Volver a Cervantes
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cervantistas 1b 4/8/01 20:13 Página III VOLVER A CERVANTES ACTAS DEL IV CONGRESO INTERNACIONAL DE LA ASOCIACIÓN DE CERVANTISTAS Lepanto, 1/8 de octubre de 2000 Antonio Bernat Vistarini (Ed.) Universitat de les Illes Balears Palma, 2001 cervantistas 1b 4/8/01 20:13 Página IV Esta obra ha sido integramente subvencionada por la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. © del text: els autors, 2001 © de l’edició: Universitat de les Illes Balears, Servei de Publicacions i Intercanvi Científic. Cas Jai. Campus de la UIB. Cra. de Valldemossa, km 7.5. E-07071 Palma (Illes Balears) Impressió: Esment. Centre especial de treball d’AMADIP ISBN: 84-7632-639-4 (Actas del IV Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas) 84-7632-645-9 (Tomo I. Actas del IV Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas) 84-7632-646-7 (Tomo II. Actas del IV Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas) DL: PM-650-2001 No es permet la reproducció total o parcial d’aquest llibre ni de la coberta, ni el recull en un sistema informàtic, ni la transmissió en qualsevol forma o per qualsevol mitjà, ja sigui electrònic, mecànic, per fotocòpia, per registre o per altres mètodes, sense el permís dels titulars del copyright. cervantistas 1b 4/8/01 20:13 Página V Índice Tomo I Presentación IX I. Lepanto F. Javier Campos y Fernández de Sevilla: Cervantes, Lepanto y El Escorial (Nueva interpretación de la historiografía clásica sobre la relación existente entre la batalla naval y el monasterio, a la luz de los documentos de la época y del propio testimonio de Cervantes) .................................................................................... Mary Malcolm Gaylord: El Lepanto intercalado de Don Quijote .... I. K. Hassiotis: Hacia una re-evaluación de Lepanto........................ Alicia Parodi de Geltman: Lepanto en las Ejemplares ...................... Joseph V. Ricapito: Cervantes, Lepanto, el cuerpo y el sufrimiento físico ............................................................................................ 3 25 37 47 53 II. Grecia Dimitris E. Filippís: Mijaíl Chervantes-Servantis-Kervantis-Kervantes-Cervantés…Cervantes (datos sobre la difusión de la obra cervantina en Grecia) ........................................................ Alicia Villar Lecumberri: La presencia de Cervantes en los manuales griegos ........................................................................ 67 75 III. Aspectos biográficos Sarantis Antiochos: Cervantes y El Greco: ¿sólo contemporáneos? José Manuel Bailón Blancas: Los celos como persistente ideación temática en la obra cervantina: aproximaciones psicológicas y psicopatológicas. ........................................................................ Pina Rosa Piras: Cervantes: la Información en Argel entre ficción y documento. .................................................................................. Krzysztof Sliwa: La supuesta hidalguía de Rodrigo de Cervantes, padre del autor del Quijote ........................................................ 91 105 123 131 cervantistas 1b 4/8/01 20:13 Página VI IV IV. Estado de la crítica José Manuel Martín Morán: Palacio quijotista. Actitudes sensoriales en la crítica sobre el Quijote de la segunda mitad del siglo XX José Montero Reguera: La crítica sobre el Quijote en la primera mitad del siglo XX........................................................................ Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso: Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos realizados en los Estados Unidos durante las dos últimas décadas del siglo XX ............................ 141 195 237 V. Temas generales José Luis Abellán: Cervantes y el problema morisco........................ Anthony J. Cascardi: Dos Formas del Saber en Cervantes, Platón y Aristóteles .................................................................................... Antonio Castillo Gómez: La escritura representada. Imágenes de lo escrito en la obra de Cervantes .............................................. Park Chul: La república bien ordenada en el mundo literario de Cervantes .................................................................................... María Cruz García de Enterría: A vueltas con los celos cervantinos Luis Larroque Allende: El humanismo universalista de Miguel de Cervantes .................................................................................... Juan Antonio López Férez: Algunos dioses de la mitología clásica en Cervantes .................................................................................... Ertugrul Önalp: Algunas realidades otomanas en dos obras de cervantes: El amante liberal y La gran sultana doña Catalina de Oviedo .......................................................................................... Leonor Sierra Macarrón: Escribir y leer para otros: Figuras del analfabetismo en el texto cervantino .......................................... María G. Tomsich: Un inciso acerca de razias y rescates ................ 297 303 311 327 341 351 357 379 387 401 VI. Iconografía Rodolfo Cardona: Cervantes, Platón y el Ticiano: De nuptiis et concupiscentia .................................................................................. Isabel Escandell Proust: Goya, autor de dos imágenes de don Quijote ........................................................................................ Rachel Schmidt: Nuevas aportaciones al estudio de la iconografía cervantina en la obra de Goya .................................................... 409 415 439 VII. Quijote Texto Eduardo Urbina: Hacia una edición variorum textual y crítica del Quijote ........................................................................................ 451 Intertextos Cristina Castillo Martínez: «Cuevas subterráneas», «maletas abandonadas» y otros paralelismos entre el Quijote y algunas novelas pastoriles del siglo XVII ................................................ 471 cervantistas 1b 4/8/01 20:13 Página VII V Ruth Fine: La presencia del Antiguo Testamento en el Quijote ........ Louis Imperiale: Las lagunas en las lecturas que hizo don Quijote Augustin Redondo: El episodio barcelonés de don Quijote y Sancho frente a don Antonio Moreno (II, 61-62): intertextualidad, burla y elaboración cervantina. ............................................................ 479 491 499 Caballerías Jesús Duce García: Apuntes de realismo y originalidad en Don Olivante de Laura ........................................................................ Daniel Eisenberg: Estado actual del estudio de los libros de caballerías castellanos ........................................................................ 517 531 Autores, lectores Gonzalo Díaz Migoyo: Antes de leer el Quijote: impertinencia prologal y deformación lectora .................................................. María Stoopen: El amplio espectro de la tríada autores, libro, lectores en el Quijote .................................................................. 539 545 Temas Antonio Barbagallo: El Quijote: verosimilitud en la ficción o la ficción de la verdad .................................................................... David Estrada Herrero: Belleza y fealdad en el Quijote.................... Jaume Garau: Notas sobre la predicación en el Quijote .................... Victor Ivanovici: Arcadia, la última locura de don Quijote.............. Heinrich Merkl: Cervantes, Protágoras y la «posmodernidad»: funciones del engaño en el Quijote .................................................. Michel Moner: Cervantes y el tema hagiográfico en el Quijote: cuatro bultos en un pradecillo (II, 58) ........................................ María Rosa Palazón Mayoral: El don del Quijote que enamora, o la esperanza de sus testigos ............................................................ Svetlana Piskunova: Motivos e imágenes de las fiestas vernales en el Quijote...................................................................................... Silvia M. Potel: La ruta simbólica de don Quijote. El regreso de la segunda salida. .......................................................................... Bénédicte Torres: Percepciones sensoriales, ilusión y locura en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes .......................................................................................... Anthony N. Zahareas: La función historica de la locura en el Quijote (La secularización de los discursos quijotescos) .......... 553 573 577 583 593 601 611 623 631 637 647 Personajes, episodios José Ángel Ascunce Arrieta: De Alonso Quijano a Dulcinea del Toboso: historia de un amor imposible. .................................... Antonio Bernat Vistarini: «Componer libros para dar a la estampa» y las maravillas de la Cueva de Montesinos. .............................. Lilia Boscán de Lombardi: Visiones y encantamientos en la Cueva de Montesinos .............................................................................. 663 671 685 cervantistas 1b 4/8/01 20:13 Página VIII VI Claudia Demattè: «De los azotes, abernuncio»: comentario al margen de la penitencia metaliteraria de Sancho. .................... Isabel Lozano-Renieblas: La oración de santa Apolonia y las intenciones de Sansón Carrasco: La Celestina en el Quijote ............ Miguel José Pérez y Julia Enciso: El capítulo XVI de la segunda parte del Quijote. El tema de la educación y su actualidad ...... Alberto Porqueras-Mayo: Claudia Jerónima (Quijote II, cap. 60). Celos a través de tradiciones culturales, técnicas pictóricas y emblemáticas. ............................................................................ M. Victoria Sáez Pascual: Zaragoza y don Quijote: ¿una aventura frustrada o un mito inalcanzable? .............................................. Lía Noemí Uriarte Rebaudi: Las bodas de Camacho ........................ Juan Diego Vila: Claudia Jerónima, mujer que mata: Género y violencia en el final del Quijote de 1615 ........................................ 691 699 705 715 723 731 737 Lengua Mario García-Page: Un capítulo de retórica en el Quijote de Cervantes: figuras de repetición de «igualdad relajada» ................ Ángela Morales: Lengua y poder: una lectura sociolingüística del Quijote ........................................................................................ 755 765 Tomo II VIII. Ejemplares Mercedes Alcalá Galán: Ese «divino don del habla»: hacia una poética de la narración en el Coloquio de los perros y El casamiento engañoso .......................................................................... Marsha S. Collins: Entre el apetito y la razón: El poder de la confesión en Las dos doncellas ........................................................ Francisca García Jáñez: Innovación estética del retrato en La Gitanilla .............................................................................................. Ernesto J. Gil López: Reflexiones sobre la figura de la mujer en las Novelas ejemplares de Cervantes................................................ Steven Hutchinson: «Haga yo lo que en mí es»: Preciosa como encarnación del valor .................................................................. Frances Luttikhuizen: Tolerancia e intolerancia en El amante liberal ...................................................................................... Christine Pabón: La unión de los mundos secular y milagroso en los protagonistas varones de La fuerza de la sangre de Cervantes y All’s Well That Ends Well de Shakespeare .................. Tomás Pabón Corominas: «Estimar lo inestimable», un estudio del autodominio de Ricardo, El amante liberal ................................ Jorge E. Rojas Otálora: El camino de la vida como elemento estructural en El casamiento engañoso y Coloquio de los perros, de Miguel de Cervantes .................................................................... Hugo Salcedo: Rinconete y Cortadillo: apunte para una recreación dramática .................................................................................... 773 779 785 797 809 823 827 835 841 847 cervantistas 1b 4/8/01 20:13 Página IX VII IX. Persiles David A. Boruchoff: Persiles y la poética de la salvación cristiana Mª Carmen Díaz de Alda Heikkilä: «Ultima Thule» y el contexto nórdico de Los trabajos de Persiles y Sigismunda ...................... Laura Fernández García: Las erratas del Persiles: nuevas, falsas y enmendadas ................................................................................ Manuel Ferrer-Chivite: Aspectos de la oralidad en el Persiles ........ Adelia Lupi: El ut pictura poesis cervantino: alegorías y bodegones en el Persiles ................................................................................ Beatriz Mariscal: Cervantes, creador de géneros literarios: el desarrollo de un motivo narrativo ...................................................... Carlos Romero Muñoz: Las «luengas colas de caballos» turcas...... 853 875 887 895 907 913 921 X. Teatro Heinz-Peter Endress: «…una breve plática de arenga les quiero hacer». Discursos y retórica en La Numancia............................ Aurelio González: El manejo del espacio teatral en las comedias cervantinas .................................................................................. Jesús G. Maestro: La poética de lo trágico en el teatro de Miguel de Cervantes y de Georg Büchner.................................................... Agapita Jurado Santos: El Quijote en entremeses y comedias del siglo XVII. Don Gil de la Mancha .............................................. Claude Labère: La problemática del guerrero en el teatro o don Quijote magnificado .................................................................... Carlos Mata Induráin: Cervantes y Calderón: el episodio de Clavileño (Quijote, II, 40-41) y la burla a Otáñez en El astrólogo fingido .......................................................................................... Irene Romera Pintor: Reminiscencias italianas en una Comedia de Cervantes: La Casa de los celos y Selvas de Ardenia ................ Javier Rubiera: Algunos aspectos de la construcción del espacio teatral en tres comedias de cautivos: El gallardo español, Los baños de argel y La gran sultana ................................................ Kazimierz Sabik: La evolución del teatro cervantino: teoría y práctica (comedias) .................................................................... 937 947 965 983 993 999 1015 1021 1035 XI. Poesía Carlos M. Gutiérrez: Ironía, poeticidad y decorum en el Viaje del Parnaso ........................................................................................ Maria Grazia Profeti: Apolo, su Laurel, y el Viaje del Parnaso ........ Fernando Romo Feito: Cervantes ante la palabra lírica .................. 1043 1051 1063 XII. Ecos, influencias Maria Fernanda de Abreu: De un melancólico movido a risa o la risa salvadora del Quijote en la obra de Eça de Queirós .......... Ángel Manuel Aguirre: Homenaje a un cervantista hispanoamericano, José Echeverría: In Memoriam. ........................................ 1091 1097 cervantistas 1b 4/8/01 20:13 Página X VIII María Luz Blanco Camblor: Cervantes y el Quijote en la obra de los escritores exiliados del Nacionalsocialismo (1933-1945) .......... Ermanno Caldera: Lo amoroso y lo popular en dos elaboraciones teatrales románticas del Quijote ................................................ Antonella Cancellier: Don Quijote en la pampa, de Pedro Manuel Eguía y Fernando Vargas Caba: una reescritura en versos gauchescos de la I Parte del Quijote ................................................ Jorge Chen Sham: Teoría y práctica del héroe cervantino según la Generación del 98........................................................................ Marco Cipolloni: Frestón mirado con el ojo de los perros: Edad de Oro, literatura y poder en el Quijote teatral de M. A. Bulgakov Maria Augusta da Costa Vieira: Crítica, creación e historia en la recepción del Quijote en Brasil (1890–1950) ............................ Mariana Dimitrova: La figura de don Quijote en la poesía búlgara Ana Eva Guasch Melis: Cervantes desde la atenta mirada de Antonio Espina García (1894-1972) .......................................... Gustavo Illades: Borges, lector quijotesco del Quijote .................... Marcelino Jiménez León: Rafael Alberti y La Numancia de Cervantes .......................................................................................... Emilio Martínez Mata: El sentido oculto del Quijote: el origen de las interpretaciones trascendentes .................................................... Carmen Teresa Pabón de Acuña: Cervantes y Papadiamandis: dos semblanzas de una muchacha gitana .......................................... Cristina Patiño Eirín: Cervantes en la obra de Pardo Bazán............ Rostislao Pazukhin: Don Quijote y las cuatro éticas de Dostoyevsky ...................................................................................... Nieves Pintor Mazaeda: Traducciones francesas del Quijote en el siglo XX: Estudio del prólogo de la primera parte..................... Alberto Rodríguez: El cervantismo de Enrique José Varona ............ Mª de los Ángeles Rodríguez Sánchez: El Quijote y el cine español .................................................................................................. Pilar V. Rotella: Cervantes y Smollett: Una lectura de The Expedition of Humphry Clinker ............................................................ José Servera Baño: Personajes y aspectos formales cervantinos en El comedido hidalgo, de Juan Eslava Galán .............................. Alan E. Smith: La española inglesa de Cervantes y Bleak House de Charles Dickens .......................................................................... Marcela Beatriz Sosa: Una reescritura contemporánea de El retablo de las maravillas: El retablo de Eldorado de J. J. Sanchis Sinisterra ............................................................................................ Óscar Tacca: Cervantes, don Quijote y el sueño en Borges .............. Juan Manuel Villanueva Fernández: Ideas de Américo Castro ........ 1105 1117 1121 1129 1137 1145 1153 1159 1169 1177 1201 1211 1219 1229 1237 1245 1253 1267 1275 1287 1297 1307 1311 cervantistas 1b 4/8/01 20:13 Página XI Presentación Cumpliendo escrupulosamente con el calendario, la Asociación de Cervantistas convocó su IV Congreso Internacional del 1 al 8 de octubre de 2000. Por tercera ocasión consecutiva, tras Nápoles y Menorca, la sede iba a estar a orillas del Mediterráneo, solo que ahora la mera mención del lugar geográfico nos imponía a todos un notable respeto: Lepanto. Fue José María Casasayas, tomándose la organización del Congreso como un desafío personal y a veces —he llegado a sospecharlo— como un mandato de la Providencia, quien de nuevo consiguió movilizar las mesnadas, organizar la tropa y proveer las ayudas de costa necesarias para que finalmente se reunieran allí más de doscientos cervantistas. Ni qué decir tiene que la pequeña ciudad de Náupactos (ayer Lepanto) que nos acogió se vio durante una semana, con sus días y sus noches, sorprendida y no poco alterada por nuestro continuo homenaje a Miguel de Cervantes. Se trabajó duramente, con intensas jornadas de ponencias, comunicaciones y debates, de los que aquí queda el resultado. Pero también se disfrutó del extraordinario espacio elegido para las sesiones. En efecto, nada nos faltó en el Monasterio de la Transfiguración del Salvador que puso sus salas y sus instalaciones magníficas a nuestra disposición y a cuya comunidad de monjes, con el padre Espiridón a la cabeza, quedamos desde entonces agradecidos. Atestiguamos así, una vez más, la inmensa capacidad de convocatoria internacional del cervantismo y el crédito obtenido por la Asociación de Cervantistas después de tantos años de congresos, coloquios, encuentros, publicaciones. Tan buen aval hizo que enseguida se sumaran de manera entusiasta a nuestra aventura una gran cantidad de instituciones y personas de España y de Grecia. En primer lugar, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte por medio de la Dirección General de Cooperación y Comunicación Cultural y de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas, pero igualmente quisieron ayudarnos el Ministerio de Asuntos Exteriores a través de su Dirección General de Relaciones Culturales y Científicas, y el Instituto Español de Comercio Exterior, del Ministerio de Economía. Prestaron también su generoso apoyo la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, la Junta de Castilla y León, La Comunidad de Madrid y el Gobierno de Navarra; los Ayuntamientos de Palma de Mallorca, de Alcalá de Henares, de Argamasilla de Alba y de El Toboso; las Diputaciones Provinciales de Albacete, de Ciudad Real y de Toledo; y las Universidades de Alcalá, de les Illes Balears y de Castilla-La Mancha. Entre las instituciones españolas, por último pero no de menor importancia, contamos con la colaboración de Caja Madrid. Además, el proyecto cervantistas 1b 4/8/01 20:13 Página XII X despertó elevado interés en Grecia, cuyo Ministerio de Cultura siempre estuvo a nuestro lado. Pero, sobre todo, en un lugar muy especial de nuestro afecto permanecerá el Ayuntamiento de Náupactos que literalmente se desvivió por agasajarnos y por hacer agradable nuestra estancia con ellos. En homenaje y como agradecimiento, la Asociación de Cervantistas donó a la ciudad una estatua en bronce, obra del escultor Jaume Mir, que quedó erigida desde esos días en el puerto de Lepanto. Al final de esta relación debería ir una lista larguísima de nombres propios en la que seguramente olvidaría unos cuantos. En realidad, la mayor injusticia sería no repetir un nombre que me he apresurado a escribir líneas arriba: José María Casasayas fue el responsable de que todo llegara a buen término y de que la Asociación de Cervantistas tenga hoy el empuje que prueban encuentros como este. Nos quedaba entregar las Actas. Aquí están. Dos volúmenes que toman seriamente el pulso al cervantismo internacional. Ahora viene el trabajo sosegado de leer lo que queda escrito, aceptar las palabras o rebatirlas, discutir las opiniones vertidas, dialogar, enfadarnos, sonreír, volver a Cervantes… y prepararnos para el próximo Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas que tendrá lugar, puntualmente, en 2003. Y a saber adónde nos lleva entonces Casasayas. Antonio Bernat Vistarini (UIB) cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 1 I Lepanto cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 3 CERVANTES, LEPANTO Y EL ESCORIAL (NUEVA INTERPRETACIÓN DE LA HISTORIOGRAFÍA CLÁSICA SOBRE LA RELACIÓN EXISTENTE ENTRE LA BATALLA NAVAL Y EL MONASTERIO, A LA LUZ DE LOS DOCUMENTOS DE LA ÉPOCA Y DEL PROPIO TESTIMONIO DE CERVANTES) F. Javier Campos y Fernández de Sevilla I. INTRODUCCIÓN La causalidad ha querido conducir a un congreso cervantino celebrado en Lepanto a un investigador sobre El Escorial. Buen momento para revisar las fuentes documentales españolas sobre la victoria de la Liga Santa que sólo aparentemente se contradicen, restableciendo el calendario del monarca durante Octubre y Noviembre de 1571, y detenernos un momento para ratificar que las referencias de Cervantes pasan de ser un mero testimonio literario de un testigo para convertirse en prueba histórica basada en documentos. II. FUENTES DOCUMENTALES ESCURIALENSES Don Juan de Austria envió desde Corfú un correo (Angulo) con la noticia oficial del triunfo que la armada de la Liga Santa había obtenido en el golfo de Lepanto sobre la escuadra turca; le llegó a Felipe II un mes después (el 8 de Noviembre de 1571) estando en El Escorial, acompañando a los monjes en el rezo del oficio litúrgico de Vísperas de la octava de la fiesta de Todos los Santos, celebrados en la «Iglesia vieja o de prestado», puesto que aún no estaba terminada las obras de la Basílica.1 D. Pedro Manuel, gentilhombre de Cámara de S. M. es quien se acerca al monarca a comunicarle que hay un correo del Príncipe D. Juan con buenas de la guerra; «entró en el dicho coro demudado y de prisa, y no con la cotidiana composición».2 Es curioso que las crónicas escurialenses no hayan recogido el nombre completo de este alto dignatario, y ninguno de los historiadores posteriores que toman la noticia de las fuentes jerónimas escurialenses se han preocupado de completarlo; en algún caso, una mala lectura de esas historias ponen a D. Pedro Manuel como el mensajero de Don Juan de Austria. El rey no se altera ni interrumpe el oficio coral; sólo al final del mismo indicó al prior Fray Hernando de Ciudad Real que se cantase un Te Deum en acción de gracias por el triunfo que el Señor había dado a la armas cristianas. Posteriormente los historiadores jerónimos del Escorial narran el suceso desde cervantistas 1 4 4/8/01 19:32 Página 4 F. Javier Campos y Fernández de Sevilla [2] ópticas distintas, ya con evidente sentido de interpretación de los hechos. Como relato o crónica de lo acontecido lo hace Fray Juan de San Jerónimo, bibliotecario de la Librería Real, quien describe el comportamiento del rey de forma humana: «Y luego el Rey nuestro Señor se fue a su aposento con muy gran regocijo y alegría como la nueva lo pedía».3 Sin embargo, el P. Sigüenza, años después, ya no hace crónica; su Historia es un análisis de los acontecimientos, explicándolos en función de unas claves que conviene tener presente. Interpreta los sucesos bélicos en clave providencialista, describiendo la reacción de los protagonistas en El Escorial (rey-prior-gentilhombre), como actitudes alegóricas, unidas a las funciones que desempeñan: serenidadmajestad (Felipe II): «No hizo el magnánimo Príncipe mudanza ni sentimiento, gran privilegio de la Casa de Austria, entre otros, no perder por ningún suceso la serenidad del rostro ni la gravedad del imperio»; sumisión-fidelidad (Fr. Hernando): «Fuele a besar la mano luego el Prior y darle la enhorabuena de parte de todo el convento»; agitación-alegría (D. Pedro Manuel): «Entró… alborozado. En el semblante y meneo se le conoció luego que había alguna cosa grande».4 Esta imagen narrativa de la reacción del rey, convertida en símbolo político-moral, será similar a la que la iconografía refleje del monarca (Pantoja y no sólo él). Su biógrafo L. Cabrera de Córdoba —sólo él de las fuentes contemporáneas— adorna la escena poniendo en labios de Felipe II la famosa y repetida palabra (que helaba a cualquiera) de «sosegaos»5; de ahí la tomará toda una corriente de historiadores, incluso recientemente, sin verificar las descripciones de los testigos presenciales que no la ponen, como por ejemplo M. Fernández Álvarez6 y H. Kamen.7 Con motivo de la buena noticia, y a imitación de lo hecho en Madrid, como luego se verá, ordenó el rey que se hiciese al día siguiente (9 de Noviembre) una solemne procesión, antes de la misa mayor, a la que asistió el monarca con los nobles que le acompañaban en El Escorial, y por la tarde se cantó la vigilia del oficio de difuntos, completado con la misa de réquiem al otro día (10 de Noviembre), por el eterno descanso de las víctimas, oficiada por el P. Alonso de Madrid, Vicario del Monasterio, por enfermedad del Prior. También aquí vuelven a individualizarse las interpretaciones de los historiadores escurialenses. Para Fray Juan de San Jerónimo, el relato es la simple narración de los hechos desde una visión religiosa, ya que esos sufragios se hicieron «por todos los cristianos que murieron en aquella guerra: lo cual todo mandó S.M. compadeciéndose de ellos».8 Fray José de Sigüenza, en cambio, matiza los hechos explicándolos desde la óptica oficial, que también es católica; parte igualmente de que se hicieron esas horas fúnebres por orden del rey… «que todo arguye ánimo no menos valeroso que pío, y que tenía conocido cuyo es el poder y la virtud y de que mano venía la victoria».9 La noticia recibida de la victoria había sido escueta; el rey permanece en El Escorial y, con el paso de los días, y sin llegar ningún correo que lo confirme, aumenta la inquietud. En una carta del secretario de D. Juan de Austria, J. Luis de Alzamora, a su señor, fechada en Madrid el 11-XI-1571, le cuenta el estado tenso de los ánimos del rey, con una fina observación: «… tiene a S.M. [la falta de información] aunque lo sabe disimular, en cuidado, y asimismo a toda la corte… Plegue a nuestro Señor que llegue presto este caba- cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 5 [3] Cervantes, Lepanto y El Escorial 5 llero, y con las cartas de V.A. nos libre desta guerra»10. Confirmado posteriormente por el propio Felipe II en carta personal a su hermano: «…he estado con mucho cuydado hasta que llegó aviso vuestro de lo sucedido, por saberlo por él y de tener nuevas de vos».11 Este nerviosismo del monarca aún se prolongará hasta el día 22 en que el enviado especial de D. Juan, general Lope de Figueroa, llegue al Escorial.12 Felipe II le recibió dos veces en audiencia especial hasta quedar completamente informado, con la minuciosidad que llevó todos los asuntos oficiales importantes. Así se lo refiere después a D. Juan en carta personal: «Fui tan bien rescibido de S.M., como lo sería V.A. del papa, que en media hora fue todo: “mi hermano, ¿está cierto bueno?” con todas las preguntas que se podían hacer en este caso; y luego me mandó le contasse todo lo que había pasado desde el principio, que no dexase ninguna particularidad, donde tres veces me hizo referir algunas, y otras tantas me llamó después de haber acabado».13 Una de las veces estuvo presente la reina y sus damas, haciéndole agudas preguntas: «me detuvo una ora con la mayor alegría que se pueda pensar».14 El rey quedó enterado a plena satisfacción porque así se lo comunica a D. Luis de Requesens, respondiendo a las cartas enviadas por el lugarteniente de D. Juan y dándole las gracias, de puño y letra, por lo que había hecho en su servicio: «…D. Lope de Figueroa me ha hecho bien larga relación dello».15 En una de esas dos entrevistas —posiblemente en la primera, por uso diplomático— D. Lope de Figueroa entregó al rey los despachos que le enviaba D. Juan y un especial presente, símbolo de la victoria, que era el estandarte de la galera capitana de Alí Pachá (Sultana), y «el estandarte rescibió con la mayor alegría que se puede pensar»16. Si hacemos caso de una Relación anónima —aunque incorporada a las Memorias de Fray Juan de San Jerónimo por él mismo— la entrevista regia y la entrega del presente fue el día 25 de Noviembre, pero entonces Lope de Figueroa estuvo en El Escorial desde el día 22 sin ser recibido por Felipe II17; verosímil, pero creemos que poco probable si era cierto su nerviosismo —y lo era— como se ha visto. Por la carta de Felipe II a D. Juan, en que lo repite dos veces, hay que poner la fecha en el día 27 de Octubre puesto que está firmada el 29 y le dice: «recibí antes de ayer de mano de… haviendo llegado D. Lope antes de ayer…»18 Ninguna de las Relaciones que analizamos detalla la muerte de Alí Pachá, la captura del Sanjac y el izado del estandarte cristiano, aunque algún historiador lo describe brevemente, dividiéndose los que dicen que fue muerto y cayó al mar, y los que afirman que, después de cortada la cabeza, fue mostrada pinchada en una lanza, con enfado de D. Juan. Así lo recogieron dos poetas: A. DE ERCILLA: En esto con gran ímpetu y ruido por el valor de la cristiana espada el furor mahomético oprimido, y la turca real del todo entrada: do el estandarte bárbaro abatido la Cruz del Redentor fue enarbolada con un triunfo solene y grande gloria, cantando abiertamente la victoria» . (La Araucana, Canto XXIV; 2ª edición, 1ª Parte, Madrid 1572; 3ª edición, Salamanca 1574). cervantistas 1 4/8/01 19:32 6 Página 6 F. Javier Campos y Fernández de Sevilla J. CORTE [4] REAL: Aquel Baxá feroz,, sabio y prudente subido a real estado y gloria honrosa, ya cuerpo muerto como plaze al cielo sin nombre y sin cabeça en tierra yaze. … derriban con presteza el estandarte del Turco capitán, y al punto arbolan en lo alto del carces la cruz sagrada, con la effigie mortal de Iesu Christo». (Felicissima Victoria, Canto XIV. 1ª edeción, Lisboa 1578) De nuevo los historiadores del Escorial vuelven a coincidir al afirmar que aquí recibió el rey el estandarte logrado al turco, aunque ambos jerónimos adelanten la fecha, ya que ellos ponen la entrega del trofeo el día 8 de Noviembre con la llegada de la noticia de la victoria y no con la presencia del general Figueroa como acabamos de ver19. Así lo describe e interpreta su significado simbólico el P. Sigüenza: El estandarte real Turco [es] tenido entre ellos en tanta reverencia como si fuera el Sacramento; dicen le había mandado traer de la casa de Meca para que, en virtud de tan preciosa reliquia, fuese su armada inexpugnable. Echóse de ver su deidad en el suceso: la materia es como tejida de algodón y lino, la forma o figura como una sábana mediana, el campo todo blanco, y escrito por una parte y por otra de letras arábigas, mayores y menores, muchas de ellas doradas, lleno de círculos, cuadrados y triángulos que, entre otros errores de aquella perniciosa y maldita secta que tanto ha fatigado a la Iglesia, es que no admiten figuras ni imágenes vivas, y así usan de esta labor de círculos y cuadros y lazos, y en las orlas y centros letras en que de ordinario, como se ve en este estandarte, están muchas alabanzas de Dios, epítetos y atributos, llamándole omnipotente, sabio, misericordioso, alto, excelente, invencible y otros muchos de esta suerte, con que los engañó aquel astuto enemigo del nombre cristiano, persuadiéndole que les había dado grande y clara noticia del verdadero Dios, no habiendo cosa más lejos de este conocimiento que la ceguedad suya. Pudiera poner aquí la interpretación toda a la larga si fuera cosa de importancia, porque guardamos aquí esta abominable joya, no para estimarla, sino para recuerdo de tan gran victoria, junto con los faroles o fanales de la galera capitana. Así lo quiso nuestro fundador para que se entendiese que le cogió aquí la nueva de la victoria.20 En la Biblioteca Real del Escorial se conserva la historia del estandarte y un dibujo con la distribución del contenido y la traducción de las inscripciones árabes del mismo, hecho por Luis del Mármol y dos esclavos (uno turco y otro moro)21, en casa del secretario del rey A. Gracián, y por su orden, en Enero de 157222. El 11 de Marzo había visto Felipe II la transcripción y se la dio a su secretario para que la entregase al prior del Escorial, según anota en su diario Gracián23. No debió de gustar la versión, porque existe otra traducción hecha por el Licenciado Antonio del Castillo, intérprete de la Inquisición de Granada, el 18-VIII-1583, estando en San Lorenzo, en cuya Biblioteca se conserva24, aunque creemos que esa fecha debe adelantarse nueve años, según carta de A. Gracián al prior Fray Hernando de Ciudad Real, de 18-VIII-157425. En la Relación del Escorial existe un párrafo al final, no transcrito en la edición de CODOIN, en que, tras describir muy someramente el estandarte, afirma: «mandó su majestad se quedase en este monesterio suyo del glorioso san lorenço, y ansi fue otro día entregado al padre sacristán para perpetua cervantistas 1 4/8/01 19:32 [5] Página 7 Cervantes, Lepanto y El Escorial 7 memoria desta victoria».26 ¿Por qué al P. sacristán? En la descripción que hace el P. Sigüenza de las líneas superiores hemos visto que contrapone ‘preciosa reliquia’ a ‘abominable joya’, y conviene recordar también que entonces el sacristán era el encargado directo del cuidado y custodia de las reliquias del Monasterio, hasta que se instituyó el cargo de «reliquiero», nombrándose a Fray Bartolomé de Santiago. III. FUENTES DOCUMENTALES MADRILEÑAS Un poco inadecuadamente llamamos «madrileñas» a toda la documentación sobre la victoria de Lepanto no generada por los monjes jerónimos, es decir, correspondencia diplomática y de grandes personajes y relaciones firmadas o anónimas que describen la batalla, la llegada de la noticia de la victoria a Madrid y el eco que tuvo. Quede claro que la recepción de esta noticia es oficiosa, aunque su importancia fuese enorme, por llegar antes que la oficial, y por ser de una victoria de la trascendencia que tenía la guerra contra los turcos. La primera noticia de la victoria de la Liga Santa se tuvo en la Corte española el 31 de Octubre, a través del embajador veneciano en Madrid, quien la había recibido por conducto diplomático del Dux, según le refiere Luis de Alzamora a D. Juan de Austria en la carta ya citada del día 11;27 información ratificada en la carta que el rey escribe a D. Juan dándole la enhorabuena por la victoria y acusándole recibo de haber escuchado el testimonio personal del general Lope de Figueroa con la buena nueva del triunfo y el obsequio del Sanjac turco.28 Como Capitán General de la Armada de la Liga Santa a D. Juan de Austria le correspondía comunicar oficialmente el resultado de la batalla. Atracada la flota en el puerto de Petala (golfo de Lepanto) se redactó una Relación de los hechos y unas cartas que D. Lope de Figeroa llevaría a Madrid, al tiempo que entregaría otras misivas a las autoridades de Sicilia, Nápoles, Civitavechia y Génova; D. Pedro Zapata de Cárdenas, gentilhombre de su Cámara llevaría la noticia a la Serenísima, y el conde de Priego fue el mensajero enviado al Vaticano; diez días después llegaba la noticia a la República de San Marcos y cuarenta y ocho horas más tarde, el día 21 por la noche, S.S. Pío V la conocía, al tiempo que el embajador español le entregaba una carta con idéntica información.29 Volviendo a Madrid nos encontramos con versiones distintas de los hechos, que sintetizamos: 1) El secretario de D. Juan le informa que las cartas del Dux y las nuevas de la victoria «dio luego el embaxador de Venecia a S. M. en la capilla de palacio, dentro de la cortina, estando oyendo bísperas de todos los Santos»;30 también vinieron de Venecia cartas del embajador español D. Diego Guzmán de Silva para S. M. Sospechoso parecido con la descripción que hacen las fuentes jerónimas de cómo recibió Felipe II la misma noticia en El Escorial; mientras que el Monasterio laurentino el rezo coral era actividad cotidiana de la comunidad, en la capilla del Alcázar madrileño, no era obligación canónica el rezo del oficio por parte de los capellanes, aunque lo hacían en determinadas cervantistas 1 4/8/01 8 19:32 Página 8 F. Javier Campos y Fernández de Sevilla [6] fiestas, y aquí se especifica que eran las Vísperas del día de todos los Santos. La «Capilla del Rey» atendía a las necesidades musicales —vocales e instrumentales— en las ceremonias y en las grandes solemnidades.31 2) El gran historiador Juan de Mariana aúna las dos tradiciones asegurando que Felipe II recibió la noticia en El Escorial, ocupado en el rezo de las Vísperas de Todos los Santos, de boca del embajador de Venecia, sin inmutarse. «Dio orden de cantar el Te Deum, y los asistentes conmovidos y con gran entusiasmo, unieron sus voces a las de los monges».32 3) El biógrafo de Felipe II Luis Cabrera altera el orden de los hechos: quita la escena de palacio y sitúa la llegada de la noticia en El Escorial, el 8 de Noviembre, según las fuentes escurialenses. Luego hace venir pronto al rey para presidir la procesión que se hizo, sin indicar fecha, sabiendo que esa ceremonia tuvo lugar el día 1, precedida de un solemne pontifical que no cita33. 4) El puntual cronista de Madrid, Antonio de León Pinelo, oscurece el relato dejando serios interrogantes en la información que facilita. Sitúa al rey en El Escorial donde recibe la noticia «a las vísperas de todos los Santos», es decir, el 31 de Octubre, sin indicar nada de haber sido durante el rezo; luego cuando habla de la procesión de acción de gracias celebrada en Madrid el día siguiente afirma que «asistió a ella el rey D. Felipe».34 IV. FIESTAS CONMEMORATIVAS Con una mezcla de sentimientos religiosos, políticos y populares, la noticia oficiosa se propagó con enorme celeridad por la corte, siendo acogida con alegría desbordante por el miedo contenido que había ante el enfrentamiento con los temibles turcos, señores del mar desde hacía mucho. «A todos los parecía un sueño, por ser cosa que no se ha jamás visto ni oído esta batalla y victoria naval», según expresa D. Luis de Alzamora35. La celebración se hacía justa, oportuna y necesaria. En San Marcos de Venecia y en San Pedro de Roma se habían cantado sendos Te Deum y luego se había tenido una gran procesión con asistencia de todas las autoridades, cuerpo diplomático y mucho público, dando muestras de enorme júbilo.36 En Madrid el rey mandó decir inmediatamente después de recibir la noticia un Te Deum en la capilla de palacio, mientras el pueblo se apresuró espontáneamente a celebrarlo, «y aquella noche por todas las calles y casas huvo grandes fuegos [¿artificales?] y lumbres»37. Con no menor rapidez se preparó todo para tener al día siguiente, fiesta de Todos los Santos, una solemne misa de pontifical y gran procesión; se celebró la misa en el convento agustiniano de San Felipe el Real (Puerta del Sol-Calle Mayor), y fue oficiada por el legado pontificio, Cardenal Alejandrino, asistido por los obispos Same y Temi. Estuvo presente Felipe II, el presidente del Consejo de Castilla, Cardenal Espinosa y miembros del Consejo, la Corte, Grandes, Cabildos y Religiones38, que después se dirigieron procesionalmente a Sta. María (de la Almudena) para dar gracias a la Virgen; también participó Su Majestad «que a cuerpo y voz de corona celebró y llevó a su lado al Embaxador de Venecia»39. Ya hemos visto que de forma muy similar —Te Deum, misa, procesión y funeral— se cervantistas 1 4/8/01 [7] 19:32 Página 9 Cervantes, Lepanto y El Escorial 9 repetirán los mismos actos cuando llegue al Escorial el enviado especial de D. Juan con la noticia oficial. Junto a los actos religiosos, en algunas ciudades europeas se organizaron grandes celebraciones civiles para festejar el triunfo de la Liga Santa40, destacando Mesina que colocó a la plaza de Ntra. Sra. del Piller una gran estatua de D. Juan de Austria, obra en bronce de A. Calamech, luego reproducida en una de las monedas que se acuñaron41. Los poetas se volcaron en elogios a D. Juan con himnos y cantos épicos42, y los pintores también inmortalizaron el acontecimiento, el lienzos, frescos, láminas y cartones para tapices43. Sin embargo, ningún elogio fue tan oportuno y tan contundente —el Vaticano siempre fue maestro— como la escueta y sentida exclamación de Pío V: «Fuit homo missus a Deo cui nomen erat Joannes», que pronunció en la misa de acción de gracias que celebró al día siguiente de conocer la noticia, el 22-X-1571.44 ¿Y Madrid? De nuevo tenemos escasa información y no coincidente. Ya hemos visto que espontáneamente la noche del 31 de Octubre, nada más correr la noticia por la Corte, el pueblo manifestó su alegría45; al día siguiente, aún siendo la fiesta de los Santos, pero sumándose el Concejo a las conmemoraciones oficiales que se celebraron, «en este Ayuntamiento se acordó que a la buena nueva que ayer miércoles, último de Octubre, vino de la victoria que la armada cristiana hubo contra la turquesa, esta noche, después de lo que anoche se hizo, se hagan alegrías…»46. No debieron ser fiestas importantes porque cuando el 28 de Noviembre, D. Lope de Figueroa escribe a D. Juan de Austria, sólo le dice: «Fiestas se están apercibiendo; no se lo que serán»47. De Sevilla tenemos constancia que se organizaron según el modelo ya establecido desde hacía más de un siglo; celebración de compleja simbiosis de géneros artísticos, arquitecturas efímeras, elementos decorativos, variedad de partes, manifestación de ideales, exposición de símbolos, etc.48 Llama la atención que en esos mismos años se organicen fiestas por tantos hechos y a este colosal triunfo y a su artífice se haya hurtado un público reconocimiento; da la sensación que en España, al menos oficialmente, se quiere poner como artífice de la victoria de Lepanto a Felipe II, disminuyendo los méritos de D. Juan. Si observamos detenidamente el lienzo de Tiziano que, por simbólico tiene más carga intencional, recordando además que desde Madrid se le dieron ciertas instrucciones al viejo artista, vemos que en el cuadro están todos —personas y símbolos— de esos momentos, menos el generalísimo de la Liga49; tampoco es casualidad que se organizasen tantas fiestas para celebrar el viaje de Felipe II a Sevilla (1570), para el recibimiento de la reina Dª Ana de Austria (1570) y el nacimiento, bautizo y jura del príncipe Fernando (1571)50, o que el arzobispo de Tarragona el gran Antonio Agustín componga un poema latino en alabanza de Felipe II por la victoria de Lepanto51, y que Alonso de Ercilla se dirija al rey para cantar a Lepanto.52 Para El Escorial el pintor Lucas Cambiaso (Cangiaso o Luqueto) realizó un ciclo de seis grandes lienzos53 sobre la batalla naval de Lepanto que se colocaron en la galería del patio de «mascarones», en la fachada de Oriente, en la parte inferior del ábside de la basílica, que corresponde a las habitaciones privadas de los Cuartos de los reyes54. Muy deteriorados, al haber estado expuestos durante siglos en una galería abierta a la inclemencias del tiempo, se retiraron a un zaguán del palacio donde fueron identificados por el Intendente cervantistas 1 10 4/8/01 19:32 Página 10 F. Javier Campos y Fernández de Sevilla [8] de la Real Casa, en 1855, quien ordenó fueran restaurados y colgados en la planta baja de la galería de palacio, en 185655. Temas de los lienzos:56 1) Salida de la armada de la Liga Santa del puerto de Mesina. 2) La armada cristiana sale al encuentro de la turca. 3) Disposición de las naves momentos antes de la lucha. 4) La batalla. 5) Retirada de los restos de la armada turca, aprovechando la primera oscuridad. 6) Regreso triunfal de la armada cristiana al puerto de Mesina. Solamente en tres lienzos se hace mención a D. Juan de Austria, pero para indicar detalles de la batalla; no hay ningún tipo de elogio personal57. Muy lacónicamente el P. Sigüenza cuando habla de la ubicación de los cuadros dice de ellos que «se ve hecho al vivo aquella batalla naval de Lepanto en que con tan gloriosa victoria el señor don Juan de Austria, hijo de Carlos V, siendo Capitán General de la Liga, venció, echó a fondo y trajo cautiva toda una gruesa armada del Turco», y elogiando la obra pictórica de Cambiaso, termina diciendo «que le dio la fuerza y la viveza que él tenía en todas sus obras».58 En la documentación que existe en El Escorial sobre Cambiaso, no hay alusión al ciclo de óleos sobre Lepanto; sabemos que Felipe II le fijó un salario de 500 ducs. anuales, además de la cantidad en que se tasasen cada una de sus obras59. Teniendo en cuenta que en una ocasión «se le acaban de librar dos mill y quinientos ducados en rreales, que obo de aver por quatro lienços o quadros grandes de pintura»60, similares a los de Lepanto, la tasación de los de la batalla naval sería muy similar a ésta, es decir, 625 ducs. por unidad, total del ciclo 3750 ducs., aproximadamente. Cambiaso falleció en la Villa del Escorial, el 6-IX-1585 y «está sepultado junto al altar mayor»61. Los lienzos quedaron terminados pero sin poner los marcos; el 1-II-1592 se libran a los carpinteros Antonio Recas y Hernán Sánchez 240 rs. por «seis quadros moldados [marcos] para los lienzos de la batalla naval», a 40 rs. unidad.62 Todavía un último apunte para dejar constancia que entre los bienes personales de Felipe II, hay constancia de que tenía «seis quadros de papel, sobre lienzo, pintados en ellos, de aguada, la jornada de la batalla naval de Lepanto; puestos sobre marco de madera, guarnecidos a la redonda de unos pasamanos de seda azul y por la haz de otro pasamanillo de oro y plata carmesí por la haz, clavados con tachuelas de latón; que tienen en quadro diez dozabos»63. Por supuesto, estas obras nada tienen que ver con el ciclo de Luqueto; recuérdese que la batalla de Lepanto fue un tema muy utilizado en el último cuarto del siglo XVI por los artistas alemanes para láminas y grabados. Contrasta con el texto de la carta privada que el rey dirige al príncipe en la que hay un sincero reconocimiento al papel decisivo que ha desempeñado en la batalla y a sus cualidades personales. Como rey, le felicita: «a vos (después que a Dios) se ha de dar el parabien y las gracias della, como yo os las doy…»; como hermano —y con esa expresión familar comienza, teniendo en cuenta que siempre solía llamarle Ilustrísimo— le muestra un poco los sentimientos que ha tenido esos últimos tiempos: «he estado con mucho cuydado hasta que cervantistas 1 4/8/01 19:32 [9] Página 11 Cervantes, Lepanto y El Escorial 11 llegó aviso de lo sucedido… y a mi [también se me ha de felicitar] de que por mano de persona que tanto me toca como la vuestra, y a quien yo tanto quiero se haya hecho un tan gran negocio…y aunque yo holgara estraordinariamente de veros agora y de congratularme con vos en presencia desta tan gran victoria, pospongo este mi contentamiento por lo que conviene agora mas que nunca vuestra presencia ahí…» 64 Junto a esto tenemos la actitud ambivalente y desconcertante del rey: no atendió, aunque parece que hizo una vaga promesa, el gran sueño de D. Juan, que era recibir el título de Alteza y honores de Infante de España, a él que como héroe y salvador de Europa le habían reconocido tantas personas y le habían aclamado en tantos lugares. Aunque no guarde relación inmediata con el asunto concreto que aquí se estudia, convendría también recordar la carta que Felipe II dirige a D. Juan con motivo del nombramiento de General de la Mar. Es un texto de carácter didáctico —tratado de moral política para gobernantes cristianos— que le envía como «Hermano… por el amor grande que os tengo…»65 V. «RELACIÓN» DE LA BATALLA El origen de la información española sobre la batalla de Lepanto hay que ponerla en la Relación que envió D. Juan; efectivamente, estando la armada española atracada en el golfo de Lepanto (puerto de Petala) reparando las averías más urgentes de las galeras y atendiendo a los heridos más graves, escribió una breve Relación de la batalla y unas cartas. Desde Corfú partió el mensajero Angulo con el correo del Generalísimo. «Llegó la dicha relación a este monasterio… a 8 de noviembre, octava de todos los Santos, estando el católico Rey D. Felipe, nuestro Señor, en vísperas en el coro…»66; existe un desajuste de días, porque al final se afirma que «cinco días después de llegada esta relación, día de la bienaventurada Sta. Catalina y 25 de noviembre, año de 1571, llegó un correo embiado por el Sr. D. Juan de Austria a Su Magestad, que traxo el estandarte Real de los enemigos» (el general Lope de Figueroa)67. Si damos por buena la primera fecha, la otra sería el día 13; si optamos por la segunda, puesto que Lope de Figueroa fue recibido en El Escorial en la última decena del mes, habría que retrasar la llegada de Angulo hasta el día 21. Creemos que hay que mantener las fechas del 8 y del 25 de Octubre, admitiendo un error en el historiador jerónimo. Este texto está transcrito de su propia mano por Fray Juan de San Jerónimo, e incluido el cuadernillo —en 4º y con numeración propia— en el códice de sus Memorias.68 Existen varios textos de Relaciones que, con pequeñas variantes, narran escuetamente la batalla de Lepanto, escritos y editados en ese mismo año 157169: A) RELACIÓN del Escorial ya citada. Transcripción y edición, en CODOIN, t. III, pp. 239-25670 B) RELACIÓN de lo sucedido en el armada de la sancta liga desde los doze días del mes de Septiembre, hasta los doze del mes de Octubre, la qual fue embiada por un criado del señor don Juan que se llama, don Gómez de cervantistas 1 12 4/8/01 19:32 Página 12 F. Javier Campos y Fernández de Sevilla [10] Figueroa. Con la confesión del Hayo de los hijos del Baxá. Impreso en Medina del Campo, por Francisco del Canto, 1571. C) RELACIÓN. Copia y traslado de una carta venida a la corte de su magestad a los veynte y tres de Noviembre, en que se cuenta muy en particular la victoria avida de los Turcos en la batalla naval, con el repartimiento que se hizo de los baxeles y artillería de la armada vencida, y otras cosas muy notables. Impresa en Medina del Campo, por Vicente de Millis. Año de 1571. D) RELACIÓN de la batalla de Lepanto. Madrid, Biblioteca Nacional-1, ms. 18.718/75. Transcripción y edición, en CODOIN, t. III, pp. 259-269. E) RELACIÓN de lo sucedido en la armada desde los 30 del mes de septiembre hasta los 10 de octubre de 1571 años. Madrid, Biblioteca Nacional-2, ms. 1750, ff. 162-16671. F) RELACIÓN de lo que hizo la Armada de la Liga Christiana desde los treinta de Setiembre de M.D.LXXI años hasta diez de Otubre después de la Vicytoria que ubo a los 7 deste de la Armada del Turco. Archivo General de Simanca, Estado, leg. 1134/83, ff. 1-6v.72 Tenemos constancia de una Relación, editada en Barcelona, en 1571, por Pablo Corte y Pedro Malo, cuyo texto no conocemos; también se editó otra en Sevilla, por Alonso de la Barrera, enviada por el Senado de Venecia a su embajador en Madrid 73 ; tampoco hacemos referencia a otras dos Relaciones, editadas en Roma y Milán, más un Verdadero discurso de la Victoria, publicado en París en 1571. Con pequeñas diferencias todas las Relaciones vistas coinciden, debiendo corresponder sin duda a un texto inicial del que luego salieron las demás, modificadas levemente según se escuchaban relatos de testigos, añadiendo o suprimiendo algunos detalles concretos. Veamos algunos aspectos más otros que luego se señalarán al hablar de Cervantes: Así refieren el momento crítico de la victoria: RELACIÓN A (Escorial): «Luego mandó el Señor D. Juan gritar victoria en la galera Real, y por consiguiente se gritó lo mismo en las demás galeras que estaban cerca». RELACIÓN B (Medina del Campo, F. del Canto): «Mandó el señor don Iuan gritar victoria, en la galera real, y por consiguiente lo mismo en las demás galeras que estavan cerca». RELACIÓN C (Medina del Campo, V. de Millis): «Don Iuan… mandó apellidar: Victoria, victoria, en su galera real, y lo mismo se hizo en las demás que estavan cerca, gritando todos con gran efficacia: Victoria, victoria». RELACIÓN D (Madrid, Biblioteca Nacional-1): «S. A. mandó, visto esto, gritar la victoria en la galera Real, y lo mesmo se gritó en las demás galeras que estaban cerca». RELACIÓN E (Madrid, Biblioteca Nacional-2): «Mandó el Señor don Juan gritar victoria, victoria, en la galera Real, y por consiguiente se gritó lo mismo en las demás galeras que estaban cerca». cervantistas 1 4/8/01 [11] 19:32 Página 13 Cervantes, Lepanto y El Escorial 13 RELACIÓN F (Simancas): «El Señor don Juan mandó gritar la Victoria y por el consiguiente las demás galeras». Inspirándose en esta descripción, así lo cantó J. Corte Real: Alçase de improviso por los ayres una alta viva voz de acento alegre: que una ves y otra vez grita victoria: victoria clama ya victoria grita. (Felicissima victoria, Canto XIV) Testigo de los hechos desde la galera Real de D. Juan fue Juan Rufo, cuyo poema es la crónica épica de la batalla; en su minuciosa descripción, canta lo que fue, porque lo vio: Mas no se quiso dar [Alí Bajá] hasta que el pecho, Abierto de herida penetrante, mostró camino al alma, y con despecho bajó por los abismos adelante; dado remate a aqueste gran hecho, cantóse la victoria resonante, y abatido el real turco estandarte, la cruz se enarboló en la misma parte. (Austriada, Canto XXIV) Ercilla se aparta de la Relación y así lo narra: Mas la real cristiana aventajada por el grande valor de su caudillo, a puros brazos y a rigor de espada abre recio en la turca un gran portillo, por do un grueso tropel de gente armada, sin poder los contrarios resistillo, entra con un rumor y fueria estraña, gritando: ¡Cierra, cierra, España, España! (La Araucana, Canto XXIV) Inspirándose en ella, vemos como repite Lope de Vega en su tragicomedia La Liga Santa: Roma: Ya las armas se encuentran, ya se embisten, ya se traban; de don Juan y el turco Alí las galeras capitanas furiosos tiros escupen, fieros cañones disparan, humo que los aires ciega, fuego que los hombres mata. ¡Qué de mástiles y proas desmenuzan y quebrantan los herrados espolones deshacen y desencajan! ‘Santiago, dice don Juan cierra España, cierra España’. (Acto Tercero) cervantistas 1 4/8/01 19:32 14 Página 14 F. Javier Campos y Fernández de Sevilla [12] Así justifican la brevedad del texto: RELACIÓN A (Escorial): «Las hazañas que los capitanes y otras personas particulares que se han hallado en esta batalla, han hecho, que han sido muchas, no se escriben en esta relación por la brevedad y presteza con que se envían a S.M.: haráse cuando haya más tiempo y comodidad, y se tengan mejor entendidas las cosas». RELACIÓN B (Medina del Campo, F. del Canto): «Las hazañas que los capitanes y otras personas particulares que se han hallado en esta batalla han hecho, que han sido muchas, no se escriven en esta relación, por la brevedad y presteza con que se embía a S. Mag. Haráse como aya más tiempo, y se tengan mejor entendidas las cosas». RELACIÓN C (Medina del Campo, V. de Millis). No hay pasaje paralelo; en su lugar hace un excursus interpretativo sobre la misericordia de Dios que derriba a los soberbios y enaltece a los humildes. RELACIÓN D (Madrid, Biblioteca Nacional-1): «Las hazañas que los capitanes y otras personas particulares que se han hallado en esta batalla han hecho, que han sido muchas, no se escriben en esta relación por la brevedad y presteza con que se envía a su Majestad: haráse como haya más tiempo y se tengan mejor entendidas las cosas que se han podido saber». RELACIÓN E (Madrid, Biblioteca Nacional-2). No hay pasaje paralelo. RELACIÓN F (Simancas): «Las hazañas particulares de los que se an hallado en esta batalla han sido muchas y fuera necesario estar en cada galera para verlas y notarlas como era razón… de los quales los bivos pueden dar testimonio de ser obras que es razón que el mundo las celebre». VI. SECUENCIA DE LOS ACONTECIMIENTOS Según todo lo visto hasta ahora, hay que trazar un calendario en el que se establezca la sucesión de los acontecimientos, armonizando las fuentes documentales de la época; ordenación por lo menos con valor aproximativo, hasta que nuevas investigaciones retoquen o lo fijen como definitivo. 1) Efectivamente, Felipe II recibió en Madrid la noticia oficiosa de la victoria de Lepanto, por el embajador de Venecia, el 31 de Octubre. 2) El día siguiente, fiesta de todos los Santos, se celebró una misa de pontifical en el convento de San Felipe el Real, seguido de solemne procesión a la iglesia de Sta. María, en acción de gracias. 3) Las fiestas y regocijos populares con que el pueblo de Madrid celebró la victoria, sumándose el Ayuntamiento corporativamente a la alegría, fueron más sencillas que en otras ocasiones, durante el 31 de Octubre y el 1 de Noviembre. 4) Trasladado el monarca poco después al Escorial, allí fue donde recibió la noticia oficial de la victoria, enviada por el generalísimo de la Liga Santa, el día 8 de Noviembre, durante el oficio litúrgico de Vísperas de la octava de los Santos, cantándose al final un Te Deum. cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 15 [13] Cervantes, Lepanto y El Escorial 15 5) Los días 9 y 10 de Noviembre se celebraron en el monasterio laurentino procesión, y sendas misas de acción de gracias, por la victoria, y de réquiem, por el eterno descanso de las víctimas. 6) Posteriormente —después del 22 y antes del 28 de Noviembre— Felipe II recibió en El Escorial al enviado personal de D. Juan, general Lope de Figueroa, que le dio cuenta pormenorizada de la batalla y le entregó el estandarte turco como presente de su hermano. 7) Al año siguiente (2-X-1572) el rey fundó en la catedral primada de Toledo una fiesta perpetua en acción de gracias para conmemorar la victoria74. A comienzos de Octubre de 1616, Felipe III entregó al tesoro de la Santa Iglesia Catedral primada el estandarte de la Liga Santa junto a otras banderas (pendones, flámulas, grímpolas o gallardetes) para que, como las de las Navas y Orán, se saquen y cuelguen en el día de la fiesta. Desde 1961 está depositado por el Cabildo en el Museo de Santa Cruz de la ciudad imperial75. Es de damasco azul, de 16 m. de largo y 200 kgs. de peso, con un gran crucifijo bordado en el centro, y al pié las armas pontificias, con las de España a su derecha y las de Venecia a su izquierda, unidas entre si por una cadena, de la cual pendía también las armas del generalísimo de la Liga Santa D. Juan de Austria.76 8) Dos años después (20-VIII-1573) llegan al Escorial cuatro faroles ganados a los turcos —tres en Lepanto y uno al año siguiente por D. Álvaro de Bazán— que D. Juan envía al Monasterio de San Lorenzo para que dos se queden allí y los otros dos se entreguen a Montserrat77 y a Guadalupe78. 9) En el incendio que asoló al Escorial el 1671 perecieron los trofeos de Lepanto allí depositados: el Sanjac y los dos faroles de la galera de Alí Pachá. 10) Existe la tradición, pero no hay ratificación en las entregas y otra documentación contemporánea hasta ahora localizada, de que procedente del botín de Lepanto ingresaron en la Librería Real del Escorial unos 20 códices en árabe, persa y turco, entre ellos un famoso Corán conocido como «de Lepanto».79 VII. TESTIMONIO DE MIGUEL DE CERVANTES La relación de Cervantes con las fuentes escurialenses sobre Lepanto (Historiadores y Relación), es indirecta. Por un lado está la posible conexión para la definición lapidaria de la batalla, y, en segundo lugar, a través del valiente capitán leonés Ruy Pérez de Viedma, el «cautivo» del Quijote. De todas formas, el relato que D. Miguel pone en labios de este personaje se ajusta fielmente a la verdad histórica, con tanta precisión, que esa información sólo podía partir de un testigo presencial. En la breve descripción que de los textos del Escorial relacionados con nuestro tema hacen de la batalla de Lepanto sorprende la coincidencia que existe para resumir en una frase solemne aquel suceso, con la que utilizara años después Cervantes, como para sospechar que es posible alguna relación. En el Prólogo de las Novelas Ejemplares (1613), el «Manco de Lepanto» afirma que fue «la más memorable y alta ocasión que vieron los siglos», retocada un poco en el Prólogo de la Segunda Parte del Quijote (1614): «La cervantistas 1 16 4/8/01 19:32 Página 16 F. Javier Campos y Fernández de Sevilla [14] más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros». Al fin de la centuria anterior, Fray Juan de San Jerónimo (falleció en 1591) la había descrito como «la más solemne y notable batalla cual nunca jamás se ha oído ni visto en guerra naval hasta agora»80; casi lo mismo repite poco después Fray Antonio de Villacastín, Obrero Mayor del Escorial (falleció en 1603), al afirmar que «fue la más solemne batalla que se ha visto no oído en la mar hasta agora».81 Remontándonos al inicio, así la describen las Relaciones de la batalla antes analizadas, en 1571: RELACIÓN A (Escorial): «Este fin y suceso tuvo la mayor batalla naval que ha habido muchos años ha». RELACIÓN B (Medina del Campo, F. del Canto): «Este fin en sustancia tuvo la mayor batalla naval que ha avido muchos años ha». RELACIÓN C (Medina del Campo, V. de Millis): «Este felicíssimo fin y successo tuvo (con el favor divino) la mayor batalla naval que en el mundo ha avido». RELACIÓN D (Madrid, Biblioteca Nacional-1): «este fin en sustancia tuvo la mayor batalla naval que se ha visto». RELACIÓN E (Madrid, Biblioteca Nacional-2): «Esto fue en sustancia [lo] que tuvo la mayor batalla naval que ha habido muchos años ha». RELACIÓN F (Simancas): «Esta fue en sustancia el fin que tuvo la mayor batalla naval que a avido muchos años ha, y aún se podrá dezir sin agraviar a nadie, jamás se vio ni oyo…» Por lo que se refiere al relato que el «cautivo» del Quijote hace de su peripecia nos encontramos con que define a Lepanto como «aquella felicísima jornada»82; luego narra las circunstancias de su apresamiento que fue cuando el hábil corsario Uluch Alí (o Uchalí) habiendo acabado con la capitana de Malta quiso poner en grave aprieto a Andrea Doria, general de la flota de Nápoles, que acudió presto a socorrerlo, de cuya galera capitana era oficial de infantería nuestro Ruy Pérez de Viedma, y tras una encarnizada lucha, allí fue hecho prisionero del renegado argelino.83 Hasta aquí el relato literario. Así lo describe A. DE ERCILLA: En esto por tres partes fue embestida la famosa de Malta capitana, y apretada de tosas y batida con vieja enemistad y furia insana; mas la fuerza y virtud tan conocida de aquella audaz caballería cristiana, la multitud pagana contrastando, iba de punto en punto mejorando. (La Araucana, Canto XXIV) Siguiendo ahora con la historia, también atacó Uluch Alí a D. Juan de Cardona, ocasionándole fuertes bajas en el Tercio de Sicilia, y resultando él cervantistas 1 4/8/01 [15] 19:32 Página 17 Cervantes, Lepanto y El Escorial 17 mismo herido, junto a otros desastres en algunas galeras pontificias y saboyanas. La llegada de D. Álvaro de Bazán cambió el signo del combate; allí estaba la Marquesa (y Cervantes), que fue asaltada por los valientes jinízaros del argelino, cayendo muertos bastantes de sus hombres, entre ellos el capitán, y heridos por arcabuz o acero un buen número de la tripulación, siendo salvada en esos momentos críticos por la intervención de la Leona. Era la primera hora de la tarde. Poco después se aproximó Don Juan con las capitanas de Veniero y Colonna, que pusieron en fuga al corsario turco, causándole bajas y siendo perseguido hasta alta mar por el marqués de Santa Cruz y el propio Doria, ya recuperado. Dentro de la derrota, la escuadra de Uluch Alí, futuro almirante de la flota turca de Saladino, es la menos dañada; además, pudo presentar al Sultán, como trofeo de la batalla, el estandarte de la galera de Guistiniani, capitana de Malta, que sería colgado en la mezquita de Santa Sofía de Constantinopla. Como señal de triunfo y exvoto, el estandarte de la Liga Santa, pendió durante siglos en el crucero de la catedral de Toledo, y el Papa perpetuó la victoria en una fiesta universal para toda la Iglesia.84 Volviendo a la narración literaria, el segundo año del cautiverio de Ruy Pérez de Viedma (1572) transcurrió, según su relato, navegando en la capitana del corsario, en Navarino, y luego en la isla de Mondón, donde fortificó el puerto para guarecerse; tuvo lugar un encuentro de naves cristianas y turcas en la cual fue tomada la galera La Presa, de la que era capitán Mahomet Bey, hijo de Barbarroja, que pereció en la batalla, por la capitana de Nápoles La Loba, «regida por aquel rayo de la guerra, por el padre de los soldados, por aquel venturoso y jamás vencido capitán Don Álvaro de Bazán»85. Efectivamente la historia nos dice que la galera apresada fue regalada por el marqués de Santa Cruz a Don Juan de Austria, quien ordenó unir su linterna a las tres de Lepanto para depositarlas en el Escorial, según los cronistas jerónimos (cuatro en total), aunque dos de ellas salieron para Monserrat y Guadalupe, por expreso deseo del Príncipe, que se cumplió, puesto que en el incendio se afirma que ardieron dos faroles de Lepanto.86 Como colofón, un apunte sobre la valoración que hace Cervantes de la batalla naval, en línea con la bibliografía más sólida de la época; afirma en el Quijote por boca del Cautivo, que aquel día «se desengañó el mundo y todas las naciones del error en que estaban, creyendo que los turcos eran invencibles por el mar…»87. Cabrera de Córdoba escribirá en su biografía de Felipe II (Madrid 1619) que «La victoria mayor que en el mar jamás alcanzaron los cristianos rompió la potencia del turco, tenida por invencible y sus fuerzas por insuperables della»88; sin duda, ambos autores la tomaron del balance que hizo el almirante de las galeras pontificias, Marco Antonio Colonna, inmediatamente después de la batalla, afirmando en una carta personal que «acabamos de saber que los turcos eran hombres como los demás»89. Pero conviene de nuevo tener presente que, las Relaciones antes citadas, recogen la misma opinión de forma muy similar, en aquel mismo año 1571, según podemos ver: RELACIÓN A (Escorial): «Estaban acostumbrados estos enemigos [los turcos] a tener continuas victorias de nuestras galeras, y hechos menosprecia- cervantistas 1 18 4/8/01 19:32 Página 18 F. Javier Campos y Fernández de Sevilla [16] dores de nuestras fuerzas y valor por los buenos subcesos que por lo pasado habían tenido». RELACIÓN B (Medina del Campo, F. del Canto): Los turcos «estavan acostumbrados a tener casi continuas victorias de nuestras galeras, y hecho menospreciador de nuestras fuerças y valor, por los buenos sucessos que por lo passado avía tenido». RELACIÓN C (Medina del Campo, V. de Millis): Los turcos «estavan acostumbrados a tener continuas victorias de nuestras galeras, y hechos menospreciadores de nuestras fuerças y valor, por los buenos successos que por lo passado avían tenido». RELACIÓN D (Madrid, Biblioteca Nacional-1): Los turcos «estaban acostumbrados a tener continuas victorias de nuestras galeras, y habíanse hecho menospreciadores de nuestras fuerzas y valor con los buenos sucesos que habían tenido». RELACIÓN E (Madrid, Biblioteca Nacional-2). No hay pasaje paralelo. RELACIÓN F (Simancas): No hay pasaje paralelo.90 Y de la misma forma así cantado por A. de Ercilla y F. de Herrera: En las ausonias olas defendidas: la soberbia otomana derrocada, su marítima fuerza destruida. (La Araucana, comienzo del Canto XXIV) Cantemos al Señor, que en la llanura venció del ancho mar al Trace fiero; tú, Dios de las batallas, tu eres la diestra, salud y gloria nuestra. Tú rompiste las fuerzas y la dura frente del Faraón, feroz guerrero; sus escogidos príncipes cubrieron los abismos del mar y descendieron, cual piedra, en el profundo, y tu ira luego los tragó, como arista seca el fuego. (Canción [tercera]… por la victoria de Lepanto. 1ª edición, Sevilla 1572)91 VIII. 1671: NUEVA BATALLA DE LEPANTO EN EL ESCORIAL Cien años después de aquella alta ocasión sucedió otra no menos singular circunstancia en que Lepanto vuelve a cobrar protagonismo en El Escorial. Si la primera fue gloriosa y motivo de inmensa alegría, esta segunda será jornada para el olvido y momento de profunda tristeza. El azar ha jugado en ocasiones papel de protagonista no habiendo sido invitado a la ceremonia. En 1571 el fuego vuela sobre el agua; en 1671 es el agua la que aletea sobre el fuego92. En ambos trances, al principio el viento sopla en contra. En el golfo de Lepanto el domingo 7 de Octubre, a las doce del mediodía, el viento cervantistas 1 4/8/01 [17] 19:32 Página 19 Cervantes, Lepanto y El Escorial 19 cayó de golpe; en El Escorial, el domingo 7 de Junio a primera hora de la tarde el viento levanto la tragedia. Todo empezó en una chimenea del Colegio —casi en la parte N.O. del edificio— que se incendió; advertidos inmediatamente corrieron a sofocarlo, e inadvertidamente quedó alguna brasa; estando rezando las segundas Vísperas de San Fernando (cuya festividad se celebraba por primera vez en España) el fuego reavivado dio la cara: potente, terrorífico, alentado repentinamente por un espantoso viento aquilón que lo hizo propagarse a ritmo vertiginoso en varias direcciones hasta prender el Colegio, Seminario, todo el Palacio, torre de las Campanillas (carillón)…; por la fachada principal saltó del Colegio al Convento prendiendo en la Biblioteca y la fachada Sur, Refectorio, Cocina, Iglesia vieja, Escalera principal, Torre de las campanas (derritiendo más de quince). Así lo resume un testigo: La confusión de todos fue terrible. Cuando estaban procurando apagar el fuego en una parte, venían alaridos y voces que acudiesen a otra, porque estaba ya ardiendo; acudían muchos a aquella parte y allí les asaltaban otras voces para que acudiesen a otra, porque ya el fuego había llegado allá. Veíase a un tiempo arder toda la casa y no había consejo, ni bastaban fuerzas para remediarlo. Acudióse a Dios con rogativas, y a voces le pedían misericordia y remedio. Sacaron el Santísimo Sacramento de su custodia, y el padre vicario, revestido, le tuvo en sus manos, a vista del fuego algunas horas. Trajeron en procesión a nuestra Señora de la Herrería, del lugar del Escorial. Todo era alaridos, llanto y gemidos; parecía un día de juicio, por las ventanas salían tantas llamas que aterrorizaba el verlo…93 A los días de confusión e impotencia le sucedían noches de terror y desolación. Hubo que evacuar precipitadamente los archivos, la biblioteca principal y la de manuscritos, la sacristía del coro y disponer lo demás; en la lonja se apilaban documentos, libros y ropa sagrada… muchos manuscritos árabes que se habían salvado del fuego inicialmente se colocaron en el ángulo Suroeste del claustro principal alto por ser todo abovedado de piedra (entre la Sala de capas y la puerta del coro) y poniendo sobre ellos el estandarte turco de Lepanto. El P. Fco. de los Santos, gran historiador, prior del Escorial y testigo, termina el relato: Y allí con admiración de todos, los buscó la llama… que salió de la pieza de Capas al claustro, y prendiendo en la Bandera, cayó sobre ellos; con que perecieron reducidos en cenizas, dejando las señales del estrago en el lugar donde estaban, estampadas en las piedras de el solado, que ha de ser forzoso el quitarlas y poner otras… Derritiéronse dos faroles de metal dorado de la Capitana del Turco apresados en la batalla naval94. Durante quince días las llamas cobraron un alto tributo en joyas y obras de arte; solamente de la Biblioteca perecieron 4000 manuscritos, auténticas ejemplares únicos de ciencia, letras, teología, medicina, filosofía, botánica…; también se consumió unas importantes colecciones de cuadros, láminas, instrumentos matemáticos y de cosmografía, medallas, ídolos gentiles… «Por fin el 22 de Junio, se logró apagar de todo punto las llamas… El Escorial parecía una antigua ciudad abandonada y destruida por la mano inexorable del tiempo».95 cervantistas 1 4/8/01 20 19:32 Página 20 F. Javier Campos y Fernández de Sevilla [18] NOTAS 1 A comienzos de Agosto se había trasladado la pequeña comunidad desde la villa del Escorial (20 monjes y el prior) instalándose en el Monasterio hacia la mitad de la fachada Sur, en torno a unos patios secundarios, para impulsar las obras, pero faltando aún mucho por hacer y bastantes años para finalizar. SIGÜENZA, J. de, Fundación del Monasterio del Escorial, Madrid 1963, pp. 42-43; SAN JERÓNIMO, J. de, «Memorias», en Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, Madrid 1845, t. VII, pp. 77-80 (en adelante, CODOIN); CAMPOS, F.J., Un manchego en los orígenes del Escorial: Fray Hernando de Ciudad Real, tercer prior (1571-1575), Ciudad Real 1989. 2 SAN JERÓNIMO, J. de, Memorias, o.c., p. 81. 3 Ibid, p. 82. 4 SIGÜENZA, J. de, Fundación, o.c., p. 44. 5 Felipe Segundo, Rey de España, Madrid 1876, t. II. P. 121. 1ª Edición, Madrid 1619. 6 Felipe II y su tiempo, Madrid 1998, p. 477. 7 Felipe de España, Madrid 1997, p. 145. 8 Memorias, o.c., p. 82 9 Fundación, o.c., p. 44. 10 Biblioteca Nacional Madrid, ms. 783, ff. 92-93. Original. En adelante, BNM. 11 San Lorenzo, 29-XI-1571. BNM, ms. 783, ff.276-277v. 12 Nació y murió en Valladolid (1520-1595). Luchó en Lepanto apresando la galera capitana del turco; Calderón recogió el arrojo y valentía de este militar en El Alcalde de Zalamea y Amor después de la muerte; Lope de Vega en la comedia Tanto hagas cuanto pagues, describe la batalla de Lepanto por labios de este famoso militar. 13 Madrid, 28-XI-1571 BNM, ms. 783, ff. 104-105v. Original. 14 Ibid. Dado el interés, incluso le comenta al príncipe: «yo no se como V. A. no scrivió a la Reina». 15 San Lorenzo, 25-XI-1571. Texto en CODOIN, t. III, p. 238. 16 Madrid, 28-XI-1571. BNM, ms. 783, ff. 104-105v. 17 Biblioteca Real del Escorial, ms. K.I.7, ff. 37(1-13v): «… día 25 de noviembre de 1571 llegó un correo enviado por el Señor D. Juan de Austria a S.M., que trujo el estandarte Real de los enemigos, que tenían siempre en Meca…». Transcrito y publicado en CODOIN, t. III, p. 256. 18 BNM, ms. 1750, ff. 276-277. 19 «Y el correo que traía la nueva… trujo el estandarte Real del Turco». SAN JERÓNIMO, J. de, Memorias, o.c., p.81; «Trujo el correo también, como por señas y despojo de gran estima el estandarte…». SIGÜENZA, J. de, Fundación, o.c., p. 44. 20 Fundación, o.c., pp. 44-45. 21 Historiador del siglo XVI, natural de Granada; desde muy joven se alistó en el ejército imperial cuando la campaña de Túnez, permaneciendo en África muchos años, algunos como cautivo, y recorriendo todo el norte del continente, al que volvió en otras ocasiones; su amplio conocimiento del paisaje, la lengua y tradiciones le hizo escribir una Descripción General de África, sus guerras y vicisitudes, desde la fundación del mahometismo hasta el año 1571, Granada 1573, ts. I y II; Málaga 1599, t. III. Igualmente famosa fue su Historia de la rebelión y castigo de los moriscos de Granada, Málaga 1600. Su lenguaje sencillo y directo hizo que la Real Academia le incluyera en el Diccionario de Autoridades. 22 Ms. Y.II.13, ff. 149-149v (relación); ff. 151-151v (dibujo). La descripción fue transcrita y publicada en CODOIN, t. III, pp. 270-272. Un dibujo con la traducción fue reproducido por A. ROTONDO, en Historia descriptiva, artística y pintoresca del Real Monasterio de S. Lorenzo comúnmente llamado del Escorial, Madrid 1862, lám. entre las pp. 34 y 35. 23 «Diurnal del año de 1572 del Secretario Antonio Gracián», en Documentos para la Historia del Monasterio de San Lorenzo el Real de El Escorial, Madrid 1962, t. V, pp. 19 y 21; (en adelante DHME) Otras críticas recientes, cfr. JUSTEL, B., La Real Biblioteca de El Escorial y sus manuscritos árabes, Madrid 1987, pp. 137-138. 24 Ms. K.I.7, ff. 175-177; fue transcrita y publicada en CODOIN, t. VII, pp. 372-377. 25 British Museum. Londres. Egerton, 2047, f. 335. Texto, en MODINO DE LUCAS, M., «Los Priores de la construcción del Monasterio de El Escorial», en DHME, t. IX/2, p. 141: «… también podrá ver el estandarte de la armada turquesca y su declaración, que luego verá si está bien hecha, y V. Pd. Me avisará de lo que hiciese…». cervantistas 1 4/8/01 [19] 19:32 Página 21 Cervantes, Lepanto y El Escorial 21 Ms. K.I.7, f. 37 (13v). BNM, ms. 783, ff. 104-105v. H. KAMEN incomprensiblemente —será una inadvertencia— lo adelanta al día 29 de Octubre y omite la llegada al Escorial del correo de D. Juan el 8 de Noviembre, dejando sólo la visita de Lope de Figueroa el día 22. Felipe de España, o.c., pp. 144 y 145, respect. 28 Ibid, ff. 276-277v. 29 CABRERA DE CÓRDOBA, L., Felipe II, o.c., p. 117; SERRANO, L., España en Lepanto, Madrid 1943, pp. 161-162. 30 Madrid, 11-XI-1571. BNM, ms. 783, ff. 92-93. 31 ROBLEDO, L., «La música en la corte de Felipe II», en Felipe II y su época. Actas del Simposium. San Lorenzo del Escorial 1998, t. I, pp. 145-160. 32 Historia General de España, Madrid 1867, L. III, cap. 16. 1ª edición en latín, Toledo 1592. 33 Felipe Segundo, o.c., t. II, p. 121; 1ª edición, Madrid 1619. 34 Anales de Madrid (desde el año 447 al de 1658), Madrid 1971, p. 107. 35 Madrid, 11-XI-1571. BNM, ms. 783, ff. 92-93. 36 SERRANO, L., España en Lepanto, o.c., pp. 161-162; FERNÁNDEZ Y FERNÁNDEZ DE RETANA, L., España en tiempos de Felipe II, Madrid 1981, t. II (1568-1598), p. 123 (Historia de España de Espasa-Calpe, t. XXII/2). 37 Madrid, 11-XI-1571. BNM, ms. 783, ff. 92-93. 38 LEÓN PINELO, A. de, Anales, o.c., p. 107. 39 CABRERA DE CÓRDOBA, L., Felipe Segundo, o.c., p. 121. 40 — Venecia, 1571: Le très-excellent et somptueux Triomphe faict en la ville a Venise en la publication de la Ligue, avec les advertissements de la très-heureuse et vraiment miraculeuse victoire obtenue par l’armée chrestienne, à l’encontredu grand Turc, Lyon, Benoist Rigaud, 1571. — Amberes, 1752: Arcus aliquot triumphal. et monumenta victor. classieae in honor. Jaui Austriae, auctore Joan. Sambuco. Antuerpiae, apud Ph. Gallaum. 1572. — En Roma «A Marco Antonio [Colonna] quiere hacer el pueblo romano un gran recibimiento a manera de triunfo de los antiguos…». Carta del embajador español D. Juan de Zúñiga a D. Juan de Austria. Roma, 28-XI-1571. BNM. Ms. 783, f. 110. Definitivamente le recibimiento fue solemne pero menos de lo proyectado. 41 — Mesina, 1571: Se levantó un gran arco de triunfo a Don Juan de Austria, en el muelle del puerto de Mesina, el 26-VIII-1571, con motivo de la toma del mando de generalísimo de la flota de la Liga Santa. — Mesina, 1572: Un arc de triomphe élevé à Messine pour l’entrée de don Juan d’Autriche, aprês sa victoire de Lépante, 14 octobre 1572. Lorenzo VANDER HAMMEN Y LEÓN, en su gran biografía de D. Juan describe brevemente las fiestas de Mesina y recoge las cuatro inscripciones de la base del monumento, así como los textos de las cartelas de uno de los arcoa triunfales que erigieron. Don Ivan de Avstria. Historia, Madrid 1627, pp. 159v-163 y 149v.151, respect. (sic); recordamos que la paginación de la obra se repite a partir de la p.188. 42 F. Herrera, «Canción de alabanza»; J. Rufo, «Austriada»; J. Corte Real, «Felicíssima Victoria»; A. Ercilla, «Araucana»; C. de Virués, «El Monserrate» y «La batalla naval»; A. Durán (recopilador), «Romances sobre la Liga Santa y la batalla de Lepanto»; F. de Pedrosa, «Austriaca»; P. Manrique, «La Naval»; J. Latino, «Austriadi»; S. de Nieva, «La mejor mujer, madre y virgen»; A. de Azevedo, «Creación del Mundo»; F. S. Wertius, «Epitaphia»; J. Costiol (trad.) «Canto… felicísima Victoria»; D. Pont, «Poema a Lepanto» (en mallorquín); J. Pujol, «Historia Poética» (Canto III), etc. 43 Recuérdense los ciclos de Vasari (Palacio Vaticano), Cambiaso (Escorial); los frescos de los palacio Ducal de Venecia y Colonna de Roma; la rica colección de tapices de la Galería Doria de Roma; obras de Tintoretto, Broncino, Veronés, Monleón, Francioli, Micheli, Vicentino, Calamosta, Novelli, Vicelio, Schrenckius, Luna, etc. 44 GARCÍA-VILLOSLADA, R., Historia de la Iglesia en España, Madrid 1980, t. III-2, p. 62; sigue repitiendo los tópicos de que Felipe II se entera en El Escorial de la noticia, de que pronuncia el famoso «sosegaos», etc. 45 «Madrid, iluminado en aquella noche por sus vecinos solemnizó con músicas y otras fiestas la derrota de los infieles y el triunfo de la Cristiandad». MARIANA, J. de, Historia, o.c., L. III, cap. 16. 26 27 cervantistas 1 22 4/8/01 19:32 Página 22 F. Javier Campos y Fernández de Sevilla [20] 46 Acta del Cabildo Municipal, 1-XI-1571. Ayuntamiento de Madrid, Archivo de la Villa, microfilm nº 396/87. Con evidente exageración o desinformación, H. KAMEN afirma que «Madrid estalló en una orgía de celebraciones».Felipe de España, o.c., p. 144. 47 BNM, ms. 783, ff. 104-105v. 48 — Sevilla, 1572: Relación de las sumptuosas y ricas fiestas, que la… ciudad de Sevilla hizo, por el felice nascimiento del príncipe nuestro señor. Y por el vencimiento de la batalla naval, que el Sereníssimo de Austria ovo contra el armada del Turco. Sevilla, en casa de Hernando Díaz, 1572; CAMPOS, F.J., «La fiesta del Seiscientos: Representación artística y evocación literaria. Materiales para un debate», en Anuario Jurídico y Económico Escurialense (San Lorenzo del Escorial), 31 (1998) 993-1016.; MATEU LLOPIS, F., Bibliografía de la Historia Monasteria de España, Madrid 1958. 49 Comentario histórico-político, en FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, M., Felipe II, o.c., pp. 466-468. 50 ALENDA Y MIRA, J., Relaciones de Solemnidades y Fiestas públicas de España, Madrid 1903, t. I, pp. 69-84, SIMÓN DÍAZ, J., Relaciones breves de actos públicos celebrados en Madrid de 1540 a 1650, Madrid 1982, pp. 14-19. 51 «Ad Philippum invictissimum Hispaniarum Principem ob partam de turcis victoriam carmen gratulatorium». 52 «La sazón, gran Felipe, es ya llegada / en que mi voz de vos favorecida / cante la universal y gran jornada…». La Araucana, comienzo del canto XXIV. 53 9 piés, 8 pulg., 4 lín. X 13 piés, 4 pulg. (= 373 X 270 cm, aprox.). 54 Así los describe el P. Santos: «En la Galería que diximos [del patio de Mascarones]… adornan toda la pared de frente de las ventanas seis quadros muy grandes, donde representó Lucas Canxioso, con toda viveza, y valentía aquella Batalla Naval de Lepanto, en que con tan glorioso valor, y esfuerço, el Señor Don Juan de Austria, hijo del emperador Carlos quinto, Capitán General de la Liga, venció, y echó a fondo, y traxo cautiva toda una gruessa Armada del turco… «. Descripción del Real Monasterio de S. Lorenzo del Escorial, única Maravilla del Mundo… reedificada por nuestro Rey y Señor Carlos II, Madrid 1681, pp. 98v-99. Durante siglos permanecieron en aquel lugar, porque allí los ubica el P. Damián Bermejo en su Descripción artística del Real Monasterio de S. Lorenzo del Escorial y sus preciosidades, Madrid 1820, pp. 334-335. 55 ROTONDO, A., Historia, o.c., p. 34, nota 3. 56 La transcripción latina de los tarjetones, en POLERÓ Y TOLEDO, V., Catálogo de los cuadros del Real Monasterio de San Lorenzo, llamado del Escorial, Madrid 1858, nº 511-516, pp. 120-122. 57 A la vista de los lienzos y los textos de las cartelas, creemos totalmente inexacto el comentario de H. Kamen, cuando dice: «Don Juan fue debidamente representado en los seis largos lienzos que Felipe encargó algunos años después al pintor genovés Luca Cambiaso, para colocarlos en la residencia veraniega de Monasterio». Felipe de España, o.c., p. 145. Llamar «residencia veraniega» al Monasterio del Escorial, aplicándolo a Felipe II, es un disparate considerable, en una obra de esas características, y conociendo un poco las relaciones de Felipe II y El Escorial. 58 Fundación, o.c., pp. 277-278. 59 Cédula firmada en El Pardo, 19-XI-1583. Archivo del Monasterio, VIII, 26, f. 10; VIII, 28, f. 22; IX, 25, f. 4, etc. 60 Documentación sobre Luqueto, en ZARCO, J., Pintores Italianos en San Lorenzo el Real del Escorial de El Escorial (1575-1613), Madrid 1932, pp. 12-27; la tasación de los cuatro lienzos citados, pp. 16-17. 61 Parroquia de San Bernabé, Libro de Sepulturas (1580-1617), Año 1585, f. 61; texto, en ZARCO, J., Pintores Italianos, o.c., p. 27. 62 Archivo Monasterio, XII, 8, f. 9; dimensiones: 14 X 10, 5 pies. 63 SANCHEZ CANTÓN, F.J., «Inventarios Reales. Bienes Muebles que pertenecieron a Felipe II», en Archivo Documental Español, t. XI, Madrid 1956-1959, vol. II, nº 5.240, p. 404. 64 San Lorenzo, 29-XI-1571. BNM, ms. 783, ff. 276-277v. 65 Aranjuez, 23-V-1568. BNM, ms. 1750, ff. 269-272. 66 Biblioteca Real del Escorial, ms. K.I.7, f. 37. 67 Ibid, ff. 37(13-13v). 68 Ibid, ff. 37(1-20). Incluye otra Relación y unos poemas alusivos a la victoria. 69 Suelen diferenciarse al final, porque algunas incluyen un listado de muertos ilustres y las confesiones del ayo de los hijos de Alí Pachá, Mahomet de Constantinopla, del interrogatorio que le hizo D. Juan de Soto, secretario de D. Juan y por su orden, estando en el puerto de Petala. cervantistas 1 4/8/01 [21] 19:32 Página 23 Cervantes, Lepanto y El Escorial 23 70 Aunque conservada en la Librería escurialense, no incluimos aquí la Relación copiada del Comendador Romagesto, que Fray Juan de San Jerónimo copia con dificultad e incluye en el cuadernillo antes citado inserto en sus Memorias, cfr. ff. 37 (14-17); tampoco lo hacemos con la Descripcio belli nautici et expurgatio Lepanti per D. Joan de Austria, de A. de MORALES, ms. &.III.8, ff. 416-432 Transcripción del P. F. V. Cifuentes, en Ambrosii Morales, Opuscula Historica…, t. III, pp.233-272. 71 Es practicamente una copia literal de la primera parte —la mitad— de la Relación de Medina del campo, impresa por F. del Canto. 72 Se trata de tres Relaciones (leg. 1134/83-85); una completa, otra media y otra iniciada del mismo texto, bastante próximo a la Relación del Escorial, transcrita y editada en CODOIN. Incluye también el interrogatorio que tomó el secretario de D. Juan, Juan de Soto, a Alhamet, ayo de los hijos de Alí Bajá; la última Relación lleva una nota que dice: «este papel estaba en el legajo de Estado nº 1543 y se unió al legajo de Lepanto». Solo citaremos los textos de la primera que es la completa. 73 Así lo certifica en la autorización que concede el Licenciado Pedro López de Mesa al impresor Alonso de la Barrera; Sevilla, 15-XI-1571. Es una relación «italiana» en el sentido que prácticamente solo describe la actuación de las galeras y los generales italianos y D. Juan de Austria. Transcripción y edición en CODOIN, t. III, pp. 346-351. 74 «Venerable Deán y cabildo de la Santa Iglesia de Toledo… habemos acordado que se instituya y funde en esa Santa Iglesia una memoria para que perpetuamente en cada un año, a siete de octubre, se den en ella gracias a Nuestro Señor, por la victoria que fue servido dar aquel día en el año pasado…». San Lorenzo, 2-X-1572. BNM, ms. 13.040, ff. 187-188v. 75 Museo de Sta. Cruz, Inventario General, nº 1576. FERNÁNDEZ DURO, C., «El estandarte de D. Juan de Austria», en Tradiciones infundadas, Madrid 1888; IDEM, «Estandarte de la Liga y espada que San Pío V envió al Serenísimo Don Juan de Austria», en Boletín de la Real Academia de la Historia, 13 (1888) 299-306; IDEM, «Pormenores del estandarte de la Liga Santa», en Boletín de la Real Academia de la Historia, 14 (1889) 427-432; GONZÁLEZ, H., «Las banderas de Lepanto en la Catedral de Toledo», en Toledo. Revista de Arte (Toledo), nº 176 (1921) 185-190; REVUELTA, M., Museo de Santa Cruz, Toledo 1966, p. 48, láms. 18 y 19. 76 El estandarte, bendecido por Pío V, lo había recibido D. Juan en Sta. Clara de Nápoles, el 14VIII-1571, junto al bastón del mando supremo, de manos del Cardenal Granvela. El solemne acto y la procesión de los principales participantes de la Liga, en VANDER HAMMEN, L., Don Ivan de Avstria, o.c., pp. 159-159v. Así descrito por L. de Vega en su tragicomedia La Santa Liga: «Rosales: Llegó, Carpio, el señor don Juan a Nápoles, / acompañado de la flor del mundo: dióle el virrey Granvela el estandarte / y el gran bastón, de General insignia, / benditos uno y otro de Pío quinto. / Es de damasco carmesí, y en medio / tiene la imagen del Cordero santo / que puso por nosotros las espaldas / en una cruz; y luego, en orden puestas, / sus armas, las de España y de Venecia. / Irá a Mecina, donde ya le aguarda / con la embajada, monseñor Salviati» (Acto Tercero). 77 Se conservó hasta la invasión francesa pereciendo en el incendio de 1811 en el que desaparecieron tantas joyas del monasterio, víctimas de la barbarie del ejército del mariscal Suchet. El farol fue muy popular entre el pueblo que lo llamaba «la llantía del rey moro». En el Libro de Bienhechores, escrito en 1637, se hace este asiento en 1569 (sic): «en este mismo año el sereníssimo señor Don Juan de Austria ofreció a esta Reyna del cielo un fanal muy curioso que fue de la armada de los turcos que venció en Lepanto, y una lámpara de plata de peso de treynta marcos, y para su dotación cien ducados». Otra referencia encontramos en ARGAIZ, G. de, La perla de Cataluña. Historia de Nuestra Señora de Monserrate, Madrid 1677, pp. 204-205: «No le pareció bastante ofrenda para ostentación de triunfo que imputava a la protección y amparo de María; y assí colgó en su capilla el farol que avía estado en la capitana del general de la armada Halí Baxa, que hasta el día de oy persevera, y treze banderolas, que están colgadas en la iglesia vieja» 78 Ingresó en el monasterio extremeño en 1577 y en la sacristía (capilla de San Jerónimo), iluminando dos lienzos de la vida del santo, de Zurbarán (las tentaciones y los azotes), se conserva en la actualidad. Cfr. SÁNCHEZ PRIETO, N., «Lepanto: La más alta ocasión», en Guadalupe (Monasterio de Guadalupe), nº 595 (1971) 261-267. Reproducciones, en GARCÍA, S. (coord.), Guadalupe: siete siglos de fe y cultura, Madrid 1993, p. 419; PALOMERO PÁRAMO, J.M., La Sacristía de Guadalupe. Sala digna de los cielos, Madrid 1998, pp. 14, 19, 39 y 146. 79 QUEVEDO, J. de, Historia del Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial, Madrid 1849, p. 27; MORATA, N., «Los fondos árabes primitivos de El Escorial», en Al-Andalus (Madrid), II/1 cervantistas 1 24 4/8/01 19:32 Página 24 F. Javier Campos y Fernández de Sevilla [22] (1934) 88-89 y 180; ANDRÉS, G. de La Real Biblioteca de El Escorial, Madrid 1970, p. 31; JUSTEL, B., La Real Biblioteca, o.c., p. 138. 80 Memorias, o.c., p. 81. 81 Memorias, en DHME, Madrid 1916, t. I, p. 15. 82 Parte I, caps. 39 y 42. 83 Se le califica en algunos textos «rey de Argel»; lo de renegado o apóstata le viene porque siendo calabrés de nacimiento y cristiano de religión, se convirtió al islam. 84 Pío V, en señal de perpetua memoria, añadió a la letanía la invocación de «Auxilium christianorum» y estableció para el 7 de Octubre la fiesta litúrgica de Ntra. Sra. de la «Victoria», pasándola Gregorio XIII al primer domingo de Octubre bajo la advocación de Ntra. Sra. del «Rosario»; Clemente VIII extendería la fiesta al calendario universal de la Iglesia. 85 Quijote, I Parte, cap. 39. 86 «En 20 de agosto del año de 1573 el señor D. Juan de Austria, hermano del Rey Don Philippe nuestro Señor, envió a S.M. cuatro fanales o linternas de las galeras del Turco, que eran las que había tomado y vencido en el año pasado de 1571 en la guerra naval, los cuales se pusieron en la librería deste monesterio por memoria de tan señalada victoria. Los tres fanales fueron de la galera capitana de Ali Baxá, al que cortaron la cabeza, y el cuarto fue el que tomó el Marqués de Sancta Cruz en el año de 1572 de un nieto de Barbarroja, a quien mató el dicho Marqués en la dicha galera. Después mandó S.M. del rey nuestro Señor que se llevase uno destos faroles al monesterio de nuestra Señora de Guadalupe, y otro se llevase al monesterio de nuestra Señora de Monserrate, porque ansí lo había prometido el dicho señor D. Juan de Austria». SAN JERÓNIMO, J. de, Memorias, o.c., p. 88; VILLACASTÍN, Memorias, o.c., p. 15. 87 Quijote, I Parte, cap. 39. 88 Felipe Segundo, o.c., p. 123. 89 Citado por CARRERO, L., «La batalla naval de Lepanto», en El Escorial (1563-1963), Madrid 1963, t. I, p. 255. La misma idea, pero ya con otras palabras, expresa el P. MARIANA, cfr. Historia, o.c., L. III, cap. 15. 90 El autor de esta copia se sale de la línea narrativa de las anteriores para hacer un elogio de los vencidos: «Porque al enemigo no se debe quitar lo que le toca de honor en cubrir su valor, se dize por cosa muy cierta, y que es buen testigo la sangre que de nuestra armada se derramó, que combatieron con grande esfuerzo y obstinación…». 91 El «divino» Fernando de Herrera no sigue el texto de ninguna relación, porque su pluma vuela por las regiones más altas de la inspiración, cantando el hecho grande de Lepanto, sin ceñirse al dato. 92 Agua y fuego como elementos primigenios que se atraen y repelen. También así lo vio y expresó A. de ERCILLA: «Unos al mar se arrojan por salvarse / del crudo hierro y llamas perseguidos, / otros que habían probado el ahogarse / se abrazan a los leños encendidos: / así que, con la gana de escaparse / a cualquiera remedio vano asidos, / dentro del agua mueren abrasados, / y en medio de las llamas ahogados». La Araucana, Canto XXIV. 93 TOLEDO, Fr. J. de, Relación sumaria del incendio de esta casa y convento de San Lorenzo el Real del Escorial en el año 1671, en DHME, t. VIII, p. 76; todo el incendio, pp. 69-81. 94 Quarta Parte de la Historia de la Orden de San Gerónimo, Madrid 1680, p. 226; todo lo relacionado con el incendio y los problemas de la restauración, pp. 215-256. Para ver cómo quedó después, cfr. Ibid., Descripción del Real Monasterio, o.c. 95 QUEVEDO, J. de, Historia, o.c., p. 128; todo el relato del incendio, pp. 121-128. cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 25 EL LEPANTO INTERCALADO DE DON QUIJOTE Mary Malcolm Gaylord Con la «Historia del Cautivo», Cervantes integra por primera vez en el mundo ficticio del Quijote de 1605 un auténtico acontecimiento histórico, reconocido como tal tanto por los personajes de la obra como por sus lectores. Como el autor que lo inventa, el personaje Ruy Pérez de Viedma, a quien conocen don Quijote y compañía en la congregada venta de la Cuarta parte de la novela, acaba de regresar a España tras largos años de cautiverio. Aunque la mayor parte de su relato, a más de su indumentaria y la mujer africana que lo acompaña, lo identifican con aquella involuntaria estancia argelina, el relato del Cautivo lo vincula también con varios encuentros militares que pertenecen a la historia política de su época. Entre éstos, el principal es la célebre batalla de 1571, en la que la Santa Liga cristiana de italianos y españoles quita a los turcos su dominio absoluto sobre el Mediterráneo oriental. El «discurso verdadero» que promete el Cautivo a sus oyentes cuenta con la corroboración no sólo de historiadores y poetas contemporáneos, sino también de la experiencia personal del autor. Cervantes nos recuerda, en textos de diversa índole, una y otra vez a lo largo de su carrera de escritor, su presencia en «la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros».1 Nos recuerda también que lleva en su cuerpo la marca indeleble de su propia participación en la famosa jornada: la mano que quedó inútil a consecuencia de una grave herida.2 Si tras el éxito del Quijote Cervantes se consolaría en el Viaje del Parnaso (1614) de haber perdido la mano izquierda «para gloria de la diestra»,3 sus demás declaraciones acerca de Lepanto siempre parecen elevar el día 7 de octubre a la condición de cima de su existencia. Dada su trascendencia histórica y autobiográfica, no es la repetida invocación cervantina de los eventos de 1571 lo que debe sorprendernos, sino el hecho de que el escritor nunca los hiciera tema principal de una obra entera. Acaso el número elevado de obras contemporáneas dedicadas a la batalla naval, que incluía la célebre Canción herreriana, la Relación de la guerra de Chipre, y Sucesso de la Batalla Naval de Lepanto (1572) del sevillano, y La Austríada de Juan Rufo (1584), elogiada por Cervantes en varias ocasiones, le dejaría poco espacio para elaborar por extenso su propia visión del triunfo cristiano. A pesar del lugar de honor que evidentemente tuvo con él aquel día cumbre, es imposible no notar la brevedad de sus apariciones textuales y la consiguiente condición de viñeta, o de emblema, que se da a todas las instancias del tema de Lepanto en la obra cervantina. Su estatuto de fragmento narra- cervantistas 1 4/8/01 19:32 26 Página 26 Mary Malcolm Gaylord [2] tivo lo separa de otros eventos históricos menos significatvos para el autor, que merecieron sin embargo obras propias de la pluma del veterano de la batalla.4 ¿Cómo hemos de entender esta anomalía? ¿Cuál puede ser la explicación de la subordinación estética de un tema que goza de un privilegio ético sin igual en los escritos de Cervantes? En el caso de la historia del Quijote, por cierto, podríamos hacer la pregunta inversa: dadas la escasa ejemplaridad del protagonista, la poca fiabilidad del «mentiroso historiador árabe» y la densa nube de ficciones que envuelve la «verdadera historia» del hidalgo manchego, ¿con qué propósito decide Cervantes fiar la narración del magno acontecimiento a las arenas movedizas de una saga pseudo-heroica? Si se propone agudizar el caos epistemológico de su extraordinario mundo novelesco, a fin de renovar su pretendido asalto contra libros de caballerías e historias inventadas, ¿por qué arriesga para ello nada menos que el día más importante de su vida? ¿Puede que, más allá de agendas metaliterarias, el autor quiera decir algo sobre la historia política de España, y sobre la representación de esa historia? Cualquiera que sea nuestra impresión preliminar de su importancia, un episodio que acerca al singular personaje don Quijote a los umbrales de la historia verificable y de la vida de su autor pide un escrutinio particularmente escrupuloso. Comencemos por lo más obvio: en la Historia del Ingenioso Hidalgo, la famosa batalla naval se inserta en una secuencia novelística cuyo centro se encuentra, aparentemente, en otra parte. En su condición de intruso en el relato principal, la batalla misma constituye un episodio intercalado, tan ajeno a la fábrica de la historia de don Quijote como cualquiera de las llamadas «novelas intercaladas» del Quijote de 1605. Tan ajeno, pero a la vez tan capaz como cualquiera de éstas de despertar resonancias retóricas y temáticas con la ambiciosa trama narrativa que les sirve de marco. Es precisamente en su calidad de injerto en el tronco de la fábula principal que nos proponemos considerar el Lepanto novelesco de Cervantes, buscando la lógica literaria de su presencia en la gran obra en sus relaciones intratextuales. Para ello, hemos de escudriñar la densa red de contextos ficticios construidos por el novelista, en el interior de la cual anida el breve recuento de los sucesos de la memorable jornada. I. LEPANTO SEGÚN RUY PÉREZ DE VIEDMA En la «tela de varios y hermosos lazos tejida» por la mano diestra del autor, la intromisión de una dosis de realidad histórica, todavia presente en la memoria de sus testigos, no tarda en agudizar el vértigo ontológico de un conjunto de relatos cuya aspiración a la condición de «verdaderos» descansa sobre premisas muy variadas. Lepanto debe su introducción en el mundo novelesco de Cervantes a un narrador ficticio, cuyas elecciones narrativas determinan el lugar que ha de ocupar y la importancia que se le atribuye. Sobre el andamiaje de una materia prima histórica que es también en parte autobiográfica (expedición de la Santa Liga, batalla de Lepanto, pérdida de La Goleta, piratería mediterránea, cautiverio argelino), el novelista hace que su personaje construya una fábula de proporciones y énfasis propios. En el relato de Ruy Pérez de Viedma, las vicisitudes de la experiencia personal tienen una proyección más amplia que su actuación estrictamente cervantistas 1 4/8/01 [3] 19:32 Página 27 El Lepanto intercalado de Don Quijote 27 pública y militar. De las tres partes desiguales de su «discurso verdadero», solamente una, bastante breve, recuerda su actuación como capitán entre soldados cristianos. Si la historia familiar de los Pérez de Viedma guarda siempre relaciones más o menos visibles con una trayectoria histórico-cultural que afectara a muchos individuos, es en el segundo segmento de su narración (segunda mitad del capítulo 39 y comienzo del 40) donde el Cautivo vincula su propia experiencia directamente con la historia política. A esta parte, precede otra aún más sucinta, que esboza la historia de la familia; la sigue la secuencia narrativa más larga de las atribuidas al Cautivo, la accidentada historia de su cautiverio. Es esta segunda parte sentimental, íntima, de su historia, la que fijará la atención no sólo del narrador, sino la de los personajes ficticios que son sus oyentes inmediatos, y la del mayor número de lectores en la actualidad.5 Nuestro propósito en las páginas que siguen es nadar contra esta corriente crítica, devolviendo la atención momentáneamente a la representación de la batalla misma y a algunos aspectos olvidados de su encuadre novelesco. La dispositio narrativa determina que, así como la historia del Cautivo se intercala en la de don Quijote, la relación de la batalla de Lepanto que ofrece Ruy Pérez de Viedma se intercala a su vez en el relato del participante ficticio. En el interior del juego de cajas chinas de la narración cervantina, esta brevísima relación ocupa apenas una página de la novela. Lepanto aparece primero como una noticia que ha llegado hasta Flandes, donde se encuentra el leonés en 1570 con las tropas del Duque de Alba. La prometedora nueva —que se ha formado un liga cristiana para responder a la toma otomana de Chipre, que don Juan de Austria ha sido nombrado general de la armada, que se prepara ya «gran aparato de guerra»— no tarda en despertar «el ánimo y deseo» del joven hidalgo. Este pronto «deja todo» para ir a Génova, donde por su «buena suerte» ha llegado el «Señor don Juan», con quien pasa luego a Nápoles y a Mesina de Sicilia donde la liga se está juntando, y finalmente a Lepanto. Allí se destaca en la acción militar como capitán de su compañía, pero tiene la mala suerte de ser separado de los suyos, accidente que lo deja en manos del rey Uchalí de Argel. Desde este punto —que se coloca en la mitad del primero de tres capítulos que se consagran a su historia— el relato del soldado se ocupa de varios encuentros posteriores a Lepanto antes de pasar a la narración del largo cautiverio que dura hasta que Viedma huye a tierra española con Zoraida. Además de su extrema concisión textual, la representación en torno al famoso acontecimiento tiene un aspecto retórico curiosamente reductivo. Tras la sumaria relación preliminar del camino que lleva al narrador a Lepanto, éste se limita a evocar unos poquísimos elementos de la batalla. Se sirve, primero, de un lugar común celebratorio de los más trillados: «aquel dia, que fue para la cristiandad tan dichoso, porque en él se desengañó el mundo y todas las naciones del error en que estaban, creyendo que los turcos eran invencibles por la mar, en aquel día, digo…» (I, 477).6 Algo que puede tardar en llamar nuestra atención es la cualidad formulaica, de frase hecha, que ostenta el homenaje en miniatura que Cervantes dedica al magno encuentro. Podríamos preguntarnos por qué no se esforzara el «raro inventor» a fin de representar de una manera más original aquel día de días. No es ésta, sin embargo, la única marca de reductividad que lleva este segmento del relato. cervantistas 1 28 4/8/01 19:32 Página 28 Mary Malcolm Gaylord [4] Para evocar una batalla inmensa en la que perecieron muchos miles de hombres, el personaje narrador señala una sola acción, su propio salto atrevido; y saca de su propio destino oximorónico, el cautiverio en la victoria, la figura emblemática que estructura el resto de su historia. El gesto heroico de Pérez de Viedma, de saltar a otra galera en un intento de socorrer a una pequeña banda de cristianos desamparados, ciertamente revela en el leonés una conciencia del deber y una voluntad de ejemplaridad: hizo, en sus propias palabras, «lo que debía en ocasión semejante» (I, 477). Pero tan generosa acción no está destinada a lograr su intención, sino que separa al héroe irremediablemente de los suyos. Al mismo tiempo, tiende un puente narrativo hacia el «otro lado» de la historia triunfal de la Santa Liga. Desde el momento de su heroico salto, el Cautivo narrará su historia no desde su «propio» lugar, sino desde un lugar ajeno. A partir de este instante decisivo, el personaje ficticio —a diferencia del autor histórico— verá, oirá, vivirá los subsecuentes acontecimientos de la campaña cristiana —Navarino (1572), Túnez (1573), La Goleta y su fuerte (1574), cuya narración llena la segunda mitad del capítulo 39— desde el otro lado de la frontera política y cultural. «En todos estos trances» —nos aclara— «andaba yo al remo» (I, 479). La decisión autorial de subir a este alter ego novelesco en las escalas oficial y activa de eminencia militar suele atribuirse al «ánimo y deseo» todavía vivos en el veterano Miguel de Cervantes Saavedra. Pero la decisión artística de representar la campaña cristiana posterior a Lepanto desde la otredad tiene otras posibles explicaciones y otras consecuencias literarias. Entre éstas, la más estudiada en años recientes es la imposición argumental de una interacción personal, incluso íntima, con los «enemigos» del cristianismo. En estos tratos —que llegan a dar su nombre a una comedia cervantina, El trato de Argel— cobran relieve cuestiones candentes de comunicación interlingüística y de identidad cultural. Pero bien antes de llegar a Argel, el personaje Ruy Pérez de Viedma, quien vive las campañas de 1571 a 1574 desde el lugar del Otro, revela cambios significativos en su ángulo de visión. Si la nueva perspectiva —privilegio dudoso— le permite observar en alguna ocasión la cobardía de los «leventes y genízaros» de las fuerzas turcas («tanto era el miedo que habían cobrado a nuestra armada» [I, 478]), o la sagacidad diplomática del enemigo que hace unas paces estratégicas con los venecianos a fin de preparar un nuevo asalto, también le deja ver ocasiones perdidas por los cristianos y hasta juzgar una victoria musulmana como castigo de Dios, «porque quiere y permite Dios que tengamos siempre verdugos que nos castiguen» (I, 478). No se nos pase que, en su recorrido del teatro de guerra mediterráneo en la década de 1570, el Cautivo se sirve de una sagacidad narrativa muy cervantina. En medio de su relato «desde el cautiverio», varía su ángulo de visión y sin aviso previo empieza a contar no solamente lo que pudo ver, sino también cosas que el cautiverio necesariamente vedaría a su experiencia: «la presa de La Presa», por ejemplo, o toma de la galera de Barbarroja por los napolitanos, capitaneados por el Marqués de Santa Cruz; el detalle de la defensa del fuerte de la Goleta, pormenores que pudo sin embargo haber escuchado a Pedro de Aguilar, autor de los dos sonetos sobre esta derrota que se recitan a continuación, y antiguo compañero de banco del Cautivo («la suerte le trujo a mi galera cervantistas 1 4/8/01 19:32 [5] Página 29 El Lepanto intercalado de Don Quijote 29 y a mi banco, y a ser esclavo del mismo patrón» [I, 482]). Este zigzagueo narrativo del Cautivo, en el capítulo 39, en ningún momento lo lleva a identificarse ideológicamente con el enemigo, pero deja entrever su escepticismo. En su nadir, la historia cambia notablemente de guión narrativo y de registro retórico. Mientras el Cautivo insiste, acerca de la pérdida de la Goleta, que «fue particular gracia y merced que el cielo hizo a España en permitir que se asolase aquella oficina y capa de maldades» (I, 480), también crea un espacio para los sonetos fúnebres de Pedro de Aguilar, grabados en la memoria de los antiguos compañeros de éste. Es muy significativo que sea el desastre de 1574, no una victoria cristiana, ni menos la máxima victoria del 7 de octubre de 1571, el que inspira la única efusión poética del episodio, que convierte a los defensores de la Goleta en heroicas almas inmortales.7 En ambas expresiones, mucho antes de abandonar la esfera militar, la historia del Cautivo empieza a distanciarse de la representación orgullosa de los triunfos de la Fe. El doble perfil de la Goleta —teatro de virtudes, teatro de vicios— cierra la fase naval de la carrera del Capitán con un emblema ambivalente de la empresa cristiana en el Mediterráneo. Estas vacilaciones contribuyen a la construcción de un relato inestable, que pasa abruptamente de la exaltación a la melancolía. Si su participación activa en conflictos militares tiene poca duración, el narrador protagoniza una contienda discursiva entre el impulso celebratorio y el lamento. Después de Lepanto, la historia se va alejando progresivamente del lugar común autocongratulatorio. La «verdad» que promete el Cautivo en su discurso no es, pues, una verdad unívoca. La historia del héroe de la gran batalla nos acerca al memorable día para distanciarnos del mismo. Como el doble epíteto de Ruy Pérez —el Capitán Cautivo— su versión de la historia política es un tejido de contradicciones. II. LEPANTO, INTERCALADO EN LA HISTORIA DEL CAUTIVO El camino que lleva al futuro capitán a la batalla de Lepanto tiene su comienzo en una decisión tomada, allá en las montañas de León, cuando Pérez de Viedma, padre, decide repartir su hacienda, in vita, entre sus tres hijos. Las raíces folklóricas de esta parte del «discurso verdadero» de la vida del Cautivo han sido reconocidas. La historia sigue, y compara, la fortuna posterior de los proverbiales tres hijos, pero se desvia en algunos aspectos significativos del cuento prototípico. Tres son, a mi manera de ver, los particulares que cobran significación en función del marco narrativo de la batalla de Lepanto, y de la trama principal de la novela: 1) el carácter idiosincrático de la figura paterna, 2) el mapa emblemático que trazan —y ponen al día— los hijos Viedma y 3) los nuevos sentidos que adquiere la noción de valor personal en el transcurso de su historia, dentro y fuera del relato de Ruy Pérez. Como infinidad de personajes cervantinos, Pérez de Viedma, padre, se ajusta con dificultad al papel que le ha dado la vida. Se ha retirado a su solar leonés tras una vida cuya única época digna de mención parece ser la milicia de su juventud. Cualesquiera que hayan sido los momentos decisivos de la experiencia juvenil del padre, éstos no pasan al relato del hijo. Lo que sí pasa, en cambio, es el peligro que constituyen los hábitos de «liberal y gastador» que cervantistas 1 30 4/8/01 19:32 Página 30 Mary Malcolm Gaylord [6] adquiriera como soldado: «que es escuela la soldadesca donde el mezquino se hace franco, y el franco, pródigo». La condición paterna «pasaba..los términos de la liberalidad y rayaba en los de ser pródigo» (I, 473). En esta curiosa reedición de la parábola del Hijo Pródigo (con ecos también de la de los Talentos), los personajes cambian de lugar generacional: aquí el Pródigo no es el hijo, sino el padre.8 Pero el padre tampoco cumple perfectamente con las expectativas que sugiere su prodigalidad, porque es el padre mismo quien encarna la prudencia (pro-videntia), poniendo frenos a su propia liberalidad, aunque sea con el paradójico gesto de un nuevo regalo. El hijo mayor —futuro soldado— se encarga directamente de las circunstancias económicas de su padre, devolviéndole una parte de su herencia, y persuadiendo a sus hermanos a seguir su ejemplo. Esta inversión de roles tradicionales tiene una consecuencia importante para los hijos, quienes no solamente buscarán una vida propia, sino también se ocuparán de proteger el «nombre» y el «ser» de su padre. La historia juzgará su éxito relativo en ambos terrenos. Cuando los tres hermanos abandonan la casa paterna y se dispersan, hacen visible el horizonte de expectativas de su generación. Y cuando, de acuerdo al refrán «Iglesia, o mar, o casa real» (I, 474) que les recuerda el padre, eligen carrera —el mayor la milicia, el segundo la navegación, y el menor las letras— y parten luego en sendos viajes —a Génova por Alicante, a Sevilla rumbo a las Indias, y a las prestigiosas aulas de Salamanca—, sus destinos esbozan un mapa emblemático de la aspiración personal del hidalgo seiscentista. Nuevo es, en este siglo, el reconocimiento de la preeminencia de las Indias occidentales como espacio idóneo para el comercio, que también podría cultivarse en el Mediterráneo, como lo indica la nave cargada de lana en la que viaja a Génova el futuro capitán. Pero los arquetipos actualizados por esta cartografía emblemática identifican el espacio mediterráneo con la milicia de Ruy Pérez de Viedma, quien a continuación se verá en medio de importantes acciones navales. A pesar de las derrotas sufridas por los cristianos, el Mediterráneo sigue siendo habitación «natural» de héroes, aun cuando lo dicho sobre la futilidad de la defensa de la Goleta sugiere que la misma geografía ayuda más a perder riquezas que a acumularlas. Con la llegada del hermano letrado, después de terminada la narración del Cautivo, nos enteramos de que ha sido el hermano indiano, el de la más segura profesión mercantil, quien ha garantizado el bienestar material del viejo. El que mayor prosperidad ha conseguido de los tres es este perulero, ahora «tan rico que con lo que ha enviado a mi padre y a mí, ha satisfecho la parte que él se llevó y aun dado a las manos de mi padre con que hartar su liberalidad natural» (I, 518). El mismo gesto ha permitido a su hermano menor la mayor libertad de movimiento que llevará a éste también a tierras americanas como Oidor en la audiencia de México.9 Evidentemente, en comparaciones de esta índole ha de sufrir el Capitán, quien gastaría su hacienda en armas milanesas y en «algunas galas de soldado» para luego caer en manos del enemigo, circunstancia que le impide ayudar a su padre y que le cohibe hasta el punto de no querer mandarle una noticia siquiera sobre su mala suerte. Si lo hiciera, la consecuencia más probable seria liquidar los recursos económicos de la familia para pagar su rescate. En el contexto de la saga familiar, el valor de ejemplaridad que puede tener la figura del Capitán se atenúa. Su participación en la batalla no viene a ser menos heroica, pero el cervantistas 1 4/8/01 [7] 19:32 Página 31 El Lepanto intercalado de Don Quijote 31 personaje se retrata como tan poco atento a posibles consecuencias negativas de sus acciones como lo era el padre en su exagerada liberalidad. Sobre todo, la historia en su conjunto sugiere que la vida militar —antes preferencia lógica del más privilegiado, del primogénito— no cumple con su antigua promesa de fama ni de fortuna. El mismo padre se anticipa al caso, cuando observa que «ya que la guerra no dé muchas riquezas, suele dar mucho valor y mucha fama» (I, 474). Pero aun el valor y la fama peligran en esta historia. La ruin fortuna del Cautivo indica que el sintagma del consejo paterno inaugural —«valer y ser rico»— se está consolidando en el sentido de unir el valor personal cada vez menos con el valor de los brazos de sus hijos, y cada vez más con las riquezas que sean capaces de acumular. En la familia Pérez de Viedma, quienes logran más en el campo económico, el perulero y el Oidor, pueden más. Son éstos los que protegen, acogen, acompañan, sostienen al soldado, y no viceversa. Lo hacen, además, sobre un terreno alterado: una vez efectuada la reunificación de los hermanos, la familia se dirigirá no a su solar leonés, sino a Sevilla. Allí, en el principal puerto del comercio transatlántico, el padre será invitado a presenciar el bautizo de su futura nuera y una boda que se celebrará en vísperas de la partida de un segundo hijo para las Indias. El centro de gravedad de la vida de esta familia arquetípica se mueve inexorablemente hacia el Oeste. Con este movimiento, y mientras la atención familiar se vuelve hacia conversiones, bodas (la del Cautivo con Zoraida, la posible de doña Clara con el joven don Luis), cargos oficiales, dotes y rentas, la batalla de Lepanto se queda atrás, como victoria que no tuvo las consecuencias que de ella se esperaban, como emblema de un orden que ha sido sustituido por otro. La heroica actuación del Capitán no lo ha llevado a cumplir con las expectativas de su familia: su historia ha culminado en el regreso a una playa patria donde apenas es reconocido como cristiano. El relato del Cautivo nos invita a contemplar el nombre y el ser de una familia en peligro. Hasta el desenlace feliz de la historia de cautiverio mantiene en su primer plano la crisis de identidad cultural: la conversión de Zoraida no es sino la más evidente de las múltiples instancias de migración y de transformación que ostenta la crónica familiar de los Viedma. Y mientras observamos la evolución socio-económica de la tribu, no podemos dejar de notar que no solamente estos individuos, sino también una nueva noción de «progreso» se reorientan hacia Occidente. No todas las trayectorias personales han de volver a su punto de origen. Los itinerarios del perulero y del futuro Oidor mejicano no se presentan como viajes de ida y vuelta. El horizonte transoceánico hacia donde se encaminan se postula como espacio propicio para la metamorfosis, como escenario de próximos cambios de profesión, de aspiración y de identidad personales. Hay en esta visión de inevitables transformaciones obradas por la nueva geografía del éxito, una nota profundamente melancólica, porque en ella se han alterado las mismas medidas del valor. En su posible proyección alegórica sobre la época de Felipe II, la figura del paterfamilias sugiere que el capítulo americano de la historia familiar se ha hecho necesario en consecuencia de la excesiva prodigalidad europea de la generación paterna. La ética de la ejemplaridad que subyace a todo texto heroico reta a los jóvenes a imitar lo mejor del pasado y de sus antepasados. cervantistas 1 4/8/01 19:32 32 Página 32 Mary Malcolm Gaylord [8] No debe sorprendernos por lo tanto ver la historia del Cautivo repleta de sucesiones de padre a hijo, y por lo tanto de genealogías del valor. La comparación de las dos campañas en la Goleta —triunfo del padre, derrota de los hijos— mide la distancia que separa 1535 de 1574 y la que separa a Carlos V de don Juan de Austria y de su hermano el Rey. A la familia real de España y los Pérez de Viedma, se agregan otros casos: la sucesión musulmana en Argel (Uchalí, hijo de sus obras, y su heredero y favorito Azán Agá; los Barbarroja, padre e hijo según el narrador (en realidad abuelo y nieto); y «aquel venturoso y jamás vencido capitán don Alvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz,» «rayo de la guerra», a quien el Cautivo honra además como «padre de los soldados» (I, 470). En estos casos, es muy varia la fortuna del valor en su transmisión de padres a hijos, aunque prevalece la ley del deterioro. El valor hasta puede cambiar de signo, como ocurre en la familia leonesa, como ocurre de manera depravada con Uchalí y su «garzón regalado», y como pasa por implicación en la sucesión de «nuestro buen rey Felipe II» al trono del «invictísimo» César. III. EL LEPANTO DEL CAUTIVO, INTERCALADO EN LA «CUARTA PARTE» La estructura formal de la Cuarta parte da a los tres capítulos de la historia de Ruy Pérez el lugar central: once capitulos la anteceden, once la siguen, creando el engaste narrativo de su representación autobiográfica. La presencia de don Quijote durante la estancia del Capitán y Zoraida en la venta es pintada por el narrador de fondo con una minuciosidad que no deja lugar a dudas sobre la intención autorial de crear complejas resonancias entre la actuación de su protagonista y las aventuras del Cautivo rescatado. A la narración de éste, preceden y siguen dos discursos de don Quijote sobre la milicia heroica; también lo enmarcan acciones elocuentes que se pueden leer en su conjunto como un grotesco contrafactum de la carrera del Capitán. Atendamos primero a los dos discursos quijotescos. Apenas llega el forastero, cuando éste, haciendo de tácito apuntador de la obsesión del caballero andante, lo inspira a lanzar su «Discurso de las armas y las letras», en el que el manchego saca de su imaginación una figura militar ideal casi idéntica a la del Capitán. En lo que el narrador presenta como «largo preámbulo» a una historia que todavía no se ha anunciado, don Quijote conjura con maravillosa presciencia una intervención idéntica a la que Pérez de Viedma ha de contar a continuación. El preámbulo que no se sabe preámbulo adelanta el acto que será eje de la historia a venir: el salto heroico a la galera enemiga. Pero evoca no solamente a uno, sino a toda una procesión de soldados valientes y arrojados: cuando cae uno, luego llega otro a llenar su lugar, hasta que él también se cae, y llega otro, y así sucesivamente en lo que anuncia un cuento heroico de nunca acabar. Al pintar una especie de danza de la muerte militar, inevitable según don Quijote por el uso de la artillería «en edad tan detestable como la nuestra», el discurso se va convirtiendo subrepticiamente en un elogio fúnebre por todos los injustamente caídos de todos los tiempos. De esta manera también se entronca retórica y temáticamente con los versos del personaje Pedro de Aguilar sobre los fallecidos en la Goleta que interrumpirán el relato del Capitán. cervantistas 1 4/8/01 [9] 19:32 Página 33 El Lepanto intercalado de Don Quijote 33 Un nuevo discurso, menos afortunado, se oye en un capítulo posterior (I.43) a la historia del Cautivo: después de la conclusión del relato de éste y de la reunión de los dos hermanos, que él atribuye a «las quimeras de la andante caballería» (I, 520), don Quijote se ofrece «a hacer la guardia del castillo». Durante su vigilia, extiende hacia Maritornes y la hija del ventero su propia mano heroica, bautizándola como «verdugo de los malhechores del mundo» (I, 528). En este discurso vanaglorioso que se expone en seguida a la contradicción de los hechos, el novel caballero se olvida de que Ruy Pérez ha dado este nombre a los vencedores musulmanes de la Goleta, como probablemente se olvida también, cuando acude al «agujero que a él le parecía ventana», de la caña y el pañuelo con los que Zoraida atrajera la atención del Cautivo. Tampoco sabemos si estos detalles del relato que acaba de terminar han sido capaces de estimular la imaginación perversa de las dos semi-doncellas. Al señalar resonancias mutuas entre las palabras de don Quijote y las del Cautivo, no podemos dejar de notar el eco alto, sonoro y significativo que vincula la exaltada expresión mesiánica del manchego con la oración hiperbólica que dedica el leonés a la gran jornada de 1571: «en él se desengañó el mundo y todas las naciones del error en que estaban, …en aquel día, digo, quedó el orgullo y soberbia otomana quebrantada…» (I, 477). Si las palabras del Capitán quedan en pie, la «suerte» (máscara siempre de la voluntad autorial) castigará a don Quijote por pronunciar discurso tan vanaglorioso, convirtiéndolo en vivo emblema, no del valor de su brazo, como querría, sino de su condición de pecador y, peor aún, de su perfecta impotencia.10 En una obra tan cuidadosamente armada, tampoco puede ser casualidad el hecho de que don Quijote es castigado en el momento mismo cuando sus palabras se acercan más a la retórica congratulatoria que Ruy Pérez dedica a la victoria de Lepanto. Agreguemos ahora al complejísimo entramado novelesco la contribución de las acciones del protagonista. Cuando se asoman Ruy Pérez y su señora a la venta, interrumpen la secuencia que se elabora en torno a la lectura de La novela del Curioso impertinente, durante la cual un Quijote alucinado acuchilla unos cueros de vino, para él gigante a quien «no [le] ha de valer [su] cimitarra» (I, 438).11 A la evocación de este «Gran Turco», sigue la afirmación de Sancho, de que «sin duda alguna, el gigante está ya muerto,….que yo vi correr la sangre por todo el suelo, y la cabeza cortada» (I, 438). La búsqueda de la cabeza esquiva preocupa al escudero, quien piensa que por no encontrarla le pueden quitar su ínsula, durante casi dos capítulos. Es cierto que la decapitación de gigantes ha ocupado ab initio un lugar de honor en la agenda heroica del manchego (recuérdese a Caraculiambro [I.1]), pero la búsqueda de esta cabeza contribuye de manera burlesca al vértigo ontológico creado en torno a la doble historia de Dorotea/Micomicona. Aunque el tironeo entre fabulosas fábulas heroicas y casos aldeanos de honras y casamientos logra desconcertar en más de una ocasión a amo y escudero, don Quijote nunca abandona la imagen de la cabeza del moro, prueba de su valentía y trofeo de su «victoria». Y cuando no satisface a personajes ni lectores sobre el destino de la imaginada cabeza, el novelista sembrará recuerdos de la fantasmagoría quijotesca en el relato del Cautivo: el trágico destino de Pagán Doria (hermano de Juan Andrea), a quien unos «alárabes» que se ofrecieron a ayudarlo le cortan la cabeza, para llevársela al general del ejército turco (I, 481). Aquí puede que cervantistas 1 34 4/8/01 19:32 Página 34 Mary Malcolm Gaylord [10] Cervamtes recuerde también la decapitación de Alí Pashá, general de la armada turca en Lepanto, cuya cabeza los soldados cristianos presentaron como trofeo de victoria a don Juan de Austria.12 Este además, según los bardos de Lepanto, bien pudo haber contemplado la mar hecha un lago de sangre, aludido quizás en el aposento «hecho un lago» (I, 460) del episodio de los Cueros de Vino.13 La fábula principal del Quijote de 1605, la del Ingenioso Hidalgo, también contrahace a grandes rasgos la del Cautivo. Los dos comparten la vocación militar que los saca de pueblo y solar, la exaltación del combate y amargura de la derrota, hasta la compañía de una «doncella» o «princesa» africana. Y al fin compartirán la pérdida de la libertad. Poco después de pronunciar el segundo de los discursos heroicos que enmarcan la Historia del Cautivo, don Quijote irá a ocupar el lugar emblemático de éste, cuando lo prenden y lo llevan enjaulado hacia su pueblo, convencido de que está en poder de encantadores. El «discurso verdadero» del veterano de Lepanto no ha logrado sacar al desfacedor de entuertos de la jaula de sus ficciones, ni mucho menos de la confusión entre historia y ficción. Con don Quijote, el recuerdo de la acción heroica real sólo ha servido para alentar fantasmagorías. IV. LEPANTO Y LA CRÍTICA CERVANTINA DE LA IMITACIÓN Gran parte de la confusión que se genera en la novela en torno a la viñeta que evoca la batalla de Lepanto radica en la práctica, y en el problema, de la imitación de modelos. Si la imitación es capaz de promover agendas heroicas, no es menos capaz de hundirlas. Recuérdese que, a la hora de censurar la desastrada política exterior que lleva a la pérdida de la Goleta, lo que más exaspera al narrador de la Historia del Cautivo no es lo que tuvo la preservación de la base militar tunecina de inútil y de contraproducente en lo material y en lo moral: lo que lo desquicia es el haberse emprendido su defensa únicamente para «conservar la memoria de haberla ganado la felicísima del invictísimo Carlos Quinto, como si fuera menester para hacerla eterna, como lo es y será, que aquellas piedras la sustentasen» (I, 480-81). En la expresión de Ruy Pérez, una de las formas predilectas de la imitación renacentista, la imitación de modelos heroicos, se funde con otra no menos valorada, la imitación estética, la que emprende el acto de representar. Al imitar al Emperador, según el Capitán, los defensores de la Goleta se propusieron no solamente repetir su triunfo, sino además convertir el fuerte, siempre que quedara en manos cristianas, en vivo monumento de la gloria de aquel primus inter pares de la historia militar. Su fracaso se ha de entender, pues, como un doble fracaso: el fracaso de armas se une al fracaso de un proyecto de representación. A la vez que emplea a su personaje para fustigar una malpensada empresa, Cervantes pone en boca del Cautivo la idea de que los hechos verdaderamente grandes no necesitan monumentos materiales. Quien intenta edificar monumentos, lo hace a su propia cuenta y riesgo. El héroe que ha entrado ya en la casa de la Fama no tiene necesidad ni de quien lo conmemore ni de quien lo imite, como por implicación imitarían los defensores de la Goleta, en vano, al «invictísimo Carlos Quinto». El recelo ante un impulso monumentalizador no es, por cierto, nuevo en la obra de Cervantes. Lo que sorprende aquí es la cervantistas 1 4/8/01 [11] 19:32 Página 35 El Lepanto intercalado de Don Quijote 35 declaración directa, carente de las ambigüedades e indirectas que caracterizan, por ejemplo, los poemas a Felipe II y a su magnígico túmulo.14 Por muy breve que sea la amarga diatriba del Cautivo, sus efectos se dejan sentir en detalles trágicos de la narración militar como la muerte de Pagán Doria y en los versos de Pedro de Aguilar, repletos de expresiones herrerianas como «esta estéril tierra, derribada» y «este suelo…de mil memorias lamentables lleno» (I, 483). Y más allá de cualquier alusión local, las expresiones anti-monumentalizadoras del personaje —él mismo, como el autor histórico, un fracasado en la imitación heroica— se proyectan hacia otras regiones de una novela cuyo protagonista es archi-imitador y archi-automonumentalizador. El proyecto de vida quijotesco ofrece por implicación una emulación de la carrera militar, no sólo de Amadís o de Orlando, sino de su contemporáneo el Capitán, a la vez que constituye un desafío a la ley histórica de decaimiento implícita en la trayectoria mediterránea de éste. No es menos urgente para el hidalgo de la Mancha asegurar la compilación de la crónica que celebrará sus hazañas, haciendo eterna su memoria. De estos dos proyectos, estrechamente vinculados, el narrador cervantino se burla despiadadamente a lo largo de la obra. Volvamos a nuestra pregunta original: ¿por qué se nos da en esta novela un Lepanto tan corto, tan banal, y tan pronto abandonado como historia verdadera? Si juntamos la invectiva del personaje ficticio contra la vanidad de los monumentos con el espectáculo novelesco, entre festivo y trágico, de una imitación heroico-literaria desenfrenada, grotesca, a veces involuntaria, quizás podemos descubrir la solución al enigma de la brevedad del Lepanto intercalado del Quijote en su misma convencionalidad. Cuando, con la Historia del Cautivo, la realidad histórica se asoma a la cámara de espejos que es la ficción cervantina, se desencadena un proceso de deformación mimética en el que, al querer imitar la acción ejemplar de la gran batalla, personajes y texto se van alejando cada vez más de su precario ejemplo. Dicho proceso de transformación de la batalla en grotescos contrafacta de su ejemplaridad sólo puede ser creación de una ironía autorial que no deja de sorprender en este contexto. Tal postura haría inevitable, en todo caso, que cualquier intento de representar más cabalmente a Lepanto en el discurso irónico de la novela habiera de terminar como la segunda campaña (mimética) de la Goleta: en un desastre tan inevitable como innecesario. Es probable que, para dejarlo íntegro a la memoria nacional del mismo, «que es y será eterna», Cervantes reconociera la necesidad de revestir al Lepanto histórico de una fórmula lapidaria capaz de garantizarle cierta inmutabilidad verbal. NOTAS 1 «Prólogo al lector», Novelas ejemplares (1613), ed. Harry Sieber. Madrid: Cátedra, 1986. I, 51. 