uncoated - Galerie EIGEN+ART
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Matthias Weischer In the Space Between CAC MÁLAGA Centro de Arte Contemporáneo de Málaga 19 Septiembre – 16 Noviembre 2008 19 September – 16 November 2008 Kunsthalle Mainz 13 Marzo – 31 Mayo 2009 13 March – 31 May 2009 Ayuntamiento de Málaga Francisco de la Torre Prados – Alcalde Miguel Briones – Delegado de Cultura, Educación, Fiestas, Museos y Capitalidad Cultural Europea José Óscar Carrascosa – Director General de Cultura, Educación y Fiestas Javier Ferrer – Coordinador General Gerente María Teresa Barrau – Secretaria de la Comisión de Seguimiento CAC Málaga Fernando Francés – Director Mª José García, Ana Moreno – Gerencia Alicia Reche – Adjunta Dirección Helena Juncosa, Julieta Manzano – Exposiciones Exposición Fernando Francés – Comisario Helena Juncosa, Gestión Cultural y Comunicación, S. L. – Organización y Coordinación TDM. Transportes y Montajes de Arte, S. L., Belaj Fine Art Service, Nail to Nail SPRL, Ordax S. L. – Transporte Juan Pedro Cardés, Michail E. Plesanu, José Antonio Jiménez, Daniel Santos, Juan Jesús Rosell – Montaje Inés Fernández, Pilar Díaz, Lourdes Peláez, Marta Rosado – Actividades Pedagógicas STAI, Kuhn & Bülow – Seguro Ana Umbría – Actividades Culturales Beatriz Lafuente, Alberto Ricca, Almudena Ríos – Comunicación e Imagen Alicia Bustamante – Administración Catálogo Fernando Francés, Harry Lehmann, Ana Umbría – Textos Buero Total, Leipzig – Diseño Advance Translations, Discobole, S. L., Sirk Traducciones, Laura E. Suffield – Traducción José Luis Gutiérrez, Uwe Walter – Fotografía Gráficas Palermo, S. L. – Impresión 9 Presentaciones / Foreword 17 Matthias Weischer versus los actos del espacio, Ana Umbría 29 En el espacio intermedio. Conversación entre Matthias Weischer y Harry Lehmann ISBN: 978-84-96159-69-3 Número Depósito Legal: MA-1444-2008 53 Traducciónes / Translations / Übersetzung © de las obras, Matthias Weischer © de los textos, sus autores © de la edición, Matthias Weischer, Gestión 77 Currículum y bibliografía / Curriculum and Bibliography Cultural y Comunicación S. L. – CAC Málaga Todas las obras Cortesía / All works courtesy Galerie EIGEN+ART Leipzig/Berlin www.eigen-art.com Agradecimientos Ulrike Bernhard, Mimi Dusselier, Egon Fruhstorfer, Fiona Geuss, Astrid Hamm, Elke Hannemann, Anja Meinhold, Kerstin Wahala, Corinna Wolfien, Natalie de Ligt, Galerie EIGEN+ART Leipzig/Berlin, Kunsthalle Mainz Y a los que prefieren permanecer en el anonimato Nuestro agradecimiento muy especial a Matthias Weischer y Gerd Harry Lybke sin cuyo apoyo, implicación y entusiasmo esta exposición no hubiera sido posible. Páginas 1– 4 y 82 – 84: Der Garten [detalle], 2007, Zincografía, (12 partes, 52 × 62 cm c.u) Que Matthias Weischer haya elegido nuestra ciudad para exponer por primera vez en España es un honor que todos los malagueños debemos agradecer al Centro de Arte Contemporáneo de Málaga, ya que representa un paso más hacia el objetivo de conseguir la Capitalidad Cultural 2016 a la que, solidariamente, todos aspiramos. Para esta ciudad supone una recompensa que artistas de máxima proyección internacional y en pleno ascenso de su carrera, escojan Málaga como puerta de entrada de su arte en nuestro país. Tendremos así, la oportunidad de ver el mundo a través de los interiores que caracterizan la pintura de uno de los jóvenes pintores europeos más importantes y sin duda, posiblemente, el más deseado, así como de ser partícipes de su constante investigación espacial, en la que los objetos se emplean como meros puntos referenciales. Matthias Weischer, considerado como uno de los máximos exponentes de la Nueva Escuela de Leipzig y discípulo aventajado y preferido de David Hockney, trae a Málaga su primer proyecto individual en España tras su estancia de un año en Villa Massimo en Roma. Quiero aprovechar estas líneas para invitar a malagueños y visitantes a descubrir esta nueva y extraordinaria propuesta del CAC Málaga, así como agradecer su generosidad y apoyo a la Galerie EIGEN+ART de Leipzig y Berlín y, sobre todo, a Matthias Weischer por su compromiso con la pintura y con nuestro proyecto artístico. Francisco de la Torre Prados Alcalde de Málaga Paisaje Interior Me llena de satisfacción que el CAC Málaga, Centro de Arte Contemporáneo de Málaga, presente la primera exposición individual de Matthias Weischer en España ya que es uno de los máximos exponentes de la Nueva Escuela de Leipzig y uno de los más renombrados protagonistas de la renovación de la pintura alemana y europea contemporánea. Weischer se une de esta manera a una notable nómina de pintores que también incluye a Gerhard Richter, Daniel Richter, Neo Rauch, Jason Martin, Juan Uslé, Peter Zimmermann, Yoshitomo Nara, Raymond Pettibon, Julian Opie, Kara Walker o Miquel Barceló, a través de los cuales el CAC Málaga desea analizar y poner de manifiesto las maneras de la pintura actual. Por otra parte esta exposición se enmarca también en la intención del Ayuntamiento de Málaga de mantener un programa de arte contemporáneo de influencia internacional con la intención de ser la Capital Europea de la Cultura en 2016. In the Space Between, título de la exposición de Weischer en el CAC Málaga, puede considerarse lo que en la ópera o el teatro se denomina un ‹estreno mundial›. Jardines y paisajes que nunca antes se habían mostrado y que son el resultado directo de la evolución de su última pintura se presentan dialogando con sus característicos interiores que le han procurado fama, reconocimiento y prestigio internacional. Una habitación con vistas habla de los dos escenarios que han venido centrando al atención del artistas en los últimos años. Primero el estudio del espacio interior como experiencia de producción y revisión de la propia pintura y, ahora, en sus últimos trabajos, el exterior como una manera de ver el paisaje interior, de ver- nos hacia dentro espacial y personalmente. Es una manera de conocernos a través de la pintura y mediante ésta, encontrar caminos para su propia renovación. Solamente me resta agradecer a todos los que han hecho posible y han trabajado con entusiasmo en esta exposición y especialmente a Gerd Harry Lybke, director de la galería EIGEN+ART de Leipzig y Berlín por su apoyo incondicional y obviamente a Matthias Weischer cuyo compromiso con este proyecto ha sido absolutamente generoso. Fernando Francés Director del CAC Málaga Revue 2006 Óleo y tempera sobre lienzo / Oil and tempera on canvas 40 × 60 cm Memling 2006 Óleo y tempera sobre lienzo / Oil and tempera on canvas 210 × 360 cm (2 partes / parts, 210 × 180 cm c.u / each) Matthias Weischer versus los actos del espacio Ana Umbría o. T. 2004 Óleo sobre lienzo / Oil on canvas 46 × 46 cm Si el panorama internacional del arte cerró su particular y vertiginoso siglo XX envuelto en las enconadas polémicas suscitadas por las efectistas exposiciones Freeze o Sensations que protagonizaron los llamados Jóvenes Artistas Británicos, parece una obviedad que el siglo XXI haya empezado bajo las consignas de Nuevo Arte Alemán o ‹milagro› de la nueva pintura alemana, caracterizado por unos parámetros absolutamente diferentes de respeto al arte precedente y por la búsqueda de los valores aún no explorados de la pintura. ‹Joven›, ‹nuevo› o ‹milagro› en realidad, nada es igual ni tan rápido, ni parece tratarse de ‹lo mismo de nuevo›. En este escenario han surgido muchas interesantes y novedosas propuestas, entre las que destaca la muy particular obra del pintor Matthias Weischer (Elte, Westfalia, 1973), quien, sin duda, es uno de los más significativos representantes de la llamada Nueva Escuela de Leipzig. Datos reveladores aunque puedan parecer evidentes deben posicionar cualquier aproximación al pintor. Ciertamente es joven, sin la menor duda un gran artista y desde luego alemán. Pero ¿por qué de la Nueva Escuela? Desde mediados de los años 50 del siglo XX, el arte surgido en la República Democrática Alemana lo hizo entorno a cuatro núcleos diferentes: Berlín, Leipzig, Dresde y Halle. Debido al momento histórico, había lógicamente, un arte ‹oficial› y otro ‹extraoficial› y lo curioso e interesante fue, que tanto uno como el otro, aunque desde perspectivas diferentes se dedicaron a los mismos temas: «el encierro y la añoranza, la dicotomía amigo-enemigo, la conformidad y la individualidad, la utopía y su fracaso …»,1 expresándolos mayoritariamente a través de la pintura figurativa, el dibujo, el collage y la fotografía. A mitad de camino entre las doctrinas del formalismo y del socialismo realista cada individuo, grupo o escuela pretendía iniciar un camino propio desde el que proponer nuevas vías artísticas. En los años 60, los miembros más destacados de la Escuela de Berlín representada por pintores como Ernst Schroeder o Harald Metzkes, realizan cuadros de influencia cezanniana, en un intento de apropiarse de tradiciones europeas y actualizarlas para su propósito (Ein Feierabend in Wilthen [Después del trabajo en Wilthen], 1965 de H. Metzkes, es un ejemplo muy clarificador). Coetáneamente, el grupo Blaues Wunder Dresden [El milagro azul de Dresde] encabezado por artistas como Strawalde o A. R. Penck pone en práctica un lenguaje pictórico abstracto para representar las similitudes y dicotomías entre oriente y occidente en la época de la guerra fría (Weltbild II – Großes Weltbild [Visión del mundo II – Gran visión del mundo], 1965 de A. R. Penck, es un buen ejemplo de sus tomas de posición artística). Sin embargo, la Escuela de Leipzig, fue el contrapunto a las otras tendencias y desde la que artistas como Werner Tübcke, replantearon, de un modo crítico y sin abandonar la pintura del realismo socialista, las causas y consecuencias de la guerra para la vida y el arte en Alemania. Desinteresado por la modernidad, Tübcke se inspira en el renacimiento y el manierismo, usa colores estridentes y el motivo de la marioneta para representar un momento de la historia rebosante de elementos grotescos que ya empezaba a ser demasiado extenso, y que representó en su pintura Lebenserinnerungen des Dr. Schulze III [Memorias del Dr. Schulze III], de 1965. Sin duda alguna ése es el germen de esta otra Nueva Escuela de Leipzig a la que, constantemente, se asocia a Weischer, aunque las fuentes de 18 19 sus orígenes son aún mucho más amplias y complejas. En la segunda mitad de los años 70 y como una consecuencia lógica de las prácticas neoconstructivistas, minimalistas y conceptuales, América y Europa entran en un periodo de reflexión sobre el fenómeno artístico global. Se había llegado a una objetualización tal de los soportes del arte, que la superficie pictórica había quedado excluida de cualquier función representativa. Se discute sobre el espacio en la representación y sobre el valor del plano figurativo entre otros muchos aspectos propios del hecho pictórico y se concluye que es prioritario volver a una pintura que nuevamente haga visibles los objetos y los acontecimientos, sin metáforas ni formulaciones de excesiva intelectualidad conceptual. La reacción de Alemania estuvo protagonizada por los pintores neo expresivos denominados ‹nuevos salvajes›, y por los personales intereses artísticos mucho más individualistas e individualistas que movieron a pintores como G. Richter, S. Polke, A. Kiefer, etc., y que situaron la pintura alemana en los puestos más altos del panorama internacional. A comienzo de los años 80 una genuina producción de pintura seguía siendo el aliciente en Alemania y así, A. Oehlen, R. Fetting, M. Kippenberger, etc., continuaron conquistando la atención del mundo del arte. Pero en 1989 sucede un acontecimiento de carácter cultural, social y político crucial para Alemania y también para el mundo: la caída del muro de Berlín y consecuentemente el inicio de un periodo de reunificación de las dos Alemanias. Matthias Weischer tenía 16 años y si pienso en Alex, el joven protagonista de la película Goodbye Lenin!,2 puedo hacerme una idea de los cientos de sorpren- dentes imágenes que debieron de impresionar la sensible retina del joven Matthias. A raíz de estos acontecimientos, Berlín se convierte en un hervidero de situaciones convergentes: las instituciones culturales se plantean con verdadera urgencia cómo afrontar el ingente y deteriorado patrimonio artístico de la RDA, cómo insertarlo en el ‹todo› contemporáneo; la fotografía alemana del momento representada por Andreas Gursky, Thomas Ruff o Candida Höfer, gana interés y protagonismo sobre la pintura. Aún así, no sólo Berlín sino también Hamburgo, Frankfurt, Dresde y Leipzig son núcleos generadores de pintura nueva. Tal es la efervescencia que en el año 1999 el Kunstmuseum Wolfsburg organiza la exposición German Open, en la que además de fotografía, instalaciones y vídeos, se expuso una gran cantidad de pintura. Se inició entonces el interés por otros nombres absolutamente vinculados a la pintura como J. Meese, F. Ackermann, M. Eder, Daniel Richter o Neo Rauch. En Leipzig la situación con respecto a la pintura es muy especial. Con anterioridad a la caída del muro enseñaban en la Academia profesores como Arno Rink y Bernhard Heisig, coetáneos de Tübcke y formados como él, en la pintura del realismo socialista. Al plantearse la reestructuración de la Academia, Heisig y Rink lograron imponer su viejo modelo manteniendo los talleres de pintura, en lugar de transformar a Leipzig en un nuevo laboratorio mediático. En este escenario, Neo Rauch fue discípulo de Heisig y más tarde asistente de Rink. Tras él llega a la Academia de Leipzig una nueva generación de alumnos, entre los que se encuentran Christoph Ruckhäberle, David Schnell y Matthias Weischer, para aprender las técnicas pictóricas. En 2002 Matthias Weischer y sus compañeros de la Academia se trasladan de Leipzig a Berlín para fundar LIGA, una suerte de galería en la que exponen lo que ellos mismos pintan y, un año después, nuevamente el Kuntsmuseum Wolfsburg insiste en presentar las nuevas formas de la pintura alemana y organiza la exposición Painting Pictures para mostrar, precisamente, la obra de todos estos nuevos pintores. En 2004 y coincidiendo con la Feria Internacional de Arte The Armory Show de Nueva York, la asociación de galerías alemanas (BVDG) organizó la exposición Young German Art donde todos ellos volvieron a coincidir consolidándose así esta nueva tendencia de retorno a la pintura que poco a poco se extendió después a otros países como Austria, Polonia, Reino Unido, Estados Unidos, Francia o incluso a España donde éstas como todas las tendencias llegan con cierto retraso. Todos estos pintores, como hemos podido comprobar, no han surgido de la nada ni por casualidad. Podemos decir que pertenecen, la gran mayoría, a una misma generación porque van definiendo sus estilos en un mismo momento. Comparten un nuevo ambiente artístico pero son independientes respecto a otros movimientos figurativos europeos y además cada uno de ellos se ha creado un mundo pictórico personal y distinto, un universo donde explorar con cierta autonomía. En este contexto cabe plantearse quién es, qué implica y qué aporta la obra de Matthias Weischer. En algo menos de diez años, él ha pintado más de doscientos cuadros pero también dibujos, obra gráfica e incluso un mural de importantes dimensiones. En esta ingente producción se distingue una primera seña de identidad: una constante y cohe- rente fidelidad con su más importante preocupación conceptual que se concreta en delimitar los ámbitos de la naturaleza y el significado de la pintura. Entiende la pintura como el sistema, el medio, en el que ha tenido lugar el acto de la representación históricamente. En su trabajo se busca el valor de la pintura en sí misma intentando buscar una respuesta a problemas que ya fueron planteados en los años 70 como ‹el espacio en la representación› o ‹el valor del plano figurativo›. Estas cuestiones de orden conceptual han dado como resultado numerosos cuadros en los que se adivina la búsqueda y también que las soluciones aún están abiertas y en la mayoría de los casos aún no han llegado. Muchos artistas siguen perdidos entre objetos, o peor aún, entre las imágenes homogeneizadas de esos objetos convertidas en soporte de cualquier contenido cultural y ofreciéndose como mensajes de asimilación inmediata. En este decadente escenario parece obvia la necesidad de provocar la vivencia del espacio, de todo el espacio, y decir esto es reclamar como tarea imprescindible la de volver a replantear las claves morfológicas de la pintura. Esta es una tarea fundamental para Weischer, armar otra vez el concepto de pintura que permita «un nuevo modo de equilibrar la relación entre objeto y espacio».3 Y para desarrollar esta tesis lo hace a través de dos ejes fundamentales: – El hombre contemporáneo y su experiencia de la realidad que día a día crea pero que deshabita: la de su entorno y la de su casa. La idea que subyace es el tránsito permanente hacía otro lugar como condición moderna del hombre. El peregrinaje que poco tiene que ver con el concepto de emigración pues la primera es voluntaria y la otra forzosa, de lo ‹deshabitado› a lo ‹vacío› entendido éste como elemento esencialmente articulador del espacio. – El viaje épico de la pintura en contraposición con su cualidad de representación. De esta manera, la pintura se presenta como el lugar único desde el que proclamar la capacidad transformadora del arte que va más allá de cualquier elemento decorativo y mercantilista. Esta opción intenta elaborar una cartografía de la imaginación que, aún partiendo de parcelas de lo humano como la racionalidad, la imaginación o la memoria, permita volver siempre a la pintura. También se puede entender como la creación de un proceso constante que tiene como horizonte progresar sistemáticamente en los citados planteamientos. En un camino que lleva de lo real a lo artificial, abstracto, natural e intelectual. O lo que es lo mismo, una pintura que transita en un periplo viajero que resulta de dimensión épica. Al observar la obra de Weischer se distinguen diferentes niveles y estadios de la representación. El primero de ellos es precisamente esa pintura épica que se pudiera interpretar como un viaje poético en tres actos. 