modelos a seguir cristianos

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modelos a seguir cristianos
modelos a seguir
cristianos
PARA LA IGUALDAD DE LGBT
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cristianos
PARA LA IGUALDAD DE LGBT
Un agradecimiento especial a la MB Reckitt Trust y a la Edith Maud Ellis Trust.
Gracias a todos aquellos que ofrecieron su tiempo e historias personales para crear esta publicación.
Las fotografías de este folleto no deban considerarse en modo alguno reflejar el lugar de origen o el
lugar de residencia de los entrevistados.
prólogo
El obispo Christopher Senyonjo es un sacerdote anglicano y defensor de los derechos
de lesbianas, gays, bisexuales y trans (LGBT) en Uganda. Continúa corriendo el
riesgo de encarcelamiento y poniendo en peligro su seguridad al hablar en contra de
la homofobia, bifobia y transfobia y enviando mensajes de aceptación e inclusión.
Ha aparecido en dos documentales ‘Call Me Kuchu’ (Llamadme Kuchu) y ‘God Loves
Uganda’ (Dios ama a Uganda) y es el responsable del sacerdocio en apoyo a LGBT.
A veces parece que tenemos mucho que resolver en un mundo en cambio. Aunque para algunos de nosotros es
fácil aceptar la diversidad, viéndola como una parte del gran diseño de Dios, para otros resulta confusa y difícil.
Pero dar la espalda a la realidad de algunos de nuestros semejantes, tanto hombres como mujeres, es cerrarles
las puertas de la Iglesia.
El camino para muchos cristianos que son LGBT, y para los que les apoyan, casi nunca es fácil. Las personas
LGBT se enfrentan a juicios y persecuciones, y a menudo se sienten excluidas de la Iglesia. Desgraciadamente,
algunos se han alejado de la fe como una manera de supervivencia.
Como cristianos, debemos aprender a aceptar a las personas lesbianas, gays, bisexuales o trans (LGBT) como
hijos de Dios. Siempre ha habido personas LGBT en la Iglesia y siempre las habrá.
Las 20 historias que aparecen en este folleto hablan sobre personas LGBT que han conciliado su identidad
sexual y/o de género con la fe, y sobre cristianos que no son LGBT que creen que aceptar y ratificar a las
personas LGBT es la respuesta cristiana. Representan a diferentes opiniones de todo el mundo: de África, el
continente americano, el Caribe, Europa, Asia y el Pacífico. Las historias de manera individual son inspiradoras,
pero juntas cuentan una historia increíblemente poderosa de una fe que ha soportado juicios que serían difíciles
de imaginar para muchos de nosotros, una fe que puede mover montañas.
Os doy la bienvenida a esta colección de testimonios y ruego que los leáis con un espíritu abierto y un
corazón bondadoso. Su creencia duradera, su compresión del amor de Dios y su valentía nos ofrecen a todos
una oportunidad de adoptar un significado más profundo del compañerismo y la aceptación. Y al aceptarnos
plenamente los unos a los otros, rezo para que reconozcamos nosotros mismos una aceptación más profunda de
Dios. Nuestro Dios es compasivo y ama inclusive.
Obispo Christopher Senyonjo
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prólogo
A algunos no les sorprenderá y para otros será una gran sorpresa que haya personas
lesbianas, gays, bisexual y trans en todas las comunidades, todos los lugares de
trabajo, todas las regiones, de todos los orígenes étnicos y de todas las religiones.
De entre estos aspectos, la religión es a menudo el más difícil de conciliar. Algunos dirán que no es posible que
existan personas LGBT en comunidades religiosas; que las comunidades religiosas no aceptan las relaciones
con personas del mismo sexo o a aquellas que transicionan, que las personas LGBT pueden ‘curarse’. Y, por
supuesto, estas creencias pueden existir y, de hecho, existen. En consecuencia, existen personas LGBT que
rechazan su fe y advierten un abismo cada vez más amplio entre dos partes de su identidad.
Sin embargo, existen también muchas comunidades religiosas, grupos y lugares de culto en los que no existen
estas creencias. Este libro se centra en las experiencias de cristianos de todo el mundo. Sus procedencias socioculturales y tradiciones religiosas son todas diferentes: algunos son sacerdotes, algunos han sido encarcelados,
algunos mantienen una relación de pareja. Algunas de las personas de este libro se identifican como lesbianas,
gays, bisexual o trans, y otras son sus simpatizantes más incondicionales. Pero lo que todos comparten es la
creencia de que Dios es amor y aceptación.
Las personas de este libro provienen de 15 países de seis continentes. En 12 de estos países, las personas LGBT
no se encuentran protegidas por la ley. Cuando empezamos este proyecto, nuestra intención era compartir las
historias y experiencias de una amplia gama de participantes, con el fin de demostrar cómo las experiencias de
las personas LGBT de fe y sus aliados pueden ser diferentes, pero también contienen sorprendentes similitudes.
No obstante, según progresaba, nos dimos perfecta cuenta de que la publicación de algunas de estas experiencias
podría provocar reacciones adversas por parte de la gente. La valentía y honestidad de las personas a las que
entrevistamos era inquebrantable pero, después de largas conversaciones, tomamos la difícil decisión de hacer
anónimas las historias de las personas a las que las leyes de sus estados no podían garantizarles protección.
Otras han optado ellas mismas por permanecer en el anonimato. Nuestro papel es legitimar a los demás, pero
debemos tener en cuenta su seguridad como parte de este proceso.
Es ilegal ser lesbiana, gay o bisexual en 75 países del mundo, en 10 está castigado con la pena de muerte y
más de 1700 trans han sido asesinados en los últimos siete años en todo el mundo. Todavía queda, es evidente,
un largo camino por recorrer antes de que podamos decir que todas las personas en todos los lugares son
libres de ser ellas mismas, pero eso es ciertamente por lo que estamos trabajando. Deseamos un futuro en el
que el anonimato ya no sea necesario y todo el mundo sea aceptado por sus creencias, fe, orientación sexual,
identidad de género y todo lo demás, sin ninguna excepción.
Ruth Hunt
Directora ejecutiva, Stonewall
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‘Dios está contra el pecado. Eso es todo. Y no veo ninguna relación entre el pecado y ser LGBT.’
Mikhail Tumasov forma parte de la ‘Russian LGBT
Network’ (Red de LGBT Rusa). Esta es una organización
de derechos humanos que ofrece servicios sociales,
legales y de defensa y promueve iniciativas regionales
para la igualdad de LGBT. Vive, trabaja y acude al culto
en San Petersburgo.
no tenía sentido y que estaban equivocados; estos gays cristianos
diciendo que estaba bien ser gay y cristiano. ¡Yo había sido católico
y sabía más que ellos! Pero el último día, un reverendo de la Iglesia
de la Comunidad Metropolitana habló sobre cómo podemos entender
la palabra de Dios siendo LGBT y algo en mi interior cambió. Empecé
a cuestionar mi suposición de que ser gay y ser cristiano no podían
ir juntos. Necesitaba saber más, estudiar las interpretaciones de la
Biblia, entender la teología sobre el asunto, así que me di cuenta de
que, después de todo, podía estar equivocado. Empezó a cambiar la
manera en la que entendía el cristianismo. Actualmente, no puedo
encontrar una sola frase de la Biblia en contra de las personas LGBT. Lo
que en realidad veo es que Dios está contra el pecado. Eso es todo. Y
no veo ninguna relación entre el pecado y ser LGBT.
Era un adolescente durante la ‘Perestroika’ (la reestructuración de la
antigua Unión Soviética) en la década de los 80, cuando las Iglesias
cristianas regresaron a Rusia después de un largo periodo de ausencia.
Recuerdo sentir curiosidad hacia Dios y la espiritualidad, el bien y el
mal y este tipo de cosas. Mi familia era biconfesional –ortodoxa y
católica– y yo elegí ser católico.
Mi relación con Dios ha sido todo un viaje. ¡Hemos discutido mucho!
Siempre he pensado que Dios es mi padre y Jesús es mi hermano, y
puede que yo no sea el mejor miembro de la familia pero, por lo menos,
soy parte de ella. Y como en cualquier familia, a veces no estamos de
acuerdo, pero hablamos entre nosotros y normalmente estamos muy
unidos. En momentos difíciles Dios está cerca, en todo momento y en
cualquier lugar. Me sorprende cuando la gente dice que la iglesia es el
único lugar sagrado; cualquier lugar del mundo es sagrado porque es
obra de Dios. Así que tienes que ser la misma persona dentro y fuera
de la iglesia.
Mi proceso de salida del armario es una larga historia. Tenía 13 años
cuando empecé a sentir ciertas ‘inclinaciones’ y pensé: ‘esto no puede
ser bueno’. Como católico, se suponía de todos modos que no debía
mantener relaciones sexuales de ningún tipo, así que estaba bien
mantenerse soltero y célibe, es lo que se esperaba. Así que dediqué mi
vida a Dios y traté de ignorar estos sentimientos.
Comencé a estudiar Teología en la Universidad de Moscú para ser
sacerdote, pero dejé los estudios porque no podía conciliar mi fe con
mi orientación sexual. Tres años después, me acepté como gay y me
sentí lo suficientemente fuerte como para volver a intentarlo otra vez.
Le dije a mi sacerdote, un cura irlandés al que realmente admiraba, que
era gay. Simplemente me abrazó y me dijo: ‘lo siento por ti’, porque
declararse gay significaba que era imposible llegar a ser sacerdote. Lo
dejé otra vez y me mudé al sur, pero el problema siguió mis pasos; el
obispo para el que trabajaba en Moscú le dijo a mi nuevo sacerdote
que era gay.
Acudo a oración junto a un grupo de personas con muchas tradiciones
diferentes. Algunos miembros no son cristianos, pero es un lugar
seguro para que practiquen otras religiones. Y tenemos no creyentes
que simplemente quieren formar parte de nuestros encuentros. No
todos son LGBT, algunos son heterosexuales. Pero todo el mundo es
bienvenido. Tenemos grupos en Moscú, San Petersburgo y Vladivostok.
No nos organizamos como una iglesia típica porque algunos han tenido
malas experiencias con iglesias y existen correlaciones negativas en
torno a esto. Entiendo cómo se sienten, pero me gusta sentirme parte
de algo. No puedo ser un cristiano individual, no puedo sobrevivir sin
una comunidad.
Me uní al grupo juvenil de mi nueva parroquia. A veces las reuniones
terminaban tarde y todos se quedaban a pasar la noche en el edificio
de la iglesia, pero el cura me decía a mí que me fuera a casa. No me
permitían quedarme con el resto de la gente porque era gay. Traté de
centrarme solo en la fe, pero fue horrible e intenté suicidarme. Pensaba
que iba a ir al infierno de todos modos, así que ¿por qué no ir ya?.
Mirando en retrospectiva, parece ridículo que pensara eso, pero me
sentía muy solo por lo que habían dicho aquellos curas. La Iglesia
había sido mi familia y ser apartado de algo tan querido para mí fue
demoledor.
Algunas personas LGBT no son cristianas simplemente porque no
creen, pero a muchas personas LGBT les han dicho que no pueden creer
porque alguien de alguna iglesia conservadora ha dicho: ‘debéis elegir
entre ser gays o creer en Dios’. Pero uno no puede elegir dejar de ser
gay. Es como elegir no tener ojos marrones. No es tu elección.
‘Como cristianos LGBT, podemos ayudar a que la gente adopte otro
punto de vista. Vi la película Brokeback Mountain (sobre dos hombres
en la América de la década de los 60 que se enamoran) con un amigo
musulmán y heterosexual y me dijo: ‘¿os queréis igual que nosotros?’.
Fue entonces cuando pensó sobre ello y entendió que un hombre puede
amar a otro hombre y tener los mismos sentimientos que él tenía por
su mujer. Seguimos siendo buenos amigos y fui el padrino de su boda.
Conocí a mi primer novio en el año 2000, cuando tenía 25 años.
Hasta ese momento me había mantenido completamente célibe. Fui
a confesarme y el sacerdote (esta vez uno distinto) me dijo que dejara
de verlo, pero yo no quise. Supe que era el principio de mi fin como
católico. Mi novio era muy católico, pero yo dejé de ir a comulgar y
a confesarme, y me fui alejando poco a poco. Es difícil para mí decir
esto, pero actualmente soy ‘ex católico’. Ahora me defino simplemente
como cristiano.
No tengas miedo de ser LGBT y cristiano. Sé que es un desafío y
que a veces la comunidad LGBT dice que el cristianismo es culpable
de muchas cosas. Tenemos que dialogar; pero dialogar, no gritar.
Necesitamos escuchar, rezar y sentir la presencia del Espíritu Santo en
todo esto. El sentido de la vida es ser real, no engañarse a uno mismo.
Entender quién eres y ser esa persona. No puedes engañar a Dios.
Hace tan solo cinco años seguía luchando con la idea de ser gay y
cristiano. Aún pensaba que era realmente imposible ser las dos cosas.
Me invitaron a asistir a un foro para cristianos LGBT de Europa del
Este y fui con la convicción de que iba a detestarlo. Pensaba que
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‘Pero sé que Dios me escucha donde quiera que yo esté y donde quiera que Él esté. Si Él no me
amara o no le gustara mi sexualidad, no me habría creado.’
Esta es la historia de una lesbiana en África
Oriental, que trabaja con la policía, los médicos de
comunicación, profesionales de la salud y líderes
religiosos en la comprensión y la promoción de los
derechos de las personas LGBT.
una clínica después de que algunos líderes religiosos encabezaran
una manifestación para sacar a las personas LGBT fuera de la ciudad.
Iniciamos una conversación para recordar el sufrimiento que se había
producido, y les ayudamos a ver que si pronuncian discursos contra las
personas marginadas, incluidas las personas LGBT, la gente reacciona
y puede conducir al asesinato de alguien. Les preguntamos cómo lo
veían, y hablamos sobre el papel que los líderes religiosos podían tener
en la prevención de la discriminación. Les permitimos ir a su propio
ritmo y llegar a sus propias conclusiones.
No he salido del todo del armario. No me verás en los medios de
comunicación y, cuando tengo que hablar en público, pido que no
publiquen mi fotografía. La razón es el trabajo que realizo; en el
momento en que empiezo a hablar de mi sexualidad, se convierte en
un problema y la gente inmediatamente crea una barrera y me mira
de manera diferente. Duele y me hace trabajar más duro. Algunas
personas creen que la comunidad gay es simplemente algo sexual,
una comunidad creada para el sexo. Pero yo veo mi orientación como
algo que simplemente está ahí. Así que no me presento así: ‘hola, soy
lesbiana’. ¿Por qué tengo que decir que soy lesbiana?
Cuando notamos que habíamos establecido una relación profesional
con ellos, decidimos descubrirnos. La reunión sería un gran éxito o un
rotundo fracaso. Comenzamos por llamar a un médico gay, después a un
abogado gay y a otros profesionales que también son gays, porque para
ellos los gays eran solo esos a quienes veían en la calle, ‘vendiendo
sexo’ o lo que quiera que los medios de comunicación hubieran
retratado. Queríamos que vieran que hay personas LGBT en todos los
ámbitos de la sociedad. Les invitamos a que nos hicieran preguntas y
la conversación continuó durante cuatro horas. Hablamos de derechos
humanos para todos. No dijimos: ‘somos gays y queremos derechos
gays para nosotros’. Teníamos una estrategia de seguridad preparada
en caso de que las cosas explotasen y tuviéramos que huir, pero,
gracias a Dios, todo fue tan bien que nos pidieron que instruyésemos
a otros en estos temas porque antes de esto habían tenido una idea
equivocada sobre las personas LGBT. Enseñamos a seis de esos líderes
religiosos a formar a otros en la aceptación de LGBT. Les he observado
realizar su propia formación y me ha impresionado mucho.
Lo que impide a la gente salir del armario en África es el miedo; miedo
a ser rechazada, miedo a ser acosada, miedo a que todo sea negativo.
Te preocupa que tu familia te rechace y que tus amigos heterosexuales
se aparten de ti. Y existe el miedo a que la gente se tome la justicia
por su mano.
Nací en una familia grande y me crié en un entorno rural. Estudié
en la capital y después me mudé a una ciudad más pequeña, donde
entablé amistad con un grupo gay local. Era lesbiana en una nueva
ciudad y necesitaba encontrar algo parecido a una familia, gente con la
que me sintiera cómoda. Se reunían todas las semanas para apoyarse
mutuamente contra los abusos a los que se enfrentaban en las calles.
Hablaban sobre arrestos, encarcelaciones, violaciones y brutalidad
policial. Escuchaba sus historias y preguntaba por qué se tomaban estos
abusos tan a la ligera. Su respuesta fue: ‘estamos acostumbrados’. La
persona que por aquel entonces moderaba el grupo me invitó a unirme
a la organización y a ayudar a convertirla en un grupo de apoyo.
Aun así, la iglesia no es sitio para mí. Soy cristiana, pero no he ido a
la iglesia en años. Cuando vi a cristianos pidiendo que se arreste a
gente como yo, desistí. Sentí que esa gente me arrebataba la Iglesia.
