando diversos destacamentos realistas, todos los cuales se replC'garon a Chaguarbamba, hasta sumar cuatrocientos hombres en esa montaña. A ellos agregó García otras fuerzas veteranas que se quedaron esperando que el ejército republicano les presentara cor.lbate, pues Bolívar, que deseaba interceptar las comunicaciones entre Pasto y Quito, fue a salir el dia 6 de abril al pueblo de Cf'nsacá. García había ido a situarse en esa fecha en las alturas de Cariaco, a una legua de Consacá, teniendo de por med'o entre los dos ejércít ,s la hacienda de Bomboná. Los realistas no imaginab¿,n que los republicanos pudieran ptesentarles combate, estando los primeros en excé- • 166 • lentes· posIciones. Bolívar envió al comandante Paris a efectuar un reconocimiento de Jas sitios ocupados por el enemigo, atra vesando Jas profundid ldes de Ja quebrada de Consad, y los informes que dio eran a propósito para pretender una victoria sobre Jos enemigos; pero Bolívar dispuso que antes de racionar la tropa sr t:mpeñase la acción, y al efecto, hizo que el general Valdé-- trepase por eJ volcán de Pasto para atacar el ala izquierda de los realistas con el batallón Riflfs; que Torres atacase la derecha y el centro con los batallones Bogotá y Vargas y dos escuadrones del Gu/us, y que permanecieran como reserva el batallón Vencedores de Boyacá y dos escuadrones de lanceros. El combate comenzó a las dos de la tarde del 7 de abril y constituyó una victoria para los republicanos, bien que no decisiva, porque al llegar la noche, aunque era de luna, suspendieron los fuegos a causa de hallarse en un terreno desconocido y lleno de peligros. Todos los cuerpos pelearon con sin igual valentia y arrojo. El general Torres, con seiscientos hombres, pretendió romper por la.derecha, pero no logró conseguÍl lo y hubo de cargar sobre el centro ellemiga, que dirigia en persona el jefe español; bajo el nutrido fueJo de los enemigos desfilaron Torres y su gente por la honda cañada, pero tropezamn con enormes árboles que García habia hecho tumbar para obstruír el sitio. Alli quedaron muertos y heridos casi todos los je~es y oficiales de nuestra derecha y centro. «Al principio de la batalla, refiere el general Manuel Antonio López en sus Recuerdos históricos, fue herido el general Torres, y tomó la dirección personal del ataque el teniente coronel Lucas Carvajal; herido tamhién, le reemplazó el teniente coronel joaquín Puís; h~rido igualmente París, le sucedió el teniente coronel Ignado Luque; hirieron a Luq',e y ocupó su lugar el teniente coronel Pèdro Antonio G'lrCÎa; herido García, el sargenb m lyor León G llindo; herido Galindo, como I~s ot~os, el sargento mayor Federico Valencia le siguió, y • 167 • de Ja misma manera fue herido, con Jo cual a medra hora de fuego, todos los jefes de la división de vanguardia estaban fuera de com hate, y tu viera!') que mandaria oficiales de menor graduación." París recibió una grave herida en la mano derecha, de la cual le volaron dos dedos; sin embargo, siguió combatiendo como si nada le hubiera pasado; el Libertador, que advirtió que nuestro comandante estaba herido, le hizo saber que lo iba a reemplazar con otro jefe, mas él, en un exceso de pundonor, respondió: c. A mi no se me reemplaza." No obstante, la pérdida de sangre le hizo caer exánime, y fue preciso que Luque ocupara su puesto. Don Basilio Garcia toml) en Bomboná las banderas del Bogotá y del Vargas, pero admirado del arrojo de los jefes, oficiales y soldados de esos cuerpos, devolvió a Bolivar tales trofeos, Sólo seis oficiales de los nombrados batallones resultaron ilesos en el combate, lo que vino a probar una vez más la justicia con que pertenecían a la Guardia colombiana. SObre el mismo campo de batalla fue Paris ascendido a coronel y los demás jefes recibieron también el grado inmediatamente superior. Ambos ejércitos quedaron en situación desastrosa, lo que no impid,ó al jefe español intimar a Bolívar la contramarcha hasta Papayán, que el segundo no aceptó y trató de negociar una tregua, lo que no obtuvo; esperando auxilíos de Papayán, demoró un mes en esas rc~iones, y a la postre optó por dirigirse al norte, hasta la actual ciudad de Bolivar. En el hospital de Consacá dejó a Torres y a trescientos hombres más, entre heridos y enfermos, recomendados al comandante español y a un comisionado que debería hacer los gastos requeriJos por el estado de esa gente. Con algunos auxilios que le llegaron de Popayán y que le enviaba Santander, pudo Bolivar elevar Su ejército • ,fiIj • a dos mil hombres, fuerza insuficiente para proseguir con' éxito la campana. A esto se agregaba la absoluta ~arència de noticias respecto del. general Sucre, quien estaba a· punto de coronar felizmente su campaña contra el general Aymerich. que por muerte del general Mourgeól1, ocurrida en visperas de Bomboná, era presidente de Quito. El Libertador intimó el 10 de mayo rendición a Garcia y éste, lleno de esperanza en el resultado de las operaciones de Aymerich, no accedió a rendirse; pero a fines del mes supo que el 24 hablan sido .;ompletamente desbaratados en las faldas del Pichincha los espaftoles dueños de Quito. y se allanó a capitular. Bolívar, sin aguardar a que se ratificasen las capitulaciones que su adversario se avido a celebrar, se adelantó :¡ Su ejército, que habia hecho volver al sur, y de Berruecos avanzó hasta Pasto acompañado apenas por una columna del Bogotá, paso atrevidi· sima y arriesgado, siendo el pais hostil a la R"pública, a tal punto que los pastusos quisieron sublevarse contra don Basilio porque resolvió tratar con los comisionados Que le habia enviado al Libertador. Este llegó a Pasto el 8 de junio y a poco siguió para Quito, adonde entró el 16. París, a pesar de su herida, pudo marchar al Ecuador, pero allá se agravó y i~ermaneció muchos dias enfermo. Recibió diversas muestras de amistad y deferencia en Quito, donde se le atendió con solicitud para el restablecimiento de sus dolencias, de las que sanó completamente, pero en cambio, como resultado de la última cruentisima campaña, empezó a perder e J aida, incomodidad que se fue agravando con los años, a tal punto que ya en 1(1 edad madura necesitaba de una trompetilla para poder enterarse de lo que le hablaban. No continuó al lado del Libertador, que iba a emprender la campaña del Perú; y en tanto que el ilustre capitán se dirigía a Guayaquil, Pdrís regresaba a Bogotá en agosto de 1822 a servir la comandancia de armas de esta provin- • 169 • cia, llamado con instancia por el vicepresidente de Cundlnamarca, que carecía acá de un jefe de suficiente confianza y de probada competencia que desempeñase satisfactoriamente ese puesto. A pesar de las capitulaciones de Pasto y del fiel cumplimiento que a ellas dio el coronel' García, los pastusos volvieron a levantar la bandera real y por varias ocasiones se adueñaron de la ciud;td. ya con Benito Boves, que huyó al Amazonas, ya con Agualongo y Merchancano, ya solo con Agualongo. Y si Bolívar, Sucre, Flores y Salom sucesivamente abrieron operaciones contra esos porfiados compatriotas y rescataron a Pasto, no pudieron impedir que por largos meses estuviese el país infestado de guerrillas que contra toda ley y todo derecho constituian seria amenaza para la vida de c'Jantas personas se aventuraban por los sitios que los guerrilleros dominaban. El coronel París, después de cruzar el Guáitara y llegar al pueblo de Yacuanquer, en via para Pasto, supo que alii se encontraba el general Torres, en gravi~ima situación, a causa de la herida que recibió en Bomboná; y aunque los dos jefes estaban mal avenidos y ni se dirigian la palabra, habiendo estado a punto de batirse en desafio en Popayán, París fue a ver a su enemigo, a quien abrazó lleno de emor.ión. Torres pidió le perdonara la mala voluntad qu~ le había tenido, y el otro le manifestó deseos de quedarse asistiéndolo, en lo que no convino el enfermo y se empeñó para que el coronel siguiese, pues h:lbría podido caer en poder de una guerrilla qlle estaba cercana, comandada por Juan Gregario Sarria, y a la cual había logrado Paris adelantarse. Esta guerrilla, compuesta de indios, cuando no andaba en incursiones talando y asesinando, se situaba en un paso peligrosísimo del camino, donde había un puente, y quitaba la vida sin piedad a las personas que se aventuraban por allí. Mientras Torres y París departían, la guerrilla avanzó al norte, cruzó por • 170,. Yacuanquer y fue a posarse en el mencionado sitio. En esas vino la noche y los indios se retiraron a dormir a una casucha cercana a su guarida. Los dos amigos se separaron ya bien entrada la noche y eran las once cuando París se arriesgó por el puente, que salvó sin ningún tropiezo, aunque temiendo despeftarse a cada instante; y un rato más tarde se hallaba descansando en sitio amigo, libre de alevosos malhechores. Torres no sobrevivió muchos días, y murió al fin a causa de la grave lesión recihida en Bomboná. CAPITULO XV Servicios en el centro La. bala. de Bomboná.-Ascenso il general. -Di<[}ersos empleos militat'es. Lit conjuración de sepléembre.-Diferencias con el general Córdoba.. Ministro de la. guerra.-Retiro a la 'Vida pri'Vaáa.-La dictadur.1. de Urdaneta.-Otra. 'Vez ministro.-Decano de la alta. corte mardal.-En el régimen legal.-Letras de cuartel.-Nue'Vos sercuido6 militares. -'ioma de Honda.-La cuarta di'Visión.-Balo MO$quen¡, y bajo López. ~ La. re'Volucíón del 51. Una vez en Bogotá, recibió el coronel París el nombramiento de comandante de armas y entró en ejercicio de sus nuevas funciones. En el viaje le había precedido la bala que le rompió los dos dedos, la cual habia quedado dentro del guante y fuf' mandada a su esposa como trofeo de la sangrienta acción del 7 de abril. Esa bala, junto con otras que en posteriores combatl::s tocaron a Paris y algunas que hirieron a varios de sus hijos durante las guerras civiles de que fue teatro la República durante sus primeros tiempos, las conserva con religiosa veneración el Ítnico hijo sobreviviente del héroe de Bomboná, don José Joaquin París de la Rache. '" 22 • 172. El 4 de febrero de 1823 recibió el coronel Paris un oficio suscrito por el general Pedro Briceno Méndez, en el cual se le decía que el vicepresidente había dispuesto que se hiciera cargo del despacho del estado mayor del departamento de Cundinamarca, sin perjuicio de sus funciones como comandante de armas de Bogotá y su provincia. El 3 había sido expedido el decreto de nuevo nombramiento, en virtud de otro decreto del 21 de enero, que creó aquel estado mayor. El 17 de marzo le fue confirmado el grado recibido en Bomboná, haciéndolo «coronel vivo y efectivo.» El 7 de diciembre de 1825 se le nombró primer ayudante del estado mayor general y ~e le otorgó el grado de general el 2 de octubre de 1827. Se le confirió el nombramiento de comandante general del departamento de Cundinamarca, cuyo destino ejercía el 25 de septiembre de 1828, fecha de la conjuración:de varias republicanos exaltados contra la vida del Libertador. En vísperas de ella, cuando ya se la sopechaba, llamó Bolívar a Paris y le dijo: «Ya todos me abandonaron, ya Urdaneta no viene.» «Están jugando revirado (especie de primera) hace dos dias,> le repuso París para tranquilizarlo. El 26 iba el general París a caballo, con varios otros generales, en el séquito de Bolívar, que recorría los cuarteles, cuando se acercó Santander, que también iba a caballo, y saludó al presidente y a sus compañeros. Como el èx-vicepresidente de Colombia era sospechoso de complícidad en la conjuración, ninguno le respondió al saludo, sólo París, que a fuer de hombre culto y de amigo leal no temió arrostrar las iras de Bolívar, que estaba profundamente irritado, aunque sin' pruebas, contra su antiguo teniente. Santander, al notar que todos lo miraban en silencio y se observaban unos a otros, se acercó a París, a quien manifestó e.n voz baja los temores que lo asaltaban, creyéndose perdido en el concepto del Libertador; pidió <;on- • 11' • sejo a su amigo, quien le indicó fuese a aguardarlo en fa: casa del propio Pal is, lo que oyó el general Urdaneta y se apresuró a ofrecer también su casa a Santander. Todos los presentes fueron hasta el palacio de San Carlos, al que penetraron, menos el supuesto conspirador, quien tomó para la casa de su hermana daria Josefa, es .• posa del coronel José María Briceño, pues con esa señora se consullaba en todos los trances difíciles. A tiempo de volver el caballo para retirarse del palacio, el oficial inglés Fergusson, que montaba guardia, hizo ademán de querer heril a Santander con la espada desnuda, pero se interpuso París de modo enérgico, e impidió un crimen injustificable. Bolívar, que presenció la escena, manifestó a París que algún día habría de pesarle su noble proceder. Para juzgar a los conspiradores se constituyó un tribunal compuesto de cuatro militares y de cuatro funcionarios judiciales. París trató de defender a algunos de los sindicados, por tratarse de antiguos compañeros y amigos, a varios de los cuales se les condenó a muerte. Esta generosa conducta le concitó ojeriza en el círculo de aduladores que rodeaban al Libertador, entre ellos Córdoba, con quien tuvo París graves diferencias, a causa de que el primero pretendía que fueran pasados por las armas como doscientos individuos, so pretexto de que todos ellos, según decires, habian tomado parte en la conjuración. Córdoba murió un año más tarde, asesinado. cuando se había rebel ado contra Bolívar, su ídolo de 1828. París, ajeno a lisonjas y a servilismos, conservó siempre digna y leal adhesión al Libertador, aunque por el momento perdió su confianza y se le restaron atribuciones, pasando varías de las que competían a la comandancia a la corte mareial, corporación que se instaló en esos días y que tuvo de presidente al general Rafael Urdaneta. Al poco tiempo fue Bolívar al sur, con motivo de la actitud amenazante de los peruanos, a quienes secundaban· o a cuyos planes contribuían admirablemente algunos militares caucanos que, descontentos con el gobierno discrecional del Padre de la Patria, se habían rebelado en el Cauca contra su autoridad; regresó a principios de 1830, para instalar el congreso nacional, convocado por un decreto ejecutivo del mismo Bolívar, en cuya ausencia había gobernado un consejo de ministros. el cual fue reorganizado en enero con motivo de tener que asistir al congreso, como diputados, algunos de esos ministros. El general Domingo Caicedo quedó al frente de la cartera de relaciones exteriores y fue hecho presidente del consejo, en cuya virtud, por disposición que dio Bolívar el 1.0 de marzo, quedó encargado del poder ejecutivo desde el 2. Varios otros cambios hubo en"el gabinete, uno de ellos en la cartera de la guerra, que dejó el general Pedro Alcántara Herrán en el mes de mayo, y fue llamado a sustituírlo el general París; el último aceptó y se hizo inmediatamente cargo de tan honroso puesto, a lo cual contribuyó el empeño de varios prominentes liberales, que deseaban que al frente de la cartera de la guerra estu viese un ciudadano que fuera prenda de garantía para sus personas. El doctor Joaquín Mosquera, elegido por el congreso presidente de Colombia, tomó posesión de su cargo el 13 de junio y no hizo variación en el personal del ministerio, bien que éste quedó a los pocos días muy cambiado, porque algunos ministros renunciaron a causa de la debilidad que advertían en el gobierno para hacer frente a una grave situación interna, que culminó al fin en sangrienta guerra civil. Uno de los dimltentes fue ti general París, quien no alcanzó a durar dos meses en el gabinete. En su separación obró también la circunstancia de que por sus opiniones moderadas y tolerantes era mal mirado por los liberales exaltados, de los cuales se había dejado rodear el presidente Mosquera. Paris, libre de asuntos oficiales, fue a buscar algunos dia~ de reposo en una quinta de su propiedad, sita en el ~ 175 • ejido de Bogotá. Allí lo visitaban ciudadanos de diversas y aun encontradas ideas y a todos los recibía con igual deferencia y afabilidad. Su modo de ser y sus antecedentes le colocaban en campo neutral: amigo y admirador de Bolívár, su adhesión al grande hombre no le llevaba hasta pretender derrocar el gobíerno p:lra establecer un nuevo orden de cosas cuyo jefe fuera el Libertador; y antes era de los que aconsejaban la calma y la prudencia, tratando de rodear de respeto y de prestigio la administración del sefíor Mosquera. De otro lado, los liberales intransigentes o exaltados no podían considerarlo de los suyos, ya que ¡nuchos de ellos lo habian mirado como perjudicial en el gabinete. La guerra a que hemos aludido comenzó con la sublevación del batallÓn Callao, que se negó a marchar a Tunja, como se lo hahía ordenado el gobierno, y en la sabana de Bogotá hizo causa común con varios campesinos que no simpatizaban Call la administración ejecutiva. Esta, en vez de obrar con mano fuerte, trató con los rebeldes de potencia a potencia, proponiéndoles un avenimiento y enviándoles emisaïÍos q::c mediasen amigablemente. Uno de éstos fue el general Pélris, a quien envió el doctor Mosquera a mediados ùe agosto, con una carta para el coronel Florencio jiménrz, jde del Cal/ao. El resultado de todo fue 13 caída del gobierno, al que sucedió otro encabezado por el general Urdaneta, quien fue proclamado por varios ciudadanos el 5 de septiembre. El nuevo jcfe del poder, al asumir el mando, llamó a París a la cartera de la guerra, que ci agraciado se allanó a aceptar, pero sirvió durante unas pocas semanas; al cabo de ellas renunció el ministerio, lo mismo que el puesto de decano de la alta corte marcial; volvió a su situación de neutral en la lucha armada en que siguieron debatiéndose los dos bandos políticos que entonces dividian a los colombianos del centro, o sea de la Nueva Granada, y procuró, • t16 - cuantas veces se te deparó la ocasión, conciliar los ánimos y dar amparo y protección a los ciudadanos perseguidos. Al volver el régimen legal, continuó en esa situación privilegiada, y fue muy bien acatado por el general Caicedo, por el general José María Oband'o, por el doctor José Ignacio de Márquez y por el general Santander, que sucesivamente ejercieron la presidencia después de Urdaneta. Habria tenido ocasión de figurar oficialmente una vez constituída la Nueva Granada, de 1832 en adelante, si los desgraciados acontecimientos del año siguiente, que fueron causa de la muerte del coronel don Mariano París, no hubieran dado al traste con la amistad que de antiguo existía entre don Joaquin y Santander, pues al último, aunque sin pruebas concluyentes, se le culpó t:ntonces y posteriormente de ser responsable del trágico fia de don Mariano. El 23 de _ junio de aquel año, a sus instancias, habia obtenido París letras de cuartel, con el goce de las dos terceras partes del sueldo que le correspondía. El 30 de mayo de 1836 se le dieron letras de retiro con la misma asignación. El presidente Santander, que a pesar de todo seguía queriéndolo y deseaba darle nuevas pruebas de su afecto, trató de conseguir del congreso una partida para que fuese a educarse a Europa, por cuenta del gobierno, el joven Pedro María París de la Roche. Cuando el general Obando subió a la presidencia, dio cumplimiento a un decreto de la convención constHuyente de 1832, para borrar del escalafón a los militares bolivianos. Algunos de los liberales que en otra época se habían interesado para que París ejerciese el ministerio de la guerra trabajaron ahora para que se borrase a este general, a lo que Obando se opuso enérgicamente y dijo que primero se cortaria la mano antes que proceder contra París. Al subir al poder el doctor Márquez, elegido presidente en reemplazo del general Santander, para el cuatrienio de 1837 a 1841, París estaba retirado completamente • 177 - a política y entregado a labores agrícolas en su haenda de Peñas Blancas; pero pudo considerarse miisterial, porque siendo de extracción boliviana, venía a ~ qued'ir, por el nuevo giro que tomaron los partidos politicos, en uno de los círculos que habían contribuído a la exaltación del nuevo magistrado. Mas no era hombre que buscase los gajes del presupuesto. Sus conciudadanos vinieron a verla figurar de lleno en las filas del gobierno cuando éste se halló en serio peligro de sucumbir por la desatentada e injusta rebelión que los amigos políticos del general Santander realizaron en 1840. Durante ella se distinguió don Joaquín entre los jefes que con mejor brío y decisión y con mayores esfuerzos y sacrificios contribuyeron al restablecimiento del orden constitucional. El 20 de septiembre de dicho afio fue llamado al servicio activo y se le destinó a obrar en distintas direcciones, como jefe de la segunda división del ejército. Al estallar en Honda la rebelión de la provincia de Maríquita, encabezada por el gobernador, coronel José María Vezga, la segunda división, que se había dirigido al norte, contra marchó del puente de San Gil para pasar a restablecer el orden en Mariquita, y, sobre todo, para rescatar la plaza de Honda, cuya posesión era de grande importancia para el gobierno. EI8 de enero de 1841 abrió París operaciones contra Vezga, destinando desde Guaduas, donde se hallaba en esa fecha, cien hombres con el entonces sargento mayor Emigdio Briceño, para que observasen a los revolucionarios e impidieran su retírada. El general marchó el mismo día para Bodeguita, por cuyo punto pasó el Magdalena, en la madrugada del 9, y fue a situarse en el cerro llamado Cacao de Pelota, que domina la ciudad de Honda por el sur. Con instrucciones de Paris, el coronel Gregario Forero, que había sido enviado de Bogotá contra Vezga, a raíz del pronunciamíento del último, pernoctó eJ 8 no lejos de Honda, por los I.dos de .Mariquita, y al. - 178 - otro día avanzó cosa de una media legua sobre los rev~ cionarios. Estos, creyendo desprevenido a Forero, se pre pararon admirablemente para el ataque, empezando po ganar tiempo con fingidas negociaciones de paz. Forero y el comandante Mateo Viana sostuvieron eL combate, que provocó Vezga y que decidió París, presentándose con la fuerza que él personalmente cOIlducía. El jefe rebelde pidió entrar en arreglos, a lo que accedió el general, pero el primero no quería sino ganar tiempo una vez más, para huIr a Antioquia, como lo hizo amparado por la noche y en compañia de unos cien hombres. Don JoaquIn no sólo se preocupó, una vez d;-:_~ñode la plaza de Honda, de r~stablecer el orden en ella y en toda la provincia, sino también de llevar la calma a los eJlvíritus, inspirando confianza en el gobierno y en sus agentes, procediendo con exquisito tacto, bondad y tolerancia. J.a segunda división, acantonada en la provincia de Mariquita, mermó considerablemente sus plazas, no tanto por las bajas en los combates, sino por las experimentadas a causa de las enfermedades que atacaron a buen número de los oficial~s y soldados, poco habituados a residir en tierras ardientes y malsanas. A fines de febrero vino el general Paris a Bogotá, donde fue nombrado jefe militar de la provincia, y después, en ¡lIlio, comandante general del· departamento de Cundinamarca, conservando la jefatura de la segunda división. Esta fueza se organizó nuevamente y recibió la denominación de cuarta, en virtud de un decreto que respecto a los diferentes cuerpos de que deberia componerse el ejército nacional dictó el presidente Herrán el 22 de mayo. Habría cuatro divisiones, mandadas por los generales Tomás Cipriano de Mósquera, Martiniano Collazos, Joaquín Posada Gutiérrez y joaquín París. La de éste, compuesta de 108batallones 5.° y 8.° de linea, el 1.° de la guardia nacional de Bogot~ Y los cuerpos que en Jo sucesivo se creasen..en • 119 • provincias de Bogotá, Mariquita y Antioquia,o sea,' on Jig~ras variantes, en el territorio que hoy comprende' los departam(~ntos de Cundin2marca, Tolima y Antioquia. ~ Así, pues, el general París q¡lèdó encargado de pacificar dichas regiones. y puso tndo su conato en enviar fuerzas para comhatir las ¡r,ucrrillas y los ejércitos revolucionarios que en ellas habia; empezó por hacer que algunos cuadros de oficiales invadiesen a Antioquia, por la montana de Sansón, p;¡ra llevar la gllcrr<l a esa provinda, en donde desde octubre del 40 dominaba sin contrapeso el coronel Salvador Córdoba. La ,npaña co:;tra Antioquia, por puntos entonces bastante despoblados, no dio rcsllltaJo satisfactorio, y fue precisL :ombinélr el ataque contra Córdoba, llevando fuerzas pur el Callca D. lag órdenes del general Eusebio Barrero. Este jefe fue desgraciado en su jira y hubo de regresar al valle del Cauca después de celebru una expansión con el rebelde antioCJlItño. El general Caicedo. que como vicepresidente de la Repú blica ejercía el poder por ausencia del general Herrán, que estaba combatiendo a los revoluciona .• rios de la costa, dictó el 11 de diciembre dei 41 un decreto sobre nueva reorganizi.tción del <.:jército, el cual siguió siempre en cuatro divisiones, mandada la cu:trta por Paris y las otras por Barrero, MosQ-4l-era y Posada, La Cllarta división vino entonces a comp~)nerse elel batallÓn lO," de línea, del escuadrón 4.° de caballería y de las baterias 3.a y 7.a de artillería, cuerpos a los cl,¡aIes habrían de agregarsc todos los que se llamasen al servicio en las provincias de Bogotá, Tunja, Casanare, Mariquita y Neiva. A París se le dio para jefe de estado mayor al entonces coronel Joaquín Acosta. Ya por aqllcl!os días la guerra tocaba a su fin, y a la cuarta división, en la formil como últimamente quedaba constituida, 110 le ((jcÔ librar nuevas campañas en pro del régimen legal, aunque sí seguir atendiendo a las necesida .