Najmanovich, D. El juego de los vínculos

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Najmanovich, D. El juego de los vínculos
Pasos hacia un pensamiento complejo
El sujeto encarnado:
Limites, devenir e incompletud
ÀDe que hablamos cuando hablamos del cuerpo?
El discurso de la Modernidad, y el de la ciencia cl‡sica
en particular, prescinde de la necesidad de dejar en claro
quien es el que habla, desde quŽ lugar lo hace, con quŽ prop—sito y desde quŽ perspectiva. La mayor parte de las publicaciones cient’ficas recurren a un estilo asŽptico e impersonal donde abundan los Òse sabeÓ o las afirmaciones
genŽricas del tipo ÒLa neurolog’a actual nos dice (...)Ó o Òla
ciencia actual confirma (...)Ó. A pesar de parecer aparentemente claros, si reflexionamos un poco observamos que
los sujetos de estas enunciaciones son entes abstractos Òla
neurolog’aÓ o Òla cienciaÓ no hablan, solo Žste neur—logo,
o aquŽl cient’fico pueden hacerlo. En suma, en el discurso
de la Modernidad el lugar de la enunciaci—n es ocupado
por un sujeto abstracto y universal y de esta manera se escamotea la responsabilidad de quien habla por su propio
decir.
Esta forma del discurso moderno, caracter’stico de la
ciencia pero tambiŽn de la conversaci—n cotidiana, se ha
instituido sobre un conjunto de supuestos subyacentes y se
ha desarrollado a lo largo de varios siglos desde el Renacimiento, pasando por la Revoluci—n Francesa hasta la actualidad. No se trata meramente de un Òforma de hablarÓ sino
de una forma de pensar, de conocer , de sentir y de percibir el mundo.
En las œltimas dŽcadas los modelos cognitivos, los valores y las pr‡cticas de la Modernidad han entrado en una cri4
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sis que muchos consideran terminal. El pensamiento contempor‡neo se ha abocado a desenredar la compleja madeja de conceptos, met‡foras, inferencias que han estructurado la concepci—n Moderna del mundo. Desde diversas
perspectivas que incluyen la lingŸ’stica, la filosof’a del
lenguaje, la teor’a de la categorizaci—n, la inteligencia artificial, la psicolog’a cognitiva, la teor’a literaria , la cr’tica
de arte, la filosof’a de la ciencia se ha cuestionado el discurso moderno respecto del sujeto, el conocimiento y la
producci—n de sentido.
Este trabajo se inscribe en una perspectiva conceptual
que rompe con los discursos de la modernidad1; exige como punto de partida la especificaci—n del lugar desde el
cual se habla. Este gesto no es un mero se–alamiento, ni
una regla protocolar. Por el contrario, se trata de una afirmaci—n a la vez Žtica -porque indica la decisi—n del hablante de hacerse responsable de su discurso-, estŽtica -ya que
reconoce la importancia del contenido de la forma y de los
v’nculos espec’ficos que esta crea-, y pol’tica -porque pretende un lugar en el entramado relacional contempor‡neo.
Desde el punto de vista epistemol—gico este se–alamiento del lugar de la enunciaci—n se relaciona con la necesidad
de cuestionar la distinci—n cl‡sica sujeto-objeto y su correlativa separaci—n cuerpo-mente. Esto es as’ porque las concepciones contempor‡neas sobre estas dicotom’as cl‡sicas
han llegado a un punto de no retorno al cuestionar la supuesta independencia de cada unos de los tŽrminos constitutivos de estas polaridades que en la modernidad han sido
pensadas como separadas, disociadas, desconectadas. Al
cuestionar la polaridad excluyente sujeto-objeto o su equivalente cuerpo mente avanzamos hacia un nuevo espacio
cognitivo. Ya no se trata de indicar nuevos lugares en el
viejo mapa de la modernidad, sino que los desarrollos
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Pasos hacia un pensamiento complejo
contempor‡neos exigen la construcci—n de un nuevo espacio cognitivo donde cuerpo~mente, sujeto~objeto,
materia~energ’a son pares correlacionados y no oposiciones de tŽrminos independientes. S—lo en un nuevo espacio cognitivo podr‡n cobrar sentido las producciones
te—ricas e instrumentales de este fin de siglo: la simulaci—n
y la realidad virtual, las redes sociales y las tramas urbanas,
el cuerpo emocional y la mente corporalizada.
Es hora ya de responder al interrogante que abre este trabajo: Àde quŽ hablamos cuando hablamos del cuerpo? Desde una mirada que rompe con las dicotom’as cl‡sicas y que
acepte dar cuenta del lugar de la enunciaci—n, lo primero
que tenemos que darnos cuenta es de quŽ estamos hablando. Es decir, estamos traduciendo al lenguaje verbal nuestra experiencia corporal. Esa experiencia corporal es inconmensurable con el lenguaje: pertenece a otro orden. Sin
embargo, y aunque resulte parad—jico, aœn cuando pertenece a otro orden el lenguaje es parte2 de esa experiencia
corporal. La inconmensurabilidad no implica incomunicaci—n, lo que indica es la imposibilidad de una traducci—n
completa entre el orden corporal y el del lenguaje. Entre
ambos hay una articulaci—n, una posibilidad de traducci—n
parcial, que nos permite hablar de la experiencia corporal
(sabiendo siempre que hablar del dolor o del placer, o intentar describirlos m‡s precisamente es una tarea interminable3). Pero ese ÒcuerpoÓ4 del que hablamos en el lenguaje no puede identificarse sin m‡s con el cuerpo que experimentamos. Entre uno y otro ha mediado una transformaci—n ya que el lenguaje no es un medio inerte. Barnett
Pearce ha se–alado este aspecto formativo del lenguaje y
destacado nombrar algo es Òen un sentido muy real, convocarlo a ser como uno lo ha nombradoÓ.
Este ÒcuerpoÓ del que hablamos ha emergido en nuestra
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experiencia social e hist—rica, en un contexto espec’fico y
est‡ atravesado por mœltiples imaginarios. Cuando yo hablo del ÒcuerpoÓ hablo como bioqu’mica, como epistem—loga, como mujer, como madre, como argentina de fines
del siglo XX, como cibernauta, como amante, y en muchos
otros registros m‡s. Mi discurso tiene -en este caso- la forma del lenguaje escrito estructurado por la cadencia y la
consistencia del castellano de Buenos Aires y un estilo acadŽmico (con ciertas liberalidades). Otras personas -y yo
misma en otras circunstancias- producen sentido en relaci—n al cuerpo con y desde otros lenguajes como la pintura, la escultura, el video, el cine, la fotograf’a, la simulaci—n computada, la danza, el ritual, y muchos otros. Otros
lenguaje crear‡n otros ÒcuerposÓ, al igual que distintas
perspectivas dentro de un lenguaje. Los diversos lenguajes son inconmensurables entre si, y por lo tanto , no hay
una traducci—n exacta, completa y mec‡nica de uno al
otro, pero si un proceso de traducci—n parcial, metaf—rico y
creativo, como ya hemos se–alado al hablar del lenguaje
verbal y la experiencia corporal.
Las complejas relaciones entre los ÒcuerposÓ expresados
a travŽs de los lenguaje humanos y el cuerpo m‡s all‡ de
toda representaci—n ha sido uno de los temas claves de investigaci—n de muchos pensadores en las œltimas dŽcadas.
Los fil—sofos positivistas fueron pioneros en la distinci—n
entre ÒcuerpoÓ y cuerpo. Sin embargo su concepci—n del
lenguaje y el conocimiento, estaba atrapada en la met‡fora
cognitiva de la Modernidad. Esta concepci—n los llev— a
hacer del ÒcuerpoÓ una imagen especular -obtenida gracias a la iluminaci—n objetivista- de un supuesto cuerpo
material, objetivo e independiente. En el pr—ximo apartado
exploraremos la forma en que fue form‡ndose este Òcuerpo de la modernidadÓ, que los positivistas han ayudado a
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gestar, propagar y sostener. Consideraremos con especial
atenci—n algunas de sus met‡foras constitutivas, tendremos
en cuenta los instrumentos y las pr‡cticas que lo hicieron
emerger y los procedimientos que lo sostienen. Luego exploraremos las alternativas contempor‡neas que permiten
abrir nuevos sentidos que abandonan la vieja dicotom’a
cuerpo-mente y abren las puertas al pensamiento complejo
para producir un abordaje que permita pensar una mente
corporalizada y un cuerpo cognitivo emocional.