Leo la Biblia a diario y escucho a párrocos en Internet, pero no puedo
pretender sentarme en una iglesia si el predicador es homófobo o si
la congregación no me acepta. Pero sé que Dios me escucha donde
quiera que yo esté y donde quiera que Él esté. Si Él no me amara o no
le gustara mi sexualidad, no me habría creado. No creo que nadie deba
decidir por mí o decidir por Dios si debo vivir o morir, porque Dios ha
visto que debo estar viva y aquí. Así que creo que Dios me ama tal y
como soy y que puedo orar en cualquier sitio. Así es como he sido capaz
de continuar y crecer en mi espiritualidad como cristiana.
Trabajo con la policía, los medios de comunicación, proveedores
sanitarios y líderes religiosos para entender y potenciar los derechos
humanos de las personas LGBT. Cuando les conozco por primera vez
no les hablo de mi orientación sexual, simplemente me centro en
crear un relación. Empiezan a conocerme como ‘la persona que está
respaldando el proceso’, no como o ‘la lesbiana’ o cualquier otra
etiqueta que pudieran ponerme. De esta manera, se sienten más
cómodos al preguntar sobre sus opiniones o comportamiento. Una vez
que se ha establecido una base, puedo revelar mi orientación sexual
con más seguridad. La gente me ha dicho que de haber sabido que soy
gay, no se habrían reunido conmigo, pero el hecho de que me hayan
conocido como persona les ayuda a darse cuenta de que el estereotipo
LGBT es falso. Cambia su punto de vista y somos capaces de trabajar
juntos.
En la Biblia veo mucho amor, más que matanzas y lapidaciones. Veo
cómo la Biblia me guía para ser una persona mejor en una sociedad
donde ocurren muchas cosas malas. No utilizo la Biblia para encontrar
razones por las que debería odiar a mi vecino; utilizo la Biblia como
una orientación para ayudarme a perdonar, hablar con aquellos a los
que perdono y seguir hacia adelante. Si no lo hiciera, creo que tendría
muchos enemigos. Soy feliz y la Biblia me permite ser feliz.
Algunos compañeros gays y yo trabajamos recientemente con un grupo
de líderes religiosos analizando el daño que sus palabras han causado
a grupos minoritarios. Por ejemplo, hombres gays fueron atacados en
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‘Me han dicho: “tu punto de vista no es bíblico”, pero yo creo que es profundamente bíblico.’
Nicholas Holtam es el obispo de Salisbury y
anteriormente fue sacerdote en dos parroquias del
centro de Londres. Ha impartido clases y ha hecho
publicaciones sobre cuestiones de ética cristiana,
misión y sacerdocio y sobre la posición y propósito de
las parroquias. Está casado y tiene cuatro hijos y se ha
pronunciado en defensa del matrimonio igualitario.
sexual. No es lo primero que se dice de uno mismo al entrar a una
habitación, pero existe una gran variedad de seres humanos.
Creo que con lo que mucha gente lucha es con el espectro de la
sexualidad. Algunos cristianos piensan: ‘sería mucho mejor si fueras
heterosexual, elige ese camino, será mejor para ti y mejor para nosotros’.
A todos nos gusta la pulcritud y el orden ¿no es así? Y nos gusta la
gente que es como nosotros. Pero no se puede elegir ser heterosexual
u gay, simplemente se es. Así que, en realidad, es cruel decirle a
alguien: ‘lo siento, pero tienes que mantenerte célibe o comportarte
como un heterosexual’. Es antinatural para esa persona. Y Dios nos
hizo ‘hombres y mujeres’, pero ¿qué pasa con esas personas que son
intersexuales, que son hombre o mujer de un modo indeterminado?
Aunque sea un porcentaje pequeño, se trata de muchas personas.
Crecí en una familia del norte de Londres que aceptaba a las personas
tal y como son. Mis padres eran geniales a la hora de aceptar a todo
tipo de personas, algunas de las cuales eran bastante complicadas y
difíciles, incluso para un chaval. Tenían un fuerte sentido de vecindad y
jamás excluyeron a nadie por motivos de género, raza, edad, etcétera.
Creo que mi opinión proviene de su aceptación de todo el mundo. Piensa
en lo ofensivos que son el racismo y el sexismo, todo el mundo lo tiene
claro ahora. Como sociedad, hemos sido ambivalentes respecto a la
orientación sexual, pero hemos llegado a un punto en Gran Bretaña en
el que casi hemos resuelto el problema de manera legal y eso me parece
muy positivo. Es una cuestión de justicia. Mis opiniones comienzan con
mi familia, pero también están profundamente arraigadas en mi fe.
Me han dicho: ‘tu punto de vista no es bíblico’, pero yo creo que es
profundamente bíblico. No creo que puedas decidir sobre la cuestión
basándote en unos cuantos textos bíblicos que mencionan la
homosexualidad. No hablan sobre relaciones fieles y cariñosas, sino
sobre promiscuidad, adulterio, explotación, idolatría, y eso es otra
cosa. No abordan las relaciones del mismo sexo entre mujeres, o esa
parte de la comunidad gay que se toma la religión en serio. Así que a
mi juicio, no presentan argumentos demoledores. Es más sobre tomar
como modelo nuestra vida cristiana.
Si pienso en retrospectiva en mi propia trayectoria, cuando me preparé
para el sacerdocio en la década de los 70, había una evidente minoría
gay entre nosotros. Tanto en la sociedad como en la Iglesia, la gente
era muy discreta y no se hablaba sobre la sexualidad tanto como se
hace ahora. Siendo cura, tuve un amigo que era gay y mantenía una
relación; era franco sobre quién era y con quién vivía y se le aceptó
afectuosamente en nuestra parroquia del este de Londres. Pensaba de
verdad que él y su pareja llevaban una vida modélica y me sorprendía
la ‘cotidianeidad’ de su relación. No lo digo de manera despectiva, lo
que quiero decir es que simplemente seguían adelante con sus vidas.
Una de mis tareas como obispo es mantener abiertas las puertas
de la Iglesia y permitir la entrada y salida de gente que acude allí,
aunque no se quede, pero que va en busca de sustento. Creo que
hay un patrón en los Evangelios que es que el profano a menudo nos
muestra el significado de lo que creíamos que era la historia de uno de
los nuestros, y esa ha sido mi experiencia de la vida cristiana. En El
buen samaritano, es el profano el que nos muestra el significado real
de la justicia. Por lo tanto, excluir a las personas LGBT como si fueran
profanos daña a la Iglesia. Las personas diferentes a ti pueden traerte
el presente que más necesitas. Es interesante que cuando Jesús visitó
Jerusalén, se alojara en Betania, que probablemente significa ‘Casa de
los pobres’. Ahí era donde vivían sus amigos María, Marta y Lázaro,
estaba fuera de la ciudad principal y era lo más cerca de Jerusalén que
los leprosos podían estar. Ese es el modelo de quién es Jesús, de quién
se acompañaba y dónde se sentía en casa.
Algo cambió a finales de las décadas de los 80 y 90, cuando algunos
de los religiosos que solicitaban trabajar conmigo empezaron a decir:
‘quiero que sepas algo sobre mí, ya que es verdaderamente importante
en lo que respecta a quién soy; estoy cansado de ser falso y solo
quiero desempeñar este trabajo si puedo ser sincero sobre esto al
menos contigo’. Eran personas que estaban cansadas de no poder ser
totalmente abiertas respecto a ellas mismas.
El arzobispo Justin Welby nos muestra que es posible estar en
desacuerdo con algo pero aun así reconocer la bondad en las opiniones
de los demás; dónde puedo ver el Cristo dentro de ti y la integridad de
tu fe y viceversa, una forma de ‘desacuerdo bueno’. La Iglesia tiene
antecedentes de división y de la manera en que hemos sido capaces de
tratar lo diferente de un modo creativo. Este problema no debe ser algo
que nos separe. Debemos ser capaces de encontrar una realidad más
profunda en Cristo. Creo que eso es lo que todos estamos buscando.
Cuando un antiguo colega gay declarado se jubiló hace unos 10
años, celebró una ceremonia de despedida en la iglesia. De ninguna
manera todos los que estaban allí eran gays, pero era un grupo de
gente que toleraba las diferencias; podían tratar con personas un poco
provocadoras y que sabían cómo conectar el interior y el exterior de la
Iglesia. El evento aceptó a la amplia variedad de seres humanos como
realmente somos, no como podemos pretender ser. Recuerdo estar
sentado allí en un mar de lágrimas al saber que la gente que estaba allí
era gente con la que quería estar.
Había una evidente minoría de personas LGBT en mi última parroquia
en Londres. Algunas de ellas eran bastante abiertas sobre quiénes
eran, pero había otras de las que no tenías ni idea sobre su orientación
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Modelos a Seguir Cristianos
‘Sentir atracción por gente de mi mismo género es simplemente lo que soy. La voluntad de Dios
no puede ser que me fuerce a mí mismo a tener una relación heterosexual.’
En esta historia, un hombre gay del Caribe habla de su
viaje personal en la fe.
una relación con la que estoy entusiasmado, pero no se la arrojo a la
cara a nadie. Comparto el evangelio donde es necesario y me implico
mediante el trabajo. Mi fe y mi relación con Dios me permiten hacer el
trabajo que hago. Si Dios estuvo dispuesto a morir por mí, yo debo estar
dispuesto a vivir por Él.
Crecí en una sociedad muy conservadora. De joven, acudía a iglesias
pentecostales, que eran tremendamente anti-gay. Se consideraba a
mis padres pilares de la iglesia y nunca nos perdimos una sola misa.
Rechacé mi atracción por mi mismo sexo durante muchos años y luché
contra ella. Creía que era una manifestación del mal.
Creo que Dios quiere que seamos auténticos, genuinos y comprensivos
los unos con los otros. Mientras no haga daño a nadie o sea deshonesto,
creo que las funciones bíblicas que hablan del amor también significan
lo mismo para mí. También tiene que ver con contextos culturales
específicos; las Escrituras se interpretan dependiendo de dónde se
encuentre la gente en ese momento. Hubo un tiempo en que la esclavitud
se respaldaba en la espiritualidad y las Escrituras, pero eso ya no pasa.
Evolucionamos y, al hacerlo, desarrollamos una mejor apreciación de lo
que es el amor de Dios y cómo debería manifestarse entre nosotros. No
podemos coger partes de la Biblia de manera individual.
Cuando era estudiante universitario, formaba parte del grupo de
misiones del campus y me ocupaba activamente de atraer a personas
hacia el cristianismo. Creía que si me sumergía en mi fe, esta ocuparía
el lugar de mi atracción homosexual, pero seguía constantemente
teniendo momentos de intimidad homosexual, seguidos de culpabilidad.
Fue una época muy problemática de mi vida, entrando y saliendo del
armario de ese modo. Probé remedios para la homosexualidad e incluso
me casé con una amiga para intentar enderezarme.
Sentir atracción por gente de mi mismo género es simplemente lo que
soy. La voluntad de Dios no puede ser que me fuerce a mí mismo a tener
una relación heterosexual y engañar a la persona con la que se supone
que estoy en esa relación simplemente para agradar al hombre. No creo
que eso sea lo que Dios querría. Si alguien cree que la homosexualidad
es una opción, entonces les reto a que solo por un día intenten sentirse
atraídos por alguien del mismo sexo. Se darán cuenta de que no es
posible cambiar el género de lo que te atrae y, con suerte, verán que yo
no puedo sentirme atraído por alguien del sexo opuesto. La sexualidad
es lo que es.
Ella conocía mi orientación sexual, pero creíamos sinceramente que la
oración y el sexo marital me curarían. Me involucré incluso más con la
iglesia y me ocupé de la escuela dominical y del coro pero, por mucho
que lo intentaba, por supuesto, no funcionó. Seguía deseando a los
hombres y tuve que poner fin a mi matrimonio. No fue bien recibido
en nuestra iglesia, pero yo pensaba que no era justo para mi mujer;
estaba engañándola mentalmente. En mi opinión, no era lo que Cristo
habría querido.
Después de separarnos, me dedique a atender a otros hombres que
estaban tratando de rechazar su orientación sexual. Organizaba
reuniones en casa, pero no nos ayudaba; de hecho, terminábamos
emparejándonos, teníamos aventuras unos con otros, después nos
sentíamos culpables, más tarde salíamos con otros y repetíamos el
ciclo. Pero nunca me consideré una persona promiscua. Yo no era así.
Quería una relación íntima y duradera con alguien, así que lo dejé. Con
el tiempo, me encontré un poco más cómodo con mi orientación sexual,
pero cada vez más incómodo con mi espiritualidad, así que abandoné
la Iglesia.
Necesitamos más simpatizantes y necesitamos amplificar sus voces
para contrarrestar la negatividad existente. Debemos darle más
importancia al amor que al odio para ayudar a los que nos odian a
entender que no están en el lado correcto de la historia; ellos son ahora
la minoría y debemos silenciarlos; no a través del miedo, sino a través
de una aplastante manifestación de amor.
Irónicamente, fue en una conferencia de la ILGA (Asociación
Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex) donde
conocí al hombre cristiano que se convertiría en mi marido. Cuando
descubrí que había sido un cura católico, no me gustó mucho la idea,
pero creo que mi espiritualidad nunca me había abandonado. No había
muerto, simplemente había estado hibernando.
Pasé de no tener nada que ver con la iglesia a que la iglesia se
convirtiera otra vez en mi modo de vida. Como cónyuge de un sacerdote,
apoyo su sacerdocio, y, como miembro de nuestra iglesia, recibo a
cambio consejo, ayuda espiritual y apoyo. Mi relación con Dios es
muy personal; es una conversación, es un ejercicio diario, es paz. Es
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Modelos a Seguir Cristianos
‘Cuando la gente odia o rechaza a las personas LGBT, eso afecta a la persona que siente el odio.’
La hermana Simone Campbell se dedica al oficio
religioso desde la década de los 60 y ha formado parte
desde hace tiempo de Sisters of Social Service. Como
directora ejecutiva de NETWORK, America’s National
Catholic Social Justice Lobby, dirige a Sisters of Social
Service en la gira anual ‘Monjas en el autobús’ para
conocer, apoyar y defender a los marginados de la
sociedad en Estados Unidos.
hacer ambas cosas. Hace poco conocí a alguien cuyo cura se había
negado a casar a su hija porque su prometido se había criado con dos
madres; me quedé estupefacta. Al final, encontraron otro cura que era
maravilloso y trabajó con la familia. Para mí lo que importa es que se
tengan relaciones afectuosas y comprensivas.
En nuestra última gira en autobús, conocí a una mujer joven que se
había escapado de un programa para ‘curarla’ de ser gay. Ahora está
casada con una mujer y tienen un bebé. ¡Estaba radiante de alegría!
Pero me dijo que algunos años antes su familia cristiana le había
enviado a un programa de curación. Su padre, un predicador, le dijo
que estaba poseída por el diablo, e incluso ella lo llegó a pensar por
un momento. No sé cómo tuvo el valor para salir de ello, pero se fugó
tras cinco meses allí, se escapó y no ha vuelto a tener contacto con su
familia desde entonces.
El Vaticano me ha descrito como ‘radical’; es bastante curioso, la
verdad. No tengo ni idea qué ve la gente de radical en aceptar al 100
por ciento de las personas de este mundo.
Como movimiento, nos relacionamos con todas las personas de la
sociedad y eso, obviamente, incluye a la comunidad LGBT. He sido
testigo del impresionante valor de gente de la comunidad LGBT, que
ha salido y ha hablado pública y respetuosamente de temas que
habían sido tabú. Gracias a su valentía, todos hemos descubierto que
conocemos como mínimo a alguien –amigo, familiar, colega, sea quien
sea– que es LGBT, y creo que esto ha sido muy importante a la hora de
llevar a la sociedad hacia una mayor aceptación. Lo difícil, por lo menos
en Estados Unidos, ha sido que hasta hace unos pocos años gran parte
de esa comunidad permanecía escondida y discriminada si salía a la
luz. Lo que veo ahora es que la antigua intolerancia hacia las personas
LGBT se está sustituyendo por una intolerancia hacia los que opinan
que las personas LGBT no son iguales o, de algún modo, no merecen la
aceptación. Eso es progreso.
Pude sentir su angustia por el enjuiciamiento de su familia, pero
también su alivio al ser sincera consigo misma y saber que no estaba
equivocada, loca ni poseída. Y ahora ella y su pareja han formado una
nueva familia maravillosa. Hace trabajos en su comunidad y dice que
se ha dado cuenta de que, en muchos aspectos, está haciendo lo que
hacía su padre al tratar de educar a la comunidad, pero espera hacerlo
con menos enjuiciamiento. Se me saltaron las lágrimas.