• des impuestas por la anómala situación que at¡:avesaba el 23 • 180 • pais. En febrero del 42 fue el general ParCs de BOgotá~ Honda para inspeccionar el parque llegado a esa plaza, activar su remisión a la capital y hacer venir de allá una compania de artillería. De regreso en la altiplanicie siguió dedicado de lleno a servir la comandancia del departamento y a procurar el enaltecimiento de la carrera militar, a lo cual contribuyó una sociedad fundada en noviembre de 1842, por iniciativa del general Ramón Espina, denominada Militar y cuya vicepresidencia se excusó de servir Paris. En el 43 dejó por breves días la comandancia para prestar sus servicios en otro puesto de confianza, en el mes de mayo: separóse transitoriamente uno de los miembros del gabinete ejecutivo, el general José Acevedo, secretario de la guerra, o sea ministro, según nuestra moderna y poco adecuada terminologia, ya que tenemos un sistema de gobierno rigidamente presidencial, y el general Paris entró a subrogarlo, con la calidad de secretario interino. De junio en adelante siguió dedicado a su puesto anterior, sin mezclarse en la política, satisfecho con ver imperar el orden en el país, al amparo de instituciones y de mandátarios con quienes estaba identificado en ideas. Tratábase de días bonancibles para la patria; al segundo bienio de la presidencia de Herrán, o sea a los aflos de 43 y 44, que fueron de organización de todos los servidos públicos y de nuevo encauce de las energías ciudadané1s, paralizadas por la reciente revolución, a ese bienio, repetimos, siguieron los cuatro a!'los de la presidencia del general Mosquera, que se caracterizó por su espíritu genuinamente progresista y que supo llevar al país por sendas hasta entonces desconocidas. El comercio, las industrias, las bellas artes, las letras, las ciencias encontraron benéfico impulso y se.desarrollaron en grado relativamente considerable. Nos hariamos interminables si quisiéramos rese!'lar debidamente ese periodo, uno de los más interesantes de la historia nacional, y para nuestro objeto bastará recor- • ISI • dar que en el 46 se fundó en Bogotá una sociedad denotrit. nada Filarmónica, compuesta de miembros activos, que eran los músicos residentes aqui, y de miembros protectores, a cuya lista pertenecían los caballeros más entusiastas por el desarrollo del divino arte o más interesados porque la capital de la República contara con una institución que proporcionase a la sociedad veladas de agradable solaz y esparcimiento. Al último número de socios perteneció el general Paris. Al gobierno de Mosquera sucedió el de su conterráneo el general José Hilario López, quien, débil de carácter, se echó en brazos de las llamadas sociedades Democráticas y dejó que los miembros de ellas impusieran Sil voluntad al gobierno. Las democráticas se componían, casi en su totalidad, de artesanos dirigidos por algunos sujetos de más elevada clase social, llenos de ideas exageradas y hasta extravagantes sobre los fines y manera de conducir el gobierno y procurar el bienestar de los asocia. dos. El partido conservador, cuando el debate electoral, en el 48, habia concebido esperanzas de que López seria un excelente gobernante, dados sus antecedentes y las prendas personales que lo adornaban; desengañado, hubo de constituirse en opositor del nuevo mandatario y bien pronto, por la exageración de los democráticos, quedaron los colombianos divididos en dos campos enemigos, sin que los ciudadanos de ideas moderadas pudieran hacer air su voz y llamar a la concordia nacional. Paris era de ese número, mas impotente para influir entre ¡;Usamigos, y menos para contener los arrestos del adversario, vino a quedar totalmente alejado de los hombres del poder, lo cual le obligó en 1850 a solicitar sus letras de retiro, que le fueron concedidas inmediatamente. La tirantez de la situación fue causa para que los conservadores impacientes, que eran la mayoría del partido, se lanzasen en armas contra el gobierno, mediando el afto de · lez· 1851, sin un plan meditado plenamente, 10 que causó ta derrota de los rebeldes, consumada por jefes liberales como los generales José María Obando, Manuel Maria Franco, Rafael Mendoza, Tomás Herrera y algunos otros y por dos jefes conservadores, que en su horror a las guerras civiles, no vacilaron en prestar su contingente al gobierno; el general Joaquín María Barriga y el coronel Joaquín Acosta, quien por sus servicios en aquella emergencia recibió el ascenso a general. Esa revolución, según lo declaró enfáticamente el presidente López eu su mensaje al congreso de 1852, estaba en la lógica de la historia. El alm3 de tal movimiento fue el doctor Mariano Ospina Rodríguez, indiscutible jefe civil del p3rtido conservador. París, que estaba lejos de anhelar una subversión del orden público, pero que no quería quedar en abierta pugna con sus amigos políticos, trató de disuadir a Ospina, a quien hizo notar que ciertos elementos militares de que se había rodeado no eran los más adecuados para llevar a seguro puerto la nave conservadora una vez lanzada en el proceloso mar de la revuelta. Tan pronto como el gobierno supo lo que se tramaba y se puso en guardia, las autoridades se dieron a perseguir a cuantos conservadores de viso creyeron implicados en el golpe revolucionario. Ospina se asiló en una legación y como el jefe de ella comprendiese que no debía seguirle dando amparo a un enemigo declarado del gobierno, hizo salir al pretenso reo de estado, q!lien, disfrazado, hubo de buscar otro escondite. En ésas estaba cuando fue tomado presu, disfrazado de clérigo, y llevado a la alcaldía y luégo al edificio de Las Aulas, hóy Biblioteca Nacional y Salón de Orados. París, libre de complicidad, no había pensado en huír ni en ocultarse; su casa era lugar de cita de respetables conservadores, no para confabularse contra el gobierno, sino para departir amenamente, cual se hace en • 183 • / sociedad; de ahí se tomó pie para considerar que la maRsión de don Joaquin era el local de algún tremebundo club revolucionario, y nuestro general fue a dar a la cárcel, acusado de ser uno de los instigadores y organizadores del plan subversivo. A Ospina le sometieron a juicio y a la postre fue absuelto. A Paris no hubo cómo seguírselo, por falta de pruebas, y una vez sofocada la rebelión se le puso en libertad sin más explicaciones. El general Joaquín Acosta, en carta fechada en Ouaduas el13 de agosto de 1851, decía a don Pedra Fernández Madrid: «La noticia de la prisión de mi bueno y antiguo amigo Joaquín París ha producido en mí y en toda mí familia la más dolorosa sensación, y Carolina, Solita y yo comisionamos a usted para que lo diga a Mariquita, Virginia, Vicente (Roche), Pedro María y demás, y pedimos nos digan qué podemos hacer por aliviar sus penas. «Estoy convencido de que el general París no pretendía hacer un prommciamiento militar; él, que aprobaba tánto la cláusula del testamento de Acevedo en esta materia, ¿ cómo había de querer perder el derecho de llamar faccioso a José Maria Obando?» El general José Acevedo había declarado en su test~mento: "que desde antes de cumplir yo la edad de trece años y medio he servido a la patria en la carrera de las armas sin faltar jamás a la lealtad y honradez que heredé de mis venerados padres; y que por escala he hecho mi carrera desde soldado hasta general, sin haber tenido parte Ili /a menor ingerencia en revo7ución, prollunciamiento ni trastorno a/gullo contra e/ gobierno constitucional de la RepÚblica, a cuyas instituciones republicanas he permanecido constantemente fiel, obrando siempre con entera buena fe y probidad.» CAPITULO XVI Campaña de 1854 La oposición al gobiemo fibual.-CJ)i'Visión entre los fiberales.- Triunfos pa.rciales de los coilsu'Vadores.-Causas á.ela. rt'Volución de 1854. Don Joa.quín París en campaña.-Fuerzas a sus 6rdenes.-Desastres de Zipaquirá y Tiquisa..-El gobierno de BUf'eM.-La. di'Visión del Alto Magdalena.-EI concurso antioqueño.-El gobicfTlo en Ibagué. Conferencias en Bonda.-EI ejército del Sur .• Operaciones en el rio. Toma de La Mesa. Como ocurre siempre que un partido ministerial queda sin oposición ni contrapeso, el liberal que gobernaba con López, una vez aplastada la rebelión conservadora se halló libre de enemigos, aun en la prensa y en la tribuna parlamentaria, porque los vencidos no hicieron acto de presencia en las urnas electorales ni siguieron escribiendo con el brío y decisión con -que Ospina, Caro, Arboleda, Calvo, Mallarino y otlos lo habían hecho en Bogotá, Popayán, Cartagena, Cali, desde las columnas de La Civilización, El Misóforo,La República, El Ariete. Pero en cambio surgieron contra el gobierno La Reforma, El Constitucianal y otros periódicos de la escuela radical, en cuyas columnas Florentino González, Francisco Eustaquio Alvarez • 185 - y otros ciudadanos de la extrema izquierda del circulo dominante fustlgaban a los hombres del poder, a sus amigos de la vlspera, a tiempo que caia del ministerio Manuel Murillo, que con González disputdba la jefatura del grupo radical. De ese modo quedó el liberalismo perfectamente dividido en dos tendencias, ]a una ministerial, ansiosa de conservar lo existente, no porque hubiera dejado de abominar antes contra ello, como carcomido y caduco, sino porque ahora le importaba mantenerse en el poder, al paso que los radicales anhelaban toda suerte de reformas, empezando por la autonomía de las provincias y la libre elección popular de sus gobernadores, aUOllue éstos y las correspondientes asambleas resultasen de color diametralmente opuesto al de los hombres que desde Bogotá gobernaban el país con férreo centralismo. Los conservadores hicieron causa común con los liberales de la izquierda y amparados por una nueva conslitución política de la República, la del 21 de mayo de 1853, alcanzaron por la fuerza de la opinión que el gobierno seccional fuese suyo en trece de las treinta y seis provincias en que entonce~ se dividia el país; trece provincias de las más importantes, como que entre ellas estaban Medellín, Bogotá, Popayán, Pasto, Buenaventura (Cali) y Neiva; Mariquita (Ibagué), Cundinamarca (Chocontá) y Zipaquirá, colindantes con Bogotá; Córdoba (Ríonegro), Ríohacha, Valledupar, Túquerres y si se quiere una décimacuarta, Panamá, donde hubo gobierno mixto y uno de los secretarios del gobernador fue el futuro presidente doctor Manuel Antonio Sanclemente; Mariano y Pastor Ospina, Mateo Viana, Rufino Vega, Mallarino, Manuel de Jesús Quijano, Vicente Cárdenas, Venancio Restrepo, A~tonio José Chaves, José Leonardo Hincapié fueron de los conservadores llamados a gobernar provincias, al paso que sus aliados del momento, los radicales, triunfaban en MompóSt .186 • Tundama, Casanare, Vélez, García Ravira, Socorro, Santander (Cúcuta) y parte del istmo de Panamá. A los gobiernistas no les agradó el resultado electoral, que implicó mayoría radical-conservadora en las cámaras legislativas, que en las sesiones del 54 se empeñaron en acabar con el ejército permanente y con la institución armada, negando al presidente de la República, general José Maria Obando, el número de soldados que reclamaba para la defensa del orden. De esa pugna nació la rebelión del 17 de abril de 1854, fruto del deseo que animaba a los liberales de no perder la hegemonía y una vez desembarazados de sus enemigos coaJigados, reconstituír el país a su capricho. El general José María Melo, nrazo derecho de Obando, encabezó el golpe contra las instituciones y afrontó resueltamente la dirección y responsabilidad de él, porque se negaron a acompaflarlo el presidente y otros de sus amigos políticos. Algunos liberales como el ex-presidente López, el vIcepresidente Obaldia, el doctor Rafael N\.Íl'\ez y unos cuantos gobernadores obandistas hicieron causa común con la liga radical-conservadora, que voló a los dmpamentos a sostener las instituciones del 53. Muchos ciudadanos salieron de Bogotá para otras provincias a levantar el estandarte de la legitimidad, entre ellos el general Tomás Herrera, designado para ejercer el poder ejecutivo, que asumió en Chocontá y fue a ejercer en Tunja, de donde volvió a mediados de mayo, para estrellarse en Zipaquirá yen Tíquisa contra los aguerridos batallones de Melo. El general París, burlando el espionaje de los dictato~ riales, logró salir de Bogotá el 5 de mayo con su hijo don Mariano, con el coronel Manuel Meléndez de Arjona, un hijo de ést~ y el capitán Severo Rueda. Los cinco tomaron el camino de La Mesa. Al otro dia se les unieron cuatro militares y ocho civiles que también habian salido de la capital el 5, armados de fusiles. COll esas diez y seis per"" • 187 • sanas siguió su marcha y el 7 arribó- a La Esperanza, donde supo que doscientos melistas se dirigian de Bogotá a La Mesa con Francisco Torres Hinestrosa y Miguel Troncoso, quien iba a asumir la gobernación de Tequendama, por los rebeldes. París avanzó en dirección al tío Magdalena, siempre engrosando su escasa fuerza, y el 8 se le unieron en Anapoima los señores Rafael, Federico y Medardo Rivas, Evaristo y Alejo de la Torre, quienes daban allí pasos encaminados al restablecimiento del gobierno legítimo. Ya en número de veinticuatro, fuéronse el general y su comitiva para las juntas oe Apulo, donde supieron que el enemigo, enterado de. que ocupaban a Anapoima, había contramarchado, y ocuparon La Mesa el 9. Torres salió de allí preci pitada mente, al saber que el general Paris se había declarado en armas, y por atajos y veredas arribó el 10 a Bogotá. En La Mesa se presentó a París el afamado guerrillero conservador jasé María Ardila, quien había obtenido algunos triunfos sobre destacamentos melistas en la sabana de Bogotá, y entregó al general los prisioneros que hiciera en un encuentro realizado en Funza. Con la gente de Ardila, que eran cuarenta, triplicó don Joaquín su fuerza y dictó diversas providencias para hacerse a recursos y continuar con buen resultado las operaciones. Organizó una columna de tropas, de la que hizo a Arjona jefe de estado mayor y nombró al doctor Medardo Rivas su ayudante de campo; con dos companías de a cincuenta y cinco hombres, en las cuales incorporó gran parte de los prisioneros de Funza, formó el Batallón Bogotá, del que hizo jefe al coronel Juan Miguel González, otro escapado de la capital; con treinta hombres de caballería que Je suministró Ardlla formó un escuadrón y pudo en breve pasar revista a ciento treinta y un hombres. La fuerza de París seguía engrosando diariamente con jóvenes radicales que huian de Bogotá y se le presentaban; 24 • T88 •. estableció la compal'lla de La Unión, que puso al mando del capitan doctor Laureano Mosquera, senador payanés que había huido igualmente de Bogotá. Hasta el 16 de mayo se habian incorporado a la columna en La Mesa, aparte de los nombrados y de otros que omitimos, el doctor Felipe Pérez, el coronel José Vargas Paris, el comandante Manuel Antonio López, el doctor Ignacio Ospina. En esa fecha constaba de trescientos hombres la fuerza del general Paris, quien se puso inmediatamente en combinación con el general López, que venía hacia la sabana con fuerzas organizadas en Neiva por él y por el gobernador de esa provincla,"doctor Rufino Vega, y con el comandante Julio Arboleda, que dirigía una fuerza de seiscientos hombres, arreglada en la provincia de Mariquita y que se denominaba división de Occidente, nombre que cambió luégo por el de columna de Tequendama. El 18 de mayo marchó Paris a Tocaima para hablar con el ex-presidente López y concertar las operaciones sobre Bogotá, y supo que el general Manuel María Franco avanzaba también contra la capital con fuerzas que él y el encargado del poder ejecutivo, general Herrera, habían reunido en las provincias de Tunja y Tundama. El 19 volvió Paris a La Mesa, y su columna, constant& ya de quinientos homores, tomó la vanguardia y marchó hacia Bogotá. El 20 pernoctó en La Herrera, y con otros ciudadanos que se le incorporaron sumó setecientos treinta hombres, seiscientos noventa y cinco de ellos armados con fusiles, lanzas y carabinas y el resto inermes. Desde antes de abandonar a La Mesa había enviado París a Bogotá a Pedro Rojas Molina para que le llevase algunos fusiles y otros elemenlos, indicandole el lugar donde debía recibirlos y los medios de transportarias. Rojas cumplió su peligrosa comisión y tornó el 18 al campamento con veinte fusiles, trescientas noventa piedras de chispa y algunos cartuchos embaJados. • 119 . López y Paris tenia n en mira apoyar las operaclones de Franco y unirse a él y a Herrera para formar un verdadero ejército, al que se agregaría la gente de Arboleda, que también avanzaba para la sabana. Franco fue batido en Zipaquirá el 20 y allí perdió la vida; Herrera logró salvar parte del ejército del norte y fue completamente desbaratado el 21 en Tiquisa, por el general Melo y lo más aguerrido de la tropa veterana que guarnecía a Bogotá. París, sabedor de que Melo había ocupado a Facatativá fuese a La Mesa, donde creyó poder unirse a López, pero éste habia tomado para Neiva, pasando por Flandes el Magdalena. Don Joaquín resolvió hacer de Honda el teatro de posteriores operaciones y cubrir los pasos del río, apoyado por la columna de Arboleda. Como no todas las personas que acompañ.aban al general París eran adecuadas para hacer campañ.a en las orillas del Magdalena, dicho jefe dejó la caballería de la sabana antes de entrar al monte, disolvió en La Mesa otra porción de su columna y continuó para Mariquita conduciendo el armamento. Herrera supo en Villeta que el general Mosquera había I1egado a Barranquilla e inmediatamente le nombró comandante general de las fuerzas del istmo de Panamá' la costa atlántica y Mompós; de Villeta siguió para La Mesa por Bituima, en busca de López y París, pero sabedor de que avanzaba el enemigo, el 26 se dirigió a Honda, adonde llegó también Arboleda con su fuerza; otra organizada por el coronel Antonio María Díaz con los dispersos de Zipaquirá y Tíquisa, y ciento veinte hombres de la misma columna de Tequendama, mandados por el coronel Francisco de Paula Diago, quien tenía por ayudante al capitán Pedro María Paris, primogénito del general, siguieron en pos de Arboleda y de los miembros del poder ejecutivo. Este se había reorganizado el 23 y 24, con el doctor Ramón Matéus para secretario de relaciones exteriores .·Igo • encargado del despacho de la guerra, y el doctor Pastor Ospina, secretario de hacienda, encargado de la cartera de gobierno. Matéus era gobernador de Vélez y Ospina de Bogotá. París supo el 26, en vía para Guataquí, que Herrera y sus secretarios habían pasado a la banda occidental del Magdalena, y dejando su columna a las órdenes de Arjona, fue a recibir órdenes del gobierno. La columna llegó el 27 a Guataquí, donde se le agregó la compania de La Unión, que se había incorporado a las fuerzas de López y que era comandada por el doctor Salvador Camacho Roldãn. París regresó el 29 a reasumir el mando de su tropa y después de dictar algl/nas disposiciones tendientes a la mejor organización de ella, dispuso que toda la gente s~ alistase para seguir a territorio mariquitefto. Dejó alguna fuerza para cubrir los pasos de Ouataqui y Opía y dispuso recoger todas las embarcaciones y no permitir que alguna quedase en la banda oriental del Magdalena, para impedir que lo atravesasen los dictatoriales. Coñ el resto de la columna, doscientos hombres, se embarc'Ó para Ambalema, adonde arribó en la tarde del 30. Alli estaba Diago, con quien ~iguió a Honda y en este puerto, por instrucciones del ejecutivo, organizó el 4 de junio una división que se llamó del Alto Magdalena, que tendría por comandante general al mismo París, por segundo a Diago, por jefe de estado mayor a Arjana y por jefes de las dos columnas de que constaría, a los comandantes Arboleda y Rojas Pinzón. Esa división, sumándol~ alguna gente llegada de Popayán y de Neiva, montó a dos mil hombres, que quedaron por lo protdo escalonados de Honda a Purificación. El general Herrera se trasladó transitoriamente a esa última villa, donde dispuso que López fuese jefe de lo que se denominaría ejército del Sur y que partiera a tomar el mando de las fuerzas que existían en el departamento militar del Cauca; extendió a Mosquera su jurisdicción a · '" . todo el norte, con encargo de que levantase allá otro ejército y que París quedase al frente de la división del Alto, para oponerse a las tropas mellstas que pudieran invadir los provincias de Neiva y Mariquita. Dispuso, además, el encargado del poder ejecutivo, Que las tropas de López, de Mosquera y de Paris no obrasen sino en combinación, para obtener resultados satisfactorios de (a campal'ia. En Antioquia levantaron el sentimiento popular en favor del gobierno los doctores Mariano Ospina y Venancio Restrepo, gobernadores de Medellín y Córdoba. En la montaña se organizó una respetable división, para la cual se envió un cuadro de oficiales y un jefe de los que estaban en Mariquita, el general Marcelo Buitrago. Los antioqueños /legaron a Honda, por el rio, desde Nare, y por tierra, de los lados del Ruiz. A fines de julio estaban ya casi todos en Honda, donde se les sumó a la división del Alto Magdalena, cuyo segundo jefe vino a ser Buitrago, a quien se encargó especialmente la defensa de aquella plaza. El aumento de las. fuerzas estacionadas en Mariquita coincidió con mayor actividad de las operaciones revolucionarias, y a fines de julio fue una fuerza melil'>tade quinientos hombres, mandada por el coronel Manueljiménez a ocupar la plaza de Guaduas. Paris tuvo noticia de esto al mismo tiempo que de la ocupación de La Palma por otra fuerza enemiga. y para estar a cubierto de cualquier contingencia, proveyó de municiones a toda la fuerza constitucional y dictó las medidas conducentes a la defensa de la línea del Magdalena, alistando las reservas, para que marchasen al punto que se creyera conveniente. Cuando esto ocurría acababa de sentar sus reales en Ibagué el gobierno nacional, que había vagado por esa y otras localidades y se preparaba a encaminarse al norte, de lo que disuadieron a Herrera Arboleda y otros miembros del congreso, que habían llegado para reanudar las sesiones del soberano cuerpo, disueltas por Melo y para las que Herrera habla convocado desde Villeta. • 192 • Herrera organizó en Honda, el 15 de julio, su gabinete definitivo, conservando a Matéus en relaciones exteriores, nombrando a don Pastor Ospina para gobierno, a don José María Plata, secretario de hacienda de Obando, que había logrado huír de Bogotá, para esa misma cartera, y al expresidente Herrán, que estaba en los Estados Unidos, para la de guerra, cuyo portafolio desempeñaria interinamente el doctor Matéus. Con anterioridad había elevado Herrera el ejército constitucional a diez mil hombres y reorganizado la división de Paris y la de López. La primera constaria de tres columnas mandadas por Arboleda, Viana y Diago, con el mismo París por jefe, y la integrarían Jas fuerzas de jas provincias de Tequendama, Mariquita, Antioquia, Medellín y Córdoba. El gobierno se había preocupado de la introducción de armas y otros elementos y lo mismo habían hecho el gobernador de Medellín, doctor Mariano Ospína, y los generales Herrán y Mosquera. El último recibió el 18 de julio una segunda remesa de armas del exteríor e inmediatamente le envió a Honda al general París 600 fusiles, 250 vestídos, 1800 frazadas y 14000 cebos fulminantes'. Cuando la división del Alto Magdalena se ,proveia de los elementos que, le hacían falta, lograba fugar de Bogotá y encaminarse a Ibagué el vicepresidente de la República, don José de Obaldía, quien asumió el poder el 5 de agosto dando asi nuevo prestigio a la causa de la legitimidad. Herrera fue destinado a comandar una de las divisiones del ejército del Norte y salió para Ocafta, donde creía encontrarse con Mosquera, que subía para Honda a conferenciar con los miembros del poder ejecutivo y con los generales López y Paris para combinar las operaciones militares. Mosquera venia en el vapor Manzanares y llegó enfermo a Honda el 17 de agosto, a consecuencia de una • 193 - calda de la escotilla de ese barco. El vicepresidente salió inmediatamente para dicho puerto con el secretario de gobierno, Ospina, con el de hacienda, Plata, que ejercía ahora el despacho de la guerra, y con el doctor José Ignacio de Márquez, presidente de la corte suprema que se había instalado el 8 en Ibagué. Llegaron a Honda el 22 y tuvieron tres días de conferencias con el jefe del ejército del Norte, quien el mismo 22 lanzó una proclama a los granadinos en la cual decía: «Aquí debí verme con los generales López y París, comandantes en jefe de las divisiones del Sur y Alto Magdalena, y juntos trazar el plan de operáciones que debe salvar la libertad y la República, sosteniendo la constitución. Cuarenta ai'ios hace que ellos y yo servimos por la noble causa de la independencia, bajo Narii'io y Cabal, y todavía imberbes aspirábamos al honor de merecer bien de la patria. Hoy, cubiertos de canas, podemos aún servir en la misma causa, defendiendo los mismos principios que al comenzar nuestra carrera ... » Mosquera presentó a los miembros del gobierno un plan de operaciones que se adoptó el 24, con algunas variantes; según lo acordado al respecto, las divisiones de López y Paris deberian refundir~e en un solo ejército, y al estar reunidos éste y el del Norte, Mosquera asumida el mando general de ambos. El coronel Agustin Codazzi, que acompañaba a Mosquera, trazó el plan de defensa de Honda, y sobre él, con la aprobación del mismo general y la de Paris, se mandaron levantar las trincheras que debian resguardar la ciudad, con una fuerza de 416 hombres. Plata tomó un memorándum del plan de operaciones para darIa a López, quien debía emitir concepto sobre él y si creía que en algo debía variarse, comunicaria oportunamente a Mosquera. López marchó del Cauca a Ibagué, par la via de la Plata, el 23 de agosto. Paris había hecho situar a Arboleda en Ouataquí y - 194 - personalmente atendia al equipo y operaciones de la columna de Tequendama, cuya presençia bastó para que se retirasen hacia la sabana las columnas ·melistas que estaban en Ouaduas y La Palma. Libre de enemigos en la banda oriental del Magdalena, fuese Paris a la capital provisional de la República a recibir nuevas instrucciones, y a su paso encontró a Herrera, que iba en busca de Mosquera. Paris y Herrera conferenciaron detenidamente sobre lo que en concepto del primero debia realizarse por los dos ejércitos para que el mismo exencargado del ejecutivo instruyese d~ todo al jefe del ejército del Norte. Don Joaquin llegó el 12 de agosto a Ibagué y después de hablar muy largo con el señor Obaldia, volvió a Ouataqui, de donde marchó a Honda, después de recibir un aviso de que Mosquera había llegado a ese puerto. La división del Alto Magdalena tenia entonces 1700 hombres y disponibles 1500 de las tres armas. París situó en la parte superior del salto de Honda un bongo traido desde Mompós por Mosquera; se dieron todas las órdenes para la defensa y para reforzar a Arboleda y tuvo nuevas conferencias con el expresidente a bordo del Manzanares, después de lo cual regresó a Honda el 31 de agosto por la noche, p!ra situar su cuartel general en Ouataqui, en virtud de que Arboleda le informó que seria atacado por aquella parte. Obaldia decretó el 29 la reunión de las divisiones del Sur y del Alto Magdalena en un solo ejército, con el nombre de la primera de ellas y lo puso al mando de López. a quien nombró director de las operaciones militares en el sur de Bogotá. en Antioquia y en la región del Alto Magdalena. Paris quedó como segundo de ese ejército y ambos generales conservaron la jefatura de sus respectivas divisiones. La senora Acosta de Samper, en su biografia del general Paris, hace notar que si éste fue segundo jefe no más, - 195 - lo debió a su proverbial modestia, porque el gobierno quiso nombrado rara el primer puesto, que él rehusó y pidió a Ohaldia que lo diese al general López. Arboleda, contra el parecer de París, habia estado solicitando, desde principios del mes, autorización para ir a tomar La Mesa, y dicho general, escaso de fuerzas en Honda, pues la mayor parte de las que componian su división estaban con aquel jete en Guataqui, hubo de manifestar al gobierno que protegería Jas movimientos de don Julio para evitar un desastre. Las fuerzas de Arboleda avanzaron en persecución de una de Melo que estaba en Tocaima y que se retiró, y fueron hasta las inmediaciones de La Mesa. López y París 110 vacilaron en apoyar los movimientos del poetaguerrero. El general Paris determinó las operaciones de Arboleda, que dieron por resultado la evacuación de La Mesa por los melistas que la ocupaban y la toma de ella el 11 de septiembre a la madrugada. Los acertados movimientos estratégicos dispuestos por Paris obtuvieron ese triunfo a la causa constitucIonal, triunfo que de otra manera habría costado numerosas vidas. Asi lo reconoció Arboleda, quien, en el parte que dirigió a su general, decía que había cumplido las Órdenes de éste sin derramar una sola gota de sangre. París permaneció algunos dias por los lados del Magdalena, y López entró a La M~sa el ] 3. Aqui confió a Arboleda el mando de la segunda división mientías llegaba su jefe titular. Dicha ciudad fue hecha cuartel general de los legitímistas, y a mediados de noviembre se trasladó allí el gobierno para ~egllir de cerca los movimientos del ejército del Sur. 26 ...... ~ 0:;:: ~ ..::::.. ~ ..:;::... .. ~ \¡o••o..:- ~ -.::;::.. @ffiffi~" - •:.::: ~~~~~~~ ~ CAPITULO XVII Continuación del anterior. Sucesos posteriores Enfermedad de don Joaquín. -Batalla. de Bosa.