El ÒCuerpo de la ModernidadÓ:
La modernidad no descendi— del cielo en paraca’das, ni
emergi— adulta del ocŽano. No cubri— con su manto de racionalidad ÒpuraÓ a todo el planeta, ni atrap— de manera
uniforme el imaginario de Occidente. A lo largo de varios
siglos, en forma despareja e intermitente5 se fueron generando, creciendo y desarrollando un conjunto de formas de
pensar, de sentir, de expresarse, de relacionarse, de construir, de viajar, de explorar , de amar, de valorar, de sufrir,
de hacer la guerra y la paz, que hacia los siglos XVI y XVII
constitu’a una forma de vida y pensamiento humano radicalmente diferente de aquella que en Occidente dio en llamarse Edad Media.
La mentalidad moderna no es un sistema homogŽneo.
Por el contrario es el nombre genŽrico de una red compleja de ideas, conceptos, modos de abordaje, perspectivas intelectuales, estilos cognitivos, modalidades de intelecci—nacci—n, y aptitudes valorativas, sensibles y perceptivas que
han caracterizado una Žpoca amplia. Por lo tanto debe ser
incluida en una categor’a facetada, multidimensional, con
bordes difusos, con infiltraciones de otros modos de pensar y ser en el mundo.
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La forma espec’fica de la mentalidad moderna no es
idŽntica en Galileo que en Descartes o Newton o Leibniz.
Aœn as’ es posible abstraer un prototipo, un modelo ejemplar de aquello que entendemos por mentalidad moderna.
Sin embargo, no debemos olvidar que se trata de un Òprototipo abstractoÓ que no tiene sentido por si mismo: no es
un ’dolo para adorar, ni un demonio que destruir. Por lo
tanto, cuando hablemos de la Òconcepci—n moderna del
mundoÓ, y especialmente la Òconcepci—n moderna del
cuerpoÓ, debemos tener en claro que estos ÒprototiposÓ
son Òobjetos narrativosÓ. Esto no los hace menos importantes, ni les quita validez. Al contrario, al hacernos cargo
de que somos nosotros los que hablamos del cuerpo, que
nuestra narraci—n depende de nuestro peculiar punto de
vista y que no podemos acceder a la Òperspectiva de DiosÓ,
ni pretender privilegios especiales para nuestro modo de
entender el mundo y por lo tanto la corporalidad, abandonamos el campo de las certezas eternas y los fundamentalismos objetivistas o Deistas, y abrimos la puerta a la pregunta por la emergencia de la noci—n de ÒcuerpoÓ. Al romper con las ilusiones de una œnica mirada y una œnica narraci—n, nos damos cuenta que la pregunta -al igual que todas las preguntas- por el ÒcuerpoÓ est‡ hist—rica y socialmente condicionada. Es preciso explorar la noci—n de
Òcuerpo de la ModernidadÓ porque nos atraviesa y nos
constituye y tambiŽn porque ha entrado en crisis y esto nos
produce tanto malestar como nos impulsa hacia nuevas
bœsquedas de sentido.
El material hist—rico que nos brinda Occidente a partir
del Renacimiento hasta este siglo es tan rico que nos obliga a elegir s—lo algunas de las diversas perspectivas y narraciones que dan cuenta del vasto tema del ÒcuerpoÓ y las
relaciones cuerpo-mente. En el marco de este trabajo, los
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elementos que hemos de utilizar para llevar a cabo nuestro
proyecto son de distinta proveniencia:
1) Del campo del arte nos detendremos en el desarrollo
de la perspectiva en el quattrocento.
2) Del ‡mbito de la historia de la ciencia prestaremos
particular atenci—n al desarrollo de la matematizaci—n, la
teor’a y pr‡ctica de la medici—n, y el an‡lisis de la modelizaci—n experimental.
3) Del ‡rea filos—fica focalizaremos nuestro interŽs en el
Ògiro cartesianoÓ y en el divorcio entre esp’ritu y naturaleza, sujeto y objeto, cuerpo y mente.
He decidido construir esta narraci—n sobre estos tres ejes
porque nos permitir‡n abordar el tema del cuerpo desde
una perspectiva multidimensional, superando as’ los modelos de compartimentos estancos y elaborando una historia que pueda ser navegada como un hipertexto.
La Òracionalizaci—n Ò visual: La perspectiva lineal
Un elemento clave para componer una imagen de la Modernidad es darse cuenta que desde su perspectiva conceptual las coordenadas son fijas: s—lo se reconoce la legitimidad de una œnica mirada. En la pintura esta concepci—n se
plasm— a travŽs de la Òperspectiva linealÓ . En la ciencia, la
mentalidad moderna se expres— a travŽs de la estandarizaci—n y reificaci—n de los sistemas de representaci—n matem‡ticos -la geometr’a anal’tica primero y luego el C‡lculo
Infinitesimal- y el establecimiento del Òexperimento controladoÓ como modalidad clave de interrogaci—n a la naturaleza. La pr‡cticas sociales ligadas al pasaje del Medioe10
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vo a la Modernidad est‡n relacionadas con la construcci—n,
difusi—n e imposici—n de los patrones e instrumentos de
medida ( el metro patr—n, el kilo patr—n etc.), la contabilidad de doble entrada, el establecimiento de nuevos modelos vinculares sistematizados -especialmente en las ciudades con la agremiaci—n- y un cambio radical en las relaciones de poder entre los distintos actores sociales y los modos de fijaci—n de los nuevos estatus sociales.
Los conceptos y procedimientos que hoy nos resultan
cotidianos, obvios, naturales, han sido el fruto de una dolorosa revoluci—n intelectual y tecnol—gica, ligada a los
procesos hist—rico-sociales que se produjeron en el pasaje
del Medioevo a la Modernidad. Los hombres de Occidente atravesaron varios siglos de transformaciones de sus
valores, de sus modos de representaci—n, de sus sistemas vinculares, de sus estilos cognitivos, de sus perspectivas te—ricas y estŽticas. Estos cambios estuvieron indisolublemente ligados con profundas modificaciones en las
instituciones religiosas, profesionales, legales, pol’ticas y
sociales que condujeron a un nuevo orden social: la Modernidad. Este proceso tuvo lugar tanto en el imaginario
como en el tejido social y pudo emerger a partir de un cambio de sensibilidad ligado a la aparici—n de nuevos modos
de representaci—n y de nuevas formas de relaci—n social.
El desarrollo de la perspectiva lineal en la pintura fue anterior al giro Copernicano que di— nacimiento a la Ciencia
Moderna y a las Meditaciones Filos—ficas de Descartes que
abrieron definitivamente las puertas para el establecimiento de una mentalidad Moderna6.
Los hombres modernos creyeron que era posible ÒencerrarÓ el tiempo dentro de los relojes, ÒcapturarÓ el espacio
dentro de un cuadro y el movimiento en un conjunto de
Òleyes naturalesÓ necesarias y eternas. Los productos tec11
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nol—gicos, las teor’as cient’ficas, las obras de arte y las
concepciones filos—ficas est‡n inextricablemente ligadas
entre si y con las pr‡cticas sociales, los modos de sensibilidad y las vivencias de los sujetos.
La invenci—n de la perspectiva lineal en el Renacimiento
gener— lo que hoy podr’amos denominar como la ilusi—n
del realismo. La perspectiva asegura una geometrizaci—n
de la representaci—n espacial sobre la base de principios y
reglas claramente explicitados y sistem‡ticos que son coherentes con una nueva manera de percibir y concebir a
la naturaleza, propia del Quattrocento.
A diferencia de la concepci—n moderna la noci—n medieval del espacio era cualitativa, diferenciada. El universo ten’a un centro absoluto, un arriba el Cielo -morada de los
‡ngeles, de Dios, de los astros perfectos- y un abajo, el Infierno. El nuevo espacio renacentista, en cambio, ya no es
cualitativo sino ilimitado e idŽntico en todas sus direcciones, un espacio sin cualidad pero representable por medio
de la tŽcnica de la perspectiva lineal, y por sobre todo: un
espacio anterior e independiente de los objetos que despuŽs se situar‡n en Žl: un espacio abstracto. Este espacio no es un contexto ni un medio ambiente, sino un soporte inerte, vac’o.
El cuadro renacentista pretende ser una ÒventanaÓ a travŽs de la cual nos parece estar viendo el espacio. La superficie del cuadro est‡ formada por la intersecci—n entre el
plano (el de la ventana) y los haces de una pir‡mide visual,
que une un punto o centro visual con cada punto de la forma espacial a representar. En el cuadro renacentista la superficie material pict—rica, sobre la que aparecen las formas de las diversas figuras o cosas dibujadas o pintadas, es
negada como superficie material y transformada en un
mero Òplano figurativoÓ (...) (Panofsky, E. 1973). Este ges12
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to puede considerarse como parte de un movimiento que
conducir‡ a la producci—n de una corporalidad abstracta, es
decir a la paradoja de un cuerpo desencarnado, que ir‡ impregnando el imaginario moderno.
