Protagonista de la Independencia y la Revolución
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Protagonista de la Independencia y la Revolución
Protagonista de la Independencia y la Revolución Fundación Herdez Héctor Hernández-Pons Torres Presidente Azucena Suárez de Miguel Directora El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución Coordinación editorial: Karla Richterich Diseño, fotografía y formación: Agustín Estrada / Araceli Limón Cuidado de la edición: Francisco González Ruiz ISBN: 978-607-8172-01-6 Fecha de aparición: 2011-06-23 Los materiales publicados en esta página electrónica tienen todos los Derechos Reservados y el Copyright de la Fundación Herdez o están reproducidos con el permiso de otros propietarios de los derechos de autor. Ningún material del contenido o de cualquiera de sus partes puede ser copiado, modificado, publicado, distribuido, vendido o traducido sin el permiso explícito y por escrito de la Fundación Herdez. Los usuarios de esta página electrónica pueden descargar, salvar o imprimir los textos, los resultados de búsqueda o cualquier otra información sólo para uso personal, de docencia o de investigación, y deberán dar el crédito a este sitio. Todos los derechos reservados, 2011. Hecho en México. D.R. © Fundación Herdez A.C., Calzada San Bartolo Naucalpan núm. 360, Col. Argentina Poniente, C.P. 11230, México D.F. www.fundacionherdez.com.mx EL CHILE Protagonista de la Independencia y la Revolución Presentación 5 El capsicum a través de la historia mexicana 7 Janet Long Towell Los parientes silvestres del chile: su importancia biológica y cultural 21 El chile en la alimentación 29 El ajonjolí de todos los moles 41 Salsas 61 Moles y pipianes 69 Recetas 81 Sergio Hernández Verdugo Héctor Bourges Rodríguez Eduardo Merlo Marco Buenrostro Cristina Barros Jorge Luis Álvarez María Engracia Celis Juárez Presentación C on el fin de festejar el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución de México, Fundación Herdez organizó el ciclo de conferencias “El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución”, cuyos textos están contenidos en las presentes Memorias. Con ello cabe recordar que el objetivo de la Fundación es rescatar, promover y difundir el rico patrimonio de la cocina mexicana, y en esta ocasión se reunió a un grupo de expertos para que cada uno abordara el tema del chile desde alguno de los diversos puntos de vista. Así, Janet Long Towell, Héctor Bourges Rodríguez, Sergio Hernández Verdugo, Eduardo Merlo, Marco Buenrostro y Cristina Barros han contribuido a conjuntar un rico panorama alrededor de la materia. Además, cada ponencia fue acompañada por una degustación —los chefs Jorge Luis Álvarez y María Engracia Celis Juárez se alternaron, ofreciendo a los comensales exquisitos convites en los que vibrantes sabores se mezclaron con la historia. Cabe mencionar que la elección del tema no fue fortuita; Grupo Herdez ha producido y comercializado chiles y salsas desde los años sesenta, y en el presente año la empresa reinventa la categoría de los chiles con una nueva imagen y renovadas fórmulas. Debido, entonces, a que el chile —junto con el maíz y el frijol— es uno de los rasgos primordiales que componen nuestra cultura culinaria, resulta una brillante oportunidad el retomar este elemento tan importante para celebrar con su estimulante gusto las Fiestas Patrias. Festejo al que se une en este año conmemorativo el logro de que la cocina mexicana haya sido considerada patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Adicionalmente, invitamos a los lectores a realizar algunas de las recetas que aquí se presentan para que en sus hogares continúen con esa agradable tradición que como cultura nos caracteriza: la de recibir invitados para compartir con ellos el disfrute de nuestros platillos caseros. Héctor Hernández-Pons Torres Presidente de Fundación Herdez 5 El capsicum a través de la historia mexicana Janet Long Towell* E *Janet Long Towell estudió Letras Españolas en el México City College, posteriormente la maestría en Arqueología en la Universidad de las Américas y finalmente el doctorado en Antropología Social en la Universidad Iberoamericana. Desde 1984 ha trabajado como investigadora en el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), donde actualmente es investigadora “C” de tiempo completo. Sus temas de investigación son: la historia cultural de las Solanáceas; la historia de la alimentación mexicana y la vida cotidiana a través de la historia de México. Ha publicado seis libros como autora única, 37 artículos y capítulos en libros y en revistas académicas nacionales e internacionales, además de cinco artículos de divulgación, dos de ellos en la revista Nexos. Durante los últimos 20 años, ha presentado más de 50 conferencias en simposios, diplomados y congresos nacionales e internacionales. Forma parte de diversas asociaciones, sociedades y colegios académicos. Pertenece a las siguientes organizaciones académicas: Sistema Nacional de Investigadores, nivel 2; Academia Mexicana de Ciencias; recipiente de la beca “Apoyo para la investigación” del Conacyt, 19982001, núm. 25072/S476; participante en el Programa de Estímulos pride de la unam, nivel 3. l capsicum, conocido popularmente como chile, tiene una larga tradición cultural en México, pues ha sido una constante a través de la historia del país. Algunos de sus usos prehispánicos siguen vigentes en la cultura mexicana, aun hoy día. Junto con el maíz, el frijol y la calabaza, el chile ha formado parte de la dieta básica de México desde hace más de 5000 años, ya que para 3500 a.C. estos cuatro cultivos ya habían sido domesticados; formaban un complejo nutritivo que proporcionó al mexicano los ingredientes nutricionales más importantes para su desarrollo biológico. El papel que jugó el capsicum en esta cocina fue de aportar variedad, sabor, picor y color a una dieta un poco monótona. También funcionó como un estimulante para el apetito, aportó las vitaminas A y C, así como algunos minerales. Hasta podría preguntarse si el régimen basado en maíz, frijol y calabaza hubiera perdurado tantos siglos sin el complemento del chile. 7 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución La taxonomía del capsicum El capsicum es una planta del Nuevo Mundo. No se conocía en otros continentes antes del descubrimiento de América; no existen palabras para denominarlo en lenguas antiguas como el sánscrito, el griego o el antiguo chino. Pertenece a la familia de plantas llamadas Solanáceas y, como todos sus miembros, tuvo su origen, como género, en América del Sur, en el remoto pasado prehistórico.1 Algunos botánicos opinan que su lugar de origen se encuentra en la zona andina, mientras otros especulan que haya sido el sudoeste de Brasil, por la gran diversidad de especies silvestres encontradas en las dos zonas, constituyendo los posibles marcadores para determinar el origen de la planta. Los botánicos especializados en el estudio del chile calculan que existen entre dos y tres mil tipos de chile en el mundo. Me refiero a tipos de chile, no especies, ya que este término tiene un significado especial en la botánica. Han clasificado esta gran diversidad de chiles en sólo cuatro o cinco especies domesticadas y alrededor de 22 especies espontáneas o silvestres. La gran mayoría de las especies silvestres se encuentran en América del Sur. Es probable que esta planta haya sido dispersada a otras regiones por los pájaros que, atraídos por los frutos rojos, comen hasta los chiles más picantes, para después arrojar las semillas en otra parte, junto con el excremento. De esta manera, se calcula que el chile llegó a Mesoa- mérica, como planta silvestre, hace miles de años, antes de la llegada del hombre.2 Las cuatro o cinco especies que se cultivan actualmente fueron domesticadas durante la época prehispánica de manera independiente y en diferentes zonas geográficas. El chile es de la familia de las Solanáceas, del género Capsicum, y las cinco especies domesticadas en que usualmente se divide el género son las siguientes: • Capsicum annuum var. annuum —es una especie domesticada en Mesoamérica. • Capsicum baccatum var. pendulum —son chiles sudamericanos del grupo de los ajíes. • Capsicum chinense —está representado por el chile habanero y tipos parecidos. • Capsicum frutescens —son los chiles de tipo Tabasco. Algunos genetistas combinan las especies chinense y frutescens en una sola especie y consideran que hay cuatro y no cinco especies. • Capsicum pubescens —es una especie andina que incluye los chiles de tipo manzano. A la especie Capsicum annuum var. annuum pertenecen todos los tipos de chile cultivados en México actualmente, con la excepción del chile habanero y el chile manzano. El ancestro espontáneo de este grupo es el Capsicum 2 W. Hardy Eshbaugh, “The Taxonomy of the Genus Capsicum (Solanaceae)”, Phytologia, núm. 47, 1980, pp. 153-166. 1 8 Barbara Pickersgill, “The Domestication of Plants in the Americas. Insights from Mendelian and Molecular Genetics”, Annals of Botany, núm. 100, 2007, pp. 925-940. Janet Long Towell • El capsicum a través de la historia mexicana annuum var. aviculare, conocido popularmente como chile piquín. Este pequeño chile silvestre es el progenitor de los chiles mexicanos, desde el serrano hasta el chile dulce o pimentón. Aunque se puede cultivar, el piquín nunca ha pasado por el proceso de domesticación y sigue siendo un chile silvestre. El chile prehispánico Durante la época prehispánica, el uso más importante del capsicum fue como ingrediente en la dieta básica; no obstante, también fue utilizado para otros fines culturales. Uno de sus usos fue como medicamento en las curaciones. Los curanderos lo utilizaban para tratar la tos por medio de infusiones de las hojas y raíces de la planta del chile. El dolor de las caries se curaba presionando un chile caliente y sal contra el diente infectado y trataban el estreñimiento con agua de salitre y chile. También fue usado para iniciar el parto retardado. Lo ocupaban para superar los vértigos o mareos y como remedio para algunos otros males. A través de la historia ha formado parte del instrumental del curandero para tratar enfermedades culturales como el “mal de ojo”, para efectuar una “limpia” y como amuleto para alejar “los aires malévolos”. El capsicum también tenía uso como elemento ritual. La diosa prehispánica del chile, Tlatlauhqui cihuatl ichilzintli o “respetable señora del chilito rojo”, era hermana de Tláloc, dios del agua, y de Chicomecóatl, diosa de los mantenimientos. El dios del chile, representado con una guirnalda de flores alrededor del cuello que termina en dos chiles en la parte frontal, Fotografía de la maqueta de un mercado de la época prehispánica, Museo Nacional de Antropología e Historia-Sala mexica. Conaculta-inah-México. “Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia”. 9 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución fue identificado como tal por el arqueólogo Felipe Solís. Era costumbre hacer ofrendas a estos dioses para solicitar una buena cosecha o para la protección de los cultivos. Los restos arqueológicos confirman la presencia del chile, en forma de semillas carbonizadas, pedúnculos y tejido vegetal. Restos de chile han aparecido en varios sitos arqueológicos del país, desde los más antiguos hasta la época de la Conquista. Tepalcates (fragmentos) de molcajetes, estos últimos los utensilios preferidos para hacer una salsa de chile, aparecieron en varios sitios con comida adherida a las ranuras del fondo del recipiente.3 Uno de los usos más comunes del capsicum prehispánico fue como parte de los tributos. Cada zona conquistada por los mexicas estaba obligada a entregar tributo al tlatoani con los productos de su localidad; los más frecuentes eran los productos comestibles, como el maíz, el frijol y el chile. Se entregaba el chile seco en un costal de yute con una plumita roja encima que simbolizaba el número de cuatrocientos, con la leyenda de “ají seco”. Algunos pueblos pagaban tributo semanalmente en platitos llenos de chiles frescos. Existen varios códices, o copias de ellos, con datos valiosos sobre la vida cotidiana en la época prehispánica. Además de ser usado como producto tributario, en ocasiones el chile funcionaba como arma o instrumento correctivo. Existe una imagen en el Códice Mendocino, de un padre en el Janet Long-Solís, Capsicum y cultura: la historia del chilli, México, Fondo de Cultura Económica, 1998. 3 10 acto de castigar a su hijo de once años, forzándole a inhalar el humo de una fogata de chiles secos, mientras en otra imagen, la madre amenaza a la hija con el mismo castigo.4 La Conquista Con la llegada de los españoles, en 1519, vino un nuevo estilo de comer, nuevos ingredientes, diferentes utensilios de cocina, e incluso otras técnicas para preparar la comida. Inicialmente los nuevos productos no afectaron mucho a la alimentación de los indígenas, ya que ellos se aferraban a su propia dieta, basada en el maíz, el frijol, la calabaza y el chile. El chile representó una novedad para los europeos que llegaron a la Nueva España y varios de ellos lo describieron en sus escritos. Inicialmente rechazaron el chile por su fuerte picor pero, con el tiempo y la dificultad de traer productos alimenticios de España, muchos de ellos se adaptaron a la nueva dieta de platillos picantes, por simple necesidad de sobrevivencia. Los mexicanos frecuentemente les regalaban platillos ya preparados e “indias para moler”, encargadas de hacer las tortillas. La hospitalidad fue uno de los valores culturales de los mexicas y los españoles quedaron sorprendidos con los guajolotes, las frutas y las tortillas que les regalaban. Esto continuó hasta que los indígenas se dieron cuenta de las verdaderas intenciones de los españoles, y dejaron de ser tan generosos. Códice Mendocino, edición facsimilar, México, San Ángel Ediciones, 1979. 