Como persona de fe, creo que estamos llamados a aceptar a todos de
manera drástica, lo que significa que veo el trabajo de Dios en todas las
personas, y si estoy ocupada peleando con alguien, en realidad estoy
peleando con Dios. Si yo te juzgo solo por cómo respiras o quién eres,
esa ira me consumirá y no podré ser yo misma. Cuando la gente odia o
rechaza a las personas LGBT, eso afecta a la persona que siente el odio.
Si gastas tu energía teniendo miedo y criticando a los otros, esa ira
mina quién eres y limita el amor y la alegría a los que Jesús nos llamó.
Me pregunto si la dificultad de algunas personas al tratar su ansiedad
con respecto a la identificación sexual es que no solucionan su identidad
sexual. Cuando nos sentimos cómodos con nosotros mismos, lo de
fuera no supone una amenaza. Sé que cuando me siento nerviosa por
algo tiene que ver normalmente conmigo y mis problemas sin resolver.
Así que me pregunto si cuando alguien se muestra enfadado, crítico
o con prejuicios, es un reflejo de sus propias inseguridades. Y creo
que hay gente dentro de la Iglesia, algunos curas y obispos inclusive,
que no han lidiado con su propia sexualidad y, en vez de ello, pasan
mucho tiempo preocupándose por la de los demás. Creo que es debido
a la necesidad de juzgar a otros para sentirse mejor con uno mismo, o
proyectar en otros lo que uno teme. Mi consejo para quien tenga dificultad en aceptar a las personas LGBT
es que las conozca y oiga sus historias. Creo que eso es de lo que
habla el Papa Francisco cuando dice que para crear una comunidad de
paz debemos entender que las realidades son más importantes que las
ideas. Para mí, significa que tenemos que escuchar a la gente en vez de
hacer presunciones sobre ella. Cualquiera puede crear su propia teoría
y sentirse muy seguro acerca de lo que las personas LGBT son o no
son, pero todo cambia cuando conoces a esas personas. Habla con la
gente. Sé abierto y acepta la verdad sobre quiénes son. Eso es todo lo
que debemos hacer.
En realidad, la Biblia no dice nada sobre las personas LGBT. Existe una
línea en el libro de Levítico, pero... ¿en serio? eso no es la comunidad
LGBT de la manera en la que entendemos la vida en el siglo XXI. Al
contrario, lo que yo veo una y otra vez en los evangelios es a Jesús
acercándose a todo tipo de personas. Las escrituras dicen que debes
acercarte a todo el mundo sin excepción. Si alguien tiene una identidad
sexual distinta a la mía, ¿qué importa? Dios no comete errores y si es
así como crea a las personas, entonces es también un reflejo del amor
de Dios. Debemos aceptar el hecho de que el amor es algo maravilloso,
crear una familia es algo maravilloso, y hay diferentes maneras de
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Modelos a Seguir Cristianos
‘Por favor, dígame si estoy leyendo la Biblia equivocada, porque la Biblia que usted lee es
completamente distinta a la que yo leo.’
Esta es la historia de una persona cristiana cuya
identidad sexual va más allá de la diferencia hombre/
mujer. Ella estableció una asociación LGBT en la
década de 1990 (con otros miembros de su comunidad)
y voluntarios en su iglesia local.
Hace unos cuantos años, entrevistaron a uno de nuestros párrocos
y habló sobre mí. Dijo: ‘lo que haga en su vida privada no es asunto
nuestro, nuestro trabajo es ayudarle a equilibrar su vida; y lo que ha
ofrecido a cambio a nuestra parroquia y comunidad es más importante
que lo que haga en otro lugar’. Esto me gustó tanto, tuve una gran
sensación de pertenencia. Esto me animó a hacer más y a aceptar a la
Iglesia, la religión que practico, y estar orgulloso de ello. Creo que si
hay gente que se sienta ahí y te odia, no debería sentarse en la iglesia
en absoluto.
Fui el primero en llevar un vestido a la iglesia. Todavía recuerdo ese
vestido plisado azul que me puse, con el pelo atado atrás. Tenía 14
años.
Trabajamos estrechamente con el líder de la Iglesia, nuestro obispo; es
uno de nuestros mayores simpatizantes. Hace unos pocos años, bendijo
nuestra nueva oficina. Mucha gente le pregunta: ‘¿por qué está siempre
involucrado con esta gente?’ A lo que él respondió: ‘nosotros, los
líderes de la Iglesia, debemos aceptar lo que el Señor nos ha enseñado
y si vemos un alma que se ha perdido de nuestra Iglesia, debemos darle
todo para que vuelva y sienta que pertenece. No debemos ahuyentarle
solo por ser quién es. Debemos ser el Buen Pastor y actuar de ese
modo’. Así que estoy orgulloso de nuestro obispo. Los últimos tres
obispos han sido nuestros mayores ejemplos.
Entré a la iglesia con mi abuela. La misa ya había empezado, pero
todo el mundo en vez de mirar al cura estaba mirándome a mí. Y por
supuesto ¡mi abuela se sienta en la primera fila! Era como ver un gran
espectáculo, todo el mundo giró la cabeza. Sentí un poco de miedo, un
poco de inseguridad, pero, al mismo tiempo, me dije: ‘soy lo que soy,
eso no lo va a cambiar nadie; esta es la vida que quiero vivir, me siento
cómodo como mujer y nadie me va a quitar ese derecho’.
Hay mucha más aceptación ahora en 2015. La ley todavía nos
criminaliza, pero no es una ley aplicable a nuestra vida diaria. Los
británicos introdujeron esa ley y la hemos mantenido, pero las cosas
son completamente diferentes de lo que dice la ley. Si mi país se guiara
por lo que dice la ley, estaría ya en la cárcel ¡y desde hace tiempo!
Muchos de nosotros estamos muy involucrados en nuestras parroquias.
Algunos somos líderes de grupos de jóvenes, otros directores de coro.
Debo decir que como católico, me siento muy cómodo con mi iglesia.
Algunas iglesias nos aceptan si vestimos como hombres, pero en las
iglesias católicas se ve a las personas trans con vestido, no se las ve
con ropa de hombre.
No tolero la negatividad. De vez en cuando me encuentro con alguien
con actitud negativa, pero no te lo pueden decir a la cara, es así . Las
posturas son más fáciles ahora, la generación más joven se siente más
cómoda con nosotros, pero no puedo decir que todo sea bueno. Algunas
familias aún nos estigmatizan.
Cuando visito Gran Bretaña, siempre acudo a la iglesia. La última vez,
me alojé con mi primo en Surrey y acudí a la capilla local. Parecía
que todos me miraban. No sé si sabían que era trans o simplemente
pensaban que era diferente, pero fue un poco tenso y me hizo recordar
cuando tenía 14 años y empecé a ponerme vestidos. He aprendido a
mantener todo eso alejado, entro con un muro a mi alrededor. Cualquier
tipo de negatividad, venga de quien venga, la devuelvo. Me blindo.
Cuando entro a la iglesia, todo es entre Dios y yo.
Pusimos en marcha una asociación para nuestra comunidad LGBT a
principios de los 90 y el primer taller fue con los líderes de la iglesia.
El primer día del taller, uno de los representantes de mayor edad de la
iglesia le dijo a nuestra fundadora: ‘eres una mujer pecadora, ¿por qué
reúnes y animas a esta gente?’ Y siguió y siguió. Yo estaba a punto de
explotar. Nuestra fundadora se puso en pie y dijo: ‘me gustaría hacerle
una pregunta, ¿qué Biblia lee? porque la Biblia que yo leo dice que nos
amemos los unos a los otros, y creo que eso significa amar a quien
sea, a todo el mundo. Estos chicos son mis vecinos. Mi vecino no es la
persona que me trae la comida o vive al lado , o el que trabaja conmigo
todos los días. Mis vecinos son estas personas, y las traigo aquí para
que tengan una sensación de pertenencia, para apoyarlas, para que
sepan que encajan y que tienen derecho a ser quienquiera que quieran
ser. Por favor, dígame si estoy leyendo la Biblia equivocada, porque la
Biblia que usted lee es completamente distinta a la que yo leo’. Todo
el mundo aplaudió.
Le doy gracias a Dios cada día. No hay un solo momento en el que no le
dé las gracias por la vida que tengo, lo que he experimentado y lo que
poseo. Aprecio todo lo que mi comunidad me ha dado. Todo el mundo
debe aceptarse y sentirse bien por cómo es, celebrar la vida que Dios
nos ha dado. No habríamos venido a este mundo si no fuera por Su
creación. Fue Su plan, y todo el mundo debe respetarlo.
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Modelos a Seguir Cristianos
‘Si la Iglesia fuera más tolerante con las personas LGBT, cambiaría nuestro mundo porque
tiene mucho poder en muchos países, comunidades y hogares.’
Esta historia es la de una mujer joven de Polonia. Forma
parte de Wiara i Tecza (Fe y Arcoíris), un grupo de LGBTQ
cristianos y sus aliados, que trabaja por la sensibilización,
tolerancia y aceptación en la sociedad polaca. Acogen
a cristianos de cualquier confesión, a los que están en
busca de su fe y a los que no creen, para formar una
comunidad y dialogar.
Según pasó el tiempo, me sentía más segura de mi identidad como
cristiana y lesbiana, y empecé a pensar en mí misma de una manera
más intensa. Me sentía feliz con mi orientación sexual, en especial
cuando encontré a mi novia. La comunidad LGBT puede ser bastante
antirreligiosa, así que era muy importante para mí que ella entendiera
mi fe. La entiende, y el hecho de formar parte de una asociación me
ha fortalecido y me ha ayudado a reconsiderar cómo me relaciono con
la gente religiosa. Externamente soy más feliz, lo que tiene un efecto
positivo en los que me rodean. Creo que la felicidad proviene de Dios.
Actualmente, no me identifico con ninguna Iglesia o confesión en
particular. Solo creo que soy cristiana y que he encontrado mi lugar
en la comunidad católica de la que formo parte. No es una parroquia
en el propio sentido de la palabra; es una organización que no hace
distinciones, no confesional y no excluyente.
Mis amigos católicos heterosexuales rezaban por mí, pero les dije que no
debían preocuparse, que yo era feliz. Son buena gente y me escucharon.
Les gusto y les gusta mi pareja, pero no pueden aceptar que tengamos una
relación sexual. Pueden aceptarlo como una ‘amistad’, pero nada más.
Nuestra relación no debe ser calificada solo como sexual o falsa. No me
molesta que la gente tenga este punto de vista, porque creo que Dios
me acepta como soy y me siento con fuerza, lo que me permite mantener
estas conversaciones. Quizás sea más fácil tener estas conversaciones
para una mujer que mantiene una relación con otra mujer que para un
hombre que mantiene una relación con otro hombre, no lo sé.
Cuando era joven, era fervientemente católica, pero al crecer me fue
difícil estar de acuerdo con todo lo que enseñaba el catolicismo. Y
sentí que si no estaba de acuerdo con algo, no existía la posibilidad de
mostrarlo ni debatirlo. En realidad, te excluías a ti mismo y tu opinión
era diferente. Esto dificultó seguir siendo miembro de una iglesia formal,
porque no podía obedecer todos los dogmas de la Iglesia Católica y ser
yo misma al mismo tiempo. Pero seguía teniendo fe en Dios.
He sufrido discriminación por parte de la comunidad cristiana, en
conferencias cristianas, etcétera. Me han dicho que soy una pecadora
que va a ir al infierno y que no puedo ser cristiana. La gente toma
extractos de la Biblia para defender sus argumentos, pero nosotros (el
grupo Fe y Arcoíris) respondemos con nuestra propias razones de por
qué ser LGBT no nos condena.
Durante un año, continué yendo a misa, porque pensaba que no podía
ser una verdadera cristiana de otro modo, y tenía miedo de ir al infierno.
Pero no me hacía sentir bien y no era la manera de tener una relación
con Dios. Decidí no identificarme más con la Iglesia Católica. Dejarla de
lado me ayudó desde un punto de vista psicológico y empecé a buscar
otro modo de creer.
Hace poco recibimos un correo electrónico de un hombre que nos
preguntaba cómo podemos ser cristianos y gays al mismo tiempo. Dijo
que rezaría por nosotros, pero también nos pidió que rezáramos por él,
porque reconocía que también éramos creyentes. Dijo que creía que
había un lugar para nosotros en la Iglesia, pero que no deberíamos vivir
en pareja y deberíamos ver nuestra ‘condición’ como un padecimiento.
Le agradecí sus oraciones y le dije que también rezaríamos por él, pero
que sí tenemos nuestro lugar en la Iglesia y que se puede entender
la Biblia de diferentes maneras y le puse unos ejemplos. Intento ser
franca con todo el mundo porque el crear relaciones positivas con
otros, sea cual sea su opinión, nos ayuda a nosotros tanto como a ellos.
Nos puede unir de cierta manera, si no como creyentes, como seres
humanos.
Pensé en convertirme a la Iglesia Protestante, pero elegir a qué iglesia
acudir era como elegir entre los partidos políticos, y eso no me valía.
Me sentía como un huésped que visitaba todas las casas pero que no
pertenecía a ninguna. En vez de eso, encontré mi propio modo de ser
cristiana. Al mismo tiempo estaba todavía descubriendo mi orientación
sexual. Pasó algún tiempo hasta que la entendí totalmente.
No le digo a cada persona que conozco que soy lesbiana, pero tampoco
me escondo. Represento a la comunidad LGBT públicamente en nombre
del grupo, organizando días de tolerancia, debates sobre la homofobia,
etcétera. Mis amigos y familia conocen mi orientación sexual y a mi
pareja, así que soy bastante abierta a ese respecto.
Si la Iglesia fuera más tolerante con las personas LGBT, cambiaría
nuestro mundo porque tiene mucho poder en muchos países,
comunidades y hogares. Si transmitiera un mensaje de amor y paz
hacia las personas con diferente orientación sexual o identidad
de género, se reduciría el crimen y la violencia hacia las persona
LGBT en todas partes. Muchas personas tendrían vidas más felices,
fáciles y tranquilas y habría menos conflictos dentro de las familias.
Mi fe tiene una profunda conexión con los seres humanos y para
mí es importante que Jesús sea un ser humano. Todas las personas
pueden encontrar su propio camino, su identidad y la comunidad
adecuada para ellas. Las personas a mi alrededor son mi Iglesia.
Nuestro grupo Fe y Arcoíris se reúne para hablar sobre la Biblia, rezar
y apoyarse unos a otros. Intento expresar mi fe en mi vida diaria, en
cómo me relaciono con la gente, incluida la relación con mi pareja.
Algunas veces cito la Biblia y explico mi fe a otros y cómo encaja con
mi orientación sexual. Hay mucha gente que lucha para encontrar su
lugar en la fe y nosotros les ayudamos en lo que podemos. La gente
lucha para conciliar su orientación sexual y su identidad de género con
su parte cristiana, porque les han dicho que eso es algo imposible. A
mí también me preocupaba que la gente religiosa no me aceptara, en
especial mis amigos religiosos. Al principio tenía miedo y les presenté
mis ‘defectos’ como si estuviese enferma o hubiese algo malo en mí,
porque por aquel entonces no podía aceptarme a mí misma. No buscaba
solo su aceptación, buscaba su compasión.
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Modelos a Seguir Cristianos
‘Más tarde, ya casi a los 30, empecé a estudiar la posibilidad de la teología y llegué a la
inesperada conclusión de que, después de todo, la Biblia no está en contra del matrimonio gay fiel’.
La reverenda Sally Hitchine dirige la capellanía
multiconfesional de una universidad de Londres y fundó
DiverseChurch.org.uk, un grupo de apoyo y un espacio
seguro en la red para jóvenes LGBT cristianos.
buena intención, pero nosotros no vimos el motivo para esconderlo
o asociarlo con tristeza o sufrimiento. Una alta personalidad de la
iglesia dijo que ella creía que estábamos dando un giro en el Reino
Unido, donde un grupo como el nuestro no necesitaba definirse como
algo externo a la Iglesia tradicional. ‘Por favor, no permitáis que se
sientan como exiliados’, dijo. Me di cuenta de que mucha gente que se
mostraba solidaria con lo que estaba haciendo eran altos cargos de la
iglesia, y empecé a pedir favores.
Como capellán universitaria, mi papel es ayudar a estudiantes
universitarios a explora su fe y espiritualidad. Como cristiana, cuando
acepté mi propia orientación sexual, me di cuenta de que el grupo que
se sentía más excluido de la corriente principal de fe de mi universidad
era el de lesbianas, gays, bi y trans. Así que me ofrecí a apoyar su
trabajo de la manera que pudiese. Resultó que estaban buscando un
lugar seguro para celebrar sus encuentros sociales ‘LGBTea and Cake’
(‘LGBTé con pastas’), así que empezaron a usar mi capellanía.
Nuestro primer encuentro nacional incluía una reunión de bienvenida en
la catedral de San Pablo en Londres. Dos de sus canónigos celebraron
una reunión con unos 40 de los jóvenes, escucharon sus historias y
demostraron que les importaba. Después, nos permitieron asistir
oficialmente a Evensong (oración vespertina) y uno de los jóvenes de
Diverse Church, al que no habían permitido hablar en su iglesia después
de salir del armario, hizo la lectura en el servicio. Les cambió la vida a
muchos de ellos. Se sentían como leprosos en sus iglesias, pero aquí,
en la iglesia más famosa del Reino Unido, les recibieron con los brazos
abiertos.