Ahora bien, la perspectiva lineal s—lo es posible cuando
se pre-suponen dos hip—tesis fundamentales: a) que miramos con un œnico ojo inm—vil y b) que la intersecci—n plana de la pir‡mide visual puede considerarse como una reproducci—n adecuada de nuestra imagen visual. Estos dos
presupuestos implican un aventurada Òabstracci—nÓ, ya que
como nos dice Panofsky Òla estructura de un espacio infinito, constante y homogŽneo es totalmente opuesta la del
espacio psico-fisiol—gicoÓ. Es decir, que el espacio de la
perspectiva y luego el espacio cartesiano son s—lo una de
las formas de concebir el espacio y que ambas son reducciones de la compleja experiencia espacial que tenemos los
seres humanos. Esta abstracci—n y reducci—n de la experiencia es posible gracias a la transformaci—n del espacio
como dimensi—n corporalmente significativa -sensible y
vivencial- en un espacio matem‡tico estandarizado gracias
a procedimientos normatizados7.
La maravillosa tŽcnica de la perspectiva lineal contribuy— decisivamente a fomentar la ilusi—n realista. Su estricta
estandarizaci—n llev— a crear la confusi—n entre Òmapa y territorioÓ. La geometrizaci—n del espacio posibilit— la creencia en un espacio independiente. Estos giros conceptuales
en cuanto al espacio fueron parte de las condiciones de posibilidad para la emergencia de una concepci—n mec‡nica
del cuerpo. A su vez, jugaron un papel clave en la estructuraci—n de una teor’a del conocimiento objetivista y realista que reciŽn en las œltimas dŽcadas ha comenzado a verse seriamente amenazada.
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Mundo mec‡nico y cuerpos medibles
El gran problema de la Modernidad consiste en que sus
cultores -pasados y presentes- sostienen que el espacio matem‡tico (que en ese momento era s—lo el espacio Euclidiano) es una re-presentaci—n realista del espacio f’sico. Es
decir es la œnica representaci—n verdadera y valedera del
espacio. Sin embargo, es importante aclarar que la nueva
concepci—n del espacio no surgi— de golpe, no se impuso
en un d’a y obviamente no se corresponde con ninguna intuici—n natural humana. Es el fruto de un largo proceso de
geometrizaci—n del espacio en el que el arte llev— la delantera. Pierre Francastel considera la invenci—n de la perspectiva y la representaci—n del espacio durante el Quattrocento como la manifestaci—n concreta de un cierto estado
espec’fico de la civilizaci—n, de una determinada forma
material e intelectual de la actividad humana. Una civilizaci—n donde la Òmatematizaci—nÓ de la experiencia se
ir‡ haciendo cada vez m‡s relevante y extendida. Una
civilizaci—n donde la ciencia, la filosof’a y el arte fueron
concebidos como sistemas de re-presentaci—n de la naturaleza segœn una peculiar —ptica especular. Es decir que desde esta perspectiva el conocimiento es una imagen virtual
de aquello que est‡ fuera del sujeto y es independiente de
Žl (Parad—jicamente el sujeto de la modernidad no afecta ni
es afectado por aquello que conoce, como un espejo: cuanto menos ÒaporteÓ a la imagen mejor, tiene que limitarse a
ser superficie reflectante. Debe tender a desaparecer al
igual que la superficie del cuadro que ten’a que desaparecer como tal para ser una Òventana al mundoÓ ).
La historiograf’a del arte, de las ciencias y de las ciudades atestiguan los mœltiples lazos que produjeron el entramado social que dar‡ origen al Renacimiento. En el siglo
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XIII una nueva matem‡tica venida del mundo ‡rabe se extiende por Occidente debido -en buena parte- a que los
hombres de esta Žpoca estaban sumamente comprometidos
en el intercambio mercantil y en la eficacia comercial. Para los habitantes de las ciudades europeas de esa Žpoca
Òcontar r‡pido y bien era una necesidad cotidiana.Ó (Paul
Benoit, 1989). La vida ciudadana es el escenario en donde el c‡lculo se va convirtiendo en un valor indispensable para la vida: en el arte con los desarrollos de la perspectiva y la mœsica polif—nica, en la vida cotidiana merced
al comercio, y tambiŽn para el nacimiento de las nuevas
ciencias que como dijera magistralmente Galileo s—lo conciben un universo escrito por Dios en la naturaleza con caracteres matem‡ticos.
Del espacio sistem‡tico moderno al ideal de la medici—n
ÒexactaÓ del mundo no hay m‡s que un paso. Pero no es
conveniente considerar este proceso como una cuesti—n netamente pr‡ctica. Por el contrario, se trata de un revoluci—n
conceptual y de una transformaci—n mayœscula de la sensibilidad. Para poder apreciar cabalmente este fen—meno es
imprescindible distinguir el sentido peculiar que se asign—
a la medici—n en la modernidad. A diferencia de los griegos, para quienes la medida se relacionaba fundamentalmente con un orden o armon’a interna de las cosas,
Galileo concibi— la medida como una comparaci—n de un
objeto como un patr—n externo, o unidad fija. Este œltimo
procedimiento, que desde luego se conoc’a y utilizaba en
ciertos ‡mbitos restringidos en la antigŸedad, era considerado como una forma de exteriorizaci—n de una Òmedida
internaÓ m‡s profunda y m‡s rica. En cambio, a partir de
Galileo s—lo las propiedades medibles segœn un patr—n externo obtendr‡n el elevado rango de cualidades primarias (
la extensi—n, el movimiento, la inercia) y constituir‡n el
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œnico objeto de la ciencia. Esta cualidades primarias se tienen por propias de los cuerpos, anteriores a su medici—n e
independientes del sujeto. Reencontramos aqu’ en la sistematizaci—n y estandarizaci—n de los procesos de medici—n,
los mismos resortes y las mismas consecuencias cognitivas
que ve’amos en relaci—n a la perspectiva lineal: una vez
m‡s los ÒcuerposÓ mismos desaparecen del horizonte cognitivo de la modernidad, para dejar s—lo un caparaz—n de
propiedades mensurables. Los objetos pasan a ser Òmasas
puntualesÓ, los choques se vuelven el‡sticos, el espacio y
el tiempo devienen absolutos. Objetos inodoros, incoloros,
ins’pidos: en fin Òobjetos abstractosÓ. El Òcuerpo de la modernidadÓ es un cuerpo f’sico mensurable y estereotipado
dentro de un eje de coordenadas. A imagen y semejanza del
espacio se vuelve abstracto y mensurable. De ser una criatura de Dios en tr‡nsito hacia la vida eterna, pasa a ser una
sustancia material en el espacio infinito regido por leyes de
la naturaleza inmutables y eternas.
La perspectiva lineal, la matematizaci—n producto de una
experiencia controlada y limitada a la medici—n de variables que solo cambian de forma regular, nos conduce a la
concepci—n de un mundo ÒdesencantadoÓ lavado de cualidad, gobernado œnicamente por leyes matem‡ticas restringidas al universo de variaciones lineales, dentro de un
pensamiento causa-efecto regido por el principio de simplicidad. El mundo llamado ÒobjetivoÓ, es un mundo muy
alejado de la experiencia humana, es un mundo inventado
por un sujeto que se piensa a si mismo como Òobservador
neutroÓ. Un universo surgido de los Òmodelos idealesÓ y
luego ÒconfirmadoÓ por esa forma peculiar de relaci—n con
la naturaleza llamada mŽtodo experimental.
El cuerpo que surge de este modo de experienciar y concebir el mundo es un cuerpo eviscerado, una c‡scara men16
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surable, un arquetipo de Òvalores normalesÓ, un conjunto
de ÒaparatosÓ. Un cuerpo separado de la psiquis, de la
emocionalidad, del conocimiento. Un cuerpo abstracto y
desvitalizado.
Esta jerarquizaci—n de la media y la estabilidad que implican los procesos tŽcnicos (lŽase establecimiento de patrones e instrumentos estandarizados de medida) y pol’tico
(lŽase regulaciones rigurosas y legales de los est‡ndares de
medici—n) tambiŽn condujeron a el desarrollo de una nueva concepci—n del conocimiento: el objetivismo. Los procedimiento de estandarizaci—n, junto con la regimentaci—n
experimental de la naturaleza, implican la posibilidad de
prescindir del sujeto. El resultado del experimento no depende de quien lo haga. El experimentador es un sujeto
abstracto, prescindible, intercambiable. Como la variable
matem‡tica puede ser reemplazado por otro miembro cualquiera del sistema.