20 21 I. Preludio. Matthias «El viajero» (periodo 1998 – 2001). Su primera actitud es replantearse «todas las preguntas sobre la naturaleza de la realidad… Una forma de conocer los hechos es contemplarlos como si nunca los hubiéramos visto».4 En primer lugar subyace, en su posición, una necesidad de distanciamiento en el espacio real, de conocer la realidad exterior, de alejarse de la ciudad para intentar entrar en contacto con lo que está fuera que paradójicamente parece cada vez más inaccesible. La actitud de Weischer se asimila en intención y logros a la de Edward Hooper. El viaje en coche (Autos, 1998/1999), le posibilita los encuentros deseados. Es además un espacio cotidiano y en movimiento pero también una acción aparentemente intrascendente que facilita una percepción transitiva de una realidad inmediata cuando se está en marcha y otra pausada, dormida, cuando se hace una parada. Otras miradas semejantes que requieren su atención son gasolineras, esas construcciones funcionales, simples y silenciosas en medio de la nada, de ningún sitio (o. T. (Tankstelle), 1998), las torres impersonales de apartamentos en construcción (algunas pinturas de 1999 y Afrikanisches Haus y Bulgarisches Haus, 2001), los bloques modulares renovadamente sugerentes gracias al color, las casas prefabricadas y sus armazones (que empiezan con las pinturas s/t de 1999 y continúan con Das Gerippe y Häuschen I, II, III, IV, 2000), las esculturas de los parques públicos aislados y desérticos (o. T. y o. T. (Skulptur), de 2000), son constantes de este sentimiento. Interés que no sólo se detiene en la tipología de las arquitecturas periféricas que también atrajeron a Ruff sino incluso en los nuevos materiales de construcción. El conjunto de obras crea una inquietante atmósfera de finalidad transitoria. Son espacios que reflejan sentimientos de soledad y sensaciones de vacío. Lugares de circulación pero no de significación. Por otro lado, hay en su mirada otro viaje, éste interior, hacia la pintura y su historia. Se adivina en esta posición una actitud pesimista de la historia del arte. Éste ha perdido referencias y agotado los símbolos y requiere una renovación, un proceso curativo, como en Vogel [Pájaro], 1999, revisión del Angelus Novus de P. Klee o Dampfende Giraffe [ Jirafa humeante ], 2000 o Jirafa en llamas de Dalí, como un icono de la cultura visual occidental salvada de la quema para la nueva pintura. Esta actitud posiciona al espectador ante nuevos conceptos de lo real, que no debe entenderse como un mero conglomerado de objetos y situaciones, sino como un proceso en el que el hombre es continuamente artífice pero también producto y consecuencia. Weischer demuestra en este primer acto que es posible representar espacios en los que no ocurre nada y a los que la visibilidad es la única condición que les confiere sentido. Es decir, lo que se ve es un signo cuya semántica se establece en el hecho de pintar y realmente se completa y se entiende en el acto de contemplar. Por tanto y sólo en este sentido, se podría deducir que el espacio es intrínseco a su propia visibilidad y que ésta es absolutamente necesaria para su constitución, como que la pintura sólo puede constituirse de forma transitiva en su propio proceso de creación. fuerzo por parte del espectador porque la experiencia que se presenta es realmente intensa porque nace de la verdad que normalmente todos pretenden esquivar. Limpiar de tiempo el espacio en que se ha disipado el hombre, es el ejercicio óptimo para poder generar un nuevo espacio-tiempo pictórico. Precisamente una parte de la exposición presenta obras que son resultado de este proceso de observación y experimentación. Son en concreto los ‹interiores› de Matthias Weischer, sin duda el trabajo más conocido del artista y el que le ha posicionado en el centro del interés de la pintura europea actual. Sobre estos interiores gravitan ciertas tesis posmodernas que es importante esclarecer porque normalmente se atribuyen a otros géneros del arte pero rara vez se vinculan a la pintura. Leo Steiner fue uno de los primeros teóricos en utilizar el término posmodernismo aplicado a las artes visuales contemporáneas.6 Para él, los collages fotográficos de Robert Rauschenberg abrieron la posibilidad a un tipo totalmente nueII. Interludio. Matthias «El cartógrafo» vo de superficie pictórica, la que admite (periodo 2001 – 2007). la aparición en un mismo plano de objetos Un segundo estadio en la evolución del culturales hasta entonces incompatibles artista ha sido replegarse al interior y desde (escenas de bañistas o bélicas, etc., entreahí reutilizar el espacio para que la nueva mezcladas con reproducciones de obras de pintura se reafirme con nuevos códigos. Rembrandt o de Velázquez o de cualquier «Para el hombre privado el interior repre- otro). Lo llamó el triunfo de las imágenes y senta el universo. Reúne en él, la lejanía y el fue el resultado de sustituir la naturaleza pasado. Su salón es una platea en el teatro por la cultura como tema artístico. Este cam5 del mundo». bio, obligó al replanteamiento de la valoraHoy, la experiencia doméstica se define ción de la superficie pictórica como plano desde una realidad residual de oportunida- figurativo en el que se presentan escenas, y des perdidas. Y este espacio doméstico, en como plano de la representación abstracta su mayor parte deshabitado, lo ha trasfordonde una serie de elementos se organizan mado Weischer en el espacio de la nueva conforme a relaciones formales o cromátipintura que busca el hombre que la habite y cas. Es un concepto de superficie completala cultive. Esta posición requiere de un es- mente original ya que estas imágenes no 22 23 necesitan continentes específicos que las cualifiquen o les den coherencia de acuerdo a formas externas. Weischer consigue, de alguna manera, que esta tendencia encaje sin embargo también en la pintura. La idea no es nueva del todo. Ahí están los ejercicios de Picasso, Duchamp, del surrealismo todo y del pop mediante su gran capacidad para apropiarse de las herencias del pasado. Sin embargo lo nuevo y lo singular es centrar la atención en el espacio. El pintor recrea una superficie neutra donde, sólo como imágenes, puede aparecer insertado cualquier tipo de acontecimiento cotidiano, matemático, histórico, etc. Matthias Weischer califica este experiencia como escenografía para, dentro de ella, proseguir con el estudio genérico de las posibilidades del espacio. El primer recurso que Weischer utiliza es la fragmentación de este espacio doméstico en múltiples cuadros como Der Empfang [El recibidor], 2002, Garderobe [Guardarropa], 2002, Billardzimmer [ Sala de billar ], 2002, Dusche [ Ducha ], 2003, Bad [Baño], 2003 o Hof III, IV [ Patio III, IV ], 2004, entre otros. Pero en ocasiones se refiere a ellos por un objeto en el cuadro (Spiegel [Espejo], 2005 o Paneele [Paneles], 2006/2008), de modo que nada pueda ser percibido como una totalidad orgánica ya que son sólo puros artificios y por tanto un truco de pintor. En este proceso es conveniente también llevar a cabo una inteligente manipulación del inventario de los detalles para que éstos se presenten como ornamentos o restos de un atrezo extraviado: libros, pipas, copas, botellas, lámparas, floreros, cortinas y biombos, espejos, cuadros, varios fruteros y algún que otro busto clásico encontrado en la más académica de las academias, descolocados honoríficamente pero encajados a la perfección en un plano bidimensional. Se crea así un complejo concepto de interpretación del espacio que radica precisamente en la multiplicación de la multiplicación del propio espacio del cuadro. Otra de las constantes del trabajo de Weischer hacer referencia a una recurrencia obsesiva pero no por ello menos real. El pintor se ha venido empeñando en trabajar sobre las propiedades de la obvia bidimensionalidad del plano pictórico. Sobre ellas se va desmontando y volviendo a organizar cada elemento. Otras veces, aparecen anotaciones a lápiz que recuerdan que allí no encontraremos más que la imagen del objeto al que se refieren y al que no corresponde más que una ubicación aleatoria dentro del cuadro. De hecho la mera referencia hace que la presencia no sea siquiera necesaria. Las escenografías se reducen, se simplifican y se van vaciando progresivamente para demarcar definitivamente cualquier límite entre ficción y realidad. Lo presenciado no es, en caso alguno, un experimento. Cada tela es parte de una compleja y exquisita elaboración intelectual. Construcciones de una imaginación reflexiva que inicia, en cada cuadro, una búsqueda diferente de territorios pictóricos espaciales escasamente explorados o simplemente desconocidos. En este segundo escenario Weischer ha logrado que las imágenes se liberen de las formas externas, sólo se relacionan con otras imágenes o representaciones y ya no tienen porque adaptarse a las condiciones que les determine un espacio como ocurre en Käfig [ Jaula], 2006 o en Kartenhaus [Casa de naipes], 2006. Precisamente, las relaciones de intercomunicación de las imágenes en la representación: alusión, cercanía, etc., han alterado el modo de construcción del mensaje figurativo que ya no tiene porque articularse entorno al eje espacio-tiempo porque el espacio y lo que en él ocurre, se han convertido en la misma cosa mientras la superficie pictórica se ha transformado en una cámara de vacío dentro de la que todo se ha congelado (Hof III [Patio III], 2004). III. Momentáneo desenlace. Matthias «El jardinero» (periodo 2007/2008) El mismo espacio ha ido revelando su vital necesidad de vacío. La clave de la representación está en el análisis espacial para buscar la ausencia que es algo así como vaciar sin ser vacuo. Este proceso consiste en limpiar de objetos la escena para que la luz ocupe el vacío. Y no como emoción sino como visión. Hay en este proceso una intención minimalista cargada de tensión y especialmente de percepción. Las superficies se han vuelto transparentes o incluso casi han desaparecido, propiciando la continuidad del interior al exterior, un paso realmente sutil y ambiguo propio de Vermeer. Por otra parte el espacio pictórico ha entrado en un proceso de transformación perpetuo, siempre otro y siempre el mismo como un jardín que, vivo, crece para invadir la escena (Waldbühne [Escenario bosque], 2007). Cuando se vuelve al espacio natural todo queda envuelto en una atmósfera de otoñal pero controlada y medida con un grado de luz matemático. Ideal para un carácter melancólico aunque racionalmente optimista. Quieto a un lado, observando y oyendo el rumor del jardín, como diapasón del mundo, el pintor vuelve, otra vez más, a reordenar la pintura. 1 Schaschke, Bettina. El arte es lo que surge a pesar de todo. Humboldt 140, Goethe-Institut, 2004 2 Goodbye Lenin! (2002), una película escrita y dirigi da por Wolfgang Becker 3 «En el espacio intermedio. Conversación entre Matthias Weischer y Harry Lehmann», 2008 4 Davenport Guy. Objetos sobre una mesa. Turner, FCE, Madrid. 2002 5 Benjamín, Walter. Poesía y capitalismo. Iluminaciones II. Ed Taurus, Madrid, 1972 6 Steiner, Leo. Other Criteria, Nueva York, 1972 Atelier II 2005 Óleo sobre lienzo / Oil on canvas 40,5 × 60 cm Paneele 2006/2008 Óleo sobre lienzo / Oil on canvas 210 × 330 cm En el espacio intermedio. Conversación entre Matthias Weischer y Harry Lehmann Spiegel 2005 Óleo sobre lienzo / Oil on canvas 40 × 60 cm HL: Cuando nos encontramos en la Villa Massimo de Roma, hace algo más un año, te encontrabas en una fase de cambio radical y deseabas cambiar de género. Hasta entonces, te habías dedicado sobre todo a interiores, pero en aquel momento querías sumergirte en el paisaje y pintar en la naturaleza. Si miras hacia atrás, ¿supuso esto una enorme ruptura para ti? MW: En realidad, este corte ya había ocurrido con anterioridad, cuando en Leipzig tomé la decisión de que debía trabajar de otro modo. En Roma, afortunadamente, tuve la oportunidad de inmediato de indagar en un nuevo tema. HL: El nuevo tema fueron, ante todo los jardines y parques de Roma, pero ¿cómo se concretó verdaderamente esa decisión que ya habías tomado en Leipzig? MW: Se trataba fundamentalmente de una decisión sobre otro modo de trabajar, lo que ya había considerado hacía tiempo. HL: Pero en Leipzig no habías creado todavía ninguna pintura de paisaje … MW: Se dieron los primeros pasos en esa dirección, en la medida en que me procuré situaciones espaciales por medio de escenarios que había construido yo mismo. Por aquel entonces, aún no salía de mi taller, pero me acondicioné un espacio que me incitaba a trabajar. Yo quería crear algo paralelo a ese especie de naturaleza muerta, con lo que poder ponerme a trabajar. HL: Fue una decisión de entrar en contacto directo con los fenómenos, sin atajar a través de las imágenes fotográficas. ¿Pero esta diferencia entre el objeto y su reproducción se manifiesta con la misma fuerza en el modo de trabajar? MW: Quizás no fuera inevitable, pero este paso para mí implicaba que debía empezar casi desde el principio. Por otra parte, rápidamente comprendí, supe de inmediato que sería un camino duro y que debía empezar por una observación minuciosa. El nuevo punto de partida era la percepción directa de la realidad a través de la pintura, y por ello me sentía en parte como en una carrera de fondo. HL: ¿Nunca habías buscado este contacto directo con la realidad en todos los años precedentes ni lo habías echado en falta? MW: Tenía el anhelo de pintar directamente en la naturaleza y, con ello, también lograr otra calidad de vida. Viví la salida al paisaje como una liberación. Siempre me hacía la misma pregunta: «¿cuándo debo hacerlo? ¿Debo esperar a tener setenta años para poder permitirme esta libertad o puedo empezar ahora mismo?» La decisión fue simplemente que me dije: «vale, voy a empezar ahora». HL: ¿Qué temores, tabúes u obstáculos te habían impedido hacerlo? ¿Se trataba sólo de que únicamente deseabas pintar paisajes o había etapas, sobre todo cuando te dedicabas a los interiores, en las que en realidad no había ningún tema? ¿Simplemente no tuviste ningún otro interés en los últimos años? MW: En realidad, empecé como un pintor observador; siempre he dibujado y me he ocupado de una realidad en particular. Durante mis estudios, hasta el año 2000, en verano trabajaba la mayor parte del tiempo en el exterior. A ese periodo pertenecen muchos de los cuadros de casas unifamiliares en las afueras de Leipzig, pero también hice un trabajo gráfico completo sobre este tema. El ‹matarme trabajando con objetos reales› ya era algo muy propio de mí. HL: ¿Cómo llegó entonces este primer cambio hacia el género de los interiores, 30 31 hacia estos espacios interiores cargados de objetos e historias? ¿Existía en aquella época un malestar contrario a la pintura al aire libre? MW: La pintura de interiores estaba vinculada simultáneamente con una vuelta al taller, con un aislamiento del mundo exterior, con una interiorización y una concentración en el cuadro. En comparación con los años precedentes, llegué a un mayor grado de diálogo con el cuadro, creando un espacio pictórico desde mi interior hacia el exterior. Durante mucho tiempo, me fascinó este hecho y, sobre todo, por primera vez tuve la sensación de «haber encontrado algo realmente nuevo, realmente propio»; tenía un tema que abordaba con grandes retos técnicos. Estaba seguro de que en los interiores había encontrado mi lenguaje. HL: Por ello, se plantea de un modo más insistente la pregunta de partida: ¿por qué este cambio renovador después de seis, siete años? ¿Qué razones hay para alejarse de los interiores? ¿Se ha agotado para ti el tema de los espacios interiores? MW: Hoy por hoy, sí. En estos últimos años, el trabajo se remitía mucho a sí mismo y vivía demasiado de los recuerdos, porque en este espacio de tiempo apenas podía asimilar nuevas impresiones. Se trataba de un flujo de energía casi unidireccional en el que corría el peligro de que uno acabase consumiéndose. Para mí, Roma fue la oportunidad de abrir los poros a este estímulo exterior. Lo más importante de este nuevo inicio fue no sólo expirar, sino también poder volver, al fin, a aspirar. HL: ¿Podrías describir de un modo más preciso qué ha cambiado en tu modo de trabajar tras este cambio de género? MW: Para los espacios interiores disponía de una estrategia especial. Tenía reglas según las cuales me comportaba. HL: ¿Cuáles eran estas reglas? MW: Con el tiempo, un pintor aprende cuáles son los medios que necesita para que funcione cada uno de los cuadros. En mi caso, se trataba ante todo de la estrategia de las citas, collages y muestreos. HL: ¿No pertenece también a esta estrategia la elección del material pictórico que copiabas en los interiores? MW: Sí, sin ninguna duda. La mayoría de las veces me basaba en modelos de fotográficos de revistas y catálogos de mobiliario de los años 50 y 60, en fotografías ricas en contraste que obedecen a una clara composición y, en este sentido, producen también una buena escenificación. A menudo se trataba de fotografías en blanco y negro, en las que encontraba situaciones espaciales muy precisas. Casi siempre me he basado en semejantes modelos fotográficos y he procurado, con un despliegue de materiales considerablemente grande, generar un sólido desarrollo del espacio. HL: ‹Despliegue de materiales› significa que los cuadros nacen pausadamente a partir de un lento proceso de sobrepintado … MW: Sí, es un permanente sobrepintar; en parte incorporaba en los cuadros viejos restos resecos de colores, de modo que con ello se consigue una superficie táctil que, por ejemplo, recuerda a una pared o a un suelo. Se me ocurrió que con esto puedo visualizar mis experiencias táctiles en el cuadro y transmitirlas al espectador. HL: Pero lo sorprendente es que tus interiores, a pesar de que te has basado en nítidas fotografías de los años 50 y 60, no son nítidos del mismo modo. A menudo se trata de cuadros muy complejos y llenos de detalles, que precisamente no permiten ‹ver a través›. Algunos espacios interiores están intercalados entre sí, otros se asemejan a una cámara de maravillas, donde los más variados objetos se encuentran inesperadamente uno encima de otro; las figuras humanas están fragmentadas o sólo se insinúan de manera fantasmal. Es necesario que se de un proceso de transformación en el que el material fotográfico de partidas sea deformado y vuelto a conformar. MW: En cualquier caso, aparté las fotos rápidamente. No tematizaba las fotografías, sólo eran un recurso; lo que yo tematizaba era algo completamente distinto: no me interesaba la imagen plana de la fotografía, sino que deseaba conseguir, con ayuda de las fotos, una profundidad espacial única. Los objetos o las figuras señalan más bien puntos espaciales y, en relación con estos, el espectador puede leer ‹delante› y ‹detrás›, o ‹cerca› y ‹lejos›. HL: Considero particularmente importante, la ornamentación, los motivos del papel pintado, los dibujos en las alfombras, las cortinas y los suelos. Son medios para hacer que una superficie surja de un modo particularmente exacto, y en la medida en que los espacios se componen de superficies, se puede decir que en base a las distintas formas de la ornamentación consigues aquella presencia espacial, que es tan característica de tus interiores. Pero esta es sólo la vertiente técnica de los cuadros. La otra vertiente se refiere a la pregunta de qué actitud vital asocias con los interiores. MW: Los interiores son sintéticos, no tienen demasiado que ver con el verdadero espacio real; más bien se trata de un concepto. Me entusiasmaba crear una presencia en el cuadro, que uno fuese capaz de percibir realmente de manera física. Por otro lado, los espacios interiores se han oscurecido por el excesivo sobrepintado, citas y muestreos; para mí los interiores se han convertido en cuadros velados. Y este velo sobre los cuadros ha empezado a molestarme. En este caso, mi actitud vital realmente ha cambiado. HL: No creo que tus últimos interiores irradien menos presencia espacial que los de hace dos, tres años, más bien al contrario. Pero posiblemente se ha agotado tu interés por los enseres pertenecientes al mobiliario de la generación de tus padres. MW: Los recuerdos de ningún modo están planteados de un modo positivo; en parte lo que he pintado son espacios claustrofóbicos y cerrados. Me ha llevado mucho tiempo que mi propio confinamiento afectivo fuera absorbido por estos espacios. También consistía en una evocación de emociones dolorosas … HL: ¿También en una rememoración de modelos de la infancia que entre tanto han dejado de ser inquietantes? MW: Ciertamente, las cosas ‹me importan menos› – en el sentido literal –. HL: Entonces tu deseo de salir a la naturaleza, probablemente, tiene también algo que ver con el hecho de que esta gran cantidad de recuerdos se ha agotado, ha sido desterrada al cuadro y, con el desasosiego, ha perdido también su fuerza de fascinación. MW: Sí, así lo creo. Pero considero un efecto positivo el hecho de que este tema se haya agotado. Los objetos del recuerdo, incluso si doy con ellos en catálogos antiguos, han perdido todo su significado para mí. Era un proceso enormemente emocionante ver cómo los primeros interiores surgían sigilosamente, me asombraba de mí mismo. Pero ya no reacciono ante ello con la misma pasión con la que lo hacía por aquel entonces. 