Al principio se mostraron inquietos pero, poco a poco, se dieron cuenta
de que estaba realmente de su lado. Cuando sus amigos religiosos
salían del armario, ellos les remitían a mí. Las historias de estas
personas jóvenes cristianas eran trágicas; habían pensado a menudo
en quitarse la vida, muchos creían que debían abandonar su fe ya
que no eran capaces de librarse de ser LGBT mediante la oración y
la orientación. Soy igual que cualquier otro pastor, pero cuando tuve
delante a estos jóvenes de 18 y 19 años que creían que estaban
infectados con el peor pecado posible, que la vida y la fe no ofrecían
esperanza, fue difícil pasar de largo.
Este viaje también me está cambiando a mí. Crecí en una iglesia
conservadora pero, aunque supe que era gay desde mis primeros años
de la adolescencia, nunca he sentido que Dios no me amaba por ello.
Al principio, pensaba que simplemente no había encontrado al ‘hombre
ideal’, después asumí que me quedaría soltera, como la tía soltera que
se consagraba a su trabajo. Más tarde, ya casi a los 30, empecé a
estudiar la posibilidad de la teología y llegué a la inesperada conclusión
de que, después de todo, la Biblia no está en contra del matrimonio
gay fiel. El evangelio adoptó una nueva luz y esperanza. El mensaje
de que Dios ama de verdad a todos cobró mucho más sentido sin esta
regla extra, supuestamente arbitraria, para un grupo de la población.
Mientras tanto, me habían ascendido a un cargo bastante alto dentro
de la Iglesia para mi edad. Tuve muchas oportunidades de hablar en
los medios de comunicación y de organizar estrategias generales
dentro de la Iglesia en su conjunto. Me aconsejaron que continuase
sin arriesgarme: ‘deja que otra gente con menos que perder pelee las
batallas LGBT’.
Lo que más necesitaban era saber que no estaban solos. Busqué algo
a lo que pudieran asociarse, pero en aquel momento no había nada en
el Reino Unido específico para jóvenes adultos LGBT cristianos que les
ayudase en ambas partes de su identidad. Así que puse en marcha un
grupo confidencial de Facebook y agregué a todos los jóvenes, además
de otros LGBT cristianos y aliados.
El grupo creció rápidamente y nos dimos cuenta de que teníamos, en
primer lugar, el potencial de llegar a parar el ciclo de autodesprecio
desde sus inicios. Pensé que sería fortalecedor que los jóvenes,
hubieran salido del armario o no, lograran hacerse oír, así que
buscamos cómo crear plataformas que les permitieran hacerlo. Algunos
de los componentes del grupo habían salido del armario e invitamos a
seis de ellos a contar sus historias como parte de un cortometraje para
YouTube. Ha sido un de las cosas más espeluznantes que he hecho. Era
la primera vez que se iba a hacer desde la parte conservadora de la
iglesia del Reino Unido y no sabíamos qué consecuencias podía tener.
Sin embargo, la película se hizo viral y consiguió 2000 visitas en los
primeros cuatro días. Y empezaron a llegar peticiones para unirse al
grupo cerrado a raudales.
Pero creo que entonces fue el propio Dios quien contactó conmigo.
Estaba proyectando la película Les Miserables en la capellanía, y hay
una escena en la que el protagonista se da cuenta de que otro hombre
va a ser acusado del crimen que él ha cometido. Llega a la conclusión
de que Dios le está llamando para que sea honesto y salve al otro, para
evitar que viva un infierno en vida. Me golpeó como un mazo; fue una
segunda conversión. Estaba sentada en la parte de atrás de la oscura
capellanía incapaz de contener las lágrimas. Tenía que actuar. Por el
bien de los jóvenes que había conocido, tenía que vivir abiertamente
confiando en que Dios, que me había ayudado hasta entonces, me
ayudaría como yo ayudaba a los demás. Y Dios me ha ayudado.
Se me ocurrió el nombre Diverse Church para dejar claro que no
hablábamos de supremacía LGBT, sino que era un llamamiento a
toda la Iglesia en conjunto para que volviera a ser diversa de verdad,
como un reflejo de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, que aplaude la
diferencia dentro de un contexto de compromiso de amor. En lugar
de un estricto plan de acción, formamos los valores que transmitiría
todas las cosas creativas que podíamos hacer. La alegría y el festejo
eran tan importantes como la comunidad y la solidaridad. Si sales del
armario en la mayoría de entornos evangélicos, el pastor o el sacerdote
te harán ir al cuarto trasero, lejos de los demás, y sacarán una caja
de pañuelos para cuando empieces a llorar. Seguramente lo harán con
Estoy sorprendida de cuánto ha utilizado Dios nuestro pequeño grupo.
Parece que estamos en ese punto en el que la historia de un joven de 19
años temblando mientras le cuentan las expectativas de Dios para su
vida es más poderosa que los argumentos seguros, estridentes y bien
ensayados de los obispos y profesores de teología. Vemos diariamente
a jóvenes que regresan a la vida y siento mi fe más viva que nunca. No
cambiaría formar parte de esto por nada.
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Modelos a Seguir Cristianos
‘Solía pensar que era malo por ser lo que soy, pero ahora sé que todo el mundo, yo inclusive,
se salva gracias a la fe.’
En esta historia, un hombre cristiano de África
occidental discute sus puntos de vista sobre la fe y la
sexualidad. Él no está en parte de una iglesia, pero
espera un día para calificar como un ministro.
La sexualidad es un tema de conversación prohibido donde vivo, pero
trato de usar mi posición en la sociedad para ayudar a la gente a
compaginar su sexualidad y su fe. He aconsejado y rezado por amigos
que están casados y han tenido problemas en sus relaciones, y he
ayudado a personas LGBTIQ que han sido repudiadas por sus familias.
Pelearse con el cristianismo y la orientación sexual es frecuente en
África. Hay un mito que dice: ‘África alberga a los cristianos más
obedientes y moralmente correctos’, y ‘La gente en occidente carece de
moral’. Conozco a muchos cristianos LGBTIQ que aman a Dios y quieren
servirle a su manera, pero que luchan con la relación entre su fe y su
sexualidad. Siempre les digo: ‘Dios os quiere tal y como sois y no quiere
nada de vosotros más que vuestro corazón’. Solía pensar que era malo
por ser lo que soy, pero ahora sé que todo el mundo, yo inclusive, se
salva gracias a la fe.
Me han llamado gay y bisexual, pero la verdad es que no tengo ninguna
orientación sexual. A veces, creo que es mejor simplemente vivir mi
vida y disfrutar de mi sexualidad sin decir a nadie qué hago y por qué.
Me gustan los hombres y me gustan las mujeres. También soy un
cristiano que cree en nuestro Señor Jesucristo.
Actualmente no formo parte de ninguna iglesia porque fui rechazado de
mi anterior parroquia cuando se enteraron de que trabajo con personas
LGBTIQ y hablo de los asuntos que afectan a mi comunidad. Vi hace
poco a un pastor de esa iglesia en una cafetería y me trató como si no
existiera. Intenté saludarle y él me ignoró. Ninguno de mis antiguos
amigos de esa parroquia ha llamado para preguntarme cómo estoy y,
cuando me ven en la ciudad, me tratan como a un marginado. Pero yo
amo a Dios y Dios también me ama a mí. Esa es mi alegría y lo que me
hace seguir. No creo mucho en los sistemas humanos como la religión;
solo separan a la gente. Creo en la espiritualidad, no en la religiosidad.
Y animo a todas las personas de cualquier fe a reconocer que Dios tiene
a Sus elegidos en todas las religiones, no solo en una en particular.
Sirvo a un Dios amoroso que no odia a nadie y quiere que todos se
salven. Creo que Dios creó todas las cosas y, como dice la Biblia: ‘¡mirad,
eran buenos!’. Dios nos ha creado a su imagen, y nada de Su creación
es malo o imperfecto. Y por esto, no hay sitio para el odio, la homofobia
ni la transfobia entre la gente de Dios. Lo que me hace continuar es
saber que Dios me ama sean cuales sean las circunstancias.
De hecho, tengo buenas relaciones con algunos miembros de la
comunidad cristiana. Mis amigos cristianos que no son LGBTIQ
algunas veces me invitan a su iglesia para que ayude en la escuela
dominical y para que comparta la historia de mi fe y espiritualidad con
sus miembros. Pero, en general, solo visito las iglesias por mi trabajo,
porque la mayoría de las veces siento que no soy bien recibido.
Salir del armario me supuso un desafío. Abandoné la formación para
convertirme en pastor porque tenía miedo de que pudieran ridiculizarme
cuando averiguasen mi orientación sexual. A causa de esto, perdí la
oportunidad de conseguir las becas educativas que me prometieron
por mi actuación en la anterior iglesia. Mi salida del armario también
ha causado que mi madre sufra discriminación por parte de la iglesia,
porque dicen que si me hubiese cuidado mejor no habría sido quien soy.
Siempre le digo a la gente: ‘no habría elegido formar parte de una
minoría si la orientación sexual fuera un opción’. Hay un nivel realmente
alto de estigma y discriminación y existen amenazas de muerte y
ataques físicos reales. Y no existe nada para defender o mejorar
nuestro bienestar y nuestra situación socioeconómica. Ser homosexual,
bi o trans es para toda la vida, y aunque uno trate de reprimirlo, nadie
puede cambiarlo. Pero la fe puede cambiar según las circunstancias.
En mi caso, he aprendido y practicado mi fe, pero mi sexualidad ya era
parte de mí.
No he declarado mi homosexualidad a todo el mundo, pero tampoco
me escondo de nadie. Simplemente vivo mi vida y no me apetece
decir a todo el mundo quién soy. Soy un ser humano y eso es lo que
importa. Luché con mi fe y mi sexualidad con anterioridad, pero he
podido conciliarlas y ahora vivo feliz. Pero a veces, cuando pienso en
las oportunidades dentro de la iglesia que hemos perdido mi madre y
yo, me entristece que ella haya tenido que sufrir por mi causa.
Seguiré luchando para conseguir la aceptación y el respeto. Espero
superar la tortura de vivir en un ambiente donde nadie nos acepta.
Espero que algún día pueda finalmente acudir al seminario bíblico y
formarme como ministro. Mi esperanza se basa nada menos que en
Jesucristo.
No creo en la terapia de curación. Creo en ayudar a la juventud
LGBTIQ a vivir una vida positiva y a aceptar quiénes son, en lugar
de autoestigmatizarse y no cuidar bien de sí mismos. Hay personas
LGBTIQ en la calle que venden sexo y caen en la delincuencia porque
sus opciones en la vida son muy limitadas. ¡Ojalá la Iglesia se asociara
con nosotros para crear espacios seguros y propicios para toda la gente
joven, ellos inclusive!
23
Modelos a Seguir Cristianos
‘Me di cuenta que la transición me había regresado del exilio; de mi cuerpo, de la Biblia, de Dios.’
persona religiosa que estuviera a su lado y no les odiase. Conocí a
gays cristianos por primera vez, ministros que eran tolerantes e incluso
ministros gays. ¡Era tan nuevo para mí! Abandoné mi idea sobre el
infierno y acepté a un Dios de amor que quizás, solo quizás, no me
abandonaría por ser gay. También me di cuenta de que a veces debes
adoptar una postura poco popular en la iglesia; una familia dejó nuestra
iglesia porque yo no quise enseñar a sus hijos que la homosexualidad
era algo malo.
El padre Shannon T.L. (Shay) Kearns es un cura de
la Iglesia Católica Antigua, un grupo independiente
centrado en la justicia social, que ordena a mujeres y
a personas LGBTQ. Fundó la Casa de la Transfiguración,
una iglesia de Minneapolis, EE UU, y es cofundador
de Queertheology.com, un sitio web de recursos para
cristianos LGBTQ.
Tres años más tarde conocí a una mujer y me enamoré. Fue como un
torbellino y caí en una profunda depresión al intentar ser un ministro no
declarado, un gay no declarado y una pareja. Terminé en el hospital a
causa de mi ansiedad y algo tenía que cambiar. Mi madre me preguntó
si era gay y se lo confirmé. Fue duro durante algún tiempo, pero ella
respondió de una manera increíble. Recibió a mi pareja y la incluyó en
las funciones familiares.
Para muchos cristianos, soy demasiado franco sobre mi identidad de
LGBT y trans. Para muchas personas LGBT y trans, soy demasiado
cristiano. He pasado gran parte de mi vida sintiendo que no encajaba
enteramente en ningún sitio.
Crecí en una iglesia fundamentalista evangélica rural en Pensilvania
que no ordenaba a mujeres y que pensaba que la homosexualidad era
uno de los peores pecados. Aun así, esa iglesia desempeñó un enorme
papel en quién soy hoy, y hay ciertas cosas en su manera de rendir
culto que echo en falta en las iglesias liberales. Y fue allí donde sentí
la llamada al ministerio. Recibí educación escolar en casa y la iglesia
era mi vida social. Estaba allí tan a menudo que hasta me dieron mis
propias llaves. Quería participar en todo, hablar claro y ser líder. Y me
dejaron dirigir.
Renuncié a mi iglesia cuando reclutaron a un nuevo ministro homófobo.
Era demasiado peligroso que me quedase. Justo antes de mi último
domingo, uno de los jóvenes, que había descubierto mi página de
MySpace, desveló mi homosexualidad. Me pidieron que no dijera
misa mi último día porque daría un ‘mal ejemplo’. Fue terriblemente
descorazonador. Mi pareja estaba conmigo, y los abuelos del joven que
había salido del armario allí el primer verano me llevaron aparte. Me
dijeron que mi pareja se sentaría con ellos y si alguien se metía con
ella tendrían que vérselas con ellos. Era gente que había estado en la
iglesia durante años y me di cuenta de que podía ser un ministro gay.
Fui a una universidad afiliada a mi iglesia. Estaba prohibido fumar,
beber, el sexo y el baile. El primer año conocí a una pareja de mujeres
y, por primera vez, sentí que había encontrado a alguien como yo. Dos
semanas más tarde fueron expulsadas y entendí el mensaje. Debía
callarme.
Algo empezó a cambiar dentro de mí. Me tomé un año sabático, me casé
con mi mujer en Canadá y leí todos los libros de teología que cayeron
en mis manos. Me alejé de la experiencia religiosa emocional de mi
juventud y me adentré en la educación. Solicité mi entrada al seminario
en Nueva York y me aceptaron. Finalmente recibí las herramientas
intelectuales para comprender mi fe y fui aceptado como persona LGBT
declarada. Trabajé en un campamento para jóvenes cristianos LGBT y
fue asombroso decirles que se les amaba simplemente cómo eran. Y
por fin encontré el espacio para tratar mi incomodidad de género.
Empecé a dudar de mi fe; las cosas no tenían el mismo sentido que
habían tenido antes. Intentaba ser alguien que no era, pero no entendía
quién se suponía que debía ser. Todavía sentía la llamada al ministerio,
pero me criticaban por mi ‘visión subjetiva de las escrituras’. Estaba
debatiéndome y acudí a una terapeuta, pero lo dejé en cuanto sacó
a colación mi presentación de género. Batallaba con Dios y quería
abandonar el cristianismo, en la idea de que eso era más fácil que
intentar conciliar lo que yo sabía que era verdad sobre mí misma con lo
que la Iglesia mantenía que era verdad. Rogué a Dios con desesperación
que me arreglara, que me hiciera normal, que me enderezara. Estas
idas y venidas con Dios duraron años.
Me declaré trans el año siguiente. El seminario me apoyó, pero no
siempre sabían qué hacer conmigo. Tuve que tratar con profesores que
hacían comentarios tránsfobos, y con compañeros que, incluso después
de haber transicionado médicamente, aún no sabían referirse a mí con
el pronombre correcto. Tuve que ser una explicación andante de lo que
significaba ser trans. Y como mi fe había cambiado de lo emocional a
lo intelectual, no tenía nada en lo que apoyarme. Tenía que encontrar
el modo de comprometer a mi corazón sin desatender a mi cerebro en
el proceso.
El hecho de conocer a los chicos del grupo de teatro en la universidad
cambió mi vida. Me dejaban ser yo mismo y no se reían de mi forma de
vestir. Escribí y dirigí dos obras que trataban sobre los problemas de ser
alguien que va por libre. Ver estos representado en el escenario de mi
universidad fue muy importante para mí. Fue como quitarme mi propia
máscara un poco.
Durante esa época, estudiamos la historia de Tomás en el Evangelio
de Juan, y algo cambió dentro de mí. Me di cuenta que la transición
me había regresado del exilio; de mi cuerpo, de la Biblia, de Dios.
Fue transformador. Me gradué en el seminario y mi mujer y yo nos
divorciamos. Después de mi transición decidimos separarnos.