-Hazañas de don José Ma.nuel Paris.-Triunfo de Las Cruces.-/lIedallas del Salamina.-Toma de c.Bogotá.-El general París designado a lit presiáencia.-Don Fidel París. - Hacia [it federación.- Organización de [os Estados.-Don Joaquín, gobet'Tlador de Cundinamarca. -Entusiasmo pot' su elección.Su labo,. en ese pues/o.-Ot,.a 'Vell en el ejército. La activa labor desplegada por el general Paris mmo considerablemente su salud y hubo de retirarse por diez dias, los últimos de octubre, del comando de la división, el que se confió tra:1sitoriamente al general Buitrago. Ya para entonces habian aumentado tánto las fuerzas del ejército del Sur, no obstante numerosas bajas experimentadas en La Mesa a causa del clima y de la aglomeración de muchos soldados, que López creó una tercera división, cuyo mando confió al general Ramón Espina. Para un ataque serio a los melistas de la sabana habian sido transportados de Honda hasta La Mesa varios canones; pero Lópe~, temeroso de que pudieran caer en manos • '91 . del enemigo, se resistió a que se sacasen de la última de esas ciudades. París le hizo ver la conveniencia de trasla· darlos a los puntos a donde se moviese el ejército, y apoyado por Arboleda logró que el jefe del ejército conviniera en ello. El ejército se movió, en parte, para Tena el 11 de noviembre, una vez que López y París exploraron ese punto y p.aIlaron la conveniencia de situarse allí. A poco, el 17, se presentó en La Mesa el general He. rrán y fue nombrado generalísimo de todas las tropas legitimistas. Las del Sur constaban de cuatro mil soldados y su vanguardia, formada por la columna de Arboleda, fue a situarse el 18 en Basa, donde el 22 se libró una reñidisima batalla a cuyo éxito cooperaron notablemente los generales Herrán, López, París y el comandante Arboleda. Entre los heridos en esa acción, brillantísima para los constitucionales, se contó don JOSé Manuel Paris, uno de los cinco hijos del general que hacían campaña a su lado. En Basa, «Melo atacó resuelto nuestras posiciones, y el combate fue recio y sostenido; tres veces tomó nuestras trincheras y otras tantas tuvo que abandonarIas, porqu.e los antiaqucftos estaban resueltos a morir antes que obe. decer la orden de retirarse. El general Joaquin Paris, que por su pericia y denuedo habia sido elegido para dirigir la peligrosa evolución, hizo presente que Con esa tropa toda retirada podia convertirse en derrota, y que en el punto a que había llegado el combate era preciso cambiar el plan o limitarse a reforzar la vanguardia. Se resolvió esto último, y los primeros que llegaron al sitio de la pelea fueron la compañía de la Unión y el batallón Republicanos resueltos, ambos cuerpos formados de jóvenes pertenecientes a familias notables de B·)gotá y de otras ciudades de la República.» «Robustecida la vanguardia con tan eficaz apoyo, salió de sus atdncheramientos y desalojó al enemigo de los suyos, quedando en el campo fuera de combate los dos jefes antioqueños, Henao y Londoño, y muchos jóve- · '98 . n.es notables, como Ignacio Rovira, José Manuel París, Basilio Luengas y otros'& (1). Don José Manuel era un joven de gran valor personal, rayano en la temeridad. Pocos años antes había ocurrido un grande incendio en Bogotá, en el monasterío de las conceptas, que cuando el fuego hada pasto suyo al edificio, estaban muy ajenas al peligro que las rodeaba; la policía obligó a abrir las puertas del monasterio y por ellas penetraron algunas personas ;¡:-riesgadas, yendo el joven París a la cabeza. Este dirigió ci salvamento de las religiosas y ya se retiraba a sitio seguro, cuando se le informó que en una celda se encontraba una monja enferma; vaiá a so-:orrerla, eila creyó, ignorante de la obligada violación de la clausura, que la persona que de súbito la 'tomaba en sus brazos y que estaba con el rostro tiznado, los vestidos chamuzcados y los botones tostados, era un sér infernal surgido del averno. París logró salir con su preciada carga y tras él se desplomó la celda de la enferma y toda aquella parte del monasterio. Su heroica y desinteresada labor en ese siniestro le produjo una afección al hígado, que lo condujo al borde del sepulcro. Don Pedro Gual, amigo de de·n Joaquín, y cuya quinta, que ocupaba ia manzana determinada hoy por las carreras 12 y 13 Y las calles 16 y 17, era a diario visitada por los PaíÏscs, decía que éstos no sólo no temían sino que los atraían los peligros, Por la época del incendio en la Concepción, cuando imperaban las sociedades democráticas, ocurrió otro incidente a don JOSé Manuel. Este y otro joven conservador, don Pedro Julio Dùusdebés, se encontraban una noche en la casa del genaal Manuel Arjona, en el barrio de Santa Bárbara, y punto de reunión de los conservadores. Varios (I) Ramóñ Guerra Azuola, Recuerdos de la. ca.mpa.ña. de /854, en ri Re. pertorio Colombiano, ·199 - democráticos partieron hacia dicha casa, en actitud amenazante, y al saberlo Paris y Dousdebés, fueron hasta la plazuela de San Agustín, para esquiv:lr un encuentro desagradable y sin objeto. Su actitud cambió presto, porque los enemigos, aunque no encontraron con quién habérselas, quisieron hacer víctima de StLS odios a ]a familia Arjona Antes de que los democráticos hubieran tenido tiempo de ultrajar a las hij:\s del general, penetraron París y Dousdebés a la s:¡la Je la casa, donde dos señoritas se abrazaron a 11110 de los jóvenes y otras dos al otro, buscando su defensa. En ésas, un trabucazo que penetró por una ventana destrozó el traje a una de las niñas que se escudaban con DOllsdebés, mas elJa quedó ilesa. Algunos democráticos penetraron a la sala y de un culatazo echaron al suelo a don José Mé1nuel; no contentos con eso le hicieron un disp;¡ro, que él logró esquivar, pero el proyectil al estallar contra las esteras del suelo, rebotó e introdujo varios espartos en ulla pantorrilla del valeroso joven. Por suerte, las cosas no pasaron de allí; el jde de los asaltantes, un negro Londoño, era hermano de leche .de Paris y al reconocer a éste, ordenó él los democráticos que lo condujesen a su casa. La herida que don José Manuel recibió en Rosa fue en la paletilla izquierda; hizose p'eciso operario, y el cirujano que se encargó de la curación, doctor Ricardo Niniano Cheyne, se desmayÓ, en tanto que Paris, ~ereno, soportaba agudos dolores, dueño de sus cinco sentidos y sin exhalar una qu~ja. Al triunfo de Basa siguió otro en Las Cruces, al cual cooperó igualmente el general París, y entre los oficiales que entonces se distinguieron figuraron sus ayudantes de campo José Antonio Ariza, senador de la RepÚblica, Rafael Pombo y francisco Eu:,taquio Alvarez, quien era además secretario genera I. El batallón Salamina, que se destacó sobre todos en la batalla de Basa, hizo repartir algunos días más tarde • 200 - llnas medallas de oro, de forma circular y de treinta y dos milímetros de diámetro, con el escudo de armas de la República y un lema en la circunferencia con las palabras: jornada del 22 de noviembre. Puente de Basa,. al pie del escudo, B.1tallón Salamina, y por el reverso el nombre de la persona a quien se le daba la medalla. Una de éstas correspondió al general Paris; otras tres a sus hij)s don JOSé Manuel, don Fidel y don Mariano. El total de medallas fue de trei nta y dos. Después del combate de Las Cruces, duenos ya los constitucionales de las afueras de la capital por el lado del sur, del occidente y del oriente, se sllcedieron frecuentes escaramuzas y encuentros de más o menos significación, hasta el 4 de diciembre, fecl:t en que, con la intervención del ejército del Norte que el 2 habia pasado a situarse en Chapinero, fue rescatada la capital de la República. Nos haríamos interminables si pretendiéramos rememorar la célebre acción del 4, en que quedó aplastada la dictadura, pero se perdieron preciosas existencias, como las de los beneméritos próceres general Tomás Herrera y Camilo Mendoza. Bástenos decir que el 3 a medio día estableció el ejército del Sur la línea meridional del asalto, desde Egipto hasta San Victorino. y que el general París, con su división, ocupó el ala izquierda, que se extendió de Santa Bárbara a San Victorino. A las dos de la tarde, reconocidos los puntos por los generales que mandaban las fuerzas del asalto, se empezó a ganar terreno a fuego y sangre. La primera división del Sur se apoderó de buen trecho de la ciudad, por San Agustín y la calle de la Carrera, del lado meridional, y de la casa de moneda por el oriental. La segunda división, mandada por París, sobrepasando lo ordenado por Herrán y López, se apoderó en San Victorino de varias casas donde los revolucionarios se habían hecho fuertes; además se extendió más de lo acordado previamente, y fue preciso ir des- - 201 - tinando la reserva, de la cual no quedaron disponibles sino dos compañías. Hasta el amanecer:del 4 se sostuvo el fuego con poca intensidad y a la una de la mañana le hizo saber López a Herrán que el ejército del Sur había hecho más de lo que podía esperarse. Muy de mañana empezaron las operacione!) de los dos ejércitos el día 4, empeñados ambos en estrechar el cerco. Las tropas de Mosquera fueron tomando palmo a palmo, con el mayor arrojo, todas las manzanas de la parte septentrional de la ciudad, hasta llegar a la plaza de San Francisco, en donde se rindíeron Melo y muchos de sus subalternos. El ejército del Sur, con no menor denuedo, logró llegar a las cuatro de la t:ude a la plaza principal y a la de San Agustín. A la ocupaciÓn de esta última consagró especialmente sus esfuerzos el general Paris, y en los precisos momentos en que él lograba penetrar a ella, que había sido uno de los plintos mejor defendiúos por el enemigo, Mosquera, adelantándose a los suyos, iba de San Francisco a la plaza de Bolívar en solicitud de alguno de los jefes del ejército del Sur, y se encontraba allí con varios de los comandantes de batallones y columnas. "Yo, que observaba esto desde las colinas de Egipto, dice el general López en su párte, volé en pos del ilustre general Mosquera a darle mi abrazo fraternal, lo qlle logré en la plaza de la Constitución, que era el punto que vos (se dirige a Herrán) habíais Sl'ilalado al ejército del Sur como el signo inequívoco de la vicroria.» Después de tomada la capitfll, los generales Herrán, Mosquera y López pasaron al poder ejec:.Jtivo scndos pártes de las operaciones a ellos confíadas. El primero, al referirse a Basa, elogia por sobre todo la conducta del general París. López recomendaba también, de manera preferente, el comportamiento de París en las diversas acciones que díeron po, resultado el térmíno de la rebelión. La capital se esmeró en a~asajar dignamente a sus BANCO DE LA REPUBLICA BIBlIOTECA lUIS. ANGEL ARANGO ,--c '-- 'Q--TALQG~ÇJQN " , ••• , _--->....u_. _ .• -' __ • 202 • libertadores y hubo diversos festejos. El 17 de diciembre sirvió en e¡salón de sesiones de la cámara de representantes un banquete durante el cual ocho jóvenes vestales ofrecieron coronas al vicepresidente Obaldía y a los generales Herrán, Mosquera y París. López no estaba ya en la capital. El 6 de enero de 1855 se dio un baile en honor de los mismos magistrado y generales. A raíz de la toma de Bogotá hubo diferentes cambios en el ejército; el7 de diciembre fue París nombrado comandante general de Cundinamarca y a los seis días renunció, para ser sustituido por Mosquera. Terminada la revuelta y encarrilado el país por sendas bonancibles, recibió el general Paris una prueba espléndida del aprecio que le tenian sus compatriotas y del concepto que les merecía; en sesión plena del congreo nacional, celebrada el 5 de febrero de 1855, fue elegido designado para ejercer el poder ejecutivo de la República a falta del presidente y vicepresidente de la misma. El designado duraba un afta en su puesto, contado del 1.0 de abril siguiente a su elección. En esta vez la designatura revestía, si se quiere, mayor importancia, porque el congreso iba a juzgar al general Obando por su complicidad en el golpe del 17 de abril del 54, y la opinión de la gran mayoda de las cámaras estaba por que se impartiese sanción contra ese magistrado, como en efecto ocurrió, declarándole despojado del derecho a ejercer el poder ejecutivo. Vino asi a"quedar como jefe del estado, en propiedad para dos años, últimas del período de Obando, el vicepresidente doctor Manuel María Mallarino, quien para su segundo año de gobierno tuvo por sustituto, en vez de Paris, al general Mosquera. Ya hemos dicho que el 13 de enero de 1855 falleció de tifo, en Bogotá, el segundo de los hijos del general París, don Celestino, y que et 13 de mayo siguiente murió otro de ellos, don Fidel. Respecto al último, nos parece oportuna la inserción de ta siguiente carta; "Bogotá, 27 de mayo de 1855. "Sellor Pedro María París. «Mi querido primo: «El doble vínculo de amistad y parentesco que me une a ustedes me impone el triste deber de comunicarles, por tu conducto, una noticia que nos tiene a todos los que nos interesamos por ustedes en la más cruel incertidumbre y en un estado de inquietud y de congoja que supera a toda ponderación. «Hacía dos semanas que no teníamos noticia alguna de Fidel y de improviso comenzaron a circular rumores alarmantes, sin que fuese dable averiguar su exactitud, porque no era posible determinar su origen. Unas v~ces se decía, con referencia a cartas venidas de Simijaca, que estaba gravemente enfermo; otras, que peones llegados allí de Muzo aseguraban que Fidel se había caído de a caballo y quedaba peligrosa mente maltratado; y otras cosas muy diversas, pero siempre siniestras. Entre tanto, los miembros de la Compañía no recibían comunicación ninguna del señor Fallan, ni podían, por consiguiente, satisfacer nuestras frecuentes preguntas, hasta que al cabo hemos salido de este estado de vacilación y duda, para ser precipitados en otro, no diré igual, sino mil veces más penoso. Hoy han tenido cartas del señor Fallan los señores Schloss y Michelsen y también Vicentico y Mariano. Aquellas son mucho mas explicitas que éstas; pero unas y otras parecen competir en dar indicios de muy mal agUero, con detalles que causan mucho sobresalto. No tengo tiempo para reproducir los pormenores, ni los recuerdo exactamente; pero todos conducen a esta alarmantísima conclusión: Fidel salió de las minas el domingo 13 de los corrientes, muy de mañana, dirigiéndose al pueblo a oír misa; y desde entonces nada, absolutamente nada ha vuelto a saberse de %6 .204- él. Esto (sabiéndose como se sabe, que no ha pasado por ninguno de los pueblos inmediatos) da un terrible grado de verosimilitud a los rumores precedentes y a los que con mayor vehemencia han ea menzado a circular de nuevo, relativamente a nuestro hermano; sí, Pedro María, a nuestro hermano! porque Fidel lo era mio. La desgarrante angustia que experimenta mí corazón y las pringantes lágrimas que se agolpan a mis ojos al escribir estas líneas atestiguan que Fidel, el inseparable compañero durante tántos años, el predilecto, mejor diré, el único depositario de mis m~s recónditos pensamientos, de todos mis proyectos y deseos, era ciertamente mí hermano. Yo lo lloro como tal, y siento el alma inundárseme en ternura y las sienes latirme dolorosamente al recordar sus nobles cualidades, su carácter tan gallardo y desprendido, su amor filíal tan fino y consagrado, su proceder sitmpre cariftoso y fraternal con ustedes, su afecto por mi madre y por mí, y el cordial interés que tomaba en cuanto nos concernía! Ah! ¿Será posible, me pregunto, será posible que no volvamos a ver ese semblante tan expresivo de sensibilidad como de inteligencia y valor, tan compasivo y tierno como enérgico y varonil? i. No volveremos a oír esa voz tan familiar y grata a nuestros oídos, ni a estrechar contra nuestro pecho ese corazón tan desinteresado y leal, tan pundonoroso y rico en abnegación? Ah! Fidel, Fidel! amigo mio, qué no diera yo por verte entre nosotros, festivo y cariñoso como lo fuiste siempre con los tuyos? Pero esto no será; demasiado cierto es que no será! Dios, cuyos inexcrutables pero siempre sabios y adorables designios no están a nuestro alcance, h"l querido recogerte en su regazo. Dios, que no cuenta las virtudes por los años y que recompensa cuando parece herir, te estimó digno y te llamó a si. Cúmplase su divina voluntad y perdóneme El mis egoístlcos lamentos. «Debes dishnularme, mi querido Pedra María, el que • 205 - lastime tu sensibilidad con etlos, pero creo tener derecha para hacerla, pues este inmenso dolor no es de ustedes solamente, que también es mio, como ya lo he dicho; yel único dolor de que no quisiéramos nunca divorciamos, es el que nos callsa la pérdida de una persona amada. Yo no sé lo que me está pasando. No puedo pensar sino en Fidel. Todo me fastidia, todo lo veo enlutado. Hasta la presen-, cia de los objetos más queridos me mortifica; pues los contemplo con desconfianza y aprehensión. La idea de la muertc y de Fidel jamás se me habian presentado unidas; así es que, muerto él, me parece qne todo lo tenemos que temer ... , Sin embargo, en el resto de tu familia no hay novedad; todos están buenos, aunque afligidísimos. Mi tía Mariquita sabe ya la desgracia terrible que ha sufrido, y la soporta amargamente,.disimulando algo de su cruel pesar, por no acrecentar el de Virginia. Todos las hemos rodeado desde que mi mamá les comunicó, con las debidas precauciones, la terrible noticia; ¡terrible! si, porque no deja esperanza alguna. La última vez que Fidel fue visto iba acercándose al río Minero, que estaha muy crecido, y la mula cn que cabalgaba cra bastante briosa. Después n;-¡die lo volviÓ a ver, y como hahían pasado ya nueve dias. todus en MUlO, Simijaca, Chiquinquirá, etc. lo dan por muerto, y comunican la noticia con detalles demasiado dolorosos para que yo me atreva a comunicártelos todavía; pero al mismo tiempo demasiado auténticos, Quanchito, Eugenio y el cura de Coper, además del senor Fallon, SOil quienes los comunican) y demasiado circunstaliciados y positivos para que podamos ni debamos alimentar esperanza alguna. «Sé quc al decir esto desempeño una comisión odiosa, pero cumplo un deber que yo no me he impuesto voluntariamente. Son nuestros parientes y nuestros amigos todos quienes me han invitado e inducido a lIenarlo .... He temido, además, que si guardáramos silencio la noticia -_ ."206· podría lIegarles por conducto y en forma aun más desagradable; pues aunque conozco que es casi imposible dar bien una mala noticia, creo que vale más recibirla de quien comparte nuestras penas que de un indiferente. «Recomiendo a tu discreción el tiempo y la manera de transmitiria a mi tío Joaquín, a quien nada me atrevo a qecir, sino que no tema por su familia. Enrique, mi señora Elisa, los Parises, las ü'Learies, etc.· etc.; todos la rodeamos y la procuramos distraer para que en estos primeros días no pueda entregarse de lleno a su pesar. «Va un abrazo de mi parte a tus hermanos y créeme muy de veras tu afligido primo y amigo, "P. FERNÀNDEZ MADRID.> Nuestra patria, en materia de forma de gobierno, ha sido de las más susceptibles al espíritu de innovadón, yendo unas veces al centralismo más templado, otras al federalismo más lato; y no siempre ha tenido la cordura de buscar o de sostenerse en el justo medio que concilie la unidad nacional con la libertad de las secciones territoriales para el manejo de sus privativos intereses. La Nueva Granada, al constituírse en 1832, lo hizo por el sistema centralista o unitario, pero dejando cierta amplitud a las provincias para gobernarse. La carta fundamental del 32, en manos de un gobierno débil, dio asidero al partido de oposición para sumir al país en una de las más sangrientas, injustas y desalentadas guerras civiles que hayamos soportado. Triunfante ese gobierno y fuerte por el apoyo que entonces le brindó una mayoría sensata, reformáronse las instituciones, basandolas en un centralismo riguroso, que diese mayor vigor y prestigio al jefe del estado. ,De ahí la constitución de 1843, que a pesar de su rigorismo dejó campo para que las secciones diesen impulso a sus fuentes de recursos, se organizaran y se des- • 207 • arroIJaran debidamente; s610 que ese impulso iba del centro a la periferia; desde Bogotá se disponía la manera de crear la riqueza pública y de aprovecharla en beneficio de toda la Nación. Asi, por ejemplo, el impuesto que en cada provincia se cobraba para la conservación o apertura de las vias de comunicación, en vez de invertirlo al detal, en insignificantes veredas de parroquia, lo empleó el presidente general Mosquera en la apertura y fomento de los caminos de mayor importancia nacional, contra la grita de algunas provincias, que hallaban eso injusto porque a ellas no las beneficiaba tan directamente como a otras lo acordado por el poder ejecutivo. De todo ello, y gracias a un cambio de gobierno que dio asidero a multitud de innovaciones, surgió una serie de reformas constitucionales y legales que culminaron en la descentralización de rentas y gastos, cediendo la Nación a las provincias gran parte de sus cargas pero también de sus entradas. La reforma no se detuvo allí, y una tercera carta fundamental, la del 53, consagró la autonomia provincial, que, como ya lo hemos anotado, fue la causa de la rebel ón acaudillada por el general Melo, pero causa también de que esa rebelión fuese aplastada. El 4 de diciembre de 1853 triunfó la constitución, es decir~ el principio de la autonomia provincial, y vino de esta manera la inevitable reacción contra lo que habian pretendido los rebeldes: en vez de robustecer al poder ejecutivo, ensanchar el gobierno seccional. Las condiciones topográficas peculiares del istmo de Panamá indujeron a los legisladores de 1855 a dar a esa región casi toda la soberania que se habia re~ervado la Nación. Ese nuevo paso, ya franco e ¡nconte.,. nible hacia la completa descentralización administrativa y política halló tropiezos en ~u desarrollo, porque el estado soberano de Panamá carecía de todos los medios y recursos necesarios para manejarse por su cuenta, y llegaron las cosas hasta dar nacimiento allá a un partido que trabajaba · 208 - por la supresión del estado; pero el regionalismo, espedales condiciones étnicas, ya que no topográficas, hicieron surgir un afio más tarde el estado de Antioquia y tras él vinieron, en el 57, seis estados más, hasta quedar la República dividida en ocho entidades perfectamente autónomas, soberanas en el hecho, bien que no en el nombre. Esas entidades deberían empezar su existencia política el 15 de septiembre del mismo año de su creación, en circunstancias en que predominaba una verdadera anarquía, el caos, porque la ley fundamental del 53, aún vigente, no correspondía en nada a la nueva situación. Para organizar los seis estados, cada partido político pasó revista a sus huestes y con el mayor entusiasmo se dio a trabajar en la elección je los diputados a la respectiva asamblea constituyente, la cual tendría, aparte de sus funciones privativas, la de elegir los senadores y representantes al congreso nacional de 1858, los cuales serían como plenipotenciarios de cada estado, para dar al pais una constitución acorde con el nuevo régimen. Los liberales lograron triunfar en los estados de Santander y el Magdalena y pusieron de jefe del primero al que lo era del partido en la Nación, el doctor Manuel Murillo, oráculo entonces de radicales y melistas, ya que la preponderancia conservadora que se advirtió a raíz del 4 de diciembre del 54 hizo que todos los adherentes al trapo rojo tocasen a unión en las disgregadas filas. Antioquia y Panamá tenían gobiernos conservadores, y de igual clase se los dieron tres de los otros cuatro estados, Cauca, Cundinamarca y Bolívar. En Boyacá hu'bo escasísima mayoría conservadora y la constitución y leyes del 57, buscando la armonía, no correspondieron a las ideas de ninguno de los bandos en lucha sino que tomaron algo de lo que cada uno profesaba y sostenía. El estado de mayor extensión era el del Cauca, que confió su gobierno al general Mosquera; pero el más rico -209- y más poblado, que seguia al anterior en territorio, era Cundinamarca, que por el quererde los legisladores nacionales comprendia las provincias de Mariquita y Neiva. En este estado resultó la asamblea de considerable mayoría conservadora, que sin hacer caso ni temer el contrapeso del adversario, se mostró divil;ida en dos grupos al ¡naugurarse las sesiones. El más numeroso, capaz de imponer su querer, por la cnntidad de sus votos, se moStraba intransigente y apasionado y süstenia como candidato para gobernador provisional de Cundinamarca a un ciudadano identificado con el mismo grupo en ideas y tendencias. El 15 de septiembre, al proceder a las votaciones para miembros de la comisión de la mesa, hubo ya un acuerdo entre los dos grupos conservadores y fue elegido presidente de la asamblea el doctor Pastor Ospina; primer vicepresidente, el general José María Orte~a, y segundo el doctor Rufino Vega. Resultó de secretario el doctor Mario Valenzuela, de la mayoría, en pugna con don José M.a Vergara y Vergara, candidato de los moderados. Una vez posesíonados Jas electos, la asamblea adoptó para sus trabajos el reglamento del senado nacional y dictó tina ley provisional, que dispuso se eligiera el mismo dia 15 un magistrado con el título de gobernador, por mayoría absoluta y con carácter de interino. El estado se dividiría en tres departamentos, correspondientes a las tres extinguidas provincias que lo formaban: la de Bogotá seria regida directamente pOI el gobernador y las de Neiva y Mariquita por prefectos de libre nombramiento de aquel funcionario. Después de aprobada la ley en referencia, procedió la asamblea a la elección de gobernador, con este resultado: once votos por el coronel P¿dro Gutiérrez Lee, que hasta la víspera había gobernado a Bo~otá ; cuatro por el general Joaquín Paris; dos por el general José María Ortega, dos por don Pedro Fernández Madrid, uno por e~doctor José María Malo Blanco y seis en blanco, que fueron los ·210· de los liberales. Contraída la votación a Gutiérrez y a París, sufragaron por el primero trece de los diputados . presentes, a saber: once que votaron por él la primera vez, entre quienes hadan cabeza los doctores Ospina y Vega, et que había estado por Malo Blanco y uno de los que favorecieron al general Ortega. Los otros trece estuvieron por Paris, es decir, tos cuatro del principio, uno de los que sufragaron por Ortega, los dos que estuvieron por Fernández Madrid y los seis liberales. En un tercer escrutínio fue elegido PflríS por catorce sufragios. Se distinguran entre los conservadores moderados el doctor José Uldarico Leiva, el general Marcelo Buitrago, el coronel Emigdio Briceño y los señores Francisco y Do. mingo Caicedo Jurado. La minoria liberal estuvo formada durante las sesiones de la asamblea por los senores Juan Agustín Uricoechea, José María Rojas Garrido, Miguel Samper, Francisco Eustaquio Alvarez, Leopoldo Arias Vargas, Angel María Céspedes, Juan Evangelista González Pinzón, Manuel María Contreras y Daniel Aldana. El triunfo de Paris lo explicó la prensa liberal por el anhelo que en donde quiera había por III conservación de la paz y de las libertades públicas, Jo que dia el triunfo para la gobernación de Boyacá a Fernández Madrid, a Bartolomé Calvo para la de Panamá y a Herrán para la de Antioquia. Según El Tiempo, principal vocero liberal, ningl~n habitante de Bogotá habría podido imaginarse, en la mailana del 15 de septiembre, que el gobernador fuese otro que Gutiérr~z Lee, a quien había acordado por candidato la mayoría la tarde anterior y se aseguraba que las dos terceras partes de la asamblea se componían de conservadores netos, no menos enemigos de los liberales que de los moderados, según el mismo periódico. «Pero la opinión, que era formidable fuera, envolvió en sus invisibles redes a unos de esos mismos netos, y, como por '~encanto, les cambió las boletas y hé ahi al general Paris nombrado.