32 33 HL: Como filósofo, naturalmente no sólo me interesa la pregunta de cómo funciona de manera inmanente el arte, sino también cómo se irradia en una cultura, qué superficies de contacto desarrolla para la sociedad. Siempre he percibido tus interiores como cuadros-tiempo, como una expresión de su época. El juego con retazos de realidad es, sin lugar a dudas, algo que ha marcado el sentido de la vida en las dos últimas décadas de un modo extremo; la imagen de la realidad se ha convertido en un producto de Photoshop. MW: ¿Pero qué se necesita para demostrarlo? ¿La pintura? HL: El arte agudiza la vista, guiándola en una dirección concreta. Cuando alguien puede disfrutar en el ordenador de una parte de la realidad manipulada, luego ya no se sorprende si vuelve a encontrar esta misma parte de la realidad en un cuadro. Pero aquello que, paradójicamente, transmiten tus interiores es una especie de certificación de la realidad de la simulación. Precisamente porque estos espacios interiores son tan reales e irradian semejante presencia espacial, el espectador tiene la sensación de que no sólo el material pictórico ha sido transformado, sino que la realidad en sí misma ha sido ‹muestreada›. La cantidad de trabajo acumulada en los cuadros y la textura táctil de las pinturas al óleo son ejemplos adicionales de esta certificación. Pero cuando uno se deja guiar por la observación de la naturaleza, se compromete a una lógica totalmente distinta. Es entonces cuando el contenido de los cuadros también debe ser distinto. MW: Exacto. Esta es precisamente la diferencia que he notado hoy en día. Este juego en apariencia libre con retazos de la realidad ahora ya no es posible. Digo «en apariencia libre» porque para mí la obser- vación de la naturaleza está conectada más bien a una obtención de la libertad. Hasta aquí estaría de acuerdo contigo en el hecho de que las estrategias que he seguido en los interiores pertenecían a una época determinada. HL: Yo creo que eran estrategias típicamente posmodernas … MW: Seguramente, a pesar de que nunca lo consideré cuando elaboraba los cuadros. En aquel entonces yo no podía adaptarme, y tampoco lo deseaba, pero hoy en día lo vería de igual modo. Precisamente en la práctica de la diferencia entre interior y paisaje, entre espacios interiores y espacios exteriores, veo con claridad cómo he recurrido a estas estrategias. Los espacios interiores eran una especie de recipiente que llené de objetos y a estos objetos se pegaron los distintos significados que había recopilado. HL: Gracias a los distintos recursos de significados, así como a los objetos de distintos estratos culturales, los estilos también se han mezclado: hay momentos gestuales, fotorrealismo, colores utilizados como en la pintura expresionista, espacialidad naturalista, la bidimensionalidad de la abstracción geométrica, y este pluralismo de estilos es una de las más destacadas características del arte posmoderno. ¿Significa esto que quieres decir adiós a esta estética? MW: No sé adónde me va a llevar mi trabajo. La egocéntrica pintura en el taller conduce a una especie de estado de coma, uno no está verdaderamente presente. El trabajo sobre el objeto, con un modelo o en la naturaleza, implica un mayor estado de alerta, una presencia inmediata. HL: Uno podría encontrar aquí una línea de conexión, desde tu sensación de que has cambiado tu actitud vital hasta tu decisión de que deseas cambiar tu estilo pictórico: para ello, para una experiencia directa y no simulada de la realidad es necesario concentrarse en la pintura que observa. Parece evidente que estás más interesado en la inmediatez que en la mediación. MW: Esa es la dirección en la que me muevo. HL: ¿Crees que esto es una cuestión puramente personal? Me interesa especialmente volver a la cuestión sobre si tu cambio personal de paradigmas tiene algo que ver con un cambio de conciencia cultural. MW: Para empezar determiné lo siguiente: «para mí es bueno, se trata de un paso que debo dar, por ahora seguiré trabajando en este sentido, y no me hago más preguntas». HL: Debería ser casi suficiente salir a la naturaleza y tomar apuntes en el bloc de dibujo al aire libre o poner el caballete en el prado. Muy probablemente de ello sólo saldrá una pintura muy convencional. ¿No es un juego arriesgado romper con las estrategias posmodernas que tan bien te han funcionado durante tanto tiempo? MW: Ya me he preguntado qué pasará con mi trabajo en el momento en el que sacrifique estas estrategias. Ahora me siento como si estuviera en un intervalo y me encontrara con dos puertas: una de ellas está medio abierta y la otra, medio cerrada. HL: Para empezar se puede decir que existen continuidades entre ambos grupos de obras. Aquello que has tomado prestado de los interiores es el recurso definitivo para generar una presencia espacial, el ornamento. En tus dibujos imaginas una gran cantidad de ornamentos naturales, compuestos de plantas, árboles y setos. Aquí se desarrolla un lenguaje pictórico sumamente analítico. La naturaleza se descompone en sus elementos visuales y, a continuación, vuelve a componerse a partir de estas unidades elementales. En oposición a esto, tus interiores son más bien cuadros sintéticos en los que no existe ninguna unidad pictórica elemental, sino que en ellos cada detalle está integrado en el espacio interior por medio de la técnica del sobrepintado. Un segundo punto es que los primeros cuadros de jardines de gran formato se componen de imágenes individuales en las que hay un espacio intermedio y que, en parte, están provistas de distintas perspectivas para el espectador. En un cuadro, observas un arbusto desde muy cerca, en otro este arbusto atrae la mirada desde la distancia. Así, se originan múltiples perspectivas de un espacio natural, integrándose luego en un conjunto. Aquí, como con el ornamento, tiene que ver también con un modo de trabajo analítico, donde el conjunto se descompone en sus partes y se reagrupa. Se trata de una percepción activa pero vinculada a la realidad, lo que, dicho sea de paso, concordaría con tu interés por enfrentarte a los fenómenos visibles con una mayor atención y sensibilidad. Pero posiblemente estas dos técnicas pictóricas tampoco son suficientes para generar en los espacios naturales un exceso estético externo comparable al de los interiores, en los que al menos ha cristalizado algo parecido a nuestra percepción posmoderna del mundo. MW: Soy totalmente consciente de ello y creo también que se trata de un proceso a largo plazo que acaba de empezar. Para esta búsqueda, he decidido darme todo el tiempo que sea necesario. En primer lugar, esto implica el hecho de encontrar un camino con el que pueda apropiarme del género de la pintura de paisajes con la misma intensidad y sensatez con las que lo hice con el género de interiores. Me pregunto qué clase 34 35 de pintura es necesaria para pintar espacios naturales y qué nos dicen estos espacios naturales cuando se pintan hoy en día. HL: ¿Qué peligros y obstáculos cabe esperar de este viaje al aire libre? MW: El peligro consiste en que uno acabe derivando hacia lo kitsch o se acerque a estilos históricos determinados, que imite a los modernos clásicos y que se mueva sin ser visto hacia estilos históricos como, por ejemplo, los paisajes de Cézanne. Lo importante es que también en los jardines y paisajes estoy encontrando mi propio vocabulario. Por el momento, lo hago experimentando con los dibujos y después intentando trasladar estos resultados a la pintura. Siempre he sido consciente de que debo empezar con una observación escrupulosa y sólo después puedo avanzar hacia una dirección propia. Por este motivo, también entiendo los dibujos como un estudio o como el primer examen analítico que me llevará a dar otros pasos. HL: Básicamente, veo dos posibilidades para manejar la pintura de paisajes con las dificultades propias de ello. O bien uno encuentra, en efecto, un lenguaje formal propio, lo que por cierto debería resultar extremadamente difícil en este género. No sólo porque ya se ha tocado todo, desde el paisaje fotorrealista hasta el abstracto, sino también porque los paisajes tienen un índice temporal mucho más frágil que, por ejemplo, los interiores. Cuando uno desea dejarse guiar por la observación, no puede simplemente copiar cualquier cuadro con objetos recargados de significados históricos y combinarlos en el lienzo con mucha fantasía. Esto llevaría la contraria a tu enfoque sobre el hecho de empezar con la observación. Pero tal y como se ha dicho, la búsqueda de ornamentos naturales y la descomposición en los cuadros son, para mí, prometedores enfoques para encontrar un auténtico lenguaje pictórico. El otro camino sería que uno ubique los cuadros que ha pintado de un modo más o menos convencional en un contexto determinado. Uno define, por así decirlo, el marco en el que deben desarrollarse las pinturas y con ello se inmuniza, como artista, contra las convencionales muestras de recepción que se adhieren al género. MW: Sí, existen distintas posibilidades. Puedo buscar la solución solamente en el lienzo, pero también reflexiono sobre cómo integro las imágenes en los escenarios en los que trabajo en paralelo. Porque las imágenes ya no se identifican con los cuadros, ya no son una ventana al mundo, sino que se han convertido por sí mismas en un objeto en el espacio. HL: Este sería el segundo mejor camino … MW: El mejor camino para un pintor es, naturalmente, tener una idea y reinventar el género. La gente busca la justificación inmanente para sus cuadros. HL: ¿La gente aún necesita en realidad una protección de este tipo? ¿No hace tiempo que el mercado del arte, con sus precios, ya no hace caso de todas las consideraciones sobre contenido, críticas y autocríticas? MW: Me doy cuenta de que necesito una legitimación y que no puedo ser solamente un pintor de paisajes, sino que debo, de algún modo, pasar a algo en concreto. A fin de cuentas, sólo puedo descubrirlo a través de la experimentación, contemplando aquello que se origina en el lienzo, aquello que me convence. Uno sólo puede sorprender al espectador experimentado con algo nuevo; es entonces cuando llega el momento en el que estás seguro de ti mismo. Uno debe encontrar un lenguaje pictórico para el que no haya todavía conceptos, que no se pueda clasificar. El cuadro debe generar espacios libres. HL: Pero aún nadie ha contestado a la pregunta de con qué fin deben ser generados estos espacios libres. La respuesta habitual de que el cuadro debe estimular la libre fantasía de su espectador me parece demasiado simple. MW: En mis cuadros también busco, sin duda, un compromiso no subjetivo que no sé cómo llamar; se trata, mejor dicho, de una sensación de la que me fío, de una sensación de que el cuadro se ha logrado en el sentido de que no sólo es importante para mí. Lo que puedo decir con toda seguridad es que existe un interés de fondo en los interiores, que también se ha mantenido en los cuadros de paisajes: el interés por la relación entre el objeto y el espacio. Esta conexión entre ambos grupos de obras sigue ahí. HL: ¡Pero ahora interpretas esta relación de un modo completamente distinto! MW: Sí, intento equilibrar de nuevo la relación entre el objeto y el espacio. HL: En este punto entra en juego un enfoque general, porque nuestra relación entre el espacio y el objeto pertenece a aquellos esquemas básicos de nuestra experiencia de apropiación del mundo, con los que actuamos colectivamente en el mundo. Los interiores personifican para mí una manera pintada de ver el mundo, en los que se articula de forma muy concentrada un autorretrato cultural completamente explícito … MW: ¡¿Crees que esta perspectiva se ha agotado?! HL: Sí. Las sociedades occidentales se ven de pronto expuestas a una enorme presión de la realidad, de modo que cada vez es menos convincente describirlas como hasta ahora, como una sociedad posmoderna en la que ‹todo vale›. Hoy en día, la gente busca una relación con la realidad que construye, pero no es contingente. Por esta razón, para mí es muy interesante ver cómo los artistas proceden a un cambio de estilo en su propia obra en paralelo a estos procesos de transformación social. Es muy posible que tu personal hastío por un determinado modo y manera de pintar también tenga algo que ver con el cambiante clima social y con esa atmósfera de malestar en la cultura a la que estás expuesto y ante la que reaccionas. MW: Bueno, ya veremos. Hof III 2004 Óleo sobre lienzo / Oil on canvas 50 × 85 cm Der Weg 2008 Óleo sobre lienzo / Oil on canvas 180 × 280 cm (12 partes / parts, 60 × 70 cm c.u / each) o. T. 2008 Linografía / Linocut 46 × 49,8 cm o. T. 2008 Linografía / Linocut 46 × 49,8 cm o. T. 2007 Linografía / Linocut 45 × 50 cm Sammlung 2007 Linografía / Linocut 45 × 55 cm o. T. 2007 Madera / Wood 230 × 350 × 120 cm Zwölf Blicke 2008 Óleo sobre lienzo / Oil on canvas 120 × 200 cm (12 partes / parts, 40 × 50 cm c.u / each) Traducción / Translation / Übersetzung Foreword Francisco de la Torre Prados Mayor of Málaga It is an honour that Matthias Weischer has chosen the city of Málaga to exhibit his work in Spain for the first time for which all of the citizens of Málaga can thank the Contemporary Art Centre of Málaga. This represents another step towards the goal of becoming European Capital of Culture in 2016, to which all of the people of Málaga aspire in solidarity. It is a benefit for the city that artists with the most worldwide exposure and in full ascent in their careers choose Málaga as the gateway for showing their art in Spain. Thus we have the opportunity to see the world through the inner spaces that characterise the paintings of one of the most important and, without a doubt, the most sought-after young European painter. As we are also able to participate in his ongoing research into spatiality in which objects are used as mere reference points. Matthias Weischer, considered as one of the most representative painters of the New Leipzig School and the favoured, outstanding protégé of David Hockney, brings his first solo exhibition in Spain to Málaga after having spent a year at the Villa Massimo in Rome. I would like to take this opportunity to invite the people of Málaga and visitors to the city to explore CAC Málaga’s new and exceptional offering as well as to thank Berlin and Leipzig’s Galerie EIGEN + ART for their generosity and support, and especially Matthias Weischer for his commitment to painting and to our city’s artistic vision Interior Landscape, Fernando Francés Director of CAC Málaga It is a great source of satisfaction that the CAC Málaga, Contemporary Art Centre of Málaga, is presenting the first solo exhibition of Matthias Weischer’s work in Spain. Weischer is one of the leading representatives of the New School of Leipzig and among the most celebrated names in the renewal of German and European contemporary painting. Weischer’s name should be associated with an impressive roll call of painters that also includes Gerhard Richter, Daniel Richter, Neo Rauch, Jason Martin, Juan Uslé, Peter Zimmermann, Yoshitomo Nara, Raymond Pettibon, Julian Opie, Kara Walker and Miquel Barceló, through whose work the CAC Málaga aims to analyse and highlight developments in current painting. In addition, the exhibition reflects the intention on the part of the City Council of Málaga to maintain an ongoing programme of contemporary art exhibitions of international standing with the aim of achieving the status of European City of Culture in 2016. “In the Space Between”, the title of this exhibition of Matthias Weischer at the CAC Málaga, can be considered a ‘world premiere’, to use a term from the world of opera and theatre. Gardens and landscapes that have not previously been exhibited and which are the direct result of the evolution of the artist’s most recent work are presented in a dialogue with his typical interiors that have brought him international prestige and reputation. The idea of a room with a view introduces us to the two principal concepts on which this artist has focused in recent years. First, the studying of interior space as a creative experience and as a reconsidering of painting itself; second and more recent in Weischer’s latest work, the exterior as a way of seeing the interior landscape: seeing ourselves from the inside both spatially and personally. Such preoccupations allow us to see ourselves through painting and consequently find directions that lead to the renewal of this medium. Finally I thank all those who have made this exhibition possible – for their enthusiastic collaboration on its realisation, especially Gerd Harry Lybke, director of the EIGEN + ART gallery in Leipzig and Berlin for his total support, and of course, Matthias Weischer whose commitment to this project has been more than generous. characterised by parameters that are completely different to those of previous art and by a quest for as yet unexplored values in painting. ‘Young’, ‘new’, and ‘miracle’: in fact, nothing is the quite like this, nor does it go as fast, nor is it a question of ‘the same thing all over again’. This has been the context for the emerging of numerous interesting and innovative ideas and approaches, among which a notable one is the highly distinctive work of the painter Matthias Weischer (born in Elte, Westphalia, 1973), who is undoubtedly one of the leading representatives of the so-called New Leipzig School. Data of this type is certainly valuable and should enable us to position the artist in our attempt to write about his work. He is clearly young, without doubt a major artist and obviously German. But why of the “New School”? From the mid-1950 s onwards the art created in the former East Germany focused around four different centres: Berlin, Leipzig, Dresden and Halle. Due to the historical situation there was inevitably an ‘official’ and a ‘non-official’ art. The fact that both focused on the same subjects, albeit from different perspectives was interesting: “enclosure and longing, the friend-enemy dichotomy, conformity and individuality, utopia and its faiure…”,1 largely expressed through figurative painting, drawing, collage and photography. Located midway between the doctrines of Formalism and Socialist Realism, each individual, group or school aimed to formulate its own starting-point from which to propose new artistic directions. In the 1960s the leading members of the School of Berlin produced Cézannetype