Todo cambió cuando ingresé en la Iglesia Metodista Unida en 2001.
Confirmaron profundamente mi llamada al ministerio, aunque todavía
tenía la apariencia de mujer, y empecé a ver que podía realizar el
ministerio que estaba llamado a hacer. Reconocí que era gay (todavía
no tenía un término para mi incomodidad de género), pero estaba
convencido de que debía ser célibe toda mi vida.
Mi fe mantiene mi ser LGBT y siendo LGBT mantiene mi fe. Ambas
identidades, en su máxima expresión, tienen que ver con las personas
marginadas y con la justicia para todos. Jesús le importaba la justicia, y
derrocó la opresión y ayudó a la gente a ser libres. A los seguideros de Jesús
tienen que importarles las mismas cosas. Estoy aprendiendo a aceptar
mi estado como marginado y doy gracias por la forma en que este don
me permite ver cosas que otra gente es incapaz o no está dispuesta a ver.
Después de graduarme, todavía célibe y sin salir del armario, me hice
pastor de jóvenes en una iglesia Baptista Americana. El ministro con
el que trabajaba era extraordinario, fue el modelo y guía perfecto para
mí. Ese verano uno de los chicos del grupo salió del armario. Su familia
y la iglesia le aceptaron, yo estaba sorprendido. Le lleve a grupos de
jóvenes gays y a marchas del orgullo. Estos chicos anhelaban alguna
25
Modelos a Seguir Cristianos
‘Es importante que la gente conozca a las personas LGBTI como seres humanos ante todo.’
En esta historia, un reverenda de Sudamérica y
simpatizante de la igualdad da su opinión. Ella trabaja
en estrecha colaboración con la comunidad LGBTI,
y también lidera una asociación que aboga por los
servicios de salud sexual y la vida familiar para todos.
Algunas iglesias dicen que es aceptable ser gay siempre y cuando te
abstengas del sexo. Se aconseja esto a la gente y, para que puedan
permanecer en la iglesia, tienen que reprimir quiénes son y restringir
sus vidas. Es una mentalidad esclava que se adhiere a la fe desde el
miedo. Se inculca a la gente que ser gay es pecaminoso y que tienen
que abandonarlo, pero ¿cómo pueden hacerlo? Es devastador y no
hay suficiente discusión abierta para intentar entender a la gente en
términos de diversidad sexual. Necesitamos que organizaciones
progresistas y gente que piense de una manera diferente conduzcan
las conversaciones para entender los problemas de LGBTI. Los líderes
espirituales tenemos una gran responsabilidad porque podemos marcar
la diferencia al aceptar y proteger a aquellos que son rechazados y se
llevan gran parte del dolor. Podemos hacer mucho más.
En mi país, en la década de los 60 y principios de los 70, la gente
no hablaba mucho sobre la homosexualidad, ni a favor ni en contra.
Tenía amigos gays en el instituto y estaban bien integrados. Nadie se
interesó realmente hasta finales de los 70, y después empezó a surgir
una violenta oposición. Era muy consciente de esta discriminación y lo
cuestioné abiertamente.
La gente llega con sus propios sistemas de creencias y lo que ellos
entienden como normas aceptables. Como reverenda, y en respuesta
a la discriminación, abro una vía de debate e intento ser paciente con
la gente. Lo hago de una manera desenfadada; me reúno con la gente,
tenemos conversaciones informales, tomamos un café o lo que sea,
o nos encontramos en sus casas. Se necesita ser perseverante para
dirigir a la gente hacia ese tipo de cambio. Hay que trabajar con ellos
para ayudarles a cambiar su comprensión teológica. Trato de hacer
comprender a los demás, debemos evitar enfoques adversarios y
desarrollar procesos más críticos y participativos, conocer a personas
no solo de manera cerebral sino usando más el corazón.
Cuando me fui al extranjero para ir a la universidad en los años 80,
fue incluso peor. El decano de mi campus fue asesinado simplemente
porque se sospechaba que era gay o bisexual. Organizamos debates
e invitamos a personas del movimiento por los derechos LGBTI, y
¿qué ocurrió? que hubo un estallido de violencia. Fue sencillamente
espantoso, pero me atrajo cada vez más y se convirtió en un asunto en
el que tenía que involucrarme.
Creo que se ha señalado a las personas LGBTI porque es una cuestión
de poder, sexo, la forma en que se ven las personas a sí mismas y
la percepción de la gente de la masculinidad y la feminidad. Cuando
algunas personas llevan un estilo de vida diferente, se generan
problemas. Tiene que ver con toda nuestra historia colonial, los
misioneros y su interpretación de las Escrituras. Las leyes coloniales
antigay controlaban a la gente y a la sociedad, y todavía seguimos
esclavizados por ellas.
Hace unos años, organicé un campamento juvenil de tres iglesias
y una red de mujeres jóvenes lesbianas. Les reuní simplemente
como gente joven, no les presenté como representación de ninguna
organización ni se dijo cuál era su orientación sexual, hasta que a mitad
del campamento la gente quiso revelarlo. Y bueno, funcionó, porque
cuando llegaron allí, formaron un grupo e hicieron amistad como seres
humanos. Así que cuando se enteraron de las diferencias entre ellas,
fue más fácil tratar el tema. No es que fuera automáticamente fácil,
pero fue más fácil que si conoces a alguien y os presentan como a dos
personas diferentes. Es importante que la gente conozca a las personas
LGBTI como seres humanos ante todo.
La gente que piensa que hay que curar a las personas gays carece de
entendimiento. Piensan que es antinatural y lo relacionan con algo
dañino, como una enfermedad. He trabajado con padres que han dicho
que preferirían matar a su hijo gay. Los ven como una ‘abominación’,
una palabra que les encanta usar a los cristianos.
Dirijo una asociación que promueve y asesora a individuos y sus
familias en el acceso a la información y presta servicios para tener y
mantener una buena salud sexual y una vida familiar plena. Un pastor
de nuestra comisión dijo que se debería enviar a todas las personas
gays, lesbianas y bisexuales a vivir a una isla para que no trajeran la ira
de Dios al resto de nosotros. La asociación envió una declaración firme
como respuesta y se ha reunido con él y otros pastores para discutir
los principios de la interpretación de la Biblia. Esto es, ¿qué dijo Jesús
sobre las personas gays? Nada. No era tan importante. Existen muchas
leyes bíblicas, en especial en el Antiguo Testamento, reglas y códigos
domésticos, pero se deben tener en cuenta en su contexto, con la
manera de pensar de la gente en un tiempo y lugar específicos. Todos
leemos bajo nuestra propia lente y punto de vista, es así como somos,
pero a la hora de entender la Biblia, no creo que haya mucho que decir
sobre el hecho de que ser LGBTI vaya en contra del cristianismo.
Dios nos creó para vivir con dignidad y para rendirnos cuentas los
unos a los otros; todos tenemos esta responsabilidad. El capítulo 10
de san Juan dice: ‘yo he venido para que tengan vida y la tengan en
abundancia’, no algunas personas, sino todas.
Todos hemos sido creados iguales por Dios, a la imagen de Dios, sea
cual sea nuestra distinción o diferencia. Esa es la base: las personas
LGBTI también han sido creadas a la imagen de Dios y han llegado a la
vida para vivir en el mundo de Dios. Trabajar para la inclusión plena de
todas las personas es la responsabilidad que Dios nos ha dado.
27
Modelos a Seguir Cristianos
‘Está escrito en la Biblia que Dios es amor, y me di cuenta de que si Dios me creó y me permitió
venir a este mundo, significa que Él me quiere como quiere a los demás.’
Esta es la historia de un hombre gay de Europa del
Este, que es activo en su iglesia. Él aún no ha salido,
pero ha recorrido un largo camino para reconciliar su fe
y si sexualidad.
Puedo sacrificarme a mí mismo, pero no a mi madre. No quiero causarle
problemas.
Cuando mi país se independizó del dominio soviético en 1991, tuvimos
un renacer de la fe. Las iglesias se reabrieron y regresó el cristianismo.
Yo era un estudiante por aquel entonces y no sabía nada de Dios hasta
que uno de mis amigos me habló sobre un pequeño grupo cristiano
que se reunía unas cuantas veces a la semana en un pequeño lugar.
Rezaban, leían la Biblia y hablaban sobre el cristianismo. Le pedí que
me llevase algún día y eso hizo.
Cuando me di cuenta de que era gay, ya tenía mi fe cristiana y una
batalla en mi mente. Por un lado, conocía el punto de vista de la Iglesia
sobre la homosexualidad y, por el otro, sabía cuál era mi orientación.
No dejaba de preguntarme: ‘¿por qué yo? ¿por qué no puedo ser
como los demás?’ Estas preguntas me acompañaron durante años y
traté de encontrar las respuestas. Busqué en Internet artículos sobre
homosexualidad y psicología y llegué a entender que yo no me había
vuelto gay, había nacido así pero, en realidad, no me ayudó a aceptarme
a mí mismo. Tenía que comprender en mayor profundidad por qué mis
dos naturalezas, la cristiana y la homosexual, estaban en conflicto.
Después de la reunión, encontré dentro de mí una paz diferente a
cualquier sentimiento que hubiera experimentado antes, así que seguí
yendo. Dos años más tarde, la Iglesia Apostólica ofreció formación de
maestros de la escuela dominical, me apunté y trabajé como uno de
ellos durante siete años. Después de graduarme en la universidad,
regresé a mi ciudad natal y encontré una iglesia en una de las aldeas.
Empecé a acudir a ella y antes de cumplir los 25 años me bauticé, y
después cumplí dos años de servicio militar. Tras el servicio, regresé
a casa.
Afortunadamente, encontré a un cura católico gay de Estados
Unidos al que escribir. Me ayudó a ver las cosas desde otro punto
de vista y llegué a entender que el cristianismo es, en realidad,
una religión muy libre y generosa. Está escrito en la Biblia que Dios
es amor, y me di cuenta de que si Dios me creó y me permitió venir
a este mundo, significa que Él me quiere como quiere a los demás.
Puedo asegurar que Dios está conmigo y que no me abandonará.
Él ha salvado mi vida. Nos deja cometer errores y aprender de
nuestros errores, pero siempre nos guía. Sé que Dios me ama.
Un domingo el cura me preguntó si podía ayudarle en el servicio porque
sabía que había sido maestro en la escuela dominical. Me quedé
sorprendido y le dije que tenía miedo de servir en el altar como un
simple pecador que no estaba ordenado y que tenía miedo de que
Dios me castigara. Me tranquilizó y me dijo que me enseñaría todo
lo que necesitaba. Así que empecé a ayudarle los domingos y aprendí
a desempeñar algunos de los trabajos del diácono durante la liturgia.
Empiezas a aceptarte más a ti mismo según te haces mayor. No puede
decirse que mi sexualidad y mi fe estén en armonía, pero trato de ser
yo mismo como gay cristiano. Ante todo, quiero que la gente vea al
ser humano que hay en mí. Las tradiciones aquí están muy arraigadas
y las posturas pueden ser muy homófobas. Como persona gay, pienso
de forma distinta a todas estas tradiciones e interpreto las escrituras
según mi propio entendimiento, cada persona crea su propia relación
con Dios. Dios inspecciona nuestros corazones y sabe quién soy. Tengo
una buena relación con Dios, pero sé que Él quiere que yo sea mejor.
Espero que me ayude a entender más y a ser más sabio.
Pero mi implicación con la iglesia no fue siempre tranquila; a mis
familiares les preocupaba que me hiciera sacerdote y no me casara. No
era normal para ellos: no sabían quién es Dios o qué es el cristianismo.
Pero me mantuve firme en mi fe y les dije: ‘no teníais a un creyente en
la familia pero ahora lo tenéis y no voy a abandonar mi iglesia’. Algunos
años después, mis familiares me siguieron y mi madre, mis hermanas y
mis sobrinos también se han bautizado.
Espero que llegue un tiempo mejor para todos.
Me ofrecieron una plaza en el seminario pero la rechacé. Trabajo
activamente en mi iglesia y colaboro en diferentes actividades, pero
no podía plantearme ser un cura gay. Todavía no lo he declarado.
Mi familia, la mayoría de mis amigos heterosexuales y mi iglesia no
saben que soy gay. No sé si seré capaz alguna vez de declarar mi
homosexualidad; tengo mucho miedo de perder lo que he conseguido
durante estos años. No sé si me permitirán participar en los servicios
de la iglesia o si mis amigos y mi familia querrían seguir relacionándose
conmigo si averiguan que soy gay. Mucha gente en mi país piensa que
la homosexualidad es una enfermedad que debe ser curada; que si eres
gay eres una mala persona y no quieren tener nada que ver contigo.
29
Modelos a Seguir Cristianos
‘Tenía 17 años cuando por fin lo acepté. Ocurrió durante un momento de oración y, de alguna
manera, fue en realidad Dios quién me lo hizo ver.’
Stephen Lingwood ha sido un cristiano unitario desde
la adolescencia y se hizo ministro hace siete años.
Presta servicios como ministro en Bolton, Reino Unido,
y es capellán de la universidad de la ciudad y antiguo
presidente del Unitarian Ministry Strategy Group.
de ello me dio un fuerte abrazo y me dijo: ‘si necesitas cualquier cosa,
házmelo saber’. No hablo sobre mí mismo ni sobre cuestiones LGBT
cada semana porque hay otros problemas en la vida, pero me pareció
importante que todos supieran esto de mí. Y doy gracias por haber
recibido siempre la aceptación incondicional que tratamos de ofrecer
como comunidad religiosa.
Cuando las personas de la comunidad LGBT me preguntan a qué me
dedico y digo que soy ministro, se sorprenden o piensan que bromeo.
Pero no tengo ningún problema en explicar la posición de la Iglesia
Unitaria. Nos encontramos en gran medida en el lado liberal del
cristianismo. No hace falta observar un credo para estar con nosotros.
Animamos a cada persona a encontrar su idioma espiritual y practicar
lo que mejor funcione para ella. Lo más importante es amar a Dios y
amar al prójimo y no lo complicamos más que eso. Cuando Jesús se
enfrentó a la elección entre compasión real por un ser humano delante
de él o seguir la ley religiosa, siempre eligió la compasión real por la
persona y, para nosotros, la ley de la compasión reemplaza a cualquier
otra ley. Se trata de formar una unidad con Dios, con el mundo y los
unos con los otros. Y no excluimos a nadie. Fuimos la primera religión
en tener mujeres ministras hace más de 100 años y la primera en
acoger oficialmente a ministros y ministras LGBT en la década de 1970.
Mientras crecía tuve problemas con mi sexualidad y con mi fe a la hora
de saber quién era yo realmente y en qué creía. Mi padre es sacerdote
y me crié según las doctrinas de la Iglesia de Inglaterra, pero después,
de estudiante, elegí la Iglesia Unitaria. También me considero bisexual.
Así que mi mayor dilema cuando era joven era qué decir primero a mis
padres: que era bisexual o que era unitario.
Mi sexualidad y mi fe están entrelazadas y de esto parto como cristiano
LGBT. Al releer los diarios que escribí mientras crecía, veo que hay
dos caras de la misma moneda. Siempre las ha habido. Cuando era
adolescente, sabía que era bisexual, pero reprimí la atracción que
sentía por los hombres. Tenía 17 años cuando por fin lo acepté. Ocurrió
durante un momento de oración y, de alguna manera, fue en realidad
Dios quién me lo hizo ver. Iba en peregrinación a la Comunidad de Taizé
en Francia y en una noche de oración sentí una verdadera conexión
con Dios. Al mismo tiempo, un hombre atractivo pasó a mi lado y me
sentí atraído por él. Normalmente, habría reprimido la atracción, pero
en ese momento sentí que Dios me hizo enfrentarme a ella y me dije
a mí mismo: ‘veamos, ¿siento atracción por los hombres? sí; ¿siento
atracción por las mujeres? sí. Entonces soy bisexual y ya está’. Fue
un momento en que sentí gran alivio y aceptación ante la presencia
de Dios. Sentí que Dios me enseñaba lo que tenía que aprender sobre
mí mismo con el fin de crecer y vivir la vida a la que estaba llamado,
sin saber con exactitud lo que aquello significaba en ese momento. No
podría haber avanzado con mi vocación sin haberme enfrentado a mí
mismo y haber cerrado esa grieta.
Para mí, Dios es misterioso. No tengo total seguridad sobre qué o quién
es Dios y le digo esto a Dios todo el tiempo, pero continúo manteniendo
una relación con Él y tengo momentos de conexión en mi vida diaria.
Trato de prestar atención a cuándo se producen estas conexiones y a
los momentos en que me reúno con Dios, y me pregunto a mí mismo:
‘¿dónde me he reunido con Dios hoy?’ Esos momentos en los que sientes
que Dios te está escuchando pueden ser poco habituales, pero merece
la pena aferrarse a ellos. No siempre entiendo la relación, pero sin
duda alguna me ofrece el propósito y alegría más profundos, y me lleva
a lugares interesantes y emocionantes y a un tipo de vida más audaz. Es
una relación de amor y aumenta mi capacidad de amar. Así que trabajo
duro en ello, y continúo regresando para renovar mi conexión con Dios
a través de la veneración, la oración, la meditación y la concienciación.