- .211 • El gobernador juró su cargo el16 ante la constituyente. El doctor Ospina le dirigió un discurso cuyo resumen es éste: Cuando parte de los diputados no había nacido y Ospina se mecía en la cuna, ya Paris luchaba por el gobierno que al fin de nueve lustras se inauguraba en Cundinamarca. Ninguno con mayores títulos para regir el estado que quien había encanecido con la ley en una mano y la espada en la otra para asegurar a la Patria el régimen del orden y de la verdadera libertad. La asamblea, antes de elegir al gobernador, Je trazó sus funciones yel límite de su autoridad. Este funcionario estaba llamado a consolidar el gobierno del orden, "este régimen en que todo individuo, sin distinción ninguna, tiene libertad para hacer cuanto le convenga, menos lo que ofenda al derecho ajeno o que perjudique lo que exigen la buena marcha y la seguridad del estado y de la sociedad.» Pedía Ospina a París que reprimiese severamente el grito de la anarquía si alguna vez se levantaba. París nombró inmediatamente prefectos de Mariquita y Neiva. Gobernó la primera provincia el doctor Manuel María Madiedo y la segunda el doctor Domingo Mutis. Para festejar al gobernador, cuya elección fue bien mirada por la inmensa mayoría de los bogotanos, se sirvió en el hotel Albión un banquete de ciento cincuenta cubiertos, al cual asistieron el presidente de la República, doctor Mariano Ospina, sus tres secretarios y personalidades salientes de todos los partidos. El 28 de septiembre dispuso el general París que funcionase para el Estado el mismo número de secretarios del despacho ejecutivo que había tenido el gobernador de la provincia de Bogotá, y en esa fecha organizó su gabinete llamando al doctor Manuel Maria Medina, joven conservador de los más distinguidos, a la secretaría de orden público, al doctor José Antonio Currea a la de fomento y al doctor José Mal ia Rivas Mejía a la de rentas • 212 - El agrado con que en todas partes había sido acogido el nombramiento de París hizo que la mayoría de la asamblea pensara en él para la gobernaci6n en propiedad, una vez organizado el Estado, pero el general s610 se había prestado a servir intelinamente aquel puesto en obsequio de la paz y concordia entre los cundinamarqueses. El 30 de octubre elevó renuncia, que no se le admitió, y la asamblea le instó a seguir en el mando. Para que lo supliesen transitoriamente en caso de impedimento fueron elegidos dos designados, los doctores Pastor Ospina y Rufino Vega. París insistió en separarse yel 4 de noviembre procedió la constituyente a elegir gobernador en propiedad para un bienio que comenzalÍa el 8 del mes siguiente. Resultó electo el general Herrán por unanimidad, y sustitutos primero, segundo, tercero, cuarto, quinto y sexto respectivamente, Malo. Blanco, Ospina, Emigdio Briceño, Leiva, Mateo Viana y Pedro Dávila Novoa. Paris sancionó el 24 de octubre la constitución del Estado, con sus secretarios Medina y Currea, encargado el último de la cartera de rentas. Dicho código fue solemnemente promulgado el 8 de diciembre en la plaza de Bolívar de esta capital,yen esa fecha cesó el breve pero popular y provechoso gobierno de Paris. El primer sustituto, Malo Blanco, se posesionó de la gobernación ante la asamblea, por ausencia del general Herrán, que ejercía el cargo de ministro en los Estados Unidos. La asamblea se clausuró el 9 yese mismo dia volvió el anciano general París al retiro de su hogar, en el que se prometía pasar tranquilo el resto de su vida. Pero la providencia no permitió que el benemérito prócer gozara del descanso a que tenia sobrado derecho. Al cabo de dos aflos, cuando se aprestaba, acal'lando de perder a su adorada Mariquita, al comienzo de 1860, a trasladarse con sus hijos sobrevivientes a la hacienda de Peñas Blancas, fue llamado al servicio militar. Eran momentos de grave - 213 . situación polltica, porque su antiguo camarada y copartidaria el general Mosquera, goberna~or del Cauca, echándose en brazos del partido liberal, se rebelaba contra ci gobierno nacional que presidía ci doctor Mariano Ospina Rodriguez y pretendía romper los lazos de la unídad nacional. Ya en el 59 habían querido SllS amigos vol verJa a la actividad de la polític:!: el 17 de febrero de ese año se instaló en Bogota una junta e!ectoral nOll1brada por los conservadores q'Je hilbí:m cOllcurrid\! a la última legislatura del estado. Esa junta nombró presidente al general París. Al estallar, el 26 de julio de 185~),la revolución que dio en tierra con el gobierno conservador Jd estado de Bolivar, el gobernador de Cundinamarca, general Emigdio Briceño, organizó en agl)sto la ?;uarJia lTIu/licip;¡] del Estado y nombró general comandante en jefe de ella al general Paris. El nombramiento fue com tmicado en estos términos: «Confederar.iúlI bernación () rn I/adina- F"/I/(/o ¡Jl? ('//I/,zino 1l1U/,('fl-- Go- del J.•\lr(l/O- BOilo/d, Ui de agosto (/¡; 18(¡9. "Al ciudadano general Jca'luín Parí •. ",Ciudadano general: «Estáis llamado a mandar la guardia municipal del Estado por ser UIlO de los más distillguidcs hijos de Cundinamarca; porque sois uno de los jefes CJue durante la larga y penosa guerra de la independencia, en las filas del ejército libertador, entre mill:m:s de valientes. pud.ieron haLerse notables por su constancia y dcnuedo; y, en fin, porque fuisteis el primer cillda(1:!no a ll";en Cundinamarca confió sus destinos al constituí- se en estado feùeral. eY tócame la honra de cumullicárüslo acompañándoos - 214 - el despacho de general comandante en jefe de la guardia municipal del Estado, çuyo destino espero aceptaréis con el patriotismo que demostráis en todas circunstancias. cA;:eptad, ciudadano general, los sentimientos de aprecio, estimación y respeto con que me suscribo vuestro muy atento servidor, cEMIGDJO BRICEÑO.a CAPITULO XVIII "Viviendo en La Plata" La lucha electoMl en J 856.· Una legación pMa. Mosquefa.-La oposición a Ospína.-Propósí!os de Oba.ndo.-Rebelión del 60.-París, jefe de lapfimera dicuisíón.-Su marcha al sUf.-Toma de La Plata.-Desídia del gobiemo. Si es oportuno recordar los merecimientos del general Paris, no es la ocasión de entrar a analizar los orígenes de la rebelión de Mosquera contra un gobierno que hacía gala de respetar las instituciones federales que este mismo general, como legislador y constituyente, había contribuído a implantar en la República. Mas sí nos parece ésta una coyuntura adecuada para recordar algo que se relaciona directamente con París y con la formidable rebelión de los tres años, con la guerra grande, como todavía se la oye mencionar. Todos saben que al iniciarse el año de 1856 la prensa liberal de Bogota, ya borradas las distinciones de gólgotas y draconianos, o sea de radicales y liberales obandistas, lanzó como candidato del partido unido, para la presidencia de la República en el período del 1.0 de abril de 1857 a • 216 • 31 de m:uzo de 1861, a don Manuel Murillo; y que los diputados conservadores de ambas cámaras, que formaban la mayoria del congreso, ya en el mes de febrero, acordaron la candidatura de don Mariano Ospina, después de repetidas votaciones en que varios senadores y representantes habían sostenido los nombres del general Herrán, de don Julio Arboleda, de don Pedra Fernández Madrid y del general Mosquera. El último no se resignó a la postergación de su candidatura, por más que el partido conservador, dándole una prueba de confianza, lo escogió para designado, en reemplazo del general Paris, cuyo período iba a terminar. Mosquera, hábilmente secundado por algunos conservadores como don Andrés Aguilar y don Juan Francisco Ortiz y por unos pocos liberales, organizó lo que se denominó partido nacional y que lanzó y sostuvo la candidatura del general, en contraposición a las de Murillo y Ospina. Triunfó el último en las urnas, con escasa mayoría sobre el jefe radical, pero con número triple de sufragios sobre el candidato de los nacionales. Mosquera asistió al congreso del 57 y su actitud en esa legislatura, si exageradamente federalista, fue en la mayoría de los casos acertada y patriótica. No se mostró entonces en pugna con el poder ejecutivo, como si lo hiLO ya en el 58, cuando vino de Popayán, donde habia entrado a ejercer la gobernación del C~uca, para representar en el senado federal el estado de Bolívar. Desengañado de la lucha política y no considerando ·su labor parlamentaria en Bogotá ni la gubernativa en la ciudad del Puracé como suficiente acicate para sus ambiciones políticas, ansió trasladarse a Europa, en desempeño de algún puesto oficial, ya que particularmente le era imposible realizar un viaje al viejo mundo, que implicase una larga estada allá: su fortuna personal hablase visto muy quebrantada en negocios implantados en Nueva York, los cuales empezaron a declinar en 1854, cuando él y su com- • 217 • paflero en esos negocios, el general Herrán, vinIeron a prestar sus servicios a la causa constitucionalista contra la dictadura del general Melo. El gobernador del Cauca y senador por Bolívar habló en confianza al general París, de sus deseos y propósitos; el segundo expuso al presisidente Ospina cuán convenie;¡te consideraba el envío de Mosquera a servir una legación en Europa, ya que allá serían bien aprovechadas las capacidades del ex-presidente y se le sacaría de un teatro poco adecuado para su ambición y de donde ésta le podría llevar al desarrollo de proyectos peligrosos para la paz pública. Ospina desatendió airadamente las índicaciones de París, a quien repuso que él nunca acreditaría como representant~ diplomático de la República a un fallido que había tenido que huír de los Estados Unidos ocultándose dentro de un cajón, a bordo, en Nueva York. El tiempo vino a probar hien pronto, y por desgracia para la Patria, que las gestiones de don Joaquín ante el presidente, en favor dcl otro general, no habían sido para complacer Únicamente un capricho haladí del antiguo gobernante, que a pesar de negocios desgraciados podría haber llevado dignamente la representación del pais en Londres y en París, ya que la mayoría del senado lo había hecho presidente del congreso del 5H. Así quedó la suerte echada, porque Mosquera, no habiendo podido lograr sus aspiraciones, se metió de lleno en la politica nacional y se er.frentó a Ospina, de tal manera que surgió una lucha en que uno de esos dos hombres estaba de más. El conser-" vatisil1o, en su casi totalidad, acompañaba a don Mariano; Mosquera, apoyado en el Caltca por el partido nacional, al que trató de comunicar nlleva vida y prestigio, y con~ tanda con las simpatias meramente platónicas del liberalismo, buscó medio de atraerse al último, manifestando su conformidad en muchos puntos de la política nacional con el doctor Murillo y dando luégo el ósculo de paz a su anti •• • 218 • guo y al parecer irreconciliable enemigo el general don José María Oballdo, ídolo del liberalismo caucano y figura de alto relieve de esa agrupación en toda la República. Murillo venía predicando la paz desde las columnas de El Tiempo,. Núñez, Camacho Roldán y otros personajes civiles eran aún más pacifistas que el conductor del par~ tido, y las primeras espadas de él, los ex-presidentes López y Obando, no se mostraban hostiles al presidente Ospina, a quien el primero había felicitado calurosamente por su exaltación al solio y el otro estaba muy distante de ser su enemigo, como que Obando había escrito a París que si se le reconocían sus pensiones como. militar retirado, abandonaría en absoluto el escenario político y dedicado por entero a su hogar, completaria en él la educación de sus hijos menores. Obando estaba pobre, buscaba una decente y tranquila vejez; el gobierno nacional lo desatendió, al paso que Masquera, ofreciéndole saldar las deudas de dinero que mortificaban al caudillo liberal, se lo atrajo, yesos dos descontentos de Ospina se aliaron; creyeron hallarse sobrada ¡nente poderosos para anular la oposición que en el Cauca tenía el gobernador del Estado y, una vez libres de enemigos allá, venirse contra las aguerridas y veteranas huestes de la Confederación Granadina .... Mosquera buscaba un pretexto para la revuelta, y los conservadores caucanos se lo dieron, lanzándose contra él en enero del 60. Con Obando marchó de Popayán a aplastarlos, y en gran parte lo consiguió en el combate del Derrumbado, cerca de Buga ; de retorno en su capital, declaróse en rebeldía contra el gobierno nacional, el 8 de mayo, decretando la separación del Cauca. El presidente Ospina le contestó el 4 del mes siguiente con un decreto en que ordenaba se procediera ~ restablecer el orden público en el Cauca, a aprehender y poner a disposición del juez o tribunal competente, para su juzg~miento y castigo con - 219 • arreglo a las leyes, al gobernador Mosquera y a los individuos que resultasen cómpli ces del movimiento traidor realizado por este funcionario, a quien por el mismo decreto se dio de baja del ejército nacional. Desde el año anterior habían empezado a organizarse algunas fuerzas en Mariquita por el prefecto de ese departamento, coronel Mateo Viana; éste logró disciplinar y equipar bastante bien un batallón, al cual pronto se sumaron varios ciudadanos que a mediados de mayo se reunieron en Ambalema para sofocar un levantamiento suhversivo que ocurrió allí el 16 y al cual hizo frente, como le fue posihle, el general Ramón Espina, visitador fiscal del estado de Cundinamarca, que recorría el mencionado departamento. Dichas tropas, a la<; que se dio organización en Ibagué en la segunda quincena de aquel mes, obtuvieron un triunfo completo sobre los rebeldes en Purifición el día 28, cayendo presos el cilbccilla doctor Antonio Mendoza y los jefes pd nci pales. A los vencedores, entre quienes se contaban los tenientes coroneles Severo Rueda, Heliodoro Ruiz, Pedro José Carrillo, Antonio B. Cuervo, Domingo Caicedo Jurado y otros más, sc agregó en seguida un batallón sal ido de la capital el 23 de mayo, al cual picaba 'Ia retaguardia el gobernador del Estado, coronel Pedra Gutiérrez Lee, quien salió para el Tolima con su secretario de gobierno, doctor Carlos Holguín. El general Espina, dedicando toda Sll atención a asuntos militares, una vez pacificado el departamento, continuó en la tarea de aumentar las tropas con que allí contaba el gobierno cundinamarqués. El presidente de la República, para que su decreto dt:l 4 de junio pudiera tener visos de orden perentoria, que en breve habría de cumplirse, dio al general París, que desde marzo habla sido llamado al servicio y se había encargado de la comandancia general de armas de Cundinamé1rca, la jefatura de la primera división del ejército. Este jefe partió de Bogotá el sábado 2 de 18 - 220 - junio a la una de la tarde, con una pequeña fuerza, a la cual se habia incorporado el menor de sus hijos. don Mariano. Como segundo de París iba el general don Marcelo Buitrago. El Heraldo, vocero de la fracción moderada y conciliadora del partido conservador, dedicó en su edición del 9 de junio; y en lugar preferente, unas líneas a don Joaquin, «honrado, modesto y valiente general, resto precioso y venerable de los héroes de Colombia. El viejo veterano va a ponerse a la cabeza de las fuerzas destinadas a restablecer el orden público turbado en el Cauca ... Entre las honrosas cicatrices que cubren su cuerpo hay una que es una dicha y una honra tocaria; es la mano mutilada. Esa mano leal, que jamás ha empuñado la espada que le dio la República sino para defenderia de los opresores extraños y de los traidores interiores. «El general París no va en busca de la gloria de los combates. La copa de su gloria, una de las glorias más puras del mundo, rebosó hace treinta años. La corona de laulel que cubre su modesta frente no puede recibir una hoja más: quedó tupida desde los tiempos de la lucha heroica. El general París deja la tranquilidad de su hogar querido para ir a·,cumplir noblemente su deber. La' causa que tal hombre defiende no puede menos de ser la causa de la justicia. Dichoso el gobierno que tiene tal servidor. cQue Dios guíe y proteja al modesto y bravo general ya sus bravos y leales compañeros.» Don Mariano Ospina estaba imbuido en la idea, tan corriente entonces en Bogotá, de que Mosquera carecía de opinión en el Cauca, donde era formidable e Incontenible el empuje de los conservadores leales; por el decreto del 4 de junio ordenó a esos caucanos organizarse militarmente y tomar las armas para ayudar a reducir al rebelde general y dejó que Paris marchase, casi inerme, a organizar tropas en Mariquita. En tanto, el mismo Ospina, con tro- • 221 • pas relativamente considerables y aguerridas, salía a combatir at gobierno del estado de Santander; llevaba como jefe del ejército al ex-presidente Herrán, quien derrotó completamente las fuerzas santandereanas en el Oratorio, semi batalla ganada por un semigeneral, para usar el mismo lenguaje que empleó el doctor Ospína. Este, según se lee en !lna circular del secretario de gobierno de Cundinamarca, regresó a su capital el 26 de agosto, por "un camino lleno de arcos de triunfJ, de flores, de coronas, atestado de una inmensa multitud que se agrupaba a victorearlo." «Las fuerzas todas que existen en la capital y sus alrededores, los escuadrones de la sabana, bien montados, los cuerpos de infantería y artillería, con sus lujosas bandas, todos concurrieron a soltmnizar la entrada de la innumerable comitiva que acompaí'ia al señor Ospina. "La ciudad vestía de gala, y cuando los golpes de música, las salvas de <lrtillería y los vuelos de las campanas anunciaron qUI:: el presidente se acercaba, las entusiastas y patriotas bogotanas corrian a sus balcones para saludaria, entapizarle de flores el camino y hacer descender sobre su cabeza ulla lluvia de coronas y guirnaldas ..•. Bogotá .... volvió a vivir un día de Colombia, cuando recibia a su Libertador después de una de esas campañas que forman su más gloriosa epopeya.» Nuestra capital era una Capua donde se fabricaban aéreos castillos y la prensa s~ria echaba cuentas de los jefes revolucionarios que aqui se reunirian, creyendo que de modo interminable seguiría la lista empezada por los cabeLillas de Purificación, que engrosó con los presos del Oratorio y cón el escritor Juan de Dios Restrepo (Emiro kastos) que fue como emisario de los liberales de Bogotá ante Mosquera, el cual lo envió a Antioquia. El periódico El Porvenir creia cosa muy paceutra dalle compañia, en los calabozos del colegio del Rùsario, al gobernador de Santander, PradilIa, trayéndole a los gobernador~s del • 222 - Cauca, de Bolivar y del Magdalena, que eran hostiles al gobierno nacional, y manifestaba qu_e pronto presenciaría Bogotá un congreso más importante que el de Viena o el de París; una reunión de testas más notable que la de Erfurt en tiempo de Napoleón. Sobre la base que encontró en Ibagué, pudo el general París contar con algunas tropas, que vinieron a ser lo que se llamó primera división, a cuya formación contribuyó un decreto del gobernador Gutiérrez Lee para que los alcaldes procedieran a organizar las milicias del estado de Cundinamarca en los correspondientes distritos. París no alcanzó a reunir más de seiscientos hombres de linea y algunos reclutas, pero se hizo creer en Bogotá que sus tropas eran numerosísimas, y al anunciar que el 7 de julio se había movido para el sur, se dijo que era para batir a Mosquera, si salía a tiempo, y si nó, para entrar a Popayán por el Guanacas. El 7, como expresamos, salió el grueso de la División París, y sus dos jefes con el estado mayor abandonaron a Ibagué el 11, dejando una pequeña columna en esta cílldad a las órdenes de Viana para defender el paso del Quíndio. A la división se adelantó el doctor Rufino Vega, quien iba a desempeñar en el Tolima, aliado de París, el mismo papel de mentor que en Santander el doctor Ospina para Herrán. Vega y una alocución del presidente de la República se creyeron suficiente talismán contra Mosquera, y poco importaba que la gente del general París fuese o nó bien equipada y en número sobrado o deficiente. Con la llegada de Vega a Neiva, el9 de julio, y su inmediata prosecución de viaje para el Gigante, "los rojos de Neiva están mudos; la acción del gobierno la sienten fuerte, pues cuenta con apoyo bastante, habiendo contribuido mucho el bramido del león que se encontraba dormido (el presidente,}» se leia en una carta de Neiva publicada en Bogotá. • 223 •. Cuando las avanzadas de Paris se movían de Ibagué, se pronunciaban los liberales de La Plata, en connivencia con los de otros pueblos de Neiva, a instigaciones de Mosquera. El movimiento de los platei'ios ocurrió el día 8, armándose unos cierrto cuarenta indivIduos, capitaneados por el cura del lugar, presbítero jasé Fernández, que ostentaba el título de coronel. El plan era caer sobre Neiva, lo que se frustró por los esfuerzos del prefecto de ese departamento, coronel Francisco Caicedo jurado, al cual apoyó bien pronto la primera división, cuyos jefes llegaron a la ciudad de Neiva el 16 de julio. Allí había un depósito de reclutas, para llenar las bajas de aquella fuerza, y además una pequeña guarnición compuesta de paisanos de Neiva, Carnicerla~ y Timaná, infantes unos, lanceros los restantes. A todas éstas, el general Mosquera había salido de Popayán e ido contra Antioquia, dejando en su capital al general Obando, comandante de las milicias del Cauca. El primero se estrelló en Manizales, fortaleza cuasi inexpugnable en aquellos tiempos, defendida por la tercera división, que mandahan los generales don Braulio Henao y don joaquín Posada Gutiérrez. Mosquera tuvo que celebrar un convenio de paz, que se llamó expansión, el28 de agosto, por el cual se comprometió a deponer las armas contra el gobierno de Ospina y a derogar el decreto de separación del Cauca del resto de la Confederación Oranadi na. Obando envió fuerzas en apoyo de los rebeldes del Tolima y el 24 de julio llegaron a La Plata. Las mandaba el coronel Migucl Quijano, quien sumando la gente caucana a la plateiia pudo reunir unos quinientos hombres. El general París llegó a las cercanías de esa ciudad el 1.0 de agosto y abrió inmediatamente operaciones contra Quijano, ordenando que se le atacase por cuatro puntos diferentes, tarea h(lrto penosa, porq Lie el enemigo había destruído los puentes y las cabuyas o [aravitas situado& sobre numerosos ríos y arroyos de la región y estaba atrincherado en la ciudad. Con todo, la primera división pudo desalojar a los rebeldes de algunos de sus puestos avanzados y a eso de la media noche logró pasar el rio de La Plata una columna, sirviéndose de una taravita que momentos antes había colocado la tropa de Paris en lugar inusitado. La columna se presentó d 3 muy de mañana en la llanura y se desplegó en guerrillas, para proteger la colocación de nuevas taravitas, por donde pasó otra parte de la división, libre ya de los fuegos contrarios. Mientras tanto, ]a artillería cañoneaba las trincheras de la ciudad desde una colina inmediata, lo que acobardó a los rebeldes que, amparados por la noche, huyeron en distintas direcciones, dejando abandonadas algunas armas y municiones, sus documentos y demás papeles, noventa y cinco presos, cinco heridos y cosa de diez muertos diseminados en el llano. Las pérdidas del general París fueron de dos muertos, uni) ahogado a] colocar una cabuya y otro en combate, y de tres soldados y la mujer de un cabo heridos. Algunas columnas salieron en persecución de los fugitivos, , que tomaron la dirección de Popayán, y una de esas columnas, que avanzó por Coetando, hizo treinta prisioneros más. La ,!.!:entede Quijano, segGn informó el general vencedor en su parte de la acción, estaba medianamente armada y constituía el grueso de la titulada primera división de los revolucionarios, que debia obrar en el territorio comprendido entre los ríos Páez y Magdalena. La fuerza legitimista, como ya lo hemos dicho, era muy poco superior en número a la enemiga, y si ésta se hallaba medianamente armada, la otra no estaba mejor equipada. El general París, una vez dueño de La Plata y estacionada su tropa en esa ciudad, en espera de los acontecimientos que se presentasen, manifestó a Bogotá que el armamento de uno de los batallones era inútil, y el ~ 225 • secretario de gobierno y guerra de la Confederación, don Manuel Antonio Sanclemente, le repuso que podia el general buscar un herrero para que compusiese aquellas armas y pudiera quedar en actitud de seguir su marcha. París le replicó que el armamento era de todo punto inútil y no admitía composición, porque Sè trataba de unos fusiles de culata de cobre (;on muelles de fierro. Se le ofreció mandar otro batallón, que nunca le llegó, y así, )a fuerza efectiva, disciplinada y bien armada no pasaba de un batallón, con el cual se pretendía que el viejo veterano, acostumbrado a combatir contra los españoles y a apoderarse repetidas veces de la capital del Cauca durante la guerra magna, avanzase incautamente contra las tropas que tenía allá Obando; por más que en la prensa bogotana se dijese, y lo repitiesen los gobiernistas en sus corrillos del atrio de la catedral, que los rebeldes caucanos no contaban sino con unos cuantos negros hambreados y sin disciplina. El doctor Ospina, siempre irónico y burlesco, adormecido con los laureles que cosechó a su regreso de Santander, dijo en carta a don Julio Arboleda, refiriéndose al general París, que éste seQuía viviendo en La Plata, frase que se hizo célebre y la repetian como estribillo los conservadores que en vez de salir a luchar contra la rebelión se habían quedado ell Bogotá fraguando planes de campafia y anunciando nuevos triunfos y nuevos lauros para el gobierno, que con exclusión casi absoluta de los viejos gener<l!es de )a independencia, se había dedicado a dirigir las operaciones militares. En Bogotá «miraban con tánta indiferencia lo que pasaba en la República, que era común que los dd gobierno, cuando por la tarde les preguntaban los noticieros en el altozano de la catedral qué habia del general París, respondieran con sonrisa volteriana: 'El general Pa;is sigue viviendo en La Plata.' Y esto lo decian como si se tratase de una guerra en Siam. 'El general París sigue viviendo en La Plata' era además la confesión • 226 • mayor del abandono en que dejaban a este venerable general: con seiscientos veteranos a lo más y algunos voluntarios ardorosos mal armados, tenía que defender varias leguas de la frontera entre Cundinamarca y el Cauca, y no valían comunicaciones oficiales ni ruegos privados para que lo reforzaran. Si se le auxilia siquiera con el batallón 1.° de línea, mandado por el coronel José de Jesús Moreno y constante de cuatrocientas plazas, que fue el primero de los vencedores en Santander que llegó a Bogotá, el enemigo no se atreviera a tocar la raya de Cundinamarca. Todos clamaban porque reforzasen al general Paris con los batallones que iban llegando a la capital, y ¿ se creerá que una de Jas disculpas que se dieron para que ell.o de línea no marchase a tiempo fue la de que se necesitaban cantimploras para que los soldados llevasen agua en los llanos de Neiva, y que ya se estaban fabricando por un hojalatero?» (1). Una vez pidió París a Sanclemente que le enviase alpargatas para la tropa, y se le contestó que el envío no podría hacerse inmediatamente porque esas prendas, que valían a real y medio, estaban a dos reales y era preciso esperar que bajaran de precio. (I) Angel Cuervo. Cómo se eevapora un eíército. CAPITULO XIX El desastre de Segovia La expansión de ¿Jfl~niza(es.