paintings in an attempt to appropriate European traditions and update them for their own ends. “Ein Feierabend in Wilthen” [After Work in Wilthen] of 1965 by H. Metzkes, is a particularly revealing example. At the same date, the ‘Blaues Matthias Weischer Wunder Dresden’ [Blue Dresden Miracle] group led by artists such as Strawalde Versus spatial acts, and A. R. Penck deployed an abstract Ana Umbría pictorial language in order to depict the parallels and polarities between East and While the international art scene ended West during the Cold War period. “Weltits particular and vertiginous 20th century bild II – Großes Weltbild” [World Vision II – immersed in the heated debates that Large World Vision] of 1965 by Penck is arose from the shock-provoking exhibia good example of the position that the tions “Freeze” and “Sensations”, which group adopted. However, the Leipzig focused on the so-called Young British School represented the counterpoint to Artists, its seems to state the obvious, to the other trends from which artists such as say that the 21st century, has begun under Werner Tübcke reconsidered the causes the guiding vision of New German Art. and implications of the war for life and art This ‘miracle’ of new German painting is in Germany in a critical light and without 54 55 abandoning Socialist Realism. Uninterested in modern art, Tübcke was inspired by the Renaissance and Mannerism, using strident colours and the motif of the puppet to depict a moment of history, crammed to bursting with grotesque elements and which was starting to be too long, as reflected in his painting “Lebenserinnerungen des Dr. Schulze III” [Memoirs of Dr. Schulz III] of 1965. This is undoubtedly the origin of this other, now ‘New’ Leipzig School with which Weischer is constantly associated although the sources of his origins are much wider and more complex. In the second half of the 1970s and as a logical consequence of Neo-Constructivist, Minimalist and Conceptualist practices, America and Europe embarked on a period of reflection on the global phenomenon of art. The supports used in art had become so objectified that the pictorial surface had been excluded from having any representative function. There were debates on space in representation and the value of the figurative plane among other issues specific to painting, and it was concluded that it was essential to return to a type of painting that once again made objects and events visible, without the use of metaphors or excessively intellectual, conceptual formulas. The reaction in Germany was led by the Neo-Expressionist painters known as the “Neue Wilde” and by the particular and much more personal and individual interests that motivated artists such as G. Richter, Polke, Kiefer and others, and which would come to locate German art at the highest level on the international art scene. In the early 1980s the production of genuine painting continued to be the driving motivation in Germany, and artists such as Oehlen, Fetting, Kippenberger and others continued to attract the international art world’s attention. 1989, however, saw a cultural, social and political event of the greatest magnitude and significance for Germany and the world: the fall of the Berlin Wall and the consequent start of a period of reunification of the two Germanys. Matthias Weischer was 16 and if I think of Alex, the young hero of the film “Goodbye Lenin”,2 I might gain some idea of the hundreds of surprising images that must have impressed his sensitive young eyes. As a result of these events, Berlin became a melting pot of converging situations. Cultural institutions urgently faced up to East Germany’s huge and deteriorating cultural patrimony and the issue of how to integrate it into the wider contemporary scene. German photography of the day, represented by Andreas Gursky, Thomas Ruff and Candida Höfer, started to be of more interest than German painting. Even so, not just Berlin but Hamburg, Frankfurt, Dresden and Leipzig also became active centres of the new painting. Such was the liveliness of this new cultural scene that in 1999 the Kunstmuseum Wolfsburg organised the exhibition “German Open” in which a large number of paintings were included in addition to photography, installations and videos. This period saw the starting interest in the work of other creative figures who focused on painting such as Meese, Ackermann, Eder, D. Richter and Neo Rauch. In Leipzig the situation with regard to painting was quite special. Prior to the fall of the Wall, the staff at the Academy included painters such as Arno Rink and Bernhard Heisig who were contemporaries of Tübcke and who, like him, had been trained in Socialist Realism. When they tackled the issue of restructuring the Academy, Heisig and Rink succeeded in imposing their old model, maintaining the painting workshops rather than transforming Leipzig into a new media laboratory. Within this context Neo Rauch was a pupil of Heisig and later an assistant of Rink. He was followed at the Leipzig Academy by a new generation of students including Christoph Ruckhäberle, David Schnell and Matthias Weischer who came there to learn the techniques of painting. In 2002 Matthias Weischer and his fellow students at the Academy moved from Leipzig to Berlin to found the LIGA, a sort of gallery in which they exhibited their own work. A year later, the Kunstmuseum Wolfsburg again held an exhibition that focused on new trends in German painting. Entitled “Painting Pictures”, it consisted of the work of these new artists. In 2004 and coinciding with the international “The Armory Show” in New York, the association of German galleries (BVDG) organised the exhibition “Young German Art” in which the same artists were exhibited, consolidating this new return to painting. This trend had subsequently spread to other countries such as Austria, Poland, United Kingdom, the US, France and even Spain, where all trends tend to arrive slightly late. All these artists, as we have noted, did not emerge from nothing or by chance. It could be said that most of them belonged to a single generation because they defined their styles at the same moment in time. They shared a new artistic atmosphere but were independent of other European figurative moments and in addition each of them created a distinctive, individual pictorial universe which they explored with a certain degree of independence. This is the context in which we should look at Matthias Weischer’s art, what it consists of and what it implies and contributes. In just under ten years he has painted more than 200 paintings as well as producing drawings, prints and even a large mural. This considerable oeuvre is distinguished by one principal sign of identity: an ongoing and coherent fidelity to his main conceptual interest, which consists of marking out the different ambits of nature and the significance and meaning of painting. Weischer understands painting as the system or medium in which the act of representation has historically taken place. His works looks for the value of painting per se with the aim of finding an answer to problems first set out in the 1970s, such as ‘space in representation’ and ‘the value of the figurative plane’. These conceptual issues have resulted in numerous paintings in which the artist’s search is evident, as is the fact that the solutions remain open and that they have not been found in most cases. Numerous artists continue to be lost among objects or, worse still, between homogenised images of these images, converted into the support for any cultural content and offered as messages for rapid assimilation. In this scenario in decline the need to bring space – all space – alive seems obvious. To say this is to uphold the essential task of returning to reconsider the morphological keys of painting. For Weischer this is fundamental: to re-empower the concept of painting and thus allow for “a new way of harmonising the relationship between object and space”.3 To develop this thesis he has proceeded along two key axes: – Contemporary man and his experience of reality, which he creates on a daily basis but does not inhabit: the experience of his environment and his house. The underlying idea is that of the permanent movement towards another place as a condition of modern man. This pilgrimage has little to do with the concept of emigration, as the first is voluntary and the second involuntary, from the ‘uninhabited’ to the ‘empty’ with the latter understood as an essentially articulating element of space. – Painting’s epic journey as opposed isolated, deserted public parks (“o. T.” to its representational ability. Thus, paint- and “o. T.” (“Skulptur”) of 2000) are all ing presents itself as the only area from ongoing reflections of this feeling. This where to proclaim the transformational interest not only focuses on the typology capacity of art that goes beyond any of suburban buildings, which also interdecorative or market-oriented aspect. ested Ruff, but on new construction mateThis option aims to create a mapping rials. The body of works creates a disquiof the imagination which, while departing eting atmosphere of transitory finality. from elements of the human such as raThey are spaces that reflect feelings of tionality, imagination and memory, always loneliness and sensations of emptiness: allows for a return to painting. It can also places of circulation but not of meaning. be understood as the creation of an onThere is also another journey to be going process whose goal is to progress found in Weischer’s gaze, this time an inin a systematic manner with regard to the terior one towards painting and its history. above-mentioned concepts along a path This approach reveals a pessimistic attithat leads from the real to the artificial, tude towards art history, which has lost abstract, natural and intellectual. In other its references and exhausted its symbols. words, a type of painting that travels It thus requires renewing and a curative along a truly epic journey. process, as evident in “Vogel” [Bird] When looking at Weischer’s work it is of 1999, a re-thinking of Klee’s “Angelus possible to see different levels and states Novus”, and “Dampfende Giraffe” of representation. The first of these is that [Smoking Giraffe] of 2000, which is a reepic type of painting that could be interthinking of Dalí’s icon of western visual preted as a poetic journey in three acts. culture, “Giraffe in Flames”, saved from the bonfire for the new painting. I. Prelude. Matthias “The Traveller” This approach positions the viewer (1998 – 2001) before new concepts of the real, which The artist’s first position is to reconshould not be understood as a mere consider “all questions on the nature of reglomeration of objects and situations ality… One way of knowing the facts is to but rather as a process in which man is contemplate them as if we had never continually the maker but also the product seen them before”.4 and the consequence. Underlying this position is a need for In this first act Weischer demonstrates distancing in real space, for knowing that it is possible to represent spaces in exterior reality, for moving away from the which nothing happens and which only city in an attempt to make contact with acquire sense through visibility. In other what is outside, which paradoxically words, what one sees is a sign whose seems ever more inaccessible. meaning is established through the act of Weischer’s attitude is comparable painting and is truly completed and underin intent and results to that of Edward stood through the act of looking. Thus, Hopper. The car journey (“Autos”, 1998/99) and only in this sense, it can be deduced makes the desired encounters possible. that space is intrinsic to its own visibility In addition, it involves an everyday space and that this is absolutely necessary for and one in movement but also an apparits constitution, just as painting can only ently inconsequential action that faciliconstitute itself in a transitive manner in tates a transitive perception of an immeits own process of creation. diate reality when in motion, and another reflective, somnolent one when not. Other II. Interlude: Matthias “The similar elements that demand his attenCartographer” (2001 – 2007). tion are petrol stations, those functional, A second phase in the artist’s evolution simple and silent constructions in the has been that of turning back towards the middle of nowhere (“o. T.” (“Tankstelle”), interior and from there, re-using space 1998); the impersonal towers of apartso that the new painting can reaffirm itself ment blocks under construction (various through new codes. “For the ordinary works from 1999 and “Afrikanisches man, the interior represents the universe. Haus” and “Bulgarisches Haus”, 2001); It brings together distance and the past. modular blocks that are always thought- His living room is an orchestra stalls in the provoking for their colour, prefabricated world’s theatre”.5 houses and their structures (starting with In the present day the domestic experithe untitled paintings of 1999 and continence is defined from the viewpoint of a uing with “Das Gerippe” and “Häuschen residual reality of lost opportunities. This I, II, III, IV” of 2000); and sculptures in domestic space, which is mostly uninhab- ited, has been transformed by Weischer into the space of the new painting that looks for the man to inhabit and cultivate it. This position requires an effort on the part of the viewer, as the experience that presents itself is extremely intense as it is born from the truth that everyone normally tries to avoid. To clean and to remove the time from the space in which man has disappeared is the best way to generate a new pictorial space-time. One part of the present exhibition features works that are the result of this process of observation and experimentation. These are Matthias Weischer’s ‘interiors’, undoubtedly his best-known group of works and the one that has positioned him at the centre of European painting today. Various postmodern theses have been associated with these paintings and it is important to clarify them as they are normally applied to other genres of art but rarely to painting. Leo Steiner was one of the first theoreticians to use the term ‘postmodernism’ in reference to the contemporary visual arts.6 For Steiner, Robert Rauschenberg’s photographic collages opened up the possibility of a totally new type of pictorial surface and one that allowed for the presence on a single plane of cultural objects that had previously been incompatible (scenes of bathers and war scenes, combined with reproductions of works by Rembrandt or Velázquez or any other artist). Steiner called these works the triumph of the images and saw them as the result of the replacement of nature by culture as a theme in art. This change necessitated a re-thinking of the status of the picture surface as a figurative plane on which scenes are presented, and as an abstract representational plane where a series of elements organise themselves in response to formal or chromatic relationships. Rauschenberg’s works offer a completely original conception of surface, as his images do not need specific receptacles that describe them or give them coherence in relation to external forms. Weischer succeeds in making this tendency also work for painting. The idea is certainly not a new one, and we have the examples of Picasso, Duchamp, Surrealism and Pop Art, resulting from their enormous ability to appropriate the artistic legacies of the past. Nonetheless, its new and unique aspect lies in the focus of attention on the space. Weischer recreates a neutral surface in which any type of everyday, mathematical, historical or other type of event 56 57 can appear, but only as images. The artist describes this experience as theatrical design in order to pursue his overall study of the possibilities of space within it. The primary device that Weischer uses is the fragmentation of the domestic space. This is to be found in numerous paintings such as “Der Empfang” [Reception] of 2002, “Garderobe” [Cloakroom] of 2002, “Billardzimmer” [Billiards Room] of 2002, “Dusche” [Shower] of 2003, “Bad” [Bath] of 2003 and “Hof III, IV” [Courtyard] of 2004, among others. On occasions, however, it refers to an object within the painting such as “Spiegel” [Mirror] of 2005 or “Paneele” [Panels] of 2006/ 2008, with the result that nothing can be perceived as an organic whole as they are only pure artifices and thus a trick on the part of the painter. This process also ideally involves an intelligent manipulation of the inventory of details so that these details present themselves as ornaments or vestiges of a mislaid group of theatrical props: books, pipes, flower vases, glasses, bottles, lamps, curtains, screens, mirrors, pictures, various fruit bowls and the occasional classical bust of the type to be found in the most academic academy, honorifically displaced but perfectly inserted into a two-dimensional plane. The result is the creation of a complex concept of spatial interpretation that lies precisely in the multiplication of the multiplication of the very pictorial space. Another repeated element in Weischer’s work refers to an obsessive but none the less real recurrence. The painter has become determined to work on the properties of the evident twodimensionality of the pictorial plane. Every element has been dismantled and reconstructed on the basis of these properties. On other occasions we find pencil annotations that remind us that we will encounter nothing but the image of the object to which the annotations refer and which has nothing more than a random location within the painting. In fact, the mere reference makes the presence of the image of the object unnecessary. These settings are progressively reduced, simplified and emptied in order to definitively mark out any limit between fiction and reality. What we witness is not, in any case, an experiment. Each canvas is part of a complex and exquisite intellectual construction of a reflexive imagination that triggers off in each painting a different quest for spatial, pictorial terrains that are infrequently explored or simply unknown. 3 “In the Space Between. A conversaIn this second scenario Weischer has tion between Matthias Weischer and succeeded in ensuring that the images Harry Lehmann”, 2008 liberate themselves from external forms 4 Davenport Guy. “Objetos sobre una and that they only relate to other images mesa.” Turner, FCE, Madrid. 