4 Janet Long Towell • El capsicum a través de la historia mexicana Ilustración tomada de Cristina Barros y Marco Buenrostro (eds.), La alimentación de los antiguos mexicanos en la Historia Natural de la Nueva España de Francisco Hernández, México, Universidad Nacional Autónoma de México-Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial, 2007, p. 61. El chile en la Nueva España La comida mexicana de hoy día tiene sus bases en el siglo xvi. La invasión de alimentos y cultivos europeos que siguió a la llegada de los españoles sirvió para cambiar la dieta mexicana para siempre. Con los nuevos productos alimenticios había una selección más grande en la comida y produjo una dieta más nutritiva. Además los españoles aportaron nuevas fuentes de proteínas que eventualmente fueron aprovechadas por los indígenas. El chile nunca ha perdido su lugar de importancia en la dieta, sobre todo entre los indígenas, cuya comida es más monótona. Poco a poco, los indígenas que vivían en zonas urbanas empezaron a incluir el pan de trigo y la carne de res en su alimentación, sin abandonar sus propias tradiciones alimenticias. Lo que sí causó un descenso en la producción y en la demanda del chile fue la enorme disminución de la población indígena, como resultado de las pestes y epidemias que azotaron el país después de la Conquista. Los indígenas no tenían defensas contras las nuevas enfermedades y muchos murieron en las epidemias, desde el siglo xvi. Esto afectó la producción y la demanda del chile en el mercado. Los conflictos asociados con la tenencia de la tierra, a lo largo de los años de la Colonia también tuvieron su efecto en la producción del chile. El control ejercido sobre los tributos y servicios, durante los primeros años, fue consolidado con la creación de las encomiendas. Después del despojo de tierras indígenas, éstas sirvieron para la formación de las haciendas, con 11 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución lo cual se destinaron grandes extensiones de tierras para el cultivo de granos europeos, provocando la reducción de los predios disponibles para la siembra de productos indígenas. La falta de mujeres españolas durante los primeros quince años después de la Conquista fue suficiente para acostumbrar al paladar español a la dieta mexicana. La mayoría de las mujeres españolas llegaron entre 1535 y 1536, cuando la Nueva España alcanzó estatus de virreinato.5 No tardaron las marchantas en los tianguis a empezar a vender quesadillas con tortillas mesoamericanas rellenas de queso europeo y salsas locales, y a agregar maíz, frijol o chile a los guisados españoles. En ese momento, podemos afirmar que estamos frente a una nueva tradición culinaria. En los siguientes años ocurrió un sincretismo alimenticio que consistió en la combinación de las cocinas de los dos mundos. Los promotores de este nuevo estilo de comer probablemente fueron los criollos, acostumbrados desde niños a los sabores de las dos cocinas. En los mercados ya se podían encontrar productos españoles compartiendo el espacio en los puestos con chiles, calabazas, nopales y verdolagas. Mientras tanto, el capsicum fue llevado a Europa por los exploradores españoles —inicialmente, por el mismo Cristóbal Colón desde Cuba— y fue presentado con el apelativo de “aromas”, junto con muchos otros productos del Nuevo Mundo, ante los Reyes Católicos en la corte de Barcelona, en 1493.6 Como otras plantas americanas, encontró un rechazo por parte de los europeos por su picor y por la falta de conocimiento de las técnicas para prepararlo. Fue hasta el siglo xviii cuando las plantas mesoamericanas entraron plenamente en las dietas europeas, como comodines en las recetas europeas tradicionales, como el gazpacho, la paella y el bacalao. Varios viajeros europeos que visitaron México durante los años de la Colonia confirmaron la importancia del chile en la dieta del mexicano. Al visitar la zona del Bajío, en 1764, un padre capuchino escribió que las comidas propias del país, como el clemole, las enchiladas, los tamales, el pipián y los frijoles estaban cargadas de chile.7 Describió las grandes extensiones de tierra sembradas de esta planta, como si fueran de trigo, y que en muchas leguas no se encontraban en los campos otro cultivo. Aun hoy día, la zona del Bajío sigue siendo una importante productora de chile. Durante la Colonia hubo varios ciclos de crisis agrícolas causadas por fluctuaciones climáticas que afectaron la producción del chile, como la de 1786, tan severa que ha pasado a la historia como “la gran hambre”. La falta de lluvias en 1784 afectó la producción agrícola en general. En 1785 cayeron heladas prematuras en julio y agosto, causando nuevamente la pérdida de las cosechas. El chile es susceptible Pedro Mártir, Historia sobre Colón y América, Madrid, Imprenta San Francisco Sales, 1892. 6 José Luis Martínez, Pasajeros de Indias, Madrid, Alianza Editorial, 1983. 5 12 Francisco de Ajofrín y Fermín de Olite (capuchinos), Diario del viaje que hicimos a México, México, 1936. 7 Janet Long Towell • El capsicum a través de la historia mexicana a estos dos fenómenos: necesita agua en abundancia durante su ciclo de crecimiento y no resiste las temperaturas bajas, mucho menos las heladas. Además, julio y agosto son los meses más importantes para su cosecha. Los indios y los pobres fueron los primeros afectados por tales crisis, puesto que el alza en el precio del maíz elevaba los costos de los demás artículos de subsistencia. Los indígenas, principales consumidores de maíz y chile, eran los primeros en debilitarse y en ser abatidos por las epidemias que iban de la mano con las crisis agrícolas. Otra fuente que tenemos para constatar el uso del chile durante la Nueva España es su frecuente presencia en las pinturas de castas que muestran escenas cotidianas de mercados, cocinas, y comedores. En algunos cuadros podemos ver la preparación del chile: escenas de cocina mostrando a una mujer moliendo chiles rojos en el metate, mientras su esposo, un chef español, y su hijita la observan trabajar, o la figura de una mujer capeando pequeños chiles rellenos para freír, mientras su marido, aguador, se dedica a preparar sus botellones para entregar agua, son algunos de los temas representados. La serie de cuadros fue comisionada por españoles que habitaban en México y llevados con ellos a su regreso a España; por tanto, la mayoría de los cuadros se encuentran en el Museo de las Américas en Madrid. Hace algunos años vinieron a México en una magnífica exposición en el Museo Franz Mayer. De las cocinas de los conventos de monjas salieron las mejores recetas de la Colonia. Los conventos y monasterios se expandieron rápidamente en la segunda mitad del siglo xvi. El hecho de vivir en comunidad, tener que alimentar a un gran número de personas todos los días, disponer de cocinas grandes y bien equipadas y contar con los recursos necesarios para elaborar recetas nuevas, permitió a las monjas desarrollar especialidades que hicieron famosos a sus respectivos conventos, como fue el mole poblano del convento de Santa Rosa de Lima, en Puebla. En realidad, el mole es un platillo prehispánico pero nació de nuevo con especias e ingredientes traídos de España y del Oriente. Hoy día, la mitad de sus ingredientes son mexicanos y la otra mitad llegaron originalmente de fuera. Es un buen ejemplo de la sincretización de las dos cocinas. El recetario atribuido a sor Juana Inés de la Cruz, recopilado en el siglo xviii, documenta el uso de varios chiles como el ancho, el verde, el amarillo, el chipotle, el pasilla, el chile quebrado y los tornachiles. El recetario fue publicado hasta 1979 y, pese a su atribución, es poco probable que haya sido de la propiedad y autoría de la monja jerónima. El capsicum siguió siendo un instrumento de curación durante la Nueva España y se usó como tratamiento para varios síntomas. Aplicaban gotas de polvo de chile hervido con vino para quitar el dolor del oído causado por el frío. Otro remedio y ejemplo del mestizaje de la medicina es el uso del chile en polvo hervido con vinagre para quitar el dolor de muelas. También se usaba como laxante para ayudar a la digestión entorpecida. Tenía fama de abrir el apetito en la mesa y, además, de estimular el deseo sexual. 13 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución Los datos de la época colonial y del México independiente comprueban la continuidad de su uso en la dieta indígena, de los mestizos, e incluso de la dieta criolla. Es menos probable que formara parte del menú del palacio virreinal. Las comidas palaciegas eran más a la española que al estilo mexicano. El chile en tiempos de guerra El abasto de las tropas en tiempos de guerra siempre fue un problema para los militares en el México virreinal, en especial para los que tenían que participar en largas campañas contra los indígenas en zonas despobladas. En algunos lugares en el norte novohispano se asignaban tierras a los soldados; ellos sembraban sus milpas y vivían con sus familias en pequeños cuar- 14 Soldados y soldadera de la Revolución mexicana, sinafo, núm. inv. 32463. Conaculta-inah-México. “Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia”. tos dentro de los fuertes. Los ejércitos insurgentes que enfrentaron al ejército realista estaban formados en su gran mayoría por gente pobre que viajaba con sus familias completas hacia los campos de batalla. Las mujeres cocinaban para sus familias, moliendo maíz, echando tortillas y cocinando ollas de frijoles con salsas de chile. Un desayuno típico de los soldados consistía en tortilla, frijol, chile y pan español, preparado por las “soldaderas” que los acompañaban. Y lo mismo ocurrió a los soldados imperialistas mexicanos en campaña. Al igual que las tropas revolucionarias, después de 1910. El chile jugó un papel importante en las comidas de los soldados rasos, los más abundantes miembros del ejército, que tenían que mantenerse en constante movimiento. Un viajero alemán que visitó México a mediados del siglo xix se sorprendió por el desorden de las tropas imperialistas mexicanas en campaña, acompañadas en su marcha por una gran cantidad de civiles, muchos de ellos vendedores de alimentos; sobre todo por “la multitud de mujeres que siguen a los soldados mexicanos y que les sirven, no solamente de esposas, sino también de cocineras”. Durante las guerras, el chile, como los demás productos agrícolas, sufría de escasez y altos precios en el mercado. El siglo xix El siglo xix fue un siglo turbulento y agitado en México. El país pasaba de crisis en crisis, empezando con la guerra de Independencia, seguida por la guerra con los franceses, la pérdida de la mitad de su territorio ante Estados Unidos, Janet Long Towell • El capsicum a través de la historia mexicana la invasión de los estadounidenses, el segundo imperio de Maximiliano y Carlota, la guerra de Reforma y los levantamientos constantes de los grupos indígenas y campesinos. Después de la guerra de Independencia, junto con la tarea de construir una nueva nación, los políticos e intelectuales sentían la necesidad de formar una cultura propia, que expresara la nueva nacionalidad mexicana. La comida jugó un papel importante en la elaboración de esta nueva identidad mexicana. Los escritores costumbristas, que surgieron en el siglo, alababan los alimentos y elogiaban las costumbres de las clases populares. En 1831 se publicó el libro de cocina El cocinero mexicano, de autor anónimo, que aplaudía los platillos picantes de la cocina popular. La obra trató de formar un paladar o gusto nacional mexicano en este aspecto. La nueva actitud hacia la comida era una reflexión de las divisiones sociales que siguieron vigentes aun después de la Independencia. Los símbolos utilizados por una clase social para diferenciarse del nivel inferior inmediato incluyen la selección de la alimentación. La cocina popular siguió siendo un marcador de un bajo nivel social, y muchas recetas en el libro no eran consideradas propias para el consumo de la “gente bien”. En su libro, Los bandidos de Río Frío, Manuel Payno afirma que en algunas casas ricas, “chile y pulque, ni olerlos”, puesto que no eran alimentos aceptados socialmente.8 8 Manuel Payno, Los bandidos de Río Frío, México, Porrúa, 1976. Los primeros recetarios publicados después de la Independencia documentan el uso de varios chiles, ingredientes no tratados en los libros de cocina en años anteriores. Ahora, los autores de recetarios sentían más libertad para incluir datos sobre la comida picante del pueblo, sin temer la burla del público. A este siglo se atribuye el desarrollo de los “chiles en nogada”, refinado ejemplo de la cocina criolla mexicana, inventado en un convento poblano para celebrar una visita del emperador Agustín de Iturbide a esa ciudad. El platillo era servido tradicionalmente el Día de san Agustín, el 28 de agosto. Algunos historiadores opinan que hubo una “mini” revolución culinaria que tomó lugar a raíz de la Independencia y que se reflejó en la novela costumbrista. Consideraban que la nueva nación afirmaba su mexicanidad a través de la comida y que los logros culinarios se tradujeron en un sentimiento de orgullo nacional.9 No obstante, no era fácil crear una nueva cocina ni cambiar la actitud del público hacia lo que era correcto servir a los invitados, sin perder su estatus social ante los demás. Después de la guerra de Independencia se abrieron las fronteras del país a nuevas influencias de Europa y de Estados Unidos. Comerciantes, diplomáticos, empresarios y aventureros llegaron a probar suerte en el nuevo país y cada grupo trajo nuevas influencias culinarias. La cocina de un país suele ser un reflejo de la influencia de sus conquistadores, invasores y contactos comer9 Sonia Corcuera de Mancera, Entre gula y templanza, México, edición privada, 1979. 15 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución ciales. Algunos de los visitantes dejaron escritos sus opiniones acerca de la comida y el chile. Como regla general, se quejaban de la comida mexicana desde su primer contacto con ella. La marquesa Calderón de la Barca confesó que sólo “el hambre hizo pasaderos el chile y el ajo” y que uno necesitaría tener la garganta forrada de hojalata para soportar la cantidad de picante que acostumbraban comer los mexicanos.10 La marquesa era esposa del primer embajador español en el país durante la década de 1830 y además era escocesa, es decir, de un país que no se caracterizaba por su refinado gusto culinario. Un diplomático inglés comentó que en la plaza de Zacatecas en unos cuantos minutos se vendían suficientes cantidades de chile para irritar los paladares de medio Londres.11 Estas opiniones afectaron poco a los indígenas, principales consumidores de chile, que seguían siendo los marginados de la sociedad. La capsaicina Una de las características inconfundibles del chile es su picor. Un chile pica por el nivel de capsaicina que contiene su fruto, la cual está localizada principalmente en la placenta y las venas. La capsaicina es un alcaloide, sin color ni sabor ni olor, que se produce en la parte superior del fruto, donde se juntan la placenta y las paredes del mismo. Marquesa Calderón de la Barca, La vida en México durante una residencia de dos años en este país, México, Porrúa, 1974. 10 Henry G. Ward, México en 1827, México, Fondo de Cultura Económica, 1981. 11 16 Hay varios factores que determinan lo picante de un chile. Algunos tipos de chile son más picantes que otros por naturaleza. Por regla general, los chiles pequeños, como el piquín, pican más que los de fruto grande, como el poblano. Factores como el clima, el agua y los minerales de la tierra que los sustenta desempeñan un papel en ello. Una planta de chile castigada durante su ciclo de producción por etapas de sequía o de calores fuertes tiende a producir chiles más picantes que otra, cultivada bajo condiciones más controladas. Los frutos que se forman en la parte inferior de la planta son los que maduran primero y tienen fama de ser más picantes que los que brotan en la parte superior. Los agrónomos nos aseguran que las altas temperaturas nocturnas afectan el grado de picor de los chiles, haciéndolos más acres. Los chiles enlatados pican más que los chiles frescos, debido al proceso de calentamiento, cuando la capsaicina se distribuye por toda la lata. El más picante de los chiles mexicanos es el habanero. Se ha desarrollado un tipo nuevo de este chile en Estados Unidos con el apelativo de sabino rojo. Es un chile muy picante y tiene uso principalmente en la industria farmacéutica. Hay dos tipos de habaneros asiáticos, desarrollados recientemente, que son aún más picantes. Uno es el naga jolokia de la India y el otro es de Bangladesh, de nombre dorset naga. Son de la misma especie que el habanero, o sea el Capsicum chinense. El picor causado por el chile es una sensación en el cuerpo que podemos describir entre el placer y el dolor. La primera reacción puede ser la de sentir un calor placentero que se Janet Long Towell • El capsicum a través de la historia mexicana extiende por todo el cuerpo, siempre y cuando se trate de un chile medianamente picante. Cuando resulta ser demasiado picante, nos puede provocar un fuerte ardor en la boca y en la garganta, lágrimas en los ojos, flujo nasal y sudoración en la frente y el cuello. Estas sensaciones se registran en los receptores del dolor, localizados en la boca, la nariz y el estómago. El consumo repetido de chile llega a desensibilizar los receptores de dolor y crea una tolerancia hacia lo picante, permitiendo a los consumidores comer platillos cada vez más picosos. La creencia popular de que el chile sea adictivo es falsa, ya que la adicción tiene otras características. El capsicum como elemento ritual Las ceremonias prehispánicas en honor de alguna deidad protectora de ciertas plantas, a la cual dedican fiestas, ofrendas y sacrificios, no han desaparecido del todo. Todavía quedan regiones aisladas en México, donde se hacen ofrendas a los dioses o los santos cristianos para pedir una buena cosecha o la protección de sus cultivos. El grupo otomí de San Pablito, Pahuatlán, Puebla, venera a varios dioses agrícolas, entre ellos al espíritu del chile.12 Los campesinos que cultivan esta planta recortan muñecos de papel de china con la figura del espíritu, con chilitos a los lados y encima de la cabeza. Cada tres años el campesino hace una ceremonia en la cual invoca a los espíritus de las semillas del chile con el fin de obtener una buena cosecha. Bodil Christenson, Witchcraft and Pre-Columbian Paper, México, Ediciones Euroamericanas, 1970. 