La objetividad supone la capacidad de unos sujetos para
abstraerse. Es decir, para suponer que ni su corporalidad que incluye tanto su peculiaridad perceptiva como emocional y su forma de acci—n en el mundo-, ni su subjetividad,
ni los v’nculos que establece, influyen en el conocimiento
del mundo. El cuerpo desde esta perspectiva conceptual es
aquello que puede ser medido, as’ como el cuerpo de la
perspectiva era aquel que puede ser representado.
El giro cartesiano y el cuerpo maqu’nico:
RenŽ Descartes puede considerarse el padre de una trilog’a fundamental: la fundamentaci—n met—dica-maqu’nica,
la distinci—n radical cuerpo-mente, y la geometr’a anal’tica. Esta œltima es la contribuci—n cartesiana a la geometrizaci—n del espacio y al establecimiento de una civilizaci—n
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regida por lo cuantitativo -ya que establece un sistema de
transcripci—n entre la geometr’a y la aritmŽtica-. Le debemos a Descartes la idea de fundamentar el conocimiento en
un mŽtodo, es decir en un procedimiento sistem‡tico a
ÒimagenÓ de las matem‡ticas. Estos procesos regulares, reglados, fijos, sistem‡ticos y previsible son los ingredientes fundamentales del maquinismo (que estaba poniŽndose
de moda en la Francia de aquella Žpoca)
La dicotom’a cuerpo-mente es un producto casi inevitable si partimos de las premisas met—dicas de Descartes. En
sus meditaciones este gran fil—sofo llega a a la conclusi—n
de que Òpiensa luego existeÓ, en un movimiento que hace
emerger al sujeto (aquel que piensa). Sin embargo, r‡pidamente se da cuenta que al fundar la certeza en su propia actividad pensante encuentra muy dif’cil darle entidad al
mundo que percibe. En pos de este objetivo requiri— la colaboraci—n de Dios, quien segœn Descartes no crear’a una
criatura inteligente para enga–arla siempre. A partir de all’
sus meditaciones lo llevan a afirmar que aquellas cosas que
perciba de una manera Òclara y distintaÓ deben ser necesariamente verdaderas. El paso siguiente de su mŽtodo lo lleva a afirmar que los objetos matem‡ticos son los œnicos
que cumplen este requisito. Concluye entonces que el universo es un gran mecanismo regido por leyes tan rigurosas
como las de la matem‡tica formado œnicamente por la sustancia extensa (part’culas materiales que ocupan el espacio), por sustancia pensante (el alma o psiquis humana a la
que arrib— en su meditaci—n) y la sustancia Divina (garante epistemol—gica de la filosof’a cartesiana).
Esta revoluci—n cartesiana ha tenido -y tiene todav’a- implicancias fundamentales para el pensamiento de la corporalidad. En primer lugar legitima filos—ficamente y expl’cita una nueva forma de ver y relacionarse con el mun18
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do que hab’an abierto el arte -con la perspectiva- , la ciencia -con el mŽtodo experimental y la cuantificaci—n-, y la
vida ciudadana -con la difusi—n de las relaciones mercantiles y las matem‡ticas en cada vez m‡s amplios sectores sociales. Esta nueva sensibilidad da alta prioridad a lo ÒvisibleÓ -en tanto fuente de representaci—n sistem‡tica-; a lo
reproducible -en tanto aporta una forma de eliminar incertidumbres-, a lo mec‡nico y previsible -en tanto permite la
manipulaci—n.
Desde esta perspectiva, el cuerpo es un mecanismo:
sustancia extensa regida por leyes inmutables, donde
cada efecto es un producto necesario de una causa. La
mente es concebida œnicamente con actividad racional, y
como una sustancia independiente.
Aquello que en la filosof’a ha dado en llamarse Òproblema cuerpo-menteÓ no exist’a antes de este giro cartesiano
y es un producto exclusivo que nace al calor de las premisas dualistas. Estas a su vez se originan en los procesos de
estandarizaci—n sociales y tecnol—gicos, que permiten la
generaci—n de procedimientos estables, normatizados, repetibles y predecibles, que parecen ser independientes de
los sujetos que los lleva a cabo.
El sujeto encarnado y la multidimensionalidad de la
experiencia
Las meditaciones cartesianas est‡n signadas por un objetivo subliminal: la bœsqueda de certezas absolutas. La afirmaci—n de la duda, no es m‡s que el disparador de una
bœsqueda met—dica de un fundamento s—lido para el conocimiento que permita apartar toda duda, y eliminar toda
huella de incertidumbre. A diferencia de la Fe religiosa,
que es punto de partida de todo creyente, los racionalistas
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s—lo encuentran la Fe tras un largo camino. Para ellos es la
meta a la que hay que arribar. Por lo tanto, m‡s tarde o m‡s
temprano, la Fe fundamentalista iguala a religiosos y ÒracionalistasÓ.
La identidad formal entre el espacio f’sico y el espacio
geomŽtrico euclidiano fue un art’culo de Fe durante varios
siglos, la autoridad de Newton termin— de sellar la tarea de
sus predecesores en relaci—n a este punto. El esp’ritu que
se engendr— en el Renacimiento, que dijo sus primeras palabras con Galileo, lleg— a su madurez con Newton. Hacia
fines del siglo XVIII Kant inform— a sus contempor‡neos
que s—lo faltaban conocer algunos detalles de la de la F’sica del Universo . Un siglo despuŽs las geometr’as no euclidianas comenzaron a socavar los cimientos del mundo
newtoniano y s—lo unas dŽcadas m‡s tarde la Teor’a de la
Relatividad termin— la tarea de demolici—n del universo de
las certezas . Es importante aclarar que la Relatividad no
destruy— a la teor’a newtoniana, sino que como planteara
claramente T. S. Kuhn, se trata de teor’as inconmensurables entre si, y ambas producen sentido en diferentes dominios.
Pocos a–os despuŽs del estruendo producido por la publicaci—n de la Teor’a Especial la Relatividad (1905), Einstein
publica la Teor’a General (1913). En una dŽcada m‡s el
Principio de Indeterminaci—n de Heisenberg (elemento
clave de la Teor’a Cu‡ntica, que dio sus primeros pasos con
el siglo) terminar‡ de disolver los œltimos ladrillos del basamento de la ciencia cl‡sica.
La multiplicidad te—rica ser‡ parte del desarrollo de la f’sica durante el resto del siglo: despuŽs de la Segunda Guerra Mundial comenzar‡n a desarrollarse los primeros modelos no lineales que har‡n eclosi—n en las tres œltimas dŽcadas anteriores al 2000. La Termodin‡mica no Lineal de
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Procesos Irreversibles , La Teor’a del Caos, as’ como los
Modelos de Auto-organizaci—n y la Complejidad han
abierto una brecha en el pensamiento cient’fico de los œltimos a–os. Todas estas teor’as tienen en comœn el trabajar
con modelos matem‡ticos no lineales, con los que lidiar
era muy dif’cil -cuando no imposible-, antes del desarrollo de los potentes ordenadores digitales.
Como ya he se–alado, la ciencia de la Modernidad fue
construida a partir del supuesto de una exterioridad e independencia del objeto representado y del sujeto cognitivo.
El objeto era una abstracci—n matem‡tica, un conjunto de
propiedades mensurable y luego modelizables. Los œnicos
modelos matem‡ticos que acept— la ciencia cl‡sica eran los
lineales. El sujeto era pensado como una superficie reflectante, capaz de formarse una imagen de la naturaleza externa, anterior e independiente de Žl. Conocer era describir y predecir. El sujeto no entraba en el cuadro que Žl
mismo pintaba. Se hallaba siempre inm—vil, afuera, siguiendo met—dicamente las leyes eternas de perspectiva.
La linealidad es la trama subyacente de la modernidad: se
encarna en la perspectiva pict—rica, en el c‡lculo infinitesimal, en el sistema contable, en la filosof’a positivista del
conocimiento, en la concepci—n mec‡nica del cuerpo, en la
ideolog’a del progreso y la Òsupervivencia del m‡s aptoÓ.
En la actualidad estamos comenzando a legitimar los modelos de pensamiento no lineales, tanto en la ciencia, como
en el arte y en la vida de relaci—n. Sin embargo, no es sencillo hacer lugar a nuevas met‡foras para poder abrir nuestro espacio cognitivo a nuevas narraciones. Todav’a tenemos atado nuestro pensamiento al modelo tri-dimensional
de la l—gica cl‡sica con sus principios de identidad, no contradicci—n y tercero excluido. El espacio cognitivo debe
transformarse radicalmente para poder hacer lugar al pen21
Pasos hacia un pensamiento complejo
samiento no lineal. Este cambio es a la vez sutil y radical.