2002 or representations and thus do not need 5 Benjamín, Walter. “Poesía y capitalto adapt themselves to the conditions ismo. Iluminaciones II.” Ed Taurus, that authorise them a space, as in “Käfig” Madrid, 1972 [Cage] of 2006 or in “Kartenhaus” [House 6 Steiner, Leo. “Other Criteria”, New of cards] also of 2006. To be precise, York, 1972 the intercommunicating relationships between the images in representation, namely allusion, proximity, etc., have changed In the Space Between. the way that the figurative message is constructed. This no longer needs to con- A conversation between struct itself around the spatial-temporal Matthias Weischer and Harry axis as the space and what happens in it has become the same thing, while the pic- Lehmann torial surface has transformed itself into HL: When we last met about a year a chamber of emptiness in which everyago at the Villa Massimo in Rome, you thing has been frozen (“Hof III” [Courtwere going through a period of upheaval yard III] of 2004). and wanted to switch genres. Up to that point, you had mainly dealt with interiors, III. Instantaneous ending. Matthias and now you wanted to go into the coun“The Gardener” (2007/2008) Space itself has gradually revealed its tryside and paint in the nature. Was that in effect a big break for you when you vital need for emptiness. The key to the representation lies in spatial analysis with take a look back? MW: The break had in fact already the aim of finding absence, which is something like the act of voiding without being happened back in Leipzig, when I had come to the decision that I wanted to empty. This process consists of clearing the stage of objects so that the light occu- work in a different way. In Rome, luckily, I immediately had the opportunity to look pies the void. And not as emotion but as for a new subject. vision. HL: At first the new subjects were the This process involves a minimalist inRoman parks and gardens, but precisely tent imbued with tension and above all with perception. The surfaces have once what form did this decision you came to in Leipzig take? again become transparent or have even MW: It was a decision to work in a disappeared, encouraging continuity befundamentally different way, one that I tween interior and exterior, a truly subtle had had in mind for some time. and ambiguous transformation worthy HL: But in Leipzig no landscape paintof Vermeer. In addition, the pictorial space ings had come about yet … has entered into a process of perpetual MW: There were first steps in this ditransformation, always different and rection, insofar as I had set up spatial always the same, like a living garden that grows in order to invade the stage (“Wald- situations with settings I built myself. At that time I hadn’t yet left my studio, but I bühne” [Forest Stage] of 2007). When one returns to the natural space had set a space up for myself that stimueverything becomes enveloped in a som- lated me to work directly. With this sort of still life I wanted to make myself a duplibre, autumnal atmosphere but one concate that I could throw myself into. trolled and measured by a mathematical HL: So it was a decision in favour of degree of light; ideal for a melancholic direct contact with the phenomenon withbut rationally optimistic character. Tranout taking the roundabout way of using quil on the one hand, observing and listening to the sounds of the garden, like photographic images. But is this difference between the object and its image so the world’s tuning fork, the painter once strongly noticeable in the way you work? again returns to re-ordering painting. MW: Perhaps not necessarily, but for 1 Schaschke, Bettina.“El arte es lo que me the step entails that I practically have to start from the beginning. Incidentally, surge a pesar de todo.” Humboldt I had this insight very quickly; I knew 140, Goethe-Institut, 2004 2 “Goodbye Lenin!” (2002), a film writ- straight away that this would be the hard ten and directed by Wolfgang Becker way and that I had to start with precise observation. The new point of departure directly perceived while painting, and in doing so I sometimes felt like I was back in a basic course. HL: Had you never looked for or missed this direct contact with reality in all the years that came before? MW: I had a longing to paint directly in nature and thus to attain a different quality of life. I experienced going into the countryside as a release. I had always asked myself, “When can I do that? Do I have to wait until I’m seventy to be able to have the nerve to take this freedom for myself, or can I already begin to do it now?” The decision I made, in fact, was that I said to myself, “Ok, I’m going to begin this now.” HL: What fears, taboos or resistance had held you back from it? Was it always the case that you wanted to paint landscapes, or were there phases, particularly when you were working with interiors, that this wasn’t even an issue? Weren’t you simply interested in something else the last few years? MW: Actually, I began as an observant painter; I have always drawn and dealt with a given reality. Throughout my entire course of studies, until 2000, I mostly drew outside in summer. A lot of pictures of single-family homes on the outskirts of Leipzig came out of this period, but I also made a whole series of drawings on the subject. The throwing-oneself-out-intothe-reality-of-physical-objects was something I had already made very much my own. HL: Then what brought you to this first switch to the genre of interiors, to these interior spaces filled with physical objects and stories? Did you feel a reversed discomfort about painting outdoors at that time? MW: Painting interiors was simultaneously linked to retreating to the studio, with shutting myself off from the outside world, with internalising and concentrating on the canvas. It was at this point that I reached a much stronger degree of dialogue with the painting than before, and I made a pictorial space out of myself. I was fascinated by that for a long time, and above all I had the “I have really found something new and my own” feeling for the first time; I had a subject that confronted me with a great technical challenge. With the interiors I was sure that I had found my voice. HL: But that poses the original question all the more: Why switch back again after six, seven years? What reasons did you have for turning away from the inte- riors? Has the subject matter of the interior spaces been exhausted for you? MW: At present, yes. The work I did over the last few years mainly referred back to itself and fed off of memories, so I was barely able to take in any new impressions during this time. It was a fairly one-sided flow of energy that runs the risk of draining you out. Rome was the chance for me to open my pores to outside stimuli. The important thing for me with this new beginning was to not only always breathing out but to finally be able to breathe in again. HL: Could you describe in more detail what changed in your way of working after this change in genre? MW: For the interior spaces I had laid out a special strategy for myself. There were rules that I held myself to. HL: What did these rules look like? MW: You learn as a painter over time which media you need to make your own paintings work. For me it’s mainly about the strategy of invoking, making collages and sampling. HL: Wasn’t the selection of graphical materials that you copied into the interiors a part of the strategy as well? MW: Yes, naturally. I usually started with patterns from magazines and furniture catalogues from the 50s and 60s, with photos that were rich in contrast, which followed a clear composition and in this sense also have a very staged effect. These were often black and white photographs in which a spatial situation becomes especially striking. It was mostly from photos like these that I began, and then I tried to produce intense room atmospheres using quite a bit of paint. HL: ‘Quite a bit of paint’ meaning that the paintings go through a lengthy process of being painted over … MW: Yes, constant repainting; sometimes I also worked old bits of dried paint into the paintings to get a tactile finish evocative of, for example, a wall or a floor. For me it was about visualizing my experience of touch in the painting and being able to transmit it to the observer. HL: But what stands out is that although you began from these clearly composed photographs from the 50s and 60s, your interiors are not at all clear in this way. The paintings are often complex and full of detail, pictures that don’t quite let you see through them. Some of the interior spaces fold in on themselves; some resemble a cabinet of curiosities where the most sundry of objects come together unexpectedly – human figures remain fragments or are only dimly suggested. So there must have still been a transformation process by which the photographs you started with are warped and reshaped. MW: By all means. The photos were very quickly put aside. The photographs were only a resource and not my theme; my theme was really something different. I wasn’t interested in the flat photographic image but instead wanted to recapture a particular spatial depth with the help of the photos. The objects or figures only mark points in space, with reference to ‘in front of’ and ‘behind’, respectively. ‘Proximity’ and ‘Distance’ become apparent for the observer. HL: I also find the ornamentation – the wallpaper patterns, the patterns on the rugs, curtains and floors – especially significant. These are ways of making a surface appear particularly striking, and insofar as spaces are made up of surfaces, one could say that you attain that presence of the space which is so characteristic of your interiors through the different forms of ornamentation. But this is of course only one aspect, the technical side of the paintings. The other aspect pertains to the question of what awareness of life you associate your interiors with. MW: The interiors are synthetic and don’t have much to do with reality; they are more of a construct. I was enthusiastic about creating a presence in the picture that can really be physically felt. On the other hand, the interior spaces also became obscured through the excessive repainting, invoking and sampling; the interiors became clouded images for me. This fog over the paintings began to bother me. It was at this point that my awareness of life really changed. HL: I don’t feel like your last interiors emanate less presence of the space than those from two or three years, rather the opposite. But possibly your interest in fixtures, all of them furnishings from your parents’ generation, became exhausted. MW: My memories of this are by no means only positively cast; to some extent what I painted are claustrophobic and stuffy spaces. It took me a long time to capture my own emotional imprisonment in these spaces. For all intents and purposes I was also evoking painful feelings … HL: So it was a realisation of childhood patterns that in the meantime are no longer disconcerting? MW: The things definitely ‘touch me less now’ – in the literal sense. 58 59 HL: Then your desire to go out into nature perhaps has something to do with this mass of memories having been used up; banished in your paintings, it has lost its power both to disturb and to fascinate you? MW: Yes, that’s what I think. But I see it as a positive thing that this subject matter has spent itself. The objects of my memories, even when I come across them in old catalogues, have lost their significance. It was an eerily exciting process when the first interiors came into being on the sly and astonished even me. But I don’t react to them as emotionally anymore. HL: As a philosopher, I’m naturally interested not just in the question of how art intrinsically functions, but rather also how it is sent out into a culture, what contact patterns it shapes in society. I have always seen your interiors as period paintings, as expressions of their time. Playing with reality’s pieces is surely something that has strongly moulded our experience of life over the last twenty years; the picture of reality became a product of Photoshop. MW: But do we need the art of painting to show that? HL: Art hones our awareness and channels it in a particular direction. When anyone can live out a manipulative relationship with reality on the computer, then it obviously doesn’t surprise anyone to see this same manipulative relationship again in a painting anymore. But what your interiors transmit, paradoxically, is a sort of authentication of the simulation’s reality. Precisely because these interior spaces seem so real and emanate such a presence of the space, the observer gets the impression not only that the graphical material is being manipulated but that reality itself is being ‘sampled’. The energy that is stored in the paintings and the tactile texture of the oil paint are additional details that attest to this. However, when you allow yourself to be guided by the observation of nature, you are beholden to a completely different logic, and the contents of the paintings are also likely to change. MW: Exactly. That is precisely the difference that I now experience. This ostensibly free play with set objects is now no longer possible. I say ‘ostensibly free’ because for me, the observation of nature is more linked to a gain in freedom. In this respect I would agree with you that the strategies I followed when I was painting the interiors belonged to a particular period in time. HL: I think they were typical post-modern strategies … MW: Without a doubt, although I didn’t think about it at all when I was making the paintings. At that time I wouldn’t have been able to classify myself or wanted to have done so, though I would see it exactly the same now. It was precisely in my experience of the difference between interior and countryside, between interior and exterior spaces, that the way in which these strategies had taken hold became clear to me. The interior spaces were a sort of receptacle that I had filled with objects, and the most disparate of meanings clung to these objects that I had amassed. HL: With the different symbols, i.e. with the objects from varying cultural dimensions, the styles are also intermingled; there are gestural moments, photo realism, expressionist lumps of colour, naturalistic spatiality, the two-dimensionality of geometric abstraction, and this plurality of styles is one of the most distinctive features of post-modern art. Does this mean that you want to say goodbye to this aesthetic? MW: I don’t know where my work is going to take me. Painting self-centredly in a studio puts you into a kind of a coma; you aren’t really there. Working on an object, whether a model or in nature, presupposes a greater alertness, an immediate presence. HL: You could see a connecting line here, from your feeling that your awareness of life has changed, to your decision that you wanted to change your style of painting: Observant painting is concentrating on that which is, on directly experiencing reality without simulating it. You are evidently interested to a lesser degree in mediation and to a greater degree in immediacy. MW: That is more or less the direction in which I’m moving. HL: Do you think that this is a purely personal thing? I am especially interested again in the question of whether your personal paradigm shift has to do with a shifting in your cultural awareness. MW: Initially I observed, “This is good for me; it’s a step I must take, and for now I will continue to work in this way and not ask any more questions.” HL: It could hardly suffice just to go out into nature and take your sketch block in hand under the open sky or set up your easel on the meadow. In all likelihood that would produce very conventional painting. Isn’t it a risky venture to break with the post-modern strategies that have served you so well up to now? MW: I’ve wondered what will happen with my work at the moment I abandon these strategies. I feel as if I find myself in the space between two doors: one stands half open, and the other is half closed. HL: For now we could say that there is continuity between your two styles of painting. What you have taken away from the interiors is the decisive means of creating the presence of the space, ornamentation. You contrive a multitude of natural ornaments in your drawings, consisting of plants, trees and hedges. An acutely analytical pictorial language emerges here. Nature is broken up into its visual elements and subsequently put back together from these basic elements. In contrast to this, your interiors are rather synthetic pictures in which there are no basic pictorial elements, and in which every detail is integrated into the interior space by means of this repainting technique. A second point is that the first large-format garden paintings are made up of individual pictures that have space in between them and in part offer different observational perspectives. In one panel you are looking at a bush as closely as possible; in another panel the viewpoint pulls back into the distance. This results in multiple perspectives of a natural landscape that nonetheless are integrated into a whole. And here, too, you have, as with the ornamentation, an analytical way of working where the whole is dissected and put together out of its parts. The objective is to achieve an active but reality-bound perception that, incidentally, would go along with your interest in dedicating greater concentration to and sensibility for visual phenomena. But probably these painting techniques are also not enough for you to generate a similar hyperaesthetic surplus in the natural landscapes as you did with the interiors, in which at least something like our post-modern perception of the world crystallised. MW: I’m completely aware of that. I also think that it’s a longer-term process that has been initiated. I intend to let this search take as long as it is necessary for me. The primary point is for me to find a way to make the landscape painting genre as much my own, with the same intensity and significance, as I did the interior genre. I ask myself what kind of painting is needed to paint natural landscapes, and what do natural landscapes tell us when they are painted nowadays? HL: What dangers and resistance are to be expected in this journey into the outdoors? MW: The danger is that you drift off into kitsch or border on a specific historcerns regarding content, criticism and selfical style, that you imitate classic modern criticism with its prices? archetypes and unknowingly fall into a MW: I am aware that I need legitimahistorical style, like perhaps mimicking tion and can’t just be a landscape painter, Cézanne’s landscapes. It’s important for but rather must open up beyond a certain me to find my own vocabulary for paintpoint, in some way. In the end I can only ing gardens and landscapes. At first I can glean from the experiment, i.e. look at only do that by experimenting with draw- what comes out on the canvas that I find ings and then trying to transpose these convincing. You can only astound the results into painting. I always knew that I practiced observer with something new, had to start by observing accurately, and and then you also reach the moment when only then would I be able to move on in you have satisfied yourself. You have to my own direction. This is why I also see find a pictorial language for which there the drawings as a study or as preliminary aren’t really any concepts yet, that still analytical investigations that lead me to can’t be classified. The painting has to take further steps. make room for itself. HL: I see basically two possibilities for HL: But the question of how the paintdealing with the difficulties in landscape ing is to make this room for itself has still painting. Either one finds his own idiom, not been answered. I find the popular which should indeed prove very difficult answer that the painting should spark the in this genre, and not