2 Para otra interpretación de las huellas de la experiencia cervantina en Lepanto, consúltese la contribución de Alicia Parodi a este volumen. 3 En el primer capítulo de Viaje del Parnaso, el dios Mercurio le dice al autor-personaje: «Bien sé que en la naval dura palestra/ perdiste el movimiento de la mano/ izquierda, para gloria de la diestra» (vv. 214-216). Poesias completas, edición de Vicente Gaos (Madrid: Castalia, 1973), I, 61. cervantistas 1 36 4/8/01 19:32 Página 36 Mary Malcolm Gaylord [12] 4 Piénsese, por ejemplo, en La Numancia, en las tempranas canciones sobre la Armada Invencible o la muerte de Felipe II, y los versos y obras dramáticas sobre el cautiverio argelino del escritor. 5 Sobre la narración del cautiverio, se pueden consultar los importantes trabajos de Francisco Márquez Villanueva, Personajes y temas de Don Quijote (Madrid: Taurus, 1975), págs. 92-146; María Antonia Garcés, «Zoraida’s Veil: ‘The Other Scene’ of ‘The Captive’s Tale’» (Revista de Estudios Hispánicos 22 [1989]: 65-98); y Paul Julian Smith, «‘The Captive’s Tale’: Race, Text, Gender» (Quixotic Desire: Psychoanalytic Perspectives on Cervantes, ed. de R. El Saffar y D. de Armas Wilson, Ithaca, Cornell University Press, 1993), págs. 227-235. 6 Citamos aquí y a continuación por la edición de Luis A. Murillo (Madrid: Castalia, 1978). Para la difusión contemporánea de semejantes fórmulas celebratorias, véase la contribución a estas actas de Francisco Javier Campos y Fernández de Sevilla. 7 En estos sonetos, Cervantes hace eco no del Herrera triunfal de la «Canción en alabança de la Diuina Magestad por la vitoria del Señor Don Juan», sino de la «Voz de dolor i canto de gemido», composición en que el poeta sevillano llora la derrota de portugueses y la muerte del Rey Sebastián en Alcazarquivir en 1578. Fernando de Herrera, Poesía original castellana completa, edición de Cristóbal Cuevas (Madrid: Cátedra, 1985). 8 En el capítulo 15 del Evangelio según San Lucas, el pródigo de la famosa parábola es el hijo menor. Stith Thompson señala que la misma distribución de papeles se hace en cuentos folklóricos europeos sobre el retorno del Pródigo (motivo número 935 en su sistema de catalogación). The Folktale (Berkeley, California: University of California Press, 1977), págs. 129-30. 9 El Oidor, sin embargo, se cuida de separar su propio ascenso del éxito mercantil de su hermano: «Dios y mi diligencia me han puesto en el grado que me veis» (I, 518). 10 Estas ideas se amplían en nuestro «‘The Whole Body of Fable With All of Its Members’: Cervantes, Pinciano, Freud» en Quixotic Desire: Psychoanalytic Perspectives on Cervantes, págs. 117-134. 11 Murillo aclara que don Quijote obedece una convención de la literatura caballeresca al suponer que su gigante es turco (I, 438, nota 3). 12 El dato se recoge en forma novelesca en el tercer libro del Persiles, como apunta J. B. Avalle-Arce en su Enciclopedia cervantina (Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 1997). 13 Sobre la imagen del mar teñido de la sangre de los miles de muertos y heridos en la batalla, consúltese la antología de José López de Toro, Los poetas de Lepanto (Instituto Histórico de Marina, 1944). 14 Sobre este poema, y sobre la sátira cervantina de la representación imperial, véase nuestro «‘Yo el Soneto’: Cervantes’s Poetics of the Cenotaph» en Self-Conscious Art: A Tribute to John W. Kronik, ed. Susan L. Fischer (Lewisburg: Bucknell University Press, 1996), págs. 128-150. cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 37 HACIA UNA RE-EVALUACIÓN DE LEPANTO I. K. Hassiotis La mayor parte de los análisis no descriptivos que se han hecho sobre la batalla naval de Lepanto, se preocupó de poner en duda la importancia de ésta a través del tiempo y, en consecuencia, de desvirtuar la apreciación cervantina por la «más alta ocasión que vieron los siglos».1 Esta puesta en duda tiene su origen principalmente en los años de la Ilustración y, hasta el periodo de entreguerras, no sólo fue de orden historiográfico, sino que, en mi opinión, fundamentalmente ideológico; y para ser más preciso, de evidente carácter antihispánico y no al margen de lo que se conoce como «leyenda negra».2 No obstante, la subvaloración de la batalla naval se hizo mucho más sistemática después de la Segunda Guerra Mundial, claramente cuando cambian las prioridades de la historiografía contemporánea; en otras palabras, cuando ésta, mostrando un obstinado rechazo por la llamada «historia de los acontecimientos» y, en especial, por la historia política, se inclina, al contrario, por los fenómenos económicos y sociales de la «larga duracion»3. En todo caso, algunos enfoques más tradicionales de la historia del Mediterráneo también pusieron en tela de juicio la importancia de la batalla de Lepanto, enfatizando, por el contrario, las consecuencias a largo plazo de otros hechos bélicos y diplomáticos de la misma época, aunque menos conocidos: de la derrota de los portugueses en el Alcazarquivir marroquí, el 4 de agosto de 1578, o, de la tregua hispano-turca de 1580.4 ¿Qué significa entonces discutir hoy día sobre un acontecimiento bélico, ocurrido hace 430 años y que para muchos historiadores ha constituido, a pesar de su carácter espectacular, una mera estrella fugaz sin mayores consecuencias? Trataré aquí de responder, de la forma más breve posible, a las objeciones más serias que se han hecho en cuanto a la significación de Lepanto, insistiendo en aquellos aspectos que son menos conocidos, es decir, que están relacionados con los pueblos de Europa Oriental y en particular con los griegos. Ahora, aunque estos aspectos no invalidan las apreciaciones generales que encontramos en la historiografía contemporánea, muestran, a mi modo de ver, lo exageradamente negativo de dichas objeciones.5 Primera objeción: La actuación de la Santa Liga fue transitoria (duró sólo entre dos y tres años) y, lo más importante, no produjo ningún cambio a largo plazo en la política tradicional de las potencias involucradas: Los venecianos, un año y medio después de la batalla, en marzo de 1573, habían firmado, en secreto e independientemente de sus aliados, un tratado de paz con la Sublime cervantistas 1 38 4/8/01 19:32 Página 38 I. K. Hassiotis [2] Puerta, reconociendo con ello la soberania otomana en Chipre6. Los españoles, por su parte, que constituían el factor principal en la victoria de Lepanto, a partir de 1574 centraron una vez más su política, ya no en el Mediterráneo, sino que en el Atlántico y en Europa del Norte.7 Además, desde 1577 se interesarán en lograr una tregua con la Sublime Puerta, la cual firmarán efectivamente en 1580, como ya se ha dicho8. Por último, a la Santa Sede, el eje central de la campaña antiturca, le tomó cerca de veinte años realizar un intento similar, como fue el de la década de 1590, en los años del Papa Clemente VIII (1592-1605)9 y, más de cien años, para llegar a jugar nuevamente un papel unificador de las fuerzas europeas contra los otomanos, lo que ocurrió recién en 1684, durante el papado de Inocencio XI (1676-1689).10 Por otra parte, la destrucción de la flota otomana en Lepanto no impidió que los turcos, dos años después, hicieran una reaparición enérgica en el Mediterráneo central y que, una vez ocupada la base española de La Goleta, en Túnez, en el verano de 1574, reconquistaran y mantuvieran a lo largo de varios decenios su hegemonía en los pequeños estados del norte de Africa11. En consecuencia, la gran victoria cristiana del 7 de octubre de 1571, si bien había tenido un carácter espectacular, resultó «inútil» y no trajo mayores consecuencias.12 Sin embargo, el clima político tras la batalla naval, tanto en el Occidente cristiano, como en el Mediterráneo, sufrió un cambio perceptible en relación al periodo anterior. Primero que nada, los desembarcos otomanos en el Mediterráneo central y occidental se vieron limitados claramente después de Lepanto. Podríamos decir que en el Mediterráneo se consolida una especie de frontera marina, un limes, que separaba el lado oriental (que continuó estando bajo la soberanía otomana) del lado central y occidental (bajo soberanía indiscutiblemente cristiana). Además, el único triunfo militar de los turcos, que tuvo lugar más allá de dicha frontera, fue la ya citada reconquista de La Goleta, en 1574, un acontecimiento realmente impresionante pero que no invalidaba más que el éxito efímero que había tenido Don Juan el año anterior.13 Es claro entonces que no se la puede igualar a la batalla de 1571, ni siquiera al asedio de Malta en 1565. Por otro lado, desde entonces y durante dos siglos, no se produjo ningún conflicto cristiano-musulmán importante en aguas mediterráneas, ni de este, ni de oeste. Este hecho no se debía sólo a que el interés español se encontrara centrado ahora en el Atlántico y en Europa del norte14; se debía principalmente a la decadencia del poder marítimo otomano, decadencia que Cervantes ya había notado en 157115 y, que los mismos cristianos que habitaban en el imperio turco, verán de cerca durante las primeras décadas que siguieron a Lepanto16. Por supuesto, la reducción del poder militar otomano fue un proceso lento, pero continuo: fue necesario que transcurriera casi un siglo para que los turcos empezaran su retirada de la región norte de los Balcanes, es decir, después del segundo, siniestro para ellos, sitio de Viena, en 1683, y sobre todo, con la intervención, en 1684, de una nueva alianza, la Liga Sacra de Linz;17 y esperaremos dos siglos enteros para ver un nuevo desastre de la flota otomana en el Mediterráneo, como fue durante la batalla naval del 7 de julio de 1770 en el golfo de Çesmé, al este de la isla de Quíos.18 Pero aun cuando pareciera haber entonces una especie de estancamiento, la presencia marítima de los dos grandes rivales no dejó de existir en el Medite- cervantistas 1 4/8/01 [3] 19:32 Página 39 Hacia una re-evaluación de Lepanto 39 rráneo, si bien se había reducido, claro, en tamaño y eficacia. Es por ello que el período inmediatamente posterior a Lepanto pertenece a un nuevo capítulo de la historia mediterránea, caracterizado por continuos enfrentamientos navales, aunque a menor escala. Las fuerzas cristianas —fundamentalmente las flotas españolas de Nápoles y Sicilia, así como las flotillas de los caballeros de Malta y de Toscana— se limitaron a reiteradas campañas corsarias en el archipiélago del Egeo y las costas del mar Jonio.19 Los otomanos, a su vez, se conformaban con las incursiones de menor alcalce, que realizaban sus aliados norteafricanos en las costas de Sicilia, del sur de Italia, Cerdeña, las islas Baleares y, cada vez menos, en las costas de Cataluña y del sureste de la península ibérica20. No obstante, mientras los ataques de los norteafricanos apenas si ejercerán un cambio serio en la situación política y económica del Mediterráneo occidental, no se puede afirmar lo mismo de las incesantes operaciones de los cristianos en el Levante, las cuales, llevadas a cabo casi anualmente y, a pesar de su limitada extensión, traían sus consecuencias: primero, fomentaban conflictos de orden político que ponían en duda una y otra vez la legitimidad de la soberanía otomana, influyendo así en las relaciones entre la Sublime Puerta y las potencias europeas; segundo, minaban continuamente el desarrollo de la marina mercante otomana, como resultado de sus constantes operaciones navales (barcos hundidos, prisioneros cautivos, daños causados en los desastres y los saqueos etc.).21 Esta situación, en cambio, favoreció directamente las actividades marítimas mercantiles de los griegos, quienes, gozando de una relativa tolerancia por parte de los corsarios cristianos, se encargaron del tráfico de productos del imperio otomano hacia las rutas del Levante e incluso del Mediterráneo central.22 Para quienes están familiarizados con la historia neohelénica, este hecho es de especial interés, ya que está conectado con circunstancias que, más tarde, llevarán a un cambio en el escenario económico y, en cierto modo, también político, del mundo griego moderno. Objeción segunda: El gran impacto de la batalla naval en el mundo cristiano no tuvo posteriores resultados, puesto que la Liga, aparte de su actuación colectiva, no era en realidad paneuropea y no influyó en la totalidad de éste, ni siquiera en el lado occidental. Para empezar, cuando, el 20 de mayo de 1571, se constituye la «Santa Liga Antiturca» como confederatio perpetua, a pesar de que mostró un carácter no duradero, desde un principio se sumaron a ella no sólo España, Venecia y la Santa Sede, sino que también Génova (que, de todas maneras, se encontraba hacía años al servicio de la marina española), los caballeros de Malta y casi todos los pequeños estados italianos (Toscana, Saboya, etc.), incluso aquellos que eran enemigos de Venecia y España23. Desde este punto de vista entonces, tenemos una repercusión importante de orden político, aun cuando fuese transitoria: la pacificación, en primer lugar, de los pequeños estados italianos y su coalición, suceso que podríamos considerarlo como una muestra, muy temprana, de la unificación italiana.24 Pero además, la batalla naval no fue sólo obra exclusiva de españoles e italianos. La presencia paralela, dentro de la Liga, de aventureros y mercenarios, provenientes de diversos países de Europa (de Suiza, la mayor parte, pero también de Portugal, Irlanda, Dinamarca, Suecia, Alemania, Austria, Polonia e, incluso, de una Francia filoturca25), le daba a esa enorme movilización de cervantistas 1 40 4/8/01 19:32 Página 40 I. K. Hassiotis [4] fuerzas, más que un simple carácter mediterráneo; hasta cierto punto era paneuropea. Al mismo tiempo, el clima ideológico que surge tras la batalla en Europa occidental (y, como veremos, también en el Oriente cristiano), no tenía precedentes: la victoria cristiana en sí constituyó una razón para que reviviera el espíritu de cruzada a nivel pancristiano, incluso en aquellos países que colaboraban con los otomanos (por ejemplo en Francia)26. Y este resurgimiento del clima antiturco se ve, justamente, reflejado de dos maneras: primero, en la circulación de numerosos impresos breves y de carácter popular, que se referían al Turco y a su régimen tiránico27 y, segundo, en una abundante producción literaria y artística. No sé de otro acontecimiento de la historia moderna europea, anterior a la Revolución francesa, que haya inspirado tantas obras de la literatura y del arte, como ocurrió con la batalla naval de Lepanto. Independientemente de su calidad, la abundancia de estas manifestaciones, así como su alcance geográfico y su constante presencia a través del tiempo en diversos campos artísticos —desde la literatura popular y los singulares escritos profético-escatológicos, hasta la literatura erudita, junto con el teatro, la música, la escultura y la pintura—28 apuntan a un mismo hecho histórico: que los pueblos europeos, a pesar de su disgregación política y, más notable aun, a pesar de la gran escisión eclesiástica que los marcaba, continuaron actuando, ideológicamente, como miembros de una misma comunidad, compacta, o, si se quiere, de un «cuerpo cristiano común».29 Por otro lado, aunque la opinión pública europea no se liberó completamente de su tradicional «turcofobia»30, aun así el mundo occidental dejó atrás, en gran parte, su complejo de inferioridad frente al poderío otomano tanto militar como naval, pero sobre todo frente a este último.31 Es más, el número de desembarcos enemigos que realizan los turcos, ya sea en el Mediterráneo central u occidental, se ve, como ya se ha dicho, claramente reducido a partir de 1571. Las dos objeciones que veremos ahora conciernen principalmente a los griegos: La batalla naval, si bien tuvo lugar en aguas helénicas, los griegos mismos no participaron en ella; estamos, pues, hablando de un enfrentamiento en el que se debatieron las fuerzas occidentales con las otomanas, pero en el que no tomaron parte los pueblos cristianos del Levante turco. Y no obstante: la intervención, al menos del factor griego, en la guerra de Chipre y, en particular, en Lepanto, no era despreciable. El silencio que caracterizó a la bibliografía occidental, respecto a este punto, debido comúnmente a la ignorancia sobre la existencia de las fuentes correspondientes (las «orientales», en particular), así como a la parcialidad con que los historiadores seleccionaban las suyas, no borra una realidad bastante bien documentada: que la participación en el terreno militar, primero que nada de los griegos y, hasta cierto punto, de otros pueblos cristianos del territorio otomano, constituye un fenómeno con bastante importancia.32 En concreto, la presencia griega la podemos apreciar sobre todo en los siguientes campos: a) En la tripulación de las naves. Los casos más conocidos son las 4 galeras equipadas con comandantes y marinos griegos de Corfú, las 5 galeras cervantistas 1 4/8/01 [5] 19:32 Página 41 Hacia una re-evaluación de Lepanto 41 con tripulación de la isla de Zante y las 20 con cretenses. Dichas naves, junto con otras menores y menos equipadas, las cuales, operaban en las costas occidentales del Epiro y del Peloponeso, tomaron parte, a excepción de unas pocas, en la batalla naval de Lepanto. A este mismo campo de acción pertenecen los marinos griegos que operaban, ya fuera en conjunto con la flota cristiana o independientemente.33 b) En el potencial humano que intervino tanto en la defensa de Chipre, como en la de otras regiones bajo dominio veneciano, en Lepanto y en las operaciones, en general, de la Liga hasta el final de la guerra. En las fuerzas de tierra servían primeramente los «stradioti» o «estradiotas» y, en segundo lugar, las unidades militares irregulares greco-albanesas, que, como se sabe, eran empleadas tanto por los venecianos (en especial en sus dominios del Levante), como por los españoles en Nápoles y Sicilia, así como en casi todas las guerras itálicas y en Flandes.34 No disponemos de cifras exactas con respecto al número de los combatientes griegos provenientes de los territorios españoles de Italia. En todo caso, en base a los datos disponibles, sabemos que la mayoría de la población masculina adulta de origen griego y albanés, residente en la Italia española de esa época, sirvió en el ejército, la caballería ligera y en la marina.35 Además, numerosos testimonios, guardados principalmente en el archivo general de Simancas, hacen referencia a la participación de denominados griegos en «la batalla naval», la «jornada de Navarino» y en las operaciones de Don Juan en Túnez36. Los venecianos, por su parte, hacían reclutamientos masivos, generalmente obligatorios, para el ejército y la marina, pero no sólo en sus territorios, sino que también en aquellos bajo dominio otomano (como, por ejemplo, en las islas Cícladas)37. Se calcula que en 1570-1572 fueron reclutados, por lo menos en Creta, 3.841 remeros y marinos, además de 3.721 soldados.38 Sin embargo, en el número de griegos combatientes en Lepanto hay que considerar a los griegos de la parte turca. Es así como se calcula que en las vísperas de la guerra había entre 7.500 a 10.000 griegos, provenientes de Asia Menor y de las islas del Egeo, reclutados obligatoriamente como marinos y remeros en la flota otomana39. La mayor parte de ellos desapareció al hundirse las galeras otomanas en el golfo de Corinto. Paralelamente, casi todas las narraciones hechas por testigos presenciales de la época, hacen mención el papel decisivo que tuvieron en la batalla naval los motines y sublevaciones en masa por parte de los marinos y remeros cristianos de la flota enemiga. Por esta razón todos los prisioneros griegos, sin excepciones, fueron liberados, tras la batalla por los comandantes de la Liga.40 Como conclusión, podemos estimar que, exceptuando a españoles e italianos, la participación griega en las operaciones bélicas de la Santa Liga fue mayor comparativamente a la de los demás pueblos europeos beligerantes. Igualmente debe hacerse notar que los griegos también se sumaron, a su modo, a la euforia que se produjo en toda Europa con la creación de la Santa Liga y, en especial, con la victoria de los aliados cristianos en las islas Echínades. Las fuentes griegas respectivas, las llamadas «enthymiseis» (glosas recordatorias) y «crónicas breves» lograron, con su laconismo y todo, expresar de una manera indirecta y reservada la alegría que había provocado en estos autores anónimos la aparición en aguas griegas del «millar de bajeles latinos» cervantistas 1 42 4/8/01 19:32 Página 42 I. K. Hassiotis [6] y, más tarde, «la admirable y magna guerra» en la que precisamente —dice— «vencieron los Romaios»41. En los territorios bajo dominio veneciano y entre los griegos de la Diáspora, dicha euforia fue abierta y, en consecuencia, mucho más notoria, por razones obvias; por ello las muestras artísticas y literarias griegas que tienen como tema la guerra de Chipre, provienen justamente de estas regiones. No me refiero sólo a los escasos versos que se salvaron del paso del tiempo, sino que en especial, a las representaciones pictóricas de la batalla naval, ya sean dibujos (p. ejemplo los de Jorge Klontsas), iconos de la escuela jonia o las grandes composiciones (como las obras de Doménico Theotocópulos, con su retrato de Don Juan y, más aún, con su «Alegoría de la Santa Liga», o, los frescos de Antonio Vasilakis (o Aliense), que decoraban el palacio ducal de Venecia.42 Cuarta y última objeción: La intervención del factor griego en la guerra no impidió el avance turco en Chipre, ni la conquista de la isla; tampoco puso en serio peligro la soberanía otomana en otras regiones griegas. No obstante, la actuación de la Santa Liga y el desastre de la flota otomana en Lepanto no están totalmente desconectadas del destino del pueblo heleno: En las vísperas mismas de la batalla naval se había producido un clima revolucionario, único, en numerosas regiones del mundo griega (desde Chipre, Rodas y Peloponeso hasta Macedonia y el Epiro del norte), que se relacionaba directamente con el curso que tomaban las operaciones de la armada cristiana43. He aquí como describe las cosas en su patria el autor de un importante texto de la época: la Crónica de Galaxidi, escrita por el monje Eutimio, proveniente de un pueblo cercano a Delfos: «Disponiéndose los francos (los occidentales) a vencer a la armada turca, le dijeron a todos los cristianos que se levantaran en armas contra los turcos, y que ellos los ayudarían. Escuchando entonces los cristianos tales palabras de alivio con gran alegría y muy ocultamente se prepararon… y acordaron que algunos de tierra firme y otros del mar atacaran a los turcos diciendo ‘o la muerte o la liberación, y quien se arrepienta y nos traicione que no vea mejores días en el rostro de Dios’. Y todos pusieron las manos sobre los iconos y juraron por su vida… etc.»44 Todas aquellas rebeliones fracasaron o terminaron en sangrientos encuentros. Aun así, la esperanza de que algún día reaparecería «la armada», sirvió para mantener, durante décadas, un continuo espíritu revolucionario casi en todos las regiones griegas. Dichos intentos de sublevación, por su parte, incluso aquellos que constituían meros planes antiturcos y que no se llevaron nunca a cabo, fueron todos organizados inspirándose en el eco permanente de «aquel gran día»; y, al comienzo, en conjunto con las fuerzas aliadas cristianas que habían tomado parte en los hechos de 1570-72, y, más tarde, en colaboración con otros continuadores de la causa.45 Pero todos estos intentos, claro, no tuvieron resultados inmediatos; en los casos más desafortunados terminaron en rebeliones desorganizadas y de carácter local (en Chipre, el Peloponeso, en la Macedonia nordoccidental, en Tesalia y en el Epiro). Sin embargo, no por ello dejarían de tener consecuencias en el futuro. Primero que nada, revivieron la idea de que el régimen otomano no era ni legítimo ni tampoco irrevocable; de este modo, atizaban la cervantistas 1 4/8/01 [7] 19:32 Página 43 Hacia una re-evaluación de Lepanto 43 llama de la resistencia griega durante décadas. Segundo, permitieron que el asunto de la liberación se mantuviera pendiente, conectando, al mismo tiempo, la cuestión griega con la política europea en el Mediterráneo oriental.46 La importancia de este hecho se hace más evidente cuando la analizamos dentro de la perspectiva del tiempo. Porque, en último caso, la batalla naval de Lepanto, el 7 de octubre de 1571, preparó a largo plazo el terreno para la batalla naval de Navarino, que 256 años más tarde, el 8/20 de octubre de 1827, abrirá finalmente el camino para la liberación de Grecia y, con la independencia helénica como una suerte de catalítico, precipitará los procesos históricos que cambiarán, en forma radical, el mapa político de Europa sudoriental. NOTAS 1 Don Quijote de la Mancha, ed. Juan Bautista de Avalle-Arce, Madrid, 1979, vol. 1, Prólogo al lector. 2 Ya que el blanco de la mayoría de las acusaciones fueron la casa de Austria y, en particular, Felipe II, quienes, evidentemente habían cosechado los honores de la victoria a través de Don Juan. De la enorme bibliografia sobre el tema, me limito aquí a citar sólo el estudio clásico, aunque polémico, de J. Juderías, La leyenda negra, Madrid 1917 (última ed. 1986), y las obras más recientes de H. Kamen y J. Pérez, La imagen internacional de la España de Felipe II: Leyenda negra o conflicto de intereses, Valladolid 1980, y de Ricardo García Cárcel, La leyenda negra: Historia y opinión, Madrid 1998. 3 De todos modos es evidente la inseguridad del destacado representante de la historiografía de la «larga duración», Fernand Braudel, en el capítulo que dedica justamente a Lepanto en su ya consagrada obra El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, 2a ed. francesa, París 1966, 2a española Madrid 1976; véase la edición inglesa (utilizada para el presente estudio) The Mediterranean and the Mediterranean World in the Age of Philip II, London 1972, vol. II, p. 1089. La inseguridad de Braudel, que de cierta forma también está presente en su «Bilan d’un bataille», en Il Mediterraneo nella seconda metà del ’500 alla luce di Lepanto, ed. G. Benzoni, Florencia 1974, págs. 109-120 (= «Lepanto: Balance de una batalla», En torno al Mediterráneo, Barcelona 1997, págs. 287-298), llevó a Andrew Hess a ver en el destacado historiador francés la tendencia a atribuirle a la batalla una imagen similar a la de «previous imperial histories»; véase su artículo «The Battle of Lepanto and its Place in Mediterranean History», Past and Present, 57 (Nov. 1972), págs. 55-56. Para una valoración de la política filipina en el contexto de Lepanto, véanse las observaciones de E. Martínez Ruiz, «Felipe II en la encrucijada, 1565-1575», Madrid, Revista de Arte, Geografía e Historia, 1 (1998), págs. 73 y ss. 4 Para lo primero véase el análisis de Hess, op. cit., págs. 65-68. Respecto a las negociaciones hispano-turcas, que llevaron a la tregua de 1580, Braudel dedica bastantes páginas originales en The Mediterranean, II, págs. 1143 y ss. 5 Cf. también los interesantes análisis positivos sobre la importancia de la batalla, presentados en dos recientes estudios: Jean Dumont, Lépante, l’histoire étouffée, París 1997 (ed. esp.: Lepanto, La historia oculta, Madrid 1999, págs. 75 y ss.); David García Hernán y Enrique García Hernán, Lepanto: El día después, Madrid 1999, págs. 15-19, 157-162. 6 Michel Lesure, «Notes et documents sur les relations vénéto-ottomanes, 1570-1573, I», Turcica, 4 (1972), págs. 134-164; cf. M. Brunetti, «La crisi finale della Sacra Lega (1573)», Miscellanea in onore di Roberto Cessi, vol. 2, Roma 1958, págs. 145-155. 7 Sobre el cambio de la política naval española después de Lepanto, cf. M. de P. Pi Corrales, El declive de la marina filipina, 1570-1590, Madrid 1989. 8 Para la bibliografía reciente cf. J. M. Floristán, «Los prolegómenos de la tregua hispano-turca de 1578», Südostforschungen, 57 (1998), págs. 53 y ss. 9 Con respecto a la política antiturca de la Santa Sede después de Lepanto se puede consultar la monografía breve de Massimo Petrocchi, La politica della Santa Sede di fronte all’invasione ottomana (1444-1718), Nápoles 1955, págs. 78 y ss. Sobre la Liga del papa Clemente VIII, cf. Alexander Randa, Pro Republica Christiana: Die Walachei im «Langen» Türkenkrieg der katholischen Universalmächte (1593-1606), Munich 1964, págs 63 y ss., Peter Bartl, «Marciare verso Constantinopoli. Zur Türkenpolitik Klemens’ VIII», Saeculum, 20 (1969), págs. 44-56, y, recientemente, cervantistas 1 44 4/8/01 19:32 Página 44 I. K. Hassiotis [8] Marko Jakov, I Balcani tra Impero Ottomano e potenze europee (sec. XVI e XVII): Il ruolo della diplomazia pontificia, Cosenza 1997. 10 En cuanto a la intervención de Inocencio XI en la Sacra Liga de Linz, además de las abundantes relaciones que comprende la extensa obra de Ludwig von Pastor, Geschichte der Päpste, vol. XIV-2, págs. 694 y ss., cf. Petrocchi, op. cit., págs. 95 y ss. 11 Braudel, The Mediterranean, vol. 2, págs. 1127-1142; cf. Hess, op. cit., págs. 64-66. 12 Cf. Michel Lesure, Lépante: La crise de l’empire ottoman, París 1972, págs. 10 y ss, 254-255. 13 Dumont, op. cit., págs. 85-86, cita la «paradójica» evaluación de Cervantes, testigo presencial en las operaciones de Túnez, quien, en el Quijote (1a parte, cap. xxxix), afirma que «fue particular gracia y merced que el Cielo hizo a España el permitir que se asolase aquella oficina y capa de maldades y aquella gomia o esponja y polilla de la infinidad de dineros que allí [en Túnez] sin provecho se gastaban». 14 Cerca este eje estratégico se refiere más o menos la opinión de Braudel sobre la «paz en el Mediterráneo» tras la recuperación de Túnez por los turcos: The Mediterranean, vol. 2, págs. 1139 y ss. 15 Quijote, I, xxxix. 16 I. K. Hassiotis, «O archiepískopos Achridos Ioakeím kai oi synomotikés kiniseis sti Vóreio Épeiro, 1572-1576)» [El arzobispo de Ocrida Joaquín y los movimientos conspiratorios en el Epiro del Norte], Makedonicá, 6 (1964), págs. 238 y ss., y «Spanish Policy towards the Greek Insurrectionary Movements of the Early Seventeenth Century», Actes du IIe Congrès Intern. des Études du Sud-est Européen, vol. 2, Atenas 1978, págs. 313 y ss. 17 Sobre la euforia que surgió en Europa occidental, análoga a la de Lepanto, aunque de menor alcance geográfico, después del fracaso turco en Viena, véase S. C. Chew, The Crescent and the Rose: Islam and England during the Renaissance, Nueva York 1937, págs. 141 y ss., Cl. D. Rouillard, The Turk in French History, Thought and Literature (1520-1660), París 1938, págs. 70-72, 365-366, 379, 414-415, y D. M. Vaughan, Europe and the Turk. A Pattern of Alliances, 1350-1700, Liverpool 1954, págs. 284-285; cf. L. Drapeyron, «Un projet français de conquête de l’empire ottoman du XVIe et XVIIe siècles», Revue des Deux Mondes, 18 (1876), págs. 144-145. 18 La reacción de la opinión pública europea ante los éxitos rusos durante la guerra de 17681774 y, en particular, después de su victoria en Çesmé, se refleja en la circulación de publicaciones populares y en la producción literaria de intelectuales, italianos, en particular: Franco Venturi, Settecento riformatore, vol. III: La prima crisi dell’Antico Regime, 1768-1776, Torino 1979, págs. 110124. En cuanto a la postura de los griegos de Nápoles, cf. Costantino Nicas, «Cultura arcadica e Greci a Napoli nel settecento», Italohelenicá, Rivista di cultura greco-moderna, 2 (1989), págs. 237-251. 19 De la extensa, aunque variada, bibliografía sobre el tema, me limito aquí a citar, además de la obra general de Cesáreo Fernández Duro, Armada española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón, vol. 3, Madrid 1897 (reimpr. en 1972), los estudios especiales de Gino Guarnieri, I cavalieri di Santo Stefano nella storia della marina italiana (1562-1589), Pisa 1960, págs. 138 y ss., Alberto Tenenti, Venezia e i corsari, 1580-1615, Bari 1961, págs. 48 y ss., y Jaime Salvá, La orden de Malta y las acciones navales españolas contra turcos y berberiscos en los siglos XVI y XVII, Madrid 1944, págs. 287 y ss. 20 Véase, por ej., los estudios registrados por Florentino Pérez-Embid y Francisco Morales Padrón en su Bibliografía española de historia marítima, 1932-1962, Sevilla 1970, pág. 83, núm. 1.355-1.364, y el libro de Salvatore Bono, I corsari barbareschi, Turín 1964. 21 Ferrucio Sassi, «La politica navale veneziana dopo Lepanto. Il primo periodo: Da Lepanto ai tentativi di Lega Italica», Archivio Veneto, n.s., 38-41 (1946-47), págs. 99-200. 22 Alexandra Krantonelli, «I simasía tis navmachías tis Navpaktu stin anáptixi tis ellinikís navtilías» (La importancia de la batalla naval de Lepanto en el desarrollo de la marina mercante griega), Símikta (Instituto Nacional de Investigaciones, Atenas), 9 (1994), págs.269-282. 23 Cf. Dumont, op. cit., págs. 43-44, 62. 24 Cf. Dumont, op. cit., págs. 44-45: «Una prefiguración de la unidad italiana». 25 Cf. Dumont, op. cit., págs. 71-72. Sobre los «fanti foresteri» de las fuerzas venecianas que han participado en la guerra de Chipre y en Lepanto cf. las referencias de John R. Hale, «From Peacetime Establishment to Fighting Machine: The Venetian Army and the War of Cyprus and Lepanto», en Il Mediterraneo nella seconda metà del ’500 alla luce di Lepanto, ed. Gino Benzoni, Florencia 1974, págs. 174-175, 182. cervantistas 1 4/8/01 [9] 19:32 Página 45 Hacia una re-evaluación de Lepanto 45 26 Chew, op. cit., págs. 3 y ss., 100 y ss., y Rouillard, op. cit., págs. 37 y ss., 169 y ss., 646 y ss. Es importante notar que después de Lepanto se produjo un clima anticristiano en la sociedad otomana que, por décadas, influyó también negativamente en las relaciones entre la Sublime Puerta y las potencias católicas, en especial, con España; cf. Angelo Tamborra, Gli stati italiani, l’Europa e il problema turco dopo Lepanto, Florencia 1961, págs. 2-3. 27 La bibliografía más completa sobre estos impresos (turcica), aunque sólo del siglo XVI, se registró en dos tomos por C. Göllner, Turcica: Die europäischen Türkendrücke des XVI. Jahrhunderts, Berlín-Bucurest 1961. 28 La bibliografía es extensa. A modo de ejemplo se puede citar a José López de Toro, Los poetas de Lepanto, Madrid 1950, págs. 26 y ss. Cf. también la obra impresionante de Albert Mas, Les Turcs dans la littérature espagnole du siècle d’or. Recherches sur l’évolution d’un thème littéraire, vols. 1-2, París 1967, así como las contribuciones de Carlo Dionisotti, Giovanni Gorini, Achille Olivieri y Anna Pallucchini en Il Mediterraneo nella seconda metà, págs. 127-151, 153-162, 257-277, 279-287. 29 Sobre el significado que tenía en esa época este término y el papel del desafío turco en la evolución histórica del mismo, cf. I. K. Hassiotis, Anazitontas tin enotita stin polimorfía: Oi aparchés tis evropaïkís enotitas (Buscando la unidad en la variedad: Los orígenes de la unidad europea), Tesalónica 2000, págs. 59 y ss. 30 Relacionado con este fenomeno: H. J. Kissling, «Türkenfurcht und Türkenhoffnung im 15./16. Jahrhundert. Zur Geschichte eines Komplexes», Südost-Forschungen, 23 (1964), págs. 1-18. 31 Braudel, The Mediterranean, vol. 2, págs. 1088, 1103 y ss. 32 En cuanto a la participación de los griegos en la guerra de Chipre y en la batalla de Lepanto: I. K. Hassiotis, Oi Éllines stis paramonés tis navmachias tis Navpaktu, 1568-1571 (Los griegos en las vísperas de la batalla naval de Lepanto, 1568-1571), Tesalónica 1970, págs. 135 y ss., 194 y ss., 209 y ss.; cf. Manoussos Manoussacas, «Lepanto e i Greci», Il Mediterraneo nella seconda metà, págs 224 y ss. Sobre la impresión que causó la batalla en los pueblos de los estados danubianos: Andrei Pippidi, «Les pays danubiens et Lépante», ib., págs. 289 y ss. 33 Hassiotis, op. cit., págs. 91 y ss., 197 y ss. 34 Hassiotis, op. cit., págs. 135 y ss. Cf. Nasa Patapíu, «I káthodos ton Ellinoalvanón stradioti stin Kypro» (El avance de los estradiotas griego-albaneses en Chipre», Epetirida (Centro de Investigaciones Científicas, Nicosia), 24 (1998), págs. 194 y ss. 35 Cf. I. K. Hassiotis, «Sull’organizzazione, integrazione e ideologia politica dei Greci a Napoli (XV-XIX sec.)», Epistimoniki Epetiris (Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Tesalónica), 20 (1981), págs. 443-444, 446 ss. 36 Sobre el desembarco de las fuerzas de la Liga en Navarino, en 4/5 de octubre de 1572, véase Braudel, The Mediterranean, vol. 2, pág. 1123. 37 Hassiotis, Oi Éllines, págs. 169 y ss. 38 Hassiotis, op. cit., págs. 205-206. 39 Basilis Sfiróeras, Ta elliniká plirómata tu turkikú stólu (La tripulación griega de la armada turca), Atenas 1968, págs. 24-27; cf. Lesure, Lépante, pág. 192. 40 Sfiróeras, op. cit., págs. 29-30; Manoussacas, op. cit., pág. 229. 41 Es curioso el uso en esta frase del término «Romaioi», que se aplicaba a los griegos, ya desde la Edad Media; cf. Spyros Vryonis, «Recent Scholarship on Continuity and Discontinuity of Culture: Classical Greeks, Byzantines, Modern Greeks», Byzantina kai Metabyzantina, 1 (Malibu, 1978), págs. 248 y ss. 42 Manoussacas, op. cit., págs. 231-232. 43 Hassiotis, Oi Éllines, págs. 91 y ss., 135 y ss, y passim. 44 Véase la primera edición de Constantino Sathas, Chronicón anékdoton Galaxidíu (Crónica inédita de Galaxidi), Atenas 1865, págs. 212 y ss. 45 I. K. Hassiotis, «Oi evropaïkés dynameis kai to próvlima tis ellinikís anexartisías» (Las potencias europeas y el problema de la independencia griega), en Ellada: Historía kai politismós, Tesalónica 1981, págs. 97 y ss. 46 Cf. Hassiotis, op. cit., págs. 108-109, 114 y ss. cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 47 LEPANTO EN LAS EJEMPLARES Alicia Parodi de Geltman Era inevitable que esta vez habláramos de Cervantes en Lepanto. Pero, ¿acaso lo hace el autor, por lo menos en este corpus de las Ejemplares prologado por el más encendido elogio en toda su obra a «la más memorable y alta ocasión que vieron los siglos»? Sabemos que lleva el recuerdo en el cuerpo, más exactamente en la mano izquierda, que es la única marca corporal que exhibe su literatura, puesto que el retrato —el escamoteado del amigo, el apócrifo de Juan de Jáuregui y el repuesto (hecho y deshecho por él mismo), más el par de docenas de testimonios inventados, se resiste a la representación. Dé él no queda otra cosa que un blanco de página, una no-figura. Debemos de suponer, entonces, para Lepanto un proceso similar de borramiento y rescritura. La colección que sigue a este Prólogo está compuesta por doce u once narraciones cortas, según donde se mire; aunque luego de un extenso trabajo sobre la poética alegorizada, hemos decidido que se trata de una sola novela, armada en tres series y algunos recovecos. Lepanto, como el retrato prologal, y asociado a él, es un blanco, una no-figura. En la primera de las tres series en que las Ejemplares parecen estructurarse (La gitanilla, El amante liberal y Rinconete y Cortadillo), el primer síntoma lo ofrece Chipre en El amante, la novela medial. Contra las ruinas de las murallas de Nicosia, construidas / destruidas y evocadas en parlamento directo por el amante como gran apertura escenográfica, se recortará la figura de Leonisa, aparentemente muerta y verdaderamente resucitada. El único judío que usa la colección la lleva hasta allí para ser vendida apenas el amante da por concluido el largo relato retrospectivo que nos coloca en los acontecimientos. Como reapertura de ellos se suceden dos retratos de Leonisa. Leonisa con antifaz-Leonisa sin él. En los turcos, la luz de su belleza despierta lujuriosos deseos, no en Ricardo, «el que más la conocía». No es difícil que ahora asociemos Chipre al arquetipo femenino de Venus, y ésta a las Venus del neoplatonismo florentino de las que nos habla Panovsky,1 vestidas y desnudas. Como las que no llevan vestimenta, Leonisa es símbolo de verdad. A su vez, los mitógrafos ven en Venus una prefiguración de la Virgen María. Y efectivamente, Leonisa es una mujer, que como la Virgen reabre el ciclo de la Creación en el que resucita la criatura humana, precisamente con su Concepción Inmaculada, cuya imagen entre resplandores se difunde muy especialmente en España después de Trento, en sustitución de aquella que la representaba en el beso de Joaquín y santa Ana. (Santa Ana, el primer romance de Preciosa, recordemos).2 cervantistas 1 48 4/8/01 19:32 Página 48 Alicia Parodi de Geltman [2] Todavía, y a pesar de saber que la toma de Chipre indujo a Pío V a reunir en contra del Turco a la Liga Santa3, el lector no tiene suficientes datos como para establecer el nexo entre Lepanto y Leonisa.4 Pero si sigue leyendo en orden la colección se encontrará con el mapa de la Liga Santa en el viaje a Italia del Licenciado Vidriera, la novela central de la segunda serie, cuyos laterales son La española inglesa y La fuerza de la sangre. Cervantes ha marcado las tres novelas de esta segunda serie con un recurrente y autobiográfico viaje a Italia5 . El cautiverio está retratado en la Española inglesa, pero la geografía no va más allá de Roma. La primera hazaña naval de Ricaredo (recordemos que Lepanto es llamada así, «la naval»), toca sí las Tres Marías donde fue capturado nuestro autor6, pero más bien recuerda las incursiones de los ingleses en el Mediterráneo que dieron lugar a la construcción de la Armada Invencible, en que la participación de Cervantes no tuvo carácter heroico. Lepanto en La española inglesa es por lo tanto un lugar prometido y constantemente soslayado. Y en La fuerza de la sangre, poco hay de autobiográfico: quizás su mecenas o un hijo anotado en el Parnaso. Hay que llegar al Licenciado. Antes de convertirse en «intocable», Tomás viaja desde España a Italia. Si sólo contamos los renglones veríamos que las ciudades a las que dedica más espacio son Roma y Venecia, y que pasa dos veces por Nápoles para ir a Mesina, en un circuito no planeado7. Roma, Venecia y Mesina constituyen aproximadamente los extremos del recorrido italiano: Roma y Venecia, no hace falta decirlo, fueron, junto con España, socios de la Liga Santa. Mesina, es el puerto donde embarcaron los hermanos Cervantes. Esta vez Cervantes está tocando Lepanto. Casi. La posible asociación que traspasa los mares se produce a propósito de Venecia. Venecia, sin embargo envía la imaginación de Tomás, que todo lo ve y registra, al Occidente, a América. Los lectores que, desde el prólogo, buscamos Lepanto, quedamos una vez más burlados. En cambio, cercana a la costa oriental, en el centro, hay una ciudad y en ella sólo un «aposento» que suscita el asombro. Se trata del aposento donde se relató la más alta embajada y de más importancia que vieron, y no entendieron, todos los cielos, y todos los ángeles, y todos los moradores de las moradas sempiternas. Los habitantes de la altura no entienden este acontecimiento político. Sin embargo, para algunos terrestres, como san Agustín, se trata del viaje que parte la historia del hombre en dos, el del ángel que anuncia a la Virgen la Encarnación Divina en su vientre. El aposento de Jerusalén, trasladado por los ángeles a la ciudad de Loreto, es el que visita Tomás, después de volver a Nápoles y Roma. Nunca ningún personaje como el cristalino licenciado reflejó simultáneamente a Cervantes y a la Virgen. La Anunciación se corresponde a la etapa de formación de Tomás. La decisión heroica de Cervantes, recordada por uno de los vértices del triángulo, también: ¿que nos quiere decir? cervantistas 1 4/8/01 [3] 19:32 Página 49 Lepanto en las Ejemplares 49 Como el lector lee alegorías en el mapa cifrado que es la escritura cervantina, así Tomás ve el aposento de Nuestra Señora de Loreto desde las reliquias: …no vio paredes ni murallas, porque todas estaban cubiertas de muletas, de mortajas, de cadenas, de grillos, de esposas, de cabelleras, de medios bultos de cera y de pinturas y retablos, que daban manifiesto de las innumerables mercedes que muchos habían recibido de la mano de Dios por intercesión de su divina Madre. Tomás no representa la mirada del «que más la conocía» como Ricardo, ni siquiera ve las murallas. Tomás se prepara para licenciado, lo confundiríamos con el último Quevedo, el que hace sonar la Hora, por ejemplo. Es la mirada histórica que sin embargo ve el centro porque mira simultáneamente desde arriba. Por eso ve, a saber: la mano divina, a través de la intercesión de la Virgen, y luego la debilidad y miseria del hombre salvado, el agradecimiento a través de su dignidad rescatada en obra de artificio, y todavía más, ve su propia mirada, aguzada para reconstruir la totalidad. Casi como emblemas de estas perspectivas que parecen diferenciar las series de novelas, la Inmaculada de la primera restituye la imagen de la criatura humana antes de la caída. La Anunciación es ya historia. Diremos además, que la poética de la doble perspectiva está novelada dos veces en la colección: en el poema amebeo a Preciosa de Andrés y Clemente y en las coplas del relato de Ricardo en El amante liberal. En cambio, si releemos Rinconete, vamos a reconocer el producto de la doble mirada. Pues bien, después de lo que hemos llamado la novela de giro, El celoso extremeño, la tercera serie (La ilustre fregona, Las dos doncellas, La señora Cornelia, es serie de vuelta. Esta difícil mirada que conjuga dignidad y miseria, modélica en El licenciado (segunda serie) se va a desplegar en matices en la tercera serie. Sucede que Cervantes ha ido variando la manera de construir el sentido y por lo tanto de obligarnos a leer. Ahora podemos caracterizar a la primera serie por sus arquetipos. Si no fuera por lo que nos costó, diríamos que éstos se presentan casi directamente, con obviedad. Sólo Leonisa, la que en principio no asociaríamos con Lepanto es la que lleva tras sí capas superpuestas de intertextos históricos, habida cuenta de que no hemos hecho jugar las acaloradas polémicas que agitaron a las distintas órdenes religiosas a propósito de la Inmaculada. La segunda serie sí es histórica. Allí, más que arquetipos, reconocemos prototipos, personajes de una historia que es sagrada. Los intertextos culturales, si bien nos obligan a cierto ingenio, tienen lógica, por lo menos a la luz de la poética. La tercera serie, en cambio, más que jugar con personajes o con personajes más intertextos culturales, es serie de miradas y artificios, contemplación e imitación. La podríamos caracterizar con la conclusión tridentina tomada de la Carta de Santiago, la fe con obras, citada en La ilustre fregona. El padecimiento del lector aquí es supremo. Veamos: nada nos recuerda a Lepanto en La ilustre. Pero otra vez, la novela medial, Las dos doncellas, parece escrita desde la mirada de un ángel en la tierra. O un arcángel, Rafael, arcángel médico. Las tres novelas terminan renovando los orígenes, pero en ésta, desde la necesidad que significa la cervantistas 1 50 4/8/01 19:32 Página 50 Alicia Parodi de Geltman [4] deshonra de dos doncellas, terminaremos rehaciendo la dignidad de quienes debieran presidir la pirámide: la de los padres. Rafael de Villavicencio cura a ambas doncellas: casa a su hermana Teodora con el amante desentendido, Marco Antonio, da su nombre y vestidos de mujer a Leocadia, más que deshonrada, culpable. Cuando el orden parece restituido, la promesa de Marco Antonio de purificarse en peregrinación a Santiago, revitaliza la acción que ahora dibujará otro triángulo, netamente hispánico. Recorramos sus vértices: en Andalucía las dos doncellas han caído con diverso grado de culpabilidad; en Barcelona, recuperan la honra gracias al doble casamiento, y la ayuda de cirujanos de mar y tierra, convocados por Sancho de Cardona. A la vuelta a la casa paterna, los recién casados y purificados deben impedir —y pueden, seguramente gracias al apóstol— que la deshonra sea cobrada con sangre. El trío de arcaicos caballeros está compuesto por el padre de Marco Antonio Adorno, de familia de banqueros y el padre de los hermanos de Villavicencio, señores de tierras. El juez del duelo es el padre de Leocadia, que no es mayordomo, y se llama Enrique, no Sancho como primero dijo Leocadia: Enrique de Cárdenas. Un nombre que denota riqueza como el de los banqueros genoveses, y un apellido muy parecido al del señor que los auxilió en Barcelona. En las tres novelas de la serie hay «obras», pero aquí comienzan a gestarse las obras de arte hechas con la palabra. La literatura del Siglo de Oro bautizó significativamente a sus personajes y Cervantes, muy particularmente. Las tres novelas de la serie nos obligan a arduas peregrinaciones por diccionarios, historias, iconografías, pero en Las dos doncellas, no podemos entender nada si no comenzamos por esa tarea filológica. Pues bien, Leocadia, el nombre de la protagonista, viene de Leucades ‘el que proviene de las rosas blancas’. La asociación con Leonisa-Inmaculada es instantánea, mucho más si recordamos que Rodolfo, el nombre de su padre viene de ródon ‘rosa’. ¿Qué tiene entoces que ver este triángulo hispánico que trazan los jóvenes de la novela con Lepanto? Si el triángulo del Licenciado nombraba lugares, los vértices de este itinerario están ocupados por héores: Marcantonio Colonna, gran Condestable de Nápoles, es quien, sin demasiada experiencia en el mar —el personaje que lo representa en la novela cae hasta las rodillas— comandó las tropas cristianas en los preliminares de la formación de la liga Santa. Juan Cardona es uno de los hombres de Juan de Austria. Y la adarga blanquísima que ostenta en su brazo izquierdo el padre de Leocadia, a quien ella ha llamado Sancho, recuerda la figura de Santiago/Sancho, el Santo Patrono cuando, como en la batalla de Clavijo, luchaba del lado español, contra los moros. Invisiblemente: sólo los españoles veían su blanquísima armadura ¿Estará aquí este santo «medieval» auspiciando la renovación que traen los jóvenes desde su santuario, y al mismo tiempo asegurando la continuidad entre un tiempo antiguo y uno moderno? Si insistimos en buscar repeticiones que estructuran las series de novelas, deberíamos encontrar aquí un centro con una Virgen. Podemos suponer en este ambiente patronal que la ciudad puede ser Zaragoza, borrada por el tiempo, o por la culpa de haber engendrado un antipapa como Pedro de Luna. En ella queda aun el pilar sobre el que pisaba la Virgen cuando se le apareció cervantistas 1 4/8/01 [5] 19:32 Página 51 Lepanto en las Ejemplares 51 a Santiago, señal —dice Villegas en su Flos sanctorum8— de que éste efectivamente evangelizó España. Si la Inmaculada de la primera serie gozaba de la mayor visibilidad, pero poco nexo con Lepanto y la Anunciación, explícita en el texto, debemos evocarla detrás de un consistente y emblemático monumento histórico, la tercera, en cambio, nos obliga a entrecerrar los ojos, y adivinar, y quizás a equivocarnos9. ¿Será tan exigente Cervantes que nos obligue a atisbar detrás de la pía y el piovano de La señora Cornelia al dominico Pío V, el que percibe el avance de los turcos en Chipre e instiga a armarse a los reyes critianos? Lo cierto es que en la novela siguiente encontramos domini-canes. Un soldado (un alférez, recordemos que el licenciado es un anti-alférez, condenado a sufrir de alferecía por comer el membrillo toledano) cree que ha oído hablar a perros y escribe una novela. Nosotros la conocemos como El coloquio de los perros. Allí, los perros son dominicos, tanto como santo Domingo cuya madre soñó un día antes del parto que de su vientre nacería un perro con una luz, o san Vicente Ferrer, también dominico, a cuya madre le pasó lo mismo, y que creo que Cervantes lo tiene muy en cuenta, a la hora de recordar cismas. En el centro de esa novela, sin embargo, no hay nada parecido a un perfil esculpido del rostro de Pío V, como acostumbraban los relieves de época: sostenidas por el círculo del relato de la bruja, en cambio, se oyen palabras del Magníficat, el poema por el que el Renacimiento, en la escalada de inventores, registró a la Virgen como la primera poeta entre todos los humanos10. No es casual que algunos de sus versos coincidan con los de un poema heroico, La Eneida. Una alumna de grado, Mirta Aguayo, me alcanzó la explicación: en el Quijote de 1605, las instancias narrativas de la salida de don Quijote de Sierra Morena están simbolizadas por el rosario que el protagonista fabrica con su camisa: diez cuentas y una mayor. Las Ejemplares también, deduje. No son once ni doce novelas, sino diez y una mayor, El casamiento-Coloquio. He aquí el «misterio escondido» que nos anunciaba en el Prólogo. Si cuando abrimos el libro, nos pareció que vendrían filosofías de pastores, a la platónica, ahora sabemos que se trata de un objeto (concretamente, cuentas ensartadas), usado para practicar una devoción que tiene datación histórica. Fue difundida en la Contrarreforma, muy especialmente por Pio V desde la victoria de Lepanto, y que este objeto, en tanto comunica al hombre con su Creador, emblematiza el carácter mediador del artificio, obra del hombre. Las Ejemplares como «misterio» revelan ahora su valor sacramental. Nuestra búsqueda de Lepanto en las Ejemplares ha concluido. Podemos decir que Cervantes desplaza la victoria armada y la sustituye por una imagen de la Virgen. Como el alférez Campuzano, pasó de las armas a las letras. Repite así el gesto de su capitán admirado, don Juan de Austria, quien había ofrecido sus armas a la Virgen en Nápoles. Pero quizás la inscripción que lleva el cuadro de la batalla que hizo pintar el Senado de Venecia puede representar con mayor fidelidad la estrategia autorial. Dice así: «Non virtus, non duces, non armas, sed Maria rosarii victores nos fecit».11 cervantistas 1 4/8/01 52 19:32 Página 52 Alicia Parodi de Geltman [6] NOTAS 1 En su Estudios sobre iconología (Madrid, Alianza, 1972); ver «Cupido el ciego» y «El movimiento platónico en Florencia y en el norte de Italia (Bandinelli y Tiziano)» , pp.188-237. 2 Louis Réau data la primera Inmaculada que ya representa a la Virgen a fines del siglo XV, del veneciano Carlo Crivelli. A principios del siglo XVI, se vio también en Libros de Horas, con sus atributos tomados de letanías, y éstas a su vez del Cantar de los Cantares y del Apocalipsis (Iconografía del arte cristiano, t.1, vol.2, Barcelona, del Serbal, 1992.Los españoles prefieren reducir el número de personajes acompañantes y destacar a la Inmaculada, sólo entre ángeles, nubes, y rayos que la traspasan. Ver, de Émile Mâle, L’art réligieux après le Concile de Trente (III, II y III), Paris, Colin, 1932. 3 Tomo como base historiográfica, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo, de Fernand Braudel (México, FCE, 1952). 4 El lector hipotético no lee en alemán y por eso no puede conocer el artículo de WentzleffEggebert quien ve en los itinerarios de las Ejemplares una alegoría política («Zur Topographie der ‘Novelas ejemplares’», Iberorromania, 18 Neve Folge, 1983) , aunque su interpretación está muy lejos de la nuestra, que no es política. 5 Leo la autobiografía de Jean Cannavaggio, Cervantes, Madrid, Espasa-Calpe, 1986. 6 Avalle-Arce, cuya edición uso (Madrid, Castalia, 1982), lo cree imposible y propone la costa catalana. 7 Tomás no quiso hacer el viaje al Piamonte con los soldados, sino»irse desde allí (Génova) por tierra a Roma y a Nápoles, como lo hizo, quedando de volver por la gran Venecia y por Loreto a Milán y al Piamonte». Este fue su plan inicial. Después del inesperado descenso a Sicilia, «volvióse a Nápoles y a Roma» y de allí a Loreto». 8 Leo la versión de Toledo de 1591 (R 14743, de BN) 9 Excluí Montserrat de este análisis, en la visita negada y luego cumplida al santuario, porque creo que tienen relación exclusivamente con la purificación de las doncellas. Y también por el gusto de equivocarme con Zaragoza. 10 Ver el excurso XXII de la Literatura europea y Edad Media latina, de Ernst Curtius. 11 Op. cit., de Mâle, p. 467. cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 53 CERVANTES, LEPANTO, EL CUERPO Y EL SUFRIMIENTO FÍSICO Joseph V. Ricapito Resulta apropiado decir que la mención de la palabra «Lepanto» para el crítico literario trae a la mente más a Cervantes que el acontecimiento histórico que tuvo lugar el 7 de octubre de 1571. Al mismo tiempo «Lepanto» tiene un significado para Cervantes como la cosa más importante de su biografía. Para él, significaba su participación en la mayor experiencia de su vida y acaso del Renacimiento. Es en Lepanto que Cervantes recibió heridas en el pecho, el brazo y la mano, que se convirtieron en recuerdos de su participación en esa batalla. De hecho, las heridas en su brazo y mano izquierda lo dejaron con una incapacidad física permanente. Al margen de las alusiones a su participacion en Lepanto (se refiere a ello en el prólogo de Las novelas ejemplares y en el prólogo de la segunda parte del Quijote), lo que nos interesa es su relativo silencio sobre el tema. Que sus heridas fueron permanentes y obvias y con consecuencias visibles a los demás queda de manifiesto cuando Lope de Vega se refiere a él como «el estropeado español». Una experiencia de este tipo debe haber sido traumática para Cervantes. Como dice Navarro Ledesma, hoy en día tendemos a examinar cosas de este tipo desde un punto de vista moderno sin tener en cuenta que en el hospital de Mesina la sobrevivencia era un asunto de suerte: primaba la acción de ladrones y la falta de medicamentos, recursos y caridad, entre otros. Cualquiera de estas razones podía condenar a alguien a una muerte rápida.1 Toda la experiencia desde la herida a la convalecencia estuvo llena de terror y miedo. En vista de la importancia de la experiencia, cabe preguntarse, ¿por qué ese relativo silencio por parte de Cervantes? En una breve nota, Maldonado de Guevara ve un lazo simbólico entre «la pesadilla» de Lepanto y el episodio de los molinos de viento del Quiijote. Dice: «Don Quijote, armado, acomete el remolino de los molinos de viento, asimiladas ahora las aspas —oníricamente— a las velas de los barcos en batalla naval. Acometida, riesgo y salvación» (247).2 Además, intuye un lazo catártico: «Me atrevo, pues, a aventurar mi estimación hasta poner en los poderes del artista la pesadilla creadora por la virtud de la creación misma, por su transfiguración en la estatura de una figuración y configuración en el firmamento del arte. Si Cervantes fue víctima de tal pesadilla, tengo por cierto que se libró definitivamente de ella al estampar en el blanco papel la que es la aventura primordial de la gran obra» (248). cervantistas 1 54 4/8/01 19:32 Página 54 Joseph V, Ricapito [2] Stanislav Zimic asocia Lepanto con la perspectiva de la vida de Cervantes. Para Zimic, «La batalla de Lepanto se convertiría también en una representación valiosa de aquella tragicomedia que para él era la vida: exaltación de ideales, comicidad de recursos en el intento de materializarlos, heroísmo que se manifiesta hasta lo absurdo, tragedia, ironía, gravedad, comedia, inutilidad del esfuerzo… Fue el acto humano en sí, independiente de la significación ideológica lo que, en definitiva, debió de impresionar a Cervantes» (175).3 Para mí, y para el análisis que quiero hacer, Lepanto es un comienzo trágico y traumático de la vida madura de Cervantes, que con la experiencia de Argelia, complementa la experiencia de la herida. Teniendo presente el silencio de Cervantes, hay que notar que Cervantes la cruz de su trauma en silencio y lo traspasó deliberadamente a sus obras a manera de sublimación con la cual los sentimientos y experiencias físicas se canalizan en su análisis. En el Quijote hay una conciencia especial del proceso de curación de las heridas, una sensibilidad del cuerpo ante el herir a otros o a ser herido. El Quijote evidenciará, como dicen Zimic y Maldonado de Guevara, Lepanto y su presencia en la vida de Cervantes y su obra. Después de su recuperación, Cervantes parte para España donde es secuestrado por corsarios y llevado a un baño argelino. Como en cualquier situación de enclaustramiento, hay soledad, dolor, sufrimiento, tanto psicológico como físico. Argelia es el episodio que complementa el de Lepanto. En su interesante libro sobre los capítulos del Cautivo, Donald P. McCrory, rellena algunas lacunae de la experiencia de Cervantes, mostrando que el confinamiento en un baño para un cristiano no era un pasatiempo sino una experiencia de miedo constante, terror y muchas veces de muerte.4 Acaso las mejores paginas sobre la vida en un baño fueron escritas por Diego de Haedo.5 Básicamente, describe la vida ahí como un ejemplo de las más grandes crueldades imaginables, torturas de todo tipo, el cercenamiento de orejas y de narices, donde los prisioneros eran golpeados y maltratados hasta la muerte. Los ahorcaban, los quemaban vivos; fueron enganchados sin que nadie interfiriera para controlar a los guardias, muchas veces borrachos, en defensa de los pobres presos. Sabemos que Miguel de Cervantes estuvo allí, gracias a una alusión de Haedo. El rey «retuvo solamente en casa de Miguel de Cervantes» (III, 163). Desde luego, además de su propia experiencia con la herida, Cervantes tuvo que ver muchas escenas de crueldad física. Cómo Cervantes se salvó de la muerte es un gran misterio cuando se considera que trató de escapar varias veces (sabemos que las cartas de recomendación que Cervantes llevaba fueron consideradas de importancia para el rescate, pero creo que esto no habría bastado para salvarle de la crueldad). En vista del papel primordial de la razón en la filosofía cartesiana, Blaise Pascal se preguntó cuán razonable una persona podía ser si era colgada en una jaula de la torre de la catedral de Notre Dame en Paris. Además de la importancia de la razón en nuestra cultura sabemos que una persona es tan fuerte cuanto controle sus miedos y emociones. Surgen fuerzas por debajo de la superficie psicológica. Dijo Descartes que el alma no está solamente en el cuerpo como un piloto al timón; sino está coenvuelta con el cuerpo. Es este juego entre el cuerpo y el alma, especialmente el alma creadora, donde vamos a estudiar esta cuestión de la herida de Lepanto. cervantistas 1 4/8/01 [3] 19:32 Página 55 Cervantes, Lepanto y el sufrimiento físico 55 El libro fundamental de Edmund Wilson, The Wound and the Bow, es un estudio psicológico de cómo los fenómenos psicológicos afectan a la persona.6 Para Wilson, Charles Dickens tuvo ciertas experiencias en la juventud, al trabajar seis meses en una fábrica, cuyos efectos negativos soportó de por vida. La actitud negativa que esta experiencia le produjo le afectó para siempre y nunca perdonó a su madre por haberle llevado ahí. En su libro El jugo de la vida, Piero Camporesi estudia la presencia y el significado de la sangre en varias épocas.7 Nota las varias asociaciones de la sangre, religiosas, médicas, en la crucifixión. Pienso que la herida que sufrió Cervantes significaba más que la pérdida de sangre. ¿Sería un castigo de Dios? ¿Sería un prueba de Dios? La herida era un símbolo con contornos semióticos más allá de un mero accidente. Como dice David Waterman pensando en autores ingleses, «El cuerpo es señalado por poder e ideología y llega a ser el lugar primario de resistencia, haciéndose de hecho un texto que se puede leer e interpretar».8 Como participante en Lepanto y prisionero en Argelia, el cuerpo de Cervantes se plaga de distingos históricos. Hay un desarrollo circular entre el cuerpo y la historia. Dice además Waterman, «El cuerpo/texto llega a ser un texto político como un resultado de su contacto en relaciones sociales de poder, donde el sujeto se pone en posiciones diferentes o en oposiciones, dependiendo de cómo el cuerpo esté marcado en términos de edad, raza, nacionalidad, clase socio-económica, género y orientación sexual.» (Las traducciones del inglés son mías). Dennis Slattery comenta: «El cuerpo herido ciertamente refleja la cultura de la herida [the wound culture] que le da vida y un lugar». y enfocando la idea de la centralidad de la herida, Slattery dice: «Al mismo tiempo la vulnerabilidad y mutabilidad del cuerpo, su mortalidad y susceptibilidad ‘recordaba’ a la audiencia la naturaleza efímera del cuerpo, de la vida humana, y de ahí, la importancia de la casa» (38). Es esta fugacidad lo que debía afectar a Cervantes, la idea que su vida habría podido acabar si las balas hubieran tocado otras partes de su cuerpo. He guardado lo siguiente como la última de estas observaciones que resulta ser uno de los mejores ejemplos de dolor y herida, equiparable a las experiencias de Cervantes y que ofrece numerosas sugerencias de cómo Cervantes asimila su propia situación; es el caso de Ignacio de Loyola, estudiado magistralmente por el psicoanalista, médico, y jesuita, el Padre Dr. W.W. Meissner.9 En Pamplona, Iñigo fue alcanzado por una bala de cañón produciéndole numerosas heridas. Después, fue sometido a una intervención quirúrgica; luego los cirujanos pensaron que la pierna necesitaba una segunda operación. Meissner nos informa que el proceso de conversión religiosa a la que Iñigo se somete está entrelazado a esta experiencia crucial en su vida, al igual que Lepanto para Cervantes. La herida de Pamplona le estragó su personalidad, sus ideales y sus ambiciones de cortesano. Meissner nota como «una grandiosidad y omnipotencia narcisista» (55) que caracterizaba su personalidad fue destrozada. Iñigo había desarrollado íntimamente una autoimagen de hidalgo bizarro y fanfarrón. Esto se acabó, dejándole con sus heridas y una visible cojera. Meissner estudia el procedimiento que lleva a Ignacio de un tipo de vida («héroe fanfarrón») a otra como converso religioso y soldado de Cristo. Dice: «La hipótesis que hemos estado siguiendo aquí es que la identidad fuerte, cervantistas 1 56 4/8/01 19:32 Página 56 Joseph V, Ricapito [4] corajuda y sin miedo que el joven Inigo había formado en la imagen del caballero valeroso que no tenía miedo a nada y que buscó la gloria y conquista en todos lados, sea libinidosa, sea agresiva, se formó alrededor de un núcleo fálico y narcisista que le dejó vulnerable a ciertos tipos de estrés regresivo» (77). Esencialmente, Meissner señala que «el trauma físico sufrido en Pamplona, y la convalecencia posterior, la dependencia forzada, la dependencia dolorosa, como también la deformidad resultante, atacó severamente su narcisismo básico, y con consecuencias posteriores» (77). Aquí tenemos una experiencia paralela a la de Cervantes. Cervantes compartió con Iñigo la amenaza turca; aunque fue en otro tiempo, la preocupación es la misma. El tipo de narcisismo y vanidad que resaltaba en la personalidad de Iñigo ahora tenía que dar paso a la idea de que ya no podía ser el ejemplo físico de un caballero. Dice el Dr. Meissner: «Verdaderamente Iñigo no habría sido una gran figura en ese tiempo. Cuarentón, era un ex-hombre de armas que había sido rechazado a causa de su herida de guerra que le dejó con una pierna deformada y una cojera notable» (143). Podríamos estar hablando de Cervantes. Los dos tenían que vivir para siempre con sus heridas, heridas que Cervantes esconde psicológicamente. Es la gran ocultación de su vida. Para Ignacio, se podía decir «no hay mal que por bien no venga.» Empezó el camino hacia la conversión y desarrollo de una nueva persona. Para Cervantes, significaba una vida de trabajos y tribulaciones, la re-configuración de su conciencia creadora, culminando en la creación del Quijote. Sobre la herida que hace a Cervantes un hombre marcado, señalado, valdría la pena estudiar algunos episodios del Quijote en los que el cuerpo figura en su fisicalidad tangible. Cuando conocemos a don Quijote, se nos describe en términos que aluden a su fragilidad: «Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años: era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro» (I, 1, 19a).10 Esta descripción subraya, para mí, cierta endeblez de don Quijote. Cervantes se ha negado a un personaje central que correspondiera a la visión pictórica y retrato de la perfección; el tipo de perfección que leemos en el Cortigiano de Castiglione. No es sino la descripción de un anti-héroe cuyas fragilidades tienen una parte importante en su experiencia, y no como Amadís de Gaula que representa en su idealidad al perfecto caballero. Su «complexión recia» podría sugerir cierto malestar físico así como ser seco de carnes podría hablar de un físico no muy fuerte, y ser enjuto de carnes crea la imagen menos de caballero y más de asceta. Todo esto lo calcula Cervantes para reducir la imagen de un caballero andante a la de una caricatura de tal, basada en sus características negativas. Cuando se habla de la locura, como se suele hacer cuando se habla de don Quijote, se tiende a pensar en la mente como una entidad intangible, abstracta. Pero la locura trae consigo también sus características físicas. Si don Quijote está loco, su apariencia, su delgadez, su cara pálida será reflejo de algo que no está particularmente bien. En el curso de sus aventuras, llama la atención no solamente por su manera de vestir anacrónica, sino porque su cara revela algo insano. Pinturas y grabados de don Quijote, como los de Daumier y otros, lo representan como bizarro y curioso. cervantistas 1 4/8/01 [5] 19:32 Página 57 Cervantes, Lepanto y el sufrimiento físico 57 Otro ejemplo de la conexión entre una mente enferma y el cuerpo es el personaje de Cardenio quien enloquece después de saber que la mujer a quien amaba, supuestamente se había casado con otro. Leemos: «Figurósele que iba desnudo, la barba negra y espesa, los cabellos muchos y rebultados, los pies descalzos y las piernas sin cosa alguna; los muslos cubrían unos calzones, al parecer, de terciopelo leonado; mas tan hechos pedazos, que por muchas partes se le descubrían las carnes» (I, 23, 105a). La melancolía y espíritu depresivo de Cardenio da al cuerpo la apariencia de alguien turbado, y su amor frustrado ha vaciado su cuerpo de vitalidad; se asemeja menos a un hombre que a un espantapájaros. A veces, cuando su depresión le sobreviene baja la cabeza y su conocimiento retrocede a algún punto en la oscuridad de su mente. Si, como dice Scarry, un mero objeto puede revelar su potencial daño al cuerpo, pues la «celada de encaje» es un símbolo del daño que una espada o lanza puede hacer a la cabeza humana, así Cervantes hace que su personaje comprenda el daño que puede pasar a una cabeza en una celada de encaje que no sea fuerte y pesada.11 Don Quijote estudia la seguridad de la celada y luego la destruye con una cuchillada. Pero el episodio es meramente un anticipo de episodios semejantes que están por venir. Don Quijote sabe lo que le pasará si recibe un golpe, pero prefiere no probar la realidad. Sin embargo recibimos una sugerencia del daño que puede pasar. El daño a don Quijote con un arma es análogo al daño que acusó Cervantes. La desgana de probar la seguridad de la celada podría ser producto del recuerdo del daño que sufrió en Lepanto y de su deseo de no someterse al dolor. El episodio de Andrés y Haldudo nos introduce en la cuestión de las palizas. Con su manía de interpretar todo lo que ve como perteneciente al mundo caballeresco y su adoptado proyecto vital, asume que Andrés es una víctima. Reminiscencias de su experiencia en Argelia podrían haberse presentado, porque Cervantes describe al muchacho/víctima quien da gritos porque «le estaba dando con una pretina muchos azotes un labrador de buen talle» (I, 4, 28a). Negociando con Haldudo, don Quijote dice: «que si él rompió el cuero de los zapatos que vos pagastes, vos le habéis rompido el de su cuerpo» (I, 4, 28a). La imagen de las heridas de la paliza («romper el cuerpo») acentúa la fisicalidad del castigo en la misma manera en que lo hace el castigo físico que se daba en el baño de Argelia. Más fisicalidad y castigo se puede ver cuando don Quijote encuentra a los toledanos y les urge que digan que Dulcinea es la mujer mas bella del mundo. Todo esto crea una matriz de humor que tiende a disminuir el cometido de don Quijote en el episodio. Cuando uno de ellos rehúsa, empieza una batalla donde por accidente caen don Quijote y Rocinante al suelo, no pudiendo moverse. Un labrador los encuentra en el suelo y procede a darle una paliza. Se lee: «le molió como cibera… Dábanle voces sus amos que no le diese tanto y que le dejase; pero estaba ya el mozo picado, y no quiso dejar el juego… y acudiendo por los demás trozos de la lanza, los acabó de dejar sobre el miserable caido, que, con toda aquella tempestad de palos que sobre él vía, no cerraba la boca. Amenazando al cielo y a la tierra, y a los malandrines, que tal le parecían» (I, 4, 30b). La experiencia con los molinos de viento, que es la parte del Quijote que aparece más en las antologías, describe a don Quijote alucinando y atacando cervantistas 1 58 4/8/01 19:32 Página 58 Joseph V, Ricapito [6] los molinos en la idea que son gigantes. La fuerza del viento tira las aspas que, al caer, chocan con don Quijote echándoles a él y al caballo al suelo, con daño para los dos en el proceso. A esto sigue la escaramuza con el Vizcaíno donde por poco éste quita la vida a don Quijote, pegándole en una parte del cuerpo e hiriéndole en la oreja «que todo ello con espantosa ruina vino al suelo, dejándole muy maltrecho» (I, 9, 45b). Su contrincante recibe golpes también. Quizás porque muchas aventuras de don Quijote están envueltas en el humor, los aspectos físicos de algunas de ellas llegan a perder su seriedad real. Hasta su caballo recibe golpes siendo así un claro espejo de su dueño. Después de la batalla con los yangüeses, esta vez con la ayuda de Sancho, los yangüeses les pegan a los dos. El texto reza: «donde se echa de ver la furia con que machacan estacas puestas en manos rústicas y enojadas» (I, 15, 64a). No queda ninguna duda en la mente del lector que don Quijote y Sancho salen mal en esta riña, con las consecuencias impresas en sus carnes. Otro episodio muy citado al tratar el tema de la libertad es el de los galeotes. El intento irónico del autor es catalogar los varios niveles en los que don Quijote y los galeotes actúan. De la misma manera que en el episodio de Andrés y Haldudo, don Quijote pone sus obligaciones caballerescas al servicio de su espada y demanda que los galeotes sean liberados, pidiendo sólo que vayan al Toboso a contar la hazaña a Dulcinea. Ante la persistencia de don Quijote los galeotes se impacientan al punto de apedrear a don Quijote y Sancho. Las piedras les llueven encima: «No se pudo escudar tan bien don Quijote que no le acertasen no sé cuántos guijarros en el cuerpo, con tanta fuerza, que dieron con él en el suelo» (II, 22, 101b). El cuerpo de don Quijote revelará que tal conducta idealista puede llevar al castigo físico. En lo que se refiere a la sangre, no hay mejor ejemplo que la novela de El Curioso impertinente. El propósito de la novela intercalada es exponer de un lado la estupidez humana, y del otro tratar el tema de la verdad. La trama es bien conocida. Anselmo quiere que su amigo compruebe la virtud de su esposa. Hace todo lo posible por convencer a su amigo de que siga adelante con el proyecto de seducir a la mujer, pero el amigo se mantiene fiel hasta que no puede más y finalmente se rinde al proyecto. La comedia humana empieza en el momento que los personajes fingen un juego (comedia) en el que llevan a cabo un melodrama delante del marido que está escondido, aunque está observando todo. Parte del drama consiste en el apuñalamiento y la salida de la sangre en un intento de mostrar al marido que lo que está pasando delante de sus ojos es la pura y santa verdad. Pero, claro, no lo es. Viendo la sangre, al marido no le queda más que aceptar la escena como verdad. La sangre, como cree Camporesi, es «el jugo de la vida» con sus asociaciones con Cristo y otras asociaciones religiosas. La sangre de Lotario es el aparente sello de la verdad. La pareja culpable utiliza el símbolo para su propio beneficio sabiendo que su presencia otorga hasta la santidad a sus acciones. Para Cervantes, la sangre es el símbolo de su propio desastre. ¿No será Cervantes, visto desde cierta perspectiva, una oveja sacrificial de la batalla de Lepanto, cuyo propósito militar posee fines religiosos entre una cristiandad convencida y un islam nocivo? Podemos sentir que el uso de la sangre deriva de las reminiscencias de su propia experiencia triste en Lepanto, enterrada dentro de sí pero nunca olvidada. cervantistas 1 4/8/01 [7] 19:32 Página 59 Cervantes, Lepanto y el sufrimiento físico 59 En el capitulo 37 de la primera parte leemos del descabezamiento del monstruo. Don Quijote confunde los cueros de vino con un monstruo. Tenemos que pensar de nuevo en las cualidades religiosas que el vino posee en la cultura cristiana y que se podrían aplicar también a esta experiencia. En la mente de don Quijote el vino experimenta una metamorfosis en sangre de monstruo, creado así por contacto con su color. Para don Quijote será la sangre de su víctima. En su mente todo lo que se necesita es un signo, un símbolo para que algo entre en el drama de su proyecto vital, no importa cuán erroneo sea a los ojos de los demás. Los capítulos dedicados a las aventuras del Cautivo serían, como piensan algunos críticos, un reflejo de las mismas aventuras de Cervantes en el baño. Sin duda, le dieron a Cervantes la base de realismo a la aventura. Pero en vez de desarrollar las bases «reales» de la experiencia, Cervantes usa el tema del amor como fuerza generadora de experiencias. De nuevo, Cervantes esconde el verdadero sentido de su pasada vida en el baño: tortura, dolor y muerte. La realidad una vez más es enterrada porque es tan dolorosa, como podemos inferir. El amor como dinamo de la obra llega a ser la parte más importante del episodio. El amor y la victoria de la cristiandad sobre el Islam, una clara señal tridentina, predomina. Dado que sabemos la verdad de los baños, el tratamiento otorgado a las experiencias del Cautivo es un mundo de ensueño, como se puede leer en algunos detalles melodramáticos como la transmisión de las cartas amorosas por un palo y cosas semejantes de imaginación. Un pecadillo de algunos hispanistas es interpretar cierto número de obras del Siglo de Oro como aspectos de un «funny book», la obra de arte como un ejercicio para hacer reír al lector. Esta perspectiva crítica estrecha atrajo a uno de los más grandes hispanistas franceses, nada menos que a Marcel Bataillon, cuando dijo que el Lazarillo era un «livre pour faire rire.» Este punto de vista exige aclaración. Seguramente hay episodios en el Quijote que provocan la risa y fueron escritos por Cervantes con este motivo. Pero cuando se revisan estas experiencias en su totalidad algunos de los supuestamente más entretenidos episodios pueden ser vistos desde el punto de vista de acciones dolorosas y maliciosas, que exponen el tema del dolor. Uno de ellos es cuando las mujeres en la venta (I, 43) piden a don Quijote que les dé la mano en la ventanilla. Don Quijote se pone de pie sobre la silla del caballo para acceder caballerosamente. El texto dice: «Tomad, señora esa mano, o, por mejor decir, ese verdugo de los malhechores del mundo: tomad esa mano, dijo, a quien no ha tocado otra de mujer alguna ni aun la de aquella que tiene entera posesión de todo mi cuerpo» (I, 43, 219b). Luego don Quijote se da cuenta de que es víctima de una broma pesada: «Pero todas estas razones de don Quijote ya no las escuchaba nadie, porque así como Maritornes la ató, ella y la otra se fueron, muertas de risa, y le dejaron asido, de manera que fue imposible soltarse» (I, 43, 220a). Don Quijote está sobre el caballo con la mano atada a la ventanilla. «Con todo esto, tiraba de su brazo, por ver si podía soltarse; mas él estaba tan bien asido, que todas sus pruebas fueron en vano. Bien es verdad que tiraba con tiento, porque Rocinante no se moviese, y aunque él quisiera sentarse y ponerse en la silla, no podía sino estar en pie o arrancarse la mano» (I, 40, 220a). Es una broma pesadísima y de pésimo gusto, cervantistas 1 60 4/8/01 19:32 Página 60 Joseph V, Ricapito [8] especialmente cuando se entiende como un acto de hostilidad cuyos resultados se asocian con el dolor. Nadie me podrá convencer de que esto es «funny». En términos de nuestro tema, la primera parte acabó con la batalla que don Quijote tiene con el pastor en la que ambos terminan muy maltratados. Un detalle de este episodio no debe escapar a nuestra vista. Como en el episodio en que don Quijote está atado a la ventana, la reacción de algunos presentes es reveladora. De acuerdo con el deseo de Cervantes de presentar todos los aspectos de la vida, hermosos y feos, el narrador dice: «Reventaba de risa el Canónigo, y el Cura, saltaban los cuadrilleros de gozo, zuzaban los unos y los otros, como hacen a los perros cuando en pendencia están trabados» (I, 52, 253B-254a). Ambos participantes salen bastante molidos. Ni tampoco es casualidad que el narrador los compare mediante una imagen canina. El nivel humano es rebajado al nivel perruno, en uno de los episodios que nos aproxima a la perspectiva de la vida de Mateo Alemán. En la segunda parte de la obra, habrá episodios similares de dolor y heridas, empezando con la riña de Sancho con el ama y la sobrina, durante el que notamos una particular transferencia entre don Quijote y Sancho. Don Quijote se refiere a cuando Sancho fue manteado. Dice: «¿Querrrás tú decir ahora, Sancho… que no me dolía yo cuando a ti te manteaban? Y si lo dices, no lo digas, ni lo pienses; pues más dolor sentía yo entonces en mi espíritu que tú en tu cuerpo» (II, 2, 275b). Esta pequeña observación acentúa meramente la tangibilidad del tipo de experiencia que los personajes de Cervantes tienen. También subraya el hecho de que el manteamiento al que Sancho fue sometido es otra forma de broma pesada, hecha con malicia y que deja su impronta en los huesos dolidos de Sancho. El episodio de Basilio y Quiteria es el episodio gemelo del capitulo de «El curioso impertinente» otra vez. Cervantes tienta al lector quien se fijará en los aspectos religiosos de la sangre. El rico Camacho quiere casarse con la bella Quiteria, aunque ella es amada por Basilio. Cervantes crea una escena digna de la primera Soledad de Góngora con opulencia de comida y bebida. En medio de la fiesta llega Basilio: «Y diciendo esto, asió del bastón que tenía hincado en el suelo, y quedándose la mitad dél en la tierra, mostró que servía de vaina a un mediano estoque que en él se ocultaba; y puesta la que se podía llamar empuñadura en el suelo, con ligero desenfado y determinado propósito se arrojó sobre él, y en un punto mostró la punta sangrienta a las espaldas con la mitad del acerada cuchilla, quedando el triste bañado en su sangre y tendido en el suelo, de sus mismas armas traspasado» (II, 21, 343, a, b). Cervantes usa la sangre como un palo sobre los lectores y los personajes. La sangre, como hemos notado arriba, posee poderes de persuasión. La propia presencia habla en su silencio. En este episodio nadie se atreve a dudar del significado del gesto de Basilio, gracias a la sangre. La sangre que echa cubre cualquiera pregunta o duda. Es solamente debido al poder sugestivo de la sangre que Basilio puede salirse con la suya. Aparentemente expirando en el suelo pide la mano a Quiteria en matrimonio como el último acto de su vida, lo que ella otorga, pensando hacer un acto de caridad al último deseo de Basilio. Todos los presentes están convencidos excepto Sancho, que empieza a tener sus dudas. El aspecto convincente del episodio se debe leer en lo siguiente: «Estando, pues, cervantistas 1 4/8/01 [9] 19:32 Página 61 Cervantes, Lepanto y el sufrimiento físico 61 asidos de las mano Basilio y Quiteria, el cura, tierno y lloroso, los echó la bendicion y pidió al Cielo diese buen poso al alma del nuevo desposado, el cual así como recibió la bendición, con presta ligereza se levantó en pie, y con no vista desenvoltura se saca el estoque a quien servía de vaina su cuerpo. Quedaron todos los circunstantes admirados, y algunos de ellos más simples que curiosos, en altas voces, comenzando a decir: «¡Milagro, milagro! Pero Basilio replicó: ¡No milagro, milagro, sino industria, industria» (II, 21, 344b). El lector tiene que descifrar el cómo del acto de Basilio, pero sin la presencia de la sangre esto no habría pasado. La sangre le da el último toque de credibilidad al juego de Basilio. Sin ella, no creo que nadie le hubiera permitido casarse con Basilio. Pero irónicamente cuando se enteran del truco, Quiteria acepta a Basilio como esposo. La sangre desde luego no solamente tiene significados símbólicos sino también tiene significados íntimos para Cervantes, quien pasó seis meses en Mesina curándose sus propias heridas sangrantes en el hospital. En vista de todo lo que hemos dicho de la experiencia en el baño de Argelia, parecería un detalle interesante que Merlin obligara a Sancho a que se diera 3.330 latigazos. El tema de la tortura y el castigo debía tener numerosas reminiscencias para Cervantes. A juzgar por lo que dice Fray Diego de Haedo, sería un milagro que alguien se salvara de tal tortura. Lo que es importante para mí en el contexto que estoy estudiando es la sugerencia implícita del significado de 3.330. De nuevo Cervantes encubre la seriedad del significado con un tono humorístico. Sabemos que Sancho no se dará los latigazos, pero el significado pesa mucho. Otro episodio que nos hace dudar de lo divertido de los episodios tiene que ver con otra broma pesada de que es víctima don Quijote; es el encuentro con los gatos. Un saco con cien cencerros es vaciado y le sigue otro gran número de gatos con cencerros atados a sus colas. Don Quijote es cogido por sorpresa y saca la espada de la vaina y empieza a tirar contra los gatos: «aunque uno, viéndose tan acosado de las cuchilladas de don Quijote, le saltó al rostro y le asió de las narices con las uñas y los dientes, por cuyo dolor don Quijote comenzó a dar los mayores gritos que pudo» (II, 46, 432a). No requiere un gran esfuerzo de imaginación ver el daño en la cara de don Quijote. La alusión al perjuicio en las narices de don Quijote recuerda al lector una de las torturas más comunes del baño: su cercenamiento (y de las orejas). Una vez el duque y la duquesa en cuyo castillo pasa todo esto reaccionan culpablemente: «le [a don Quijote] dejaron sosegar, y se fueron, pesarosos del mal suceso de la burla; que no creyeron que tan pesada y costosa le saliera a don Quijote aquella aventura que le costó cinco dias de encerramiento y de cama» (II, 47, 432b), Cervantes continúa jugando con el lector, incapaz de predecir el resultado de las cosas. En un próximo episodio se narra la historia de Claudia Jeronima y la situación con Vicente Torrellas. Cervantes repite los episodios de Cardenio / Lucinda, Basilio / Quiteria que versan sobre el abandono y la presencia de la sangre. En este caso Claudia se venga de Vicente después de que éste le hubiera dado la palabra de casarse con ella, y ella se entere (equivocándose) de que él se casaría con otra. Al saberlo le mete dos balas a Vicente. Después, cuando conoce la verdad, se desmaya; «Volvió de su desmayo Claudia; pero no de su parasismo don Vicente, porque se le acabó la vida» (II, 60, 486a). No hay «industria» como dijo Basilio cuando milagrosamente se recompuso. La escena cervantistas 1 4/8/01 62 19:32 Página 62 Joseph V, Ricapito [10] del hombre que, al parecer, se muere, se da con Claudia y Vicente, pero el lector debe esperar por si acaso hay un cambio como el de Basilio; pero no lo hay. Cervantes vuelve al concepto de la sangre y su conexión con la incapacidad o la muerte; en este caso, la muerte. Este episodio, como varios otros que hemos discutido tienen que ver con la herida, sangrante y la muerte. Pero el concepto de herir se ve por la presencia de la sangre y la destrucción del cuerpo. Cualquier lector del Quijote sabe que Sansón Carrasco finalmente logra vencer a don Quijote quien ahora tiene que regresar a su casa. Don Quijote cae en una depresión y poco a poco se muere. Su cuerpo es la acumulación de todos los golpes, tajos, quebrantos. El cuerpo, ya obviamente débil por la edad al comienzo de la obra, va en descenso hasta que termina con la vida. Su depresión es una enfermedad mental, la herida mental que provocará la ruina del cuerpo hasta su muerte. Se me podría oponerme que en los libros de caballerias contra los que Cervantes lucha hay mucha sangre derramada, pero, a diferencia de los autores de tales obras, conocemos la vida de Cervantes y las experiencias básicas que tuvo con sus heridas. Las aventuras de los Amadises, Belianises y otros caballeros andantes es literatura, o sea, son el producto de la pura imaginación como lo son ciertas novelas de ciencia ficción; las experiencias de Cervantes que él transfiere a sus personajes y a sus aventuras son vitales; experiencias que el mismo Cervantes vivió dolorosamente y que encubre por lo dolorosas que le resultaron. Hay una gran diferencia entre la literatura y la vida en este caso, y estoy convencido de que los varios episodios que he analizado y acentúan la presencia de la sangre tienen su origen en la herida crucial y traumática de Lepanto y su estancia en el baño argelino. Su experiencia traumática es como la que Ignacio de Loyola sufrió en Pamplona y con los mismos efectos en su vida. Miguel de Cervantes e Iñigo de Loyola son, si se puede decir, hermanos en el dolor y en el sufrimiento. NOTAS 1 NAVARRO LEDESMA, Francisco. Cervantes, The Man and the Genius. Translated and Revised by Don and Gabriela Bliss. N.Y.: Chartershouse, 1973. 2 MALDONADO DE GUEVARA, Francisco. «La pesadilla de Cervantes: Lepanto», Anales cervantinos, 15 (1976): 247-48. 3 ZIMIC, Stanislav. «Un eco de Lepanto en la ironía cervantina,» Romance Notes, 12, #1 (1970): 174-176. 4 MCCRORY, Donald P. Miguel de Cervantes. The Captain’s Tale (La historia del cautivo), Don Quijote, Part One, Chapters, 39-41. Westminster (England): Aris and Phillips, 1999. 5 HAEDO, Fray Diego de. Topografía e historia general de Argel. Vol. I. Madrid: Sociedad de Bibliófilos españoles, 1927; Vol. II, 1929; Vol. III, 1929. 6 WILSON, Edmund. The Wound and the Bow in The triple Thinkers and The Wound and the Bow, a combined volume, with a new forward by Frank Kermode. Boston: Northeastern University Press, 1984. 7 CAMPORESI, Piero. The Juice of Life. The Symbol and Magic Significance of Blood. Forward by Umberto Eco. Translated by Robert R. Barr. N.Y.: Continuum, 1995. 8 WATERMAN, David. Disordered Bodies Disrupted Borders. Representations of Resistence in Modern British Literature. Lanham: University Press of America, 1999. 9 MEISSNER, S.J. M.D., W.W. The Psychology of a Saint. Ignatius of Loyola. New Haven: Yale University Press, 1992. cervantistas 1 4/8/01 [11] 19:32 Página 63 Cervantes, Lepanto y el sufrimiento físico 63 10 Miguel de CERVANTES. El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Prólogo y esquema biográfico por Américo Castro, séptima edición. México, D.F.: Porrua, 1967. 11 SCARRY, Edith. The Body in Pain. The Making and Unmaking of the World. N.Y.: Oxford University Press, 1985. cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 65 II Grecia cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 67 MIJAÍL CHERVANTES-SERVANTIS-KERVANTIS-KERVANTESCERVANTÉS-CERVANTES (DATOS SOBRE LA DIFUSIÓN DE LA OBRA CERVANTINA EN GRECIA) Dimitris E. Filippís I. UNA ANOTACIÓN BIBLIOGRÁFICA CON DEDUCCIONES Hasta principios del siglo veinte Cervantes tenìa muchos nombres en Grecia, como da a entender el título de esa ponencia. Las primeras traducciones de su obra maestra se hicieron con cierto retraso —segunda mitad del siglo XIX—, no obstante se han encontrado en los últimos años traducciones manuscritas inéditas de buena parte del Quijote, que pertenecen a la primera mitad del siglo XVIII. Ninguna obra cervantina se tradujo (por lo menos durante el siglo XIX) directamente del original sino a través de un texto intermediario, francés o italiano. La participación del escritor español más distinguido en la batalla de Lepanto no parece que conmoviera particularmente a romanticismo y realismo helénicos, ni tampoco su obra (discutida por lo general durante un largo período) adquirió en nuestro país la importancia de la de otros autores europeos contemporáneos a Cervantes, como por ejemplo la de Shakespeare. Estas son las deducciones más importantes que va a exponer a continuación esta ponencia, eligiendo y contraponiendo a la vez unos datos (algunos más o menos desconocidos) relativos a nuestro tema de «la difusión de la obra cervantina en Grecia». Y todo esto mientras estamos esperando una —hace tiempo anunciada— edición crítica de «la primera traducción del Quijote fuera de la Europa occidental» (al cuidado de los profesores A.Tambaki-G.Kejagioglu), que corresponde a un manuscrito griego de la primera mitad del siglo dieciocho (1720-1745), cuya existencia —con sus elementos originales y primarios— nos ha presentado la investigación filológica neohelénica.1 Desde el momento en que la susodicha traducción manuscrita (hecha, según parece, por mano femenina y con el supuesto título El erudito ciudadano Don Quisotis de la Manchía, escrito por Mijaíl Chervantes Saavedra)2 quedó sin publicarse, pasó más de un siglo hasta que el gran público de los lectores griegos conociera la obra cervantina, por medio de aquellas traducciones «adaptadas» y siempre abreviadas (de la segunda mitad del siglo XIX y puestas en nuestro conocimiento por la investigación bibliográfica)3 y que hoy en día representan una fuente imprescindible para los estudiosos. cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 68 68 Dimitris E. Filippís II. EL QUIJOTE: «OBRA VANA E INDIGNA DE LEER» [2] Empezamos, pues, con el indudable hecho de que, en comparación con otros países, el conocimiento del público griego de la obra maestra de Cervantes ocurrió con importante retraso, «mientras que muchos otros romances, por muy inferiores que fueran a aquél, se habían traducido a la lengua griega».4 No obstante su autor era conocido de nombre y por su fama —«no decimos nada nuevo a los griegos añadiendo que el autor de este libro sobresaliente es el español Kervantis», subraya en su excelente introducción a la traducción del Quijote el buen traductor Ioannis Skylissis o Skylitsis —edición de 1864, bajo el título Mijaíl Kervantis, Don Kijotis el Maguísios.—5 Ahora bien, no sabemos si (ni cuanto) es atrevido sostener la opinión de que este retraso se puede relacionar con aquel parecer negativo («para muchos —el Quijote— se consideraba como romance vano e indigno de leer»6), que en su momento formuló sobre la literatura de ese género la corriente dominante de la Ilustración helénica, Adamántios Koraís en concreto. Y citamos cierto libro de Ôá ñ ïëåãüìåíá de Koraís7 en el que nos refiere tanto la introducción de Skilitsis anteriormente mencionada, como también la introducción y la «conclusión moral» de aquella edición infantil «adaptada y mucho más de lo usual abreviada» que se publicó en 1860 con el título Don Kisot o las aventuras más curiosas de él.8 El adaptador anónimo de esa edición, después de haber dado unos elementos biográficos creíbles del autor Mijaíl Servantis y, a la vez, algunas informaciones dignas respecto a los libros de caballería, con un inspirado diálogo ficticio entre una abuela (la narradora) y su nieto (el oyente) subraya que: «estos escritos o ficciones que se llaman «romaná» (ñùìáíÜ) y que se caracterizan por discursos insensatos y palabras sin razón, cuando no se escriben con un fin moral e instructivo son muy dañinos para los jóvenes».9 «Alejar a los jóvenes de la lectura de esas bárbaras obras (eróticas, dramáticas o ficticias), las cuales los europeos llaman “romaná”» aconseja también Koraís, quien —y, a lo mejor, no hace falta especificarlo— en vez de ellas propone «por provecho de los lectores, las historias de agravios eróticos, escritas por los griegos… como las de Antífanes, Arístides el Milesio…». Es interesante en ese mismo libro la referencia de Koraís a la literatura española de ese género al expresar su rechazo «al término foráneo ñùìáíÜ a favor de los términos absolutamente griegos ∂ëáóìáôéêü éóôüñçìá (=historia ficticia) o ìõèéóôïñßá (=ficciòn)… porque todavía hoy los españoles llaman romance (=ñùìáíÜ) a su propia lengua y al traducir a ella de otra lengua se llama romancear»10. (Y resulta natural en ese punto apuntar que la opinión de Koraìs concuerda absolutamente con la del canónigo del capítulo XLIX de la primera parte del Quijote11). III. EL TEXTO ORIGINAL CERVANTINO NO EXISTE Sin duda es interesante por sí misma la susodicha opinión desfavorable de la Ilustración helénica, pero nos parece que sobre ese juicio general negativo de la obra cervantina pesó mucho más la total ignorancia de la lengua española del texto original. Desde el principio el original en español —no sólo de Cer- cervantistas 1 4/8/01 [3] 19:32 Página 69 Mijaíl Chervantes-Servantes-Kervantes-Cervantes… 69 vantes sino de otros autores españoles— es inaccesible y, por eso, presenta una dificultad práctica. La obra original cervantina no existe en Grecia, por lo menos hasta la segunda década del siglo veinte, dado que todavía no existían hispanistas que pudieran utilizarla. El texto intermediario (y casi siempre adaptado ese mismo) anula el texto original. Los traductores «eran desafortunadamente ignorantes del idioma en que se ecribió el original» apunta Skilitsis y este hecho añade demasiada particularidad en el caso de la difusión de la obra cervantina en Grecia. Sobre todo es muy indicativo el hecho de que en una de sus primeras apariciones (1852) El Don Kisotos de Magji se considera como «romance del glorioso Florián»12, pero como se concluye fácilmente «se trata de la obra de Cervantes de la cual es una adaptación muy creativa».13 Skilitsis declara por su parte que tradujo «por medio de la traducción francesa, eligiendo exactamente la traducción de Florián por haber preservado aquélla el espíritu del original o, por lo menos, por haber intentado conservar la letra del mismo».14 Más tarde cuando (en 1883) se tradujo Galatea y Estella… su autor es demasiado curioso: «Florián por imitación de CERVANTES», como exactamente nos informa la portada de aquella edición,15 que, sin duda, por ese curioso aspecto adquiere valor para los coleccionistas. En conclusión: a la ignorancia de la lengua del original se debe la variedad de los términos traducidos por lo que respecta tanto a la nomenclatura (Kervantis, Servantis —Don Kisotos, Don Kijotis), como a la topografía de la obra (Magji, Magui, por eso que Maguísios, en vez de Mancha) y de esa manera resulta muy natural la variación al título del libro, como ya hemos visto. En todo caso, lo cierto es que la terminología que se consagró al final fue la de Skilitsis, cuya traducción muchos la consideran como la primera, la más creíble y además fue la que tuvo indudable éxito editorial.16 Este traductor sabiendo que «nosotros, griegos, nos acercamos a la pronunciación española más que ningún pueblo europeo», procuró por lo menos transcribir bien el nombre del protagonista («Äïí Êé÷˛ôçò» «con el elemento «÷» que tenemos en griego»), aunque no el del autor —tal vez porque era costumbre traducir todo nombre del autor según convenía a la grafía y a la pronunciación griegas. De esa manera en la enciclopedia de la época más creíble desde el punto de vista literario (edición guiada por el escritor N. G. Politis) en la entrada correspondiente a Cervantes los griegos aprendían que: «Kervantes Mijaíl (…) era poeta español excelente (…) que entró en el ejército hispanonapolitano y se distinguió por su valentía en la batalla de Naupactos / Lepanto en 7-11-1571 (…) publicó auténticas novelas de carácter nacional (…); sin embargo su obra maestra es Don Kijotis, traducida a toda lengua e incluso a la nuestra por I. Skilitsis con extraordinario éxito».17 Mientras tanto en otra gran enciclopedía de la época Cervantes no aparecía bajo ningún nombre (!),18 fue exactamente en 1900 cuando otra nueva edición enciclopédica reproducía en resumen el texto anterior, sin embargo con una corrección sobresaliente, llamando al autor Cervantés (palabra aguda) y «no Kervantes como mal se ha traducido en nuestra lengua».19 Nuestro parecer que el texto intermediario anuló el original cervantino (repetimos: hasta principios del siglo veinte y en los casos más conocidos) se consolida tanto por un testimonio de gran consideración según el cual la mayoría de los sefarditas (incluso los de Grecia) muy a menudo «conossieron cervantistas 1 4/8/01 19:32 70 Página 70 Dimitris E. Filippís [4] al genial Cervantes y su obra Don Quijote no por la lectura de libros en español o en judeo-español, sino por los libros (en francés) de las famosas escuelas religiosas de la Alliance Israèlite Universelle»,20 así como también por un suceso muy conmovedor: cuando, en 1960, el primer traductor-hispanista del Quijote, Kléarjos Karceos, murió dejando incompleta la traducción de la segunda parte de la obra que se publicaba por entregas en la más importante revista filológica N˙á Åóôßá (bajo el mismo título de la primera parte: Mijaíl Cervantes, Don Kijotis), la revista encargó a la buena traductora e hispanista distinguida Iulía Iatridu continuar la traducción «directamente del español como lo ha querido y lo ha deseado el mismo Karceos».21 IV. «CARDENIO FURIOSO»: UNA OBRA ITALO-GRIEGA MUY DRAMÁTICA Igualmente insólitas son las adaptaciones teatrales que se inspiran en la obra cervantina. En febrero de 1880 se presentó en el teatro «Apolon» de Filipúpoli por la «compañía dramática griega» de «Cespis» la obra el Furioso (=Ìáíé˛äçò) «drama muy trágico en cinco actos traducido del italiano». En el cartel de aquella representación teatral se anuncian incluso los personajes de la obra: Cardenios (el Furioso), Eleonor (su amante), Fernando (amigo de Cardenio), etc.22 El nombre del protagonista crea sospechas y buscando uno el texto de aquella obra —difícilmente encontrable hoy en día23— y una vez leyéndola averigua que en sustancia (aunque no en todos los detalles) reproduce la novela de Cardenio, como la escribe Cervantes en la primera parte del Quijote. Cuál es el texto intermediario italiano y cuáles son las diferencias con el texto cervantino tienen un valor secundario. Lo importante es que aquel texto se ha atribuido al «letrado» J. Mijalópulos natural de Esmirna «quien tradujo del italiano y publicó en Esmirna (en 1836) la «tragicomedia» el «Furioso», la cual se estrenó repetidamente por muchas compañías teatrales».24 Esta obra, hay que decirlo, tuvo gran éxito (25 representaciones en Filipúpoli) aunque Koraís en su tiempo aconsejaba a los jóvenes «no acercarse a los furiosos»,25 principales protagonistas de las obras por el estilo… El 27 de julio de 1896 la compañía de teatro «Próodos» representó en Atenas el Don Kijotis del director teatral Idomenefs Stratigópulos, y como se ve en el correspondiente cartel se trataba de una «tragicomedia en cinco actos con 16 canciones y con músicas del primer músico de la Corte Iosíf Késaris (…) 22 eran los personajes protagonistas, muchos los secundarios y entre ellos hay toreros, caballeros, condenados, y un coro de diablos (!)». Hoy uno, leyendo aquella adaptación26, no puede no estar de acuerdo con aquella crítica la cual a posteriori (y a propósito del gran estreno del Quijote en 1972) observó que «se trata de una adaptación muy original y, hasta cierto punto, justamente el adaptador puso su nombre en primer lugar (…). El éxito fue inmediato y las canciones de aquellas (11) representaciones se hicieron muy populares».27 De esa manera la obra volvió a estrenarse en diciembre de 1911 por otra compañìa teatral pero con el mismo protagonista (Dimitris Kotopulis) en el papel de Don Kijotis, «quien se lanzaba con su caballo desde la entrada del teatro hacia la escena. Le seguía Sancho, mientas que los circundaban los reflejos de los fuegos artificales». cervantistas 1 4/8/01 [5] 19:32 Página 71 Mijaíl Chervantes-Servantes-Kervantes-Cervantes… 71 La siguiente representación teatral (sátira en 4 actos con imágenes y 12 ballets) en adaptación del director del «Teatro del Reino» Ceódoros Sinadinós (enero 1936) y con actores muy famosos (Paraskevás, Mirat, Katrakis, Kotsópulos) no consiguió buena crítica «por su falta de originalidad, por ser un resumen muy malo del original, y por haber alterado la obra maestra española».28 Hoy en día no tiene mucha importancia si nosotros estamos o no de acuerdo con aquella crítica. Hablar de esas adaptaciones teatrales es, a lo mejor, tema de otro estudio. Lo que queremos aquí subrayar es la falta inexcusable que se observa leyendo el programa de aquel estreno de 1936, en donde (hablando de la biografìa de «Saavedra Migouel de Cervantes» —así se escribe su nombre) no se hace referencia a su participación en la batalla de Lepanto. Falta inexcusable porque mientras tanto se habían publicado ya buenos textos acerca del autor español.29 V. LOS MOLINOS DE NAUPACTOS (=LEPANTO) La participación del «estradiote»30 Cervantes en la batalla de Lepanto ha pasado casi inadvertida en nuestro país hasta una época muy reciente31 (como tampoco se ha notado la participación de Garcilaso de la Vega en la toma de Rodas, en 1522). Decimos «participación casi inadvertida» en comparación con la abundancia de las informaciones con respecto a esa batalla, que, finalmente, han creado una verdadera leyenda. Y nos referimos sobre todo al grandísimo catálogo de poemas y obras relativos a la batalla de Lepanto,32 a las consideraciones que hicieron historiadores europeos distinguidos sobre esa batalla,33 a algunos interesantes estudios de contenido lingüístico que analizan la etimología del nombre de la ciudad ( «Lepanto» deriva del nombre antiguo griego Å∂á÷ôïò —Í˙∂á÷ôïò-Epacto-Népactos-Nepanto=Lepanto— que significa «sobre la playa», mientas el nombre griego «Naupactos» deriva de la palabra Íáõ∂çãåßï (= astillero,íáõò+ ∂˚ãíõìé).34 E, incluso, a la fama que ha cultivado la prensa griega del 1896 según la cual las fiestas victoriosas de esa batalla naval «se festejaron en su tiempo de modo particular en la isla de Zante, en donde después de un banquete demasiado lujoso se estrenaron Los Persas de Esquilo, «en traducción italiana, por una compañía de jóvenes nobles»35, fama no confirmada, por supuesto hasta que no se encuentre el texto de la traducción italiana de la tragedia en cuestión. Y sostenemos que la participación de Cervantes fue casi inadvertida por el hecho adicional de que tampoco se refiere a ella el gran historiador K. Paparigópulos en el respectivo tomo de su excelente Historia de la nación helénica.36 No vamos, claro, ahora a reprochar al Menéndez Pidal griego —sería además un insulto— esa falta. Sin embargo deberíamos subrayar que su opinión con respecto a la batalla como la expresa a través de los versos del romancero griego («no es así tan fuerte el Turco como dicen / ese Occidente que oyes que domina / ya todo es cristiano hasta el último rincón») coincide absolutamente con la opinión de Cervantes («y aquel día se desengañó el mundo y todas las naciones del error en que estaban creyendo que los turcos eran invencibles por la mar»37). Objeto del presente estudio era hablar de la difusión particular de la obra cervantina en Grecia y no registrar faltas ni tampoco presentar las distintas edi- cervantistas 1 4/8/01 72 19:32 Página 72 Dimitris E. Filippís [6] ciones del Quijote (un estudio crítico-comparativo sobre ese tema de las traducciones griegas del Quijote tendría que ser tema de otra ponencia en ese Congreso). Sin embargo si las referencias de los escritores griegos a Cervantes («a ese mayor de los farsantes»38) hubieran sido muchas más, si las influencias de la obra cervantina fuesen algo más evidentes en la literatura neogriega, si existiesen estudios monográficos en las revistas filológicas griegas (muchas para Shakespeare, una para Cervantes39), si en fin la observación aguda de Pirandello según la cual «detrás de los molinos de viento en el Quijote está la batalla de Lepanto» (Opere, V, 99), la hubiera hecho un escritor griego, esta ponencia hubiera podido ser incluso un libro. NOTAS 1 Véase los estudios de Luquía Drulia, «Åëëçíéê˚ ìåôÜöñáóç ôïõ Äïí Êé÷˛ôç (åñéãñáö˚ åíüò ê˛äéêá)», O Åñáíéóô˚ò Ä´ (1966), Atenas, p. 25-29. Giorgos Kejagioglu, «Ç ∂ñ˛ôç ãíùóô˚ íåïåëëçíéê˚ ìåôÜöñáóç ôïõ Äïí Êé÷˛ôç», Å∂éóôçìïíéê˚ Å∂åôçñßäá Öéëïóïöéê˚ò ó÷ïë˚òÔéìçôéêüò ôüìïò óôïí Óô. ÊáñáôæÜ, Universidad de Salónica, 1990, p. 175-184. Anna Tambaki, «Öáíáñé˛ôéêåò ìåôáöñÜóåéò ôùí ˙ñãùí ôïõ Ìïëé˙ñïõ», Ï Åñáíéóô˚ò ËÄ´-ËÅ´ (1997), Atenas, p. 378-379. (De la misma autora es inédito el estudio «Ç äåîßùóç ôçò äõôéê˚ò ∂áéäåßáò ì˙óá á∂ü ôéò ëïãïôå÷íéê˙ò ìåôáöñÜóåéò: Ç ∂åñß∂ôùóç ôïõ Äïí Êé÷˛ôç», presentado en un congreso del Instituto Nacional de Investigaciones, Atenas 1994). 2 Ï ∂ïë îåõñïò ∂ïëßôçò Äïí Êé÷˛ôçò ôçò Ìáíôóßáò, óõíôåèåßò ∂áñÜ ôïõ Ìé÷á˚ë ÔóåñâÜíôåò Óááâ˙äñá, como propone el tìtulo Kejagioglu, op.cit., p. 182. (El manuscrito proviene de los dominios griegos de Danubio en Rumanía y su propietaria, copiadora y traductora parece ser la tercera mujer de Nikolaos Mavrokordastos, doña Smaragda Panagiotaki Stavrupoleos. En el mismo lugar se han encontrado también otras traducciones manuscritas de obras de Cervantes y de Gracián). 3 Véase las obras bibliográficas generales de Popi Polemi, Ç âéâëéïè˚êç ôïõ ÅËÉÁ, ÅëëçíéêÜ âéâëßá 1864-1990, Á´ Êáôáãñáö˚, Atenas, 1990 y de Kyriakos Delópulos, á éäéêÜ êáé íåáíéêÜ âéâëßá ôïõ 19 ïõ áé˛íá, ÅËÉÁ, Atenas, 1995, mientras tanto se lleva al cabo el estudio del detallado catálogo de Ç Åëëçíéê˚ Âéâëéïãñáößá ôïõ 19ïõ áé˛íá,1801-1818 al cuidado de Fìlippos Iliù, vol. 1., 1997. 4 Opinión de Skilitsis del trabajo de quien nos referimos repetidamente enseguida y en adelante. 5 Äïí Êé÷˛ôçò ï Ìáãê˚óéïò, ìåôáöñáóèåßò åê ôïõ ãáëëéêï êáé åêäïèåßò õ∂ü É. Éóéäùñßäïõ Óêõëßóóç, êïóìçèåßò äå äéÜ 13 åéêïíïãñáöé˛í õ∂ü Gustave Dorè, Trieste 1864, Constadinopla 1882 (2a ed.). Sobre las traducciones de Cervantes al griego véase la revista ÄéáâÜæù 14-10-1987 (vol. 61, dedicado a Cervantes), y Mari Ceodosopulu, «Áîéåò ìíåßáò ïé åëëçíéê˙ò ìåôáöñÜóåéò ôïõ Äïí Êé÷˛ôç», Å∂ï÷˚, 28-5-1995. 6 Nos referimos siempre a la intoducción de Skilitsis de la ediciòn de Trieste. 7 Adamantios Koraís, Óõëëïã˚ ñ ïëåãïì˙íùí. Ôá åéò äéáöüñïõò óõããñáöåßò åêäïè˙íôá õ∂ü ôïõ Êïñá˚ ñ ïëåãüìåíá , Viena 1815 (2a ed.), p. 13-54. (Nuestras referencias son prácticamente un resumen de esas páginas). 8 Äïí Êéóüô ˚ ôá åñéåñãüôåñá ôùí óõìâÜíôùí áõôï . ÌåôÜ åéêïíïãñáöé˛í êáé óõíï∂ôéê˚ò éóôïñßáò ôïõ ÔÜãìáôïò ôùí É∂∂ïô˛í, Âéâëéïè˚êç ôùí áßäùí, Atenas, 1860. 9 La palabra romaná se refiere a todo lo escrito en lengua romance. Hoy la lingüìstica griega usa los términos romanikès o neolatinikès (ñïìáíéê˙ò ˚ íåïëáôéíéê˙ò) para designar todo lo que se refiere a las lenguas y literaturas romances. 10 A. Koraís, op. cit. Las palabras romance y romancear son escritas con letras latinas. 11 Véase la edición de Castalia (del profesor Murillo), Madrid, 1978, p. 578-579. 12 Äïí Êéó˛ôïò ôçò ÌÜã÷çò-Ìõèéóôüñçìá ôïõ êëåéíï ÖëùñéÜí-Ìåôáöñáóè˙í åê ôïõ Ãáëëéêï õ∂ü Èåïä˛ñïõ Êáôñáìßæ-Ôüìïò ñ˛ôïò, Esmirna 1852. 13 K. Delópulos, op.cit. p.194 14 Véase n.4,5. cervantistas 1 4/8/01 [7] 19:32 Página 73 Mijaíl Chervantes-Servantes-Kervantes-Cervantes… 73 15 Florian êáôÜ ìßìçóéí ôïõ CERVANTES, ÃáëÜôåéá êáé Åóô˙ëëá, ˚ôïé ä ï âïõêïëéêÜ äéçã˚ìáôá ìåôÜ ∂ëåßóôùí åí áõôïßò áóìÜôùí ìåôáöñáóè˙íôá õ∂ü Ê.. Öùôü∂ïõëïõ êáé óõíïäåõüìåíá åí ô˙ëåé õ∂ü ∂ñùôïô˝∂ùí ôéí˛í êáé Üëëùí åê ìåôáöñÜóåùí áóìÜôùí, Constadinopla, 1883. 16 Véase ÄéáâÜæù op.cit. y Í˙á Åóôßá v. 278(1938) donde a propósito de una traducción del poema de Sveitislav Stefanivitc «Don Kijotis» se emplean los terminos propuestos por Skilitsis, y mientas tanto se había publicado, como veremos, la traducción de Karceos. 17 Véase el volumen 4 de Ëåîéêüí Åãêõêëï∂áéäéêüí, Ì∂Üñô êáé ˘ßñóô åêäüôáé, Atenas 1893-94 (con colaboración de los máximos esritores de la època: Palamàs, Drosinis, Roìdis etc.) 18 Ëåîéêüí Éóôïñßáò êáé Ãåùãñáößáò, äéáëáìâÜíïí ∂åñßëçøéí ôçò éóôïñßáò, öõóéê˚í êáé ∂ïëéôéê˚í ÷ùñïãñáößáí, ôïõò âßïõò ôùí ìåãÜëùí áíäñ˛í, ôïõò ì èïõò êáé ôáò ∂áñáäüóåéò ∂Üíôùí ôùí åèí˛í á∂ü ôùí áñ÷áéïôÜôùí ÷ñüíùí ì˙÷ñé ôïõ íõí, Costadinopla 18691890 (9 volúmenes, y uno de los autores-editores es S.I. Vutirás quien publicó Galatea y Estella, v., n.15 ) 19 M.N.Bouillet, Ëåîéêüí Éóôïñßáò, Ãåùãñáößáò, Âéïãñáößáò, ìåôÜöñáóç Çëßá É. Ïéêïíïìü∂ïõëïõ, å∂åêôáèåßóá êáé óõì∂ëçñùèåßóá åéò ôá áöïñ˛íôá ôïí åëëçíéóìüí Üñèñá, Atenas 1900. 