Durante mi adolescencia, me cuestionaba la fe de la Iglesia de
Inglaterra con la que había crecido, lo que inició un viaje que terminó
en el lugar en que me encuentro ahora. A medida que exploraba lo que
la espiritualidad significaba para mí, me acerqué al cuaquerismo, pero
encontré mi camino en el unitarianismo, en parte por su aceptación de
LGBT. Sé que hay iglesias y personas dentro de la Iglesia de Inglaterra a
favor de LGBT, pero en última instancia no creo que la institución por sí
misma lo haga, y algunas de sus decisiones me llevaron a la conclusión
de que no podía formar parte de una organización que no reafirmara a
las personas LGBT en su totalidad. Respeto mucho a todas aquellas
personas que permanecen en la Iglesia y tratan de reformarla desde
dentro, pero para mí era fundamental formar parte de una comunidad
religiosa que fuera totalmente tolerante. Creo que habría pasado a la
Iglesia Unitaria también de no haber sido bisexual.
Dios no nos pide que seamos menos de lo que somos, que dejemos partes
que nos pertenecen en la puerta de la iglesia o que nos ocultemos en
un armario. Dios es el Dios de la verdad y quiere que estemos repletos
de vida; y no se puede estar repleto de vida si rechazas o mientes sobre
una parte de ti mismo. Así que a cualquier persona que piense que
es LGBT le diría que se dedicara a orar y a encontrar a personas que
han recorrido ese camino como cristianos LGBT, que puedan escuchar
y conectar con personas y conectar con Dios. No hay que ser cauto a la
hora de encontrarse con la fe. Hay que dejar salir la verdad.
Como líder religioso, siempre he sido honesto sobre mí inclinación.
Antes de ser ministro, escribí para revistas unitarias y la gente sabía que
era bi. Pero hace cerca de un año en mi sacerdocio, sentí la necesidad
de decírselo a la congregación más explícitamente, así que hablé sobre
quién soy y cómo me identifico a mí mismo. Fue una experiencia muy
positiva, y una persona que no había acudido al servicio y se enteró
31
Modelos a Seguir Cristianos
‘Una simple declaración positiva de sus orientadores religiosos podría suponer una enorme diferencia para
alguien que, como yo, puede pensar que Dios le odia a causa de lo que han dicho algunos predicadores.’
Este artículo nos cuenta la historia de una mujer
lesbiana que creció en África oriental. Ella ha ganado
ya asilo en el Reino Unido y ayuda a otras mujeres
lesbianas, que están tratando de hacer lo mismo.
manera. Es como una obra de arte o un libro; cada uno lo interpreta de
manera ligeramente diferente a los demás. Mi interpretación es que se
supone que debemos amar a los demás, no juzgarlos y, desde luego,
nunca odiarlos. Así que elijo creer en el bien y elijo ser el bien. He
creado mi propia relación con Dios y Su mensaje y me identifico con
ello, en vez de con los seres humanos que lo predican.
Me crié en una pequeña ciudad africana y nuestro hogar era una mezcla
de creencias cristianas y culturales. Para una persona joven, puede
resultar confuso saber dónde termina una creencia y comienza la otra.
Pero éramos sobre todo cristianos.
Con el tiempo, pude venir a Gran Bretaña y buscar asilo. El viaje no
fue nada fácil y estuvo lleno de complicaciones, pero por el camino
me encontré con muchas personas que no me conocían pero que me
abrieron sus brazos y sus hogares. Me enseñaron que ser cristiano va
mucho más allá de ir a la iglesia y de lo que se oye en la iglesia. Es
cómo te comportas como persona. Y con sus conductas fue con lo que
me quedé, más que con los sermones sobre odio que había oído en el
pasado. Me ha motivado para intentar vivir como un ejemplo cristiano
y para ser parte de la formación de una organización que ayude a otras
mujeres lesbianas que llegan al país a buscar asilo y que probablemente
sienten lo que yo sentí cuando llegué: que todo el mundo me odiaba.
En el país donde nací y me crié es ilegal ser gay y los castigos son muy
duros. Así que supe desde muy temprano que al aceptar mi sexualidad
y quién soy como persona iba a tener problemas en un entorno
religioso. Defender la homofobia era la norma en mi iglesia local y en
mi colegio interno católico. Además, los evangelistas del Reino Unido
y de los Estados Unidos llenaban estadios para reforzar delante de
miles de personas que ser gay es lo peor que existe. Para mí era un
acto de malabarismo repetirme a mí misma que Dios me amaba sin
que importara quién fuera y tratar de no creer lo que predicaban estas
personas, que iría al infierno solo por ser como soy.
Puede sonar a tópico, pero creo que las cosas ocurren por algo, y ahora
me encuentro en una posición para ayudar a otras personas a las que
nunca podría haber ayudado de haberme quedado en África. Me encanta
hacer sentir a la gente que hay alguien a su lado, independientemente
de lo que digan los demás. Dios tiene un propósito para mí y yo trato de
marcar la diferencia a mi manera.
Mi pareja y yo fuimos detenidas y encarceladas por nuestra relación.
En la cárcel, a los homosexuales se las trataba peor que a los asesinos.
Finalmente sucumbí a las doctrinas que había recibido durante tantos
años en la iglesia y el colegio y llegué a creer que Dios, de verdad, me
odiaba. Y tengo que decir que el sentimiento era mutuo. Me dije a mí
misma que si me amaba, no me estarían ocurriendo ninguna de estas
cosas. ¿Quién ama a alguien y deja que le ocurran estas cosas?
Mi esperanza es poder ver un mayor respaldo positivo y contundente
de las personas LGBT por parte de las iglesias. Aunque a algunas
iglesias les parece suficiente no hablar de manera negativa sobre las
personas gays delante de su congregación, no decir nada es igual de
malo en una época en la que personas con influencia, como pastores,
reverendos y obispos, se consideran orientadores. Muchas personas
luchan por conciliar su religión con su sexualidad y se pasan toda su
vida pensando que Dios les odia. Piensan que su sexualidad no puede
coexistir con su fe. Una simple declaración positiva de sus orientadores
religiosos podría suponer una enorme diferencia para alguien que,
como yo, puede pensar que Dios le odia a causa de lo que han dicho
algunos predicadores.
Durante mucho tiempo mi relación con Dios no fue buena. No podía
comprender por qué, si Dios nos habla a través de las personas, los
predicadores y los evangelistas arrojaban tanto odio. Pasé por una fase
en la que pensaba ‘¿qué sentido tiene?’, porque no había nadie, entre
aquellos que se suponía que eran la voz de Dios, que dijera nada bueno
o agradable. Pensé ‘¿a quién me puedo dirigir para escuchar a Dios? Si
Dios quiere que oiga algo ¿no debería enviar a alguien para hacerme
llegar Su palabra? Y si no lo hace, ¿qué sentido tiene todo?’ .
Había, y todavía hay, mucho odio de personas que se supone que son
cristianas, que se supone que predican la palabra de ‘Ama al prójimo’,
pero en lugar de ello lo que predican es ‘Dios te odia’ y ‘Dios odia esto,
Dios odia lo otro’. Ha sido difícil para mí ver cómo pueden conciliar el
mensaje ‘No juzgues a los demás y deja que sea Dios quien lo haga’
siendo ellos los jueces y el jurado. Sus sermones se centran en un
mensaje de la Biblia pero ignoran otros. Esto me resultaba confuso y
pensé: ‘si eligen ignorar ciertas partes de las escrituras a favor de otras
partes, entonces, ¿qué es lo que debo creer exactamente?’.
Desde entonces he aprendido a no escuchar lo que dicen los
predicadores populares y los que salen en la televisión. He creado mi
propia relación con Dios sobre lo que creo y me centro en el bien de las
personas y en su modo de actuar. Para mí, cada uno lee la Biblia a su
33
Modelos a Seguir Cristianos
‘Espero que los cristianos LGBTQ muestren su amor a aquellos que nos odian, porque el
amor de Dios puede mover los corazones de nuestros oponentes a través de nuestras oraciones.’
Esta es la historia de un pastor gay de Asia oriental, que
aboga por la justicia social. Fundó una iglesia inclusiva,
que ahora tiene tres ramas.
En el año 2008, mi pastor senior me preguntó si yo era gay. Era la segunda
vez que me lo preguntaba; la primera fue cuando me fui a los Estados
Unidos. Por aquel entonces le dije que no, pero esta vez admití que sí lo
era. Me dijo que dejara la Iglesia Baptista inmediatamente y me ordenó
que dijera que se debía a ‘motivos personales’.
Encontré a Jesús a los 15 años. Mi familia me reñía por ir a la iglesia.
Eso me ponía triste, así que caminaba en silencio a la parada del autobús
para poder ir a la iglesia los fines de semana. Pero encontraba consuelo
y afecto a medida que iba conociendo a Dios, y descubrí paz y fortaleza
al adorarlo. Incluso me apunté al coro, a pesar de no cantar bien.
Después se enteró de que existía el grupo cristiano LGBTQ. Me asustó
y me dijo que si no lo dejaba hablaría con mi antigua congregación y les
contaría a todos que yo era gay. Me negué a dejar el grupo y él hizo lo
que había dicho. Los rumores sobre mí eran abundantes, fue horrible.
Pero el grupo LGBTQ me apoyaba y al dejar la Iglesia Baptista comencé
a formar una iglesia LGBT inclusiva. Dios había cerrado una puerta, pero
había abierto otra.
A los 16 años, asistí a la Conferencia Internacional de Iglesias Baptistas
del Sur. Durante tres días sentí algo que no puedo describir; oía una
especie de susurro, Dios me estaba llamando. Me hacía sentir realmente
inquieto, pero no paraba. El cuarto día, el pastor pidió al público que se
acercara al escenario para ser bendecido en nombre de Jesús, y yo me
mantuve allí de pié con lágrimas resbalándome por el rostro. Sentí que
me había liberado de mi propia prisión y dejé de rechazar la llamada de
Dios.
Crear una iglesia inclusiva fue duro. Tenía mucho que aprender sobre la
diversidad del amor y sobre grupos minoritarios diferentes. No puedo
comprender todo plenamente, pero con paciencia escucho las opiniones
de todos para mejorar mis conocimientos sobre nuestras diferencias.
Hoy en día contamos con tres grupos y espero que un día abarquemos
todo el país. Fue difícil recaudar fondos porque muchos financiadores no
respaldan los movimientos religiosos LGBTQ y las iglesias principales han
censurado mi conducta por ser el ministro de cristianos LGBTQ. Viví en
peligro pensando que las iglesias y las autoridades podrían arrestarme.
Cuando terminé la escuela y comencé a pensar en el trabajo, ese mismo
pastor bautista se puso en contacto conmigo y me dijo: ‘¿recuerdas lo
que pasó hace un año?’ Me preguntó si todavía quería ser pastor. A
mí me preocupaba que fuera demasiado difícil y que no tuviera dinero
suficiente. Pero entonces un día, mientras caminaba solo, pasó a mi lado
un grupo de pájaros. Pensé en el Evangelio de Mateo: ‘mirad las aves del
cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo,
vuestro Padre celestial las alimenta, ¿no sois vosotros de mucho más
valor que ellas?’ Cuando llegué a casa abrí la Biblia. Las palabras ‘no
tengas miedo’ se repetían en mi mente y le pregunté a Dios: ‘¿realmente
quieres que sea un pastor? mis padres me dirán que no’. Pero cuando se
lo pregunté a mis padres, me dijeron que sí. Me sentí lleno de alegría y
trabajé como ayudante del pastor hasta que tuve la edad suficiente para
incorporarme al seminario.
Sin embargo, dejé de lado sus críticas y mis miedos. Nunca dejaría de ser
el ministro que soy, porque todavía existen muchos cristianos LGBTQ que
están luchando en sus vidas. Las iglesias y la sociedad condenan su fe y
su verdadero ser. He orientado a personas que quieren dejar de lado la
vida y suicidarse. Su autoestima se debilita cada vez más y hay cristianos
LGBTQ de todo el país que se ponen en contacto conmigo para pedir
ayuda. Es una misión difícil, pero espero que otras iglesias vean nuestro
ejemplo y lleguen a aceptarnos.
Animo a los miembros de mi iglesia a que apoyen a los orfanatos, a
las personas mayores, a los trabajadores del sexo y a los padres y
madres sin pareja. He visto que la comunidad cristiana LGBTQ está llena
de amor por nuestra sociedad y nuestra nación. Siempre que participo
en actividades sobre justicia social, veo que muchos cristianos LGBTQ
lo hacen también. La Biblia no es la única fuente de fe y nuestras
experiencias son igualmente importantes. Mi experiencia es que Dios
nos ha bendecido de la misma manera que bendijo a los heteros. Dios
nos ofrece elecciones, pero nunca nos dejará, independientemente de lo
que elijamos. Dios siempre está aquí con nosotros, sin importar dónde
estemos nosotros con Él.
Durante mi formación para convertirme en pastor baptista, estudié los
problemas de LGBTQ y el cristianismo, pero los textos eran homófobos
y no pude encontrar nada que me ayudara a pensar de manera positiva
sobre las personas LGBTQ. De todas formas, debido a las enseñanzas
que había recibido en la iglesia, pensaba que la homosexualidad era algo
malo. Me sentí pecador y culpable y comencé a abandonar la idea de ser
pastor. Después conocí a un pastor de mi país que formaba parte de una
iglesia inclusiva en los Estados Unidos. Sabía que tenía que hablar con
él y que era mi última oportunidad para decidir si podía ser pastor siendo
gay. Estaba muy confundido y no había nadie más con quien pudiera
hablar. Necesitaba consejos de alguien fuera de mi iglesia.
Espero que los cristianos LGBTQ muestren su amor a aquellos que nos
odian, porque el amor de Dios puede mover los corazones de nuestros
oponentes a través de nuestras oraciones. Estoy orgulloso de lo que
nuestra iglesia inclusiva ha conseguido, y doy las gracias a Dios por los
ánimos y las bendiciones que me han acompañado durante mi viaje. Cada
iglesia tiene sus problemas, pero estos problemas pueden fortalecernos y
unirnos. Dios nunca abandonará a sus queridos hijos, sean quienes sean.
Conocerle fue una gran afirmación. Se ofreció a ayudar a establecer un
grupo cristiano LGBT cuando regresara a casa en unos años, pero yo no
podía esperar; había demasiadas personas luchando como yo. Con su
ayuda, inicié un pequeño grupo de fraternidad por mi cuenta. Nuestra
primera reunión fue en un restaurante de comida rápida. Después de
esto, nos reuníamos en mi oficina cuando ya se habían ido los pastores,
y más adelante, en la casa de uno de los miembros. Después de todo
esto, la iglesia de los Estados Unidos nos ayudó a alquilar un lugar donde
reunirnos, nos dieron números de contacto de otros cristianos LGBTQ de
mi país, y fuimos creciendo cada vez más.
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Modelos a Seguir Cristianos
‘Lo que no comprendo es ese deseo que condenar a la gente al infierno o a un lugar de dolor. Me
sorprende cómo muchos cristianos hacen esto.’
La reverenda Rachel Mann es cura de una iglesia
anglicana, canóniga y poetisa residente en la catedral
de Manchester. Habla y escribe de manera prolífica
como filósofa, periodista y teóloga sobre la dinámica de
los problemas y la fe de LGBT.
la manera de volver a ser el hombre que eras cuando naciste’ o ‘tienes
que ser convencional en tu sexualidad como una mujer’. Para mi total
sorpresa, el Dios que me encontró –y fue Dios quien me encontró–
dijo: ‘en realidad, te amo, Rachel, en tu ser más profundo, y te acepto
plenamente’. Esto en sí mismo fue aterrador porque no me lo esperaba;
yo pensaba que Dios nunca me aceptaría, pero lo hizo. Lo que me llevó a
formularme esta pregunta: ‘¿y ahora qué?’
Me pusieron de nombre Nick. Se me asignó el sexo masculino al nacer
y crecí como un niño. En muchos aspectos mi infancia fue normal, pero
desde muy pequeño me sentía muy incómodo con mi propio cuerpo. Ya
con cuatro años sentía que debería haber sido una niña. Mi ropa, mi
aspecto y los pronombres que se usaban para describirme no tenían
ningún sentido. Yo era demasiado joven para expresarlo, pero la
sensación nunca desapareció al hacerme mayor. La cosa empeoró en la
adolescencia cuando mi cuerpo se desarrolló.
Regresé a la Iglesia de Inglaterra de mi niñez. Necesitaba a los demás a
mi alrededor y no podía ser un cristiano yo solo. Me mostré abierto sobre
ser trans y encontré un hogar reafirmante en una iglesia evangélica.