only because every- observer to imagine freely as too simple. thing has already been played through, MW: Surly I am also looking for a nonfrom the photo-realistic to the abstract subjective binding character to my paintlandscape, but also because landscapes ings, only I have no name for it; it’s much have a much shorter shelf life than, for more a feeling that I trust here, a feeling instance, interiors. If one would like to that what I have painted is in some sense allow himself to be led by observation, he successful and not important only for can’t simply copy objects loaded with me. What I can say with certainty is that historical significance into the picture there was a basic interest for me when I and fancifully combine them on the canwas painting the interiors that I still have vas. That would contradict your entire ap- in painting landscapes: the interest in the proach of beginning with observation. But relationship between the object and the as I said, searching for natural ornamenspace. This connection between the two tation and dissecting it on the canvas are, styles of painting is still there. for me, promising approaches towards HL: But you now interpret this relationfinding an authentic pictorial language. ship in a completely different way! The other way would be to put the picMW: Yes, I am trying to balance the tures one paints more or less convention- relationship between the object and the ally in a specific context. You define the space in a different way. framework yourself, as it were, in which HL: At this point a universal angle the pictures should come across, and comes fully into play, because our relathus immunise yourself as an artist against tionship to objects and space pertains to the conventional patterns of reception the fundamental scheme of our experithat adhere to the genre. ences which we use to apprehend the MW: Yes, there are various possibiliworld and with which we collectively opties. I can search for the solution myself on erate in the world. For me, your interiors the canvas, but I also think beyond it, to embody a painted perception of the integrating the pictures into the scenes I world; in it a definite cultural self-concept am working on in tandem. Then the picis articulated in a highly concentrated tures don’t stand for themselves as paint- way … ings; they are no longer the window to MW: A perspective that, for you, has the world but become themselves again spent itself?! an object in space. HL: Yes, western societies suddenly HL: That would be the second best find themselves subjected to the harsh way … pressures of reality; it is ever less conMW: For a painter the best way is ob- vincing to describe ourselves, as we did viously to have an idea and invent a new up to now, as a post-modern society in genre. One looks for the intrinsic justifica- which anything goes. We are looking now tion for his paintings. for a relationship to reality that is conHL: Do you actually even need such a structive but not contingent. This is why safeguard anymore? Hasn’t it long been it’s fascinating for me to see how artists the case that the art market defies all con- undertake a change in style in their own work while society is simultaneously undergoing this process of change. Perhaps the tedium you find in continuing to paint in a particular way also has something to do with a change in the social climate, with a breakdown in the cultural climate that you are subjected to and which you are reacting to. MW: Well, we’ll see. Gartenstudie I 2008 Óleo sobre lienzo / Oil on canvas 50 × 60 cm 60 Die Unruhe 2008 Óleo sobre papel sobre lienzo / Oil on paper on canvas 140 × 240 cm (4 partes / parts 140 × 60 cm c.u / each) Vorwort Francisco de la Torre Prados, Bürgermeister von Málaga Dass Matthias Weischer unsere Stadt auswählte hat, um zum ersten Mal in Spanien auszustellen, ist eine Ehre, die wir Bürger Málagas dem Zentrum für Zeitgenössische Kunst – CAC Málaga – zu verdanken haben. Gleichzeitig ist es ein Schritt, der uns dem von allen gemeinsam unterstützten Ziel, 2016 Hauptstadt der Kultur zu werden, näher bringt. Es ist eine Bereicherung für unsere Stadt, dass international anerkannte Künstler mit vorzüglicher Karriere sich gerade Málaga zur Einführung ihrer Kunst in Spanien aussuchen. Diesmal haben wir in diesem Rahmen die Möglichkeit, die Welt der Interieurs zu erleben, die das Werk eines der wichtigsten und wahrscheinlich beliebtesten jungen europäischen Malers prägen, der uns zudem erlaubt, an seiner ständigen Erforschung des Raumes teilzuhaben, in dem Objekte nur Referenzpunkte darstellen. Matthias Weischer wird als einer der wichtigsten Repräsentanten der Neuen Leipziger Schule betrachtet und ist außerdem ein ausgezeichneter und hochgeschätzter Schüler David Hockneys. Nach einjährigem Aufenthalt in der Villa Massimo in Rom präsentiert er in Málaga sein erstes individuelles Projekt in Spanien. Ich möchte diesen Anlass nutzen, um Bürger und Besucher Málagas zu dieser neuen, außerordentlich interessanten Ausstellung des CAC Málaga einzuladen und gleichzeitig Dank zu sagen für die großzügige Unterstützung seitens der Galerie EIGEN + ART Leipzig und Berlin und vor allem Matthias Weischer selbst für sein Engagement der Malerei und unserem künstlerischen Projekt gegenüber. Innenlandschaft, Fernando Francés Direktor des CAC Málaga 65 Ich bin sehr zufrieden, dass das CAC Málaga, das Zeitgenössische Kunstzentrum der Stadt, die erste individuelle Ausstellung Matthias Weischers in Spanien organisiert; er ist einer der bekanntesten Vertreter der Neuen Leipziger Schule und einer der renommiertesten Protagonisten der neuen zeitgenössischen Malkunst in Deutschland und Europa. Weischer ge- hört somit zu einer namhaften Liste von Malern wie Gerhard Richter, Daniel Richter, Neo Rauch, Jason Martin, Juan Uslé, Peter Zimmermann, Yoshitomo Nara, Raymond Pettibon, Julian Opie, Kara Walker oder Miquel Barceló, mit denen das CAC Málaga die aktuelle Malerei analysieren und präsentieren möchte. Andererseits möchte das Bürgermeisteramt der Stadt mit dieser Ausstellung ein international beeinflusstes zeitgenössisches Kunstprogramm aufrechterhalten mit dem Ziel, Europäische Kulturhauptstadt 2016 zu werden. »In the Space Between«, so der Titel der Ausstellung Weischers im CAC Málaga, ist das, was man in der Oper oder im Theater als ›Welturaufführung‹ bezeichnen könnte. Nie vorher gezeigte Gärten und Landschaften als direktes Resultat der Entwicklung seiner letzten Malerei zusammen mit ihren internen Charakteristiken, die ihn international berühmt, anerkannt und angesehen gemacht haben. »Ein Zimmer mit Ausblick« spricht von den zwei Szenarien, die die Aufmerksamkeit des Künstlers in den letzten Jahren auf sich gelenkt haben. Zuerst die Studie des Innenraums als Produktions- und Revisionserfahrung der eigenen Malerei und jetzt bei seinen letzten Arbeiten das Außen als eine Art die Innenlandschaft, uns im Raum und persönlich zu sehen. Uns auf diese Weise über die Malerei kennenzulernen und mit ihr Wege für ihre Erneuerung zu finden. Zuletzt möchte ich allen danken, die diese Ausstellung ermöglicht und begeistert an ihr gearbeitet haben. Mein besonderer Dank gilt Gerd Harry Lybke, Direktor der Galerie EIGEN + ART Leipzig und Berlin für seine bedingungslose Unterstützung und selbstverständlich Matthias Weischer selbst für sein absolut großzügiges Entgegenkommen bei diesem Projekt. ›Wunder‹ der neuen deutschen Malerei absolut anders als die vorangegangene Kunst durch die Suche nach den noch nicht erforschten Werten der ›jungen‹, ›neuen‹ Kunst oder einem ›Wunder‹ begann. Tatsächlich ist nichts damit vergleichbar, noch geht es annähernd so weit. In diesem Szenario entstanden viele interessante und neuartige Kunstwerke, von denen das Werk des Malers Matthias Weischer (geb. 1973 in Elte, Westfalen) besonders zu erwähnen ist. Er ist zweifellos einer der signifikantesten Vertreter der Neuen Leipziger Schule. Auch evidente Daten positionieren ihn als Maler. Sicher, er ist jung, zweifellos ein großer Künstler und selbstverständlich Deutscher. Doch warum ein Vertreter der ›Neuen Schule‹? Seit Mitte der 1950er-Jahre entwickelte sich die Kunst in der Deutschen Demokratischen Republik in vier verschiedenen Zentren: Berlin, Leipzig, Dresden und Halle. Als Folge der historischen Gegebenheiten gab es logischerweise eine ›offizielle‹ und eine ›inoffizielle‹ Kunst. Merkwürdig und interessant war dabei, dass die eine wie die andere, wenn auch aus unterschiedlichen Perspektiven, sich den gleichen Themen widmete: »Eingeschlossensein und Fernweh, Freund-Feind-Denken, Konformität und Individualität, Utopie und deren Scheitern …«1, die sich größtenteils in der figurativen Malerei, dem Bild, der Collage und der Fotografie ausdrückten. Auf halbem Wege zwischen den Doktrinen des Formalismus und dem sozialistischen Realismus suchte jedes Individuum, jede Gruppe oder Schule ihren eigenen Weg zu neuen Kunstrichtungen. In den 1960er-Jahren versuchten die bekanntesten Maler der Berliner Schule wie Ernst Schröder oder Harald Metzkes mit ihren von Cézanne beeinflussten Bildern die europäischen Traditionen zu übernehmen und sie für ihren Zweck zu aktualisieren. (Ein höchst aufschlussreiches Beispiel ist Harald Metzkes »Ein Feierabend in Matthias Weischer Wilthen«, 1965.) Die von Künstlern wie Strawalde oder versus Akte des Raums, A. R. Penk angeführte Gruppe Blaues Ana Umbría Wunder Dresden setzt gleichzeitig eine abstrakte Malkunst in die Praxis um, mit Wenn das internationale Kunstpanorama der sie die Ähnlichkeiten und Dichotomien sein eigentümliches, Schwindel erregenzwischen Ost und West während des des 20. Jahrhundert schloss, begleitet von Kalten Krieges repräsentiert. (A. R. Pencks den durch schockierende Ausstellungen »Weltbild II – Großes Weltbild«, 1965, ist wie ›Freeze‹ oder ›Sensations‹ der sogen- ein gutes Beispiel seiner künstlerischen annten Jungen Britischen Künstler herStellungnahme.) Die ›Leipziger Schule‹ vorgerufenen Polemiken, scheint es nahe jedoch wirkte als Kontrapunkt zu den anliegend, dass das 21. Jahrhundert mit deren Trends, und Künstler wie Werner der Neuen Deutschen Kunst oder dem Tübcke konzipierten kritisch, und ohne die Malerei des sozialistischen Realismus zu verlassen, die Gründe und Konsequenzen des Krieges für das Leben und die Kunst in Deutschland neu. An der Moderne wenig interessiert, inspiriert sich Tübcke an Renaissance und Manierismus, benutzt grelle Farben und das Motiv der Marionette, um einen historischen Moment voller grotesker Elemente darzustellen, der jetzt schon viel zu weit ging und den er 1965 in seinem Gemälde »Lebenserinnerungen des Dr. Schulze III« repräsentierte. Er ist ohne jeden Zweifel der Ursprung dieser anderen Neuen Leipziger Schule, der sich Weischer konstant anschließt, obwohl die Quellen seines Ausgangspunkts viel umfangreicher und komplexer sind. In der zweiten Hälfte der 1970er-Jahre und als logische Folge des Wiederaufbaus, der minimalistischen und konzeptuellen Praktiken treten Amerika und Europa in eine Phase der Reflexion über das globale Kunstphänomen ein. Es hatte eine solche Gegenständigkeit der Kunstauflagen stattgefunden, dass die Bilder nichts mehr darstellten. Es wird neben vielen anderen Aspekten der Malerei über den Raum bei der Repräsentation und über den Wert des Bildgrundrisses diskutiert, und man gelangt zu dem Schluss, dass vorrangig auf eine Malerei zurückzugreifen sei, die Objekte und Ereignisse ohne Metaphern und ohne übertriebenen Intellekt zeigen. In Deutschland reagierten hauptsächlich die neo-expressionistischen Maler, die sogenannten ›Neuen Wilden‹, und die viel stärker künstlerisch interessierten Künstler wie Gerhard Richter, Sigmar Polke, Anselm Kiefer u. a., die die deutsche Malkunst an die Spitze des internationalen Panoramas setzten. Anfang der 1980er-Jahre eroberten Albert Oehlen, Rainer Fetting, Martin Kippenberger u. a. mit ihren authentischen Gemälden die Aufmerksamkeit der Kunstszene. 1989 jedoch findet für Deutschland und die ganze Welt ein entscheidendes kulturelles, soziales und politisches Ereignis statt: der Fall der Berliner Mauer und die Vereinigung der beiden Teile Deutschlands. Matthias Weischer war damals 16 Jahre alt, und wenn ich an Alex, den jungen Hauptdarsteller des Films »Goodbye Lenin!«2, denke, kann ich mir vorstellen, welchen Eindruck Hunderte dieser überraschenden Bilder auf das sensible Auge des jungen Matthias gemacht haben mögen. Als Folge dieser Ereignisse brodelt es in Berlin nur so von konvergenten Situationen: Die kulturellen Institutionen mussten sich dem riesigen, verfallenden Kunstgut der DDR stellen, es in das zeitgenössische Ambiente einfügen. Die deutsche Fotografie der Gegenwart von Andreas Gursky, Thomas Ruff oder Candida Höfer wird erstmals interessanter als die Malerei. Doch nicht nur in Berlin, sondern auch in Hamburg, Frankfurt, Dresden und Leipzig entsteht die neue Malerei. Es gärte dermaßen, dass im Jahre 1999 das Kunstmuseum Wolfsburg die Ausstellung ›German Open› organisierte, bei der außer der Fotografie, Installationen und Videos zahlreiche Gemälde präsentiert wurden. Sie machte weitere Maler wie Jonathan Meese, Franz Ackermann, Martin Eder, Daniel Richter oder Neo Rauch bekannt. In Leipzig ist die Lage hinsichtlich der Malerei speziell. Vor dem Fall der Mauer lehrten an der Akademie Professoren wie Arno Rink und Bernhard Heisig, im gleichen Alter wie Tübcke und wie er in der Malerei des sozialistischen Realismus ausgebildet. Bei der Umstrukturierung der Akademie gelang es Heisig und Rink, ihr altes Modell durchzusetzen und die Malereiwerkstätten aufrechtzuerhalten, statt Leipzig in ein neuartiges Medienlabor umzugestalten. In diesem Szenario war Neo Rauch Heisigs Schüler und später Assistent von Rink. Nach ihm gelangte eine neue Generation von Studenten an die Leipziger Akademie, darunter Christoph Ruckhäberle, David Schnell und Matthias Weischer, die die Techniken der Malerei erlernen wollen. 2002 gehen Weischer und seine Kollegen von Leipzig nach Berlin, wo sie die Galerie LIGA gründen, in der sie eigene Bilder präsentieren; ein Jahr später stellt das Kunstmuseum Wolfsburg die neuen Formen deutscher Malerei vor, im Rahmen der Ausstellung ›Painting Pictures‹, auf der das Werk dieser neuen Maler gezeigt wird. 2004 und zeitgleich mit der Internationalen Kunstmesse »The Armory Show« in New York organisierte der Bundesverband deutscher Galerien (BVDG) die Ausstellung ›Young German Art‹, wo sich alle wieder trafen. Damit konsolidierte sich die neue Tendenz der Rückkehr zur Malerei, die sich danach auch auf andere Länder wie Österreich, Polen, Großbritannien, die Vereinigten Staaten, Frankreich und sogar auf Spanien ausdehnte, wo sie wie alle Trends mit einiger Verspätung eintraf. All diese Maler sind, wie wir bestätigen konnten, weder aus dem Nichts noch zufällig aufgetaucht. Man kann mit Fug und Recht sagen, sie gehören größtenteils der gleichen Generation an und entwickelten ihren Stil zum gleichen Zeitpunkt. Sie teilen ein neues künstlerisches Ambiente, sind jedoch unabhängig von anderen europäischen Bewegungen; außerdem schuf jeder Einzelne von ihnen sich sein persönliches malerisches Universum, das er einigermaßen selbstständig erforscht. In diesem Zusammenhang muss man sich die Frage stellen, wer Matthias Weischer ist, was sein Werk bedeutet, was es darstellt. In weniger als zehn Jahren schuf er neben Zeichnungen, Grafiken und sogar einem großformatigen Wandgemälde über zweihundert Gemälde. In diesem riesigen Werk erkennt man erste Anzeichen seiner Identität: eine konstante und kohärente Treue zu dem ihm wichtigsten Konzept, den verschiedenen Gestaltungsbereichen der Natur sowie Signifikanz und Bedeutung der Malerei. Er versteht diese als das System, das Milieu, in dem die historische Handlung stattgefunden hat. Bei seiner Arbeit sucht er den Wert der Malerei in sich und eine Antwort auf Fragen, die schon in den 1970er-Jahren als Problem »des Raumes bei der Darstellung« oder »des Wert der gegenständlichen Zeichnung« aufgeworfen wurden. Das Resultat dieser konzeptionellen Fragen waren zahlreiche Bilder, auf denen man den Suchprozess erahnt, während Lösungen jedoch noch offen blieben und in den meisten Fällen noch nicht gefunden wurden. Viele Künstler verlieren sich in der Leere zwischen Gegenständen oder, noch schlimmer, zwischen den homogenisierten Bildern dieser zur Stütze irgendeines kulturellen Inhalts gewordenen Objekte, die eine unmittelbare Gleichstellung übermitteln sollen. Vor diesem dekadenten Szenario scheint die Provokation des Erlebens von Raum, des ganzen Raums, offensichtlich, d. h. die unumgängliche Neukonzipierung der Morphologie der Malerei. Weischer stellt sich im Wesentlichen die Aufgabe, ein neues Konzept der Malerei zu entwikkeln, mit dem er »das Verhältnis von Gegenstand und Raum neu ausbalancieren«3 kann. Diese These entwickelt er anhand zweier wesentlicher Achsen: – Der zeitgenössische Mensch und seine Erfahrung der Realität, die er tagtäglich selbst kreiert, jedoch auch wieder verlässt: die seiner Umgebung und seines Hauses. Die zugrunde liegende Idee ist der permanente Transit des modernen Menschen zu anderen Orten. Die Wanderschaft – die sehr wenig mit Emigration zu tun hat, da erstere freiwillig und Letzteres zwangsläufig ist – aus dem ›Verlassenen‹ in die ›Leere‹, die als wesentliches Element des Raums verstanden wird. – Die epische Reise der Malkunst im Widerspruch zu ihrer darstellerischen Eigenschaft. Damit präsentiert sich die Malerei als einziger Ort, von dem aus sich die transformierende Kraft der Kunst weit über dekorative und merkantilistische Elemente hinaus offenbart. Diese Option versucht eine Idee davon zu vermitteln, die, obwohl von Rationalität oder Gedächtnis des Menschen ausgehend, immer zur Malkunst zurückkehrt. Auch kann man es als die Kreation eines konstanten Vorgangs verstehen, der den systematischen Fortschritt bei den genannten Gesichtspunkten zum Ziel hat. Ein Weg von der Realität zum Künstlichen, Abstrakten, Natürlichen und Intellektuellen. Oder, was das Gleiche ist, eine Malkunst, die vom Umherreisen eines Menschen erzählt, welcher ständig unterwegs ist. Beim Betrachten des Werkes von Matthias Weischer kann man unterschiedliche Niveaus und Zustände erkennen. Zuerst sieht man genau diese erzählende Malerei, die man als eine poetische Reise in drei Akten interpretieren könnte. 66 67 I. Präludium. Matthias »Der Reisende« (1998 – 2001) Als erstes konzipiert er »alle Fragen über die Natur der Realität neu. Um die Tatsachen zu kennen, muss man sie so ins Auge fassen, als wenn wir sie niemals gesehen hätten.«4 Dem liegt zunächst die Notwendigkeit der Verfremdung im realen Raum zugrunde, die Kenntnis der externen Realität, des Sich-Entfernens aus der Stadt, um einen Kontakt mit dem Außen aufzunehmen, was paradoxerweise immer schwerer zugänglich scheint. Weischers Methode und Erfolge sind den Absichten Edward Hoopers sehr ähnlich. Die Autoreise (»Autos«, 1998/1999) ermöglicht ihm die gewünschten Begegnungen. Außerdem ist es ein alltäglicher Raum in Bewegung, doch auch eine offensichtlich unbedeutende Handlung, die eine direkte Realität übermittelt, wenn sie sich bewegt oder innehält, schläft oder anhält. Auch Tankstellen, diese funktionellen, einfachen und stillen Konstruktionen mitten im Nichts (»o. T.