Los modelos no lineales nos propones pasar del espacio
cl‡sico de tres dimensiones a una multiplicidad de espacios
autorreferentes, algunos en forma de bucles, otros a tomando como base la cinta de Moebius, otros a partir de los
procesos recursivos fractales.
El punto de partida para este cambio de nuestro paisaje
cognitivo es la afirmaci—n de la corporalidad del sujeto. El
darse cuenta de que nuestra peculiar fisiolog’a, nuestra experiencia biol—gica, nuestra sensibilidad diferencial son
cruciales en relaci—n al conocimiento tiene una primera
consecuencia: el Òtorcimiento del espacio cognitivoÓ.
Esta afirmaci—n hace que el sujeto encarnado entre dentro
del cuadro. Se rompe la perspectiva lineal que lo manten’a
afuera, inm—vil y tuerto. El sujeto encarnado participa de
una din‡mica creativa de si mismo y del mundo con el que
est‡ en permanente inter-cambio. La segunda consecuencia
se relaciona con la aceptaci—n de que la corporalidad implica que todo conocimiento humano se da desde una perspectiva determinada. El sujeto encarnado no puede estar en
todos lados al mismo tiempo, y por lo tanto s—lo puede conocer en un contexto especificado, y su conocimiento se
estructura en un lenguaje determinado. Es decir que habr‡
siempre un lugar espec’fico de la enunciaci—n. La tercera consecuencia es que no podemos conocer objetos independientes -sin relaci—n alguna- con nosotros. Desde esta
mirada el conocimiento implica interacci—n, relaci—n,
transformaci—n mutua, co-dependencia y co-evoluci—n.
La cuarta consecuencia es que tendremos siempre un Òagujero cognitivoÓ, una zona ciega que no podremos ver. M‡s
aœn habitualmente somos ciegos a esta ceguera. Si seguimos con el ejemplo de la perspectiva lineal, es el sujeto el
que cae en la mancha ciega cognitiva. Una descripci—n di22
Subjetividad - Vínculos - Redes
n‡mica permitir‡ una mirada multiperspectivista. Pero esta diversidad de enfoques es siempre limitada por nuestra
corporalidad. Es decir, podemos componer -y de hecho esto es lo que hacemos en nuestra experiencia cotidiana- una
Òimaginer’aÓ m‡s compleja, que incluya distintas fuentes
de informaci—n pero nunca infinitas fuentes. Solo podemos
conocer lo que somos capaces de percibir y procesar con
nuestro cuerpo. Un sujeto encarnado paga con la incompletud la posibilidad de conocer.
Al asumir esta posici—n nos damos cuenta que el ÒcuerpoÓ del que estamos hablando no es el Òcuerpo de la modernidadÓ, estamos comenzado a pensar en una multidimensionalidad de nuestra experiencia corporal. Es por eso
que podemos empezar a pensar una nueva forma de la corporalidad: el Òcuerpo vivencialÓ o Òcuerpo experiencialÓ.
No se trata ya de un cuerpo abstracto, dominado por la visi—n perspectiva y los las medidas estandarizadas externas.
Ese cuerpo no desaparece totalmente, pero ya no es el œnico imaginario corporal. En la contemporaneidad empezamos a poder pensar en un cuerpo multidimensional: un
cuerpo a la vez material y energŽtico, racional y emocional, sensible y mensurable, personal y vincular, real y virtual (Àun hiper-cuerpo?).
El Òcuerpo vivencialÓ a diferencia del Òcuerpo de la modernidadÓ o Òcuerpo m‡quinaÓ no es un objeto abstracto, ni
independiente de mi experiencia como sujeto encarnado.
Esa experiencia que todos tenemos de nuestra propia corporalidad no es fija, ni inmutable. Todo lo contrario, sentimos de una manera Òclara y distintaÓ que estamos en permanentemente transformaci—n: de eso se trata estar vivo.
El Òcuerpo vivencialÓ no alude a sustancia alguna, no
tiene un referente fijo fuera de nuestra experiencia como sujetos encarnados. Nuestro Òcuerpo vivencialÓ es an23
Pasos hacia un pensamiento complejo
te todo un l’mite fundante y una trama constitutiva de un
territorio aut—nomo y a la vez ligado inextrincablemente al
entorno, con el que vive en permanente inter-cambio. Desde esta perspectiva, el sujeto encarnado es un linaje espec’fico de transformaciones.
El torcimiento de nuestro espacio cognitivo, nos lleva a
cuestionarnos las relaciones adentro~afuera, yo~otro,
cuerpo~mente que ya no pueden ser de mutua exterioridad,
sino de complementariedad abierta. La cŽlula es un buen
ejemplo para pensar estas relaciones. La relaci—n de la cŽlula con el medio es de interpenetraci—n, la membrana celular es un l’mite semi-permeable8: muchas molŽculas entran y salen de la cŽlula, en cambio otras no pueden hacerlo. Pero cuidado, la cŽlula no es un recipiente contenedor.
Al contrario, al ingresar una molŽcula dentro de ella pasa a
formar parte de la organizaci—n celular. Las molŽculas no
cobran vida porque la vida no es una propiedad de las molŽculas en si. La vida se relaciona con la organizaci—n, con
la red de relaciones y las propiedades emergentes de la interacci—n. Sin embargo el atravesar la membrana implica
una transformaci—n de la red de relaciones y genera por lo
tanto una transformaci—n de la identidad (que ya no puede
pensarse en s’ y por s’ misma sino en un entramado relacional co-evolutivo)
As’ como en la cinta de Moebius el adentro y el afuera y
el arriba y el abajo, tienen relaciones topol—gicas completamente distintas a las del espacio cl‡sico, as’ tambiŽn las
relaciones Òcuerpo~menteÓ, son radicalmente diferentes a
las que nos propon’a la modernidad cuando pensamos el
sujeto encarnado .
Desde la mirada cartesiana ÒcuerpoÓ y ÒmenteÓ dos
sustancias independientes. Desde la met‡fora de la auto-organizaci—n se trata de dos formas diferenciadas de
24
Subjetividad - Vínculos - Redes
la compleja experiencia del sujeto en un espacio cognitivo auto-referente. No s—lo ha dejado de tener sentido la
distinci—n cl‡sica de dos sustancias separadas, sino que la
noci—n misma de sustancia es la que se cuestiona. En el
marco de las teor’as auto-organizativas, el concepto de sustancia no tiene sentido, ya que implica -entre otras cosasque podemos conocer algo en si mismo, independiente de
nosotros.
La noci—n de sustancia est‡ fuertemente emparentada
con la de noci—n de identidad cl‡sica. Ambas son est‡ticas
e inmutables. El antiguo axioma parmen’deo que reza que
Òel ser es, y el no ser no esÓ. Desde una perspectiva de la
auto-organizaci—n Òel ser es s—lo respecto de un no serÓ.
Esto es as’ porque el conocimiento es un modo de relaci—n
con el mundo del sujeto encarnado y sensible a las diferencias, que no puede conocer las cosas en si mismas, sino a
travŽs de la relaci—n diferencial que establece con ellas.9
Esta es la paradoja de todos los sistemas de autoorganizaci—n: el ser y el no ser se definen mutuamente. Las paradojas son siempre sistemas de autorreferencia. La famosa paradoja de EpimŽnides, por ejemplo, dice que Žl, que
era un Cretense, se paraba en las puertas de Creta y dec’a:
todos los Cretenses son mentirosos. Si dec’a la verdad...
ment’a, y si ment’a ...dec’a la verdad. Cualquier sistema de
autoreferencia directa o cruzada desemboca en una paradoja. Desde la l—gica cl‡sica, las paradojas son ofuscaciones
de la raz—n porque violan los axiomas de la l—gica cl‡sica.
Para pensadores como Von Foerster, en cambio, las paradojas son dispositivos creativos. Para m’ las paradojas son
verdaderas compuertas evolutivas. Abren nuestra mente
hacia nuevas dimensiones. Esto es as’ porque las paradojas
nos se–alan que hemos llevado hasta el l’mite de un sistema conceptual, y que si mantenemos las premisas de parti25
Pasos hacia un pensamiento complejo
da ya no podemos ir m‡s all‡. En los tŽrminos en que est‡
planteada la paradoja no hay soluci—n posible. S—lo nos
queda una alternativa. Repensar el espacio cognitivo del
que partimos y salirnos por la tangente o escapar por la
compuerta evolutiva hacia un nuevo paisaje donde EpimŽnides es la excepci—n que confirma la regla, o es un mutante veraz, o un extranjero camuflado, o ....infinidad de nuevos mundos posibles.