20 I. Ben Rubi, «Don Quijote y los judíos sefarditas», Anales Cervantinos, II (1952), p. 374375. 21 N˙á Åóôßá 1-4-1960 (v. 67, p. 443). La traducciòn de Karceos se ha interumpido en el cap. XXVIII. La primera parte del Quijote en la traducción de Karceos se publicó también por entregas en otra revista importante ÍïõìÜò (2-11-1919 hasta 30-1-1921). 22 Todo el material de este capítulo lo hemos encontrado en el archivo del Museo Teatral de Atenas. Agradecemos al prof. D.Spacis de centrarnos la atención sobre esos temas. 23 Véase el primer texto de Óõëëïã˚ ÄñáìÜôùí n. 17 de la Biblioteca Teatral de Atenas. 24 Véase en la enciclopedia de autores griegos de ˘Üñç Ü ôóç la entrada correspondiente… 25 Como n. 7. 26 Se publicó en Atenas en 1903. 27 Nos referimos al texto de Giannis Sideris publicado en el programa de la representación teatral de 1972 en el Teatro Nacional de Atenas, adaptación del francés Yves Jamiaque, con la particpación de grandes actores (Katrakis, Zervós) y con traducción del esritor Pavlos Mátesis. Del mismo texto es la referencia que sigue. 28 Í˙á Åóôßá 1-2-1936 (vol. 19, p. 216). 29 Como por ejemplo él de la gran enciclopedia de õ ñóüò (1929, que se basaba en la Espasa Galpe) y otro de Kostas Kerofilas «Ï ÈåñâÜíôåò åéò ôçí ÅëëÜäá», Çìåñïëüãéïí ôçò ÌåãÜëçò ÅëëÜäïò (guiado por el poeta G. Drosinis), Atenas, 1927. 30 «Estradioti» (del griego óôñáôé˛ôçò=soldado) se llamaban los mercenarios de aquel período, véase I.K. Hassiotis, Ó÷˙óåéò Åëë˚íùí êáé Éó∂áí˛í óôá ÷ñüíéá ôçò Ôïõñêïêñáôßáò, Salònica, 1969. Del mismo, Ïé Åëëçíåò ôéò ∂áñáìïí˙ò ôçò íáõìá÷ßáò ôçò Íáõ∂Üêôïõ, Salònica 1970. 31 Despuès de los estudios mencionados en la n. 29, la referencia más interesante a la participación de Cervantes en la batalla es de Georgios Azanasiadis Novas en ocasión del 4o Centenario de la Batalla de Lepanto, festejado en Venecia en octubre de 1971. Esa conferencia «Å∂ß ôç óõì∂ëçñ˛óåé 400 åô˛í á∂ü ôçò íáõìá÷ßáò ôçò Íáõ∂Üêôïõ», se ha publicado en ñ áêôéêÜ ôçò Áêáäçìßáò Áèçí˛í, vol 46, 1972. 32 Por ejemplo, Josè Lopez de Toros, Los poetas de Lepanto, Madrid, 1950. Guido Cuarti, La battaglia diLepanto nei canti popolari dell epoca, Milàn 1930. Hay distintas publicaciones sobre el tema «Ç íáõìá÷ßá ôçò Íáõ∂Üêôïõ óôï åëëçíéêü äçìïôéêü ôñáãï˝äé» tanto en la revista de la ciudad Íáõ∂áêôéáêÜ como en el periòdico Íáõ∂áêôéáê˚. Para una bibliografía general sobre ese tema véase en el próximo volumen n. 10 de Íáõ∂áêôéáêÜ el estudio de Giannis Vardakulas, «Áãíùóôá êåßìåíá ãéá ôç íáõìá÷ßá ôçò Íáõ∂Üêôïõ». 33 G. Vardaculas op. cit. y también Arjim. Damaskinós, Ç íáõìá÷ßá ôçò Íáõ∂Üêôïõ, Lepanto, 1998 (con bibliografìa internacional completa). 34 Bruno Migliorini, «Íá˝∂áêôïò=Lepanto», Studi Bizantini, vol 2 (1927), p. 303-311, y Íáõ∂áêôéáêÜ, vol. 5 (1990-91), p.144-154. 35 Ôá Ïë ì∂éá 13-1-1896, Áôôéê˚ Çñéò 13-4-1896. 36 Konstantinos Paparigópulos, Éóôïñßá ôïõ Åëëçíéêï ˙èíïõò á∂ü ôçò Áë˛óåùò ôçò Êùíóôáíôéíïõ∂üëåùò ì˙÷ñé ôùí êáè´ çìÜò ÷ñüíùí, Atenas, 1874, p. 129. cervantistas 1 4/8/01 74 19:32 Página 74 Dimitris E. Filippís [8] P. 477 de la edición de Castalia. Sobre todo eso vèase en ÄéáâÜæù y M. Ceodosopulu op. cit. La frase es del escritor K. Mitsakis. 39 Como resulta del estudio de Marza Karpozilu, Ôå˝÷ç-áöéåñ˛ìáôá ôùí åëëçíéê˛í ∂åñéïäéê˛í (1879-1997), Atenas, 1999. 37 38 cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 75 LA PRESENCIA DE CERVANTES EN LOS MANUALES GRIEGOS Alicia Villar Lecumberri Grecia es el país elegido por la Asociación de Cervantistas para la celebración de su IV Congreso Internacional. Grecia, el país que eligió a Cervantes para luchar en defensa de la cristiandad. Fue la Batalla de Lepanto la que trajo a estas tierras a Cervantes. Grecia, Lepanto, Cervantes… nombres amigos. En Grecia estamos, concretamente en Lepanto, rodeados de cervantistas. Cervantes nos ha convocado en una tierra a la que está llegando el eco de la cultura española. De hecho, los estudios de lengua y civilización española ya están incluidos en los planes de estudios de la universidad griega. Sólo que los adolescentes griegos al elegir los estudios que quieren realizar se ven desbordados por la cantidad de «especialidades» existentes. Y además, de las letras españolas poco conocen. De ahí que con motivo de este Congreso sintiera la necesidad de plantear el tema. Hablemos de Cervantes. Es un hecho que Cervantes está contemplado en los planes de estudio griegos, tanto en la enseñanza primaria como en la secundaria. El Ministerio de Educación Griego edita los manuales que van a ser utilizados por los alumnos griegos. En Grecia, a los estudios superiores les preceden tres ciclos: el llamado Dimotikó, esto es, la Enseñanza Primaria (de los 6 a los 12 años), y la Enseñanza Secundaria, que consta de dos ciclos: el primero, el Gymnasio (de los 12 a los 15 años) y el segundo, el Lykeio, los años del instituto (de los 16 a los 18). En estas páginas vamos a contemplar la presencia de Cervantes en los manuales griegos. Un alumno griego va a tener la oportunidad de encontrarse con Cervantes en tres ocasiones: a los 9-10 años, edad en la que está cursando quinto de Primaria, en segundo del primer ciclo de la enseñanza secundaria, y en el primer año del instituto. Sin embargo, nos consta que los capítulos dedicados a Cervantes tan sólo se ven en clase, con seguridad, en Primaria, dado que el temario de Literatura de Secundaria es tan amplio como inabarcable, y en la mayoría de los centros no se llega a ver todo. De ahí que las nociones que traen los alumnos que llegan a las aulas universitarias sean tan escasas. Con todo, mi objetivo es presentar el estado de la cuestión teniendo en cuenta todo el material publicado por el Ministerio de Educación Griego, dado que esos son los libros de texto que nuestros alumnos tienen en sus casas y constituyen la única bibliografía real en muchas de las bibliotecas de los estudiantes. cervantistas 1 4/8/01 19:32 76 Página 76 Alicia Villar Lecumberri A. CERVANTES [2] EN LA ENSEÑANZA PRIMARIA GRIEGA1 Pues bien, comencemos presentando a Cervantes en los textos de Primaria. En el libro de quinto de Primaria los alumnos de lengua griega se topan con un don Quijote dispuesto a luchar con ovejas y carneros. Esta aventura abarca dos de las primeras lecciones del libro. Así las cosas, al niño griego le despiertan la imaginación sirviéndose de estas palabras: DON QUIJOTE Y LA BATALLA CON LAS OVEJAS Y LOS CARNEROS2 ¡Tal vez hayáis oído el nombre de don Quijote! Don Quijote era un noble, que no tenía ni blanca, pero sí mucha imaginación, y vivía hace unos cuantos años en España, en la famosa región de La Mancha. Don Quijote, en un principio, llevaba la vida que llevaban los nobles de su época: acostumbraba ir a cazar y jugaba a los dados con el barbero del pueblo.Sin embargo, más tarde, cuando llegó a los cincuenta, Don Quijote lo abandonó todo y se volcó en la lectura. Así pues, llenó su biblioteca con un montón de libros, que para comprarlos se vio obligado a ir vendiendo poco a poco sus tierras. Pero los libros que compaba no le proporcionaban beneficio alguno. ¡Lástima los dineros que daba! Y es que eran unas novelas, que en aquel entonces eran llamadas «caballerescas» y que relataban las más inverosímiles hazañas de los caballeros antiguos. Así pues, don Quijote se encerraba en su habitación y se pasaba noche y día leyendo las bobadas más increíbles del mundo, con una pasión inusitada. Y todo lo que leía, se lo creía. De ahí que creyera que lo héroes de los libros eran capaces de partir de un tajo ocho gigantes3, con la misma facilidad que se cortan los puerros, o que podían atravesar montañas enteras, de una lanzada, como si las montañas fueran tan fáciles de atravesar como un queso. Al final, acabó viéndolos delante de él e imaginándose que él mismo era uno de ellos. Y como había adelgazado de tanto leer, de comer y dormir poco, fue perdiendo el juicio y empezó a confundir las maravillas de los caballeros con las pequeñas cosas que le iban ocurriendo día a día. No podía discernir la verdad, de la mentira; lo correcto, de las patrañas. —¡Pero —decía para sus adentros—, para hacer todo esto se necesitan armas y un caballo! Las armas no tardó en encontrarlas. Eran las armas de sus antepasados, que estaban olvidadas en un desván y estaban llenas de orín y moho. Caballo, tenía el suyo. Un caballo viejo, huesudo, con las patas torcidas y las crines caídas. Con todo, tenía que darle un nombre llamativo, tal como hacían los caballeros de sus amados libros. Estuvo cuatro días dándole vueltas a la cabeza, hasta que encontró el nombre apropiado. Y así bautizó a su rocín, dándole el nombre de Rocinante, y al punto se imaginó que era semejante a Bucéfalo. Además, a don Quijote se le metió en la cabeza otra idea: hacer de Sancho su escudero, ya que todas las novelas de caballería que había leído decían que no había caballero andante que se lanzara a recorrer el mundo sin escudero. Así que encontró a Sancho Panza solo, en la cocina, en el momento en el que estaba comiéndose una sopera de habas. ¡Qué contraste entre estos dos hombres! Don Quijote era alto, delgado y enjuto, con unos bigotes largos que partían en dos su amarillento y melancólico rostro. Sancho era bajo y gordo, y tenía una sonrisa perpetua que hacía más ancha si cabe su redondeada cara. Don Quijote enseguida le explicó a Sancho para qué le quería: quería hacerle escudero y recorrrer juntos el mundo. Y le aseguró que gracias a sus acciones heroicas y a su fama, el rey le concedería una isla y le nombraría gobernador de la misma. Con estas promesas y otras tales, Sancho, que era pobre, en sólo una hora, aceptó seguir a su vecino. Así pues, a los pocos días, antes de que saliera el sol, dos jinetes se marchaban furtivamente de su pueblo: se trataba de don Quijote, a lomos de Rocinante y Panza, encima de su jumento. Iban a conquistar la fama. (Continuará) (Continuación del texto anterior)4 cervantistas 1 4/8/01 19:32 [3] Página 77 La presencia de Cervantes en los manuales griegos DON QUIJOTE Y LA BATALLA CON 77 LAS OVEJAS Y LOS CARNEROS Habrían andado un día entero, cuando de repente don Quijote se puso de pie sobre los estribos de su caballo. —He aquí el día, mi querido Sancho, en el que se ha de mostrar el valor de mi brazo, y las hazañas de este día quedarán escritas por siempre en la historia. ¿Ves aquella polvareda que se levanta allá a lo lejos, Sancho? Has de saber, pues, que viene un gran ejército hacia nosotros5. —Si es así, entonces serán dos ejércitos, respondió Sancho. Pues por este otro lado se levanta otra polvareda semejante. Don Quijote volvió a mirar y vio que Sancho tenía razón. No cupo en sí de gozo, ya que pensó que los dos ejércitos iban a embestirles en mitad del inmenso campo. La polvareda la levantaban dos grandes manadas de ovejas y carneros, que venían de dos partes opuestas. Y con tal ahínco afirmaba don Quijote que las nubes de polvo eran ejércitos, que Sancho acabó por creérselo y dijo: —Señor, pues ¿qué hemos de hacer en este caso? —¿Que qué hemos de hacer?, dijo don Quijote, con la frente en alto: Nos pondremos del lado de quienes necesiten nuestra ayuda. —Pero, señor, gritó Sancho ofuscado, giro y giro la cabeza, estiro el cuello tanto tanto que se me va a despegar, abro los ojos de par en par, tanto tanto que parece que se me van a salir de las órbitas, pero que me lleve el diablo si veo a alguno de los que me ensalzas. —¡Qué! ¿No oyes el relinchar de los caballos, los clarines, los timbales? —No oigo nada, respondió Sancho… Como mucho, oigo balidos de ovejas y carneros. —¡Ah! Exclamó don Quijote—, temes tanto la guerra, mi pobre Sancho, que estás desorientado. Muy bien, quédate aquí, que yo iré solo a dar la victoria a aquel que ayude. Así que, dio de espuelas a Rocinante y se marchó raudo y veloz sin escuchar las voces de su escudero. —¡Por el amor de Dios! Gritó Sancho, vuelva atrás, señor don Quijote, que son ovejas y carneros esos con los que va a luchar. ¡Qué locura es ésta! ¡Pecador de mí!6 Don Quijote corría y corría, clavando las espuelas a su caballo, de cuando en cuando, al tiempo que gritaba, como loco: «arre, arre». Y sin perder tiempo, dio con una de las manadas de ovejas y carneros y empezó a propinar golpes a diestro y siniestro, con rabia y enfado. Los pastores empezaron a vociferar, a insultarle y a amedrentarle; pero él, ni caso. Entonces cogieron unas piedras y empezaron a tirárselas. Una piedra le dio justo en la boca y le partió tres dientes, una segunda le dio un fuerte golpe en el costado; y la tercera le dio en la frente, y le causó tal mareo que se desplomó del caballo, cayendo en tierra. Los pastores creían que lo habían matado. Recogieron a toda prisa su rebaño, cargaron al hombro las ovejas y los carneros muertos, y si te he visto, no me acuerdo.7 Todo este tiempo Sancho se quedó apoyado en unas rocas y estuvo mirando las locuras de su amo, mesándose las barbas de pura desesperación. Y cuando los pastores se perdieron de la faz de la tierra, bajó de su atalaya y se acercó a su amo, quel estaba en una situación deplorable. —¿No le decía yo, mi señor don Quijote? —dijo Sancho, mientras iba retirando la sangre del rostro del caballero herido. ¿No le decía yo que no eran ejércitos, sino manadas de ovejas y carneros? Cervantes Adaptación: Kostas Bárnalis cervantistas 1 78 4/8/01 19:32 Página 78 Alicia Villar Lecumberri COMENTARIOS A LA ADAPTACIÓN [4] DEL TEXTO El texto que acabamos de presentar está tomado de la adaptación infantil que hizo el escritor griego, Kostas Bárnalis (1883-1974). Se trata de una lograda versión del Quijote para niños, publicada en Atenas, en 1975, en la editorial Kedros. En el libro de texto encontramos dos lecciones dedicadas a la obra de Cervantes, unificadas por un título conjunto: Don Quijote y la batalla con las ovejas y los carneros. Bajo el mismo epígrafe nos encontramos un primer fragmento en el que se presenta a nuestros héroes y un segundo que describe la batalla en sí. El primer texto corresponde a la adaptación de los capítulos I y VII del Quijote. Se presenta a don Quijote, su linaje, sus inquietudes, y la necesidad de armas y caballo para un caballero andante. A Rocinante Bárnalis nos lo presenta semejante a Bucéfalo, si bien Cervantes insiste en que no existía parangón alguno: «le pareció que ni el Bucéfalo de Alejandro ni Babieca el del Cid con él se igualaba» (Quijote, I. 1). Una vez provisto nuestro héroe de caballo, a los ojos de Bárnalis, don Quijote necesita un escudero, y así sigue su texto, que es la adaptación del capítulo VII de la primera parte del Quijote. No se les presenta a los niños la falta de una dama de la que enamorarse, ni el ritual de armarse caballero, ni el escrutinio que el cura y el barbero hicieron de la librería de don Quijote. Es muy curiosa la presentación que hace Bárnalis de Sancho: ¡nos lo sitúa en la cocina de su casa, comiendo una sopera de habas! Allí es donde lo encuentra don Quijote. De este modo, Bárnalis transmite a los niños la idea de que Sancho es un glotón. Esta caracterización es muy acertada y consigue hacer de Sancho Panza un personaje simpático del que los niños fácilmente se van a encariñar. A continuación Bárnalis describe a su manera, a los dos personajes. De don Quijote dice que era alto, delgado y enjuto8, y añade, de su cosecha: «con unos bigotes largos que partían en dos su amarillento y melancólico rostro». Por el contrario Sancho era bajo y gordo, y destaca que «tenía una sonrisa perpetua que hacía más ancha si cabe su redondeada cara». Estos añadidos están muy conseguidos, dado que tiñen de sensibilidad la personalidad de los protagonistas del relato. Respecto a las acotaciones temporales, Bárnalis no respeta el original. Nada se dice en El Quijote de que Sancho «en sólo una hora» aceptara seguir a su vecino. Y respecto a la salida conjunta y furtiva de los dos jinetes, Bárnalis dice que salieron «antes de que saliera el sol», si bien el texto cervantino habla de «una noche», dado que teniendo toda la noche por delante a la mañana siguiente, cuando les echaran en falta, ellos ya estarían lo bastante lejos como para que no les encontrasen.9 El segundo texto relata el episodio en sí de la lucha de don Quijote con las ovejas y los carneros, episodio que en El Quijote, como sabemos, no aparecerá hasta el capítulo XVIII de la primera parte. Con todo, estos dos textos aparecen, como decíamos, bajo el mismo epígrafe y no se hace mención de los capítulos del texto original. Para retomar el hilo del texto de la lección anterior, Bárnalis decide introducir otra locución temporal: «Habrían andado un día entero»… Respecto al texto dialogado original, Bárnalis sigue el texto prácticamente de modo literal, pero suprime las digresiones y las palabras del narrador para aligerar el texto. Así, no encontramos en el texto infantil la digresión que podíamos denominar «el catálogo de los contrincantes». Y es que, tras anunciar cervantistas 1 4/8/01 [5] 19:32 Página 79 La presencia de Cervantes en los manuales griegos 79 don Quijote que se pondrán del lado de los menesterosos y desvalidos, Bárnalis decide saltarse toda la digresión del texto original en la que don Quijote va imaginando y describiendo a sus contrincantes: el emperador Alifanfarón, el rey de los garamantas, Pentapolín, el valeroso Laurcalco, el temido Micocolembo, el nunca medroso Brandabarbarán de Boliche, el siempre vencedor y jamás vencido Timonel de Carcajona, un caballero novel, llamado Pierres Papín, el poderoso duque de Nerbia, Espartafilardo del Bosque, al tiempo que enumera las gentes que lidian en uno u otro ejército de su fantasía, a saber, númidas, persas, partos, medos, árabes, (es)citas, etíopes, en el ejército pagano, y andaluces, tartesios, manchegos, vizcaínos, palentinos, vallisoletanos, albacetenses, pirenaicos y «cuantos toda Europa en sí contiene y encierra», en el ejército cristiano. Esta enumeración podría llegar a cansar a los niños y de ahí que el autor de esta adaptación infantil del Quijote haya decidido agilizar el texto. De ahí que Bárnalis retome el diálogo para contarnos qué ocurrió al fin con los ejércitos de ovejas y carneros. En ese momento Sancho increpa a don Quijote con estas palabras: «Pero, señor, —gritó Sancho ofuscado— giro y giro la cabeza»… En esta ocasión Bárnalis añade dos elocuciones en las que aprovecha la ocasión para utilizar un lenguaje infantil con el que consigue acercar a este público el mensaje del texto original. Es una inserción logradísima: «estiro el cuello tanto tanto que se me va a despegar, abro los ojos tanto tanto que parece que se me van a salir de las órbitas. Por otra parte, con el fin de aligerar el episodio, tampoco encontraremos el reflejo de estas palabras: «Porque tenía a todas horas y momentos llena la fantasía de aquellas batallas, encantamentos, sucesos, desatinos, amores, desafíos, que en los libros de caballerías cuentan, y todo cuanto hablaba, pensaba o hacía era encaminado a cosas semejantes» (Quijote, I. 18). Llegados a este punto, tres apreciaciones lexicográficas que vienen a colación del cotejo del texto cervantino con la adaptación de Bárnalis. Dice Cervantes que don Quijote empezó a lancear cuando arremetió contra la manada de ovejas y carneros. Sin embargo Bárnalis no emplea el verbo griego ____i__ que significa lancear, sino simplemente el verbo ___π_, que significa golpear, propinar golpes. Por otra parte, respecto a las piedras que lanzan los pastores, en el original Cervantes nos dice cómo a don Quijote le alcanzó una peladilla de arroyo, esto es, un guijarro. Pero Bárnalis no emplea la palabra griega _______ que significa guijarro, sino la palabra π____, que designa a una piedra en general. De ahí que nuestra traducción refleje la versión infantil. Y por último, Cervantes cuando Sancho está esperando a que don Quijote acabe con la batalla con las ovejas y los carneros, sitúa a Sancho en una «cuesta», pero Bárnalis utiliza dos palabras diferentes: en la primera ocasión Sancho se quedó apoyado en unas rocas (______), mientras que al final del episodio Sancho bajó de su atalaya (________). Presentación y comentarios del libro de texto Las dos lecciones dedicadas al Quijote abarcan las páginas 32-45 del libro de texto. La estructura de todas las lecciones es la misma: texto literario acompañado de notas a pie de página y ejercicios gramaticales. En la educación primaria griega (de los 6 a los 12 años) el niño aprende la lengua a través de textos literarios. La literatura es el pretexto de la gramática. Pues bien, el cervantistas 1 80 4/8/01 19:32 Página 80 Alicia Villar Lecumberri [6] primer texto va acompañado de cuatro notas lexicográficas. Se les explican a los niños tres sustantivos: _π___π____, ______, __________, barbero, sopera y acción heroica respectivamente, y un adjetivo: __________ enjuto. Estas palabras impedirían la comprensión del texto, las dos primeras por tratarse de vocablos, si bien propios del lenguaje popular, arcaicos (hoy en día sustituidos por las palabras _______ y ___π____ respectivamente), y las otras dos, por no ser palabras de uso frecuente. No corren tiempos para acciones heroicas, de ahí el desconocimiento de la palabra __________ por parte de un niño. Por otra parte, describir a un señor como __________ es como decirle en España a un niño de diez años que se trataba de un señor enjuto. Un niño de esa edad conoce los adjetivos delgado, flaco, como mucho huesudo (________, __π___, __________ en griego). A continuación del texto tenemos los ejercicios gramaticales. El primero es uno de léxico: se le presentan al alumno diez palabras que han aparecido en el texto literario y se le dan otras diez sinónimas para que las relacione. El acierto de la elección de estos vocablos es decisiva, porque constituyen el hilo conductor del relato. Por su parte, no deja de ser curioso que los niños griegos aprendan a conjugar determinados verbos, teniendo como punto de referencia el texto cervantino. Deberán encontrar la forma verbal adecuada que exprese los devaneos de don Quijote, quien, se vio obligado a vender parte de sus tierras para comprar esos libros de caballerías, que en realidad, no le proporcionaban beneficio alguno (es el caso de los ejercicios 2, 3 y 5). Otro de los objetivos de estos ejercicios gramaticales es transmitir al niño la idea de las diferentes fases de la lengua griega. Para ello, nada mejor que explicarles cómo don Quijote tenía un caballo (_____; palabra actual que designa a dicho animal), pero su sueño era hacerse caballero andante, puesto que quería ser como uno de los héroes de las novelas de caballería que había leído (para formar los compuestos hay que recurrir al antiguo _ππ__, y así, don Quijote quería ser un antiguo _ππ____ , tal y como lo había leído en las _ππ_____ _____________). El texto cervantino, a su vez, se emplea para presentar a los niños el concepto de la hipérbole, dado que los héroes del libro son capaces de partir de un tajo ocho gigantes. Por otra parte, de cada lección, los alumnos deberán escribir el vocabulario básico en fichas. Con el texto literario de referencia, el niño aprenderá fácilmente expresiones del tipo: «acabó creyéndose lo que allí se decía», y recordará cómo se dice «dar vueltas a la cabeza» con sólo acordarse de los devaneos de don Quijote a la hora de buscar un nombre para su rocín. El segundo texto, considerado como continuación del primero, lleva el mismo título que aquel. Otras cuatro notas lexicográficas aclaran el significado de tres sustantivos: __ ______, _ _π________ y __ ________, estribos, brújula y atalaya respectivamente, y de un verbo: _______ ofuscarse. A continuación vienen siete ejercicios gramaticales. En el primero el objetivo es que los niños asimilen la formación del participio. Esta labor se simplifica por el hecho de que, gracias al texto que han leído, saben que don Quijote estuvo propinando golpes a las ovejas y carneros, ante un ofuscado Sancho. Esta vez, las fichas de vocabulario se van a engrosar con un Sancho que abre los ojos de par en par, o con el mareo que le entró a don Quijote a causa de la pedrada que recibió. cervantistas 1 4/8/01 19:32 [7] Página 81 La presencia de Cervantes en los manuales griegos 81 El último ejercicio es un ejercicio de composición. Los alumnos deben pensar y escribir. Tienen que leer unas cuantas frases que se han escogido del texto literario y utilizar sólo las expresiones subrayadas, del tipo: «Has de saber que…», para construir sus propias frases. Este último ejercicio ayudará a los alumnos a asimilar el sentido de este pasaje de la batalla con las ovejas y los carneros. Y además, los alumnos ya se habrán familiarizado con nuestros héroes, les habrán caído simpáticos, y por lo tanto estáran en condiciones de utilizar correctamente estas expresiones. Llegados a este punto no nos queda sino señalar que al final del libro10 hay una relación de los escritores de los que se han tomado los textos. En el lema Cervantes, M. leemos: «Escritor español (1547-1616). Escribió muchos libros, pero su obra maestra es don Quijote. En este libro describe las aventuras imaginarias de un caballero venido a menos, con alma buena, pero sin sentido alguno de la realidad. El adaptador de la novela al griego, Kostas Bárnalis (1883-1974) es uno de los escritores más prestigiosos que fue galardonado con el Premio Lenin. A. CERVANTES EN LA ENSEÑANZA SECUNDARIA GRIEGA B.1 Primer ciclo La Enseñanza Secundaria del primer ciclo va dirigida los alumnos de edades entre los 12 y los 15 años. Es la época del ________, que consta de tres cursos. En del libro de Literatura de segundo, 11 encontramos el conocidísimo pasaje de los molinos de viento. Lo que me parece más curioso de todo es que se haya incluido en un libro que se dedica exclusivamente a Grecia y a sus gentes, y se haya incluido en el capítulo dedicado a «la vida en tiempos pasados». En este libro los textos literarios están agrupados de acuerdo a XVI unidades temáticas: el mar, el colegio y la vida, la ciudad y el campo, la década de los 40 y la Ocupación, los jóvenes en lucha por la libertad, el cariño, la vida religiosa, lo que aconteció en Asia Menor, lo que se siente cuando se está en tierras lejanas, el helenismo más allá de las fronteras, los problemas de la vida contemporánea, relatos de viajes, la víspera de la Gran Batalla, la vida en tiempos pasados, las luchas de los akritas-ladrones, el arte popular. Todos estos temas se abordan desde un punto de vista exclusivamente griego. Y de pronto, en la vida en otros tiempos, nos encontramos con el buen don Quijote. El capítulo dedicado a Cervantes abarca tres de las 358 páginas de las que consta el libro. Los autores del libro han elegido el comienzo del capítulo VIII de la Primera Parte del Quijote, esto es, la aventura de los molinos de viento.12 El fragmento va precedido del siguiente párrafo: Don Quijote es una novela española que se publicó por primera vez en 1605.13 Su héroe, don Quijote de la Mancha, se convirtió en el símbolo del hombre que se deja llevar por la imaginación y se imagina cosas irreales, pero que a su vez tiene sentimientos nobles y le domina la pasión de la aventura. Tenía cincuenta años cuando decidió abandonar su apacible vida y convertirse en caballero andante, ya que le había obnubilado la fama de los caballeros andantes. Y es que, de eso daban buena cuenta en las muchas novelas de caballería que había leído. Arrastrado por sus lecturas, se planteó el objetivo de enmendar todas las injusticias que fuera encontrando en su camino. Ve enemigos imaginarios por todas partes. En sus aventuras le acompaña su fiel escudero Sancho Panza. Hizo señora cervantistas 1 82 4/8/01 19:32 Página 82 Alicia Villar Lecumberri [8] de sus desvelos a una bella aldeana, a la que puso el nombre de Dulcinea. Leemos un fragmento del capítulo octavo.14 A continuación viene el fragmento, acompañado de dos notas aclaratorias, a pie de página, en las que se explica quiénes son Briareo y Frestón. Del primero se dice que es un gigante de la mitología griega, que tenía cien brazos, y tras el nombre de Frestón (transcrito en griego como Festón), la nota reza: El cura y el barbero quemaron los libros de caballería de don Quijote, para librarlo de su locura. Don Quijote echó la culpa del desastre a un enemigo suyo imaginario, al mago Festón. El fragmento de la aventura de los molinos de viento ha sido tomado de la traducción de _. Karthaios15, publicada en Atenas, en la editorial Estia, en 1964.16 Él se ocupó de la traducción y el prólogo de la Primera Parte del Quijote y la Segunda la publicó conjuntamente con la señora I. Iatridou. Esta es la traducción más leída del Quijote, si bien existe otra de Mathaios, publicada posteriormente.17 Con todo, la edición consagrada es la traducción de 1964 —de ahí que en los textos oficiales sea la que se viene utilizando— y el éxito de esta traducción ha llevado a la editorial Pataki a reeditarla y según fuentes de la editorial, saldrá a la luz en el 2001. Personalmente he de decir que, tras el cotejo de la traducción de Karthaios con el original18 —tentación lícita en la Filología—, he de decir que esta es una buena traducción del Quijote , en griego moderno, si bien habría que retocar algunos detalles. A modo de ejemplo señalaríamos que don Quijote no estaba seguro de haber visto treinta o cuarenta molinos, mientras que Karthaios ha decidido que eran treinta. Detalles sin importancia, que no impiden la comprensión del texto, pero que están ahí. Lo único que se le ha escapado al traductor en el pasaje elegido para el libro de texto es el significado de la palabra lanzada, y es que no ha dado con la palabra griega ________. Así, en lugar del texto cervantino: «dándole una lanzada en el aspa», nos encontramos en la traducción: «clavó el filo de la lanza en el aspa». Otro detalle es el hecho de que el traductor ha topado con la dificultad de encontrar en su lengua una palabra con la que designar un puerto de montaña, y así el texto nos habla del «estrecho» de Lápice. Como se puede ver las inexactitudes apuntadas son mínimas y en ningún caso impiden la comprensión del texto cervantino. Tras esta digresión filológica, volvamos al libro de texto. El pasaje de la aventura de los molinos de viento va seguido de cuatro cuestiones a las que deberán responder los alumnos. Deben contestar a las siguientes preguntas: 1. ¿Al servicio de qué ideales cree que está don Quijote al luchar con gigantes imaginarios? 2. ¿Os habéis reído o habéis sentido lástima de lo que le ocurrió al caballero andante? ¿Por qué? 3. En la introducción hemos visto qué tipo de persona simboliza don Quijote. ¿Y Sancho Panza? ¿Qué tipo de persona simboliza? 4. ¿Qué quiere satirizar Cervantes con la caricaturización de su héroe? Al final del capítulo los alumnos disponen de una pequeña biografía de MIGUEL DE CERVANTES (1547-1616): Gran escritor español. Provenía de una familia aristocrática, pero sin recursos. Pronto adquirió una vasta cultura filológica. Su vida estuvo llena de aventuras y privaciones. Prestó servicio en el cervantistas 1 4/8/01 [9] 19:32 Página 83 La presencia de Cervantes en los manuales griegos 83 ejército español de Italia y participó en la Batalla de Lepanto (1571), donde fue herido y perdió su brazo.19 De regreso a España fue cautivado por unos piratas argelinos y durante cinco años llevó la vida miserable que llevan los esclavos en las cárceles de Argel. Tras muchas vicisitudes logró ser liberado y regresar a su patria, donde cambió muchas veces de oficio: comisario de los bienes del ejército, recaudador de contribuciones, trabajador por cuenta propia. Sus obras: Don Quijote, Viaje al Parnaso, Novelas Ejemplares, obras teatrales y otras. Don Quijote está considerada como una de las obras maestras de la Literatura Universal. B.2 Segundo ciclo: Cervantes en el instituto El libro de Literatura Neohelénica20 consta de tres apartados: el primero reúne los textos de la literatura griega neohelénica desde sus comienzos hasta el año 1830 (excepto la Escuela del Heptaneso), en el segundo hay textos de literatura griega contemporánea, y en el tercero aparecen textos de la literatura extranjera traducidos al griego moderno. Concretamente se trata de textos traducidos del latín, del italiano de los siglos XIV y XV, del francés, del español y del inglés del siglo XVI y principios del XVII. Así pues, la tercera parte del libro, titulada: Literatura Extranjera, está encabezada por textos de Plauto, Lucrecio y Virgilio. A continuación viene el capítulo de la Literatura Europea del Renacimiento, en el que se incluye la Divina Comedia de Dante, un soneto de Petrarca, el capítulo XXI de la Primera Parte del Quijote,21 un fragmento de Montaigne, otro de Moliere, y dos fragmentos del Rey Lear de Shakespeare. Todos los textos van acompañados de la biografía del autor correspondiente. Con todo, las páginas en las que nos vamos a centrar son las dedicadas a España y concretamente a Miguel de Cervantes. Tras el epígrafe de ESPAÑA, aparece el nombre de Miguel Cervantes (sin «de»), en negrita, seguido de un «Don Quijote», a modo de título y entre paréntesis (cap. XXI). De esta manera el estudiante difícilmente se hará a la idea si lo que viene a continuación tiene que ver con el personaje en sí, don Quijote, o con la obra, dado que no se le da el título completo. Lo que se encuentra el estudiante es una nota introductoria al capítulo en el que se le dice cómo: «En el capítulo XXI aparte del episodio acerca de la adquisición del yelmo22 de Mambrino, asistiremos a una conversación muy interesante entre don Quijote y su escudero. Con gran maestría Cervantes consigue criticar y caricaturizar al mismo tiempo a su héroe, y todo tipo de novelas de caballería que tenían como tema los caballeros andantes». A continuación viene casi en su totalidad el capítulo XXI, traducido por Karthaios. Este capítulo ha traído de calle al traductor, que si yelmo (palabra que no puede ser traducida, sin más, por casco, vocablo demasiado actual), que si celada (la pieza que cubría la cabeza, de la que una parte es el encaje, esto es, la babera, que cubría la boca y las quijadas), que si almete (la pieza que cubría sólo el casco de la cabeza)… Con todo, la labor del traductor es afinar al máximo, y no olvidemos que los guerreros griegos vestían todas estas armas. Basta con documentarse a fondo. Por otra parte hemos detectado variantes innecesarias: se emplean dos palabras diferentes para designar al barbero (_______, _π___π____), cuando con la segunda basta. Por su parte, el pasaje de la mutatio caparum no ha llegado a entenderlo el traductor y ha salido del entuerto como ha podido. Allá donde leemos: «Y luego, habilitado con aquella cervantistas 1 84 4/8/01 19:32 Página 84 Alicia Villar Lecumberri [10] licencia, hizo mutatio caparum y puso su jumento a las mil lindezas, dejándolo mejorado en tercio y quinto. Hecho esto, almorzaron las sobras del real». Pues bien, la traducción reza: «Haciendo uso de esta licencia, cambió las alforjas, de manera que el animal le pareció que estaba mucho más bonito que antes. Y después de esto se sentaron y comieron de lo que había sobrado del botín que habían cogido a los curas». Esos latinajos… ¡algo tendrán que ver con los curas! Por otra parte, la palabra malencolía no ha conseguido llegar a la lengua de salida, ya que el traductor ha interpretado que se allí se habla de melancolía. El texto va seguido de cinco preguntas a las que los alumnos deberán de contestar: 1. De todas…. las ciencias. ¿Qué dirías del planteamiento que afirma que la experiencia es la madre de todas las ciencias? 2. Prestad atención a la reacción de don Quijote y de Sancho ante la aparición del barbero. ¿Cómo se crea el elemento cómico del que depende todo el episodio? Tened en cuenta a) cómo ven la realidad don Quijote y Sancho, b) ¿es proporcional el ataque impulsivo de don Quijote a la realidad?, c) ¿cómo plantea las cosas el propio escritor en el pasaje: «Sea como fuere… su imaginación». 3. Justificad el punto de vista que se plantea en la nota introductoria, en el párrafo: «Con gran… andantes». 4. ¿Cómo reacciona Sancho ante las fantasías de don Quijote? ¿Habéis observado algún cambio? Si es así, ¿cómo lo justificaríais? 5. ¿Cuál es el papel del narrador? Como colofón del capítulo leemos la biografía de Miguel Cervantes (15471616). Dice así: «De su vida poco es lo que se sabe con certeza: su nombre completo es Miguel de Cervantes Saavedra. Nació en Alcalá de Henares y provenía de familia aristocrática, pero con pocos recursos. Llevó una vida atormentada, llena de aventuras y ambiciones no cumplidas, que influyeron decisivamente en la configuración de su intelecto y de su arte. De sus estudios juveniles no tenemos noticias concretas. Sea como fuere, lo que es seguro es que durante un largo período de tiempo tuvo como profesor de Filología y en materias de Humanidades a un clérigo culto, Juan López de Hoyos, quien sobresalía por su vasta cultura y su educación humanista. Sin embargo, a pesar de no disponer datos concretos acerca de sus estudios, parece que su educación fue variada. Era un buen conocedor de lla poesía antigua y moderna, especialmente en lo tocante a la Filología hispánica e italiana. En líneas generales, su vida se resume como sigue: En 1570 se enroló en el ejército español de Italia, como soldado y con este grado participó en la conocida, históricamente, Batalla de Lepanto (1571). Luchó valientemente y recibió tres balas de arcabuz, dos en el pecho y una en el brazo izquierdo, el cual se le quedó inutilizado23. Hasta 1574 siguió al servicio del ejército como soldado, en Italia. En su regreso a España fue capturado por unos piratas argelinos y fue liberado en 1580, con el rescate que enviaron sus padres24. Del resto de su vida sabemos poco. Se casó en 1584, abandonó el ejército, y empezó a dedicarse a la literatura, al tiempo que realizó diversos oficios. Los siglos XVI y XVII, durante los cuales vivió Cervantes, constituyen una gran época de las letras españolas. Por eso a ese período se le denominó «Siglo de Oro». De la época anterior, que constituye el medievo español (siglos XII-XV), ejercició gran influencia la cervantistas 1 4/8/01 19:32 [11] Página 85 La presencia de Cervantes en los manuales griegos 85 novela El Amadís de Gaula de Rodríguez Montalvo. Su éxito en toda Europa fue enorme y se convirtió en el modelo de las novelas de caballería. De los escritores del Siglo de Oro los más importantes fueron Cervantes y Lope de Vega (1562-1635). Lope de Vega es un escritor teatral y escribió comedias cuyos temas están sacados de la mitología, la Biblia y la historia. Aunque sus comedias no profundizan en los caracteres de sus héroes, destacan por el lirismo, el amor a la naturaleza y la acción. Miguel de Cervantes puede considerarse el creador de la novela contemporánea. Con la novela Don Quijote de la Mancha nos dio una imagen de las costumbres de la España del Siglo de Oro y satirizó las exageraciones de su novela de caballería». CONCLUSIÓN Este es el estado de la cuestión respecto a la presencia de Cervantes en los manuales griegos. Su nombre aparece también, de paso, en el libro de Historia Moderna y Contemporánea, en tercero del primer ciclo de la Enseñanza Secundaria. De Cervantes se les dice cómo con su obra pionera «Don Quijote», está clasificado por los historiadores de la Literatura Europea, junto a Dante y Shakespeare, en la tríada de creadores que llegaron a la altura de las grandes figuras poéticas de la Grecia antigua. (Véase: B. ________, _______ _______ ___ ________, ___________, Atenas, ____, pág. 34). Cervantes está presente al lado de Shakespeare, Moliere, Goethe… Con todo, los griegos están mucho más familiarizados con las obras de los escritores clásicos ingleses, italianos, franceses o alemanes, dado que incluso en sus teatros pueden asistir a obras de estos autores. Cervantes falta del panorama cultural griego (en Madrid, el pasado año, sin ir más lejos, pudimos asistir a un musical basado en el Quijote), quizá si el teatro cervantino tuviera cabida en las salas griegas, y cómo no, en la televisión, Cervantes empezaría a ser más conocido y el Quijote dejaría de ser dos tomos, en el mejor de los casos, a los que no hay quién les hinque el diente. NOTAS 1 Existen varios trabajos dedicados a la Enseñanza Primaria Griega, cuyo compendio bibliográfico se puede consultar en elartículo de G. Andreiomenos, «La Literatura Extranjera traducida al griego: El ejemplo de los libros de texto escolares recientes», publicado en la revista Comparaison, 9 (1998), págs. 110-130. Gracias a este artículo, la localización del pasaje cervantino incluido en Primaria fue inmediata. 2 _ ______ ___ ___ ___ _’ _________, _____ _____, ____, págs. 32-34. 3 Expresión que Cervantes utiliza en el cap. XXXII de la primera parte del Quijote: «(Felixmarte de Hircania)… que de un revés solo partió cinco gigantes por la cintura, como si fueran hechos de habas, como los frailecicos que hacen los niños» 4 _ ______ ___ ___ ___ _’ _________, _____ _____, ____, págs. 39— 41. 5 A partir de aquí Bárnalis sigue prácticamente el texto original al pie de la letra. El texto cervantino reza así: «Este es el día, ¡oh Sancho!, en el cual se ha de ver el bien que me tiene guardado mi suerte; éste es el día, digo, en que se ha de mostrar, tanto como en otro alguno, el valor de mi brazo, y en el que tengo que hacer obras que quedan escritas en el libro de la Fama por todos los venideros siglos. ¿Ves aquella polvareda que allí se levanta, Sancho? Pues toda es cuajada de un copiosísimo ejército que de diversas e innumerables gentes por allí viene marchando» (El Quijote, I.18). 6 En el texto cervantino: «¡Pecador soy yo a Dios!» (Quijote I. 18) cervantistas 1 4/8/01 86 19:32 Página 86 Alicia Villar Lecumberri [12] En el texto cervantino: «y sin averiguar otra cosa, se fueron» (Quijote I. 18) Con la enumeración de estos tres adjetivos, los niños pueden llegar a la conclusión que don Quijote era un tipo delgaducho, cosa algo alejada del texto cervantino: «Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los 50 años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza» (I. VII). 9 El texto cervantino dice así: «Una noche se salieron del lugar sin que persona los viese; en la cual caminaron tanto, que al amanecer se tuvieron por seguros de que no los hallarían aunque los buscasen. 10 Pág. 130: Biografías de los escritores. 11 _______ ____________ ___________, _’ _________, ____. 12 Págs.322-324: ______ _________: _ ___ _______ ___ __ __________, es decir, Miguel Cervantes: Don Quijote y los molinos de viento. 13 Obsérvese que no se habla para nada de una Primera y una Segunda Parte de la obra, hecho que desconoce el alumno. Y esto lo he comprobado en la Facultad. Los alumnos ¡creían que Cervantes sólo había escrito la primera parte, y que la segunda no era de Cervantes! Algo habían oído de una segunda parte apócrifa… 14 Nótese cómo, de nuevo, no se especifica que este capítulo pertenece a la Primera Parte del Quijote. 15 K. ________-_. ________, _____, _____, 1964. 16 Está por hacer un estudio bibliográfico exhaustivo y comentado de las traducciones cervantinas al griego moderno. La primera es de mediadios del siglo XVIII (hacia 1720-1745). Recoge los catorce pimeros capítulos del Quijote, traducidos al griego partiendo de la traducción que había hecho al italiano Lorenzo Franciosini (Venecia 1622-1625, Roma 1677). Es la primera traducción del Quijote fuera de las fronteras de la Europa Occidental. Procede de las Soberanías del Danubio. Posteriormente sabemos que la primera traducción rusa es de 1769, las escandinavas del tercer tercio del siglo XVIII, la rumana de 1840, la serbia de 1856-57, la turca alrededor de 1860, la checa de 1864 y la armenoturca de 1868. Estamos con el profesor K__________, quien en su artículo: «La primera traducción de El Quijote al griego moderno», publicado en Salónica en 1990, páginas 175184, dice que el estudio de esta traducción y de otras que se hicieron en la misma época muestran interesantes orientaciones narrativas y dramáticas de las letras neohelénicas, que no han sido estudiadas como se debiera y es imprescindible hacer un estudio analítico en profundidad. 17 Concretamente la Primera Parte vio la luz en octubre de 1994 y la Segunda Parte en abril de 1995. Se publicó en Atenas, en la editorial Exantas. 18 Hecho que espero que sea del agrado de Karthaios, pues al parecer Mathaios sugirió que no se hiciera con su versión, y esta opinión ha llegado a intimidar a los estudiosos hasta tal punto que se han visto obligados a respetar su voluntad. Véase la reseña que publicó V. Ivanovich, con motivo de la aparición de la traducción del Quijote de I. Mathaios: «Cervantes en griego: Traducción, «Norma», Recepción», Atenas, revista M________ 96, pág.171: «Voy a evitar hacer una valoración comparativa (a través de procedimientos filológicos de confrontación de las dos versiones entre sí, y de cada una con el original), respetando así la sugerencia del escritor». 19 Esta frase ha dado pie a no pocos equívocos. A modo de chascarrillo me viene a la mente la preocupación de un corfiota, quien me preguntó a ver si en alguna parte se decía o se insinuaba dónde se encontraba el brazo que perdió Cervantes en la Batalla de Lepanto. Decía el buen hombre, que en la Iglesia Católica de la Anunciación, en Corfú, hay una tumba en la que se sabe que fueron enterradas víctimas de la Batalla de Lepanto. ¿No estaría el brazo de Cervantes entre aquellos restos? De ser así habría que darlo a conocer. 20 _______ ____________ ___________, _’ _______ _______, _____, ____. 21 Aunque tampoco en el libro del Instituto se especifica que este capítulo pertenece a la Primera Parte. Se cita capítulo 21, sin más. 22 En realidad los autores del libro utilizan la palabra ______, que significa casco, y no π___________ , que es la palabra griega que significa yelmo. 23 En esta ocasión no se dice que «perdió el brazo». Por lo tanto, al menos a los alumnos del Instituto les quedará claro que el brazo tan sólo le quedó inutilizado. Es curioso observar cómo este verbo ha sido modificado después de haber sido impreso el texto, ya que se nota perfectamente el añadido. Seguro que la modificación obedece al craso error que conduce la primera versión. 24 No fue Miguel, sino su hermano Rodrigo, el que fue rescatado, en 1577, con dinero que pudo reunir su familia. Fue un fraile de la orden Trinitaria el que consiguió redimirlo a último momento, 7 8 cervantistas 1 4/8/01 [13] 19:32 Página 87 La presencia de Cervantes en los manuales griegos 87 pagando la suma de 500 escudos por su rescate. Véase: Miguel de Cervantes, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, Edición, introducción y notas de Luis Andrés Murillo, Madrid, Clásicos Castalia, 1978, pág. 21. cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 89 III Aspectos biográficos cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 91 CERVANTES Y EL GRECO: ¿SÓLO CONTEMPORÁNEOS? Sarantis Antiochos En la vida intelectual hay alguna vez encuentros accidentales que nos abren nuevos caminos venturosos e insospechables. Hace casi tres décadas, durante mis primeras andanzas por España, con el propósito de investigar el impacto de los célebres «Polos del desarrollo», conocí en el Castillo de Monzón del Campo, en la provincia de Palencia, un fraile salesiano. Era un personaje casi de leyenda: culto, amabilísimo, muy erudito, conocedor de griego y latín, algo vividor, en fin, un verdadero humanista. Resultó para mí un maestro sabio y atípico que me introdujo, aparte de la historia del lugar, a las maravillas literarias y artísticas del Siglo de Oro, que era al parecer su especialidad. Todavía conservo los cuadernos con los apuntes de aquellas largas conversaciones. Don Gaspar —este era su nombre— me habló de la Batalla de Lepanto, tema que me había fascinado en mi juventud, en mi isla natal de Zante, por la influencia de los historiadores locales. Él me dio datos de la prodigiosa producción literaria que disparó, dentro y fuera de España, aquella gran victoria de la Cristiandad contra el Gran Turco. Me habló de Cervantes lamentándose de la pérdida del texto de su obra teatral «La Batalla Naval» que trataba sobre ese glorioso acontecimiento. De su boca escuché por primera vez los nombres de algunos de los llamados «Poetas de Lepanto»: Juan de Rufo, autor de La Austriada; Alonso de Ercilla, autor de La Araucana —elogiados ambos por Cervantes y cuyas obras fueron salvadas del auto de fe del Quijote—; Juan de Mal-Lara, autor de la Descripción de la Galera Real del Serenísimo D. Juan de Austria; Fernando Herrera, poeta «divino», autor de la «Canción por la victoria de Lepanto»… De estos y de muchos otros, cuyos nombres deberían ser grabados con letras de oro en un monumento de granito negro, aquí en esta ciudad de Lepanto, entre el mar eterno y el Parnaso. Don Gaspar era un gran conocedor de la obra de Cervantes. De sus comentarios sobre el Quijote quiero recordar uno sólo: a pesar de su admiración por Cervantes no le perdonaba el hecho de haber devuelto la cordura a su héroe al final del libro y de su vida. No entendí bien su razonamiento. Tal vez era, más que religioso, poeta y soñador a quien molestaba la sujeción a la cruda realidad y la renuncia a toda esperanza. No obstante, lo que más me interesó entonces fue su gran erudición sobre la vida y la obra de El Greco. Unos días antes yo había visitado Toledo y sentía todavía viva la emoción de mi primer contacto con la obra y el entorno de Theotokópoulos. Quise pues saber todo lo que él pudiera contarme al respecto. Fue entonces cuando, entre otros detalles que no vienen al caso, me cervantistas 1 92 4/8/01 19:32 Página 92 Sarantis Antiochos [2] habló, en un tono casi confidencial, del gran parentesco existente, según sus averiguaciones, entre la pintura del Cretense y la literatura de Cervantes. Don Gaspar sostenía que Cervantes y El Greco, ambos vecinos de Toledo, se trataban y había intercambios de opiniones e influencias mutuas. Años más tarde, cuando pasé de nuevo por Palencia y quise ponerme en contacto con mi viejo amigo, él había desaparecido del lugar. Lo único que conseguí averiguar era que estaba enclaustrado en algún convento en Galicia. No he vuelto a verle. Desde entonces, principios de los setenta, he tenido siempre presente en mis indagaciones sobre El Greco esta supuesta relación con Cervantes, y alguna vez empecé a reunir todo lo relativo a este asunto. Así pues, un día, hace varios años, en una librería de viejo de Madrid, encontré un libro curioso. Su título: El Greco, personaje y autor secreto del Quijote. Autor: un tal Guillem Morey Mora. Lugar y fecha de publicación: Mallorca, 1969. Mi sorpresa y curiosidad fueron inmensas. En un principio pensé que se trataba de una obra de ficción, o sea de una novela. Al hojear el libro comprobé que no era así. Parecía una obra de investigación. Por eso, y recordando mis conversaciones con Fray Gaspar, decidí adquirirlo, a pesar de su elevado precio. Confío que alguno de ustedes conozca ese libro. Aunque ignorado por la crítica especializada, está incluido en la bibliografía cervantina. Veamos pues de que trata: la tesis de Morey Mora es, brevemente, la siguiente: el autor de los manuscritos arábigos adquiridos por Cervantes en Alcaná de Toledo es El Greco, bajo el nombre de Cide Hamete Benengeli. Tal afirmación se basa, en primer lugar, en las declaraciones de Cervantes sobre la paternidad del Quijote, tomadas como vemos al pie de la letra, y en segundo lugar, en un complicado y reiterativo análisis e interpretación de las supuestas alusiones contenidas en los siguientes textos: los poemas preliminares y finales de la primera parte del Quijote; el Quijote apócrifo de Avellaneda; un romance de Góngora a la supuesta conversión religiosa de El Greco; el «Poema heroico de las necedades y locuras de Orlando enamorado» de Quevedo; y, por último, el capítulo VI de Viaje del Parnaso. A todo esto sigue una interpretación de varios cuadros de El Greco.1 Me limitaré a citar aquí un par de párrafos de este libro que revelan el tipo de análisis empleado por su autor: Una exégesis de la equilibrada relación entre el contenido de las composiciones poéticas preliminares y finales de la primera parte de El Quijote y la objetividad elemental y lógica de las mismas nos da, como resultado científico, una perfecta deducción de que tales composiciones no celebran al héroe de La Mancha, sino al ‘gran Quijote’ (Cide Hamete Benengeli, es decir, Dominico Greco) ya que reflejan, absoluta y perfectamente, las principales efemérides ciertamente biográficas (y no poco quijotescas) del pintor Cretense. (Pág. 26). Tras minuciosos y detenidos exámenes creemos sinceramente que el verdadero retrato de don Quijote, pintado por El Greco a plena conciencia intencional, es el llamado San Luis de Francia del Museo del Louvre. (Pág. 216). [El poema de las Necedades de Quevedo] Tiene por objeto satirizar la sorda lucha entre Cervantes y Avellaneda… (En el poema, Angélica representa a la materia del Quijote, Orlando representa a Avellaneda y Farragut a Cervantes. …el rey Grandonio, de testuz arisco… parece retratar al soberbio Dominico Greco. (Pág. 311). cervantistas 1 4/8/01 [3] 19:32 Página 93 Cervantes y El Greco: ¿sólo contemporáneos? 93 No quiero abusar más de su paciencia. Es obvio que el autor trae a colación aspectos dispares que sólo en apariencia pueden tener alguna relación o similitud. Y de allí saca sus conclusiones. Casi todo lo que dice sobre El Greco no es cierto —por no decir invención— y no necesita comentario alguno. Lo mismo podríamos decir por lo que a Cervantes respecta, con excepción quizás del caso de Avellaneda. Morey Mora sostiene que Avellaneda era Fray Félix Hortensio de Paravicino y Arteaga, amigo de El reco y de Lope de Vega. Es un tema apasionante. Otros, con más autoridad que yo en este asunto, tienen la palabra. En general, esta tesis espectacular sobre la primera autoría del Quijote y los contenidos autobiográficos supuestamente referentes Theotokópoulos, responden a una fantasía galopante y son producto de la falacia de métodos más bien esotéricos2. Este autor llega hasta el punto de emplear un análisis astrológico en su interpretación de la composición de cierto cuadro de El Greco. Se trata, en fin, de una tesis insostenible que me recuerda otras tendencias y teorías espantosas en el mundo de la cultura, como aquella teoría contemporánea de origen afroamericano sobre la llamada «Atenea Negra». Anécdotas aparte, la pregunta crucial es: ¿Hubo relación personal entre Cervantes y el Greco? La respuesta es fácil: no. No hay datos que lo prueben. Cervantes nunca mencionó en sus obras el nombre de El Greco, ni tenemos retrato conocido de Cervantes por el pincel del Cretense. Recurrir a alusiones poéticas, por lo general conceptistas y alegóricas, y a suposiciones fantasiosas no me parece la mejor manera de acercarse a la verdad histórica. Los paralelismos y las semejanzas entre el pintor y el autor, a nivel artístico, son evidentes pero no presuponen un contacto personal directo. Más bien responden a otras coordenadas y factores que veremos más adelante. Adoptaré, pues, la vía convencional para revisar los nexos de unión entre El Greco y Cervantes para llegar así a alguna conclusión. Domenicos Theotokópoulos (1541-1614) era seis años mayor que Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616). A finales de la década de 1560, ambos dejan sus respectivas patrias, en busca de una mejor suerte, para ir a Italia, hervidero cultural de la Europa de entonces. El primero es ya un «maestro» pintor, formado en el estilo postbizantino de la Escuela Cretense, con influencias venecianas. El segundo es un poeta principiante. Ambos pasarán por palacios cardenalicios, bajo papeles distintos: Cervantes como camarero del Cardenal Acquaviva; El Greco como invitado de honor del Cardenal Farnesio. Cervantes abandona este oficio y elige las armas que le darán la gloria y la manquedad de Lepanto. Theotokópoulos seguirá perfeccionando su arte y se mete en otro tipo de luchas. La estancia de ambos en Italia durará siete y nueve años, respectivamente. Cuando Cervantes vuelve a España en 1580, tras cinco años de cautiverio en Argel, Theotokópoulos lleva ya un trienio en España y está establecido en Toledo, una vez cosechada la amargura de su fracasada relación con la Corte de Felipe II. La misma desilusión espera a Cervantes, que al mismo tiempo prueba suerte con la literatura y se convierte pronto en autor teatral, alcanzando cierta fama que le facilita relaciones amistosas con destacados poetas de la época como Laynez, Padilla, Figueroa y otros. Cuando Cervantes llega a Esquivias, en la provincia de Toledo, en 1584, tiene ya nombre propio en el mundo literario y está a punto de publicar su primera novela La cervantistas 1 94 4/8/01 19:32 Página 94 Sarantis Antiochos [4] Galatea. El propósito literario de este viaje —la entrevista con Juana Gaitán, viuda de Pedro Laynez, para tratar de promover la publicación de las obras de su amigo— desemboca en una rápida boda. Como todo el mundo conoce, Cervantes contrae matrimonio el 12 de diciembre de 1584 con Catalina de Salazar y Palacios, una hidalga de diecinueve años, o sea, dieciocho años más joven que él. Cervantes se instala con su mujer en Esquivias, donde residirá casi tres años. Entretanto viaja con cierta frecuencia a Madrid y a la Ciudad Imperial, capital espiritual y cultural de España3. Lo bien que conoce Cervantes Toledo y su mundo se puede apreciar en muchas de sus obras, llenas de elogios hacia la ciudad del Tajo y sus gentes. Citaré un sólo ejemplo: cuatro versos del «Canto de Calíope» que forma parte de La Galatea: Del claro Tajo la ribera hermosa adornan mil espíritus divinos, que hacen nuestra edad más venturosa, que aquella de los griegos y latinos. En este canto, como más tarde en su Viaje del Parnaso, hay una letanía de nombres de literatos, muchos de ellos amigos suyos, a excepción del nombre de El Greco. No obstante, hay suficientes datos para sostener la hipótesis de un encuentro personal entre Cervantes y El Greco en aquellas fechas en Toledo. La clave nos la da su matrimonio con Catalina. Está bien documentado que el párroco de Theotokópoulos, o sea el cura de Santo Tomé, Don Andrés Núñez de Madrid, el mismo que por aquellas fechas había encargado al Cretense El entierro del Conde de Orgaz, tenía estrechas relaciones y hasta un cierto parentesco con la familia y otros parientes cercanos de la mujer de Cervantes en Esquivias. En efecto, un sobrino de su mujer, Gonzalo de Guzmán Salazar, se casó el 26 de diciembre de 1586 con Elvira de Ávalos, sobrina del cura de Santo Tomé, hija de su hermana Elvira de Madrid, casada con Antonio de Ávalos, vecino de Esquivias. Astrana Marín, a quien debemos esta valiosa documentación, 3 especula sssobre si el párroco de Santo Tomé «quiso hacer coincidir la boda de su sobrina con la terminación, por El Greco, del cuadro… de El Entierro del Conde de Orgaz»3. En efecto, el contrato entre el cura y El Greco, firmado el 18 de marzo de 1586, preveía como fecha de entrega del mismo, la Navidad de ese mismo año (…), condición que aparentemente no fue cumplida. La obra probablemente se entregó con un retraso de más de un año4. Esta segunda boda y la «continua y cordial amistad» existente, según Astrana Marín, entre Cervantes y Doña Isabel de Cárdenas, madre de Gonzalo de Guzmán Salazar, hace suponer que Cervantes conoció al cura Don Andrés y, a través de él, a Theotokópoulos. Un dato más que apoya esta posible relación, e incluso amistad, entre Cervantes y Núñez de Madrid, son las documentadas frecuentes visitas de Don Andrés a Esquivias, donde además de vivir sus sobrinas, las hijas de su hermana Elvira, tenía muchas amistades, incluida la familia de la mujer de Cervantes.3 En esta red de relaciones, un factor no menos significativo es el hecho de que el tío de Catalina, Juan de Palacios, era entonces el párroco de Esquivias. Religiosos, también, serán más tarde los dos hermanos de la mujer de Cervantes. cervantistas 1 4/8/01 [5] 19:32 Página 95 Cervantes y El Greco: ¿sólo contemporáneos? 95 Por la parte de Theotokópoulos hay una tercera boda que podría haber contribuido a hacer más estrechas las relaciones con su párroco, quien le encargó el entierro. Así podríamos confeccionar un título de película: tres bodas y un entierro. Entre el Cretense y el cura Núñez de Madrid hubo una relación que también lindaba con el parentesco, después de esa tercera boda. Se trata de lo siguiente: Juan de las Cuevas, a todas luces hermano de Jerónima de las Cuevas, la compañera de El Greco, como diríamos hoy, se casó con Petronila de Madrid, sobrina de Don Andrés. El matrimonio tuvo un hijo, Manuel de las Cuevas nacido en 1588. Cuando éste se quedó huérfano, se encargó de cuidar de su persona y bienes su primo Jorge Manuel, el hijo de El Greco3, 4. A la muerte de Petronila, en 1603, El Greco actuó como testigo y redactó de su puño y letra, parte del inventario de los bienes de la difunta, quien poseía un lienzo de Theotokópoulos.4 El encargo de El Entierro fue fundamental para la estabilidad económica y resonancia artística de El Greco en aquel momento. A todas luces, no se trataba de una transacción puramente comercial entre El Greco y su párroco. A pesar de haber un pleito, interpuesto como de costumbre por el Cretense, éste fue pronto resuelto con el pago al pintor, de forma aplazada, de 1.200 ducados, suma muy elevada en aquella época. Una segunda tasación había elevado el valor del cuadro a 1.600 ducados, cantidad enorme a la que la Iglesia no podría hacer frente. Este incidente no parece haber perturbado las relaciones amistosas entre El Greco y su párroco3. Está documentado3, 5 que Theotokópoulos había retratado dos veces a Núñez de Madrid: la primera en El Entierro, en la figura de oficiante, y más tarde en un Cristo Crucificado que poseía don Andrés a su muerte, en 1601, junto con otro lienzo del Cretense, una imagen de Nuestra Señora. No se sabe si esos dos cuadros eran de encargo o regalados. Dado que la ejecución de El Entierro por El Greco coincidió con la estancia de Cervantes en Esquivias y sus visitas a Toledo, muchos han especulado si entre los personajes del célebre cuadro está retratado también Cervantes. Como no hay datos, no se puede insistir mucho en este tema. Sin embargo no me parece producto de «viva imaginación», como tachó algún severo académico6 el siguiente razonamiento de Astrana Marín, que subscribo íntegramente: Por razón de ser Doña Jerónima de las Cuevas, probable cuñada de Petronila de Madrid; por las referencias de Villegas y de Pisa a haber reproducido Theotokópoulos en su cuadro las efigies de muchos varones insignes de la época; por ser a la sazón Cervantes un poco el hombre del momento gracias a sus triunfos escénicos y a la reciente publicación de La Galatea, a quien naturalmente vería El Greco con Núñez de Madrid, los Guzmán de Salazar y los ingenios toledanos de mayor relieve, algunos de los cuales acababa de celebrar en la misma Galatea; por todas estas circunstancias, digo, juzgo posible que el candiota recogiera su imagen… en el célebre lienzo.3 Las posibilidades de encuentro personal entre Cervantes y Theotokópoulos, naturalmente, no se limitan a sus relaciones con Núñez de Madrid y la mediación de éste. Cervantes estuvo también en Toledo después de la muerte del cura, y amplió su círculo de amistades en la Ciudad Imperial. Hay pues, una serie de personajes y situaciones que avalan la hipótesis de tal encuentro. Thetokópoulos había retratado a varios ilustres personajes en Toledo. Éstos no eran simplemente «clientes» ni se trataba siempre de actos de «mera cervantistas 1 96 4/8/01 19:32 Página 96 Sarantis Antiochos [6] relación comercial», como ha afirmado en nuestros días un biógrafo del Cretense.4 Algunos eran sus mecenas, protectores y amigos sin lugar a dudas. Cervantes se refiere a varios de ellos, como veremos, elogiosamente. Se ha dado por seguro que El Greco pertenecía a la Academia Fuensalida de Toledo, cuya sede estaba junto a la Iglesia de Santo Tomé, o sea, cerca de su casa7. Entre sus miembros figuraban el poeta Valdivieso, gran amigo de Cervantes, muchas veces citado en sus obras, y posiblemente uno de los retratados en El Entierro, según Marañón7; el doctor Rodrigo de la Fuente, elogiado por Cervantes en La ilustre fregona, y retratado y admirado por El Greco —«el bien llamado Fuente» dice en una anotación suya8. También era miembro de dicha Academia el jurado y regidor de Toledo, Gregorio Angulo, «protector, fiador, verdadera providencia de Theotokópoulos»7, también elogiado por Cervantes: «el que sepulta la canalla», nos dice en su Viaje del Parnaso9. En 1604 Gregorio de Angulo fue padrino del nieto de Theotokópoulos, Gabriel de los Morales. Otro académico de Fuensalida era el famoso historiador de Toledo, Francisco de Pisa, retratado por El Greco (Museo del Prado y posiblemente también en El Entierro según Marañón), y citado por Cervantes también en el Viaje del Parnaso. En esa misma época había en Toledo otra Academia, con sede en el palacio del Conde de Mora. El conde, retratado por El Greco (Museo del Prado) era sobrino del Cardenal Bernardo de Sandoval y Rojas, Arzobispo de Toledo entre 1599 y 1618. El Cardenal era gran protector de Cervantes y en su palacio de Buenavista, con sus espléndidos jardines, se reunía toda la intelingetsia toledana7, 4. Hoy sabemos con certeza que uno de los cuadros de El Greco expuesto en el Metropolitan Museum de Nueva York, considerado durante decenios como retrato del Cardenal Niño de Guevara, en realidad inmortaliza al Cardenal Sandoval y Rojas. Otros dos retratos de este Cardenal por Luis Tristán, discípulo de El Greco, y otro retrato suyo por un pintor anónimo, han permitido esta nueva e importantísima identificación.10 El mismo Cardenal Sandoval parece haber encargado a Theotokópoulos la serie del Apostolado y un Cristo Salvador, que poseía a su muerte, lienzos que parecen ser los mismos que están hoy en la Catedral de Toledo4. Miembros de la Academia de Mora, retratados por El Greco, eran el licenciado Jerónimo de Ceballos, regidor de Toledo, y el poeta Baltasar Elisio de Medinilla, citado varias veces por Cervantes, gran defensor de la primicia del color sobre el dibujo en la pintura, coincidiendo en este tema con El Greco, de quien tal vez escuchara esta opinión, como especula el doctor Marañón. Hay pues, suficientes datos e indicios para afirmar que Cervantes y El Greco tuvieron varios amigos comunes. Hubo también posibilidades y lugares de encuentro de interés común. El hecho de que Cervantes no mencionara nunca el nombre de Theotokópoulos no quiere decir que no se conocieran. Tampoco Medinilla, tan extrovertido, menciona el nombre de El Greco, quien —me olvidé mencionar— le había retratado (Museo del Prado). Tampoco Lope de Vega mencionó en sus escritos a su retratista Luis Tristán. La relación personal entre Cervantes y el Greco, a pesar de su importancia, no es, no obstante, un factor imprescindible para el mutuo conocimiento de sus obras. A la pregunta, pues, si había visto Cervantes obras de Theotokópoulos diré, sin ninguna duda, que sí. Al menos El Entierro. cervantistas 1 4/8/01 [7] 19:32 Página 97 Cervantes y El Greco: ¿sólo contemporáneos? 97 En una primera lectura mía de la comedia El rufián dichoso9, he subrayado, en la tercera jornada, unos versos que me parecen una clara alusión al célebre cuadro. Permítanme leerlos: Oyéronse en los aires divididos coros de voces dulces, de manera que quedaron suspensos los sentidos; dijo al partir de la mortal carrera que las once mil vírgenes estaban todas entorno de su cabecera; por los ojos las almas distilaban de gozo y maravilla los presentes, que la suave música escuchaban; y, apenas por los aires transparentes voló de la contrita pecadora el alma a las regiones refulgentes. (versos 2206-2217) No quiero insistir en este tipo de análisis. Ustedes, los cervantistas, quizás hayan observado otras analogías contextuales. Es preciso comunicarlas. Por lo que se refiere a que si Theotokópoulos por su parte había leído algún libro de Cervantes, sobre todo el Quijote, la respuesta es que «muy probablemente», aunque no haya documentación que lo verifique. Hay, no obstante, un dato: según el inventario de bienes de El Greco, redactado a su muerte en 1614, entre los libros de su biblioteca había diecisiete volúmenes «de romanze», es decir, en castellano, sin especificar título alguno.11, 5, 4 Cabe suponer que entre esos libros hubiera alguno de Cervantes: La Galatea o El Quijote, tal vez. Los eruditos en la obra de El Greco, como Cossío, Marañón y otros, hace ya muchas décadas, observaron grandes analogías entre el Cretense y Cervantes, más bien entre El Entierro y el Quijote. Así lo ve Cossío: Siendo el libro de Cervantes la más acortada expresión literaria para conocer a fondo, tras de su universal sentido humano, el genio peculiar de nuestra raza, es, por su parte, el Entierro el ejemplar que más adecuadamente responde al mismo fin, dentro de la pintura… Por los mismos años se concebían, en la misma amplia y soleada llanura castellana, se engendraban, a la vista una de otro, la novela y el cuadro.5 Don Manuel peca un poco de exaltación nacional. O sea, Cervantes y El Greco como máximos exponentes de «lo español». Eran otros tiempos. En esta cita suya lo que más me impresiona es la frase: «se engendraban, a la vista una de otro». ¿Era así, o lo dice metafóricamente? No obstante Astrana Marín sostiene que «Cervantes empezó a escribir en Toledo la continuación de su Quijote desde el capítulo IX».3 No sólo españoles, sino también extranjeros han observado estas similitudes, como por ejemplo Rosenkranz12 y Morone13. Este último autor cree que el considerado como Autorretrato de El Greco, en el Metropolitan Museum de Nueva York, pintado entre 1605 y 1610, «puede ser una representación del caballero don Quijote, que justamente en aquellos años conquistaba España y Europa».13 El Autorretrato, no obstante, puede ser anterior a la publicación de la primera parte del Quijote. Wethey14 da como fecha los años 1595-1600. cervantistas 1 98 4/8/01 19:32 Página 98 Sarantis Antiochos [8] Otro célebre paralelismo, tradicionalmente observado, entre Cervantes y El Greco, es el llamado «casticismo» a que responden sus respectivas obras. Cossío llamará a El Greco «el más castizo de los pintores españoles; impregnando de tristeza a sus héroes en los mismos días en que Cervantes forjaba su eternamente castizo Caballero de la Triste Figura»5. Cossío considera El Entierro como «el prototipo de esa corriente, siempre melancólica, las más veces fúnebre, que atraviesa por todo español». Cervantes, en el prólogo de la primera parte del Quijote, califica a su héroe como «el más casto enamorado». Es una mofa, como otras, una contradicción, un concepto estéril. No podría ser de otra manera, porque Cervantes cultiva la duda sobre la existencia del objeto de deseo. Por boca de don Quijote dirá: «Dios sabe si hay Dulcinea o no en el mundo» (Quijote, II, 32). Rosa Chacel decía, allá por los años setenta, que entre las cosas que andan mal en España, hace siglos, la que peor andaba era el eros, y calificaba El Quijote, no sólo a don Quijote, como libro casto. Si la castidad —decía— fuera del personaje podría tomarse como nota caracterizadora, pero… alcanza todo el libro. Sancho es igualmente casto… No bordea siquiera una idea lasciva… No reclama jamás una satisfacción ni un esparcimiento en el terreno del sexo. El Quijote, en total, es un libro casto porque el eros de Cervantes no entra en conflicto ni positivo ni negativo con la carne.15 No estoy seguro a qué tipo de factores responde ese aspecto de castidad en Cervantes y El Greco, o sea, psicológicos, sociales o estéticos, o a todos ellos juntos, Tal vez se trata de un casticismo sólo en apariencia. La neutralidad que observa Chacel en el Quijote, en el caso de Theotokópoulos es más ambigüedad o ambivalencia. Sus desnudos, por ejemplo, especialmente los del último período de su pintura, son ambiguos; «intersexuales» los llama Marañón, quien ve en ellos rasgos de «ángeles asexuados»7. Aunque es cierto que los «apuntes eróticos» desaparecen en su obra tardía en España, proceso que también se observa en la obra de Cervantes, permanece un substrato sensual, onírico, desmaterializado, y, por consiguiente, anodino para la moral reinante. Se ha observado que tanto Theotokópoulos como Cervantes, no encajan bien en los cánones de la Contrarreforma. Ambos, cuando tratan de representar sujetos de naturaleza dogmática lo hacen en forma desapasionada e indiferente, con un lenguaje frío que está lejos de suscitar la requerida veneración13. La pintura de El Greco había suscitado ciertas críticas entre sus contemporáneos por la desvirtuación formal de su temática sacra, «por exceso de esteticismo y por falta de propiedad y carácter devocional»4. Esta falta de conformismo con la doctrina de la Contrarreforma ha motivado a varios destacados eruditos a hablar de influencias erasmistas, tanto en Theotokópoulos como en Cervantes. Grandes exponentes de tal tesis en lo referente a Cervantes han sido Américo Castro y Marcel Bataillon. Sabemos también que Cervantes era asiduo lector de Erasmo16. No obstante, Cervantes y El Greco habían establecido un modus vivendi con la España Contrarreformista. Ambos tuvieron mecenas y protectores entre la alta jerarquía eclesiástica toledana, hecho que al parecer, y como es lógico, motivó cierta moderación en la expresión artística de nuestros célebres creadores. Por ejemplo, sabemos que Cer- cervantistas 1 4/8/01 [9] 19:32 Página 99 Cervantes y El Greco: ¿sólo contemporáneos? 99 vantes modificó considerablemente el texto de sus novelas El celoso extremeño y Rinconete y Cortadillo —esta última concebida como una sátira de la vida monástica. ¿Por qué razón Cervantes se autocensura? Es obvio: para no ofender algunas sensibilidades importantes, como su protector el Cardenal Sandoval y Rojas. En la misma época Cervantes ingresa en la Cofradía de los Esclavos del Santísimo Sacramento y en la Orden Tercera de San Francisco. Cabe preguntarse: ¿se volvió beato Cervantes? No parece que así fuera. El Greco, por su parte, aunque nunca se hiciera miembro de cofradía devocional alguna, y a pesar de sus continuas disputas de carácter profesional con las autoridades eclesiásticas, después de 1603 fue llamado por el Consejo Archidiocesano para juzgar si una pintura sacra se ajustaba a la doctrina de la Iglesia. Y actuó en ese papel, y también su hijo10. Por consiguiente, él también mostró moderación e hizo alguna concesión. Marañón indica que en la versión de La expulsión de los mercaderes, de la Iglesia de Santa Inés de Madrid, pintada después de 1590, El Greco había suprimido la imagen de la mujer «con la pierna impúdica», que figuraba en el cuadro original pintado en Italia, conservando intacta la otra parte de la composición.7 Este aparente cambio de actitud pertenece quizás a esa «heroica hipocresía» de que nos habla Ortega y Gasset en referencia a Cervantes. Ambos, Cervantes y El Greco, eran en el fondo humanistas y librepensadores, y valoraban al máximo la libertad intelectual. Y ambos con su ingenio consiguieron mantener en esencia su independencia creativa. Los paralelismos, las coincidencias y analogías entre Cervantes y El Greco es un tema vasto. Me limitaré, por tanto, a señalar muy escuetamente algunos aspectos más, evidentes, de mayor o menor grado, en cada uno de ellos. En primer lugar, el dualismo, la mezcla de elementos opuestos, las contradicciones, las antítesis. Tenemos pues, sin distinción, en el mismo contexto: lo terreno y lo celeste, lo natural y lo artificial, lo real y lo irreal, la claridad y la abstracción, la locura y la razón, lo pagano y la piedad más bien laica, don Quijote y Sancho, y también la escisión de cada uno de ellos en Quijote / Sancho y Sancho / Quijote, la «doble verdad», lo picaresco y lo austero, las «dos Españas». En cuanto a los esquemas de la composición tenemos, de igual modo en Cervantes y El Greco, la repetición de las formas y los motivos: la novela dentro de la novela, el teatro dentro del teatro, el cuadro dentro del cuadro, la mándorla dentro de la mándorla, y así ocurre en infinidad de motivos y detalles hasta la saciedad. Otro aspecto más es la representación dramática. El Quijote ha sido visto como una obra teatral y muchos de los cuadros de El Greco parecen representaciones escénicas de una gran tensión dramática. La división pictórica de tema, espacio y tiempo en varios de sus cuadros, como El Entierro, San Mauricio, El sueño de Felipe II, y otros, da la impresión de actos y jornadas escénicas. Un último aspecto común: el alargamiento de las figuras. El semblante de don Quijote, según describe Cervantes a su héroe, recuerda mucho las figuras de Theotokópoulos. Estas analogías tienen, en parte, una fácil explicación: responden a los cánones manieristas de la época. Cervantes y El Greco, desde su estancia en cervantistas 1 4/8/01 19:32 100 Página 100 Sarantis Antiochos [10] Italia, siguen la órbita del manierismo, fieles, cada uno a su manera, a los postulados estilísticos e ideológicos de ese gran movimiento cultural. Cervantes y El Greco son, junto a Shakespeare, de la misma época, los máximos exponentes de aquel estilo, fuera de Italia.4, 8, 13, 17, 18 Creo, sin embargo, que no podemos interpretar a nuestros dos genios exclusivamente bajo los cánones manieristas, como está hoy de moda en el caso de El Greco19. Como es lógico entran en juego muchos más factores. Me pregunto, y también pregunto a ustedes: ¿a qué estilo responden el final del Quijote y algunos de los últimos cuadros de Theotokópoulos? Es obvio que España, su inmensa, fantástica y aplastante realidad, ha jugado aquí un papel determinante. No sólo, pues, Italia, sino también España y Oriente, Grecia y Bizancio, están presentes en ambos. Cervantes y Theotokópoulos me parecen como dos viajeros que van siempre con la Osa a su izquierda. El Complutense navega por este mar donde derramó su sangre, va a menudo a Lepanto, viaja al Parnaso, desembarca en Constantinopla, entra en los sótanos de la novela bizantina, apunta nombres, prueba delicias. Y el Cretense vuelve a Creta, a los manantiales de su primera formación artística, a la pintura bizantina y a sus orígenes, llega hasta los retratos de El Fayum, y después pasa, sin apenas descansar, por las maravillas del primer Renacimiento: aquello de los Paleólogos. Siempre habrá una «mejor patria» que le espere… Un día, un joven, guiado por un clérigo, quiso acercarse, por pura curiosidad intelectual, a los talleres colindantes de dos grandes artistas. Al llegar oyó voces. No era una pelea sino una viva y rara discusión entre dos personas mayores. Decía el Uno: Un cuerpo bien proporcionado vale más en cualquier acción, un caballo, un perro, en suma todo; que tanto vale decir hermoso que bueno. Anotaciones a Vitruvio 8 Y el Otro: La belleza de cuerpo muchas veces es indicio de la hermosura del alma. Persiles El Uno: Como no hay nombre más digno que la hermosura, así no existe cosa que le falte; en ella están la fortaleza y la perpetuidad de las fábricas, en ella está el menor gasto y el ahorro de los materiales, pues que, de suyo, es hermosa por la proporción, que es la verdadera hermosura. Anotaciones El Otro: Milagros de la hermosura, que tenga vuestra figura tanta fuerza en una tabla. Persiles El Uno: Cada arte tiene simpatía natural en lo que tiene de común con otra. Anotaciones El Otro: cervantistas 1 4/8/01 19:32 [11] Página 101 Cervantes y El Greco: ¿sólo contemporáneos? 101 La historia, la poesía y la pintura se simbolizan entre sí y se parecen tanto, que cuando escribes historias pintas y cuando pintas compones. Persiles El Uno: Las artes aumentan y crecen por medio del tiempo, heredándose unas a las otras. Anotaciones El Otro: Digo asimismo que cuando algún pintor quiere salir famoso en su arte, procura imitar los originales de los más únicos pintores que sabe. Quijote, I, 25 El Uno: Los buenos ingenios apoyándose en facultades ajenas… alivian las suyas. Anotaciones El Otro: Y esta misma regla corre por todos los demás oficios de cuenta, que sirven para adorno de las repúblicas. Quijote, I, 25 El Uno: Los que han triunfado son poquísimos, puesto que entre los griegos, donde tantos años florecieron, si consideramos a los poetas, no existe más que un Homero; entre los latinos un Virgilio; y en nuestros tiempos un Ariosto. Anotaciones El Otro: Yo no quiero encarecerte el servicio que te hago… pero quiero que me agradezcas el conocimiento. Quijote, I, Prólogo El Uno: ¿Qué arte por si misma y sin otros principios… puede tener el conocimiento que se requiere para juzgar? Anotaciones El Otro: Donde hay música no puede haber cosa mala. Quijote, II, 34 El Uno: Yo no sé de música, pero si el oído del músico es como el ojo del pintor… es gran cosa. Anotaciones El Otro: El ver mucho y el leer mucho aviva los ingenios de los hombres. Persiles El Uno: No se puede tener autoridad alguna por medio de la industria de los estudios. cervantistas 1 4/8/01 19:32 102 Página 102 Sarantis Antiochos [12] Anotaciones El Otro: La costumbre del vicio se vuelve en naturaleza. Coloquio de los perros El Uno: Esto es manifiesto a los ojos de la razón… Los malos usos no son otra cosa que la vejez del vicio. Anotaciones El Otro: Los engaños, aunque sean honrosos y provechosos, tienen un no sé qué de traición cuando se dilatan y se entretienen. Persiles El Uno: Los hombres con sus ingenios usurpan las facultades ajenas y las desmembran… componiendo nombres y adornándolas de manera que asombran y engañan a los simples y los llevan. Anotaciones El Otro: Yo he visto engaños por verdad creídos. El laberinto de amor El Uno: Lo vergonzoso y el engaño siempre tienen la mayor parte. Anotaciones El Otro: La verdad bien puede enfermar, pero no morir del todo. Persiles El Uno: También las edades tienen sus enfermedades. Anotaciones El Otro: Si a los oídos de los príncipes llegase la verdad desnuda… otros siglos correrían. Quijote, II, 2 El Uno: Sin embargo, nuestra edad no es de las enfermas. Anotaciones El Otro: Yo no soy bueno para palacio, porque tengo vergüenza y no se lisonjear. El Licenciado Vidriera El Uno: El verdadero camino es decirles la verdad y no aplaudirles. cervantistas 1 4/8/01 19:32 [13] Página 103 Cervantes y El Greco: ¿sólo contemporáneos? 103 Anotaciones Así eran, señoras y señores, rigurosamente, en sus propias palabras, Theotokópoulos y Cervantes. BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS MOREY MORA, Guillem: El Greco, personaje y autor secreto de «El Quijote». Palma de Mallorca: (edición del autor), 1969. 2 PERCAS DE PONSETI, Helena: Cervantes y su concepto del arte. Madrid: Ed. Gredos, 1975. 3 ASTRANA MARÍN, Luis: vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra. Madrid: Instituto Editorial Reus, 1948-1958 (Tomo 5º). 4 MARÍAS, Fernando: El Greco. Biografía de un pintor extravagante. Madrid: Ed. Nerea, 1997. 5 COSSÍO, Manuel B.: El Greco. Madrid: Espasa-Calpe, Colección Austral, 1983. 6 CANAVAGGIO, Jean: Cervantes. En busca del perfil perdido. Madrid: EspasaCalpe, 1992. 7 MARAÑÓN, Gregorio: El Greco y Toledo. Madrid: Espasa-Calpe, 1956. 8 MARÍAS, Fernando - BUSTAMANTE, Agustín: Las ideas artísticas de El Greco (en el texto de sus Anotaciones a Vitrubio). Madrid: Ediciones Cátedra, 1981. 9 CERVANTES, Miguel de: Obras completas. Madrid: Ed. Castalia, 199.. 10 KAGAN, Richard L.: «La Toledo de El Greco». Catálogo de la exposición El Greco de Toledo. Madrid, Ministerio de Cultura, 1982, págs. 25-74. 11 CAMÓN AZNAR, José: Dominico Greco. Madrid: Espasa-Calpe, 1970 (2 vols.). 12 ROSENKRANZ, Hans: El Greco and Cervantes in the Rhythm of Experience. London: Peter Davies, 1932. 13 MARONE, Gerardo: Las dos Españas y otros ensayos. Buenos Aires: Compañía Impresora Argentina, 1972. 14 WETHEY, Harold E.: El Greco y su Escuela. Madrid: Ed. Guadarrama, 1967 (2 vols). 15 CHACEL, Rosa: La Confesión. Barcelona: Edhasa, 1971. 16 P EÑA , Aniano: Américo Castro y su visión de España y de Cervantes. Madrid: Ed. Gredos, 1975. 17 HAUSER, Arnold: Pintura y Manierismo. Madrid: Ed. Guadarrama, 1974. 18 HAUSER, Arnold: Literatura y Manierismo. Madrid: Ed. Guadarrama, 1974. 19 ÁLVAREZ LOPERA, José: «La construcción de un pintor». En El Greco. Identidad y transformación. Madrid: Fundación Colección Thyssen-Bornemisza y Ed. Skira, 1999. 1 cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 105 LOS CELOS COMO PERSISTENTE IDEACIÓN TEMÁTICA EN LA OBRA CERVANTINA: APROXIMACIONES PSICOLÓGICAS Y PSICOPATOLÓGICAS. José Manuel Bailón Blancas I. INTRODUCCIÓN Como ya apuntábamos en un estudio anterior a propósito de los rasgos y configuraciones psicopatológicas refiriéndonos a la Galatea, es en esta primera expresión de Cervantes donde encontramos ya implícitas ideas temáticas que hemos dado en llamar «ideas matrices cervantinas», apuntadas a veces como temáticas claras, otras como pretemáticas, en ocasiones difuminadas, más allá con claridad, a la espera de tomar carta de naturaleza en las futuras obras cervantinas. Sus propiedades son la permanencia y presencia a lo largo de la vida de Cervantes. De aquí que, aun siendo una característica en la psicología de Cervantes la variabilidad ideacional, esas estructuras se nos presenten como fijaciones necesitadas de estudio psicobiográfico. Con ello, entraríamos a considerar que su evolución va signada al carácter y temperamento cervantino, por decirlo de algún modo, y de hecho a la constitución psicológica como afirmaría Jaspers, de tal modo que pertenecen al metabolismo de las estructuras profundas de la mismidad total de Cervantes. Dentro de esas ideaciones persistentes, entramos ahora a considerar los celos, a fin de evaluar su profundidad como un código necesitado de explicación, a través del muestreo de diferentes etiologías causales y de una posterior actuación funcional psicógena.1 II. LOS CELOS COMO FIGURA RETÓRICA Los celos ya aparecen perfectamente dibujados, incluso como pasión celotípica de modo gráfico en la pastoril Galatea. Y aunque de unos y otros de sus personajes, diga Cervantes que son pastores fingidos, y los celos sean una necesidad argumental, ésta será, una faceta a la que nos hemos de acercar y distanciar con el debido respeto, por su pertenencia al campo de la filología, dejando campo libre a los artesanos de la lengua. Pero a propósito de ello, no es lícito olvidar los comentarios de Sebastián de Covarrubias, cuando al referirse al vocablo «celoso», describe lo que sólo con ello nos bastaría para confirmar los celos como figuración retórica. En el Tesoro de la lengua Castellana se lee, que «los poetas españoles e italianos tienen escrito tanto de zelos, que cervantistas 1 4/8/01 106 19:32 Página 106 José Manuel Bailón Blancas [2] me ha parecido no tratar aquí de ellos..». Aparente o no la ironía de Covarrubias pasemos adelante, porque prosigue ahora como moralista, describiendo los celos como anomalía; «los que en el siglo zelan a sus mujeres indiscretamente, son hombres de poco valor, y el demonio los trae atormentados y ellos atormentan a sus mujeres y algunas veces las ponen en condición de hacer lo que no les pasara por pensamiento». Con anterioridad nos habrá apuntado, su origen «Zelotypus, del vocablo en latín…». El Diccionario de Autoridades, no le va a la zaga al definir «Zelotypia: La pasión de los celos. Es voz griega…». Con lo que nos acerca a nuestro glosario psiquiátrico actual, que entiende como celotipia, aquella afección que engloba los trastornos psicopatológicos en sus diferentes modalidades de expresión delirante, y las acentuaciones con carácter patológico referidas a los celos. Pero ya que se ha nombrado en Autoridades la «pasión», sí que estamos obligados a consultar el Diccionario español de terminos médicos antiguos, que nos remite a «arteriaca, compasión, dolencia, enfermedad, morbo y padecimiento». De pasión llegamos, lo primero a «lo opuesto a la acción»; segundo, «perturbación o afecto desordenado del ánimo». Y tercero, «padecimiento, alteración de la salud, enfermedad», siendo «formas atestiguadas: pasión y pasiones, passio, passión, passiones, passyon». Ante lo cual, por una parte Autoridades nos introduce como hemos venido conviniendo en esa «Perturbación o afecto desordenado del ánimo» que llamamos celotipia, y Sebastián de Covarrubias nos aclara otra de las premisas a que están sujetos los celos, al describirlos por su cualidad, como figuración retórica. Ambos diccionarios, nos están deslindando de modo bifronte una primera configuración ideológica cervantina: Configuración retórica unas veces, enfermedad pasional otras. III. LOS CELOS EN EL ECOSISTEMA AMBIENTAL Y SOCIAL Pasemos revista al ámbito social, como circunstancia capaz de influenciar a los escritos cervantinos que debemos denominar ecosistema psicosocial —ahora referido sólo a los celos—, como estructura que influencia al individuo en los siglos XVI y XVII, sistema ambiental en que está inmerso Cervantes. Aunque hubiese incluso querido Cervantes, que no es el caso, mantenerse al margen del mismo, de tal ambiente tendrá que recibir influencias y a su vez, él también, influenciará en diferentes grados a ese ambiente, aunque siempre en parámetros sociales fijos. Antes, se muestra necesario recordar que de las variadas fuentes utilizadas por los autores para reconstruir la vida cotidiana y sus diversos aspectos una de ellas continúa siendo la de las producciones literarias. Escribir marginándose de la sociedad es correr el riesgo de ser marginado por esa misma sociedad. Hay que adaptarse o pseudoadaptarse al público. Siempre al gusto del respetable porque si no, no se vende o representa. Y Lope de Vega así lo afirma con versos propios, llamando al «vulgo», de paso, «necio». Todo por sentirse obligado a seguir los gustos que en algún modo le marcaría el ecosistema social de la época. Porque todo esto es lo que desea oír el público, y a veces especialmente aquello extraordinario con pícara tendencia morbosa. Siempre realidad deformada, nunca lo pleno y verdadero, quizás hasta mentiroso. Será cervantistas 1 4/8/01 [3] 19:32 Página 107 Los celos como persistente ideación temática… 107 por esto mismo, por lo que prevenido Mateo Alemán de futuras críticas, se apoyó en la vanidad de sus futuros lectores haciendo que ellos mismos escojan de sus dos introducciones al Guzmán de Alfarache, entre un «vulgo» o «discreto» lector. En este apartado nos hacemos eco de la profesora Mariló Vigil, y de su estudio sobre la mujer de los siglos XVI y XVII, a propósito de los escritores y dramaturgos: «…las obras de los escritores y dramaturgos contienen estilizaciones, elementos compensatorios, exageraciones y omisiones». Los libros de viaje son otra de las fuentes a tratar, aunque no dejan de reflejar ocasionalmente fantasías o estereotipos, como los denunciados por el Duque de Maura y Agustín González-Amezua, en su trabajo histórico y crítico a propósito del reportaje Viaje por España, de la mal llamada Condesa D´Aulnoy. Paso aparte, los consejos, comentarios y denuncias vertidos en tratados de moralistas y teólogos van a estar dirigidos a una sociedad a la que quieren corregir unas veces, cuando no otras guiarla a la perfección armónica, porque conocen sus defectos. Sociedad ésta, en donde los extremos se tocan, conviviendo lo ascético o místico con la picaresca; y la Celestina se codea con De los nombres de Cristo. El individuo en esos momentos históricos es capaz de balancearse de uno a otro extremo, a través de una abigarrada pero deslizante escala, porque precisamente las tendencias del hombre de esos siglos tiene esa misma tendencia psicológica de reacción entre extremos. Sin embargo el camino marcado por moralistas, teólogos e inquisidores, no es nada despreciable si nos percatamos de la profundidad de sus conocimientos, cuyo origen en gran parte es «de confesionario». Por lo que su aproximación a la veracidad de los sucesos, está fuera de toda duda ante la desnuda realidad. De todas maneras, aún centrando nuestra atención sobre la última premisa documental de la que nos haremos eco brevemente, no hemos evadido nuestra atención a los moralistas, dramaturgos o teólogos, en gran medida ante todos los eruditos trabajos, basados precisamente en sus producciones, y porque el todo incluye la parte. Camino de líneas, ya apuntábamos una última opción que no debemos soslayar, cuando buscamos información de primera mano. Los «avisos», «relaciones», «cartas», «comentarios» y «autobiografías», ocasionalmente sin ánimo de verse publicados, creemos que son los documentos menos deformados y más objetivos de cara a informarnos sobre el ambiente social en general, y los celos en particular. Las autobiografías están marcadas por el sello de «cargarse sobre la conciencia», a modo de testamento, lo verdadero o falso. Las relaciones y avisos, unas veces son información denuncia y otras, curiosidad informativa. Y en la correspondencia, no cabe duda que prima y late la vida privada sin cortapisas. En primer término, ¿qué son los celos para el hombre, de estos siglos cuestionados? De antemano se nos dice que una pasión. Pero la tal «pasión» presenta ayer como hoy diferentes gradaciones, que a su vez se corresponderían con diferentes estructuras fenomenológicas. Y así qué duda cabe que objetivaremos desde una reacción puramente ambiental por mimetismo, a la ideación obsesiva por inseguridad; aparte de encontrarnos la simple proyección de un sujeto celoso, por sus mismas tendencias o iguales pensamientos amatorios, achacados al otro. Y en otros supuestos, nos hallaremos ante una verídica ideación sobrevalorada, para ya entrar de lleno en la situación refe- cervantistas 1 4/8/01 108 19:32 Página 108 José Manuel Bailón Blancas [4] rencial y dar en última instancia con un sistema delirante celotípico. Y en todos los casos con el peligro social consiguiente en aumento, según nuestra ascendente escalada celotípica patológica expuesta, que conlleva, para aquel y aquella que se encuentran inmersos en el sistema delirante del individuo enfermo, otra también escalada de violencia y temor. Otra pregunta obligada: ¿Cómo y quienes van a ser celosos en el ecosistema social de los siglos XVI y XVII? Si los celos motivados pueden ser una reacción normal y los inmotivados una estructura psicopatológica, sobre ambas formaciones, normal y anormal, pesará la situación medio ambiental. Y tanto en los matrimonios, como en buscadas aventuras con cualquier mujer, incluyendo los escarceos con cortesanas formando con ellas o no una simple pareja estable —más acentuados siempre, cuanto más estables sean las relaciones—, gravitan los celos y la celotipia. Por lo pronto, a ello contribuyen las diferencias de edades en el acercamiento entre hombre mujer. El hombre suele casarse más maduro. Y hacen por esto a ese hombre más proclive por sus miedos a la pérdida del objeto amado. Dejemos aparte las problemáticas amatorias de la corta vida frívola de la cortesana, dama del tusón convertida en «celestina» por ramera vieja, cuando no, mendiga y carnaza de hospital. Pero no olvidemos a la mujer mayor, mal aceptando su vejez, encerrada en los «rabiosos» celos frente a la belleza juvenil femenina de la «otra». Particularizando, está claro que las mujeres iban más jóvenes que los hombres al matrimonio o a la simple relación amorosa. Pero además de casarse, a veces como decimos mucho más jóvenes las mujeres, su preparación estaba tradicionalmente basada en un patriarcalismo, paternalismo y en funciones propias de su sexo, estado y condición. No en balde, la cultura autóctona, romana y las influencias árabe y hebrea, se podían palpar. Quizás más aún en el ámbito familiar, doméstico y generatriz. (Olvidamos adrede diferentes posturas sobre el tema femenino, por no ser éste el objeto del trabajo). A todo esto se le va a unir por parte del hombre el sentido posesivo, el honor y la honra, que a pesar de sus creídos matices elitistas, estaban frecuentemente arraigados en todas las clases sociales, con trasvase de modos de sentir y pensar, que se mimetizaban en las clases populares. Sin importar llegado el caso ante la sospecha la reacción vivencial, sin tenerse en cuenta la clase social a la que se pertenece, ni el estrato que le corresponde. No vamos a entrar ahora en aquellos modelos en los que hay un trastorno claro de la personalidad, muy evidente, si hablamos de los maridos consentidos y consentidores, que a nuestro juicio pertenecen a otras patologías, principalmente a las psicopatías y a bajos cocientes intelectuales de estos mismos individuos. (Evitemos digresiones profesionales)2. Lo cierto es que la sospecha no sólo afecta al casado, que en ocasiones él mismo busca fuera de su casa «servir» a otra mujer, sino en esa desconfianza y «guarda» que se exteriorizan en el hombre por supuesto hacia la esposa, aunque también a todo el elemento femenino que le rodea, hijas, hermanas, cuñadas, y demás. Individuo que, como decimos, va buscando en corral ajeno y teme, por lo mismo, que entren en su propia casa a robarle sus gallinas. Después de lo dicho, nos vemos obligados a otra pregunta «celosa». ¿Cómo debe comportarse el afectado ante una situación comprobada o sólo presumida? El saberse injuriado, cualquiera que sea su pertenencia social, cervantistas 1 4/8/01 [5] 19:32 Página 109 Los celos como persistente ideación temática… 109 tocado gravemente en la honra, el honor o solamente en algo, como esa mujer que se vivencia como posesión propia, trae consecuencias manifiestas. Por lo mismo deberá «desagraviarse», porque salvo excepciones se sabe señalado. Y siendo necesario tomar venganza, mejor será salvo también excepciones en privado que en público, porque esta última forma de satisfacción, trae consigo precisamente esto, la publicidad «salida a plaza» de su deshonra. Y además sabemos por los comentarios de Zabaleta que «…los que saben que aquella mujer fué adúltera (que en el mundo todo se sabe) miran al marido con la misma desestimación que si hubiera tenido la culpa de que lo fuera…» Y esto mismo nos reafirma en lo que hemos venimos repitiendo en estudios anteriores, al considerar que la vida cotidiana en los siglos XVI y XVII, se desarrolla con la intimidad de un «patio de vecindad», en donde todo se sabe.3 Si el ofendido no es bueno para tomar venganza, siempre hay quien de el paso que a él no le es posible. Y todo por un razonable precio. Siempre así, hay alguien en el «patio de Monipodio» que ayude. ¿Qué nos viene a decir, leído con objetividad historicista, el proceso incoado en Valladolid por cuchilladas al caballero navarro Ezpeleta? Todo es un artificio escribanil para nada. Porque «todos», empezando quizás por la propia víctima —claramente expresado—, pensaron que se lo tenía merecido. El tal proceso de 1605 en Valladolid, es una mera información abierta, para despistar la atención hacia los verdaderos culpables. Como sabemos, el caballero Ezpeleta calló en todo momento la causa de su querella, y el nombre de su matador. Sí que sabía de sobra los motivos, pero fue en el escenario de la vida, en el último acto de su tragicomedia, cuando se comporta como un hombre de honor. (P. Pastor, Documentos II). Volviendo al tema principal, se nos escaparía a la observación clínica, el qué y el cómo se consideran las «ideas delirantes verdaderas» con características patológicas de «celotipia» en los siglos XVI y XVII. De hecho estos individuos enfermos de celos, tuvieron que ser peligrosos, buscando situaciones extremas y celos existentes solo en su mente enferma. Por una parte, salvo casos excepcionales, podemos figurarnos, que no eran lo suficientemente locos para encerrar, ni tan normales como para confiar en ellos. Vecinal y socialmente, se debieron dejar por imposibles. Y el medio ambiental se apartaría más que discretamente de este tipo de enfermos. La descripción que Zabaleta nos hace, precisamente bajo el epígrafe «El Celoso», nos inclina a estas deducciones. Pero aparte, hemos hablado sólo de los celos refiriéndonos al hombre; como si estos fueran exclusivos del varón. Y la celotipia se diera por razón de sexo; olvidando los celos en la mujer y la fuerza de la celotipia en su versión femenina. Sólo dos ejemplos nos valdrán como muestra aunque caigamos en cervantismo: Claudia Jerónima tras matar a Vicente Torrellas, nos dice por pluma de Cervantes, «…!Oh fuerza rabiosa de los celos, a que desesperado fin conducís a quién os da acogida en su pecho! !Oh esposo mío, en ya desdichada suerte, por ser prenda mía, te ha llevado del tálamo a la sepultura!…». (Q. IICap. LX). Auristela pregunta a Periandro por otra mujer a la que considera su rival. Éste no entiende la razón, «…que si la alcanzara, quizá dijera que la fuerza de los celos es tan poderosa y tan sutil, que se entra y mezcla con el cuchillo de la misma muerte, y va a buscar el alma enamorada en los últimos trances de la vida…» (Persiles Libro II Cap. I). Con lo expuesto hemos abierto cervantistas 1 4/8/01 110 19:32 Página 110 José Manuel Bailón Blancas [6] un segundo frente a nuestra curiosidad. Porque las mujeres van a utilizar, una vez inmersas en la celotipia, más las prácticas hechiceriles que el arma blanca. Y ellos, más las segundas que las primeras. Pero ahí están descritas por Cervantes situaciones que pueden causar los mismos trastornos y las mismas inquietudes, tanto al objeto amoroso elegido como a la sociedad ambiente, que debe soportar de forma directa o indirecta la enfemedad —pasión— celosa. El delirio celotípico, es por igual tan preocupante en el hombre como en la mujer; olvidémonos de la fuerza física, para prevenirnos del maltrato psíquico y de la extorsión moral. Como conclusión, Cervantes habla y escribe sobre los celos, y se repite sobre el tema. Pero no olvidemos que esos celos los hace evidentes tanto para el hombre como para la mujer. La celotipia y la duda no tienen sexo genético. Es muy posible que pasasen en las más ocasiones, desapercibidos a los ojos de la vecindad los celos femeninos, exceptuando para aquel hombre —esposo o querido— que los debe soportar; incluyendo entre sus efectos los malos tratos físicos y psíquicos. Que si bien fueron más frecuentes hacia la mujer por parte del hombre, no quiere decir que no los sufriera el hombre por parte de aquella. La actitud del hombre en este último supuesto pasa muy a menudo por «un vergonzante silencio», aún en la actualidad. Ante todo lo dicho llegaríamos a la aceptación que tan preocupantes van a resultar hombre o mujer afectados del delirio celotípico. Y que no por menos estudiada la celotipia de la mujer es menos importante. Los celos estarán así más justificados desde la ética caballeresca y posesiva en el hombre, y para la mujer en el plano pasional cotidiano. En resumen, hay una situación medio ambiental, que asiste y acepta una estructuración celotípica sin llegar a ser patológica. Diríamos que nos encontramos con la aceptación de un nivel «umbral» medio bajo —estamos hablando de excitabilidad media alta— tampoco exagerado, hacia los celos. Por lo mismo debemos de considerar que existe una formación socioambiental, cuya presencia y modismos en espacio y tiempo cronológico, presionan sobre el escritor, y éste a su vez sobre ésta. En este marco social se inscribe la obra de Cervantes; ecosistema socioambiental de los siglos XVI y XVII. IV. LOS CELOS COMO CONCRECIÓN PSICOPATOLÓGICA CERVANTINA Dijimos en principio, y ahora repetimos, que las descripciones hechas por Cervantes y el modo incisivo en que estan expresados los celos, aparte de esa tendencia característica repetitiva, nos pueden inclinar a sospechar desde la pura observación clínica, en la existencia de raíces psiquiátricas precisamente por estas premisas. Y a no dejar de lado en nuestro enjuiciamiento por una lectura objetiva, a la luz de la psicopatología, la posibilidad de encontrarnos con algo muy propio del autor, que tocando «el todo o la parte» de su personalidad, ya con patología clara o desdibujada, se nos muestre en la exploración como una concreción sindrómica psicopática y sus proyecciones externas sean en realidad una expresión sintomática, precisamente escrita de tal artefacto patógeno. Por lo dicho, estamos obligados a clarificar estas posibles dudas a través de un trabajo clínico, basándonos en el estudio psicológico y psicopa- cervantistas 1 4/8/01 [7] 19:32 Página 111 Los celos como persistente ideación temática… 111 tológico de sus expresiones, en el cómo y cuándo se dicen, y por ende, en la íntima estructura de las mismas. La posibilidad en todo caso de un padecimiento celotípico sufrido por el propio Cervantes, formando parte de un núcleo o estructura celotípica, en sus diferentes versiones psicopatológicas, no se nos muestra factible. Y la exploración fenomenológica es negativa al respecto. Volvemos a repetir que nuestro mayor intento de acercamiento pasa por la más estricta y posible objetividad profesional, ante una personalidad de la cual cuestionamos su sanidad mental. Y nos inclinamos a descartar la celotipia, como parte de la psicopatología cervantina, precisamente, porque a lo largo de la producción literaria de Cervantes desde el lejano 1585, año de la Galatea, al cercano 1616, los celos tanto en sus versiones masculina como femenina, aparecen expuestos en solfa de crítica —criticables y criticados—, e incluso peligrosos para la persona que padece las consecuencias del individuo celoso. Aparte de como está hecha la descripción por Cervantes del sufrimiento del celoso y de aquel personaje sujeto pasivo de los celos. Con lo que se hace ahora evidente, un «concepto figurativo» y útil para el diagnóstico psiquiátrico, como es la «crítica». Crítica a una situación patológica o reconocimiento de la anormalidad de un síntoma o sistema delirante, a los que se le reconoce como anomalía. Que es a su vez, todo lo contrario a la negación que hace el verdadero enfermo, con afirmación tajante de verídico para su sintomatología delirante; porque precisamente la vive y vivencia como real. Figura conceptual psicológica, que por sí misma niega los celos en Cervantes como algo propio y la celotipia como delirio, al negar —crítica— el síntoma, que el propio Cervantes rechaza como patológico y enfermizo, exagerado e incluso peligroso. En otro aparte, tampoco se descubre en sus escritos los celos como síntoma emocional ante la pérdida del objeto amado, ni aún reaccional —siempre entendemos como reacción vivencial anormal— frente a la inseguridad de dicho objeto amoroso. Sí que pudo sentir celos Cervantes como cualquier hijo de vecino; pero su reacción emocional queda enmarcada, en una reacción vivencial dentro de los límites de la normalidad, tanto en tiempo, como en calidad y cantidad. En la misma Galatea ya encontramos las primeras expresiones cervantinas que confirman esta deducción. En otra línea, sobre la psicogenia de los celos, estudiando la obra de Cervantes mediante la interpretación psicológica, nos acercamos a la temática de la infidelidad, a través de la novela ejemplar El celoso extremeño, y sea en una u otra versión (Impresa de 1513 o de tertulia del manuscrito de Porras), no deja Cervantes de buscar disculpas, junto con advertencias y avisos, tanto para el anciano celoso como para la jovencilla esposa inexperta. La misma infidelidad es tomada en sentido burlesco ahora, en el entremés El viejo Celoso. En este último, y durante su representación, deberá ser el espectador —podemos imaginar—, quién con sus risas y aspavientos avise durante la representación al celoso protagonista, como se le va la honra por las bardas del «corral de comedias»; risas en «la cazuela», risotadas de «los mosqueteros» y muecas en «los aposentos». Para Cervantes el amor disculpa todo, o casi todo. Porque el amor, en el concepto cervantino, es sentimiento que trasciende, elevando a quien lo posee. Exceptuando el amor a deshora, a destiempo y los celos amorosos como cervantistas 1 4/8/01 112 19:32 Página 112 José Manuel Bailón Blancas [8] síntoma de una celotipia. De aquí, que el propio autor —volvemos a la Galatea— descalifique a un «pastor fingido», aún siendo amigo del propio Cervantes —nos referimos al viejo Arsindo—, haciéndole perder los papeles en el escenario novelado ante la asamblea pastoril cuando este anciano se enamora de la quinceañera Maurisa4. (Por estar fuera del contexto de este estudio, dejamos adrede referirnos a los conceptos sobre los amores erótico y platónico que guian el pensamiento de Cervantes. La trascendencia del amor y su admiración por Fray Luis de León, ya fueron expuestos en su momento). Volviendo para anudar el hilo de nuestro trabajo, no olvidemos lo anteriormente dicho en artículo aparte sobre la ancianidad: En la Galatea «los ancianos y la ancianidad quedan enmarcados dentro de actitudes gerontocráticas, lo que unido a lo tradicional del hombre mayor, convierten a éste y a aquella, en algo respetuoso y venerable»5. Avanzando un punto más, nos sorprende como en la Galatea no aparezca ni una sola mujer anciana. Salvo, que tomemos por tal, la mención marginal de una tía innominada de una sobrina; esta última también joven. Curiosidad por curiosidad que a su vez tiene su contrapartida en el Persiles; Cervantes psicológicamente se sabe adaptar con absoluta fidelidad a su edad. Incisos aparte, más tarde en el «licenciado vidrioso», burlará Cervantes con las barbas teñidas, en tanto que aplaude a la «doncella discreta» que se niega a casar con un «tintado», antes «hombre grave y lleno de canas». No olvidemos, esos otros «escabechados» o «teñidos» cervantinos, que aparecen en El coloquio de los perros. Quedamos entonces, que la celotipia, como algo propio y anómalo de Cervantes, encarnado en una situación psicopatológica propia, no se descubre a la exploración psiquiátrica objetiva. Podríamos multiplicar en nuestra investigación los ejemplos, para en todo momento encontrarnos ante una «crítica completa». Y de como en el conocimiento y adecuada percepción, que Cervantes tiene de los celos y de sí mismo, no caben los celos anómalos ni la celotipia como sintomatología. Desde otra perspectiva, también ahora sólo psicológica, podríamos acercarnos a través del estudio de su personalidad, como ya lo hicimos en su momento, para añadir a todo lo dibujado un no definitivo, en amplio despistaje psicológico. Cervantes, a pesar de su temática repetitiva, mantiene un distanciamiento subjetivo-objetivo y un criticismo auténtico frente a los celos. Cervantes no es un amante celoso: No quiere esto decir que si hubiese motivo, por parte del objeto amoroso femenino, no fuese a responder, aunque dentro siempre de los límites reactivos propios de la situación como ya hemos antes apuntado. Es más que probable que no desee él mismo darlos ni recibirlos. Su ya por nosotros estudiada seguridad, le evitan tropiezos de perspectiva celosa6. V. LOS CELOS COMO ESTRUCTURA PSICOLÓGICA VIVIDA-VIVENCIADA Han quedado definidas, al menos tres premisas causales, de aquellas que hemos partido para enmarcar nuestra tesis diagnóstica e interpretativa. Y nuevamente tenemos que recordar, que una estructura psicológica total, viene decantada para el individuo no sólo por su normalidad o no. Si no también y sobre todo por sus diversas mutaciones estructurales finales capaces de actuar cervantistas 1 4/8/01 [9] 19:32 Página 113 Los celos como persistente ideación temática… 113 o no, también como síntoma, y éste a su vez producir disestar o malestar con angustia, clara o desdibujada en el futuro de ese individuo, si no es que pueden permanecer como simple recuerdo de algo vivido, que le hacen al sujeto, autor, en nuestro caso a Cervantes, posteriormente descriptor de los hechos acaecidos —celos y celotipia—. Y es que según esos celos hayan sido vividos y vivenciados o vividos y vitalizados en la intrahistoria del sujeto afectado, así serán expresados en el futuro. Conviene puntualizar primeramente sobre la temática cuestionada otras diversas observaciones. Porque debemos de conceptuar que desde ahora nos movemos en otros niveles, en este caso de interpretación psicodinámica. Quedamos en que los celos aparecen en la obra de Cervantes de un modo incisivo y repetido. Y esto nos inclina a sospechar, desde la observación metodológica, en la existencia de raíces psicológicas, originadas por una metabolización psíquica, precisamente de esas primarias ideaciones, a través de su psicodinamia y de la catexis; tomando la catexis como el proceso por el cual la energía mental es enfocada hacia un objeto o idea. En pocas palabras, esta temática no puede evadirse al psiquismo cervantino y por lo tanto su psicogénesis es clara. Porque o bien se nutre la ideación de algo vivenciado afectivamente y por ende, encartado en la personalidad de Cervantes, como eslabón psicológico inconsciente, y esas ideas están necesitadas de abreación y catarsis, y por lo tanto de expresión precisamente por su rechazo; si no es que estamos hablando de ser esta ideación, vivencia de un más próximo presente histórico vital, acaecido en fases menos tempranas en las cuales estuvieran más establecidas las facetas cervantinas de maduración personal, constando entonces como algo vivido, aceptado y por lógica necesariamente impresionado en la banda consciente, más que en la inconsciente (consciente-inconsciente), aunque también a la postre, sea material psicológico problemático necesitado de denuncia. Y ante la humana necesidad —y sería otra variable unida a lo anteriormente expuesto—, de comprensión por parte del sujeto (nos seguiremos refiriendo a Cervantes), de esa misma situación exterior psicopática en que se ha visto envuelto el yo propio, por culpa precisamente de un individuo o tema celoso, sea por lo mismo esta situación exterior vivida y vertida como denuncia y justificación, cuando no, un modo de interrogante, en sus escritos. Las diferencias de estas dos estructuras psicológicas y psicodinámicas descritas, radican en los matices y coloridos que hacemos de «inconsciente y consciente-inconsciente». Y a su vez, en dos distintos caminos psicológicos para ambas estructuras. Además se ha de tener presente otra importante conceptualización psicodinámica, que convierte el choque en estresor, por la clase de vivencia, en vivenciado traumáticamente o vivido vitalmente. Porque no todo lo que es vivido a lo largo de una intrahistoria por el individuo, lleva la misma carga afectivo-emocional, ni la misma capacidad de golpear traumáticamente sobre el receptor; debiendo tener muy presente, que ante una situación extraña y extraordinaria —siempre que sea esta estresante—, los niveles madurativos, la edad de evolución-involución, formación del sujeto y su momento tímico (estado anímico básico preponderante) en que se recibe esa acción patógena o agresiva, son los coayuvantes en el modelo de reacción posterior. Por supuesto, que estas dos vertientes son a su vez, dos facetas que estamos obligados a dilucidar, haciendo hincapié, que de todo lo dicho depende el que cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 114 114 José Manuel Bailón Blancas [10] «algo» se trasforme en experiencia o vivencia. Que duda cabe que pueden, y en la práctica se dan, experiencia-vivencia formar asociación. Lo mismo que sólo es mero artificio didáctico hacer distingos entre consciente-inconsciente. Los claroscuros se multiplican en matices, fáciles de comprender a lo largo de una psicoterapia o análisis dinámico. Quedan así delimitadas dos nuevas premisas de las que vamos a partir para nuestras tesis diagnósticas siguiendo un hilo conductor anclado en la biografía del sujeto. De aquí que podríamos hablar de situaciones tangentes o secantes, según las vivencias sean toque o corte en el metabolismo psicológico del encartado. Precisamente porque lo vivenciado afectivamente pasa a formar parte como sufrido, llevando inherente la angustia o la transformación de la misma, en equivalentes psicológicos, obsesivos y fóbicos con sus correspondientes correlatos, cuando esas concreciones angustiosas rara vez no se decanten en equivalentes psicosomáticos. En el otro supuesto con mínima afectividad, la experiencia no causará situación traumática tan intensa, aunque dejaría huella y rechazo. (Seguimos para nuestro trabajo, los estudios base realizados con anterioridad sobre la personalidad de Cervantes de otras publicaciones).7, 8 Como simple curiosidad, Cervantes supo entender lo que eran las fobias de las cuales hace una descripción perfectamente clínica. No sabemos si se ha hecho anotación al respecto, en los anales del cervantismo de lo que ahora afirmamos. Estamos en el capítulo quinto del segundo libro de Persiles y Sigismunda. Leemos: «… efectos vemos en la naturaleza de quien ignoramos las causas, adormécese o entorpécese a uno los dientes de ver cortar un paño; tiembla tal vez un hombre de un ratón y yo he visto temblar de ver cortan un rábano y a otro he visto levantarse de una mesa de respeto por ver poner unas aceitunas. Si se pregunta la causa, no hay saber decirla, y los que más piensan que aciertan a decilla, es decir de que las estrellas tienen cierta antipatía con la complexión de aquel hombre, que se inclina o mueve a hacer aquellas acciones, temores y espantos, viendo las cosas sobredichas y otras semejantes que a cada paso vemos…» Cervantes observa y reconoce estos miedos así descritos, unos programados como absurdos y otros sin porqué alguno. Son a todas luces figuras psicopatológicas, unas veces fóbicas y otras obsesivo-fóbicas. Y en todo caso, «temores y espantos», y serán en todo caso también, fijaciones angustiosas cristalizadas a lo largo de una vida que recorre un camino. Y estas descripciones cervantinas van desde lo sencillo y socialmente admitido, parte en todo caso de un aprendizaje fóbico condicionado, a unas actuaciones complicadas más o menos absurdas, llegando a lo incomprensible como el mismo Cervantes explica. Ahora apliquemos la teoría a la práctica clínica. Cervantes reconoce las situaciones fóbicas pero no las padece como síntoma. (El que no padezca fobias u obsesiones, no significa que como todo ser humano no tenga sus «manías»). Por ser objeto de otro trabajo, afirmamos, negamos y pasamos página. VI. CELOS, CELOTIPIA Y CERVANTES Entremos ahora tras haberse realizado un barrido psicológico y despistaje causal, nuevamente al tema central del objetivo a estudio. Tomamos sólo dos cervantistas 1 4/8/01 19:32 [11] Página 115 Los celos como persistente ideación temática… 115 libros cervantinos, separados por unos cuarenta años. En ambos la celotipia, los celos descritos, nos hacen recapacitar. Evitemos otros textos y el despistaje exhaustivo de la temática en la obra completa. Tomemos así, en este muestreo, tres citas en cada una de las obras escogidas: la joven Galatea y el viejo Persiles. Galatea: * «…siendo como sois nacidos, de una baja sospecha, engendrados de un vil y desastrado temor, criados a los pechos de falsas imaginaciones, crecidos entre vilísimas envidias, sustentados de chismes y mentiras. Y porque se vea la destrucción que hace en los enamorados pechos esta maldita dolencia de los rabiosos celos…» (L. III). ** «…tiene más, así mesmo, la fuerza de este crudo veneno: que no hay antídoto que le preserve, consejo que le valga, amigo que le ayude…» (L. III). *** «…Y no habiendo para la enfermedad de los celos, otra medicina que las disculpas, y no queriendo el enfermo celoso admitirlas siguesé que esta enfermedad es sin remedio, y que a todas las demás debe anteponerse…» (L. III). Persiles: * «…Que no hay discrección que valga, ni amorosa fe que asegure al enamorado pecho, cuando por desventura entran en él celosas sospechas…» (Capitulo 7. Libro I) ** «…!Oh poderosa fuerza de los celos! ¡Oh enfermedad que te pegas al alma de tal manera que solo te despegas con la vida…!» (Capitulo 23. Libro I). *** «…Parece que el autor desta historia sabía más de enamorado que de historiador, porque casi este primer capítulo de la entrada del segundo libro le gasta todo en una definición de celos…» (Capitulo 1. Libro II). Punto y aparte, ahí tenemos seis citas en los dos extremos de la obra de Cervantes, con sus ideas matrices claras. Y si antes nos acercábamos a Cervantes sólo desde la psicología y psicopatología en un alarde teórico, ahora nos aproximamos a su andadura vital y biográfica en plena praxis clínica. Y aquí es donde nos hallamos con dos importantes situaciones vividas por Cervantes, que pudieran quedarse grabadas en su personalidad, durante el período infantojuvenil. Padre y abuela paterna se nos descubren con posibilidades claras de haber padecido o una situación de desconfianza con celotipia, o una celotipia clara y franca desconfianza, con tendencias ya verdaderamente paranoides o al menos referenciales. En el primer supuesto a estudio, sabemos que su padre Rodrigo de Cervantes padeció sordera. Hecho bién documentado como se refleja en dos escrituras notariales. En una de ellas el tal Rodrigo de Cervantes y su hija Doña Magdalena de Pimentel y Sotomayor —hermana de Cervantes—, se apartaban de la ejecución que habian interpuesto a Don Alonso Pacheco (Madrid, 8 de Septiembre de 1575). * «…y el dicho Rodrigo de Cervantes leyó esta escritura en altas voces en presencia de mí el escribano e testigos e despues de haberla leydo dixo que la otorgaba ansí porque la entendia y habia leido…» (P. Pastor. Documentos I) cervantistas 1 4/8/01 116 19:32 Página 116 José Manuel Bailón Blancas [12] Es por lo mismo deducible, que al no ser escuchado el documento por boca del escribano, éste le hiciese leerlo en voz alta a Rodrigo, para evitar malos entendidos, si no fue la simple desconfianza del mismo sordo cirujano, la que le llevó a leer la escritura por sí mismo. Subrayemos «malos entendidos». Con todo, y ya con absoluta claridad, queda nuevamente plasmada la sordera de Rodrigo, y lo anteriormente dicho explicitado en otra escritura. Nos referimos al poder dado por Doña Magdalena de Pimentel y Sotomayor y de su padre Rodrigo de Cervantes a Alonso de Córdoba, para cobrar quinientos ducados a Don Alonso Pacheco. Dada también en Madrid a 11 de Mayo de 1578. ** «…y el dicho Rodrigo de Cervantes por ser sordo tomó la escritura e la leyó y entendió el efecto della y dixo que así la otorgaba e otorgó y firmólo…» (P. Pastor. Documentos I) Como podemos suponer, Rodrigo de Cervantes antes de dar su aprobación leerá la escritura en voz alta, como debía ser su costumbre. Aunque nos preguntamos el por qué estando presente su propia hija en la firma de los documentos, no se va a plasmar su modo de pensar. De lo que se deduce ese cierto grado de desconfianza, acentuado o no por la sordera. Con oírlo su hija hubiera bastado. Pero no, él tiene que leerlo. Hacemos nuevamente un inciso como recordatorio de unas conclusiones lógicas que apuntábamos en otro momento. La sordera crea frecuentemente en aquella persona mínimamente predispuesta y afectada de la misma, inseguridad y desconfianza, que en ciertas ocasiones se deslizan a la sintomatología referencial. Y en posterior desarrollo, al llamado «delirio paranoide en sordos». En realidad, la incomunicación por una parte y la distorsión cognitiva sensorial auditiva, se decantan en interpretaciones ulteriores patológicas. Sintetizando en demasía para entendernos, la celotipia es uno de los apellidos de lo paranoide y de la paranoia. Por otra parte evitamos, siempre que es posible, engorrosas disquisiciones psiquiátricas al lector no iniciado. Tomando el caso de Rodrigo de Cervantes, ya habíamos afirmado «que una de las deformaciones a que darán lugar las ideas referenciales o solamente sobrevaloradas son las celotípicas». Con ello, nos estamos refiriendo a que el origen de la temática sobre los celos, en la obra cervantina, pudiera haber sido producto de vivencias infanto-juveniles por esa situación vivida en el hogar de los Cervantes, fruto de una desconfianza y sentido posesivo de Rodrigo hacia su esposa e hijas —incluyendo en las desconfianzas los celos— que han quedado grabadas en Miguel de Cervantes para la posteridad. Porque estas vivencias, sí que son vividas y lógicamente vivenciadas afectiva y traumáticamente en ese núcleo familiar, sobre todo por los hijos, como vivencias primarias, con recuerdo perenne. Son así vivencias habidas en la infancia con capacidad de recuerdo, fijación y rechazo en la edad adulta. Una curiosidad más avala nuestras afirmaciones sobre la personalidad de Rodrigo de Cervantes y su influencia decisiva. Para ello, nos acercaremos a unos párrafos del testamento de este «cirujano sordo». Antes de ello debemos tener por cierto desde la perspectiva psicogeriátrica, que en el anciano gene- cervantistas 1 4/8/01 [13] 19:32 Página 117 Los celos como persistente ideación temática… 117 ralmente y está demostrado por la práctica, hay una acentuación del carácter debido a la edad. * «…y el dicho otorgante tomó el dicho testamento en sus manos e le leyó, e después de haberle leydo dixo que así le otorgaba e que yo el dicho escribano lo leyese publicamente ante los dichos testigos…» (P. Pastor. Documentos I) Nos podemos imaginar, cual puede ser la situación de gravedad para hacer testamento; encamado o no, pero con fallos de memoria —como ya se demuestra en otro momento—. Pues aún así continua con la obsesión de leerlo todo por sí mismo. Claro signo de desconfianza, que no necesita comentarios. Cervantes padre, se nos presenta con una tendencia referencial y pleiteista, de ello a la celotipia va un paso. Si sacamos este último ejemplo a colación, es por su presencia en una situación extrema. Porque una costumbre al parecer para aquel que supiera leer, era hacerlo generalmente en voz alta, dato que tomamos de Parker y de su biografía sobre Felipe II, aunque no estemos plenamente de acuerdo en esta afirmación costumbrista. Curiosamente se vislumbra con claridad una deformación también medioambiental que no debemos soslayar, nos referimos claro está, a las «manías pleiteistas» de la época. Sin lugar a dudas más acentuadas en el hijo de un letrado, ya de por sí demandante, como fué Juan de Cervantes. De su hijo Rodrigo omitimos datación psicodinámica, para evitar confusionismos, aunque bien nos entendemos. Entremos ahora en una segunda interpretación, también vivida y vivenciada por Miguel de Cervantes. Nos referimos al matrimonio de sus abuelos paternos Juan de Cervantes y Leonor Fernández de Torreblanca. Esta unión a todas luces, como matrimonio, fue conflictiva. Hubo de cierto problemas de convivencia. Quizás celos, cosa muy normal si el licenciado, abogado de oficio, realizó una vida de lo más andariega y problemática. Los «juicios de residencia» que padeció, nos acercan a su personalidad y al modo de actuar ciertamente arbitrario. Y no digamos de sus modales morales y de cómo con ellos propicio los amores particulares, poco santos, entre el III Duque del Infantado y María Maldonada. Su propia familia se ve envuelta por su falta de moral, como lo demuestra que su propia hija María de Cervantes tuviera una hija natural con el Arcediano D. Martín de Mendoza, que se la llamaría a su vez Martina de Mendoza. Pero lo más interesante que se descubre a través de los documentos, es que posteriormente —hacia 1538—, la familia se rompe. Juan de Cervantes se ausenta, nombrado juez de residencias y luego corregidor en la ciudad de Plasencia. Y ya por estas fechas lleva consigo su ama, una tal María Díaz. Más tarde, el licenciado Cervantes recalaría de modo definitivo en Córdoba por el año de 1550, lugar en donde va a ejercer la abogacía, aparte de actuar como juez de los bienes confiscados por la Inquisición. Y por supuesto, «su gobernanta» sigue con él. Esta ruptura familiar se perpetúa, incluso cuando ambos esposos en 1553 vivan avecindados en la misma ciudad de Córdoba, aunque eso sí, en distintos barrios y «collaciones». Juan de Cervantes en la de Santo Domingo de Silos y Leonor Fernández de Torreblanca en la del Monasterio de Jesús Crucificado.9 Cuando casan Rodrigo de Cervantes y Leonor de Cortinas —posiblemente en 1542—, la madre de Rodrigo, Leonor F. De Torreblanca permanece con ellos, formando parte de ese nuevo núcleo familiar en Alcalá de Henares, cervantistas 1 4/8/01 118 19:32 Página 118 José Manuel Bailón Blancas [14] estando al lado de su hijo y nuera en las posteriores desventuras de Valladolid, no apartándose del matrimonio hasta su fallecimiento en 1557. Y desde 1547 a 1557, fechas clave, la figura de Leonor Fernández de Torreblanca, y sus modos de pensar y sufrir se tienen que dejar sentir con toda probabilidad, lo mismo en la vida cotidiana de los Cervantes que en la educación de los hijos, y como podemos suponer, en la personalidad del primogénito varón Miguel de Cervantes (la temprana muerte de Andrés dejó la primacía de primogénito a Miguel).10 No es difícil imaginar, que su separación afectará a esta mujer, máximo que a todas luces es abandonada por el esposo, que vive además «con otra». Como es lógico, en esta vejatoria, triste y amarga experiencia están de seguro presentes los celos. Si estos precisamente, no han sido la causa primera de la separación matrimonial; y por tanto los celos y la celotipia de la abuela de Cervantes, fueron primero, mal que bien injustificados y luego más que justificados. En buena ley no nos es posible afirmar una celotipia primaria en la abuela paterna de Miguel de Cervantes. Con todo, la trayectoria de Juan de Cervantes, su ya vista ética acomodaticia, sus viajes y cambios de residencia y su última espantada, nos inclinan a percibir, que si no fué antes, luego sí debieron aparecer por lógica los celos en L. Fernández de Torreblanca. Al menos hemos de dar por ciertos, esos amargos celos tras la separación matrimonial, con poco que entremos en la psicología de la mujer, capaz de hacerse comparaciones de mujer a mujer, sobre todo con aquella «otra» que actua como rival. Lo cierto es que la abuela de Cervantes convive con su hijo Rodrigo y su nuera. Y diez años de la infancia cervantina están matizados por estas escenas que deberán dejar posos vivenciales y afectivos en Miguel de Cervantes. Es más y a pesar de las modas retóricas al uso, los ancianos «enamoradizos» están tan devaluados como las «dueñas» en todo el cuerpo de la obra cervantina: ¿Fue criada o dueña la amancebada de Juan de Cervantes?. Cierto que sea verdad y pueda ser que los ancianos «enamorados» o las «dueñas» pasen por un período literario histórico y burlesco, si además a ello se le añade una cierta saña cervantina hacia ambos tipos de personajes. Antes de concluir este apartado, y en base a describir todas las posibilidades actuantes sobre Miguel de Cervantes y «los celos», deberíamos añadir, que no es improbable que el joven y menos joven, ya maduro, padeciese una persecución celosa por parte de alguien que se creyese ofendido por Cervantes o su femenina versión de una mujer enamorada de él. Esto es un cabo suelto y buscapié, que podríamos dejar como posibilidad. Sin embargo no parece descubrirse algo así en su historial psicológico y del estudio inquisitivo de la obra. A no ser que en su biografia la «Situación Sigura», sea la pieza que buscamos al «rompecabezas». Como avance a nuestras futuras investigaciones, creemos que el Cervantes del caso Segura está referido a un homónimo, que no al Miguel de Cervantes autor del Quijote.11 Bien nos hubiera gustado un Cervantes, espada en mano, acuchillando «al más pintado» por el honor o por la honra, pero los estudios patobiográficos nos descubren muchas veces facetas insospechadas, incluso en contra de nuestro modo de pensar. cervantistas 1 4/8/01 [15] 19:32 Página 119 Los celos como persistente ideación temática… 119 VII. CONCLUSIONES De todas las situaciones categóricas estudiadas, como breve conclusión, nos inclinamos a pensar que en primer lugar no subsisten en Cervantes afectaciones psicopatológicas nucleares neuróticas, ni reacciones vivenciales anómalas. No se rastrean ideaciones sobrevaloradas, ni tampoco ideación delirante, desechando el diagnóstico de celotipia ante la ausencia de concreciones psicopatológicas. En segundo término, el medio ambiente social con repercusión «celosa» incide en Cervantes como en cualquier individuo de los siglos XVI y XVII, sin causar defectos o efectos exagerados y sin causar tampoco ningún tipo de sufrimiento o malestar al estar adaptado Cervantes a dicho medio. Un paso más, como tercera opción: al referirnos a los celos como figuración retórica creemos que aparte de lo vislumbrado por nosotros deberá ser ésta también una opción contemplada por los filólogos; conformándonos para nuestro estudio con la sutil ironía de Sebastián de Covarrubias, a la que líneas atrás hicimos mención. Y por último creemos que en el andar vital de Cervantes y en su psicopatobiografía se esconden los celos precisamente en esos sus primeros años de vivencias vitales, pero vividas con fuerte implantación afectiva, causantes posteriormente de una «expresividad celotípica» con sabor de abreación y denuncia que se reflejará a lo largo del tiempo en toda la obra cervantina. De Jaspers nos hacemos eco cuando afirma, que «toda historia clínica correcta conduce a la biografía», y esto es lo que hacemos. NOTAS 1 «Aproximación a la psicológia y psicopatología en la novela Galatea de Miguel de Cervantes». Psicopatología. (En prensa). 