12 Papel picado de San Pablito, Pahuatlán, Puebla, donde se aprecian las representaciones del Dios del Chile en las esquinas. Aunque las fiestas religiosas que se celebran en muchas regiones, hoy día, son para honrar a santos católicos, todavía contienen un fondo importante de creencias y ritos precolombinos. Esto sucede especialmente en zonas aisladas del sur del país. La celebración más importante del año en el pueblo de Olinalá, en la Sierra de Guerrero, se lleva a cabo el 4 de octubre en honor a san Francisco, santo patrono del pueblo. La característica más sobresaliente de la fiesta son las ofrendas presentadas al santo en la iglesia. Éstas consisten en grandes estandartes, decorados con flores de cempasúchil, flores de pericón y chiles poblanos en fuertes tonos de rojo y verde. 17 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución Las ofrendas, llamadas masúchiles, son llevadas a la iglesia por los artesanos del pueblo y presentadas al santo durante la misa, celebrada en su día, con el fin de solicitar una buena cosecha de maíz en noviembre. Masúchil es una combinación de dos palabras en náhuatl, ma de maitl o mano y suchil de xochitl, y quiere decir “un manojo de flores”. Las ofrendas han llegado a formar parte importante de la tradición de la fiesta.13 En la misma fiesta, guirnaldas de flores de cempasúchil y pericón, intercaladas con chiles serranos, se cuelgan alrededor del cuello de san Francisco en la iglesia, como otra forma de ofrenda. Esto recuerda el dios agrícola prehispánico o dios del chile a que referimos al inicio de este texto, con un collar de flores y chiles alrededor del cuello. El chile en la dieta mexicana actual El chile sigue siendo un catalizador en la cocina mexicana. Ha servido desde hace miles de años para modificar los sabores de la dieta básica del país y ha perdurado a través de los siglos, a pesar de la introducción y la influencia de tradiciones culinarias de otros países. La gran diversidad de la comida regional mexicana depende de varios factores, como los recursos económicos y naturales, el clima, sus contactos con otras zonas y la población étnica. Depende, además, de los tipos de chile que se hayan desarrollado en la región. Muchas veces son los chiles locales los que dan el toque sig18 Long-Solís, op. cit., p. 150. 13 nificativo a la comida, como es el caso del chile habanero en la comida yucateca, o los chilhuacles y los chilcoxtles en los moles oaxaqueños. Hoy día, el chile sigue siendo un producto de gran demanda en el mercado local, así como para exportación. El interés internacional por la comida mexicana, en los últimos años, ha promovido el desarrollo de chiles menos picantes, como el jalapeño, de suave picor, cultivado en México para el mercado de exportación. Los “marchantes” en los mercados locales también han notado una mayor demanda por los chiles más versátiles y menos picantes, como el guajillo, por ejemplo. Sin embargo, los chiles muy picantes como el habanero, el serrano, el costeño, el de árbol y el piquín siguen teniendo alta demanda en el mercado. El chile como una constante cultural El chile ha sido una constante cultural a través de la historia del país. Algunos de sus usos como medicamento en la época prehispánica han sido comprobados por investigaciones médicas recientes. En los últimos años han descubierto que la capsaicina del chile funciona como un agente contra el dolor, a través de su reacción con un sustancia química del cerebro denominado “sustancia P” que se relaciona directamente con la transmisión del dolor. Su uso prehispánico como remedio para curar la tos y otros malestares del aparato respiratorio han sido vindicados con la venta en las farmacias de varias medicinas alópatas, fabricadas a base de capsaicina, para aliviar los malestares de la tos, los resfriados, la bronquitis y para la garganta congestionada. Janet Long Towell • El capsicum a través de la historia mexicana Su efectividad contra el dolor está comprobado con la venta en las farmacias de parches porosos medicinales con capsaicina para tratar los dolores musculares o bálsamos compuestos para los mismos fines. Se sigue utilizando como incitante del apetito, por su habilidad de fomentar la secreción salival en la boca. Todavía, hoy día, se repite el adorno del collar de flores y chiles alrededor del cuello del dios del chile prehispánico, sustituyendo al dios por la figura de san Francisco, para celebrar la Fiesta de los Masúchiles, el 4 de octubre, en Olinalá, Guerrero. 19 Los parientes silvestres del chile: su importancia biológica y cultural Sergio Hernández Verdugo* M *Sergio Hernández Verdugo es ingeniero agrónomo especialista en Fitotecnia egresado de la Facultad de Agronomía de la Universidad Autónoma de Sinaloa con una maestría en Biología en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México y un doctorado en Ecología en el Instituto de Ecología de la misma Universidad, el cual obtuvo con la tesis “Variación ecofisiológica, genética y en la resistencia al geminivirus phv de poblaciones silvestres de Capsicum annuum”. Es profesor investigador titular “C” de tiempo completo, adscrito a la Facultad de Agronomía de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Sus líneas de investigación son: uso, manejo y conservación de recursos genéticos vegetales (Capsicum); genética de poblaciones; genética cuantitativa y germinación. Ha publicado en 17 revistas indexadas, en 9 de divulgación, en cuatro capítulos de libros, en 38 memorias de congresos y en cinco revistas o periódicos locales. Participa en diferentes sociedades científicas y es evaluador de diversos proyectos de investigación. Asimismo, forma parte del Sistema Nacional de Investigadores, nivel I. éxico es considerado uno de los países con mayor diversidad vegetal en el mundo y uno de los principales centros de domesticación de las plantas cultivadas. Aquí se han domesticado una gran cantidad de especies vegetales que forman parte importante de la alimentación mundial. Dentro de las primeras plantas domesticadas en el Continente Americano está el chile, Capsicum (Solanácea), cultivo que ha jugado un papel relevante en la cultura y la alimentación de la población mexicana desde épocas prehispánicas. Cuando observamos la gran diversidad de formas, colores y tamaños de los frutos de los diferentes tipos de chiles cultivados, se nos hace difícil imaginarnos que puedan tener alguna relación con los frutos pequeños, rojos y picantes de las plantas que crecen de forma silvestre en condiciones naturales. Sin embargo, estas grandes diferencias entre las plantas cultivadas y sus progenitores o parientes silvestres más cercanos son el resultado del esfuerzo, que de manera constante, durante miles de años, la especie humana ha dedicado a la transformación de las especies vegetales con las que ha convivido. 21 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución 22 La interacción establecida durante milenios entre el ser humano y las plantas cultivadas ha hecho a ambos mutuamente dependientes entre sí, a tal grado que la mayoría de nuestras plantas domesticadas no podrían sobrevivir sin la ayuda del hombre, y la civilización actual no podría subsistir sin aquéllas. Durante el proceso de domesticación, las plantas cultivadas han desarrollado características que son el resultado de adaptaciones a las condiciones ecológicas, de cultivo y a las necesidades del ser humano, produciéndose diferencias entre las poblaciones domesticadas de la misma especie y entre éstas y sus parientes silvestres más cercanos. Las principales modificaciones en las poblaciones de plantas cultivadas, producto de las diferentes presiones de selección a las que han sido sometidas, se presentan en sus caracteres morfológicos y fisiológicos, y en sus niveles de variación genética. Los cambios más notorios ocurren en las partes o estructuras de la planta que son de interés humano, como el tamaño, color y forma de los frutos. Una de las características fisiológicas que han sido modificadas en mayor grado por la selección artificial es la pérdida de latencia de sus semillas. La disminución en la variación genética, producto de la domesticación, hace a las variedades modernas más susceptibles a plagas y enfermedades. El chile pertenece al género Capsicum, es originario de América del Sur y éste está conformado por aproximadamente 30 especies, de las cuales Capsicum annuum, Capsicum frutescens, Capsicum chinense, Capsicum baccatum y Capsicum pubescens, son domesticadas. En México se cultivan las primeras cuatro de estas especies. De las especies domesticadas, Capsicum annuum es la de mayor importancia económica, se cultiva ampliamente en todo el mundo y se considera que fue domesticada en México. Esta especie es la que presenta la mayor variación en tamaño, color y forma de los frutos. A ella pertenecen los tipos de chiles conocidos como serrano, jalapeño, ancho y morrón o bell pepper, entre otros. Las plantas de chile silvestre (Capsicum annuum var. glabriusculum <Dunal> Heiser y Pickersgill), conocido comúnmente como chile “chiltepín” o “piquín”, son perennes, herbáceas o trepadoras; sus flores son blancas, y sus frutos son pequeños, rojos y picantes, que al ser comidos por las aves, éstos dispersan sus semillas. Las poblaciones de chile silvestre se distribuyen ampliamente por todo el territorio nacional. Es posible encontrarlas en sitios imperturbados de la selva baja caducifolia, así como a orillas de los caminos, en huertos, potreros y bajo la vegetación remanente a orillas de los campos de cultivo.1 Uno de los principales motivos para estudiar los parientes silvestres de las plantas cultivadas es que éstos constituyen un reservorio invaluable de genes que puede ser utilizado en la solución de problemas agrícolas, proporcionando resistencia genética contra plagas y enfermedades, o aumentando la cantidad y la calidad de la producción de los cultivares modernos.2 Sergio Hernández Verdugo et al., “Síntesis del conocimiento taxonómico, origen y domesticación del género Capsicum”, Boletín de la Sociedad Botánica de México, núm. 64, 1999, pp. 65-84. 1 2 Sergio Hernández Verdugo et al., “Los parientes silvestres del chile (Capsicum spp.) como recursos genéticos”, Boletín de la Sociedad Botánica de México, núm. 62, 1998, pp. 171-181. Efecto de la domesticación sobre la variación genética en poblaciones de chile cultivado Durante el curso de la domesticación, las plantas cultivadas son sometidas a los diferentes procesos evolutivos de una manera intensa y diversa. Las personas dedicadas a la agricultura tienen la costumbre de dejar una cantidad de semillas muy pequeña procedente de las plantas con las mejores características para la siembra del año siguiente, esto conduce a que sólo un número muy reducido de individuos contribuya con sus genes a la siguiente generación. Esta práctica, efectuada recurrentemente durante los 10 o 15 000 años estimados desde el inicio de la domesticación, permite esperar una severa pérdida de variación genética en las poblaciones de las plantas cultivadas. Dicha pérdida es mayor conforme el método de mejoramiento es más eficiente. Así, los parientes silvestres mantienen cantidades mayores de variación genética, que disminuye en las variedades locales o razas criollas, hasta hacerse muy reducida en los cultivares modernos (fig. 1). Una razón adicional por la cual las variedades modernas o híbridos poseen menores cantidades de variación genética que las razas locales es que el mercado pide o exige a los productores uniformidad en el tamaño, forma y color de los frutos de chile o de cualquier otro cultivo. La mayor variación genética mantenida en las variedades locales origina que, cuando éstas se siembran, se cosechen frutos que presentan variación o diferencias en el tamaño, forma o color de sus frutos. Esta variación es castigada Nivel de domesticación Sergio Hernández Verdugo • Los parientes silvestres del chile: su importancia biológica y cultural Cultivares modernos Variedades locales Parientes silvestres Nivel de variación genética 1. Relación inversa entre el nivel de domesticación y el nivel de la variación genética mantenida en las poblaciones de plantas silvestres y las plantas cultivadas. en el mercado mediante una reducción significa tiva del precio de la cosecha, en comparación con los precios más elevados de los frutos de características uniformes producidos por las plantas modernas o híbridas. Las variedades híbridas tienen en contra el elevado costo de su semilla y la necesidad del productor de comprarla cada año que la siembra. En cambio, la semilla de las versiones locales es mucho más barata y el campesino puede utilizar la del ciclo anterior y guardar para siembras futuras. Si nos preguntamos ¿cuál es la importancia de la variación genética en las poblaciones silvestres o cultivadas? Podemos responder con certeza que a menores cantidades de variación genética, mayor susceptibilidad a plagas y enfermedades y a otros factores bióticos a abióticos que afecten la sobrevivencia y productividad de las plantas silvestres o cultivadas. 23 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución Los efectos de la domesticación sobre la variación genética en poblaciones cultivadas de chile se ilustran con los resultados de un estudio con electroforesis de isoenzimas en 10 poblaciones silvestres y tres domesticadas.3 Los resultados de este estudio muestran que la domesticación ha producido una reducción importante en el número de alelos en las poblaciones domesticadas y esta pérdida es mayor en los chiles dulces tipo morrón, seguido de los jalapeños y serranos (fig. 2). Resultados similares se encontraron con marcadores moleculares rapd.4 De 166 alelos detectados en las poblaciones silvestres, sólo 126 se encontraron en las domesticadas (fig. 3). Efecto de la domesticación sobre la germinación de las semillas de chile silvestre Normalmente, las semillas de las plantas silvestres tienen mecanismos que les permiten “sentir” el momento en que las condiciones son propicias para la germinación y que las plántulas puedan crecer, desarrollarse adecuadamente y reproducirse. Cuando las condiciones no les son propicias, las semillas no germinan y permanecen en estado de latencia hasta que sea el tiempo adecuado. La luz y la temperatura son algunos de los factores del ambiente más importantes que le indican a las plantas si deben o no germinar. Los efectos de la luz y la temperatura sobre la ger minación de las semillas de chile silvestre se ilustran con los resultados de un experimento efectuado por Hernández-Verdugo et al.,5 en el cual se pusieron a germinar semillas de poblaciones de chile silvestre y cultivado en diferentes condiciones de luz y temperatura. Los resultados indicaron que las semillas de chile silvestre mostraron una escasa o nula germinación en condiciones de oscuridad y temperatura constante. Cuando las semillas estuvieron sólo en luz o en temperatura fluctuantes aumentaron su germinación. Sin embargo, cuando la luz y temperatura fluctuantes estuvieron juntas, las semillas de chile silvestre germinaron en altos porcentajes (fig. 4). Estos resultados indican que las semillas de chile silvestre tienen mecanismos de latencia que pueden ser removidos por la luz y la temperatura. En cambio, las semillas de chiles cultivados germinaron en todas las condiciones de germinación, indicando que los procesos de domesticación han eliminado la latencia en las semillas de los chiles cultivados. Sergio Hernández Verdugo et al., “Genetic Structure and Differentiation of Wild and Domesticated Populations of Capsicum annuum (Solanaceae) from Mexico”, Plant Systematic and Evolution, núm. 226, 2001. 