Creo que me fue más fácil porque era una congregación joven y como
música de rock, podía tocar en la banda. Me aceptaron.
A medida que mi confianza como mujer crecía, comencé a tratar con mi
identidad sexual. Todavía me atraían las mujeres, algo que no gustaba
a mi iglesia. Su punto de vista era: ‘Rachel, sí, eres una mujer, pero
eso significa que deben ajustarte a nuestro limitado concepto de lo que
significa ser una mujer’.
Al mismo tiempo sufría las típicas confusiones de adolescente que todos
experimentamos. En cuanto a mi sexualidad, me atraían sobre todo
las chicas y en general mi aspecto era el de un joven normal, aunque
muchas personas han dicho que por entonces mi comportamiento era
casi hipermasculino; siempre tenía que ir más lejos que el resto de los
chicos para probar lo hombre que era.
Recuerdo escuchar un sermón en el que se decía que las personas gays
era pecadoras, y para mí era imposible aceptar esta idea con mi forma
de entender a Dios. Dios no iba a decir que aceptaba una parte de mí.
Dios aceptaba todo mi ser y no había ningún pecado en el hecho de que
yo encontrara atractivas a otras personas. Así que aquello me hizo dejar
la iglesia y explorar un enfoque más amplio de la teología.
Nuestro hogar era el típico de la Gran Bretaña de la década de 1970.
No íbamos a la iglesia cada domingo, pero sí lo hacíamos para celebrar
grandes fiestas. De niño, rezaba todas las noches y pedía una cosa: que
me despertara siendo una niña. Ahora parece muy patético. Cuando
era adolescente, rechacé a Dios definitivamente porque pensaba que
o Dios no existía o era un sádico por haber creado personas como yo.
Fui a la universidad con esta furia incómoda y sufrí un momento de
crisis después de cumplir los 20 años porque sabía que si no trataba
el problema entonces acabaría suicidándome. Por aquella época tenía
también problemas bastante graves con las drogas y el alcohol y me
automedicaba para ir tirando. A los 22 años me declaré trans y comencé
el proceso de transición.
Yo entiendo a Dios como una fuerza de energía y amor; un Dios personal
y no uno impersonal, que nos llama en fraternidad y no nos mantiene en
la oscuridad como niños que reciben cosas bonitas si son obedientes.
Se trata de llegar a lo que la Biblia llama ‘la plena estatura de Cristo’, y
que como hijos de Dios somos adultos y tenemos que ser responsables.
Para mí, Dios no es un apoyo afectivo. Esto tiene que ser cierto, si no
estoy usando a Dios para mi propio fin. Cuando hablamos del Dios que
amamos, a veces convertimos esto en una imagen sentimental. Jesús
nos dijo que Dios no prometió que las cosas saldrían bien, sino que
Él estará con nosotros ocurra lo que ocurra. A mí Dios me da mucho
más miedo de lo que a veces pensamos. Nos exige cosas y espera que
defendamos lo más difícil, que apoyemos a los perseguidos y solitarios
y ese es un camino difícil de seguir en un mundo que quiere consuelo.
Por aquel entonces no creía en Dios realmente, pero al mismo tiempo
parecía que Dios no quería dejarme ir. Y sentía que en este mundo
debía de haber algo más, que había una posibilidad. De adolescente
me afectó la película La última tentación de Cristo, donde Jesús decía:
‘Dios me ama. Yo sé que Él me ama. Quiero que se detenga’. Me sentía
muy identificado con ese sentimiento sobre Dios, que parecía poner
sus garras sobre mí para no dejarme ir, pero hasta los 25 años o así
no empecé a pensar en la fe. Muchas personas no entienden cómo
nosotros, como personas LGBT, tenemos que luchar para encontrar
nuestra propia identidad y yo tuve que trabajar muy duro para descubrir
lo que significa para mí verme como una mujer y convertirme en una
mujer, y después lo que eso significa para mí como ser sexual.
Lo que no comprendo es ese deseo que condenar a la gente al infierno
o a un lugar de dolor. Me sorprende cómo muchos cristianos hacen
esto; para mí es lo contrario de lo que significa Jesús. En Cristo no hay
condena. No es asunto de nadie ir por ahí juzgando a los demás. Nuestra
labor es amar al prójimo.
En mis momentos más difíciles, el Dios que he sentido es un Dios que
está ahí conmigo en la oscuridad, compartiendo mi sufrimiento. No es un
Dios simpático ni seguro, pero a veces es un Dios que incluso sufre más
que yo y que está soportando y compartiendo mi dolor.
Hasta que no cumplí 26 años no comprendí bien quién era para ofrecerme
a Dios, a este Dios que no me dejaba ir, que siempre estaba presente.
Y llegar al punto en que ya no podía resistirme a la oración fue una de
las experiencias más terroríficas que he tenido en mi vida. Yo rezaba
diciendo: ‘Dios, si estás ahí, entonces soy tuyo’. Estaba muy asustado,
porque no sabía qué ocurriría si Dios me decía, bien a través de palabras
o sentimientos: ‘estás equivocado, deja de ser una mujer y encuentra
Mirando en retrospectiva, si hubiera reprimido mi disforia de género,
habría tenido una vida de duda y odio a mí misma, y me habría resultado
imposible aceptarme. Solo al enfrentarme cara a cara con esta grieta en
mi ser, he podido encontrar a Dios verdaderamente.
37
Modelos a Seguir Cristianos
‘La gente piensan que todas las iglesias son iguales. Es difícil convencerles de que no todas son
iguales y que hay pastores que comprenden la llamada de Cristo para aceptar a todo el mundo.’
Esta es la historia de una mujer cristiana de
Sudamérica que tiene un hijo gay y asiste a un grupo de
apoyo para otros padres de niños LGBT.
tienes que continuar apoyándolo y amándolo’. Me dijo que mi hijo
podía hablar con él siempre que quisiera, pero también dijo que no
debía mencionarlo en la Catequesis. Esto me entristeció porque quería
compartirlo con mis hermanos y hermanas de fe.
Una noche, en 2012, estaba charlando con mi hijo y de repente me
preguntó: ‘¿qué pensarías si te dijera que me gustan los chicos?’.
Después de un año, por fin se lo conté a mis amigos más cercanos de
la Catequesis, ya que uno de ellos parecía mofarse de las personas
gay. Pensé que lo comprenderían, pero se mantuvieron distantes. Si los
que me conocían reaccionaban así, me preguntaba qué podría esperar
del resto de mis hermanos y hermanas. Pero mi fe nunca flaqueó y mi
relación con Dios permaneció sólida.
En realidad, no me sorprendió. Ya me había parecido que era cierto.
Simplemente confirmó lo que yo ya sabía y él se mostró contento porque
no le di demasiada importancia. Tenía 18 años y dijo que de haber
sabido que yo lo entendería, me lo habría contado mucho antes. Pero lo
que sí sentí fue preocupación, y pensé: ‘¿ahora qué? ¿qué hago ahora?
¿dónde puedo encontrar más información sobre esto? ¿hay alguien que
me ayude de verdad a entender qué es la homosexualidad?’.
En nuestro grupo de apoyo, la gente habla sobre cómo sus iglesias les
han rechazado y por ello generalizan y piensan que todas las iglesias
son iguales. Es difícil convencerles de que no todas son iguales y que
hay pastores que comprenden la llamada de Cristo para aceptar a todo
el mundo.
Me uní a un grupo de apoyo que trabaja con madres que descubre que
uno de sus hijos es gay, lesbiana, bi o trans. Nos reunimos una vez
al mes en cada de la madre de un hombre gay. Nos sentamos en un
círculo, damos la bienvenida a las personas que asisten por primera vez
y explicamos que se encuentran en un lugar para escuchar y aprender.
Algunos de nosotros hablamos de nuestras experiencias y de cómo
aceptamos el hecho de tener un hijo o hija gay, lesbiana, bi o trans.
Las madres que acuden a la reunión por primera vez pueden contarnos
sus experiencias si así lo desean. También es un lugar para que los
miembros de la comunidad LGBT aprendan a hablar sobre su orientación
sexual con sus padres. Esto es básicamente lo que hacemos.
Yo he podido ayudar a otras familias escuchándolas, compartiendo
mis experiencias y ofreciéndoles la información que necesitan. Existe
la oportunidad de ayudar a las familias en estas situaciones. Algunos
padres de hijos gay pueden sentir vergüenza al principio, y a los padres
y madres de hijos trans les puede resultar difícil comprender que
tienen una hija en vez de un hijo, o viceversa. Al final, nos acercamos
a ellos con la idea de que si nosotros, sus padres, no les damos amor y
aceptación, ¿de dónde lo recibirán?
Hay una serie de cosas que me dan esperanza. Las sociedades son
cada vez más avanzadas y están cada vez más informadas, pasando
de la ignorancia al conocimiento y de aquí a la tolerancia para llegar
a la aceptación, respeto y, finalmente, reconocimiento. Los miembros
de alto perfil de la comunidad LGBT que son activos en los sectores
políticos, sociales, artísticos, académicos y deportivos están ayudando
para que esto ocurra. Cada vez son más los pastores y líderes religiosos
que difunden un mensaje de aceptación, incluido el papa Francisco, que
dijo que quién era él para juzgar.
A mí me enseñaron que ‘Dios ama al pecador pero odia el pecado’ y que
era mejor alejarse de las personas LGBT, así que nunca pensé que me
integraría con ellas. Pero me resulto bastante fácil aceptar que mi hijo
era gay, al igual que hizo mi segundo marido y mi hijo más pequeño.
Busqué la ayuda de un cura, un párroco, un psicoterapeuta y una prima
que es lesbiana, y todos ellos me ayudaron. Siempre hemos tenido una
buena relación madre-hijo y desde que sé que es gay, nuestra relación
es incluso más estrecha. Valoro el hecho de que fuera capaz de confiar
en mí, y ahora estoy más abierta a contarle cosas que me ocurrieron
cuando yo era adolescente y a hablar de mi vida emocional. Siempre he
sido una madre cordial, afectuosa y cariñosa, y eso nunca va a cambiar.
Como familia, hemos hablado de qué podemos hacer para ayudarle,
como aceptar a sus amigos, interesarnos por su vida, asistir a marchas
y a reuniones que promuevan los derechos de LGBT.
El poder de la oración, el trabajo del Espíritu Santo y el apoyo de
las organizaciones como a la que pertenezco pueden cambiar los
corazones. Cuando la gente dice que ser un miembro de la comunidad
LGBT es incompatible con ser cristiano, les digo que el cristianismo se
basa en el amor, pero que la homofobia, la bifobia y la transfobia se
basan en el odio. Y lo que es incompatible es el amor y el odio.
Pero para su padre (mi primer marido) ha sido muy difícil, ya que piensa
que ser gay es una enfermedad mental que necesita tratamiento y cura.
Se niega a aceptar que su hijo es gay y lo niega. A veces incluso llega
a amenazar con no pagar sus estudios universitarios.
Mi marido y yo formamos parte de la Catequesis familiar de nuestra
parroquia. La idea de hablar con el pastor sobre mi hijo me pareció
bastante abrumadora, ya que me preocupaba que me dijera que debía
dejar la parroquia. Cuando finalmente se lo dije, me hizo las preguntas
siguientes: ‘¿cómo se comporta en casa? ¿cómo es como hermano,
hijo, nieto y estudiante?’. Cuando le contesté, dijo: ‘tú eres su madre,
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Modelos a Seguir Cristianos
‘Para la Iglesia somos “demasiado gay”, y para los gays, estamos “demasiado metidos
en la Iglesia”.’
La reverenda Judith Kotzé se convirtió en una de
las primeras ministras de la Iglesia Reformada
Neerlandesa en Sudáfrica a los 26 años. Es directora de
Inclusive and Affirming Ministries, Sudáfrica.
tu cuerpo y sexualidad como un regalo de Dios y honrar a Dios a través
de todo ello. No se nos creó para estar solos.
He visto personas que han tenido que dividirse a sí mismas cuando se
les ha dicho que pueden ser o cristianas o gay, pero no las dos cosas.
Si la gente se queda en el armario, se genera una homofobia asimilada
que es muy dañina. Otras personas actúan de manera contraria; he
visto a personas cristianas LGBTI salir del armario de la sexualidad
pero entrar en el de la fe, negando esa parte de sí mismos porque ven
la religión y las instituciones de la fe como sus enemigos. Podemos
quedar atrapados en el medio: para la Iglesia somos ‘demasiado gay’, y
para los gays, estamos ‘demasiado metidos en la Iglesia’. La aceptación
de las comunidades religiosas y las comunidades LGBTI debe funcionar
en ambos sentidos.
Tengo una hermana gemela. Sentí la llamada de Dios muy temprano, a
los 6 años. En mi familia, en los últimos 200 años, siempre ha habido
ministros. Cuando terminamos el colegio, mi hermana sintió también
la llamada.
Al crecer, yo no sabía que era lesbiana. Ya tenía bastante con centrarme
en la llamada de Dios, porque por aquel entonces no había mujeres
ministras en la Iglesia Reformada Neerlandesa. Durante mi etapa
universitaria, la atracción salió a la luz, pero no supe qué hacer con ella.
Me asustaba, porque pensaba que si era gay no podría seguir la llamada.
Recé cada día para que Dios me concediera el regalo del celibato.
He aprendido a ser cuidadosa cuando viajo con las comunidades de
fe, porque cuando hablas de los problemas homosexuales, la gente se
muestra realmente en contra. Es algo que prende fuego muy rápido. Sé
lo que es intentar trabajar con personas que no lo comprenden y me ha
hecho daño ver a personas rezando para que yo me ‘curara’, o rechazar
el sacerdocio de IAM o a mí misma ‘en nombre de Dios’. Es ir en contra
de una tradición de miles de años.
En el año 1995 me cualifiqué como ministra. La Iglesia había abierto
las puertas a las mujeres para que formaran parte del clero, pero muy
pocas congregaciones nos llamaban para ser sus ministras, así que
me uní a un sacerdocio especializado, como hicieron muchas otras.
Por aquella época me involucré también con Inclusive and Affirming
Ministries (IAM) y comencé a conocer a personas que habían integrado
su sexualidad con su espiritualidad.
Me he dado cuenta de que es mejor hablar sobre igualdad y nuestra
experiencia de desigualdad. Este viaje es como dar un paso lento cada
vez. A nivel mundial, me preocupa en qué lugar nos encontramos,
porque en cuestión de derechos, vamos perdiendo terreno. No solo
sufrirán las personas LGBTI, sino que los derechos humanos a mayor
escala también se resentirán. Los cristianos fundamentalistas se han
puesto en contacto desde América hasta África y sus alianzas están
funcionando en nuestra contra. Así que nosotros estamos formando
alianzas para contrarrestar esto y encontrar una base común en los
valores familiares que compartimos.
En 1998, mi hermana gemela inició una relación con una mujer y dijo a
nuestra familia que era gay. Fue muy difícil para nuestros padres, y al ver
su reacción pensé que yo jamás podría contárselo. Fue tan traumático
que mi hermana y yo pensamos que lo mejor sería no decir nada.
Pero un año después me enamoré. Incluso a los 30 años era muy
ingenua y me abrumaba la idea de pensar que mi antiguo celibato y
sexualidad se despertaran. Y pensaba que si mantenías relaciones
sexuales con alguien significaba que te casarías con esa persona, así
que pensaba que estaba ya comprometida para el resto de mi vida. En
un plazo de tres meses explotó por completo. Pero yo sentí que había
recibido la respuesta de que mi camino no tenía que ser el celibato y,
a medida que me involucré más y más en IAM, me iba pareciendo más
fácil integrar mi sexualidad y espiritualidad. Empecé a hacer las paces
con la afirmación de mi llamada.
Si no hubiera tenido los modelos de conducta que me han dado fuerza
en mi viaje, no habría sobrevivido. El arzobispo Desmond Tutu y Thabo
Makgoba, el actual arzobispo de Ciudad del Cabo, me dan esperanza.
Cuando Makgoba habló en contra de las leyes antigay en Nigeria y
Uganda, fue como contar con un cristiano importante heterosexual
diciendo: como simpatizante, estoy de vuestra parte. Él es un ejemplo
para otros.
Conocí a la mujer que es hoy en día mi pareja en el año 2000 y nos
casamos en 2007, poco después de que se aprobara la ley sobre unión
civil en Sudáfrica. Hasta un mes antes, no sabía si mis padres acudirían
a la boda. Pero al final lo hicieron y fue un acontecimiento realmente
importante, no solo para mí sino para ellos también. Fue un punto de
inflexión, pero llevó años. En 2011, mi madre falleció, así que fue un
alivio saber que no habíamos abandonado aquel viaje porque cuando
murió, ya estábamos en el otro lado. Esta es la realidad de lo largo
que puede ser este viaje, incluso con personas que has conocido
toda tu vida. Fueron diez años, pero lo conseguimos. Y me siento muy
agradecida por tener una pareja para toda la vida.
Encontrar una base común es importante. Luchamos juntos contra el
VIH e hicimos que fuera seguro hablar de sexualidad. Entonces, de
manera sensible, compartimos las experiencias de las personas LGBTI.