2 Las diferentes posturas sobre la temática celosa en matrimonios jovenes, de la misma edad o entre viudos, será objeto de un estudio psicosocial pormenorizado. Dentro y fuera de nuestra temática puntual, los celos estarían allí presentes en el hombre y la mujer, en el «grado ambiental» que al final de este apartado hacemos mención. No entremos que tiene miga y corteza, en los embelesamientos monjiles o en las «erasmistas» críticas de los clérigos, para evitar «que no se nos cueza el pan». 3 «Psicopatobiografía de Cervantes: Una forma de biografía cervantina», comunicación leída en el III Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas, Menorca, 1997. 4 La admiración por Fray Luis de León, ya está expresada por Cervantes en la Galatea y es objeto de otro trabajo. Con todo, nos remitimos a la futura «Biografía Antropológica de Cervantes». Ahí quedan las habas en cedazo. 5 «Aproximación a la psicología y psicopatología en la novela Galatea…» Citada en nota (1). 6 Historia Clínica del Caballero don Quijote. Cap. XII: «Éste fué Cervantes y ese fué don Quijote». 7 Ibidem. 8 Cervantes y la psiquiatría. La histeria en El Licenciado Vidriera. 9 Tomamos los datos históricos y biográficos sobre «Los Cervantes» y «Cervantas», que no es este último término peyorativo sino abreviativo de escribano vallisoletano, de la enciclopédica biografía de Astrana Marín. 10 «Psicopatobiografía de Cervantes: Una forma de biografía cervantina». Citado en nota (3). 11 Si en su tiempo este dato fue eliminado y sólo sacado a relucir mal que bien, por Gerónimo Morán en 1863, por considerarlo como tacha cervantina, disentimos a poco que conozcamos usos y costumbres de los siglos XVI y XVII: No está ni bien ni mal. La acción y reacción entra dentro de un reflejo normal de quien se precie con honra condicionado por la época . cervantistas 1 4/8/01 19:32 120 Página 120 José Manuel Bailón Blancas [16] BIBLIOGRAFÍA ASTRANA MARÍN, Luis. Epistolario Completo de Don Francisco de Quevedo Villegas. Instituto Editorial Reus. Madrid 1946. ARCO Y GARAY, Ricardo del. 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Pina Rosa Piras Intento analizar aquí uno de los documentos biográficos cervantinos más citados, y, en mi opinión, menos conocidos directamente: el que lleva por título, Información en Argel ante fray Juan Gil pedida por el propio Miguel de Cervantes1, del cual examinaré sólo la primera parte, la que concierne las preguntas formuladas por el propio Cervantes.2 Dentro de la gran masa de los documentos cervantinos seleccioné éste por ser significativo en relación con lo que me propongo: el análisis de los diferentes planos que se perciben en él cuando se le mira, diría don Américo, en su «sinuosidad». Por otra parte, no hace falta decir que tenemos que pasar por tamiz todos los documentos relacionados con Cervantes, aún aquellos que sólo aparentemente tienen una intención pragmática o que se acercan a ser factuales. A éstos se les puede extender una de las pocas certezas críticas concernientes la obra de Cervantes en su conjunto: el hecho de que está sembrada de dudas, matizaciones, incertidumbre y polifonía. La obra de Cervantes, afirma Carroll B. Johnson al recordar las investigaciones recientes que subrayan estas características, se presta de hecho a «la mutua indagación texto-lector que ilumina tanto los textos como a los lectores».3 Y es lo que sucede a los críticos cuando toman en cuenta la Información, aunque avisen previamente que van a retomar sus datos con toda precaución. De la Información biógrafos y críticos se sirvieron en efecto para documentar la vida de Cervantes, llegando muy a menudo a conclusiones opuestas. Sin embargo, no es ésta la ocasión para enfrentarme con un debate que abarca el conjunto de los problemas. Sobre este asunto remito a Alberto Sánchez, quien en su reciente recopilación de los estudios biográficos cervantinos, al hablar del documento del que me ocupo, avisa: «debemos tener en cuenta el carácter exculpatorio y de aval amistoso de este documento, para no potenciar en exceso su contenido. Se trataba de salir al paso de la difamación del envidioso [sic, esta evaluación ya no me convence tanto] Blanco de Paz, que acusaba a Cervantes de ‘cosas viciosas y feas’, sin que sepamos en detalle a qué se refiere».4 Sobre la Información aún falta, que yo sepa, un estudio pormemorizado. Intentaré por lo tanto un análisis en el que este documento será central, aunque me limitaré a la evaluación de cómo en la Información, dentro de una forma fundamentalmente burocrática, se desarrollan fuertes artificios narrativos. Son estos los que vehiculan la construcción de un relato de tipo autobiográfico cervantistas 1 4/8/01 124 19:32 Página 124 Pina Rosa Piras [2] donde el narrador (al que corresponde el nombre de «Miguel de Cervantes») ofrece una imagen de sí mismo que, en esta ocasión, Cervantes como persona tuvo que construir, pero que dentro de márgenes amplios, quiso construir. En efecto, si por una parte en el origen del documento está la necesidad que Cervantes tenía de contrarrestar las acusaciones de Blanco de Paz antes de que volviera a España, la manera con que quiso organizar la secuencia de sus preguntas (tal vez sólo aparentemente dirigidas hacia los testigos) permite vislumbrar un proyecto personal coherente. Entre las varias ocasiones en las cuales Cervantes propone una imagen de sí, ésta es la primera en orden cronológico. Pero así como pasa con los autorretratos que vendrán después, en este caso su figura no es más transparente que en la ficción desplegada en sus personajes literarios, aunque sean don Quijote o Cide Hamete, como escribe Mary Gaylord Randell al tratar de los autorretratos de Cervantes.5 La distancia estética separa este documento de los prólogos, y aún más, de la obra creativa, por supuesto, pero no por eso es menos oportuno tomarlo en cuenta como texto de ficción empleando los instrumentos de análisis propios de los textos literarios, integrados a lo mejor con los aportes de la investigación histórica más adelantada. El desarrollo de los estudios conducidos por la corriente crítica del nuevo historicismo anglo-americano ofrece, en este sentido, nuevas oportunidades de investigación. Entre otras cosas el nuevo historicismo ha recuperado la dimensión histórica de la comunicación literaria y cultural, con el intento de construir puentes entre la textualidad literaria, o sea los textos en que la función estética predomina, y los textos pertenecientes al ámbito cultural y social.6 Haciendo hincapié en este marco teórico, tomo la Información argelina como texto que, por un lado, pertenece a tal contextualidad, y por lo tanto se le considera como factual, mientras que, por otro lado, posee elementos narrativos que me permiten hablar de autobiografía, el género que por su mismo contenido expresa mejor la confusión entre autor y persona.7 En opinión de Philippe Leujeune, es precisamente la persona la que, a través del nombre propio, reivindica su propia existencia; consecuentemente al ser el nombre el sujeto profundo de la autobiografía, veremos cómo en la Información este elemento se reitera múltiples veces. Otro aspecto que quiero subrayar es que, al contrario de todas las formas de ficción, sea la biografía sea la autobiografía, son textos referenciales, como lo son el discurso científico y el histórico, por el hecho de que ambas tipologías pretenden añadir una información a una «realidad» externa al texto, sometiéndose, entonces, a una prueba de verificación. Su objetivo no es la simple verosimilitud, sino la semejanza con la verdad para conseguir no tanto un efecto de realidad, sino su imagen8. Por las razones que acabo de recordar, la Información sería un texto en el que se cruzan codificaciones del pasado según esquemas fundamentalmente retóricos, vigentes sobre todo en la escritura literaria. El mismo Cervantes nos da la pista para desconfiar de los textos con elementos de objetividad. Lo hace de manera explícita en el Prólogo al lector antepuesto a las Novelas ejemplares, al tratar de su autorretrato y de su perfil biográfico. Este Prólogo es un texto que la crítica ha examinado en su complejidad y por lo tanto hoy no podemos consentirnos una lectura ingenua. Cervantes, que es el mejor semiólogo entre nosotros los cervantistas, ya nos avisó cervantistas 1 4/8/01 [3] 19:32 Página 125 Cervantes: la Información en Argel… 125 de que las «verdades» contenidas en ese autorretrato son ilusorias. Cito del Prólogo: «verdades, que, dichas por señas, suelen ser entendidas».9 O sea, las verdades más fiables son aquellas que están dentro de la obra de creación, las indirectas, y no las que nos aparecen en su pretendida objetividad. Se refiere posiblemente a aquel «espacio autobiográfico» en el que Cervantes desea que se lea el conjunto de su obra, como «fantasía reveladora de un individuo»10. Es lo que les pasa a muchos escritores, André Gide o François Mauriac por ejemplo, reseñados por Philippe Lejeune en su Le pacte autobiographique. Más precisamente es lo que Lejeune llama «patto fantasmatico» como manera indirecta con la cual, estableciendo un acuerdo («pacto») con el lector, el escritor extiende al conjunto de toda su obra elementos que él considera como pertinentes a su propia vida. En el Prólogo al lector de las Novelas ejemplares, decía hace poco, se encuentra el lugar archiconocido donde se despliega la opinión de Cervantes sobre la inanidad de alcanzar «las verdades» de la escritura; sigue afirmando que tal suerte le toca también a su perfil biográfico que acaba de esbozar con las líneas famosas: «Este que veis aquí, de rostro aguileño..., etc. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda... etc.».11 Apenas cumplido el autorretrato, Cervantes lo desmiente en seguida: «En fin, pues ya esta ocasión se pasó, y yo he quedado en blanco y sin figura...»12 A esta conclusión llega después de haber sostenido un argumento que se cruza con lo que voy a analizar aquí, o sea el contenido de falsedad que guarda toda demostración elogiosa cumplida por uno mismo. Sucede cuando, escribe Cervantes, yo me levantara a mí mismo dos docenas de testimonios, y se los dijera en secreto, con que extendiera mi nombre y acreditara mi ingenio. Porque pensar que dicen puntualmente la verdad los tales elogios, es disparate, por no tener punto preciso ni determinado las alabanzas ni los vituperios.13 Es precisamente lo que había pasado más o menos treinta y dos años antes de que escribiera a mediados de 1612 estas líneas, en el famoso Prólogo; había pasado precisamente en ocasión de la Información de la que estamos hablando, la que se hizo en Argel en 1580, bajo su demanda. Y no dos docenas, sino poco más de una, fueron los amigos llamados a desfilar en ocasión de la Información, para que dijeran lo que él les había apuntado, probablemente y antes que todo con el objetivo de defenderse de la maldiciencia de su acusador Blanco de Paz, pero aún para alcanzar el éxito de extender su «nombre» y acreditar su «ingenio». Vista en su superficie la Información es con evidencia una prueba testimonial, pero no hace falta examinarla en profundidad para entrever que es uno de los textos más sospechosos entre los que pretenden documentar el lado visible de la realidad cervantina. La Información en Argel se realizó unos pocos días antes de que Miguel saliera de Argel para volver a España. El 10 de octubre de 1580, en un lugar no precisado de Argel, se reúnen: Miguel de Cervantes, el padre redentorista Juan Gil, el notario apostólico Pedro de Rivera y en ese mismo día, dos testigos; otros nueve testigos desfilarán en el transcurso de los días siguientes, hasta el 22 de octubre, en que se termina el acto. cervantistas 1 4/8/01 126 19:32 Página 126 Pina Rosa Piras [4] Aquí no alcanzo a dar una idea del contexto formal en el que se desarrolla la ceremonia. Formalidades que se repiten por toda la lista de las preguntas, en total 25, y por cada una de las deposiciones de los testigos. Para las preguntas la fórmula inicial es: «yten: si saben o an oydo dez(sc)ir, como…» (68-74); y la final es: «…digan, etc.» (68-74).14 La exactitud con que las fórmulas están respetadas revela que posiblemente fray Juan Gil ayudó a Cervantes (que por su parte tenía que estar bien «entrenado» en el manejo de cavilaciones legales) a preparar la Información. Tal sospecha se debe al hecho de que no sólo las partes más formales están expresadas sobre la base de criterios formulístico-burocráticos, sino que se respetan aún los contenidos que más preocupaban a los inquisidores para combatir el mayor peligro que las autoridades civiles y religiosas cristianas detectaban en la apostasía al Islam.15 La normativa formulística que caracteriza las partes introductorias y finales, se agota cuando el narrador empieza a contar, o sea, a medida que se acerca a la narración de los «hechos». Un ejemplo: V-ytem: si saben o an oydo decir [aquí empieza a contar] que llegado cautivo en este argel, su amo, daliman arráez, renegado griego, le tubo en lugar de caballero principal, y como a tal le thenía encerrado y cargado de grillos y cadenas… (69) En la Información el narrador (Miguel de Cervantes) empieza el relato a partir de lo que le ha pasado en Argel a Miguel de Cervantes, después «que se perdió en la galera del ‘sol’ el año de mill e quinientos y setenta y cinco,…» (69) Ahora bien, no me muevo dentro de la interioridad de Cervantes como autor que presenta problemas, al contrario me sitúo como lector para examinar el texto de la Información a la luz de las cuatro categorías que Lejeune propone para trazar los límites de la autobiografía. Lo hago para ver de qué tipo de narración se trata, o sea cómo se puede establecer su carácter de «verdad» o bien de «ficción», o de ambas cosas, además porque la autobiografía implica la categoría de la «mentira», y esto es lo que la distingue de la ficción a propósito de la cual, como se sabe, sólo se puede hablar de «verosimilitud». Para que de autobiografía se trate, la forma del lenguaje tiene que ser un relato, retrospectivo, en prosa, y la Información lo es. En efecto, si de los marcos representados por las preguntas extraemos la historia narrada desarrollada en su centro, observamos que tales preguntas, «uno en pos de la otra» (68), forman un cuento en prosa. O sea que a través de una especie de montaje cinematográfico, de las secuencias obtenidas se devana la narración cuya intriga está trabada en primer lugar por los episodios apremiantes de las huidas intentadas. Algunos ejemplos. Con la cuarta pregunta ya estamos en el primer intento, poco después de su llegada a Argel, fracasado por culpa de un moro —antiguo traficante de pateras— que lo abandona con sus compañeros —¿a pie, en el desierto?—; el segundo intento, al año siguiente, el de la fragata y la «cueba» (70); el tercer intento, el del moro que Haçan Baxá «mandó empalar, el cual murió con mucha constancia, sin manifestar cosa alguna» (71). Hasta que llega, con la pregunta XIII, al «negocio» del «año mill e quinientos y setenta y nueve» (71), que se agota con la pregunta XVII, donde se acaba el relato de su cervantistas 1 4/8/01 19:32 [5] Página 127 Cervantes: la Información en Argel… 127 último intento, fracasado por culpa de «Cayban, renegado florentín» (71) y confirmado por Blanco de Paz: XV-doctor juan blanco de paz, natural (…) que dizen aver sido frayle profeso de la horden (…) quedó mal y en gran enemistad con el dicho dotor juan blanco, por ser cosa cierta que él hera descubridor y ponía a riezgo tantos cristianos y tan principales; digan. (72) En las preguntas siguientes, la XVIII y XIX, en el centro de su argumentación coloca su firme práctica cristiana: son cinco años, bivió siempre como cathólico y fiel cristiano, confesándose y comulgándose en los tiempos que los cristianos usan e acostumbran (72); además, otro argumento de apoyo: siempre y de contino a tratado, comunicado y conversado con los mas principales hombres cristianos, ansi sacerdotes, letrados, cavalleros, y otros criados de su magestad con mucha familiaridad, los quales se holgavan de thenerle por amigo… (73), entre éstos, se encuentra fray Juan Gil que legaliza la Información. Sigue la pregunta cumbre sobre la que han hecho hincapié, como decía, las hipótesis de los críticos (experiencias o imaginario homosexual, cristiano nuevo, trato con los musulmanes, etc.) alrededor de cuál habría podido ser ese «vicio notable o escandalo de su persona» (73). Se trata de la XX que no pertenece a las preguntas en las que Cervantes habla de Blanco de Paz, sino que es general sobre su propia conducta; hasta que, a partir de la XXI, en las últimas cinco preguntas, retoma desde otro ángulo la razón de la enemistad que le tiene Blanco de Paz y que había contado anteriormente en el curso de la panorámica de sus intentos de huida; o sea, en las últimas cinco preguntas recapitula fundamentalmente los asuntos que le apuran en la Información: sea el de la enemistad por la delación de Blanco Paz al rey de Argel sea la pésima reputación de Paz entre los cristianos, hasta la escena final, XXV-a el amo de ellos dio un bofeton, y a el otro de coçes, por donde dio grande escándalo y le tubieron en mala rreputación. Digan lo que saben.- miguel de serbantes (74). Climax, punto final, y secuencia visiva, evocan los versos geniales del más famoso soneto cervantino: «Y luego encontinente,/caló el chapeo, requirió la espada,/miró al soslayo, fuese, y no hubo nada». Por otra parte, si pensamos en la vertiente teatral que caracteriza el conjunto de la obra cervantina, y del Quijote en particular, donde se puede detectar «celata tra le maglie del discorso narrativo, una certa tensione verso tecniche e codici propri del teatro»16, la dinámica teatral que aún existe en la Información merece unas palabras. Dejando para otra ocasión un análisis más detallado, sólo quiero recordar como el «ynterrogatorio de preguntas» (68) presentado por «miguel de cerbantes» (68) se desarrolla en un espacio ubicado sin más, en Argel. Aquí quedan también implícitos unos pocos objetos: apenas una silla, posiblemente como en El juez de los divorcios; implícitas aún las posiciones espaciales, con una dinámica teatral latente en la situación por la cual, después del «a solo» de Miguel representado por los monólogos de sus preguntas, toman la palabra varios personajes, los trece testigos, fray Juan Gil, Pedro el notario. En fin, los que trata son los temas recurrentes del teatro cer- cervantistas 1 4/8/01 19:32 128 Página 128 Pina Rosa Piras [6] vantino, pleitos, tribunales y testigos...y el todo se desarrolla en una ritualidad que legitima el acontecimiento, en el doble sentido, de prueba institucional dirigida hacia los poderes, civiles y religiosos, y de representación, como mecanismo que traduce esos poderes en imágenes.17 Hay que añadir además que en el curso de sus huidas reiteradas Miguel destaca su propio papel de líder, protagonizando todos los hechos que describe, aduzco sólo unos ejemplos: IVV- buscó un moro que a él y a ellos llevase por tierra a oran (69); dio horden como un hermano suyo (70); VI- dio horden como catorze cristianos de los principales que entonces avía en argel cativos, se escondiesen en una cueba, la qual avia él de antes procurado (70); y en consecuencia de las huidas, los escarmientos: IV-le thenia encerrado y cargado de grillos y cadenas (…) fue forzoso volverse a argel, donde el dicho miguel de servantes fue muy mal tratado de su patron, y de allí en adelante thenido con más cadenas y más guardia y enserramiento (69); IX-mandó el rrey que a él solo truxesen, como lo truxeron, maniatado y a pie, haziéndole por el camino, los moros y turcos, muchas ynjurias y afrentas (70); XI-el rrey mandado meter en su baño cargado de cadenas y hierros (71); XII-mandó dar dos mil palos (71) etc. En cada episodio se insertan además algunas constantes: Miguel demuestra su valentía haciéndose culpable de cada uno de los intentos de huida y echando sobre sí toda responsabilidad; se distingue por un acto de suma generosidad al anteponer a sí mismo el hermano menor Rodrigo cuando, así afirma Cervantesnarrador, emplea su propio dinero para libertarlo; ya he citado otra caracterización de sí mismo en relación con lo que más preocupa a las autoridades, XVIII-bivió siempre como catholico y fiel cristiano, confesandose y comulgándose en los tiempos que los cristianos usan e acostumbran (72). En fin, Cervantes «aprovecha» esta ocasión en la que tiene que defenderse para construir una imagen de sí, como decía. La dibuja en una narración dentro de la cual subyace una argumentación estructurada para establecer la credibilidad del punto de vista que quiere sostener. Lleva a cabo su objetivo a través de un razonamiento entimemático, o más en general silogístico, logrando su defensa a la sombra del hilvanarse de las preguntas. Éstas están ordenadas según una lógica por la cual si la premisa es cierta deriva una conclusión cierta: que Miguel sea hombre de honor (perdonen la cita) deriva del hecho de que Miguel lo dice: XX- en todo el tiempo que el dicho miguel de servantes ha estado aqui cativo no se ha visto en el algun vicio notable o escandalo de su persona, sino que siempre a dado en palabras y obras muestras de persona muy virtuosa, biviendo siempre como cathólico y fiel cristiano (73), y afirma repetidas veces, y otras tantas añade lo de la amistad con los que están con él en Argel, cautivos, redentoristas y oficiales «diplomáticos»: cervantistas 1 4/8/01 [7] 19:32 Página 129 Cervantes: la Información en Argel… 129 XIX- siempre y de contino a tratado, comunicado y conversado con los mas principales hombres cristianos, ansí sacerdotes, letrados, cavalleros, y otros criados de su magestad con mucha familiaridad, los quales se holgavan de thenerle por amigo y tratar y conversar con él; y particularmente, si es verdad que los muy rreverendos padres rredentores que aquí an benido como el muy rreverendo padre fray jorge olivar, redenctor de la corona de aragon, y el muy rreverendo padre juan gil, redenctor de la corona de castilla, le an tratado, comunicado e conversado con él, teniéndole a su mesa, y conservándole en su estrecha amistad (73). Se podrían traer otros ejemplos más para demostrar que del relato de vida y de la historia de una personalidad se trata, como categoría que permite el establecimiento del pacto autobiográfico. La Información cumple además con la condición de que, sub speciae autobiografía, existe identidad entre autor, narrador y personaje. Aquí no hay dudas sobre quién es el que habla: un autor cuyo nombre es «Miguel de Cervantes» formula las preguntas, es el mismo nombre que aparece en el interior del texto como protagonista de los cuentos intercalados en el documento, y es el mismo que contesta a las preguntas en el momento que cuenta lo que los testigos tienen que atestiguar. La Información se ciñe estrictamente a la tercera persona verbal, obligada tal vez por la forma genérica de este tipo de documento. Por otra parte la autobiografía implica la sustitución, previsible porque el «yo» funciona a nivel de referencia, como discurso que reconduce a la propia enunciación (19). La Información obedece por lo tanto a todas las características de la autobiografía estableciendo un juego que sería pirandelliano si ya Cervantes no lo hubiese inventado. Y si no lo inventa aquí, en Argel, la Información representa un buen ejercicio para su futuro de escritor. El hecho de que el mismo Cervantes haya formulado la Información en Argel, que por lo tanto él sea el autor, comporta varias consecuencias: ante todo los márgenes de riesgo que acompañan cualquier tentativa de desenmarañar la complejidad de sus «urdimbres», narrativas y argumentativas. La Información, aunque posee características de documento perteneciente a una realidad factual, acaba, según mi parecer, poniéndose del lado de la ficción y por lo tanto la crítica tiene que tomarla en cuenta como tal. Estas características de documento oblicuo las elaboró Cervantes al perfilarse a sí mismo en un papel «heroico y ejemplar». En el futuro logrará sus múltiples objetivos, hasta el punto que Astrana Marín, al retomarlo en su literalidad, a partir del título de su obra magna, le siguió el juego.18 O sea, al escribir este documento Cervantes llegó a pensarse a sí mismo en la escritura. En el cruce, al fin y al cabo, de historia y poesía.19 Cruce que representa uno de los fundamentos del discurso cervantino. Cito a Carroll B. Johnson: «Cervantes ya había descubierto la no-diferencia entre el discurso histórico y el ficticio. Es importante notar que él, al igual que White, piensa ya en función de discursos más que de acontecimientos. El Quijote se define desde el primer momento como una historia y no una obra de ficción».20 Pero en 1580, el año de la Información, estamos lejos de la elaboración del Quijote. Podemos a lo mejor aproximarnos a las sugestiones que pueden haber fundado un imaginario tan complejo precisamente por haber tenido tantas experiencias vitales. Todas sus experiencias, aún la argelina. cervantistas 1 4/8/01 130 19:32 Página 130 Pina Rosa Piras [8] NOTAS 1 En la edición de Pedro Torres Lanzas (Madrid, J. Esteban, 1981), publicado, siguiendo la transcripción del documento que se encuentra en el Archivo General de Indias de Sevilla por el entonces director General de Indias para conmemorar el III centenario de El Quijote, en «Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos», Madrid, año IX, n. 5, mayo de 1905, págs. 345-397. Incluido en la meritoria recopilación de los documentos cervantinos llevada a cabo por Krzysztof Sliwa, Documentos de Miguel de Cervantes Saavedra, Pamplona, EUNSA, 1999, pp. 68-111, en la p. 85 se encuentra insertada la Partida de rescate de Juan Gutiérrez (testigo Miguel de cervantes). De la edición de Sliwa hace poco recordada, sacaré las citas acompañándolas entre paréntesis de la página relativa. 2 Id., pp. 69-74. 3 Carroll B. Johnson, «Cómo se lee hoy el Quijote», en Anthony Close, Agustín de la Granja, Pablo Jauralde Pou, Carroll B. Johoson, Isaías Lerner, José Montero Reguera, Agustín Redondo, Antonio Rey Hazas, Elías Rivers, Alberto Sánchez, Florencio Sevilla Arroyo, Cervantes, Madrid, Centro de Estudios Cervantinos, 1995, pp. 335-348, p. 347. 4 Alberto Sánchez, Nuevas orientaciones en el planteamiento de la biografía de Cervantes, en idem, pp. 19-40, pp. 36-37 5 Mary Gaylord Randell, «Cervantes. Portrait of the Artist», en Cervantes, Bulletin of the Cervantes Society of America, III (1983), pp. 83-102. 6 Barbara Gastaldello, «Il ‘nuovo storicismo’ negli studi letterari anglo-americani», en L’Asino d’oro, anno IV (novembre 1993), pp. 4-18. 7 Philippe Lejeune, Il patto autobiografico (Le pacte autobiographique, 1975) Bologna, Il Mulino, 1986. 8 Id., p. 38. 9 Miguel de Cervantes, «Prólogo al lector», en Novelas ejemplares, ed. Juan Bautista AvalleArce, I, Madrid, Castalia, 1983, p. 63. 10 Philippe Lejeune, Il patto, cit., p. 45. 11 Miguel de Cervantes, «Prólogo», ed. cit., pp. 62-63. 12 Ibidem, p. 63. 13 Ibidem. 14 La fórmula de las declaraciones de los testigos, por ejemplo de la III, la de Alonso Aragonés, es: «á la tercera pregunta dixo: que este testigo sabe la pregunta como en ella se contiene, por las causas en ella rreferidas á que se rremite» (74). 15 Lucia Rostagno, Mi faccio turco, Roma, Istituto per l’Oriente C. A. Nallino, 1983, pp. 1016; Emilio Sola, Un Mediterráneo de piratas: corsarios, renegados y cautivos, Madrid, Tecnos, 1988, pp. 285-286; Bartolomé Benassar, ¿Conversos o renegados? Modalidades de una adhesión ambigua de los cristianos al Islam (siglos XVI y XVII) (Conversión ou reniement? Modalités d’une adhésion ammbigüe des chretiens à l’Islam, 1988), Buenos Aires, Biblos, 1990, pp. 27-36 y tambén Bartolomé et Lucile Benassar, Les Chrétiens d’Allah,Paris, Perrin, 1989. 16 Maria Caterina Ruta, Lo spettacolo della vita, en Il Chisciotte e i suoi dettagli, Palermo, Flaccovio, 2000, pp. 87-104, p. 87. En otro contexto, una alusión rápida se encuentra en Jean Canavaggio, Cervantès dramaturge. Un théâtre à naitre, Paris, Presses Universitaires de France, 1977, p. 450. 17 Barbara Gastaldello, Il «nuovo storicismo» negli studi letterari, cit., p. 14. 18 Luis Astrana Marín, Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra, Madrid, Instituto Editorial Reus, 1948-1958, 7 vols. 19 Carroll B. Johnson, Cómo se lee, cit., p. 337. 20 Ibidem, p. 338. cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 131 LA SUPUESTA HIDALGUÍA DE RODRIGO DE CERVANTES, PADRE DEL AUTOR DEL QUIJOTE Krzysztof Sliwa Rodrigo de Cervantes, sordo de la infancia, era hijo del licenciado Juan de Cervantes, abogado de reconocido prestigio y de Leonor Fernández de Torreblanca, heredera de la insigne saga de los médicos. Entre los 91 documentos de Rodrigo pocos reflejan la gris y triste figura del humilde cirujano y casi ninguno de los datos aclara su niñez, juventud, educación o ambiciones. En cuanto a los documentos cervantinos aparecen hasta 6 Rodrigos de Cervantes que no siempre han sido identificados correctamente por los eruditos. Con respecto a la infancia, Rodrigo, Juan, su hermano, y Ruy Díaz de Torreblanca, su tío, aparecen el 2 de abril de 1532 como testigos de María de Cervantes ante el alcalde de Guadalajara, Francisco de Cañizares, para denunciar a Martín de Mendoza, llamado El Gitano. Referente a su juventud Diego de Frías, vecino de Alcalá de Henares, declara haber visto jugar cañas en aquella villa a Rodrigo de Cervantes y a «otro su hermano, que es muerto, e jugar sortija con caballos buenos e poderosos». No es extraño que en aquel tiempo los Cervantes pudieran codearse con las más ricas familias complutenses después de ganar los seiscientos mil maravedís, consecuencia del pleito contra Martín de Mendoza, arcediano de Talavera y Guadalajara. Quién sabe si no fueron aquellos años los más rumbosos de la familia de Cervantes que habitó en la calle de la Imagen, a espaldas del hospital de Nuestra Señora de la Misericorida, fundado por Luis de Antezana el 8 de octubre de 1483. Por lo que se refiere a la educación, Rodrigo sigue la profesión de su abuelo materno, el bachiller Juan Díaz de Torreblanca, malograda en su tío Ruy, proseguida en su otro tío Juan, dignificada en maese Luis Martínez, y autorizada en maestre Juan Sánchez. Además, se cree que Rodrigo fue llamado como su padre el licenciado, pero hasta ahora no se ha descubierto ningún documento que manifiesta un tal diploma y solamente en los dos documentos se llama «médico cirujano». Rodrigo se casa antes del 6 de marzo de 1543 en un lugar no determinado con Leonor de Cortinas, de Arganda. Desgraciadamente, no se ha encontrado la partida matrimonial, sin duda, nada rumboso. Con Leonor tuvo siete hijos: Andrés de quien no se sabe nada; Andrea que tuvo una hija ilegítima llamada Constanza de Figueroa; Luisa que entró en el Convento de Carmelitas Descalzas de Alcalá de Henares; Miguel, el autor de La Numancia, Rodrigo, alférez quien luchó en la batalla de Lepanto, estuvo cautivo en Argel y murió cervantistas 1 4/8/01 19:32 132 Página 132 Krzystof Sliwa [2] en la batalla en Flandes; Magdalena la más íntima de las hermanas de Miguel; y Juan, nombrado como heredero en el testamento de su padre. En 1551 el padre de Miguel se marcha de Alcalá de Henares a la ciudad del Pisuerga, Valladolid, la capital de España donde nace el rey Prudente. El cambio de su domicilio se explica de dos maneras. La primera, que tuvo un accidente ejercitando su profesión de cirujano con uno de los hijos del marqués de Cogolludo, con tan mala fortuna que, al no conseguir sanar al enfermo, fue tratado primero de incompetente y perseguido después por el poderoso caballero. La segunda explicación nos presenta Miguel a través de los protagonistas del Coloquio de los Perros: BERGANZA: Desa manera, no haré yo mucho en tener por señal portentosa lo que oí decirlos días pasados a un estudiante, pasando por Alcalá de Henares. CIPIÓN: ¿Qué le oíste decir? BERGANZA: Que de cinco mil estudiantes que cursaban aquel año en la Universidad, los dos mil oían Medicina. CIPIÓN: Pues, ¿qué vienes a inferir deso? BERGANZA: Infiero, o que estos dos mil médicos han de tener enfermos que curar (que sería harta plaga y mala ventura), o ellos se han de morir de hambre. El 5 de noviembre de 1551 un desgraciado suceso vino a echar por tierra todos los planes y a imponer diferente rumbo a la existencia de Rodrigo y su familia. Este día Rodrigo asumía una obligación bajo la fianza de su hermana, María, y de un tal Pero García, comprometíase a pagar a éste 44.472 maravedís, de nombre Gregorio Romano, el día de San Juan del año venidero. No obstante, Rodrigo no cumplió su promesa, y el 2 de julio de 1552 está preso en la cárcel pública de Valladolid. Parece que el destino golpeaba a los Cervantes, pues, en la misma prisión estaban detenidos, su padre el licenciado Juan de Cervantes, su hijo Miguel, y su nieta Isabel de Cervantes. El padre del autor de La Galatea estaba en una posición muy dificil, puesto que tenía que atender, posiblemente a 8 personas, es decir, a su madre en los años de invierno, a su hermana María, soltera y probablemente sin oficio, y a su esposa Leonor, embarazada y contingentemente con 5 hijos a esta sazón. Imaginasen cómo pudiera vivir la familia de Cervantes. Con certeza, era una trágedia, sin tomar en cuenta que su hija Magdalena nace cuando Rodrigo está aprisionado. Sin embargo, lo que sorprende es que su padre el licenciado Juan de Cervantes, juez, con una buena reputación no le ayudó en absoluto y, su esposa Leonor de Torreblanca alude solo una vez en el pleito que el licenciado Juan de Cervantes está ausente de Valladolid. Además de esto, ninguno de los familiares menciona la encarcelación del licenciado Juan de Cervantes. ¿Pero cuál es el propósito de ocultar este acontecimiento? Creo que bastó en decir una palabra de parte de Rodrigo, de su madre o ver las actas del caso del licenciado Juan contra Martín de Mendoza, para así ensayar la ejecutoria de nobleza. A pesar de ello, el 4 de julio de 1552 García de Medina, teniente de merino mayor de Valladolid, se fue a casa de Rodrigo y embargó cerca de 55 bienes, los cuales dio en guarda y depósito. Entre ellos: un repostero con las armas de un castillo, unas cruces, tres libros: la Gramática de Nebrija, la Práctica de cervantistas 1 4/8/01 [3] 19:32 Página 133 La supuesta hidalguía de Rodrigo de Cervantes… 133 cirurgía de Juan de Vigo, y el estudio De las cuatro enfermedades de Lobera y Ávila, una espada, mas un cofrezillo de joyas, una caja de cuchillos dorados, y un niño Jesús en una caja de madera. Consecuentemente, Leonor de Torreblanca presentó una carta de poder y una petición en defensa de Rodrigo, diciendo que todos los bienes embargados fueron suyos. Pero mucho nos tememos que todo fuera una argucia, pues, si de la familia alguien tenía, o tuvo, bienes importantes, fue María y no su madre. Afortunadamente, los bienes les fueron devueltos. No obstante, existió un recurso legal muy usado para pedir la excarcelación por ser «hijodalgo notorio de padre y abuelo de solar conoçido». Rodrigo apelaba que el arresto era ilegal y solicitó su soltura con fianzas de la haz por 30 días con el objeto de hacer la probanza y pagar sus deudas, pero Romano se opuso a la excarcelación y procuró retardarla a través de trampas y marrullerías. Rodrigo no deja de luchar y explica ante muy poderosos señores que no tiene «en esta villa ny casa, porque soy natural de alcala de henares e yo tengo en ella y en otras partes my hacienda para poder pagar a las partes contrarias, porque la renta que tengo es para pan cogido, y les he rogado que me esperen hasta que lo cobre, e por me molestar no lo an querido hazer, e yo tengo alegado ser hombre hijo dalgo e tengo dada ynformaçion dello». El padre del manco de Lepanto hace valer su condición de hijodalgo «de padre y abuelo de solar conocido» y a tal fin presenta el testimonio de varios testigos. Entre ellos: Juan Sánchez de Lugo, Diego de Frías, Juan Oviedo, Francisco de Toyuela, Fernando de Arenas, Diego de Alcalá, Fernando de Antequera, y el catedrático de Medicina Cristóbal de Vega, y todos ellos ratifican en su conocimiento de los Cervantes. Lo más curioso de todo es que el 12 de enero de 1553 Diego Díaz de Talavera, vecino de Alcalá de Henares, esposo de Martina de Mendoza, ésta nieta del licenciado Juan de Cervantes, figura como testigo de Rodrigo de Cervantes en el pleito contra Gregorio Romano. Ahora bien, ¿cómo podría explicarse esta particularidad? ¿No tuvo Rodrigo otros testigos? o ¿hacía trampas para conseguir la ejecutoria de nobleza? Según la ley no era admisible presentar por testigos a sus familiares. El 26 de enero de 1553, después de 7 meses de encarcelación, Rodrigo fue puesto en libertad y cabe notar que no se conoce la sentencia, y el documento publicado por Rodríguez Marín no aclara si pagó la deuda o no. Resumiendo cuanto llevamos dicho, empiezo a sospechar después de estudiar los documentos cervantinos que algunos datos desaparecieron para que la verdad no saliera a la luz sobre algunas trampas de Cervantes. Además, es muy notable que Rodríguez Marín publica todo el pleito y excluye la sentencia. Un caso muy extravagante, pero no habitual en la documentación. Ahora bien, el 30 de octubre de 1553 Rodrigo ya estaba en Córdoba, firmando una escritura de obligación de 4.660 maravedís por razón de doce varas de ruán y diez y ocho varas y una tercia de holanda. Probablemente, estaba con su padre que vivió allí desde el 4 de diciembre de 1551, designado como uno de los «letrados» de la ciudad, por ser de «los más antiguos e acreditados que en esta ciudad hay». No obstante, con la muerte del licenciado Juan de Cervantes en la ciudad de los califas no le quedaba mucho a Rodrigo, ya que los demás parientes eran pobres, y su padre lo principal de su hacienda dejo a su amante María Díaz. El único que quedaba muy bien situado de la cervantistas 1 4/8/01 134 19:32 Página 134 Krzystof Sliwa [4] familia de Cervantes, era Andrés, con excelente posición del alcalde mayor en Cabra. ¿Adónde se dirigiría Rodrigo de Cervantes? para atender al sustento de aquel familión, de mujer y sus seis hijos, con el producto de su menguada cirugía. Se ignora su estancia, pero ya había aprendido después de las desdichas por las mismas experiencias lo que su hijo expresaba en Coloquio de los Perros que «al desdichado las desdichas le buscan y le hallan, aunque se esconda en los últimos rincones de la tierra». Parece que los Cervantes antes de establecer su domicillo en Madrid, viveron en Alcalá de Henares, Córdoba, Sevilla y más tarde en Madrid. Lo manifiestan varios documentos. Por ejemplo, el 30 de octubre de 1564 Rodrigo entrega la carta de pago como vecino de Sevilla en la colación de San Miguel a Juan Mateo. El 10 de abril de 1565 Rodrigo, vecino de Sevilla, otorga una escritura de obligación en Córdoba. En Madrid, el 2 de diciembre de 1566, Rodrigo recibe un poder de Leonor para cobrar los bienes que le corresponden por muerte de Elvira de Cortinas, su madre, y el 19 de diciembre de 1566 se vende una viña en el término de Arganda otorgada por Rodrigo y Leonor en favor de Andrés Rendero por 20 ducados que suman 7.500 maravedís. A pesar de ello, de mucha monta es el poder del 9 de enero de 1567, entregado por Rodrigo para pleitear en favor de Andrés de Ozaeta, procurador donde consta que «generalmente para en todos mis pleytos e causas, ceviles y criminales, movidos y por mover, que yo hé y tengo y espero de haber y tener con qualquier o qualesquier personas contra mi ansi en demandando como en defendiendo». ¿Cuál fue la razón de este poder de Rodrigo? ¿Esperaba alguna apariencia en la corte o el caso de Valladolid todavía estaba en marcha por no pagar su préstamo o no poseer la ejecutoria de nobleza? Otro aspecto que llama nuestra atención es la información de la limpieza de sangre. El 22 de diciembre de 1569 Rodrigo sostiene que Miguel es hijo suyo y de su mujer, Leonor de Cortinas, y presenta a los testigos que averiguan la verdad. El primer testigo es Alonso Getino de Guzmán, alguacil de Madrid, que jura que Rodrigo es «hombre de buena vida y persona tal que ante todos los que conocen ha tenido por persona limpia que no ha sido sanbenytado ni penetenciado ni por el santo oficio castigado… y que son habidos por buenos hidalgos… limpios de toda raíz». El segundo testigo es Pirro Boqui, quien jura que los Cervantes «no han sido de casta de moros ni de judios ni tiene raça ninguna de ellos, antes los tiene por cristianos viejos, limpios de todos sus aguelos ansi de parte del dicho Rodrigo de Cervantes como de la parte de la dicha doña Leonor de Cortinas». El tercer y el último testigo es Francisco Musaqui, conoce igualmente a Rodrigo y Leonor, y sabe que Miguel es su hijo y son hidalgos. Consecuentemente, Rodrigo mismo jura que «ni yo, ni la dicha mujer, ni sus padres, ni aguelos, ni los de la dicha muger hayan sido ni somos moros, judios, conversos ni reconciliados por el Santo Oficio de la Inquisicion ni por otra ninguna justicia de caso de infamia, antes han sido e somos muy buenos cristianos viejos, limpios de toda raíz». Huelga decir que Rodrigo eligió de testigos a Boqui y Musaqui, italianos conocidos en Roma, quizás porque la información de la limpieza de sangre tenía por finalidad de surtirse efecto en Roma. Pero no cabe duda que ningún testigo, ni el mismo Rodrigo manifiesta una noticia documental de la hidalguía de Cervantes. Sea como fuere, pero es presumible que no la tuviese entonces. cervantistas 1 4/8/01 [5] 19:32 Página 135 La supuesta hidalguía de Rodrigo de Cervantes… 135 La muerte habría de llegarle a Rodrigo un trece de junio de 1585 al tener setenta y cinco años. En su testamento cree firmemente en la santísima Trinidad, confiesa la Santa Fe católica, pide que con esta carta su señor Jesu Christo y su bendita Madre le perdonen sus pecados, y pide que le entierren en el monasterio de Nuestra Señora de la Merced de Madrid. Por los documentos legales de los que disponemos resulta indudable que Rodrigo era un hidalgo respetado en su ambiente, un hombre inquieto, luchador, pleiteante, y creyente de la Santa fe católica que poseía dibujos de Jesucristo y cruces en su casa. Además, llega a «fingirse» muerto para que su mujer, una «pobre viuda» obtenga la ayuda oficial que él no podía lograr. Su vida fue como la de su padre el licenciado Juan de Cervantes y de su hijo Miguel, un ir y venir por un sinfín de ciudades para poder asegurar el bien de su familia. En cuanto a sus hijos, vio la riqueza y la pobreza, la felicidad y la amargura, el desamparo de la fortuna y el dolor de ver a sus hijos batirse lejos y ser héroes y cautivos. Tampoco sus hijas debieron colmarle de felicidad, pues rodaron de amante en amante, siguiendo otra vieja tradición familiar, excepto Sor Luisa de Belén. No obstante, muchas cosas coincidieron en el transcurso de su triste existencia para afirmar que llevó una vida feliz. Por fin, hay un dilema hasta ahora inconcebible, es decir, si el licenciado Juan de Cervantes y su hijo Andrés, el alcalde mayor de Cabra, fueron los hidalgos de hecho; ¿por qué no ayudaron a sacar a Rodrigo de la cárcel en Valladolid? ¿Por qué Rodrigo estando detenido en Valladolid no mencionó el encarcelamiento de su padre el licenciado Juan de Cervantes? para así probar su hidalguía. ¿Qué sucedió con Andrés de Cervantes, alcalde de Cabra? quien con seguridad consiguió su puesto debido a las influencias del licenciado Juan, quien fue alcalde mayor de Cabra en 1541, y que según la ley debería estar en posesión de la ejecutoria de nobleza. Quizás la dureza del corazón de ambos contra la rebelde familia fuese tan severa que viviendo en opulencia y disfrutando de sus puestos, olvidaron a sus parientes que pasaban hambre y miseria. ¿Fue una revancha por la separación de sus padres en Alcalá de Henares? ¿Eran judeo-conversos los Cervantes? Tampoco se sabe. Pero la caza de conversos se ha convertido para algunos investigadores en un deporte apasionante. Y como se han cobrado algunas piezas mayores se les ha despertado el deseo de cazar la mayor de todas, Miguel de Cervantes Saavedra. ¿Hay motivos serios para suponer alguna proporción de sangre hebraica en el autor del Quijote? Su patria, Alcalá de Henares, tenía larga tradición en este aspecto, pero este dato, por si solo, no prueba nada, sabiendo que la implantación de la familia allí no era de larga fecha. De sus antecedentes familiares, lo único que puede deducirse es que hubo dos médicos en la familia: su bisabuelo Juan Díaz de Torreblanca que según testamento hecho en Córdoba en 1498, era físico y cirujano, y su propio padre, Rodrigo de Cervantes. Del mismo modo, es muy difícil probar que Catalina de Cabrera, esposa de Ruy Díaz de Cervantes, bisabuelos paternos de Miguel, perteneciese a la clase noble, ni tampoco que los Díaz de Torreblanca procediesen del ilustre linaje. A este indicio añade Américo Castro sus frecuentes traslados de lugar, el casi nulo favor oficial y sus frecuentes burlas y reticencias hacia los cristianos viejos. Contra Astrana, cree que los Quijadas de Esquivias eran conversos. Por tanto lo sería la mujer de Cervantes, pariente de ellos, y también de los descen- cervantistas 1 4/8/01 19:32 136 Página 136 Krzystof Sliwa [6] dientes de Francisco de Rojas. Este argumento, y el de la profesión médica del padre me parecen tener alguna fuerza. En contra puede alegarse, no la información que obtuvo de limpieza de sangre, que ya sabemos como se obtenía, sino el tono despreciativo en que habla de los judíos. Según Astrana, el Manco no se pagó de una ascendencia ilustre; pero tampoco olvidó nunca que era hidalgo y que por tal quería se le tuviese. Se deduce esto de hecho de que ni él ni ninguno de sus hermanos hubiera adoptado el «apellido de la madre». Sin embargo, no se conoce de modo irrefutable el lugar en que radicara su casa solariega, ni hay noticias de su ejecutoria, que, a estilo del tiempo, debería estar escrita en pergamino y sellada con nuestro real sello de plomo, ni se sabe su particular escudo de arma. Cervantes fue cordobés por sus abuelos, bisabuelos y tatarabuelos paternos y su ascendencia no pertenecía a la alta nobleza. No tenía ganada una modesta ejecutoria, aunque por hidalga se la reconociese, y toda la familia provino de la clase media; gente acomodada un tiempo, que decayó más tarde, hasta el punto de que algunos de ellos hubieron de ejercer humildes oficios manuales para vivir. José de la Torre y del Cerro opina que la familia de Cervantes no tenía ganada ejecutoria de hidalguía, porque, de tenerla, a Rodrigo le hubiera bastado exhibirla o citarla, al momento de ser encarcelado. Finalmente, la famosa ejecutoria de nobleza de la familia de Cervantes es una de las trabas más importantes y todavía no aclarada. Ni se deduce de los ascendientes del propio, ni de testimonio alguno de antiguos tiempos, a pesar de que el 4 de junio de 1593 Miguel proclama «ser hijo e nieto de personas que han sido familiares del Santo Oficio de Córdoba». BIBLIOGRAFÍA ASTRANA MARÍN, Luis. Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra. Madrid: Reus 1948-58. AVALLE-ARCE, Juan Bautista de y Edward C. Riley. 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ACTITUDES SENSORIALES EN LA CRÍTICA SOBRE EL QUIJOTE DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX José Manuel Martín Morán En los últimos cincuenta años de crítica cervantina, como ustedes saben muy bien, se ha producido una verdadera eclosión de estudios sobre el Quijote: lo hemos analizado con todos los métodos y desde todas las angulaciones críticas posibles. Se lo recuerdo a ustedes en el momento en que el tópico del exordio me impone solicitar su benevolencia ante la síntesis que les voy a proponer, que no seguirá el camino —quedan advertidos— de la exposición pormenorizada de las ideas de los críticos, sino el de su agrupación en movimientos y tendencias analíticas, a sabiendas de que así sacrifico la complejidad de los razonamientos en aras de la evolución diacrónica de los mismos. Mi primer impulso clasificatorio fue el de reunir las contribuciones críticas en compartimentos estancos, cajones separados de un armario imaginario que enseguida se reveló insuficiente, por lo que tuve que ir ampliando el espacio hasta construir una entera casa, un verdadero palacio del cervantismo, en el que cada tendencia crítica tiene su propia habitación. Esto me permitió disponer las habitaciones en torno a tres diferentes pasillos, correspondientes a otras tantas sensibilidades críticas, de las que enseguida les hablaré, y que a mí me parece que contienen las múltiples variedades de enfoques; así tendremos, por un lado, el pasillo de quienes propenden hacia el contexto en que nace la obra, por otro lado, el de quienes analizan la estructura del texto y, por el otro, el de quienes proyectan todo un sistema de ideas sobre el texto. Los tres corredores confluyen, como en toda casa moderna, en un recibidor, que es el lugar que he reservado para los últimos años de la década de los 40, desde el que se puede ver el desarrollo de los tres corredores. Antes de invitarles a visitar mi casa, que es la suya, quiero advertirles de que no hallarán en ella una habitación reservada a las ediciones del Quijote, ni a las instituciones cervantinas, sean ésas asociaciones o revistas, y que tampoco encontrarán un espacio para los estudios bibliográficos. Les diré, eso sí, que para proyectarla me inspiré en los planos de quienes ya habían levantado otras mansiones cervantinas, como Close [1978, 1995, 1998a], Moner [1988b, 1999], Johnson [1995] y Montero Reguera [1997, 1998], y que la mayor parte de los materiales, o mejor, la referencia a ellos, la encontré en la utilísima Bibliografía del Quijote de Jaime Fernández [1995, en cd-rom 1998]. Ahora que he cumplido con la obligación del exordio y ustedes disponen del plano de cervantistas 1 4/8/01 142 19:32 Página 142 José Manuel Martín Morán [2] la casa, podemos comenzar nuestra visita, echándole un vistazo al exterior del palacio. LA HERENCIA DEL CERVANTISMO DE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO A diferencia de otras épocas, el cervantista que a finales de los 40 se enfrentaba al Quijote —con la finalidad, tal vez, de participar en los numerosos actos de homenaje del 47—, tenía ante sí el rico y exhaustivo panorama crítico de las décadas anteriores, cuyos resultados no podía ignorar. La interpretación había dejado de ser libre; los trabajos de la crítica historicista y positivista le habían marcado unos cauces que impedían cualquier desvío hacia los fértiles terrenos de la fantasía, donde otrora retoñara la hierba esotérica del siglo XIX. Las sucesivas ediciones del Quijote de Rodríguez Marín [1911-13, 1916-7, 1927-8, 1947-8], si no habían establecido un texto definitivo, habían contribuido a aclarar notablemente sus puntos oscuros y, lo que es más importante, a devolverle la centralidad al texto. También Ortega [1914] había vuelto al texto y sus características técnicas y estéticas, y con él Toffanin [1920], De Lollis [1924], Savj-López [1913], Madariaga [1926], etc. Por si fuera poco, la reivindicación de la figura intelectual y artística de Cervantes llevada a cabo por Castro [1925] había privado de cualquier fundamento a la especie del «Cervantes, ingenio lego». La primera consecuencia de esta labor de conjunto, en vísperas de las celebraciones del cuarto centenario del nacimiento de Cervantes, era que habían dejado de tener sentido, como apuntaba al principio, las interpretaciones que no tuvieran en cuenta el rigor del método y los resultados alcanzados; habían desaparecido como por encanto los esotéricos y los quijotistas, es decir, los críticos que admiraban la obra y despreciaban al autor; el primero de ellos había sido Avellaneda, el último Unamuno —Nabokov [1983] podría ser considerado como un resucitado, un revenant que huye de la luz de la crítica contemporánea—. Pero los hechos se encargarían de desmentir prontamente estas róseas previsiones de la víspera: nada más iniciarse el periodo del que me ocupo, la crítica visionaria volverá por sus fueros, cargada de connotaciones ideológicas y no pasarán muchos años antes de que el esoterismo resurja, aunque sin la fuerza de antaño, y se infiltre subrepticiamente en ámbitos hasta entonces libres de sospecha. La segunda consecuencia de la depuración del panorama crítico fue su reclusión en ámbitos universitarios, a causa justamente de la mayor especialización requerida. El feliz diletantismo de autores como Valera, Ortega, Madariaga, Unamuno y, si se me apura, el propio Castro se había vuelto imposible; en efecto, desde 1947 para acá, se pueden contar con los dedos de la mano los críticos del Quijote procedentes de ámbitos extrauniversitarios, y cuando se han atrevido a intervenir, salvo en raras excepciones —Rosales [1960]—, sus opiniones pasaron sin pena ni gloria —Salinas [1958], Nabokov [1983], Benet [1980]—, o se limitaron a reproducir los juicios de los especialistas —Torrente Ballester [1975], Fuentes [1976], Goytisolo [1977, 1982, 1985, 1999]—. Este fenómeno, que, ¿para qué dudarlo?, tiene aspectos positivos, como el ya citado de la mayor especialización en el acercamiento a la obra, ha producido, como contrapartida inevitable, el alejamiento entre la interpretación académica, cada cervantistas 1 4/8/01 19:32 [3] Página 143 Palacio quijotista. Actitudes sensoriales en la crítica… 143 vez más técnica y sectorial, y la extraacadémica, por lo general anclada en la interpretación romántica. EL EQUÍVOCO DEL QUIJOTE Y dado que estamos hablando de la lectura del Quijote fuera de las aulas, habrá que señalar otro aspecto característico de su recepción en esta última mitad de siglo. Como recuerda Eco [1990], podemos tratar un texto literario básicamente de dos modos: podemos interpretarlo o podemos utilizarlo para algo; pues bien, en estos últimos 50 ó 60 años, el Quijote ha sido uno de los materiales de construcción preferidos por los arquitectos ideológicos de todas las tendencias y escuelas. El franquismo quiso usarlo como armazón de la identidad nacional, pero años más tarde, uno de los admiradores del miles hispanicus gloriosus —según rezaba el vítor en su aplauso de la fachada de la catedral de Salamanca—, el general Pinochet, prohibió su lectura y publicación (Manguel [1998]). A veces, el Quijote ha sido compañero de la metralleta, el Che lo usaba como libro de cabecera, y el subcomandante Marcos, discípulo aventajado, lo imita en nuestros días en la selva lacandona. Tirios y troyanos lo usan como más les conviene, y todos lo leen como lo leían los románticos, acomodándolo a sus ideas. En mi repaso de las interpretaciones del Quijote de los últimos cincuenta años, no tendré en cuenta la utilización del texto para fines políticos, pero no podré eximirme de considerar la que de él se hace para fines supuestamente científicos. Y si la lectura política del texto consigue atribuirle significados contrastantes, no le va a la zaga la lectura científica; del Quijote hemos hecho una biblia del liberalismo (May [1947]), del conservadurismo (De Lollis [1924]), del comunismo (Osterc [1963, 1972, 1981, 1987], Garaudy [1989]); a través de las aventuras del caballero loco, Cervantes expone sus convicciones en el campo de la moral y la religión y se manifiesta como contrarreformista (Descouzis [1966, 1973], Moreno Báez [1948, 1968]), erasmista (Bataillon [1928, 1937, 1973], Castro [1925], Vilanova [1989]), cabalista (Aubier [1966]), cripto judío (Rodríguez [1978, 1981]); los principios estéticos que regulan la obra de arte que es el Quijote provienen del manierismo (Camón Aznar [1948], Moreno Báez [1948, 1968], Orozco [1980, 1992]), del renacimiento (Maravall [1948, 1976]), del barroco (Hatzfeld [1927], Casalduero [1949, 1967]); el género literario que le presta su código es el libro de caballerías (Menéndez Pelayo [1941], Menéndez Pidal [1920], Palacín Iglesias [1968, 1981], el diálogo renacentista (Criado de Val [1955], Jauralde Pou [1982], Rodríguez [1995]), la novela moderna, la sátira menipea (Socrate [1974], Parr [1988]), etc. Puede no tener nada de extraño que diferentes intérpretes propongan interpretaciones opuestas de la misma obra, pero no deja de ser curioso que lo haga el mismo crítico, a distancia de años —todo hay que decirlo—, y así por ejemplo, Castro primero lo leyó bajo la lente del erasmismo [1925] y luego bajo la de la angustia vital del converso [1957]; Maravall, por su parte, primero lo interpretó como un texto utópico [1947] y luego contrautópico [1976]. cervantistas 1 4/8/01 144 19:32 Página 144 José Manuel Martín Morán CONTEXTO, TEXTO Y PRETEXTO. TRES [4] SENSIBILIDADES CRÍTICAS DIFERENTES Si los críticos mencionados han podido mantener tesis encontradas y para todas, como es obvio, han hallado un sustento textual, quiere decir que la multiplicidad de niveles de sentido, o la ambigüedad del texto en la exposición de los contenidos, las hace posibles todas ellas. Todo lo cual plantea un problema de método, que tal vez no pueda ni deba ser analizado en este momento, pero que apunta hacia una característica de la crítica del Quijote en el siglo XX, y es que, a menudo, bajo la apariencia de objetividad textual se ha ocultado la subjetividad del crítico. Entre estos dos extremos, el objeto-texto y el sujetocrítico, oscila el péndulo de la lectura del Quijote del último periodo; claro que no sería difícil ampliar el razonamiento a otros periodos y otras obras; al fin y al cabo estamos hablando de uno de los problemas centrales de la crítica literaria: la relación que el sujeto lector mantiene con el objeto leído. Concretamente, por lo que respecta al Quijote, la relación entre el objeto y el sujeto es la que, a mi entender, determina las dos grandes interpretaciones históricas: por un lado, la que recupera la lectura del momento histórico en que apareció la obra, por considerar que es la única legítima para comprender el objeto; y por el otro, la que proyecta sobre él las ideas del momento actual, es decir, la que considera que el texto vive en el sujeto lector. Desde siempre, como es sabido, las dos grandes interpretaciones del Quijote han sido inconciliables —veremos más adelante que hacia los años 70 algunos críticos intentarán alcanzar una síntesis de las dos—; lo son hasta tal punto que, en aras de la justicia equitativa, han procedido a la división de los diferentes planetas temáticos del universo hermenéutico del Quijote en dos hemisferios equipolentes: y así por ejemplo, en lo tocante a las modalidades genéricas del texto, la primera lo considera como obra cómica y la segunda como obra seria; mientras que la altura moral de los significados para la primera no va más allá de la trivialidad cotidiana y para la segunda expresa valores transcendentes y universales; el protagonista es un pobre loco para la primera y un héroe para la segunda. Las dos interpretaciones llegan incluso a repartirse amigablemente los siglos del cervantismo, el XVII y el XVIII para la primera, el XIX y parte del XX para la segunda. Pero ha llegado el momento de matizar levemente las afirmaciones vertidas hasta aquí, pues, si bien se mira, la escisión temática y cronológica de las dos grandes líneas interpretativas no siempre resulta tan nítida (Rico [1990] dice que han coexistido desde siempre), y lo es mucho menos cuando nos detenemos a considerar su efectiva articulación en las opiniones de los críticos. Con todo, la formulación sin matices es la que predomina entre los estudiosos del cervantismo y la que, no sin cierto humor, refleja Mandel [1958] en su clasificación de los críticos en duros y blandos, y Close [1978], cuando se aleja a sí mismo, el autor, un duro que revisa las interpretaciones ajenas, de la materia de su libro, la crítica blanda. A mi modo de ver, y aquí adelanto una de las posibles conclusiones de este trabajo, la división tajante entre las dos interpretaciones históricas, que puede tener sentido para la crítica anterior a 1947, ha sido superada en la última mitad del siglo XX; no digo que las dos grandes líneas de lectura hayan desaparecido, sino que, excepto en contadas ocasiones, han cedido el primer plano en los estudios cervantinos a otros tipos de lectura, más o menos contami- cervantistas 1 4/8/01 [5] 19:32 Página 145 Palacio quijotista. Actitudes sensoriales en la crítica… 145 nados por ellas, pero radicalmente distintos. En la variedad, diría más, en la exuberancia de puntos de vista críticos sobre el Quijote se aprecian, como es lógico, diferentes concepciones de la literatura, de los clásicos, de la crítica literaria, e incluso de la didáctica de la literatura. El factor aglutinante de todas ellas hay que buscarlo, creo yo, más que en una suma de diferentes concepciones, en una actitud para con el texto. Por ello me permito sugerir una nueva clasificación de las tendencias de la crítica, la que inmediatamente les expongo, no sin antes contarles cómo nació la idea. Una ponencia me mandó hacer Cervantes, digo, la Asociación de Cervantistas, sobre el quijotismo del último medio siglo; pero esto ustedes ya lo saben; lo que no saben es que en el intento de justificar el por qué de esta ponencia, o figurarme a quién le podía interesar un resumen de lo dicho por otros, di en imaginar que, si por un extraño cataclismo desaparecieran todas las copias existentes de la obra —el milenarismo cundía por entonces—, alguien podría llegar a reconstruirla a partir de las lecturas críticas. Mi labor, por tanto, quedaba justificada como intento de integración de esas percepciones parciales en una holografía completa de la obra, que tuviera en cuenta todos los sentidos corporales, porque un libro se ve, se toca, se oye y —he de corregirme— raramente se huele o se saborea. Y así, con la conciencia un poco más tranquila, acometí la labor, en cierto sentido, análoga a la de Pierre Menard: reconstruir una imagen del libro en sus lecturas críticas que fuera igual pero distinta a la de sus críticos. Antes de seguir adelante he de aclararles la concepción del texto literario que me sirve de fundamento. Un texto nace como tal en diálogo con una tradición y un canon literarios, y con las circunstancias históricas, sociales y personales del autor, y cobra nueva vida en la interpretación de su lector, que puede ver reflejadas en él sus propias circunstancias. Hay, pues, en la base del texto una suerte de continuum discursivo formado por tres diferentes segmentos que podrían formar parte del ámbito de la significación de la obra: a) el contexto, b) el texto y c) el pretexto, que yo entiendo como a) el conjunto de circunstancias contemporáneas que hacen posible y explican la obra, b) el texto, c) las circunstancias de la lectura, entre las que incluyo la intención del lector; en correspondencia de esos tres segmentos, se pueden verificar tres diferentes actitudes del crítico, según que preste mayor atención a uno o a otro. Yo he creído captar ciertas diferencias de sensibilidad en los cervantistas, que dependen del predominio de un sentido corporal determinado en relación con los tres segmentos aludidos, y así tendríamos: a) el crítico auditivo que escucha el texto para percibir los ecos del contexto histórico y social; b) el crítico táctil que pretende tocar con su mano la disposición de las partes del texto; y c) el crítico visual que vislumbra contenidos trascendentales en la obra, elementos de un panorama ideológico que la lente del texto permite ver con mayor claridad. A cada una de estas grandes familias de intérpretes cervantinos les he reservado un pasillo de la casa, con diferentes habitaciones. El prototipo del crítico auditivo sería Castro [1925] con su auscultación del eco erasmista del Quijote, el táctil Casalduero [1949] que manipula y ordena los elementos textuales, y el visual Aubier [1966] que proyecta la cábala en el Quijote. La distinción no siempre resulta tan clara; los sentidos empleados en la percepción del texto pueden ser más de uno, porque el crítico puede pasar del contexto, al texto o al pretexto, según las exigencias de su argumentación, cervantistas 1 4/8/01 146 19:32 Página 146 José Manuel Martín Morán [6] y empezar, por ejemplo, con un análisis táctil para desviarse al final hacia consideraciones visuales, como sucede, sin ir más lejos, con Casalduero [1949]. O sea, que en mi palacio cervantino algunas habitaciones están dotadas de dos puertas (alguna incluso tres): una da a uno de los pasillos y la otra a otro. Mi clasificación de la crítica, como ven, cubre los tres sentidos que necesitaba aplicar para la reconstrucción conjetural del Quijote; el instrumento, por lo tanto, parece adecuado a su finalidad. A modo de justificación de las tres tendencias de los sujetos lectores, hay que decir que los tres segmentos del continuum parecen estar incluidos en el objeto y con ellos las correspondientes actitudes sensoriales del autor hacia su obra: la atención al contexto resulta evidente no solo en la sensibilidad del narrador del Quijote para con los elementos de la realidad, sino también en su capacidad de reproducir auditivamente los discursos contemporáneos sobre poética, literatura, sociedad, etc. La preocupación táctil por el texto, por su coherencia y su estructura, se trasluce en la distancia adoptada por el narrador para con la narración, su crítica del autor arábigo y sus decisiones, la justificación de la interpolación de novelas, etc. Y por último el pretexto ¿cómo no incluir en ese segmento la utilización del Quijote de 1605 por el de 1615, o un personaje —Alvaro Tarfe— del de 1614 como legitimación de la autenticidad del de 1615? Con esta operación, Cervantes demuestra poseer la misma sensibilidad que los críticos visuales, pues hace derivar una realidad compleja —todo un texto, o bien, si queremos la autoría del mismo— del texto previo, que es lo que los críticos del pretexto hacen, cuando proyectan todo un sistema de ideas, un panorama intelectual, sobre la obra que leen. He llegado al final de este largo excursus en que he podido desahogar mi impulso clasificatorio, separador, definidor del maremágnum de libros, artículos, ediciones, reseñas, de tema quijotesco de este último medio siglo, con la satisfacción de haber rehuido la enunciación del tópico de inefabilidad referido a la mole de estudios, pero, como ven, he decidido recuperarlo in extremis, antes de dar un paso atrás, tras tanta palabrería, y anunciarles la subsistencia de la división tradicional de la crítica en duros y blandos para los primeros años del periodo que nos toca examinar. RESABIOS ROMÁNTICOS EN LOS CRÍTICOS NACIONALISTAS Ha llegado el momento de que les invite a conocer el palacio cervantino y que cada uno de uds. pueda acomodarse en la habitación más adecuada, esperando que la compañía no les desagrade. Bien, pues este es el recibidor, la sala reservada para el final de los años 40: las dos interpretaciones clásicas se presentan puntuales a las celebraciones del cuarto centenario del nacimiento de Cervantes, que es la fecha en que convencionalmente comienza mi análisis. En los trabajos a que dieron lugar las mencionadas celebraciones no es difícil reconocer la impronta de las tres diferentes sensibilidades de mi clasificación. Y así, si la retórica franquista aprovecha el personaje de don Quijote para resucitar la interpretación romántica, en versión corregida y aumentada, le responden desde la otra orilla, la de la interpretación cómica, Auerbach [1946] y poco después Parker [1948]. A la exaltación visionaria del caballero ejemplar y cristiano de los padres Olmedo [1947] y Gonthier [1962], años más tarde, y cervantistas 1 4/8/01 [7] 19:32 Página 147 Palacio quijotista. Actitudes sensoriales en la crítica… 147 de otros como Montolíu [1947], Amado Alonso [1948a], Navarro González [1957], se contrapone el análisis táctil, exquisitamente literario de Auerbach, que critica el afán de búsqueda de significados transcendentes en el Quijote y se plantea la importancia de la obra para la historia de la literatura. La lectura nacional-católica —consiéntaseme la etiqueta, tal vez un tanto restringida, si incluimos en ella a Amado Alonso— comparte dos de los presupuestos críticos de la lectura romántica identificados por Close [1978]: a) idealización del personaje, b) proyección sobre el personaje y el libro de valores trascendentes relacionados con el presente del crítico, y le añade por su cuenta c) la asimilación, y a veces la identificación explícita, entre don Quijote y Cervantes, como en Sánchez Castañer [1948] y Montero Díaz [1957]. Don Quijote se convierte en el paladín del catolicismo tridentino (Camón Aznar [1948] y sobre todo Descouzis [1966, 1973]) y en el epítome del imperio español: su voluntad doblega la realidad (Camón Aznar [1948] y aún Palacín Iglesias [1981]). Hasta ellos llegaba el generoso caudal romántico, enriquecido en el curso de los años por afluentes de menor entidad, como la visión mítica y santificadora de don Quijote por parte de Unamuno, que recoge, entre otros, Sánchez Castañer [1948]; visión que Fernández Suárez [1953] presenta veteada de un nacionalismo muy adecuado al momento histórico, con alguna extravagancia como la conversión en mitos de Rocinante y el rucio. De modo que a los críticos de estos años —pero esta tal vez sea una definición excesiva— les basta con amalgamar convenientemente los ingredientes que les llegan de la tradición para obtener la papilla de la formación del espíritu nacional. EL HISTORICISMO DE MARAVALL A caballo entre la visión idealizadora y la auscultación filológica del texto que reconstruye el ambiente cultural, histórico y social en que nace, está la obra de Maravall [1948], una de las más influyentes del siglo. Maravall escucha el texto del Quijote y percibe los ecos del pensamiento social contemporáneo —tal y como hiciera Castro [1925] con el pensamiento erasmista y reformador—, y luego se remonta al origen de esas voces, para escucharlas en su enunciación primera en las obras de los arbitrististas, pensadores y moralistas del periodo, y terminar delineando, con acción propia de la crítica visual, la utopía que sustenta los planteamientos del autor. Reconstruye así una suerte de perfil intelectual de Cervantes, a partir de las tensiones ideológicas que percibe en el texto: por un lado el pensamiento reformador del Medioevo que aún pervive y por el otro el estatalismo de la sociedad burocrática del Renacimiento. Cervantes propone, según Maravall, un método utópico, «el humanismo de las armas», basado en los libros de caballerías como instrumento de ascesis personal; las derrotas, los golpes y los desengaños tienen la finalidad de acendrar la virtud de don Quijote y subrayar la necedad de un orden social que no acepta la altura de miras de sus ideales. En la revisión de su libro aparecida en 1976, Maravall invierte completamente el planteamiento: En la primera redacción de este presente libro tendí demasiado a aproximar la línea de la mentalidad quijotesca al propio pensamiento del autor, a pesar de alguna referencia en contrario. Pienso que no solamente hay que distinguir ambas cosas, sino que hay que acentuar la distancia entre ellas. De esta manera, llego a afirmar, en esta nueva redacción, cervantistas 1 4/8/01 19:32 148 Página 148 José Manuel Martín Morán [8] que Cervantes escribe para levantar una cortapisa a la amenazadora difusión de un tipo de pensamiento que había perdido la energía reformadora que le era propia, viniendo a quedar como un refugio de escape hacia el que tendía todo un sector de la sociedad española. Con esta declaración, Maravall separa lo que Castro [1925] había unido en la «genial hipocresía» de Cervantes: la utopía de los valores reformadores renacentistas que provienen de la edad Media y la contrautopía de afirmación de la realidad presente. LA ESTILÍSTICA Si nos rigiéramos por la ley de la economía de palabras para un máximo de rendimiento —ley que, dicho sea de paso, convendría implantar en nuestro campo cervántico—, una mención de honor iría, sin duda alguna, para Spitzer [1948], uno de los trabajos más influyentes de todo el cervantismo, cuyas raíces no es difícil reconocer en el fundamental estudio de Hatzfeld [1927]. La idea de la que parte Spitzer para su análisis estilístico del Quijote —el perspectivismo de la visión del mundo en Cervantes presente a todos los niveles del relato— no era original; en su artículo, Spitzer trata de dar fundamento textual a una intuición de Castro [1925] acerca de la realidad oscilante del Quijote, que ya se encuentra en Ortega [1914] cuando propone como clave semántica de la novela no tanto la realidad que refleja como las interpretaciones que ésta suscita. Para Spitzer el perspectivismo es el gozne en torno al que giran todos los elementos narrativos, desde la lengua usada por los personajes hasta la concepción del mundo de su autor, o el reflejo de la sociedad de su momento, pasando por la estructura narrativa. Con el perspectivismo, según Spitzer, Cervantes equilibra la tendencia disgregadora propia de su tiempo; y esto es concretamente lo que hace también el crítico con el Quijote: gracias al concepto, equilibra en una estructura armónica y omnicomprensiva la tendencia disgregadora de la escritura cervantina, de modo que las vacilaciones en los nombres de los personajes y las cosas —lo que él llama polionomasia y polietimología—, o incluso alguna incoherencia narrativa, pueden responder simplemente al impulso de tratamiento y ordenación del caos externo. Añade Spitzer que el perspectivismo aleja al autor de sus personajes, estableciendo esa distancia irónica, que será objeto de los estudios sobre la técnica narrativa del Quijote. Spitzer lleva a cabo un análisis táctil de la obra, cuando comprueba en contacto directo con el texto una serie de fenómenos, e inmediatamente los pone en relación, con actitud ciertamente visual, con el panorama artístico y social del momento. La estilística de Spitzer, como se habrá podido constatar, no deja de tener ciertas afinidades con el historicismo de Maravall; utilizaré la exposición de los planteamientos de Casalduero [1949], otro crítico táctil, para tratar de evidenciarlas. Los historicistas, viejos y nuevos, buscan analogías entre el texto del Quijote, o sus fragmentos, y documentos de la historia social de la época. La comparación entre los dos elementos resulta esencial para ascender un nivel en la escala de la abstracción y poder establecer el mismo paralelo entre el sistema de ideas del documento seleccionado y el Quijote entendido en su globalidad. Un procedimiento análogo es el que informa la estilística de Casalduero cervantistas 1 4/8/01 [9] 19:32 Página 149 Palacio quijotista. Actitudes sensoriales en la crítica… 149 [1949]; también Casalduero, que he clasificado entre los críticos táctiles, establece paralelos más propios de los visuales, a decir verdad, entre sistemas de conceptos, como barroco, gótico o renacimiento, y lo que él llama la estructura del Quijote. Cambia el término de la comparación, por lo general escogido en el ámbito artístico, y cambia también el método: Casalduero procede por inducción, va del texto al sistema de ideas, cuando rastrea la clave abstracta de interpretación de algunas características estructurales. Maravall, en cambio, suele proceder por deducción y busca en la obra la huella de unas líneas de pensamiento concretas, como el reformismo o el humanismo. De la diferente orientación del movimiento interpretativo surge la diversidad de planteamientos y el desplazamiento del énfasis hacia el texto o el contexto, que a Maravall le llevan a embutir en el Quijote dos épocas históricas, Medioevo y Renacimiento, y a Casalduero a proponer toda una serie de simetrías, ritmos, centros, círculos, etc., que luego extrapola del texto hacia los movimientos artísticos. De manera que si en Maravall podemos ver aún un procedimiento auscultatorio de reconstrucción del contexto original del texto, en Casalduero estamos ya en la zona táctil del análisis textual que caracteriza cierta crítica de los años 70 y 80. Vemos ya delinearse las tres grandes tendencias del cervantismo: el interés por el texto que acabamos de observar en las posiciones de Casalduero y Spitzer, y que vimos brevemente en las de Auerbach, el énfasis en el contexto como elemento indispensable para comprender mejor la obra de Maravall y la utilización del texto como un pretexto para afirmar valores actuales, de identidad personal o nacional. Aún nos falta un elemento imprescindible para el desarrollo del cervantismo; me refiero al existencialismo de Américo Castro, que habría que incluir en la actitud auditiva. CASTRO Y EL EXISTENCIALISMO En sucesivos artículos publicados a partir de 1941, luego recogidos en Castro [1957], don Américo cambia su interpretación del Quijote. La nueva visión de la historia de España y la identidad de los españoles, como resultado del diálogo entre las tres culturas y las tres religiones que habitaron la península, le hace modificar radicalmente su lectura del Quijote. Ya no se trata de la obra de un autor renacentista, humanista y melancolizado por la Contrarreforma, que se sirve del estoicismo y el erasmismo para dar expresión a sus ideas reformadoras, aun teniendo buen cuidado de ocultarlas bajo el manto contrarreformista; en su nueva visión, el estoicismo y el erasmismo no son el fin, sino el medio para la expresión de la angustia existencial del autor. Cervantes, dice ahora Castro, nos ofrece un personaje en su fluencia vital, en su constituirse en cuanto tal; don Quijote es una entidad abierta a las incitaciones de su ser interior y del mundo; esta es la novedad de la novela de Cervantes; el nuevo estilo del Quijote consiste en hacer independiente al protagonista de los dos grandes modos de representar una vida: el monologismo apriorista y enjuiciador de Alemán, y la transcendencia de ideas del Amadís. La novela moderna nace de ahí, de la posibilidad de reflejar en acciones humanas el diálogo entre la exterioridad condicionante y la interioridad que se sabe fuerte cervantistas 1 4/8/01 150 19:32 Página 150 José Manuel Martín Morán [10] en su proyecto de vida y que ha de dialogar con el mundo, sobre la base de la incitación externa recibida a través de la ilusión, del querer ser. El fino oído crítico de Castro, que ya había logrado discernir las modulaciones erasmistas y reformadoras del Quijote, consigue ahora penetrar en los retretes del alma del caballero y descubrir esa angustia existencial del cristiano nuevo que le impulsa a la acción y que deriva en última instancia del conflicto de castas (Castro [1961, 1966, 1967, 1971]). Pero como quiera que esa condición era la misma que vivía Cervantes en cuanto descendiente de conversos, eso le permite concluir a Castro que la novela moderna nace de la angustia existencial de un cristiano nuevo en la España del Siglo de Oro. IDEAS COMUNES EN TORNO AL 47 Las tres grandes tendencias, con sus diferentes declinaciones, dieron origen al quijotismo de la segunda mitad del siglo XX. Los hallazgos más importantes de cada una de ellas —que a veces se remontan, todo hay que decirlo, a décadas anteriores— han sido asimilados por las otras, en un proceso de ósmosis recíproca, del que ha surgido un terreno común, sobre el que se han instalado las lecturas especializadas de los últimos decenios. Ese terreno común ya parecía bastante consolidado en estos primeros años, cuando se produjo una especie de tácito consenso sobre ciertas posiciones. Seguiremos las huellas de cada una de las tres grandes tendencias, con sus diferentes ramificaciones, en las próximas páginas. Pero antes, nos detendremos un momento, si ustedes me lo conceden, a analizar los presupuestos comunes de las tres posiciones críticas en este comienzo del periodo, porque en ellos se encuentran las bases del desarrollo futuro de la crítica. Es más, me arriesgaría a decir que algunas de las ideas modernas del cervantismo se encuentran ya esbozadas e incluso desarrolladas en estos primeros momentos. Para las tres tendencias básicas, el Quijote narra el conflicto del hombre con la sociedad y el intento de aquél de transformarla, que es el fundamento del imperio español para los nacionalistas, el de la novela realista en clave cómica para Auerbach, el de la utopía para Maravall, el del destino del hombre para Casalduero y para Castro el de la incitación. En ese conflicto se percibe el choque entre dos culturas, que los nacionalistas ven como materialismo e idealismo, Maravall como Medioevo reformador y Renacimiento burocrático, Casalduero como Gótico y Barroco, y Auerbach como estilo sublime y estilo bajo. La idea de la maduración del individuo en su conflicto con la sociedad, en su lado intimista, informa también el existencialismo de Castro, se hace extensiva más o menos, bajo diferentes formas, a todas las lecturas posteriores y encuentra su más completa realización en los críticos que siguen la línea dialógica de Bajtin. Además de los contenidos comunes que acabo de señalar, se registra una predisposición hacia el texto común a todos, si exceptuamos a Auerbach y Parker: todos captan, un tanto románticamente, la excedencia de significados de la obra e intentan reducirla de diferentes modos: los nacionalistas la recluyen en la ideología de la era triunfal, Maravall en el contexto históricosocial, Casalduero en símbolos y geometrías que conectan con los grandes movimientos artísticos, Spitzer en la indeterminación epistemológica del cervantistas 1 4/8/01 [11] 19:32 Página 151 Palacio quijotista. Actitudes sensoriales en la crítica… 151 periodo y Castro en el conflicto de castas. Para todos —sigo excluyendo a Auerbach y Parker— el Quijote es un texto estructuralmente cerrado, una unidad de sentido, que no se agota, que no se puede agotar en sí misma. El paradigma de esta concepción es el análisis de Casalduero, que ve en la forma circular de la obra el símbolo del destino universal del hombre, o sea que, parafraseando al gran ausente ideólogo del momento, nada le hubiera costado decir que «el Quijote es una unidad de destino en lo universal». Dicho de otro modo, resulta evidente en el cervantismo español de postguerra el condicionamiento, como aceptación o reacción, de la ideología del momento histórico, efecto del predominio de la actitud visual sobre la táctil, a diferencia de lo que ocurre con los hispanistas, Auerbach, Parker y, en cierta medida, Spitzer, que no se dejan desviar de la aplicación rigurosa de un método. SUMARIO DE DESARROLLOS FUTUROS Como les decía la principio, desde el recibidor de la casa se puede ver la larga perspectiva de cada uno de los tres corredores; en otras palabras: las grandes tendencias de este momento inicial, separadas como hemos podido ver por la diferente colocación geográfica de sus enunciadores, han tenido, como es lógico, sus continuadores y han dado lugar a las grandes líneas del cervantismo de las décadas siguientes. La interpretación táctil de Auerbach, que recogía algunas sugestiones de la lectura del Quijote de Valera [1864], como la crítica de la visión filosófica que en Parker [1948] se convierte en la visión romántica, cobrará nuevo vigor hacia el final de los años 60, entre los cervantistas anglosajones, con la tesis del Quijote como «funny book» de Russell [1969] y Close [1978], y hacia finales de los 70 recibirá el aporte de los estudios sobre la ironía, la parodia y lo grotesco derivados de las teorías de Bajtin sobre la cultura carnavalesca. La otra actitud táctil, la estilística, retoño de finales de los 40 del temprano brote de Hatzfeld [1927], depurada de su tendencia visual, dará pie a los estudios estructuralistas y narratológicos de la novela. Su preocupación por las técnicas de composición del relato, conjugada con una forma de historicismo, abrirá las puertas a la investigación de la teoría de la novela en Cervantes, a finales de los 50. Maravall y su auscultación sociológica del texto dispondrán de nuevos aparatos teóricos a mediados de los 70, en tierras de Iberoamérica, con el materialismo histórico de Osterc [1963, 1972, 1981, 1987], Aguirre [1976, 1979], Montserrat [1956]. En el robusto árbol maravalliano vendrá a injertarse, además, una nueva corriente, la del dialogismo bajtiniano. Previamente conseguirá extender sus ramas a los estudios que parten del folklore, cultivados sobre todo en la dulce campiña francesa, todos ellos particularmente sensibles a los tonos y los contenidos de los discursos sociales. Otra de las ramas del árbol maravalliano se entrelazará con las del arbusto formalista, en su vertiente postestructuralista, sección crítica de la autoridad, que habita en Estados Unidos, e incluso aceptará bajo su amparo algunas propuestas de la crítica psicoanalítica, concretamente las derivadas de la teoría del deseo y la violencia social de Girard. Las ideas del otro gran auscultador, el primero de todos, Castro, con su nueva tendencia a la escucha de la voz interior, del tono existencial de la cervantistas 1 4/8/01 19:32 152 Página 152 José Manuel Martín Morán [12] sociedad, darán lugar a un filón de la crítica especialmente productivo, el existencialismo (Avalle Arce [1961, 1975, 1976], Rosales [1960]), que encontrará un aliado en el perspectivismo antes de diluirse en otras lecturas como el psicologismo (Bandera [1974, 1994]), el postestructuralismo (Zavala [1989], El Saffar [1989]), o incluso el dialogismo bajtiniano. Los visuales, en cambio, no tendrán descendencia; sus lecturas, demasiado ligadas al contexto histórico, difícilmente hubieran podido transmigrar a otras épocas. Les sobrevivirá, empero, su actitud para con el texto, que ya casi no producirá frutos autónomamente —siempre habrá excepciones como la de Aubier [1966]—, pero irá a insinuarse en el interior de otros modos y otros métodos. EL EXISTENCIALISMO, DE NUEVO En las páginas que siguen recorreremos las derivaciones de las actitudes básicas de la crítica a lo largo de los años, a partir de sus manifestaciones en torno al cuarto centenario, teniendo presente que, como acabamos de ver, se produce un fuerte intercambio de ideas entre todas ellas —no sé si les he dicho que las puertas de las habitaciones no tienen cerradura—, por lo que no será difícil encontrar posiciones críticas que en principio habíamos adscrito a una determinada actitud sensorial en un campo sensorial diferente. La permeabilidad de las lecturas aparentemente estancas de un periodo, y concretamente del final de los años 40, se observa, por ejemplo, en la trayectoria seguida por la referencia al estoicismo cervantino; es un elemento que probablemente facilitó la idealización nacionalista del Quijote y procede, como es sabido, de la vindicación de Cervantes llevada a cabo por Castro [1925], base de todas las visiones del Quijote de estos años. Apuntaba Castro en El pensamiento de Cervantes [1925] al naturalismo matizado de estoicismo de los personajes del Quijote, aspecto luego desarrollado en su nueva interpretación a partir de 1941; en dicha revisión de las tesis del 25, Castro relaciona con la doctrina estoica la concepción del ser humano del Quijote basada en la voluntad de ser y el gobierno de sí mismo y del propio proyecto de vida. De la misma opinión eran por aquellos años Maravall [1948] y Spitzer [1948]; los críticos existencialistas como el propio Spitzer [1947 y 1962] y Rosales [1960] harán del estoicismo la piedra angular de la libertad, que a su vez es la clave del Quijote y de toda la obra de Cervantes. Para Rosales [1960], don Quijote, y los personajes cervantinos en general, busca la verdad que todo hombre lleva en su interior, y por eso se rebela a las convenciones sociales y se refugia en la naturaleza, en busca de la utopía primigenia. La libertad es su arma para alcanzar la felicidad y la justicia, pues cada uno es artífice de su propio destino; esta idea senequista se halla en la base de la afirmación contra el mundo de don Quijote. La voluntad de afirmación habita el espacio interior del ser humano, donde la experiencia vital se desliga de las constricciones espacio-temporales; Cervantes, en opinión de Avalle-Arce [1976], descubrió anticipadamente respecto a la ciencia del periodo la importancia de ese castillo interior, que el caballero loco constituye y defiende con su proyecto de vivir la literatura (Avalle-Arce [1975, 1976]); la confusión entre literatura y vida, entre el modelo y la propia existencia, nos cervantistas 1 4/8/01 [13] 19:32 Página 153 Palacio quijotista. Actitudes sensoriales en la crítica… 153 hace un poco quijotes a todos los lectores, pues reconocemos en el caballero loco la sed de empresas que a veces nos lleva a hacer planes de vida completamente irrealizables. Morón Arroyo [1976] traza un puente entre el existencialismo y el pensamiento de Ortega, que le lleva a rechazar la causa del existencialismo —la angustia vital del cristiano nuevo, según Castro— y del erasmismo del Quijote, tildado simplemente de «leyenda» en Morón Arroyo [1994]; por aquellos años, en cambio, lo reafirmaba Bataillon [1973], que no aceptaba las tesis de Vilanova [1950] sobre el influjo directo del pensador holandés en el alcalaíno, tal y como ya había sostenido en Bataillon [1928, 1937] discutiendo a Castro [1925]; Márquez Villanueva [1975, 1995] apunta en cambio hacia una visión crítica del erasmismo por parte de Cervantes en el personaje del Caballero del Verde Gabán. LA TEORÍA LITERARIA DE CERVANTES La atención por el contexto histórico y cultural en el que nace la obra, la línea auditiva de análisis, suscitada por la reivindicación de la cultura literaria de Cervantes por obra de Menéndez Pelayo [1905], primero, y sobre todo Castro [1925], se enriquece en los últimos años de los 50 y primeros de los 60 con los rigurosos estudios de Canavaggio [1958], Riley [1954, 1964] y luego Forcione [1970, 1972], acerca de la teoría literaria de Cervantes. A pesar de lo restringido del ámbito de estudio, al menos en comparación con la vastedad de lo planteado por Maravall y demás historicistas, los tres ilustres críticos no hallan un acuerdo completo sobre el argumento. Los tres apuntan hacia la preceptiva neoaristotélica como ámbito teórico de la novela cervantina y defienden la superación del canon clásico en la realización práctica de la novela —por lo demás, el terreno había sido acotado con esos mismos límites 40 años antes por Toffanin [1920]—, pero toman posiciones divergentes a la hora de determinar la fuente directa de dichos principios estéticos. Para Riley, es inútil tratar de precisar la fuente concreta de las teorías narrativas de Cervantes, pues las ideas que expone en sus obras son de dominio general entre los literatos del periodo; así que lo mismo podrían provenir del Pinciano, que de los preceptistas italianos (Tasso, Piccolomini, Cinthio y Castelvetro, por orden de probabilidad). Mayor interés que la búsqueda de la fuente directa de sus ideas estéticas reviste, según Riley, el proceso de asimilación de las mismas, que puede haberse debido a la lectura de tratados de retórica y poética, a conversaciones con escritores, a observaciones personales a partir de sus lecturas de novelas y a su propia experiencia como novelista. Y concluye su análisis de los planteamientos teóricos vertidos en la conversación entre el canónigo de Toledo y el cura, y de los aspectos técnicos y estructurales de la obra relacionados con las teorías expuestas, tales como la verosimilitud, la relación entre historia y poesía, la imitación de los modelos, la unidad y la variedad, etc., sopesando la contribución de Cervantes al desarrollo de la novela: la inclusión de la crítica literaria en el texto, la discusión de la teoría que lo sustenta por parte de los personajes, le permite al autor proponer en su práctica narrativa todo un complejo sistema de reproducciones y alteraciones de esos principios teóricos, de la que el género de la novela resurgirá renovado: de una simple cervantistas 1 4/8/01 154 19:32 Página 154 José Manuel Martín Morán [14] distorsión y falsificación de la experiencia humana ha pasado a ser un elemento fundamental para iluminar su naturaleza. Canavaggio y Forcione, por su parte, sin descartar la influencia de otros autores, se arriesgan a proponer el nombre de un autor concreto como fuente más probable de la estética cervantina: para Canavaggio sería el Pinciano la fuente principal de las ideas cervantinas; para Forcione, Tasso. Forcione además subraya la dimensión anticlásica de la obra cervantina (ya De Lollis [1924] lo había señalado): concretamente en el Quijote no encontramos solo la adhesión a la estética neoaristotélica, en las palabras del canónigo de Toledo, sino también la irrisión paródica de la misma, en la disquisición posterior entre Sancho y don Quijote sobre las necesidades fisiológicas de los encantados. Por otro lado, las claves teóricas del relato del Quijote no siguen la teoría clásica de la verosimilitud, sino otra basada en la contraposición entre lo fantástico del romance y el realismo de la novela. No captar esa dimensión polémica de la obra cervantina, añade Forcione, equivale a negarle a Cervantes la consciencia teórica de la invención de la novela moderna. En la misma línea de Riley y Forcione declara situarse Percas de Ponseti [1975], y, en efecto, ausculta en el texto el eco de conceptos como verosimilitud, unidad y variedad, etc., pero el suyo es fundamentalmente un estudio de las fuentes de algunos episodios determinantes del Quijote, con exploraciones en la dimensión simbólica de los mismos que la llevan en más de una ocasión al borde del esoterismo, como en la interpretación del personaje del Caballero del Verde Gabán sobre la base del valor simbólico del color verde, o la cueva de Montesinos como símbolo de la profunda soledad intelectual del individuo, el misterio de la multiplicidad de rostros de la verdad o del conocimiento racional del universo, o el mono hablador como símbolo de la mímesis. Percas de Ponseti se percata de los límites del análisis del Quijote sobre la base del canon aristotélico; en la obra maestra de Cervantes, en cuanto primicia de un género no previsto por el canon, hay un excedente técnico que no puede ser abarcado por los preceptos de la época. Es, por otro lado, un problema que sienten también sus predecesores en el campo y que deriva, a mi entender, de la restricción que impone el planteamiento básico de sus investigaciones, si lo que se pretende es responder a la pregunta «¿es el Quijote la primera novela moderna?». De ahí que tanto Canavaggio, como Riley o Forcione hayan tenido que subrayar, más o menos explícitamente, en la conclusión de sus estudios, que el rastreo de la preceptiva contemporánea no agotaba la trascendencia literaria del Quijote; y en efecto, todos ellos mencionan aspectos técnicos y estructurales que se salen del canon clásico, como la metaliterariedad, o la inversión paródica de los principios estéticos, o el deslizamiento del énfasis estructural hacia la contraposición romance / novela. Percas de Ponseti, como ya he dicho, pone por obra otra estrategia de reducción de la excedencia técnica del Quijote, concentrándose en el aspecto semántico, con la búsqueda de valores simbólicos que puedan achicar el agua de la inundación del sentido. El estudio de la teoría de la novela de Cervantes no necesariamente debía haber derivado hacia la comprobación de su realización en el Quijote, pero la tentación de someterla a la prueba del nueve hubo de ser poco menos que irresistible. Los límites de la operación, a mi modo de ver, se deben al hecho de que para poder dar el salto de la sensibilidad auditiva a la táctil, los estudiosos cervantistas 1 4/8/01 [15] 19:32 Página 155 Palacio quijotista. Actitudes sensoriales en la crítica… 155 tuvieron que aceptar los siguientes presupuestos: a) que fuera la voz de Cervantes la que se escucha en boca de sus personajes, b) que los conceptos expresados fueran siempre unívocos y c) que el significado de los términos técnicos usados por Cervantes correspondiera al significado actual de los mismos, lo cual, como revela oportunamente Martínez Bonati [1993], no siempre es así. Y, por si fuera poco, a la indeterminación de los principios teóricos, se añade la escasa operatividad analítica de los mismos. Tal vez a causa de esa esterilidad interpretativa, esta línea de investigación no ha producido grandes novedades en los últimos tiempos, si no son algunos retoques a lo dicho por los mismos críticos citados, como la ampliación del campo conceptual del análisis del Quijote con la distinción de la crítica anglosajona entre romance y novela. La dicotomía romance / novela, ya anunciada en la preceptiva aristotélica como historia / poesía, tal y como señala Wardropper [1965], es la clave del Quijote, según Forcione [1970]; Riley [1973, 1989] la recoge como elemento fundamental de la teoría de la literatura de Cervantes, y señala (Riley [1980, 1981a, 1981b]) la aparente inclinación del alcalaíno por la forma idealizada (también Robert [1972]; para Allen [1986], se trata de no oposición al género), de la que la novela no es más que una evolución, la misma que se puede apreciar en toda la narrativa de Cervantes desde el idealismo al realismo, o, al menos, eso es lo que sostiene Riley [1989], invirtiendo las conclusiones de El Saffar [1975]. Han estudiado los restos de romance caballeresco en el Quijote Williamson [1986], Hart [1991], Dudley [1997]. EL PERSPECTIVISMO Y LA ESTILÍSTICA Desde mediados de los 60, pero sobre todo a partir de los 70, toman cuerpo en el cervantismo los nuevos métodos de análisis del texto a que dieron pie en occidente el descubrimiento de los formalistas rusos y la difusión de las teorías de Bajtin, por obra de la nouvelle critique francesa. A decir verdad, el terreno para la implantación de las nuevas perspectivas críticas había sido convenientemente abonado por la estilística, en Europa, y el new criticism, en Estados Unidos. Ya he mencionado el libro de Hatzfeld, en los años 20, y los trabajos de Spitzer y Casalduero, a finales de los 40; pero no hay que olvidar los artículos de Amado Alonso [1948b] y Dámaso Alonso [1950], que no por breves tuvieron menos influencia en la crítica posterior. El de Amado Alonso sobre las incorrecciones lingüísticas de Sancho, concretamente, abrió las puertas a la confrontación de la cultura escrita y la cultura oral como clave estructuradora del Quijote, que será tratada sobre todo por la crítica francesa. El de Dámaso Alonso acerca de las vacilaciones en la personalidad del escudero recogía una invitación de Madariaga [1926] y la pasaba a los críticos venideros con una leve corrección: no existe progresión psicológica en Sancho, sino manifestación desordenada de dos pulsiones de su personalidad: la una lo lleva hacia el ideal, la otra hacia el provecho personal. Pero en lo tocante a repercusiones en la crítica posterior, la palma se la lleva el ya citado artículo de Spitzer [1948] acerca del perspectivismo lingüístico. Son tantos los críticos para los que el perspectivismo constituye el crisol del pensamiento cervantino en el Quijote que hay incluso quien ha propuesto reservarles un apartado en una hipotética clasificación de la crítica cervantina cervantistas 1 4/8/01 156 19:32 Página 156 José Manuel Martín Morán [16] (Efron [1971]); en dicho apartado encontrarían lugar los cervantistas que, con meritorio esfuerzo, tratan de integrar las dos grandes lecturas del texto por medio de la tan traída y llevada ambigüedad del Quijote. Una síntesis de las dos posiciones extremas de la crítica cervantina, los duros y los blandos, que cataloga a su autor como uno de los mayores exponentes del perspectivismo crítico, es la de Allen [1969, 1979, 1986]. El presupuesto inicial de Allen es que todas las interpretaciones del Quijote tienen un fundamento textual; el único modo de deshacer el «equívoco del Quijote» (Ortega [1914] y Del Río [1959]) es integrar esas lecturas parcialmente insatisfactorias con las otras. Durán [1960] identifica en la ambigüedad la clave de la modernidad de la obra; la indeterminación en el modo de presentar las circunstancias del mundo y las actitudes de don Quijote para con ellas hace que no se pueda resolver el conflicto que los opone, el cual, por otro lado, constituye el motor del ser del personaje. Con Durán [1960], la conexión entre perspectivismo y existencialismo se hace explícita; gracias a él, vuelven a la casa del padre Castro sus dos ideas pródigas. Pero volvamos a la estilística, una de las manifestaciones de la sensibilidad táctil. En presupuestos parecidos a los de Spitzer y Hatzfeld se basaba Moreno Báez [1948], el cual en su reelaboración de [1968] confluye hacia el historicismo de Maravall [1948], aunque con una ligera matización, la estructura del libro debe ser puesta en relación con el humanismo de las armas de la Contrarreforma y no con el Renacimiento; como se puede apreciar, en la síntesis de Moreno Báez [1968] también hallan lugar las ideas de Descouzis [1966, 1973]. Rosenblat [1971] vuelve a los orígenes de la estilística de Hatzfeld [1927] con su análisis de la lengua y el estilo del Quijote, para inducir a partir de ellos su estructura y, en menor medida que sus predecesores, los grandes principios de los movimientos artísticos del periodo. Para Rosenblat, el ideal lingüístico de Cervantes —la naturalidad de la lengua y la dignificación del habla popular— es lo que le permite caracterizar a cada personaje a través de modalidades lingüísticas diferentes; la convivencia de estilo alto y bajo, que hay que considerar a la par de la mezcla de heroísmo y necedad en don Quijote, o la del dramatismo de la situación con lo grotesco de su resolución, son el elemento que justifica las dos grandes interpretaciones del personaje como héroe cómico y paladín del ideal. Con lo que el seguidor de Spitzer nos confirma, si hiciera falta, que a través del análisis táctil de la lengua del Quijote se desemboca en la conexión inexorable entre la estilística y el perspectivismo. Y si Rosenblat apunta hacia el aspecto lingüístico en su definición del estilo del Quijote, Togeby [1957], en la línea de Casalduero, desplaza el acento hacia la estructura narrativa y el principio rector de la composición, que él identifica en Rocinante; el caballo de don Quijote determina el rumbo de su errancia e introduce los temas de la novela, como el tema amoroso con las yeguas de la sierra. La estructura de los significados es una espiral, en la que a cada reiteración van ascendiendo de nivel, en una depuración continua de los mismos que conlleva un paulatino perfeccionamiento del protagonista. La espiral representa para Togeby el emblema del devenir humano; en ella ve la capacidad del hombre de ser el artífice único de su destino. El vínculo entre geometría y destino ya estaba en Casalduero [1949] bajo forma de círculo y destino, como un intento de superar la limitación de la visión estructuralista, cervantistas 1 4/8/01 [17] 19:32 Página 157 Palacio quijotista. Actitudes sensoriales en la crítica… 157 arquitectural —lo que he dado en llamar, la sensibilidad táctil de la estructura de la novela—, por medio de la saturación de significados transcendentes, es decir, por medio de la sensibilidad visual. La tendencia a compensar lo táctil de la estructura con lo visual de la trascendencia la notamos también en Segre [1974a, 1974b], con la recuperación de la espiral, asociada, esta vez, a la teoría de la novela, subrayando así, si aún fuera necesario, la genealogía estilística y estructuralista de los análisis semióticos —si bien, a decir verdad, el suyo aún se podría incluir perfectamente en el campo de la estilística—. Para Segre, la espiral representa gráficamente las relaciones entre escritor, personaje y primer autor, en la que va infartada otra espiral, la del significado trascendente para la teoría de la novela, entre realidad, verosimilitud, sueño e invención, que implica a su vez, otra espiral que es la de la novela que habla de sí misma, la novela ensayo; en el trasfondo de todo tenemos aún la crítica de una sociedad incapaz de aceptar al loco idealista. La espiral se fue levantando sobre sí misma a medida que Cervantes alargaba la novela con su estructura serial, y al afirmarlo Segre recuerda al padre de la idea, Sklovski [1920, 1971], uno de los formalistas rusos inspiradores del nuevo rumbo de la crítica literaria. Segre no se para en las relaciones entre autor - narrador - personaje, sino que estudia la relación entre las partes del libro, los mecanismos de interpolación de las novelas, la relación, en la mejor tradición estilística, con los movimientos estéticos de la época, integrados con algunos préstamos de la crítica sociológica de Maravall. Otros críticos italianos han seguido el camino emprendido por Segre en los análisis formales, impregnando sus plumas en el tintero de la narratología, y así por ejemplo, Ruta [1977, 1986, 1987] estudia las estrategias de composición; Bianchi [1980] estudia los modos de interpolación como modos de narración, en un contexto de un relato caracterizado por varios niveles diegéticos: historias interpoladas, historia de don Quijote, historia del manuscrito; Ruffinatto [1983] se centra en la verosimilitud y en las implicaciones que puede tener para el realismo del Quijote la presencia de detalles inútiles, verdaderos efectos de lo real y no de realidad. LA NARRATOLOGÍA Y LA SEMIÓTICA La narratología y la semiótica trajeron al cervantismo —como a la literatura en general— un clima de optimismo respecto a la posibilidad de existencia de una ciencia literaria, basada en un sistema de conceptos coherente y estable, capaz de explicar satisfactoriamente las características técnicas de cualquier narración. En un principio, el campo de acción, al menos en Europa, se redujo al texto —y en esta dependencia del objeto de estudio la semiótica pagaba su deuda con sus orígenes estructuralistas—, para luego ampliarse a la visión del texto como proceso de comunicación, con la pragmática y la teoría de la recepción. A decir verdad, pocos han sido los estudios inspirados por estas dos disciplinas (he aquí una pequeña muestra: Stegmann [1977], Fernández-Morera [1981], Gómez-Moriana [1988, 1996], Haverkate [1994]), mientras han cundido, sobre todo del otro lado del océano, los análisis postestructuralistas del Quijote, que han puesto en tela de juicio el optimismo científico del estructuralismo europeo y sus varias ramificaciones (Cruz y Johnson [1998]). Frente cervantistas 1 4/8/01 158 19:32 Página 158 José Manuel Martín Morán [18] a la preponderancia del texto en los análisis europeos, los americanos proponen la primacía del lector y de la lectura —ambos, como se ve, caen dentro de la actitud táctil—. Frente a la estructura rígida, hecha de simetrías, oposiciones, movimientos, centros y límites del sentido, las varias hermenéuticas postestructuralistas reivindican la diferencia, la apertura del significado, la destrucción de las jerarquías del sentido y de la idea misma de estructura; el texto es un proceso y como tal está siempre en movimiento, incluso fuera de las fronteras establecidas por las estructuras cognoscitivas de los diferentes periodos de la historia. La pretensión por tanto no será la de describir el proceso, ni las técnicas del mismo, ni los modos de la comunicación, como el estructuralismo europeo habría hecho, sino la de abrir la estructura y cancelar el centro con la frecuentación de los espacios marginales del texto. Y tal vez haya sido esta inmediata especialización de las dos posiciones la que hizo inviable el desarrollo de puntos de vista analíticos basados en la pragmática o en la estética de la recepción, pues si se acercaba a sus lindes un estudioso cis-atlántico no podía sustraerse al vértigo de la estructura, y al vértigo del movimiento y la desterritorialización sucumbía el estudioso trans-atlántico cuando se aproximaba al terreno del lector. A continuación, haremos un breve recorrido por las contribuciones más relevantes de los cervantistas que siguen las dos grandes sensibilidades táctiles de los últimos decenios, la narratológica y la postestructuralista. En muchos casos no será fácil separarlas, dada su profunda imbricación en los trabajos de algunos estudiosos, aun así no renunciaré a hacerlo en aras de una mayor claridad expositiva. Comenzaré el recorrido por la sensibilidad más cercana a nosotros, al menos geográficamente: la narratológica y semiótica. La finalidad última a la que parecen tender los análisis narratológicos del Quijote es la de discernir si se puede considerar la primera novela moderna y por qué. Parece indiscutible el carácter apriorístico de semejantes pretensiones, que es el que lleva a los críticos a comparar la obra con un modelo preestablecido, en este caso, además, un modelo tan vago como el de novela moderna. Para ello han adoptado las especificaciones de teóricos del calibre de Frye, Lukacs, Bajtin, Genette, Todorov, etc. y han medido el Quijote con ese metro. Casi todos los teóricos citados señalan como una de las características fundamentales de la novela moderna la distancia del narrador hacia la narración; en el Quijote se consigue mediante los múltiples filtros de los autores ficticios: primer y segundo autor, Cide Hamete, traductor; ésta fue la puerta de acceso de los estudios narratológicos a la obra de Cervantes. Un trabajo pionero, aunque fuera de la óptica narratológica, aún influenciado por el new criticism, fue el de Haley [1965], que veía en la distancia entre Ginés de Pasamonte y Maese Pedro una síntesis de la que existe entre Cervantes y Cide Hamete, y las relaciones de los dos primeros con el espectador como una reproducción a escala menor de la relación de Cervantes con su lector. Márquez Villanueva [1973] llega a conclusiones parecidas a las de Haley por vías diferentes: en su búsqueda de las fuentes de algunos aspectos técnicos del Quijote, ve el origen de la nueva relación, que él define como «psicológica», entre el lector y el autor, y entre el lector y la obra, en los libros de Fray Antonio de Guevara, el cual interpone entre el lector y él mismo un filtro ficticio, adopta una distancia irónica hacia lo narrado y se introduce a sí mismo en la obra. cervantistas 1 4/8/01 [19] 19:32 Página 159 Palacio quijotista. Actitudes sensoriales en la crítica… 159 Y sobre el problema de la distancia de la narración y su control por parte del narrador discurría El Saffar [1968] y sobre todo [1975]; la distancia y el control del autor sobre el relato y sobre el protagonista y el lector es la base de la conciencia cervantina de la narración, de su implicación y alejamiento alternativos como mecanismo de fruición lectora del nuevo modelo narrativo. La función del narrador (Mancing [1983]) es uno de los argumentos abordados más frecuentemente por los críticos: Flores [1982a] estudia la diferente función «editorial» de Cide Hamete en la primera y la segunda parte; López Navia [1988] aborda la función narrativa de Cide Hamete y analiza [1989] el filtro narrativo en la segunda parte; Martín Morán [1992a], siguiendo los planteamientos de Genette sobre las funciones del narrador, distingue diferentes estatutos de realidad para Cide Hamete en la primera y la segunda parte. En el análisis del filtro narrativo que representan los autores ficticios del Quijote la crítica ha visto una estrategia para introducir la distancia irónica hacia la narración, como ya he dicho, pero no hay acuerdo sobre el número de esos filtros: la mayor parte de los estudiosos mantiene que el número de filtros se reduce a cuatro: primer autor, segundo autor, Cide Hamete y traductor, (El Saffar [1968, 1975], Nepaulsing [1980], López Navia [1988], Martín Morán [1992a], etc.); para Fernández Mosquera [1986] y Parr [1988] a ese plantel habría que añadir el de la voz extra— y heterodiégetica que supervisa la narración entera y que recibe el nombre de supernarrador en el análisis de Parr. Paz Gago [1995] niega el papel de narradores a las cuatro entidades mencionadas, en cuanto no son más que la parodia de un recurso de los libros de caballerías, sin ninguna función narrativa y devuelve su peso en la narración a la voz externa y omnisciente. Avalle-Arce [1988, 1991], por su parte, prefiere reflexionar sobre la fiabilidad del narrador infidente —siguiendo en esto las propuestas de Allen [1976], que profundizaba en las relaciones entre lector y narrador— y Molho [1989], por la suya, reflexiona sobre la dimensión metaliteraria que los filtros narrativos introducen en el Quijote, cualidad que lo asigna definitivamente a la modernidad. Pertrechados de nuevos instrumentos de análisis, los críticos táctiles emprendieron el análisis de las formas de interpolación de novelas en el Quijote de 1605. Hasta entonces, la interpolación se había justificado por motivos temáticos: las novelas venían a cubrir un espacio temático que faltaba en la trama principal (Gaos [1959], Spitzer [1962], Ayala [1974]); desde presupuestos textuales más rigurosos se sigue manteniendo la misma justificación (Segre [1974a], Percas de Ponseti [1975], Neuschäffer [1989]). También se habían justificado las interpolaciones por la simetría textual (Immerwahr [1958]), que ahora se convierte en obediencia a un plan narrativo preconcebido (El Saffar [1975], Bianchi [1980], Ascunce Arrieta [1981], Zimic [1998]); y cuando se llega a señalar la paradoja de que las novelas interpoladas constituyen un reducto de romance y sus técnicas narrativas en un libro que lo combate (Spitzer [1962], Fox [1979], Benet [1980], Williamson [1982]), se sigue sin poner en tela de juicio la unidad de la obra. Y es que se ha convertido en una especie de dogma crítico que raramente se discute, precisamente porque se interpretan los instrumentos de descripción de la supuesta ciencia literaria no como lo que son, sino como elementos de un modelo, con lo que hemos desplazado el interés de la descripción a la prescripción. cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 160 160 José Manuel Martín Morán [20] Para que la rigidez del esquema estructural se abriera a la evaluación de las características del texto, a partir de instrumentos de análisis más afinados, fue necesario que la semiótica se encontrara con la hermenéutica en los trabajos de Martínez Bonati [1977a, 1977b, 1978, en 1992]. Uno de los mayores obstáculos para considerar el Quijote como la primera novela moderna es la coexistencia de diferentes mundos posibles, provenientes de diferentes géneros literarios; es este el argumento tratado por Martínez Bonati [1977b, en 1992], que niega el realismo del Quijote y concluye su estudio afirmando que hay más gérmenes de la novela moderna en las Novelas ejemplares que en el Quijote. En otro trabajo, Martínez Bonati [1977a, en 1992] discute la unidad del Quijote y argumenta que le da mayor cohesión la dimensión paradigmática de las aventuras, que las pone en relación con un modelo repetido, que la sintagmática, que las hace derivar unas de otras. Martín Morán [1999], utilizando instrumentos de la lingüística del texto, estudia las formas de coherencia textual del Quijote que considera alternativas a las de la novela moderna. Y por lo que respecta a la evolución de los personajes, que desde Madariaga [1926] se aceptaba como un proceso de recíproca y paulatina convergencia de amo y escudero, Martínez Bonati [1978, en 1992] la pone en tela de juicio, a causa de las incongruencias y las discontinuidades de dicho proceso. Sobre el argumento, en lo referente a Sancho Panza, se había pronunciado Sletjöe [1961], que veía, utilizando un método vagamente basado en la psicología, dos Sanchos diferentes, sin evolución posible entre la primera y la segunda parte. Vuelve sobre el tema de la quijotización de Sancho Panza Urbina [1991] en un trabajo que reseñaré brevemente al hablar de la línea carnavalesca de interpretación del Quijote. Y en elementos externos a don Quijote se basa Martín Morán [1992b] para explicar los saltos bruscos de su personalidad, como disimilación provocada por la necesidad de adaptar su actuación a una situación determinada. POSTESTRUCTURALISTAS En los años 80, siguiendo la corriente de difusión de las teorías de Derrida en los Estados Unidos, con el apoyo a veces del psicoanálisis de Lacan y Jung, de Bajtin y el marxismo, surgen los análisis postestructuralistas de la gran novela cervantina. Surgen también como reacción, ya lo he dicho, contra la concepción de la literatura como un fenómeno exclusivamente textual, en el que la obra es el único objeto posible de estudio, y contra la pretensión de constituir una ciencia literaria. La idea central de los estudios postestructuralistas —y no es fácil encontrar un núcleo en la variada galaxia de tendencias— es justamente que no hay un centro, que no se puede ordenar la complejidad del fenómeno literario en una estructura rígida de elementos que se atraen y se repelen. Hay un aspecto de la literatura completamente desatendido hasta entonces, desde el punto de vista de los postestructuralistas, y es el de su interacción con el destinatario. La obra se hace sustancialmente en el momento de la lectura; cuando cojo en mis manos un libro y lo leo no puedo evitar a mi vez ser leído por él; el texto moviliza en mí mi cultura y mi personalidad, como depósitos de los que me sirvo para extraer los códigos sociales y culturales de mi tiempo, el canon literario de mi momento histórico, etc. que me han cervantistas 1 4/8/01 [21] 19:32 Página 161 Palacio quijotista. Actitudes sensoriales en la crítica… 161 de servir para integrar convenientemente en mi enciclopedia personal el libro en cuestión. La labor del crítico, por tanto, consiste en desconstruir la supuesta estructura uniforme del texto, así como la del canon y los códigos del momento de la recepción, para que puedan tener cabida en el proceso de constitución del texto las estrategias de análisis y síntesis propias de la lectura individual; pero, desde el momento en que no existe una lectura mejor que otra, una jerarquía de las lecturas posibles de la obra, de igual modo que no existe una jerarquía de sus niveles de significación, todos los asedios críticos al texto gozan del mismo predicamento. Diré inmediatamente que, a mi modo de ver, esta manera de entender la crítica se funda sobre una falacia —la identificación de la función del crítico con la propuesta de un ejemplo de lectura y no de un modelo—, porque deja de lado el poder institucional de que el propio crítico dispone. Ya no se busca el significado trascendente en el texto, sino para el lector, un lector cualquiera, como si cualquiera pudiera publicar lo que piensa sobre el Quijote, y no hiciera falta apropiarse de una terminología, unos instrumentos, un canon, unas formas y, last but no least, un poder para acceder a los canales de difusión. No todos los lectores son iguales; el simple hecho de que muchos de nosotros enunciemos estas ideas desde una cátedra universitaria lo demuestra. Y cuando digo lectores digo lecturas e interpretaciones; no tengo dificultades en conceder que no hay un grado de legitimidad mayor o menor en la comprensión de un texto, pero desde el momento en que tratamos de un texto clásico, integrado por lo tanto en la corriente institucional llamada «historia de la literatura» que ordena cronológicamente los textos en los que una cultura se reconoce diacrónica y sincrónicamente, necesitamos, o mejor, podemos proponer en primer lugar una descripción de los mecanismos estéticos del texto en cuestión, y luego, si se considera oportuno, una lectura que entre en diálogo precisamente con esa imagen de la cultura y de la identidad cultural, hasta darle la vuelta como un guante. Pero no es este el momento y tal vez tampoco soy yo el sujeto más adecuado para emprender tamaña aventura como la desconstrucción del desconstruccionismo; el interesado puede leer la crítica de Close [1998b] y la respuesta y los trabajos postestructuralistas contenidos en Cruz y Johnson [1998]. Me contendré por consiguiente en los límites de mi papel institucional de relector de lectores y volveré a mi cometido de reseñar los estudios más importantes de la crítica. Uno de los argumentos principales de los estudios postestructurales es el de la subversión del poder de la palabra monológica a través de la literatura. De la subversión de la autoridad narrativa en el Quijote, por medio de la desautorización de los narradores entre sí, trata Parr [1981, 1988, 1990, 1993]; esa subversion es crucial para el género de la obra, puesto que genera ciertas inconsecuencias de punto de vista, en la representación del mundo, que son incompatibles con lo que llamamos novela moderna; Parr propone entonces que cataloguemos el Quijote como sátira menipea, recogiendo una categoría propuesta por Bajtin [1975] ya defendida por Socrate [1974]. Otra idea de Bajtin, amalgamada con ideas de Derrida, sustenta el análisis de la intertextualidad y el dialogismo del Quijote de Zavala [1989], en el que concluye que por medio de la heteroglosia Cervantes da cabida en el Quijote a las voces marginales de la sociedad, como forma de subversión del discurso monológico del cervantistas 1 4/8/01 162 19:32 Página 162 José Manuel Martín Morán [22] poder. A esa misma conclusión llega El Saffar [1989] por caminos distintos; basándose en Lacan y Jung y sus teorías acerca de la identidad, evalúa las pulsiones de los individuos hacia la marginalidad como un deseo de reintegración en la Gran Madre, en alternativa a la exigencia de orden, rigor y unidad que les plantea la sociedad. Hutchinson [1992] estudia las consecuencias de esa liberación del centro opresor, de la estructura y el sistema, en los personajes cervantinos, movilizados por el deseo, en contra de la vida sedentaria; propone Hutchinson un método crítico que imite a los personajes de Cervantes y rehúya las estructuras fijas para concentrarse en los aspectos de la literatura que implican la movilización del sentido, la fluencia, la heterogeneidad, la multiplicidad, y busca en los términos clave el movimiento histórico de los significados a partir de la etimología; analiza los espacios de las obras de Cervantes, sobre la base de los cronotopos de Bajtin, según hayan sido experimentados por los personajes. La insistencia en la legitimidad de cualquier lectura lleva a veces a los practicantes del desconstruccionismo a una especie de nuevo simbolismo, muy cercano en algunos aspectos al esoterismo del XIX. Es el caso de Gerli [1995] quien, a vueltas con el proceso de escritura y reescritura de algunos episodios del Quijote y otras obras de Cervantes, se para a observar a través de las fisuras del texto sus significados escondidos, metafóricos o simbólicos, y ve —lo incluyo, se habrá intuido, entre los visuales— fenómenos bastante curiosos, como la conversión de Zoraida en una Virgen María que reescribe la leyenda de la Cava. Por esos mismos derroteros simbólicos se encaminan Sullivan [1996] y Dudley [1997] en sus análisis del Quijote sobre el fondo de las historias caballerescas medievales francesas; Dudley concretamente compara a Pasamonte y Cardenio nada menos que con Hermes, en cuanto mensajeros de nuevos contenidos narrativos, arguye que Cervantes da una solución todavía más radical que Descartes al problema del conocimiento, de la verdad y la ficción, admitiendo lo irracional y lo intuitivo como forma del conocimiento, y concluye diciendo que de tal modo crea un género en el que lo femenino halla su tierra de cultivo. Esta última idea de Dudley nos lleva de vuelta a las teorías junguianas de El Saffar [1989], que habían recibido una formulación más amplia en El Saffar [1984], donde analiza la evolución del tratamiento reservado a las mujeres desde el punto de vista funcional por Cervantes en el conjunto de su obra. Para ello se sirve de la estructura cuadrangular del deseo —corrigiendo el triángulo de Girard [1961]—, en que el sujeto deseante aspira al objeto deseado por medio de una doble proyección en modelos más o menos abstractos de los dos polos del deseo; de la inhibición de uno de los cuatro puntos, la imagen real de la mujer, surgen conflictos entre los personajes masculinos, el sujeto deseante, y los femeninos, el objeto deseado, de los que a su vez nacen las situaciones narrativas. Hacia el final del trayecto narrativo de Cervantes la aparición del cuarto elemento hace posible la armonía entre los sexos. Tampoco El Saffar [1984] se halla libre de la propensión al simbolismo, como demuestra en más de una ocasión en su libro, del que recuerdo aquí únicamente el ejemplo de Rocinante como símbolo del subconsciente de don Quijote. cervantistas 1 4/8/01 [23] 19:32 Página 163 Palacio quijotista. Actitudes sensoriales en la crítica… 163 PSICOANÁLISIS Y con el psicoanálisis hemos dado, amigo cervantista. En él, como usted sabe, Cervantes es de casa, dada la predilección de su fundador por nuestro autor, como pusieron de relieve Grinberg y Rodríguez [1988] y Riley [1991]. Un precedente de la crítica psicoanalítica, que combina la actitud auditiva con la visual —por un lado ausculta las resonancias del texto y por el otro termina por aplicarle una imagen definida a partir de un sistema de conceptos—, lo podríamos encontrar en los estudios del Quijote que se inspiran en la caracterología de la época —y aquí estaríamos en plena actitud auditiva—, sobre todo en las teorías de Huarte de San Juan, que es lo que hacen Weinrich [1956] y luego Palacín Iglesias [1965], siguiendo los pasos de Salillas [1905] e Iriarte [1938]. La crítica psicoanalítica del Quijote se desarrolla en Estados Unidos a partir de mediados de los 80, y lo atestigua El Saffar y Wilson [1993], pero había sido inaugurada en Europa por Girard [1961], con la aplicación al personaje de don Quijote de su teoría del deseo mimético. Para Girard, el ser humano desea de modo mediato, a través de un modelo que le sugiere el objeto del deseo; a don Quijote le enseña a desear Amadís, y eso es lo que desencadena la violencia, pues el hecho de saber que existe otro que desea lo mismo que yo engendra la envidia, los celos, la violencia. En las teorías de Girard se fundan Bandera [1974] y Pini Moro [1990], para sus análisis del Quijote, y Combet [1980] para el de la obra entera. Bandera recoge también otra propuesta de Girard acerca de la relación entre la novela y el deseo metafísico del autor traspuesto en el protagonista, para explicar la dinámica de la distancia como un resorte liberatorio que pone fin al relato: el autor necesita mantener cierta distancia de su obra para que ésta se pueda ir objetivando; la ironía es una de sus manifestaciones; cuando Cervantes se apercibe de que esa distancia se va reduciendo, la novela se encamina hacia su fin. Combet [1980], por su parte, retorna a la idea del deseo triangular y postula que el mismo se manifiesta a través del masoquismo; el caso de don Quijote es revelador: su modo de amar a Dulcinea consiste en lanzarse al mundo a sufrir penalidades para poder merecerla; es una forma de ascesis a través del sufrimiento. Pero para poder cumplir con su cometido don Quijote ha de aparecer como un hombre desvirilizado, en perenne huida de las mujeres viriles como Maritornes y de la propia Dulcinea cuando evita que Sancho termine la tanda de azotes que había de desencantarla a ella y permitirle a él reunirse finalmente con su amada. La lectura del Quijote de Combet se integra, como ya he dicho, en un análisis más amplio de la obra entera de Cervantes, en que investiga lo que él llama el psicosistema de la obra cervantina a través de la psicoestructura de los personajes. Llega a la conclusión de que el elemento central del psicosistema es el amor, por lo que para llegar a comprender a fondo su centralidad ha de renunciar a su empeño inicial de no analizar la psicoestructura del autor, cosa que puntualmente lleva a cabo en el último capítulo, en el que coincide en sus conclusiones con Zmanthar [1980]: Cervantes proyecta sobre sus personajes sus fantasmas homosexuales, su masoquismo y una actitud de sumisión hacia la mujer viril. Johnson [1983] sugiere otra explicación posible para la huida ante las mujeres por parte de don Quijote, que él ve como el motor mismo de sus acciones, y es que en su tran- cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 164 164 José Manuel Martín Morán [24] quila casa manchega le debieron de asaltar irrefrenables deseos sexuales en la edad crítica de la andropausia; muy probablemente el objeto de esos deseos era su sobrina. Como se puede apreciar, parece difícil para los críticos que utilizan el psicoanálisis evitar la asimilación del personaje al autor. Y eso era precisamente lo que ni siquiera intentaba soslayar Arias de la Canal [1970, 1975], cuando, siguendo las teorías de Bergler, un discípulo de Freud, afirmaba que don Quijote es la representación de la mente de Cervantes, el cual tendía a la subversión de la autoridad como una forma de masoquismo, o agresión a su egoideal por parte del ego que debe defenderse a su vez de la agresión del daimonion del super-ego. La asimilación entre Cervantes y don Quijote la propone también y la justifica largamente Robert [1972], para quien es evidente que el Quijote es la «novela familiar» de un Cervantes descendiente de conversos, una especie de niño adoptado que no se reconoce en la familia cristiano vieja de la sociedad española, y por lo tanto imagina una madre ideal, que es el sueño del que hace portador a don Quijote. Como se ve los puntos de contacto con la visión junguiana de la novela de El Saffar [1984, 1989] son más que notables. Sería muy fácil criticar a la crítica psicoanalítica porque utiliza conceptos anacrónicos para el Quijote, pero es un planteamiento que privaría de base a cualquier interpretación contemporánea de cualquier texto. En cambio me parece más pertinente la objeción que se le ha hecho por asimilar, en algunos casos y con bastantes precauciones, el protagonista loco a Cervantes. A eso se podría añadir que so capa de análisis auditivo realiza una proyección visual de fantasías más o menos motivadas en un sistema de conceptos apriorístico. El resultado, a veces, es una visión del texto como entidad cerrada, repleta de sentido, a la espera del crítico que posea la llave para abrirlo a la luz de la comprensión general. Como se ve, la distancia con las lecturas esotéricas no es mucha. INTERPRETACIÓN CÓMICA En este trayecto sensorial de las interpretaciones del Quijote, que no necesariamente respeta el orden cronológico, hemos constatado un deslizamiento de la sensibilidad crítica desde una actitud sensorial a otra; comenzamos con una manifestación de la sensibilidad auditiva como el análisis de la teoría de la literatura de Cervantes y hemos visto que esa actitud iba derivando, en el transcurso de los años, hacia la sensibilidad visual del psicologismo, pasando por la táctil de la crítica estructural y la estilística —a decir verdad ya la tendencia auditiva de los estudios de la poética del periodo mostraban cierta inclinación por la crítica táctil—, que se transformaba sin tardanza en narratología y postestructuralismo, para terminar desviándose, como decía antes, hacia la sensibilidad visual de la crítica psicoanalítica. Hubo otra línea de crítica táctil que mantuvo la coherencia de su actitud para con el texto en el transcurso de los años, y fue la que inaguraron Auerbach y Parker a finales de los 40, por lo que me consentirán ustedes que dé un salto atrás en el tiempo para volver a contemplarla en su nacimiento. cervantistas 1 4/8/01 [25] 19:32 Página 165 Palacio quijotista. Actitudes sensoriales en la crítica… 165 La interpretación del Quijote como libro de burlas nace como reacción contra las incrustaciones interpretativas de signo idealista con que llega hasta nuestros días. De algún modo es una anticrítica, una interpretación que postula la anulación de las interpretaciones, y es precisamente su carácter reaccionario —en el mejor sentido de la palabra, mal que le pese a Osterc— el que ha levantado sarpullidos en el medio, tal vez porque trae a las mentes ideologías basadas en el rechazo de la historia y la intelectualidad. El blanco de los dardos de Auerbach, Parker, Russell, Close, etc. es la crítica romántica que sigue impregnando, a su modo de ver, la interpretación del Quijote. Comenzó Auerbach [1946] con su reacción contra la palabrería que embute significados donde Cervantes no quiso; el origen está en el romanticismo, según él, que vio en un loco al caballero del ideal; don Quijote no es más que eso, un loco, cuyas acciones no sirven para cambiar el mundo, protagonista de un libro sin más intención que la de divertir al lector. De ahí se sigue que no tengan cabida en la obra de Cervantes interpretaciones filosóficas, sociológicas o históricas. El Quijote no critica nada, como no sea la literatura del periodo, y sobre todo, si crítica hay, no surge de las acciones de don Quijote. Goza, en cambio, la obra, sigue diciendo Auerbach [1946], de una posición de privilegio en la historia del realismo, por el panorama social que presenta y sobre todo porque cuenta la historia de un individuo en lucha con la sociedad que no acepta sus aspiraciones. Aquí no es difícil ver un eco de las ideas de Lukacs [1920] respecto al mundo demoniaco como base necesaria para el nacimiento de la novela: cuando Dios desapareció del mundo, el hombre percibió la distancia entre sus ilusiones y la realidad; en el choque con el mundo el carácter de los personajes se va formando y perfeccionando; el relato de ese proceso constituye la novela. Esta última idea, que volveremos a encontrar en la línea dialógica bajtiniana de análisis del Quijote, desaparece en la interpretación cómica dura, aunque reaparece en Close [1990]. En efecto, Parker [1948], Russell [1969, 1985] y Close [1978] parecen más atraídos por la historia de la recepción del libro que por su análisis, lo cual no deja de aumentar el tono polémico de sus intervenciones. Poco después de Auerbach, Parker [1948] solicitaba una mayor atención al texto, en contra de la interpretación romántica que rellena de idealismo la trama. Durante siglo y medio, añade Russell [1969] cuando vuelve sobre los argumentos de Parker, los lectores de toda Europa vieron en el Quijote un libro divertido —y en su artículo pasa revista a un amplio panorama de escritores y críticos del periodo mencionado—, tal y como quería Cervantes (Eisenberg [1984]); solamente con el romanticismo empezó a considerársele seriamente, como un alegato en pro de determinados valores trascendentes, en que cada generación de críticos incluía los que creía oportunos. Close [1978] caracteriza la recepción romántica del Quijote según tres puntos básicos: a) idealización del héroe y negativa de la propuesta de lectura satírica de la novela; b) la novela es simbólica y expresa ideas sobre el espíritu humano o sobre la historia de España; c) la interpretación de ese simbolismo refleja la ideología, sensibilidad y estética de la era moderna. Acto seguido rastrea su presencia en la crítica posterior al romanticismo, Menéndez Pelayo, Ortega, Unamuno, Ayala, hasta llegar al momento actual, con El Saffar, Forcione, Rosenblat, etc. Close es partidario de leer el Quijote desde la historia intelec- cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 166 166 José Manuel Martín Morán [26] tual o literaria, para liberarlo de las incrustaciones críticas del tiempo; sus dos amplias visiones de conjunto del cervantismo más recientes [1995, 1998a] abandonan el rígido esquema bipolar, interpretación romántica e interpretación cómica, que fundamenta su libro de 1978 y dan cabida a otras tendencias. En dos de sus últimos trabajos [1993, 2000], Close relee el Quijote a la luz de su relación con los géneros cómicos de su tiempo, demostrando así una marcada sensibilidad auditiva. EL CARNAVAL DE BAJTIN Así pues, la interpretación del Quijote como obra cómica se presenta más como un ejercicio de metacrítica, de historia de la recepción, que como una verdadera lectura del Quijote; sus promotores probablemente responderían a esto diciendo que lo único que se puede hacer desde la crítica es criticar a la crítica, porque el único modo de hacer una lectura cómica del Quijote es, justamente, riéndose (Díaz Migoyo [1999]). A desmentirlos acudirían los múltiples estudios sobre la risa, lo grotesco, la parodia, o incluso la ironía en el Quijote, que como derivación de la interpretación cómica, ayudados por las nuevas perspectivas ofrecidas por la línea carnavalesca bajtiniana, han proliferado en los últimos tiempos. Pero será necesario evitar equívocos, enojosos tal vez, para unos y otros, y dejar claro que media alguna distancia entre la interpretación dura del Quijote como obra de burlas y los trabajos que se basan en las teorías de Bajtin, que suelen considerar el contenido de crítica social, subversión del poder e inversión de valores, que conlleva el uso de la parodia. Por otro lado, no debemos olvidar que había sido el propio Bajtin [1965] quien había aplicado al Quijote algunas de sus ideas sobre la cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento, concretamente veía en él la pervivencia de la línea grotesca, carnavalesca, que subvierte los discursos oficiales con la preponderancia de la materialidad de la existencia, los ciclos naturales, la fisiología del cuerpo; pero en Cervantes, añadía Bajtin, la cultura popular aparece ya contaminada por la cultura oficial, aun cuando el relato se organice en torno a la dialéctica entre la pareja carnavalesca don Carnal / doña Cuaresma, y aun cuando se pueda reconocer en el carnaval el fundamento mismo del realismo cervantino. (Es este el momento de recordar que la oposición entre literatura culta y literatura popular como columna vertebral del Quijote ya estaba en Amado Alonso [1948b] y que ya la había señalado someramente Sklovski [1925]). Los seguidores de Bajtin han concedido mayor importancia al fondo de la idea que a su matización, y se han servido de sus teorías sobre el carnaval para desvelar las claves estructurales y temáticas de la novela; lo hicieron los precursores Socrate [1974] y Ledda [1974], y luego Durán [1980], Gorfkle [1993] e Iffland [1995a, 1995b, 1999], que sigue a Bajtin para sopesar las técnicas cervantinas en contraste con las de Avellaneda; o bien han iluminado la relación del Quijote con la cultura popular de referencia, en el contraste con la cultura oficial, como Redondo [1998], que en sucesivos trabajos publicados en los últimos veinte años insufla nuevo vigor en la línea historicista maravalliana con el oxígeno bajtiniano. En la otra orilla, la de la cultura libresca, Urbina [1991] estudia la reelaboración carnavalesca, paródica, del escudero de los libros de caballerías en la cervantistas 1 4/8/01 [27] 19:32 Página 167 Palacio quijotista. Actitudes sensoriales en la crítica… 167 figura de Sancho, y su peso en un relato que define «sanchificado». La centralidad del escudero como clave de todo el relato ya la había puesto de manifiesto Molho [1976], uno de los primeros acólitos de Bajtin, el cual veía en la doblez de un Sancho que a veces lleva el apellido Panza, y una vez el apelativo Zancas, su reversibilidad tonto / listo, que explica algunas aparentes contradicciones del comportamiento, señaladas entre otros por Dámaso Alonso [1950]. En esa doble caracterización del rústico, que es por otro lado la de los bobos folklóricos —y eso negaría el origen culto del personaje—, en esa reversibilidad se encuentra ya subsumido don Quijote, por lo que se puede decir que en el mecanismo caracterial de Sancho Panza encontramos la almendra de la pareja carnavalesca cuyo diálogo da vida al relato. Del origen culto del personaje de Sancho habían hablado Hendrix [1925] y luego Márquez Villanueva [1973] adscribiéndolo al teatro, que era, por otro lado, la tesis defendida por Savj López [1913]. El punto de la situación hasta entonces se encuentra en Flores [1982b]. Y aquí, aprovechando la referencia al teatro, abriré un pequeño paréntesis para hablar de otra derivación de la interpretación del Quijote como libro de burlas, que tiene que ver directamente con el teatro. DON QUIJOTE JUEGA El carácter cómico del Quijote queda patente en la autoconciencia del personaje, el cual, según Van Doren [1958], representa un papel: Alonso Quijano decidió convertirse en caballero andante para huir del tedio de su vida cotidiana; su nueva vida se basa en la imitación y esta nace de la conciencia del modelo, que implica conciencia de la operación que está llevando a cabo y voluntad lúdica. Don Quijote es el personaje y Alonso Quijano el actor. Del aspecto lúdico de la obra ya había hablado Auerbach [1946] y lo vuelven a hacer Serrano Plaja [1967] y Rosales [1960] quien, en su caracterización de don Quijote como adolescente, halla en el teatro para sí mismo, en la imitación de un modelo, una de las propiedades adolescentes del caballero. Torrente Ballester [1975] pone en relación, como Rosales, el teatro, el juego y la infancia, porque al igual que los niños, el espectador y el actor han de creer que la ficción es realidad; y eso es lo que hace don Quijote, cuando conscientemente representa su papel. Reconoce Torrente su deuda con Van Doren y va más allá cuando afirma que también Cervantes juega al componer su novela, pues va escamoteándole al lector algunas claves necesarias para entenderla. EL DIALOGISMO DE BAJTIN Hay una línea más del cervantismo que prolonga algunas observaciones de Bajtin acerca del Quijote; aunque tal vez sería más apropiado hablar de una cierta presencia transversal en la crítica de las reflexiones sobre el dialogismo del teórico ruso, que fundamentan la línea crítica a la que me refería. Bajtin, como es sabido, veía en la novela un género en directa relación con la sociedad; de la sensibilidad del género hacia las instancias sociales le deriva una estructura temática y formal peculiares: las diferentes voces de la sociedad, que nacen de otras tantas visiones del mundo, son representadas en igualdad de cervantistas 1 4/8/01 168 19:32 Página 168 José Manuel Martín Morán [28] condiciones jerárquicas en la novela, sin que el diálogo entre ellas se resuelva en la preponderancia de una sobre las otras. El dialogismo de la novela se percibe incluso en los más pequeños detalles, como la palabra híbrida, que conjuga dos visiones del mundo, o como la parodia, que conjuga también dos intenciones autoriales en una sola expresión, o en el diálogo entre los textos, que supone la asunción de las posiciones estéticas y epistemológicas del uno en el otro, etc. Todo ello se encuentra ya en el Quijote y así lo señala el propio Bajtin [1975]. Los cervantistas han llevado más allá el razonamiento y han defendido la preeminencia del Quijote en el campo de la novela moderna, lo que, como acabo de decir, nunca dijo Bajtin. Han seguido esta línea de investigación Rivers [1983, 1987], Gracia Calvo [1985], Lázaro Carreter [1985], Cros [1988], Weich [1989], Zavala [1989], Rossi [1992], y se encuentran referencias al dialogismo en gran cantidad de trabajos recientes, por lo que desisto de citarlos aquí. Las teorías de Bajtin cumplen una función de cremallera entre dos interpretaciones del Quijote que se habían distanciado considerablemente: la lectura sociológica o historicista, con su actitud auditiva, y la formal derivada del estructuralismo, de sensibilidad marcadamente táctil. A partir del estudio del reflejo en la estructura del texto del diálogo social, se puede dar mayor sustento a algunas intuiciones de la crítica sociológica; y viceversa, se puede ofrecer una vía de escape al laberinto formalista en su vértigo nominalista. En cierto sentido, también confluyen en esta línea algunas preocupaciones de los estudiosos de la preceptística en el Quijote, desde el momento en que la conjugación de las dos líneas de la novela, la sofista y la de formación, que según Bajtin se integran por primera vez en el Quijote, podrían identificarse con las dos grandes corrientes de la novela tan caras a la crítica anglosajona, el romance y la novela realista. Y aquí hemos de hacer un alto en el camino para señalar nuevamente un deslizamiento de una sensibilidad textual a otra; acabo de proponer a Bajtin y el dialogismo como cremalleras entre la sensibilidad táctil de los estudios formales y la auditiva del historicismo; a este punto hemos llegado habiendo comenzado por exponer los modos de la actitud táctil de la interpretación cómica, que en realidad nacía con una marcada inclinación hacia la actitud auditiva del historicismo, en su purismo filológico de reconstrucción de las circunstancias de la interpretación y la intención originales del texto; así que no nos causará sorpresa que algunos críticos duros hayan utilizado el nuevo historicismo de Bajtin: sus teorías acerca del carnaval les permiten reconstruir, auditivamente, el ambiente cultural del que procede la risa del Quijote. Pero ahora ha llegado el momento, después de tantas alusiones, de ver la evolución del historicismo post-Maravall. EL QUIJOTE COMO DOCUMENTO. EL NUEVO HISTORICISMO El presupuesto en que se basan las investigaciones de corte historicista sobre el Quijote es que en la novela de Cervantes se puede vislumbrar el estado de la sociedad del momento. Hay incluso quien va más allá y capta en los contenidos de la novela un mensaje más o menos encubierto contra algunos vicios sociales, y otros, los más inspirados, ven en el texto de Cervantes una cervantistas 1 4/8/01 [29] 19:32 Página 169 Palacio quijotista. Actitudes sensoriales en la crítica… 169 suerte de profecía de la sociedad venidera. Así que, a escala reducida, tenemos un panorama bastante completo de los modos de sentir el texto: los primeros proceden según el sentido del oído, auscultando el texto en busca de un panorama social; los segundos, que son los que perciben en la obra una finalidad de denuncia social, tocan con la mano la estructura derivante del objetivo que la informa; y los terceros visualizan la utopía de un futuro mejor entre las mallas del Quijote. Los primeros hacen una lectura más o menos literal, los segundos despliegan las alas de la alegoría sobre las palabras inertes y los terceros dotan a esas palabras de capacidad profética. Al primer grupo, al de los auscultadores, pertenece sin duda el estudio de Arco y Garay [1951], que considera al Quijote como un fresco de la sociedad española del momento, en el que todas las categorías sociales se hallan representadas, desde los soldados, a la aristocracia, a los letrados, etc. Su atención a la crítica social es mínima, al contrario de lo que sucede con el libro de Márquez Villanueva [1975] acerca de los personajes del Quijote, en el que por su conducto capta las resonancias ideológicas, religiosas, literarias y políticas del momento, en la línea del primer Castro; el perfil ideológico de Cervantes resultante de esta indagación es el de un humanista cristiano que no puede aceptar la posición oficial respecto a la expulsión de los moriscos, que trata con ironía al Caballero del Verde Gabán en cuanto símbolo de los valores erasmistas de la prudencia y el gustoso anonimato, en una palabra, de los valores burgueses. Mayor hincapié en la crítica social hace Salazar Rincón [1986], para quien Cervantes tuvo ante todo la intención de denunciar una serie de lacras sociales a través del enfrentamiento entre los protagonistas del libro y una sociedad que no los comprende; ellos son los representantes de la virtud y la justicia; con su derrota Cervantes pone el dedo en la llaga de una sociedad incapaz de asimilar su mensaje reformador. Salazar, como se ve, se coloca en el cauce del primer Maravall; parece preferir, en cambio, el segundo Maravall Creel [1988], a juzgar por la reiteración de la tesis de la contrautopía, es decir, la denuncia de Cervantes de la tendencia al escapismo hacia ciertos valores reformadores inviables en su momento histórico; Creel encuentra un símbolo del mensaje del Quijote en la bacía, que en cuanto yelmo representa los antiguos valores heroicos, el humanismo de las armas del primer Maravall, y que en cuanto «vacía» indica la inadecuación de dichos valores al momento actual. Discute las dos tesis maravallianas Pelorson [1986], mientras, por su parte, mantiene la dimensión utópica del texto Scaramuzza Vidoni [1989]. Las lacras que Cervantes denuncia son, en opinión de Aguirre [1976], «el ausentismo y los zánganos». Para esta autora, que utiliza el método del materialismo histórico para su lectura del Quijote, y que podríamos incluir en el grupo de los visuales, o incluso entre los visionarios, pues ve en el Quijote un anuncio del futuro, para Aguirre [1979], digo, Cervantes se identifica con don Quijote, y lamenta la pérdida de los grandes valores y el triunfo de la «clerigalla» en España; en su novela el alcalaíno responde al espíritu burgués italiano con la crítica erasmista, y rechaza el sueño imperial, con su ataque a los libros de caballerías. También Osterc [1963], que sigue el materialismo histórico, identifica a Cervantes con don Quijote y asegura que uno de sus objetivos eran los inquisidores (Osterc [1972]); pero la verdadera finalidad del caballero es la procla- cervantistas 1 4/8/01 170 19:32 Página 170 José Manuel Martín Morán [30] mación del comunismo primitivo. La declaración cervantina de que su libro va contra los libros de caballerías es solamente una pantalla, así como la parodia y la ironía, para evitar las represalias del poder. Antes de Osterc [1963], dentro de la línea visual-profética, ya había intuido Montserrat [1956] que don Quijote era el precursor del proletariado y su misión histórica. Completa el argumento Garaudy [1989], para quien los encantadores representan la alienación naciente del mundo capitalista; Garaudy, siguiendo al Castro casticista, ve los elementos semíticos del Quijote: la voluntad como fundamento del ser, la comprensión del amor como el amor udrí musulmán, etc., para concluir que don Quijote es el último en haber comprendido la grandeza de la cultura sincrética de las tres religiones; tal vez por eso se comporta como un profeta de la línea abrámica, idea que había sido propuesta por Aubier [1966], en la línea visual y visionaria, con su lectura cabalística del Quijote, y apoyada indirectamente por Rodríguez [1978, 1981] que identifica los elementos judaicos del pensamiento de Cervantes, antes de asignarle como patria un pueblecito de Sanabria. Pero convendrá mantener las distancias entre la interpretación esotérica de Aubier y otros, y la línea historicista de interpretación del Quijote, cuyos presupuestos y resultados científicos van avalados normalmente por la erudición histórica y por la aplicación de un método riguroso. FOLKLORE Por seguir la coherencia de las ideas de un autor, he abandonado el decurso lógico del razonamiento que me encaminaba a hablar del otro gran campo de la cultura representado en el Quijote, tan bien captado por Bajtin: la cultura folklórica. Al estudio de sus implicaciones para la obra y su confrontación con la cultura escrita se ha dedicado, en particular modo, el cervantismo francés, con los trabajos de los ya citados Molho [1976] y Redondo [1998] a la cabeza. El acervo cuentístico tradicional ha sido el casillero en que fueron encontrando puesto algunas narraciones breves integradas en el Quijote gracias a los trabajos de Nelson [1978], Chevalier [1974, 1980, 1981], Penton [1981]. Ricard [1962] y Chevalier [1992] confrontan la proveniencia de ambas culturas, la escrita y la oral, de los materiales narrativos que introduce el personaje de Sancho. La paremiología y su papel en la trama del Quijote fueron tratados por Joly [1991, 1996]. Esta es una de las posibles aproximaciones al estudio del folklore en el Quijote y es la que corresponde, a grandes rasgos, a la búsqueda de las fuentes en la cultura escrita (Marasso [1947], Márquez Villanueva [1973, 1975]). Hay otra posible aproximación que busca las huellas del folklore en la estructura y en las técnicas narrativas de la novela; es, en cierto modo, el planteamiento de Molho [1976] y Redondo [1998], y es sin duda el que fundamenta el estudio de las huellas de las técnicas narrativas orales en el Quijote de Moner [1988a, 1989a], para quien Cervantes se presenta ante el lector con la misma actitud que puede adoptar un narrador oral ante un espectador; fruto de su concepción oral del relato sería la despreocupación por la coherencia interna del mismo, como en la estela de Moner propone, arrimando el ascua de la oralidad a la sardina de los descuidos, Martín Morán [1990]. El análisis de Moner puso de relieve un hecho cuando menos curioso: la primera novela moderna, el único género nacido después de cervantistas 1 4/8/01 [31] 19:32 Página 171 Palacio quijotista. Actitudes sensoriales en la crítica… 171 la invención de la imprenta, conserva en las entretelas de su texto muchos genes orales. LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Desde mediados de los 80, con el nuevo interés por los medios de difusión cultural debido sobre todo, pero no solo, a los trabajos de Ong, que a su vez sigue a McLuhan, Havelock, Parry, etc., el cervantismo imprimió un nuevo rumbo a la cuestión del conflicto de culturas en el Quijote; ahora se ve como el conflicto entre dos mentalidades que pertenecen a tiempos diferentes, delimitados por la irrupción de la imprenta en el panorama cultural: por un lado la mentalidad del hombre tipográfico que es don Quijote (Iffland [1992], Jaksic [1994]) —y por aquí resuenan las teorías de McLuhan— y por el otro la del analfabeto que es Sancho Panza; dos mentalidades que corresponden, por tanto, a dos culturas, dos medios de difusión cultural y dos modos de ver el mundo (Rivers [1986, 1987]). La división del conflicto no es tan uniforme, como podría parecer; el propio don Quijote lo vive en el interior de su persona: por un lado se comporta como hombre tipográfico y por el otro desea reintegrarse a la gran madre de la naturaleza, en el trayecto que la voz dibuja por encima de la escritura, o al menos eso es lo que sostiene El Saffar [1987]; lo que desde luego parece claro, al menos para mí (Martín Morán [1997b]), es que sus comportamientos están condicionados por las dos mentalidades en conflicto, cuya huella se extiende también, más allá del comportamiento de los personajes, a los aspectos técnicos de la narración (Martín Morán [1997a]). A la luz del conflicto entre la cultura escrita y la cultura oral, omnipresente en el relato, se puede explicar toda una serie de características de la obra maestra de Cervantes (Parr [1991, 1992, 1993]), como su peculiar sistema de coherencia textual, los mecanismos de generación narrativa, las relaciones entre los personajes, la concepción de la voz autorial, el tratamiento de la autoridad literaria (Martín Morán [1998a, 1998b, 2000]), etc. que lo alejan de los géneros narrativos tradicionales y lo convierten en un clásico de voz siempre actual. LA LITERATURA El interés por las consecuencias para el texto de su concepción para uno u otro canal de difusión, la imprenta o la difusión oral, podría corresponder perfectamente a una forma de nuevo historicismo, dentro de la sensibilidad auditiva, que pretende completar el panorama cultural y social del momento de la publicación del libro, a la luz de las nuevas cristalizaciones conceptuales de otros ámbitos de conocimiento. De manera que podríamos conectar esta corriente de estudio con las preocupaciones históricas y sociales de Maravall [1948], o con la reconstrucción del panorama intelectual del que brota el Quijote de Castro [1925]. La diferencia es que, con esta línea de investigación, se intenta calar en lo específico de la obra literaria y del género con los instrumentos de la historia de la cultura y la tecnología de difusión de la misma. Un ámbito afín al que estamos tratando es el que analiza el influjo de los libros, ya no la imprenta, sino las obras mismas, en el Quijote. La importancia de los libros es fundamental para la constitución de don Quijote en protago- cervantistas 1 4/8/01 172 19:32 Página 172 José Manuel Martín Morán [32] nista; el Quijote en efecto es, como dice Gerhardt [1955], la novela de un lector, y le hacen eco Foucault [1966] y Fuentes [1976], cuando añaden que don Quijote es un lector que se empeña en leer la realidad. Esto supone una crítica de la lectura (Fuentes [1976]), o al menos de un tipo de lectura, y la propuesta de otra nueva (Gerhardt [1955], Spitzer [1962]), en la que sin duda la responsabilidad de los autores es grande, pues han de huir de la vulgarización de la cultura, y aquí el ataque a los libros de caballerías se hermana con la crítica de la comedia nueva, en opinión de Gilman [1970]. En suma, en el Quijote Cervantes ha convertido en argumento literario la relación entre la literatura y la vida (Gerhardt [1955], Moner [1989b]), otorgando así a la novela moderna uno de sus elementos constitutivos: la metaliteratura, la literatura que habla de sí misma, la autoconsciencia del género. Durante la segunda mitad del siglo XX ha proseguido su curso la comparación del Quijote con los libros de caballerías, con la finalidad de comprender mejor algunas de sus claves. Busca las fuentes burlescas del Quijote primero Dámaso Alonso [1962] y luego, en la literatura macarrónica de Folengo, Márquez Villanueva [1973]. Pero la comparación con los libros de caballerías suele tener por objeto marcar la distancia paródica (Urbina [1980]) o irónica (Williamson [1984]) del Quijote respecto de los modelos. Fruto del diálogo intertextual con la caballeresca es la concepción temporal del Quijote, que según Murillo [1975] está en el origen del laberinto cronológico de la obra. Torres [1979], en cambio, señala el realismo del Tirant lo Blanch como fuente del realismo cervantino, siguiendo la distinción de Riquer [1973] entre libros y novelas de caballerías —los primeros criticados por Cervantes, los segundos alabados—. Mancing [1983], por su parte, desempolva la exaltación romántica del modelo de vida ascética que persigue don Quijote inspirándose en los libros de caballerías. Riquer [1973] vuelve sobre el tan debatido tema de la finalidad del Quijote y argumenta que bien podía ir contra el crédito de que gozaban los libros de caballerías entre el vulgo, sin que eso suponga una rémora para la persecución de objetivos más altos. En cambio, Eisenberg [1982, 1987] da nueva vida a una idea de Menéndez Pelayo, cuando afirma que el hecho de que los libros de caballerías ya casi no fueran publicados antes de la aparición del Quijote, y que aun así sobrevivieran después de ella, junto con el dato de que en las mascaradas aparecieran tanto don Quijote como los caballeros andantes de los libros, implica que el objetivo de Cervantes no podían ser los libros de caballerías, sino la renovación del género. GÉNESIS Un filón estratégico del quijotismo es el que se ocupa de la génesis del libro, por cuanto se encuentra a caballo entre los estudios tradicionales de las fuentes, la filología y la crítica estructural, de modo que habría que clasificarlo entre las corrientes críticas de la actitud táctil. Han sido varias las cuestiones abordadas en este sector, o mejor dicho, las que yo ahora incluyo en él: el Quijote de 1604, la reelaboración del texto, los descuidos y la influencia de Avellaneda en la segunda parte. Oliver Asín [1948] defiende con pasión la existencia de una edición del Quijote de 1604, renovando una tesis que había hecho correr ríos de tinta en la cervantistas 1 4/8/01 [33] 19:32 Página 173 Palacio quijotista. Actitudes sensoriales en la crítica… 173 última mitad del siglo XIX; para ello aduce el testimonio de un morisco huido a Túnez, Ibrahim Taibilí, en añadidura a los ya conocidos de la mención del Quijote en La pícara Justina cuya aprobación es de 1604, en una carta de Lope de agosto del mismo año y el registro de dos volúmenes de la obra en el libro de la hermandad de San Juan Evangelista de los Impresores de Madrid en mayo de 1604. La tesis de Oliver Asín no tuvo continuadores; hoy día la crítica parece propensa a rechazarla. Las investigaciones sobre la refundición del Quijote de 1605 tienen su pionero en Stagg [1959], con su conocido estudio sobre la desaparición del rucio de Sancho, en que, con la atención puesta en algunas inconsecuencias textuales, como el repentino cambio de paisaje poco antes del episodio de los cabreros, el epígrafe equivocado de I, 10 que promete lo que el capítulo no contiene, etc., concluye que fue Cervantes quien robó el asno a Sancho y no Pasamonte, o mejor, que Cervantes no se acordó de volver a incluirlo en la trama cuando trasladó el episodio de Marcela y Grisóstomo desde las inmediaciones del capítulo I, 25 a los capítulos I, 11-14. En la línea de Stagg, con un estudio de las incongruencias textuales al que añade una serie de consideraciones acerca de los errores de los tipógrafos, Flores [1975, 1979] establece las fases de elaboración del Quijote de 1605, que comprenderían interpolaciones, añadido de títulos de capítulos, etc. No acepta la hipótesis de Flores Moner [1993]. De la división en capítulos de la primera parte ya se había ocupado Willis [1953]. Reduce las 6 fases de Flores a 3 Weiger [1985] y a 5 Martín Morán [1990]. Este último trabajo sugiere la existencia de un Protoquijote, que recuerda el Urquijote sobre el que volveré en breve, compuesto de 3 partes de 8 capítulos, en el que no hallarían espacio los episodios relacionados con la venta de Palomeque, lugar reservado a las interpolaciones. El análisis de los descuidos lleva al último crítico mencionado a realizar una serie de consideraciones sobre el arte narrativo cervantino, que haré mías, desde el momento en que su nombre coincide con el mío, a modo de conclusión parcial de este filón del cervantismo. Las incongruencias narrativas y los arrepentimientos del Quijote desvelan una concepción del texto por parte de Cervantes bastante alejada de la concepción moderna (Ascunce Arrieta [1997] sostiene lo contrario); para él no tiene tanta importancia el desarrollo lógico-causal del relato, como la iteración de los atributos de los personajes; los episodios se acumulan en la estructura serial de la novela, mientras los personajes confrontan sus puntos de vista, sin que exista una verdadera evolución de los mismos, sino solamente saltos bruscos de una posición a otra de los dos polos de la personalidad que los caracterizan. Todo lo cual pone seriamente en duda la consideración del Quijote como primera novela moderna. Otros críticos como Molho [1992], Lathrop [1992] han discutido que se pueda hablar de descuidos, la base textual de las consideraciones que acabo de exponer, por cuanto parecen de todo punto voluntarios. Tal vez el aspecto más interesante de los trabajos centrados en los descuidos, más allá de la plausible restitución de un estadio anterior del texto, es la entrega al cervantismo de un texto abierto, cuya coherencia interna se puede discutir, listo para todo tipo de evaluaciones sobre su adhesión al canon genérico. cervantistas 1 4/8/01 174 19:32 Página 174 José Manuel Martín Morán [34] Mencionaba antes el Urquijote. Es cuestión suscitada por Menéndez Pidal [1920], a raíz de su comentario sobre el influjo de El entremés de los romances en la primera versión del Quijote, que, como se recordará, según don Ramón, se reduce a los 6 primeros capítulos. La polémica estaba servida; en ella se vieron involucrados gran parte de los cervantistas, a partir de 1947; en tiempos de exaltación del espíritu nacional, no parecía conveniente reconocer que la gran obra de nuestra literatura era poco menos que fruto de un plagio; y de hecho fueron ante todo los hagiógrafos de Cervantes quienes más se señalaron en la defensa de su originalidad: Astrana Marín [1948-1958] niega la precedencia del Entremés, Palacín Iglesias [1965] lo sigue. Desde posiciones más ecuánimes defiende la posterioridad del entremés Murillo [1986]; la niega Pérez Lasheras [1988]. Aunque el consenso parece orientarse hacia la segunda posición, es necesario decir que la cuestión ha perdido interés, gracias a los nuevos planteamientos de la crítica literaria, que ya no ve en ella un problema de originalidad; el concepto de intertextualidad nos ha librado de ciertos fetichismos críticos y ha contribuido a abordar el asunto desde la perspectiva del diálogo con la tradición y el canon, donde aún queda amplio espacio para la intervención del autor. Otro punto de vista sobre la cuestión es el de Murillo [1981], para quien el Urquijote es el relato del capitán cautivo, que Cervantes debió de escribir en torno a 1589 y en el que ya se encuentra una serie de elementos temáticos luego desarrollados en la obra total. Menéndez Pidal [1920] planteaba también la cuestión Avellaneda en términos que fueron juzgados poco respetuosos para el genio cervantino; venía a decir don Ramón que el influjo de Avellaneda sobre la segunda parte era mucho mayor de lo que se pensaba, y que probablemente gran parte del Quijote de 1615 se podría explicar como una reacción de Cervantes al apócrifo. Gilman [1951] invirtió los términos del problema al afirmar que había sido el continuador el que había tenido conocimiento de la segunda parte, cuyas primicias probablemente se leían en las academias, y había plagiado una serie de episodios. Sicroff [1975] vuelve a la tesis de Pidal y halla evidencias textuales de imitación de Avellaneda por Cervantes en algunos episodios anteriores a II, 59. Romero [1990, 1991] acepta el planteamiento de Pidal y Sicroff, y rastrea por su parte la inclusión tardía de los episodios atinentes a Sansón Carrasco y al retablo de Maese Pedro, como respuesta a Avellaneda. Martín Morán [1994] explica algunas incongruencias de los primeros cinco capítulos de la segunda parte como efectos de la remodelación en respuesta a Avellaneda. En apéndice a lo dicho señalo algunos trabajos recientes que testimonian el creciente interés de la crítica por el apócrifo: Calabrò [1988], Marín López [1988], Riquer [1988], Moner [1988c], Aylward [1989], Molho [1991], Joly [1996], Iffland [1999]. MANUALES Comencé esta charla hablando de la distancia entre interpretación académica e interpretación popular del Quijote; algunos estudiosos han intentado colmarla con sendos manuales de divulgación, en su mayoría, en realidad, dirigidos a la academia, lo que termina por condicionar la organización, el tono y los temas de la exposición. El primero fue Riquer [1960] y a mediados cervantistas 1 4/8/01 [35] 19:32 Página 175 Palacio quijotista. Actitudes sensoriales en la crítica… 175 de los años 80 lo siguieron Close [1990], Murillo [1988], Riley [1986], Russell [1985], Gilman [1989], Johnson [1990], Meregalli [1991], Eisenberg [1993]. La proliferación de manuales es, a mi modo de ver, un fenómeno indicativo de la situación de la crítica sobre Cervantes. Es indicativo, en primer lugar, de la existencia de un público especializado, que proviene de las instituciones universitarias, en su mayor parte, como ya he dicho. Es indicativo, en segundo lugar, de la fragmentación de la crítica: si es necesario un libro que pueda servir de guía de lectura y que compendie las lecturas del Quijote, quiere decir que se ha perdido el objetivo de la crítica de ofrecer una visión epocal del libro de Cervantes. Y esta podría ser una de las conclusiones de este trabajo, CONCLUSIONES que quiero inaugurar subrayando los aspectos positivos de estos últimos cincuenta años de quijotismo. La multiplicidad de lecturas y la enorme variedad de enfoques bajo los que se ha analizado el Quijote en este periodo, por un lado, nos proporcionan una imagen del texto rica y exahustiva, aunque no necesariamente completa y, por el otro, reactualizan la más universal de nuestras obras clásicas según los parámetros de la cultura moderna. Si se produjera el cataclismo al que me he referido al principio de mi exposición y, sin el texto del Quijote, algún lector intentara reconstruir una visión holográfica de la obra a partir de las contribuciones críticas, encontraría que cualquiera de los tres sentidos aplicables a su percepción, oído, tacto y vista, tendría a su disposición una infinidad de detalles con los que poder integrar esa visión del todo; pero, ¿resultaría una imagen unitaria? Además, percibiría cierta sintonía entre las diferentes sensibilidades críticas, que nace, sin duda, de la permeabilidad de las mismas, de la disponibilidad a acoger en su seno planteamientos e ideas de sensibilidades distintas. A partir de ese intercambio de ideas, el mencionado lector podría llegar a convencerse de la existencia de una base común en la interpretación del Quijote, más o menos aceptada por todos, por debajo de la explosión pirotécnica de lecturas especializadas, que le causaría la sensación de haber dado con la ansiada visión uniforme de la obra; en efecto, todos concordamos en que el Quijote es una obra dialógica, en la que el protagonista crece en su conflicto con la sociedad, con una multiplicidad de niveles de significación, a la que se acompaña la distancia irónica del narrador respecto de lo narrado, de la que resulta una ambigüedad y un pluriperspectivismo en el tratamiento de los elementos del relato, que hacen de ella la primera novela moderna, y lo reafirma la prueba del nueve de la metaliterariedad. En mayor o menor medida, todos los críticos aceptamos esta base común, sin percatarnos muchas veces de que es tan básica y tan común que nos limitamos a enunciar las características del género al que pertenece el Quijote, con lo que incurrimos en uno de nuestros mayores defectos de los últimos tiempos: el valor tautológico de muchas de nuestras afirmaciones. De modo que los mismos factores que me llevaban a subrayar los aspectos positivos de la crítica de los últimos tiempos son los mismos que me llevan ahora a poner de relieve los aspectos negativos. Esa especialización creciente de la crítica, que nos restituye una visión cada vez más detallada de la obra, tiene sus inconvenientes: ya no existe el adán crítico, todos nos leemos, con la cervantistas 1 4/8/01 176 19:32 Página 176 José Manuel Martín Morán [36] finalidad de conocer los avances en la interpretación del Quijote y también con la finalidad de encontrar un reducto de intervención en un panorama ampliamente saturado de lecturas, microlecturas, angulaciones, puntualizaciones, escolios, etc. De hecho, ya casi no hay debate, ya casi no hay polémicas —hago una excepción para la generada por el postestructuralismo, que ya he mencionado antes—; cada uno tiene su parcela y de ella se ocupa. En la lista de discusión sobre Cervantes en Internet los últimos argumentos que hemos discutido —y nótese que me incluyo— han sido el número de personajes del Quijote y el nombre del rucio. Hemos pasado del intento de hacer del libro un mito nacional a las lecturas parciales y sesgadas, fruto de la aplicación de un método, que caen muchas veces en la tautología de afirmación de la validez del método mismo. Hemos pasado del intento de aplicación del clásico al mundo, a explicar por qué es un clásico y por último a explicar lo que se puede ver en un clásico. A veces, nuestra lectura del Quijote parece tener solo la finalidad de explicar por qué podemos hacer esa lectura, es decir, por qué estamos enunciando un discurso institucional, en un ámbito institucional, con métodos especializados. Hemos vuelto manierista la crítica, lo importante es el método y la posición de quien enuncia el análisis, y mucho menos lo que se dice en él. Este anquilosamiento de la discusión creo que se debe a varias causas; una de ellas es la mitización del libro. Me explico mejor. Somos víctimas de una especie de determinismo teórico: el Quijote es un libro perfecto, es una obra donde todas las estrategias han producido los efectos deseados y esos efectos coinciden con los méritos y los valores estéticos del clásico; por lo tanto la misión del estudioso se reduce a oír el rumor de la sociedad que se percibe en el trasfondo del texto, a proyectar sobre él su peculiar visión del mundo o del texto mismo, a manipular sus elementos constitutivos y describir su funcionamiento, o, en su defecto, a ir poniendo al día las denominaciones técnicas a medida que las modas van imponiendo nuevas etiquetas. No nos planteamos la posibilidad de que algún elemento o alguna estrategia narrativa no hayan funcionado, o no correspondan a los fines que les atribuye la novela moderna. Casi nadie, por ejemplo, pone en tela de juicio la unidad de la trama; para ello nos basamos en que los fenómenos que empujan la estructura narrativa hacia la inestabilidad y la inconsistencia han sido ampliamente previstos por los teóricos clásicos —podría ser el caso de la interpolación de novelas o la mezcla de diferentes planos de realidad—, o por los críticos modernos, que bajo la etiqueta de perspectivismo, ambigüedad, o intención oculta del autor, han cobijado fenómenos como los descuidos narrativos, la cronología laberíntica, la falta de consecuencialidad entre las acciones, etc. Se trata de hallar el nombre adecuado y desde ese momento el fenómeno gozará de carta de naturaleza en la narrativa. La justificación última para ello reside en la mitificación del autor y su obra a la que hemos asistido después de la reivindicación de Castro [1925]; la panacea para todos los males técnicos del Quijote está en la genialidad del autor, que no ha podido escribir más que una obra genial, en la que se puede apreciar el panorama de la narrativa de la época, que ha previsto los posibles desarrollos de la novela («todo está ya en el Quijote»). Y cuando la panacea no funciona, cuando descubrimos un aspecto que no figura en ninguna de las teorías narrativas hoy circulantes, o que choca contra la defini- cervantistas 1 4/8/01 [37] 19:32 Página 177 Palacio quijotista. Actitudes sensoriales en la crítica… 177 ción del género novela implícita o explícita en ellas, siempre nos queda el antídoto mágico de argumentar que el deficiente teórico en cuestión se dejó inspirar por un libro menos completo que el Quijote, como por ejemplo, la Recherche de Proust. Tras todas esta opiniones está el juicio predeterminista que el Quijote es una summa y una cima, con lo que ponemos de manifiesto la pervivencia del idealismo romántico que hemos trasladado del protagonista al libro. Así que no hay para qué extrañarse, si todo lo que tiene que ver con el Quijote enciende el fervor milenarista y profético de su promotor, con frases como «sobre el Quijote aún no se ha dicho la última palabra», o «estamos ante la edición del milenio», o «esta es la mejor obra que he hecho para el común de los mortales» —y conste que quien habla no es Cervantes—, o este mismo Congreso, celebrado en el año 2000, en Lepanto, la más alta ocasión que vio el cervantismo, que ha tenido la bondad de escucharme. BIBLIOGRAFÍA AGUIRRE [1976]: Mirta Aguirre, La obra narrativa de Cervantes, La Habana, Editorial Arte y Literatura, 1976. AGUIRRE [1979]: Mirta Aguirre, Un hombre a través de su obra: Miguel de Cervantes Saavedra, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1979. 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La tarea es compleja y quedarán, sin duda, autores y obras en el tintero, por lo que solicito de antemano la indulgencia de los lectores invocando una vez más las conocidas palabras de Cervantes en las que pide «no se desprecie su trabajo, y se le den alabanzas, no por lo que escribe, sino por lo que ha dejado de escribir». Con ese propósito de síntesis me permito acudir a tres fechas que van a servirme de ejes en torno a los cuales estructurar este trabajo: 1905, 1925, 1947. La primera es el año conmemorativo del tercer centenario de la publicación del Quijote: la utilizo como fecha simbólica de inicio del periodo de que me voy a ocupar, aunque haré referencia a algunas publicaciones anteriores, plenamente entroncadas con el cervantismo de la centuria decimonónica. La segunda se corresponde con la publicación del libro quizás de mayor trascendencia en la historia del cervantismo: El pensamiento de Cervantes, la obra más lograda de su autor, Américo Castro, que supuso, como es aceptado de manera unánime, un antes y un después en el análisis de la obra cervantina, con atención especial, pero no exclusiva, al Quijote. Esta fecha de 1925 me permite asimismo dividir el período que estoy estudiando en dos partes de igual extensión, lo cual me será de utilidad. Finalmente, en 1947 se conmemora el cuarto centenario del nacimiento de Miguel de Cervantes, que originó actividades y publicaciones de singular importancia, como la creación de la revista Anales Cervantinos, o los homenajes organizados por la revista Ínsula (1948), por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (Homenaje a Miguel de Cervantes Saavedra en ocasión de su cuarto centenario, Buenos Aires: Universidad, 1947), y por Francisco Sánchez Castañer (Homenaje a Cervantes, Valencia: Mediterráneo, 1950, 2 vols.). En todos ellos colaboraron algunos de los más destacados hispanistas de esos años. cervantistas 1 4/8/01 19:32 196 Página 196 José Montero Reguera [2] 1. 1900-1925. EL LEGADO DEL XIX: HACIA UNA MODERNA Y NOVEDOSA CONSIDERACIÓN DE CERVANTES Y EL QUIJOTE. 1.1. Preliminar. Los años que van desde 1900 a 1925 constituyen una época no bien conocida en el campo de la crítica sobre el Quijote o sobre el cervantismo en general.3 Se trata de un periodo en el que trabaja y publica un heterogéneo conjunto de escritores, creadores, estudiosos e investigadores formados en los métodos y procedimientos decimonónicos que continuará su actividad en el comienzo del nuevo siglo. A este grupo se van superponiendo nuevas generaciones de lectores y admiradores de Cervantes, formados en otras lecturas y métodos de análisis, lo que les permite introducir savia nueva en el conjunto de los estudios sobre el Quijote. Se trata de un periodo, por poner un ejemplo, del que Américo Castro, en su introducción a El pensamiento de Cervantes, apenas destaca cuatro o cinco estudios sobre el Quijote.4 Con todo, a pesar de mucho crítico desbocado y de abundante «megalomanía cervántica» —por decirlo con las palabras del doctor Royo Vilanova5—, creo que es una etapa de siembra, de gestación de interpretaciones, análisis, modos de ver el Quijote que aflorarán a partir de 1923-1925 y que tendrán luego larga descendencia, hasta llegar incluso a nuestros días: baste mencionar, aparte del libro de Castro, que cierra este periodo, el discurso de Marcelino Menéndez Pelayo pronunciado en 1905 sobre Cultura literaria de Miguel de Cervantes y elaboración del «Quijote», reimpreso numerosas veces, incluso recientemente;6 las Meditaciones del Quijote, de José Ortega y Gasset (1914); el trabajo de Ramón Menéndez Pidal sobre Un aspecto de la elaboración del «Quijote», que desarrolla una de las ideas defendidas por Menéndez Pelayo en el discurso de 19057; y la Guía del lector del «Quijote» de Salvador de Madariaga, que inaugura en buena medida el acercamiento psicológico a la obra cervantina.8 1.2. El legado del siglo XIX. El redescubrimiento y revalorización de Cervantes y su obra que se produce en el siglo XVIII, especialmente desde la publicación en 1737 de la biografía escrita por Gregorio Mayans y Siscar a instancias del Barón de Carteret, tienen su continuación y desarrollo en la centuria siguiente, de singular importancia en la historia de la crítica e interpretación del Quijote: es en el siglo XIX cuando empieza a producirse un cambio profundo en la manera en que esta obra se había venido leyendo desde su publicación en 1605.9 El Quijote empieza a leerse no exclusivamente como un libro divertido que causaba la risa y la carcajada de los lectores, sino como un libro serio, en el que se podía encontrar sabios consejos para conducirse en la vida; más aún, en las acciones de don Quijote y Sancho podía encontrarse un modelo de comportamiento humano: se inauguraba así la interpretación simbólica y filosófica de la obra cervantina que presentaba, por ejemplo, a un don Quijote convertido en héroe romántico que desea resucitar un mundo ideal en el que se ha sumergido y que quiere vivirlo dentro de sí. En muchas ocasiones don Quijote parece un romántico casi incorregible que aun habiendo fracasado en su heroica misión, antes de su muerte, desea vivir en otro mundo ideal e intenta huir hacia un lugar cervantistas 1 4/8/01 [3] 19:32 Página 197 La crítica sobre el Quijote en la primera mitad del siglo XX 197 idílico pastoril: «[…] y que tenía pensado de hacerse aquel año pastor y entretenerse en la soledad de los campos, donde a rienda suelta podía dar vado a sus amorosos pensamientos, ejercitándose en el pastoral y virtuoso ejercicio».10 Esta nueva manera de acercarse a la obra permitió que se establecieran tres grandes axiomas sobre el Quijote, que se han mantenido hasta fechas muy recientes, como bien ha precisado Anthony Close: la idealización del héroe y la negación del propósito satírico de la novela; la creencia de que la novela tiene un nivel simbólico y que a través de tal simbolismo Cervantes expresó ideas sobre la relación del espíritu humano con la realidad y sobre la naturaleza de la historia de España; y, en tercer lugar, la interpretación de ese simbolismo como reflejo de la ideología, estética y sensibilidad modernas.11 En consecuencia con esa nueva manera de acercarse al Quijote a partir del Romanticismo, en los últimos veinte años del siglo XIX se va desarrollando un cierto tipo de crítica, al tiempo que toda una imagen de la obra (y del autor), que es la que heredan los que se acercan a la obra cervantina en el primer cuarto del siglo veinte. Así por ejemplo, como herencia del romanticismo que se desarrolla después de forma reiterada tanto en la literatura como en las artes plásticas, debe considerarse la dualidad Quijote-Sancho como «metáfora de los contradictorios, pero inseparables, componentes de la personalidad humana»12; asimismo, la simbiosis entre personaje y creador, con la identificación de este último ante todo «como un rasgo de carácter nacional»,13 primando por tanto su condición de español, lo cual supone, obviamente, una visión nacionalista, como así se muestra inequívocamente en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, «escaparates por excelencia del arte oficial, [que] ofrecen el panorama más completo de la utilización de Cervantes y de sus personajes al servicio de los ideales del nacionalismo español».14 Lo que viene a conseguirse con todo ello, según el siglo XIX va avanzando hacia sus últimas décadas, es «una auténtica institucionalización de antiguas aspiraciones […] junto a la gloria que novela y personaje representaban para el contexto políticocultural del Estado moderno. Cervantes y lo cervantino se convirtieron entonces en iconos glorificadores de lo nacional, lo mismo que tantos otros temas históricos»15: en fin, un Quijote que se encuentra por todas partes y es utilizado de manera constante y permanente con propósitos y objetivos muy diversos; es así como se puede entender mucho mejor el artículo de Mariano de Cavia en el que, desde las páginas de El Imparcial, 16 se quejaba precisamente de esa invasión del Quijote no sólo en la literatura, sino en todas las bellas artes e, incluso, en otros órdenes de la vida cultural y política de entonces.17 Estos últimos años del siglo XIX, ya en las vísperas del desastre de 1898, suponen una nueva «canonización» (la expresión es de Anthony J. Close) de la obra y el personaje cervantinos, que va a ser caracterizado (el personaje) siguiendo los modelos del Greco, cuya figura y valía se recuperan entonces.18 Igualmente se hará con el autor: el cuadro atribuido a Jáuregui donado a la Academia en 1910 por José Albiol responde en buena medida a esa tendencia, de ahí, quizá, la buena acogida que recibió inicialmente, al menos desde diversas instituciones: como dice Carlos Reyero, la imagen de Cervantes en este retrato «respondía a esa adustez ‘grequista’ tan querida en la época».19 cervantistas 1 4/8/01 198 19:32 Página 198 José Montero Reguera [4] El siglo XIX lega también la penetración generalizada del Quijote en el sistema educativo español. Según Gabriel Núñez, Cervantes, en opinión de Blair, fue el único autor que supo hacer un libro clásico, de lectura agradable y de utilidad literaria. Con El Quijote para niños y con los fragmentos del mismo seleccionados por Lista para su colegio, culminará en la década de los ochenta, casi coincidiendo con el Programa de Literatura Española de Menéndez Pelayo, que consagra la lección 65 a Cervantes, la implantación del Quijote como manual de uso obligado en las horas de lectura y escritura al dictado de los escolares de todos los tramos del sistema educativo de los dos últimos siglos […] ahora se inicia la penetración generalizada del Quijote en el sistema educativo español.20 De esta manera se culmina el proceso iniciado en el siglo XVIII de incorporación del Quijote a las historias de la literatura como uno de los grandes valores de la literatura española21 y continúa y se consolida en los manuales, preceptivas e historias de la literatura decimonónicas, tanto españolas como extranjeras:22 Francisco Giner de los Ríos (1866-1867),23 Manuel de la Revilla (1872),24 Manuel Milá y Fontanals (1873-1874),25 James Fitzmaurice-Kelly (1898),26 Marcelino Menéndez Pelayo, 27 etc. Entre el cervantismo de raigambre plenamente decimonónica cabría destacar algunos nombres de alcance y valía muy distintos; son los nombres que cualquier estudioso del Quijote de principios del siglo XX tendría que manejar inevitablemente:28 Juan Eugenio Hartzenbusch (1806-1880), inspirador de una de las aventuras tipográficas más curiosas en la historia del cervantismo: en 1863 el impresor madrileño Manuel Rivadeneyra decide llevar a Argamasilla de Alba los instrumentos y máquinas necesarios para imprimir un Quijote y unas Obras completas. Tales artefactos se instalaron en la conocida Cueva de Medrano, lugar que parece pudo ser prisión de Cervantes, como reza el pie de imprenta: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra. Edición corregida con especial estudio de la primera, por D. J. E. Hartzenbusch (Argamasilla de Alba: Imprenta de Don Manuel Rivadeneyra [casa que fue prisión de Cervantes], 1863, 4 vols); y Obras completas de Cervantes […] Texto corregido con especial estudio de la primera edición, por D. J. E. Hartzenbusch (Argamasilla de Alba: Imprenta de Don Manuel Rivadeneyra [casa que fue prisión de Cervantes], 1863, 4 vols.). Y también es autor de las 1633 notas redactadas para acompañar a la edición «foto-tipográfica» de López Fabra:29 sin duda sus comentarios son menos valiosos que el de Clemencín (a quien sigue y discute con mucha frecuencia), pero todavía tienen cierto interés; desde el punto de vista filológico, intervino en demasía sobre el propio texto, ofreciendo lecturas y enmiendas injustificadas, aunque, cuente en su favor, fue el primero que, por ejemplo, proporcionó una solución razonable al famoso episodio de la desaparición del rucio de Sancho Panza. Pascual de Gayangos (1809-1907), conocido sobre todo por sus estudios sobre libros de caballerías, pero autor también de diversos trabajos cervantinos, como Cervantes en Valladolid (publicado a lo largo de cinco entregas en la Revista de España, durante los meses de marzo a julio de 1884)30, con algunas novedosas consideraciones sobre la publicación del Quijote31; Manuel Milá y Fontanals (1818-1884), maestro de Menéndez Pelayo;32 Adolfo de Castro (1823-1898), académico, defensor de arriesgadas atribuciones (El Buscapié, Semanas del jardín, acaso sea el autor cervantistas 1 4/8/01 [5] 19:32 Página 199 La crítica sobre el Quijote en la primera mitad del siglo XX 199 de la Epístola a Mateo Vázquez);33 Manuel de la Revilla (1846-1881), autor de un conocido manual reimpreso varias veces, pero sobre todo de diversos trabajos sobre el Quijote en los que muestra una mesura y sensatez dignas de encomio al referirse al posible simbolismo del Quijote;34 Cristóbal Pérez Pastor, autor de dos volúmenes de Documentos cervantinos hasta ahora inéditos (Madrid, 1897); José María Asensio y Toledo, que ingresó en la Real Academia Española (1904) con un discurso sobre Interpretaciones del Quijote al que respondió Menéndez Pelayo, 35 y autor también de un extenso volumen sobre Cervantes y sus obras publicado inicialmente en 1870.36 No hay que olvidarse tampoco de otros escritores y creadores a caballo entre estos dos siglos, cuya admiración por el Quijote es bien evidente: Juan Valera (1824-1905), cuya novelística está llena de resabios cervantinos, dedicó a Don Quijote dos importantes trabajos: Sobre el «Quijote» y sobre las diferentes maneras de comentarle y juzgarle, discurso leído en la Real Academia Española el 25 de septiembre de 1864, y Consideraciones sobre el «Quijote», discurso leído también en la Docta Casa el ocho de mayo de 1905 dentro de los actos conmemorativos del tercer centenario del Quijote. Ambos de singular importancia, quiero destacar sobre todo el primero, pues en él Juan Valera llama la atención sobre los desatinos de parte de la crítica empeñada en buscar simbolismos y significados esotéricos a la obra de Cervantes, a la par que defiende el carácter ante todo paródico del texto cervantino respecto a los libros de caballerías, de manera que destaca así el valor literario, estético, si se quiere, del Quijote antes que cualquier otro.37 José María de Pereda (18331906), que tenía en el Quijote una de sus lecturas predilectas, 38 incluye en buena parte de sus obras en prosa elementos muy cervantinos39 y a él se debe un clarividente artículo, Cervantismo (1880), en el que ya se presentan las dos vertientes del término: el estudio serio, ponderado de las obras de Cervantes, pero también: «Acaso en el cervantismo vea yo algo de la intemperancia, que, entre nosotros, lleva todo lo demás hasta el ridículo de las cosas más serias y respetables».40 Benito Pérez Galdós (1843-1920), que se complace en destacar a cada momento su deuda con Cervantes, en un gesto admirativo que vale más que cualquier discurso crítico. En su constante meditación sobre Cervantes y sobre el Quijote como matriz de la novela moderna, descubre Galdós, a partir de Gloria, la necesidad de perseguir una forma novelesca total, una construcción que integre, como ocurre con el Quijote, la representación simbólica o si se quiere alegórica del espíritu de España; la constancia de los cambios operados en ese espíritu con el devenir de la historia; la pintura de la vida social, hidalgos, nobles, campesinos, hampones; las manifestaciones de la psicología colectiva e individual, sumida una en la otra, en los estados normales o anormales; todo ello asentado en la literatura científica disponible e incorporado a una estructura formal de novela realista e idealista al mismo tiempo, seria y humorística, culta y popular, trágica y cómica.41 Esa admiración por Cervantes permanecerá siempre, hasta sus últimos días, como revela la expresión «¡Adiós, Cervantes mío […]!» con que finaliza una conferencia suya (leída por Serafín Álvarez Quintero en el salón de actos del Ateneo de Madrid el 28 de marzo de 1915) que el autor de Fortunata y Jacinta recoge en sus Recuerdos y memorias.42 Leopoldo Alas Clarín (18521901) cuya novela La Regenta presenta una filiación cervantina evidente;43 Emilia Pardo Bazán, 44 Jacinto Octavio Picón (1852-1923), que, con las cervantistas 1 4/8/01 200 19:32 Página 200 José Montero Reguera [6] palabras de Gonzalo Sobejano, veneraba a Cervantes,45 y participó activamente en buena parte de los actos conmemorativos del tercer centenario, etc.46 Los críticos y novelistas mencionados, a caballo entre las dos centurias, presentan, en fin, una singular importancia en el campo de la exégesis cervantina, pues, por una parte, con sus novelas muestran en la práctica su deuda con Cervantes y el Quijote, de manera que lo convierten en un modelo novelesco digno de ser imitado (Galdós, Clarín, Valera); en segundo lugar intentan poner un poco de orden y mesura ante los excesos de la crítica simbólica (Juan Valera, Manuel de la Revilla); y, finalmente, ponen nombre a ese conjunto cada vez mayor de actividades, en ocasiones de difícil clasificación, cuyo principal objetivo es estudiar, difundir, comentar, interpretar, alabar,… la vida y la obra literaria de Miguel de Cervantes; ese nombre no es otro que el de cervantismo, a la par que indican los problemas que puede acarrear este tipo de exégesis (Pereda). 1.3. Los fastos y conmemoraciones de 1905. En 1905 se conmemora el tercer centenario de la publicación del Quijote. Tal acontecimiento se venía preparando desde un par de años antes47 y originó una auténtica avalancha de publicaciones, actos, reuniones y proyectos impulsados, buena parte de ellos, desde el Gobierno que había promulgado a tal efecto las Reales Órdenes de fecha 1 de enero, 13 de febrero de 1904 y 8 de mayo de 1905. La actividad fue muy intensa como puede verse en la útil Crónica del centenario del «Don Quijote» que publicaron Miguel Sawa y Pablo Becerra48 y abarcó todos los ámbitos culturales de la época: música, pintura, escultura, teatro,49 traducción,50 periodismo y, también, la crítica e investigación histórico-literarias. No es mi propósito ahora inventariar lo publicado a raíz de este centenario (labor titánica que excede con mucho las posiblidades de este trabajo), sino mostrar, siquiera esquemáticamente, su significación en el contexto de la literatura de la época y, asimismo, destacar los principales hitos bibliográficos. La fecha de 1905 constituye un año de singular importancia en nuestra historia literaria: un grupo de escritores jóvenes (noventayochistas, modernistas) va adquiriendo poco a poco más peso en los ambientes literarios de la España de principios de siglo; al decir de José María Martínez Cachero, es la fecha clave de triunfo de la corriente modernista, con la publicación de algunos de los libros más característicos de este movimiento.51 Y noventayochistas (Azorín, Baroja, Unamuno) y modernistas (Juan Ramón Jiménez, Rubén Darío, Machado, Valle Inclán, Martínez Sierra), esto es, la nueva literatura, van a enfrentarse con la vieja literatura representada por las egregias figuras decimonónicas todavía vivas: Juan Valera, Benito Pérez Galdós, José Echegaray, y otros. Este enfrentamiento vino a suponer en buena medida «el final de una generación y la entronización de otra»,52 todo ello con el centenario del Quijote al fondo, en el cual, de una u otra manera participan los integrantes de esta nueva literatura, quienes acaban convirtiendo el libro cervantino, con la expresión de Javier Blasco, en el «evangelio» de los nuevos tiempos. Y por otra parte, la nueva literatura se va a enfrentar al cervantismo oficial poniendo de relieve sus preferencias por el libro antes que por el autor, mostrándose, por tanto, mucho más quijotistas que cervantistas: eso es lo que cervantistas 1 4/8/01 [7] 19:32 Página 201 La crítica sobre el Quijote en la primera mitad del siglo XX 201 explica los conocidos libros de Miguel de Unamuno, Vida de Don Quijote y Sancho,53 y Azorín, La ruta de Don Quijote, ambos publicados en 1905 como consecuencia directa —al menos el de Azorín— de las celebraciones del centenario; y es lo que explica también, por ejemplo, el rechazo inicial de Francisco Rodríguez Marín al cervantismo de Azorín, cuya recreación del camino seguido por don Quijote es calificado por el erudito como «tentativas baladíes en que no hay ni pizca de cervantismo».54 Entre las abundantes publicaciones aparecidas en esa fecha55 se pueden destacar la Gramática y diccionario de la lengua castellana en «El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha», de Julio Cejador y Frauca, 56 hoy ya muy desfasado, pero en su momento esfuerzo importante y ampliamente utilizado durante años; el conocido discurso de Menéndez Pelayo al que ya me he referido antes; el libro de su discípulo, Adolfo Bonilla y San Martín, Don Quijote y el pensamiento español, ensayo de corte nietzscheano y voluntarista,57 en el que pueden encontrarse no obstante algunas ideas, muy en esquema, que Américo Castro desarrollaría unos años más tarde en El pensamiento de Cervantes; el ensayo de Santiago Ramón y Cajal, precedente de toda una línea de acercamiento al Quijote;58 el libro de Ángel Salcedo Ruiz sobre Estado social que refleja el «Quijote»,59 «el estudio más completo escrito en la primera mitad del siglo XX», en palabras de Javier Salazar Rincón;60 y aunque no referida exclusivamente al Quijote, merece la pena recordar la Bibliografía crítica de las obras de Miguel de Cervantes (Madrid: 1895-1904, 3 volúmenes), de Leopoldo Rius, todavía útil.61 Y finalmente, el llamado «Quijote» del centenario, un ambicioso proyecto editorial llevado a término finalmente por Ricardo López Cabrera —yerno del pintor sevillano especialista en temática cervantina José Jiménez Aranda— que concibió una lujosa publicación de la novela en ocho tomos, cuatro de textos y cuatro de láminas, que aparecieron en Madrid entre 1905 y 1908.62 Aunque filológicamente no presenta ningún valor, fue un esfuerzo artístico de primer orden, en el que colaboraron algunos de los mejores pintores españoles de la época. El principal ilustrador de ese proyecto fue José Jiménez Aranda, que había comenzado a trabajar en él hacia 1896 y murió antes de ver terminado su proyecto para el que preparó seiscientos ochenta y nueve «gouaches», cuyos originales se encuentran dispersos. Son ilustraciones, en opinión de Carlos Reyero, «muy bien compuestas y magníficamente dibujadas, realizadas con extraordinaria naturalidad, destacando la captación precisa de gestos y detalles, con gran fidelidad narrativa, aunque, a la vez, de gran espontaneidad». En la misma edición colaboraron los siguientes pintores: Luis Jiménez Aranda (1845-1928), autor de treinta y siete láminas; Ricardo López Cabrera (1864-1950), que realizó veinticuatro ilustraciones; Nicolás Alpériz (n. 1870), Gonzalo Bilbao (1860-1938), autor de cinco; José Villegas (1844-1921), que llevó a cabo tres; Emilio Sala (1850-1910), que realizó tres; Manuel Benedito (1875-1963), dos; Joaquín Sorolla (1863-1929), también autor de dos; José Francés, autor de una que, dado su condición de escritor, tenía un valor más bien testimonial, y José García Ramos (1852-1912).63 cervantistas 1 4/8/01 202 19:32 Página 202 José Montero Reguera [8] 1.4. Otro centenario más: 1916. Cuando todavía no se habían apagado del todo los ecos de las celebraciones de 1905, nuevos acontecimientos se prepararon con el propósito de conmemorar esta vez, en 1916, el tercer centenario de la muerte de Miguel de Cervantes. Como en la ocasión precedente, no hubo campo de las bellas artes que se escapara de estas conmemoraciones, 64 aunque, bien es cierto, no se llegó a los extremos de 1905. Desde el punto de vista crítico, los resultados no fueron muy destacados: abunda la crítica extravagante, 65 pero es posible destacar el libro de Francisco de Icaza (El «Quijote» durante tres siglos)66, con rica información y sugerentes interpretaciones, aunque hoy ya desfasado; y los volúmenes de Adolfo Bonilla y San Martín que, si bien no referidos exclusivamente al Quijote, incluyen ideas y consideraciones inteligentes a la par que son reveladores del encono que en ocasiones demuestra el cervantismo.67 Una nueva edición del centenario viene a cerrar el de 1916: no es otra que la que publicó Francisco Rodríguez Marín en 1916-191768 con ilustraciones de Ricardo Marín.69 Esta edición fue reseñada en la prensa con éxito diverso: favorablemente, por Aurelio Baig Baños («El Quijote más ilustrado y la edición crítica de Rodríguez Marín», El correo español, 29 de marzo de 1917, 31 de marzo de 1917 y 1 de abril de 1917) y Francisco Morán («La nueva edición del Quijote», El Debate, 4 de abril de 1917); en cambio, Luis Astrana Marín se mostraba muy crítico con la labor de Rodríguez Marín.70 Finalmente, la Academia Española publicó una edición facsimilar de las primeras ediciones cervantinas con las técnicas de que se disponía en esas fechas.71 1.5. La enseñanza del Quijote. En este primer cuarto de siglo se plantea una cuestión que acabará en abierta polémica: cómo enseñar el Quijote y, aún más, ¿es lectura adecuada para la escuela?. Lo cierto es que desde principios de siglo son abundantes las ediciones destinadas a los niños. Acudiendo a la benemérita recopilación de José María Casasayas encontramos entre 1904 y 1915 no menos de treinta y ocho ediciones en castellano del Quijote destinadas entera o parcialmente a los niños: en 1904 se publica una, dieciocho en 1905, una en 1907, otra en 1909, otra más en 1910, dos en 1912, seis en 1913, cinco en 1914 y tres en 1915.72 Todo esto se inserta en una época en la que existe un vivo interés por lo pedagógico, en la que se renuevan los métodos y técnicas de enseñanza a todos los niveles; lo que explica, en fin, que los Premios Nacionales de Literatura de 1928, 1929 y 1932 se convoquen con temática de este tipo: en 1928 lo obtiene José Montero Alonso por su Antología de poetas y prosistas españoles, 73 en la que se dice expresamente: «El tema para el Concurso Nacional de Literatura de 1928 era ‘Antología de poetas y prosistas españoles, con semblanza de cada autor’. Se quería premiar, según la convocatoria, un libro de lectura para las Escuelas nacionales de niñas y niños». (p. 9; cursiva mía). Al año siguiente lo obtiene Ángel Cruz Rueda por sus Gestas heroicas castellanas contadas a los niños74 y en 1932 recae en Alejandro Casona por su Flor de leyendas.75 A propósito del Quijote, esta cuestión se había planteado en Francia a lo largo del siglo XIX con la publicación de varias ediciones «para la juventud»;76 en España se plantea en cambio, casi como una consecuencia del centenario de cervantistas 1 4/8/01 [9] 19:32 Página 203 La crítica sobre el Quijote en la primera mitad del siglo XX 203 1905, aunque la preocupación existe desde mediados del siglo XIX, pues ya el 10 de diciembre de 1856 el Gobierno aprueba dos antologías del Quijote para su uso en las escuelas: El Quijote de los niños y para el pueblo editado por Nemesio del Campo y Rivas y El Quijote para todos.77 Las Reales Órdenes de 13 de febrero de 1904, 8 de mayo de 1905, 28 de noviembre de 1906 y de 12 de octubre de 1912 coinciden en ordenar que «Los maestros nacionales incluirán todos los días a contar desde primero de enero próximo, en sus enseñanzas una dedicada a leer y explicar brevemente trozos de las obras cervantinas más al alcance de los escolares».78 Las consecuencias son inmediatas: así por ejemplo, el editor Saturnino Calleja empieza a publicar una Edición Calleja para escuelas que tendría una amplia difusión. En ella se decía «a los profesores de primera enseñanza» que «la lectura del Quijote en las escuelas contribuirá, seguramente, a levantar en España la afición a lo clásico, y con este propósito hacemos esta edición dedicada a los niños», y se indica asimismo el método para poner el Quijote al alcance de este público: «la necesidad y aun la conveniencia de no administrar en toda su extensión esta obra sublime, guiaron la vacilante diestra, y en gracia a la intención seguramente ha de sernos dispensado el atrevimiento. Lo que no hemos osado, considerándolo como inaudita falta de respeto, es modificar lo escrito por Cervantes. Por eso preferimos suprimir por completo algunos capítulos antes que profanar la obra inmortal».79 También responde a esa orden de 1905 el librito Catecismo de Cervantes a cargo del profesor auxiliar del Instituto de Oviedo D. Acisclo Muñiz Vigo, que reimprime en 1912, como consecuencia de la otra orden ministerial mencionada, bajo el título Cervantes en la escuela, cuando de la primera obra ya se habían agotado seis ediciones. Y, como estos, otros muchos textos que responden a esas órdenes que harán que esa cuestión —la enseñanza del Quijote en la escuela— pase a un primer plano, con opiniones contrarias y con la intervención de destacadas plumas de la época: acaso la polémica más conocida es la que sostuvieron Antonio Zozaya y José Ortega y Gasset, 80 con conclusiones cercanas, pero debidas a razones distintas; y también Mariano de Cavia, 81 Rodríguez Marín, 82 Ezequiel Ortín, 83 etc. 1.6. La edición y anotación del Quijote. El siglo XIX lega a la siguiente centuria un Quijote anotado copiosamente (los comentarios de Bowle, todavía en el XVIII [1781]; el comentario de Diego Clemencín [1833-1839], imbuido plenamente de espíritu neoclásico; las famosas 1633 notas de Juan Eugenio Hartzenbusch), pero muy deficiente desde el punto de vista de la edición del texto. Dentro de la amplia variedad de ediciones decimonónicas destaco (entre 1850 y 1900) las siguientes, de amplia difusión y, por tanto, influencia en los inicios del siglo XX: el Quijote de Rivadeneira (1863); el facsímil de López Fabra (1871-1879), cuyo tercer volumen lo conforman Las 1633 notas puestas por el Exmo. e Ilmo. Sr. D. Juan Eugenio de Hartzenbusch; el Quijote de Ramón León Máinez (1877-1879), y el Quijote de James Fitzmaurice Kelly en colaboración con James Ormsby para los primeros veinticinco capítulos.84 Todos esos esfuerzos editoriales, en su conjunto, aportan notas y comentarios de interés que permiten entender mucho mejor el Quijote: pasajes paródicos de libros de caballerías, significación y contexto de determinadas cervantistas 1 4/8/01 204 19:32 Página 204 José Montero Reguera [10] palabras, posibles fuentes, etc.; pero ninguna ofrece un estudio riguroso de las diversas ediciones de la obra ni un exhaustivo cotejo de variantes (aunque alguna lleve un mínimo aparato crítico, v. g. la de Máinez). El primer cuarto del siglo XX ofrece algún avance en esta cuestión, pero no sustancial. Se publican trabajos importantes, como el de Homero Serís en el que registra y describe los Quijotes de la Sociedad Hispánica de América con algunas importantes novedades85 y las ediciones en castellano de la obra cervantina se multiplican: cerca de dos centenares ha inventariado José María Casasayas entre 1900 y 1915, en España y fuera de España, presuntamente críticas, para niños, con ilustraciones… de todo tipo. No tengo en cuenta ahora las traducciones a otras lenguas, también muy abundantes.86 Bien es cierto que la edición del Quijote se alentó desde ámbitos institucionales con las reales órdenes de 1905 (para conmemorar el tercer centenario del Quijote) y de 1912, que reafirmaba la primera, en la que se ordenaba que «La Real Academia Española informará, en el término más breve, a este Ministerio acerca de la forma, plan de publicación y personas a quienes haya de confiarse la dirección de las dos ediciones del Quijote, una de carácter popular y escolar y otra crítica y erudita».87 Sin embargo, los resultados no son muy alentadores desde una perspectiva filológica. Fuera de España se publican algunos Quijotes, pero de escaso valor: por ejemplo el publicado por la Biblioteca Románica (Estrasburgo, 1911-1916) a cargo de Wolfgang von Wurzbach «conjugando un ignorante apego a las ‘ediciones legítimas’ con el despojo (tácito) de Cortejón para la inserción de unas escasas variantes»88; y el incluido en la Romanische Bibliothek a cargo de Adalbert Hämel (Halle: Max Niemeyer, 1925-1926), con aún peores resultados.89 En España contamos con El Quijote en seis volúmenes a cargo de Clemente Cortejón, 90 que tuvo a la vista ediciones muy diversas, pero sin discriminar adecuadamente el valor de cada una ellas, lo que le lleva a preferir variantes sin interés, incorporar variantes gráficas de valor nulo y, en consecuencia, a elaborar un aparato crítico muy complicado, confuso y lleno de errores. Y, por otro lado, comienza la labor filológica y de anotación de Francisco Rodríguez Marín que se plasma en cuatro ediciones:91 todas ellas y en especial la última incorporan abundantes novedades sobre la inmediatamente anterior y se pueden considerar como la respuesta del cervantismo académico y oficial a lo que las órdenes reales de 1905 y 1912 indicaban sobre la elaboración de una «edición crítica y erudita» que dejaban en manos de la Real Academia Española. Rodríguez Marín, que a la altura de 1910 se había convertido en el cervantista español acaso más constante y preparado92, fue elegido académico numerario en 1907 y en varias ocasiones se mostró defensor y portavoz de las opiniones de la docta casa, como por ejemplo en el asunto del retrato de Cervantes atribuido a Jáuregui que José Albiol donó a la academia en 1911.93 Pese a los reparos que inicialmente se le pusieron94, la labor de Rodríguez Marín desde el punto de vista de la anotación del texto cervantino es de enorme valor, como así ha destacado un crítico exigente como pocos: «[…] es indiscutible que su comentario supone un paso formidable en la elucidación literal de la obra: Bowle, Clemencín y don Francisco son los tres grandes anotadores del cervantistas 1 4/8/01 [11] 19:32 Página 205 La crítica sobre el Quijote en la primera mitad del siglo XX 205 Quijote, y los restantes no van (no vamos) más allá de añadir respuestas a cuestiones de detalle».95 Desde el punto de vista filológico en cambio, sus ediciones presentan abundantes deficiencias: adjetivadas todas ellas como críticas, en modo alguno pueden ser consideradas como tales y ni siquiera la última, aparecida póstumamente y con abundantes novedades respecto a las anteriores, roza siquiera ese objetivo. Lo cierto es que, en buena medida, el primer cuarto del siglo XX apenas supone avance, rigor, novedad en la edición del Quijote, pero sí, en cambio, en lo que tiene que ver con la anotación del texto y, por ende, su mejor comprensión. 1.7. Ensayistas y creadores en la exégesis del Quijote. 1.7.1. La generación del 98. Como ya señalé antes, la fecha de 1898 supuso una nueva «canonización» de Don Quijote similar a la que un siglo antes habían efectuado los románticos alemanes. Tanto la obra como el personaje serán objeto de adhesión unánime por los escritores comúmente englobados dentro de la denominada generación del 98, que los utilizan con profusión y les dedican numerosos comentarios donde la huella de la filosofía germana, Nietzsche en concreto, es evidente y contribuyó de manera decisiva a la revalorización de Don Quijote.96 De una manera muy general —este tema daría lugar a una monografía muy amplia todavía por hacer—, la lectura noventayochista del Quijote supuso ante todo la primacía, por encima el autor, del personaje principal de la novela que se convirtió a los ojos de estos escritores en paradigma de la dignidad y ejemplo para lograr la regeneración nacional, bien palpable en Unamuno, aunque no tanto en los otros integrantes del mismo grupo literario.97 Sobre esa característica común, cada escritor ofreció su propia lectura, fruto de sus inquietudes y preocupaciones. El Quijote acompañó a Miguel de Unamuno durante buena parte de su vida intelectual, a lo largo, según el recuento de Jesús González Maestro, de treinta obras:98 desde Quijotismo (1895) hasta Cancionero (Diario poético), obra que apareció póstuma en 1953; y entre una y otra cabe mencionar algunos títulos de singular importancia: El caballero de la triste figura. Ensayo iconológico (1896), Vida de don Quijote y Sancho (1905), Sobre el quijotismo de Cervantes (1915), etc. Todavía en fechas no muy lejanas, la prensa española informaba sobre la aparición de un inédito Manual del Quijotismo entre los papeles de la Casa Museo de Unamuno en Salamanca.99 Su lectura del Quijote no es siempre la misma y ofrece matices diversos conforme pasan los años y la situación política española cambia.100 Desde posiciones menos beligerantes que las de Unamuno, el caso de Azorín es muy similar. Más quijotista que cervantista en sus inicios, no se centró en cambio exclusivamente en el Quijote (uno de sus libros de cabecera, sin duda) sino que dedicó numerosas páginas a Cervantes a quien recreó admirablemente en ocasiones, identificando incluso autor y personaje.101 A Cervantes y el Quijote dedicó ensayos de geografía literaria (La ruta de don Quijote, 1905), recreaciones de personajes y temas cervantinos (Tomás Rueda, 1915), trabajos de crítica histórico-literaria (Con permiso de los cervantistas, 1947; Con Cervantes, 1948), y obras teatrales (Cervantes o la casa encan- cervantistas 1 4/8/01 206 19:33 Página 206 José Montero Reguera [12] tada, 1931), mostrando en todos ellos su fina sensibilidad para acercarse a las obras y autores clásicos.102 El caso de Baroja es complejo. Sin duda fue un lector reiterado del Quijote, obra que influye decisivamente en las novelas del escritor vasco, pero sus trabajos relativos al Quijote no son abundantes (en comparación con Unamuno o Azorín).103 Una vez más se muestra más quijotista que cervantista, 104 pero defendiendo un quijotismo que no llegue al absurdo.105 Y tras ellos Antonio Machado, que simboliza en don Quijote el eterno ideal porque «algún día habrá que retar a los leones, con armas totalmente inadecuadas para luchar con ellos. Y hará falta un loco que intente la aventura. Un loco ejemplar»,106 pero que apenas dedicó unas líneas del Juan de Mairena a analizar el Quijote; Ramiro de Maeztu y su conocido ensayo sobre los tres grandes mitos literarios españoles: Don Quijote, Don Juan y La Celestina;107 Ángel Ganivet;108 Ramón del Valle Inclán, 109 etc.110 1.7.2. Un caso especial. En el discurrir literario español de principios del siglo XX merece especial mención en el campo de la exégesis cervantina, la figura de José Ortega y Gasset, cuyas obras completas incorporan diversos trabajos sobre el Quijote, entre los que destaca, sobre todo, sus Meditaciones del Quijote (1914), libro primerizo, con el que sale a la palestra literaria, pero de capital importancia en la historia de la crítica sobre el Quijote, «quizá la obra más seminal del siglo, llena de intuiciones más tarde desarrolladas por otros», por decirlo con las palabras de E.C. Riley.111 He aquí algunas de esas intuiciones: Ortega ponía en duda la supuesta ejemplaridad moral de las novelas ejemplares, defendía el perspectivismo como una de las claves del Quijote («El ser definitivo del mundo no es materia ni alma, no es cosa alguna determinada, sino una perspectiva»)112 y reclamaba para esta obra cervantina el carácter de germen de la novela moderna: «Falta el libro donde se demuestre al detalle que toda novela lleva dentro, como una íntima filigrana, el Quijote, de la misma manera que todo poema épico lleva, como el fruto del hueso, la Ilíada».113 1.7.3. El modernismo. Los escritores modernistas también consideran el Quijote como uno de sus libros predilectos; de manera general, encuentran en el Quijote, por un lado, el idealismo, la ilusión, la fantasía y el ensueño que posibilitan la creación de un mundo imaginativo alejado de la realidad. En segundo lugar, el sentido humanitario: la locura quijotesca se interpreta como un acto de caridad en el que el héroe defiende a los débiles sin preocuparse de sí mismo; en tercer lugar, se destaca un sentimiento religioso: don Quijote es comparado en muchas ocasiones con Cristo y se le atribuye una naturaleza divina por su excesiva humanidad. Y, finalmente, el sentido artístico de la obra de Cervantes.114 Pero son pocos los ensayos que dedican a Don Quijote. Hallamos ecos, por ejemplo, en un cuento de Rubén Darío, en su conocido poema «Marcha triunfal», así como en otros poemas;115 Gregorio Martínez Sierra escribe Tristezas del Quijote (Madrid, 1905) y Benavente La muerte de don Quijote;116 Juan Ramón Jiménez destaca del Quijote sus valores estéticos, especialmente los que tienen que ver con el ritmo y variedad léxica, de origen cervantistas 1 4/8/01 [13] 19:33 Página 207 La crítica sobre el Quijote en la primera mitad del siglo XX 207 popular en su parecer;117 en Emilio Carrere encontramos costumbrismo y melancolía…118 Acaso el que más páginas críticas le dedicó fue Manuel Machado, en trabajos como «Viajando por el Quijote» y «Don Quijote en el teatro». 119 De su devoción por lo cervantino da buena prueba su biblioteca personal, hoy conservada en la Biblioteca de Castilla y León (Burgos), en la que se pueden encontrar numerosos libros de temática cervantina. De entre estos me permito poner como ejemplo los estudios y ediciones de Francisco Rodríguez Marín (los dos eran académicos de la Española), buena parte de ellos dedicados. Aun más interesante si cabe es que algunos de esos volúmenes están anotados de puño y letra de Manuel Machado, con consideraciones muy curiosas sobre la manera de anotar de Don Francisco.120 1.8. La crítica en España. Por un lado han de señalarse las publicaciones periódicas como Don Quijote, publicación de corte radical y republicano en la que, entre 1892 y 1903, confluyeron escritores ya veteranos (José Nakens, Marcos Zapata, Eusebio Blasco, Clarín) con escritores de los considerados ya como gente nueva: Miguel y Alejandro Sawa, Alfredo Calderón, Dicenta, Valle Inclán, Baroja, Maeztu, Benavente. De corte literario y político, esta revista publicó poco o nada de interés en lo que tiene que ver con la crítica e investigación sobre el Quijote.121 Los Quijotes (Madrid, 1915-1918), donde se publican algunas de las «primeras descubiertas de los movimientos de vanguardia».122 Más interesante desde el punto de vista cervantino es la revista mensual iberoamerica Cervantes, que se editó en Madrid entre agosto de 1916 y diciembre de 1920 y en la que publicaron escritores a caballo entre Modernismo y Vanguardia: Rubén Darío, Amado Nervo, Francisco Villaespesa, Rafael CansinosAsséns, Joaquín Dicenta (hijo), Eduardo Haro, Joaquín Aznar, Guillermo de Torre, etc. Aunque la revista presenta ante todo un interés especial por lo hispanoamericano, Cervantes y el cervantismo también tienen cabida: en poemas en los que, por ejemplo, se señala a Cervantes como la guía espiritual de las nuevas tendencias;123 y en artículos críticos debidos a la pluma de César E Arroyo, Luis G. Urbina y J.A. González Lanuza, entre otros.124 Plenamente cervantista es ya la Crónica cervantina, un poco posterior, que dirigieron entre 1930 y 1936 los bibliófilos catalanes Juan Suñé Benages y Juan Sedó PerisMencheta: en ella se alternan trabajos serios y rigurosos con otros de dudosa calidad; y una constante parece ser la crítica, también constante pero muy dura, a la labor editorial de Francisco Rodríguez Marín.125 A estas publicaciones deben añadirse también los números dedicados íntegramente a Cervantes con motivo de los centenarios de 1905 y 1916: Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos; Revista General de Marina, Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones, etc. La crítica en España en el primer cuarto de siglo está representada en buena medida por la figura destacadísima de Menéndez Pelayo, autor de un pequeño número de trabajos sobre el Quijote del que destaco su conocido discurso sobre «Cultura Literaria de Miguel de Cervantes y elaboración del Quijote» al que ya me he referido antes, 126 y su escuela:127 Francisco Rodríguez Marín, que representa, por un lado, la vertiente más positivista y erudita cervantistas 1 4/8/01 208 19:33 Página 208 José Montero Reguera [14] en recopilaciones documentales y en sus estudios histórico-literarios y, por otro, la edición de textos;128 y Adolfo Bonilla y San Martín, inteligente exégeta de Cervantes y el Quijote, pero desde una perspectiva más hermenéutica y filosófica, a la par de iniciador de una importante edición de Obras completas de Cervantes en colaboración con Rodolfo Schevill.129 1.9. El Quijote a los ojos del hispanismo. El hispanismo de principios del siglo XX encuentra en el Quijote una obra llena de posibilidades y la enriquece con nuevos estudios y análisis. En Francia debe destacarse a Alfred Morel Fatio con su trabajo, todavía publicado en el siglo XIX, sobre Le «Don Quichotte» envisagé comme peinture et critique de la societé espagnole du XVIe et XVIIe siècle.130 Se trata del primer estudio de importancia en lo que se refiere a analizar las relaciones de la obra de Cervantes con el contexto histórico-social en que se inscribe la novela; realmente más que de un estudio se trata de una antología de textos con los que se ilustra cada una de las clases sociales que aparecen en el Quijote. Pese a la superficialidad de algunas de sus afirmaciones, el libro de Morel Fatio incorpora «intuiciones y juicios muy acertados, difíciles de encontrar en la crítica española de la misma época, con los que el autor se anticipa a la investigación más reciente: la relación que existe entre la condición social del hidalgo y la afición a los libros de caballerías; la manía hidalguista de las gentes de la época, cuya crítica constituye la principal intención del libro; y, sobre todo, el énfasis que el autor ha puesto en el contenido social de la novela».131 Ernesto Merimée incluye en su Historia de la literatura Española (1908) un largo capítulo dedicado a Cervantes, valorando el Quijote por encima de cualquier otra de sus obras y destacando de él su carácter divertido y jocoso;132 y Elie Faure sitúa el Quijote a la altura de las grandes creaciones de la literatura universal, pues lo equipara con Homero, Rabelais y Shakespeare.133 En Italia, la rica bibliografía sobre «Cervantes en Italia» reunida por Donatella Pini Moro y Giacomo Moro muestra palpablemente el interés que el Quijote despierta en este país en el primer cuarto de siglo: ediciones, traducciones y estudios a cargo de los más destacados críticos de ese tiempo (Benedetto Croce, Eugenio Mele, Giovani Papini, Arturo Farinelli, Marco Aurelio Garrone, Paolo Savj López, etc.) se cuentan por decenas.134 Entre tanta actividad crítica sobre el Quijote quiero destacar tres trabajos por su singular importancia. En primer lugar, entre 1907 y 1908 Luigi Pirandello escribe su ensayo L’umorismo, sin duda el trabajo fundamental para entender las bases teóricas de la obra literaria de Pirandello, en el que propone una nueva poética para la moderna literatura italiana basada en el concepto de «umorismo» que puede definirse como «el intento de transponer a nivel literario la relatividad e inconsistencia de la realidad que se percibe».135 Y para fundamentar esa idea, el autor de Seis personajes en busca de autor acude reiteradamente al Quijote, que acaba convirtiéndose así en el modelo esencial, pues, por un lado, es la obra donde mejor se percibe lo anteriormente indicado y, por otro, porque se puede considerar como la cima del desarrollo evolutivo de la ironía cómica hasta que esta se convierte en una «postura existencial, resultante de la identificación del autor con la obra».136 Pirandello encuentra en el Quijote la relatividad (más cervantistas 1 4/8/01 [15] 19:33 Página 209 La crítica sobre el Quijote en la primera mitad del siglo XX 209 tarde, Ortega hablará de perspectivismo y Américo Castro de realidad oscilante) y la ironía que él considera como los elementos claves para su concepto de literatura, el que quiere que fundamente la literatura italiana moderna.137 Unos años más tarde, en 1920, Giuseppe Toffanin publicaba un extenso libro, La fine dell’Umanesimo (Milan-Torino-Roma: Bocca), en el que analizaba el final del Humanismo desde la perspectiva de la literatura comparada y sus manifestaciones en Italia, Francia y España. En lo que se refiere al Quijote, afirma que es el resultado de las ideas y polémicas literarias del Renacimiento, situándolo así, por primera vez, en un contexto cultural concreto, el mismo —de ahí en parte su extraordinaria importancia— que luego Américo Castro en El Pensamiento de Cervantes analizó con todo detalle. Valga decir que es uno de los pocos trabajos citados con elogio por Castro al inicio de la obra antes citada. La reacción no se hizo esperar: en 1924 Cesare De Lollis publica un provocador Cervantes reazionario138 en el que defiende que Cervantes y el Quijote pertenecen claramente a la Contrarreforma. En el mismo asunto terciarán otros investigadores en fechas posteriores: Américo Castro dedica el capítulo sexto de El pensamiento de Cervantes a esta cuestión; más tarde se enfrentarán Hatzfeld y Amado Alonso, 139 etc. En Alemania, ya lo he mencionado antes, se edita el Quijote nuevamente en dos ocasiones y aunque se ha convertido en obra «máximamente pública, en el libro de los niños y del vulgo, de los periodistas, de los eruditos, de los filósofos»,140 esto no se traduce en estudios de importancia: ensayos en los que la impronta romántica es evidente, artículos, trabajos breves sobre posibles comparaciones entre Shakespeare y Cervantes, recepción de las obras cervantinas en Alemania…, poco más. Habrá que esperar realmente al segundo cuarto del siglo para encontrar trabajos de entidad.141 Algo parecido sucede en Inglaterra, donde apenas cabe destacar las páginas que James Fitzmaurice-Kelly dedicó al Quijote en su Historia de la Literatura Española, prontamente traducida al español con prólogo de Menéndez Pelayo.142 En Estados Unidos la situación es similar, con la excepción de Rodolfo Schevill, Catedrático de la Universidad de California, que emprendió, en colaboración con Adolfo Bonilla y San Martín, una de las mejores ediciones de Obras completas de Cervantes; los tomos del Quijote, sin embargo, no se imprimieron hasta el segundo cuarto del siglo XX. La América española, en cambio, ofreció algunos cervantistas de primer orden: bibliófilos, como el uruguayo Arturo Xalambrí, que reunió una impresionante colección de Quijotes;143 eruditos, como Francisco de A. Icaza que conoció como pocos los vaivenes de la crítica e interpretación del Quijote a través de los siglos;144 Ricardo Rojas, excelente exégeta de la poesía cervantina; José de Armas y Cárdenas; 145 Enrique José Varona y otros, como Alfonso Reyes, Arturo Marasso y Jorge Luis Borges, ya un poco posteriores.146 Y es en estas fechas cuando la lectura y estudio del Quijote se extiende a otros lugares del mundo en los que va surgiendo un incipiente hispanismo: (por orden alfabético): Argelia, 147 Brasil, 148 Bulgaria, 149 Checoslovaquia, 150 China, 151 Corea, 152 Filipinas, 153 Grecia, 154 Japón, 155 Polonia, 156 Portugal, 157 Rusia, 158 Serbia.159 cervantistas 1 4/8/01 210 19:33 Página 210 José Montero Reguera [16] 1.10. Brillante cierre de este período. Dos libros de singular interés e influencia vienen a cerrar con brillantez los primeros veinticinco años del siglo veinte: la Guía del lector del Quijote, de Salvador de Madariaga, y El Pensamiento de Cervantes, de Américo Castro. Entre junio de 1923 y febrero de 1925, Salvador de Madariaga había venido publicando en el diario bonaerense La Nación una serie de artículos sobre el Quijote, en los que recogía, a su vez, ideas expuestas por él en la Universidad de Cambridge, en el transcurso de una serie de conferencias que allí pronunció unos años antes. Después, esos artículos se publicaron en volumen con el título general de Guía del lector del Quijote. Ensayo psicológico sobre el Quijote.160 Acaso influido por los los abundantes trabajos de corte médico que se publicaron en torno a 1905, como por ejemplo el de Santiago Ramón y Cajal, «Psicología de don Quijote y el quijotismo», en los que «se ve (y se lee) el Quijote tanto como inventario de comportamientos o tipos humanos, lo que le equipararía con la psicología, cuanto exponente de perturbaciones de tales comportamientos, esto es, psiquiatría, tomando como base en el primero de los casos a la pareja compuesta por el caballero y escudero, mientras la carga de comportamiento alterado recae, exclusivamente, en don Quijote»161, Salvadador de Madariaga analiza los personajes del Quijote como si de seres humanos se tratase y llega a la conclusión de que en don Quijote y Sancho se produce una evolución que lleva al primero a incorporar a su personalidad elementos característicos de la personalidad del segundo y viceversa. Con Quijotización y Sanchificación, los terminos acuñados por Salvador de Madariaga, se viene a denominar el «proceso de asimilación convergente entre los dos personajes que se produce […] ya en la primera parte y se acentúa en la segunda».162 No me interesa ahora analizar con pormenor la tesis de Madariaga, bien conocida, sino destacar su influencia, enorme, pero pocas veces confesada abiertamente y que llega a nuestros días, mostrando su importancia y vitalidad: como expuso no hace mucho tiempo Carroll Johnson, el libro de Madariaga ha estado detrás de estudios muy recientes llevados a cabo desde perspectivas psicológicas, piscoanalíticas y feministas de la más viva actualidad.163 Pocas monografías tan influyentes hay en el campo del cervantismo como El pensamiento de Cervantes, de Américo Castro. Su publicación originó una considerable polémica por su novedad, pero sin duda, sus tesis e ideas han permitido situar la obra cervantina en su contexto histórico, estableciendo de esta manera las bases fundamentales de la exégesis cervantina posterior.164 Partiendo de su idea de que historia y literatura están profundamente unidas y de que los textos literarios pueden servir para ilustrar los hechos de un pueblo, un país, una sociedad, Américo Castro estudia la obra cervantina (no sólo el Quijote) de acuerdo con tales premisas. Surge así un libro capital en la historia del cervantismo, El pensamiento de Cervantes165, en el que sitúa la obra de Cervantes en las coordenadas de la cultura europea de la época siguiendo las directrices de la Kulturgeschichte imperante entonces: erasmismo, relaciones con la cultura italiana, humanismo renacentista, etc. Allí se estudian por primera vez el peculiar concepto cervantino del honor, su «hipo- cervantistas 1 4/8/01 [17] 19:33 Página 211 La crítica sobre el Quijote en la primera mitad del siglo XX 211 cresía» (que tanta polémica levantó166), el perspectivismo (la «realidad oscilante» de la que hablaba Castro)… Su influencia ha sido y es amplísima y aparece más o menos explícita en muchos trabajos de otros autores sobre Cervantes. Dejemos a D. Alonso Zamora Vicente explicar el porqué de tal importancia: …descubrimos [en El pensamiento de Cervantes] a ese Cervantes… que aún es preciso conocer, el Cervantes que demuestra que no es un ingenio lego, sino que sabe perfectamente de qué está hablando, de dónde viene, adónde va, que maneja con gran rigor todos los mitos y todos los tópicos literarios de su tiempo cuando le conviene, y, cuando no, los pone en solfa de una manera genial, como nunca se ha hecho. Un Cervantes que conoce perfectamente los límites, los prejuicios de la sociedad en que vive y que él no acepta a ciegas, sino que, llegado el momento, pone en tela de juicio con toda valentía. Un Cervantes que al fin nos explicábamos por qué no era citado como ejemplo y modelo de virtudes nacionales españolas, puesto que ocupaban Lope o Calderón, nunca el «príncipe de los ingenios167. 2. 1925-1950: EL QUIJOTE, PRIMERA NOVELA MODERNA 2.1. Preliminar. Desde 1925 la crítica sobre el Quijote se conoce y se ha estudiado mejor: hay una mayor cercanía temporal a nosotros, lo que permite una cierta familiaridad con nombres y títulos que todavía hoy se recuerdan sin dificultad (El pensamiento de Cervantes, Salvador de Madariaga, Erich Auerbach, Helmut Hatzfeld, etc.); la importancia del libro de Américo Castro por lo que supuso desde que se publicó y su influencia posterior; la pujanza de la llamada escuela filológica española con trabajos todavía hoy fundamentales, extraordinariamente imbricada con la relectura del Quijote (y de Cervantes) efectuada por la Generación del Veintisiete (poetas, pero también, excelentes filólogos y críticos); acaso también por la labor de análisis de esta crítica realizada por diversos investigadores, singularmente por Dana B. Drake desde un punto de vista puramente documental168 y por Anthony J. Close, desde una perspectiva de análisis, clasificación y exégesis de esa crítica en diversos trabajos, de entre los que destaco su contribución a los preliminares de la edición del Quijote auspiciada por el Instituto Cervantes («Las interpretaciones del Quijote», pp. cxliii-clxv) y, sobre todo, «La crítica del Quijote desde 1925 hasta ahora», capítulo del libro que coordinamos Pablo Jauralde y yo mismo en 1995 y que publicó el Centro de Estudios Cervantinos con el título general de Cervantes.169 En este periodo, continúa la labor crítica de autores del primer cuarto de siglo, pero nueva savia empieza a llegar al cervantismo, en España y aún más en el ámbito del hispanismo. Desde diversas escuelas y tendencias críticas lo que se irá consiguiendo poco a poco es explicar las principales razones que conducen a definir el Quijote como un texto literario que, perfectamente imbricado en el contexto de la época, tal y como Américo Castro demostró ejemplarmente, sin lo cual no se podría entender, en él se sientan las bases de la novela moderna. cervantistas 1 4/8/01 212 19:33 Página 212 José Montero Reguera [18] 2.2. La edición y anotación del Quijote. El segundo cuarto del siglo veinte viene marcado en el campo editorial, de una parte, por la continuación de la labor ecdótica de Francisco Rodríguez Marín a la que ya me he referido antes y, de otra, por la continuación de la colección de Obras completas de Cervantes que habían iniciado en 1914 Rudolph Schevill y Adolfo Bonilla y San Martín. Muerto este último (1926), el catedrático de la Universidad de Berkeley continuó esta magna empresa que culminó con los cuatro volúmenes dedicados al Quijote.170 Esta colección de obras completas de Miguel de Cervantes constituye sin duda una de las empresas editoriales más importantes y sólidas del siglo XX en el campo del cervantismo. En lo que se refiere, de una manera más acotada, al Quijote, la edición de Schevill muestra algunas carencias que tienen que ver sobre todo con la utilización de facsímiles y no de las ediciones originales, pues esto le lleva a considerar como variaciones entre diversos ejemplares de la príncipe lo que en realidad no son sino defectos de la edición facsímil manejada; pero también indudables aciertos: rigurosa transcripción, metódico registro de variantes, acertada y sintética anotación. Lo cierto es que, de ahí su importancia singular, estas dos empresas editoriales (Rodríguez Marín, Rudolph Schevill) son la base, para bien y para mal, de toda edición del Quijote posterior. Con las palabras de Francisco Rico: «Las virtudes de Schevill y las carencias de Rodríguez Marín (que no al revés) han condicionado la ortodoxia del cervantismo en la segunda mitad del siglo XX».171 2.3. La crítica sobre el Quijote en España. 