3 Ken Oyama et al., “Genetic Structure and Differentiation of Wild and Domesticated Populations of Capsicum annuum (Solanaceae) from Mexico as Revealed by rapd”, Genetic Resources and Crop Evolution, núm. 53, 2006, pp. 553-562. 4 24 Sergio Hernández Verdugo et al., “Differentiation in Seed Germination Among Populations of Capsicum annuum Along a Latitudinal gradient in Mexico”, Plant Ecology, núm. 155, 2001, pp. 245-257. 5 Sergio Hernández Verdugo • Los parientes silvestres del chile: su importancia biológica y cultural Núm. de alelos Silvestres 36 36 (100) Domesticadas serranojalapeñomorrón 35 (97) 32 (89) 28 (78) 2. Número de alelos conservados (%) en las poblaciones silvestres y domesticadas (serrano, jalapeño y morrón) de chile. Poblaciones Núm. de alelos Silvestres166 Cultivadas126 % 100 76 Porcentaje de germinación 3. Número de alelos encontrados con rapd en las poblaciones silvestres y domesticadas de chile. Tratamiento 4. Germinación de semillas de chile silvestre en condiciones de oscuridad y temperatura constante de 25º C (otc), oscuridad y temperatura fluctuante de 25 - 35º C (otf), luz y temperatura constante (ltc) y luz y temperatura fluctuante (ltf). El chile silvestre como un recurso genético Una razón de gran importancia práctica y económica para estudiar los parientes silvestres de las plantas cultivadas es que aquéllos constituyen un acervo potencial de genes útiles para la solución de problemas agrícolas presentes o futuros, tales como tolerancia y resistencia a plagas o enfermedades, contribuyendo a aumentar la calidad y la cantidad de la producción.6 Pueden ser fuente de resistencia genética contra enfermedades importantes, como es el caso de los geminivirus transmitidos por la “mosquita blanca” (Bemisia tabaci). Normalmente, los agricultores han tratado de controlar estos patógenos mediante el uso de plaguicidas en contra de su vector, la “mosquita blanca”. Este método ha resultado inútil y contraproducente, ya que ha incrementado los costos de producción de los cultivos hortícolas y la contaminación por plaguicidas de los valles agrícolas de México. Una solución alternativa para controlar estas virosis sería mejorar las variedades comerciales de estos cultivos, incorporando resistencia genética contra estos patógenos. En un estudio efectuado en 13 poblaciones de chile silvestre,7 donde los síntomas del virus huasteco de chile (phv) se midió de una escala de 0 a 10, se encontró que dos poblaciones des6 Sergio Hernández Verdugo et al., “Los parientes silvestres del chile...”, op. cit. 7 Sergio Hernández Verdugo et al., “Screening Wild Plants of Capsicum annuum for Resistance to Pepper Huasteco Virus (phv): Presence of Viral dna and Differentiation Among Populations”, Euphytica, núm. 122, 2001, pp. 31-36. 25 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución 26 Importancia cultural Los frutos de chile silvestre son muy apreciados en las regiones de México donde este recurso vegetal crece de manera natural. En la época de cosecha los frutos verdes pueden alcanzar valores de hasta 40 veces el valor de los chiles verdes serranos o jalapeños. Los pobladores de las zonas rurales cosechan los frutos de chile silvestre para consumo personal, para venderlos en los mercados (verdes o secos) o conservados en salsas, salmuera o escabeche. En la época de producción de frutos (septiembre y octubre), en las poblaciones rurales, algunas personas se dedican como único trabajo a la cosecha de frutos de chile silvestre. Los ingresos económicos por la pizca y venta de chiles generalmente son mayores al salario obtenido como jornaleros en los campos agrícolas. En esta época es común que los frutos de chile silvestre se vendan en los cruceros de las ciudades del noroeste de México, además de en los mercados. El chile silvestre, un recurso amenazado Una de las amenazas más graves para la conservación en condiciones naturales de este invaluable recurso genético es la destrucción y fragmentación de su hábitat al incorporar nuevas tierras a la agricultura y construir represas y carreteras, principalmente. De las 14 poblaciones estudiadas en el estado de Sinaloa, cinco (36%) de ellas se destruyeron en los siguientes tres años después de iniciados los presentes trabajos de investigación. De las cinco poblaciones perdidas, en cuatro se debió a la deforestación de los sitios donde estaban las plantas para incorporar las tierras a la agricultura y la ganadería. De la desaparición de la población restante, se desconocen sus causas. Nivel de síntomas tacaron por sus bajos niveles promedio de los síntomas con algunas plantas completamente asintomáticas (fig. 5). Al cuantificar las cantidades de adn viral en las plantas de estas poblaciones se encontró que las po blaciones silvestres con menores síntomas de la enfermedad tuvieron cantidades de adn viral 1000 veces menor que la variedad domesticada (Anaheim). Esto indica que las poblaciones de chile silvestre tolerantes o resistentes al virus phv tienen mecanismos que dificultan la reproducción de los virus dentro de sus células. Población 5. Nivel de síntomas del virus phv en dos poblaciones de chile silvestre y la domesticada Anaheim. 27 El chile en la alimentación humana Héctor Bourges Rodríguez* P *Héctor Bourges Rodríguez es médico cirujano egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam) y doctor en Nutriología (por parte del Instituto Tecnológico de Massachusetts); investigador en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán desde 1968; a partir de 1997, director de Nutrición en dicho instituto. Imparte clases de pre y posgrado desde 1970 en la unam y en la Universidad Iberoamericana y antes en el Instituto Politécnico Nacional y la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. Ha publicado más de 230 artículos de investigación y divulgación, varios libros y 50 capítulos. Ha presidido varias asociaciones profesionales y es socio emérito de algunas de ellas. Es director de la revista Cuadernos de Nutrición desde 1981. Ha obtenido varios premios, entre ellos los Nacionales de Tecnología de Alimentos y de Divulgación de la Ciencia y medallas al Mérito Universitario; pertenece al Sistema Nacional de Investigadores, nivel 3. ara quienes vivimos en México parecería ocioso discutir alrededor de este tema, pues sabemos que el chile es parte medular de nuestra alimentación, ya que lo vivimos y saboreamos cotidianamente. El tema que originalmente se me pidió desarrollar fue “el papel del chile en la nutrición”, pero pedí modificarlo para evitar centrarme en los aspectos meramente químicos y biológicos y poder analizar de manera íntegra este portento culinario. A continuación se abordan, en forma esquemática, algunos conceptos nutriológicos. Nutrición Todos los organismos necesitan ingerir una serie de sustancias que sirven, ya sea como “combustibles” para la realización de sus funciones, como “tabiques” para renovar, reparar y reproducir su estructura o como precursores de las sustancias que controlan y coordinan su metabolismo. Estas sustancias indispensables para la vida y que provienen del medio se conocen como nutrimentos. Los nutrimentos hasta ahora descubiertos son aproximadamente 70, pero no se descarta que en un futuro se sumen 29 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución más a la lista. Alrededor de 20 son sustancias inorgánicas y el resto son orgánicas. Todos los nutrimentos son indispensables para la vida, aunque en la dieta diaria se puede prescindir de algunos de ellos. Se conoce como nutrición al conjunto de procesos, finamente coordinados, que permiten a los organismos vivos obtener los nutrimentos, incorporarlos y transformarlos en su metabolismo. Así, la nutrición es un fenómeno inherente a la vida y tan antigua como ella (unos 3500 millones de años) y, puesto que todos los seres vivos se nutren, se puede decir que se trata de un fenómeno “universal” en la biosfera. Con excepción del agua y del oxígeno, los nutrimentos no se encuentran “libres” en la naturaleza sino que se hallan formando parte de compuestos tales como: • Almidones • Sacarosa que es el constituyente del azúcar “de mesa”. • Triacilgliceroles, nombre técnico para las grasas o aceites. • Proteínas • Fibras alimenticias • Sales orgánicas e inorgánicas 30 La digestión desdobla esos compuestos para liberar los nutrimentos que entonces pueden ser absorbidos por el intestino. ¿Cómo y de dónde obtiene el organismo esos compuestos? Puesto que la mayoría de ellos son orgánicos, su única fuente natural son los seres vivos y es por ello que para el ser humano es in- evitable ingerir otros organismos (vegetales o animales) o sus restos o secreciones, a los que en conjunto se conoce como alimentos. Alimentos De acuerdo con lo anterior, cualquier especie entre las casi dos millones que han sido catalogadas hasta ahora, podría servir como alimento, pues todas contienen nutrimentos, pero es evidente que unas cuantas decenas de especies (cientos, a lo más, si se incluyen rarezas) apenas se utilizan para tal propósito. La razón de que no cualquier especie alcance la categoría de alimento humano es que, además de contener nutrimentos, debe reunir las siguientes características: • • • • • Ser innocua en las condiciones habituales de consumo (cantidades, cocimiento). Estar disponible Ser accesible; esto, hoy día, tiene mucho que ver con el precio y, además, se excluyen muchas especies microscópicas. Ser atractiva a los sentidos en la forma final de consumo. Haber sido seleccionada como alimento por al menos una cultura. Ningún alimento es estrictamente indispensable para la vida, ya que cualquiera puede ser sustituido por otro similar. Cabe señalar que ninguno de ellos contiene todos los nutrimentos y que no es necesario ni incluso deseable que los contenga. Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, los alimentos se ingerían al natural Héctor Bourges Rodríguez • El chile en la alimentación humana y uno por uno, conforme se iban encontrando. Hoy día, lo común es que éstos se combinen y procesen para integrar platillos también llamados platos, guisos o preparaciones, a los que se agrega un número variable de productos industrializados. Es muy probable que la transformación culinaria se haya iniciado a partir del dominio del fuego hace más de cien mil años; desde entonces, ha venido evolucionando hasta su actual riqueza y diversidad geográfica y cultural. La transformación culinaria transmite a los alimentos la personalidad, creencias, valores y formas de ver el mundo de quien la realiza. Dicho proceso suele mejorar la conservación de los alimentos y ha permitido incorporar algunos que crudos no son comestibles. La transformación industrial es una variante de la culinaria que cobró importancia hace apenas un par de centurias Al cabo de cada día normalmente uno ha ingerido algunos alimentos primarios, varios platillos y un número variable de productos industrializados. Este conjunto (“lo que se come en el día”) se conoce como dieta, en la cual se alcanza la integración final. Por ello la dieta —y no los alimentos ni los platillos ni los productos industrializados— constituye la unidad de la alimentación. En otras palabras, la alimentación será tan buena o tan mala como lo sea la dieta, y no depende directamente de los alimentos, platillos y productos. La dieta Por ser la unidad de la alimentación, la dieta debe satisfacer las necesidades biológicas, psi- coemocionales y socioculturales, y para ello debe ser: • Completa (debe aportar todos los nutrimentos). • Suficiente para cubrir los requerimientos de todos los nutrimentos. • Equilibrada • Mesurada • Preparada con higiene y cuidado. • Variada • Adecuada a las características del comensal (edad, sexo, tamaño, estado de salud) y de sus circunstancias (lugar donde vive, época del año, religión, estrato social); en otras palabras, la dieta es individual. • Conviene además que sea económica. Cabe notar que los mismos alimentos, platillos y productos pueden estar en una dieta correcta y en una dieta incorrecta; lo importante es la forma en que ésta se integre. Para apoyar a la población a tener una dieta correcta se hacen campañas de orientación alimentaria cuyos principios figuran en la NOM-043-SSA 2-2005. Para facilitar su manejo, esta norma separa los alimentos en tres grandes grupos que se ilustran en El Plato del Bien Comer (fig. 1): a)Verduras y frutas. Son los tejidos vegetales “frescos” y, al parecer, en el pasado constituían el centro de la dieta humana. b)Derivados de semillas maduras de cereales, es decir de gramíneas como el maíz, el arroz, 31 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución El consumo de la dieta, con todas las vivencias y determinantes que ello implica, constituyen la alimentación. Como consecuencia de ésta se desencadenan los demás pasos (digestión, absorción de los nutrimentos, su incorporación a cada célula y su transformación metabólica) con los que se completa la nutrición. En la figura 2 se ilustran los conceptos hasta aquí tratados. La línea punteada separa la figura en dos partes; por debajo de dicha línea se trata de objetos inanimados que se ubican fuera del sujeto, pero por arriba de ella se trata de Salud y vida 1. El plato del bien comer. el trigo, el centeno, la cebada, el sorgo, el mijo, la avena y otras especies. Su uso por la especie humana fue posible a partir del dominio del fuego y hoy conforman el centro de su dieta junto con las verduras y frutas. Para casi todas las culturas, el alimento básico es un cereal. c)Semillas maduras de leguminosas y alimentos de origen animal. Este grupo permite corregir posibles desequilibrios. 32 Una regla básica en la orientación alimentaria es que “en cada comida se combine por lo menos un alimento de cada uno de los tres grupos y que en la siguiente comida se utilicen alimentos distintos de los usados en la toma previa”. Por supuesto, esta no es la única regla; en el texto de la Norma se pueden consultar las demás recomendaciones. Nutrición Alimentación Dieta Platos y productos industrializados Alimentos Compuestos Nutrimentos 2. El diagrama conceptual que se presenta en la figura permite al lector ubicar los diferentes términos y conceptos y comprender cómo se relacionan entre sí. Figura tomada de Héctor Bourges Rodríguez, “Los alimentos, la dieta y la alimentación”, en Nutriología médica (tercera edición), Esther Casanueva et al. (eds.), Editorial Médica Panamericana, 2008, p. 597. Héctor Bourges Rodríguez • El chile en la alimentación humana procesos muy complejos y, por supuesto, internos (ocurren en el organismo). Entre objetos y procesos, y entre lo externo y lo interno, las diferencias son abismales, lo cual no se debe perder de vista. Los objetos no son benéficos ni maléficos; es la conducta humana la que puede ser lo uno o lo otro. Como se aprecia, la alimentación y la nutrición humanas tienen una gran complejidad tanto por razones biológicas como por peculiaridades históricas. Es fundamental recordar que una y otra son indisolublemente biopsicosociales, están sujetas a mucho más que nutrimentos. Valor nutritivo El término valor nutritivo, referido a algún alimento, platillo o producto, se escucha a menudo en una diversidad de medios y daría la impresión de que se trata de un concepto bien definido por la Nutriología. No es así y, además, quienes lo emplean le dan diferentes significados. Por supuesto, por definición todo alimento, platillo y la mayoría de los productos tienen cierto valor para la nutrición, pero no se puede calcular a priori, y es improcedente referirse a ese valor como “alto”, “bajo” o “escaso” o, más aun, darle valor numérico. Dado que la nutrición es biopsicosocial, el valor nutritivo tiene en realidad tres componentes: • Valor nutrimental (biológico) • Valor sensorial y emocional y • Valor social y cultural El valor nutrimental de un alimento, platillo o producto es su aporte de nutrimentos a la alimentación. Pero el aporte es el resultado de dos factores: su composición nutrimental —que se conoce o puede conocerse— y otro que es circunstancial y no depende del alimento mismo, sino de la cantidad que se consume, la cual sólo se conoce a posteriori y es difícil de predecir; difiere, además, de persona a persona y de día a día. A lo más que se puede llegar, entonces, es a una lista descriptiva de los nutrimentos que contiene el alimento —que pueden ser varias decenas— y en qué concentración. Esta lista no indica por sí misma el valor nutrimental del alimento ni mucho menos su valor para la nutrición. El valor sensorial y emocional se refiere a las satisfacciones que el alimento en cuestión brinda a quien lo come. Depende en mucho del comensal y sus gustos —que son en parte herencia biológica y en parte costumbre aprendida— y es una apreciación subjetiva. Intervienen también el estado de ánimo, las emociones, los conocimientos y las tradiciones culinarias por mencionar algunos factores. De todas formas, este valor se expresa en forma cualitativa y no es fácil hacerlo en forma cuantitativa. El valor social y cultural de un alimento se refiere fundamentalmente al lugar que tiene en la historia y celebraciones de una cultura dada. Es fundamental la congruencia que pueda haber con esa cultura y con los recursos naturales del lugar, con las necesidades rituales y con las tradiciones; cambia de una cultura a otra y se expresa en forma cualitativa y no cuantitativa. 