Cuentas con un punto de partida y muchos pueden unirse a ti a partir
de ahí. Incluso si nuestra forma de interpretar a Dios o la Biblia es
diferente, ofrece la oportunidad de luchar juntos.
Ahora soy más compasiva porque he aprendido a ser compasiva
conmigo misma, perdonarme por todas las ansiedades y miedos y por lo
que me hice a mí misma por tener tanto miedo. He aprendido que puedo
hacer que mis oponentes entiendan y estén dispuestos a participar. He
aprendido a no ser tan sensible, como cuando no soportaba la presencia
de homófobos. Como ministra, caso a personas del mismo sexo y cada
vez que me encuentro en esa posición tan privilegiada de solemnizar
una unión, veo que es un rito de iniciación no solo para la pareja, sino
para toda su familia.
En IAM leemos textos considerados antigay y los interpretamos desde
un punto de vista literal y contextual. La orientación sexual no es algo
de lo que la Biblia fuera testigo; no era parte del contexto. Pero al ser
algo que vemos hoy en día, podemos traducirla en línea con lo que
inspira Dios, que es no dañar al prójimo, ser fiel, ser responsable, tratar
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Modelos a Seguir Cristianos
‘Y va en contra de la Biblia y del cristianismo cerrar la puerta de la fraternidad a cualquier
persona en base a su orientación sexual o identidad de género.’
Este artículo es del fundador y pastor senior de una
iglesia comunitaria inclusiva de África oriental. También
educa a la comunidad en general sobre la aceptación de
las personas LGBTI.
nunca habla sobre dos personas amándose cuando se encuentran en
una relación del mismo sexo. La gente interpreta la sexualidad como si
se tratara de algo de mayor importancia.
Hemos hecho algunos estudios y análisis en torno a lo que dice la Biblia
(y lo que no dice) sobre la homosexualidad, incluidos aquellos pasajes
a los que hace referencia la gente cuando dice que ‘ser gay es un gran
pecado’. También hemos creado algunos recursos sobre los problemas
de LGBTI y la fe. Nuestro objetivo es educar a las personas y erradicar
la ignorancia en torno a las cuestiones de la orientación sexual, para
que no sea vista como un pecado, o que hay algún tipo de demonio que
hace que una persona sea gay.
Somos una pequeña congregación de unas 50 personas, algunas de
ellas lesbianas, gays, bisexuales, trans o intersex (LGBTI). Es una iglesia
con las puertas abiertas, las mentes abiertas y los corazones abiertos.
No discriminados a nadie en base a su orientación sexual ni identidad
de género. La misión de nuestra iglesia es llegar a las personas por
medio de la orientación y enseñando la aceptación, al igual que hizo
Cristo. Esperamos llegar a todo el mundo, sin discriminación.
He trabajado con familias de todo el país para ayudarlas a que
no destierren a un hijo o hija LGBTI fuera de la familia. A menudo
comenzamos con las madres, en sesiones individuales, y hablamos de
los problemas de la fe, la sexualidad y la naturaleza de la orientación
sexual y les damos algo de información. Hemos orientado a padres,
amigos, primos y también a hermanos, para que comprendan y reduzcan
su ignorancia, y poder educarles así en esta cuestión. Y hemos ayudado
a algunas personas LGBTI a aceptar que son como son.
Cuando estaba en el instituto y la universidad, vi cómo se perseguía
a las personas LGBTI y cómo sufrían verdaderamente. Algunas de
estas personas eran amigos míos. Cuando comencé a enseñar y a
trabajar como orientador, me encontré con cada vez más casos de
discriminación contra personas LGBTI. Descubrí que algunas de ellas
incluso habían intentado suicidarse. Así que cuando comencé a ser
ministro y a predicar, sabía que eran esas las personas con las que
necesitaba trabajar.
Llegamos más allá y hablamos también con las iglesias, porque también
son familias. Hemos ayudado a figuras religiosas a aprender cosas que
no sabían sobre las personas LGBTI. Todo esto ha ayudado a reducir de
alguna manera todo el odio, la discriminación y el aislamiento de las
personas LGBTI dentro de la iglesia y la familia en nuestra comunidad.
En la escuela de Teología no aprendí mucho sobre cómo ayudar a las
personas LGBTI porque el currículo era muy homófobo, así que comencé
a desarrollar mi propio punto de vista y conocí a personas que tenían
experiencia en el trabajo con programas para personas LGBTI. Después
sentí la llamada. Dios me habló y me dijo que tenía que ayudar a estas
personas con un mensaje de amor, para contrarrestar el mensaje de
censura que recibían de otras personas. Así que fundé el sacerdocio,
empezando desde mi casa.
Muchos no están de acuerdo con nosotros y dicen que estamos
engañando a la gente, pero hemos conseguido dialogar con algunas
personas que se muestran más abiertas para tratar de comprender que
la sexualidad y la fe son cosas que pueden coexistir. No ha sido fácil
pero eso no nos ha detenido para seguir adelante y hacer el trabajo que
Dios nos dijo que hiciéramos, a mí y a mi sacerdocio.
Es una realidad que en todas las sociedades y culturas existen personas
LGBTI. Y va en contra de la Biblia y del cristianismo cerrar la puerta de
la fraternidad a cualquier persona en base a su orientación sexual o
identidad de género. La fraternidad debería permitir la comunión de
todos con Dios, alabar a Dios siendo como son, sin que importe quiénes
son. La Biblia dice muy claramente que no debemos juzgar a los demás,
y sabemos que el propio Jesús no discriminaría a nadie; Jesús vino para
todos. He visto de primera mano como la exclusión de personas LGBTI
del cristianismo hace que odien la Iglesia; las destruye espiritualmente
y las distancia del Dios que amamos. Estas personas necesitan nuestro
apoyo, inclusión y orientación espiritual. Debemos seguir el ejemplo de
Cristo llegando a aquellos que están marginados, a las personas que
otras personas no quieren mirar y de las que no quieren saber nada. Así
que la puerta de nuestra iglesia está abierta a todos.
Todavía hay personas que tienen una opinión distinta, que no aceptan
a otras personas y eso es algo que continuará así durante algún
tiempo. El futuro todavía no está claro, pero el porcentaje de personas
que aceptan a LGBTI irá aumentando poco a poco, por medio de la
concienciación educativa, la lectura, el desenmascaramiento y quizá
incluso por medio de nuestro trabajo. A través de nuestra orientación
e interacciones, somos sacerdocios vivos y continuamos en marcha,
intentando enseñar a las personas el amor de nuestro Señor Jesucristo.
Se sea LGBTI o no, todos nosotros somos hijos de Dios.
Ser LGBTI no afecta a tu relación con Dios, pero conciliar la fe y la
sexualidad en la sociedad no ha sido fácil, sobre todo en África. He visto
violencia espiritual y física. La homofobia en África data de la época en
la que llegaron los misioneros, con su interpretación de la Biblia. Pero
si lees la Biblia y analizas sus primeras traducciones, te das cuenta
de que incluso la palabra homosexualidad es una nueva invención. La
Biblia no habla de orientación sexual. La gente habla sobre los actos
de las ciudades de Sodoma y Gomorra en el libro del Génesis, pero
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Modelos a Seguir Cristianos
‘La gente me pregunta cómo llevo mi fe y mi orientación sexual. Personalmente, para mí nunca ha
habido conflicto alguno.’
André Musskopf es un teólogo brasileño. Luterano de
toda la vida, escribe muchos artículos sobre la dinámica
de la orientación sexual, la identidad de género y la
fe. Es profesor de Teología en la Escuela de Teología
Luterana de São Leopoldo, Brasil, y es miembro de
la ‘Global Interfaith Network’ (Red Interconfesional
Mundial).
vidas y nuestra fe de la mejor manera que podamos. La verdadera
cuestión es cómo podemos leer la Biblia en serio, con honestidad y
en relación a las experiencias en nuestra vida, nuestras necesidades,
deseos y esperanzas. No solo para nosotros mismos, sino para toda la
humanidad.
La gente me pregunta cómo llevo mi fe y mi orientación sexual.
Personalmente, para mí nunca ha habido conflicto alguno. El problema
no era mi fe y mi sexualidad y la forma de relacionarse la una con la
otra; el problema surgió cuando tuve que enfrentarme a instituciones,
especialmente la Iglesia, porque mi forma de entender mi sexualidad
y mi fe se cuestionaba. A veces ha sido un viaje muy largo tratar de
sobrevivir en esas situaciones. Los debates sobre la fe, la orientación
sexual y la identidad de género a menudo asumen que hay algo que debe
conciliarse, que estas partes de nuestras vidas son independientes. No
creo que debamos conciliar nuestra fe y nuestra sexualidad, sino que,
como cristianos LGBT, necesitamos cicatrizar la herida, porque la gente
nos ha lastimado.
Elegí estudiar Teología porque sentí el compromiso y la llamada para
ser un pastor. Cuando finalicé mis estudios, seguí el proceso para ser
ordenado sacerdote, pero al final no funcionó. Nunca me dijeron en
realidad por qué no se me ordenaría, pero simplemente no ocurriría. Yo
no entendía qué estaba pasando. No hay ningún documento, ninguna
decisión, no hay nada que diga que se me negó la ordenación. Por
aquella época no era gay abiertamente, pero todo el mundo lo sabía;
estaba a punto de publicarse mi primer libro sobre teología gay. Fue un
periodo largo y doloroso que duró meses, porque la institución se basó
en la idea de que si continuaba ignorándome, acabaría por irme.
Creo que la religión podría desempeñar un papel verdaderamente
importante para superar la homofobia, la bifobia, la transfobia y las
violaciones de los derechos humanos de las personas LGBT; podría
transformar la situación de las personas LGBT de distintas partes del
mundo. Debemos cambiar el modo de hablar sobre la diversidad sexual
y de género en relación a la fe. No veo ningún argumento teológico que
diga que una relación sexual entre dos hombres o entre dos mujeres, o
entre una persona trans y otra persona, sea en sí pecaminoso, siempre
que estas prácticas no deshumanicen ni debiliten a las personas
involucradas. La homofobia, la bifobia y la transfobia, por otro lado,
deshumanizan a las personas, y van en contra de la voluntad de Dios de
hacer sufrir al prójimo solo debido a la forma de entenderse uno mismo
como ser humano.
Me sentía muy solo y tuve que encontrar otro trabajo, porque me había
preparado para ir a una parroquia y de repente eso ya no iba a ocurrir.
Todo mi futuro cambió. Emocionalmente, no podía comprender por qué
se me castigaba ni cuál era el motivo. Fue muy, muy doloroso. Incluso
pensé en suicidarme.
Conseguí un trabajo, me tomé algo de tiempo libre y después decidí
realizar un máster. Escribí una tesis sobre la ordenación de las personas
gay, que se convirtió en mi segundo libro. Fue mi manera de tratar con
la experiencia y explicarme el problema a mí mismo, a la Iglesia y a
otras personas
Como teólogo de liberación latinoamericano, busco maneras de leer
la Biblia en su contexto. La cuestión para mí no es lo que la Biblia
dice sobre la homosexualidad, sino cómo encontramos significado
sobre nuestras experiencias LGBT cuando leemos la Biblia. Si comparo
esos textos que supuestamente condenan la homosexualidad con mi
propia experiencia, cuestiono no solo el texto sino la manera en que se
ha leído e interpretado a lo largo de la historia. No hace referencia a
nuestra experiencia como personas LGBT hoy en día; hace referencia a
un contexto completamente diferente.
Hace poco algunas personas homosexuales fueron asesinadas en Brasil.
Es importante que la gente opine sobre actos de este tipo y los condene.
Hay muchos simpatizantes que entienden que la discriminación hacia
nosotros no es solo un problema de las personas LGBT, sino un problema
de toda la humanidad. Se trata de cómo nos relacionamos los unos con
los otros y cómo vamos a vivir juntos. El papel de los simpatizantes
es fundamental, porque amplían el movimiento por la igualdad y la
aceptación y amplían el número de compañeros para el diálogo.
Lo que espero, y por lo que trabajo, es que llegue un momento en el que
nos respetemos, amemos y preocupemos los unos por los otros. Todavía
hay mucho por hacer y espero ahora mismo que este movimiento en
la sociedad civil, en el gobierno y en los estudios académicos crezca
con mayor fuerza y profundidad, de forma que podamos superar los
obstáculos que vayamos encontrando.
Solo por poner un ejemplo: a las personas les gusta pensar que Sodoma
y Gomorra se destruyeron a causa de la homosexualidad, pero yo no
veo la experiencia de hombres gays reuniéndose en bandas y yendo
por ahí abusando y violando a otros hombres, que es lo que ocurre en la
narrativa si quieres comprenderla desde el punto de vista de hombres
practicando sexo con otros hombres. Eso no es lo que hacemos, no
es lo que entendemos como homosexualidad. Así que tratamos estos
textos y también tratamos de encontrar el significado en otros textos,
por ejemplo, cómo la historia de David y Jonatán, dos hombres que
se amaban, puede ayudarnos como personas LGBT a vivir nuestras
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Modelos a Seguir Cristianos
recursos de stonewall
Engaging the UK Government: A Guide for LGBT Activists Worldwide
Esta guía ayuda a las personas LGBT y sus aliados para acceder a la ayuda del Gobierno del Reino Unido en el extranjero.
Engaging the UK Government: A Guide for LGBT Activists Worldwide está disponible para descargar en Inglés, Francés y
Español.
http://www.stonewall.org.uk/our-work/international/international-resources
Working with Faith Communities
Una guía del Reino Unido para las escuelas religiosas y escuelas con grandes comunidades de fe, que ofrece consejos
prácticos y ejemplos de la lucha contra el bullying homofóbico en un contexto religioso.
http://www.stonewall.org.uk/sites/default/files/working_with_faith_communities.pdf
Love thy Neighbour
La investigación sobre las actitudes de las personas de fe en el Reino Unido a la homosexualidad (realizada en 2008).
http://www.stonewall.org.uk/sites/default/files/Love_Thy_Neighbour__2008_.pdf
Religion and Sexual Orientiation: How to Manage Relations in the Workplace
Guía para la igualdad y diversidad administradores en la gestión de los problemas entre las personas de fe y de
lesbianas, gays y bisexuales.
http://www.stonewall.org.uk/sites/default/files/religion_and_sexual_orientation.pdf
otros enlaces de interés
Más información sobre el trabajo de Stonewall Internacional
http://www.stonewall.org.uk/our-work/international-work-1
ILGA – the International Lesbian, Gay, Bisexual, Trans and Intersex Association es la federación mundial de
organizaciones nacionales y locales dedicados a lograr la igualdad de derechos para las personas lesbianas, gays,
bisexuales, trans e intersex (LGBTI).
http://ilga.org
Inclusive and Affirming Ministries (IAM) tiene una visión de las comunidades de fe en África que son acogedores
y positivos; en el que las personas lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersex (LGBTI) puedan participar plenamente
y ser reforzado en su identidad espiritual, psicológica y sexual como humanos.
http://www.iam.org.za/about-iam/mission/
The European Forum of Lesbian, Gay, Bisexual and Transgender Christian Groups es una asociación
ecuménica de los grupos LGBT cristianas de Europa.
http://www.euroforumlgbtchristians.eu/index.php/en/
Metropolitan Community Churches es una denominación inclusiva con una red de 172 iglesias afiliadas en todo el
mundo. Su página web contiene una amplia (pero no exhaustiva) base de datos de datos de contacto de las iglesias
inclusivas en todas las regiones del mundo.
http://mccchurch.org/overview/ourchurches/find-a-church/
‘Pero sé que Dios me escucha donde quiera que yo esté y donde quiera
que Él esté. Si Él no me amara o no le gustara mi sexualidad, no me
habría creado.’
‘Cuando la gente odia o rechaza a las personas
LGBT, eso afecta a la persona que siente el odio.’
‘Una simple declaración positiva de sus orientadores religiosos podría
suponer una enorme diferencia para alguien que, como yo, puede pensar
que Dios le odia a causa de lo que han dicho algunos predicadores.’
‘Tenía 17 años cuando por fin lo acepté. Ocurrió
durante un momento de oración y, de alguna manera,
fue en realidad Dios quién me lo hizo ver.’
‘Y va en contra de la Biblia y del cristianismo cerrar la puerta de
la fraternidad a cualquier persona en base a su orientación sexual
o identidad de género.’
MODELOS A SEGUIR
CRISTIANOS PARA LA
IGUALDAD DE LGBT
Las entrevistas de Richard Cooper
Producida por Richard Cooper & Kit Dorey
Editada por Jasmine O’Connor & Rachel Cohen
Diseñada por Alex Long
Publicada por Stonewall
Stonewall, Tower Building, York Road,
London, SE1 7NX
international@stonewall.org.uk
www.stonewall.org.uk
Registrado Número Caridad 1101255
modelos a seguir
cristianos
PARA LA IGUALDAD DE LGBT