2.3.1. La escuela de Menéndez Pelayo. En España continúa la labor de los discípulos de Menéndez Pelayo, caracterizada ante todo por su erudición y positivismo:172 Francisco Rodríguez Marín, cuyos estudios cervantinos se reúnen en un solo volumen en 1947 y publica dos ediciones más del Quijote;173 Agustín González de Amezúa, prologuista del volumen de estudios cervantinos de Rodríguez Marín, académico, poseedor de una vasta erudición que puso al servicio de Cervantes en libros como Cervantes creador de la novela corta española;174 y Narciso Alonso Cortés, catedrático de instituto y también académico, recopilador de documentos cervantinos, 175 y autor también de una síntesis de la vida y obra de Cervantes.176 Los tres eruditos, positivistas, académicos y recelosos o, sin ambages, claramente enfrentados a la imagen de Cervantes presentada por Américo Castro en El pensamiento de Cervantes, libro que en buena medida debe considerarse el desafío más radical al cervantismo tradicional y académico.177 2.3.2. Una isla en el océano del cervantismo. Como tal podemos considerar a Luis Astrana Marín. Por su tipo de crítica, también erudita, profundamente positivista, se le podría emparentar con la escuela de Menéndez Pelayo (de quien no fue discípulo),178 pero su intemperancia crítica le llevó a enfrentarse agriamente con Rodríguez Marín desde fechas muy tempranas, 179 y también con Menéndez Pidal.180 Como es obvio, su labor se desarrolló fuera de las dos instituciones que representaban Rodríguez Marín y Menéndez Pidal (la Academia Española; la Universidad y el cervantistas 1 4/8/01 [19] 19:33 Página 213 La crítica sobre el Quijote en la primera mitad del siglo XX 213 Centro de Estudios Históricos), con la consiguiente marginación. Sus abundantes trabajos sobre Cervantes y el Quijote, algunos de los cuales reunió después en volumen, vieron la luz fundamentalmente en los diversos periódicos del momento (El Imparcial, ABC, La Libertad). Culminación de sus trabajos cervantinos es la prolija, extensa, laberíntica pero rica de información (si se tiene la paciencia suficiente para encontrarla) Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra (Madrid: Instituto editorial Reus, 1948, siete volúmenes).181 2.3.3. Los bibliófilos. La bibliofilia de estos años ofrece algunas personalidades de singular importancia en el campo que nos ocupa, pues reunieron colecciones cervantinas importantes, algunas de las cuales han pasado a ingresar hoy día los fondos de bibliotecas públicas: José María Asensio y Toledo, 182 Isidro Bonsoms i Siscart, que durante cuarenta años reunió casi cuatro mil volúmenes de temática cervantina, entre ellos los procedentes de la biblioteca de Leopoldo Ríus, donados en 1915 al Institut d’Estudis Catalans y hoy incorporados a los fondos de la Biblioteca de Cataluña;183 Juan Sedó Peris-Mencheta, que empezó a reunir fondos bibliográficos cervantinos desde 1926 y logró reunir casi dos millares de ediciones del Quijote, hoy en la Biblioteca Nacional;184 etc. 2.3.4. La Escuela Filológica Española. Con el rótulo Escuela Filológica Española quiero referirme a un señero grupo de investigadores que, en el segundo cuarto del siglo veinte, se formaron bajo el magisterio de Ramón Menéndez Pidal en el seno del Centro de Estudios Históricos. Con ellos viene a nacer en España la Filología en el sentido moderno del término: Ellos elevaron su disciplina en nuestro país desde los cimientos documentales hasta unos planteamientos teóricos propios, con los que procuraron alcanzar los ambiciosos propósitos que les movían. Anhelaban una filología científica comparable a las demás europeas como imprescindible herramienta en la obsesiva preocupación de la época por la interpretación del ser de España.185 Cuento entre ellos a su fundador, Menéndez Pidal, a sus primeros colaboradores (Américo Castro, Tomás Navarro Tomás, Vicente García de Diego) y a los discípulos de estos, que desarrollaron su labor académica e investigadora dentro y fuera de nuestras fronteras: Amado Alonso, José F. Montesinos, Federico de Onís, Dámaso Alonso, Manuel de Montoliú, Joaquín Casalduero, Samuel Gili Gaya, Rafael Lapesa, Alonso Zamora Vicente, Enrique Moreno Báez. Como quiera que se ha venido discutiendo su aportación al campo del cervantismo, revisaré ahora los principales hitos, problemas y referencias bibliográficas de esta escuela en lo que se refiere a su exégesis sobre el Quijote.186 El fundador de esta escuela no se denominó nunca cervantista, ni hoy en día se le puede considerar como tal: sus trabajos, más orientados a la gramática histórica, la dialectología y el romancero, incluyen no obstante un nutrido número de páginas sobre cuestiones literarias, de las cuales sólo unas pocas van referidas al Quijote: algunas páginas sueltas de El lenguaje del siglo XVI cervantistas 1 4/8/01 214 19:33 Página 214 José Montero Reguera [20] (1933), Los españoles en la literatura (1949) o la inédita hasta 1986 La lengua castellana en el siglo XVII, contienen interesantes referencias al Quijote, pero sin abordar cuestiones de alcance.187 Realmente, Menéndez Pidal dedicó sólo dos trabajos amplios a esta obra de Cervantes: Un aspecto de la elaboración del Quijote (1920)188 y Cervantes y el ideal caballeresco (1948).189 Hoy en día estos estudios mantienen su vigencia, muy especialmente el primero, que ha originado singular controversia sobre las fuentes inspiradoras de Cervantes.190 Lo que me interesa destacar ahora no es tanto la vigencia de los trabajos cervantinos de Ramón Menéndez Pidal, evidente al menos en el primer caso, sino que esos trabajos fueron dilectos para su autor hasta el punto de que los incluyó en la antología de estudios críticos suyos que seleccionó en 1957 con destino a la editorial Gredos: «Bien claramente aparece que estas páginas sobre el Quijote son por mí muy preferidas».191 Esta preferencia pidalina sobre sus estudios quijotescos es lo que acaso explique que cuando Américo Castro quiere homenajear a su compañero universitario lo haga con un extraordinario libro, El pensamiento de Cervantes: «A Ramón Menéndez Pidal al cumplirse XXV años de su profesorado universitario». Pero esta dedicatoria no debe considerarse como mera anécdota, consecuencia de la amistad entre ambos filólogos, sino que la predilección del maestro por los temas cervantinos y el Quijote de modo más concreto, ha pervivido entre sus discípulos, de manera que raro es el caso de investigador integrante de la Escuela Filológica Española que no haya dedicado siquiera unas páginas de interés a la novela de Cervantes. Es más, este hecho casi parece haberse convertido en una constante de esta escuela. En efecto, la nómina de estos investigadores incluye en casi todos los casos trabajos sobre Cervantes: el ya referido Américo Castro, pero también Amado Alonso, José F. Montesinos, 192 Federico de Onís, Dámaso Alonso, Joaquín Casalduero, Samuel Gili Gaya, Rafael Lapesa, Alonso Zamora Vicente y otros menos recordados: Manuel de Montoliú, Enrique Moreno Báez. Y aunque no escriban, o escriban menos, sobre Cervantes, su lectura está siempre presente en ellos, hasta en cosas de detalle, como cuando Alonso Zamora Vicente se refiere a los estudios que puede seguir un joven de la España de hoy: … el joven español ha de estar siempre en carne viva ante la crítica que Cervantes hace de la sociedad en que vive y aprender de él la postura que un intelectual ha de mantener frente a las estructuras sociopolíticas, tan cambiantes: hay que ir a la vanguardia de ellas, en permanente oposición constructiva, marcando una ética y un inextinguible afán de mejoramiento. La voz de Cervantes suena como una cenefa desencantada para todas las situaciones que se nos puedan plantear en la existencia, y su consejo y su sonrisa disculpadora llenan de esperanzada luz cualquier escenario, por tenebroso que se presente. De ahí su permanente actualidad, su constante patronazgo literario. Nunca se nos ha dicho tan alto y tan claro que el hombre es solamente hijo de sus obras, que no puede haber distingos de otros tipos (apellidos, nacimiento, fortuna, influjos sociales, etc.) y que cada cual hará muy bien con llenar con justeza el hueco que tiene en la comunidad […] durante años, siglos, hemos leído a carcajadas la ceremonia de la armazón caballeresca de don Quijote (notemos ya esa alarmante armazón), cuando, en realidad de verdad, no se trataba de risas fáciles, sino de una burla dolorosa, de un formidable escarmiento ante las pompas humanas […] El joven español podrá recorrer tranquilo y desenvuelto todo el horizonte posible si lleva bien hondo el aviso cervantino, y lo pone de acuerdo con su conducta y convicciones.193 cervantistas 1 4/8/01 [21] 19:33 Página 215 La crítica sobre el Quijote en la primera mitad del siglo XX 215 No obstante, en 1936 tiene lugar un acontecimiento que va a remover los cimientos de la vida española: una larga guerra civil que trae como consecuencia, en lo que se refiere a esta escuela filológica, que algunos de sus miembros más destacados deban continuar su carrera académica fuera de España. Y, precisamente, de todos ellos son los más cervantistas quienes han de salir de su país. La mayor parte de ellos se dirige a los Estados Unidos, y allí forman discípulos, algunos de los cuales cuenta entre lo mejor del cervantismo: Federico de Onís (ya desde antes de la guerra) se afinca en Nueva York donde dirige el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Columbia;194 Américo Castro recala en Princeton donde forma una excelente escuela de cervantistas (Vicente Lloréns195 y, sobre todo, Joseph H. Silverman, Stephen Gilman, Manuel Durán, 196 Ludmilla Buketoff Turkevich);197 Amado Alonso llega a Harvard, donde años después enseñará Francisco Márquez Villanueva, y en donde inician su labor académica Juan Bautista Avalle Arce198 y Luis Andrés Murillo;199 Joaquín Casalduero desarrolla su actividad académica también en los Estados Unidos, etc.200 Los que se quedan en España tienen el Quijote en la cabeza, pero escriben poco sobre él, aunque cuando lo hacen ofrecen páginas de enorme interés: Dámaso Alonso, 201 Rafael Lapesa;202 otros más olvidados como Manuel de Montoliú, director del Instituto de Filología de Buenos Aires en 1925 y autor de diversas monografías cervantinas;203 Enrique Moreno Báez, discrepante en ocasiones con Américo Castro y autor de unas Reflexiones sobre el «Quijote» todavía válidas.204 Pero en general, los objetivos de los filólogos que se quedan en España van por otros caminos; se concentran en otros autores o temas: Góngora, Valle Inclán, Garcilaso de la Vega, San Juan de la Cruz, Dialectología, Historia de la Lengua… Como posible razón de la falta de estudios sobre el Quijote se ha sugerido, por ejemplo, el peso excesivo de la tradición filológica que acaso ha impedido la incorporación de otras corrientes críticas;205 quizás también el extraordinario influjo de las ideas de Castro sobre todos sus discípulos, tanto en Estados Unidos como en España: pero aquellas no eran del todo bien vistas en España, con una situación política que quiso hacer de Cervantes un héroe glorioso con una imagen afín al régimen, muy alejada de la que Castro nos ofreció; acaso por eso los filólogos del Centro de Estudios Históricos en España no se ocuparon con frecuencia del Quijote: por un lado existía la convicción de que poco nuevo se podía añadir a lo ya dicho por Américo Castro206 y, por otro lado, eran ideas no bien vistas: mejor, por tanto, no acercarse al tema. En fin, sea como fuere, el número y la calidad de trabajos ofrecidos por la Escuela Filológica Española sobre el Quijote revela su singular importancia en el campo de los estudios cervantinos, que en modo alguno debe minusvalorarse. 2.3.5. Ensayistas y creadores a la búsqueda del Quijote. Apenas hay escritor, ensayista en este periodo que no dedique alguna atención al Quijote: Concha Espina escribe un ensayo pionero, Mujeres del Quijote, 207 Ramón Gómez de la Serna prologa al menos una edición del Quijote, 208 el cervantismo (y quijotismo) de José Gaos y León Felipe son evidentes…209 Pero la lista podía ser interminable. Quiero por eso centrarme en un cervantistas 1 4/8/01 216 19:33 Página 216 José Montero Reguera [22] grupo de escritores, la Generación del 27, que ven en el Quijote una obra de extraordinaria importancia a la que dedican numeros ensayos y relecturas, que revelan el magisterio que ejerció Cervantes sobre todos ellos. Esta influencia es conocida suficientemente, por lo que me permito destacar sólo algunos aspectos, 210 en especial lo que tiene que ver con la relación de los escritores del 27 y la escuela filológica española a la que me referí más arriba: todos ellos son poetas, sí, pero también, algunos de ellos, excelentes filólogos e historiadores de la literatura, como Pedro Salinas, 211 que se doctoró con una tesis sobre los ilustradores del Quijote y Jorge Guillén, 212 los dos catedráticos de universidad, primero en España (Sevilla, Murcia), luego en Estados Unidos: ambos dedicaron importantes trabajos al Quijote; también catedrático de universidad y poeta es Dámaso Alonso, que cuenta en su haber con lúcidos trabajos sobre el Quijote, según ya se vio; y Gerardo Diego, catedrático de instituto y miembro de la RAE, premio Cervantes, a él se debe en buena parte la revalorización en el siglo veinte de la poesía cervantina. Los demás son poetas, ensayistas, mas no filolólogos de profesión; eso no impide que se acerquen igualmente al Quijote, desde perspectivas muy distintas: más técnicamente, Francisco Ayala; filosóficamente, María Zambrano; desde una perspectiva extraordinariamente personal, José Bergamín… Como dice Ana Rodríguez Fischer «Renovación transformadora es la lectura que todos estos escritores han hecho de la obra cervantina».213 2.4. El Quijote a los ojos del hispanismo. En estos años es posible constatar un fenómeno interesante dentro del mundo del hispanismo: el Quijote no sólo ha llegado a los lugares más insospechados, sino que los grandes nombres de la Filología y de la Romanística, ocupados hasta entonces en otros temas y cuestiones, encuentran ahora en la novela cervantina la obra clave de la literatura española que les sirve para ejemplificar o desarrollar sus métodos de trabajo. Es el caso por ejemplo de Leo Spitzer: En este ensayo el procedimiento consistirá en armonía con los principios explicados en el primer artículo de este libro en tomar como punto de partida un aspecto particular de la novela de Cervantes, que seguramente llamará la atención a cualquier lector, es a saber, la inestabilidad y variedad de los nombres dados a algunos personajes (y la variedad de explicaciones etimológicas de esos mismos nombres) para descubrir tras esa polionomasia (y polietimología) el posible motivo psicológico de Cervantes. A mi entender, trátase de una deliberada renuncia por parte del autor a hacer una elección definitiva de un nombre (o etimología): en otros términos, de un deseo de destacar los diferentes aspectos bajo los que puede aparecer a los demás el personaje en cuestión. Si ello es así, entonces esta actitud relativista de Cervantes colorará sin duda otros detalles lingüísticos de la novela. Efectivamente, esa actitud es la que seguramente se oculta en los frecuente debates (entre don Quijote y Sancho, principalmente), que nunca llegan a una conclusión definitiva, sobre la relativa superioridad de una u otra palabra o frase. Parece como si Cervantes mirase el lenguaje desde el ángulo del perspectivismo. Lo que le lleva a concluir: Acaso este procedimiento es sintomático de algo fundamental en la contextura de la novela; quizá un análisis lingüístico de los nombres pueda llevarnos camino adelante en dirección al centro y nos permita echar una ojeada a la actitud general del creador de la novela moderna hacia sus personajes. Este creador tiene que ver que el mundo, tal como cervantistas 1 4/8/01 [23] 19:33 Página 217 La crítica sobre el Quijote en la primera mitad del siglo XX 217 se ofrece al hombre, es susceptible de varias interpretaciones, exactamente igual que los nombres son susceptibles de varias etimologías. Los individuos pueden ser engañados por las perspectivas bajo las que ven el mundo igual que por las etimologías que establecen. Por consiguiente, podemos aceptar que el perspectivismo lingüístico de Cervantes se halla reflejado en la concepción de la trama y de los personajes; y de la misma manera que, por medio de la polionomasia y la polietimología, hace Cervantes aparecer distinto el mundo de las palabras a sus distintos personajes, mientras él personalmente puede tener su propio punto de vista, como creador, sobre los nombres, así también contempla la historia que nos va narrando desde su propia y personal posición panorámica. La manera que tienen los personajes de concebir la situación en que están envueltos puede no coincidir en nada con la manera de verlos Cervantes, aunque esta última no siempre esté clara para el lector. En otras palabras, el perspectivismo de Cervantes, sea lingüístico, sea de cualquier otra clase, le permitió en cuanto artista estar por encima y a veces alejado de las falsas concepciones de sus personajes.214 Algo parecido puede señalarse de Erich Auerbach. Exiliado tras la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos, donde ocupó una Cátedra de Lenguas Romances de la Universidad de Pennsylvania, ya había escrito en 1942 su gran obra, Mimesis. La representación de la realidad en la literatura215, donde estudia a lo largo de tres milenios cómo se ha considerado la realidad en la literatura. El método es similar al de Spitzer: un mínimo texto, un fragmento le sirve para llegar a conclusiones generales, ahora sobre la representación de la realidad en un determinado autor, obra o época. Así por ejemplo, analiza la representación de la realidad en la poesía griega a partir del fragmento del canto XIX de la Odisea en el que Euridea, la anciana ama de llaves que había sido nodriza de Ulises, le reconoce por la cicatriz en el muslo («La cicatriz de Ulises»). De la misma manera, se acerca al Quijote a partir de un fragmento del capítulo diez de la segunda parte («La Dulcinea encantada»).216 Como certeramente ha expuesto Anthony Close, 217 la pregunta que se hace Auerbach es ¿cómo y cuándo se produjo el paso de la mimesis clásica, según la cual lo cotidiano era esencialmente risible, a la novela moderna, que es capaz de tratarlo como algo trágico y problemático? He aquí cuando el Quijote adquiere una importancia fundamental, pues representa el momento clave de ese cambio, al encontrase en él ya todos los constituyentes de la forma moderna de representar la realidad: un héroe que choca constantemente con la realidad y no consigue más que fracasos; estos, además, no se sufren trágicamente, de manera que sus actos no ponen en entredicho la sociedad de la que surge la obra; finalmente, el autor ve la acción lúdicamente, deleitándose en la variedad de acciones: «Nunca, desde Cervantes hasta hoy, ha vuelto a intentarse, en Europa, una exposición de la realidad cotidiana envuelta en una alegría tan universal, tan ramificada y, al mismo tiempo, tan exenta de crítica y de problemática como la que se nos ofrece en el Quijote; ni acertamos tampoco a imaginarnos dónde ni cuando habría podido acometerse la empresa». 218 La influencia de este trabajo de Auerbach ha sido grande, hasta el punto de poder considerarse como alternativa a las ideas de Américo Castro en El pensamiento de Cervantes. Trabajos ya de nuestros días como los de Thomas R. Hart o Anthony J. Cascardi muestran palpablemente la huella de Mimesis.219 Los esfuerzos críticos del hispanismo en estas fechas son muy abundantes y de singular alcance: se desarrollan y matizan ideas ya conocidas (de Ortega, cervantistas 1 4/8/01 218 19:33 Página 218 José Montero Reguera [24] Castro, Pirandello, etc.), se ensayan otras nuevas y, en buena medida, se condiciona toda la crítica posterior. Helmut Hatzfeld se acerca al Quijote desde la estilística;220 Mario Casella da a la imprenta dos gruesos volúmenes sobre Cervantes: il Chisciotte, 221 que no han recibido la atención que realmente merecen; en Francia, el gran hispanista Marcel Bataillon entabla polémica con Castro sobre el posible erasmismo de Cervantes, cuestión que llega a nuestros días sin una solución definitiva;222 en Inglaterra, Alexander Parker, aplica al Quijote la particular visión inglesa de acercarse con rigor a los textos clásicos combinada con las más modernas corrientes del «New Criticism» americano, a fin de recuperar el significado original de la obra de Cervantes.223 Los estudios de Parker han sido seminales pues, como ha señalado Javier Herrero, mostraron a una nueva generación de críticos que, para estudiar de manera responsable una obra literaria es esencial una atención muy estrecha al propio texto y, al mismo tiempo, iniciaron un «non sense, irreverent reading of the Quijote which is the basis of some of the most important modern interpretations of Cervantes’ masterpiece».224 2.5. Final. Se cierra la primera mitad del siglo XX con la conmemoración del cuarto centenario del nacimiento de Cervantes. La nueva situación política española influye decisivamente en el campo de la crítica sobre el Quijote, pues se hace evidente el intento de asimilar obra y autor a las nuevas ideas imperantes. Así se explica la novela de Ángel María Pascual Amadís, 225 de claro significado político, a través de alegorías y referencias directas: en ella se recrea a un esforzado y desinteresado héroe caballeresco y su proyección simbólica en algunos protagonistas de la historia de España, al tiempo que se introduce el pensamiento falangista y la idea del Imperio. Son ideas muy similares a las que se pueden encontrar sobre el autor o sobre la novela en boca de altos representantes de la España del momento: Cervantes es el prototipo español de todos los tiempos. Del español acendrado de españolismo, o sea audaz, aventurero, hombre de fe, poeta, soldado y mutilado de guerra. ¿qué español del tiempo que fuere no es algo de todo eso, aunque, a decir verdad, Cervantes lo fuera todo junto? La vida de Cervantes fue dura en todo momento, conoció todos los sinsabores de la ingratitud, del desorden y del renunciamiento, pero, como buen español, no se desesperó jamás, porque todo se lo ofrendó a sí mismo.226 Y don Quijote representa: La consagración literaria, en una obra de dimensiones inmortales, del concepto español del mundo y de la vida que es el de ese eterno peregrinar por los confines de la tierra defendiendo la causa de los débiles, el sentido de la libertad y el imperio de la justicia; imperecederas andanzas y aventuras en las que la vida se pone a cada instante en riesgo para defender una empresa noble, de romántica ambición y de un ideal remoto y casi inasequible. Ello quiere decir que don Quijote es ante el mundo la primera carta constitucional de la historia literaria, donde los atributos inalienables de la personalidad del hombre han sido recogidos por una pluma de dimensión más ecuménica que la de ninguno de los legisladores de importancia más universal.227 Hay efectivamente mucha propaganda y carga ideológica detrás de los abundantes actos que tuvieron lugar para celebrar esa conmemoración, 228 pero también hay publicaciones e iniciativas dignas de aplauso, algunas de las cervantistas 1 4/8/01 [25] 19:33 Página 219 La crítica sobre el Quijote en la primera mitad del siglo XX 219 cuales todavía perviven, como emblema del mejor cervantismo: la revista Anales Cervantinos (el recuerdo, ahora, de Alberto Sánchez se hace obligado), varios volúmenes monográficos, libros sobre el Quijote…229 En fin, el siglo XX se inicia con una crítica que intuye en el Quijote elementos, aspectos, recursos que llevan a pensar que se encuentra ante una obra de primer orden dentro de la literatura universal, quizás la primera novela en sentido moderno del término, pero sin llegar a concretar y especificar tales atributos; eso se conseguirá ya en el segundo cuarto del siglo, que brinda al cervantismo posterior un Quijote analizado exhaustivamente con métodos y procedimientos muy distintos pero que vienen a confirmar, en la teoría y en la práctica, que efectivamente esa intuición anterior se cumple: El Quijote puede considerarse como la primera novela moderna de la literatura universal. NOTAS 1 Este trabajo ha sido elaborado en el seno del proyecto de investigación subvencionado por la Universidad de Vigo, convocatoria de 1999, sobre El «Quijote» a través de cuatro siglos (16052005). Historia de la crítica sobre el «Quijote» desde su publicación hasta los albores del cuarto centenario. Agradezco a José Montero Padilla y Fernando Romo Feito su minuciosa lectura de estas páginas. 2 José Montero Reguera, El «Quijote» y la crítica contemporánea. Premio Fernández Abril de la Real Academia Española, Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 1997. 3 Véase ahora lo que dice Javier Blasco, «El Quijote de 1905 (apuntes sobre el quijotismo finisecular)», Anthropos, 98-99 (1989), p. 120. 4 Américo Castro, El pensamiento de Cervantes [1925], Barcelona: Noguer, 1972. Nueva edición ampliada y con notas del autor y de Julio Rodríguez Puértolas, p. 14. 5 Así define este concepto: el «delirio de grandezas con que muchos comentadores e intérpretes del Quijote, hablan, escriben y opinan sobre los propósitos de su autor al concebirlo, sobre el simbolismo de sus personajes al componerlo y sobre la intención de su lenguaje al publicarlo». Tomo la cita de Joaquín López Barrera, Cervantes y su época. (Lecturas cervantinas) (Madrid: Biblioteca Hispanoamericana de Divulgación, 1916, pp. XI-XII). 6 Publicado inicialmente como discurso en 1905, después se ha reimpreso, entre otros lugares, en el volumen I de la Edición Nacional de Obras Completas de Marcelino Menéndez Pelayo (Madrid: CSIC, 1941, Estudios y discursos de crítica histórica y literaria), pp. 323-356; y muy recientemente como prólogo a la exposición bibliográfica celebrada en la Biblioteca Nacional de Madrid durante 1997: Cervantes. Cultura Literaria (Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 1997). Sobre la influencia posterior de este discurso de Menéndez Pelayo puede consultarse José Montero Reguera, El «Quijote» y la crítica contemporánea, Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 1997, pp. 53-54, 93 y 194. 7 Madrid: Ateneo de Madrid, 1920; 2ª ed. aumentada en 1924. Hay varias ediciones posteriores. Véase lo que dice Anthony Close sobre la influencia de las ideas de Menéndez Pelayo en Menéndez Pidal en «Interpretaciones del Quijote», capítulo prologal de la edición del Quijote auspiciada por el Instituto Cervantes (Barcelona: Crítica, 1998), vol. I, p. clvi. 8 La Guía del lector del Quijote se publicó inicialmente en forma de artículos publicados entre junio de 1923 y febrero de 1925 y, después, en forma de libro (Madrid: Espasa-Calpe, 1926) con el título general de Guía del lector del Quijote. Ensayo psicológico sobre el Quijote. A su vez, el germen de esta publicación está en unas conferencias pronunciadas por Madariaga unos años antes en la Universidad de Cambridge. Aunque me referiré más adelante con pormenor a la influencia de este libro de Madariaga puede consultarse al respecto el libro de Carroll B. Johnson, The Quest for Modern Fiction (Boston: Twayne Publishers, 1990), p. 29. 9 Véanse ahora los trabajos de Anthony J. Close, The Romantic Approach to «Don Quixote». A Critical History of the Romantic Tradition in «Quixote» Criticism, Cambridge: Cambridge University Press, 1978; del mismo, «Don Quixote as Landmark», Cervantes. Don Quixote, Cambridge: CUP, 1990, pp. 109-125; Leonardo Romero Tobar, «El Cervantes del XIX», Anthropos, 98-99 (1989), pp. 116-119; José Montero Reguera, «La crítica sobre Cervantes en el siglo XIX», Carlos cervantistas 1 4/8/01 220 19:33 Página 220 José Montero Reguera [26] Reyero, ed., Cervantes y el mundo cervantino en la imaginación romántica, Catálogo de la Exposición celebrada en Alcalá de Henares con motivo del 450 aniversario del nacimiento de Miguel de Cervantes, Madrid: Comunidad de Madrid — Ayuntamiento de Alcalá de Henares, 1997, pp. 29-42, y mi reseña a Ascensión Rivas Hernández, Lecturas del «Quijote» (Siglos XVII-XIX), Salamanca: Ediciones Colegio de España, 1998, en Anales Cervantinos, XXXIV (1998), pp. 363-365. 10 Don Quijote, II, 73, ed. del Instituto Cervantes (Barcelona: Crítica, 1998), p. 1213. 11 Anthony J. Close, The Romantic Approach to «Don Quixote». A Critical History of the Romantic Tradition in «Quixote» Criticism, Cambridge: Cambridge University Press, 1978, p. 1. 12 Son palabras de Carlos Reyero, «Los mitos cervantinos en pintura y escultura. Del arrebato romántico a la interiorización noventayochista», en VV. AA., Cervantes y el mundo cervantino en la imaginación romántica, Madrid: Comunidad de Madrid, 1997, pp. 89-120. El texto citado en p. 94. 13 Ibidem. 14 Carlos Reyero, art. cit., p. 97. Cfr. Karl-Heinz Bark, «Don Quijote, arquetipo nacional», Beiträge zur Romanischen Philologie, VI (1967), pp. 161-168, y Carlos M. Gutiérrez, «Don Quijote y Don Juan: notas a una oposición finisecular», Javier Blasco et alii, eds., Actas del Congreso sobre José Zorrilla, Valladolid: Universidad de Valladolid, 1995, pp. 343-349. 15 Nuevamente son palabras de Carlos Reyero, art. cit., p. 97. 16 Mariano de Cavia, «El Quijote en solfa», El Imparcial, 18 de marzo de 1900. 17 Cfr. Gabriel Núñez, «La literatura al alcance de los niños», El Gnomo, 5 (1996), p. 203. Un ejemplo de cómo el Quijote invade campos alejados de lo literario es la revista Don Quijote (18921903), uno de los principales medios de expresión de la ideología radical republicana. Cfr. Jesús Rubio Jiménez, «Don Quijote (1892-1903): prensa radical, literatura e imagen», Leonardo Romero Tobar, ed., El camino hacia el 98 (Los escritores de la restauración y la crisis del fin de siglo), Madrid: Visor, 1998, pp. 297-315. 18 La conocida monografía de Manuel Bartolomé Cossío es de 1908. 19 Carlos Reyero, art. cit., p. 110. 20 Véase Gabriel Núñez, «La literatura al alcance de los niños», El Gnomo, 5 (1996), pp. 20-12. 21 Véase ahora Joaquín Álvarez Barrientos, «Sobre la institucionalización de la literatura: Cervantes y la novela en las historias literarias del siglo XVIII», Anales Cervantinos, 25-26 (19871988), pp. 47-63. 22 Véase Leonardo Romero Tobar, «La historia de la literatura española en el siglo XIX (Materiales para su estudio)», El Gnomo, V (1996), pp. 151-183. 23 Francisco Giner de los Ríos, «Plan de un curso de principios elementales de literatura» (1866-1867), incluido en sus Estudios de Literatura y arte (Madrid: Victoriano Suárez, 1876). 24 Manuel de la Revilla y P. de Alcántara García, Principios generales de Literatura e Historia de la Literatura Española, Madrid: Tipografía del Colegio Nacional de Sordos, Mudos y Ciegos, 1872, 2 vols. Se reeditó aumentada y corregida en 1877 y 1884. Hay una cuarta edición en 1898. 25 Véase su programa de la asignatura (1873) luego incluido en sus Principios de Literatura General y Española, Madrid, 1873. 26 A History of Spanish Literature, Londres: W. Heinemann, 1898. Se traduce al español en 1900 por Adolfo Bonilla y San Martín con un prólogo de Menéndez Pelayo bajo el título de Historia de la Literatura Española desde los orígenes hasta el año 1900 (Madrid: La España Moderna, 1900). Se reeditó en varias ocasiones, la cuarta en 1926 (Madrid: Ruiz Hermanos). 27 Menéndez Pelayo no dejó escrito ningún manual de historia de la literatura española, pero buena parte de sus trabajos recogen datos y elementos que bien podían haber sido utilizados con ese destino. Cfr. Leonardo Romero Tobar, «La historia de la literatura española en el siglo XIX (Materiales para su estudio)», El Gnomo, V (1996), pp. 179-181. 28 Tengo a la vista, como trabajos generales, los de Joaquín de Entrambasaguas, «Panorama histórico de la erudición española en el siglo XIX», Arbor, 14 (1946), pp. 165-191; y de Sergio Beser, Salvador García Castañeda, Miguel Ángel Garrido Gallardo, José María Martínez Cachero, Manuel Sánchez Mariana y José Sánchez Reboredo que conforman el capítulo octavo («La crítica literaria») del volumen coordinado por Leonardo Romero Tobar, Historia de la Literatura Española. Siglo XIX (II), Madrid: Espasa-Calpe, 1998, pp. 845-928. 29 Barcelona: Narciso Ramírez, 1874. 30 Cfr. Francisco Rodríguez Marín, Estudios cervantinos, Madrid: Atlas, 1947, pp. 110-111. 31 Sobre Pascual de Gayangos pueden verse los siguientes trabajos: Pedro Roca, «Noticia de la vida y obras de don Pascual de Gayangos», RABM, I (1897), pp. 544-565, II (1898), pp. 13-32, cervantistas 1 4/8/01 [27] 19:33 Página 221 La crítica sobre el Quijote en la primera mitad del siglo XX 221 70-83, 110-130 y 561-568, y III (1899), pp. 101-107; la necrológica de James Fitzmaurice-Kelly aparecida en la Revue Hispanique, IV (1907), pp. 339-341; Jorge Ticknor Letters to Pascual de Gayangos… Ed. Clara Luisa Penney, Nueva York: HSA, 1923; Antonio Rodríguez Moñino, «Epistolario de D. Pascual de Gayangos a D. Adolfo de Castro», BRAH, CXLI (1957), pp. 287-329; «Epistolario de Gayangos a Francisco de Borja Pavón. Aportación documental para la erudición española. Epistolario de D. Pascual de Gayangos». Suplementos de los tomos II (1948), III (1949) y IV (1950) de la Revista Bibliográfica y Documental; Richard Ford, Letters to Gayangos. Trans. By Richard Hichcook, University of Exeter, 1974; Manuel Carrión Gútiez, «D. Pascual de Gayangos y los libros», Documentación de las Ciencias de la Información, VIII, 1985, pp. 71-90; 32 Véase la introducción de Américo Castro a El Pensamiento de Cervantes (Barcelona: Noguer, 1972), p. 16. 33 Véase José Montero Reguera, «Epistolario de Miguel de Cervantes», Castilla. Estudios de Literatura, 17 (1992), pp. 87-89 y «La obra literaria de Cervantes. (Ensayo de un catálogo)», Anthony J. Close et alii, Cervantes, Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 1995, pp. 43-74; Yolanda Vallejo Márquez, «Aproximación al cervantismo decimonónico: el cervantismo gaditano», Draco. Revista de Literatura Española, 5-6 (1993-1994), pp. 243 y ss; de la misma autora, Adolfo de Castro (1823-1898). Su tiempo, su vida y su obra, Cádiz: Ayuntamiento de Cádiz, 1997. 34 Para su manual de literatura española véase supra; sus juicios sobre el Quijote pueden encontrarse en La interpretación simbólica del Quijote, publicado en 1875 en La ilustración Española y Americana, y Cervantes y el Quijote, publicado en el mismo lugar en 1879. Cfr. Carlos García Barrón, «El Quijote según Manuel de la Revilla», Criado de Val, Manuel (dir.), Cervantes: su obra y su mundo, Madrid: EDI-6, 1981, pp. 909-13. 35 José María Asensio y Toledo, Interpretaciones del «Quijote», Madrid: Imprenta Alemana, 1904. La contestación de Menéndez Pelayo se hallará en pp. 19-41. 36 José María Asensio y Toledo, Cervantes y sus obras, Sevilla: Imprenta que fue de D. José María Geofrín, 1870. Segunda edición en Barcelona: F. Seix editor, 1902. 37 Véase P. Romero Mendoza, Don Juan Valera. Estudio biográfico-crítico con notas, Madrid: Ediciones Españolas, 1940, pp. 149-153 y Carlos M. Gutiérrez, «Cervantes, un proyecto de modernidad para el Fin de Siglo (1880-1905)», Cervantes, 19 (1999), p. 120. Valera es autor de otros trabajos referidos al Quijote: «Qué ha sido, qué es y qué debe ser el arte en el siglo XIX», Estudios críticos sobre literatura, política y costumbres de nuestros días, Madrid: Francisco Álvarez, 1884, 2ª ed., vol. II, pp. 165-179, esp. 177; «Cuentos y fábulas de D. Juan Eugenio Hartzenbusch. Tomos I y II», Estudios críticos sobre literatura, política y costumbres de nuestros días, Madrid: Francisco Álvarez, 1884, 2ª ed., vol. II, pp. 205-215; «Sobre La estafeta de Urganda, o aviso de Cide AsamOuzad Benengeli, sobre el desencanto del Quijote, escrito por Nicolás Díaz de Benjumea, Londres, 1861», Estudios críticos sobre literatura, política y costumbres de nuestros días, Madrid: Francisco Álvarez, 1884, 2ª ed., vol. III, pp. 17-29; «Contestación al último comunicado del Señor Benjumea, autor de La estafeta de Urganda», Estudios críticos sobre literatura, política y costumbres de nuestros días, Madrid: Francisco Álvarez, 1884, 2ª ed., vol. III, pp. 31-55. Asimismo, contienen rica información sobre el cervantismo de Valera los diversos epistolarios que se han venido publicando (Menéndez Pelayo [Pedro Sáinz Rodríguez, Epistolario de Valera y Menéndez Pelayo, Madrid, 1930], Rodríguez Marín [Leonardo Romero Tobar, «Cartas de Valera a Rodríguez Marín», BRAE, LXXVI (1996), pp. 209-258; del mismo, «Valera ante el 98 y el fin de siglo», VV. AA., El camino hacia el 98. (Los escritores de la restauración y la crisis de fin de siglo), Madrid: Visor, 1998, pp. 91-116;]). Véase también Obras desconocidas de Juan Valera, por Cyrus C. Decoster, Madrid: Castalia, 1965. 38 Véase José Montero, Pereda. Glosas y comentarios de la vida y de los libros del Ingenioso Hidalgo Montañés, Madrid: Imp. del Instituto Nacional de Sordomudos y Ciegos, 1919, p. 266. Cfr. p. 295. 39 Por señalar sólo un ejemplo, de La leva afirmó Menéndez Pelayo que «desde Cervantes acá no se ha hecho ni remotamente un cuadro de costumbres por el estilo». Véase José Montero, Pereda […], ob. cit., pp. 80-81. 40 José María de Pereda, «Cervantismo» [1880], en Esbozos y rasguños, Madrid: Imprenta y fundición de M. Tello, 1881. Ahora —es la edición que manejo— en Obras completas de José María de Pereda, ed. dirigida por Anthony H. Clarke y José Manuel González Herrán, Santander: Ediciones Tantín, 1989, vol. II, pp. 387-399. La cita en p. 388. cervantistas 1 4/8/01 222 19:33 Página 222 José Montero Reguera [28] 41 Son afirmaciones de Rubén Benítez, Cervantes en Galdós (Literatura e intertextualidad), Murcia: Universidad de Murcia, 1991, pp. 14-15. 42 Benito Pérez Galdós, Recuerdos y memorias. Prólogo de Federico Carlos Sáinz de Robles, Madrid: Tebas, 1975, pp. 189-190. Cfr. asimismo (de ahí tomo el dato) José Montero Padilla, «Monumentos cervantinos en Madrid», Anales del Instituto de Estudios Madrileños, 38 (1998), p. 371. Hay ya una abundante bibliografía sobre la influencia de Cervantes en Galdós que sintetiza Pilar Berrio Martín-Retortillo al inicio de su trabajo «Cervantes en Galdós: la primera serie de los Episodios nacionales», VV. AA., Actas del III Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, Barcelona: Anthropos, 1993, pp. 139-148. Posteriormente se han publicado otras contribuciones a este tema: algunas de las páginas que Dolores Troncoso incluye en su edición de Trafalgar y La corte de Carlos IV (Barcelona: Crítica, 1995); Carolina Pascual Pérez, «Don Quijote y Don Juan en Tristana de Galdós», Javier Blasco et alii, eds., Actas del congreso sobre José Zorrilla, Valladolid: Universidad de Valladolid, 1995, pp. 453-460; Victoriano Santana Sanjurjo, «Galdós: cervantista en La desheredada», Cervantófila teldesiana, Gran Canaria: Ayuntamiento de Telde, 1998, pp. 75-106, etc. 43 Véase al respecto el capítulo IV («Cervantismo») de la introducción que Mariano Baquero Goyanes preparó para su edición de La Regenta (Madrid: Espasa-Calpe, 1999), pp. 19-23 44 Remito al trabajo de Cristina Patiño Eirín en este mismo IV CINDAC. 45 Jacinto Octavio Picón, Dulce y sabrosa, edición de Gonzalo Sobejano (Madrid: Cátedra, 1990, 3ª ed.), p. 21. 46 En el Catálogo de la segunda exposición bibliográfica cervantina (Madrid: Biblioteca Nacional, 1948) pueden encontrarse registrados buena parte de los artículos que Picón publicó sobre Cervantes. Cfr. asimismo Miguel Sawa y Pablo Becerra, Crónica del centenario del Don Quijote, Madrid: Establecimiento tipográfico de Antonio Marzo, 1905, 560 pp. 47 Mariano de Cavia, uno de los principales promotores del centenario de 1905, publica en 1903 el artículo «La celebración del tercer centenario del Don Quijote» (El Imparcial, 2 de diciembre de 1903). Puede encontrarse reproducido en Miguel Sawa y Pablo Becerra, Crónica…, ob. cit., pp. 93-102. 48 Ob. cit. en la nota anterior. Muy útil es también, una vez más, el Catálogo de la segunda exposición bibliográfica cervantina, Madrid: Biblioteca Nacional, 1948. 49 Muy conocida es la pieza teatral de Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, La aventura de los galeotes. Adaptación escénica del capítulo XXII de la primera parte de Don Quijote de la Mancha, Madrid: Sociedad de Autores Españoles, 1905. Se representó en el Teatro Real el 10 de mayo de 1905 con ocasión del III centenario de la publicación del Quijote. Cfr. además Pilar Vega Rodríguez, «Las conmemoraciones teatrales del III centenario del Quijote», VV. AA., Actas del Congreso Teatro del siglo XX, Madrid: Universidad Complutense de Madrid, 1994, pp. 352-368. 50 Véase por ejemplo Ildefonso Rullán, «Cuatre paraulas d’es traductor a n’es lectors» a Miquel de Cervantes Saavedra, L’enginyós hidalgo don Quixote de la Mancha (1905)», en Montserrat Bacardí, Joan Foncuberta, Francesc Parcerisas, Cent anys de traducció al catala: 1891-1990. Antologia a cura de…, Vic: Editorial Eumo, 1998, pp. 17-32; asimismo, Montserrat Bacardí e Imma Estany, «La mania cervàntica. Les traduccions del Quixot al català (1836-50?-1906)», Quaderns. Revista de traducció, 3 (1999), pp. 49-59. Desde el punto de vista anecdótico puede mencionarse la traducción al latín macarrónico debida a Ignacio Calvo y Sánchez publicada en 1905 y reeditada en 1922. Cfr. Ricardo Senabre, «El Quijote en latín», ABC, 25 de octubre de 1994, p. 3. 51 Véase el prólogo de José María Martínez Cachero a Azorín, La ruta de Don Quijote (Madrid: Cátedra, 1984), pp. 18-19. En 1905 Francisco Villaespesa publica Rapsodias, Gregorio Martínez Sierra, Teatro de ensueño y Enrique de Mesa, Flor pagana, etc. 52 Javier Blasco, «El Quijote de 1905 (apuntes sobre el quijotismo finisecular)», Anthropos, 9899 (1989), p. 121. 53 Unamuno afirma sobre su libro que es «una libre y personal exégesis del Quijote, en el que el autor no pretende descubrir el sentido que Cervantes le diera, sino el que le da él, ni es tampoco un erudito estudio histórico». Cit. por José María Martínez Cachero, ed. cit., p. 23, nota. 54 Tomo la cita de José María Martínez Cachero, ed. cit., p. 23. 55 Una amplia bibliografía, aunque no exhaustiva, de las publicaciones aparecidas en 1905 puede verse en el apéndice que Pedro Pascual incluye al final de su trabajo, «El 98 de Don Quijote», VV. AA., Actas del VIII Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, El Toboso: Ediciones Dulcinea del Toboso, 1999, pp. 143-158. Véase también Carlos Gutiérrez Gómez, «Biblio- cervantistas 1 4/8/01 [29] 19:33 Página 223 La crítica sobre el Quijote en la primera mitad del siglo XX 223 grafía cervantina finisecular (1880-1910)», VV. AA., Cuatro estudios de literatura, Valladolid: Grammalea, 1995, pp. 97-149. 56 Madrid, 1905-1906. De Julio Cejador debe verse también su manual, Historia de la lengua y literatura castellana […], Madrid: Tipografía de la RABM, 1915-1922, 14 vols. Ed. facsímil en Madrid: Gredos, 1972. El capítulo sobre Cervantes se encuentra en t. III, pp. 191-262 («100. Año 1583. MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA (1547-1616) nació en Alcalá de Henares, probablemente el 29 de setiembre…»). Y estos dos trabajos más breves: El Quijote y la lengua castellana. Conferencia dada en el Ateneo de Madrid con ocasión […], Madrid: Establecimiento tipográfico de Jaime Rates Martín, 1905, 24 pp.; y Miguel de Cervantes Saavedra. Biografía, bibliografía, crítica, Madrid: Imprenta de la RABM, 1916, 77 pp. 57 Véase Gonzalo Sobejano, Nietzsche en España, Madrid: Gredos, 1967, pp. 470-472. 58 Santiago Ramón y Cajal, Psicología de Don Quijote y el Quijotismo, incluido en la Crónica del centenario del Don Quijote. Publicada bajo la dirección de Miguel Sawa y Pablo Becerra, Madrid: Establecimiento Tipográfico de Antonio Marzo, 1905, pp. 161-168. Allí encuentro afirmaciones como «Porque don Quijote, a más de poseer un yo hipertrófico, desbordante de voluntad y de energía, se siente fortalecido por esa fe ciega en la fortuna carácterística de los grandes conquistadores de almas y tierras» (p. 162a). Véase lo que digo más adelante con respecto al ensayo de Salvador de Madariaga. 59 Con el mismo título publicó otro trabajo Julio Puyol Alonso, pero menos interesante. 60 Javier Salazar Rincón, El mundo social del «Quijote», Madrid: Gredos, 1986, p. 11. 61 Véase lo que digo en mi reseña a Ascensión Rivas Hernández, Lecturas del «Quijote» (Siglos XVII-XIX), Salamanca: Ediciones Colegio de España, 1998, en Anales Cervantinos, XXXIV (1998), pp. 363-365. 62 Quijote del centenario […], Madrid: R. L. Cabrera, 1905-1908. Véase José María Casasayas, Ensayo de una guía de bibliografía cervantina. Tomo V. Ediciones castellanas del Quijote hasta su tricentenario (1605-1915). Relación ordenada y compuesta por…, Mallorca: edición del autor, 1995, p. 151, nº. 513. 63 Tomo los datos de Carlos Reyero, «Los mitos cervantinos en pintura y escultura. Del arrebato romántico a la interiorización noventayochista», en VV. AA., Cervantes y el mundo cervantino en la imaginación romántica, Madrid: Comunidad de Madrid, 1997, pp. 106b-107a. 64 Por señalar sólo un ejemplo, resultado del centenario de 1916 fue el monumento a Cervantes en la plaza de España de Madrid, terminado muchos años después; cfr. José Montero Padilla, «Monumentos cervantinos en Madrid», AIEM, XXXVIII (1998), pp. 367-378, esp. p. 376-377 65 Véase Norberto Pérez García, «El filo de un centenario: la crítica extravagante sobre el Quijote en 1916», Anales Cervantinos, XXXIII (1995-1997), pp. 325-333. 66 Madrid: Imprenta de Fortanet, 1918. 67 Adolfo Bonilla y San Martín, Cervantes y su obra (Madrid: Francisco Beltrán, 1916) y De crítica cervantina (Madrid: Ruiz hermanos editores, 1918). 68 En realidad son dos las ediciones publicadas por Rodríguez Marín en 1916-1917: La primera es El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra. Edición crítica anotada por Francisco Rodríguez Marín (Madrid: Tipografía de la RABM, 19161917, 6 vols.) y dedicada a la reina Victoria Eugenia. «De esta edición crítica —dice Río y Rico (Catálogo bibliográfico de la Sección Cervantes de la Biblioteca Nacional, Madrid: Tipografía de la RABM, 1916, p. 377b)— se hizo una tirada de 1600 ejemplares, hoy casi enteramente vendidos: 1500 en papel de algodón fabricado ad hoc por La papelera española, con la siguiente filigrana: Cervantes. Don Quijote. 1916. Edición del Centenario, y cien en papel de hilo, cincuenta de ellos numerados y destinados a la venta, fabricada también ad hoc por la casa Guarro, con dos filigranas, una que representa a don Quijote en la aventura de los molinos de viento y otra que es un cuadrado dentro del cual va la fecha de 1916». La segunda es El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra. Edición dispuesta por Francisco Rodríguez Marín, ilustrada por Ricardo Marín y subvencionada por el gobierno de su Majestad para conmemorar el tercer centenario de la muerte de Cervantes (Madrid: Tipografía de la RABM, 1916-1917, 4 vols.). Va dedicada a S. M. Alfonso XIII. Río y Rico (ob. cit., p. 378b) se refiere a ella en los siguientes términos: «espléndida edición hecha a expensas del estado para conmemorar el tercer centenario de la muerte de Cervantes. Se hizo de ella una tirada de 125 ejemplares, que a excepción de los que se reservó el Estado, se vendieron al precio de 2000 ptas. cada uno, agotados ya, y en poder de opulentos particulares, amantes de los libros bellamente presentados e impresos o formando parte de las colecciones más ricas y notables de las obras del inmortal genio alcalaíno». cervantistas 1 4/8/01 224 19:33 Página 224 José Montero Reguera [30] 69 La revista Nuevo Mundo de 17 de julio de 1915 publica un artículo de Dionisio Pérez sobre «Don Francisco Rodríguez Marín, ilustre literato, director de la Biblioteca Nacional, a quien ha sido encomendada la labor de comentar el Quijote que ha de publicarse con motivo del Centenario. Don Ricardo Marín, notable dibujante, a quien ha sido encomendada la misión de ilustrar la edición del Quijote que se publicará con las fiestas del Centenario». 70 «El Quijote de Rodríguez Marín. Plagios, irreverencias, caprichosas anotaciones, y variantes del texto original», El Imparcial, 30 de septiembre, 14 de octubre, 28 de octubre, 4 de noviembre, 11 de noviembre, 18 de noviembre y 25 de noviembre de 1918. También son duras las críticas de Juan Suñé Benagés y Juan Suñé Fonbuena a las ediciones de Rodríguez Marín, tanto la de 19111912 en Clásicos Castellanos, como la de 1916-1917. Véase la Bibliografía crítica de ediciones del «Quijote» impresas desde 1605 hasta 1917. Recopiladas y descritas por Juan Suñé Benages y Juan Suñé Fonbuena, Barcelona: Editorial Perelló, 1917, pp. 188-199 y 207-221. 71 Madrid: Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1917, 6 vols. Véase ahora la nota que antecede a la edición facsimilar del Quijote publicada por la R.A.E. (Valencia: Gráficas Soler, 1976, 2 vols.). 72 Véase José María Casasayas, Ensayo de una guía de bibliografía cervantina. Tomo V. Ediciones castellanas del Quijote hasta su tricentenario (1605-1915). Relación ordenada y compuesta por…, Mallorca: edición del autor, 1995. Véanse las entradas siguientes: 482, 496, 506, 511, 520, 522, 523, 524-531, 535, 548¿?, 556, 557, 558, 567, 580, 588, 606, 607, 612, 613, 614-16, 617, 619, 620, 621, 622, 624, 626, 627, 628, 635. 73 Se publicó en Madrid: Renacimiento, 1929. 74 Madrid: Biblioteca Nueva, 1931. 75 Madrid: Espasa-Calpe, 1933. 76 Véase ahora el trabajo de Michel Moner, «Cervantes en Francia: El Ingenioso Hidalgo y sus avatares ultramontanos», Edad de Oro, XV (1996), pp. 75-86, especialmente, pp. 80-81. 77 Véase Gabriel Núñez, «La literatura al alcance de los niños», El Gnomo, V (1995), p. 194. 78 Reproduzco el artículo once de la Real Orden de 12 de octubre de 1912 del libro de Acisclo Muñiz Vigo, Cervantes en la escuela (Burgos: Imp. y lib. Hijos de S. Rodríguez, 1913), p. 14. Véase también los trabajos de José Montero Padilla, «Los clásicos y el niño», VV. AA., Literatura infantil, Cuenca: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Castilla La Mancha, 1990, pp. 101-113; Santiago López-Ríos Moreno y José Manuel Herrero Massari, «La polémica del Quijote como libro de lectura en España (1900-1920)», Giuseppe Grilli, ed., Actas del II Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas, Nápoles, 1995, pp. 873-886 y Nieves Sánchez Mendieta, «Polémica en torno a una real orden quijotesca: ¿es conveniente declarar obligatoria la lectura del Quijote en las escuelas?», VV. AA., Actas del VIII Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, El Toboso (Toledo): Ediciones Dulcinea del Toboso, 1999, pp. 471-480. 79 Véase Miguel de Cervantes Saavedra, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Edición Calleja para escuelas, Madrid: Saturnino Calleja Fernández, ed., 1905. Las citas en p. 7. Ya en 1904 la Librería de los sucesores de Hernando había publicado un Don Quijote de la Mancha compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra compendiado para que sirva de libro de lectura en las escuelas; cfr. Casasayas, Ensayo de una guía de bibliografía cervantina…, p. 146, nº. 482. 80 El 5 de marzo de 1920 El Sol publicaba un artículo sobre «La lectura obligatoria del Quijote en las escuelas». Una semana más tarde, el doce de marzo, Antonio Zozaya expresaba en La Libertad su opinión —contraria— sobre la lectura del Quijote en las escuelas y el 16 y 18 de marzo Ortega y Gassset publicaba en El Sol sus artículos sobre «Biología y pedagogía o el Quijote en la escuela». La prensa de la época recoge algunas opiniones más al respecto. Véase en este sentido el Catálogo de la segunda exposición bibliográfica cervantina, Madrid: Biblioteca Nacional, 1948, 2 vols. 81 Mariano de Cavia, «El libro de los viejos», La correspondencia de España, 1901. Cit. por Alberto Sánchez en su introducción a Ramiro de Maeztu, Don Quijote o el amor. (Ensayos en simpatía), Salamanca: Anaya. 1964, p. 31. 82 Francisco Rodríguez Marín, «¿Se le mucho a Cervantes?» [28-05-1916], recogido en sus Estudios cervantinos, Madrid: Atlas, 1947, pp. 453-464. 83 Ezequiel Ortín, «Los libros y los niños», Crónica cervantina, I, 5 (noviembre de 1930) pp. 101-102. Ya al final del período que estoy analizando puede verse también el artículo de Miguel Allúe Salvador, «El problema del estudio del Quijote en los centros españoles de Enseñanza Media», RFE, XXXII (1948), pp. 319-337. 84 Londres y Edimburgo: por T. y A. Constable, impresores de cámara de Su Majestad, 1898. cervantistas 1 4/8/01 [31] 19:33 Página 225 La crítica sobre el Quijote en la primera mitad del siglo XX 225 85 Homero Serís, La colección cervantina de la Sociedad Hispánica de América. Ediciones de Don Quijote. Urbana, Illinois: University of Illinois Studies in Language and Literature, 1920. Entre las novedades que aporta este trabajo (vid. pp. 15-16) se encuentran una nueva impresión de la edición príncipe, diferencias entre las portadas de dos variedades de la edición de Lisboa de 1605, diversos pormenores de la tercera edición de Cuesta de 1608 no consignados hasta la fecha, etc. Entre los diversos artículos aparecidos en la prensa de la época para dar noticia de los descubrimientos de Homero Serís, pueden consultarse los publicados por Luis Astrana Marín en El tiempo sobre «En los Estados Unidos se descubre una edición del Quijote anterior a la tenida por primera», 26/02/1921, 05/03/1921, 15/03/1921, 07/04/1921, 01/05/1921, 12/05/1921. 86 Véase José María Casasayas, «La edición definitiva de las obras de Cervantes», Cervantes, VI, 2 (1986), pp. 141-190 y sobre todo su Ensayo de una guía de bibliografía cervantina. Tomo V. Ediciones castellanas del «Quijote» hasta su tricentenario. Relación ordenada y compuesta por… Mallorca: edición del autor, 1995. También he consultado Gabriel Molina Navarro, Catálogo de una colección de libros cervantinos reunida por […] (Madrid: Librería de los Bibliófilos Españoles, 1916); el Catálogo Bibliográfico de la sección Cervantes de la Biblioteca Nacional de Madrid a cargo de Gabriel Martín Río y Rico (Madrid: Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1930); el Homenaje tributado por la sección de manuscritos a la de impresos de dicha biblioteca [Biblioteca cervantina de Juan Sedó Peris - Mencheta] con motivo de la adquisición para la misma del ejemplar número mil […] precedido de una introducción […] (Barcelona: Imprenta Escuela de la Casa Provincial de Caridad de Barcelona, 1942), y los catálogos publicados con motivo del centenario de 1947: Catálogo de la exposición cervantina en la Biblioteca Nacional (Madrid: Dirección General de Propaganda, 1946) y Catálogo de la Segunda exposición bibliográfica cervantina, (Madrid: Biblioteca Nacional, 1948, 2 vols.). 87 Reproduzco el artículo 12 de la Real Orden de 12 de octubre de 1912 del libro de Acisclo Muñiz Vigo, Cervantes en la escuela (Burgos: Imp. y lib. Hijos de S. Rodríguez, 1913), p. 14. 88 Son palabras de Francisco Rico en su «Historia del texto», en Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha, Barcelona: Crítica, 1998, vol. I, p. ccxxx. 89 Cfr. el parecer de Francisco Rico, ed. cit., pp. ccxxx-ccxxxi. Véase también J. J. A. Bertrand, Cervantes en el país de Fausto, Madrid: Ediciones Cultura Hispánica, 1950, pp. 217-8. 90 Madrid: Victoriano Suárez, 1905-1913; todos los tomos con la colaboración de alumnos suyos —era catedrático del Instituto de Barcelona— y el último, póstumo, a cargo de Juan Givanel Mas y Juan Suñé Benagés. 91 Madrid: Clásicos Castellanos, 1911-1913, 8 vols.; Madrid: Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1916-1917; y, ya en el segundo cuarto del siglo, otras dos, acaso las más interesantes: Madrid: Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1927-1928 y Madrid: Atlas, 1947-1948, póstuma. Véase ahora Daniel Eisenberg, «Balance del cervantismo de Francisco Rodríguez Marín», Actas del Coloquio «Cervantes en Andalucía», Estepa: Ayuntamiento de Estepa, 1999, pp. 54-64 y Alberto Sánchez, «El Quijote de Rodríguez Marín», VV. AA., Homenaje a José María Martínez Cachero, Oviedo: Universidad de Oviedo, 2000, vol. III, pp. 445464. 92 Antes de su ingreso en la RAE ya había publicado su edición crítica de Rinconete y Cortadillo (1905, premiada por la Academia en «certamen público extraordinario») además de varios trabajos de diversa índole y extensión: Cervantes y la Universidad de Osuna (1899), Cervantes estudió en Sevilla (1901), El Loaysa de «El celoso extremeño»: estudio histórico-literario (1901), En qué cárcel se engendró el «Quijote» (1905), Cervantes en Andalucía: estudio histórico-literario (1905). Cfr. el «Catálogo de las obras de Don Francisco Rodríguez Marín» que se imprime al final de los Discursos leídos ante la Real Academia Española por los Excmos. Señores D. Francisco Rodríguez Marín y D. Marcelino Menéndez Pelayo en la recepción pública del primero el día 27 de octubre de 1907 (Sevilla: Tipografía de Francisco de P. Díaz, 1907, pp. 105-107). Cfr. asimismo la edición publicada por el Patronato del IV centenario de Cervantes de los Estudios Cervantinos de Rodríguez Marín (Madrid: Atlas, 1947), con interesante prólogo de Agustín González de Amezúa, y el artículo de Francisco López Estrada, «Recuerdo de Don Francisco Rodríguez Marín», BRAE, XLIX (1969), pp. 153-163. 93 La tormenta crítica que se desató sobre este asunto ha sido grande; de entre los trabajos publicados en el primer cuarto de siglo pueden consultarse por ejemplo los de Julio Puyol, El supuesto retrato de Cervantes (Madrid: Imprenta Clásica Española, 1915), en el que señala sus razones para sospechar de la falsedad del cuadro, y el de Francisco Rodríguez Marín, El retrato de Miguel de Cervantes. Estudio sobre la autenticidad de la tabla de Jáuregui que posee la Real cervantistas 1 4/8/01 226 19:33 Página 226 José Montero Reguera [32] Academia Española (Madrid: Tipografía de la Revista de Archivos Bibliotecas y Museos, 1917), en el que defiende la veracidad del retrato, no sin indicar de manera expresa que «Este trabajo es exclusivamente mío en cuanto a la iniciativa y en cuanto a todo, y nada tiene que ver con él, ni con su publicación, la Academia Española, ni aun yo mismo como individuo de ella. Por esto, contra lo que acostumbro, no he mencionado esta honrosa cualidad en la portada» (p. 14) 94 Véase por ejemplo Juan Givanel y Mas, Examen de ingenios I. Apostillas, comentarios y glosas al comentario del «Don Quijote» editado por D. Francisco Rodríguez Marín, Madrid: Imp. Fortanet, 1912. Debe tenerse en cuenta, no obstante, que Givanel fue uno de los colaboradores y ultimadores del Quijote de Cortejón y en buena manera este Examen de Ingenios se plantea en parte como defensa de esa edición del catedrático del Instituto de Barcelona. 95 Son palabras nuevamente de Francisco Rico, ed. cit., p.ccxxxi. 96 Véase ahora el libro de Gonzalo Sobejano, Nietzsche en España (Madrid: Gredos, 1967), pp. 170-172, 174, 200, 271, 273, 291-301, 303, 332-334, 342, 416, 461-463, 467-470, 470-472, 486, y 483-484. 97 La bibliografía sobre el cervantismo-quijotismo de la generación del 98 es amplia, pero falta todavía de una monografía exhaustiva y rigurosa. Además de los ensayos generales sobre la Generación del 98 a cargo de Pedro Laín Entralgo, Julián Marías, E. Imman Fox y Donald Shaw, he consultado: Gonzalo Sobejano, Nietszche en España, Madrid: Gredos, 1967, passim; Guillermo de Torre, «El Modernismo y el 98 en sus revistas», Del 98 al Barroco, Madrid: Gredos, 1969, pp. 12-70; Paul Descouzis, Cervantes y la generación del 98. La cuarta salida de Don Quijote, Madrid: Ediciones iberoamericanas, 1970; Ana Suárez, «Cervantes ante modernistas y noventayochistas», Manuel Criado de Val, dir., Cervantes, su obra y su mundo, Madrid: Edi-6, 1981, pp. 1047-1054; Javier Blasco, «El Quijote de 1905 (apuntes sobre el quijotismo finisecular)», Anthropos, 98-99 (1989), pp. 120-124; Santiago Alfonso López Navia, «Dos quijotes finiseculares: D.Q. de Rubén Darío (1899) y El alma de Don Quijote de Jerónimo Montes (1904)», Anales Cervantinos, XXXI (1993), pp. 99-111; Pedro Pascual, «El 98 de don Quijote», Actas del VIII Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, El Toboso: Ediciones Dulcinea del Toboso, 1999, 143-158. 98 Véase Jesús González Maestro, «Miguel de Cervantes, Miguel de Unamuno: el Quijote desde la experiencia de la estética de la recepción de 1898», VV. AA., Actas del II Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas (Barcelona: Anthropos, 1991), pp. 241-264. 99 «Aparecen nuevos inéditos de Miguel de Unamuno en su Casa Museo de Salamanca», ABC, 10/01/93, p. 43; «Lo que queda por conocer de Unamuno», El Mundo, 11 de enero de 1993, p. 42; «El inédito Manual de quijotismo de Unamuno revisa las tres obras fundamentales de su pensamiento», El País, 11 de enero de 1993, p. 30. 100 Véase el esquema, muy sintético pero útil, de Ana Suárez, art. cit., pp. 1051-153 y las referencias bibliográficas básicas en Javier Blasco, ob. cit., p. 123, nota 20. He aquí algunas de las últimas contribuciones: T. Berchem y H. Laitenberger, eds., El joven Unamuno en su época, Salamanca: Junta de Castilla y León, 1997 (véanse los trabajos de Antonio Vilanova, «El antiquijotismo de Unamuno ante el desastre del 98» y H. Laitenberger, «Geografía y literatura (El Quijote del joven Unamuno)»); Marco Cipollini, «Espejos y espejismos de un exiliado: ínsulas del sueño y libertad del lector en las últimas querellas cervantinas de Unamuno», Actas del VIII Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, El Toboso: Ediciones Dulcinea del Toboso, 1999, pp. 81-90; Ángel Estévez Molinero, «Unamuno, la «profunda lección» de Cide Hamete y Cervantes en loor de la paradoja», Actas del VIII Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, El Toboso: Ediciones Dulcinea del Toboso, 1999, pp. 105-118; Cecilia García Antón, «Unamuno y don Quijote: Del Caballero de la locura y los Hidalgos de la razón», Actas del VIII Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, El Toboso: Ediciones Dulcinea del Toboso, 1999, pp. 119-126; Rogelio García Mateo, «Don Quijote de la Mancha e Íñigo de Loyola en Unamuno según la Vida de don Quijote y Sancho», Actas del VIII Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, El Toboso: Ediciones Dulcinea del Toboso, 1999, pp. 127-141; Sandra Regina Moreira, «La recreación quijotesca en Niebla de Unamuno», Anuario Brasileño de Estudios Hispánicos, 7 (1997), pp. 129-144. 101 Véase por ejemplo el admirable capítulo XIV («Un viandante») de su discurso de ingreso en la Real Academia Española el 26 de octubre de 1924. Véase Azorín, Una hora de España, ed. de José Montero Padilla (Madrid: Castalia, 1993), pp. 105-107. 102 He mencionado sólo libros de Azorín de tema cervantino exlusivamente, pero a ellos habría que añadir otros muchos que incluyen capítulos sobre el mismo asunto: Los pueblos (1905), España (1909), Lecturas españolas (1912), Castilla (1912), Clásicos y modernos (1913), Los valores lite- cervantistas 1 4/8/01 [33] 19:33 Página 227 La crítica sobre el Quijote en la primera mitad del siglo XX 227 rarios (1913), Al margen de los clásicos (1915) y un largo etcétera. A la espera de una monografía de conjunto que estudie las relaciones Cervantes-Azorín pueden consultarse: Elena Catena, «Azorín, cervantista y cervantino. Apuntes para una antología», Anales Cervantinos, 12 (1973), pp. 73-113; José María Martínez Cachero, «Con permiso de los cervantistas (Azorín, 1948): Examen de un libro de melancolía», Anales Cervantinos, XXV-XXVI (1987-1988), pp. 305-314; C. Manso, «José Martínez Ruiz, Azorín, y Cervantes», BHi, 96 (1994), pp. 521-528; Aniano Peña, «Cervantismo y quijotismo en Azorín a la luz de la Völkerpsychologie», Giuseppe Grilli, ed., Actas del II Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas, Nápoles, 1995, pp. 863-70; Isabel Castells, «La ruta de Azorín por el libro de La Mancha», Actas del VIII Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, El Toboso: Ediciones Dulcinea del Toboso, 1999, pp. 69-80; J. Ignacio Díez Fernández, «La invención (y reinvención) de El Toboso: La mirada de Cervantes (y la de Azorín)», Actas del VIII Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, El Toboso: Ediciones Dulcinea del Toboso, 1999, pp. 91-103; Rita R. Rodríguez, «Cervantes en Tomás Rueda», Actas del VIII Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, El Toboso: Ediciones Dulcinea del Toboso, 1999, pp. 159-170. 103 Pueden verse en la recopilación de Obras completas que ha publicado en Madrid el Círculo de Lectores los siguientes textos barojianos sobre tema cervantino: «Quijotescos y hamletianos», Desde la última vuelta del camino. Memorias, Madrid: Círculo de Lectores, edición de Obras completas, vol. II, pp. 887-892; cfr. vol. II, p. 1151. La nave de los locos, pp. 1137-1388, parte de Memorias de un hombre de acción: «Prólogo casi doctrinal sobre la novela, pp. 1139-1170, en el mismo sitio; vol III, p. 240: «Lecturas de Hugo»; vol. XIII, Ensayos, I: «Sobre la técnica de la novela», pp. 186-190; «La novela», pp. 178-179; «El prestigio del libro español», pp. 293-7; «Cervantes, Shakespeare, Molière», p. 376; «Pérez Galdós y la novela histórica española», pp. 857-8; «Condiciones de la novela histórica», pp. 858-860; Vol. XIV, Ensayos, II: «Manías de los bibliófilos», pp. 304-309; «La lectura», pp. 383-385; «Los fines de la lectura», pp. 385-6; «Capacidad para la cultura», pp. 404-5; «Qué se debe leer», pp. 405-407; «La literatura culpable», pp. 10701076; «Las lecturas», pp. 1226-1229; «Bibliofilia», pp. 1248-1249. 104 «Don Quijote, a quien Cervantes quiso dar un sentido negativo, es un símbolo de afirmación de la vida. Don Quijote vive más y con más intensidad que los otros», Pío Baroja, El árbol de la ciencia, ed. de Pío Caro Baroja (Madrid: Cátedra, 1998, 15ª. ed.), p. 167. 105 «[…] se puede tener el quijotismo contra una anomalía; pero tenerlo contra una regla general es absurdo», Pío Baroja, El árbol de la ciencia, ed. cit., p. 127. 106 Citado por Ana Suárez, «Cervantes ante modernistas y noventayochistas», art. cit., p. 1052. Deliberadamente no me refiero a los poemas machadianos inspirados en el Quijote. 107 Ramiro de Maeztu, Don Quijote, Don Juan y la Celestina, Madrid, 1926. Véase, además de la edición de Alberto Sánchez (Salamanca: Anaya, 1964), el artículo de Macarena Cuiñas, «Ramiro de Maeztu, Carlos Fuentes: dos momentos de la cultura hispánica ante el Quijote» (Anales Cervantinos, 34 [1998], pp. 269-277) donde pone de relieve algunas coincidencias entre la lectura del Quijote efectuada por Ramiro de Maeztu y Carlos Fuentes. 108 A Ganivet corresponden estas afirmaciones sobre el Quijote: «No existe en el arte español nada que sobrepuje al Quijote, y el Quijote, no sólo ha sido creado a la manera española, sino es nuestra obra típica, ‘la obra’ por antonomasia, porque Cervantes no se contentó con ser un ‘independiente’: fue un conquistador, fue el más grande de todos los conquistadores, porque mientras que los demás conquistadores conquistaban países para España, él conquistó España misma». Ángel Ganivet, Idearium español [1897], Madrid: Victoriano Suárez, 1915, p. 79. Cfr. Gonzalo Sobejano, Nietzsche en España, Madrid: Gredos, 1967, pp. 259-276 y las pp. 33-34, 46 y 56-58 de la introducción que precede a la edición que José Montero Padilla ha preparado de Ángel Ganivet, Los trabajos del infatigable creador Pío Cid (Madrid: Castalia, 1998). 109 Véase ahora José Servera Baño, «La influencia de Cervantes en Farsa italiana de la enamorada del rey, de Valle Inclán», Giuseppe Grilli, ed., Actas del II Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas, Nápoles, 1995, pp. 771-780; y María Nieves Fernández García, «La presencia de Cervantes en Valle Inclán», Giuseppe Grilli, ed., Actas del II Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas, Nápoles, 1995, pp. 743-770. 110 Sobre otros autores menos conocidos, véanse Santiago A. López Navia, «Dos quijotes finiseculares: D.Q. de Rubén Darío (1899) y El alma de don Quijote de Jerónimo Montes (1904)», Anales Cervantinos, XXXI (1993), pp. 99-111; Julián Bravo Vega, «Un don Quijote regeneracionista: el caso de Eduardo Barriobero y Herrán», Actas del VIII Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, El Toboso: Ediciones Dulcinea del Toboso, 1999, pp. 55-68. cervantistas 1 4/8/01 228 19:33 Página 228 José Montero Reguera [34] 111 E.C. Riley, Introducción al «Quijote», Barcelona: Crítica, 1990, p. 228. Véase el desarrollo y aprovechamiento posterior de algunas de esas intuiciones de Ortega en mi libro El «Quijote» y la crítica contemporánea (Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 1997), s.v. el índice alfabético final. Véanse además: Ciriaco Morón Arroyo, Nuevas meditaciones del «Quijote», Madrid: Gredos, 1976; Alberto Porqueras Mayo, «El Quijote en un rectángulo del pensamiento español»[1962], Temas y formas de la literatura española, Madrid: Gredos, 1972, pp. 141-156; Manuel Cifo González, «El tema de Cervantes en Ortega y Gasset (Meditaciones contrastadas con las de Américo Castro, Salvador de Madariaga y Azorín», Cuadernos Hispanoamericanos, 403-405 (1984), pp. 308-316; José Luis Molinuevo, «Algunas notas sobre José Ortega y Gasset», Revista de Occidente, 156, (1994), pp. 33-54; Jaime de Salas, «Sobre la génesis de las Meditaciones del Quijote», Revista de Occidente, 156 (1994), pp. 77-86; José Ortega y Gasset, «Sobre Cervantes y el Quijote desde El Escorial (Notas de trabajo)», Revista de Occidente, 156 (1994), pp. 36-54; Pedro Cerezo Galán, «Meditaciones del Quijote o el estilo del héroe», Revista Canadiense de Estudios Hispánicos, 21 (1996), pp. 57-75. 112 Citado por Alberto Porqueras Mayo, «El Quijote en un rectángulo del pensamiento español»[1962], Temas y formas de la literatura española, Madrid: Gredos, 1972, p. 145. 113 José Ortega y Gasset, «Flaubert, Cervantes, Darwin». Cap. 20 de su «Meditación primera». Meditaciones del Quijote. E ideas sobre la novela [1914 / 1925], Madrid: Revista de Occidente, 1958, 5ª. ed. en castellano, p. 134. 114 Véase Ana Suárez, «Cervantes ante modernistas y noventayochistas», Manuel Criado de Val, ed., Cervantes, su obra y su mundo, Madrid: Edi-6, 1981, p. 1049. 115 Véase Alberto Sánchez, «Cervantes y Rubén Darío», Seminario Archivo Rubén Darío, 6 (1962), pp. 31-44; Ana Suárez, art. cit., pp. 1049-1050; «Santiago A. López Navia, «Dos quijotes finiseculares: D.Q. de Rubén Darío (1899) y El alma de don Quijote de Jerónimo Montes (1904)», Anales Cervantinos, XXXI (1993), pp. 99-111; Manuel Reyes Ramos, «El Quijote a través de un poema de Rubén Darío [»Marcha triunfal»], La palabra y el hombre, 90 (1994), pp. 168-178. 116 Véase Lola Montero Reguera, «Jacinto Benavente: La muerte de don Quijote», Anales Cervantinos, 34 (1998), pp. 279-287. 117 Véase Ana Suárez, art. cit., p. 1050. 118 Véanse sus artículos «La estatua y la casa de Cervantes» y «A la estatua de Cervantes le hace falta media espada» recogidos en Emilio Carrere, Antología, edición de José Montero Padilla, Madrid: Castalia, 1999, pp. 392-395. 119 Recogidos ambos en el volumen El amor y la muerte. (Capítulos de Novela), Madrid: Imprenta Helénica, 1913, pp. 205-209 y 211-216. Deliberadamente no me refiero a los poemas de Manuel Machado inspirados en el Quijote. 120 Por ejemplo, en esa Biblioteca de Castilla y León puede consultarse la edición de Rinconete y Cortadillo de Rodríguez Marín (Madrid, 1920, 2ª impresión; signatura 1/1325). Perteneció a la Biblioteca de Manuel Machado (nº 93) y está dedicada a este por Rodríguez Marín: «A su querido amigo y compañero D. Manuel Machado, excelente poeta, afectuosamente, F. Rodríguez Marín». Hay numerosas indicaciones manuscritas de Machado especialmente en las notas: pp. 19, 22, 23, 35, 201 y notas 318, 321, 348, 349, 357, 360, 362-3, 402, 422, 423, 443, 468, 479. En esta misma biblioteca hay otros libros de Rodríguez Marín dedicados a Manuel Machado: El casamiento engañoso y el coloquio de los perros (1/0808), Quijote (1/1319, 1/1320, 1/1321, 1/1322, 1/1323, 1/1324), etc. Por otro lado, he registrado un total de otros trece libros de Rodríguez Marín en el mismo fondo, algunos de ellos dedicados: A la antigua española (1/0262), A la real de España (1/0448), El alma de Andalucía (1/0764), Cantos populares españoles (1/0479), Ciento y un sonetos (1/0646), Discurso leído en la Biblioteca Nacional (1/1288), En un lugar de la Mancha (1/0781), Ensaladilla (1/0635), Luis Barahona de Soto (1/1488), Madrigales (1/1392), Nuevos documentos cervantinos (1/1316), Pedro Espinosa (1/1481), Sonetos sonetiles ajenos y propios (1/0749). 121 Véase ahora, Jesús Rubio Jiménez, «Don Quijote (1892-1903): prensa radical, literatura e imagen», Leonardo Romero Tobar, ed., El camino hacia el 98. (Los escritores de la Restauración y la crisis de fin de siglo), Madrid: Visor libros, 1998, pp. 297-315. 122 Son palabras de Víctor García de la Concha, «Dos revistas cervantinas en las primeras escaramuzas de la vanguardia», Homenaje a Gonzalo Torrente Ballester, Salamanca: Biblioteca de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca, 1981, pp, 409-410. 123 Como en estos versos de F. Villegas publicados en el número de 19 de marzo de 1919: «Cervantes es la estrella en el cielo de España / que guió el rumbo de nuestra nave espiritual / él cervantistas 1 4/8/01 [35] 19:33 Página 229 La crítica sobre el Quijote en la primera mitad del siglo XX 229 fulgura en la luz de una razón extraña / el romance de oro del manchego genial». Cit. por Mª. Ángeles Varela Olea, art. cit. más abajo, p. 73. 124 Véase ahora M. Ángeles Varela Olea, «Del Modernismo a la Vanguardia: Cervantes. Revista mensual ibero-americana. (Agosto 1916-Diciembre 1920)», Cuadernos para la Investigación de la Literatura Hispánica, 23 (1998), pp. 63-90; cfr. Víctor García de la Concha, «Dos revistas cervantinas en las primeras escaramuzas de la vanguardia», Homenaje a Gonzalo Torrente Ballester, Salamanca: Biblioteca de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca, 1981, pp. 409-423 y el clásico trabajo de Guillermo de Torre, «El Modernismo y el 98 en sus revistas», Del 98 al Barroco, Madrid: Gredos, 1969, pp. 12-70. 125 Véase ahora Carlos Arconada Carro y Victoriano Santana Sanjurjo, «Un poco más sobre la Crónica cervantina», Actas del VIII Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantista, El Toboso: Ediciones Dulcinea del Toboso, 1999, pp. 481-514. 126 Véase el apartado 1.1. He aquí la relación de trabajos cervantinos de Menéndez Pelayo: «Obras inéditas de Cervantes», Miscelánea Científica y Literaria, Barcelona, 1874. Reimpreso en la Edición Nacional de las Obras Completas de Menéndez Pelayo, vol. VI, Estudios y discursos de crítica Histórica y Literaria, I, Madrid: CSIC, 1941, pp. 269-302; Interpretaciones del «Quijote». Discurso leído en la Real Academia Española, el 29 de mayo de 1904, en contestación al de recepción de don José María Asensio. Reimpreso en la Edición Nacional de las Obras Completas de Menéndez Pelayo, vol. VI, Estudios y discursos de crítica Histórica y Literaria, I, Madrid: CSIC, 1941, pp.303-322; Cultura literaria de Miguel de Cervantes y elaboración del Quijote, Discurso leído en el Paraninfo de la Universidad Central en la solemne fiesta de 8 de mayo de 1905. Reimpreso en la Edición Nacional de las Obras Completas de Menéndez Pelayo, vol. VI, Estudios y discursos de crítica Histórica y Literaria, I, Madrid: CSIC, 1941 pp. 323-356; «El Quijote de Avellaneda». Introducción a El Ingenioso Hidalgo Don Quixote de la Mancha. Compuesto por el Licenciado Alonso de Avellaneda, natural de Tordesillas. Nueva edición cotejada con la original […] anotada y precedida por una introducción por Don Marcelino Menéndez y Pelayo de la Real Academia Española, Barcelona: Toledano, López y C.ª, 1905. Reimpreso en la Edición Nacional de las Obras Completas de Menéndez Pelayo, vol. VI, Estudios y discursos de crítica Histórica y Literaria, I, Madrid: CSIC, 1941, pp. 357-420. Además, hay referencias sueltas en la Historia de las ideas estéticas en España, Madrid: Imprenta de A. Pérez Dubrull, 1883-1891, especialmente en el volumen II; y en los Orígenes de la novela, especialmente en los volúmenes II, III y IV. 127 Véase Alfredo Carballo Picazo, «Seguidores de Menéndez Pelayo», Guillermo Díaz Plaja, dir., Historia general de las literaturas hispánicas, Barcelona: Vergara, 1973, reimpr., vol. 7, pp. 350-354. 128 Véanse los apartados 1.4., 1.6., 2.2. y 2.3.1. 129 Véanse los apartados 1.3., 1.4., 1.9. y 2.2., y lo que digo más abajo sobre la Edición de Obras completas de Cervantes. Cfr. Javier Salazar Rincón, El mundo social del «Quijote», Madrid: Gredos, 1986, pp. 10, nota. 130 Incluido en sus Études sur l’Espagne, 1ª serie, París, 1895, pp. 297-382. 131 Son palabras de Javier Salazar Rincón, El mundo social del «Quijote», Madrid: Gredos, 1986, pp. 10-11. 132 Véase también E. Allison Peers, «Aportación de los hispanistas extranjeros al estudio de Cervantes», RFE, XXXII (1948), pp. 162-163. 133 Elie Faure, Cervantes, Madrid: Cuadernos Literarios, 1926, pp. 25 y 26. Véase también Antonio Marco García, «El Cervantes de Elie Faure», VV. AA., Actas del II Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, Barcelona: Anthropos, 1991, pp. 265-271. 134 Donatella Pini Moro e Giacomo Moro, «Cervantes en Italia», Donatella Pini Moro, ed., Don Chisciotte a Padova, Padova: Editoriale Programma, 1992, pp. 149-268. Para el periodo que nos interesa, véanse las pp. 198-211. Véase asimismo Francisco A. de Icaza, «La ironía de Cervantes y la nueva crítica italiana», El «Quijote» durante tres siglos, Madrid: Imp. Fortanet, 1918, pp. 191208. 135 Richard Schwarderer, «Importancia de la figura de don Quijote en el ensayo L’umorismo (1908) de Pirandello», VV.AA, Actas del coloquio cervantino, Würzburg, 1983. Theodor Berchem y Hugo Laitenberger, eds., Münster: Aschendorffsche Verlagsbuchhandlung Gmb H & Co., 1987, pp. 118-126, la cita en p. 120. 136 Son palabras de Richard Schwarderer, art. cit., p. 120. 137 Américo Castro dedicó un trabajo a analizar las relaciones entre Cervantes y Pirandello, pero sin ocuparse de este ensayo; cfr. Américo Castro, «Cervantes y Pirandello», La Nación (Buenos cervantistas 1 4/8/01 230 19:33 Página 230 José Montero Reguera [36] Aires), 1924, después incluido en Hacia Cervantes, Madrid: Taurus, 1967, 3ª ed., pp. 477-85. En fechas más recientes, Gonzalo Torrente Ballester confesaba la influencia de Pirandello en la gestación de su conocido libro El «Quijote» como juego, Madrid: Península, 1975 (véase p. 7). 138 Roma: Treves, 1924. 139 Helmut Hatzfeld, «Don Quijote, ¿asceta?», NRFH, II (1948), pp. 57-70; Amado Alonso, «Don Quijote, no asceta, pero ejemplar caballero y cristiano», NRFH, II (1948), pp. 333-359. Véase la nota que añade Julio Rodríguez Puértolas en Américo Castro, El pensamiento de Cervantes (Barcelona: Noguer, 1972), pp. 307-308 140 J.J.A. Bertrand, Cervantes en el país de Fausto, Madrid: Ediciones Cultura Hispánica, 1950, p. 217. 141 Véase J.J.A. Bertrand, Cervantes en el país de Fausto, Madrid: Ediciones Cultura Hispánica, 1950, pp. 206-213 y 217-219. Cfr. Dietrich Briesemeister, «España y la hispanística alemana», VV. AA., Estudios de literatura española de los siglos XIX y XX. Homenaje a Juan María Díez Taboada, Madrid: CSIC, 1998, pp. 458-466. 142 A History of Spanish Literature, Londres: W. Heinemann, 1898. Se traduce al español en 1900 por Adolfo Bonilla y San Martín con un prólogo de Menéndez Pelayo bajo el título de Historia de la Literatura Española desde los orígenes hasta el año 1900 (Madrid: La España Moderna, 1900). Se reeditó en varias ocasiones, la cuarta en 1926 (Madrid: Ruiz Hermanos). Nótense las palabras de E. Allison Peers sobre ella: «Pero a nuestra comprensión más profunda de Cervantes, Fitzmaurice-Kelly no contribuyó casi en nada» («Aportación de los hispanistas extranjeros al estudio de Cervantes», RFE, XXXII [1948], p. 185). 143 Véase «Un ilustre cervantista uruguayo», Crónica cervantina, 28 (1934), pp. 550-552. Más datos sobre algunos de sus libros en Crónica cervantina, 25 (1934), pp. 487-8 y 33 (1935), pp. 649651. 144 Véase Francisco A. de Icaza, El «Quijote» durante tres siglos, Madrid: Imprenta de Fortanet, 1918. En los preliminares de la reimpresión de su libro sobre Las novelas ejemplares (Madrid, 1928) se incluye una biografía del autor. cfr. Dámaso Santos, «Recuerdo y homenaje a Francisco A. de Icaza», Arriba, 3 de febrero de 1963, p. 13; Juan Sampelayo, «Un perfil y unos recuerdos íntimos», Arriba, 3 de febrero de 1963, p. 13 y Andrés Henestrosa, «Un cervantista mexicano: Francisco A. de Icaza», VV. AA., Guanajuato en la geografía del «Quijote» (Guanajuato: Gobierno del Estado de Guanajuato, 1988), pp. 85-92. 145 José de Armas y Cárdenas, cubano (1866-1919), es autor de una larga nómina de estudios sobre Cervantes y el Quijote, de entre los que destaco Cervantes y el «Quijote» (La Habana: Imprenta y Librería La Moderna Poesía, 1905) y Cervantes y su época (Madrid: Renacimiento, 1915). 146 He tenido en cuenta: Juan Suñé Benages, «El cervantismo en América», Crónica cervantina, 28 (noviembre-diciembre, 1934), pp. 552-554; Nilda Blanco (sel. y pról.), Visión cubana de Cervantes (La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1980); VV. AA., Guanajuato en la geografía del «Quijote» (Guanajuato: Gobierno del Estado de Guanajuato, 1988); VV. AA., Apuntes cervantinos mexicanos (México, 1988); VV. AA., Apuntes cervantinos hispanoamericanos, II (México, 1990); Emilia de Zuleta, «El hispanismo de Hispanoamérica», Moenia, 4 (1998), pp. 33-59; Matilde Albert Robatto, «El hispanismo en Puerto Rico. (Apuntes para una historia de amistad y cooperación)», Moenia, 4 (1998), pp. 61-69; Ignacio M. Zuleta, «La tradición cervantina (Algunos aspectos de la proyección del Quijote en Hispanoamérica)», Anales Cervantinos, XXII (1984), pp. 143-157; y mi propio trabajo, «La recepción del Quijote en Hispanoamérica. (Siglos XVII-XIX)», Cuadernos Hispanoamericanos, 500 (febrero, 1992), pp. 132-140. Sobre Alfonso Reyes puede consultarse: Manuel Alcalá, El cervantismo de Alfonso Reyes, México: UNAM, 1997 (Discurso de ingreso en la Academia Mexicana leído el 30 de agosto de 1962). Para Arturo Marasso es recomendable acudir a su libro, Cervantes. La invención del «Quijote» (Buenos Aires: Librería Hachette, 1954), en el que recoge trabajos suyos anteriores, todos ellos llenos de sugerentes indicaciones y a su edición del Quijote (Buenos Aires: Librería El Ateneo, 1954, 2 vols.), con prólogo y anotación muy interesantes. Finalmente, la lectura del Quijote por Borges cuenta ya con una importante bibliografía: Frederik Viña, «El cervantismo de Jorge Luis Borges», Manuel Criado de Val, dir., Cervantes, su obra y su mundo, Madrid: Edi-6, 1981, pp., 1087-1095; Ilan Stavans, «Cervantes para Borges», Anthropos, 98-99 (1989), p. IX; Alí Víquez Jiménez, «La lectura borgesiana del Quijote», Revista de Filología y Lingüística de la Universidad de Costa Rica, 20, 2 (1994), pp. 19-30; Carlos Orlando Nállim, Cervantes en las letras argentinas, Buenos Aires: Academia Argentina de Letras, 1998; Ana María Barrenechea, «Cervantes y Borges», Melchora Romanos, coord., Para leer a Cervantes, Buenos cervantistas 1 4/8/01 [37] 19:33 Página 231 La crítica sobre el Quijote en la primera mitad del siglo XX 231 Aires: EUDEBA, 1999, pp. 281-290; Eduardo Urbina, «La sinrazón de razón: Cervantes, Borges y Arrabal», Para leer a Cervantes, ob. cit., pp. 349-357. 147 Ahmed Abi-Ayad, «Presentación y análisis de la bibliografía argelina sobre Miguel de Cervantes», Actas del tercer congreso internacional de la Asociación de Cervantistas, Palma de Mallorca: Universidad de las Islas Baleares, 1998, pp. 99-108; Adriana Arriagada de Lassel, «Cervantes visto por los franceses de Argelia (1830-1962)», ibidem, pp. 125-132 148 Véanse los trabajos de Maria Augusta da Costa Vieira, «Las relaciones de poder entre narrador y lector: Cervantes, Almeida Garret y Machado de Assís», Cuadernos Hispanoamericanos, 570 (1997), pp. 59-71; «Huellas de Don Quijote en la literatura brasileña», Actas del IV congreso internacional de AISO, Alcalá de Henares: Universidad de Alcalá de Henares, 1998, vol. I, pp. 469-75. «Recreaciones de Don Quijote en la literatura Brasileña: facciones del héroe», Actas del tercer congreso internacional de la Asociación de Cervantistas, Palma de Mallorca: Universidad de las Islas Baleares, 1998, pp. 733-739; «Un itinerario posible: de Cervantes a Machado de Assís», Melchora Romanos, coord., Para leer a Cervantes, Buenos Aires: EUDEBA, 1999, pp. 307-316; Asimismo, Mª. de la Concepción Piñero Valverde, «Una novela quijotesca de la literatura brasileña: Quincas borba, de Machado de Assis», Actas del tercer congreso internacional de la Asociación de Cervantistas, Palma de Mallorca: Universidad de las Islas Baleares, 1998, pp. 709-716. 149 Mariana Dimitrova, «Don Quijote en la interpretación de los críticos y ensayistas búlgaros», Giuseppe Grilli, ed., Actas del II Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas, Nápoles, 1995, pp. 927-934. 150 Pavel Stepánek, «Los destinos de Don Quijote en Checoslovaquia», Anales Cervantinos, XXIX (1991), pp. 191-215. 151 José Chang, «El Quijote en China y sus influencias en la literatura del país asiático», ABC, s. f. (1955?). Liu Xiaopei, «Cervantes en China», Actas del II Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, Barcelona: Anthropos, 1991, pp. 319-325. 152 Kim Chang-su, «Don Quijote en Corea: su influencia en los escritores modernos (19151940)», VV. AA., Actas del primer congreso de hispanistas de Asia, Seul, Corea: Asociación Asiática de Hispanistas, 1985, pp. 453-460. 153 Guillermo Gómez Rivera, «El espíritu quijotesco en dos escritores filipinos: José Rizal, prosista, y Francisco Zaragoza, poeta», VV. AA., Actas del primer congreso de hispanistas de Asia, Seul, Corea: Asociación Asiática de Hispanistas, 1985, pp. 429-36. 154 Véase el trabajo de Dimitris Filippis en este IV CINDAC. 155 Jaime Fernández, «Cervantes en Japón», Anales Cervantinos, XXIII (1985), pp. 201-211; del mismo, «Cervantes en Hombre en camino de Natsume Sôseki: una versión japonesa de El curioso impertinente de Cervantes», Anales Cervantinos, XXXI (1993), pp. 131-150. 156 Cfr. Kazimierk Sabik, «La recepción de la obra de Cervantes en Polonia durante el período de la Ilustración y el Romanticismo (1781-1855)», Actas del II Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, Barcelona: Anthropos, 1991, pp. 307-317. 157 Aunque referida a un tiempo anterior, es imprescindible la monografía de María Fernanda de Abreu, Cervantes no Romantismo português, Lisboa: editorial Estampa, 1997, 2ª. ed. 158 Vsevolod Bagnó, El Quijote vivido por los rusos, Madrid: CSIC, 1995. 159 Jasna Stojanovic, «Hajim DaviËo, traductor y crítico de Cervantes en las letras serbias» [1854-1916], Anales Cervantinos, XXXV (1999), pp. 501-510. 160 Madrid: Espasa-Calpe, 1926. 161 Son palabras de Carlos M. Gutiérrez, «Cervantes, un proyecto de modernidad para el Fin de Siglo (1880-1905)», Cervantes, 19 (1999), p. 119. 162 Utilizo las palabras de José Manuel Martín Morán en su artículo «Don Quijote está sanchificado; el des-sanchificador que lo re-quijotice…», BHi, 94 (1992), pp. 75-118. La cita en p. 80. Véase en p. 81 una lista de algunos de los estudiosos que han recogido las ideas de Madariaga. Añádase ahora el capítulo IV de las Reflexiones sobre el Quijote de Enrique Moreno Báez (Madrid: Prensa Española, 1968). 163 «This book has been followed by other explorations of the characters’, psyches, notably from a Jungian perspective by John G. Weiger, Freudian analysis tempered by American ego psychology by C. B. Johnson, Jungian analysis tempered by contemporary feminist theory by Ruth El Saffar, and the wildest of them all, the unsettling psychosexual ambiguities by Louis Combet». Son palabras de Caroll B. Johnson, Don Quixote. The Quest for Modern Fiction, (Boston: Twayne, 1990), p. 29. Véase asimismo mi trabajo «Mujer, erotismo y sexualidad en el Quijote», Anales cervantistas 1 4/8/01 232 19:33 Página 232 José Montero Reguera [38] Cervantinos, XXXII (1994), pp. 97-116 y las consideraciones de José Manuel Martín Morán en el artículo citado en la nota anterior. 164 Los estudios sobre Américo Castro y su exégesis del Quijote son abundantes. Remito a mi libro El «Quijote» y la crítica contemporánea, Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 1997, pp. 32-33 («Los estudios de Américo Castro»). 165 Publicado en 1925 como anejo de la Revista de Filología Española. Hay edición facsímil reciente (Barcelona: Crítica, 1991). Julio Rodríguez Puértolas lo reeditó en 1972 con abundantes notas suyas y del propio Américo Castro (Barcelona: Noguer, 1972). Aunque pensado con un propósito divulgador, debe tenerse en cuenta también su libro, en francés, Cervantès (París, 1931) monografía casi de cabecera para Azorín en varios de sus trabajos posteriores a esta fecha. 166 Vid. por ejemplo Agustín González de Amezúa, Cervantes creador de la novela corta española, Madrid: C.S.I.C., 1982, reimpresión [1956], 2 vols. 167 Alonso Zamora Vicente, «Américo Castro y Cervantes», Homenaje a Américo Castro, Madrid: Universidad Complutense de Madrid, 1987, p. 216. 168 Dana B. Drake, Don Quijote (1894-1970): A Selected Annotated Bibliography, Chapell Hill: University of California Press, 1974, vol I; Miami: Ediciones Universal, 1978, vol. II; Nueva York: Garland, 1980, vol. III; vol. IV, hasta 1979, en colaboración con Frederick Viña, Nueva York, 1984. 169 Anthony J. Close, «La crítica del Quijote desde 1925 hasta ahora», Anthony Close et alii, Cervantes, Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 1995, pp. 311-333. 170 Madrid: Gráficas Reunidas, 1928, 1931, 1935 y 1941. 171 Francisco Rico, «Historia del texto», ob. cit., p. CCXXXIV. 172 Véase Alfredo Carballo Picazo, «Seguidores de Menéndez Pelayo», Guillermo Díaz Plaja, dir., Historia general de las literaturas hispánicas, Barcelona: Vergara, 1973, reimpr., vol. 7, pp. 350-354. 173 Las referencias bibliográficas se han consignado anteriormente. 174 Agustín González de Amezúa, Cervantes, creador de la novela corta española, Madrid: CSIC, 1956-1958. 175 Véase por ejemplo, «Los Cortinas de la villa de Barajas», Cuadernos de Literatura, 8-9 (1948), pp. 103-108; «Tres amigos de Cervantes», BRAE, XXVII (1948), pp. 143-175; «De la familia Salazar», Anales Cervantinos, I (1951), pp. 327-331, etc. 176 A Narciso Alonso Cortés se debe el capítulo sobre Cervantes en la Historia general de las literaturas hispánicas dirigida por Guillermo Díaz Plaja (Barcelona: Vergara, 1949, vol. II, pp. 803-856). 177 Véase ahora Anthony J. Close, «La crítica del Quijote desde 1925 hasta ahora», Anthony Close et alii, Cervantes, Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 1995, p. 314. 178 Véase Alfredo Carballo Picazo, «Seguidores de Menéndez Pelayo», Guillermo Díaz Plaja, dir., Historia general de las literaturas hispánicas, Barcelona: Vergara, 1973, reimpr., vol. 7, p. 354. 179 Véase más arriba el apartado sobre el centenario de 1916. 180 Véase su trabajo «Desafueros contra el Cantar de mío Cid», recogido en el volumen Cervantinas y otros ensayos, Madrid: Afrodisio Aguado, 1944, pp. 391-420. Véanse especialmente los adjetivos que dedica a Menéndez Pidal en pp. 392-3. 181 Véase José Montero Padilla, «Luis Astrana Marín», Arbor, 170 (1960), pp. 122-125; Gilda Calleja Medel, Luis Astrana Marín, un solitario y casi heroico hombre de letras, Madrid: Sociedad Cervantina de Madrid, 1990. 182 Véase Miguel Santiago Rodríguez, Catálogo de la biblioteca cervantina de D. José María Asensio y Toledo, prólogo de Ángel González Palencia y noticia bibliográfica de Enrique Lafuente Ferrari, Madrid: Gráficas Ultra, 1948. 183 Joan Givanel Mas, Catàleg de la col·lecció cervàntica formada per D. Isidro Bonsoms i Siscart i cedida per ell a la Biblioteca de Catalunya, Barcelona: Institut d’Estudis Catalans, 19161925, 3 vols. He aquí lo que dice Río y Rico sobre la formación de esta biblioteca: «Formó esta colección don Isidro Bonsoms, el cual, durante cuarenta años, y sin escatimar gastos para adquirir las ediciones y piezas más raras, fue reuniendo cuanto acerca del autor del Quijote y de su obra literaria era ofrecido en venta por libreros y particulares, siendo, desde luego, su principal adquisición la de la biblioteca cervantina que a fuerza de desvelos y aun privaciones logró reunir don Leopoldo Ríus. Con el firme propósito de que fondo tan importante no se dispersase a su muerte, lo donó generosamente al Institut d’Estudis Catalans, mediante contrato firmado en Barcelona el día 7 de junio del año de 1915, y esta institución cultural barcelonesa ha sido la que a sus expensas ha cervantistas 1 4/8/01 [39] 19:33 Página 233 La crítica sobre el Quijote en la primera mitad del siglo XX 233 publicado el repertorio bibliográfico que nos ocupa. Es su autor don Juan Givanel Mas, docto y conocido cervantista, el cual, antes de echar sobre sí esta tarea, había terminado la publicación de la edición crítica del Quijote de Don Clemente Cortejón, acompañado del señor Suñé Benages, y tenía reunidas numerosas papeletas para publicar dos libros con los títulos de Omisiones y correcciones a la Bibliografía de don Leopoldo Ríus y Mil números cervantinos para añadir a la Bibliografía de Ríus». Gabriel Martín Río y Rico, Catálogo bibliográfico de la sección Cervantes de la Biblioteca Nacional de Madrid, Madrid: Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1930, pp. 591-593. 184 Véase Luis María Plaza Escudero, Catálogo de la colección cervantina Sedó, Barcelona: José Porter, 1953-1955, 3 vols. Véase también el Homenaje tributado por la Sección de Manuscritos a la de Impresos de dicha biblioteca [Biblioteca Cervantina de Juan Sedó Peris-Mencheta] con motivo de la adquisición para la misma del ejemplar número mil de ediciones del Ingenioso Hidalgo D. Quijote de la Mancha […], Barcelona: Imprenta Escuela de la Casa Provincial de la Caridad de Barcelona, 1942, XII + 64 pp. + 121 láminas; y el discurso de ingreso de Juan Sedó Peris-Mencheta en la Real Academia de Bellas Artes de San Jorge, Embrujo y riesgo de las Bellas Artes, Barcelona, 24 de noviembre de 1952 (Barcelona: Imprenta de Enrique Tobella, 1952), en el que se incluye una valiosa «Iconografía de la Aventura de los molinos de viento seleccionada de las diversas ediciones ilustradas de nuestra colección y dividida en tres partes». 185 Son palabras de José Portolés, Medio siglo de filología española (1896-1952). Positivismo e idealismo, Madrid: Cátedra, 1986, p. 11. Cfr. además Alfredo Carballo Picazo, «La escuela de Menéndez Pidal», Guillermo Díaz Plaja, dir., Historia general de las literaturas hispánicas, Barcelona: Vergara, 1973, reimpr., vol. 7, pp. 359 y ss.; Rafael Lapesa, Generaciones y semblanzas de claros varones y gentiles damas que ilustraron la Filología Hispánica de nuestro siglo, Madrid: Real Academia de la Historia, 1998, y el comentario a este libro de Francisco Abad en Hesperia. Anuario de Filología Hispánica, II (1999), pp. 173-178. 186 Véase ahora Pablo Jauralde Pou, «Cervantes and the Spanish Philological School», Anne J. Cruz y Carroll B. Johnson, eds., Cervantes and His Postmodern Constituencies, New York and London: Garland Publishing Company, 1999, pp. 105-115. 187 Ramón Menéndez Pidal, «El lenguaje del siglo XVI» [1933], La lengua de Cristóbal Colón, Madrid: Espasa-Calpe, 1947, 3ª ed., pp. 49-87 (esp. pp. 85-86); Los españoles en la literatura [1949], Madrid: Espasa-Calpe, 1971, 2ªed.; La lengua castellana en el siglo XVII [1986], Madrid: Espasa-Calpe, 1991. 188 Madrid: Cuadernos literarios, 1924, 2ª. ed. aumentada; la primera es de 1920 y se ha reimpreso en diversas ocasiones. 189 Madrid: Patronato del IV Centenario del nacimiento de Cervantes, 1948. Enrique Moreno Báez, discípulo de Menéndez Pidal, titula de manera muy similar («Cervantes y los ideales caballerescos») el capítulo IV de sus Reflexiones sobre el Quijote, Madrid: Prensa Española, 1968, pp. 29-36. 190 Véase ahora José Montero Reguera, El Quijote y la crítica contemporánea, Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 1997, cap.VI. 191 Ramón Menéndez Pidal, Mis páginas preferidas. Estudios literarios, Madrid: Gredos, 1957. La cita en p. 196. («Un aspecto sobre la elaboración del Quijote», pp. 222-269; «Cervantes y el ideal caballeresco», pp. 270-297). 192 José F. Montesinos estudió sobre todo el erasmismo, la lírica de Lope de Vega, teatro del siglo XVII y novela decimonónica. Pero en esos trabajos, especialmente los dedicados a la novela del siglo XIX, las referencias a Cervantes y el Quijote son constantes, por ejemplo en su Introducción a una historia de la novela en España en el siglo XIX (Madrid: Castalia, [1960], 1973, 3ª ed.) donde incluye capítulos como «Cervantes antinovelista» (pp. 35-42), «Cervantes» (pp. 100-102) en los que analiza la difusión e influencia del Quijote en los siglos XVIII y XIX y efectúa consideraciones muy inteligentes sobre el valor de la novela cervantina (pp. 40, 104, 105, 106-107, etc). Asimismo Cervantes aparece constantemente en Valera o la ficción libre (Madrid: Gredos, 1957) donde se encuentran afirmaciones como las siguientes: «Sería erróneo, empero, creer que Morsamor es meramente un hacinamiento de todo el saber noticioso que atesoraba la memoria de Valera. Responde como ninguna otra a aquel concepto de novela en libertad que defendió toda su vida, el más fiel a la fórmula cervantina que justificaba las novelas, aun de caballerías y aventuras, por el ‘sujeto que ofrecían para que un buen entendimiento pudiese mostrarse…, porque daban largo y espacioso campo por donde sin empacho alguno pudiese correr la pluma, describiendo naufragios, tormentas, cervantistas 1 4/8/01 234 19:33 Página 234 José Montero Reguera [40] reencuentros y batallas’» (p. 184). Evidentemente, quien escribe esto tiene metido el Quijote en la cabeza. 193 Alonso Zamora Vicente, «La literatura», Pedro Laín Entralgo (Coordinador y prologuista), Los estudios de un joven de hoy, Madrid: Fundación Universidad-Empresa, 1982, pp. 188-189. 194 Discípulo directo de Menéndez Pidal, en 1911 obtiene la Cátedra de Lengua y Literatura Españolas en la Universidad de Oviedo, de donde se traslada a la de Salamanca en 1915, labores que compatibiliza con la de agregado del Centro de Estudios Históricos y Director de la Residencia de Estudiantes. En 1916 empiezan sus viajes a la Universidad de Columbia (Nueva York) donde se encarga de organizar los estudios hispánicos, en alza después de la segunda guerra mundial, lo que le lleva a pedir en 1921 la excedencia en la universidad española e instalarse definitivamente en los Estados Unidos. Poco recordadas hoy, a él se deben algunas páginas interesantes sobre Cervantes que se encuentran recogidas en el volumen que la Universidad de Puerto Rico publicó en 1955 con la mayor parte de sus trabajos: Federico de Onís, España en América. Estudios, ensayos y discursos sobre temas españoles e hispanoamericanos, Santander: Ediciones de la Universidad de Puerto Rico, 1955, 854 pp. Cabe destacar el capítulo «Cervantes» (pp. 317-339), que había aparecido anteriormente como estudio preliminar a su edición del Quijote (Buenos Aires: W. M. Jackson, 1948, t. 1, pp. VII-XXXVII). También interesa el capítulo «Concha Espina» (pp. 531-534) donde recoge su introducción a la edición americana del libro de Concha Espina Mujeres del Quijote (ed. de W.M. Becker, Boston: Heath, 1931). De la etapa en Puerto Rico se conserva todavía el recuerdo de sus enseñanzas en el hoy Seminario Federico de Onís. Un libro bien conocido entre los cervantistas como el de Carlos Varo, Génesis y evolución del «Quijote» (Madrid: Ediciones Alcalá, 1968), está inspirado en buena medida en las enseñanzas de Federico de Onís. Agradezco al Dr. Aguirre Vega su amabilidad al proporcionarme diversos datos sobre la labor de Onís en Puerto Rico. 195 Más ocupado por otras épocas y problemas de nuestra literatura, Lloréns publicó un excelente estudio sobre el Quijote hoy poco recordado: «Don Quijote y la decadencia del hidalgo», Aspectos sociales de la Literatura Española, Valencia: Castalia, 1974, pp. 47-66. 196 Véase Anthropos, 98-99 (1989), p. XII. 197 Es muy interesante a estos efectos consultar el volumen de Américo Castro Semblanzas y estudios españoles (Madrid - Princeton: Ediciones Ínsula, 1956), donde se incluye la nómina de discípulos americanos de Castro. Cfr. asimismo Vicente Lloréns, «Américo Castro: los años de Princeton» [1971], Aspectos sociales de la Literatura Española, Valencia: Castalia, 1974, pp. 163-180. Por otra parte, no creo necesario recordar aquí los trabajos cervantinos, sobradamente conocidos, de Gilman, Durán o Buketoff Turkevich. 198 Véase Rafael Lapesa, «Mi recuerdo de Amado Alonso», VV. AA., Estudios de Literatura y Lingüística Españolas. Miscelánea en honor de Luis López Molina, Lausanne: Sociedad de Estudios Hispánicos, 1992, p. 330. 199 Además de numerosas referencias sueltas al Quijote que se pueden encontrar en su libro fundamental Materia y forma en poesía (Madrid: Gredos, 1955), Amado Alonso dedicó tres trabajos al Quijote: dos incluidos en el mismo libro («Cervantes», pp. 187-192 y «Don Quijote no asceta, pero ejemplar caballero y cristiano», pp. 193-229); y un tercero, «Las prevaricaciones idiomáticas de Sancho Panza» que apareció en la NRFH (2, 1948, pp. 1-20). 200 No dispongo ahora del espacio necesario para analizar los estudios sobre el Quijote de Casalduero, autor de uno de los cuerpos de exégesis cervantina más amplio y sugerente del siglo XX; véase como primera aproximación el trabajo de Gonzalo Sobejano, «La obra crítica de Joaquín Casalduero», VV. AA., Homenaje a Casalduero. Crítica y poesía, Madrid: Gredos, 1972, pp. 453469. 201 Dámaso Alonso, «El hidalgo Camilote y el hidalgo don Quijote» [1933-1934], Del Siglo de Oro a este de siglas, Madrid: Gredos, 1962, pp. 20-28; «Sancho-Quijote, Sancho-Sancho» [1950], Del Siglo de Oro a este de siglas, Madrid: Gredos, 1962, pp. 9-19; La novela cervantina [1969], en Modesto López Otero, Emilio Lorenzo, Dámaso Alonso y Federico Mayor Zaragoza, Lecciones de arquitectura, lengua, literatura y ciencia, Santander: UIMP, 2000, pp. 87-133. 202 Rafael Lapesa, «Aldonza-Dulce-Dulcinea» [1947], De la Edad Media a nuestros días, Madrid: Gredos, 1967, pp. 212-218; «Góngora y Cervantes: coincidencia de temas y contraste de actitudes» [1965], De la Edad Media a nuestros días, Madrid: Gredos, 1967, pp. 219-241; «Comentario al capítulo 5 de la Segunda Parte del Quijote», VV. AA., Actas del III Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, Barcelona: Anthropos, 1993, pp. 11-21. También debe tenerse en cuenta su Historia de la lengua española, Madrid: Gredos, 1980, 8ª ed. cervantistas 1 4/8/01 [41] 19:33 Página 235 La crítica sobre el Quijote en la primera mitad del siglo XX 235 203 Manuel de Montoliú, Vida de Cervantes, Barcelona: I. G. Seix & Barral Herms., S. A. editores, 1930, 5ª edición; eiusdem, Tríptico del «Quijote», Barcelona: Cervantes, 1947; eiusdem, Manual de Historia de la Literatura Castellana, Madrid, 1947, 2ª ed. («El genio de la novela. Cervantes», pp. 358-396, «Conclusión», pp. 850-863 y «Apéndice: Cervantes y Ariosto», pp. 864868). 204 Madrid: Prensa Española, 1968. También es autor del capítulo «Perfil ideológico de Cervantes» incluido en la Suma cervantina compilada en 1974 por J. B. Avalle-Arce y E. C. Riley (Londres: Támesis Books, pp. 233-272). 205 Véase Pablo Jauralde Pou, «Cervantes and the Spanish Philological School», Anne J. Cruz y Carroll B. Johnson, eds., Cervantes and His Postmodern Constituencies, New York and London: Garland Publishing Company, 1999, pp. 110-111. 206 «Esto no viene sino a comprobar desde un punto de vista estrictamente literario lo que Américo Castro ha probado desde el plano del pensamiento al estudiar el de Cervantes en un excelente libro», Dámaso Alonso, La novela cervantina, lección de clausura del curso académico 1969 de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Ahora recogido en Modesto López Otero, Emilio Lorenzo, Dámaso Alonso y Federico Mayor Zaragoza, Lecciones de arquitectura, lengua, literatura y ciencia, Santander: UIMP, 2000, p. 93. Asimismo, es muy ilustrativa e interesante a este respecto la cita de Alonso Zamora Vicente transcrita más arriba, apartado 1.10. 207 Madrid: Renacimiento, 1930, pero publicado ya antes. 208 México: Hermes, 1947. Se trata de una edición abreviada: «Reducción de la inmortal obra hecha por Ramón Gómez de la Serna» dice la portada. Véase también Luis López Molina, «Ramón Gómez de la Serna frente al Quijote», Irene Andrés Suárez, y otros, Huellas del Quijote en la narrativa española contemporánea, vol. Monográfico de Cuadernos de Narrativa, I, 1995, pp. 5566. 209 Véase Fernando Salmerón, ed., Los estudios cervantinos de José Gaos, México: El Colegio de México, 1994 («Los estudios cervantinos de José Gaos», pp. 3-50) y Alberto Sánchez, «Cervantismo y quijotismo de León Felipe», Anales Cervantinos, XXII (1984), pp. 181-198. 210 Véase por ejemplo Margarita Smerdou Altolaguirre, «Cervantes en la Generación del 27 (Esbozo de un libro)», VV. AA. Actas del II Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, Barcelona: Anthropos, 1991, pp. 273-279; Ana Rodríguez Fischer (pres. y sel.), Miguel de Cervantes y los escritores del 27, Barcelona: Anthropos, 1989. 211 Véase Francisco Florit Durán, «Pedro Salinas y el Quijote», Homenaje al profesor Antonio de Hoyos, Murcia: Real Academia Alfonso X el Sabio, 1995, pp. 183-189. 212 Javier Yagüe Bosch, «Dos episodios de Don Quijote en Aire nuestro de Jorge Guillén», Criticón, 53 (1991), pp. 7-55; Francisco Florit Durán, «Jorge Guillén y su Homenaje a los clásicos del Siglo de Oro», Francisco Javier Díez de Revenga y Mariano de Paco, eds., La claridad en el aire. Estudios sobre Jorge Guillén, Murcia: Caja Murcia, 1994, pp. 175-189; Margarita Smerdou Altolaguirre, «Cervantes, Guillén y otros poemas», VV. AA., Jorge Guillén: el hombre y la obra, Valladolid: Universidad de Valladolid, 1995, pp. 499-503; Almudena del Olmo Iturriarte, «Jorge Guillén y el Quijote: la dimisión de Sancho», Actas del III Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas, Palma de Mallorca: Universidad de las Islas Baleares, 1998, pp. 689-708; Elizabeth Matthews, «Heroic Vocation: Cervantes, Guillén and Noche del caballero», Modern Language Review, 93, 4 (1998), pp. 1021-1033. 213 Ob. cit., p. 5. 214 Leo Spitzer, «Perspectivismo lingüístico en el Quijote», Lingüística e historia literaria, Madrid: Gredos, 1955, pp. 161 y 178-180. 215 Manejo la traducción al castellano, México: Fondo de Cultura Económica, 1950. 216 Ob. cit., pp. 314-339. 217 Véase Anthony J. Close, «La crítica del Quijote desde 1925 hasta ahora», art. cit., p. 319. 218 Erich Auerbach, ob. cit., p. 339. 219 Véase las referencias completas y comentario en José Montero Reguera, El «Quijote» y la crítica contemporánea, ob. cit., pp. 82-3, 93, 104, 119-120, 248 y 257. Asimismo, pueden consultarse los siguientes trabajos generales sobre Auerbach y su acercamiento al Quijote: Maria Augusta da Costa Vieira, «A Dulcinéia encantada de Auerbach e Dom Quixote de Cervantes», Anuario Brasileño de Estudios Hispánicos, 4 (1994), pp. 131-140 y David Damrosch, «Auerbach in Exile», Comparative Literature, 47 (1995), pp. 97-117. 220 El «Quijote» como obra de arte del lenguaje [1927], Madrid: CSIC, 1966, 2ª ed. Cfr. Anthony J. Close, «La crítica del Quijote desde 1925 hasta ahora», ob. cit., pp. 320-321. cervantistas 1 4/8/01 236 19:33 Página 236 José Montero Reguera [42] Firenze: Le Monnier, 1938, 446 + 430 pp. Véase José Montero Reguera, El «Quijote» y la crítica contemporánea, ob. cit., pp. 32-35 223 Alexander A. Parker, «Don Quixote and the Relativity of Truth», Dublin Review, 220 (1947), pp. 28-37 y «El concepto de verdad en el Quijote», RFE, 32 (1948), pp. 287-305. A la zaga de Parker seguirán trabajos de Peter Rusell, Anthony Close, etc. suficientemente conocidos. Cfr. José Montero Reguera, El «Quijote» y la crítica contemporánea, ob. cit., pp. 106-115. 224 Javier Herrero, «Dulcinea and her Critics», Cervantes, II, 1 (1981), p. 31. 225 Madrid: Espasa-Calpe, 1943. 226 RFE, XXXII (1948), p. 559. 227 RFE, XXXII (1948), p. 560. 228 Véase Joaquín Arrarás, «Crónica del IV Centenario de Cervantes», RFE, XXXII (1948), pp, 537-592. 229 José Manuel Martín Morán da cumplida información de todo ello en su contribución a este IV CINDAC. Véanse asimismo mis Consideraciones previas. 221 222 cervantistas 1 4/8/01 19:33 Página 237 ACOTACIONES BIBLIOGRÁFICAS A LOS ESTUDIOS CERVANTINOS REALIZADOS EN LOS ESTADOS UNIDOS DURANTE LAS DOS ÚLTIMAS DÉCADAS DEL SIGLO XX Jorge H. Valdivieso L. Teresa Valdivieso INTRODUCCIÓN En 1978 tuvimos el honor de ver aparecer en las páginas de Anales cervantinos 17 (1978): 191-233 nuestro trabajo bibliográfico sobre el repertorio de las tesis doctorales norteamericanas. Ya anteriormente los profesores James Chatham y Enrique Ruiz-Fornells habían realizado una compilación que abarcaba desde 1876 hasta 1966. Por consiguiente, nuestro objetivo fue completar dicha catalogación hasta la fecha indicada. A partir de 1978, que nosotros sepamos, nadie ha llevado a cabo un estudio orgánico de lo que los investigadores cervantistas pensaron, escribieron y publicaron en los Estados Unidos durante las dos últimas décadas del siglo XX. La tarea ha sido ardua, si se considera el amplio marco cronológico que encuadra, las numerosas fuentes y la cantidad y variedad de críticos. Así pues, la presente bibliografía continúa nuestro trabajo de 1978, lo amplía y lo actualiza, presentando los estudios de los críticos cervantinos, los cuales abarcan desde temas de interés general hasta estudios de erudición específica. Nuestro proyecto está dividido en dos partes: la primera agrupa los estudios sobre la obra de Cervantes que han aparecido como libros o que vieron la luz en publicaciones periódicas de los Estados Unidos; la segunda comprende el análisis de las tesis doctorales que sobre el autor y su obra se han sustentado en las universidades estadounidenses. Esperamos que esta bibliografía sea instrumento eficaz en manos de los investigadores que a no dudar continuarán iluminando la obra cervantina con su erudición y su esfuerzo. I. LIBROS Y ARTÍCULOS Siguiendo criterios expresamente literarios hemos señalado para este trabajo bibliográfico diferentes espacios. Como es lógico el primero es el dedicado a Miguel de Cervantes y a los personajes que animan su obra; a continuación, las categorías tradicionales según los géneros; dentro de ese apartado, cuando sea posible, una subdivisión crítica en obras específicas, cervantistas 1 4/8/01 238 19:33 Página 238 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [2] dando fin al proyecto con aquellos estudios que subrayan las perspectivas teóricas, la literatura comparada y los estudios interdisciplinarios. En total, se han recopilado unas quinientas referencias bibliográficas que aparecen comentadas siempre que haya sido posible ponerse en contacto con los textos correspondientes. Dentro del apartado de libros, quisiera destacar los publicados por la editorial Juan de la Cuesta del estado de Delaware, quien en 1999, y como cierre de siglo lanzó al mercado en su serie «Documentación cervantina», núm.16, una edición abreviada de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, preparada por Tom Lathrop en la que el editor ha incluido 10.459 glosas de vocabulario y 3.742 notas, encaminadas a facilitarle al pueblo norteamericano la lectura de esa insigne obra. A esta edición, y en la misma serie con el número 17, le acompaña un diccionario con 7.800 acepciones y 12.000 definiciones. En los talleres de Juan de la Cuesta se imprimieron las ediciones de 1605 y 1615 del Quijote. La moderna editorial, la Juan de la Cuesta estadounidense, data de 1978 y se enorgullece de continuar el espíritu de su ascendiente madrileña. Debemos hacer constar aquí que en los Estados Unidos no ha faltado nunca la investigación literaria en torno a Cervantes. Sus aportes a la crítica literaria han tenido y siguen teniendo un impacto innegable sobre las letras hispánicas. Aunque la lista de los críticos cervantistas en los Estados Unidos es monumental, no se podría dejar de mencionar a eruditos como Elias Rivers, James A. Parr, Juan B. Avalle Arce, Ruth El Saffar, Eduardo Urbina, William Clamurro y muchos otros. Dentro de las colecciones de ensayos originales, llama la atención por su novedad, una obra aparecida en 1999, editada por Anne J. Cruz y Carrolll B. Johnson y que lleva como título Cervantes and His Postmodern Constituencies que recoge los trabajos presentados en un congreso internacional, celebrado en Los Angeles: «Southern California Cervantes Symposium». Llama la atención por su novedad ya que el objetivo primordial es colocar los estudios sobre Cervantes en el contexto de la teoría crítica postmodernista. En cuanto a las publicaciones periódicas, en términos generales cabe decir que la crítica cervantista es acogida por revistas de gran prestigio como Hispanic Review, Diacritics, Bulletin of the Comediantes, Symposium, Hispania y otras muchas; pero hay que destacar una revista reciente que está ejerciendo un gran influjo respecto a la crítica cervantina, la revista titulada Bulletin of the Cervantes Society of America, nacida en 1980, gracias quizá a la observación crítica de una mujer, Dana B. Drake, quien como eficiente bibliógrafa detectó varias lagunas en la crítica sobre Cervantes y su obra. Según ella, Cervantes no había sido criticado bajo una perspectiva ideológica apropiada; había también una omisión en la crítica sobre episodios específicos, personajes, etc. y, por último, se dejaba ver una gran laguna respecto a las Novelas ejemplares. En lo que se refiere a esta última omisión, nos satisface indicar que en 1997 apareció el volumen que lleva como título Beneath the Fiction. The Contrary Worlds of Cervantes’s Novelas ejemplares, colección de diez ensayos debidos a la pluma de William Clamurro y publicada por Peter Lang en Nueva York. cervantistas 1 4/8/01 [3] 19:33 Página 239 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 239 Hasta aquí hemos presentado una somera visión de textos cuyo contenido es categóricamente cervantino, pero debemos preguntarnos qué valor conceden las publicaciones académicas de los Estados Unidos a la obra de Cervantes. No es posible en los estrechos límites de espacio y tiempo, intentar siquiera una visión de conjunto, pero de lo que no cabe duda es que la crítica norteamericana discurre principalmente entre dos presupuestos. Por un lado, se podría decir que el paso de la investigación anterior de tipo humanista a la contemporánea netamente norteamericana, equivale al tránsito de la discusión a la medición, y que mientras el crítico de mediados de siglo buscaba una hermenéutica, el crítico contemporáneo, quizá influido por la masificación del individuo y al predominio de la tecnología, busca solamente el progreso expresado en términos cuantitativos. En segundo lugar, es importante mencionar que las grandes corrientes críticas que cruzan los Estados Unidos dejan una impronta muy marcada en la investigación académica. De lo anteriormente expuesto se deduce que una nueva concepción de la investigación caracteriza, en síntesis, la crítica que se ha publicado en los Estados Unidos durante las dos últimas décadas. Liberados de toda atadura, abolida la vigencia de principios absolutos, y en un mundo abiertamente profano, la crítica se propone denunciar cualquier forma de represión, sea ésta de tipo económico, político o sexual. Dentro de esta mutación de paradigmas, podríamos abrir un espacio para los estudios relacionados con el movimiento femenino. Debemos destacar, en primer lugar, el libro de Ruth El Saffar, Beyond Fiction. The Recovery of the Feminine in the Novels of Cervantes aparecido en 1987 y publicado por la Universidad de California. Como dice la autora, para su análisis se ha basado mayormente en el psiquiatra Jung porque el problema de lo femenino es una rama del gran problema sobre la armonía entre uno mismo y el otro, en un período histórico en el que el dominio de lo masculino ha sido imperante. Otras reflexiones relacionadas con la misma temática combinan diferentes preocupaciones sociales que abarcan desde el estereotipo de la mujer semidivina del Siglo de Oro (Lozano de Castro y Moreno Agudo) hasta la mujer sexualmente peligrosa (Jehenson), desde la mujer como pasiva víctima erótica (de Armas Wilson) hasta la mujer que busca reivindicar su honor lastimado (Britt). El pensamiento de innovadores como Bajtín, Lacan, Cixous, Irigaray y Derrida han conformado el pensamiento crítico. Freud, en especial, preside no solo el texto de El Saffar, sino el de Diana de Armas Wilson titulado, Allegories of Love: Cervantes’s «Persiles y Segismunda». De la misma manera las teorías lacanianas de sublimación y narcisismo penetran el espacio pastoril a través de la presencia activa y desafiante de la mujer, como sujeto que imposibilita la objetivación del deseo masculino (Hernández Pecoraro). En cuanto a la corriente postmodernista y la crítica cervantina, fuera del acierto del libro de Cruz y Johnson mencionado al principio de esta presentación, no podríamos pedir a nadie una apreciación definitiva, una visión reposada, porque no lo permite la carencia de distancia estética. En síntesis, de lo que estamos hablando no es simplemente de un desplazamiento en el énfasis de los intereses intelectuales sino de un verdadero cambio cuyo resultado es una configuración que hace que el nuevo objeto —el cervantistas 1 4/8/01 19:33 240 Página 240 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [4] texto crítico— no sea un objeto en el sentido tradicional, sino un espacio operativo elevado a categoría estética. En conclusión, rica en sugerencias y novedades, asistemática y dispersa, radical en el mejor sentido de la palabra, surge la crítica cervantina publicada en los Estados Unidos. Como bibliógrafos nos abstenemos de pronunciar juicios de valor, sobre todo porque si los críticos han dicho lo que sienten y lo han dicho bien, merecen nuestro respeto, sea cual fuere nuestra posición, es decir, tanto en la aquiescencia como en la discrepancia. I. PUBLICACIONES PERIÓDICAS Y LIBROS* A. Miguel de Cervantes Saavedra ARMAS WILSON, Diana de. «Cervantes’ Last Romance: Deflating the Myth of Female Sacrifice». Cervantes 3.2 (1983): 103-20. Cervantes supera la fórmula literaria de la «mujer víctima» vigente en los códigos culturales y nos presenta una galería de mujeres de carne y hueso: doncellas, casadas, piratas, deshonradas, peregrinas, guerreras, quienes se lanzan a los caminos pugnando por cambiar su condición de víctima erótica. AVALLE ARCE, Juan Bautista, ed. La Galatea de Cervantes cuatrocientos años después (Cervantes y lo pastoril). Newark (Delaware): Juan de la CuestaHispanic Monographies, 1985. Siete ensayos sobre el tema pastoril por su importancia como género literario en donde se replantea el problema de la revalorización de Cervantes como poeta y la influencia de elementos italianos en la cultura cervantina. BORUCHOFF, David A. «Cervantes y ‘las leyes de reprehensión cristiana’» Hispanic Review 63.1 (1995): 39-55. Se refiere al capítulo 47 de la Primera Parte del Quijote y se discute la predicación axiológica de este pasaje atribuyéndolo a la crisis de valores suscitada en la España filipina por la amenaza de las doctrinas protestantes. BROWN, Kenneth y Maria Dolores BLANCO-ARNEJO. «Dos documentos inéditos cervantinos». Cervantes 9.2 (1989): 5-20. Se estudia una descripción codificada y una edición paleográfica de dos documentos inéditos y autografiados, los cuales pertenecen al Rosenbach Museum, Philadelphia, Pennsylvania. CANAVAGGIO, Jean. «Aproximación al proceso Ezpeleta». Cervantes 17.1 (1997): 25-45. Se trata de contextualizar el asesinato de Don Gaspar de Ezpeleta en 1605 en la puerta de la casa que habitaban Cervantes y su familia. CLOSE, Anthony. «Ambivalencia del estilo elevado en Cervantes». Cervantes y lo pastoril. Ed. Juan Bautista Avalle-Arce. Newark, Delaware: Juan de la Cuesta, 1985. 91-102. *Los autores agradecen a The Cervantes Society of America, Dissertation Abstracts y Modern Language Association International Bibliography por haberles servido de fuentes bibliográficas para este proyecto. cervantistas 1 4/8/01 [5] 19:33 Página 241 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 241 EISENBERG, Daniel. «Cervantes, autor de la Topografía e historia general de Argel publicado por Diego de Haedo». Cervantes 16.1 (1996): 32-53. Se propone que Cervantes es el autor de la Topografía ya que Haedo no pudo haberla escrito. Se concluye que el objetivo de Cervantes al escribirla era dar a conocer su heroísmo del que él sentía tanto orgullo. EL SAFFAR, Ruth, ed. Critical Essays on Cervantes. Boston: Hall, 1986. ESTRUCH TOBELLA, Joan. «Cervantes, instrumento de propaganda política en la coyuntura 1640-1650». Cervantes 12.1 (1992): 111-16. FLATOW, Bernard J. «Las referencias al cautiverio de Cervantes en Topografía e historia de Argel de Diego de Haedo». Hispanófila 30.1 (1986): 75-80. GARRAMIOLA Prieto, Enrique. «Un inédito documento cervantino». Journal of Hispanic Philology 15.2 (1991): 135-39. Se refiere a las referencias obtenidas por el historiador peruano Raúl Porras Barrenechea sobre el paso de Cervantes por la villa cordobesa de Montilla. HENRY, Patrick. «Old and New Mimesis in Cervantes». Cervantes 10.1 (1990): 79-86. Se estudia el impulso mimético en Cervantes. Esto se ve en el Persiles donde sobresale la imitatio Dei espiritualizando el universo natural. HUTCHINSON, Steven. «Desire Movilized in Cervantes’ Novels». Journal of Hispanic Philology 14.2 (1990): 159-74. Se analiza el discurso sobre «el deseo» como leitmotivo en las novelas cervantinas; haciendo hincapié en el deseo como motivación y el deseo como elemento dinámico. IMPERIALE, Louis. «Cervantes en Italia». NEMLA Italian Studies. New Brunswick, New Jersey 22 (1998): 5-21. LOKOS, Ellen. «The Politics of Identity and the Enigma of Cervantine Genealogy». Cervantes and His Postmodern Constituencies. Eds. Anne J. Cruz y Carroll B. Johnson. New York: Garland, 1999. 116-33. Se reexamina detalladamente la cuestión de la genealogía de Cervantes tratando de iluminar la cuestión de la limpieza de sangre. RICAPITO, Joseph V. Cervantes Novelas ejemplares: Between History and Creativity. West Lafayette, Indiana: Purdue University Press, 1980. SÁNCHEZ, Alberto. «Revisión del cautiverio cervantino en Argel». Cervantes 17.1 (1997): 7-24. Se repasan los estudios biográficos que analizan los cinco años de Cervantes en Algeciras cuestionando si Cervantes era converso, homosexual o estaba influido por la cultura musulmana. SCHMIDHUBER de la Mora, Guillermo. «Descubrimiento de un anagrama de Miguel de Cervantes». Homenaje a Fredo Arias de la canal. Ed. Ubaldo DiBenedetto y Jean Aristeguieta. Cambridge, Massachussetts: Los Premios Vasconcelos, 1997. 196-205. SIEBER, Harry. «The Magnificent Fountain: Literary Patronage in the Court of Felipe III». Cervantes 18.2 (1998): 85-116. Se investiga por qué Cervantes no se beneficiara de la generosidad de los mecenas en tiempo de Felipe III y de su favorito el Duque de Lerma. cervantistas 1 4/8/01 242 19:33 Página 242 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [6] SOBEJANO, Gonzalo. «Cervantes en la novela española contemporánea». La torre 1.3-4 (1987): 549-73. B. Los personajes cervantinos BARBAGALLO, Antonio. «Sancho no es, se hace». Cervantes 15.1 (1995): 46-59. Partiendo de la base de que el personaje Sancho ha sido mal entendido debido a que su desarrollo ha ido siempre unido a don Quijote, se presenta cómo Sancho se va construyendo en el espacio y en el tiempo a través de sus acciones: parábolas, pensamientos, lágrimas, proverbios. B AUTISTA C., Alvaro. Maritornes: doncella y coíma. Una lectura del capítulo XVI de El Quijote». Alba de América 15.28 (1997): 412-17. Más que ironizar a Maritornes, Cervantes abre espacio para que don Quijote se burle de las citas nocturnas de la asturiana y ésta de los ideales épicos del caballero. CASTILLA DEL PINO, Carlos, José Antonio Cerezo y Daniel Eisenberg, eds. International Colloquium on the Construction of Character in the Works of Cervantes: Selected Papers. Cervantes 15.1 (1995). Colección de ensayos presentados en el coloquio que llevó como título «La construcción del personaje en la obra de Cervantes» el cual tuvo lugar como colofón de las jornadas cervantinas de Alcalá de Henares, 1993. CHEVALIER, Maxime. «Sancho Panza y la cultura escrita». Studies in Honor of Bruce W. Wardropper. Eds. Dian Fox, Harry Sieber y Robert Ter-Horst. Newark, Delaware: Juan de la Cuesta, 1989. 