« [»Tankstelle«], 1998), die unpersönlichen, im Bau befindlichen Wohntürme (mehrere Gemälde von 1999, »Afrikanisches Haus« und »Bulgarisches Haus«, 2001), die renovierten farbigen Wohnblocks, die Fertighäuser und ihre Gerippe (beginnend mit den Gemälden von 1999, die sich 2000 mit »Das Gerippe« und »Häuschen I ,II, III, IV« fortsetzen), die Skulpturen von abgelegenen und menschenleeren öffentlichen Parks (»o. T.« und »o. T.« [»Skulptur«], 2000) erregen seine Aufmerksamkeit und sind Konstanten dieser Empfindung. Das Interesse gilt nicht nur der Typologie der Peripheriearchitektur – die auch Ruff anzog –, sondern sogar dem neuen Baumaterial. Die gesamte Baueinheit schafft die beunruhigende Atmosphäre vorübergehender Endgültigkeit. Die Räume spiegeln Einsamkeit und Leere wider. Durchgangsorte ohne Bedeutung. Andererseits reist er ins Innere hin zur Malkunst und ihrer Geschichte. Hier erahnt man eine pessimistische Haltung gegenüber der Kunstgeschichte, die ihre Referenzen verloren und ihre Symbole ausgeschöpft hat, die erneuert und wiederhergestellt werden muss: »Vogel« (1999), eine Überarbeitung des »Angelus Novus« von Paul Klee, oder »Dampfende Giraffe« (2000) als Umdeutung von Salvador Dalís »Giraffe in Flammen«, einer vor dem Verbrennen geretteten Ikone der westlichen Bildkultur. Diese Haltung lässt den Betrachter die Realität in neuem Licht sehen, die nicht als reines Konglomerat von Gegenständen und Situationen verstanden werden darf, sondern ein Prozess ist, bei dem der Mensch kontinuierlich Urheber, zugleich jedoch auch Produkt und Konsequenz ist. Weischer zeigt damit, dass es möglich ist, Räume darzustellen, in denen nichts geschieht, und nur ihr Ansehen allein Sinn macht. Das heißt, man sieht ein Symbol, dessen Semantik auf dem Akt des Malens beruht, beim Betrachten sich abrundet und verstanden wird. Infolgedessen und nur in diesem Sinne könnte man daraus schließen, der Raum sei in seiner Sichtbarkeit zu begreifen, die sich wie die Malerei nur in einem eigenen Kreationsprozess bilden kann. II. Interludium. Matthias »Der Kartograf« (2001 – 2007) In seinem zweiten Entwicklungsstadium zog sich der Künstler ins Innere zurück und benutzte von dort aus den Raum dazu, um diese neue Malerei mit neuen Kodes zu bestätigen. Für die Privatperson bedeutet der Innenraum das Universum. Mit ihm verbindet er Ferne und Vergangenheit. Sein Wohnzimmer ist ein Parkett im Theater der Welt. Heutzutage beruht die häusliche Erfahrung auf einer verbleibenden Realität versäumter Gelegenheiten. Und diesen häuslichen, größtenteils unbewohnten Raum hat Weischer in den der neuen Malerei verwandelt, welche den Menschen sucht, der ihn verwandelt, welche den Menschen sucht, der ihn bewohnt und kultiviert. Diese Haltung erfordert große Anstrengung vonseiten des Betrachters, zumal die Erfahrung, die sich darin eröffnet, deswegen so intensiv ist, weil sie sich aus der Wahrheit rekrutiert, der normalerweise alle ausweichen. Ein zeitloser, menschenleerer Raum bedeutet in der neuen Malkunst die optimale Kreation von RaumZeit. Ein Teil der Ausstellung zeigt Werke, die aus diesem Beobachtungs- und Experimentierprozess entstanden. Konkret sind es die »Innenräume« Matthias Weischers, zweifellos die bekannteste Arbeit des Künstlers, die ihn im Zentrum des Interesses der aktuellen europäischen Malerei positionierte. Über diese Innenräume gibt es verschiedene postmoderne Thesen, die geklärt werden müssen, da sie normalerweise anderen Kunstgenres und nur selten der Malerei zugeordnet werden. Leo Steiner war einer der ersten Theoretiker, der den Begriff ›Postmodernismus‹ auf die zeitgenössischen visuellen Künste anwandte. Für ihn ergaben die Fotocollagen Robert Rauschenbergs eine vollständig neue Art der Malfläche, auf der bis dahin nicht miteinander kompatible kulturelle Gegenstände (Bade- und Kriegsszenen u. Ä. zusammen mit Reproduktionen von Werken eines Rembrandt oder Velázquez) auftreten konnten. Ich nenne es den Triumph der Bilder; es war das Resultat der Tatsache, dass die Natur durch die Kultur als künstlerisches Thema ersetzt wurde. Dieser Wechsel zwang zur Neubewertung der Malfläche als figurative Ebene, auf der abstrakte Szenen dargestellt werden und wo sich eine Reihe von Elementen formell oder chromatisch organisieren. Es handelt sich um ein völlig ursprüngliches Flächenkonzept, da diese Bilder keine spezifischen Inhalte benötigen, die sie beschreiben oder sie mit externen Formen in Zusammenhang bringen. Weischer erreicht, dass diese Ten denz auch in die Malerei passt. Die Idee ist nicht ganz neu. So gibt es Beispiele von Picasso, Duchamp, des Surrealismus und der Pop-Art, die sich das künstlerische Erbe der Vergangenheit aneigneten. Neu und einzigartig ist es jedoch, die Aufmerksamkeit auf den Raum zu konzentrieren. Der Maler schafft eine neutrale Fläche, auf der alltägliche, mathematische, historische und andere Ereignisse irgendeiner Art nur als Bilder erscheinen können. Matthias Weischer kennzeichnet diese Erfahrung als Bühnenbild, um darin seine umfassenden Studien über die Möglichkeiten des Raumes zu verfolgen. Zunächst teilt Weischer diesen häuslichen Raum in zahlreiche Bilder auf: »Der Empfang«, 2002, »Garderobe«, 2002, »Billardzimmer«, 2002, »Dusche«, 2003, »Bad«, 2003 oder »Hof III, IV«, 2004. Gelegentlich jedoch bezieht er sich auf ihn mit einem Gegenstand des Bildes (»Spiegel«, 2005, oder »Paneele«, 2006/2008), so dass nichts als organisches Ganzes wahrgenommen werden kann, da es sich um reine Verrichtungen und damit einen Trick des Malers handelt. Dieser Prozess beinhaltet zudem die geistreiche Manipulation des Inventar einzelner Details, sodass sich diese wie Ornamente oder Reste verstreuter Theaterrequisiten präsentieren: Bücher, Pfeifen, Gläser, Flaschen, Lampen, Blumenvasen, Vorhänge oder Wandschirme, Spiegel, Bilder, verschiedene Fruchtschalen und die eine oder andere in den größten Höhen der Akademie gefundene klassische Büste; alles steht am falschen Platz, passt jedoch perfekt in eine zweidimensionale Ebene. Die Folge ist ein komplexes Konzept räumlicher Interpretation, das exakt auf der Multiplikation der Multiplikation des Bildraumes beruht. Eine weitere Konstante der Arbeit Weischers bezieht sich auf eine obsessive, doch deshalb nicht weniger reale Wiederholung. Der Maler ist entschlossen, innerhalb der Möglichkeiten eindeutiger Zweidimensionalität der Malfläche zu arbeiten. Auf deren Basis demontiert und organisiert er jedes Element immer wieder neu. Ein andermal erscheinen Anmerkungen mit Bleistift, die daran erinnern, dass wir dort nur das Bild des Gegenstands finden, auf den sie sich beziehen und der zufällig zu dem Bild gehört. Allein die Referenz bewirkt, dass er nicht unbedingt präsent sein muss. Die Bühnenbilder werden kleiner und einfacher, leeren sich zunehmend, um eindeutige Grenzen zwischen Fiktion und Realität abzustecken. Das Erlebte ist keinesfalls ein Experiment. Jede Leinwand ist Ergebnis einer komplexen, exquisiten intellektuellen Konstruktion mittels Reflexion und Imagination, die bei jedem Bild ein anderes räumliches, kaum erforschtes oder einfach unbekanntes Malterritorium sucht. Bei diesem zweiten Szenario erreichte Weischer, dass die Bilder sich von den externen Formen befreien, nur zu anderen Bildern oder Darstellungen in Verbindung stehen und sich jetzt nicht mehr den Bedingungen des Raumes anpassen müssen (»Käfig«, 2006, oder »Kartenhaus«, 2006). Gerade die wechselseitigen Verbindun- gen der Bilder bei der Darstellung – Anspie- Im Zwischenraum. lung, Nähe usw. – veränderten den AufGespräch zwischen Matthias bau der figurativen Botschaft, die sich Weischer und Harry Lehmann jetzt nicht mehr um die Raum-Zeit-Achse gliedern muss, da der Raum und das, was HL: Als wir uns vor gut einem Jahr in in ihm geschieht, identisch wurden, während die Bildfläche sich in eine leere Kam- der Villa Massimo in Rom trafen, warst Du in einer Umbruchphase und wolltest das mer verwandelte, in der alles gefroren ist Genre wechseln. Bis dahin hattest Du (»Hof III«, 2004). Dich vor allem mit Interieurs beschäftigt, nun wolltest Du in die Landschaft hinausIII. Momentaner Abschluss. Matthias gehen und in der Natur malen. War das »Der Gärtner« (2007/2008) eigentlich eine große Zäsur für Dich, wenn Der Raum selbst musste menschenleer sein. Der Schlüssel zur Erklärung liegt Du zurückblickst? MW: Eigentlich ist die Zäsur schon in der räumlichen Analyse mit dem Ziel, Abwesenheit zu finden, bei der es sich um vorher passiert, als ich noch in Leipzig für etwas Ähnliches wie den Akt des Leerwer- mich die Entscheidung getroffen hatte, dass ich anders arbeiten möchte. In Rom dens handelt, ohne jedoch völlig leer zu hatte ich glücklicherweise sofort die Mögsein. Dieser Prozess besteht darin, einzelne Objekte von der Bühne zu entfernen, lichkeit, mir ein neues Thema zu suchen. HL: Das neue Thema waren zunächst damit Licht die Leere füllen kann. Nicht einmal die römischen Gärten und als Empfindung, sondern als Vision. Dieser Prozess impliziert eine minimal- Parkanlagen, aber wie sah diese istische Absicht voller Spannung und be- Entscheidung eigentlich konkret aus, die sondere die Fähigkeit zur Wahrnehmung. Du in Leipzig getroffen hattest? MW: Es war eine Entscheidung für eine Die Flächen sind transparent geworden oder fast ganz verschwunden und begün- grundsätzlich andere Arbeitsweise, auf die ich lange Zeit sehnsuchtsvoll aus den stigen die Kontinuität des Innern nach außen, ein wahrhaft subtiler, ambivalenter Augenwinkeln geblickt hatte. HL: Aber in Leipzig sind noch keine Prozess, eines Vermeer würdig. Auf der Landschaftsbilder entstanden … anderen Seite hat sich die Bildfläche unMW: Es gab erste Schritte in diese ausgesetzt wie ein lebendiger Garten Richtung, indem ich mir räumliche transformiert, wächst und greift auf die Situationen geschaffen hatte, anhand von Szene über (»Waldbühne«, 2007). selbst gebauten Bühnen. Ich bin damals Kehrt man in den natürlichen Raum noch nicht aus dem Atelier herausgeganzurück, erscheint alles in eine herbstlich gen, aber ich habe mir einen Raum eintrübe Atmosphäre getaucht, doch mit kontrollierter, mathematisch exakt bemes- gerichtet, der mich zum direkten Arbeiten angeregt hat. Ich wollte mir mit dieser Art sener Lichtstärke. Ideal für einen melancholischen, gleichwohl vorsichtig optimis- von Stillleben ein Gegenüber schaffen, an dem ich mich abarbeiten kann. tischen Charakter. Einerseits gelassen HL: Es war also eine Entscheidung für den Garten betrachtend und auf dessen den direkten Kontakt zu den Phänomenen, Geräusche hörend, wie eine Art Stimmohne den Umweg über die Abbilder der gabel der Welt, macht sich der Künstler Fotografie. Aber macht sich diese Diffeerneut daran, die Malerei neu zu ordnen. renz zwischen dem Objekt und seinem Abbild wirklich so stark in der Arbeitsweise 1 Bettina Schaschke, hier zit. nach: bemerkbar? »El arte es lo que surge a pesar de MW: Vielleicht nicht zwangsläufig. Für todo«, in: Humboldt, 140, Goethemich beinhaltet der Schritt jedoch, dass Institut, 2004. ich quasi von vorn anfangen muss. Diese 2 »Goodbye Lenin!« (2002), Dreh Einsicht hatte ich übrigens sehr schnell, buch und Regie: Wolfgang Becker. ich wusste sofort, dass dies ein mühevol3 »Im Zwischenraum. Gespräch zwischen Matthias Weischer und Harry ler Weg sein wird und dass ich mit dem genauen Beobachten anfangen muss. Der Lehmann« (2008), s. S. 75 in diesem neue Ausgangpunkt war die direkte RealiKatalog. tätswahrnehmung beim Malen, und dabei 4 Guy Davenport, hier zit. nach: habe ich mich teilweise wie im Grundstu»Objetos sobre una mesa, Madrid dium gefühlt. 2002. HL: Hattest Du diesen direkten Wirklichkeitskontakt all die Jahre vorher nie gesucht und nie vermisst? 68 69 MW: Es gab die Sehnsucht, direkt in der Natur zu malen und so auch eine andere Lebensqualität zu gewinnen. Ich habe das Herausgehen in die Landschaft als eine Befreiung erlebt. Für mich gab es immer die Frage: »Wann darf ich das machen? Muss ich erst siebzig werden, um mir diese Freiheiten herausnehmen zu können, oder kann ich das jetzt schon beginnen?« Die Entscheidung war eigentlich, dass ich mir sagte: »Ok, ich fange jetzt damit an.« HL: Welche Ängste, Tabus oder Widerstände hatten Dich daran gehindert? War es immer der Fall, dass Du eigentlich Landschaften malen wolltest, oder gab es Phasen, vor allem während Du Dich mit den Interieurs beschäftigt hast, als dies überhaupt kein Thema war? Hattest Du nicht einfach ein anderes Interesse in den letzten Jahren? MW: Eigentlich habe ich als beobachtender Maler angefangen; ich habe immer gezeichnet und mich mit einer gegebenen Wirklichkeit auseinandergesetzt. Das ganze Studium hindurch, bis 2000, habe ich im Sommer zumeist draußen gearbeitet. Zu dieser Zeit sind viele Bilder von Einfamilienhäusern am Stadtrand von Leipzig entstanden, aber auch eine ganze Reihe von Grafiken habe ich zu diesem Thema gemacht. Das Sich-an-realen-Gegenständen-Abarbeiten ist mir schon sehr eigen gewesen. HL: Wie kam es dann zu diesem ersten Wechsel hin zum Genre des Interieurs, zu diesen Innenräumen, die mit Gegenständen und mit Geschichte angefüllt sind? Gab es damals ein umgekehrtes Unbehagen an der Malerei im Freien? MW: Die Interieurmalerei war gleichzeitig verbunden mit einem Rückzug ins Atelier, mit einer Abschottung von der Außenwelt, mit einer Verinnerlichung und einer Konzentration auf das Bild. Ich bin hier in einem viel stärkeren Maße als vorher zu einer Zwiesprache mit dem Bild gekommen und habe aus mir selbst heraus einen Bildraum geschaffen. Davon war ich lange Zeit fasziniert, und vor allem hatte ich zum ersten Mal das Gefühl »Ich habe wirklich etwas Neues, Eigenes gefunden.« Ich hatte ein Thema, das mich mit großen technischen Herausforderungen konfrontiert. Bei den Interieurs war ich mir sicher, dass ich meine Sprache gefunden hatte. HL: Damit stellt sich aber umso mehr die Ausgangsfrage: Warum der erneute Wechsel nach sechs, sieben Jahren? Welche Gründe gibt es, sich von den Interieurs abzuwenden? Hat sich das Thema der Innenräume für Dich erschöpft? MW: Gegenwärtig schon. Die Arbeit war in den letzten Jahren sehr auf sich selbst bezogen und hat viel von Erinnerungen gelebt, aber ich konnte in dieser Zeit kaum neue Eindrücke aufnehmen. Es war ein ziemlich einseitiger Energiefluss, bei dem die Gefahr besteht, dass man leer läuft. Rom war für mich die Chance, die Poren für die Außenreize zu öffnen. Das Wichtige bei diesem Neuanfang war dabei, nicht immer nur auszuatmen, sondern endlich auch einmal wieder einatmen zu können. HL: Könntest Du etwas näher beschreiben, was sich nach diesem Genrewechsel an Deiner Arbeitsweise verändert hat? MW: Für die Innenräume hatte ich mir eine spezielle Strategie bereitgelegt. Es gab Regeln, nach denen ich mich verhalten habe. HL: Wie sahen diese Regeln aus? MW: Man lernt als Maler mit der Zeit, welche Mittel man braucht, damit die eigenen Bilder funktionieren. Bei mir handelte es sich vor allem um die Strategie des Zitierens, Collagierens und Samplings. HL: Gehört zu den Strategien nicht auch die Auswahl des Bildmaterials, das Du in die Interieurs hineinkopiert hast? MW: Ja, selbstverständlich. Ich bin meistens von fotografischen Vorlagen aus Zeitschriften und Ausstattungskatalogen aus den 1950er- und 1960er-Jahren ausgegangen, von kontrastreichen Fotos, die einer klaren Komposition folgen und in diesem Sinne auch sehr inszeniert wirken. Oft handelte es sich dabei um Schwarz-Weiß-Fotografien, bei denen eine räumliche Situation besonders prägnant wird. Von solchen Fotovorlagen ausgehend, habe dann mit einem ziemlich großen Materialaufwand versucht, starke Raumwirkungen zu erzeugen. HL: »Materialaufwand« heißt, dass die Bilder langsam in einem langwierigen Übermalungsprozess entstehen … MW: Ja, permanentes Übermalen; teilweise habe ich alte, angetrocknete Farbreste in die Bilder eingearbeitet, sodass damit eine haptische Oberfläche entsteht, die zum Beispiel an eine Wand oder an einen Fußboden erinnert. Mir ging es darum, dass ich meine Tasterfahrungen im Bild visualisiere und dem Betrachter übermitteln kann. HL: Was aber auffällt ist, dass Deine Interieurs, obwohl Du von diesen klaren Fotografien der 1950er- und 1960er-Jahre ausgegangen bist, nicht in dieser Weise klar sind. Es sind oft sehr komplexe und mit Details angefüllte Bilder, die sich gerade nicht ›durchschauen‹ lassen. Manche Innenräume sind in sich verschränkt, manche ähneln einer Wunderkammer, wo die verschiedensten Gegenstände unerwartet aufeinander treffen; menschliche Figuren bleiben Fragmente oder werden nur schemenhaft angedeutet. Also muss es noch einen Transformationsprozess gegeben haben, in dem das fotografische Ausgangsmaterial verformt und überformt wurde. MW: Auf jeden Fall, die Fotos legte ich ganz schnell beiseite. Ich thematisierte nicht die Fotografien, sie blieben ein Hilfsmittel, ich thematisierte eigentlich etwas anderes: Es ging mir nicht um das flache fotografische Abbild, sondern ich wollte mit Hilfe der Fotos eine besondere räumliche Tiefe zurückgewinnen. Die Gegenstände oder Figuren markieren eher Raumpunkte, in Bezug auf die sich ›Vorn‹ und ›Hinten‹ bzw. ›Nähe‹ und ›Ferne‹ für den Betrachter ablesen lassen. HL: Besonders wichtig finde ich außerdem noch die Ornamentierung, die Tapetenmuster, die Muster auf den Teppichen, Vorhängen und Dielen. Dies sind Mittel, um eine Fläche besonders prägnant erscheinen zu lassen, und indem sich Räume aus Flächen zusammensetzen, könnte man sagen, dass Du über die verschiedenen Formen der Ornamentierung auch jene Raumpräsenz gewinnst, die für Deine Interieurs so charakteristisch ist. Aber dies ist ja nur die eine, die technische Seite der Bilder. Die andere Seite betrifft die Frage, welches Lebensgefühl Du mit den Interieurs verbindest. MW: Die Interieurs sind synthetisch, sie haben mit dem wirklichen Lebensraum nicht viel zu tun; sie sind eher ein Konstrukt. Ich war begeistert davon, eine Präsenz im Bild zu schaffen, die man wirklich körperlich spüren kann. Andererseits haben sich für mich die Innenräume durch das exzessive Übermalen, Zitieren und Samplen auch verunklärt; die Interieurs sind für mich ›verschleierte‹ Bilder geworden. Dieser Schleier über den Bildern hat mich zu stören begonnen. Hier hat sich mein Lebensgefühl tatsächlich verändert. HL: Ich glaube nicht, dass Deine letzten Interieurs weniger Raumpräsenz ausstrahlen als jene vor zwei, drei Jahren, eher im Gegenteil. Doch möglicherweise hat sich Dein Interesse an Einrichtungsgegenständen verbraucht, die alle samt zum Mobiliar der Elterngeneration gehören. MW: Die Erinnerungen hieran sind keineswegs nur positiv besetzt; zum Teil sind es klaustrophobische, muffige Räume, die ich gemalt habe. Es ging mir lange Zeit darum, das eigene affektive Gefangensein in diesen Räumen festzuhalten. Es war durchaus auch ein Heraufbeschwören von schmerzlichen Emotionen … HL: Also eine Vergegenwärtigung von Kindheitsmustern, die mittlerweile nicht mehr beunruhigend sind? MW: Sicherlich, die Dinge ›gehen mich weniger an‹ – im wörtlichen Sinne. HL: Dann hat Dein Wunsch nach einem Herausgehen in die Natur wohl auch etwas damit zu tun, dass sich diese Erinnerungsmasse verbraucht hat, dass sie im Bild gebannt ist und mit der Beunruhigung auch ihre Faszinationskraft eingebüßt hat. MW: Ja, das denke ich. Aber ich nehme es als einen positiven Effekt wahr, dass sich dieses Thema verbraucht hat. Die Erinnerungsgegenstände, selbst