33 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución Una vez revisados los conceptos anteriores procede abordar al personaje central de la presentación. 34 El chile Se conoce como chile —del náhuatl tzilli o chilli— a los frutos de diferentes colores (verde, amarillo, naranja, rojo) de alguna de las más de cuarenta y cinco especies de plantas, casi siempre de 30 a 60 cm de altura, del género Capsicum, perteneciente a la familia de las Solanáceas. Estos frutos se caracterizan por la presencia de numerosas semillas y por su sabor picante. El chile se encuentra disponible todo el año y se puede cultivar en los más variados climas aunque algunos son emblemáticos de determinados lugares, como el chile habanero de Yucatán y el jalapeño de Veracruz. La producción anual de chiles en México es de 500 mil toneladas de los frescos y 60 mil toneladas de los secos. El chile tiene origen en nuestro continente, sin duda, y muy probablemente en Mesoamérica donde fue domesticado antes que el maíz y, asociado con maíz, frijol y calabaza, ha formado parte central de los cultivos de la milpa hasta la actualidad. Hay indicios de un amplio consumo y de numerosos desarrollos culinarios en todo el ámbito mesoamericano, y fray Bernardino de Sahagún hace prolijas descripciones del chile como elemento central de la alimentación cotidiana, de sus usos militares, medicinales, comerciales, tributarios y hasta pedagógicos, así como de la importancia de su comercio, haciendo énfasis en la asombrosa cantidad y diversidad de chiles que se vendían en los mercados prehispánicos. Como sería de esperar, el chile tenía un fuerte significado religioso. Su deidad, la “respetable señora del chilito rojo”, era hermana de Tláloc y de Chicomecóatl, señora de los sustentos. Se le relacionaba con Tlazoltéotl, la diosa del amor carnal por los apetitos venéreos que se atribuían al chile. Sahagún consigna que durante las festividades de Macuilxóchitl, señor de las flores, la danza, los juegos y el amor, los participantes ayunaban y se abstenían de comer chile. En México el chile suele ser un símbolo fálico y relacionarse con la picardía. De acuerdo con Giral, las especias que Colón buscaba y que tenían un precio desproporcionado en Europa eran sobre todo la pimienta —para disimular el mal sabor de alimentos en descomposición comunes en las condiciones de la Edad Media— y el clavo (un eficaz conservador de alimentos). Al tropezar en su viaje, con América, halló el ají (chile, en idioma taíno) que cumplía tanto la función de conservación como la de ocultar malos sabores y que además era abundante y económico. Se creía que se trataba de una variedad de pimienta por lo que se le llamó pimiento de Indias y luego sería llamado pimentón. Después, el chile se diseminó en todo el mundo, particularmente en África y Asia donde incluso se piensa erróneamente que se trata de una planta asiática. El chile es un componente central y símbolo de identidad en la dieta y en la cocina mesoamericanas. Tiene infinidad de usos, ya sea directamente como alimento (verdura) o como Héctor Bourges Rodríguez • El chile en la alimentación humana condimento en salsas y en “moles” de variados colores, aromas y texturas; en bebidas como el chileatole y el chilcacalhuati, hecho con chocolate y chile. Estrechamente unido con el chile aparece el molcajete (principal herramienta para su preparación). A escala mundial el chile, ya sea picante o de variedades “dulces”, es el condimento más utilizado. Cabe notar que en México existen alrededor de ciento treinta variedades de chiles de diferentes tamaños, colores, sabores y formas; que cada una se puede consumir verde, madura o seca y en muchos casos pueden usarse crudas, guisadas o en encurtidos, lo que genera un conjunto de enorme diversidad. Según el platillo de que se trate, unos son más adecuados que otros y caracterizan y hacen único el sabor de ese platillo. Una distinción importante en los chiles es si son frescos o secos. Los principales chiles frescos son: el chilaca, el güero, el habanero, el jalapeño o cuaresmeño y sus numerosas variedades, el manzano, el poblano verde o rojo, el serrano, el muy picante x-cat-ik (rubio) yucateco y los diversos pimientos morrones. Hay datos curiosos, como que el chile habanero no es cubano; que de todos los chiles el poblano —o chile de agua— es el más abundante y el que se usa en mayor número de formas; que al secarse, el manzano se convierte en cascabel; y que por su parte el poblano verde y rojo se transformarán en el ancho y el mulato; que los morrones —verdes, rojos, amarillos, anaranjados— carnosos y de gusto dulce, se difundieron con rapidez en España y toda Europa, y que en México no se usan en platos típicos, aunque sí en ensaladas. El término general chile verde se usa para los frescos (serrano, amashito, poblano, el chile verde del norte y el yucateco). Los chiles frescos se secan generalmente al sol para conservarlos y ampliar sus usos culinarios. Ya secos, y según la región, cambian de nombre, pero en la cocina mexicana forman todo un gran grupo sin el cual no existirían muchos platillos. Los principales son: el ancho, el mulato, el cascabel, el catarina, el chilcoste, el chipotle, el chile de árbol, el morita ahumado, el chilhuacle, el guajillo, el pasilla, el pasilla de Oaxaca, el puya y el piquín. El ancho —poco picante y tal vez el más usado y en mayor número de formas, además de en el mole poblano— y el mulato vienen del chile poblano y se parecen mucho, pero a contraluz el primero es rojo intenso y el segundo marrón. El guajillo desciende del marisol y es muy popular en sus tres variantes: guajillo ancho, guajillo chico y guajillo puya. El pasilla (por arrugado) 35 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución viene del chilaca y es fundamental en la salsa de su nombre, en la salsa borracha, en diferentes moles, adobos y revoltijos, así como en la sopa de tortilla. En el cascabel y el catarina las semillas suenan al agitarse. El chilcostle (coztic significa amarillo) y el chilhuacle (viejo) sólo se producen en Cañada Chica, Oaxaca y son muy escasos y caros; este último puede ser negro, amarillo o rojo, variantes que se usan en los respectivos moles oaxaqueños. El chile de árbol crece en un arbusto alto, pero no en árbol, y es muy picante. Los ahumados son: el pasilla de Oaxaca, de la sierra Mixe, que es muy escaso; el chipotle (poctli, humo) muy popular desde la época prehispánica y, el morita ahumado, muy picante que viene del jalapeño chico. El piquín (pulga en náhuatl) o del monte, es silvestre, perenne y precursor de todos los demás, es picante pero no irritante, y gramo por gramo es muy costoso. 36 Valor nutritivo del chile Como ya se explicó, hay que examinar tres valores. El valor nutrimental es, en cualquier caso incierto, porque aunque se conoce la composición, no la cantidad que habrá de ingerirse, que es circunstancial. Si se usa como verdura (poblano, por ejemplo) la cantidad ingerida es significativa y el aporte puede serlo también, pero como condimento —si es muy picante— se usa en muy pequeñas cantidades, tanto menores cuanto más picante sea, y su aporte es mínimo. Por su parte, la composición nutrimental del chile cambia mucho al secarse o al cocerse, pues se elimina agua, y algunas sutancias sensibles al calor se pueden destruir. Si bien la composición también difiere de variedad a variedad, en los chiles frescos es la esperada para frutos, ya que tienen humedad alta (~90%), poco de sólidos (~10%), de lípidos y proteínas (< 1 a 2%) y de hidratos de carbono (<5%), con alrededor de 5% de fibras y una densidad energética baja (menos de 40 kcal/100g); son fuentes de hierro y calcio (pero más de fósforo, lo que afecta su disponibilidad), de carotenos y vitamina C y algo de ácido fólico, pero son pobres en las demás vitaminas. En los chiles secos, al reducirse la humedad, aumenta nueve veces la concentración de casi todos los sólidos. Los valores psicoemocional y sociocultural del chile —que serán tratados por otros ponentes— en cualquiera de sus formas, es enorme y lo ha sido durante milenios. El picor de los chiles En maya el chile se conoce como aktzyr de ak, hierba y tzyr, picante, lo que destaca una de sus características centrales. El grado de picor es muy variable y se debe a la capsaicina. Depende del tipo de chile pero, además, de las condiciones ambientales del cultivo de una planta a otra (clima, suelo, cantidad de sol y agua que recibe) y de la variedad. La capsaicina es la -metil-N-vanillil-6-nonenamida, sustancia soluble en grasas que sirve a la planta para defenderse de agentes patógenos. Es 100 veces más picante que la piperina (de la pimienta). No tiene olor ni sabor y estimula la liberación de neurotransmisores, que a su vez activan los receptores de dolor en la lengua y el Héctor Bourges Rodríguez • El chile en la alimentación humana paladar; en respuesta, el cerebro libera endorfinas, lo que puede resultar placentero. El picor se mide en unidades Scoville, en honor a su inventor William Scoville. No hay reglas eficaces para predecir la intensidad de picor de un chile, aunque por lo general los más pequeños pican más. De los frescos, los más picosos son el habanero (100 mil a 350 mil unidades Scoville) y el manzano, les siguen el jalapeño, el serrano (sólo 5 mil a 15 mil unidades Scoville) , el de árbol, el de agua y el chilaca; el poblano y el chile verde del norte son moderadamente picosos. El “chile dulce” no pica e incluso tiene un sabor dulce. Pero hay excepciones; así, el poblano que es suave, pica a veces tanto como un jalapeño o un serrano. De los chiles secos, los más picosos son: el chipotle, el mora, el morita, el de árbol, el pasilla de Oaxaca y el piquín. Los menos picantes son el mulato, guajillo, el seco del norte y el chilhuacle. Por ser la capsaicina soluble en grasa y no en agua, el picor se alivia mejor con aceites o grasas, leche entera (la caseina rodea la capsaicina), azúcar, pan y alcohol, pero no con agua. Puede ser tóxica en grandes cantidades, pero es La capsaicina difícil alcanzarlas por consumo de chile porque éste nunca tiene más de 2%. Debido a su capacidad para reducir el dolor o como lacrimógeno, la capsaicina se ha usado como medicamento: expectorante, descongestionante, antiséptico y estimulante de la circulación. En Mesoamérica se atribuían al chile numerosos efectos: estimulante del apetito, laxante, remedio para los cólicos, diurético, desparasitante, afrodisiaco, analgésico, anti-inflamatorio, antiséptico en heridas, abscesos e infecciones en dientes y encías. Hoy en día está de moda la búsqueda de “efectos no alimentarios” de los alimentos y se difunden muchas ideas u opiniones que no constituyen pruebas científicas. Se dice que el chile es “benéfico para la salud”, que reduce los resfriados, previene el envejecimiento, mejora la digestión, reduce el colesterol en la sangre, es anticoagulante, estimulante del corazón, arterias y nervios, remedio contra el alcoholismo y descongestionante nasal. Se usa en fricciones para estimular la circulación de la piel y aliviar neuralgias como la de la neuropatía diabética, la de pacientes dializados por insuficiencia renal y cuadros dolorosos reumáticos. En este tema hay muy pocos estudios formales. Algunos sugieren cierta acción anticancerosa de la capsaicina que se adhiere a la célula cancerosa y genera muerte celular sin dañar las células sanas circundantes. Otro estudio indica que quienes consumen más chile “enferman menos por infecciones bacterianas”. El pimiento tiene el mayor efecto y el habanero y el serra- 37 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución no el menor, es decir que esta acción antimicrobiana es inversamente proporcional al grado de picor y por lo tanto no se debe a la capsaicina. Como sea, hay que tener en cuenta que el chile es irritante y podría aumentar las molestias por gastritis, reflujo o hemorroides. En suma El chile es un elemento fundamental en la nutrición y en la alimentación del mexicano y no tanto por su aporte nutrimental, que suele ser mínimo, sino por su historia y su enorme valor sensorial, psicológico, emocional, social y cultural. Se le atribuyen, además, una variedad de efectos medicinales que habría que comprobar. 38 39 El ajonjolí de todos los moles Eduardo Merlo* C * Eduardo Merlo Juárez es, como el título de este artículo: “Ajonjolí de todos los moles”, porque de profesión originalmente es arqueólogo, egresado de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, para luego hacer los posgrados convenientes en la unam, de Ciencias Antropológicas y de Arquitectura y Urbanismo, así que como antropólogo formado en una época en que había que saber de todo y entrarle con singular alegría; ha incursionado mucho en la Etnohistoria y Etnografía, también en Historia especialmente la del periodo colonial, y en el arte en todos sus aspectos. Lo anterior le ha permitido publicar varios libros sobre estos temas e infinidad de artículos de toda índole. Una especial inclinación por la buena comida lo ha llevado al ámbito de la historia de la gastronomía, que ha estudiado tanto en nuestro país, como en el Lejano Oriente, África y Europa. De ahí el atrevimiento de escribir sobre este tema. El autor es investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia y catedrático en varias prestigiosas universidades. uando alguno anda sandungueando por todas partes y sirve lo mismo para un barrido que para un fregado —me refiero a esos que hacen el milagro de repicar y andar en la procesión, y hasta chiflar y comer pinole— solemos decirles que son “ajonjolí de todos los moles”, porque desde que se conoció en estas tierras la semillita que Alá el omnipotente sembró en las tierras de sus amados hijos los musulmanes, sarracenos, islámicos o moros, sirvió, no para el dicho, sino como complemento sabroso y aromático de cualquiera de los moles tan sabrosos y famosos que tenemos en buena parte de nuestro país. El arabísimo ajonjolí se ha convertido en parte indispensable de los moles mexicanos, que son innumerables, por tanto, esta semilla va de un lado para otro, dando lugar al dicho: “ajonjolí de todos los moles”. Llegó en barriles en las naves que arribaban a Veracruz, procedentes de la Madre Patria, porque allá era ya famoso y útil para muchas cosas. El famoso Linneo, padre de la botánica, lo clasificó como manda la ciencia: pertenece al reino Plantae, en la división Magnoliophyta, clase Magnolopsida, con lo cual debe haberlo asociado a las magnolias, o muy cerca de ellas, pues cierta- 41 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución mente las plantitas se parecen, incluso sus flores. Es del orden de los Lamiales, los que pertenecen a la familia Pedaliaceae, y su nombre genérico es Sesamum, de la especie Sesamum indicum. La alusión última nos habla de su lugar de origen que es