·Accéól1 de crJ[bor.i.-Ordenes.il Pa.rls.·P.árte de Segavia..-Invaséón ill 'VaUe de NÛva.-C1usas del desastre.-Expliclleíones de París.-7?.egreso de esfe ;efe.-El asesinato del docio, Vegil.-EJ:ponsi6n de VilIaôieia.-]efaturil de{ ei_reíto del Sa,.-P,o cCama.-Carta de (ffifosqau.a sob,.e Segovia. Posada y Henao, después del combate que precedió a la expansión, pudieron imponer la ley e invadir el Cauca, cuya opinión, al menos en las regiones cercanas a Antioquia y que hoy forman parte de Caldas, era casi totalmente favorable al gobierno nacional, como que esos pueblos, encabezados por Ríosucio, se habian levantado en masa contra Mosquera. Posada se apresuró a enviar a La Plata noticias de lo pactado en Manizales, y apenas llegados al poder del general París los pliegos pertinentes, recibió este jefe otros procedentes de Papayán y sus;:ritos por Obando, los cuales condujo un oficial que llegó a La Plata el 12 de septiembre. El jefe de las milicias d~1 Cauca, sin aludir a lo pactado entre Mosquera, Posada y Henao, indicaba a París canso una cosa' ideada por el mismo Obando, la celebra- 3~ - 21S- ción por los dos de \In armisticio en términos análogos al de Manizales, Don Joaquin despachó al emisario caucano manifestando que se negaba a entrar en conferencias y expansiones, principalnlente porque conocía lo ocurrido en Manizales después del rechazo allí experimentado por don Tomás Cipriano y porque creía que la resolución que el gobierno nacional hubiera de dictar sobre el particular se haría extensiva a todos los rebeldes del Cauca. Obando no había intentado nuevos avances sobre el valle del Magdalena y todo su conato se dirigía a combatir las guerrillas conservacioras del coronel Jacinto Córdoba y del intendente Zarama,al sur de Popayán. Para que mortificasen a la primera división del gobierno habian quedado los indios de Tierra-adentro, que realizaban frecuentes e Inesperados ataques, uno de ellos la víspera de llegar a La Plata el emisario de don José María Obando. Esos indios estropeaban mucho la gente de París y no • daños continuos. Con tales enemigos dejaban de causarle era imposible intentar combate, cuya ocasión no dejaba de acechar el jefe gobiernista; al fin ésta se le presentó el 21 de octubre, día en que un núcleo bastante considerable de indígenas sostuvo un tiroteo en Vibórá con una columna de la primera división, de resultados favorables para la últi ma. Mosquera, no hahiendú el gobierno acordado nada sobre la exponsión de Manizales, resolvió proseguir las hostili~ dades y salió de Papayán con las fuerzas que componian la segunda y tercera divisiones de su ejército. De Coetando, pueblo donde dejó una parte de la tercera di'Jisión, se trasladó el 16 de noviembre él Segovia, y allí situó su cuartel general. ",Mientras en Bogotá nada serio se hacía, Mosquera avanza sobre Jas fuerzas constitucionales, seguro de vencerias. Y como las oficinas de la capital debían meter la mano en todo, ordenan a última hora a naestro general -229- (París) que se retire hasta Bogotá (I!!) apoyado en un cuerpo de quinientos hombres que debe salir de Ibagué a protegerle. Las lecciones de tauromaquia, dicen, no han de darse sino en los cuernos del toro: lo dispuesto desde el bufete de palacio no pudo cumplirse porque el enemigo no dio tiempo; los teóricos debían contar siempre con la parte contraria para sus combinaciones especulativas, y así serian menores los chascos que llevaran» (I), El resultado de todo esto fue que los rebeldes, m~s numerosos y mejor preparados, infligieron una derrota a la primera división, en Segovia el 19 de noviembre: «Confederación GranadinafI:1 yel/eral en j(!(e del ejército dei Snr-Cuartel general cn [)o/llinyo Aria .•••a 21 de 1l0l'iclhúre de 18UO . •• Señor secrelario de eslado del despacho de gobierno y guerra. «Tengo el más profundo pesar al participar a usted que la división de mi mando ha sufrido un revés en un combate con el enemigo, librado el 19 del corriente en la banda norte del río Ullucos. «La situación en que me encontraba hacía imposible la retirada que me aconsejaba el gobierno que emprendíera. Al frente del enemigo, en un'llínea de doce leguas, cualquier movimiento de mi parte habría sido observado por aquél y desde el primer paso habría sido necesario sostener una lucha desventajosa, por tener que ir abandonando buenas posiciones y defendiendo las que fuera ocupando, y no era de esperarse que la división pudiera resistir un ataque de muchos días por rctaguardia y por el flanco. «Era, además, un hecho palpable que la orden de con(I) Cuervo,ob. cil. • 230 • tramarchar habría desalentado la división, porque el ánimo y opinión de cada uno de sus miembros rayaba en ún frenesi difícil de expresar. Más tarde podré dar a usted mayores explicaciones, que le harán compiender los motivos que me impidieron intentar una retirada. (Para satisfacer el deseo del poder ejecutivo y obviar todos los inconvenientes expresados y otros muchos que en otra ocasión mencionaré, dispuse un movimiento estratégico que debía darme por resultados principales: imposibilitar al enemigo para pcrjudicarme en mis operaciones; reunir y cdncentrar todas mis fuerzas en un solo punto, circunstancia precisa para moverme en buen orden, observar de cerca al enemigo para descubrir su fuerza, pues hasta entonces esto era un misterio indescifrable, y, por úhimo, intentar causarle algún daño u obligarlo a retirarse o a continuar la invasión a Neiva para perseguiria y batirlo. Mi plan se, redujo a internar por Inzá una columna de trescientos hombres, con orden de tomar las alturas de San Andrés y Aguacatico, obligando al enemigo a replegarse sobre el boquerón de Segovia. Una vez practicado esto, dos compañías del batallón número 5,0 debian atacar los campamentos contrarios en este boquerón y obligarlos a continuar su retirada hasta el Salado, a cuyo tiempo otras dos compañías debian salir de Rionegro, y reforzando a las anteriores, seguir el movimiento hasta la llanura de La Venta, en cuyo punto serian auxiliados todos con el resto de la división, quedando siempre en disposición de retirarse al Pedregal, y de allí a La Plata sin ser molestados, o de perseguir a los rebeldes por la vía de Coetando, que se les dejaba expedita. Nada parecía más preciso, sencillo y matemático: pero habiéndose precipitado el movimiento de las fuerzas que debían atacar el boquerón, las de Rionegro creyeron llegada la hora de salir, y las de Manga siguieron su ejemplo, generalizándose el combate antes de que la columna de Inzá hubiera aparecido en el punto adalado. -231 - -A pesar de esto el enemigo fue al principio arrollado por todas partes y desalojado hasta el cuartel general, de donde se me trajo la correspondencia del ex-general Masquera, quien dirigi1 el combate; pero contando éste con un ejército muy superior en número, según aparece de la situación diaria, ejecutó movimientos sobre los flancos, faldeó las alturas de donde había descendido y consiguió al fin encerrar varias partidas o grupos de mis soldados. De éstos muchos han caído prisioneros, pues habiéndose desplegado numerosas guerrillas sobre el río Páez, desde Topa para abajo, no les fue fácil librarse de ellos, siendo de lamentarse que no son pocos los casos de haber dado muerte a los prisioneros. Haciendo fuego a quemarropa sobre los que nos retirábamos, mataron esas guerrillas, entre otros varios, al capitán Vicente González y al alférez Ibarra. -Mi retirada la he verificado poco a poco, ocupándome en reunir a los dispersos, y si antes no había avisado a usted esta catástrofe ha sido por las muchas atenciones que me han rodeado.» Así comunicó el general Paris el hecho de armas de Segovia al doctor Sanclemente, árbitro de las operaciones militares. Mosquera pudo invadir el valle de Neiva, donde se le incorporó el general don José Hilario López, que había manifestado lealtad al gobierno legítimo, y entonces díjose en Bogotá que contra el gobierno se habia levantado una gavilla de ex-presidentes, pues ya eran tres, Mosquera, Obando y López. Poco de~pués complementó su párte así: "Señor secretario de estado del despacho de gobierno y lIuerra. «Cumpliendo con lo que ofrecí al poder ejecutivo en mi nota de 21 de noviembre, y correspondiendo a la excitación que usted me hace en la de 28 del mismo, tengo lé! honra de informarle que a mi entender una de las causas que contribuyeron más poderosamente a perder la aivisión de mi mando, a más del número y posiciones del enemigo, fue la precipitación con que las fuerzas que debían obrar sobre el boquerón de Segovia se lanzaron al combate. Ochenta y siete hombres, divididos en dos secciones al mando de los capitanes Tribín y Camacho, se presentaron a los rebeldes mucho antes de que la columna de lnzá, o sea el ala izquierda, hubiera podido ejecutar el movimiento que era la base de mi operación, y que ellos debían haber protegido como fuerzas de reserva escalonadas en la dirección del UlIucos. Combatieron con un valor heroico. pero 103 quinientos hombres contra quienes se lanzaron los rodearon y vencieron, sin q,:e me hubiera sido dable pro·tegerlos, porque como he dicho, no tenía otra fuerza disponible con qué hacerlo. Ellos no estaban destinados sino a apoyar y robustecer la acción del ala izquierda, y su sacrificio fue tanto más doloroso para mí, cuanto que sólo por un exceso de valor y entusiasmo era que se habian colocado en tan desesperante situación. Su precipitación trajo consigo la de las otras fuerzas de que hablé en mi nota citada arriba, y el triunfo del enemigo fue tan fácil, que se redujo a aprehender pequeñas partidas que combatían sin apoyo, con gruesos trozos de tropas tres o cuatro veces superiores en número. «Si el ataque no se hubiera dado de esta manera, o si las posiciones del enemigo no hubieran sido tan desventajosas para mí, el triunfo habría sido nuestro, a pesar de la inferioridad numérica de la división de mi mando y del mal armamento que manejaba. Y prueba esta aserción el hecho de haber arrollado y dispersado con sólo dos compañías todas las fuerzas que guarnecían el cuartel general y las baterías de los contrarios, sin que fueran bast1ntes a detener el ardor de nuestros soldados las trincheras de piedra, la superioridad de las armas y el mayor número • 233 • contra los cuales luchaban. Este punto era el úniCo en que el enemigo no ocupaba las altas crestas de la cordillera; y los documentos que remito a usted, cogidos al senor gobernador del Cauca ~n su propia habitación. son un testimonio palpable de que en campo raso no habría sido la división de mi mando la que hubiera llevado la peor parte en el combate. cEl ataque en este último sitio fue dirigido por el ciudadano general Marcelo Buitrago, jefe de estado mayor, a quien debo importantes servicios durantetoda la campafía, y cuyo comportamiento es digno de elogios. cDe la columna de la izquierda sólo pudieron salvarse, según tengo entendido, el capitán José Pena y algunos soldados de su compai'lia.los cuales prestaron muy oportunos servicios por su conocimiento práctico del terreno y su arrojo en los combates. «De las dos compai'lías que atacaron sobre el boquerón de Segovia, de que hablé al principio, sólo escaparon el sargento Mariño y unos soldados de la primera del bata116nnúmero 5.°, que se arrojaron al río para evitar la muerte. Su capitán, Toribio Tribín, combatió hasta el último momento, y rindió la vida haciendo prodigios de valor. «De las dos compañías que, al mando del sargento ma· yor José María Dávila. entraron al Salado, se salvaron los alféreces Angula, Maquilón y Martinez, con veinte soldados, que quisieron más bien arrojarse por un cerro escarpado y caer al Ullucos que ser presa de los enemigos. «Finalmente, de los que entraron a/llano de la Venta se salvó la mayor parte, habiéndose distinguido, según se me ha informado, el sargento mayor graduado Matías Rubio, los tenientes Oaitàn y Villalobos y los alféreces Jaime, Torres y algunos otros de que hablaré a usted separadamente, por creerlos acreedores al premio que las leyes dan a los vaUentes. - 234 - cEl número total de los que se salvaron de este desas· troso comba te alcanza a trescientos hombres, y de ellos he dejado en la villa del Guama, con la columna que manda el señor coronel Viana, 86 de caballería, a órdenes del comandante Belisario Losada, a quien había encomendado la custodia de la ciudad de La Plata; y el resto, al mando del capitán Ripoll, lo dejé estacionado en Tocaima, de acuerdo con las órdenes del poder ejecutivo que me comunicó usted .... ,. París habría triunfado en Segovia e impedido con esa acción que los rebeldes del Cauca pasaran la cordillera Central e invadieran e[ valle del alto Magdalena; de ese modo, el general Mosquera no habría podido moverse del Cauca; el general López, cuya entrada en la revolución fue en gran parte decisiva para el éxito de las operaciones posteriores del gobernador del Cauca, no se habria movido de sus haciendas del Majo y Laboyos, y el grueso del ejército constitucional habría podido pacificar el norte de la República. Considerando a posteriori los sucesos de la devastadora rebelión de 1860, habrla motivos sobrados para aceptar la doctrina de [os fatalistas y con ellos afirmar que el partido conservador estaba irremediablemente perdido. Cedamos la palabra a[ general París, quien se vio obligado a publicar en-1865 una hoja volante destinada a desvanecer graves cargos que le hacían sus copartidarios: «Conservadores eran los que me siguieron en la expedición a La Plata, quienes furiosos porque no me dejé dirigir por ellos, escribían a Popayán, al bajo Cauca y a todas partes concitándome un odio que al fin dio el fruto que debía dar. ¡Llegaron hasta inventar que llevaba yo orden del general Herrán para hacer traición, como la que decían llevó también el general Posada a Antioquia I «¡ Ordenes para hacer traiciónl ¿habráse visto? POT estos motivos fue que dirigí entonces al poder eLecutivo ~i · 2:n. renuncia del mando de esa división, manifestando que en tal situación era yo el menos a propósito para mandarIa, y encareciendo la necesidad de que me releva~e con otro jefe que fuera del gusto de esos senores. No se quiso acceder a mi solicitud y hube de someterme al sacrificio; sacrificio inevitable para mí. «Conservadores fueron los que fraguaron una intriga indigna para que en la acción de Segovia no tuviera efecto el plan de ataque acordado, sustltuyéndolo por otro de su genio militar, haciendo pasar por la noche el rio UlIucos, sin que yo lo supiera, a la tropa que tenía en Viborá de reserva, compuesta de dos compafíias al mando de los capitanes Tribín y Cam¿lcho; comprometiéndoJos a que no volvieran aunque yo les mandara orden, ni obedecieran a los toques de corneta que I epetidas veces se dieron; cuando ese ataq ue, s .'gún el plan de antemano diséutido y acordado, debió empezarse por la tropa al mando del mayor Rueda que de lnzá venía, siendo el cuerpo de más fuerza en número. Asi fije que cuando Rueda llegó al punto convenido ya esa reserva hacia más de una hora que estaba prisionera. Por esta causa tuvo Rueda que emprender su retirada, como debia hacerla, combatiendo valerosamente-; pero no podía menos Gue sucumbir y quedó prisionero con toda la tropa de su mando. AI mayor Dá vila, que se hallaba. en el destacamento de Rionegro, lo hicieron también pasar el Ullucos con grandes dificultades, sin poderse retirar en caso necesario, como sucedió, cayendo prisionero a pesar de haber luchado con valor desesperado. «El general Buitrago estaba más abajo de esos puntos, y ya tarde se retiró a La Plata. Esta tropa fue la única que se salvó en su mayor parte y pudo volver a esta ciudad, después de esa desigual acción de Segovia, que han Jlamado batalla 10s vencedores para satisfacer su amor propio, y los intrigantes por cuya causa se perdiõ, para achacarme sus funestas consecuencias, mintiendo como lo han hecho en sus escritos por ,!Jlá en el sur.30 - • 236 • Para desvanecer otros cargos agregaba: «Acudí alllamamiento del Gobierno con todos mis hijos, montados en sus propias bestias, armados con sus propias armas y mantenidos con su dinero, sin solicitar colocación de cucalla y seguridad, sino los peligros, comtlatiendo en donde quiera ya pecho descubierto .•• El desastre de la primera división, base del ejército del Sur, que no llegó a formarse, hizo que los frecuentadores del atrio de la catedral de Bogotá y los empleados de la secretaría de gobierno y guerra volviesen sus miradas al sur de Cundinamarca, y que la última semana de noviembre hubiera sido fecunda en postas que traian frecuentes avisos de la retirada del general París con los restos de su gente. Este benemérito jefe llegó a Purificación el 29, y el viernes 7 de diciembre entró a la capital a las once y media de la manana, acompañado de varias conmilitones y de varios amigos que salieron a su encuentro. El vencedor tuvo la debilidad de permitir que su triunfo fuese manchado por la tropa que mandaba el tristemente célebre negro Victoria. En poder de éste cayeron don Rufino Vega y uno de los hijos del ex-presidente Mallarino, don jasé María. Los dos prisioneros fueron despojados de .cuanto llevaban, a orillas del Ríonegro; momentos después de esto cayó Vega de un tiro que le hicieron por la espalda y lo acribillaron a bayonetazos. Su compañero, que estaba desnudo en uno de los peñascos del río, se arrojó a las aguas y pudo así salvarse. Dícese que le regaló su anillo nupcial al soldado que ]0 tenia preso. Sobre aquel crimen tuvo el general Paris necesidad de hacer air su voz, publicando el 13 de diciembre una aclaración pertinente, asi concebida: «El doctor Rufino Vega-En un ·Iugar público de esta ciudad ha aparecido un papel impreso en Neiva, lleno de frases subversivas, el cual refiere que yo he dicho a cuan- tos me han preguntado 'que el doctor Rufino Vega no fue asesinado, y que si no fuera sordo ya habría oído yo las detonaciones de los tiros que le quitaron la vida.' Esta aserción es enteramente falsa, a nadie he dicho semejante cosa, y ya que se me interpela para que hable sobre tan desgraciado asunto, diré: que el ilustrado y pJtriota señor Vega salió del campo de batalla junto conmigo, por en medio de los fuegos enemigos, que aunque sordo, pude oírlos distintamente. El doctor Vega se adelantó en la retirada, en compañía de otro estimable joven, y cuando esperaba encontrarias en La Plata, supe con sorpresa que no habían llegado, ni se tenía noticia de ellos en el camino. «Dos o tres días después de esto oí referir las circunstancias que acompañaron a su muerte, y esta relación me ha convencido de que en él se ejecutó el más frío y horroroso asesinato. «Declaro, pues, que el doctor Rufino Vega no murió en e/ campo de batalla el día 19 de/ mes pasado; que no pudo morir combatiendo, porque no llevaba armas de ninguna especie, ni tenia mando de tropas, cargo militar ni soldados que /0 defendiesen, y, fina/mente, que es falso que yo haya dicho nada en contra de lo que dejo expuesto. Se me ha asegurado que el gobernador del Cauca ha ~njuiciado al asesino, y si este paso no fuere mera farsa para sacrificar a algún hombre insignificante, no hay duda que le haría mucho honor.» En su tránsito a Bogotá recibió el genera/ esta nota: < Conf'~rferrW"ÚIl federalistas Granadina-Comandancia de las fuel'xas de Villa vieja, a 25 de IlOviembl"e de 1860. "Señor general Joaquín París. «Benemérito general: Al recordar vuestras pasadas glorias y a/ ver en vuestra frente los ínmarcesibJes lauros de un acendrado patriotismo, recogidos con inmensos sacri- fiF¡O~QP~ ~abéi, ,~I'~do FO" yue$fr~ "o~r~, 00 puf'!I~"li>: !l0~ el F~ra~ófl r~puqlicanp que HJ1!f~~'~ !~P~~t~rj{f~~ p~r~~~mir~r V/lestro ~prn~re. j T~l ~$ !~qpj~!P~qu~ ~~ m~r~c~i~ ~n l~ pting~idél provinc!~ <fe N~jva! ~~p.~r91 ~9m8 l~ q~~~f~ci~ ha fl~erido que e~~~mo1?d.jv~rJ:ent~~ en !~a~t~a! fO'W~npa política, se me h~~~ n~c~S~riq,de~p~~~ mpyjwirflto rev()lucionari() que ha t~niq() liJgar ayer ~p ~§{~ (ji~trHo, ma~¡fe~taro~ C(m la lealt~~ ~ franquez~ 9l!e Cl.ltrJplea un çaballero la man 'ra de pensar de mis compa~fro~ y mía rê,peclo de vos. Çreemo, q~e e'" af~Far pn~ f~liqpia çlor!9~a de la ~~erra magna serí~ un qelit() de ~~sa patna. En t~l ¥irtu~ podéis estar seç-uro ~e 9u~ lej()~ de ~~ro~ fW~tiles, en~ontraréis en no~otlOs amiç-os y ~~rvi~orel? . 9~' «Nosotras hemos ejecutado. este movimiento el ., ' ".' ... , con ..... propósito de Sostener lá constitución federal que creemos ~ioJa~a por algunas Jeyes, pero prop~ndemos únicamente por el triunfo de nuestra caus,a, sin atender a las personas !-lue ello se 0.pongan, Y mucho ~enos de las que como vQS se han hecho dignas de una general estimación. Admiradar de vuestro valor y firmeza, y,' amigo de vuestros hijos, me sería muy sensible me tuvieseis por enemigo personal vuestro . .: .... '" "". ' a . ~Todas estas consideraciones me han movido a enviaro,~ la pre~ente nota, con el S~ñor d.9ctor Edu'ardo 'Castro, comision.<1doespecial, encareciéndoos os dig~éis ~ecirme s! tenéi~ ánimo de opon,eros a n.ue~tro movtmien,to, em~ pleando para ello la fuerza, no obstante la promesa hecha de no seros hostil. «Con sentimientos de alta consideración y estima tengo ate/.to y obsecuente ser- el honor de Suscribirme vuestro vidor, · ~~?Q~sp'~.¢s 9.Ç e~t~ nqt~. ta~ honrosa, p~rª er~e\l.~t~1 PW(~. éste; &in'm,edios para oponerS,e a los reb~t~e~, hUM ~ dejarles el c~m,po Iib~e, y se comprometió. ~ n.o éitaca,r1os, por una, especie de exponsión que se lI.éimó de Villavieja,. Hemos tr~nscrito çl parte enviado d.eD >mingo J\ria~ y, relati vo a Segovia: allí aparece el general Paris CO.ffiO i.e~~ del ejército del Sur. ~a.ra que el lector comprenda de qónde salía ese çjército, es preciso que retrocedamos un poco el\ el relato. El general Herrán, fastidiado por cierta animaqversión que creyó encontrar en los circulas oficiales, una vez terminada la campaña de Santander, elevó eI 19 de septiembre renuncia de la jefatura general del ejército, en cuyo puesto cesó el21 de octubre. EI18del mes de diciembre decretó el presidente Ospina la organización del ejército nacional en siete divisiones y tres columnas; nombró a París general jefe del ejército de operaciones del Sur; segundo jefe del mismo y jefe de estado mayor, al general Espina; subjefe de estado mayor, al coronel francisco Caicedo; jefes de la primera división, al general Posada y al coronel Viana; de la segunda, al general Buitrago y al general Francisco de Paula Diago ; de la sexta, a los coroneles Julio Arboleda y Gutiérrez Lee; de la séptima, a los generales francisco Urdaneta y Manuel Arjona. La sexta división, como observa Cuervo "había sido asignada a Julio Arboleda como jefe in partibus, pero creo que n~nca llegó a sus aidas esta distinción, pues en lug.ar de ir a la costa, donde bien sabia que poco bue.no podía. hacer, volara al interior a hacerse cargo de un mand.o en que podía desplegar sus cualiqades militares, y lo que más importaba, enderezar a buen fin su elección de presidente de la República», Arboleda era jefe de la quinta división, la cual tendria por jefe en lo venidero al queseñalase el poder ejecutivo. La tercera seguiria a. cargo de Henao, quien se separó en esos dias con Iiœncia y entró a_ sub~o~arle el corone! Bra.ulio P. Pag,ola;o L;~ C~MJ~, ",a.Q". · 2.•0 • dada por el general Emigdio Briceno, se incorporaria al ejército del Sur tan pronto como regresase de Santander. Las columnas tenían de jefes al coronel Jacinto Córdoba, la primera; al general Vargas Párís y al general Prias, la segunda; y al teniente coronel Francisco de Pauld Madriñán, la tercera. La columna que Viana dirigía en Mariquita fue trasladada a Peñalisa, como base de la primera división del ejército del Sur, cuyo mando se confió provisionalmente a Vargas París. Don Joaquín se hizo cargo de su puesto el 18, y ese día lanzó al pueblo de Cundinamarca y al ejército una proclama. «Compatriotas, decía en ella, la patria en peligro es el más elocuente llamamiento a las virtudes de sus hijos. En el nombre de ella y para su defensa os llamo, sin otro título que el de haberle sido siempre leal.» «Soldados! No os recomiendo intrepidez en el combate, ni generosidad con el vencido; venceréis y perdonaréis, porque sois valientes y humanos. Os éncarezco, sí, la más estricta disciplina y una obediencia perfecta.» «Compañeros! Marchemos serenos a cumplir nuestra honrosa misión, y como en los buenos tiempos de Colombia, juremos vencer o morir. Si la suerte de las armas nos fuere favorable, como ]0 espero de la justicia que nos asiste y del denuedo que os distingue, habremos hecho al p3ís un servicio insigne y decisivo; si, por el contrario, el éxito nos fuere adverso, que al menos la necesidad de hollar los cadáveres de sus antiguos amigos y compañeros de armas, acibare el triunfo del jefe de los rebeldes». Mosquera se dirigió a Ospina, el día 8 de diciembre, en una carta de la cual recortamos, por ser pertinente a nuestro relato: «Vime pues (después del combate de Sachacoco, librado cerca a Popayán el 26 de octubre) en la necesidad de rechazar la fuerza coh la fuerza, y me moví sobre la división París para expelerla del territorio del Cauca. Mis movimientos mé colocaron a su frente, y cuando , 2<41 - yo esperaba que esa actitud produjera algún avenimiento, puesto que si emprendía una retirada se convertiría en derrota, el 19 del pasado resol vió el benemérito general París librar una batalla para dejar bien puesto su honor, puesto que vos, ciudadano presidente, no lo habíais autorizado para entrar en relaciones conmigo. Ni su pericia, ni su conocido valor y el de sus tropas pudieron darle la victoria; fue completamente batida la división París, y los restos que se escaparon con su jefe lo debieron al haber dispuesto suspender la persecución, porque me dolía que este digno general cayera prisionero.» El ejército del Cauca se ha dividido en dos cuerpos, a las órdenes de los generales en jefe Jos.é María Obando y José Hilario López, y yo ejerzo la suprema dirección de la guerra, conforme a los convenios con los demás estados; y con tal carácter me dirijo a vos de un modo confid~ncial, para evitar susceptibilidades que puedan estorbar un avenimiento patriótico.» «Me dice usted, le manifèstó el presidente en larguísima respuesta, que si el respetable general Paris y los restos de la división escaparon, se debe al haber dispuesto usted suspender la persecución, porque le dolía que este digno general cayera prisionero. Debo suponer que realmente se dictó esta orden, y que el motivo fue el que usted expresa, pero acaso habria sido más conforme con los sentimientos de estimación que usted muestra por este ciudadano ilustre, haberlo perseguido hasta aprehenderlo con sus leales compalieros, si tal cosa era hacedera ... " «El señor gobernador del Estado, que habia visto muertos en el campo de batalla diferentes oficiales a quienes había formado y adelantado en su carr~ra, y derrotado a su antiguo amigo y compañero, el benemérito general París, no gozaba del placer de la victoria, y recomendaba a todos clemencia con los rendidos y buen tratamiento a los jefes, oficiales y tropa,» se lee en el párte oficial del combâte de Segovia, suscrito por el secretario de gobierno del Cauca, doctor Andrés Cerón .. ti. CAPITULO XX Jefatura de) ejército nacional El eié,.dto ciel gobierno. -H~cia la. sabana cie Bogotá..