wenn ich auf sie in alten Katalogen stoße, verlieren für mich ihre Bedeutung. Es war ein unheimlich spannender Prozess, als die ersten Interieurs unter der Hand entstanden sind und mich selbst zum Staunen gebracht haben. Aber ich reagiere auf sie nicht mehr so affektiv wie damals. HL: Als Philosoph interessiert mich natürlich nicht nur die Frage, wie Kunst immanent funktioniert, sondern auch, wie sie in eine Kultur ausstrahlt, welche Kontaktflächen sie zur Gesellschaft ausbildet. Deine Interieurs habe ich immer als ZeitBilder, als Ausdruck ihrer Zeit, wahrgenommen. Das Spiel mit Versatzstücken der Wirklichkeit ist sicherlich etwas, was das Lebensgefühl der letzten zwei Jahrzehnte extrem geprägt hat; das Bild der Wirklichkeit wurde ein Photoshop-Produkt. MW: Aber braucht man, um das zu zeigen, die Malerei? HL: Die Kunst schärft den Blick und lenkt ihn in eine bestimmte Richtung. Wenn jeder ein manipulatives Realitätsverhältnis am Computer ausleben kann, dann überrascht es selbstverständlich keinen mehr, wenn er dasselbe Realitätsverhältnis noch einmal auf einem Gemälde wiederfindet. Was Deine Interieurs aber paradoxerweise vermitteln, ist eine Art Wirklichke itsbeglaubigung der Simulation. Gerade weil diese Innenräume so real wirken und eine solche Raumpräsenz ausstrahlen, gewinnt der Betrachter den Eindruck, dass nicht nur Bildmaterial verarbeitet wurde, sondern dass die Realität selbst ›gesampelt‹ ist. Der in den Bildern gespeicherte Arbeitsaufwand und die haptische Textur der Ölfarbe sind zusätzliche Beglaubigungsinstanzen. Wenn man sich allerdings von der Beobachtung der Natur leiten lässt, dann ist man einer ganz anderen Logik verpflichtet, dann dürften auch der Gehalt der Bilder ein anderer werden. MW: Genau, das ist genau die Differenz, die ich heute feststelle. Dieses scheinbar freie Spiel mit Versatzstücken ist jetzt nicht mehr möglich. Ich sage »scheinbar frei«, weil die Naturbeobachtung für mich eher mit einem Freiheitsgewinn verbunden ist. Insofern würde ich Dir schon zustimmen, dass die Strategien, die ich bei den Interieurs verfolgt habe, zu einer bestimmten Zeit gehört haben. HL: Ich denke, es waren typisch postmoderne Strategien … MW: Sicherlich, obwohl ich mir darüber keine Gedanken gemacht habe, als die Bilder entstanden sind. Damals hätte ich mich nicht einordnen können und einordnen wollen, aber heute würde ich das genauso sehen. Gerade in der Differenzerfahrung zwischen Interieur und Landschaft, zwischen Innen- und Außenräumen, wird mir klar, wie diese Strategien gegriffen haben. Die Innenräume waren eine Art Gefäß, das ich mit Gegenständen angefüllt habe, und an den Gegenständen hafteten die verschiedensten Bedeutungen, die ich zusammengetragen hatte. HL: Mit den verschiedenen Bedeutungsträgern, also mit den Gegenständen aus verschiedenen Kulturschichten, haben sich auch die Stile vermischt, es gibt gestische Momente, Fotorealismus, expressionistische Farbmassenmalerei, naturalistische Räumlichkeit, die Flächigkeit der geometrischen Abstraktion, und dieser Stilpluralismus ist eines der markantesten Merkmale der postmodernen Kunst. Heißt das, dass Du Dich von dieser Ästhetik verabschieden willst? MW: Ich weiß nicht, wo mich meine Arbeit hinführt. Das selbstbezogene Malen im Atelier bringt einen in eine Art Dämmerzustand, man ist nicht richtig anwesend. Die Arbeit am Gegenstand, mit einem Modell oder in der Natur setzt eine größere Wachheit, eine unmittelbare Präsenz voraus. HL: Man könnte hier eine Verbindungslinie ziehen von Deinem Gefühl, dass sich Dein Lebensgefühl verändert hat, zu Deiner Entscheidung, dass Du Deinen Malstil verändern willst: Das beobachtende Malen ist die Aufmerksamkeit für das, was ist, für die direkte, nicht simulative Wirklichkeitserfahrung. Du bist offenbar an einem geringeren Maß der Vermittlung und an einem größeren Maß an Unmittelbarkeit interessiert. MW: Das etwa ist die Richtung, in die ich mich bewege. HL: Denkst Du, dass dies eine rein per- sönliche Sache ist? Mich interessiert wieder besonders die Frage, ob Dein persönlicher Paradigmenwechsel etwas mit einer Verschiebung des kulturellen Bewusstseins zu tun hat. MW: Zunächst einmal habe ich festgestellt: »Für mich ist es gut; es ist ein Schritt, den ich machen muss, ich arbeite jetzt so weiter, und stell’ keine weiteren Fragen.« HL: Es dürfte kaum ausreichen, in die Natur hinauszugehen und unter freiem Himmel den Zeichenblock in die Hand zu nehmen oder die Staffelei in die Wiese zu stellen. Aller Wahrscheinlichkeit nach wird dabei nur eine sehr konventionelle Malerei herauskommen. Ist es nicht ein gewagtes Spiel, mit den postmodernen Strategien zu brechen, welche Dich bislang so gut getragen habe? MW: Ich habe mich schon gefragt, was in dem Moment, wo ich diese Strategien preisgebe, mit meinem Werk passiert. Ich fühle mich, als ob ich mich jetzt in einem Zwischenraum mit zwei Türen befinde: Die eine steht halb offen, die andere ist halb zu. HL: Zunächst einmal kann man sagen, dass es Kontinuitäten zwischen beiden Werkgruppen gibt. Was Du aus den Interieurs mitgenommen hast, ist das entscheidende Mittel, Raumpräsenz herzustellen, das Ornament. Du erfindest in Deinen Zeichnungen eine Vielzahl von Naturornamenten, aus denen Du Pflanzen, Bäume und Hecken zusammensetzt. Hier entwikkelt sich eine äußerst analytische Bildsprache. Die Natur wird in ihre visuellen Elemente zerlegt und anschließend aus diesen elementaren Einheiten wieder zusammengesetzt. Im Gegensatz dazu sind Deine Interieurs eher synthetische Bilder, in denen es keine elementaren Bildeinheiten gibt, sondern in denen jedes Detail mittels der Übermaltechniken in den Innenraum integriert ist. Ein zweiter Punkt ist, dass die ersten großformatigen Gartenbilder aus Einzelbildern bestehen, bei denen ein Zwischenraum bleibt und die zum Teil verschiedene Beobachterperspektiven besitzen. In einer Bildtafel blickst Du aus größter Nähe auf einen Strauch, auf einer anderer Tafel zieht es den Blick in die Ferne. So entstehen multiperspektivische Ansichten eines Naturraums, der sich dennoch zur Einheit integriert. Auch hier hat man es wie bei den Ornamenten mit einer analytischen Arbeitsweise zu tun, wo das Ganze in seine Teile zergliedert wird und aus seinen Teilen zusammengesetzt ist. Es geht um ein aktives, aber realitätsgebundenes Wahrnehmen, was sich übrigens mit Deinem 70 71 Interesse treffen würde, mit einer größeren Aufmerksamkeit und Sensibilität den sichtbaren Phänomenen gegenüberzutreten. Aber wahrscheinlich sind auch diese beiden Bildtechniken nicht ausreichend, um in den Naturräumen einen vergleichbaren außerästhetischen Überschuss wie in den Interieurs zu generieren, in denen sich immerhin so etwas wie unsere postmoderne Weltwahrnehmung auskristallisiert hat. MW: Dessen bin ich mir durchaus bewusst, ich glaube auch, dass es ein längerfristiger Prozess ist, der jetzt angestoßen wurde. Ich habe mir vorgenommen, mir für diese Suche so viel Zeit wie nötig zu lassen. Mir geht es in erster Linie darum, einen Weg zu finden, auf dem ich mir das Genre der Landschaftsmalerei mit der gleichen Intensität und Sinnhaftigkeit aneignen kann wie das Genre des Interieurs. Ich frage mich, welche Art von Malerei braucht es, um Naturräume zu malen, und was sagen uns Naturräume, wenn sie heute gemalt werden? HL: Welche Gefahren und Widerstände sind bei dieser Expedition ins Freie zu erwarten? MW: Die Gefahr besteht, dass man in Kitsch abdriftet oder sich bestimmten historischen Stilen annähert, dass man Vorbilder aus der klassischen Moderne nachahmt und dass man sich unbemerkt in historische Stile wie etwa in die Landschaften von Cézanne hineinbewegt. Das Wichtige ist, dass ich auch bei den Gärten und Landschaften mein eigenes Vokabular finde. Das kann ich zunächst einmal nur, indem ich mit den Zeichnungen experimentiere und dann versuche, diese Ergebnisse in Malerei umzusetzen. Mir war immer bewusst, dass ich mit der genauen Beobachtung beginnen muss und mich erst dann zu einer eigenen Richtung weiterbewegen kann. Deswegen verstehe ich die Zeichnungen auch als Studie oder als erste analytische Untersuchungen, die mich zu weiteren Schritten führt. HL: Ich sehe grundsätzlich zwei Möglichkeiten, mit den besonderen Schwierigkeiten der Landschaftsmalerei umzugehen. Entweder man findet tatsächlich eine eigene Formensprache, was sich in diesem Genre allerdings als extrem schwierig erweisen dürfte. Nicht nur, weil von der fotorealistischen bis zur abstrakten Landschaft alles schon einmal durchgespielt wurde, sondern auch, weil Landschaften einen viel schwächeren Zeitindex als zum Beispiel Interieurs besitzen. Wenn man sich von der Beobachtung leiten lassen möchte, kann man nicht einfach beliebige, mit historischen Bedeutungen aufgela- dene Gegenstände die Bilder hineinkopieren und sie auf der Leinwand fantasievoll kombinieren. Das würde Deinem ganzen Ansatz, mit der Beobachtung anzufangen, widersprechen. Aber wie gesagt, die Suche nach Naturornamenten und die Zerlegung in Bildtafeln sind für mich aussichtsreiche Ansätze, zu einer authentischen Bildsprache zu finden. Der andere Weg wäre, dass man die Bilder, die man mehr oder weniger konventionell malt, in einen bestimmten Kontext stellt. Man definiert sozusagen den Rahmen, in dem die Bilder wirken sollen, selbst und immunisiert sich damit als Künstler gegen die konventionellen Rezeptionsmuster, die der Gattung anhaften. MW: Ja, es gibt verschiedene Möglichkeiten. Ich kann die Lösung allein auf der Leinwand suchen, aber ich denke auch darüber nach, die Bilder in die Bühnen einzubinden, an denen ich parallel arbeite. Die Bilder stehen dann nicht für sich als Gemälde, sie sind nicht mehr das Fenster zur Welt, sondern sie werden selbst wieder zu einem Gegenstand im Raum. HL: Das wäre der zweitbeste Weg … MW: Der beste Weg ist für einen Maler natürlich, eine Idee zu haben und das Genre neu zu erfinden. Man sucht die immanente Rechtfertigung für seine Bilder. HL: Braucht man heute eine solche Absicherung überhaupt noch? Setzt sich nicht längst der Kunstmarkt mit seinen Preisen über alle inhaltlichen, kritischen und selbstkritischen Bedenken hinweg? MW: Mir ist bewusst, dass ich eine Legitimation brauche und nicht nur ein Landschaftsmaler sein kann, sondern an einem bestimmten Punkt darüber hinausgehen muss, in irgendeiner Form. Letztendlich kann ich das nur durch das Experiment herausbekommen, also schauen, was auf der Leinwand entsteht, was für mich überzeugend ist. Man kann den geübten Betrachter nur mit etwas Neuem in Erstaunen versetzen; dann triffst du auch den Moment, wo Du Dich selbst überzeugst. Man muss eine Bildsprache finden, für die man eigentlich noch keine Begriffe hat, die man noch nicht einordnen kann. Das Bild muss Freiräume schaffen. HL: Wobei noch nicht die Frage beantwortet ist, wozu diese Freiräume geschaffen werden sollen. Die gängige Antwort, dass das Bild die freie Fantasie seiner Betrachter anregen soll, finde ich zu simpel. MW: Nach einer nicht subjektiven Verbindlichkeit suche ich in meinen Bildern sicherlich auch, nur kann ich sie nicht benennen; es ist vielmehr ein Gefühl, dem ich hier vertraue, ein Gefühl, dass das Bild in einem Sinne gelungen ist, der nicht nur für mich wichtig ist. Was ich mit Sicherheit sagen kann ist: Es gibt ein Grundinteresse bei den Interieurs, das auch bei den Landschaftsbildern bleibt – das Interesse am Verhältnis von Gegenstand und Raum. Diese Verbindung zwischen den beiden Werkgruppen bleibt. HL: Aber Du interpretierst diese Relation jetzt vollkommen anders! MW: Ja, ich versuche das Verhältnis von Gegenstand und Raum neu auszubalancieren. HL: An diesem Punkt kommt durchaus ein allgemeiner Gesichtspunkt ins Spiel, denn unsere Raum- und Gegenstandsverhältnis gehört zu den basalen Erfahrungsschemata, mit denen wir uns die Welt aneignen, mit denen wir kollektiv in der Welt agieren. Die Interieurs verkörpern für mich eine gemalte Sichtweise auf die Welt, in ihnen artikuliert sich in hochkonzentrierter Form ein ganz bestimmtes kulturelles Selbstverständnis … MW: Eine Perspektive, die sich für Dich verbraucht hat?! HL: Ja, die westlichen Gesellschaften sehen sich plötzlich einem enormen Realitätsdruck ausgesetzt, so dass es immer weniger überzeugen kann, sie wie bisher als eine postmoderne Gesellschaft zu beschreiben, in der »anything goes«. Man sucht heute nach einem Realitätsverhältnis, das konstruiert, aber nicht kontingent ist. Deshalb ist es für mich spannend zu sehen, wie Künstler parallel zu diesem gesellschaftlichen Transformationsprozessen in ihrem eigenen Werk einen Stilwandel vornehmen. Möglicherweise hat Dein persönlicher Überdruss, in einer bestimmten Art und Weise zu malen, auch etwas mit einem veränderten sozialen Klima, mit atmosphärischen Störungen in der Kultur zu tun, denen Du ausgesetzt bist und auf die Du reagierst. MW: Na, schauen wir mal. In the Space Between CAC Málaga 2008 Currículum y Bibliografía / Curriculum and Bibliography 1973 Nace en Elte, Alemania / Born in Elte, Germany Vive y trabaja en Leipzig / Lives and works in Leipzig 1995 – 2000 Estudió pintura en la / Studied painting at the Hochschule für Grafik und Buchkunst Leipzig 2000 – 2003 Estudiante de máster con el profesor S. Gille / Masterstudent of Prof. S. Gille Exposiciones individuales / Solo Exhibitions 2002 – 2003 – Beca / Scholarship Stiftung Kunstfonds Bonn e.V. 2008 – Matthias Weischer. In the Space Between, CAC Málaga, Centro de Arte Contemporáneo de Málaga, España – Matthias Weischer. Der Garten – Arbeiten auf Papier, Kloster Bentlage, Rheine, Alemania 2001 – 2002 – Beca para jóvenes artistas en la Kunsthaus Essen / Scholarship Junge Kunst in Essen at Kunsthaus Essen 2007 – Museum zu Allerheiligen Schaffhausen, Suiza – Kunsthalle Mannheim, Alemania – Matthias Weischer. Der Garten – Arbeiten auf Papier, Neuer Berliner Kunstverein, Berlín, Alemania Becas y premios / Scholarships and Awards 2007 – Becario de la Academia alemana en Roma Villa Massimo / Scholarship of the Deutsche Akademie Rom Villa Massimo – Premio artístico de / Art award of Helmut-Kraft-Stiftung 2005 – Premio artístico de / Art award of Leipziger Volkszeitung – Laureate del Premio AugustMacke de la ciudad de Meschede / Laureate of the August-Macke-Preis der Stadt Meschede 2004 – 2005 – Laureate al tutor y estudiante de máster de la iniciativa Rolex con David Hockney / Laureate of the Rolex Mentor and Master-student Initiative with David Hockney 78 79 2003 – 3 Zimmer, Diele, Bad, Galerie LIGA, Berlín, Alemania – Anthony Wilkinson Gallery, Londres, Reino Unido 2002 – Räumen, Kunsthaus Essen, Alemania Exposiciones colectivas / Group Exhibitions 2008 – The Leipzig Phenomena, Mıcsarnok/Kunsthalle, Budapest, Hungría – Germania contemporanea. Dipingere è narrare: Tim Eitel, Matthias Weischer, David Schnell, MART Museo di arte moderna e contemporanea di Trento e Rovereto, Rovereto, Italia – Ausgewählt – Sammlung zeitgenössische Malerei und Grafik der VNG-AG, – Kulturhaus Leuna, Alemania 2006 – Landschaft, Galerie EIGEN+ ART, Berlín, Alemania – Artists from Leipzig, Arario Beijing, Pekín, China – Schilderkunst Nederland – Deutschland Malerei, GEM museum voor actuele kunst, La Haya, Países Bajos – Deutsche Wandstücke/Sette scene di nuova pittura germanica, Museion Bozen, Italia – VNG-art präsentiert deutsche Malerei, Muzeum Rzezby, Królikarnia, Varsovia; Städtische Galerie Arsenal Poznan, Polonia – MADE IN LEIPZIG – Bilder aus einer Stadt, Sammlung Essl, Klosterneuburg, Austria – Archi-Peinture, Le Plateau, Paris, France; Camden Arts Center, Londres, Reino Unido – Neue Malerei. Erwerbungen 2002 – 2005, Museum Frieder Burda, Baden-Baden, Alemania 2006 – Matthias Weischer. 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Olbricht SITE Santa Fe, Nuevo México; – Simultan, Künstlerhaus Collection, Folkwang Museum Katzen Arts Center Museum, Bremen, Alemania Essen, Alemania Washington D.C.; Frye Art Museum, Seattle; Salt Lake Art Center, Salt Lake City, Utah; Kemper Museum of Contemporary Art, Kansas City (hasta 2008), EEUU – Expanded Painting – Painting and around, Prague Biennale 2, Praga, República Checa – La nouvelle peinture allemande, Carré d’Art – Musée d’Art Contemporain de Nîmes, Francia – Cold Hearts. Artists from Leipzig, Arario Gallery, Cheonan, Corea – From Leipzig, Cleveland Museum of Art, EEUU – Portrait, Galerie EIGEN+ART, Berlín, Alemania – David, Matthes und ich, Kunstverein Nürnberg; Kunstverein Bielefeld, Alemania 2002 – 6 aus 11, LIGA, Berlín, Alemania – Leipziger Lerchen, Kunstverein Speyer, Alemania – Junge Malerei, Kunstverein Sulzfeld, Alemania – Groupshow, Galerie EIGEN+ ART, Leipzig, Alemania – Convoi. 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Remix, Bestandsaufnahme, Ludwig Christoph Tannert ed., Prestel Forum für Internationale Munich (a.o.) Kunst, Aachen (ed.) – Vrije Schilderkunst, Ámsterdam, – Life after death: New Leipzig – Life after death: New Leipzig Paintings from the Rubell Family Paintings from the Rubell Collection, 2ª edición, Marc Family Collection, cat. exp., Coetzee, Laura Steward Heon Mass MoCA, North Adams, ed., cat. exp., Mass MoCA, – Matthias Weischer, cat. exp., North Adams, Massachusetts Museum der bildenden Künste Leipzig 2007 – Matthias Weischer. Der Garten – 2005 Arbeiten auf Papier, cat. exp., – Most Wanted the Olbricht CollecNeuer Berliner Kunstverein tion, ed. Olbricht Collection, – Mad Love, cat. exp., Arken Buchhandlung Walter König, Museum for Moderne Kunst Colonia – SpaziAperti 5, cat. exp., – Kunstpreis der Leipziger VolksAccademia di Romania, Roma, zeitung, ed. LVZ, Leipzig – Matthias Weischer. Malerei/ – La nouvelle peinture allemande, Painting, cat. exp., Museum zu cat. exp., Carré d’Art in Nîmes, Allerheiligen Schaffhausen – Cold Hearts, cat. exp. Arario, – Rockers Island. Olbricht Collec Corea tion, cat. exp., Folkwang – David, Matthes und ich, cat. exp., Museum Essen Kunstverein Nürnberg y – Imagination Becomes Reality. Kunstverein Bielefeld Part V. Fantasy and Fiction, – The triumph of painting, cat. cat. exp., ZKM Karlsruhe exp., Saatchi Gallery, Londres 2001 – Szenenwechsel XX, Museum für Moderne Kunst Frankfurt am Main, Alemania – At Home, Kunstverein Lindau, Alemania Obras en colecciones públicas / Works in Public Collections – Museum für Moderne Kunst Frankfurt am Main, Fráncfort 2003 – ARKEN Museum for Moderne – Sieben mal Malerei, Neuer Kunst, Ishøj, Dinamarca Leipziger Kunstverein at the – Museum der bildenden Museum der bildenden Künste Leipzig Künste Leipzig, Alemania – Drei Positionen zur Malerei: Tim – Arario Collection Eitel, Cornelius Völker, Matthias – The Museum of Contemporary Weischer, Allianz Versicherungs- Art, Los Ángeles – Sammlung Goetz, Múnich AG, Treptowers, Berlín, – Sammlung Olbricht, Essen Alemania 80 81 2006 – VNG art. Sammlung zeitgenössische Malerei und Grafik, VNG (ed.), Leipzig – nullvier nullfünf, cat. exp., Museum der bildenden 2004 – Matthias Weischer: Simultan, cat. exp., Künstlerhaus Bremen, – Direkte Malerei, Direct Painting, cat. exp., Die neue Kunsthalle IV Mannheim 2003 – Drei Positionen zur Malerei: Tim Eitel, Cornelius Völker, Matthias Weischer, cat. exp. Treptowers, Berlin – Sieben mal Malerei, cat. exp., Neuer Leipziger Kunstverein at the Museum der bildenden Künste Leipzig 2002 – Matthias Weischer: Räumen, cat. exp., Galerie im Kunsthaus Essen – Convoi, cat. exp. Foyer of IG Metall, Fráncfort, Leipzig