67-73. CRUZ CASADO, Antonio. «Periandro/Persiles: las raíces clásicas del personaje y la aportación de Cervantes». Cervantes 15.1 (1995): 60-69. Se estudia la figura de Periandro como construido a base de características cervantinas, a pesar de seguir muy de cerca el esquema de la novela griega. ENCINAR, María Angeles. «La formación de personaje en tres novelas ejemplares: El licenciado Vidriera, El celoso extremeño y La fuerza de la sangre». Cervantes 15.1 (1995): 70-81. Basándose en estudios como los de Girad, Castilla del Pino, Goffman, se analiza la estructuración de los personajes de estas novelas enfocándose en la relación individuo y sociedad. ESTÉVEZ MOLINERO, Angel. «La (re)escritura cervantina de Pedro de Urdemalas». Cervantes 15.1 (1995)» 82-93. El hecho de reescribir este personaje, transformando la tradición, es un buen ejemplo de la intelectualidad que rezuma el universo cervantino. FAJARDO, Salvador J. «Unveiling Dorotea or the reader as Voyeur». Cervantes 4.2 (1984): 89-108. Se centra en el capítulo 28 de don Quijote I. Se pone de manifiesto que la presentación del aspecto físico de Dorotea incita al lector a participar en la recuperación del personaje como totalidad existencial. FALCONI, Heraldo. «El retablo de la libertad de Melisendra: entre hedonismo y ascetismo». Hispanic Culture Review 3.1 (1996): 4-11. cervantistas 1 4/8/01 [7] 19:33 Página 243 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 243 FERNÁNDEZ DE CANO Y MARTÍN, José Ramón. «La destrucción del personaje en la obra cervantina: andanzas y desventura del malogrado mozo de campo y plaza». Cervantes 15.1 (1995): 94-104. El hecho de que este sirviente de Alonso Quijano desaparezca sin dejar huella, solo podría explicarse bajo un análisis a fondo de la dimensión erótica del lenguaje utilizado para presentarlo. FRA MOLINERO, Baltasar. «El disfraz de Dorotea: usos del cuerpo negro en la España de Cervantes». Indiana Journal of Hispanic Literatures 2.2 (1994): 63-85. GARCÉS, María Antonia. «Zoraida’s Veil: ‘The Other Scene’of the ‘Captive Tale’». Revista de estudios hispánicos 23.1 (1989): 65-98. Se compara el velo que cubre el silencio de Zoraida con todo aquello que está reprimido por el orden simbólico del lenguaje. GARCÍA CHICHESTER, Ana. «don Quijote y Sancho en el Toboso: superstición y simbolismo». Cervantes 3.2 (1983): 121-33. Se analizan los diferentes agüeros y pronósticos que aparecen en el capitulo 9 de la segunda parte del Quijote por considerar que constituyen un verdadero código simbólico. GAZARIAN GAUTIER, Marie Lise. «¿Qué hará Sancho después de la muerte de don Quijote?». Renaissance and Golden Age essays in Honor of D.W. McPheeters. Ed. Bruno Damiani. Potomac, Maryland: Scripta Humanistica, 1986. 71-81. HATHAWAY, Robert L. «Dorotea, or The Narrators’ Art». Cervantes 13.1 (1993): 109-126. Sobre la necesidad que siente Dorotea de explicar las razones de su huida disfrazada de hombre. Se insiste en que a pesar de su retórica, se deja entrever su verdadera personalidad. HERRERO, Javier. «Dulcinea and her Critics». Cervantes 2.1 (1982): 2342. Se analiza el personaje de Dulcinea como dependiente del sentido que se dé al amor del caballero por Dulcinea. Si se trata de un amor cortés, don Quijote representa al caballero español. Por otra parte, si es solamente una parodia de la pasión caballeresca, don Quijote se convertirá en una figura cómica. JOHNSON, Carroll. «La construcción del personaje en Cervantes». Cervantes 15.1 (1995): 8-32. Se refiere a que los personajes literarios se construyen a base de elementos —que proporcionan los lectores— del «discurso» y de la «historia». LOZANO DE CASTRO, María Teresa y María Pilar Moreno Agudo. «El personaje femenino: expresión de dama, expresividad de gitana». Cervantes 15.1 (1995): 105-10. Se discute el personaje femenino como estereotipo del Siglo de Oro, una mujer semidivina. L UCAS , Karen. «Rosamunda: A Cervantine Mingling of History and Fiction». Cervantes 10.1 (1990): 87-92. Se refiere a la historia de la figura legendaria de Rosamunda Clifford, la amante del rey Enrique II de Inglaterra, tal como aparece en el Persiles. cervantistas 1 4/8/01 244 19:33 Página 244 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [8] MACCURDY, Raymond y Alfred Rodríguez. «Algo más sobre la visitación subterránea de Sancho Panza». Crítica hispánica 3.2 (1981): 141-47. MAESTRO, Jesús G. «El sistema narrativo del Quijote: la construcción del personaje Cide Hamete Benengeli». Cervantes 15.1 (1995): 11-41. Estudio semiológico que tiene por objeto presentar a Cide Hamete Benengeli como un simple procedimiento retórico en la construcción discursiva de la novela. MASPOCH BUENO, Santiago. «don Quijote, novelista constructor de personajes». Cervantes 15.1 (1995): 142-46. Se discute cómo en don Quijote la función creadora de los personajes es usurpada por el propio protagonista. PARR, James A. «On the Characterization of don Quijote in Part I». LA CHISPA ‘83. The Fifth Louisiana Conference on Hispanic Languages and Literatures. Tulane University, New Orleans, 1983. Ed. Gilbert Paolini. Tulane University, 1983. Se intenta probar el carácter satírico de don Quijote, sátira salpicada de elementos notorios de romance y novela. PERCAS DE PONSETI, Helena. «Authorial Strings: A Recurrent Metaphor in don Quijote». Cervantes 1.1-2 (1981): 51-62. Se establece la diferencia en la creación de personajes entre el propio Cervantes y el historiador Cide Hamete Benengeli, el titiritero Maese Pedro y el autor apócrifo Avellaneda. RIVERS, Elias L. «Sancho y la duquesa: una nota socioliteraria». Cervantes 11.2 (1991): 35-42. Se señala la presencia de comentarios sobre la sociedad española y se destacan los diálogos entre el protagonista don Quijote, Sancho Panza y la duquesa anónima; en realidad se presenta un espacio literario en donde los lectores pueden entrar en contacto con individuos de diferentes clases sociales. RODRÍGUEZ, Alfred y Roberto CHÁVEZ. «La ambivalente caridad de Sancho Panza». Romance Notes 32.1 (1991): 29-33. A fin de probar la ‘hombría de bien’ de Sancho Panza se examina el elemento compasión/caridad en la Primera Parte del Quijote. RUIZ PÉREZ, Pedro. «La hipóstasis de Armida: Dorotea y Micomicona». Cervantes 15.1 (1995): 147-63. En el caso de estos personajes-lectores de libros de caballerías —son ellos mismos los que se construyen a imagen y semejanza del universo quijotesco. SULLIVAN, Henry Wells. «Altisidora: como regalo ‘más alto’ acelera la cura de don Quijote». Actas Irvine 92. Asociación Internacional de Hispanistas. 5 tomos. Ed. Juan Villegas. Irvine: University of California, 1994. 74-81. — «don Quijote de la Mancha: Analyzable or Unanalyzable». Cervantes 18.1 (1998): 4-23. Partiendo de las teorías de Jacques Lacan y Unberto Eco sobre el psicoanálisis y la teoría literaria respectivamente, se admite que los personajes literarios son realidades psíquicas «virtuales» cuya vida se extiende más allá de su creación literaria. WEBER, Alison. «don Quijote with Roque Guinart: The Case for an Ironic Reading». Cervantes 6.2 (1986): 123-40. cervantistas 1 4/8/01 19:33 [9] Página 245 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 245 En el capítulo 59 se refiere la aventura con el bandolero catalán Roque Guinart. En este artículo se sostiene que este episodio es más irónico que romántico y lo pone de relieve Cervantes al hacer uso del eufemismo irónico. C. Poesía CANAVAGGIO, Jean. «La dimensión autobiográfica del Viaje del Parnaso». Cervantes 1.1-2 (1981): 29-42. Considerada esta obra por la crítica como la más autobiográfica, se estudia esa dimensión a través del análisis de algunos elementos. CLOSE, Anthony. «A Poet’s Vanity: Thoughts on the Friendly Ethos of Cervantine Satire». Cervantes 13.1 (1993): 31-64. Se considera El viaje del Parnaso como resultado de una toma de conciencia producida cuando Cervantes reflexiona sobre sus amarguras y reveses con una irónica serenidad. DÍEZ FERNÁNDEZ, J. Ignacio. «El soneto del rufián ‘arrepentido’». Cervantes 17.1 (1997): 87-108. Se discute la autoría del soneto «Maestro era de esgrima Campuzano», y se presentan razones que pudieran dilucidar si el soneto es cervantino o de Diego Hurtado de Mendoza. FINELLO, Dominick. «Cervantes y su concepto de la fama del poeta». La torre 1.3-4 (1987): 399-409. Al estudiar tema e ideología, se examina la poética cervantina dentro del contexto de la «Adjunta al Parnaso» y el Arte poética de Horacio destacando la preocupación mutua por la fama del poeta. RUIZ PÉREZ, Pedro. «Contexto crítico de la poesía cervantina». Cervantes 17.1-2 (1997): 62-86. Se muestra cómo una lectura oblicua de las afirmaciones metapoéticas de Cervantes ha desviado la crítica e interpretación de su poesía. SCHMIDT, Rachel. «Maps, Figures. and Canons in the Viaje del Parnaso». Cervantes 16.2 (1996): 29-46. Se estudia la ambivalencia a través de dos figuras alegóricas: la buena y la mala Poesía. Para Cervantes, quien exhibe una postura ambigua entre la poesía del «cisne» —la de la corte y la academia— y la del «cuervo» —la calle y la taberna— el lugar de las musas resulta utópico e inexistente. Stagg, Geoffrey. «Propaganda and Poetics on Parnassus: Cervantes’s Viaje del Parnaso». Cervantes 8.1 (1988): 23-38. Con esta obra Cervantes reivindica su capacidad poética creando a lo largo de la narración una «persona» poética impresionante, conforme a los preceptos del Cisne de Apolo de Luis Alfonso de Carvallo. D. Teatro ANDERSON, Ellen M. «Playing at Moslem and Christian: The Construction of Gender and the Representation of Faith in Cervantes’ Captivity Plays». Cervantes 13.2 (1993): 37-60. Se presenta cómo el cautiverio le sirve a Cervantes para elaborar su concepto de la humanidad. De ahí que sus comedias de cautivos presenten un paradigma único. cervantistas 1 4/8/01 246 19:33 Página 246 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [10] CANAVAGGIO, Jean. «Los pastores del teatro cervantino: tres avatares de una Arcadia precaria». Cervantes y lo pastoril. Ed. Juan Bautista Avalle-Arce. Newark, Delaware: Juan de la Cuesta, 1985. 37-52. CLOSE, Anthony. «Cervantes’ Arte Nuevo de Hazer Fábulas Cómicas en este Tiempo». Cervantes 2.1 (1982): 3-22. Se sostiene que Cervantes nos ha dejado suficientes sugerencias para que podamos esbozar el contorno de su teoría de la ficción cómica. INAMOTO, Kenji. «La mujer vestida de hombre en el teatro de Carvantes» Cervantes 12.2 (1992): 137-43. En la ciudad de Madrid y en 1587 aparece la mujer vestida de hombre. Debido a su atracción erótica se prohibió aunque los autores veían como esquivar esta prohibición. Sin embargo, Cervantes casi no usó esa técnica. LAVASTIDA, Sara. «Cervantes: dramaturgo de la fortuna». Louisiana Conference om Hispanic Languages and Literatures. Ed. Joseph V. Ricapito. Baton Rouge: Louisina State University Press, 1994. 133-49. PAZ GAGO, José María. «Texto y representación en el teatro español del último cuarto del siglo XVI: Cervantes y Lope: una perspectiva comparada». Bulletin of the Comediantes 45.2 (1993): 255-75. Teniendo en cuenta que el último cuarto del siglo XVI constituye un período de investigación dramática, se forja la Comedia Nueva, y considerando a Cervantes y a Lope las piedras angulares de ese cambio, se comparan estos dos autores. Los baños de Argel MARTIN, Adrienne. «Images of Deviance in Cervantes’s Algiers». Cervantes 15.2 (1995): 5-15. Se refiere a una cuestión no estudiada en la dramática cervantina: el trasfondo sociohistórico y conceptual que contextualiza el retrato de la homosexualidad en el díptico Los tratos de Argel y Los baños de Argel. RODRÍGUEZ LÓPEZ-VÁZQUEZ, Alfredo. «Los baños de Argel y su estructura en cuatro actos». Hispania 77 (1994): 207-14. Se examina la disposición del material escénico en la obra, proponiendo una hipótesis en torno al uso de la fórmula de cuatro actos y una explicación sobre el paso a la nueva fórmula teatral lopesca de tres actos. La casa de los celos y selvas de Ardenia LEWIS-SMITH, Paul. «Cervantes on Human Absurdity: The Unifying Theme of La casa de los celos y selvas de Ardenia». Cervantes 12.1 (1992): 93-103. Se estudia la estructura diversificada que el autor utiliza; de tal manera, que la unidad estructural de las comedias cervantinas depende de la integración temática. MARKS, Morley Hawk. «Deformación de la tradición passtoril en La casa de los celos de Miguel de Cervantes». Cervantes and the Pastoral. Eds. José Labrador y Juan Fernández Jiménez. Cleveland: Cleveland State University, 1986. 129-38. cervantistas 1 4/8/01 [11] 19:33 Página 247 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 247 Como en La Galatea, las cuestiones de amor y celos permanecen sin resolver y, de ese modo, rompe con las prácticas corrientes de la literatura pastoril y caballeresca en boga durante el tiempo de Cervantes. El gallardo español GERLI, E. Michael. «Aristotle in Africa: History, Fiction, and Truth in El gallardo español». Se trata de una comedia temprana que se hace eco de los preceptos neoaristotélicos en el sentido de «mezclar verdades con fabulosos inventos». Cervantes, aunque se inscribe en la preceptiva neoaristotélica, la somete a un detenido examen crítico. HUGHES, Gethin. «El gallardo español: A case of Misplaced Honour». Cervantes 13.1 (1993): 65-76. Se investiga el contraste entre mito y realidad. La gran sultana HERNÁNDEZ ARAICO, Susana. «Estreno de La gran sultana: teatro de lo otro, amor y humor». Cervantes 14.2 (1994): 155-66. Se estudia como este texto dramático descentraliza el discurso nacionalista de cautivos y genera una conjunción de valores opuestos respecto a la cultura, la religión y el sexo. ORTIZ LOTTMAN, Maryrica. «La gran sultana: Transformations in Secret Speech». Cervantes 16.1 (1996): 72-90. Al compás del lenguaje hecho de juegos de palabras, se estudia la verdadera identidad del gracioso Madrigal, el esclavo soberbio, y sus cambios tanto de opinión como de trabajo. La Numancia DE ARMAS, Frederick A. «The Necromancy of Imitation; Lucan and Cervantes’s La Numancia. El arte nuevo de estudiar comedias. Ed. Barbara Simerca. Cranbury, New Jersey: Bucknell University Press, 1996. 246-58. Martín, Francisco J. «El desdoblamiento de la hamartia en La Numancia». Bulletin of the Comediantes 48.1 (1996): 15-24. A la luz del artículo de Jane Tar «Hamartia in Cervantes’s La Numancia», se estudia la hamartia asignada a uno de los antagonistas —el pueblo de Numancia— la cual de ser el clásico error se convierte en la clave que irónicamente asegura el triunfo de Numancia Entremeses CRUZ, Anne J. «Deceit, Desire, and the Limits of Subversion in Cervantes’s Interludes». Cervantes 14.2 (1994): 119-36. Un análisis del primero entremés y el último muestra que se efectúa una subversión parcial ya que las apetencias sexuales articuladas por los protagonistas quedan supeditadas a un nuevo orden simbólico que las reprime. P ÉREZ DE L EÓN , Vicente. «El entremés en el siglo Calderón». Romance Languages Annual 9 (1997) 645-55. XVII : Cervantes y cervantistas 1 4/8/01 19:33 248 Página 248 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [12] SMITH, Dawn L. «El envés del tapiz: recreando los entremeses de Cervantes en versión inglesa». Romance Languages Annual 5 (1993): 513-17. El retablo de las maravillas GERLI, E. Michael. «El retablo de las maravillas: Cervantes’ ‘Arte nuevo de deshacer comedias’». Hispanic Review 57.4 (1989): 477-92. Se propone que esta obra representa algo más que lo que los diversos estudios le han atribuido, especialmente en cuanto al rechazo de la Poética de Lope de Vega. GONZÁLEZ, Aníbal. «Etica y tratralidad: El retablo de las maravillas de Cervantes y El arpa y la sombra de Alejo Carpentier. La torre 7.27-28 (1993): 485-502. Se analiza la metateatralidad en las dos obras, teniendo en cuenta que mientras Cervantes explora la complicada relación entre el autor, el espacio textual y el público lector, el texto de Carpentier presenta una creación meramente verbal que se suscita por elementos como el deseo y la codicia de los espectadores. LARSON, Catherine. «The Visible and the Hidden:Speech Act Theory and Cervantes’s El retablo de las maravillas». El arte nuevo de estudiar comedias:Literary Theory in Spanish Golden Age Drama. Ed. Barbara Simerca. Cranbury, New Jersey: Bucknell University Press, 1996. 52-65. Estudia los actos del habla que se inscriben dentro de la teoría general del lenguaje y su utilización en esta obra cervantina. WARDROPPER, Bruce W. «The Butt of the Satire in El retablo de las maravillas». Cervantes 4.1 (1984): 25-34. Se insiste en el tema de la limpieza de sangre. Evocando la traición de Judas y de Pedro, se quiere poner de manifiesto la traición a la religión cristiana que se hace al distinguir legalmente entre cristianos viejos y cristianos nuevos. El rufián viudo CHECA, Jorge. «El rufián viudo de Cervantes: estructura, imágenes, parodia, carnavalización». Modern Language Notes 101.2 (1986): 247-69. Se propone un acercamiento a El rufián viudo donde se tenga en cuenta la disposición de la obra, la consistencia de la imaginería, la recepción y la función de su literalidad y de su polifonía. El viejo celoso FERNÁNDEZ DE CANO Y MARTÍN, José Ramón. «El vocabulario erótico cervantino: algunas ‘calas al aire’ en el entremés de El viejo celoso». Cervantes 12.2 (1992): 105-16. Se refiere al uso del vocabulario coloquial de doble sentido en Cervantes, de tal manera que el erotismo de la pieza se correlaciona con el del lenguaje. MILLÁN, Madeline. «Apertura del cronotopo verbal: de la novela El celoso extremeño al entremés El viejo celoso de Cervantes». Romance Languages Annual 4 (1992): 528-33. cervantistas 1 4/8/01 19:33 [13] Página 249 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 249 WARDROPPER, Bruce W. «Ambiguity in El viejo celoso». Cervantes 1.1-2 (1981): 19-28. Se plantea la cuestión de la indisolubilidad del matrimonio cristiano. Al darse cuenta el marido de que su joven esposa le ha sido infiel, reconocen ambos la necesidad de la hipocresía, considerada ésta como uno de los mayores valores sociales. E. Novelas La Galatea AVALLE-ARCE, Juan Bautista, ed. La Galatea de Cervantes cuatrocientos años después: Cervantes y lo pastoril. Newark, Delaware: Juan de la Cuesta, 1985. — «La Galatea, Four Hundred Years Later». Cervantes and the Pastoral. Labrador 9-18. Se explica cómo Cervantes escogió el tema pastoril al principio de su carrera artística. — «La Galatea: The Novelistic Crucible». Cervantes, número especial (1988): 7-16. Se reexamina la novela pastoril y sus principios artísticos. Cabrera, Vicente. «La ironía cervantina en La Galatea». Hispania 74 (1991): 8-14. Se estudian aspectos que más tarde alcanzarán pleno desarrollo. Se da como ejemplo la elaboración de figuras como Elicio y Erastro que son el embrión de don Quijote y Sancho o la intercalación de la historia del par de amigos, Timbrio y Silerio, que servirá más tarde para la elaboración de «El curioso impertinente» intercalada en el Quijote. CAMMARATA, Joan y Bruno M. DAMIANI. «La mitología en La Galatea cervantina y las artes figurativas». Explicación de textos literarios 18.1 (1989): 63-71. DAMIANI, Bruno. «Death in Cervantes: Galatea». Cervantes 4.1 (1984): 53-78. Se discute la preocupación por la muerte que Cervantes muestra en La Galatea. Se estudian las implicaciones sociales de esta preocupación por la muerte y se analiza su función estética. G REENWOOD C AÑADAS , Pilar F. «Las mujeres en la semántica de La Galatea». Labrador 51-61. Se estudia cómo Cervantes integra el concepto de «discreción» con el uso social del «discreteo» o conversaación amorosa, ofreciendo dos estrategias de expresión: la masculina y la femenina. HERNÁNDEZ PECORARO, Rosalie. «Cervantes’s La Galatea: Feminine Spaces, Subjects, and Communities». Pacific Coast Philology 33.1 (1998): 15-30. Se examina cómo esta novela se proyecta más allá de su carácter pastoril por el modo de representación del deseo femenino y presenta un espacio donde los personajes femeninos manifiestan sus deseos libremente. JOHNSTON, Robert M. «La Galatea: Structural Unity». Cervantes, número especial (1988): 29-42. Una lectura temática que lleva a la conclusión de que la novela se presenta como bien definida desde este punto de vista. cervantistas 1 4/8/01 250 19:33 Página 250 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [14] L ABRADOR , José y Juan F ERNÁNDEZ J IMÉNEZ , eds. Cervantes and the Pastoral. Cleveland: Cleveland State University, 1986. Colección de dieciséis ensayos originales sobre la literatura pastoril en Cervantes, especialmente sobre La Galatea. RHODES, Elizabeth. «La Galatea and Cervantes’ ‘Tercia realidad’». Cervantes, número especial (1988): 17-26. Se estudia la obra como un hito en el proceso artístico de Cervantes. — «The Poetics of Pastoral: The Prologue to the Galatea». Labrador 139-56. Se discute que el ideal poético de la obra emana de dos fuentes: el motivo pastoril y el idealismo cristiano. Se destaca que al final del Quijote Cervantes rinde tributo al ideal pastoril. SHEPARD, Sanford y Marcus SHEPARD. «Death in Arcadia: The Psychological Atmosphere of Cervantes’ Galatea. Labrador 157-68. Se muestra que en la literatura pastoril el paisaje no solamente significa la contemplación melancólica de la siniestra presencia de la muerte en la paz de un locus amoenus, sino también una sorpresiva mutilación. SÁNCHEZ, Alberto. «Los sonetos de La Galatea». Avalle-Arce 17-36. STAGG, Geoffrey L. «The Composition and Revision of La Galatea». Cervantes 14.2 (1994): 9-26. Se examina la posición de la crítica respecto a La Galatea y se cuestiona la posibilidad de que al menos una parte de esta novela pastoril se redactara antes de los años ochenta. TRELLES, Sylvia. «Aspectos retóricos en los retratos femeninos en La Galatea». Labrador 169-84. Se examinan las descripciones de dos personajes femeninos con el propósito de discernir qué cánones poéticos y qué preceptivas retóricas empleó Cervantes y cómo éstas funcionan en La Galatea. WALLACE, Jeanne C. «El llanto como elemento dramático en La Galatea». Labrador 185-96. Se analiza el llanto como elemento básico, lírico y dramático que ayuda a crear la atmósfera melancólica de la obra. ZIDOVEC, Mirta R. «La idea del tiempo en La Galatea de Cervantes: una expresión del pensamiento renacentista». Hispania 73 (1990): 8-15. Se discute cómo el hombre renacentista se diferenció profundamente del hombre medieval en la concepción del tiempo. Las preocupaciones temporales del hombre renacentista se expresan a través de la comparación entre el mundo mítico de los pastores atemporales y el mundo de la historia. Novelas ejemplares CLAMURRO, William H. Beneath the Fiction. The Contrary Worlds of Cervantes’s Novelas ejemplares. Studies on Cervantes and His Times Vol. 7. New York: Peter Lang, 1997. Partiendo de la premisa de que las «novelas ejemplares» presentan una visión de la problemática nacida de la interrelación entre la identidad individual y el orden social, se analiza cada una de las doce novelas ejemplares. cervantistas 1 4/8/01 [15] 19:33 Página 251 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 251 FEBRES, Eleodoro J. «Novelas ejemplares: composiciones triádicas». La torre 10.37 (1996): 9-42. FORCIONE, Alban K. Cervantes and the Humanist Vision: A Study of Four Exemplary Novels. Princeton: Princeton University Press, 1982. HART, Thomas R. Cervantes’ Exemplary Fictions: A Study of the Novelas ejemplares». Lexington: University Press of Kentucky, 1994. HUTCHINSON, Steven. «La valoración de seres humanos en las Novelas ejemplares de Cervantes». A Ricardo Gullón: sus discípulos. Ed. Adelaida López de Martínez. Erie, Pensylvannia: ALDEEU, 1995. 115-20. RICAPITO. José. Cervantes’s Novelas ejemplares: Between History and Creativity. West Lafayette, Indiana: Purdue University Press, 1996. ROTELLA, Pilar. «Marginalidad en Cervantes: gitanos, pícaros, locos». La Chispa ‘95. Ed. Gilbert Paolini. New Orleans, Louisiana: Tulane University, 1995. 325-36. Se discute la modalidad discursiva de Cervantes a través de la cual el elemento marginal o marginado, aparentemente secundario y unívoco, se desplaza a una centralidad narrativa que acentúa su polivalencia. SÁNCHEZ, Francisco J. Lectura y representación: análisis cultural de las Novelas ejemplares de Cervantes. New York: Peter Lang, 1993. SEARS, Theresa Anne. A Marriage of Convenience: Ideal and Ideology in the Novelas ejemplares. New York: Peter Lang, 1993. El amante liberal DAVIS, Nina Cox. «The Tyranny of Love in El amante liberal». Cervantes 13.2 (1993): 105-24. Se sostiene que la moralidad de esta novela proviene de una tensión entre el romance bizantino y el romance caballeresco que la informan. ROMERO Muñoz, Carlos. «El amante liberal: cuestiones ecdóticas». Revista iberoamericana 51 (1994) 3-17. Un análisis textual que estudia las diferentes variantes en las ediciones comprendidas entre 1613 y 1993. El casamiento engañoso JOHNSON, Carroll B. «Of Witches and Bitches: Gender, Marginality and Discourse in El casamiento engañoso y Coloquio de los perros». Cervantes 11.2 (1991): 7-26. Se destaca la figura de la bruja como personaje doblemente marginado tanto po su sexo como por el oficio que desempeña. Sin embargo, en la pluma de Cervantes, se identifica con la «gran diosa», mujer poderosa dentro de la brujería histórica de la época. cervantistas 1 4/8/01 252 19:33 Página 252 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [16] El celoso extremeño ARMON, Shifra. «The Paper Key: Money as Text in Cervantes’s El celoso extremeño and José de Camerino’s El pícaro amante». Cervantes 18.1-2 (1998): 96-114. Se contrasta el modelo económico medieval en Cervantes con el matrimonio exitoso en Camerino lo que resalta la necesidad urgente de reforma económica en la España de los Austrias. AVILÉS, Luis F. «Fortaleza tan guardada: Casa, alegoría y melancolía en El celoso extremeño». Cervantes 18.1 (1998): 71-95. Partiendo del concepto casa, se examina la obra en cuanto a «topofilia» se refiere. ILGENFRITZ, Louise A. Detwiler. «The Ins and Outs of Cervantes’s El celoso extremeño and El viejo celoso: A Study of Narrative Sequence». Confluencia 8-9.2.1 (1993): 213-18. JEHENSON, Myriam Y. «Quixotic Desires or Stark Reality?». Cervantes 15.2 (1995): 26-42. Se propone estudiar esta obra como un cuento de hadas pervertido. Según este enfoque, la novela, como espacio de teorías contestatarias, permite que Carrizales codifique a la mujer como sexualmente peligrosa. LIPMANN, Stephen H. «Revision and Exemplarity in Cervantes’ El celoso extremeño». Cervantes 6.2 (1986): 113-21. Estudia cómo los comentaristas del final de esta obra no se enfocaron en la modificación del testamento de Carrizales a pesar de ser una muestra de la pertinacia de sus celos. PERCAS DE PONSETI, Helena. «El ‘misterio escondido’ en El celoso extremeño». Cervantes 14.2 (1994): 137-54. Se analiza la técnica narrativa de Cervantes al convertir al narrador omnisciente en personaje, lo cual hace que el lector tenga que reflexionar sobre las decisiones y motivaciones de los personajes, implicando con este procedimiento un conflicto en cuanto a los distintos modos de lectura. WEBER, Alison. «Tragic Reparation in Cervantes’ El celoso extremeño». Cervantes 4.1 (1984): 35-51. Se hace uso de la orientación psicoanalítica para examinar el sentimiento de culpa en esta obra. El coloquio de los perros ALVAREZ MARTÍNEZ, José Luis. «Berganza y la moza ventanera». Cervantes 12.2 (1992):63-77. Se destaca lo erótico del texto en la interpretación de la obra. AYLWARD, Edward T. «The Device of Layered Critical Commentary in Don Quixote and El coloquio de los perros». Cervantes 7.2 (1987): 57-69. Se comenta que en esta obra resuenan temas y técnicas narrativas del Quijote, sobre todo el subterfugio creado en el capitulo 9 de la Primera Parte cuando Cervantes presenta a Cide Hamete Benengeli. DÍAZ BALSERA, Viviana. «Un diálogo cervantino con la picaresca: intertextualidad, desplazamiento y apropiación en El coloquio de los perros». Critica hispánica 17.2 (1995): 185-202. cervantistas 1 4/8/01 [17] 19:33 Página 253 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 253 El coloquio de los perros se revela no solo como una crítica, parodia o superación del subversivo modo picaresco, sino también como una ostentación del lenguaje de la picarsca del que el mismo Quijote es objeto. RILEY, E. C. «Cipión» Writes to «Berganza» in the Freudian Academia Española». Cervantes 14.1 (1994): 3-18. Se refiere a unas cartas de Sigmund Freud a su amigo Edward Silberstain entre los años 1871 y 1881. Muchas de ellas escritas en castellano, firmadas «Cipión» y dirigidas a «berganza», estableciendo así cierta afinidad con la novela de Cervantes. RODRÍGUEZ Luis, Julio. «Autorrepresentación en Cervantes y el sentido del Coloquio de los perros». Cervantes 17.2 (1997): 25-58. Se analiza la crítica aparecida sobre el tema y se concluye que la obra discute el destino del hombre. Las dos doncellas BRITT, Linda. «Teodosia’s Dark Shadow? A Study of Women’s Roles in Cervantes’ Las dos doncellas». Cervantes 8.1 (1988): 39-46. La obra sirve como medio en el cual Cervantes presenta como idea central que una de las mujeres es superior a la otra. KARTCHNER, Eric. «Metaficción en Las dos doncellas». Romance Language Annual 7 (1995): 521-26. La española inglesa ALCÁZAR ORTEGA, Mercedes». Palabras, memoria y aspiración literaria en La española inglesa». Cervantes 15.1 (1995): 33-45. Se parte del concepto de «donna» de la poesía renacentista para presentar a Isabela, la cual luego es vista en términos caballerescos; es decir, el caballero debe ganarse su amor por medio de su heroísmo en la batalla. COLLINS, Marsha S. «Transgression and Transformation in Cervantes’s La española inglesa». Cervantes 16.1 (1996): 54-71. Frente a la crítica sobre esta obra, se muestra cómo Cervantes traspuso las convenciones idealizantes del género romance combinándolas con detalles sociohistóricos para crear un mundo de ficción utópico en el que los españoles pudieran vivir en paz. La fuerza de la sangre CALCRAFT, R. P. «Structure, Symbol and Meaning in Cervantes’s La fuerza de la sangre». Bulletin of Hispanic Studies 58 (1981): 197-204. Se ve la fuerza de la sangre como símbolo de la intervención del cielo en las cosas humanas, así como una analogía del poder redentor de la sangre de Cristo. GITLITZ, David M. «Symmetry and Lust in Cervantes’ La fuerza de la sangre». Studies in Honor of Everett W. Hesse. Eds. William C. McCrary y José A. Madrigal. Lincoln, Nebraska: Society of Spanish and Spanish American Studies, 1981. 113-22 PARKER ARONSON, Stacey L. «La ‘textualización’ de Leocadia y su defensa en La fuerza de la sangre». Cervantes 16.2 (1996): 71-88. cervantistas 1 4/8/01 19:33 254 Página 254 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [18] Se considera a Leocadia como arquetipo femenino de la Virgen y de cómo esto es interpretado por su violador Rodolfo. Asimismo se discute el final feliz y la condenación del lascivo hecho, lo cual revela una crítica de la sociedad española del siglo XVII en cuanto al trato que recibían las mujeres. La gitanilla AVALLE-ARCE, Juan Bautista. «La gitanilla». Cervantes 1.1-2 (1981): 917. Teniendo en cuenta que La gitanilla es la primera de las novelas ejemplares se discute el porqué de ese lugar de honor. CLAMURRO, William H. «Value and Identity in La gitanilla». Journal of Hispanic Philology 14.1 (1989): 43-60. Si bien el mundo cervantino está basado en valores humanistas, en esta novela se presenta de un modo diferente en cuanto se dramatiza el uso del dinero y son precisamente estas disonancias las que revelan tanto las estructuras sociales como la escala de valores. GARCÉS, María Antonia. «Poetic Language and the Dissolution of the Subject in La gitanilla and El licenciado Vidriera». Calíope 2.2 (1996): 85104. GERLI, E. Michael. «Romance and Novel: Idealism and Irony in La gitanilla». Cervantes 6.1 (1986): 29-38. Haciendo la distinción genérica entre «romance» y «novela», el crítico llega a la conclusión de que esta obra se inclina hacia la novela moderna. JOHNSON, Carrol B. «De economías y linajes en La gitanilla». Mester 25.1 (1996): 31-48. JOLY, Monique. «En torno a las antologías poéticas de La gitanilla y La ilustre fregona». Cervantes 13.2 (1993): 5-16. Se considera que estas dos obras debían formar un grupo aparte dados los fragmentos poéticos que contienen. Se lleva a cabo un análisis de los diferentes cuerpos poéticos en especial lo referente a Preciosa y Carriazo. LIPSON, Lesley. «‘La palabra hecha nada’: Mendacious Discourse in La gitanilla». Cervantes 9.1 (1989): 35-44. Se destaca el carácter poético de la obra y la presencia de Preciosa como encarnación de este arte. Sin embargo, el estudio gira de una manera especial alrededor de la dicotomía palabra sincera/palabra artística. PRESBERG, Charles D. «Precious Exchanges: The Poetics of Desire, Power, and Reciprocity en Cervantes’s La gitanilla». Cervantes 18.2 (1998): 53-73. Partiendo de teorías sociales antiguas y modernas, se trata de dilucidar «el sistema de intercambio» que estructura la acción social de La gitanilla. TER HOST, Robert. «Une Saison en enfer: La gitanilla». Cervantes 5.2 (1985): 87-128. Se pone de manifiesto el «gitanismo» de la obra creando personajes y ambientes que no solo son marginales sino hasta demoníacos. Se destaca la presencia de Preciosa y Andrés en esta especie de infierno. cervantistas 1 4/8/01 [19] 19:33 Página 255 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 255 La ilustre fregona CHECA, Jorge. «El romance y su sombra: hibridación genérica en La ilustre fregona». Revista de estudios hispánicos 25 (1991): 29-47. CLAMURRO, William H. «Identity, Discourse, and Social Order in La ilustre fregona». Cervantes 7.2 (1987): 39-56. Se sostiene la hipótesis de que el factor común de las «novelas ejemplares» es la cuestión de la identidad y el orden social. Sobre esta base, se llega a la conclusión de que La ilustre fregona ejemplifica la importancia y complejidad de estas cuestiones. JOHNSTON, R.M. «Picaresque and Pastoral in La ilustre fregona». Cervantes and the Renaissance. Ed. M.D. McGaha. Easton, Pennsylvania: Juan de la Cuesta, 1980. 167-77. El licenciado Vidriera CRUZ CÁMARA, María A. «Cervantes como analista de la conducta humana: la inseguridad ontológica del protagonista de El licenciado Vidriera». Explicación de textos literarios 20.1 (1991-1992): 13-23. Se analiza la obra partiendo de los fundamentos de la fenomenología existencial propuestos por Laing para el estudio de la personalidad esquizoide y esquizofrénica en su obra El yo dividido. ENCINAR, María Angeles. «La formación de los personajes en tres novelas ejemplares: El licenciado Vidriera, El celoso extremeño y La fuerza de la sangre». Cervantes 15.1 (1995): 71-81. HEIPLE, Daniel L. «El licenciado Vidriera y el humor tradicional del loco». Hispania 66 (1983): 17-20. Se establece una comparación con el texto de Mondragón, Censura de la locura humana y excelencias de ella; por esta vía se llega a la conclusión de que en la novela cervantina la temática de los chistes no nace del puro disparate sino de la sátira social. PÉREZ DE LEÓN, Vicente. «El licenciado Vidriera: la lectura del mundo de un personaje literario». Romance Languages Annual 7 (1995): 584-89. Ricapito, Joseph V. «El licenciado Vidriera: o la historia de un fracaso». Actas Irvine 92. Asociación Internacional de Hispanistas. Ed. Juan Villegas. 5 tomos. Irvine: University of California, 1994. 201-08. Rinconete y Cortadillo BAENA, Julio. «Los naipes de rincone(te)s cortad(ill)os: hacia una lectura marginal de las Novelas ejemplares». Revista de estudios hispánicos 30 (1996): 67-80. Se examina la presencia de significados ocultos en los nombres propios en Rinconete y Cortadillo. FOX, Dian. «The Critical Attitude in Rinconete y Cortadillo». Cervantes 3.2 (1983): 135-48. Se narran las actividades picarescas de los muchachos de tal manera que el lector se siente implicado; es decir, Cervantes consigue comprometer al lector y así condenar la delincuencia sevillana dentro del marco de una parodia de la novela pastoril. cervantistas 1 4/8/01 256 19:33 Página 256 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [20] NIMETZ, Michael. «Genre and Creativity in Rinconete y Cortadillo». Cervantes 10.2 (1990): 73-94. La obra pone de relieve como Rinconete y Cortadillo crean, primero, su propio destino, para después imponerlo a un mundo como Sevilla caracterizado por la más picaresca criminalidad. Don Quijote de la Mancha ANDRÉS GIL, Carlos M. «El libro de Avellaneda como purgante de la locura quijotesca». Cervantes 16.1 (1996): 3-11. Se parte de un texto de Michel Foucault, Les mots et les choses, para diagnosticar que la locura cervantina es literaria. Asimismo se muestra que cuando en el capitulo 59 se menciona la obra de Avellaneda, don Quijote recobra la cordura. AVALLE-ARCE, Juan Bautista. «Quijotes y quijotismos del inglés». Ojancano 2 (1989): 58-66. AZAR, Inés. «The Archeology of Fiction in don Quijote». Cervantes número especial (1988) 117-26. Se estudia la oportunidad que ofrece el Quijote a Cervantes para comentar la literatura de ficción. — «Turns of Enchantement Imagining the Real in Don Quixote». Cervantes 18.2 (1998): 14-25. Se establece un paralelo entre don Quijote y Cervantes en el sentido de que si para el primero cada momento es una aventura en espera de que él llegue, para Cervantes cada momento es un tesoro de posibilidades narrativas. BARAS ESCOLA, Alfredo. «Una lectura erótica del Quijote. Cervantes 12.2 (1992): 79-89. Se señala que además de aquellos episodios en donde lo erótico es expresado claramente, hay otras muchas instancias en donde se colige por el doble sentido del pasaje. BLEZNICK, Donalad W. Studies on don Quijote and Other Cervantine Works. York, South Carolina: Spanish Literary Publications, 1984. BOYER, Agustín. «De la Cueva de Montesinos al barco encantado: don Quijote y el desmoronamiento del verosímil mítico-literario». Hispanic Journal 13.2 (1992): 375-88. BROOKES, Kristen G. «Readers, Authors, and Characters in don Quijote». Cervantes 12.1 (1992): 73-92. Se examina varios tipos de figuras que asumen papeles múltiples: personajes, lectores y autores o narradores. Cervantes da un ejemplo de lectura al colocar en su novela una cantidad de figuras doblemente literarias. BULGIN, Kathleen. «‘Las bodas de Camacho’»: The Case for el interés». Cervantes 3.1 (1983): 51-64. Se comenta que este episodio no ofrece una defensa inequívoca del matrimonio por amor, ni es el amor la preocupación exclusiva del episodio. Del análisis se deduce otro problema: el de la moralidad del quehacer novelístico. CABRERA MEDINA, Luis. «Los epígrafes del Quijote: función y finalidad cómica». Revista de estudios hispánicos (PR) 17-18 (1990-1991): 37-41. cervantistas 1 4/8/01 [21] 19:33 Página 257 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 257 CAMPANA, Patrizia. «‘Et per tal variar natura bella’: apuntes sobre la variatio en el Quijote. Cervantes 17.1 (1997): 109-21. Se estudia la técnica denominada variatio tal como se manifiesta en las novelas intercaladas en la Primera Parte del Quijote. CASCARDI, Anthony J, «Genre Definition and Multiplicity in Don Quixote». Cervantes 6.1 (1986): 39-50. Se estudia el caso del Quijote como ejemplo de texto con géneros literarios mezclados lo cual se explica por el gusto renacentista de los «géneros mixtos». Estas consideraciones llevadas al campo epistemológico nos explican las múltiples perspectivas de algunos conceptos: baciyelmo, por ejemplo. COLAHAN, Clark. «Lunar Pigs Trashed by Crazed Green Cultists». Cervantes 14.2 (1994): 71-80. Se considera que los dos encuentros con el mundo bestial son castigos por su entrega a fantasías eróticas y esencialmente masculinas. COLE, Bennett. «Cervantes y el caautiverio de don Quijote». The Language Quarterly 23.1-2 (1984): 3-4, 47. COLOMBI, María Cecilia. «Los refranes en el Quijote: discurso autoritario y des-autoritario». Proverbium 7 (1990): 37-55. DI SALVO, Angelo J. «Spanish Guides to Princes and the Political Theories in don Quijote». Cervantes 11.2 (1989): 43-60. Se refiere a los tratados políticos que se publicaron en España durante los siglos XVI y XVII que contenían guías, consejos, relojes, espejos, y otros con el fin de orientar a los príncipes herederos. Cervantes inserta varios de estos preceptos de las guías en el Quijote. DONAHUE, Darcy y Alfred Rodríguez. «Sobre un dato de la biografia de Alonso Quijano, el Bueno». Hispanic Journal 9.1 (1987): 41-44. DUDLEY, Edward. «Ring Around the Hermeneutic Circle». Cervantes 6.1 (1986): 13-28. Se toma el capítulo XX del Quijote y se analiza la aventura de los batanes en la que se ve la diferencia de percepción entre don Quijote y Sancho. Don Quijote creía que se anticipaba una aventura caballeresca, mientras que Sancho lo entiende como rasgo de un cuento folklórico. ECHEVERRÍA, José».Con Quijote y su locura: Visión de un hispanoamericano». Revista de estudios hispánicos 21 (1994): 271-76. EFRON, Arthur. «Bearded Waiting Women, Lovely Lethal Female Piratemen: Sexual Bounday Shifts in Don Quixote, Part II». Cervantes 2.2 (1982): 155-64. Se analiza la diferencia en la presentación del cuerpo humano en la Segunda Parte del Quijote en relación con la Primera; en general se observa una inestabilidad de la identidad sexual como en el caso del corsario que resultó ser mujer. EGIDO, Aurora. «La memoria y el Quijote». Cervantes 11.1 (1991): 3-44. Arranca de la tradición clásica según la cual la melancolía de la edad avanzada tiene un efecto positivo con respecto a la imaginación y la memoria. En el caso de don Quijote, lo que agudiza la memoria es la soledad. Se recalca que la memoria si carece de imaginación no tiene ningún valor. cervantistas 1 4/8/01 258 19:33 Página 258 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [22] EL SAFFAR, Ruth y Diana DE ARMAS WILSON, eds. Quixotic Desire: Psychoanalytic Perspectives on Cervantes. Ithaca: Cornell University Press, 1993. FAJARDO ACOSTA, Fidel. «don Quijote y las máquinas infernales: vanidad del ejercicio de las armas». Hispanic Journal 10.2 (1989): 15-24. FAJARDO, Salvador J. «Closure in don Quijote I: A reader’s Canon». Cervantes 14.1 (1994): 41-60. Se examinan los capítulos 47-52 de la Primera Parte del Quijote enfatizando el papel del canónigo de Toledo y su debate literario con el cura y don Quijote. FERNÁNDEZ, Jaime. «La indumentaria de don Quijote». Villegas 148-54. FERNÁNDEZ MORERA, Darío. «Una aproximación jungiana a la dualidad del Quijote». Villegas 170-77. — «Una dialéctica del yo: don Quijote II, XVI- XVIII». Cervantes and the Pastoral. Eds. José J. Labrador Herraiz y Juan Fernández Jiménez. Cleveland: Cleveland State University, 1986. 101-13. Se examinan los espacios intrasubjetivos del encuentro entre don Quijote y el Caballero del Verde Gabán, poniendo de relieve la dialéctica Yo/el Otro. FERNÁNDEZ PECORARO, Rosilie. «The Absence of the Absence of Women: Cervantes’ Don Quixote and the Explosion of the Pastoral Condition». Cervantes 18.1 (1998): 24-45. FERNÁNDEZ TURIENZO, Francisco. «Dialéctica platónica y experiencia de vida en el Quijote». Revista de estudios hispánicos (PR) 12 (1985): 121-34. FLORES, R.M. «Estructura estilística en el Quijote». Cervantes 16.2 (1996): 47-70. Se analizan los Prólogos de la Primera y la Segunda Parte del Quijote para demostrar que son componentes esenciales de la obra. — «Por qué se embarcó don Quijote en sus aventuras». Revista de estudios hispánicos 31 (1997); 249-70. Mediante el uso de vectores y de teorías contributivas, disyuntivas y acontributivas se muestra que la teoría de castas es fundamental para explicar el porqué de las salidas de don Quijote. FRIEDMAN, Edward H. (introd.) y James A. Parr (afterword). «Magical Parts: Approaches to Don Quixote». Indiana Journal of Hispanic Literatures 5 (1994). FUCHS, Barbara. «Border Crossings: Tranvestism and ‘Passing’ in don Quijote». Cervantes 16.2 (1996): 4-28. Se analiza el trasvestismo en don Quijote en términos no solo de género—mujeres vestidas de hombre—sino también de raza y religión. GARCÍA CHICHESTER, Ana. «don Quijote y Sancho en el Toboso: superstición y simbolismo». Cervantes 3.2 (1983): 121-34. Este estudio analiza los diferentes agüeros o pronósticos que aparecen en el capítulo 9 de la segunda parte por considerar que constituyen un código simbólico. cervantistas 1 4/8/01 [23] 19:33 Página 259 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 259 GARCÍA POSADA, Miguel. «El episodio quijotesco de los galeotes: ambigüedad lingüística y significación». Hispanic Review 49.2 (1981): 197-208. Se analiza el término «forzado» en relación con la aventura de los galeotes. Don Quijote asocia «forzado» con «fuerza» y sin lexicalizaciones que lo convenzan, concluye que los reos van a las galeras a la fuerza y en contra de su voluntad, por lo tanto, actúa tal y como le corresponde a un caballero andante. GIL, Carlos Miguel Andrés. «El libro de Avellaneda como purgante de la locura quijotesca». Cervantes 16.1 (1996): 3-10. Se refiere al papel que jugó el libro de Avellaneda en cuanto al Quijote se refiere, constituyendo un punto decisivo respecto a su locura. GÓMEZ TORRES, David. «La vena grotesco-carnavalesca en la génesis del Quijote». Hispanófila 126 (1999): 1-14. Se parte de teorías bajtinianas para estudiar los cinco primeros capítulos del Quijote desde una perspectiva cómica y grotesca, considerando que la risa es un modo de expresión útil para divulgar situaciones que generalmente revisten mucha seriedad. GRAF E.C. «When an Arab Laughs in Toledo: Cervantes’s Interpellation of early Modern Spanish Orientalism». Diacritics 19.2 (1999): 68-45. Considerando estudios como los de Louis Althusser y Edward Said se muestra que a pesar de que don Quijote ha sido considerado como la primera novela moderna, presenta elementos que hacen que se asemeje más a un texto postmoderno que moderno. HATHAWAY, Robert L. «‘A quien se humilla … ’: ¿la homilía del Quijote?» Cervantes 17.2 (1997): 59-79. Se discute lo inoportuno de esta expresión religiosa, llegando a la conclusión de que Cervantes introduce temas religiosos ya en la Primera Parte y sobre todo en la Segunda Parte del Quijote. — «Leandra and That Nagging Question». Cervantes 15.2 (1995): 58-74. Se refiere al cuento intercalado en la primera parte del Quijote en donde el cabrero narra la supuesta tragedia de su amor por Leandra. HAVERKATE, Henk. «Las máximas de Grice y los diálogos del Quijote». Villegas 179-86. HERNÁNDEZ PECORARO, Rosilie. «The Absence of the Absence of Women: Cervantes’s Don Quixote and the Explosion of the Pastoral Tradition». Cervantes 18.1 (1998): 24-70. Se examina el discurso de la «Edad de Oro» destacando cómo dicho discurso constituye un espacio pastoril femenino que se separa de Garcilaso de la Vega. IFFLAND, James. «don Quijote dentro de la ‘Galaxia Gutenberg’. (Reflexiones sobre Cervantes y la cultura tipográfica)». Journal of Hispanic Philology 14.1 (1989): 24-41. Se examina la tipografía como una de las condiciones de posibilidad de la extraña enfermedad de Alonso Quijano; es decir, esa ficción no se hubiera concebido en el contexto de la cultura quirografaria. JAKSIC, Iván. «don Quijote’s Encounter with Technology». Cervantes 14.1 (1994): 75-96. Se refiere al impacto de la modernidad que irrumpe en España en los siglos XVI y XVII y que se refleja en el Quijote en cuanto al uso de imágenes tecnológicas. cervantistas 1 4/8/01 260 19:33 Página 260 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [24] JOHNSON, Carroll B. Madness and Lust: A Psychoanalytical Approach to Don Quixote. Berkeley: University of California Press, 1983. KIDD, Michael. «Laughing Matters: Reading, Gusto, and Narrative Entrapment in Don Quixote». Cervantes 14.2 (1994): 27-40. Se discute la lógica interna que se aprecia en la obra, de tal manera que Cervantes crea una novela sin fronteras en cuya red satírica queda atrapado todo aquél que se le acerque. LASKIER Martín. Adrienne. «Public Indiscretion and Courtly Diversion: The Burlesque Letters in Don Quixote II». Cervantes 11.2 (1991): 87-102. Con el carteo sostenido en la Segunda parte del Quijote entre Sancho, Teresa Panza y la duquesa, Cervantes se apodera del subgénero epistolar dentro de la literatura lúdica. LATHROP, Thomas A. «Avellaneda y Cervantes: el nombre de don Quijote». Journal of Hispanic Philology 10.3 (1986): 203-09. Se discute el hecho de que Cervantes evitara dar nombre y apellido a sus criaturas. Se descarta la opinión de la crítica sobre la fragilidad de la memoria del autor, dada la gran cantidad de información que se presenta. Se concluye que Cervantes solo da nombre y apellido a don Quijote cuando necesita que se establezca la diferencia con el Quijote de Avellaneda. — «DiabloCura en el Quijote». Villegas 178-84. LEYS, Simon. «The imitation of Our Lord Don Quixote». New York Review of Books 45.10 (1998): 32-35. MALCOLM GAYLORD, Mary. «Pulling Strings With Maese Pedro’s Puppets: Fiction and History in Don Quixote».Cervantes 18.2 (1998): 117-47. Se analiza la dimensión cuasi-histórica del «Retablo de Maese Pérez» (II, 26) tratando de descubrir la relación cervantina con la historiografía. MACCURDY, Raymond R. y Alfred Rodríguez. «Un momento de creatividad cervantina en el Quijote: los capítulos XVIII-XXIII de la segunda parte». Hispania 65 (1982): 395-400. Se estudia la creatividad cervantina en los capítulos mencionados basada en tres etapas: 1) el proceso asociativo con su protagonista; 2) implementación por él mismo como narrador de un segmento novelesco y 3) se delega el proceso de creación asociativa al protagonista. Por consiguiente don Quijote pasa por asociación desde la cotidianidad de unas tinajas tobosinas a lo literario. MACPHAIL, Eric. «The Uses of the Past: Prophecy and Genealogy in don Quijote». Cervantes 14.1 (1994): 61-74. Se considera que muchas de las intervenciones de don Quijote pudieran leerse como parodia de la profecía épica MARTÍN, José F. «Diálogo y poder en la liberación de los galeotes». Cervantes 11.2 (1991): 27-34. Usando estrategias como la apropiación del discurso del otro, hibridación y poliglosia, los personajes subvierten la historia oficial. En este episodio Cervantes destruye el discurso monoglósico, de tal manera que la heteroglosia, en constante disyuntiva, es la única alternativa. MARTÍN MORÁN, José Manuel. «Cervantes: el juglar zurdo de la era Gutenberg». Cervantes 17.1 (1997); 122-44. cervantistas 1 4/8/01 [25] 19:33 Página 261 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 261 Se discuten los aspectos de oralidad en el Quijote aunque fuera una obra concebida para ser divulgada por la letra impresa. De ahí el conflicto entre la cultura oral y escrita que presenta la obra. M OLHO , Mauricio. «Instancias narradoras en don Quijote». Modern Language Notes 104.2 (1989): 273-85. Entendiendo por «instancias narradoras» todos los personajes, personas y personillas que intervienen en la narración del Quijote, se presenta la obra como una disposición dual: un nivel superior en donde actúan los personajes que narran la historia y un nivel profundo en donde operan las instancias narradoras. MOORE, Roger Gerald. «‘A Dog is a Dog, is a Dog’»: A neo-Postmodernist Reading (Cum Grano Salis) of Burton Raffel’s New Translation of don Quijote». International Fiction Review 25.1-2 (1998): 12-28. Se discute el papel de Cide Hamete Benengeli como personaje y su relación con la versión inglesa de Buton Raffel. MORELL, Hortensia R. «Nostalgias y fantasías ‘de la famosa aventura del barco encantado’». Hispanic Journal 3.1 (1981): 87-92. A la luz de la crítica borgiana se examina el capítulo 29 de la Segunda Parte del Quijote en donde se narra esa aventura en términos de un anhelo de lo maravilloso. MORÓN ARROYO, CIRIACO. «Amo y criado en el Quijote». De los romancesvillancico a la poesía de Claudio Rofríguez. Ed. José-Manuel López de Abiada. S. l.: José Estebam, 1984. 355-78. MOSHER, Nicole. «Don Quijote y el concepto de libertad». The Language Quarterly 21.1-2 (1982): 42-44. MUÑOZ, Carlos Romero. «Algo más de la ‘anchísima presencia’ de Montesinos». Revista iberoamericana 60 (1997): 35-36. MURILLO, Luis Andrés. «El Ur-Quijote: nueva hipótesis». Cervantes 1.1-2 (1981): 43-50. Se propone como hipótesis que la historia narrada por Ruy Pérez sobre él y Zoraida en I, 39-41, es una versión primitiva (Ur) del núcleo de la Primera Parte y la relación Ruy/Zoraida es la versión primigenia de don Quijote/Dulcinea. NADEAU, Carolyn A. «Recovering de Hetairae: Prostitution in don Quijote I». Cervantes 17.2 (1997): 4-24. Se analiza la relación de la prostitución y el matrimonio así como el valor social de la castidad con respecto a las mujeres. Se propone la recuperación de la figura de la hetaira. NARANJO, Carmen. «Los Quijotes modernos: ensayo de incorporación a la Academia Costarricense de Lengua». Alba de América 8.14-15 (1990): 289304. Se parte del supuesto que el Quijote no se escribió y que don Quijote es un ente dentro de la cultura y el quijotismo un movimiento para alentar la ilusión de crear aventuras heroicas. Por lo tanto, don Quijote sigue saliendo todos los días de su casa en busca de entuertos y menesterosos. OCHOA-PENROZ, Marcela. El Quijote, novela de engaños y desengaños». La torre 1.1 (1991: 20-30. OROPESA, Salvador A. «A partir de Georg Lukacs como crítico del Quijote: una reflexión cultural sobre España como problema». cervantistas 1 4/8/01 262 19:33 Página 262 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [26] Confluencia 7.2 (1992): 3-15. PARR, James A. «Antimodelos narrativos del Quijote: lo desnarrado, innarrado e innarrable». Villegas 185-92. — «Cervantes Foreshadows Freud: On Don Quixote’s Flight from the Feminine and the Physical». Cervantes 15.2 (1995) 16-25. Se estudian elementos freudianos en el Quijote. Se sostiene que la evasión que don Quijote pone en evidencia no es individualizada sino generalizada. PIRAS, Pina Rosa. «Problemas de traducción del lexema ‘cautivo’ en el Quijote». La torre 5.19 (1991): 257-64. Se estudia las dificultades que aparecen cuando se trata de traducir algunos términos presentes en la obra de Cervantes. Se hace hincapié en la palabra «cautivo» que por razones socio-culturales connota mucho más de lo que a primera vista parece. POPE, Randolph D. «Metamorphosis and Don Quixote». Cervantes Special Issue (1988): 93-102. Se presenta una lección desafiante sobre el relativismo histórico imperante en la crítica. PRESBERG, Charles D. «‘Yo sé quién soy’: Don Quixote, Don Diego de Miranda and the Paradox of Self-Knowledge». Cervantes 14.2 (1994): 41-70. Se investiga el problema del autoconocimiento que se manifiesta en los capítulos dedicados al encuentro entre don Quijote y don Diego de Miranda, «El Caballero del Verde Gabán». PUEBLA, Manuel de la. «Las dos puntas del camino: consideraciones sobre el nacimiento y la muerte de don Quijote». Revista de estudios hispánicos (PR) 12 (1985): 111-20. REDONDO, Augustin. «De las terceras al alcahuete del episodio de los galeotes en el Quijote (I, 22): algunos rasgos de la parodia cervantina». Journal of Hispanic Philology 13.2 (1989): 135-48. Se centra en la figura del alcahuete que aparece entre los galeotes en el capítulo 22 de la Primera Parte. Conocedor Cervantes de las funciones de la «doncella medianera», se refiere aquí a un ser masculino ya que no se podía mandar a galeras a las mujeres; en todo caso la tercería está bien vinculada con la parodia cervantina. — «Nuevo examen del episodio de los molinos de viento: don Quijote I, 8». On Cervantes: Essays for L. A. Murillo. Ed. James Parr. Newark, Delaware: Juan de la Cuesta, 1991. 189-205. RESINA, Joan Ramon. «El Caballero del verde Gabán: la aventura simétrica en el Quijote». Tinta 1.4 (1984): 11-13. — «Medusa en el laberinto: locura y textualidad en el Quijote». Modern Language Notes 104.2 (1989): 286-303. De una lectura bajhtiniana del Quijote se desprende no tanto el aspecto subversivo como la fusión y simbiosis de dos culturas: la cultura popular y la cultura erudita o aristocrática. RICO, Francisco. «El primer pliego del ‘Quijote’». Hispanic Review 64.3 (1996): 313-36. Se discute la edición «príncipe» de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha y se trata de justificar el hecho de que un ejemplar saliera con tasa y los demás no. cervantistas 1 4/8/01 [27] 19:33 Página 263 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 263 RILEY, E. C. «Don Quixote: From Text to Icon». Cervantes, número especial (1988): 103-16. Se refiere a la capacidad de don Quijote y Sancho para evolucionar al compás de la cultura de masas. RIVERS, Elías L. «El principio dialógico en el Quijote». La torre 2.5 (1988): 7-21. Basándose en la teoría del lenguaje de Bajtín se analiza la relación dialógica entre don Quijote y Sancho Panza, afirmando que Cervantes tomó del folklore español el diálogo implícito entre estereotipos opuestos. — «Don Quixote’s Fatherly Advice, and Olivares’s». Cervantes 18.2 (1998): 74-84. Teniendo como base una tradición monológica dominada por la voz del padre, se analizan los consejos «paternos» que don Quijote da a Sancho en los capítulos 42 y 43 de la Segunda Parte del Quijote. RODRÍGUEZ, Alfred. «Otra perspectiva sobre los rebuznadores del Quijote». Hispanófila 31.3 (1988); 1-5. Se refiere a la aventura del rebuzno (II, 25 y 27) y se propone que Cervantes utiliza una historia folklórica denominada «festival asnal». Este incidente en torno a la ritualización asnal le sirve a don Quijote para emitir la primera alocución anti-bélica que registra la laiteratura. RODRÍGUEZ, Alfred y Juan MAURA. «Sueño y vida: la aventura de los cueros de vino». Romance Notes 26.3 (1986): 256-60. RODRÍGUEZ, Alfred y Marie M. SMELOFF. «¿Dónde queda la espada mágica de don Quijote?». Cervantes 11.1 (1991): 119-24. Rodríguez, Alfred y Socorro Velázquez. «Perfilando la locura quijotesca: las aventuras de la primera salida». Hispania 73 (1990): 16-21. Se analiza el aspecto transformador de la locura de don Quijote desde una perspectiva que disiente de la opinión de Unamuno y de Rodríguez Marín, ya que se sostiene que la intención artística del novelista es destacar aquellos elementos que, sin anular del todo su transformación quijotesca, reducen lo radical del esfuerzo alterativo del protagonista mediante su atenuante justificación de la transformación misma. RODRÍGUEZ VECCHINI, Hugo. «El discurso histórico/poético en el Quijote». Studies in Honor of Gustavo Correa. Eds. Faulhaber, Charles B., Richard P. Kinkade, y T.A. Perry. Scripta Humanistica. Potomac, Maryland: 1986. 177-95. — «El prólogo del Quijote: la imitación perfecta y la imitación depravada». Revista de estudios hispánicos (PR) 24.1 (1997): 3-26. SÁNCHEZ, Alberto. «don Quijote, rapsoda del romancero viejo». On Cervantes: Essays for L. A. Murillo. Ed. James Parr. Newark, Delaware: Juan de la Cuesta, 1991. 241-62. SARALEGUI, Carmen. «‘El primer escalón de las ciencias … es el de las lenguas’: un fragmento del Quijote a examen». Estudios en homenaje a Enrique Ruiz-Fornells. Eds. Fernández-Jiménez, Juan, José Labrador y L. Teresa Valdivieso. 593-99. cervantistas 1 4/8/01 264 19:33 Página 264 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [28] SCARAMUZZA VIDONI, Mariarosa. «La sociocrítica de Edmond Cross y la interpretación del Quijote». Revista iberoamericana 63 (1998): 35-38. SHYPLEY, George A. «A Prologue and Afterword for an Inquiry into Don Quixote, Part I, Chapter 20». Studies in Honor of Elias Rivers. Eds. Bruno Damiani y Ruth El Saffar. Protomac, Maryland: Scripta Humanistica, 1989. 169-83. Aceptando la idea de Kenneth Burke acerca de la exploración del potencial que se encierra en los proverbios, se llega a descubrir sugestivos ejemplos en Sancho Panza que vienen a corroborar este aserto. SIEBER, Diane E. «Mapping Identity in the Captive’s Tale: Cervantes and Ethnographic Narrative». Cervantes 18.1 (1998): 115-33. Se demuestra que la narración de Ruy Pérez de Viedma sobre su cautiverio en Argel es etnográfica. SIRIAS, Silvio. «A Squire’s Apprenticeship; How Sancho Panza Learns His Trade in Part I of don Quijote de la Mancha». Utah Foreing Language Review (1992-1993): 30-59. Se refiere al entrenamiento en la caballería realizado por Sancho Panza, dentro de una marco socio-económico. STROTHER, Darci L. «Diálogo de voces en el prólogo de la segunda parte del Quijote». Cervantes 11.2 (1991): 59-67. Basándose en teorías bajhtinianas, se estudia el prólogo de la segunda parte del Quijote haciendo hincapié en su aspecto polifónico dada la diversidad de voces. SULLIVAN, Henry W. Grotesque Purgatory: A Study of Cervantes’s Don Quixote, Part II. University Park: The Pennsylvannia State Press, 1996. TRUEBLOOD, Alan S. «Novelización y desnovelización en el Quijote. Studies on don Quijote and Other Cervantine Works. Ed. Donald W. Bleznick. York, South Carolina: Spanish Literary Publications, 1984. 47-54. URBINA, Eduardo. «‘En alas del deseo’: el motivo de los altibajos en don Quijote». Indiana Journal of Hispanic Literatures 2.2 (1994): 87-104. — «La aventura guardada: don Quijote como caballero desaventurado». Romance Quarterly 37.4 (1990): 431-40. Se discute la parodia como factor clave de la intertextualidad del Quijote considerándola como un todo orgánico, consustancial con la producción del texto. — «El concepto de admiratio y lo grotesco en el Quijote». Cervantes 9.1 (1989): 17-33. Se analizan las diferentes instancias en donde prevalece el concepto de admiratio y se clasifican en tres categorías: lo positivo, lo negativo y lo ambivalente. — «don Quijote, puer-senex: un tópico y su transformación paródica en el Quijote». Journal of Hispanic Philology 12.2 (1988): 127-38. Se estudia la transformación de don Quijote a través de su vida. El argumento principal es que don Quijote aparece como un viejo que se comporta con el ímpetu y la mente de un niño, pero no de un niño sabio y prudente, sino de un loco e imprudente; es decir, una versión invertida del puer-senex, un senex-puer. — Principios y fines del Quijote. Scripta Humanistica 73. Washington: The Catholic University of America, 1990. cervantistas 1 4/8/01 [29] 19:33 Página 265 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 265 El doble sentido de los términos «principio» y «fin» pone de manifiesto la función de los tres modos narrativos que el autor estudia: la ironía, lo grotesco y la parodia. VILLEGAS, Juan, ed. Actas Irvine 92. Asociación Internacional de Hispanistas. 5 tomos. Irvine, California: University of California, 1994. VIÑA, Frederick, ed. Don Quijote: Meditaciones hispanoamericanas, I. Lanham, Maryland: University Press of America, 1988. WEIGER, John G. «Writers and Writing in the Two Parts of Don Quixote». Cervantes 6.2 (1986): 97-112. Se refiere a la recepción del público y la actitud de Cervantes ante la problemática de su profesión como escritor. WILLIAMSON, Edwin. «Romance and realism in the Interpolated Stories of the Quixote». Cervantes 2.1 (1982): 43-68. Se examina la manera en que Cervantes maneja las ambigüedades que presentan las historias interpoladas convirtiéndolas en materia estética. ZAHAREAS. Anthony N. «La función histórica del humor en don Quijote». La Chispa ‘93. Ed. Gilbert Paolini. New Orleans: Tulane University Press, 1993. 282-91. Partiendo de la base de que la novela de Cervantes resulta ser un burlesco sobre las locuras de un hidalgo desconocido, se analiza la comicidad inherente porque modernamente se empieza a tomar en serio. Los trabajos de Persiles y Segismunda ARMAS WILSON, Diana de. «Splitting the Difference: Dualism in Persiles». Cervantes 10.1 (1990): 35-50. Se destacan las oposiciones binarias que presiden el Persiles. Este binarismo obedece a la temática de escisión a lo largo de la narración. AVALLE-ARCE, Juan Bautista. «Persiles and Allegory». Cervantes 10.1 (1990): 7-16. Se estudia el Persiles partiendo de la alegoría en su doble temática del ser y la peregrinación. El mismo prólogo tiene carácter alegórico al establecer la vida de Cervantes como una peregrinación. BAENA, Julio. «El círculo y la flecha: principio y fin, triunfo y fracaso del Persiles». Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1996. — «Los trabajos de Persiles y Segismunda: la utopía del novelista». Cervantes 8.2 (1988): 125-38. Se parte de U-topos como concepto barroco y se discuten las contradicciones que de ello se derivan sobre todo en cuanto se refiere a Persiles: una creación favorita y, a la vez, uno de los libros más olvidables. BRITO DÍAZ, Carlos. «‘Porque lo pide así la pintura’: La escritura peregrina en el lienzo del Persiles». Cervantes 17.1-3 (1997): 145-64. Se examinan las reflexiones de Cervantes sobre la novela y sobre el ejercicio del escritor de novelas, ejercicio realizado con el mismo esmero de una pintura. CASCARDI, A. J. «Reason and Romance: An Essay on Cervantes’s Persiles». Modern Lnaguage Notes 106 (1991): 279-93. cervantistas 1 4/8/01 266 19:33 Página 266 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [30] Partiendo de las teorías de Marx, se elabora un modelo del proceso de racionalización que lleva a explicar la imitación que en el Persiles hace Cervantes del romance bizantino de Heliodoro. COLAHAN, Clark. «Toward an Onomastics of Persiles/Periandra and Segismunda/Auristela». Cervantes 14.1 (1994): 19-40. Se discute la elección de los nombres de los protagonistas del Persiles y se propone que se encuentran en un género renacentista que se leía simultáneamente a dos niveles alegóricos. DÍEZ FERNÁNDEZ y Luisa Fernanda AGUIRRE DE CÁRCER. «Contexto histórico y tratamiento literario de la ‘hechicería’ morisca y judía en el Persiles». Cervanates 12.2 (1992): 33-62. Las actividades médicas propias de los moriscos fueron objeto de crítica en una sociedad cristiana y las calificaron no solo de mágicas sino de heréticas. EL SAFFAR, Ruth. «Persiles’s Retort: An Alchemical Angle con the Lovers’ Labors». Cervantes 10.1 (1990): 17-34. Se señala como la tradición alquímica puede ayudar a la interpretación del Persiles. Hay que tener presente que se escribió en la época de la alquimia. MARISCAL, George. «Persiles and the Remaking of Spanish Culture». Cervantes 10.1 (1990): 93-102. Basándose en la presencia de nuevos grupos étnicos como resultado del encuentro entre Europa y América, se concluye que el Persiles hay que verlo como un texto cultural que refleja cómo los grupos marginados se incorporan a la sociedad. F. Perspectivas literarias en torno a Cervantes y su obra ALLEN, John J. «Style and Genre in don Quijote: The Pastoral». Cervantes 6.1 (1986): 51-56. La critica ha señalado una serie de ‘regiones de la imaginación’ en don Quijote que se relacionan con distintos géneros literarios los cuales tienen como papel enfocar la experiencia vital. BUENO, Lourdes. «EL poder embriagador de las palabras». Tropos 20 (1994): 26-37. CASCARDI, Anthony J. «Romance, Ideology and Iconoclasm in Cervantes». Cruz 22-42. Se discute cómo Cervantes anticipa algunas de las modernas estrategias de lectura para comprender el pasado. A continuación se describen estas estrategias de interpretación bajo el título de «critica ideológica». Teóricos como Fredric Jameson y Baudrillard apoyan el discurso crítico. CREEL, Bryant L. «Theoretical Implications in Don Quixote’s Idea of Enchantment». Cervantes 12.2 (1992): 19-44. El tema del encantamiento se analiza en relación con teorías epistemológicas y se llega a la conclusión de que Cervantes lo concibe como una metáfora del realismo epistemológico. CRUZ, Anne J. y Carroll B. Johnson, eds. Cervantes and His Postmodern Constituencies. New York: Garland, 1999. El texto se haya dividido en tres secciones: la primera analiza el cervantismo y la crisis del hispanismo; la segunda, pasa revista a los estudios cervantinos examinando sus cervantistas 1 4/8/01 [31] 19:33 Página 267 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 267 implicaciones con el postmodernismo y la tercera se detiene a estudiar el pasado, el presente y el futuro de los estudios cervantinos. DUNN, Peter N. «don Quijote Through the Looking Glass». Cervantes 12.1 (1992): 5-18. La Alicia de Lewis Carroll, al otro lado del espejo, presenta una analogía de un don Quijote desorientado en un mundo que no sigue las leyes del mundo caballeresco. Se discute la teoría de la parodia en una narración que se estructura no solo a base de espejos sino también de espejismos. EGIDO, Aurora. «La memoria y el Quijote». Cervantes 11.1 (1991): 3-44. Se estudia cómo la soledad de don Quijote estimuló su memoria. Se destaca que en la Segunda Parte no solo se hace presente la memoria de don Quijote sino también la del narrador. EISENBERG, Daniel. «On Editing Don Quixote». Cervantes 3.1 (1983): 3-34. Se refiere a la edición de Don Quixote para los lectores norteamericanos. GAYLORD RANDEL, Mary. «Cervantes’ Portraits and Literary Theory». Cervantes 6.1 (1986): 57-80. Se refiere a los retratos cervantinos y se propone una nueva manera de entender la presencia de la teoría literaria en una obra de ficción. JOHNSON, Carroll B. «Organic Unity in Unlikely Places: don Quijote I, 3941». Cervantes 2.2 (1982): 109-32. El ensayo cuestiona hasta qué punto Cevantes recombinó estructuras, motivos y otros elementos picarescos, así como la razón de este hecho. IFFLAND, James. «‘Cervantismo’ as Social Praxis in the ‘Neo-Post’ Age: Are We Kidding Ourselves?». Cruz 235-47. La pregunta de la cual se parte es hasta qué punto Cervantes puede estar relacionado con las teorías del postmodenismo. Tras analizar la crisis de la novela de caballerías y la percepción de don Quijote como figura arquetípica involucrada en una praxis micropolítica, se llega a la conclusión que la hipótesis de un Cervantes postmodernista está aún por explorar. JAURALDE POU, Pablo y Anne J. Cruz, trad. «Cervantes and the Spanish Philological School». Cruz 105-15. En comparación con otros países, se discute la falta de una crítica sólida sobre el Quijote en la crítica académica española y se presentan dos causas: la distancia estética—con el momento histórico en el que apareció el Quijote—y la metodología de las Facultades de Filología. LEZCANO, Margarita y Enrique Rodríguez Cepeda. «Agravios y desagravios sobre Cervantes: la imitación gramatical en la prosa española del siglo XVIII». Mester 25.1 (1996): 79-117. LO RÉ, A. G. Essays on the Periphery of the Quixote. Newark, Delaware: Juan de la Cuesta Hispanic Monographs, 1990. Como resultado del análisis del trabajo de Thomas Shelton, primer traductor del Quijote, Lo Ré se detiene a examinar los hechos que rodearon a dicha traducción. MARTÍN, Francisco. «Los prólogos del Quijote: la consagración de un género». Cervantes 13.1 (1993): 77-87. Se estudian los Prólogos de la I y de la II parte del Quijote, llegando a la conclusión de que en su elaboración Cervantes llega a crear otro género literario: «el prólogo novelístico». cervantistas 1 4/8/01 268 19:33 Página 268 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [32] MARTÍN, José F. «Diálogo y poder en la liberación de los galeotes». Cervantes 11.2 (1991): 27-34. En este episodio Cervantes destruye el discurso monoglósico sustituyéndolo por otro; en realidad la heteroglosia es la única alternativa para combatir la monoglosia que la autoridad trata de imponer. MCGAHA, Michael, ed. Cervantes and the Renaissance. Newark, Delaware: Juan de la Cuesta, Hispanic Monographs, 1980. Recoge catorce ensayos de eminentes cervantistas y renacentistas a fin de poner de manifiesto la relación existente entre Cervantes y su tiempo. MOLHO, Mauricio. «Para una lectura psicológica de los cuentecillos de locos del segundo don Quijote». Cervantes 11.1 (1991): 87-98. Aunque la interpretación psicológica no pueda explicar un texto, las historias de locos incluidas en el prólogo del primer capítulo de la edición de 1965 del Quijote constituyen ejemplos de esquizofrenia. N UESSEL , Frank. «Linguistic Theory and Discourse in don Quijote». Advances in Hispanic Linguistics. Eds. Javier Gutiérrez-Rexach y Gil Fernando Martínez. Papers from the 2nd Hispanic Linguistics Symposium, III. Somerville, Massachusetts: Cascadilla, 1999. 248-64. ORIEL, Charles. «Narrative Levels and the Fictionality of don Quijote, I: Cardenio’s Story. Cervantes 10.2 (1990): 55-72. Se discute la función estética de los varios narradores en don Quijote, de esta manera, se puede clarificar varios elementos del Quijote, y sobre todo la reprentación de Cardenio como personaje y como narrador. PAZ, Marcelo. «La modernidad de El Quijote en la concepción novelística de Bajtin». Cincinnati Romance Review 14 (1995): 37-43. REED, Walter L. «The Problem of Cervantes in Bakhtin’s Poetics». Cervantes 7.2 (1987): 29-38. Relacionado con otras obras del Renacimiento, el Quijote cobra relieve como ejemplo clásico de la novela. Asimismo se señala la prefiguración de Bakhtín en la Poética de Cervantes. RANDEL, Mary Gaylord. «Cervantes’ Portraits and Literary Theory». Cervantes 6.1 (1986): 57-80. Se discute la presencia de la teoría literaria en una obra de ficción.y se somete a análisis literario las principales Poéticas escritas por los contemporáneos de Cervantes. RILEY, E. C. Cervantes’s Theory of the Novel. Documentación cervantina núm. 13. Newark, Delaware: Juan de la Cuesta, 1992. Reimpresión del estudio publicado en 1968. Edición corregida y aumentada. RIVERS, Elias. «Lingüística bajtiniana y teoría literaria». Scripta Philologica in Honorem Juam M Lope Blanch a los 40 años de docencia en la UNAM y a los 65 años de vida. Ed. Elizabeth Luna Traill. Mexico City: Universidad Autónoma de México, 1992. 433-40. R ODRÍGUEZ , Alberto. «El ‘Diálogo de recuerdos’ y la anácrisis en el Quijote». Cervantes 9.1 (1989): 17-34. Mediante el uso de anácrisis un personaje induce al otro a romper su silencio y revelar su pensamientos así como sus recuerdos más íntimos. cervantistas 1 4/8/01 [33] 19:33 Página 269 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… RODRÍGUEZ CEPEDA, Enrique. «Los Quijotes del siglo de Manuel Martín». Cervantes 8.1 (1988): 61-108. XVIII-1) 269 La imprenta Se refiere a las muchas ediciones del Quijote en esa época haciendo hincapié en la penetración de un texto intelectual en la cultura de masas de aquel tiempo. RODRÍGUEZ VECCHINI, Hugo. «El prólogo del Quijote: la imitación perfecta y la imitación depravada». Revista de estudios hispánicos (Puerto Rico): 24.1 (1997): 3-26. SHIPLEY, George A. «A Prologue and Afterword for an Inquiry into Don Quixote, Part I, Chapter 20». Studies in Honor of Elias Rivers. Eds. Bruno Damiani M. y Ruth El-Saffar. Potomac, Maryland: Scripta Humanistica, 1989. 169-83. Centrándose en la aventura de los seis mazos de batán, se comenta no solo la respuesta de don Quijote al estruendo del agua y de los golpes, sino también la historia que Sancho cuenta para matar el tiempo, la relación entre amo y escudero y la definición y aplicación de los «refranes». SCHMIDT, Rachel. :La ilustración gráfica y la interpretación del Quijote en el siglo XVIII». Dieciocho 19.2 (1996): 203-48. Se analizan las representaciones gráficas e impresas del siglo XVIII del Quijote; es decir, las ilustraciones del libro de algunas ediciones importantes, además de las láminas sueltas preparadas por los artistas William Hogarth y Francisco de Goya. WEBER, Alison Parks. «The Ideologies of Cervantine Irony: Liberalism, Postmodernism and Beyond». Cruz 218-34. Se destaca la temática cervantina en los Estados Unidos como nacida de una crítica ideológica basando su hipótesis en las nuevas corrientes que examinan la posición cervantina desde ángulos que tiene su punto de mira en la política, el sexo y la religión. WILLIAMSEN, Amy. «Beyond Romance: Metafiction in Persiles». Cervantes 10.1 (1990): 111-120. Se llega a la conclusión que Persiles dista mucho de encuadrarse en la novela bizantina. Sin embargo, la naturaleza metaficcional de la obra lleva a cuestionar la relación entre los real y lo ficcional. WILLIAMSON, Edwin. «‘Intención’ and ‘invención’ in the Quixote». Cervantes 8.1 (1988): 7-22. En este ensayo se analiza la acción en don Quijote para indagar si la «intención» hubiera podido ser transformada por la «invención». WHITENACK, Judith A. «Don Quixote and the Romances of Chivalry Once Again: Converted Paganos and Enamoured Magas». Cervantes 13.2 (1993): 61-92. Es otra muestra de que Cervantes conocía todos las aventuras típicas de los caballeros andantes y aunque no hace mención explicita de ellas se encuentran en el Quijote sus huellas. G. Cervantes en la literatura comparada ALADRO FONT, Jorge y Ricardo Ramos Tremolada. «Ausencia y presencia de Garcilaso en el Quijote». Cervantes 16.2 (1996): 89-106. cervantistas 1 4/8/01 270 19:33 Página 270 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [34] Se señala la presencia de Garcilaso en el Segunda Parte del Quijote y se analizan las razones para ello destacando que según declina la caballeria andante, alcanzan relieve los motivos pastoriles. ALVAREZ, Marisa C. «Emblematic Aspects of Cervantes’ Narrative Prose». Cervantes, Número especial (1988): 149-158 Se re-examinan ciertos episodios del Quijote a la luz de la literatura emblemática. Se llega a la conclusión de que se aprecia en Cervantes una influencia de las artes visuales. ARGELLI, Annalisa. «Cervantes y Butler en la cultura inglesa del seiscientos». Symposium 53.3 (1999): 123-35. ARMAS WILSON, Diana de. «‘Passing the Love of Women’. The Intertextuality of El curioso impertinente». Cervantes 7.2 (1987): 9-28. Partiendo de un cuento de Borges, «La intrusa», se investigan tres subtextos que dejaron sus huellas en El curioso impertinente: El episodio de «Giges y Candale» de Herodoto; el Orlando furioso; y el cuento de «Los dos amigos». BOER, Harm-den. «The Truthful Fiction of the Death and Life of the Author: Cervantes and Marlowe». The Author as Character: Representing Historical Writers in Western Literature. Eds. Paul Franssen y Ton Hoenselaars. Madison, New Jersey: Fairleigh Dickinson University Press, 1999. 264-74. BOYER, H. Patsy. «The ‘Other’ Woman in Cervantes’ Persiles and Zayas’ Novelas». Cervantes 10.1 (1990): 59-68. Un análisis de la caracterización de los personajes femeninos de Zayas muestra como esta autora se vale de aquellas convenciones del Siglo de Oro que exigen la subordinación del personaje femenino al control patriarcal. BRADBURY, Gail. «Lope, Cervantes, a Marriage Trick and a Baby». Hispanófila 82 (1984): 11-19. Se estudian las similitudes entre La señora Cornelia de las Novelas ejemplares y la obra dramática El mayordomo de la Duquesa Amalfi de Lope de Vega, principalmente en cuanto a la temática del casamiento y la entrega de un niño a quien en realidad no es el padre. Se asume que Cervantes hubiera podido haber visto el drama de Lope. GASTON, Patricia S. «The Waverly Series and Don Quixote: Manuscripts Found and Lost». Cervantes 11.1 (1991): 45-61. Se discute la influencia de Cervantes no solo en la configuración de los héroes de las novelas históricas de Sir Walter Scott sino también en el diseño narrativo. CAMAMIS, George. «The Concept of Venus-Humanitas in Cervantes and Boticelli». Cervantes 8.2 (1988): 183-224. El estudio se enfoca en la influencia de la pintura en Cervantes, especialmente la «Primavera» de Boticelli. Asimismo se basa en el concepto de la Venus-Humanitas para representar las artes y las letras. CASCARDI, Anthony J. «Cervantes and Descartes on the Dream Argument». Cervantes 4.2 (1984): 109-122. Se demuestra como en la aventura de la Cueva de Montesinos Cervantes defiende los derechos de la imaginación anticipando varios de los argumentos de las meditaciones de Descartes cuyo argumento solo se sostiene a base de una confusión de lo imaginado con lo verificable. cervantistas 1 4/8/01 [35] 19:33 Página 271 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 271 DOWLING, John. «En un mesón de la Mancha, en un salón de París: Cervantes y Manuel de Falla». Hispanic Journal 18.1 (1997): 23-36. FINCH, Patricia S. «Rojas’ Celestina and Cervantes’ Cañizares». Cervantes 11.1 (1989): 55-62. Aunque en Cervantes la hechicería y la brujería no tienen un papel esencial, sí llaman la atención ciertas semejanzas de La Celestina y El coloquio de los perros, especialmente en cuanto a Celestina y a Cañizares se refiere. FRIEDMAN, Edward H. «The Fortunes of Chivalry: António José da Silva’s Vida do Grande D. Quixote de la Mancha e do Gordo Sancho Panza». Cervantes 17.2 (1997): 80-93. Se presenta la obra de Da Silva basada principalmente en la Segunda Parte del Quijote cervantino y se recalca cómo la obra del portugués enfatiza el elemento caballeresco de don Quijote y la agresividad de Sancho como marcadores de un movimiento emblemático que sustituye el tema de la caballería por el de la justicia. GONZÁLEZ, Aníbal. «Etica y teatralidad: El retablo de las maravillas de Cervantes y El arpa y la sombra de Alejo Carpentier». La torre 7 (1993): 27-28. (Véase El retablo… ) HAMPTON, Timothy. «Examples, Stories, and Subjects in Don Quixote and the Heptameron». Journal of the History of Ideas 59.4 (1998): 587-611. HOLDSWORTH, Carole. «Cervantine Echoes in Early Pynchon». Cervantes 8.1 (1988): 47-54. Se analiza las resonancias cervantinas en el novelista norteamericano Thomas Pynchon sobre todo en el cuento «Low-lands», quizá influido por la interpretación que del Quijote hizo su maestro Nabokov. HUTCHINSON, Steven. «Counterfeit Chains of Discourse: A Comparison of Citation in Cervantes’ Casamiento/Coloquio and in Islamic Hadïth». Cervantes 8.2 (1988): 139-59. Se discute un caso de citación múltiple la cual, en Cervantes, es aumentativa, pero en la tradición islámica del hadïth no lo es. Según el crítico, este modelo de citación enriquece el texto y diversifica la intencionalidad. JEREZ FERRÁN, Carlos. «Séptimo Miau y Ginés de Pasamonte: un caso de duplicidad biográfica cervantina en Divinas palabras». Revista hispánica moderna 41.2 (1988): 91-104. Conocida la admiración de Valle-Inclán por Cervantes, se presenta Séptimo Miau como una copia clara del pícaro cervantino que primero aparece con el nombre de Ginés de Pasamonte y luego con el de Maese Pedro. JOHNSON, Roberta. «Don Quixote, Gender, and Early Twentieth Century Spanish Narrative». Letras peninsulares 9.1 (1996): 33-47. Se muestra que es significativo que el elemento quijotesco prevalece en los protagonistas de las novelas de autores masculinos más canonizadas y publicadas entre 1900 y 1930: Miguel de Unamuno, Ramón del Valle-Inclán, Pío Baroja, Azorín, entre otros. JOSET, Jacques. «Autores traduttori traditori: don Quijote y Cien años de soledad». Cervantes Essays for L. A. Murillo. Ed. james Parr. Newark, Delaware: Juan de la Cuesta, 1991. 189-205. cervantistas 1 4/8/01 272 19:33 Página 272 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [36] KECK, Ray M. «Cide Hamete, Melquíades, Alba Trueba: marco narrativo y tema en Cervantes, García Márquez y Allende». Crítica hispánica 18.2 (1996): 313-23. Se discute la utilización de un cronista narrador en estos auatores y cómo en el caso de don Quijote la presencia del cronista Cide Hamete establece una dialéctica entre el deseo de verosimilitud histórica y el desengaño burlón de un narrador arábigo. KUNCE, Catherine. «Cruel and Crude: Nabokov Reading Cervantes». Cervantes 13.2 (1993): 93-105. A pesar de que Nabokov califica el Quijote como obra cruel y tosca, en su Lolita imita muchos aspectos del Quijote tales como la técnica metaficticia, la parodia del amor cortés y la ironía. LASARTE, Pedro. «Don Catrín, don Quijote y la picaresca». Revista de estudios hispánicos 23.3 (1989): 101-12. Se investiga la obra de Joaquín Fernández de Lizardi, un logro de la picaresca hispanoamericana, y don Quijote para examinar las coincidencias técnicas entre los dos textos y otras que ponen en tela de juicio el género picaresco; como el final de Don Catrín que recuerda la aventura de los galeotes de don Quijote. LLOPIS FUENTES, Roger. «El personaje del ‘arbitrista’ según Cervantes y Quevedo». Cincinnati Romance Review 10 (1991): 111-22. MAYER, Maria E. «El detalle de una ‘historia verdadera’: don Quijote y Bernal Díaz». Cervantes 14.2 (1994): 93-118. Se considera a Bernal Díaz y a don Quijote como narradores homodiegéticos, considerando la Crónica indiana como precedente de los experimentos narratológicos de Cervantes. MCGRADY, Donald. «Cervantes and the Decameron: A Note on the Source and Meaning of don Quijote’s Prototypical Chivalric Adventure Story». Cervantes 5.2 (1985): 141-49. Se analiza la idea de Roger M. Walker según el cual la mayoría del episodio que Cervantes inventa para probar la historicidad de los libros de caballerías proviene del Caballero Zifar, pero el lujoso ambiente oriental deriva del Decameron. NOGUEROL JIMÉNEZ, Francisca. «Los juegos literarios: el Quijote como hipotexto en lanarrativa de Augusto Monterroso». Alba de América 15.28-29 (1997): 118-30. Sobre la fascinación que Cervantes ejerció en el guatemalteco Augusto Monterroso hasta tal punto que se propone como hipótesis que el Quijote es el hipotexto en la narrativa de Monterroso. OCHOA PENROZ, Marcela. «Juan Montalvo: una reescritura del Quijote en América». Inti 46-47 (1998): 57-70. Se estudia la obra del ecuatoriano Montalvo, Capítulos que se le olvidaron a Cervantes como escritos a imagen y semejanza del Quijote cervantino, con su mismo tono y estilo. Se destaca que Montalvo fue un casticista que luchaba por la preservación de la lengua española en América. PARDO GARCÍA, Pedro Javier. «Cervantes y Chretien de Troyes: novela, romance, realidad». Actas Irvine 92. Asociación Internacional de Hispanistas. Ed. Juan Villegas. Irvine: University of California, 1994. cervantistas 1 4/8/01 [37] 19:33 Página 273 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 273 Paz Gago, José María. «Texto y representación en el teatro español del último cuarto del siglo XVI. Cervantes y Lope: una perspectiva comparada». Bulletin of the Comediantes 45.2 (1993): 255-75. (Véase «Teatro») PÉREZ, Janet. «Echoes of Cervantes in the Works of Gonzalo Torrente Ballester». LA CHISPA ‘87. The Seventh Louisina Conference on Hispanic Languages and Literatures. Tulane University, New Orleans, 1987. Ed. Gilbert Paolini. Tulane University, 1987. 221-30. Considerando que Torrente Ballester, siguiendo ciertos principios cervantinos, comienza a hacer uso de la metaficción para construir sus novelas a partir de Javier Mariño, se analiza el fenómeno de la intertextualidad en la obra de este escritor. P ÉREZ DE L EÓN , Vicente. «El entremés en el siglo Calderón». Romance Language Annual 9 (1997): 645-55. XVII : Cervantes y PETREMAN, David. «La conexión Coloane/Cervantes: La Cueva de Milodon y la Cueva de Montesinos». Confluencia 2.1 (1986): 44-49. QUINTERO, Maria Cristina. «The Cervantine Subtext in Góngora’s Las firmezas de Isabela». Cervantes 11.2 (1991): 43-58. Esta comedia gongorina muestra claramente las huellas cervantinas ya que representa una variación cómica de las situaciones de El curioso impertinente. RAVIN, Lisa. «The Reluctant Companion of Empire: Petrarch and Dulcinea in don Quijote de la Mancha». Cervantes 14.2 (1994): 81-92. Se describe a Dulcinea dentro de los cánones de la heráldica petrarquista como un blasón, lo cual revela los vínculos entre el petrarquismo y el imperialismo en el Siglo de Oro. La escena de Dulcinea «encantada» es una reflexión sobre los límites del petrarquismo. REED, Helen H. «Theatricality in the Picaresque of Cervantes». Cervantes 7.2. (1987): 71-84. El concepto de teatralidad sirve para dar perspectiva a la picaresca cervantina; de esta manera, la picaresca de Cervantes difiere de la de otros escritores. Valiéndose de recursos teatrales, da a su picaresca una dimensión crítica que la coloca en la línea de la «metapicaresca». RODRÍGUEZ VECCHINI, Hugo. «don Quijote y La Florida del Inca». Revista iberoamericana 48 (1982): 587-620. Se analiza la Primera Parte del Quijote y la obra de Garcilaso de la Vega (el Inca) publicadas simultáneamente desde un punto de vista histórico. Se señala que si don Quijote es una historia de cómo hacer novela, La Florida es la historia de cómo hacer una historia de América que parezca verdadera. RODRÍGUEZ VECCHINI, Hugo. «La parodia: una alegoría irónica. Reflexión teórica a partir del Libro del Arcipreste y del Quijote». La torre 6.23 (1992): 365-432. Se estudian las dos obras como la suma paródica de una época literaria. En el caso del Quijote, desde el prólogo se manifiesta la intención paródica, en el del Libro del Arcipreste, se ofrece un ejemplo irónico del célebre accessus. Se concluye que la parodia literaria es una alegoría irónica. RUTMAN, Roanne. «Los prólogos de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha: un contraste y una comparación». Hispanófila 32.1 (1994): 9-19. cervantistas 1 4/8/01 274 19:33 Página 274 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [38] SIMERKA, Barbara A. «‘That the rulers should sleep without bad dreams’: Anti-Epic Discourse in La Numancia and Arauco domado». Cervantes 18.1 (1998): 46-70. Basándose en una «poética materialista», se estudian en La Numancia y El arauco domado de Lope de Vega las innovaciones genéricas, en cuanto a la epopeya como base del discurso del Siglo de Oro sobre el imperialismo cristiano ibérico. TESTA, Daniel P. «El Guzmán de Alfarache como modelo y anti-modelo del Quijote: Essays to Mark theCentenary of His Birth». Américo Castro: The Impact of His Thought. Ed. Ronald E. Surtz et al. Madison: Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1988. 231-38. URZA, Carmelo. «Lo maravilloso en el Amadís de Gaula, el Quijote y Cien años de soledad». Explicación de textos literarios 10.1 (1981): 101-09. Se analiza como los autores de estas obras plantean una distancia irónica entre su narrador y el mundo ficticio. El narrador no juzga, pero pone bastante claro que «lo maravilloso» obedece a la fluctuante y subjetiva perspectiva de los personajes. WELLER, Celia E. y Clark A. COLAHAN. «Cervantine Imagery and Sex-Role Reversal in Fletcher and Messinger’s The Custom of the Country». Cervantes 5.1 (1985): 27-45. Se estudia como la comedia de los dramaturgos ingleses Fletcher y Messinger se basa no solo en varios episodios y personajes de Persiles sino que además recoge su temática. Ambas presentan un camino hacia la civilización y el matrimonio cristiano. H. Estudios interdiciplinarios en torno a la obra cervantina BORUCHOFF, David A. «Cervantes y las leyes de reprehensión cristiana’». Hispanic Review 63.1 (1995): 39-55. (Véase «Miguel de Cervantes») BRITT, Linda. «Teodosia’s Dark Shadow? A Study of Women’s Roles in Cervantes’ Las dos doncellas». Cervantes 8.1 (1988): 39-46. La obra sirve como medio en el cual Cervantes presenta dos mujeres de tipos diferentes para señalar la que él prefiere como heroína; se destaca que se le permite a la mujer ser «atrevida» para reivindicar su honor. CABRERA MEDINA, Luis. «Rocinante, Clavileño, Baciyelmo: palabra y realidad». Revista de estudios hispánicos (P.R.) 17-18 (1990): 115-27. XIX COSTA LIMA, Luis. «Espacio ficcional y recepción del Quijote en el siglo español». Eutopias 3.1 (1987): 49-66. COZAD, Mary Lee. «Cervantes and Libros de entendimiento». Cervantes 8.2 (1988): 159-82. A partir del siglo XVIII, varios editores y eruditos cervantinos propusieron un cambio en la frase «libros de entendimiento» usada por el cura para caracterizar las obras pastoriles en el Quijote I, capítulo 6 a «libros de entretenimiento» basándose en la supuesta actitud negativa de Cervantes hacia la literatura pastoril. CRUZ CASADO, Antonio. «Auristela hechizada: un caso de maleficia en el Persiles». Cervantes 12.2 (1992): 91-104. Se destaca la afición de Cervantes por la brujería y cómo hace mención de ella sobre todo en el Persiles. Así se ve como en los últimos capítulos de esta obra la heroína es encantada por un maleficio proferido por una judía. cervantistas 1 4/8/01 [39] 19:33 Página 275 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 275 DÍEZ FERNÁNDEZ, José Ignacio y Luisa Fernanda Aguirre de Cárcer. «Contexto histórico y tratamiento literario de la ‘hechicería’ morisca y judía en el Persiles». Cervantes 12.2 (1992): 33-62. En el Persiles, Cervantes establece la distinción entre lo mágico y la brujería y expone sus ideas a través de una historia sobre los moriscos (Cenotia) y otra sobre los judíos (Zabulón). EISENBERG, Daniel. «Cervantes’Consonants». Cervantes 10.2 (1990): 3-14. Un estudio de la rima y estructura interna del verso cervantino revela una fonética toledana que la modernización ortográfica no ha logrado alterar en gran medida. EL SAFFAR, Ruth. «Fiction and the Androgyne in the Works of Cervantes». Cervantes 3.1 (1983): 35-50. Observando las novelas más importantes de Cervantes se nota un cambio en la caracterización y valoración de la mujer. ESTRUCH TOBELLA, Joan. «Cervantes, instrumento de propaganda política en la coyuntura 1640-1650». Cervantes 12.1 (1992): 111-16. FORASTIERI BRASCHI, Eduardo. «Entre retablos cervantinos». Ideologies and Literature Journal of Hispanic and Lusophone Discourse Analysis 4.1 (1989): 345-53. — «Los mundos posibles del perspectivismo cervantino». Revista de estudios hispánicos (P.R.) 13 (1986): 9-34. GOOD, Carl. «don Quijote and the Law of Literature». Diacritics 29.2 (1999): 44-67. Partiendo de que hay dos elementos consistentes en el Quijote: la fidelidad a lo que se llama «ley de la literatura» y la interpolación de historias contadas por lo personajes que se cruzan en el camino de don Quijote y por él mismo, se llega a la conclusión, a través de un profundo estudio investigativo, de que en la novela la ley de la literatura se ha sustituido por la ley temporal. HASBROUCK, Micahel D. «Posesión demoniaca, Locura y exorcismo en el Quijote». Cervantes 12.2 (1992): 117-26. Frente a la opinión de la crítica que considera la locura de don Quijote como derivada de su melancolía, se propone la posesión demoníaca como otra posible causa de ella. HUTCHINSON, Steven. «Las brujas de Cervantes y la noción de la comunidad femenina». Cervantes 12.2 (1992): 127-36. Se plantea la diferencia entre la hechicería y la brujería adjudicando a esta última una especie de culto que se distingue por su carácter femenino, sus creencias y sus relaciones. IFFLAND, James. «don Quijote dentro de la ‘Galaxia Gutenberg’: reflexiones sobre Cervantes y la cultura tipográfica». Journal of Hispanic Philology 14.1 (1989): 23-41. JEHENSON, Ivonne. «The Pastoral Episode in Cervantes’ don Quijote: Marcela Once Again». Cervantes 10.2 (1990): 15-36. Utilizando la metodología del feminismo francés y anglo-americano, se propone un nuevo análisis de las relaciones sociales de este episodio. JOLY, Monique. «Erotismo y marginación social en la novela cervantina». Cervantes 12.2 (1992): 7-20. cervantistas 1 4/8/01 276 19:33 Página 276 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [40] Se establece un paralelo entre las alusiones obscenas que hace Sancho cuando se encuentra frente a frente de una mujer sexualmente atractiva y las que aparecen en la «danza guiada» de La ilustre fregona. LOJO, María Rosa. «La mujer y su ‘Oscuro objeto del deseo’ en la literatura de Cervantes a Latinoamérica». Mujer y sociedad en América. Ed. Juana Alcira Arancibia. Westminster, California: Universidad Autónoma de Baja California, 1988. 25-31. MANCING, Howard. «Jacinto María Delgado and Cide Hamete Benengeli: A Semi-Classic Recovered and a Bibliographical Labyrinth Explored». Cervantes 7.1 (1987): 13-58. Se identifican las diferentes ediciones de la novela titulada Adiciones a la historia del ingenioso hidalgo Don Quixote de la Mancha (1786) y se discute la crítica que se ha publicado sobre ella. Después de perfilar la identidad del autor se analiza el papel del narrador Cide Hamete Benengeli en la obra. MCGRADY, Donald. «The Italian Origins of the Episode of don Quijote and Maritornes». Cervantes 7.1 (1987): 3-12. Se estudia como Cervantes tomaba porciones pequeñas de los novellieri italianos y sabía cómo modificar su núcleo, Se da como ejemplo el episodio de don Quijote con Maritornes (I, cap. 16) donde se adapta un cuento de Boccaccio y Bandello. MOLHO, Mauricio. «‘El sagaz perturbador del género humano’: brujas, perros embrujados y otras demonomanías cervantinas». Se trata de analizar el papel del diablo, la naturaleza de su sagacidad y cómo opera cuando su poder no ha sido delegado a brujas o seres endemoniados. NAVARRO, Emilia. «Manual Control: ‘Regulatory Fictions’ and their Discontents». Cervantes 13.2 (1993: 17-36, Se establece una correspondencia entre el funcionamiento del género literario y al adecuación que existe entre éste y la noción social del género femenino. La subversión del género pastoril —episodio de Marcela y Grisóstomo— resulta de la creación de nuevos espacios textuales para la mujer. PERCAS DE PONSETI, Helena. «Cervantes the Painter of Thoughts». Cervantes número especial (1998): 135-48. Aplicando un simbolismo iconográfico y cromático, se elabora una visión del arte poético-pictórico de Cervantes que se aleja del canon aristotélico y se aproxima a la pintura contemporánea. RAFFEL, Burton. «Translating Cervantes: Una vez más». Cervantes 13.1 (1993): 5-30. Basándose en teorías lingüísticas, se hace una comparación de las traducciones impresas del Quijote, por Smollett, Ormsby/Douglas/Jones, Putnam, Cohen y la propia traducción de Raffel. Se llega a la conclusión que en general estas traducciones desfiguran el sentido de algunos aspectos claves. RODRÍGUEZ CEPEDA, Enrique».Los Quijotes del siglo XVIII: 2) la imprenta de Juan Jolís». Hispania 71 (1988): 752-79. Se parte de la base de que en la Ilustración el ideal quijotesco se popularizó por medio de las ediciones de bolsillo. Con riqueza de ilustraciones, se pasa revista a varias ediciones. ROMÁN ROMÁN, Antonio. Un homenaje de Sender a Cervantes: Las gallinas de Cervantes». Estudios en homenaje a Enrique Ruiz-Fornells. Eds. Juan cervantistas 1 4/8/01 [41] 19:33 Página 277 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 277 Jiménez, José Labrador y L. Teresa Valdivieso. Erie, Pennsylvania: ALDEEU, 1990. 560-67. SUAREE, Octavio de la. «La cosmología de Giordano Bruno como posible fuente de la poesía de Cervantes en la primera parte de El Quijote». Círculo 23 (1994): 161-67. J. Estudios bibliográficos URBINA , Eduardo. «Anuario bibliográfico cervantino». Cervantes 16 (1996). II. TESIS DOCTORALES Es indiscutible el valor académico que las tesis doctorales tienen; son ellas la culminación de un riguroso y largo programa de estudios; son el resultado de investigaciones profundas sobre temas específicos; y son proyectos serios y fiables porque tienen el aval de los distinguidos catedráticos universitarios que supervisaron la investigación y aprobaron finalmente las tesis. Sin temor a equivocarse se puede afirmar que, en el campo de las letras hispanas, Miguel de Cervantes es el autor que mayor interés despierta en las universidades de los Estados Unidos, pues las investigaciones no se circunscriben solo a temas literarios, sino que trascienden los linderos del humanismo para hacer incursiones en las ciencias, las artes y hasta en la tecnología. Para facilitar la utilización de esta bibliografía, hemos ordenado las tesis doctorales en los siguientes grupos: A) las que se refieren al Quijote; B) las que analizan Las novelas ejemplares y otras obras narrativas; C) las que estudian el teatro cervantino; D) las que relacionan la obra de Cervantes con las literaturas hispanas; E) los estudios de literatura comparada; F) las que se refieren a temas generales; y G) aquellas que investigan la influencia de Cervantes en otros campos del saber. A. Tesis sobre El Quijote 1. AMAT, Iluminada L. «Doubling in don Quijote». University of Wisconsin-Madison, 1997. DAI 58.06 (1997): 2234A. UMI, 1997, 9724111. En esta tesis se analiza el desdoblamiento en don Quijote desde un punto de vista psicosexual. Haciendo uso del sicoanálisis y de las teorías contemporáneas sobre identidad y subjetividad, se estudian las relaciones de personajes femeninos como Dulcinea/Aldonza, Altisidora, Maritormes, la Dueña Rodríguez, como desdoblamientos; las amistades de Anselmo y Lotario, Camila y Leonela; y la de las parejas don Quijote/Sancho, don Quijote/Sansón Carrasco, Sancho Panza/ Tomé Cecial. 2. BEUTEL, Nancy Perry. «Portrait of a Divided Subject: Toward a Contemporary Reading of Don Quixote». The University of Iowa, 1993. DAI 55.03 (1994): 584A. UMI, 1994, 9421104. Este estudio explora los motivos que tuvo Cervantes para hacer de El Quijote la genial sátira reconocida así desde el siglo XVII y la importancia que la obra tiene hasta el presente. No se trata de un enfoque de crítica social, sino de analizar la participación del lector/individuo en la interpretación de la obra, así como de enfocar la materia desde un cervantistas 1 4/8/01 278 19:33 Página 278 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [42] punto de vista teológico, que reconoce la existencia de un dominio espiritual muy complejo e inexistente en el esquema social dominante. 3. BURCH, Alan Jay. «don Quijote and Narrative Therory: A Critical and Metacritical Reading». Indiana University, 1995. DAI 57.03 (1996): 1161A. UMI, 1996, 9623878. Esta tesis se refiere a los trabajos que James Parr y José Manuel Martín Morán han hecho para incorporar a la crítica sobre El Quijote los conceptos y la terminología de la narratología. Aunque el investigador considera que los esfuerzos de ellos han sido insuficientes, piensa que las investigaciones de Parr son importantes porque han demostrado que Cide Hamete Benengeli no es el narrador extradiegético de El Quijote. Concluye proponiendo una lectura «univocal» en la cual solo existe un narrador extradiegético: el segundo autor. 4. CAMERON, Douglas MacDonald. «The Coherence of Dialogue and Interpolation in the Quijote: The Framing of Conflict and Meditation». University of California, San Diego, 1986. DAI 47.04 (1986): 1346A. Esta tesis analiza algunas similaridades entre la primera y la segunda parte de El Quijote, y sus diferencias estructurales debidas a la «distancia» entre el mundo ideal y el mundo real. Se examina la relación de don Quijote y el viscaíno y la historia del loco de Sevilla, así como la figura de Sancho como hábil creador del diálogo y la relación de Ana Félix que permanece irresoluta a causa de la derrota de don Quijote. 5. DEL ROSARIO, Mari Pino. «Las mentiras de los personajes de la primera parte del Quijote». The Florida State University, 1990, DAI 51.04 (1990): 1249A. UMI, 1990, 9023928. En esta tesis se analiza y clasifica las mentiras que aparecen en la primera parte de El Quijote y se contesta a las preguntas: ¿quién miente, por qué?, cómo?, con qué fin?, cómo lo sabe el lector y cuáles son las consecuencias de la mentira? El resultado es que todos los personajes (excepto el mercader y Ginés de Pasamonte) mienten; que Cervantes, por medio de las voces narrativas, indica al lector que se ha mentido; y que muy pocas mentiras tuvieron mala intención. 6. F IERO , David Brian. «don Quijote: A Numismatic and Economic Analysis. Literary Images of Coinage, Wealth and Poverty». The University of Nebraska-Lincoln, 1997. DAI 58.11 (1998): 4290A. UMI, 1998, 9815885. Esta tesis se refiere a la función del dinero en don Quijote y al contexto económico en el cual la obra maestra de Cervantes fue escrita. El parámetro temporal es el de la vida del autor, la segunda mitad del siglo XVI hasta 1616, y el parámetro social es el que corresponde al impacto de la riqueza proveniente de América. También se analiza el papel del dinero en la trama de la obra y las ideas sobre la caballería andante, ajena al deseo de riqueza, como uno de los móviles para que los hidalgos abrazaran esa carrera. 7. LUCAS, Karen Farley. «Cervantes and the Carnival Spirit». Stanford University, 1989. DAI 50.07 (1990): 2078A. UMI, 1989?, 8925913. En esta tesis se analiza El Quijote como una de las mayores representaciones renacentistas del espíritu carnavalesco. Con el marco crítico de las ideas de Bakhtin, se considera a la obra como una celebración del reino corporal que cómicamente socaba los valores e instituciones de la sociedad oficial. Se afirma que al hacer este análisis no se puede dejar de lado el papel de Sancho. 8. MADERA, Nelson Ismael. «La relación entre la fisonomía y el carácter de los personajes en don Quijote de la Mancha». The Florida State University, 1992. DAI 53.03 (1992): 828A. UMI, 1992, 9222398. cervantistas 1 4/8/01 [43] 19:33 Página 279 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 279 Esta tesis analiza las características fisiognómicas de los personajes principales de don Quijote, en especial la del héroe, la de Sancho Panza, las de Aldonza/Dulcinea y hasta la de Rocinante y la del asno de Sancho. Para ese fin, el investigador compara los atributos tangibles e intangibles de los personajes con los establecidos en los libros de fisiognomía que estaban al alcance de Cervantes, especialmente Examen de ingenios de Juan Huarte, Corbacho de Alfonso Martínez, y Libro de fisionomía natural de Jerónimo Cortés. 9. MERRILL, Frank B. «The Concept of Prudence in Don Quixote». University of Illinois at Urbana-Champaign, 1993. DAI 53.10 (1993): 3548A. UMI, 1993, 9305620. En esta tesis se analiza el personaje de don Quijote y el de Sancho Panza en relación al concepto de prudencia. Se empieza por revisar la literatura (especialmente los escritos de Aristóteles y Santo Tomás de Aquino) que influyó en Cervantes y sus contemporáneos sobre las ideas referentes a esta virtud y que son los antecedentes para entender mejor a los dos personajes principales de la novela. 10. NADEAU, Carolyn Amy. «Women of the Prologue: Writing the Female in don Quijote I». The Pennsylvania State University, 1994. DAI 55.09 (1995): 2856A. UMI, 1995, 9504260. Esta tesis examina el desarrollo de los personajes citados en el prólogo de la primera parte del Quijote —Lamia, Laida y Flora, las prostitutas de Guevara; Medea de Ovidio; Circe de Virgilio y Calipso de Homero— y la influencia que tienen en la caracterización, discurso y significancia temática de las mujeres mencionadas en el texto. Este análisis textual está basado en las ideas renacentistas de la teoría mimética. La conclusión a la que llega la inestigadora es que la estrategia mimética de Cervantes da pie a una actitud de mayor libertad en el escritor y mayor libertad para los personajes femeninos, lo cual afecta la vida de los personajes masculinos cuya profundidad es a veces menospreciada al fijarse solo en las mujeres. 11. PAIEWONSKI-CONDE, Edgar. «Deseo y dialéctica en el Quijote de 1605». New York University, 1982. DAI 43.11 (1983): 3617-18A. En esta tesis se analizan las ideas de Américo Castro expresadas en El pensamiento de Cervantes sobre el concepto cervantista de la realidad frente a las teorías renacentistas sobre el amor y el deseo. Tres discursos claves sirven para fusionar la teoría aristotélica del movimiento con la doctrina neoplatónica del deseo universal. Todo este marco teórico se aplica al análisis del movimiento central de la novela. 12. P RESBERG , Charles David. «Adventures in Paradox: A Study of Paradoxy in Cervantes’ Don Quixote». Harvard University, 1994. DAI 55.03 (1994): 588A. UMI, 1994, 9421974. Esta tesis considera a don Quijote como la mayor innovación en la tradición poética y retórica de la paradoja en el Renacimiento. La conclusión a la que llega el investigador es que el sistema de paradoja utilizado por Cervantes es una «retórica comprometida» y paródica que celebra y por tanto invita a reflexiones morales sobre el papel del discurso humano en la creación o cancelación de los conocimientos, la cultura y el individuo. 13. QUIÑONES-ROMÁN, David L. «Ventas cervantinas: la técnica dramática y el engaño de los sentidos». University of Massachussetts, 1988. DAI 49.12 (1989): 3745A. UMI, 1989, 8906324. Este estudio examina las ventas como escenarios donde Cervantes desarrolla su técnica dramática y el tema del engaño de los sentidos. Se analizan las similaridades y diferencias de los prólogos de las dos partes de El Quijote y el «Retablo de Maese Pedro» en donde aparece la preocupación del autor por el significado de la vida y por el engaño como artificio literario. cervantistas 1 4/8/01 280 19:33 Página 280 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [44] 14. RODRÍGUEZ, Alberto Jesús. «Pensar y hablar: un estudio del monólogo y el diálogo en el Quijote». Brown University, 1987. DAI 48.04 (1987): 935A. UMI, 1987, 8715553. Esta tesis analiza «el subdiálogo»: las técnicas con las que los interlocutores se manipulan entre sí. Ese subdiálogo es presentado a través de un personaje inteligente que piensa y habla con admirable dinamismo creativo. Se estudian los monólogos de don Quijote, los varios tipos de subdiálogos y las pausas significativas que aparecen en los diálogos. 15. ROSENHAGEN, Theresa Marie. «Reading and Reality Construction in don Quijote». Purdue University, 1999. * No ha sido posible conseguir el texto ni un extracto. 16. SCHMIDT, Rachel Lynn. «Visions of don Quijote: The Pictorial Canonization of the Text through Illustrated Editions (1657-1863)». Princeton University, 1992. DAI 53.06 (1992): 1939A. UMI, 1992, 9230252. En esta tesis se afirma que el don Quijote de Cervantes es una de las obras que más se ha publicado y con mayor frecuencia ha sido ilustrada. Así pues, se examinan estas ilustraciones (desde 1657 hasta 1863) yuxtaponiéndolas a la crítica contemporánea para iluminar las tradiciones literarias y pictóricas que representan, interpretan y establecen el canon del texto. La investigadora concluye diciendo que las ilustraciones revelan dos tradiciones interpretativas coexistentes: una lectura paródica y otra que eleva la lectura a un nivel clásico y sentimental. 17. SIRIAS, Silvio Vital. «The quest for Meaning in don Quijote de la Mancha». The University of Arizona, 1993. DAI 54.10 (1994): 3769A. UMI, 1994, 9408384. Según esta tesis, la importancia del acto de leer es una de las preocupaciones de Cervantes. En un marco crítico basado en las teorías del «lector-céntrico» y del «esquema», el autor analiza cómo Cervantes incluye personajes que conocen la caballería andante y cómo eso afecta nuestra propia búsqueda de significado, pues al leer la obra observamos que los personajes, al igual que nosotros, se esfuerzan por encontrar significado en los encuentros con don Quijote y en el mundo literario que él representa. 18. Z ANZANA , El Habib K. H. «don Quijote and the Construction of Dulcinea». Indiana University, 1997. DAI 58.03 (1997): 902A. UMI, 1997, 9727987. Esta tesis examina el papel y la representación de Dulcinea en la estructura de El Quijote, situándola dentro de las convenciones estéticas del período y explorando los métodos innovadores utilizados por Cervantes para crear, desarrollar e integrar a Dulcinea en el entramado narrativo. El punto de partida teórico es el concepto de «dulcineismo» de Arthur Efron, llegando a una lectura deconstruccionista y a un análisis literario feminista del texto. B. Tesis sobre Las novelas ejemplares y otras obras narrativas 1. G ARCÉS , María Antonia. «The Phantom of Desire: A Cervantine Erotics». The John Hopkins University, 1994. DAI 55.06 (1994): 1552A. UMI, 1994, 9429510. Esta investigación analiza la historia del capitán cautivo intercalada en El Quijote, El coloquio de los perros y El licenciado Vidriera, combinando el sicoanálisis freudiano y lacaniano con las teorías feministas francesas (especialmente las de Julia Kristeva) desde una perspectiva histórico-sociológica. Concluye aseverando que la petrificación gradual de Zoraida representa una proyección de la erección fetichista que protege al individuo cervantistas 1 4/8/01 [45] 19:33 Página 281 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 281 de la amenaza de castración; que en El coloquio de los perros hay una relación simbólica de madre-hijo; y que la averración de Vidriera de que es de cristal representa la desintegración del sujeto y la concomitante fragmentación del discurso narrativo. 2. KARTCHNER, Eric J. «Metafiction and Romance: A Study of Cervantes’ Novelas ejemplares. Indiana University, 1998. DAI 59.09 (1998): 3483A. UMI, 1999, 9907256. Con la aparición de nuevos métodos de crítica literaria en el siglo XX, las cualidades netaficcionales de las novelas ejemplares llamadas «realistas» despertaron mayor interés; pero se arguye que las narraciones «idealistas» también manifiestan un alto grado de metaficción. Después de una revisión de la crítica existente, el investigador demuestra la «metaficcionalidad» de las novelas idealistas, poniendo énfasis en Las dos doncellas, La ilustre fregona, La señora Cornelia y La fuerza de la sangre. 3. KELLAR, Paula-Ann. «From La Galatea through the ‘Quijotes’: The Historicization of the Pastoral in Cervantes». University of Pittsburgh, 1999. DAI 60.04 (1999): 1155A. UMI, 1999, 9927996. * No ha sido posible conseguir el texto ni un extracto. 4. LOZANO-RENIEBLAS, Isabel. «Nuevas perspectivas críticas sobre Los trabajos de Persiles y Segismunda». City University of New York, 1995. DAI 56.10 (1996): 3989A. UMI, 1996, 9605625. * No ha sido posible conseguir el texto ni un extracto. 5. LUKENS, Carolyn Sue. «Cervantes and Rhetoric: The Art of Speeches in Los trabajos de Persiles y Segismunda». The University of North Carolina at Chapel Hill, 1997. DAI 58.12 (1998): 4678A. UMI, 1998, 9818376. Esta tesis es una interpretación del Persiles como una nueva clase de romance caballeresco porque no glorifica la guerra, sino la oratoria. Se afirma que Cervantes purifica el género cambiando su modus-operandi, de modo que la cohersión por medio de la violencia se transforma en una cohersión por medio de la oratoria. La posición cervantina de que el bien del hombre, tanto espiritual como material y la manera cómo se dirige hacia él es un ejemplo textual del humanismo renacentista. 6. PÉREZ VELASCO, Alicia. «El diálogo verso-prosa en La Galatea de Cervantes». State University of New York at Stony Brook, 1989. DAI 50.11 (1990): 3614A. UMI, 1990, 9011429. El propósito de esta tesis es el estudio de La Galatea de Cervantes para mostrar cómo la poesía y la prosa interactúan entre sí. La investigación da respuesta a las siguientes preguntas: ¿de qué manera la poesía y la prosa están unidas?, cuándo los pastores y las pastoras prorrumpen en cantos?, por qué cantan?, cuál es la diferencia entre lo que dicen al cantar y lo que dicen al hablar?, cómo reciben los personajes de la historia la poesía y las canciones que escuchan?, por qué muchas de las historias y de los cantos están incompletos?, qué poemas se terminan? y en qué circunstancias los poemas son interrumpidos por la prosa? 7. RODRÍGUEZ, Willow Liza. «Amor ideal y realidad humana: la mujer en la novela pastoril española». University of California, Santa Cruz, 1998. DAI 59.08 (1999): 2964A. UMI, 1999, 9904975. Esta tesis es una lectura contemporánea de la representación femenina en la novela pastoril del Siglo de Oro. Los textos escogidos son la Arcadia de Sannazaro, La Diana de Montemayor, La Diana enamorada de Gil Polo, La Galatea de Cervantes y los episodios pastoriles de El Quijote. El marco crítico está basado en Empson, Burke y Alpers, y permite establecer las características del género en el cual emerge la subjetividad femenina y del cual es Cervantes el pionero y reformador. cervantistas 1 4/8/01 282 19:33 Página 282 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [46] 8. SÁNCHEZ, Francisco José. «El discurso dramático de las Novelas ejemplares de Cervantes». University of Minnesota, 1990. DAI 51.12 (1991): 4142A. UMI, 1991, 9112725. En esta tesis se asevera que el fenómeno que mejor define la situación de finales del siglo XVI es la emergencia de un receptor «masivo» de las obras de arte y que el teatro, por lo tanto, se convierte en el medio predominante de persuasión. Se propone la tesis de que las Novelas ejemplares son un experimento narrativo en el que el discurso dramático se incorpora como uno de los dialectos del texto. El lector adopta una doble posición: la de lector y la de miembro del público. 9. SCHAM, Michael Stephen. «Cervantes and the Humorist Vision: The Picaresque and Play in Four Novelas ejemplares». Princeton University, 1997. DAI 58.03 (1997): 901A. UMI, 1997, 9727041. En esta tesis se busca aclarar la relación de Cervantes con la tradición picaresca al mismo tiempo que contribuir a entender ese género dentro del desarrollo de la prosa de ficción en los siglos XVI y XVII en España. Después de analizar las obras picarescas del tiempo de Cervantes, se estudian cuatro novelas ejemplares para presentar la tendencia picaresca que en cada una de ellas aparece. 10. STONE, Robert Sidney. «Picaresque Continuities: Transformations of Genre». The University of Texas at Austin, 1997. DAI 58.07 (1998): 2641A. UMI, 1998, 9803037. * No ha sido posible conseguir el texto o un extracto. 11. VINEL, Catherine Davis. «Double Discourse in Cervantes’ Novelas ejemplares». University of South Carolina, 1994. DAI 56.01 (1995): 186A. UMI, 1995, 9517316. Este estudio analiza las Novelas ejemplares como un todo único, tal como lo aconseja Cervantes en el prólogo, para descubrir las ideologías antitéticas, las técnicas y razones para utilizar diferentes voces narrativas y, lo que es un reto mayor, conciliar a «los dos Cervantes»—el patriota leal y católico ortodoxo, y el iconoclasta. 12. WILSON, Lee Ford. «A Narratological Study of Cervantes’ Novelas ejemplares». University of California, Riverside, 1997. DAI 58.05 (1997): 1741A. UMI, 1997, 9732640. Utilizando las teorías del francés Gerard Genette, esta tesis señala ciertos aspectos anómalos generales en la técnica narrativa de Cervantes. En el nivel temporal, el sumario, que es asociado con la brevedad, refleja en la escena un movimiento hacia la ampliación. La voz narrativa dominante en todas las novelas es la de un narrador extraheterodiegético, como entidad controladora que organiza todo. El concepto de focalización es tan confuso que es difícil determinar el punto de focalización de las novelas. 13. ZETROUER, Karen V. Hall. «Cervantes’ Women: Toward the Modern Female Character». University of Florida, 1994. DAI 56.11 (1996): 4419A. UMI, 1996, 9606743. Esta tesis estudia el contexto histórico en que fueron concebidas las Novelas ejemplares para probar que ese contexto hizo posible determinar el desarrollo de los personajes femeninos y que solo en ese contexto se aprecia que el tratamiento que Cervantes hizo de las mujeres puede ser visto no como misógino sino como una respuesta a favor de la mujer, en contra del sistema dominante en un período volátil y conflictivo. cervantistas 1 4/8/01 [47] 19:33 Página 283 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 283 C. Tesis sobre el teatro cervantino 1. CHILERS, William P. «Angeles de Carne: Cervantes’ Persiles y Segismunda and the Invention of a Humanist Aesthetic». Columbia University, 1997. DAI 58.03 (1997): 897A. UMI, 1997, 9728173. En esta tesis se enfatiza la libertad temática y mimética del Persiles, lo cual indica la mayor complejidad de esta obra en comparación a los discursos literarios o religiosos de la época. Arguye que es inaceptable la interpretación de la obra como un simple peregrinaje y propone una interpretación contextual socio-cultural como un proceso en el que los miembros de una comunidad descubren una solidaridad más profunda que la que les asignan sus papeles respectivos. 2. HAWK Marks, Morley Jennifer. «La casa de los celos y las selvas de Ardenia by Miguel de Cervantes». Temple University, 1981. DAI 42.12 (1981): 5140A. UMI, 1982, 8210501. En esta tesis se examina la crítica existente sobre La casa de los celos y las selvas de Ardenia y sobre las fuentes del teatro cervantino, la estructura de la obra que se estudia, la caracterización de los personajes y los temas literarios comunes a La casa de los celos y a El Quijote. La segunda parte de la tesis es una versión moderna de la obra, seguida de notas culturales y textuales. 3. LAVASTIDA, Sara M. «Elementos sobrenaturales en las diez comedias de Cervantes». The Louisiana State University and Agricultural and Mechanical College, 1995. DAI 56.05 (1995): 1764-65A. UMI, 1995, 9530487. En esta tesis se analizan los elementos sobrenaturales en las comedias de Cervantes: la magia, la brujería, el sino, el destino, la fortuna, los agüeros, el libre albedrío y la providencia. También se hace referencia a los críticos cuyas opiniones discrepan porque unos consideran que Cervantes usó estas palabras como recursos retóricos, mientras que otros piensan que en el sistema cervantino se admite el hado, pero no la fortuna o el azar. 4. ODDI, Víctor L. «The Interplay of Reality and Illusion in the Infrastructure of the Cervantine ‘Entremeses’». The Pennsylvania State University, 1990. DAI 51.09 (1991): 3097A. UMI, 1991, 9104941. Después de investigar el probable origen del entremés como género y su evolución, se identifican sus elementos para poder comparar el «microdrama» (el entremés) con el «macrodrama» (la comedia de Lope). Se analizan ocho entremeses de Cervantes para lograr los siguientes objetivos: revelar y definir la infraestructura de cada uno; mostrar la naturaleza y las funciones de cada elemento; identificar y descubrir el juego de la realidad y la ilusión; y explicar la fuente del humor resultante de ese conflictivo juego de elementos. 5. PEEK, Pamela Adrienne. «The Trade of Algiers: A Translation of Cervantes’ El trato de Argel». University of South Carolina, 1994. DAI 55.11 (1995): 3503A. UMI, 1995, 9508162. Esta tesis tiene dos objetivos: traducir la obra al inglés para hacerla más accesible para el público; y analizarla, porque el investigador considera que es una obra de vital importancia ya que es el fundamento sobre el que se asientan los temas que más aparecen en sus obras y a partir de la cual desarrolla sus técnicas literarias. Así pues esta tesis permite examinar los temas, la perspectiva y el lenguaje, todo lo cual muestra la trayectoria cervantina hacia un desarrollo estilístico y de contenido de niveles múltiples que culmina con los aciertos de El Quijote. 6. PÉREZ DE LEÓN, Vicente. «Mood, Reform and Counter-Utopia in the Entremeses of Cervantes». Indiana University, 1998. DAI 59.05 (1998): 1599A. UMI, 1998, 9834615. cervantistas 1 4/8/01 284 19:33 Página 284 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [48] El propósito de esta tesis es demostrar que los entremeses de Cervantes fueron escritos como respuesta reformadora a las representaciones dramáticas españolas de principios del siglo XVII, valiéndose del humor y del concepto de «contra-utopía» o sea el rechazo de la visión utópica de esa época. El análisis concluye que los entremeses de Cervantes son obras dramáticas resultantes del juego de factores históricos, ideológicos y artísticos. 