-LA logra n semana" de Tunja. - Calvo en el pode".-Di<ve"gencia. ciep¡¡,.ece~ ,.es. -Batalla de Suba.choque.-Desastre del ejéf'cito nacional.ln"bitación de Masquera. a Parés. Al teJ'minar el ano de 1860, «el ejército de la Confederación, dice Cuervo, compuesto de seis mil hombres, formaba una masa poderosa, que sola, casi sin dirección, podría recorrer la República entera, hollando la revolución, como un elefante al pasar por sobre un hormiguero. Pocas veces se ha presentado en nuestro pais una tropa más respetable que ésta: la caballería contaba a Prias, húsar de Junln, a Amaya, Carrillo, Ardila, Arjona, Martinez elllanero, famosisimo en las guerras pasadas, Cristancho, Urrea, Hernández, Pulido y otros tantos lanceros a cua I más temibles en los campos de batalla; a ia infanterfa haclan invencible jefes veteranos como Ribera, Gómez, Silva, Moreno, Sánchez, Benito López, Jenaro Galtán, Pena y otros de no menor mérito; la artllleria, dirigida por Es~allón, Borda, Aurelio Oaitán y Vicente ParIs (hijo del . • 243 • genera!), y dotada con excelentes canones, contaba oficiales como Castrillón, Recuero, Gutiérrez, Félix Gaitán, Ponce (el autor de Florinda) y otros jóvenes de las primeras familias del país. Como jefes de división estaban Gutiérrez Lee, Diago, Posada y Viana; y general en jefe era ei general Joaquín Paris, honra de Jas annlS granadinas: era entonces en J3 Nueva Granada el verdad~ro representante de los gllerreros qtle lucharon por la independencia (Imcricana: lleno de cicatrices. call una mano mutilada y sordo por el ruido de los combates, naaie lo veía que no lo venerase como reliquia santa que simbolizaba las glorias de la patria. Aumentaban su prestigio la nobleza de sentimientos, la bondad ilimitada de carácter y un patriotismo inagotable. En lugar de buscar descanso a la vejez y lenitivo alas dolencias, ~iempre acude presuroso a donde quiera qtle puede prestar un servicio, y la legitimidad no cuenta con un defensor más sincero: en 1854 ftle de los primeros en enarbolar el pabellón de la constitución y luchó sin sosiego hasta dejarla triunfante: últimamente lo hemos visto abandonado allá en la cordillera del Guanacas, y no ceder sino cuando es asaltado por fuerzas superiores. Separado el general Herrán del mando del ejército, a él le correspondia tan delicado cargo, y lo aceptó a pesar de la enfermedad que minaba su saJud y de la responsabilidad enorme que se echaba encima: nuevo sacrificio que le impone la patria. Por desgracía lo que en aquellos momentos se necesitaba eran condiciones que sólo pueden abrigarse en pechos jóvenes y audaces: el g-eneral Paris, con toda la veneración que inspiraba, parecia no estar allí en su p~esto: como consejero y auxiliar de un jefe del temple de Julio Arboleda o de Leonardo Canal prestara servicios reales y positivos: sería como aquellos ancianos de la antigüedad que señalaban a Jas jóvenes el camino de la victoria; o talvez llenara sus deberes a la medida que él anhelaba ardorosamente, si hubiera 31 • 244 • contado con subalternos competentes que le ayudasen a llevar la carga; pero ljuiso la mala suerte que a su lado no hubiera nadie: él, enfermo y extenuado, tenía que ser el cuerpo y el alma en la dirección del ejército. Para colmo de desdichas, el gobierno mismo parecía que dudaba del acierto con que se iban a dirigir los movimientos militares, yel presidente de la República comete la falta política o la impericia de acompafiar al ejército en calidad de fiscal, tunto con su secretario de guerra, el cual era civil por afiadid·ura .• A comienzos del 61, Mosquera situó su cuartel general en Méndez y allí y en Honda concentró la mayor parte de su ejército, dejando pequelias .fuerzas en Piedras y Ambalema. El ejército del gobierno se dividió, yendo la sexta división a Guaduas y de allí hasta la orilla del Magdalena, y el resto por La Mesa. El supremo director de la guerra entretuvo a la ge:1te de aquella división, a cuyo frente estaba Gutiérrez Lee, y con éste suscribió el 3 de marzo un armisticio en las oriHas del arroyo de Chagllani, acto que sirvió a los rebeldes para aduei'larse de Guaduas y por esa via avanzar sobre la sabana de Bogotá, en tanto que el ejército legítimista se retiraba hacia la misma sabana para reorganizarse y de • La Mesa pasaba a situar la mayor parte de las tropas en Facatativá. De aquí se intentaron algunos movimentos contra Mosquera, que se había fortificado en el alto del Trigo y que luego pasó al del Raizal, en tanto que sus contrarios situaron sus puestos avanzados en Villeta. Parte de la sexta división fue un poco más lejos, hasta Buenavista, no lejos del alto del Trigo, qu~está a medio camino entre VilIeta y Guaduas. Mosquera envió un parlamentario a Paris, invitándolo a tener una conferencia en Cune, hacienda colocada al pie del alto del Trigo, y nuestro general devolvió el emisario, dando por toda respuesta que el ejército de su mando no era deliberante. • 245 • El doctor Santos Gutiérrez se apoderó de la plaza de Tunja, donde empezó a funcionar como gobt:rnante, tItulándose presidente del estado de Boyacá. El legítimo gobernador, doctor David Torres, vino a dar a la capital de la RepÚblica. Para rescatar la ciudad de los zaques, fue enviada la séptima división, con el general Arjona, pero este jefe fue desgraciado en su intento y hubo de tornar después de siete días de infructuosa lucha, en que los liberales se sostuvieron y vencieron. Esta desgracia para las fuerzas de la Confederación, que los contrarios ensalzaron y llamaron los días de la gran semana, dio mayor prestigio a Gutiérrez, apodado el Tusa, que ya tenía fama desde 18~4, e hizo cambiar los movimientos del ejército del Sur, que se concentró en Facatativá, dejando escalonadas hasta el Aserradero sus fuerzas de vanguardia. Mosquera, que había pasado a V jlleta, levantó ese campo el 14 de .abril y por el camino de la Vega subió a la altiplanicie. El 1.° de ese mes había entrado a ejercer el poder ejecutivo, por cesaciÓn del cuatrienio del señor Ospina, el procurador general de la Nación don Bartolomé Calvo, a falta de designados, que eran anuales, pdes no hubo en este año congreso que renovara los que habían cesado el31 de marzo y que perfeccionara la elección de presidente de la Republica, que se hizo en septiembre anterior yen la cual fue favorecido por la mayoría de votos el señor Julio Arboleda. Mosquera, siempre en su empeño de sacar ventajas, y no atreviéndose a atacar al ejército legitimista, diose a explotar la legalidad con que Calvo asumía el poder ejecutivo; las cosas llegaron al extremo de que muchos conservadores se desconcertaron y dieron asidero a la especie de que el ejército se desorganizaría al terminar el período de Ospina. Con este mOlivo, el 18 de marzo se suscribió· en Facatativá una Manifestación de! ejército a la administración que acaba y a la que principia el ].0 de abril de ]86 J. • 246 • cEl hecho solo de haber circulado tales rumores, decían los firmantes, a quienes encabezaba el general París, nos obliga a protes;ar, como lo hacemos, a nombre del ejército, que éste no distinguirá personas y que del 1.0 de abril en adelante, como en cualquiera otra fecha, reconocerá, obedecerá y sostendrá como a magistrado legítimo el que nueStra constitución y leyes designen pal a encargarse del poder ejecutivo nacional.» La vanguardia enemiga apareció el18 de abril en el cerro de Vaque yel 19 acamparon todas las fuerzas de Mosquera a la entrada de la sabana en Santa Bárbara, pUnto que domina al pueblo de Subachoque. Calvo siguió el proceder de Ospina, y con el secretario de gobierno y guerra, don Juan Crisóstomo Uribe, resolvió dejar la capital de la República confiada al prefecto del departamento, don Plácido Morales, que ejercia la gobernadón por ausencia de Gutiérrez Lee, y seguir la marcha del ejército. «El Il de abril, casi de noche, Ilegámos a Facatativá, reducidos a 3128 hombres,' dice don Ramón Guerra Azuola, ayudante de campo y secretario del general Paris. «Habiamos perdido, añade, ent,e desertores, enfermos y dispersos en Tunja 1859!» «No sé cómo explicarme el furor que se habia apoderado del gobierno por las expediciones al norte; pera es lo cierto que apenas ¡legámos a la sabana, dispuso el señor Calvo que de los batallones t.o y 2.0 de Bogotá y 7.° de Zipaquirá y el' regimiento HlÍsares se formara una nueva división que al mando del general Diago marchara a Tunja a recuperar lo que Arjona habia perdido y a destruir la facción por aquel lado. No bastaron los más vivos argumentos en contra de esa medida, ni las protestas del mismo general Diago, que aseguraba no tener la más ligera esperanza de triunfar, para decidir al gobierno a revocar su mandato. cEl poder ejecutivo, decia el sedar Calvo, no • 247 • puede volver atrás en lo que ha ordenado, porque daría una prueba de poca energía.» «-No es energía sostener un error, contestaba el general Diago con resolución. A mí poco me importa morír aquí o más allá, pero me duele que el gobierno me comprometa a morir sin gloria, y arriesgue el porvenir de la República en una jugada que no la hace ni un chambón. «-Por lo mismo, contestó el señor Calvo, encolerizado, yo lo l1I.índo y debe ejecutarse. Nadie me aventaja en pat1iotismo, y estoy seguro de que la expeJición saldrá bien. «SaliÓ, pues, la expedición compuesta de 1,020 hombres, cuya pérdida habríamos tenido que deplorar a no ·haber dispuesto Dios las cosas de otra manera.» Diago escribió que Santos Gutiérrez se le acercaba por la vía de Pacha y que él había resuelto aguardarlo en Zipaquirá. «En esta vez parecía lo más conveniente que nos trasladáramos a Cuatro esquinas, para atender a M0squera si salía por Subacl1f)que o para auxiliar a Diago, si era atacado. El señor Pastor Ospina, hermano del ex-presidente, quiso q\le la marcha se hiciera dando la vuelta por Subachoque; pero en aquellos días se habia alzado una vocinglería terrible contra este señor, a causa de haber conseguido urt decreto del gobierno en que eximia todos sus bienes de la ex propiación que se había decretado conforme a la ley, y todos pensaron que aquella vuelta que se pretendía hacer dar al ejército no tenia más objeto que proteger sus propios intereses. Asi fue que la indicación fue mal acogida, y la marcha se ejecutó por el camino recto el dia }9. Si pOi fortuna se hubiera hecho lo que el señor Ospina indicaba, habriamos encontrado a Mosquera' bien molido y mal andante' saliendo a Subachoque, y talvez lo habríamos destruido, porque su parque venía muy atrás. «A las doce de la noche supo el general París que Mosquera había salido a Subachoque, y dispuso que al ama- necer se pusiera nuestro ejército en marcha para allá. No sé por qué fatalidad no se movió nuestra tropa hasta las diez del día, y mucho menos por qué en vez de tomar la via indicada, tomámos la de Tenjo a donde Jlegámos al anocheCèr. El general París,que estaba gravemente enfermo de disenteria, no tuvo conocimiento de esas dos infracciones !'Jno al fin del dia, y cuando ya no tenian enmienda. «El 21 se rec0nocieron las posiciones del enemigo, y se le previno al general Diago que contramarchase y se nos reuniese en las cercanías de Subachoque, y al día siguiente nos situámos en el Hato y Cantimplora, a la vista del ejército contrario y como a una legua distante de él. El enemigo nos saludó con veintiún salvas de artilleiÍa,que no se le contestaron. El señor Calvo quiso que ese mismo dia diéramos la batalla. «- Son las dos de la tarde, decía, y en eslas cuatro horas que nos restan se ¡Juede hacer algo. «-Yo, señor, c'Jntestaba el general París, no puedo dar batallas sin estudiar el terreno y disponer las cosas como deben ser: precipitarnos ahora sin orden ni concierto, es perderia lodo en un instante. «---Pues yo he leído replicaba el primero, que en la guerra de la independencia se daban las batallas sin pensaria mucho, y agí se tomaban trincheras y se ganaban victorias.» «-En ese tiempo se peleaba por muy distinta causa que hoy. Esa era una guerra de oprimidos contra sus opresores; de víctimas contra sus tiranos; de americanos contra el'lpañoles, y había entusiasmo, decisión y patriotismo. Pero ahora no encuentra usted más que deseos de propio engrandecimiento, sin que las palabras que entonces nos electrizaban sirvan hoy para nada. Los hombres de hoy no son los de entonces, y estoy seguro de que no encontraríamos en todo este ejército cuatro oficiales que nos siguieran, si fuera preciso emprender una marcha a pie y • 249 • no tuviera el gobierno con qué pagar sus slIeldos. Cierto que en la independencia se dieron acciones que asombraron; pero recuerde usted que fueron ejecutadas por hombres extraordinarios y éstos ya no existen. Yo, por lo menos, no me creo capaz de dar una batalla sin conocer el terreno, y me tendría por muy dichoso si cualquiera de los generales o jefes que aquí hay se hiciera cargo de dirigiria, salvando mi responsabilidad.» EI25 se librÓ la sangrienta batalla de Subachoque, favorable a las fuerzas que dirigía el general París, y en la cual ci denuedo de los soldados gobierr.istas vino a probar que aún se peleaba con decisión y entusiasmo. La caballería, sobre todo, hizo projigios de valor y ardimiento. «Dos oficiales nuestros-uno de los cuales se llamaba Pérez, que pasaba como de origen peruano y fue uno de los derrotados en Segovia,-dice Guerra Azuola, quisieron animar m,í5 nuestra caballería, y salieron de las filas, picaron sus caballos, saltaron las trincheras Y entraron al campo enemigo, donde murier0n a bayonetazos. "Un alférez Salceda recibió dos balazos a un tiempo. el uno en el pecho Y el otro en la garganta, y ambo~ lo atravesaron de pa~te a parte. C:lYÓ del caballo como muerto, y así permaneció por más de cuatro hora<;, Al cabo tie este tiempo se sentó. miró con espanto a su alrededor, y resistió el estro reo y fatig;¡s del viaje hasta Bo¡;otá, en donde existe todavía (6 de agosto de 1862) curándose de aquellas dos mortales heridas. Un soldado que pasaba por junto de él cllando saliÜ del desmayo, se iba muriendo de Sllsto, creyendo que había resucitado. El pobre hombre tuvo más miedo de un resucitado que de mil muertos. «A tiempo que el batallón primero de línea entraba en combate, fue derribado el coronel Moreno de un balazo en una pierna. El general París, que estaba allí, hizo \lamar al coronel Mateo Viana para encargarlo del mando • 250 - del batallón. Cuando éste vino, la muerte andaba bien cerca de nosotros, y en forma de una granizada de balas nos diezmaba a toda prisa. Viana llegó sin mostrar la menor alteración en su ánimo; oyó con calma las órdenes del gen~ral ; desenvainó su espada, se hizo reconocer del batallón, y en pocas horas lo animó a vengar la muerte de sus compafteros y la herida de su primer jefe; y poniéndOse a la cabeza, continuó el movimiento sin vacilar ni precipitarse, en fin, sin dejar su modo de ser, no obstante que, en los momentos que se emplearon para esta simple operación, pasaron de veinte los muertos y heridos que nos hizo el enemigo. Era que nos habíamos parado a pocos pasos de la trinchera. El corone! Viana llegó hasta el pie del parapeto, pero no todos se habian resuelto a acercarse a aquel volcán encendido, y sólo los oficiales lo acompanaban, por lo que tuvo que dar algunos pasos atrás en busca de algunos soldados o siquiera de algunos fusiles para hacer fuego a quemarropa y desalojar al enemigo del punto invadido, cuando una bala lo derribó en tierra y lo puso fuera de combate. «El general Mosquera, que había salido también de las fortificaciones a retaguardia de sus caba:lerías, viéndose acometido de cerca y con tanto brío por los nuestros, quiso retirarse precipitadamente y metió su caballo en un pantano, del cual no pudo salir. Creyéndose perdido, quiso matarse más bien que caer en nuestro poder, y preparó una pistola para volarse el cráneo, cualldo su ayudante de campo, el señor Simón Arboleda, lo detuvo y dándole su caballo, le dijo: «Sálvese usted, que yo caeré en su lugar »; a cuyas palabras no contestó más que «mil gracias» y montando en el caballo que le ofrecían se escapó y corrió por el camino de la Vega, no sé hasta dónde; pero supongo que iría hasta bien lejos, porque no volvió sino por la noche, según él mismo se lo confesó después al general París, como adelante diré. Arboleda fue hecho prisionero, y refirió esta escena tal como la cuento yo.» - 2SJ • El destrozo causado en las filas rebeldes por la caballería del ejército del Sur y la pérdida del general Mosq'Jera produj~ron gran desaliento en su campo, y el general López sacó de un toldo una sábana y fa convirtió en bandera blanca, con ('1 objèto de parlamenta r. Todos la vieron en el campo vencedor. El ex-presidente Ospina, que aquel día había funcionado como adjunto al estado mayor general, portándose con un valor extremado, puso su anteojo, y volviéndose luégo al general Paris, dijo que no era blanca esa bandera sino amarilla, y como se le observase que era distinta de la<; que había tremolado el ejército rebelde en la fortificación desde el principio de la batalla, repuso que estaba más desteñida que las otras. La handera era efectivamente blanca. pero el joven Aureliano González, cuyo padre acababa de morir, la arrancó lleno de indignación, diciendo que sobre el cadáver de su padre no se ponía bandera blanca. Pronto hubo una especie de reacción entre los revolucionarios, que se habían dado por derrotados y huían, y la suerte cambió por completo. Paris quiso reanudar combate a\ otro día, y así se \0 prometió al secretario de relaciones exteriores en la noche del 25. A las cuatro de la mañana hizo tocar diana y convocó a los jefes plra explicarles lo que era preciso hacer. Diago, Viana y Gutiérrez Lee estahan gravemente heridos, y los otros completamente desalentados. Estos fueron exponiendo las pérdidas que sus respectivas dependencias habian sufrido y sólo entonces se vio en toda su magnitud el desastre del ejército de la Confederación. No quedó más arbitrio que dejar que se repusiera la tropa no sólo del cansancio y completa abstinenda del día anterior, sino también de la impresión recibida por las pérdidas sufridas. Además, se atendería a los heridos, que no habían cesado de levantar sus ayes hasta el cielo, tratando de despejar el campo de los muertos y heridos y de los caballos que lo obstruían. -Dispuso, pues, el general Paris, que los soldados de 92 BANCO DE LA REPUBLICA BIBLIOTECA LUIS· ANGEL ARANGO .u CAT~tL\rJoClON - 2S2 • cabatlerfa a recoger que cada hombres muertos. proteger que tuvieran bagajes se pusieran Inmediatamente Y traer algún ganado para racionar la tropa, y batallón de infantería enviara un.a partida de sin armas, a recoger los heridos Y enterrar los El resto de la tropa se puso satre las arma~ para estas partidas en caso de ser atacadas por el ene- migo. cEn estas operaciones se pasó todo el día 25, sin que hubiera posibilidad de atacar al enemigo, y sin que éste hostilizar a en lo más minimo. «Al anochecer recibió el general París una carta de Mosquera, en la que le suplicaba hiciera poner en libertad a su sobríno Simón Arboleda, a quien amaba como hijo, recompensándole asi la libertad que le habiá dado en la Barri,,",ona a uno de los hijos del general. Le instaba para que celebrara un armisticio para recoger sus heridos y enterrar los muertos, y le suplicaba de nuevo que accediera a la entrevista que tántas veces le había propuesto, de la cual nada malo podía resultar y talvez resultaría la paz en la República; y concluía con estas palabras: • Sentiré mucho morir sin que hayas querido oír lo que tengo que decirte.' ~El general consultó, como tenÍ3 de costumbre, lo que debería hacer .... En cuanto a la libertad de Arboleda, el gobierno se negó abiertamente a concederia, dando, entre otras razones, la de estar ya en marcha los prisíoneros para Bogotá desde las diez de la mafiana. EI27 contestó el general aceptando la entrevista para el día siguiente por la mañana, y excl1sándose de no poder pagar la libertad de su hijo con la de Arboleda. Esta contestación la llevó verbalmente uno de los hijos del general (don José Joaquín) por si acaso Mosquera quería mantenerlo en rehenes; no pudo hacerlo con el mismo que había recibido el favor, porque estaba en servicio (capitán de la 4.a compal'iía del 3,· de artillerla) y el gobierno se opuso a que fuera. Mosquera no se dejó • 253 • ver de París, y mandó recibir el recado al señor Wencelr lao Borda.» Ese mismo día entró a la fortificación una fuerza de cuatrocientos 'hombres que llegaba del Tolima por la vía de La Mesa y que a los gobiernistas les fue imposible detener y batir, porque el único punto factible para esto era el mismo camino que la Rente de París habia traído, camino largo y fatigante, en cuyo recorrido se emplearía más tiempo que el que gastasen los tolimenses en unirse a Mosquera. Además, para proteger el movimiento habría sido preciso mover todo el ejército, dejando abandonados como seiscientos heridos que se habían recogido. «Nuestras partidas continuaron enterrando muertos y recogiendo heridos, y algunas de ellas estuvieron conversando familiarmente con las que aquel día habían salido del campo enemigo, a ejemplo de las nuestras.» (I) ( I) Guerra Azuola. CAPITULO XXI Entrevista con masquera Sitio de la entre'bista. -Pretensiones de 8o!osquera.-Presidencía. de Cal'Vo.Hospital en Subachoque. -Mo'Vilíza.cíón del ejércíto.-Muerte de Obando.-Separa.céón del genera.{ Paris.-c.BataUa. de Usa.quén.-Entusiasmo perJudicía{.-Muerte de don Vicente P,¡rís.-ReUgiosídad de [os Parises. Súpose que Obando se movía con seiscientos hombres en auxilio de Mosquera; Posada, muy nervioso, pretendió alistar la tropa para mudar de campamento, a lo que se opuso el general París ha'\ta después de celebrada la entrevista, porque no queria que Mosquera dijese que se había valido de la ocasión de tener una cita pendiente para irse a otro sitio sin ser hostilizado. «La hidalguia de ese honrado veterano le hacía rechazar cualquier paso que pudiese traer consigo el menoscabo de la reputación del ejército que mandaba, o desdijese siquiera de la franqueza y lealtad que caracterizaban todos sus actos.» «Encontráronse los dos generales casi en el centro del valle, se dieron un cordial abrazo y Mosquera lloró de :ternura, pues creo que de veras amaba y respetaba al gene~ · 255 • rai París» (1). Para que estuviesen menos incómodos, ordenó Mosquera izar una tal da. A uno de los soldados que estaban en esa tarea le nabló el gobernador del Cauca: -Míra, éste es tu general París y debes respetarlo, porque hasta fa mismo lo respeto. Oíle ahora por qué peleas tú. -Por la libertad. -¿Y no tenían bastante libertad en el Cauca? le preguntó Paris. -Sí, dijo el negro con indiferencia. -Entonces no es por eso por lo que peleas, arguyó el general. -OHe que la constitución de 1858, intervino Mosquera. -No le sople, mi general, dijo Guerra ::on timidez, y todos ricron de esa salida. Pasaron al laIdo y Mosquera hizo retirar a ocho individuos que lo acompañaban, para estar solo eon París. Quiso retirarse Guerra, y el primero le manifestó que quien merecia la confianza de París mt:recía también la suya. Coronel, agregó llamando al coronel joaquin Suárez Fortoul, que nos traigan café con galletas; pero ve .... Hombre, Joaquín, ¿ que tal estás de muelas? -MaJ, CiO me queda más que una de cada lado. -Pues yo estoy lo mismo, yeon estos dientes .... Vea, coronel, mande que ClOS traigan galleta norteamericana de sagú, para joaquin y para mí, y de las otras para Guerra, que tendrá con qué mascar» (2). «Lo primero que dije a Mosquera después de saludarlo fue: vamos a ver euál es esa prueba de desprendimiento patriótico con que quieres sorprendemos. El me contestó (I) Mosquera, despub de Cua.pud, eD carta al General Flores. le dijo que París era para él como un hermano, y que en Se govia y Sub.choque que habla lU' frido enormemenle allener que medir sus armas (2) Guena ~uol •• COQ las de DUdlro geDeral. • 256 • poco más o menos en estas términos: Mira, Joaquín, este país merece otra suerte, tiene todos los elementos deseables para su prosperidad y para ser una gran nación; pero por desgracia está pésimamente gobernado; no hay sistema de hacienda, todos sus ramos están en el mayor desorden, y no hay hombre con el patriotismo y conocimientos administrativos que se requieren para desarrollar y para poner en movimiento tántos recursos como hay para impulsarlo en la vía del progreso. Yo soy el llamado ~ regeneraria y organizaria como debe ser, y dejarlo de modo que después no haya más que seguir el sistema que yo haya establecido para que marche fácilmente. Hecho esto, yo me retiraré a la vida privad3, yéndome a Europa para quitar recelos y desco¡1fianza. Esta es la prueba que quiero dar. ¿Qllé te parece, Joaquín? Nada le contesté, me sonreí.» (l). Guerra Azuola pone en boca de los dos generales este diálogo: -Deseaba mucho hablarte para convencerte de que la guerra que nos estamos haciendo es desastrosa y sumamente perjudicial al pais. -Eso lo veo yo mt:'jor que tú. -No lo creas .. , Yo lo estoy viendo mejor que nadie, porque cada día tengo que apelar a algún nuevo arbitrio para sostener los 14,000 hombres que ten~o sobre las armas en toda la República .... y todo para compr9barle a OSjJina que la existencia del partido nacional no es una quimera, y que a él pertenecen todos· los hombres honrados e inteligentes del pais. Tú mismo debías pertenecer a él, y más tarde, cuando yo triunfe, me ayudarás a hacer la felicidad del pais, empujándolo en la senda de la prosperidad. (1) Joaquín París. hoja publicada en 1865 con el título de Explicación:;a necesaria.. - 257 - , -No creo yo, Tomás, que con una guerra injusta y atroz como la que hace:; al gobierno legítimo pueda adelantar el pais; y me parece un sarcasmo indigno de ti y de mí el que digas que todos los hombres honrados te pertenecen, cuando estás rodeado de .. - y de .... y de tántos otros que no son más que f.Imosos criminales. Más te valiera haberte sujetado al juicio desde el principio, pues te aseguroc¡ue hahrías salido absuelto y los conservadores mismos te habrían elevado a la presidencia .... y se hahrian evitado tántos males. -¿Los conservadores? dijo Me)squera riéndose. Tú no los conoces todavía. Ellos necesitan que yo los coja por la fuerza y les lave la cara y les corte las uñas, como una madre a sus hijos. Ya verás cómo por más que finjan odiarme me rodean y me agasajan el día que triunfe. Si me he valido de los hombres que me acoiTIpaf'ian, es porque los' he cogido como a máquinas, y les daré con el pie cuando no los necesite .... Supe qlle estabas muy main de disenleria y tirado debé'jo de un toldo, como cualquier soldado: lo cual me ha escandalizado, porque esos hombres a quienes sirves debían cuídarte mejor. Tú mismo tienes la culpa porque viajas como en las campañas con. los españoles. ¿Te acuerdas que al presenlárseles nuestras tropas les grítaban: Perdonen por Días) vuelvan el sábado que hoy no damos limosna? Aprénde de mí: yo cargo buena tienda de campaña, caire de bronce, buenos vinos, y hasta vajilla de porcelana; y a eso le debo el estar bueno y gordo, y talvez el gozar d~ tánlo prestigio con los que me siguen, porque dándose uno tono lo respetan. Ya verás las tacitas en que van a servirme el café. Pero repára mis soldados, qué buenos son .... SOli los mejores del i!lundo. Ya viste cómo pelearon el 25. Es una lástima que me hayan herido ustedes a tántos; lo menos tengo treinta heridos y para curarias querría que celebrásemos un armisticio. Yo me situaria en Zipaquirá, por ejemplo, y tú donde quisie- • 2S8 • ras, mientras atendemos a esos pobres hombres, que son nuestros hermanos. Hagamos algo como gente civilizada! -Déjame hablar, dijo el general París, como aturdido pOi' tántas ideas mezcladas en ese desorden. Yo también tenia algo que decirte, pero no me has dejado. -·Si, lo confieso, soy muy charlatán, pero ya ves, como hacía tánto que deseaba hablarte ... Desde que estábamos en Segovia te lo propuse, y si hubieras aceptado, talvez se habría evitado tánta sangre como se ha derramado. y ya que hablamos de eso te diré que estoy muy ofendido contigo porque dijiste que Rufino Vega habia sido asesinado. Yo esperaba otro tratamiento de ti, pues debías conocer que aunque manchego, soy tan caballero como el que más. No quise que te cogieran cuando saliste casi solo de Viborá, así como no quise que te hicieran más tiros el 25, desde el momento en que te conocí. Andabas con uno de tus hijos, con Guerra y con otro oficial a quien no conocí; tenias un encauchado claro y montabas un soberbio caballo peceño claro: pero cuando vi que se te acercaba un hombre de ruana negra, zamarros negros y caballo negro, no pude contenerme y les grité a mis soldados: Ese debe ser el jesuíta, apúntenle bien. «Confesó que habia dado un paso falso al desconocer al sellar Calvo; pero que lo había hecho para hacerle comprender que a un caballero se le debian contestar sus cartas, y también porque al proponer al congreso la ley que llamaba a la presidencia al procurador de la Nación, no se imaginaba que éste pudiera ser un zambo, y creía de su deber evitarle a la República el sonrojo de tener un presidente que en las naciones civilizadas sería expulsado de cualquiera reunión -. -Sin embargo, agregó un momento después, te autorizo para que le digas a Calvo que lo reconozco como gobierno legítimo, siempre que este paso traiga consigo algún avenimiento que ponga fin a la guerra. • 259 - D~smintióla relación de don Simón Arboleda respecto al modo como se salvó el dia 23, diciendo que no había estado en tánto peligro, porque al sacar sus pistolas y encararse a nuestra caballerí3, ésta había vuelto caras y corrido cobardemente, y aliadió : -Cuando entré a mi fortaleza encontré la novedad de que diez y seis soldados se habían ído por el camino de La Vega, y como éste era un escándalo nunca visto en mi ejér.