la India, y debe ser, ya que en ese enorme y polifacético país el sésamo se utiliza en infinidad de guisos. Así que el nombre que más se conoce es: Sesamum indicum. Es un arbusto que lo máximo que llega a crecer es metro y medio y tiene en sus hojas y en el tallo unos pelos pegajosos, que crecen también en los frutos que son unas capsulitas en donde están las apreciadas semillas. Los árabes, incansables viajeros, lo llevaron a su tierra en enormes caravanas a través de desiertos y montañas, y luego a España, que también era de ellos entonces. Fueron quienes le pusieron el nombre al-yul-yulan, que en los dialectos del norte de África se modificó a alyul-yulin, y se tornó en gongolil para los moros de Andalucía, de donde salió al-jijirí que quedó en “ajonjolí”, sonoro y bonito. Qué curioso que ahora los españoles le dicen sésamo, cuando fueron ellos los responsables del apelativo ajonjolí.1 Antes que beneficiara a los moles, el ajonjolí sirvió en sus lugares de origen para fabricar aceite, lo que fue recibido como una bendición, puesto que las religiones imperantes proscriben la manteca de cerdo por impura. Además, se incorporó a la panadería y a infinidad de platillos regionales. Resabio de esos orígenes son 1 42 Anina Jimeno Jaén, El sabor de las palabras. Una fascinante degustación de términos gastronómicos, México, Aguilar, 2008, p. 32. los cocoles, las semitas, rosquillas y hasta el pan hamburguesero, que se esparcen de ajonjolí lo que les da un sabor inconfundible. Aclarando lo anterior, que es a lo que se refiere el título del artículo, hacemos un comentario oportuno: los mexicanos heredamos de nuestros ancestros indígenas, mucho, pero mucho más de lo que nos imaginamos. Una de estas herencias es sin duda el protocolo y el gusto verdadero de dar de comer. Aun la gente de las ciudades, que es la que más se ha alejado de los orígenes autóctonos, busca llevar a los amigos o conocidos a comer, si no lo puede hacer a un restaurante o fonda, lo mejor es llevarlo directamente a la casa, y si se deja, atiborrarlo de una manera brutal. Lo mismo pasa en la provincia, pero con mucho mayor énfasis. La comida ofrecida en la casa es una especie de ritual, quien ha sido invitado debe sumergirse en ese protocolo y darle gusto a los anfitriones. Si se trata de una fiesta es mucho mejor, porque los invitados conocen lo que esto significa y comparten la costumbre. Todavía hay más, si se trata de la festividad del pueblo, todas las casas están preparadas para recibir a quienes han sido invitados directamente, invitación que es realmente una obligación, ya que el desaire se toma como algo terrible, una afrenta directa a la familia, especialmente al jefe de la casa. En esa festividad del pueblo o del barrio, las casas están preparadas también para recibir invitados espontáneos —no importa cuántos— ya que mientras más sean, aumentará el prestigio de la familia y la presunción ante los vecinos. El mundo prehispánico sentó las bases de esta tradición y la transmitió de manera impecable, Eduardo Merlo • El ajonjolí de todos los moles comer es lo mejor que se puede ofrecer al prójimo, echar la casa por la ventana —que es un decir, ya que entonces no había ventanas. Ir en la actualidad a la fiesta patronal de cualquiera de los pueblos de lo que fue Mesoamérica, es como introducirse al mundo antiguo, con muy poca diferencia, ya que la organización, el protocolo y, sobre todo, el gusto, serán idénticos. Como la festividad del pueblo implica un complicado ritual, mucho del cual se celebra en el templo o sus anexos, también se ritualiza en el patio de la casa, donde está la “cocina de humo”. La preparación de la comida es solemne, las mujeres se tornan sacerdotisas del fuego y de la “alquimia” de los condimentos. Es un ritual matar a las gallinas o a los guajolotes, desplumarlos, desviscerarlos, si es que se permite esta palabra, para luego proceder al descuartizamiento, como si tratara de víctimas propiciatorias en el tezcal de un teocalli. Siempre habrá una voz rectora, heredera de la tlacualchiuhqui, usualmente la mujer que gobierna la casa, para que dirija a las ayudantas en ese rebumbio, que vigile y sancione, que mezcle y condimente. Las auxiliares buscarán participar solícitas, lavar y cocer los chiles, desvenarlos, tener listos los demás ingredientes, correr por los faltantes, preparar los metates, ir moliendo lo necesario, cuidar del comal, echar tortillas sin descanso. Desde hace más de treinta siglos, el ritual gastronómico se repite hasta la actualidad como una banda sinfín. Hay que ver los rostros de los anfitriones: son de satisfacción y orgullo cuando los comensales ponderan la comida y la agradecen, lo cual es señal de que hay que servir otra ración, igualmente generosa; inclusive se sabe de antemano que habrá “itacate”, es decir, un “poco” de esa comida para llevarse a casa, de tal manera que hay quienes llegan ya con sus recipientes para recibir esos alimentos, sin que eso se tome como un abuso, al contrario, es señal de que la comida es digna de llevarla consigo para seguirla degustando los días sucesivos. Viene a colación que en la lengua náhuatl, “comida” se dice cualli, que significa “todo lo que es bueno”, principalmente lo alimenticio; pues hasta en el saludo está el término: cualliteotlatzin dice uno al encontrarse con otra persona, que significa que “Dios te dé lo bueno” o bien: “Dios te dé de comer”, con lo cual se nota la importancia que se le concede a la comida. Con razón. Esas costumbres, que han persistido hasta el presente, provienen del mundo indígena anterior a la conquista europea. Incluso la religión estaba ligada a costumbres culinarias bien definidas, las cuales abundan en las descripciones de los primeros cronistas españoles. Por ejemplo, el ilustre fray Bernardino de Sahagún, erudito religioso franciscano, indagador de cuanto pudo, nos habla de una costumbre que ya era antigua cuando se la narraron, tenía que ver con la conmemoración de la fundación de Tenochtitlán, porque uno de los sacerdotes principales, de nombre muy rumboso: Chalchiuhquacuilli, que significa: “el precioso comedor de gusanos” o “el que come gusanos preciosos”, porque seguramente los preparaba para comerlos ceremonialmente; este encumbrado señor, habiendo concluido las ceremonias solemnísimas, se presentaba ante 43 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución Metate, valle de México, 800 a.C.- 200 d.C. otro grupo de sacerdotes y expresaba: coatl izomocayan moyotl icauacayan, atapalcatl inechiccanahuayan, aztapilcue cuetlacayan, que quiere decir: “este es lugar de culebras, lugar de mosquitos, y lugar de patos y lugar de juncias”.2 Los que estaban presentes, como era a orillas de la laguna, se echaban al agua e imitaban a los animales del lago, todo en recuerdo del islote en que se fundó la gran ciudad. Más tarde, todos se reunían: “sentábanse en corrillos en el suelo, para comer, puestos en cuclillas como siempre suelen comer, y luego daban a cada uno su comida […] eran muy recatados y curiosos, que no derramasen gota ni pizca de la comida que comían, allí donde comían; y si alguno derramaba alguna gota de la mazamorra que sorbía, o del chilmolli en que mojaban, luego le notaban la culpa para castigarle, si no redimiese su culpa con alguna paga”.3 44 2 Ibid., p. 164. 3 Ibid., p. 165. En estos pasajes seleccionados encontramos una información extremadamente rica —independientemente de saber que recordaban ceremonialmente la fundación de la gran ciudad, de una manera que quizá hoy nos pareciera cómica, describen la forma educada de reunirse a comer, es decir, formando grupos y puestos en cuclillas, lo que nos lleva a una asociación muy cercana con las costumbres y formas orientales. Uno puede mirar la forma de comer de la gente de la India y la narración podría describirlos con exactitud. Ponerse en cuclillas era algo común; hoy muchos indígenas de diversas partes de nuestro país así lo hacen, no sólo para comer, sino para descansar de una larga caminata, para estar en el templo o en el mercado. Las mesas muy bajas, llamadas tlapechtli, únicamente eran utilizadas por los grandes señores y sólo en ocasiones señaladas. El relato del franciscano menciona el guiso que nos trae a esta ocasión: chilmolli, palabra de la lengua náhuatl que se compone de las voces chilli, que alude al capsicum, y molli o molonqui, que significa triturar, machacar, moler; siendo esto una coincidencia, como muchas otras, con los vocablos españoles. Por cierto, la palabra chilli significa “irritar”, porque primeramente irrita el paladar y luego la nariz. Los toltecas llevaron esa voz hasta los mayas que la cambiaron por tziz, con la misma connotación, y no al revés como dicen algunos. Molli y “moler” son prácticamente iguales. El referido padre nos dice: “el chilmolli en que mojaban”, es decir que este guiso era principalmente para que todos mojaran, en este caso las tlaxcalli Eduardo Merlo • El ajonjolí de todos los moles o tortillas de maíz, en un recipiente llamado chilmolcáxitl. Y ya vamos por buen camino. Si la dieta común de los indígenas de estas tierras era especialmente a base de vegetales, insectos y pescados, en las festividades ésta se complementaba con carne de aves, especialmente patos y algunas variedades de garzas, dejando para las grandes ocasiones al huexólotl o tótotl, y por supuesto a la más popular de las razas de cánidos, los itzcuintlis, que eran los perrillos domésticos, o los xoloitzcuintlis que andaban salvajes en los cerros y los tepetzcuintlis, de iguales condiciones; aunque en realidad estos animales no eran accesibles para la mayoría. Los alimentos festivos eran cocidos en caldos o al vapor y solamente en ocasiones especiales se cocinaban esas carnes en el guiso, por ejemplo para las festividades religiosas, cual platillos rituales, como en la fiesta llamada Tlacaxipehualiztli, en honor del Señor Desollado, símbolo de la renovación de la naturaleza. El mismo padre Sahagún nos describe lo que sucedía en esa festividad, en la cual a las víctimas propiciatorias, una vez sacrificadas, se les quitaba la piel con una gran destreza; dice: después de desollados, los viejos que llamaban quaquacuiltin llevaban los cuerpos al calpulco, adonde el dueño del cautivo había hecho su voto o prometimiento; allí le dividían y enviaban a Motecuzoma un muslo para que comiese, y lo demás lo repartían por los otros principales o parientes; íbanlo a comer a la casa del que cautivó al muerto. Cocían aquella carne con maíz y daban a cada uno un pedazo de aquella carne en una es- cudilla o cajete, con su caldo y su maíz cocido, y llamaban aquella comida tlacatlaolli; después de haber comido andaba la borrachería.4 A ese guiso donde la carne era cocida con el propio caldo, chile en abundancia y mucho maíz de cierta variedad, se le llamaba también: potzolli, el cual era muy apreciado aunque no todos lo podían comer. Por lo demás, la comida de fiestas era básicamente el chilmolli, preparado con la combinación de al menos dos variedades de chile, al que se añadía cacao y masa de maíz para darle espesura. Este tipo de chilmolli es el que mencionan las fuentes que comía, de preferencia, el señor Moctezuma Xocoyotzin, combinando sus alimentos según las buenas maneras de la corte, es decir, teniendo ante él un plato grande con trozos de carne variada, ya fuera huexólotl, itzcuintli, mázatl —que era el venado—, carne reservada para la nobleza; el canáhuatl, que es pato, junto con chichicuilotl, cierto tipo de garza; zollin o codorniz, perdices, faisanes, gallinas de papada, conejos, liebres, palomas y por supuesto, animales lacustres, como el atxólotl o ajolote e infinidad de peces, más la carne humana que ya escuchamos en el escrito del padre Sahagún. Claro que este último alimento era sagrado y no frecuente; contrario de lo que mencionaban algunos exagerados, que hasta afirmaban que la vendían en el mercado; esto para provocar el rechazo e indignación de los 4 Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de la Nueva España, México, Porrúa. 1981, vol. I, p. 143. 45 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución lectores europeos del siglo xvi y justificar los excesos de los conquistadores. Diego Rivera plasmó esto en sus murales del Palacio Nacional, pero para burlarse de esos calumniadores. El soldado veraz, Bernal Díaz del Castillo, escribió sobre la mesa de Motecuzoma: En el comer, le tenían sus cocineros sobre treinta maneras de guisados, hechos a su manera y usanza, y teníanlos puestos en braseros de barro chicos debajo, porque no se enfriasen, y de aquello que el gran Montezuma había de comer guisaban mas de trescientos platos […] salíase Montezuma algunas veces con sus principales y mayordomos y le señalaban cuál guisado era mejor, y de qué aves y cosas estaba guisado […] él sentado en un asentadero bajo, rico y blando, y la mesa también baja […] y allí le ponían sus manteles de mantas blancas y unos pañizuelos algo largos de lo mismo, y cuatro mujeres muy hermosas y limpias le daban agua a manos en unos como a manera de aguamaniles hondos, que llamaban xicales; le ponían debajo, para recoger el agua, otros a manera de platos, y le daban sus toallas, y otras dos mujeres le traían el pan de tortillas. Y ya que comenzaba a comer echábanse delante una como puerta de madera muy pintada de oro, porque no le viesen comer […] Servíase con barro de Cholula, uno colorado y otro prieto.5 5 46 Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, México, Promex Editores, 1979, pp. 182-183. La narración del conquistador es clara y contundente, las maneras de la buena mesa eran estrictas y exquisitas, hay que ver lo del mantel, las servilletas, el lavado de manos y de boca, al pasar de un platillo a otro, la cantidad de guisos y la discreción comensal. Los platos de barro cholultecas eran los mejores y más lujosos de cuantos se podían conocer en esos tiempos, los arqueólogos hemos encontrado las más diversas formas y decorados en esa loza de increíbles hechuras. Pero esto era el culmen de esa sociedad, de ahí que para esa nobleza delicada algunos platillos fueran guisados con la carne y no aparte, como era cosa común. En las casas de la nobleza, que eran los tecaleque o pipiltin, se repetía el mismo patrón, el chilmolli combinado con carne y servido junto con platillos de verduras variadas, a las que llamaban quílitl. En las viviendas de los macehualtin (la gente pobre), en las fiestas que por supuesto se celebraban, los anfitriones preparaban el chilmolli acompañado de carne de patos y para presumir, de huexólotl, ya que todos tenían en sus casas corrales donde se criaban estas aves, únicamente para las ocasiones que lo ameritaban. Es muy importante resaltar que en esas ocasiones era obligada la cortesía de recibir invitados y agasajarlos con estos alimentos, sin importar cuántos fueran. La gente comía contenta y ponderaba la hospitalidad y esplendidez de la familia. Ésa fue la base de las actuales costumbres en los pueblos, prácticamente con muy pocos cambios en la organización y maneras, aunque sí en la preparación de los alimentos. Eduardo Merlo • El ajonjolí de todos los moles Ilustración tomada de Cristina Barros y Marco Buenrostro (eds.), La alimentación de los antiguos mexicanos en la Historia Natural de la Nueva España de Francisco Hernández, México, Universidad Nacional Autónoma de México-Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial, 2007, p. 62. Hablamos del chilmolli y de cómo se preparaba, enriqueciendo el guiso con al menos dos variedades de chile, principalmente el llamado huehuechilli, literalmente “chile viejo”, que hoy llamamos “pasilla”, y el chilcpoctli, que era un chile especialmente ahumado para provocar cierta miel cáustica. En realidad no acabaríamos nunca de hacer al menos una somera relación de los diferentes tipos de chiles; recordemos que en las cuevas de la Cañada, en Tehuacán, se encontraron semillas del capsicum, con una antigüedad de 7 000 años, pero básicamente eran los mismos que hoy conocemos y puede que más, porque muchas variedades han desaparecido. Es posible que las únicas