Desde esta mirada, nuestra corporalidad nos define como
sistemas aut—nomos, con l’mites semipermeables, una sensibilidad diferencial, y en constante intercambio con el entorno con el cual estamos ÒenredadosÓ en una red fluyente
de relaciones que implican que estamos comprometidos en
una din‡mica de transformaci—n en co-evoluci—n con el
ambiente. Nuestra corporalidad determina un campo
de afectaci—n y la clase de interacciones y de transformaciones posibles.
El mundo que conocemos, incluido nuestro Òcuerpo~menteÓ en Žl, no es un mundo independiente de nuestro
conocimiento, sino que es un mundo ÒenactuadoÓ. Es decir, un mundo co-creado en nuestra interacci—n con el ambiente. Un mundo que convocamos a ser en nuestra experiencia interactiva con eso que est‡ afuera pero no separado de nosotros.
La enacci—n es un concepto que surge al caer la noci—n
moderna de representaci—n que est‡ ligada al modelo de la
perspectiva lineal que supone una independencia sujetoobjeto y un conocimiento como imagen interna (especular)
de un objeto externo. La enacci—n, por el contrario, no parte de la suposici—n de un mundo independiente y anterior a
la experiencia. Desde esta perspectiva sujeto y mundo se
definen mutuamente. F. Varela, E. Rosh y E. Thompson
han expresado estas ideas con una claridad meridiana al
26
Subjetividad - Vínculos - Redes
afirmar que el ÒŽnfasis en la mutua definici—n nos permite
buscar una v’a mŽdia entre el Escila de la cognici—n como
recuperaci—n de un mundo externo pre-dado (realismo) y
el Caribdis de una cognici—n como proyecci—n de un mundo interno pre-dado (idealismo). Ambos extremos se basan
en el concepto central central de representaci—n: en el primer caso la representaci—n se usa para recobrar lo externo, en el segundo se usa para proyectar lo interno. Nuestra intenci—n es sortear esta geograf’a l—gica de Òinterno/externoÓ estudiando la cognici—n sin pensar en tŽrminos como la recuperaci—n o la proyecci—n, sino como acci—n corporizada.Ó (Varela et al, 1992)
La enacci—n nos permite pensar la emergencia sincr—nica
del sujeto y el mundo en la experiencia contextualizada,
corporalizada e hist—rica. La enacci—n nos aleja de las met‡foras visuales y nos propone considerar una multiplicadad de formas de percepci—n del sujeto encarnado en coevoluci—n con su ambiente. El mundo vivencial no tiene
una existencia independiente, no pertenece a una esfera
trascendente, sino que como dice A. Machado: Òse hace camino al andarÓ. Tampoco existe una mente o yo sustancial
sede fija e inmutable de la experiencia.
Desde esta perspectiva no hay un problema cuerpo-mente, porque no estamos pensando en tŽrminos de sustancias
independientes. Un problema es un problema s—lo desde la
perspectiva particular en la que ha surgido.Al cambiar el
espacio cognitivo el problema se disuelve. Los modelos de
auto-organizaci—n y enacci—n nos proponen participar de
esta aventura multidimensional. Muchos de nuestros contempor‡neos, entre los que me incluyo, ya han empezado a
disfrutar de estas navegaciones .
Al aceptar esta multidimensionalidad de la experiencia
nos damos cuenta de que aquello que llam‡bamos Òcuer27
Pasos hacia un pensamiento complejo
poÓ o ÒmenteÓ es algo totalmente distinto a la concepci—n
del sujeto encarnado. Esta expresi—n no alude a un referente o realidad objetiva independiente sino que emerge al
enfocar la multiplicidad experiencial corporalizada y est‡
atravesada por los mœltiples territorios que se crean a travŽs de nuestro devenir vital.
El sujeto encarnado es el nombre de una categor’a heterogŽnea, facetada y con bordes difusos. Una categor’a no
cl‡sica ya que los elementos que la forman no comparten
un propiedad comœn sino que tienen entre s’ un Òparecido
de familiaÓ. En el marco de este trabajo s—lo he podido
mencionar algunos de los atravesamientos que considero
cruciales para pensar al sujeto encarnado en la contemporaneidad.
Cada lector compondr‡ su propia categor’a en relaci—n a
su experiencia, a los atravesamientos te—ricos, estŽticos,
Žticos, afectivos, er—ticos y emotivos que incluya su propio
devenir como sujeto encarnado. En mi devenir personal se
destacan de la trama abigarrada de experiencias la de ser
amante y madre, los dolores de los partos de mis hijas y de
mis ideas, el placer gigantesco de dar a luz, de crear, de nutrir de crecer, el sufrimiento por los seres queridos y la deleitaci—n por ellos, la pasi—n amorosa que me une a mi marido y la pasi—n dolorosa que me separa de los torturadores, el ritmo de mi respiraci—n y el de mis hormonas, el disfrute que me produce el arte y el displacer del ruido o de la
podredumbre.
En fin, como todos los sujetos encarnados, nuestras categor’as se desarrollan en la trama evolutiva de nuestra vida, est‡n inextricablemente ligadas a nuestra experiencia
social y personal, a las tecnolog’as cognitivas, sociales , f’sico-qu’micas, biol—gicas y comunicacionales con las que
convivimos. El desaf’o de la contemporaneidad se relacio28
Subjetividad - Vínculos - Redes
na con la riqueza de perspectivas y por lo tanto de mundos
posible en los que convivir pero tambiŽn nos exige el hacernos responsables del lugar desde el cual elegimos hacerlo. El sujeto encarnado disfruta del poder de la creatividad y de la elecci—n pero debe hacerse cargo del mundo
que ha co-creado.
Bibliograf’a citada:
Barnett Pearce, W.(1994) ÒNuevos modelos y met‡foras
comunicacionales.Ó en ÒNuevos Paradigmas, Cultura y
SubjetividadÓ, Buenos Aires, Editorial Paid—s 1994.
Francastel, P. (1950): ÒPintura y sociedadÓ , Madrid,
Ed.C‡tedra 1984.
Panofsky, E. (1927) : ÒLa perspectiva como forma simb—licaÓ, Barcelona, Ed. Tusquets 1973.
Varela, F., Thompson, E. y Rosh (1991) : E. ÒDe cuerpo presenteÓ, Barcelona, Ed. Gedisa 1992.
29
Pasos hacia un pensamiento complejo
Pensar la Subjetividad10
Complejidad, v’nculos y emergencia
ÒHay que ir por el lado en que la raz—n
gusta de estar en peligroÓ.
G. Bachelard
Una provocativa maldici—n china reza as’: ÁQue vivas en
una Žpoca muy interesante! Nosotros que estamos navegando Ðo chapoteando- en una de ellas, estamos en condiciones de comprender la iron’a de esas sabias palabras. Pero tambiŽn, y abrevando en las mismas fuentes, podemos
tomar la crisis por el lado de la oportunidad y sus desaf’os,
y no dejar que nos abrume su faceta de riesgo.
El espacio conceptual de la modernidad se correspond’a
con la geometr’a euclideana, que se so–aba como œnica y
soberana. Las coordenadas cartesianas ofrec’an una grilla
tranquilizadora, y la ciencia presentaba un universo mec‡nico, manipulable y predecible. Un mundo domesticado y
desencantado. El siglo XX despert— del sue–o absolutista
con el desarrollo de las geometr’as no euclidianas, y fue
conmovido por la proliferaci—n de nuevas y extra–as perspectivas. El XXI requiere imperiosamente de otros escenarios donde sea posible desplegar la actividad subjetiva y
la transformaci—n del mundo experiencial en un espacio
multidimensional para poder comprender y actuar en este
agitado e interesant’simo tiempo en que nos toca vivir. La
l—gica de la simplicidad ha dejado de ser funcional y precisamos herramientas que nos permitan pensar de una manera no lineal, dar cuenta de las paradojas constitutivas de
nuestro modo de experimentar(nos), acceder a un espacio
cognitivo caracterizado por las formaciones de bucles
30
Subjetividad - Vínculos - Redes
donde, por un lado, el Sujeto construye al Objeto en su
interacci—n con Žl y, por otro, el propio Sujeto es construido en la interacci—n con el medioambiente natural y
social. No nacemos ÒsujetosÓ sino que devenimos tales en
y a travŽs del juego social.