-:ito, que es todo de voluntarios y me acompañan por convicción, volé yo mismo a infllrmarme del motivo de su deserción. Los alcancé ya bien lejos, y supe que viéndome ya perfectamente victorioso habian resuelto ir a La Vega a traer víveres, porque calculaban que con los muchos prisioneros que.cogimos nuestras provisiones tendtían que escasear un poco .. Por supuesto, los dejé ír, y han vuelto todos y están haciendo un buen negocio, porque han vendido las panelas a media o a tres por un real. Después de dos horas y media de una discusión tan poco provechosa, el general Paris se despidió, pues se sentia muy enfermo. -¿En qué quedamos? le preguntó Mosquera. ¿Hacemos un armisticio situándome en Zipaquirá? -No, le contestó el general. Armisticio de hecho lo hemos tenido en estos tres días. En cuanto a situarte en Zipaquirá, desde ahora te notifico que si yo sigo dirigiendo las operaciones, defenderé esa posición con más ahinco que Bogotá. Además (te hablaré con franquep) no puedo lisonjearme de que el gobierno éntre en arreglos contigo, porque según he poclido entenderte, todas las cosas que propones tienen por base la abdicacit'ln del gobierno, y esto es inaceptable. Por mí sé decirte que nada por escrito celebraré contigo. -Pues bien, dijo Mosquera, déjame establecer mi hospital en Subachoque, y prométeme no lamar como prisioneros a los que envíe allf. Te confieso que son muchos los Ba • 260 • heridos que tengo, y si fos vieras alii a la pampa, te compadecerías de ellos. Míra, la lista que tengo alcanza .... a· ... cuatrocientos ochenta, y entre ellos están Mendoza, Plata, Gutiérrez y otros hombres de importancia. Déja que Subachoque quede neutral y mandemos allá nuestros heridos. -Convenido, dijo el general Paris, pero eso no podrá tener efecto sino hasta después de cuatro días, porqLle yo voy a ocupar el pueblo hoy mismo, y mi tropa está formada para marchar. Sólo aguarda que yo regrese, para moverse. Por eso te dije hace rato que bien podías soltar tus caballos para que pastaran, sin que hubiera temor de que te los quitara mi tropa. -Me alegro que mudes de campamento, dijo Masquera; me parece que tu enfermedad es grave, y de ninguna manera te convenía seguir. viviendo en este lodazal. Por mi parte te ofrezco no hostilizarte en tu marcha. Puedes irte por el camino que está aquí cerca, sin dar la vuelta por atlá detrás, por donde viniste, contando con mi palabra de honor de no molestarte en nada. No te atengas a los prácticos o vaquianos: ya ves qué vuelta la que te hicieron dar para llegar hasta aquí. Véte derecho, formando con el meridiano magnético un ángulo de 72 grados, y encontrarás una casita, y de allí al camino que te indico no hay más que dos o tres decámetros. Siento muchísimo no tener aquí una brújula que pudiera servirte, pues el busol que podria darte es demasiado pesado. Apenas sê separaron, le dijo a Guerra el general París: -Cuando Mosquera estaba de presidente de la República, fui a visitaria un día, y después de mostrarme mil trebejos dio orden a un criado negro que tenía, de ir a la casa en que vivia su señora y traer todos los retratos que hubiera de él para que diera yo mi opinión sobre cuál era mejor. A poco rato volvió el criado trayendo en una salvltla tQfIK) c.~ o 5e&eHtaretratos de Mosquera, uoos de paisano, otros de militar, ya de bata y gorro de °entrecasa, ya de diplomático ¿qué dijo Mariana? preguntó Mosquera; y el negro, imitando los movimientos de la señora, contestó: No dijo más sino iAh Tomás! I Ah Tomás! Así mismo digo yo, continuó el general: I Ah Tomás! ¡Ah Tomás! Cuando París y su ayudante llegaron a las posiciones del ejército conservador no el1contraron al jefe de estado mayor, general Espina, con quien toparon a las tres de la tarde en una casita de la Pradera, donde había algunos heridos del gobierno; y a pesar de que Espina estaba poco dispuesto a ayudar a la movilización del ejército, pues dijo que era tarde para emprenderla, París la ordenó y cuando llegó la noche se encontraron las tropas en un laberinto de zanjas profundas, barrancos y cercas impasables, porque todo estaba inundado por las lluvias. A las once de la noche llegaron al pueblo de Subachoque el general y su ayudante, y allí supieron que el procurador y los hermanos Ospinas habían arribado desde el medio día, escoltados por un batallón y dos escuadrones, que se hahían hecho mover sin darle cuenta a nadie; y que Espina y sus adjuntos habían tomado alojamiento desde el anochecer, pues se habían ido por caminos extraviados, sin esperar a nadie ni disponer cosa alguna. «Así andaban las cosas: cada cual hacía lo que mejor le parecía sin curarse de nadie.· "La enfermedad del general París era ya tan crítica que no podía mantenerse en pie. Tendióse en una cama y quedó como exánime muchas horas. Al amanecer del 29 dio orden de que saliera una partida de infantería a proteger un escuadrón de caballería que debía estar comprometido con las fuerzas que traia Obando\ según lo anunciaba su jde Juan Ardila. La partida saJ¡ó, pero el general no supu nada hasta el día siguiente, porque perdió el conocimiento. o' • ; • 262 «Componiase la exppdición de los batallont's t.e de línea y 2." de Bogotá al mando de sus respectivos jefes Jacinto Ruiz y Teófilo del Río, B. López y G. Gaitán, y mandados todos por el coronel Heliodoro Ruiz. A Jas doce se puso en marcha y como a las tres de la tarde se avíst6 con las fuerzas de O'Jando, que venian hostil izadas por el escuadrón Ardila «Ruiz hizo alto, y después de un minucioso reconocimiento del terreno y de las fUl:rzas enemigas, se dirigIó a la tropa. y en pocas palabras le hizo conocer la imp:}rtancia de obedecer ciegamente, y la necesidad en que él se encontraba de quitarle la vida a cUdlquiera que retardase la ejecución de sus órdenes, o que se propasase una línea en lo que se mandara; y cumplidos estos preámbulos, hizo marchar a '5USdos batallones, uno por la derecha y otro por la izquierda, y moverse con tal precisión y oportunidad, que en hora y media consiguió estrechar al enemigo en el callejón que forma el camino para Facatativá, y en el acto hizo a la caballería dar una carga que decidió la victoria a nuestro favor. Las tropas de Obando se dispersaron y entregaron; Obando y otros muchos murieron, y a las cinco de la tarde estaba todo concluído. Entre los prisioneros estaba el señor AnibaJ Mosquera, hijo del general, que habia recibido una lanzada en el brazo derecha; y de él y de boca del capitán Alejandro Posada, que· funcionó como ayudante de campo del coronel Ruiz, obtuve estos pormenores. Cuando el general París supo que el hijo de su amigo estaba en calidad de prisionero, pero viviendo con nosotros y atendido con particular esmero, lo hizo entrar a donde él se hallaba, y le dijo con el mayor cariño que ec;taba libre y podía escoger entre ir al campamento de su padre, oa Bogotá a casa de su madre, o quedarse con nc,sotros hasta curarse de su herida. Anibal eligió venir a Bo~ota. -Pues bien, dijo el general, mafiana se irá uste~ con- • 263 • miga porque estoy muy malo y ya no puedo resistir fa campaña. Escribale a Tomás avisándole de todo, y vuelva, pues quiero saber si Ooando cayó prisionero, como me a<;aban de decir, y por qué no lo han traído a casa, según lo he mandado .. Y dejándose caer en las almohadas perdíó otra vez el sentido. Sólo de vez en cuando se le escapaban palabras que hacían conocer el delirio que atormentaba su espíritu. El 1.0 LIe mayo se consiguió que el poder ejcutivo diera la licencia para que el general París se trasladara a Bogotá a curarse, licencia que sus amigos habían solicitado desde que se enfermó en Facatativá, y que se le había rehusado por temor de que su venida produjera algún alarma en la ciudad o desaliento en la tropa. La licencia se dehió a que la disenteria que minaba al general hahía llegado a tal grado de intensidad que hacía temer por su vida. «Honda penl causó en el ejército la separación de este ilustre veterano, a quien todos veneraban. más que por sus cicatrices, por sus grandes virtudes. A pesar de su ancianidad y de sus enfermedades había aceptado el penoso cargo que le confió el gobierno, y no se separó de él sino cuando, moribundo, no pudo resistir más." (1). El 2 de mayo, en virtud de las conferencias de los generales París y Mosquera, se movió el eiército conservador de Subachoque al punto que ocupaba antes de dar esa batalla. Siguieron lof, movimiemtos de ambos ejércitos, acercándose los dos hacia la capital de la República. El 12 de junio se libró en Usaquén un combate que fue de resultados favorables al gobierno y que envalentonó a/os partidarios de éste, a la/ punto que se creyó totalmente dominada la revolución, y mucha gente, de toda edad, sexo y condición salió de Bogotá al campo conservador a pre( J) Cuervo, cit. senciar una nueva batalla, el día 13, y a conducir a la capital a Mosquera y a sus tenientes, los que vendrían amarrados con la cantidad de lazos que el público había llevado al Chicó. El enardecimíento popular hizo comprometer la acción, que fue de resultados adversos para la causa de la legitimidad. Entre los heridos del 13 lo fue mortalmente el capitán de artillería Vicente París, «joven lleno de vida y de impavidez, especie de Bayardo con la dulzura de un niño, que nunca supo lo que era peligro, y que respetado en el ejército era amado en la sociedad de sus numerosos amigos," según se expresa don Angel Cuervo. Entre tanIo, el general París, en su lecho de dolor, luchaba entre la vida y la OJ uerte; lo único positivo de la entrevista con Mosquera fue que a causa de una copa de vino que éste le hizo tomar, recrudeció a tal punto la disen~ teria, que lo condujo a dos dedos del sepulcro. No faltaron entonces personas que supusieran que el jefe rebelde había pretendido envenenar al general legitimista, pero, como anoIa la stñora Acosta de Samper, París se reía de aquello, rorque estaba cierto de que Mosquera le profesaba cariño verdadero .. La familia Paris de la Roche, en la cual la muerte había hecho tánlos claros y que aún lloraba inconsolable la pérdida de la esposa de don Joaquín, hubo de compartir la solicitud de sus cuidados y atenciones entre el benemérito anciano y su valeroso hijo don Vicente, cuyas heridas era impotente a cicatrizar la ciencia y que falleció, en medio de atroces sufrimientos, que él, siempre sereno y estoico parecía de~preciar, en la madrugada del 20 de junio. Esta nueva desgracia hubo que ocultársela por algunos días al general, para que con la conmoción que ella hubiera de causarle, no se agravasl: de sus dolencias. Don Vicente tuvo en su lecho de muerte todos los auxilios y consuelos de la religión católica, y se durmió en el - 265 - seno del Creador del mismo modo que lo habían hecho sus tíos y hermanos. El 24 de mayo de 1864 falleció repentinamente don Ramón París y Ricaurte, un domingo en la tarde; don Ramón vivía en el Chicó, cerca de Usaquén, y todos los días festivos venía a pie a Bogotá, a oír misa; el día de su muerte hizo lo prorio y además se acercó a la mesa eucarística. Don Pepe París, cristiano viejo y temeroso de Dios, frecuentaba los sacramentos, y el pronóstico del doctor Cheyne, acerca del período de vida que le restaba después de amputado el brazo, en vez de acobardarlo, le hizo pensar con mayor ahínco en el más allá y en prepararse para el eterno viaje. Eran los Parises una familia que se distinguía por su valor y desprendimiento de la vida, por su caridad y filantropía y por su sencilla y edificante piedad. CAPITULO XXII Ultimas años del general París El entierro de don Vicente París.-Ataque a Bogotá.-Aditud de Cos Pa.rises.-Muerte de Ca"illo.-En la legación británica.-Polítlca de Mosquera. - Carta de don Joaquin •• Amarguras del 'VenerabCe prócer .. El ataque a San Agustín - En Cahadenda de "Fagua." Carta de Fernández Madrid. - Muerte del generaL - Honores póstumos. - Tra.sla.ción de sus restos. - Centenario de su nadmlento. La des:Jparición de don Vicente París causó duelo profundo en la sociedad bogotana y en las filas del ejército y del partido conservador; el sentimiento que esa muerte produjo se exteriorizó el dia del entierro, q!.le fue en el templo de Santo Domingo, muy solemne y concurrido por rojos y azules, sin distinción, pues todos apreciaban y querían al extinto. En el acompaftamiento del cadáver iban muchas sefioras y señoritas, que por turno condujeron el féretro hasta la sepultura. Este delicado homenaje del bello sexo de Bogotá sólo tenia, que nosotros sepamos, singulares antecedentes, el principal de ellos cuando el sepelio del general Juan José Neira, en enero de 1841, y pocos días antes, en los sepelios del coronel Gutiérrez Lee y del coronel Liborio Escallón, muertos respectivamente el3 de mayo • 267 . Y el 15 de junio. Y bien merecIa Pads tales hOD.ores PÓ$· turnos; la gallardía de su presencia, su denuedo y su bravura corrían parejas con las del esforzado paladín del 40. A la postre, el organismo sano y vigoroso del generaJ París empezó a sobreponerse a la enfermedad que lo aquejaba y el ilustre guerrero pareció fuera de peligro. Entonces era por extremo aflictiva la suerte del partido conservador, más gee todo a causa de desaciertos administrativos y aun políticos de los gobernantes. Mosquera después del 13 de junio situó su cuartel general en Chapinero y una vez provisto de municiones y de otros elementos de que había carecido, atacó y tomó la capital de la República el 18 de julio. París quiso hal.er un último esfuerzo por el gobierno legítimo, y sobreponiéndose a la extrema debilidad en que se hallaba, al saber que las huestes rebeldes invadían la ciudad, hizo que le alistaran un hermoso caballo blanco que le había enviado el señor Carlos Michelsen, pidió su uniforme y los demás arreos militares, y con todas las insignias de su alta jerarquía en el ejército, salió a combatir, acompañado por tres hijos varones, don Pedro Maria, don jasé joaquín y don Mariano; todos ellos tomaron para el norte de Bogotá, pues el ataque principal de Mosquera se había iniciado en San Diego. Don joaquín queria compartir con sus amigos los peligros del combate y animar con su presencia a las tropas. «Esa manana, dice Cuervo, cuando vestido de militar recorría el campo, los soldados suspendlan el fuego para victorearle y él los animaba a no cejar.,. El general consideró más necesaria su presencia en San Victorino, donde aparecía muy débil la defensa de la ciudad y en cuyo punto atacaba con grande arrojo el general Rafael Mendoza, y sin llegar hasta la linea ocupada por los legitimistas en San Diego, fuese a toda prisa para San Victorino. En el trayecto encontró al general Pedro josé Carrillo, quien, juzgando inútil toda resistencia por el norte, iba a conti34 - 268 - nuar la lucha con unos pocos valientes que lo seguían, en otra parte de la ciudad. Don Joaquin manifestó a Carrillo la urgencia de que partiese a reforzar y animar las escasas tropas que aún pretendían detener por el norte el empuje de Mosquera; el afamado lancero vallecaucano, sin hesitar, voló a donde se le indicaba, pero regresó a los pocos instantes, perdida ya toda esperanza por San Diego, y arrollados los defensores de San Victorino; tomó para el sur de la ciudad y encontró la muerte por los lados de Fucha. Vencedor el general Mendoza en toda su linea, los cuatro Paríses, arrostrando grandes peligros, saltando fosos y vall3dos, viendo de cerca la muerte a cada instante, pudieron asiJarse en la legación británica, situada en la calle de San Juan de Dios, cuando ya los revolucionados estaban dueños de la plaza y en los sitios del combate hacinados los muertos de ambos contendores, entre ellos el general Manuel Arjona, de parte del gobierno, y don José María Plata, que habia funcionado como gobernador de . Cundinamarca, por parte de la rebeli0n. De los Parises estaba herido don Pedro María, quien no obstante vivir dedicado a labores incruentas, ofrendaba su sangre a la causa de sus convicciones cada vez que veia en peligro las instituciones nacionales. Don Pedro María era un ingeniero muy competente, formado en Europa, de los primeros hijos del país que abrazaron' esa profesión. Su nombre está vinculado a diferentes obras públicas, desde los inolvidables tiempos de la primera administración ejecutiva . del general Mosquera. En esa época trabajó con Poncet y otros ingenieros europeos en el trazado y construcción del camino de Bogotá al río Magdalena. En la legación encontrábanse el encargado del poder ejecutivo nacional, don Bartolomé Calvo, el jefe del ejército, general Espina, y otros muchos de los vencidos. ParIs, afligido por la derrota, lo estaba también por la - 269 • situación de su primogénito, cuya herida, felizmente, rio resultó de gravedad. Con ese motivo advierte el tántas veces citado Cuervo que parecía que el destino se propusiese inmolar ell cada combate un hijo del venerable prócer; «era, añade, como el diezmo que este patriota generoso pagaba a nuestras contiendas civiles." A todas las personas que había en la casa del representante británico les inspiraba profundo respeto la figura cadavérica del general Pal is. Mosquera hizo saber que deseaba una entrevista con Calvo, París y Espina, y se presentó el mismo 18 de julio en los salones de la legación, donde habló detenidamente con aquellos tres jefes. Don Joaquín recibió la oferta de toda clase de garantías por parte del caudillo victorioso y al caer la tarde estaba salvo en Su hogar, rodeado de sus hijos y de varios otros miembros de familia y amigos que acudieron a informarse de las peripecias que hubiera corrido en aquella trágica fecha ya inquirir noticias acerca de la herida de don Pedro María. El general Mosquera, a quien importaba atraerse al general París, a fin de contar así con un poderoso apoyo moral para su causa, tuvo con él varias entrevistas yen el mes de agosto hizo que su secretario de gobierno, doctor Andrés Cerón, dirigiese esta nota: «l,,~·;fados Unidus de Xttera Granada.-J>oder Rjccutiro df la UI/ióu.-k'{ ser-lï:tario de estado en el despacho de gobierno . ••Al ciudadano general Joaquin Pari •. ~EI ciudadano presidente, a quien habéis manifestado en varias conferencias particulares que no seréis hostil al g(lbiuno de la Unión, y que por el contrario os someteríais a él, ha dispuesto os remita adjunto el pasaporte correspondiente para que sigáis a vuestras posesiones de Mariquita el día que lo estiméis conveniente. • «El poder ejecutivo estima leales y sinceras vuestras promesas, y no duda que Jas cumpliréis en toda ocasión puesto que no puede esperarse otra cosa de un viejo soldado de Colombia. -Debo haceros presente que el ciudadano presidente está dispuesto a haceros abonar vuestra pensión como general, lo mismo que a todos Jos que tienen derecho al goce de ella conforme a las leyes declaradas vigentes. «Servias, ciudadano general, aceptar los sentimientos de consideración y de respeto con que me suscribo vuestro atento seguro servidor y compatriota, -Andrés Cerón." El general Paris no se conformó con lo que oficialmente se quería hacer constar, y a principios de septIembre envió a Mosquera una carta confidencial en estos términas: «Mi querido Tomás: Et secretario de gobierno, sef'ior Cerón, me ha enviado la nota oficial fecha 26 de agosto, que te incluyo para hacerte sobre ella aJgunas observaciones con la franqueza con que siempre te he hablado. "En esa nota se asegur:l que he tenido varias conferencias contigo con el objeto de reconocer el actual orden de cosas, someterme a él y protestar no sede hostil; y a renglón seguido de tales manifestaciones se agrega, como . consecuencia que se desprende de ellas, que estás dispuesto a restituirme el goce de mi' pensión. -Tú sabes que semejantes expresiones, por el puesto que tan recientemente ejercí, no serían propias de mi, y convendrás en que, enlazadas con una promesa de gratificación pecuniaria no es cosa que sienta bien a tu dignidad ni a mi honor, que debe ser tanto más susceptible cuanto más apremiantes sean mis circunstancias. -Es verdad que he estado varias veces en tu casa, como antiguo y constante amigo toyo, unas para hab1arte -21i •. del viaje de mis hijos a Peñasblancas, otras para recomen. darte a Vicente, a quien yo suponía herido o prisionero en el norte, y otras, en fin, para interponer nuestra amistad en favor de las pretensiones justas de algunos desgraciados; pero nllnea con el objeto que en la nota se expresa. En esas ocasiones, como era natural, hemos hablado de los hechos corrientes, y desde luégo te dije que yo no haría manifestación alguna de sumisión o reconocimiento; y tú, que desde el 18 me hiciste poner en Iiberted sin con· dición, fuiste consecuente a ese acto de generosidad, relevándome de todo paso que pudiera causarme algún sonrojo. «En esas conversaciones, hablándote con el abandono y la expansión de la intimidad, acosado de sinsabores públicos y de desgracias domésticas, enfermo y cansado de revoluciones, te he significado la resolución que tengo de no tomar parte en la prolongación de nuestras contiendas y, por consiguiente, de no serte hostil. Pero tú, que oíste directamente de mis labios esta expresión confidencial de mis sentimientos, no puedes desconocer que es por lo menos muy irregular hacer mérito oficial de ellos, presentándolos bdjO un aspecto contrario a mis intenciones, y corno un~ manifestación precisamente igual a la que yo te había dicho que no me era posible hacer. «En vista de lo expuesto no extrañarás que te diga qu~ la mencionada nota del señor Cerón es en el fondo opuesta a tus promesas e inexact" en los términos, y que ella no puede correr sin violación del respeto debido al carácter confidencial de nuestras conversaciones . •.Yo no me retraclo de lo que te he dicho en ellas: mi resolución es y será siempre la misma; pero si mi palabra de amigo no te basta, y crees justo retirarme la tuya, no por eso será necesario dar curso a una comunicación a que no puedo asentir. Yo era tu prisionero el )8 de julio; pues volveré a serio, si tal es tu voluntad. Esto te lo digo, • 212 • no con resentimiento, sino con dolor de pensar que pon..; gas al beneficio que tu amistad me otorgó, condiciones desdorosas para mi honor. «Todavía espero que no haya sido tal tu intención, pues te conozco y sé que tienes consideraciones por mi, como yo, aunque con menos valimiento para rnanífestártelas, las he tenido siempre por ti. "El triste desengaño que he tenido acerca de la suerte de mí pobre Vicente me retiene en casa. Es por esto que no paso a la tuya y que suplo por medio de esta carta lo que a la voz pudiera decirte. 4:Dispénsame y recibe con ella el sincero afecto de tu viejo amigo.» Paris tenía motivos sobrados para temer que CUalesquiera comprometimientos con Mosquera le fueran perjudiciales no sólo para su delicadeza y su honor de caballero sino también para su consecuencia como afiliado al partido vencido. Más tarde, algul)os militares conservadores, de antigua data, elevaron una solicitud al gobierno p::lra que se les reconociesen las pensiones a que tenían derecho; nuestro general no quiso autorizar con su firma esa solicitud, y Mosquera, si bien atendió a los firmantes, lo hizo después de haber decretado a favor de don Joaquin el sueldo íntegro de su grado. Esto fue mal mirado por,la generalidad de los conservadores, que llevados por la agitación de los ánimos, en una guerra en que los contendores casi no daban cuartel al adversario, consideraban como acto desleal toda concesión al enemigo y aun toda gracia que éste otorgara en justicia; la serena actitud del general París se tomó por algunos como <ieslealtad a su causa y el viejo veterano I:egó a ver en peligro su vida por parte de sus mismos correligionarios, cuando el ataque del general Leonardo Canal a Bogotá. Paris desaprobó aquella operación estimándola como infructuosa, al observar que los liberales se atrincheraban • 273 • en el convento d~ San Agustín, en lo cual estuvo de acuerdo con uno de los hermanls del propio Canal. Una vez iniciado el combate y cuando las huestes conservadoras dominaban en la ciudad, don Joaquín, acompañado por su hijo don Mariano, salió prestamente de su casa para impedir que se cometierël1 desmanes en la de Masquera y se ullrajara a la esposa de este caudillo. Tan noble rasgo de caballerosidadestuvo a punto de costarle la vida a Paris. El mismo III refiere: «Conservadores fueron también los que, cuando entró el doctor Canal a esta ciudad, trataron de asesinarme en la calle, impelidos por otros del mismo partido indudablemente, pues los que atentaron contra mi vida no me conocían, y habiendo escapado como por milagro, se dirigieron a un hijo mio a quien dio uno de elios una lanzada en el pecho, que debió matarlo.» Tratábase, de st'guro, de un grupo de fanáticos,los cuales huyeron al advertir que hacia el punto donde ellos estaban se dirigia otro grupo, el cual vino así a servir de escudo al general y a su hijo. AlgÜn tkmpo más tarde fllese el general con su familia al Tolima, a la hacienda de Fagaa, donde varias de sus hijos habían empreldido en 13bores agrícolas. Allí, con la salud muy quebrantada, pero rodeado de solicitas atenciones, entregado al culto del amor pat~rno y añorando melancólicamente otros tiempos, de gloria y de ventura para él, se deslizaron algunos años. Desde alií mantenía correspondencia con algunos pf\rientes y amigos predilectos, entre ellos don Pedro Fernández Madrid, cuya es la siguiente carta: "Facatalivá. 