excepciones, porque vinieron de fuera, sean el chile de tiempo o poblano y el chile güero o chile largo, ambos caracterizados como “tornachiles”, que son otra historia. Para lograr más espesura, la pasta o masilla de chile se molía con cacao y maíz. Los chiles se debían triturar una vez cocidos, operación llamada chilatextli. Esta masa espesa era otra vez molida junto con el cacao para conformar el chilcacahuatl, aunque también se le decía así a una bebida de la cual sólamente se sorbía la espuma picante. La masa combinada era adelgazada con el caldo de la carne de huexólotl, operación llamada chilahuia. Si el guiso no se deseaba espeso, se aguadaba y entonces ya no era chilmolli, sino chílatl. El chilmolli aguado no era tan apetecible, de donde vino a resultar el dicho: “no hay nada más desdichado que mole flojo y aguado”. Todavía hoy, en la región oriental del estado de Puebla se consume un guiso llamado “chilate”, que debe ser caldoso y acompañado de bollitos de masa, relativamente parecido al “mole de olla” del centro del país y al famoso “chilpozonte” de la Sierra Norte de Puebla. El original chilmolli prehispánico no llevaba ninguna clase de condimento, salvo los ingredientes mencionados y sal. Por supuesto que fue el platillo festivo desde tiempos inmemoriales. Aunque esto la arqueología no lo comprueba fácilmente, al considerar el tipo de recipientes y las vajillas domésticas, se llega a esta conclusión. El chilmolli era la salsa que se colocaba accesible a los comensales, los que, 47 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución 48 como ya dijimos, estaban en cuclillas alrededor de esos recipientes, pudiendo mojar sus tortillas o tamales cuantas veces fuese necesario, como se hace en las comidas de Asia. La variedad de tamales o tamallin era infinita, y, aunque al paso del tiempo se perdieron muchos de estos bollos de maíz, los que nos quedaron son muchos más de los que nos imaginamos. Junto a los recipientes de chilmolli, que eran llenados cada que era necesario, estaban otros donde se colocaba la carne ya cocida y cortada debidamente para que cada quien tomara la que apeteciera y fuera comiendo, sin más instrumentos que las manos y, en su caso, el hábil manejo de las tortillas; aunque hay que aclarar que éstas no eran tan delgadas como ahora, aunque sí mucho más grandes, por lo cual podían utilizarse sirviendo la salsa directamente en la tortilla e irle cortando pedazos para sopear; deliberadamente, cuando la tortilla se colocaba en el comal caliente, se le iban pellizcando las orillas para que pudieran contener alimentos espesos, los cuales también podían servirse en un plato individual —que los había de diferentes formas, capacidades y decorados. Por supuesto que cada región preparaba el chilmolli de acuerdo con sus costumbres, ya que podía ser más espeso o más delgado, con mayor o menor picor, hay registrados guisos como tlemolli, huaxmolli, chilpozontli, chichilotl, en general muy parecidos, y sobre todo, considerados platillo de lujo para las grandes ocasiones. Desde las culturas totonacas, tepehuas, otomís, huastecas, hasta las nahuas, chontales, mixtecas, zapotecas, popolocas y mayas, el chilmolli, como quiera que se le haya dicho, era el plato festivo y de lujo. Ninguna casa preparaba chilmolli en la vida cotidiana, aunque tuviera los recursos, pues se hubiera considerado como una falta de respeto a las tradiciones, a las cuales estaban estrictamente apegados. Cabe decir que el chilmolli era, antes que todo, el alimento para los dioses, después de las ofrendas de corazones, tanto animales como humanos: las divinidades recibían en sus aposentos sagrados los cajetes de chilmolli y de carnes varias, no obviando la tlacatlaolli ya mencionada, ésta sí guisada con la salsa. Como se pueden dar cuenta, para nada se ha mencionado fritura alguna, ya que no había más grasa que la que las propias carnes soltaban, si es que las asaban, pues, siendo cocidas con agua o al vapor, no había las molestias colesteríticas, ni triglicéridas que hoy nos traen epáyotl, es decir: “azorrillados”. Todo esto es simplemente el antecedente sólido de la tradición de un guiso que ha sido emblemático de los pueblos que a la larga constituyeron una nación. Así que hay que tomar en cuenta que el famoso chilmolli y sus variantes fueron creados y saboreados desde los primeros estadios culturales de Mesoamérica y, como todos los alimentos de la humanidad, fueron variando y enriqueciéndose en cada generación. Llegaron los conquistadores castellanos y se encontraron con la cocina mesoamericana, vegetariana más que carnívora, lo que mucho les molestó, dado que quizá no haya pueblo más tragón de carne que los españoles (al menos llevan ventaja sobre muchos otros). Relataban Eduardo Merlo • El ajonjolí de todos los moles los cronistas cómo los indígenas de Zempoala ofrecían platos con chilmolli y carne de huexólotl a los caballos, entristeciéndose cuando esos animalotes no querían comer de la ofrenda. En la larga trayectoria hasta el Altiplano, Cortés y su ejército se enfrentaron a algo cuyas espadas no podían combatir, la apabullante cortesía de los indígenas que los honraban con platillos atiborrados de chilmolli, así como con quílitl o verduras, tlaxcalli-tortillas y carne de huexólotl, porque ésta se consideraba la mejor para agasajar a los visitantes. Lo más probable es que al principio sufrieran el famoso “efecto campana: hoy pica y mañana repica”, es decir, la terrible “venganza de Moctezuma”, propiciada por lo pesado y difícil del chilmolli para la digestión europea. Con el paso del tiempo debieron acostumbrarse, aunque no mucho, al gusto por esos guisos extraños y picantes. Concluyó la conquista armada y empezaron a arribar los primeros evangelizadores y tras ellos cada día más colonos. Fueron los frailes los primeros en enseñar a los naturales a cocinar a la española; los conventos tenían en sus cocinas enormes chimeneas de donde colgaban pesados calderos para hacer los pucheros y potajes, utilizando los mismos animales que los indígenas criaban o cazaban, hasta que se trajeron la primeras reses, que fueron una gran novedad, tanto por su figura como por el sabor y consistencia de la carne. Un poco más tarde arribaron los primeros pies de cría de cerdos; fueron trasladados a la incipiente fundación o puebla, que los franciscanos llamaban “Ciudad de los Ángeles”, establecida para que los espa- ñoles que andaban vagando por el territorio se asentaran en ella y mostraran a los indios las formas de vida de la Madre Patria. Inclusive las manzanas rectangulares que caracterizan la traza de la Angelópolis se agrandaron en longitud en las afueras para permitir los chiqueros de cría de cerdos. Esta industria floreció rápidamente dando origen a dos cosas: primero que se dijera “cuatro cosas come el poblano: cerdo, cochino, puerco, marrano”, y la otra, que empezara a verse en los mercados y en las calles la manteca, que primero debió provocar diarreas terribles a cholultecas, huexotzincas, tlaxcaltecas y demás vecinos. La manteca y el aceite de oliva causaron una revolución en estas tierras; las cocineras españolas y las indígenas intercambiaron experiencias y conocimientos, dando lugar a la cocina mestiza que poco a poco dejó de parecerse a la europea, enriqueciendo la autóctona. La primera tradición que se alteró fue la elaboración del chilmolli, al cual se le añadió el proceso de freír los chiles y la carne. Casi de inmediato, el sustancioso guiso cambió de platillo fuerte, aunque casi vegetariano, a un guiso donde la grasa sentó sus reales. Era imposible que en la nueva cocina no hicieran su entrada triunfal los condimentos de origen asiático, principalmente el clavo, la pimienta y la canela, que aderezaron muy bien los guisos, ya que se llevaron de maravilla con los chiles y demás hierbas. La Puebla de los Ángeles prosperó y se llenó de conventos de frailes y de monjas; tan sólo de éstos presumía de 11 establecimientos, la mitad 49 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución 50 que en la capital, pero más abundantes en proporción en cuanto al número de sus habitantes. Las religiosas se esmeraban en la grandeza de sus edificios, la suntuosidad de los templos, la maravilla de sus retablos y coros, el primor y tranquilidad de sus claustros, la frescura y enormidad de las huertas; la santidad y devoción de las religiosas y, por encima de todo esto, pensando en nuestro tema, las cocinas enormes, con sus anexos, los cuales eran bien dotados de despensas, mercedes de agua abundante y lavaderos capaces. Las cocinas conventuales rivalizaban entre sí para halagar a los prelados, a los equivalentes frailunos, pero sobre todo, a los bienhechores del convento, quienes bien agradecían la gentileza y caridad de las monjitas, al elegirlos para ser agasajados con los platillos que salían de tan olorosos recintos. Las reverendas madres capuchinas, clarisas, concepcionistas, agustinas, carmelitas, jerónimas y dominicas aprovecharon lo mejor de la tradición culinaria indígena —salvo insectos y animales raros— para irla combinando sutilmente con los sabores y elementos fundamentales de las cocinas españolas, porque España tiene tantas variantes culinarias, como provincias y regiones; mucho más con los grandes aportes que los moros llevaron desde Persia y Mesopotamia, de Arabia y Egipto, de la India y de la gran China. Como bendición del cielo, el fraile agustino Andrés de Urdaneta junto con Miguel de Legaspi obedecieron la orden terminante de Felipe II y surcaron el Pacífico para llegar hasta las Filipinas y luego hicieron la hazaña de encontrar, mediante la corriente del Kurosivo, la ruta de retorno hasta las costas novohispanas. El resultado fue la flota de Filipinas, la llamada Nao de China, que llevó y trajo, trajo y llevó, todo lo transportable. Directamente del Oriente arribaron, además de las ricas mercaderías, los condimentos que definitivamente cambiaron el gusto y sabor de la cocina, al menos de la criolla y la mestiza. El antiquísimo chilmolli se fue condimentando, enriqueciendo, cambiando paulatinamente; de su pasta picante salieron adobos, pepianes, chanfainas enmoladas, envueltos y las famosas enchiladas. Las monjas supieron ir afinando adecuadamente esos alimentos que muy ponto fueron la delicia de los mismos “gachupines”, como se les llamaba desde la Conquista a los peninsulares. Se sabe que entre estas santas cocinas de convento destacaron siempre las agustinas de Santa Mónica, llamadas cariñosamente “las mónicas”, quienes siempre llevaron la delantera en guisos complicados, que eran enviados estratégicamente para el señor obispo en su cumpleaños, para la familia aristocrática en alguno de los días de fiesta de guardar o para tal o cual religioso, canónigo o catedrático. Los agradecimientos obligados no se hacían esperar, ya fuera en dinero contante y sonante, en donaciones generosas o en herencias sustanciosas; de tal manera que la cocina era la mejor ecónoma de cada monasterio. Pasó el tiempo y los conventos crecían en exceso, la oferta era mucho mayor que la demanda, infinidad de jóvenes solicitaban el ingreso a los claustros afamados; sin embargo, las reglas eran estrictas limitando el número de profesas. Eduardo Merlo • El ajonjolí de todos los moles Cúpula y campanario de la catedral de Puebla de los Ángeles. El crecimiento obligaba a nuevas fundaciones, y así sucedió con las religiosas dominicas, las primeras que arribaron a la Puebla de los Ángeles. Muy pronto tuvieron que desgajar de su claustro de Santa Catalina de Siena a varias religiosas para que fueran a fundar el de Santa Inés de Monte Policiano; una manzana entera les fue regalada para que el convento fuera de mucha capacidad y la huerta muy próspera. Las “ineses” pronto alcanzaron igual fama que las de Santa Catalina. Otra vez el convento se saturó y las solicitudes eran muchas, de tal manera que un religioso que era fraile del convento de Santo Domingo, llamado fray Bernardo de Andía, tomó como suyo el problema de las jóvenes que deseaban vivamente ser religiosas dominicas. Para suerte suya y de la orden, fue nombrado albacea del rico poblano don Mateo de Ledez- ma, quien en su testamento le daba manga ancha al fraile para disponer de sus caudales. Eludiendo los reclamos de algunos que alegaban derechos testamentarios, solicitó y obtuvo del papa Clemente XII el poder necesario para disponer de ese dinero y emplearlo en sus propósitos de caridad y de beneficio para la orden dominica. Con todo ese respaldo, el padre de Andía compró una manzana completa, no exactamente para el nuevo claustro, sino para edificar casas y rentarlas, con lo cual muy pronto el dinero se multiplicó. Fray Bernardo buscó al rico comerciante don Ildefonso Raboso, para que uniendo esfuerzos se estableciera un recinto en que tuvieran cabida las aspirantes, a lo que este último accedió, sobre todo porque era su deseo que en el nuevo recinto se juntaran sus tres hijas como fundadoras, a las que se añadiría doña Gertrudis López, protegida del dominico. Don Ildefonso decidió que el convento en prospecto llevara el título de la santa que había sido canonizada en 1671, cuya causa entusiasmó a todo el Continente; se trataba de Santa Rosa de Santa María, mejor conocida como Santa Rosa de Lima, aunque fray Bernardo insistía en que se denominara igual que el otro gran convento femenino: Santa Inés de Monte Policiano. Para darle gusto, se permitió que iniciara un beaterio con ese nombre, el cual se abrió en 1683 con 15 aspirantes. 51 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución 52 Fray Bernardo de Andía murió en 1696, por lo que el proyecto fue tomado como propio por el entonces obispo de Puebla, el ilustre don Manuel Fernández de Santa Cruz, al que yo denomino “obispo monjero”, porque se esmeró en el cuidado y engrandecimiento de la vida religiosa femenina. Estaba fundando por ese tiempo el convento de Santa Mónica y mucho se entusiasmó por concluir la obra del padre de Andía. Al efecto, pidió al padre provincial de los dominicos y al cabildo de la ciudad que por escrito dieran su parecer para que, junto con una carta suya, se solicitara al virrey la anuencia para pedir al rey y al sumo pontífice las autorizaciones correspondientes con el fin de establecer el instituto como un convento formal. El papa Clemente XI concedió la gracia alrededor de 1700 y así se estableció el convento de religiosas dominicas de Nuestra Madre Santa Rosa de Santa María de la Puebla de los Ángeles, siendo protector y patrono don Miguel Raboso, hijo de don Ildefonso. La autorización real tardó mucho, pues llegó hasta 1735, cuando era monarca Felipe V, de tal forma que las monjas decidieron que la fecha oficial de apertura del convento fuera el 12 de julio de 1740. Para no enfrascarnos demasiado en la historia del convento, solamente mencionaremos que en el “directorio” o reglamento se ordena primero que en el recinto nunca haya más de 25 religiosas, 21 de coro y cuatro legas; luego pormenoriza en el vestuario, moblaje de las celdas, enfermería y demás dependencias, habla de horarios y obligaciones, nombramientos y responsabilidades, entre otros temas; pero para nuestro interés, se ordena que las monjas no puedan tener criadas, aunque sean de familia noble. Luego, algo primordial: “Ordeno y mando que la priora muela, o mande moler, chocolate para la comunidad, mañana y tarde”.6 Sigue con las mortificaciones y ayunos cuaresmales, amén de otras cosas. Pero viene después un mandato curioso: Ordeno y mando que no guisen ni laven, ni muelan chocolate para personas de fuera, aunque sean prelados o superiores; que no envíen regalos, salvo algunos casos de compromiso, o cuando los superiores, el médico y el cirujano estuvieren enfermos.7 Esta disposición contradice lo que frecuentemente hacían las religiosas. Como si el mandato nunca hubiese sido escrito, se dedicaban a elaborar guisos, dulces, refrescos y curiosidades para obsequiar a los prelados, como al obispo y los canónigos, a los propios superiores de la orden dominica y a infinidad de bienhechores. Otros mandatos se refieren