7. REED, Cory Arthur. «Cervantes’ Drama of Regeneration and the Popular Tradition in the ‘Entremeses’». Princeton University, 1989. DAI 50.06 (1989): 1677A. UMI, 1989, 8920436. En esta tesis se postula la idea de que los entremeses de Cervantes pueden ser considerados como obras que se adelantaron a su época—ejemplos tempraneros de lo que Mikhail Bakhtin llama «dramas novelados» que son la norma del drama moderno. Se estudian los entremeses como formas dramáticas que muestran características tanto de cultura de letrados como de tradición popular, así como un trabajo altamente complejo de innovación satírica, todo lo cual requiere una íntima relación pensante del público y del lector. D. Tesis sobre Cervantes y las literaturas hispánicas En nuestra investigación bibliográfica de 1978 lamentábamos el que no hubiéramos encontrado ninguna tesis doctoral que analizase la obra cervantina frente a la de autores hispanoamericanos. Para satisfacción de todos, esta vez podemos catalogar esa clase de estudios, lo cual nos obliga a dividir este aparte en dos secciones: 1) Cervantes y la literatura española peninsular; y 2) Cervantes y la literatura hispanoamericana. 1. Cervantes y la literatura española peninsular a. BEATTY, Barbara Ann. «Light and Sound as Symbols in Three Spanish Golden Age Poems and in Diálogos de Amor». The University of NebraskaLincoln, 1985. DAI 47.02 (1986): 543A. La autora afirma que «Canción de Grisóstomo» (Cervantes), «Oda III» (Fray Luis de León) y «Amante agradecido a las lisonjas mentirosas de un sueño» (Quevedo), como también Diálogos de Amor (León Hebreo) se prestan a un estudio simbólico-comparativo. Haciendo uso de analogías geométricas la investigadora explica que un círculo perfecto representa a los Diálogos y dos líneas paralelas indican la relación entre Marcela y Grisóstomo en la «Canción», las mismas que en la «Oda» suben y se unen en una armónica estructura arquitectónica. En cambio en el soneto, solo hay un acercamiento porque la vida es realmente muerte. b. CASTILLO, David Rodríguez. «An Oblique Gaze in Spanish Golden Age Representation: Picaresque Narratives, Comedias, and Cervantes’ Theater». University of Minnesota, 1996. DAI 57.09 (1997): 3961A. UMI, 1997, 9706192. El propósito de esta tesis es ofrecer una guía para entender las rupturas discursivas y las tendencias dialógicas de la representación teatral en el Siglo de Oro en el contexto de la formación del impulso imperial y la Contrareforma en España. Se analiza El Lazarillo de Tormes, La Pícara Justina, el teatro de Cervantes, la obra de Mateo Alemán y las comedias de Lope de Vega. c. DOUGHERTY, Deborah Ann. «The Heroic Denial of Death in Selected Dramas of the Spanish Golden Age». Michigan State University, 1993. DAI 55.02 (1994): 289A. UMI, 1994, 9417988. cervantistas 1 4/8/01 [49] 19:33 Página 285 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 285 En esta tesis se analiza el miedo humano de que la muerte represente el aniquilamiento total y la necesidad inherente de trascender ese miedo por medio de una simbólica inmortalidad alcanzada por un acto heroico. La investigadora afirma que ese heroísmo está presente en los protagonistas de El dueño de las estrellas (Ruiz de Alarcón), de El príncipe constante (Calderón de la Barca), de El condenado por desconfiado (Tirso de Molina) y en el protagonista colectivo de Numancia de Miguel de Cervantes. d. DOTRAS, Ana María. «The Spanish Metafictional Novel: Cervantes, Galdós, Unamuno, and Torrente Ballester».DAI 52.02: 208A. UMI, No.1342285. En esta tesis se concluye que la metaficción puede ser considerada como una respuesta al «misterio» de la creación literaria y, por consiguiente a la interacción entre realidad y ficción, vida y arte. Para llegar a esta conclusión se analizan don Quijote de la Mancha, El amigo Manso, Niebla y algunos fragmentos de Apocalipsis y La Isla de los Jacintos Cortados. e. GATTI, Alberta. «The Play of Voices in Satire of the Spanish Golden Age». Boston University, 1998. DAI 59.02 (1998): 506A. UMI, 1998, 9824564. En esta tesis se empieza por definir el término «voces satíricas» para luego demostrar cómo funcionan e interactúan en dos subcategorías de sátira primaria—formal y menipea—al tenor de las teorías de Bakhtin, Robinson, Palmieri y Relihan. Se aplican estas teorías al estudio de esas voces satíricas en las obras de Cervantes, de Alfonso de Valdés, Cristóbal de Villalón, Luis Vélez de Guevara y Francisco Santos. f. HERNÁNDEZ, Rosilie. «Male Identity, a Woman’s Place, and the Formation of Sympolic Community in Spanish Renaissance Pastoralism». University of California, Irvine, 1998. DAI 58.10 (1998): 3941A. UMI, 1998, 9812988. * No ha sido posible conseguir el texto ni un extracto. g. MAISCH, William Conrad. «Narrative Experimentation in the FifteenthCentury Sentimental Novels». The University of North Carolina at Chapel Hill, 1995. DAI 56.10 (1995): 3990A. UMI, 1996, 9605147. * No ha sido posible conseguir el texto ni un extracto. h. MINANA, Rogelio. «Verisimilitude in the Spanish Golden Age: Cervantes and the Short Novel». The Pennsylvania State University, 1999. * No ha sido posible conseguir el texto ni un extracto. i. OCHOA-PENROZ, Marcela. «Rewritings of Quijote: The Novel and its Hypertexts». The University of Iowa, 1995. DAI 56.06 (1995): 2259A. UMI, 1995, 9536235. Esta tesis analiza las obras que imitaron o continuaron (hipertextos) El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes tanto en España como en Hispanoamérica. Se estudian las Nuevas andanzas del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Alonso Fernández de Avellaneda, Capítulos que se le olvidaron a Cervantes del ecuatoriano Juan Montalvo, Vida de don Quijote y Sancho de Miguel de Unamuno y finalmente algunas obras de teatro de Francisco de Avila, Guillén de Castro, Gaston Baty y Dale Wasserman. j. SALGADO, Linda Ann Friedman. City University of New York, 1981. DAI 42.03 (1981): 1175A. UMI, 1981, 8119674. Esta tesis estudia las imitaciones de El Quijote y otras fuentes para examinar las ideas y costumbres del siglo XVIII. Se dividen las imitaciones en dos grupos: las obras que con- cervantistas 1 4/8/01 286 19:33 Página 286 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [50] tinúan los personajes que Cervantes utilizó para su sátira;las otras contienen personajes creados por los autores para comentar los acontecimientos y problemas del siglo XVIII. k. WAGSCHAL, Steven. «Monsters Light as Air: Representations of Jealousy in Spanish Golden Age Literature». Columbia University, 1999. DAI 60.05 (1999): 1591A. UMI, 1999, 9930825. En esta tesis se investiga la increible variedad y a veces el paradógico enfoque de los celos en los textos de Miguel de Cervantes, Lope de Vega y Góngora. Afirma el autor que este tema se ha visto eclipsado en la crítica porque se han preocupado más por dilucidar el tema del honor. La obra de Cervantes utilizada para este estudio es El celoso extremeño, a la cual precede un análisis de la posición moral del autor ante el concepto de los celos, posición que se afirma tiene tonos de estereotipos judíos. 2. Cervantes y la literatura hispanoamericana a. GOOD, Carl. «Testimonies of Poetry in Hispanic Literature». University of California, Irvine, 1998. DAI 59.07 (1998): 2532A. UMI, 1998, 9842053. El propósito de estatesis es investigar el testimonio más como un acto poético que simplemente como un texto narrativo. El marco crítico lo extrae de los modelos de Friedrich Schlegel, asociando el tema testimonial a un texto poético. El primer capítulo se refiere a don Quijote, obra que es estudiada desde el enfoque de la poesía de Jorge Luis Borges, mientras que los capítulos restantes estudian obras de Silvia Molina, Xavier Villaurrutia y José Lezama Lima. b. HERRERA, Enrique. «De locos y locuras en don Quijote y Cien años de soledad. Florida State University, 1998. DAI 59.12 (1999): 4442A. UMI, 1999, 9914359. Esta tesis doctoral presenta un análisis literal y literario de la locura en don Quijote y en Cien años de soledad. Cervantes utilizó la locura desde el punto de vista médico y desde la perspectiva del humor. En el caso de García Márquez, la locura ha sido poco estudiada. Cervantes estuvo fuertemente influenciado por la obra de Huarte Examen de ingenios, mientras que las locuras de los Buendía presentan los mismos tres estadios de lucura de don Quijote. c. MADRID, Lelia Marina. «Cervantes y Borges: la inversión de los signos». Boston University, 1985. DAI 46.11 (1986): 3366A. Esta tesis es un análisis intertextual de varias obras cervantinas y de los cuentos, ensayos y antologías de Jorge Luis Borges, centrándose en ciertos principios sobre «escritura» inherentes en la obra de los dos autores. Se analiza por ejemplo la presencia de un discurso conciente de su especificidad, las técnicas narrativas que consideran el acto de leer como una forma de escritura, los papeles de traductor, editor y antólogo, y el proceso de enunciación. d. RAMÍREZ, Alvaro. «Cervantes and the New Spanish-American Narrative». University of Southern California, 1993. DAI 54.05 (1993): 1818A. En esta tesis se analizan los paralelos que existen entre El Quijote y la narrativa hispanoamericana de los últimos cincuenta años. El investigador defiende la idea de que, aunque muchos críticos mantienen que la narrativa hispanoamericana le debe mucho a la de Europa y Norteamérica, la experimentación de los novelistas hispanoamericanos es una continuación y una expansión de las innovaciones cervantinas. Entre otros se menciona El pozo de Onetti, los textos de Borges, las teorías de Carpentier y Pedro Páramo de Juan Rulfo. cervantistas 1 4/8/01 [51] 19:33 Página 287 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 287 E. Tesis sobre Cervantes y otras literaturas 1. A RBOLEDA , Carlos Arturo. «Teoría y formas del metateatro en la Commedia dell’ Arte, El Quijote y algunas obras dramáticas de Cervantes». Syracuse University, 1990. DAI 51.12 (1991): 4141A. UMI, 1991, 9111877. Esta tesis explora las ideas y técnicas dramáticas de Cervantes en sus comedias, entremeses y El Quijote tanto como proceso y como metateatro. Se examina la influencia de la Commedia dell’ Arte en las ideas cervantinas; se presenta las relaciones entre las obras de Cervantes y algunos «scenari» de la Commedia; y se analizan las técnicas de improvisación en la construcción y desarrollo de personajes. Finalmente se estudia la permanencia de las ideas dramáticas y metadramáticas de Cervantes hasta nuestros días como lo demuestra la dramaturgia de Brecht y Pirandello. 2. B AHOUS , Abbes. «The Novel and Moorish Culture: Cide Hamete ‘Author’ of Don Quixote». The University of Essex, 1990. DAI 52.11 (1992): 3915A. En esta tesis se analiza don Quijote como lo que dice ser: la traducción de la obra del historiador Cide Hamete. Se hace hincapié en dos aspectos insospechados que han permanecido desconocidos en la narrativa cervantina: el grado en que la cultura morisca contribuyó en el nacimiento de la «primera novela moderna», y la naturaleza de los antecedentes historiográficos de la obra. Se menciona el conocimiento que Cervantes tenía de la cultura morisca; el que la ciudad de Toledo fuera un centro importante de traducción; y la existencia en Europa de textos árabes. Se asevera que el romance Cifar revela sorprendentes similaridades con El Quijote y finalmente se hace referencia a las implicaciones que la obra tiene para los estudios de teoría literaria y teoría de la traducción, así como el que la primera novela europea sea una «traducción» del árabe. 3. CAPLAN, Alison Jane. «Montalvo, Martorell, Cervantes and the Structure of Romance in Renaissance Spain». University of California, Santa Barbara, 1997. DAI 58.07 (1997): 2643A. UMI, 1998, 9800438. * No ha sido posible conseguir el texto ni un extracto. 4. ELLIS, Jeanne Louise Barnes. «The Saved and the Damned: Cervantes, the Libros de Caballerías, and the Novel». Cornell University, 1984. DAI 45.08 (1985): 2542A. Este estudio evalúa el valor inherente y el papel que los Libros de caballerías han tenido en el desarrollo de la novela. La autora utiliza el capítulo 6, parte I de El Quijote, obra que epitomiza y representa la ficción caballerezca para analizar y comparar las obras salvadas por Cervantes con las otras que tuvieron menos fortuna. Este análisis propone la razón por la que fueron salvadas o eliminadas y establece una relación con las ideas de Cervantes sobre la evaluación de la literatura caballerezca. El análisis también demuestra que el Amadís presenta un orden providencial, el Tirant un marco humano, y el Palmerín de Inglaterra un esquema literario, de modo que estas obras son vitales para entender el origen y la esencia de la novela. 5. FRISCH, Andrea Marie. «Novel Histories: The Eyewitness and the Early Modern Novel». University of California, Berkeley, 1996. DAI 58.02 (1996): 446A. UMI, 1997, 9722978. * No ha sido posible conseguir el texto ni un extracto. 6. GRAZIANI, David Robert. «The Heroic and the Carnivalesque in don Quijote de la Mancha and Le Roman Comique». The University of Utah, 1995. DAI 56.08 (1996): 3114A. UMI, 1995, 9542315. cervantistas 1 4/8/01 288 19:33 Página 288 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [52] Este estudio yuxtapone los personajes y los motivos carnavalescos en don Quijote y en Le Roman Comique pues, según el investigador, Cervantes y Scarron se refieren irónica y despectivamente a los héroes míticos, las actitudes heroicas y los ritos y armas de la caballería. También emplean imágenes corpóreas y el lenguaje vernáculo asociados con el carnaval para parodiar personajes y motivos vulgares. Se concluye que lo carnavalesco puede aparecer como un lenguaje en derecho propio y como un enfoque lingüístico versátil y no exclusivo que se burla de lo elevado y lo bajo. 7. HAMPTON, Timothy. «Writing from History: The Rhetoric of Exemplarity in Tasso, Montaigne and Cervantes». Princeton University, 1987. DAI 47.11 (1987): 4080A. Esta investigación rastrea el desarrollo del gesto «applicatio», valiéndose de las figuras ejemplares de la antigüedad como modelos de comportamiento para los lectores del Renacimiento. Se examinan los antiguos modelos presentados en la «literatura de consejo» de principios del siglo XVI, ubicando el problema lector-respuesta como una invitación acorde con la hermenéutica renacentista. En cuanto a El Quijote, el investigador asevera que la locura imitativa que domina el texto de la obra es en sí misma síntoma de la ausencia de modelos socialmente aceptables en la cultura renacentista postrimera. La condenación que hace Cervantes de la sociedad española del siglo XVII incluye a una serie de modelos de virtud que no están al alcance ni del lector ni del caballero. 8. HUFFMAN, Serena-Roybal. «A Victorian Don Quixote: Cervantes in England». University of New Mexico, 1999. DAI 60.04 (1999): 1145A. UMI, 1999, 9926841. En esta tesis se examina la presencia de don Quijote en la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX manifestada en las traducciones, ilustraciones, pinturas, obras de teatro y en la literatura. Se analiza cómo los pensadores, ilustradores, pintores y traductores dieciochescos implantaron una valoración radical de la novela cervantina, quedándoles así a los victorianos el reto de transmitir la actitud diametralmente diferente que tenían hacia el quijotismo. Cuatro apéndices ofrecen fragmentos de traducciones, una lista de todas las ediciones ilustradas de El Quijote desde 1700 hasta 1900 y una breve sinopsis de las presentaciones teatrales durante el siglo XIX. 9. HOLL, Bruce Thomas. «Don Quixote and the Russian Novel: A Comparative Analysis». The University of Wisconsin-Madison, 1992. DAI 54.02 (1993): 548A. UMI, 1993, 9304159. Esta tesis examina la influencia que la figura de don Quijote y las obras de Cervantes han tenido en autores como Pushkin, Gogol, Turgenev, Dostoyevsky, Sologub y Platonov, quienes representan hitos en el desarrollo de la novela rusa y demuestran cómo el uso cambiante del concepto de don Quijote va paralelo a la manera en que la misma novela rusa ha evolucionado. Se afirma que Cervantes influyó no solo en las ideas generales, sino en la concepción y el desarrollo de personajes como Evgnii Onegin, Tatiana, el Capitán Kopeikin, Rudin, el Príncipe Myshkin, etc. que tienen rasgos de los personajes cervantinos. También muchos episodios de las novelas rusas son tomados de Cervantes. 10. HOLMES, Brian Kent. «Quixotic Autonomy: Social Self-Consciousness in the Novels of Flaubert and Cervantes». University of California, Berkeley, 1997. DAI 58.02 (1997): 473A. UMI, 1997, 9723024. Esta tesis estudia el ideal flaubertiano de autonomía que denuncia la ansiedad del individuo por liberarse del determinismo histórico y sicológico. Esa ambigüedad está presente por primera vez en Cervantes al mismo tiempo que Descartes formulaba su filosofía del sujeto auto-reflexivo, que llevará por fin al escritor burgués a definir al autor como juez soberano de un reino estético independiente. La «auto-conciencia social» cervantistas 1 4/8/01 [53] 19:33 Página 289 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 289 reaparece en la novela de Flaubert Bouvard et Pecuchet en la cual el autor invita a una experiencia quijotesca que restablezca la norma de autonomía individual. 11. HOOPLE, Sally C. «Tabitha Tenney: Female Quixotism». Fordham University, 1984. DAI 46.01 (1985): 152A. En esta tesis se investiga la obra de Tenney, Female Quixotism (de 1801) para descubrir el propósito de la autora, valiéndose del análisis del ambiente en el que ella la escribió y las obras que influyeron en su estilo o en los modelos temáticos como don Quijote, The Female Quixote de Lennox y Roderick Random de Smollett. En cuanto al ambiente, se establece que la atmósfera de patriotismo y la genofobia reinante en Nueva Inglaterra a finales del siglo XVIII explican el prejuicio de Tenney contra los extranjeros, particularmente los irlandeses. 12. MCMURRAY, Joan Farabow. «John Fletcher and his Sources in Cervantes» The University of Rochester, 1987. DAI 48.06 (1987): 1460-61A. Se analizan las ocho piezas de Fletcher que según la crítica canónica tienen su fuente en Cervantes: Love’ Pilgrimage en «Las dos doncellas»; The Chances en La señora Cornelia»; Rule a Wife and Have a Wife en «El casamiento engañoso»; The Custom of the Country en Los trabajos de Persiles y Segismunda; The Cozcomb en «El curioso impertinente»; The Fair Maid of the Inn en «La ilustre fregona»; The Queen of Corinth en «La fuerza de la sangre»; Beggars’ Bush en «La gitanilla». La comparación muestra evidencia suficiente de que Fletcher y sus colaboradores siguieron la trama y los personajes de las obras de Cervantes en Love’ s Pilgrimage, The Chances, Rule a Wife and Have a Wife y The Custom of the Country. Las otras cuatro sí se basan en las obras de Cervantes, pero son adaptaciones altamente creativas. 13. MESSICK, Judith Hassan. «Reading as if for Life: The Female Quixote». University of California, Santa Barbara, 1982. DAI 44.01 (1983): 166-67A. Se analiza la figura de la Quijote femenina desde su origen en el siglo XVIII, a través de su desplazamiento hacia las novelas inglesas y europeas en el siglo XIX, hasta su reaparición contemporánea en las obras feministas de ficción. Por tradición, la Quijote es subversiva y, escapando de los papeles tradicionales que la sociedad le ha asignado, busca una identidad de poder y libertad como las heroínas de The Female Quixote o de Fear of Flying. En estas conjunciones de sicologías masculina y femenina, las novelas muestran líneas antitéticas de repuesta quijotesca. Por eso concluye la autora que las heroínas ya no se contentan con «reading as if for life», sino que también escriben acerca de sus prisiones, mientras recurren a la escritura para escapar y re-crearse. 14. NEDDERMAN, Stefania E. «The Eye of the Mind: The Transforming Will in Castiglione and Cervantes». University of Oregon, 1993. DAI 54.09 (1994): 3459A. UMI, 1994, 9405207. Esta tesis examina la obra de Cervantes a la luz de Catiglione para revelar la precupación común de los dos autores por su actitud antitética expresada en la sátira y la utopía. Al yuxtaponer lo real y lo ideal, estos dos autores realizan el proceso dialéctico de estructura y de comunidad, así como la posibilidad de armonizar los dos elementos. La investigadora indica que al rechazar la norma prevaleciente en su entorno, Cervantes y Castiglione abrazaron la idea de que lo real es una interpretación incesante, un proceso similar a la ficción. 15. NEWMAN, Michael Thomas. «Variations on a Theme: Don Quixote in Eighteenth-Century English Literature». Georgia State University, 1996. DAI 57.02 (1996): 696A. UMI, 1996, 9619246. El autor de esta tesis afirma que el creador del «ingenioso caballero de la Mancha, el noble idealista» fue en realidad la creación de Henry Fielding, pues separó y escogió esos elementos del personaje de Cervantes para adornar su propio héroe, Parson Abraham Adams. Puesto que la obra de Fielding fue muy popular, preparó el camino para otros cervantistas 1 4/8/01 290 19:33 Página 290 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [54] escritores como Tobías Smollett, Charlotte Lennox y Tabitha Gilman Tenney, especialmente para las escritoras femeninas que encontraron en este género no un escapismo inocuo, sino una actitud peligrosa de negación destructiva. 16. PARLEJ, Piotr Zdzistaw. «Adultery in the Novel: A Theory of the Mimetic Mode». State University of New York at Buffalo, 1992. DAI 53.09 (1992): 3204A. UMI, 1993, 9301891. * No ha sido posible conseguir el texto ni un extracto. 17. REED, Laura Marie. «Interrupted Feasts: Confrontations with the Uncanny in Medieval and Renaissance Texts». Yale University, 1996. DAI 57.06 (1996): 2495A. UMI, 1996, 9632462. * No ha sido posible conseguir el texto ni un extracto. 18. SOLTYS, George. «don Quijote en la obra de Dostoyevski». Middlebury College, 1983. DAI 44.41 (1984): 3395A. Esta tesis analiza la indiscutible similaridad entre las tradiciones intelectuales y literarias de España y de Rusia, debida a los eventos culturales que tuvieron lugar en la España del siglo XVI y en Rusia durante el siglo XIX. Cervantes y Dostoyevski comparten la misma visión religiosa, ética y existencial, por lo que las novelas del autor ruso encierran una interpretación filosófica profunda de las ideas presentadas por Cervantes en don Quijote. A pesar de las obvias diferencias, hay en las técnicas de los dos autores elementos similares como el recurso de la confesión, la polifonía novelística y el deseo de transformar la realidad en una idealizada forma de existencia. 19. SPRINKLE, Julie Anne. «A Reader’s Tale: Elements of Cervantes’ Modern Novel in Gottfried Von Strassbur’s Tristan». Georgetown University, 1991. DAI 52.11 (1992): 3921A. UMI, 1992, 9210195. Aunque sean abundantes los estudios comparativos y textuales del Tristán de Von Strassburg, ningún analista menciona el papel literario del lector, cuya participación permite la síntesis de los elementos intertextuales y extratextuales para poder comprender la totalidad de la obra. Una lectura neo-aristotélica y precisa demuestra cómo el autor utiliza el mito de Tristán para explorar la confusión entre realidad y fantasía, creando así el retrato de un lector ávido pero confundido que busca refugio en el mundo de la ficción presente en su propia mente. Se hace referencia también a las sorprendentes similaridades entre el Tristán de Gottfried y el don Quijote de Cervantes, el cual lo inspira e ilumina sirviéndole más de musa que de objeto de comparación. F. Tesis sobre temas cervantinos 1. ANDERSON, Ellen Marie. «Role-Playing and Role-Change as Means of Self-Discovery in Selected Works of Cervantes». University of Toronto, 1986. DAI 47.12 (1987): 4403A. En esta tesis se analiza la evolución en la utilización del recurso de «jugar el papel» (pretender seer lo que no se es) y el de «Cambio de papel» (tratar de llegar a ser lo que no se es), para desarrollar, transformar y lograr la auto-realización de los personajes. Las obras estudiadas son La Galatea, las comedias de Argel, El rufián dichoso, los diecisiete últimos capítulos de El Quijote y Pedro de Urdemalas. La conclusión es que el uso de estos recursos cambia después de 1605, pues desde entonces el cambio se completa con la inclusión de narradores «falibles» y por la mayor participación de los espectadores/lectores. cervantistas 1 4/8/01 [55] 19:33 Página 291 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 291 2. DISALVO, Angelo J. «Reflections of the Theological Tradition of St. Augustine in Cervantes». Florida State University, 1981. DAI 42.03 (1981): 1172A. UMI, 1981, 8118501. Se investigan algunos principios teológicos de San Agustín tomados de Civitas Dei, Las confesiones y La doctrina cristiana, los cuales se reflejan en las obras de Cervantes. Se examinan las ideas religiosas de Cervantes utilizando datos biográficos y sus obras, y se discute la manera en que el autor llegó a conocer la tradición agustiniana. Se analizan principios tales como la primacía de la fe sobre la razón que influye en Persiles, en Las novelas ejemplares, en algunas comedias del cautiverio y en El rufián dichoso; el dualismo cristiano que influye también en las obras ya mencionadas; la gracia, el libre albedrío y la idea del pecado original influyen de manera clara en El rufián dichoso; las virtudes teologales y cardinales así como la idea de los pecados capitales que influyen en El coloquio de los perros, El curioso impertinente y en muchos episodios de El Quijote. 3. FERNÁNDEZ, Enrique José. «The Trauma of Captivity in Cervantes’ Literature». Princeton University, 1998. DAI 59.08 (1998): 3013-14A. UMI, 1999, 9901783. En esta tesis se establece la relación que existe entre el discurso cervantino y el trauma del autor debido a su cautiverio en Argel (1575-1580), como lo prueba la recurrencia del tema de la cautividad. La manera como Cervantes utiliza este elemento evoluciona desde el realismo de El trato de Argel al fabuloso simbolismo del Persiles; desde sus fallidos esfuerzos en El cerco de Numancia, hasta su éxito en sus obras narrativas:La española inglesa, La ilustre fregona, La gitanilla y El celoso extremeño. 4. FRA-MOLINERO, Baltasar. «The Image of Blacks in 16th and 17th Century Spanish Literature». University??, Year?. DAI 51.10 (Year?): 3426A. UMI, Year?, 9107305. En esta tesis se afirma que ha habido poca investigación histórica sobre la población negra en la España de los siglos XVI y XVII, y sobre la presencia de los negros en la literatura. Se afirma que todos los autores del Siglo de Oro contribuyeron a crear un estereotipo del negro, el cual contenía referencias a su color como condición moral negativa, a su lenguaje como signo de inferioridad cultural y a su esclavitud como una parodia. El autor considera que la imagen del negro en la literatura española difiere de la de las otras literaturas europeas. Por lo tanto, Lope de Rueda, Cervantes, Lope de Vega y otros crearon personajes negros que corroborasen la idea de que los negros eran «anómalos». 5. GRAF, Eric Clifford. «Urgent Fury. Exemplary Dissent in Cervantes La Numancia: Towards an Ileological Etiology of Quixotic Desire». University of Virginia, 1997. DAI 58.03 (1997): 898A. UMI, 1997, 9724694. La Numancia y su soneto «Al túmulo del rey Felipe II en Sevilla» son analizados en términos autobiográficos para sugerir que la política peninsular y la filosofía religiosa católica radical de Cervantes son los cimientos indivisibles de su praxis literaria de evangelización. El drama es considerado como un «consejo al príncipe» que contiene fuertes relaciones intertextuales con los escritos de Erasmo. El soneto es como una continuación del paradigma moral establecido por Cervantes en su primer drama, de modo que se convierte en un emblema cósmico del humanismo cristiano secular. 6. PAGÁN RODRÍGUEZ, Flor María. «Cervantes: Two Suicides, Heroic and Pastoral, and a ‘Canción Desesperada’». University, 1999. DAI 60.08 (1999): 2953A. UMI, 1999, 9940925. Esta tesis examina dos suicidios—uno heroico y otro pastoril—en La Numancia y en el episodio de Grisóstomo y Marcela de El Quijote. Después de una introducción teórica sobre el conflicto moral, se analiza el suicidio colectivo de los numantinos como un sentimiento póstumo contra los supervivientes, y la relación entre amor y muerte de Gri- cervantistas 1 4/8/01 292 19:33 Página 292 Jorge H. Valdivieso y L. Teresa Valdivieso [56] sóstomo y Marcela en la que el suicidio del joven logra perpetuar su amor en la eternidad. 7. WYSZYNSKI, Matthew Alan. «Cervantes, don Quijote and the Idea of Frienship». The University of Michigan, 1996. DAI 57.03 (1996): 1165A. UMI, 1996, 9624765. * No ha sido posible conseguir el texto ni un extracto. G. Tesis sobre Cervantes y otros campos del saber 1. ALVAREZ, Marisa C. «Ut Pictura Poesis: hacia una investigación de Cervantes, don Quijote y los emblemas». Georgetown University, 1988. DAI 50.04 (1989): 960A. UMI, 1989, 8913256. Teniendo como base el concepto renacentista de la relación entre la idea y la imagen, esta tesis propone establecer una conección entre el género emblemático y la novela de Cervantes, don Quijote. Citando a Aristóteles y Horacio como punto de partida, establece la relación de la literatura con las artes visuales y menciona a Andrea Alciati quien publicó el primer libro de emblemas en Italia en 1531. En cuanto a Cervantes, la investigadora afirma que algunos episodios de El Quijote dejan pensar que el autor usó el emblema para establecer en forma visual el propósito de la novela y que la estructura del emblema pudo haber conformado la organización textual. Dice la investigadora que sería importante dilucidar mejor la teoría que Cervantes tuvo sobre el arte emblemático para que los lectores puedan descubrir el significado profundo de sus imágenes. 2. FLYNN, Susan Jane. «The Presence of Don Quixote in Music». The University of Tennessee, 1984. DAI 46.01 (1985): 163A. UMI, 1985, 8506888. En esta tesis se mencionan primero las referencias musicales de la obra de Cervantes, para luego analizar escogidas composiciones musicales de cada siglo. El estudio específico trata de cuatro grandes obras musicales: The Comical History of Don Quixote, la trilogía de dramas musicales del siglo XVII de Thomas D’Urfey, Henry Purcell, John Eccles y otros; la obra orquestada del siglo XVIII, Don Quichotte Suite de Geog Philipp Telemann; el poema sinfónico del siglo XIX, Don Quixote de Richard Strauss; y Man of La Mancha, la comedia musical del siglo XX de Dale Wasserman, Joe Darion y Mitch Leigh. Como apéndices se añaden una lista cronológica hasta el presente de composiciones sobre El Quijote y otras tablas estadísticas de piezas musicales inspiradas en la obra maestra de Cervantes. 3. HERMOSILLA, Antonio. «Lecturas fílmicas de El Quijote». University of South California, Los Angeles, Year? DAI 52.10 (Year?): 3620A. UMI, Year?, 0571234. Este estudio analiza cuatro versiones cinematográficas de don Quijote—la de Pabst (1934), la de Gil (1948), la de Kozintzev (1957) y la de Gavaldon (1976)—como unidades discursivas y enfocando la atención en los siguientes aspectos críticos: la adaptación de la historia a la pantalla, la caracterización de los personajes, las técnicas de filmación y los elementos subversivos que cada versión contiene. El autor concluye diciendo que «aunque las películas no reproducen el genio de Cervantes», sí añaden una nueva dimensión a la obra, prolongan la existencia de sus protagonistas y mitifican la figura de su creador. 4. SLIWA, Krzysztof. «Historia de las biografías de Miguel de Cervantes Saavedra». Florida State University, 1997. DAI 58.08 (1998): 3155A. UMI, 1998, 9806047. Esta tesis examina en orden cronológico las que para el autor son las nueve más valiosas y serias biografías de Cervantes: la de Gregorio Mayans y Siscar (1737), la de Vicente de los Ríos (1773), la de Juan Antonio Pellicer y Pillares (1798-1800), la de Martín Fer- cervantistas 1 4/8/01 19:33 [57] Página 293 Acotaciones bibliográficas a los estudios cervantinos… 293 nández de Navarrete (1819), la de Jerónimo Morán (1862-1863), la de León Ramón Maínez (1876), la de James Fitzmaurice-Kelly (1913), la de Luis Astrana Marín (19481958) y la de Jean Canavaggio (1986). El propósito principal de la investigación es verificar los descubrimientos específicos y la legitimidad de las declaraciones que cada biógrafo hace sobre Cervantes. CONCLUSIÓN Al cerrar este estudio bibliográfico cabe mencionar que las lagunas a las que aludimos en nuestro trabajo de 1978 han sido en muchos casos llenadas. Decíamos, por ejemplo, que el teatro de Cervantes no había sido objeto de frecuente investigación; sin embargo, en las dos últimas décadas del siglo XX no ha ocurrido lo mismo. Algo similar ocurría entonces en el campo de las letras castellanas; pero ahora contamos con varias tesis doctorales que presentan valiosos análisis comparativos entre la obra de Cervantes y las literaturas hispanas. La repetición de temas de investigación son muy raros y si acaso ocurren tienen enfoques diferentes que hacen que los trabajos se complementen. En conclusión, la investigación que hemos realizado sobre las tesis doctorales defendidas en las universidades estadounidenses nos ha demostrado una vez más que esos trabajos constituyen aportaciones valiosísimas a los estudios cervantinos. Por la seriedad de los temas y el rigor metodológico empleado en la investigación, las tesis aquí acotadas son venero de conocimientos digno de ser consultado por todos los estudiosos de Miguel de Cervantes Saavedra y de su obra genial. cervantistas 1 4/8/01 19:33 Página 295 V Temas generales cervantistas 1 4/8/01 19:33 Página 297 CERVANTES Y EL PROBLEMA MORISCO José Luis Abellán Entre 1609 y 1613 se dictaron en España diversos bandos y edictos ordenando la expulsión de los moriscos, en atención a la seguridad de la Monarquía, pues al parecer muchos de ellos eran falsos conversos y estaban en contacto con turcos y otros enemigos que se caracterizaban por su hostilidad al Imperio español, lo que propiciaba levantamientos internos, como el que ocurrió en las Alpujarras en tiempos de Felipe II (1568-1571). Durante el reinado de Felipe III el peligro no había desaparecido y éste rey decidió cortar por lo sano; la medida fue un desastre desde el punto de vista económico, pues los moriscos eran la mano de obra básica para el mantenimiento de la agricultura. Quizá para aminorar ese desastre la expulsión se escalonó entre las citadas fechas; el morisco Ricote que aparece en la Segunda Parte del Quijote, se vio sin duda afectado por la orden dictada el 10 de julio de 1610 para los reinos de Castilla y La Mancha. El acontecimiento fue tan trascendental que resultaba difícil que en Cervantes no diera algún acuse del mismo al producirse justamente en los años que van de la edición de la Primera Parte del Quijote (1605) a la Segunda (1615). Y, sin embargo, la interpretación del suceso no resulta fácil. La historia del morisco Ricote, a la que Cervantes da entrada en el capítulo 54 de la Segunda Parte, es la de un paisano de Sancho Panza, que éste encuentra casualmente en el camino, a la salida de su estancia en casa de los duques. Mantienen una cordial conversación en la que, con la confianza y amistad que da el paisanaje, Ricote le cuenta a Sancho sus peripecias al salir de España; resalta el mal recibimiento que se les hizo en Berbería y otros lugares de Africa, lo que le determinó a marchar a Alemania, donde se instaló en Augusta (Augsburgo), porque «en la mayor parte della —dice— hay libertad de conciencia». La historia se continua, después, en el capítulo 63, donde Ricote encuentra a su hija Ana Félix, vestida de mozo y ejerciendo de arráez en un bajel turco; a punto de ser ahorcada por el Virrey, cuenta ella su historia, sin saber que su propio padre la está escuchando. Queda éste conmovido al ver a su hija y ambos se abrazan en un acto de extraordinaria ternura; la escena y la ternura que se desprende de ella mueven el corazón del Virrey que determina el perdón y le concede plena libertad. A lo largo del relato tanto Ricote como Ana Félix se pronuncian en términos de gran ambigüedad sobre la orden de expulsión de los moriscos. Ricote dice que «con justa razón fuimos castigados con la pena del destierro», sin que esa razón impida el dolor y el sufrimiento que conlleva, pues a conti- cervantistas 1 4/8/01 298 19:33 Página 298 José Luis Abellán [2] nuación añade: «doquiera que estamos lloramos por España; que, en fin, nacimos en ella y es nuestra patria natural; en ninguna parte hallamos el acogimiento que nuestra desventura desea». Una ambivalencia semejante hallamos en el relato de Ana Félix, que se presenta con católica y acendrada fe cristiana, amante de su patria, de su enamorado caballero Gaspar Gregorio y de su padre Ricote, con el que se funde en un enternecedor abrazo; el referirse al destierro se expresa así: «de aquella nación más desdichada que prudente sobre quien ha llovido estos días un mar de desgracias, nací yo de moriscos padres engendrada». Al final del relato pide ser absuelta de todo mal, puesto que su conducta no ha sido sino inspirada por buenos sentimientos y es el resultado de una decisión política que está más allá de su propia voluntad: «Este es, señores, el fin de mi lamentable historia, tan verdadera como desdichada; lo que os ruego es que me dejéis morir como cristiana, pues, como ya he dicho, en ninguna cosa he sido culpable de la culpa en que los de mi nación han caído». Del análisis del relato es difícil extraer con imparcialidad un juicio que exprese la verdadera opinión de Cervantes sobre la expulsión de los moriscos. Es evidente que no podía oponerse frontalmente al decreto, pero tampoco resulta claro que estuviese de acuerdo con él. Evidentemente no podía criticarlo, pero elogiarlo, si no estaba de acuerdo, hubiese significado una trasgresión de su conciencia. Cervantes se mueve entre cautelas y ambigüedades que una vez más hacen muy difícil conocer su verdadero pensamiento. Ante esa complicada situación, opta por contar una historia personificada en el morisco Ricote y su hija Ana Félix, con valoraciones contrapuestas que hacen muy difícil saber cual es la verdadera opinión del autor. La tarea que nos hemos propuesto de desentrañar el auténtico pensamiento cervantino al respecto se hace todavía más difícil si tomamos en cuenta que en el capitulo 65, Cervantes vuelve inesperada y sorpresivamente sobre el tema, con esta furibunda condena de los moriscos y el consiguiente elogio de la expulsión. No —dijo Ricote, que se halló presente a esta plática— hay que esperar en favores ni en dádivas; porque con el gran don Bernardino de Velasco, conde de Salazar, a quien dio su Majestad cargo de nuestra expulsión, no valen ruegos, no promesas, no dádivas, no lástimas; porque aunque es verdad que él mezcla la misericordia con la justicia, como él vee que todo el cuerpo de nuestra nación está contaminado y podrido, una con él antes del cauterio que abrasa que del ungüento que molifica; y así, con prudencia, con sagacidad, con diligencia, y con miedos que pone, desta gran máquina, sin que nuestras industrias, estratagemas, solicitudes y fraudes hayan podido deslumbrar sus ojos de Argos, que contino tiene alerta, porque no se le quede ni encubra ninguno de los nuestros, que, como raíz escondida, con el tiempo venga después a brotar y a echar frutos venenosos en España, ya limpia, ya desembarazada de los temores en que nuestra muchedumbre la tenía. ¡Heroica resolución del gran Filipo Tercero, y inaudita prudencia en haberla encargado al tal don Bernardino de Velasco (II, 65). Esta contundencia en la condena, podría hacer pensar en la desaparición de toda ambigüedad, Cervantes es claramente partidario de la medida, como se manifiesta en el gran elogio que se hace a Felipe III y al representante del mismo que firma el bando. Pero se da la circunstancia que el elogio viene a destiempo, cuando ya el argumento de la historia ha pasado, y además dentro de lo que un análisis detenido de la redacción no puede considerarse más que cervantistas 1 4/8/01 [3] 19:33 Página 299 Cervantes y el problema morisco 299 como una «interpolación». En efecto, en un largo párrafo don Antonio Moreno está hablando de las «dádivas» con las que podría conseguir en la Corte que Ana Félix y su padre Ricote se pudiesen quedar en España, cuando el morisco interrumpe la larga peroración de don Antonio para intercalar el párrafo citado. Tras la que —a nuestro juicio es clara «interpolación»— don Antonio retoma su alusión a las «dádivas» diciendo: «Una por una haré yo, puesto allá, las diligencias posibles…». Esa irrupción repentina, entre uno y otro párrafo, del morisco Ricote es clara nuestra de que Cervantes quiere curarse en Salud ante lo que sin duda podía tomarse como una crítica a la real medida; frente a la expulsión, la presentación simpática y entrañable del expulsado, sin duda podía resultar peligrosa ante los poderes del momento; de aquí, la necesidad de introducir esa «interpolación», sobre la que tampoco tienen dudas Américo Castro, que así lo interpreta. En esta situación de perplejidad el análisis del tema del morisco puede rendir nuevos e insospechados frutos si lo ponemos en relación con la interpretación del Quijote que hemos dado en otro lugar. Se trata de ver en el hidalgo manchego una encarnación del «exiliado interior» que tiene como función expresar una solapada crítica a la sociedad española de la época: lo que Américo Castro llamó el «anti-jerarquismo». Este «anti-jerarquismo» cervantino se alimenta del mensaje erasmiano que está en la base del mensaje espiritual del Quijote y tiene como fin una exaltación del hombre y de su libertad. Es evidente que ese culto a la libertad solo puede realizarse en toda su plenitud al aire libre y en el campo, es decir, alejado de los centros de poder y de las ciudades, donde éste se ejerce. Desde este punto de vista bien podemos considerar a don Quijote como un «exiliado interior», es decir, un hombre que vive, no solo ajeno a las convenciones sociales de su tiempo, sino en abierta oposición al sistema político que las sustenta. En este sentido, don Quijote es un símbolo del exilio y no solo un exiliado el mismo, como lo prueba el que toda vuelta a la cordura, es decir, a la Sociedad haya de hacerse por vía coactiva, bien sea encerrado en una carreta, como ocurre al final de la Primera Parte, bien tras justa derrota bélica ante el caballero de la Blanca Luna, como sucede al final de la obra. Una plena corroboración de lo que decimos solo podría hacerse tras un examen completo del Quijote a la luz de dicho criterio. Al ser esto imposible aquí, nos limitaremos a señalar algunos indicios que nos parecen suficientemente expresivos. En primer lugar, el hecho ya señalado de hacer su vida el caballero andante al aire libre y en lugares a donde los grandes poderes sociales, o no tienen acceso, o no están interesados en llegar. La sociedad quijotesca es la de los venteros, cabreros, pastores y labradores que encuentra en su camino; solo en dos ocasiones se introduce en ambientes nobiliarios o aristocráticos representativos del poder social: la estancia en casa de los duques, una, y las jornadas barcelonesas invitado por don Antonio Moreno, otra. En ambas ocasiones queda patente la frivolidad, la superficialidad y la bajeza moral de los personajes, exclusivamente preocupados por divertirse y solazarse a costa del escarnio sobre el caballero y su fiel seguidor. Por cierto, que ese desigual valor moral adquiere el nivel de la caricatura durante los días en que Sancho Panza ejerce como gobernador de la ínsula Barataria, donde a los duques solo les preocupa reírse desconsideradamente del escudero, mientras cervantistas 1 4/8/01 300 19:33 Página 300 José Luis Abellán [4] aquel promulga unas «ordenanzas» ejemplares desde el punto de vista moral para el gobierno de la ínsula, y cuya sensatez y equidad queda testificada en las sentencias que dicta en los casos que se ve obligado a juzgar. En los días que pasan en casa de don Antonio Moreno, la historia se repite, siendo ambos —caballero y escudero— objeto del hazmerreír de sus acompañantes, con la nota digna de destacarse de que precisamente en esos días tiene lugar el desenlace de la historia del morisco Ricote, con lo que Cervantes hace alusión al problema étnico-religioso sobre el que se había asentado la constitución de la sociedad española. Por otro lado, es curioso señalar que don Antonio Moreno le es presentado a don Quijote por Roque Guinart, el famoso bandido catalán que dice de si mismo tener manos «más caritativas que rigurosas». Si ya llama la atención el hecho de que sea un bandido el que presente a don Quijote ante un ilustre personaje de la burguesía catalana, más lo hace el hecho mismo de la amistad entre el caballero andante y el mismo Roque Guinart, sin duda como consecuencia de que uno y otro son marginados sociales o en otras palabras «exiliados interiores». Me parece que es esta condición de exiliado la que explica el anhelo de libertad que se da a nuestro don Quijote. Sobre el tema se ha escrito mucho. A nuestro fin baste recordad la aventura de los galeotes —tan oportuna de citar aquí— y el sentido de libertad en ella implícita. He aquí las palabras con que don Quijote se dirige a los guardianes: Me parece duro caso hacer esclavos a los que Dios y naturaleza hizo libres, cuanto más, señores guardas, que estos pobres no han cometido nada contra vosotros; allá se lo haga cada uno con su pecado; Dios hay en el cielo que no se descuida de castigar al malo ni premiar al bueno, y no es bien que los hombres honrados sean verdugos de los ogros hombres, no yéndoles nada en ello (I, 22). Es evidente que esta acción de liberar a unos desalmados y que, por tanto, no se comprende a la luz de la humana justicia, solo se explica por haberse situado el autor a otro nivel: el de la justicia divina, en contradicción con la que dictan los jueces de la sociedad en que vivimos. Una vez aceptado este planteamiento —el de que solo Dios tiene autoridad para juzgar—, al hombre verdaderamente cristiano solo le queda una opción: la del amor caritativo y misericordioso por encima de todo. Al justificar más adelante su acción ante las palabras acusadoras de Sancho, exclama: Majadero, dijo a esta razón don Quijote; a los caballeros andantes no les toca ni atañe averiguar si los afligidos, encadenados y opresos que encuentran por los caminos, van de aquella manera o están en aquella angustia por sus culpas o por sus gracias; solo les toca ayudarles y no en sus bellaquerías. Yo topé con un rosario de gente mohína y desdichada, e hice con ellos lo que mi religión me pide, y lo demás allá se avenga (I, 30). El Quijote es, como vemos, una constante exaltación de la libertad hasta el punto de poder considerarse el libro como un canto a la misma. A título de ejemplo citaremos las palabras de don Quijote al salir de casa de los duques, que al encontrarse en campo abierto se siente de nuevo en sus anchas, y lo manifiesta con el gozo espontáneo de quien sale de prisión: cervantistas 1 4/8/01 [5] 19:33 Página 301 Cervantes y el problema morisco 301 La libertad, Sancho —dice— es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieran los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra, ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida; y por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres (II, 58). A través de esta exaltación de la libertad, nos muestra Cervantes la necesidad de medir el valor de lo humano por la grandeza del ideal que se persigue, sin tener en cuenta el resultado útil o práctico de su acción, con lo cual rompe Cervantes una manifiesta lanza a favor de los exiliados, es decir, de aquellos que sacrifican el vivir en su tierra o en su medio social para defender su libertad u otras causas nobles. Don Quijote abandona su aldea —es decir, se destierra— para desfacer entuertos y socorrer a los menesterosos y necesitados, convirtiéndose así, por propia voluntad, en un exiliado de su medio social. En cierto modo, Cervantes está así proyectando sobre su criatura lo que había sido experiencia de su propia vida: un hombre que educado en los más altos ideales heroicos del Renacimiento ve éstos hechos añicos en el contraste con una realidad cotidiana protagonizada por la mediocridad y la ramplonería. Aquel Cervantes que vivió la batalla de Lepanto como «la más alta y memorable ocasión que vieron los siglos pasados y esperan ver los venideros», será el mismo que después sufrirá prisión en repetidas ocasiones y verá arrastrar su vida en condiciones que muchas veces rozan la miseria. En el Quijote se destila la melancólica ironía del soldado que mira el pasado imperial vivido en su juventud, lleno de bélicas grandezas, con infinita desesperanza y desengaño. A la luz de estas consideraciones es evidente que Cervantes no podía ver más que con enorme simpatía humana la figura del morisco Ricote, en cuya descripción se resalta su amor a la patria y sus grandes virtudes —sentimientos pacíficos, comprensión humana, amor a la familia—, según se desprende de la amigable conversación que mantuvo con Sancho Panza, su paisano y amigo. Esta simpatía y comprensión hacia el exiliado Ricote —recalcando en el relato su condición de peregrino— llega hasta convertirle en protagonista de un enternecedor episodio de amor entre un padre y su hija y nos permite inferir que Cervantes no vio nunca con agrado el decreto de expulsión de los moriscos. Ni lo vio ni podía verlo, dada su condición, él mismo, de exiliado interior. cervantistas 1 4/8/01 19:33 Página 303 DOS FORMAS DEL SABER EN CERVANTES, PLATÓN Y ARISTÓTELES Anthony J. Cascardi Dos veces en la primera parte del Quijote Cervantes alude a una cuestión que nos recuerda a Platón. En el capítulo 47 el Canónigo empieza su famosa crítica de las novelas de caballerías, donde afirma que son «perjudiciales en la república».1 Luego, en el capítulo 49, don Quijote defiende la veracided de los mismos libros de caballerías, haciendo alusión a las opiniones del Canónigo sobre los peligros de la ficción: —Paréceme, señor hidalgo, que la plática de vuestra merced se ha encaminado a querer darme a entender que no ha habido caballeros andantes en el mundo, y que todos los libros de caballerías son falsos, mentirosos, dañadores e inútiles para la república; y que yo he hecho mal en leerlos, y peor en creerlos, y más mal en imitarlos, habiéndome puesto a seguir la durísima profesión de la caballería andante, que ellos enseñan, negándome que no ha habido en el mundo Amadises, ni de Gaula ni de Grecia, ni todos los otros caballeros de que las escrituras están llenas. (I, 49) ¿Qué papel puede jugar la ficción en la vida política? y ¿qué papel debe tener en la formación de la república? Al plantearse estas cuestiones, los críticos modernos se han atenido a las conexiones entre Cervantes y Aristóteles. Pero si se toma la Poética de Aristóteles como punto de partida, es erróneo entender la verdad literaria solo en términos de su proximidad a la naturaleza. Pues Aristóteles distinguía entre la poesía y la historia, y esta distinción pudiera haber aliviado gran parte de las ansiedades sobre la verdad literaria. El bachiller Sansón Carrasco ha leído bien su Aristóteles y cita el pasaje relevante casi textualmente: «uno es escribir como poeta y otro como historiador: el poeta puede contar, o cantar las cosas, no como fueron, sino como debían ser; y el historiador las ha de escribir, no como debían ser, sino como fueron, sin añadir ni quitar a la verdad cosa alguna» (II, 3). Sin embargo, en manos de críticos como el Canónigo, el Cura, y el Barbero, la objetividad sigue siendo el criterio imprescindible para la verdad «poética»; don Quijote mismo insiste que los héroes de las novelas de caballerías existían de verdad. El problema está tanto en la confusión entre la poesía y la historia como en la mezcla de ideas Aristotélicas con nociones tomadas del libro X de la República. En cuanto se crea que la distinción entre poesía e historia depende del contraste entre el acercamiento cognitivo a la naturaleza «objetiva» y las «imitaciones» artísticas, se oculta el hecho de que Aristóteles ofrecía una interpretación de las doctrinas platónicas muy distinta de la que se le suele atribuir, y cervantistas 1 4/8/01 304 19:33 Página 304 Anthony J. Cascardi [2] más fiel a los diálogos platónicos en toda su complejidad. Mi intención aquí es sugerir que Cervantes estaba muy alerta a esta interpretación, que ofrecía perspectivas muy atractivas y matizadas sobre la cuestión de la verdad literaria y su papel en la vida política. Al reconocer que hay distintas maneras de acercarse a la verdad, Aristóteles conservaba la intuición platónica de que el saber tiene distintas formas; éstas corresponden al saber analítico y al saber práctico. En El Político, por ejemplo, Platón habla de la diferencia entre lo que se puede conocer por números y las circunstancias variables que piden un saber de forma práctica, «Clearly we should divide the art of measurement into two... One section will comprise all arts of measuring number, length, depth, breadth or velocity of objects by relative standards. The other section comprises arts concerned with due occasion, due time, due performance and all such standards as have removed their abode from the extremes and are settled about the mean».2 Aristóteles sigue a Platón al reconocer que esta diferencia depende de la exactitud que se puede esperar de las distintas formas del saber. En la Ética a Nicómaco, la cuestión de exactitud sirve para introducir la discusión de la política como ciencia; demuestra que el saber analítico requiere un grado de precisión que es inaccesible en la vida política o en otras circunstancias prácticas, donde todo está sujeto a mudanza y donde las cosas siempre pueden ser de otra manera: Precision is not to be sought for alike in all discussions, any more than in all the products of the crafts. Now fine and just actions, which political science investigates, exhibit much variety and fluctuation, so that they may be thought to exist only by convention, and not by nature. And goods exhibit a similar fluctuation because they bring harm to many people; for before now men have been undone by reason of their wealth, and others by reason of their courage. We must be content, then, in speaking of such subjects and with such premises to indicate the truth roughly and in outline, and in speaking about things which are only for the most part true, and with premises of the same kind, to reach conclusions that are no better. In the same spirit, therefore, should each type of statement be received; for it is the mark of an educated man to look for precision in each class of things just so far as the nature of the subject admits; it is evidently equally foolish to accept probable reasoning from a mathematician and to demand from a rhetorician demonstrative proofs. (Nicomachean Ethics, I.3) Puesto que la Ética a Nicómaco se orienta a la acción humana, y se dirige hacia la formación moral de los sujetos de la república, nos presenta una forma del saber que sirve para los asuntos contingentes y probables o, como dice Aristóteles, para las cosas cuya inestabilidad impide la comprensión por principios invariables: «since scientific knowledge involves demonstration of things, but there is no demonstration of things whose first principles are variable (for all such things might actually be otherwise), and since it is impossible to deliberate about things that are of necessity, practical wisdom cannot be scientific knowledge... because that which can be done is capable of being otherwise» (Nichomachean Ethics, VI. 5). Como ya veremos, la noción de un saber práctico puede servir para defender la literatura contra los críticos que la deseen excluir de la república ideal. Al contrario, la educación literaria llega a ser esencial para la formación del hombre político, puesto que debe combinar el saber científico con el saber práctico; debe reconocer las diferencias entre las dos formas del saber y reconocer cuándo se pide la una y cuándo la otra. Sin embargo, los críticos cervantistas 1 4/8/01 [3] 19:33 Página 305 Dos formas del saber en Cervantes, Platón y Aristóteles 305 modernos no se han fijado en la importancia de la noción Aristotélica del saber práctico para Cervantes. A pesar de que las teorías éticas y retóricas del Renacimiento cultivaban la noción del saber práctico, se suele creer que la influencia de Aristóteles para Cervantes se debe a la teoría literaria, que consideraba la Poética de Aristóteles y el libro X de la República de Platón como textos centrales, y que postulaban la verosimilitud como una vía media entre la demanda de una verdad quasi-objetiva y los recursos de la literatura. Las cosas resultan muy distintas si atendemos a la Ética a Nicómano y a su influencia en la tradición retórica y no solamente a la Poética. Las implicaciones para la interpretación de don Quijote llegan a ser obvias. Puesto que todo lo que ocurre en el Quijote es provisional y bien podría ser de otra manera —incluso el texto mismo, que se presenta como la traducción infiel de un manuscrito árabe—, Cervantes no deja abierta ninguna ruta de acceso a las formas trascendentales fijas. El lector no tiene más remedio que reconocer las limitaciones del pensamiento científico-analítico fundado en las formas ideales. Pero, dentro del mundo provisional de la ficción Cervantes está sumamente alerta a los modos del saber que sirven para las circunstancias variables e inciertas.3 La novela es una forma discursiva donde el saber es posible, no en el sentido de una representación fiel de la realidad sino más bien en una forma práctica. No obstante todo lo que es «errante» del héroe de su novela, incluso su habla, Cervantes atribuye una importancia especial a lo que es justo decir y hacer según las exigencias de la ocasión. Una de las consecuencias de esto es la valorización de la experiencia ordinaria contra sus detractores filosóficos. Las posibles rutas de contacto entre las obras de Cervantes y la tradición de la phronesis fundada en la Ética de Aristóteles no son difíciles de imaginar. Entre ellas se destaca la retórica, tanto en su aspecto teórico como en el práctico, puesto que la retórica cultivaba una sensibilidad para lo que pedía la occasión; así respondía al carácter fundamentalmente contextual de la experiencia humana. Al describir el entimema como una especie de silogismo con premisa sobrentendido o probable y no universal, por ejemplo, la retórica aristotélica afirmaba el valor del sentido común.4 Puede citarse también la noción del ingenium como la intuición de «lo justo». Dentro de la tradición humanística de linaje aristotélico, Leonardo Bruni entendía la razón práctica como uno de los componentes más importantes de la virtud, puesto que en la esfera de la acción los hombres siempre se confrontan con situaciones variables e inciertas.5 La traducción de Bruni de la Ética de Aristóteles de 1416 ponía la noción de la phronesis al alcance de los humanistas de los siglos posteriores.6 De ahí su probable influencia en Cervantes. Como el libro de los Adagia de Erasmo y la Philosophía vulgar de Juan de Mal Lara de 1568, ofrecía una defensa del sentido común contra sus detractores, que lo solían asociar con la «epistemología vulgar». Algunas de las consecuencias del interés en las ideas éticas y retóricas de Aristóteles se ven en la creación por Cervantes de un discurso novelístico que responde a la experiencia ordinaria. Para ser fiel al carácter heterogéneo y variable de la realidad ordinaria, el Quijote carece de estructura regulativa. La novela se caracteriza por cambios abruptos de enfoque [focalización] y por grandes variaciones de nivel estilístico; combina una gran diversidad de géneros lingüísticos y literarios sin llegar a una síntesis. Es una forma del cervantistas 1 4/8/01 306 19:33 Página 306 Anthony J. Cascardi [4] discurso «ordinario» en el sentido en que el filósofo Stanley Rosen lo ha descrito en su libro The Limits of Analysis: Ordinary language is ordinary in the precise sense of ordering our discourse. It is, or claims to be, the standard by which we regulate or distinguish between proper and improper forms of speech. It thus claims for itself a political function analogous to the role attributed by Socrates to phronesis (intelligent judgment). This political function is neither purely mathematical nor purely historical. The task of analysis is to penetrate the levels of usage to the level of regulative structure. Ordinary language claims to be a smooth or level spread, by which we may smooth out irregularities in discourse. Unfortunately, there are rough as well as smooth patches within the continuum of ordinary discourse.7 (The Limits of Analysis, p. 32). Emparentar lo ordinario con lo «común» en el sentido de «bajo» corre el riesgo de ocultar su importancia filosófica y política. En cuanto al discurso novelístico, lo que importa no es tanto diferenciar entre el habla de los aristócratas y la de las prostitutas, ni mucho menos entre el habla de la gente educada y la de las clases comunes, sino las diferencias irreductibles entre los cuentos caballerescos, las historias pastoriles, las novelas moriscas, los adagia, refranes, epístolas, etc., y también las diferencias entre varios idiomas nacionales y dialectos étnicos. En el episodio con Zoraida y el Cautivo, por ejemplo, el castellano se habla junto con el árabe; éstos convergen en un discurso bastardo que se forma de elementos prestados por los dos. La diversidad lingüística de la novela confirma la heterogeneidad de la experiencia ordinaria, con su discontinuidad y su resistencia al análisis formal. Sin embargo, para hablar del discurso ordinario en el caso del siglo XVII hace falta re-evaluar la relación entre la sabiduría del habla común y las opiniones vulgares de las masas, sobre todo porque los humanistas menospreciaban las opiniones del vulgo. Estos prejuicios se notan en el caso del mismo Erasmo, que opinaba que el «sentido común» no podía en absoluto servir como norma para el gobierno del estado. Mientras que el interés en la lengua vulgar tenía raíces profundas en el humanismo del Renacimiento, y mientras que Aristóteles mismo había observado que las opiniones de los muchos acerca de la poesía y la música eran preferibles a las de los pocos (Política, XI, 1281b), fueron sobre todo los adagia y los refranes los que demostraron que el habla común no tenía necesariamente que contradecir la sabiduría verdadera. Como lo ejemplifica la Philosophía vulgar de Mal Lara, los seguidores de Erasmo reconocían la sabiduría «natural» de la gente común. La nueva «filosofía común» se conformaba con la visión aristotélica de la relación entre la retórica y la dialéctica, puesto que ambos «trataban de las cosas en una manera común para el entendimiento de todo el mundo, no limitado a la ciencia» (Retórica, 1354a).8 Cervantes describe los refranes como «sentencias breves, sacadas de la experiencia y especulación de nuestros antiguos sabios» (II, 67). El discurso proverbial se identifica tanto por su contenido como por el modo de su articulación y diseminación. Los muchos refranes del discurso de Sancho Panza caracterizan la sabiduría tomada de la experiencia concreta, apoyada por la tradición viva y trasmitida de generación a generación. De ahí la noción de que los refranes contienen la ética de la gente común. Se veían como el repositorio de una sabiduría más antigua que la filosofía misma. Puesto que, en palabras de Mal Lara, la cervantistas 1 4/8/01 [5] 19:33 Página 307 Dos formas del saber en Cervantes, Platón y Aristóteles 307 razón humana existía antes que Platón,9 no debe sorprender que hubiera refranes en España antes que filósofos en Grecia (Philosofía vulgar, Preámbulo, 8). El refrán se identifica sobre todo por la manera de su articulación. Su eficacia depende de la relación que establece entre su contenido temático y las circunstancias en que se pronuncia. Hay un rasgo ad hoc y múltiple que caracteriza todo discurso proverbial. Si la experiencia ordinaria fuera uniforme, los refranes podrían limitarse a unos cuantos; sería posible reducir su contenido a un esquema analítico. Pero tal no es el caso. La sabiduría del refrán se presenta tanto en el «contenido» como en la manera de su articulación, que refleja las condiciones variables de la experiencia ordinaria. Para hablar bien en refranes hay que saber lo que exige la ocasión; más bien que dominar una serie de reglas verbales o morales hace falta reconocer lo que es justo conforme a las circunstancias. Así se explica el hecho de que don Quijote castigue a Sancho no tanto por lo que dice cuando habla en refranes sino porque deja de ajustarlos a la ocasión (en este caso, la condición de ser gobernador de una ínsula). Don Quijote le aconseja que sea juicioso en el uso de los refranes; la implicación es que esta misma justeza se extiende a cuestiones políticas. Hay una asociación entre lo justo y la justicia: —No has de mezclar en tus pláticas la muchedumbre de refranes que sueles; que, puesto que los refranes son sentencias breves, muchas veces los traes tan por los cabellos, que más parecen disparates que sentencias. —Eso Dios lo puede remediar —respondió Sancho—, porque sé más refranes que un libro, y viénenseme tantos juntos a la boca cuando hablo, que riñen por salir unos con otros, pero la lengua va arrojando los primeros que encuentra, aunque no vengan a pelo. Mas yo tendré cuenta de aquí adelante de decir los que convengan a la gravedad de mi cargo, que en casa llena presto se guisa la cena, y quien destaja no baraja, y a buen salvo está el que repica, y el dar y el tener seso ha menester. —¡Eso sí, Sancho! —dijo don Quijote—: ¡encaja, ensarta, enhila refranes, que nadie te va a la mano! ¡Castígame mi madre, y yo trómpogelas! Estoyte diciendo que escuses refranes, y en un instante has echado aquí una letanía dellos, que así cuadran con lo que vamos tratando como por los cerros de Úbeda. Mira, Sancho, no te digo yo que parece mal un refrán traído a propósito, pero cargar y ensartar refranes a troche moche hace la plática desmayada y baja. (II, 43) Puede sorprender que don Quijote se dirija a la cuestión del decoro, puesto que el quijotismo es una serie de enormes errores de contexto. Pero hay una diferencia entre los dos que vale la pena notar. Repetidas veces en la primera parte de la novela, don Quijote identifica las cosas del mundo ordinario según las novelas de caballerías. Una venta es para él un castillo, un rebaño de ovejas le parece un ejército enemigo, un molino de viento es un gigante. El lector de la novela no tiene ninguna dificultad para entender lo que está pasando en estas aventuras; sin embargo, no hay ningún protocolo analítico que pueda decidir entre la validez de la perspectiva ordinaria y la quijotesca. Tampoco hay un análisis de formas esenciales que pueda estabilizar esta distinción. Y, a partir del capítulo 9, cuando el lector se entera de que está leyendo la traducción infiel de un texto que se supone escrito originalmente en árabe, se hace patente el hecho de que todos los personajes de la novela, y también los lectores de ella, representan distintas perspectivas sobre el mundo. Es más: estas mismas perspectivas crean distintos mundos; el mundo «ordinario» es uno de ellos. Puesto que el perspectivismo de la novela nos obliga a entender el mundo como una red formada por diversos puntos de vista, se suele creer cervantistas 1 4/8/01 308 19:33 Página 308 Anthony J. Cascardi [6] que su antítesis es una forma del platonismo «ortodoxo» en que la realidad se reduce a una estructura fija, y donde se resuelven los conflictos entre las diversas construcciones del mundo. Pero hay otras alternativas a las implicaciones políticas de este tipo de platonismo, y son más consistentes con la actitud cervantina sobre la realidad. Se orientan por la noción de que es imposible reducir la experiencia política a un esquema analítico. Toman el habla como factor formativo en la construcción del mundo humano puesto que sirve como lazo esencial entre los sujetos. Pero no basta notar que el habla toma formas diversas, o que ocurre en diversas y a veces irreconciliables circunstancias. Es de igual importancia reconocer que la novela se constituye por formas discursivas que tienen un propósito más bien práctico que cognitivo. Tanto en los refranes de Sancho como en las reacciones «quijotescas» ante el mundo, vemos que el discurso es más un modo de actuar que un modo de conocer, o que es un modo del saber activo; lleva como implícito, como background, lo ya sabido, sea por los libros de caballerías o por las tradiciones populares. La tarea que comparten los refranes y el ingenio del «ingenioso hidalgo» es encontrar —o, en términos retóricos, inventar— la palabra justa para la ocasión. El perspectivismo depende de la índole contextual de la realidad, pero todo acto de hablar es un juicio activo y práctico sobre el mundo. Gracias en parte a la ética aristotélica y a la tradición retórica, el discurso novelístico del Quijote refleja la importancia implícitamente política del habla ordinaria; demuestra el papel de la phronesis como complementario a la sabiduría analítica, y demuestra el valor de la literatura para el cultivo de esta virtud. NOTAS 1 El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, ed. Luis Murillo (Madrid: Castalia, 1978, 1981). Indico la parte y el capítulo; aquí, I, 47. 2 The Statesman, trans. J. B. Skemp (London: Routledge and Kegan Paul, 1952), 284e. 3 En I,8 Don Quijote observa que las cosas humanas (y sobre todo las de la guerra) están “sujetas a continua mudanza.” En la Ética a Nicomano Aristóteles dice que “fine and just actions, which political science investigates, exhibit much variety and fluctuation, so that they may be thought to exist only by convention, and not by nature. And goods exhibit a similar fluctuation because they bring harm to many people.” Nicomachean Ethics, trans. David Ross (Oxford: Oxford University Press, 1980), I. 3. 4 Cf. Nancy Struever, The Language of History in the Renaissance (Princeton: Princeton University Press, 1970), y Jerrold Seigel, Rhetoric and Philosophy in Renaissance Humanism (Princeton: Princeton University Press, 1968). 5 Cf. Bruni, An Isagogue of Moral Philosophy: “deliberation and choice concern doubtful matters.... And so, while prudence has to do with variable situations, knowledge, on the other hand, deals with certainties. It does not treat of first principles, however, but moves discursively from what is already known. Understanding, though, does have to do with first principles. And wisdom embraces them both, discerning and passing judgment on first principles and their consequences. It is therefore rightly defined as knowledge of things human and divine.” In the passage immediately following, Bruni makes an explicit link between prudence and art: “[Art] too, like prudence, is consultative, but it differs in that art has to do with making, while prudence has to do with acting.” En The Humanism of Leonardo Bruni: Selected Texts, ed. Gordon Griffiths, James Hankins, y David Thompson (Binghamton, NY: Medieval and Renaissance Texts and Studies, 1987), 281-82. 6 Véase Griffiths et al., The Humanism of Leonardo Bruni, y el capítulo sobre Bruni en el libro de Jerrold Siegel citado arriba, Rhetoric and Philosophy. Partes de le Ética a Nicomano se conocían cervantistas 1 4/8/01 [7] 19:33 Página 309 Dos formas del saber en Cervantes, Platón y Aristóteles 309 en el Occidente desde el siglo XII, y el texto entero desde el siglo XIII. Bruni dice que lo estudió durante dos años cuando era joven (véase Griffiths et al., The Humanism of Leonardo Bruni, p. 381). 7 The Limits of Analysis (New Haven: Yale University Press, 1980), p. 32 8 Sobre la relación entre las nociones del “sentido común” aristotélicas y renacentistas, véase David Summers, The Judgment of Sense: Renaissance Naturalism and the Rise of Aesthetics (Cambridge: Cambridge University Press, 1987). 9 Refranes o proverbios en romance qve coligio, y glosso Hernan Nunez,... y La filosofia vulgar de Ivan de Mal Lara, en mil refranes glossados , que son todos los que hasta aora en castellano andan impressos; van ivntamente las qvatro cartas be Blasco de Garay, hechas en refranes, para ensenar el uso dellos (Lérida: A costa de Luys Manescal, 1621), Preámbulo, 8. cervantistas 1 4/8/01 19:33 Página 311 LA ESCRITURA REPRESENTADA. IMÁGENES DE LO ESCRITO EN LA OBRA DE CERVANTES1 Antonio Castillo Gómez I. «…EN PAPEL, DE BUENA LETRA…» «La escritura es el signo del tiempo». Estas palabras del historiador José Antonio Maravall, 2 cuyo ojo siempre estuvo atento a las intensas emulsiones formadas entre la historia y la literatura, son claras a la hora de reflejar la creciente utilidad de lo escrito en la España de los siglos áureos. La palabra y la imagen, por supuesto, siguieron disfrutando de numerosos espacios y situaciones de uso; pero al mismo tiempo se acrecentó la autoridad de la cultura escrita. Y no porque el número de las personas alfabetizadas creciera demasiado con respecto al período bajomedieval, aunque algo lo hizo3, sino fundamentalmente por la afirmación social de la razón gráfica. Poco a poco, ésta se fue consolidando como la herramienta más operativa para el ejercicio del gobierno y de la administración, de la misma manera que mostró su rica versatilidad tanto en el terreno de lo personal como en el ámbito de las relaciones sociales4. Metidos en el escritorio de Cervantes, éste, enviciado lector de cuanto caía en sus manos, incluidos los «papeles rotos de las calles» (I, 9, 107),5 se muestra como un atento fisgón de dicha realidad. Parafraseando las palabras que pone en boca de Cardenio, cuando éste no ve el momento de comunicarse con su enamorada Luscinda, la pluma, es decir, la escritura, venía a conjurar el silencio impuesto a las lenguas, es decir, al habla. El autor no tarda en hacerse eco de cuantas presencias de la cultura de lo escrito le vienen al pelo, de manera que su obra comporta una privilegiada atalaya para otear el panorama de los usos y rasgos escritos de aquella sociedad y de aquel tiempo. Y conste que no me estoy refiriendo a la armazón metaliteraria de la novela, repleta, como es sabido, de menciones a autores, obras, manuscritos perdidos y hallados, cartapacios de versos o maletines con algún relato en su interior; ni tampoco a otros pormenores ya exhumados por los más conspicuos estudios literarios, caso de los discursos sobre la lectura, la omnipresencia de ésta y de los libros en el mundo cervantino, o más específicamente la biblioteca de don Quijote, que, «amén de temáticamente estrecha, parece la colección de un joven brioso, pues no es corriente tan visible presencia de los libros de entretenimiento en las bibliotecas de personas de edad avanzada».6 Por el contrario, me ocuparé de otros detalles más menudos y acaso más desatendidos, a saber, los muchos testimonios de la escritura en su salsa más cotidiana y hasta cervantistas 1 4/8/01 312 19:33 Página 312 Antonio Castillo Gómez [2] ramplona. Esto es, las manifestaciones de la misma en cuanto tecnología inmediata de comunicación social, en cuanto espacio personal y colectivo de configuración de identidades. Pues no son escasas las situaciones en las que plumas, papeles, cartas misivas, librillos de memoria, libranzas, salvoconductos y letras varias salen a colación al paso que lo hacen las aventuras y desventuras del ingenioso hidalgo, por no entrar en otras obras de Cervantes que igualmente podrían revisarse bajo la misma lupa. Además, en no pocas situaciones la escritura le sirvió al autor para describir y perfilar la individualidad de sus personajes. Los conocedores de la obra cervantina seguro que recuerdan la significación que la competencia alfabética tiene en el retrato, entre otros, de Luis, el hijo de Rodolfo y Leocadia, en La fuerza de la sangre, Isabela, La española inglesa, o Preciosa, la protagonista de La gitanilla;7 lo mismo que cuando se trata de evocar las distintas maneras de concebir y efectuar los textos, incluyendo ahí la relación que las personas analfabetas establecían con lo escrito8. Por esos derroteros, el Quijote es un texto repleto de guiños a la materia, y su autor un meticuloso observador que no perdió baza en representar en el espejo literario las glorias y servidumbres de la escritura, sus aplicaciones más corrientes, las modalidades de lo escrito, las materias sobre las que se escribía o los tipos gráficos. La letra no es asunto baladí según queda probado cuando don Quijote aconseja a Sancho que no se demore en hacer trasladar en papel y de buena caligrafía sus cartas para Dulcinea, advirtiéndole finalmente que no confíe dicha tarea a ningún escribano, ya que la escritura de éstos era harto endiablada: Todo irá inserto —dice don Quijote—; y sería bueno, ya que no hay papel, que la escribiésemos, como hacían los antiguos, en hojas de árboles o en unas tablillas de cera, aunque tan dificultoso será hallarse eso ahora como el papel. Mas ya me ha venido a la memoria dónde será bien, y aun más que bien, escribilla, que es en el librillo de memoria que fue de Cardenio, y tú tendrás cuidado de hacerla trasladar en papel, de buena letra, en el primer lugar que hallares donde haya maestro de escuela de muchachos, o, si no, cualquiera sacristán te la trasladará; y no se la des a trasladar a ningún escribano, que hacen letra procesada, que no la entenderá Satanás (I, 25, 282). Tenemos aquí una de las más demoledoras críticas a la degeneración que la escritura había sufrido a lo largo del siglo XVI en manos de los escribanos. Éstos eran artífices de una letra corporativa, definida por un trazo encadenado que resultaba prácticamente ilegible para quien no fuera miembro del gremio. En otro pasaje, Cervantes califica de «gótica» la didascalia puesta junto a la pintura de un gallo: «Este es mi gallo» (II, 3, 652); o la de los versos castellanos que guardaba un antiguo médico en una caja de plomo, escritos sobre un pergamino y donde se «contenían muchas de sus hazañas [de don Quijote] y daban noticia de la hermosura de Dulcinea del Toboso, de la figura de Rocinante, de la fidelidad de Sancho Panza y de la sepultura del mesmo don Quijote, con diferentes epitafios y elogios de su vida y costumbres» (I, 52, 591).9 Epitafios y filacterias son algunas de las prácticas de la escritura que se pueden rastrear en el Quijote. Fuera de las cartas y librillos de memoria, sobre los que luego me detendré, a las anteriores se pueden agregar otras tantas a título de inventario provisional: letreros, como el que daba nombre a la cervantistas 1 4/8/01 [3] 19:33 Página 313 La escritura representada. Imágenes de lo escrito… 313 imprenta barcelonesa (II, 62, 1142); inscripciones y motes varios, ya fuera para identificar sendas pinturas de un gallo y de un asno (II, 27, 857), así como a las ninfas que danzaron en las bodas de Camacho y al castillo del artificio que acompañaba el baile (II, 20, 795-796), o las letras grabadas en la corteza de un árbol con la divisa de Roldán (II, 66, 1169); cartas de desafío (I, 1, 38), tan comunes en las disputas entre caballeros; cartas de excomunión (I, 30, 357); salvoconductos (II, 60, 1128); o libranzas, como la que don Quijote extendió en favor de Sancho, del siguiente tenor: Mandará vuestra merced, por esta primera de pollinos, señora sobrina, dar a Sancho Panza, mi escudero, tres de los cinco que dejé en casa y están a cargo de vuestra merced. Los cuales tres pollinos se los mando librar y pagar por otros tantos aquí recebidos de contado, que con esta y con su carta de pago serán bien dados. Fecha en las entrañas de Sierra Morena, a veinte y dos de agosto deste presente año (I, 25. 287). Desde el soporte de la escritura a la calidad de la letra nada pasó desapercibido a los ojos del autor; pero advierto que no pretendo hacer de estas páginas un listín de todas las evocaciones a la cultura de lo escrito insertas en la novela. Tan solo espigaré algunas de entre las muchas posibles con el doble propósito, por un lado, de ilustrar las posibilidades de una lectura de este cariz, y por otro, de abundar en un conocimiento más cabal de las funciones y usos sociales de lo escrito en la España de los siglos XVI y XVII, hurgando en todo momento en la interacción que se establece entre los discursos, las prácticas y las representaciones.10 II. «¡AY, CIELOS, Y CUÁNTOS BILLETES LE ESCRIBÍ!» La desconsolada exclamación sale de los labios del joven Cardenio, quien, tras las dificultades puestas por el padre de Luscinda para que se pudieran ver, halló en la escritura un refugio para su amor (I, 24 , 263). La pluma venía a conjurar el silencio impuesto a las lenguas, incluso con mayor elocuencia, pues la soledad y la intimidad del espacio escrito creaban las condiciones más apropiadas para una sinceridad que no siempre resiste el cara a cara con la otra persona: Y fue esta negación añadir llama a llama y deseo a deseo, porque, aunque pusieron silencio a las lenguas, no le pudieron poner a las plumas, las cuales con más libertad que las lenguas suelen dar a entender a quien quieren lo que en el alma está encerrado, que muchas veces la presencia de la cosa amada turba y enmudece la intención más determinada y la lengua más atrevida. Libertad ejercida mediante la escritura y plasmada en cartas, billetes, canciones y enamorados versos, «donde el alma declaraba y trasladaba sus sentimientos, pintaba sus encendidos deseos, entretenía sus memorias y recreaba su voluntad» (I, 24, 263). Pero si las cartas entre Cardenio y Luscinda eran capaces de avivar la llama del amor y de suplir la imposibilidad de un encuentro más directo, otra carta trajo el enmudecimiento del joven noble. La que su padre recibió del duque Ricardo ofreciéndole un puesto en su casa para el hijo: cervantistas 1 4/8/01 314 19:33 Página 314 Antonio Castillo Gómez [4] Tomé y leí la carta, la cual venía tan encarecida, que a mí mesmo me pareció mal si mi padre dejaba de cumplir lo que en ella se le pedía, que era que me enviase luego donde él estaba, que quería que fuese compañero, no criado, de su hijo el mayor, y que él tomaba a cargo el ponerme en estado que correspondiese a la estimación en que me tenía. Leí la carta y enmudecí leyéndola, y más cuando oí que mi padre me decía: «De aquí a dos días te partirás, Cardenio, a hacer la voluntad del duque, y da gracias a Dios, que te va abriendo camino por donde alcances lo que yo sé que mereces» (I, 24, 264). Dos experiencias de cartas, dos circunstancias distintas. En una, la carta como el hilo del amor; en la otra como portadora de malas nuevas. Las misivas ligadas a los avatares de las personas. Escrituras de la ausencia capaces de convertir el momento de su lectura, ya fuera privadamente en silencio o en alta voz por intermedio de algún leyente, en un estallido de emociones. Cardenio enmudece al leer la carta del duque Ricardo; Teresa revienta de alegría cuando se sabe gobernadora o esposa de un gobernador: «Salióse en esto Teresa fuera de casa con las cartas, y con la sarta al cuello, y iba tañendo en las cartas como si fuera en un pandero» (II, 1, 1039); mientras que las suyas para Sancho y la duquesa fueron «solenizadas, reídas, estimadas y admiradas» (II, 52 , 1060). A su vez, cuando don Quijote, antes de conocer que su carta no había llegado a Dulcinea, interroga a Sancho por su encuentro con ella y la reacción que había mostrado al leer la misiva: —Echemos, Panza amigo, pelillos a la mar en esto de nuestras pendencias, y dime ahora, sin tener cuenta con enojo ni rencor alguno: ¿Dónde, cómo y cuándo hallaste a Dulcinea? ¿Qué hacía? ¿Qué le dijiste? ¿Qué te respondió? ¿Qué rostro hizo cuando leía mi carta? ¿Quién te la trasladó? Y todo aquello que vieres que en este caso es digno de saberse, de preguntarse y satisfacerse, sin que añadas o mientas por darme gusto, ni menos te acortes por no quitármele (I, 30, 356). El concurso de las cartas se añade a otras muchas variantes del texto dentro del texto con las que Cervantes juega continuamente a lo largo del Quijote, al tiempo que las distingue como una de las principales prácticas sociales del escrito en la España áurea. Las cartas formaban parte de la realidad cotidiana y su trasiego se hizo cada vez más intenso como puede comprobarse por las sustanciosas correspondencias de aquellos días. Cierto que ya existían con anterioridad;11 pero a partir del siglo XVI se produjo un conjunto de cambios concernientes a la extensión social de dicha actividad, a la taxonomía de sus tipos y modalidades, y a la ordenación de la forma o estilo de escribirlas.12 Por un lado, creció la intensidad del género epistolar como vehículo de comunicación entre las elites políticas y cortesanas, 13 así como entre los humanistas y las gentes del saber; pero también entre la gente común, sobre todo a raíz de los desplazamientos masivos ocasionados por las guerras o por la emigración a las Indias.14 Sin necesidad de cruzar otro océano que no fuera el de la árida Mancha, la separación y el postrer ascenso del escudero a gobernador fueron justamente las razones del intercambio de cartas entre Sancho y Teresa. Escribirlas y leerlas, aunque fuera con el concurso de un secretario, un paje o un «monacillo», era todo un acontecimiento: Tu carta recibí, Sancho mío de mi alma, y yo te prometo y juro como católica cristiana que no faltaron dos dedos para volverme loca de contento. Mira, hermano: cuando yo llegué a oír que eres gobernador, me pensé allí caer muerta de puro gozo, que ya sabes cervantistas 1 4/8/01 [5] 19:33 Página 315 La escritura representada. Imágenes de lo escrito… 315 tú que dicen que así mata la alegría súbita como el dolor grande. A Sanchica tu hija se le fueron las aguas sin sentirlo, de puro contento (II, 52, 1059). Y por otro, la importancia alcanzada por ellas como medio de comunicación tiene su huella más fehaciente en la publicación entonces, en especial a partir de mediados del siglo XVI, de un amplio elenco de manuales de redacción epistolar orientados a encauzar y disciplinar la práctica de su escritura. En esas obras estaban compendiadas las reglas básicas sobre el oficio de escribir cartas. Allí se enseñaba a adecuar las mismas a la condición de los respectivos destinatarios. Allí se instruía acerca de la distribución del texto, sobre la relación entre el espacio de escritura y el espacio gráfico. En definitiva, allí se atendía tanto al contenido como a la forma, mostrando así que ambos aspectos eran igualmente decisivos para consumar la función representativa de la carta. Naturalmente, en las que se copian en el Quijote no resulta factible analizar los aspectos estrictamente materiales, ni siquiera la disposición del texto; sin embargo sí se puede calibrar la ligazón que existe entre el estilo, el lenguaje empleado, la sintaxis de la oración y la condición tanto del emisor como del destinatario. Para advertirlo sobra con leer sendas cartas de Teresa Panza, una cuyo sobrescrito decía «Carta para mi señora la duquesa tal de no sé donde», y la otra «A mi marido Sancho Panza, gobernador de la ínsula Barataria, que Dios prospere más años que a mí». Mientras que la primera evidencia un discurso más formal y un lenguaje más esmerado, la segunda rezuma confidencialidad e hilaridad por cada una de sus letras. Véase si no el contraste entre los dos fragmentos que siguen, el primero de la carta dirigida a la duquesa y el segundo de la misiva a Sancho: Mucho contento me dio, señora mía, la carta que vuesa grandeza me escribió, que en verdad que la tenía bien deseada. La sarta de corales es muy buena, y el vestido de caza de mi marido no le va en zaga. De que vuestra señoría haya hecho gobernador a Sancho mi consorte ha recibido mucho gusto todo este lugar, puesto que no hay quien lo crea, principalmente el cura y maese Nicolás el barbero y Sansón Carrasco el bachiller [… ] (II, 52, 1057). El cura, el barbero, el bachiller y aun el sacristán no pueden creer que eres gobernador y dicen que todo es embeleco o cosas de encantamento, como son todas las de don Quijote tu amo; y dice Sansón que ha de ir a buscarte y a sacarte el gobierno de la cabeza, y a don Quijote, la locura de los cascos. Yo no hago sino reírme y mirar mi sarta y dar traza del vestido que tengo de hacer del tuyo a nuestra hija (II, 52 , 1059). La distinción y respeto de una se torna cordialidad y gracia en la otra, de manera que hasta maese Nicolás y el bachiller Sansón Carrasco pierden categoría y pasan a ser llamados simplemente por su oficio. Dado que Teresa no sabía escribir cabe pensar que la carta fuera probablemente el fruto de una negociación entre ella y el escribiente delegado, siendo tal vez menor la intervención de éste en la remitida al marido y mayor en la que tenía por destinataria a la duquesa. A falta de más detalles sobre el desarrollo de aquella ceremonia, lo que nos permitiría calibrar con más precisión las matizaciones habidas entre lo dictado y lo escrito, nada hace pensar que éstas no existieran. Después de todo la corrección del tratamiento y con ello del tono de las cartas era uno de los dispositivos esenciales de la «conveniencia» que debía regular los términos del intercambio epistolar en aquella sociedad, según explicitan las cervantistas 1 4/8/01 316 19:33 Página 316 Antonio Castillo Gómez [6] quejas del «caballero de mediano estado» en la Floresta española de Melchor de Santa Cruz o las de un desconocido señor, apeado del título de ilustrísimo, en El Galateo español.15 Más allá de los tratamientos debidos a cada persona, la diversidad de los tonos epistolares se pone también de manifiesto al confrontar las cartas de Teresa Panza con la que ésta había recibido de la duquesa (II, 50, 538), o la de don Quijote a Sancho dándole consejos respecto al gobierno de Barataria con la respuesta de éste (II, 51, 1048-1052), por más que en ésta pudiera mediar la figura del secretario de la ínsula. Al compararlas se vuelve a notar la raigambre del Quijote en la cultura de lo escrito frente a los indicios de oralidad que asoman en cada discurso, plática y dictado de Sancho, intervenga como escudero o lo haga ya desde el acomodado sillón de su despacho de gobernante. III. «Y, BUSCANDO MÁS, HALLÓ UN LIBRILLO DE MEMORIA» El librillo, ricamente guarnecido, estaba guardadado, junto con cuatro camisas «de delgada holanda», otras cosas de lienzo y un montoncillo de escudos de oro, en una maleta que don Quijote y Sancho encontraron en las estribanías de Sierra Morena, camino de La Mancha. Al abrirlo para intentar desvelar la identidad del «caminante descaminado» que lo había perdido, seguramente al ser atacado por unos malandrines, «lo primero que [don Quijote] halló en él, escrito como en borrador, aunque de muy buena letra, fue un soneto» (I, 23, 252). Animado por el escudero para que leyera más páginas, de seguido se topó con una pieza en prosa que parecía una carta. «¿Carta misiva?», le preguntó Sancho. «En el principio no parece sino de amores», le respondió don Quijote. A falta de papel, el librillo servirá para que don Quijote copie en él las cartas que Sancho debía llevar a Dulcinea, así como la libranza de los tres pollinos. Al apropiarse del librillo como espacio de escritura, ése actualiza su función y, en cierto sentido, enlaza dos experiencias del escribir amoroso: la de Cardenio y la del hidalgo manchego. Dicho «librillo de memoria» entra en una categoría que tienen sobradas referencias en los inventarios post-mortem del siglo de Oro.16 Su contenido podía oscilar dependiendo de la razón que motivaba su escritura. Por los ejemplares conservados que se han podido estudiar, el «género» ofrece una notable diversidad que va desde los testimonios concebidos propiamente como libros de cuentas hasta aquellos otros más sumergidos en el campo de las escrituras de la memoria17. El de Cardenio parece una modalidad de zibaldone, esto es, una colección de escrituras heterogéneas, aunque, en este caso, todas ellas tenían como argumento común el amor hacia Luscinda: Y hojeando casi todo el libro, halló otros versos y cartas, que algunos pudo leer y otros no; pero lo que todos contenían eran quejas, lamentos, desconfianzas, sabores y sinsabores, favores y desdener, solenizados los unos y llorados los otros» (I, 23, 254). En cierto sentido comparte alguno de los rasgos comunes a determinadas operaciones de la escritura personal, más o menos autobiográfica, durante la época moderna, en las que era corriente que las páginas de tipo diarístico cervantistas 1 4/8/01 [7] 19:33 Página 317 La escritura representada. Imágenes de lo escrito… 317 —aquí no se mencionan— se completaran con la inserción o copia de textos de distinto pelaje (poesías, canciones, cartas y otros). Pero no es este el único «librillo de memoria» que podemos hallar en las obras de Cervantes. En Rinconete y Cortadillo se describe, ahora con más detalle, el de Monipodio, un auténtico registro de las cuchilladas, palos y agravios comunes de su cuadrilla del crimen. Antes de entrar en él, veamos lo que se dice del mismo: Fuese muy satisfecho el caballero, y luego Monipodio llamó a todos los ausentes y azorados. Bajaron todos, y poniéndose Monipodio en medio dellos, sacó un libro de memoria que traía en la capilla de la capa, y dióselo a Rinconete que leyese, porque él no sabía leer. Abrióle Rinconete, y en la primera hoja vio que decía: MEMORIA DE LAS CUCHILLADAS QUE SE HAN DE DAR ESTA SEMANA La primera, al mercader de la encrucijada: vale cincuenta escudos. Están recebidos treinta a buena cuenta. Secutor, Chiquiznaque. —No creo que haya otra, hijo —dijo Monipodio—; pasá adelante, y mirá donde dice: Memoria de palos. Volvió la hoja Rinconete, y vio que en otra estaba escrito: Memoria de palo. Y más abajo decía: Al bodeguero de la Alfalfa, doce palos de mayor cuantía a escudo cada uno. Están dados a buena cuenta ocho. El término, seis días. Secutor, Maniferro. —Bien podía borrarse esa partida —dijo Maniferro—, porque esta noche traeré finiquito della. —¿Hay más, hijo? —dijo Monipodio. —Sí, otra —respondió Rinconente— que dice así: Al sastre corcovado que por mal nombre se llama el Silguero, seis palos de mayor cuantía, a pedimiento de la dama que dejó la gargantilla. Secutor, el Desmochado.18 Leyendo el detallado relato de su contenido es fácil constatar la elevada verosimilitud del testimonio. Prácticamente nos hallamos ante la descripción de un prototipo real, es decir, de uno de los librillos de memorias o de cuentas que circularon por entonces, construidos siguiendo una estructura de secuencias textuales breves y precisas, ajustadas al fluir cotidiano de los días y de los negocios o actividades consignadas en sus páginas. Conforme a lo que he expuesto en otro lugar, cada memoria estaba escrita en una hoja distinta, de manera que la información estuviera mejor organizada y su consulta fuera más fácil.19 Otro de los testimonios cervantinos atañe al librillo que Dorotea llevaba de la hacienda de sus padres, labradores ricos en Andalucía: Y del mismo modo que yo era señora de sus ánimos, ansí lo era de su hacienda: por mí se recebían y despedían los criados; la razón y cuenta de lo que se sembraba y cogía pasaba por mi mano, los molinos de aceite, los lugares del vino, el número del ganado mayo y memor, el de las colmenas; finalmente, de todo aquello que un tan rico labrador como mi padre puede tener y tiene, tenía yo la cuenta y era la mayordoma y señora, con tanta solicitud mía y con tanto gusto suyo, que buenamente no acertaré a encarecerlo (I, 28, 321-322). Ambos, el de Monipodio y este de los padres de Dorotea, contienen todos los requisitos para incluirlos entre los libros de razón.20 Aunque de los cervantinos no tenemos todos los elementos necesarios para su reconstrucción textual y material, se puede deducir que eran eran cuadernos de papel, a veces de pocas páginas, de formato pequeño —el término «librillo» lo indica todo—, cervantistas 1 4/8/01 318 19:33 Página 318 Antonio Castillo Gómez [8] habitualmente protegidos por unas guardas de pergamino —«ricamente guarnecido» se dice del librillo de Cardenio—, en tanto que la información —acreedores, pagadores, cobros y débitos— es probable que, como vemos en el de Monipodio, estuviera distribuida en asientos breves siguiendo un orden cronológico no siempre riguroso. Es decir, de acuerdo con el modelo constatado en algunos de los ejemplares que se conservan. Sirva, como botón de muestra, el diario de Gaspar Ramos Ortiz, un cuaderno relativo a sus gastos como estudiante en la Universidad de Salamanca desde el 30 de junio de 1568 al 31 de agosto de 1569, del que transcribo a continuación dos fragmentos: uno donde Gaspar refiere el nombre que le da y los motivos de su escritura: En este libro está la raçón de los mrs. que yo Gaspar Ortiz, hijo legítimo de los muy magcos. mis señores padres Balthasar Ramos Ortiz y Catalina Alvarez su muger que aya gloria, voy gastando y pagando en esta Universidad de Salamanca, estando en ella estudianto desde postrero de junio del año de I U DLX y ocho, que me hubo dejado para el dicho efecto mi padre en esta dicha Universidad, y lo que voy gastando y pagando en mis alimentos y adereço de mi persona desde el dicho día en adelante es lo siguiente [… ]; y otro con el primero de los asientos de gasto: En primero deste julio pagué quatro reales por este libro… U CXXXVI.21 IV. «¿QUIÉN ES AQUÍ MI SECRETARIO?» Esta es la pregunta que se hace Sancho cuando se presenta ante él un correo del duque con un despacho cuyo sobrescrito rezaba: «A don Sancho Panza, gobernador de la ínsula Barataria, en su propia mano o en las de su secretario». Y uno de los que allí estaban en ese momento, no tardó en responderle: «Yo señor, porque sé leer y escribir, y soy vizcaíno» (II, 47, 1007). Inmediatamente Sancho lo nombra para tal cargo y le manda mirar lo que decía el pliego, momento que el vizcaino aprovecha para hacer valer su competencia y poner de relieve la confidencialidad del puesto: —Con esa añadidura —dijo Sancho— bien podéis ser secretario del mismo emperador. Abrid ese pliego y mirad lo que dice. Hízolo así el recién nacido secretario y, habiendo leído lo que decía, dijo que era negocio para tratarle a solas. Mandó Sancho despejar la sala y que no quedasen en ella sino el mayordomo y el maestresala, y los demás y el médico se fueron; y luego el secretario leyó la carta [… ] (II, 47, 1008). En ese instante Barataria queda constituida como un auténtica jurisdicción política. En definitiva, como el espejo literario de un Estado, el moderno, regido por la lógica de los papeles, siendo su período más pletórico el que correspondió al reinado de Felipe II, una época bien próxima a la escritura del Quijote y de sobra conocida por su autor.22 La fundamentación burocrática del gobierno de Barataria es algo que puede colegirse tanto por los consejos del duque a Sancho sobre la importancia de las letras en el desempeño de tal menester: Vos, Sancho, iréis vestido parte de letrado y parte de capitán, porque en la ínsula que os doy son menester las armas como las letras, y las letras como las armas» (II, 47, 968); cuanto por las argumentaciones de don Quijote a propósito de lo mal visto que estaba que un gobernador no supiera leer ni escribir: cervantistas 1 4/8/01 [9] 19:33 Página 319 La escritura representada. Imágenes de lo escrito… 319 —¡Ah pecador de mí —respondió don Quijote—, y qué mal parece en los gobernadores el no saber leer ni escribir! Porque has de saber, ¡oh Sancho!, que no saber un hombre leer o ser zurdo arguye una de dos cosas: o que fue hijo de padres demasiado de humildes y bajos, o él tan travieso y malo, que no pudo entrar en él el buen uso ni la buena doctrina. Gran falta es la que llevas contigo, y, así, querría que aprendieses a firmar siquiera (II, 43, 976). Queda claro que la administración de la ínsula conlleva el gobierno de la escritura. Si recordamos las palabras inaugurales de José Antonio Maravall, ésta era uno de los signos distintivos del Estado moderno. Ella se convirtió en una tecnología indispensable para el desempeño de la función política y el secretario en la personificación más visible del imperio burocrático. Su poder, el que por entonces llegaron a ostentar un Francisco de los Cobos o un Antonio Pérez, estaba asentado en el conocimiento de la materia escrita y, en concreto, de los usos y protocolos que ésta debía seguir. Los avatares del Estado moderno, representados en la insula ficticia, quedan estrechamente ligados a los dominios de la pluma y del papel. Así se pone de manifiesto cada vez que Sancho tiene que enfrentarse a la lectura de alguna carta destinada a él, o en el momento de contestarlas; pero aún lo vemos más claro cuando se trata de dictar las normas que habían de regir los destinos de Barataria: Cerró la carta el secretario y despachó luego al correo; y juntándose los burladores de Sancho, dieron orden entre sí cómo despacharle del gobierno; y aquella tarde la pasó Sancho en hacer algunas ordenanzas tocantes al buen gobierno de la que él imaginaba ser ínsula, y ordenó que no hubiese regatones de los bastimentos en la república [… ] (II , 51, 1052). Y así sucesivamene en lo que afectaba a la entrada del vino, los precios del calzado, los cantos lascivos y nocturnos, las coplas de ciegos o la creación del cargo de alguacil de pobres. Para terminar, cuenta Cervantes que, «en resolución, él ordenó cosas tan buenas, que hasta hoy se guardan en aquel lugar, y se nombran «Las constituciones del gran gobernador Sancho Panza»». Un texto, según vemos, que no tenía nada que envidiar a las ordenanzas que entonces regulaban la vida en las ciudades y que, asimismo, podría parangonarse a las diversas manifestaciones de la escritura normativa, tan favorecidas por la imprenta. Sabido es que, desde sus comienzos a mediados del siglo XV, los tórculos sirvieron para la estampación de numerosas normas orientadas a reglamentar la vida en sociedad y a conducir las conductas. En el caso de Sancho, las justas, según le había aconsejado su hidalgo señor, pues tampoco era prudente abusar de leyes y decretos: No hagas muchas pragmáticas, y si las hicieres, procura que sean buenas, y sobre todo que se guarden y cumplan, que las pragmáticas que no se guardan lo mismo es que si no lo fuesen, antes dan a entender que el príncipe que tuvo discreción y autoridad para hacerlas no tuvo valor para hacer que se guardasen; y las leyes que atemorizan y no se ejecutan, vienen a ser como la viga, rey de las ranas, que al principio las espantó, y con el tiempo la menospreciaron y se subieron sobre ella (II, 51 , 1049). V. «EN ESCRITO..., PARA PERPETUA MEMORIA» Y por fin, la escritura y la memoria. Discutiendo Sancho y don Quijote sobre el procedimiento más apropiado para que las proezas del hidalgo no cervantistas 1 4/8/01 320 19:33 Página 320 Antonio Castillo Gómez [10] quedaran perdidas en el olvido, el sabio escudero le aconseja que, en lugar de buscar aventuras por desiertos y encrucijadas, lo mejor era ponerse al servicio de algún emperador o príncipe metido en guerra. Así tendría la oportunidad de demostrar su valía, de tal manera «que, visto esto del señor a quien sirviéremos, por fuerza nos ha de remunerar a cada cual según méritos, y allí no faltará quien ponga en escrito las hazañas de vuestra merced, para perpetua memoria» (I, 21, 229). Idéntico propósito es el que mueve a los compañeros pastores de Grisóstomo a desobedecer la última voluntad de éste, conservando los papeles donde se contaba la historia de la despiadada Marcela en vez de entregarlos al fuego como había sido su deseo: —De mayor rigor y crueldad usaréis vos con ellos —dijo Vivaldo— que su mesmo dueño, pues no es justo ni acertado que se cumpla la voluntad de quien lo que ordena va fuera de todo razonable discurso. Y no le tuviera bueno Augusto César si consintiera que se pusiera en ejecución lo que el divino Mantuano dejó en su testamento mandado. Ansí que, señor Ambrosio, ya que deis el cuerpo de vuestro amigo a la tierra, no queráis dar sus escritos al olvido, que si él ordenó como agraviado, no es bien que vos cumpláis como indiscreto; antes haced, dando la vida a estos papeles, que la tenga siempre la crueldad de Marcela ... (I, 13, 145). Conforme sostuvo por entonces Pedro Vega en su comentario al salmo 101, versículo 19, «Scribantur haec in generatione altera», incluido dentro de su obra Declaración de los siete psalmos penitenciales (1599-1602), «la escritura es vida de la memoria que ya fuera muerta. Es el registro donde vuelve a hallar lo que una vez perdió, deprende de nuevo lo que se le había olvidado, y da vida a lo que ya estaba muerto y sepultado en las tinieblas del olvido».23 El agustino profesor de Coimbra intervenía de ese modo en un debate ya clásico sobre los beneficios respectivos de la memoria oral y de la escrita, todavía vigente en determinados textos a caballo entre los siglos XVI y XVII.24 Los ecos del mismo los podemos también rastrear en muchas páginas del Quijote, donde de hecho la ambivalencia entre las ventajas de lo escrito y las virtudes de la oralidad están encarnadas en las respectivas figuras de la pareja formada por el caballero andante y su fiel escudero. En el episodio de la carta para Dulcinea, inicialmente Sancho advierte a don Quijote que la escriba varias veces porque es mucho confiar dejarlo todo en una memoria tan endeble como la suya: Sacó el libro de memoria don Quijote y, apartándose a una parte, con mucho sosiego comenzó a escribir la carta, y en acabándola llamó a Sancho y le dijo que se la quería leer porque la tomase de memoria, si acaso se le perdiese por el camino, porque de su desdicha todo se podía tener. A lo cual respondió Sancho: —Escríbala vuestra merced dos o tres veces ahí en el libro, y démele, que yo le llevaré bien guardado; porque pensar que yo la he de tomar en la memoria es disparate, que la tengo tan mala, que muchas veces se me olvida cómo me llamo. Pero, con todo eso, dígamela vuestra merced, que me holgaré mucho de oílla, que debe de ir como de molde (I, 25, 286); aunque luego comprobamos que era una treta burlesca de quien estaba más que habituado a escuchar y a tomarlo todo «muy bien en la memoria» (I, 27, 301). De forma que, más adelante, cuando se topa con el cura y el barbero, el olvidadizo Sancho recupera la memoria. Primero se rasca la cabeza «para traer a la memoria la carta» y así, como si esto fuera mejor remedio que el bálsamo de fierabrás, empezó a recordarla con bastante tino desde el «Alta y cervantistas 1 4/8/01 [11] 19:33 Página 321 La escritura representada. Imágenes de lo escrito… 321 sobajada señora» del comienzo al «Vuestro hasta la muerte, el Caballero de la Triste Figura» de la despedida: No poco gustaron los dos de ver la buena memoria de Sancho Panza, y alabáronsela mucho y le pidieron que dijese la carta otras dos veces, para que ellos ansimesmo la tomasen de memoria para trasladalla a tiempo. Tornóla a decir Sancho otras veces, y otras tantas volvió a decir otros tres mil disparates (I, 26, 296). Algún que otro disparate sí que dijo, pues confundió «sobajada» con «soberana»; pero su memoria, quién sabe si comparable a la que por aquellos días acreditó uno de los memoriones más reputados, el morisco Román Ramírez, 25 despertó la admiración de sus interesados oyentes. Ya de vuelta donde estaba don Quijote, a las preguntas de éste sobre el encuentro con Dulcinea y lo que había hecho con la carta, máxime porque el librillo de memoria donde estaba copiada no se había movido de su lado, Sancho vuelve a referir sus dotes memoristas: —Señor —respondió Sancho—, si va a decir la verdad, la carta no me la trasladó nadie, porque yo no llevé carta alguna. —Así es como tú dices —dijo don Quijote—, porque el librillo de memoria donde yo la escribí le hallé en mi poder a cabo de dos días de tu partida, lo cual me causó grandísima pena, por no saber lo que habías tú de hacer cuando te vieses sin carta, y creí siempre que te volvieras desde el lugar donde la echaras menos. —Así fuera —respondió Sancho—, si no la hubiera yo tomado en la memoria cuando vuestra merced me la leyó, de manera que se la dije a un sacristán, que me la trasladó del entendimiento tan punto por punto, que dijo que en todos los días de su vida, aunque había leído mcuhas cartas de descomunión, no había visto ni leído tan linda carta como aquella. —Y ¿tiénesla todavía en la memoria, Sancho? —dijo don Quijote. —No, señor —respondió Sancho—, porque después que la dí, como vi que no había de ser de más provecho, di en olvidalla, y si algo se me acuerda, es aquello de «sobajada», digo del «soberana señora», y lo último: «Vuestro hasta la muerte, el Caballero de la Triste Figura». Y en medio destas dos cosas le puse más de trecientas almas y vidas y ojos míos (I, 30, 356-357). Algo de memoria cierta y otro tanto de invención en el momento de efectuar la carta por parte de quien la ha apropiado y convertido en suya. Eso sin entrar en el detalle de las muchas otras historias, consejas, refranes y proverbios que Sancho recitaba a cada paso, viniera o no a cuento, unas veces para solaz de don Quijote y otras para su exasperación. Y junto a la palabra y a la escritura, la imagen, cerrando el círculo de la tríada comunicativa intrínseca a la alta Edad Moderna, época en la que el recurso a una u otra dependía, en palabras de Fernando Bouza, «de su capacidad o bien para convencer o bien para persuadir, o bien, en el mejor de los casos, para crear una persuasión que convenciera o un convencimiento que persuadiera»26. Los parangones entre las escrituras, las voces y las figuras, vívidos en determinadas obras de aquel período, los atisbamos igualmente en diversos episodios de la historia quijotesca. Así en el arranque del capítulo IX, lo que era el comienzo de la segunda parte en la edición de 1605, Cervantes expresa su pesadumbre por la mala estrella que había tenido don Quijote al faltarle «algún sabio que tomara a cargo el escrebir sus nunca vistas hazañas, cosa que no faltó a ninguno de los caballeros andantes», quiénes, según el autor, llegaron a disfrutar de «uno o dos sabios como de molde, que no solamente escribían sus cervantistas 1 4/8/01 322 19:33 Página 322 Antonio Castillo Gómez [12] hechos, sino que pintaban sus más mínimos pensamientos y niñerías, por más escondidas que fuesen» (I, 9.105). Vemos en ello el paralelismo que se perfila entre la escritura y la pintura, el mismo que don Quijote vuelve a reclamar cuando relata a Sancho la historia del Orbaneja, el pintor de Úbeda, y dice de éste que «debe de ser el pintor o escritor, que todo es uno» (II, 71, 1203). La escritura pintaba los más íntimos pensamientos y la pintura escribía las hazañas en tablas para perpetua memoria, tanto como podían hacerlo las figuras entalladas en bronce o las esculpidas en mármol: —Dichosa edad y siglo dichoso aquel adonde saldrán a la luz las famosas hazañas mías, dignas de entallarse en bronces, esculpirse en mármoles y pintarse en tablas, para memoria en lo futuro (I, 2, 47). La identificación que Cervantes establece entre la escritura y la pintura entronca con cuanto al respecto había dicho Pedro de Vega, hacia 1565, en sus Diálogos de la differencia del hablar al escrevir. Para éste, la escritura era como «un retrato en acto de la habla e una forma de las palabras que queda después que as hablado, o una imagen o vida que inmediate que la vees te traerá a la memoria lo que representa, como el pintor que pinta la figura de quien fácilmente se conoce por ella. E si bien la palabra no se vee, ni se puede percebir con vista como la imagen del amigo, porque es spíritu, puédese estampar e pintar como la dicha imagen del amigo de tales caracteres e tan visibles que sin que ella hable yo la entiendo».27 Claro que si por alguna razón o circunstancia fallaba la escritura, nunca había que olvidar del todo que las historias, como la del hidalgo Alonso Quijana, siempre podían estan frescas «en la memoria de la gente de su aldea y de las a ella circunvecinas» (I, 9, 106). Otra vez la intensa huella de la cultura oral sale a flote en la novela, haciendo de ésta una singular laguna donde se reverberan voces, imágenes y escrituras. No obstante, el poder de lo escrito era cada día más palmario. No solo por sus posibilidades a la hora de fijar la memoria de los acontecimientos y de trasladarla a las generaciones futuras, sino también en el inmediato presente en cuanto garantía de autenticidad de las acciones y actos validados a través de la escritura. Un analfabeto como Sancho supo verlo y expresarlo cuando perdió el «librillo de memoria» de Cardenio donde su amo había copiado la carta para Dulcinea del Toboso y, lo que aún era más importante para el escudero, la libranza de los tres pollinos: —He perdido el libro de memoria —respondió Sancho— donde venía carta para Dulcinea y una cédula firmada de su señor, por la cual mandaba que su sobrina me diese tres pollinos de cuatro o cinco que estaban en casa (I, 26, 295). En esto mismo observamos el carácter de garantía asociado a la escritura y, más aún, a la firma autógrafa cuando se trata de cartas o documentos que pueden levantar alguna sospecha. Tal vez la epístola de un caballero andante pudiera tener igual valor sin la firma, pues así había ocurrido con las de un antecesor tan nombrado como Amadís de Gaula, aparte de que Dulcinea «en toda su vida ha visto letra mía ni carta mía, porque mis amores y los suyos han sido siempre platónicos» (I, 25, 282); pero el caso de la libranza de los pollinos era muy diferente, de ahí que Sancho Panza estuviera tan preocupado por la originalidad y autenticidad de la firma: cervantistas 1 4/8/01 [13] 19:33 Página 323 La escritura representada. Imágenes de lo escrito… 323 —Pues ¿qué se ha de hacer de la firma? —dijo Sancho. —Nunca las cartas de Amadís se firman —respondió don Quijote. —Está bien —respondió Sancho—, pero la libranza forzosamente se ha de firmar, y esa, si se traslada, dirán que la firma es falsa y quedaréme sin pollinos. —La libranza irá en el mesmo librillo firmada, que en viéndola mi sobrina no pondrá dificultad en cumplilla. Y en lo que toca a la carta de amores, pondrás por firma: «Vuestro hasta la muerte, el Caballero de la Triste Figura» (I, 25, 282). Por lo que se ve, el festín de la escritura congregaba cada día a un número mayor de comensales, incluso de distinta condición y clase social. Un servidor les deja en su compañía, y con el permiso de Cervantes, a quien debo la inspiración de estas páginas, por ahora es todo. Vale. NOTAS 1 Este texto se inscribe dentro del proyecto de investigación La cultura de lo escrito durante la Edad Moderna: discursos, prácticas y representaciones, del que soy responsable, financiado por el Vicerrectorado de Investigación de la Universidad de Alcalá (H003/2000). 2 José Antonio Maravall, Estado moderno y mentalidad social, 2, Madrid, Revista de Occidente, 1972, p. 181. 3 Acúdase para ello a la documentada síntesis de Antonio Viñao Frago, «Alfabetización y primeras letras (siglos XVI-XVII)», en Antonio Castillo Gómez (compilador), Escribir y leer en el siglo de Cervantes, Barcelona, Gedisa, 1999, pp. 39-84. 4 Para una panorámica de las utilidades de lo escrito en la España áurea, véanse los ensayos reunidos en el citado volumen Escribir y leer en el siglo de Cervantes. Asimismo me he ocupado del tema en algunos de mis trabajos, entre otros en «La fortuna de lo escrito. Funciones y espacios de la razón gráfica (siglos XV-XVII)», Bulletin Hispanique, t. 100, 1998, nº 2, pp. 343-381; y «Escrituras públicas y escrituras privadas en la España del Siglo de Oro», ponencia presentada en la sesión especializada número 10, «The Social Practices of Writing and Reading from Antiquity to the Present», del 19th International Congress of Historical Sciences, Oslo 7 de agosto de 2000, cuyo texto, en espera de una publicación impresa, está disponible en la página web del congreso: http://www.oslo2000.uio.no/program/papers/S10/Gomez.pdf. 5 En las citas tomadas del Quijote sigo la edición del Instituto Cervantes dirigida por Francisco Rico: Miguel de Cervantes, don Quijote de La Mancha, Barcelona, Instituto Cervantes-Crítica, 1998 (Biblioteca Clásica, 50). 6 Edward Baker, La biblioteca de don Quijote, Madrid, Marcial Pons, 1997, p. 139. Otros cuantos títulos básicos que se internan por estos vericuetos son: María Carmen Marín Pina, «Lectores y lecturas caballerescas en el Quijote», en Actas del III Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas (Alcalá de Henares, 12-16 de noviembre, 1990), Barcelona, Anthropos; Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1993, pp. 265-273; Carlos Fuentes, Cervantes o la crítica de la lectura, Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 1994; Margit Frenk, Entre la voz y el silencio (La lectura en tiempos de Cervantes), Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 1997; Cervantes. Cultura literaria, Catálogo de la exposición celebrada en la Biblioteca de Madrid con motivo del 450 aniversario del nacimiento de Cervantes, Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 1997, donde se reproduce el conocido estudio de Marcelino Menéndez Pelayo, «Cultura literaria de Miguel de Cervantes y elaboración del Quijote» (1941); y Asún Bernárdez, don Quijote, el lector por excelencia (Lectores y lectura como estrategias de comunicación), Madrid, Huerga & Fierro, 2000. 7 Alicia Marchant Rivera, «Clases populares y escritura en la España del Siglo de Oro: las Novelas Ejemplares de Miguel de Cervantes», en Antonio Castillo Gómez (ed.), Cultura escrita y clases subalternas: una mirada española, Oiartzun, Sendoa, 2000, en prensa. 8 Un asunto que ahora ha sido explorado por Leonor Sierra Macarrón en su trabajo «Escribir y leer para otros: Figuras del analfabetismo en el texto cervantino», presentado igualmente en este IV Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas (Lepanto, 1 al 8 de octubre de 2000), ver infra.. 9 En ambos casos, según han señalado algunos expertos en la materia cervantina, el autor llama letra «gótica» a la mayúscula romana. Cfr. Henry Thomas, «Lo que Cervantes entendía por cervantistas 1 4/8/01 324 19:33 Página 324 Antonio Castillo Gómez [14] «letras góticas»», Boletín de la Real Academia Española, XXVIII, 1948, pp. 257-264; Salvador J. Fajardo, «Closure in don Quijote I: A Reader’s Canon», Cervantes, XIV/I, 1994, pp. 55-57; y Miguel de Cervantes, don Quijote, ed. cit., Volumen complementario, notas complementarias, p. 418: 591.47. 10 Roger Chartier, Escribir las prácticas: discurso, práctica, representación, edición de Isabel Morant Deusa, Valencia, Fundación Cañada Blanch, 1998. 11 Así, por ejemplo, de finales del siglo XIV se conoce un nutrido conjunto de 60 cartas de mujeres barcelonesas, esposas, viudas e hijas de nobles, comerciantes y menestrales, escritas entre 1372 y 1396. Cfr. Teresa María Vinyoles i Vidal, «L’amor i la mort al segle XIV: Cartes de dones», Miscel.lània de Textos Medievals, 8, 1996, pp. 111-198. 12 Antonio Castillo Gómez, «»Hablen cartas y callen barbas»». Escritura y sociedad en el Siglo de Oro», Historiar, 4, enero 2000, pp. 116-127. 13 Antonio Fontán y Jerzy Axer, Españoles y polacos en la corte de Carlos V. Cartas del embajador Juan Dantisco, Madrid, Alianza, 1994. 14 Enrique Otte, Cartas privadas de emigrantes a Indias, 1540-1616, Sevilla, Junta de Andalucía, Consejería de Cultura-Escuela de Estudios Hispano Americanos de Sevilla, 1988; y Rocío Sánchez Rubio e Isabel Testón Núñez, El hilo que une: las relaciones epistolares en el Viejo y el Nuevo Mundo (siglos XVI-XVIII), Cáceres, Universidad de Extremadura, Servicio de Publicaciones; Mérida, Junta de Extremadura, Editora Regional, 1999. 15 A. Castillo Gómez, «Hablen cartas y callen barbas»…», art. cit., pp. 126-127. 16 Anastasio Rojo Vega, El Siglo de Oro. Inventario de una época, Valladolid, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 1996; Manuel Peña Díaz y Antoni Simón Tarrés, «La escritura privada en la Catalunya moderna», en Carlos Barros (ed.), Historia a debate, t. II, Retorno del sujeto, Santiago de Compostela, Historia a Debate, 1995, pp. 273-282; Manuel Peña Díaz, Cataluña en el Renacimiento: Libros y lenguas (Barcelona, 1473-1600), Lleida, Editorial, Milenio, 1996, pp. 143-152; Antonio Castillo Gómez, Escrituras y escribientes. Práctica de la cultura escrita en una ciudad del Renacimiento, Las Palmas de Gran Canaria, Gobierno de Cnarias-Fundación de Enseñanza Superior a Distancia, 1997, pp. 305-308. 17 Antonio Castillo Gómez, «La fortuna de lo escrito…», art. cit., pp. 347-355; Manuel Peña Díaz, Cataluña en el Renacimiento, op. cit., pp. 143-152; y Mª. Luz Mandingorra Llavata, «La configuración de la identidad privada: diarios y libros de memorias medievales y modernos», en Antonio Castillo Gómez (ed.), La conjura del silencio. Escritura y clases populares, Oiartzun, Sendoa, 2001, en preparación. 18 Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares, I, edición de Harry Sieber, Madrid, Cátedra, 1992, pp. 235-236. 19 A. Castillo Gómez, «La fortuna de lo escrito…», art. cit., p. 348. 20 La notable difusión de su práctica así como las distintas modalidades de estos libros contables resultan incuestionables a medida que se husmea entre la documentación depositada en los archivos. Con referencia a los siglos XVII y XVIII, puede verse por el trabajo de Diego Navarro Bonilla, a quien doy las gracias por entregarme una copia del mismo, «El proceso de inventario de escrituras: fuente documental para una historia social de la cultura escrita en Aragón», presentado en el XVII Congrés d’Historia de la Corona d’Aragó: El món urbà a la Corona d’Aragó del 1137 als decrets de nova planta (Barcelona-Lleida, 7-12 de septiembre de 2000). 21 Diario de Gaspar Ramos Ortiz, Biblioteca de la Universidad de Salamanca, ms. 702, fol. 4r. Cito por la edición de Luis E. Rodríguez-San Pedro Bezares, Vida, aspiraciones y fracasos de un estudiante de Salamanca. El diario de Gaspar Ramos Ortiz (1568-1569), Salamanca, Universidad de Salamanca, 19992, p. 33. 22 En este punto resulta obligado enviar a los trabajos de Fernando Bouza Álvarez sobre la vocación papelera de dicho monarca, buena parte de ellos reunidos ahora en su libro Imagen y propaganda. Capítulos de historia cultural del reinado de Felipe II, Madrid, Akal, 1998; así como a su trabajo «Escritura, propaganda y despacho de gobierno», en A. Castillo Gómez (comp.), Escribir y leer en el siglo de Cervantes, op. cit., pp. 85-109. 23 Pedro Vega, Declaración de los siete psalmos penitenciales, «Declaración de las cosas escritas», en El ensayo español, 1, Los orígenes: siglos XV a XVII, edición de Jesús Gómez, Barcelona, Crtítica, 1996, p. 143. 24 Fernando Bouza, «Usos de la escritura: libelos populares, traslados manuscrito