9 de enero de 1867. "Señor genenl Joaquín París. -Fagua. «Mi querido tío y amigo: «Poco antes de mi salida de Villeta recibí una amable carta de usted que me dejó, sin embargo, una triste impre. • 274 . si6n porque en ella se indicaba que usted estaba a ta sazón bastante achacoso. Después he tenidoet'gusto de saber que estaba usted muy mejor, lo que Remos celebrado to(105 con ta cordialidad que es fácil imaginar. Quiera Dios Nu~ tro Señor que esa reposición se haya sostenido para que Virginia y sus demás hijos, parientes y amigos tengamos el gusto de verlo alentado como lo deseamos de todo corazón. «Djtrante mí permanencia en Villeta y los días que hemos pasado aquí hemos tenido el placer de gozar de vez en cuando de la compal'lía de José Manuel y su sensible e interesante novia, el vivaz y parlero José Joaquín y et metódico y buen Pedro María, lo que, repito, ha sido un posi~ tivo placer para nosotros, pues los míembros de la familia de usted lo son también de la nuestra y los tratamos con ,cabal confianza y abandono. Y como es con abandono que escribo a usted, se iba ya quedando sin calificativo el sabroso José Manuel, aunque; duefto de todo nuestro cariño y estimación. «En Villeta dí varios paseos, yaqui también algunos, en un caballo en que podría hacerlo sin ningún peligro d~n Cerbeleón Pinzón. José Joaquín, que me lo facilitó y a quien lo devolví oportunamente (1), me hízo por el mismo tiempo el obsequio de enviarme una demazana de excelente vino de Mátaga, que mereció la aprobación del señor Arbeláez cuando le di dos botellas de él para su cojinete a su paso por aquél lugar, y del cual hago todavía uso al finalizar con el dulce mi parca comida diaria. Digo a usted esto, porque como de razón le viene al galgo ser rabilargo, sus hijos olvidan los favores que hacen yes posible qtle nada hayan dicho a usted sobre el particular. "Como supongo que lo que más necesita usted en esa (I) cfwJo. Er. un h·rmoao animal rllcio mCMqueado. que tenia de nombre el de lellU lUla ¡raD mlDella de otro color ell IIAll pi"ll&. llC.\I6ll 8l!an- • 275 - soledad es alguna lectura con que distraerse, le remito una Historia de los Estados Unidos, que me enviaron inesperadamente los libreros que la acaban úe publicar en Nueva York. Por lo concisa no inspira gran interés, peco su fluidez y claridad permiten que se lea sin fastidio, a pesar del desproporcionado espacio que en ella se ha' dado a la relación de operaciones militares. «Yo sigo sufriendo mi tenaz enfermedad, pero gracias al Padre universal tengo resignación y bendigo la mano misericurdiosa que imponiéndome este aparente mal me disrensa el imponderable benefido de inducirme a meditar en mi des.tino inmortal. La naturaleza que es frágil y consideraciones relativas a la familia, que fácilmente concebirá Listed, me haccn desear algunos años más de vida y de salud; pern el tesoro inagotable de consuelo yenseftanzas con que nos brinda nuestra rèli~ión me da valor para exclamar con el divino Maestro que se haga Sil voluntad y no la mía. Algllnas personas inteligentes me aconsejan, camu remedio eticaz, que haga un viaje a Europa; pero en este ca~o si que cabe decir que es peor la medicina que la eniermedad, pues hacer ese viaje con la familia era arruinarnos, y sin ella equivaldría a suiddarme. Así es que, a vueltJ de muy pocas vacilaciones, torno a resignarme a lo que 812 mí quiera disponer El que se ha dignado conservarme la vida clIando la han perdido y han desaparecido como sombras fugitivas tántas y tántas personas, algunas de ellas muy robustas, que se acercaron a mi lecho de enfermo para expresarme su simpatia en estos diez y ocho mese~. Cuando en ello pienso me parece la vida un sueno, la tierra un cementerio. y me admira de que tAnto nos afanemos por adherirnos a esta efímera existencia. ~Esta carta va siendo un reflejo de nuestra alma esencialmente sensible, ya iluminada por el fugaz contento que dan los sentimientos afectuosos, ya enlutada por el dolor, que es patrimonio de la humanidad; pero como quiera qUi 35. • 276 • sea, siempre oClIpará usted en la mia el nfeho que le corresponde para rendirle todo mI cariño y consideración. eMi mamá y Vicentica están tal cual; Mercedes, Garbriela y las chiquitas, buenas. Toaas lo abrazan a usted, y: con ellas yo a Virginia, Luisa, Mariél'no y José Joaquín. A Mariano digo que a pesar de nuestra recíproca circuns,... pección, ambos sabemos que entre los dos media mutuo aprecio y el cariño que es común entre todos ros Parises de su linaje y el único varón de mi estirpe que hay en este pais. «Siempre de usted afectísimo amigo, pariente y comep. FERNÁNDEZ MADRID .• padre, Como se agravasen las dolencias del general, los médicos le aconsejaron un clima ardiente; trasladóse con este motivo a Peñas Blancas (1), y de allí, a los pocos meses, siempre buscando sitios más bajos, a Honda, donde exhaló su último suspiro el 2 de octubre de 1868, rodeado de sus hijos sobrevivientes y con todos los auxilios de la religión católica . . (I) La h ••cienda de Fagua había lido tomada en arrendamienlo por varios hijas del gener ••\' La de 'Peñas CJ3lancas perteneció a doña Mariquit •• Roche. por herencia de su m••dre, doña Jose£a Domínguez. Esta seilora compro Peñas Blancas, que le llam ••ba San 8>!íguel y había sido d •• la familia Armero; el nuevo nombre de la hacienda vino de un camino eltcusada, por donde pa •••ban los contrabandistas de tabaco, y que se denominaba de Pelfas Blatlcas. La señor •• 00míngua; fue también dueña de La Egípciaca. hacienda situada abajo del río Cua. rinó, que lenía grande exten!Îón .de lierras a orillal del Magdalena y avanzaba hasla la cordillera Central. Dicho fundo lu" adquirido del general don Luis Francisco de Rien, quien lo obluvo en pago de haberes por sus servicios militares durante la guerra magna. L. señora Domíngue~ no tuvo hijos de su segundo enlace, con don Jo~ María Barrionuevo, y la heredaron 101 dOl del primer matrimonio, con don José Manuel de la Roche. doña Mariquita. que recibió La Eg{pciaca y casi toda Peñas Blancas. y don Vicenle, que obtuvo La Toma, otra hacienda siluada en el To· lilDa. y detechOl en Peñas CJ3lanc.ts. que adquirieron los hijOl del general Paríl. Las dos haciendas de lOB PariBes fueron avaluadas en 16,O~O pesol sencillos cada una y dividid ••• tamb'én cada una, en' cinco parlee. asl: doo de Peñas CJ3lancas. para don José Manuel París de la Roche; dOlpara su hermano don Joaé Joa. quin y una para su he,mana d)õa Virginia: dos de La. Egipciaca pala don Pedro Maria, doo para don Mariano y una para dalla Vir¡inia. De Peñas Blancas vino • foraa.r parte la hal:ÎeIlda de San ~ttfonio. qlle don José joaquín compró II l. tuúlia Sampw, .m La infausta noticia se recibió ell! B.ogotá en. dias de grande agitaciónpolitica, aquellos que· tliaj,eron como con- secuencia la caída del gobierno conservador de Cundinamarca, que encabezaba el doctor Ignacio auti~rrez Vergara; esto fue causa para que el pesar producido por la muerte del general París no se exteriorizase cual correspondía a los méritos del extinto. El presidente de la República, general Santos Gutiérrez, una vez que consideró asegurada la hegemonía de s.u partido en la ca.pital, amarrando el 10 de octubre al gobernador doctor Outiérre~J dictó el siguiente «DECRETO •• IIObre honore. a la memoria del general Joaquín París, militar de la independencia. «R;l prcsÙlentc de los Estados «CO~SlD¡';RA~1l0 Unidos de Colombia, : «Que el ciudadano general Joaquín París prestó importantes servicios a la causa de la independencia, distinguiéndose por su valor heroico, así como también por sus virtudes cívicas; que su muerte ha dejado un vacío notable en la guardia colombiana, y que es un deber de la Nación honrar su memoria, « DEcalITA : "Artículo 1.° Los generales, jefes y oficiales en actividad llevarán luto por tres días, contados desde el siguiente al en que se publique este decreto en la orden general del ejército. «Artículo 2.0 En el último de los tres días las bandas de música y de cornetas existentes en esta capital y ell los demás puntos en que haya fuerzas al servicio de la UnIón, ejecutarán una retreta fúnebre a la hora acostumbrada . ••Dado en Bogotá a 15 de octubre de 1868. «SAX'COS cEl secretario de guerra, Sergio Camargo.) GUTIERREZ • 21& - Este decreto fue publicado en el número 1,360 del Diario Oficial, correspondiente al día 16; en el número 1,363, fechado el 20, apareció con el título de Baja en la guardia colombiana una Reseña de los servicios militares del ciudadano general Joaquín Paris, tomada de la hoja de servicios del extinto veterano por el oficial mayor de la secretaria de la guerra, don José María Barayà. Al reunirse el congreso nacional en sus sesjone~ ordinarias de 1869 presentó el representante por Cundinamarca don Demetrio Porras un proyecto de decreto "en hOllor a la memuria del benemérito general Joaquín París, y que asigna tina pensión a su hija Virginia," proyecto que se aprobó en primer debate y pasó a segundo el 15 de febrero, tal como lo propusiera Porras; sin variarle ni LIna coma, fuc aceptado en tercera discusión y enviado al senado de plenipotendados, el cual lo consideró y aprobó en los mismos términcs, entranJo en cOllsecuencia a ser disposición legislativa, del tenor que sigue; "DECRETO •• en honor a la memoria del benen.é,ito general Joaquín París y que asigna una pensión a su hija Virginia «Rl (:(J/lifl'cSU de !:.'! Estado.,; Unidus de Colombio, «CO!\SlDl':"'A~DO : «Que el benemérito general Joaquín París se enroló el 30 de julio de 1810, a la edad de quince años, eil las filas de los que abrazJron I" causa de la independencia y libertad de su patria, y contribuyó a darle renombre y días de gloria; "Considerando: que el general París se halló en las acciones de guerra librádas en los campos de Matarredonda, Ventaquemada, Monserrate, Angostura de la Grita, Alto Palacé, Calibío, Juanambú, Tasines, Ejidos de Pasto, · • 219 • Ovejas, El Palo, Cuchilla del Tambo, La Plata, Gámeza, Pantano de Vargas, Boyacá, Bomboná y en otros encuentros de armas, habiendo quedado herido e inutilizado por consecuencia de alguna de estas batallas; «Considerando: que el general Paris fue prisionero de Sámano el 24 de julio de 1816, y condenado a presidio después de sufrir el quinto él muerte; "Considerando: que ci general París, hasta el dia de su fallecimiento, le sirvió él la República con honradez, lealtad y patriotismo; "Considerando: que todos estos merecimientos constan por notoriedad y el testimonio de los generales Bolívar, Nariño, Urdaneta, Santander, Soublette, Cabal, Herrán, Espina, Obando, Acevedo, y el de varios ciudadanos, «/);.CI'I-:1'A: «Artículo 1.0 El congreso de los Estados Unidos de Cololllbia honra lél memoria del benemérito general Joaquín París, como lino de los más denod;:¡dos ddcnsores de la independencia nacional, y de los más heroicos caudillos dc la libertad Cil Hispano-América. «Artículo 2.° El retrato al óleo de este eminente ciudadano, costeaùo por los fondos públicos, será colocado en la sala de monumentos patrios, con esta inscripción: El congreso de los Estados Unidos de Colombia honra la memoria del benemérito general joaquín París. Decreto de ... «Artículo 3.° La señorita Virginia París, hija legítima de dicho general, gozará de una pensión de cuarenta pesos mensuales pagadera del tes0ro nadonal. «Dado en Bogotá a '/einticuatro de marzo de mil ochocientos sesenta y nueve. «El presidente del senado de plenipotenciarios, jANUARIO SALGAR-EI presidente de la cámara de representantes, J. EUSEBIO OTALOR,;·--EI secretario del senado de plenipotenciarios, Ernesto del Villar-El secretario de la c~mara de representantes, Nicolás Esguerra. • 280 • «Bogotá, mafto 25 de 1869. «Publiquese y ejecútese. «(L. S.) SAt-it'OS GUTIÉRREZ «El secretaría del tesoro y crédito nacional, «Narciso González Lineros ...• A los siete años del fallecimiento del general París fueron traídos de Honda a esta capital, por los hijos sobrevivientes, los restos mortales del insigne veterano, y colocados en un modesto monumento en el cementerio general. Esa traslación se hizo en silencio, sin ostentación ní aparato, lo cual flle sensible a Jos miembros del poder ejecutivo nacional que presidía entonces el doctor Santiago Pérez. El secretario de hacienda, don Aquilea Parra, manifestó a lino de los miembros de la familia Paris de la Roche que, caso de haberse t~nido noticia de que ella iba a colocar las cenizas de don Joaquín Paris en la necrópolis bogdan;l, el gobierno habría dispuesto oportunamente que la fuerza pública hiciese los honores de ordenanza. Ell 1895, al cumplirse el primer centenario del nacimiento del general París, el consejo municipal de Bogotá aprobó por unanimidad una proposición concebida en estos térmínos: « El consejo 1i/1.micipal de Bogotá, «CO~SIDF:RANDO : «Que el benemérito general don Joaquín París-prócer de nuestra independencia-nació el 18 de agosto de 1795 en esta ciudad y tomó servicio ellO de julio de 18lO; que sirvió algún tiempo como subalterno en las fuerzas que se levantaron para defender la independencia; que hizo la campaña del Sur con el general Nariño, peleó en la Cuchi- • 2el • lia del Tambo, donde fue herido y cayó priSIOnerO, fue quintado en Popayán y remitido a esta capital con Caldas, Ulloa, Montalvo y otros, fue juzgado aqui y condenado a presidio en Puerto Cabello; conducido a pie hasta Mara caibo, unido con una esposa (o ~rillete) con don Simón Burgos, muñeca con mufteca; salvado pOI' un corsario fue a dar a Curazao donde sufriÚ miseria espantosa y de allí vino a Venezuela suhiendo por el Orinoco, reuniéndose con el Libertador. Fue de los jefes escogidos por el libertador, bajo las órdenes del general Santander, para formar el ejército de v<lnguardia que invadió el Nuevo Rein'). Se halló en todos los cúmbates que se Iibraron.en esa gloriosa campaña que terminó con el triunfo de Boyacá, en donde peleó como jefe del batallón de Vanguardia, y tomó el puente después de un combate reñido, donde el enemigo hizo mayor resistencia. Siguió al sur y ocupó a Popayán. Más tarde hizo la campaña del Sur con el Libertador y peleó heroicamente en la batalla de Bomboná, donde fue herido en una mano y de cuyo batallón decía el jefe enemigo don B:.¡silio García que 'habia sido fácil destruirlo pero imposible vencerIa,' devolviendo las banderas de los dos batallones qiJe fuerol1 más que diezmados, por no ser éste un trofeo de victoria. Que sirvió después decididamente como defensor rie las ideas consc'rvadoras y siempre defendió las instituciones, siendo grandemente estimado no sÓlo por sus copiHtidarios, sino considerado del partido opuesto por su rectitud, nobleza de carácter, modestia y desplendimiento, «El consejo municip;:¡1 de Bogotá recuerda con gusto y honra la memoria del benemérito general señor Joaquin París, con motivo de su centenario, y consagra en el acta de este dia un voto de gratitud a su memoria veneranda.· «Comuníquese a la familia y publiquese.» - 282 • Aqui ponemos punto final a nuestra tarea. El general don Joaquín París, recordado siempre y de manera especial por sus grandes servicios a la causa republicana durante la guerra magna, irá adquiriendo n-ayores proporciones para su limpio e inmaculado nombre en la his· toria nacional, a medida que se borren las exageraciones sectarias y se esfumen en el pasado las lindes de los partidos políticos que durante LIna centuria se han disputado el sol en nuestro suelo. Entonces, a los inmarcesibles méritos del prócer que contribuyó a darnos patria, se unirán, bien pesados y revaluados, los servicios del modesto y desinteresado hombre ptíblico; la Jabor del ciudadano que en épocas de pasiones enconadas se mostró siempre sereno, tolerante, conciliador y ecuánime; que estuvo poseído de la convicción de que en sus adversarios había que considerar a compatriotas que apreciaban de modo diverso los problemas nacionales y buscaban para ellos solución con la práctica de ideas y tendencias diferentes, pero confundidos todos en la aspiración de hacer grande, próspera y feliz a Colombia. El general Paris se destaca con radiosa estela de luz aliado de Pedra Alcántara Herrán, de Manuel María Mallarino, de Bartolomé Calvo y de Pedra Fernández Madrid; y también al lado de Justo Arosemena, de Manuel Ancízar, de Eustorgio Salgar, de Salvador Camacho Roldán, de Miguel Samper y de otros estadistas, magistrados y políticos que supieron antever la esterilidad de las luchas sectariafi y buscaron para su tierra, con el ejemplo y la palabra, los dias bonancibles de paz y de cordialídad que ha logrado alcanzar la República después de Ïãrga etapa de vicisitudes sin cuento. --.... ¡"'- INDICS Pág •• CAPITULO l.-La famifia Paris-Ricaurte. - Orígenes de lo. Pari.es .. Armas de esta familia. - Los Parises de otros siglos. - Don Jo~ Martín París. - La eslirpe de los Ricaurtes. - Riqueza de don José de Ri- caurle. - La tesorería de la casa de moneda. - Origen de este establecimiento. Los hijos de don José de Ricaurle. - "Veinticinco y uno quero ••do •••........ 3 CAPITULO Il.-Descendencia de los Rica.urtes. - Descendencia de don José SalvaJor de Hicaurle. - Administración de las minas de esmeraldas .• Decadencia de ellas.• Los Ric~urtes Lozanos .• Los Barayas Ricaurtes .• Lvs S.nz de Sanla'llaría .• La "Tertulia del Buen Gusto," ques, Caicedos y Vergaras. - Los Ricaurtes - Los Manri- Rigueros. - La familia de don Camilo Torres. - Los Ricaurtes Manriques. - El asesinato de don Julio Arboleda. - El delensor de Nariño ...................................................•.................... CAPITULO iiI. - Descendencia. 12 de los Pa,.ises. - Hidalguía de un realisla. - Desccndencia de don Francisco París. - Los T ancas. - La quinta de Bolívar. - Los hijos 'e doa Jo.é Ignacio París. - Los Parise. de Venezuela. "La Mocha." - Lo. g"nerales Urdaneta Anécdota. Aurelio y Melo. - "El Mocho" - Una Irase del Libertador, - Muertes trágicas. Vargas.- La fortuna de don Pads. - El mayorazgo de los Domrnguez de] Ca.tillo. - El duelo Manrique-Madiedo. - Los hijos del general París. - Fín de doila Genoveva Ricaurte ......................................................................................................•. 27 CAPITULO IV. - p,.imeMS armas de {os Pa.,.¡ses. - Un venerable espaÍlol. prócer de la independencia. - Su sacrificio. - Oficiales republicanos. - Prisioneros de los peninsular.,.. - La balalla de Palacé. - Combate de Matarredonda. - Rup'ura entre Cundinamarca y Tunja .• Acción de Ven- taquemada. - Encuentro de Monserrale. - Combate Manuel París y don Antonio de San Victorino. - DaD Nariño. - A las órdenes de Bolívar, ~ Don Anlonio París. - Combate de La Grila. - Una e.tratagema •....•....................•. CAPITULO te> de Carache. V.-Don Niquilao, Manuel y don Antonio Balalla de SaIS Ca los. - Ocupación Silio París. ~ Comba- Los Horcones y Taguanes. - Ascen.os de V aleneia. ~ Atrocidade. de Valencia. - Acción de Bave •• - De.calabros militare •. _ de San Mateo. republicano •.• 36 4J • 281 - ",,,. Sufrimiento. de don Antonio PaTÍs.- Heroicidad de este oficial. - Boves y dOll Manuel Parí•.• FUlilamiellto de este pr6cer. - Anécdotas de lU vida•• Regreso de don Antonio París a BOIIotÁ.- Homeuje del Libertador. - La prisió. en el Rosario. - Después de Boyacá. - Muerte de dOll Alltanio•• Una carta IObreBoHvaT.- Ulla pierna pos~ ........•..•.•...•..•.....•.•..•.•.••.•..•.•. so CAPITULO VI. - Don M3.rlano París •• Campafta IObre8OIIotá. Labo. de doña Genoveva Ric:aurte.• Un incendio. - Perseguido por Mari· 110 .• Servieiol en la costa atlántica.• La dictadura de Urdaneta. - La conIpiración de Sardá. - Denuncias contra París. - Asesinato de eate prócer. - Su cadáver. - Una polémica.• Santander y Borrero. - Carácter de don Mañano.• Un tremendo puñetazo. - Disputa coa Honnent. - Un pueo a Soacha. - Pari. y los Montoy•••• Incidente ea la gallera•......•........•........•........... 63 CAPITULO VII. - Don Pepe P;1"¡S.- Ami.tad COllBolivar. Enlace matrimonial.- Relirada al Cauca. - Una paliza.• Viaje al ellterior•• _Don jasé Maria Barrionuevo. - Comisi6n a Zipaq irá. - Pastos extranjeros. El lote del Capitolio. - Las minas de esm<raldas.- Conlralo de arrendamiento. Nuevo conlrato. - Penuria de Parí•• - Los seuetarios Soto y Márquez. N Jev:) sísle.m de e"¡.olotaciónde las minas. - Relullados de él. • Olro viaje al ~tranjero. - Consecuenciasde la paliza•.............................•..•.•.................. :¡S CAPITULO VIII. • La estatua de BO[{<r/;1r. - Objelo de dla.Estatua de Camilo Torres. - Relralos de Bolívar. - Un pronóslico de Canova. Lo que se pagó aT enerani. - El pedestal de la eslalua de Bolívar. - El obispo Torres. - Obsequios a Bogolá. - Ordenanza de agradecimiento.- Donación de la eslalua a la República. - Ley del congreso nacional. - Inauguración de la eslatua. - Hermosa publicación. - Medallas conmemoralivas.- Descripción de la estatua. - OIlOS monumentos.- Derechos de aduana. - El acueducto de 8OIIotá.- La Sociedad Filarmónica......................•......................................... M CAPITULO IX. - Ultimos años de don Pepe PMís. - Amputación de un brazo. - Predicción del doctor Cheyne. - Muerte de Parl•. Impulso de ·Ias minas de esmeralda•. - Nuevo contrato de arrendamiento.• La venIa de las piedras.• Admini.tración por el gobierno. - Arriendo a don Gustavo Lehman. - Inspe:tor de las soina,. - Opinión de don Aquileo Parra. "CompaMa de minas de esmeraldas:' - Cesión a Boyacá.• Nuevo arrendamiento. - Propiedad nacional. - Dependenda de la minas. - Contrato Mancini. - El "Sindicato de Muzo." - Don Enrique Pans y Prieto ....................• 98 CAPITULO X., Nue'ba campaña de don Joaquín Parés en el Cauca. ~ Salida de Bogotá. - Batalla del Alto Palacé. - Acción de Caliblo. Operaciones .obre Pulo. - El capitán Pari., herido. - La condècoracióDdel Juanambú. - DCMIlre republicano. - Combate del Palo•• Viaje a Bogotá. - -m,· ng.. Re¡¡reao a! Cauca. - La cuchilla del Tambo. - En el páramo de Gabriel López •• Derrota en La Plata. - En de motir. - f>risión y trutado peligro a Popayán •....................•..•.•....•....................•..................•..........................••.... 111 CAPITULO XI. - Pfisionero y PfOSCfilo. - El quinto en Popayán. E.cenas conmovedoras. - Crueldad de Sámano. - Traslación. Santa Fe.Tristeza de Ulloa. - Una caria a Macaulay. - El juicio en Bogotá. - A PUelto Cabello. - En poder Curazao. CAPITULO Granada. Teniente de unos piralas. - RefullÍo en una i.la. - £Stada eD - De nuevo en campafia •.................................................•......•....... XII. - La batalla - El palO de los Andes. coronel. de Boyacá. - Hacia la NUl:va - El batallón Bogolá. - En Cámoz •. - - El PaDtano de Vargas. - Ocupación el Puente de Boyacá. - Rechuo de T unja. - En cauoado por Pari. a los realistas. - Con- aulDAción de la viclona. - Prisión de Barreira. Huida de los realisla •. - Enlrada 123 - Nolicias de la capita!. - a Bogotá. - La familia Parí •. - F eslejos por el tnunfo 132 CAPITULO XIII. - 'lucefa 'Vez en el SUf. - Comisión en Neiva. Instrucciones. - Marcha hacia Popayán. - Acción del Guanábano. - Batalla de San Juanito. - Ocupación de Popayán. - Incidenle COA el obispo .• Solici- Iud de licencia. - Varias carias. - Regreso a Bogolá. - Sorpre>a de Popayán. - T nunfo de Pilayó. - Gobernación de Neiva. - Expedición sobre el Ecuador •.......................................................................•..................•.......•..... CAPITULO XIV. - Campaña 145 en el SUf de la Repúblicil. _ Auxilio. para el Cauca. - El primogénilo. - Rescale de Popayán. - José Maria Obando, republicano, e inlervención de Pari. en ese aconlecimienlo. - Hacia Paslo. - Bomboná. - Herida y ascenso. - En Quilo. - París y efgenera! T a- rrea. - Olra vez a Bogolá .........................................................................•..... CAPITULO XV. - Se~'f)tcios en el centfO. - La bala de BoUl- baoá. - Ascenso a general. . Dlv"rsos empleo. mililares. - La conjuración de lepliembre .• Diferencial con el general Córdoba. Reliro • la vida privada .• - Miaillro de la guerl •• La dicladura de Urdaneta. Decano cie la a!la corle maroial. - Ea eIlégi_ ~ - Olra vez ministro. .• Letras de cuane1. Nuevos oervicioa IlIÎlilal'Cl. - Toma de Hebda. • La cuarta avioióe •• Bajo Mosquel• y bajo López .. La revol.cÏótl dcl SI ...•.•..•.........•..•...•......•....•. ,.. CAPlTULO XVI.· Carn.p.aña~d<J8J4. - La opoÃcióu N gobierno liberal. • Divisi6n enlre loa liberales •• T nunfos parci.les de IOt~C:ODlervado. fOS. - 159 C~usas de la revolución de 1854. - Don Joaquín Paris en C6Illpaiia. Fuerzas •• u, órdenes .• Desastres de Zip.quirá y TlqUÍla .• Elgobiemo de Horr'n .• lA di visión del Allo MoiJ __ AI ;, El CXlIIc:uno antÎoq!Io4o.. 111 P'¡ga. El gobierno en Ibagué. - Conferenciu en Honda. - El ejército del Sur. Operaciones en el río. - Toma de La Melli...........•............•••.••.........:...••...•. 184 CAPITULO XVII .• Continuaci6n áe! ante,.{o,.. * Sucesos poste,.{ores. - Enfermedad de don Joaquín. - Batalla de Bosa.• H8z.lIas de don José Manuel París. - Triunfo de Las Cruces. '. Medallas deIS81.mina. - Toma de Bogotá. - El general París. d",ignado a la presidencia. Don Fidel Paris. - Hacia la federación. - Org8niución de los estados. Don Joaquín. gobernador de Cundinarnarca. - Entusiasmo por su elección. Su labor en ese puesto. - Otr8 vez en el ejército 196 CAPITULO XVIII.• "Ví'bíenáo en La Plata:' - La lucha elec· taraI eD 1856. - Una legación para Mosquera.• La oposición a Ospina. PropÓlitos de Obando. - Rebelión del 60. - París. jefe de la primera divi· sión. - Su marcha al sur. - Toma de La Plata. - De.idia del gobierno 215 CAPITULO XIX. - El áesast,.e de Segovia. La expansión de Manizales. - Acción de V.borá.• Ordenes a Par¡•. - Párte de Segovia. Invasión a! valle de Neiva. - Causas del desastre.• E1plicaciones de Pads. Regresode este jefe.• El asesinatodel doctor Vega. - Exponsión de Viliavieja. - Jefalura del ejércilo del Sur. - Proclama. - Carla de Mosquera lobre Segovia........•.................•........•...•....•.......••...........•.....................•........ 227 CAPITULO XX .• Jefatura áel ejbcíto naciotlal. - El ejército del gobierno. - Hacia la sabana de BOllolá. - La "gran semana" de Tunja. - C,lvo en el poder. - Divergencia Je parec~res.• Batalla de Subachoque. - Desastre del ejército nacional. • Invitación de Mosquera a Pari•......................................................•.............•....•...........•........................ 242 CAPITULO XXI. • Entrevista COti éMosquera. - Sitio de la entrevista. - Pretensiones de Mosquera. - Presidencia de Calvo. - Hospital en Suhachoque.• Movilización del ejército. - Muerte de Obando .• Sepa. ración del genera! París. - Batalla de Vsaquén. - Entusiasmo perjudicial. -Muerte de don Vicenlè ParIs.• Religiosidad de IQS Pari.el ...•..................••• 254 CAPITULO XXII .• Ultimos años áet gettel'''' Pa,.ís. * El entie· rro de don Vicente Pam •• Ataque a BOllotá•• AclÎtud de 101 Pari_ .• Muerte de Carrilio. - En la legacióll británica. ·Política de MOlquera. Carta de don JoaquIn. - Amar¡UtaC del veoetable prócer. - El ataque a San Aguttln. - En la hacienda de "Fagua:' • Carta de Fernández Madrid. Muerle del general. - Honores póslumos. - T ra.laci6n de IUt r«:$tol.- Centenario de .u nacimienlO•....•..••..•........•...•.••....•..•.•...••••.•.•..••••••.•...............•...•• 266