Desde las perspectivas de la modernidad el Sujeto se presentaba como una sustancia pura, independiente, incorp—rea pero interior - a la vez y parad—jicamente-, al modo de
un carozo que anida en el cuerpo pero que misteriosamente es radicalmente ajeno a Žl. En la contemporaneidad estamos asistiendo a una Òrevoluci—n epistemol—gicaÓ que ha
llevado a una puesta en cuesti—n radical del ÒMito ObjetivistaÓ, y que como correlato necesario abri— la puerta para poner en tela de juicio el ÒMito del SujetoÓ. Desde una
mirada que parte de la vincularidad y la interacci—n como
formas b‡sicas de la experiencia humana, la subjetividad
no puede ser un carozo, una estructura fija, un nœcleo estable e independiente. Estamos dejando de pensar en tŽrminos de sustancias, esencias o estructuras para acceder a la
fluidez y variabilidad de la experiencia contempor‡nea que
exige considerar la productividad, actividad, circulaci—n,
creatividad.
La filosof’a de la escisi—n Ðcaracter’stica de pensamiento
occidental- se basa en una l—gica de la pureza, la definici—n
absoluta y la exclusi—n (El Ser Es). Desde esa mirada, la
diversidad, la vaguedad, la heterogeneidad son inconcebibles (El no ser no es). La diferencia remite siempre a la
identidad, como desviaci—n o degradaci—n del Òverdadero
serÓ. Esta versi—n monista del mundo, admite tambiŽn una
proliferaci—n dualista (materia/raz—n, cuerpo/mente, sujeto/objeto) a condici—n de mantener las fronteras infranqueables, los compartimentos estancos. Cada uno de los
polos de las dicotom’as se define en y por s’ mismo, no se
31
Pasos hacia un pensamiento complejo
contamina con su contraparte, estamos frente a un dualismo excluyente. La interacci—n transformadora, la hibridaci—n, la interpenetraci—n, el v’nculo instituyente y constituyente no tienen cabida ni en los modelos de pensamiento
monistas, ni en los dualistas.
Las teor’as psicol—gicas de la modernidad tambiŽn se
han visto afectadas, arrastradas, e incluso han quedado empantanadas en sus posibilidades creativas por la pregnancia
e influjo de la filosof’a de la escisi—n y las concepciones
positivistas del conocimiento, incapaces de hacer lugar a
una mirada interactiva de la experiencia humana del mundo que hoy est‡ comenzado a desplegarse, expandirse y
proliferar.
Las concepciones interactivas son no-dualistas se caracterizan por ser din‡micas, multidimensionales y complejas.
Algunas de las nociones claves que las atraviesan son:
-V’nculos, Sistemas Abiertos y Organizaciones
Complejas
-Din‡micas no lineales: Emergencia, Historia
y Devenir
-Juegos productores: de sentido, de subjetividad,
de mundo
-Acontecimiento, Azar e Irreversibilidad
-Tensiones, Flujos y Circulaciones
-Escenarios, Espacios de Posibilidad
-Co-evoluci—n multidimensional
Todas ellas est‡n en el centro de las nuevas formas de
pensar-sentir-actuar en un mundo sacudido por agitaciones
diversas, en que parece que todo lo s—lido se desvanece en
el aire en una vertiginosa transformaci—n. Desde una perspectiva centrada en la din‡mica vincular, el cambio como
devenir, como transformaci—n, se ubica en el centro del es32
Subjetividad - Vínculos - Redes
pacio cognitivo. Estamos viviendo la Òdisoluci—nÓ de un
mundo: el de la f’sica cl‡sica y el del sujeto moderno. Ya a
comienzos del siglo XX se hicieron evidentes las fisuras
del pensamiento atomista y esencialista. El quiebre de la
certidumbre en las ciencias duras fue recibido con alborozo en el mundo de las humanidades, pero la satisfacci—n
dio paso al temor y la inquietud cuando le lleg— el turno de
ajustar las cuentas con el Sujeto. En relaci—n a este punto
los humores y las actitudes fueron muy diferentes. ÀQuŽ es
eso de poner en tela de juicio nuestra identidad, nuestro
concepto de experiencia, nuestra independencia, nuestras
caras creencias sobre nosotros mismos? ÀQuŽ cosa extra–a
es esa de cuestionar la idea de una estructura ps’quica, de
un carozo identitario, para pasar a pensar en tŽrminos de un
escurridizo devenir estructurante o de linajes de transformaciones? Los murmullos se volvieron atronadores, y nuevas barreras se levantaron: que el mundo cambie, vaya y
pase, pero que nos arrastre junto con Žl, eso es harina de
otro costal. No en vano solemos recordar s—lo una parte de
la famosa frase de Her‡clito que sostiene que ÒNunca nos
ba–amos dos veces en el mismo r’oÓ, pero se elude sistem‡ticamente la continuaci—n del sabio pensador: Òy las almas se disuelven en las aguasÓ.
Todas la concepciones modernas, incluido el estructuralismo, comparten la caracter’stica de basarse y sostener
modelos ideales, arquet’picos. La diferencia radica exclusivamente en que los estructuralistas, en vez de tener una
part’cula elemental, ubican el fundamento en una estructura elemental, invariante, esencial y eterna. Estos modelos
han sido muy eficaces al aplicarse en contextos relativamente estables y aislados. Los hombres modernos trabajaron con ah’nco para construir un mundo tal que sus productos mec‡nicos resultasen funcionales: en el laboratorio, en
33
Pasos hacia un pensamiento complejo
la f‡brica, en las instituciones fue gener‡ndose un ‡mbito
estabilizado a fuerza de estandarizar los par‡metros ambientales y sociales. Aislamos las m‡quinas con grandes
caparazones de metal y construimos edificios para albergarlas, edificamos ciudades y asfaltamos la tierra, disciplinamos los cuerpos y estandarizamos la conducta, a travŽs
una multiplicidad de tecnolog’as y dispositivos sociales
Ðque suelen ser mucho m‡s ÒdurasÓ de lo que suele pensarse habitualmente, a pesar de no ser materiales-. Munidos
de un conocimiento que privilegia las explicaciones mec‡nicas, los hombres modernos construyeron un mundo, donde estaban incluidos ellos mismos, a imagen y semejanza
del modelo ÒidealÓ que usaban para explicarlo. De esta manera la experiencia del sujeto entr— dentro de la m‡quina
estandarizadora, aunque Žste a veces presenta un poquito
m‡s de resistencia que los electrones. La familia, la escuela, la f‡brica, el ejŽrcito son las instituciones encargadas de
llevar adelante este proceso de estandarizaci—n y domesticaci—n del sujeto.
Los modelos te—ricos de la modernidad se han caracterizado por una restricci—n profunda a explorar lo diverso, a
dar cuenta de lo diferente, lo creativo, lo no domesticable,
lo que se inscribe como acontecimiento y no puede fosilizarse en un modelo, o en una estructura, o en un pattern fijo.
Abrir nuestro pensamiento creando espacios paro lo informal Ðcomo Òno formalÓ y no como Òsin formaÓ- implica dar lugar a los cambios como verdaderas transformaciones y no como un despliegue de lo mismo, y es por lo tanto una perspectiva tanto cognitiva como Žtica. En las ciencias duras la tarea est‡ en pleno auge. Nuevas perspectivas
est‡n en plena expansi—n gestando modelos no lineales,
complejos y extra–os. El mundo Òde los ladrillitos elemen34
Subjetividad - Vínculos - Redes
tales Ò se ha desmoronado al ritmo de las trompetas cu‡nticas. Todo el universo f’sico es visto hoy como una inmensa Ò red de interacciones Ò donde nada puede definirse de
manera absolutamente independiente, y en el que se ense–orea el Òefecto mariposa Ò ( cuya versi—n popular dice que
cuando una mariposa aletea en el Mar de la China puede
ÒcausarÓ un tornado en New York) La transformaci—n conceptual que viene de la mano de una nueva met‡fora como la del universo como red o entramado de relaciones,
y los individuos como nodos de esa red, hoy excede largamente a la transformaci—n de la imagen del mundo propuesta por la f’sica, para abarcar desde la lingŸ’stica hasta
las teor’as organizacionales, la psicolog’a y la econom’a,
donde est‡ comenzando a tallar con fuerza. Desde la perspectiva cl‡sica las interacciones resultaban invisibles, ya
que el tamiz metodol—gico-conceptual no permit’a captarlas. Aœn hoy tenemos grandes dificultades para incorporar
el punto de vista implicado en la met‡fora de la red y la
mayor’a de las personas siguen pens‡ndose como individuos aislados (part’culas elementales ) y no como parte de
mœltiples redes de interacciones: familiares, de amistad, laborales, recreativas (participar en un club), pol’ticas ( militar en un partido, votar, integrar una ONG), culturales
( pertenecer a una instituci—n cultural o educativa), informativas (ser lectores o escritores o productores en o de un
medio de comunicaci—n), sin olvidar las redes lingŸ’sticas
y de comunicaci—n que son el tejido conectivo de nuestro
mundo de interacciones.
ReciŽn en las œltimas dŽcadas, el giro epistemol—gico hacia la complejidad ha permitido que comenz‡ramos a dar
cuenta de la multidimensionalidad que se abre cuando
pasamos de las met‡foras mec‡nicas al pensamiento
complejo, que toma en cuenta las interacciones din‡mi35
Pasos hacia un pensamiento complejo
cas y las transformaciones. Ha comenzado a gestarse una
cultura que no piensa al universo como un reloj sino como
ÒarchipiŽlagos de orden en un mar de caosÓ: la cultura de
la complejidad. Los investigadores en ciencias ÒblandasÓ,
los intelectuales ÒhumanistasÓ, los profesionales de las
‡reas sociales, tienen todav’a muchas dificultades para legitimar los nuevos puntos de vista ligados a la complejidad
y las concepciones interactivas, puesto que no se ha sacudido el yugo metodol—gico impuesto por la epistemolog’a
empir’sta-positivista. Para cortar el nudo gordiano es necesario destrabar tanto la creencia en un acceso privilegiado
a una realidad externa, como la ilusi—n de una subjetividad
desencarnada, puramente racional e individual.
El conocimiento, desde la perspectiva pos-positivista, no
es el producto de un sujeto radicalmente separado de la naturaleza sino el resultado de la interacci—n global del hombre con el mundo al que pertenece. El observador es hoy
part’cipe y creador del conocimiento. El mundo en el que
vivimos los humanos no es un mundo abstracto, un contexto pasivo, sino nuestra propia creaci—n simb—lico-vivencial. Sin embargo, que nuestras ideas del mundo sean
construcciones no quiere decir que el universo sea un Òobjeto mentalÓ, sino que al conocer no podemos desconectar
nuestras propias categor’as de conocimiento, nuestra corporalidad, nuestra historia, nuestras experiencias y nuestras sensaciones. El mundo que construimos no depende
s—lo de nosotros, sino que emerge en la interacci—n multidimensional de los seres humanos con su ambiente, del que
somos inseparables.
Desde los enfoques de la complejidad, el sujeto no es
meramente un individuo, es decir un ‡tomo social, ni una
sumatoria de cŽlulas que forman una aparato mec‡nico, sino que es una Òunidad heterogŽneaÓ y abierta al intercam36
Subjetividad - Vínculos - Redes
bio. El sujeto no es una sumatoria de capacidades, propiedades o constituyentes elementales, es una organizaci—n
emergente. El sujeto s—lo adviene como tal en la trama relacional de su sociedad.
Las propiedades ya no est‡n en las cosas sino ÒentreÓ
las cosas, en el intercambio. Desde esta nueva mirada,
tampoco el sujeto es un ser, una sustancia, una estructura o
una cosa sino un devenir en las interacciones. Las nociones
de historia y v’nculos son los pilares fundamentales para la
construcci—n de una nueva perspectiva transformadora de
nuestra experiencia del mundo y de nosotros mismos. Y este cambio no s—lo se da a nivel conceptual, sino que implica tambiŽn abrirnos a una nueva sensibilidad y a otras formas de actuar y de conocer, a otra Žtica y otra estŽtica, ya
que desde la mirada compleja estas dimensiones son inseparables en el con-vivir humano.
Estamos pasando de las ciencias de la conservaci—n a las
de la creaci—n, porque, aunque parezca parad—jico a primera vista, la noci—n de historia est‡ estrechamente ligada a la
de creatividad en un universo evolutivo complejo. Liberadas del determinismo cl‡sico, las teorizaciones actuales
han dejado lugar a la diferencia como factor de creaci—n y
cambio, de selecci—n de rumbos. La historia no es mera
repetici—n, ni despliegue de lo ya contenido en el pasado. El ruido, el azar, el otro, lo distinto son las fuentes de
novedad radical y v’as para el aumento de complejidad y
no meros Òdefectos despreciablesÓ. Esta transformaci—n
conceptual ha sido el producto del deplazamiento del foco
conceptual desde los sistemas cerrados y cerca del equilibrio hacia los sistemas abiertos evolutivos en di‡logo multiforme con su ambiente. Desde esta perspectiva conceptual el sujeto no es lo dado biol—gicamente, ni un ÒpsiqueÓ
pura, sino que el sujeto adviene y deviene en el intercam37
Pasos hacia un pensamiento complejo
bio en un medio social humano en un mundo complejo.
Ahora bien, no debemos confundir el sujeto con la subjetividad. Esta es la forma peculiar que adopta el v’nculo humano-mundo en cada uno de nosotros, es el espacio de libertad y creatividad, el espacio de la Žtica. El sujeto no se
caracteriza solamente por su subjetividad, sino por ser al
mismo tiempo capaz de objetivar, es decir, de convenir, de
acordar en el seno de la comunidad, de producir un imaginario comœn y por tanto de construir su realidad. Lo que
los positivistas llamaban Òel mundo objetivoÓ es para las
ciencias de la complejidad una construcci—n imaginaria
compartida, un mundo simb—lico creado en la interacci—n
multidimensional del sujeto con el mundo del que forma
parte. El mundo en que vivimos es un mundo humano,
un mundo simb—lico, un mundo construido en nuestra
interacci—n con lo real, con lo que est‡ afuera del lenguaje, con el misterio que opone resistencia a nuestras
creaciones y a la vez es la condici—n de posibilidad de
las mismas.
El enfoque de la complejidad se asienta sobre un conjunto de supuestos e hip—tesis fundamentales, entre los que se
destacan: a) Las partes de un sistema complejo s—lo son
ÒpartesÓ por relaci—n a la organizaci—n global, que emerge
de la interacci—n. b) La Unidad Global no puede explicarse por sus componentes. El sistema presenta interacciones
facilitadoras, inhibidoras, y transformaciones internas que
lo hacen no totalizable . c) El sistema complejo surge de la
din‡mica de interacciones y la organizaci—n se conserva a
travŽs de mœltiples ligaduras con el medio, del que se nutre y al que modifica, caracteriz‡ndose por poseer una autonom’a relativa. Las ligaduras con el medio son la condici—n de posibilidad para la libertad del sistema. La
flexibilidad del sistema, su apertura regulada, le provee la
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Subjetividad - Vínculos - Redes
posibilidad de cambiar o de mantenerse, en relaci—n a sus
interacciones con su ambiente. d) El contexto no es un ‡mbito separado e inerte, sino el lugar de los intercambios y a
partir de all’ el universo entero puede ser considerado una
inmensa Ò red de interacciones Ò, donde nada puede definirse de manera absolutamente independiente e) En todas
aquellas situaciones en que se produzcan interacciones, ya
sean positivas (sinŽrgicas) o negativas (inhibidoras), o
cuando intentemos pensar el cambio cualitativo, no tiene
sentido preguntarse por la causa de un acontecimiento, ya
que no hay independencia ni posibilidad de sumar efectos,
sino transformaci—n. S—lo podemos preguntarnos por las
condiciones de emergencia, por los factores co-productores que se relacionan con la aparici—n de la novedad. Este
modo explicativo, apunta m‡s a la comprensi—n global que
a la predicci—n exacta, y reconoce que ningœn an‡lisis puede agotar el fen—meno que es pensado desde una perspectiva compleja.
La civilizaci—n que crey— en las certezas definitivas, en el
conocimiento absoluto y el progreso permanente est‡ derrumb‡ndose y est‡n abriŽndose paso nuevos modos de
pensar, de sentir, de actuar y vivir en el mundo. El sujeto
complejo ha producido un giro ÒrecursivoÓ fundamental e
irreversible. La transformaci—n de nuestra mirada, que estamos viviendo, implica pasar de la bœsqueda de certezas a
la aceptaci—n de la incertidumbre, del destino fijado a la
responsabilidad de la elecci—n, de las leyes de la historia a
la funci—n historizante, de una œnica perspectiva privilegiada al sesgo de la mirada. En el camino nos encontramos
con nosotros mismos profundamente unidos al mundo en
una interacci—n compleja y multidimensional. Ese re-encuento del sujeto con su mirada ha dejado al descubierto
nuestras limitaciones y nuestras posibilidades, ha elimina39
Pasos hacia un pensamiento complejo
do las garant’as tranquilizadoras y nos ha abierto las puertas al vŽrtigo de la creaci—n ÀSabremos aceptar el desaf’o?
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