a atender especialmente la cocina, cuidando de sus utensilios y fregando trastes, para que siempre luzca impecable. La cocina original pronto fue insuficiente para la demanda de guisos que recibía, así que decidieron construir una nueva con mucho mayor capacidad, de tal manera que que varias cocineras podían moverse dentro, así como las galopinas y legas, con lo cual se denota que el “man6 7 Esteban Arroyo, Monasterio de Santa Rosa de Lima. Puebla de los Ángeles, Puebla, Gobierno del Estado de Puebla, 1992, p. 28. Ibid. Eduardo Merlo • El ajonjolí de todos los moles dato” o regla primera ya no se cumplía, puesto que se alentaba a las monjas con habilidades culinarias a que ensayaran nuevos platillos para halagar la gula de los ricos poblanos. Cabe decir que desde los primeros tiempos del convento ya corría la fama de que sus chimoleras eran excelentes, puesto que el chilmolli era de mucha calidad, aunque todavía no llegaban al punto que les daría fama eterna. La cocina de Santa Rosa es un recinto cuadrilongo que se agranda en la porción sur, todo techado con bóveda de plato, en tres tramos muy espaciosos, dejando entrar suficiente luz. Un texto de ese tiempo dice: La nueva cocina es muy clara y desahogada, tiene dos fogones: uno alto y otro bajo, una tarima para las cocineras; tiene dos ventanas, una inmediata a la otra, por las que sirven la comida, ya que una cae al refectorio o comedor de las monjas sanas, que todo el año comen de vigilia; y la otra al comedor de las monjas enfermas, que suelen comer carne […] tiene dentro una pila de agua limpia y corriente; pero con el defecto de que no tiene respiradero, y se concentra el calor. Cuenta con dos cuartos para guardar lo necesario, en el patio hay un corral para las gallinas destinadas al sacrificio en beneficio de las monjas enfermas […] A continuación de la cocina actual hay dos cuartos, a modo de alacenas una de ellas conserva la humedad necesaria para almacenar ciertos alimentos, conseguida por tuberías que pasan por las paredes y suelo.8 8 Ibid, p. 54. Lo más espectacular de esa cocina es que está completamente recubierta, de piso a techo, con azulejos de Talavera, que le dan un aspecto maravilloso, como si se tratara, no de una cocina, sino de una capilla, y lo es: un recinto sagrado donde tuvieron lugar las ceremonias de mezclar, de cocer y gustar, por obra y gracia de las sacerdotisas culinarias. La ironía de la vida era que, como dice la nota, las religiosas sanas comían de vigilia todo el año, es decir, se abstenían de carne, inclusive de pollo, dejando estos alimentos para las enfermas. Así que, teniendo en la cocina guisos portentosos, los probaban únicamente las cocineras y la madre priora que acudía frecuentemente a dar el visto bueno. En esa “santa competencia” por llamarla de alguna manera, las religiosas buscaban superar a las de otros monasterios en la confección de guisos diferentes, fue así que tomaron por su cuenta la tradición del chilmolli, al que para entonces nadie le decía así, mestizándose por “mole”, palabra que fue adoptada hasta por los propios indígenas de los pueblos. El antiquísimo guisado dejó de ser únicamente una salsa para convertirse en el espeso complemento de la carne, ya fuera de guajolote, de gallina, de res o de cerdo, añadiéndole poco a poco jitomate, tomate y por supuesto ajo y cebolla; por lo demás, la salsa se preparaba a partir de la molienda de los chiles originales, más el cacao y el maíz. Aquí la historia se mezcla con la leyenda; se cuenta que anunció su arribo a la Puebla de los Ángeles el mismísimo virrey, lo cual no era fre- 53 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución 54 cuente, salvo cuando llegaba de Veracruz para tomar posesión o se retiraba a España para dar lugar a su sucesor. Tanto el cabildo del ayuntamiento, como el de la catedral y el propio obispo se llenaron de preocupación por tan especial visita, y estando vigente y aumentada la costumbre de recibir a las visitas con comida, había que agasajar el virreinal paladar con los mejores platillos que se pudiera. La leyenda, mejor dicho las leyendas, porque se han forjado varias, pero una que se toma como la original, dice que quien llegaba era el virrey don Antonio de la Cerda y Aragón, conde de Paredes y marqués de la Laguna. Era el año de 1680 y el beaterío de Santa Rosa de Santa María no estaba aún aprobado y consolidado; no obstante, las religiosas vivían ya en comunidad y, por tanto, lo que sucedió pudo ser cierto. Otras versiones mencionan que el virrey visitante era el posterior: don Gaspar de la Cerda Sandoval Silva y Mendoza, conde de Gelves, lo cual es mucho más creíble, toda vez que en el libro de profesiones se mencionan los nombres de las religiosas fundadoras, y entre ellas no aparece el de la protagonista fundamental: sor Andrea de la Asunción. Por lo cual nos inclinamos más por el conde de Gelves, que del marqués de la Laguna. La priora del convento, si esto fue en 1680, sería sor María de Jesús Nazareno, quizá la que le siguió: sor Magdalena de Jesús Nazareno o su sucesora, sor Teresa de Santa Catalina. Ésta llamó a sor Andrea para amonestarla en relación con que estaba en juego el prestigio del convento, ya que para el regio banquete que se ofrecería en el palacio episcopal se estaban preparando platillos solicitados a las monjas de Santa Mónica y de Santa Catalina, de los cuales no tenían la menor idea, únicamente sabían que los postres correrían a cargo de las Clarisas que eran las más connotadas en el ramo. El señor obispo, que en el primer caso sería don Manuel Fernández de Santa Cruz, o bien, en el segundo: don Pedro Nogales Dávila sugirió que quizá fuera bueno un mole no picante para evitar ofender las nobles papilas gustativas no acostumbradas aún al chile, obligatorio en estos platillos. Las monjas lo tomaron como una orden y se pusieron a experimentar en su bien abastecida cocina. Es importante pensar que en esos tiempos para la mente obtusa de sus habitantes, Puebla era un girón de la España misma, manifestando un sentido de superioridad con respecto al resto de la Nueva España, lo que los hacía ya odiosos. La comida poblana presumía de no ser como la de los indios, sino distinta, acorde con la gente que entraba y salía de las barrocas iglesias, de las regias mansiones, de los paseos floridos. Y ahí estuvo la clave del asunto: un mole que no fuera significativamente picante, pero que tampoco perdiera su esencia; si el tradicional llevaba cacao, pues a experimentar con esta semilla, llegando incluso a agregar chocolate, con lo cual aminoró el picor; así que echaron mano de cuanto había en los potes de las alacenas para endulzar la pasta: además del chocolate, bien quedarían pasitas, igualmente molidas en esa pasta, pero así tomaría un giro demasiado dulce; para aliviar esto usaron cacahuates y, por supuesto, Eduardo Merlo • El ajonjolí de todos los moles lo que ya se había utilizado para el guiso, esto es, clavo y ajonjolí frito y molido, luego anís y almendras, con lo que el aroma se tornó suave y atractivo. Todo lo anterior, respetando la molienda de los chiles fundamentales, mulato, ancho, pasilla y chipotle, fritos en manteca, más jitomate, cilantro, ajo y lo indispensable: en lugar de agua, le echaron el caldo del guajolote y para evitar que se adelgazara, cortaron rodajas de plátano macho y se las añadieron a la pasta, que de por sí ya tenía maíz, aunque las monjitas, con sor Andrea como gobernanta, pusieron algunas tortillas duras bien tostadas, mejor dicho, quemadas. La salsa quedó estupenda, guardando el sabor tan especial del mole antiguo, más el dulzor de los ingredientes y el aroma diferente. Las galopinas mataron y desplumaron varios guajolotes gordos, los destriparon y cortaron las partes con cuidado, poniéndolas a cocer por mucho tiempo, dado que es carne muy dura; el caldo, como ya se dijo, se echó en la enorme cazuela en donde se estaba haciendo el guisado. No me imagino cuántas veces habrán ensayado, pero debieron ser muchas, en cada una iban graduando las cantidades de los componentes: “ponle un poco más, ya te pasaste, quítale eso que lo amarga, añade este condimento, el otro, uno más. Sóplale a la lumbre, calienta el metate, muele el cacao, desvena los chiles. Trae el ajonjolí, muévele a la cazuela, cuidado que no se pegue en el fondo; ya está en su punto, agréguenle la carne del guajolote. Madre, venga y pruebe”. El resultado de tantos esfuerzos estuvo finalmente listo. Las monjas inventoras seguramente Capilla del Rosario, Puebla de los Ángeles. abrazaron a sor Andrea; la madre priora debió dirigirle una leve sonrisa, para no ceder autoridad. Era el mole del convento de Santa Rosa, un platillo basado en la añeja tradición prehispánica, convertido en criollo, pero nuevo, novísimo; contraste de sabores, un poco picante, un mucho dulce; espeso y ligero, sin tanta grasa, un mole que no era cholulteca ni tlaxcalteca ni xochimilca ni tenochca, era un mole poblano, como las yeserías de la capilla del Rosario, de la que es contemporáneo; como los azulejos de las cúpulas; como el acento extremadamente alargado del hablar lugareño. Un platillo barroco indiscutible, pues combina muchas cosas. Sigue la tradición indígena pero con gusto españolizado y al mismo tiempo moro. Cuántas cosas se juntan en un guiso: la herencia de la ocupación árabe en la Península, el gusto de la España cristiana y la riqueza de la tradición indígena mesoamericana. 55 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución Lamentablemente, nadie consignó la crónica del banquete, no sabemos si gustó al virrey o se lo comió por compromiso; yo creo que sí saboreó el platillo y debió ingerirlo con placer, de lo contrario se hubiera registrado el fracaso de las religiosas. Cierto que esos personajes cortesanos eran remilgosos y chocantes, pero un buen guiso lo saborea hasta el más recalcitrante. Es lógico que si el “mole poblano”, como empezó a llamársele, fue exitoso en la mesa virreinal, saltó de inmediato a todas las mesas aristócratas de Puebla y luego a las del resto de la Nueva España, alcanzando título nobiliario. Las monjas de Santa Rosa no se guardaron la receta, quizá ocultaron algunas cosas para que su mole siguiera siendo distinto y muy apetecido. Pronto los otros conventos imitaron a “las rosas”, aunque cada quien puso de su parte. La receta de las “rosas” se menciona en un compendio anónimo del siglo xviii: 56 Para un guajolote grande empléase una libra de chile mulato, cuatro onzas de chile pasilla y otras cuatro de chile ancho; si faltara chile se puede aumentar en tres onzas más el mulato. Se desvena y se pone en una cazuela con manteca, con poca lumbre para que se dore poco a poco; se eligen tomates según la cantidad de chile, y se remuelen. Aparte se tuesta en el comal una cuartilla de ajonjolí y se muele en seco hasta que sude; se dora en manteca un real de almendras y se muelen, también en seco con todo y cáscara y se juntan con el ajonjolí. El guajolote se troza en cuartos que se lavan y secan con una servilleta y se sancochan en manteca hasta que queden do- rados. Al día siguiente, temprano, se pone una cazuela con el guajolote. Al hacerse el mole se ha de poner a calentar agua en una olla, cuando esté muy caliente se disminuye la lumbre. Se pone al fuego una cazuela vacía y después que se haya calentado se le unta un poco de manteca; después se echa el chile para que se fría, y se vierte, poco a poco, agua caliente mientras se va desmenuzando con una cuchara. Una vez que esté bien frito, se pasa a la cazuela del guajolote, del mismo modo se fríe el jitomate; se desbarata con una cuchara en agua caliente y se echa también en la cazuela del guajolote. Con agua caliente se enjuaga la cazuela en que se frió el chile, en donde el guajolote. El mole se pone a la lumbre ya que lo tiene todo y se le echa agua en cantidad regular, tendiendo a que no quede aguado. El agua ha de estar caliente, lo mismo que el ajonjolí; la almendra se desbarata con una cuchara y se echa al mole. Se tuestan en el comal unas pepitas de chile y un poco de anís, procurando que no se pase y vaya a amargar el mole, así como un poco de clavo, canela, pimienta y un cuarterón de tortilla dorada en manteca. Todo se muele con agua caliente y se agrega al mole con sal aguada; para que no quede demasiado blando el guajolote, se saca del caldillo, si ya está cocido, para que no se desmenuce mientras el caldillo espesa lo necesario.9 9 Anónimo, Cocina poblana, edición facsimilar del original del siglo xviii, Puebla, Imprenta Madero, 1968. pp. 7-8. Eduardo Merlo • El ajonjolí de todos los moles Me gusta el texto que el genial y ameno don Artemio de Valle Arizpe escribió sobre el tema: La tarde anterior, había mandado matar sor Andrea un guajolote que engordaron en el convento con nueces, castañas y avellanas, que destinaban para guisárselo al señor obispo. En una bandeja estaban ya cortadas las piezas. Inspirada cogió sor Andrea de un pote vidriado chile ancho; de otro chile mulato; de una caja michoacana, negra y rameada, sacó chile chipotle y de otra hizo una cuidadosa y nimia selección de rabiosos chiles pasilla. Secos y arrugados estaban todos estos chiles, y crujían en sus manos como si estrujase las hojas de un viejo infolio. En la cazuela echó manteca y cuando empezó a chirriar. Tostó en ella todos revueltos y en el comal tostó también ajonjolí, revolviéndolo unciosamente con una cuchara. Cada granito subía su esencia olorosa en el aire, y todos juntos la unieron para tenderla en el convento por encima del perfume de rosas del jardín y de la sutil fragancia que emanaba de la capilla doméstica, y de la que efluía de las chiquitas celdas. De las orcitas talaveranas del limpio vasar, fue sacando Sor Andrea, clavos, pimientas, cacahuates, canela, almendras, anís y de un tarro tomó graciosamente unas pulgadas de cominos y empezó moler todo esto, mezclándolo en un almirez que, con los acelerados golpes de la mano de cobre, cantaba festivo. Del tibor chino, azul y blanco, en que se guardaba el chocolate monjil, tomó dos tablillas y las juntó a los ingredientes que acababa de moler, y el almirez volvió, alegre, a tintinear persistente con un claro repique de campana jubilosa. En otro almirez, también de voz límpida. machacó jitomates, cebollas, ajos asados, recogiéndose melindrosamente la manga del hábito para que no se le quedara en ella ningún villanero rastro cebollero. Luego, todas estas especies las juntó con este ajo y con estas cebollas y con estos jitomates, y a su vez, mezcló todo ello con los chiles y con unas tortillas duras que sacó de lo hondo de una olla alta, panzuda y oronda como cura de aldea, y en seguida, ¡Válgame! Con qué santidad, con qué unción fervorosa se arrodilló ante el negro metate; parecía que iba a comulgar o a pedir una merced a la Virgen. Empezó a moler todas aquellas cosas, subía y bajaba suave y rítmicamente el torso de la monja, palpitándole las blancas tocas al subir y bajar sobre el metate la gruesa mano de piedra, metlapille, en que se afianzaban, frágiles, leves y blancas, las manos diligentes de sor Andrea. Ya para caer la masa en espesa onda bermeja sobre la artesa, con el filo de la mano, la recogía rápida, subiéndosele con ágil movimiento de la palma, volviendo ésta hacia arriba, para ponerla en seguida encima del metate y seguir triturándola finamente. En seguida, en una reverenda cazuela de barro, de barro había de ser para que su perfume castizo se uniese delicadamente al de las viandas; en una cazuela de barro, en la que ya se había derretido bastante manteca al calor de un fuego manso, en el que previamente se quemó romero y tomillo para alejar a los malos espíritus, echó Sor Andrea aquella mixtura, con atropellada y amplia sonrisa de aventura. 57 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución Para un guajolote, un kilo de chile mulato; kilo y cuarto de chile pasilla; kilo y cuarto de chile ancho; 300 gramos de ajonjolí; kilo y cuarto de almendras; pasas, un cuarto de kilo; jitomate, medio kilo; ajo, media cabeza; pepitas de chile al gusto; anís, una cucharada; canela, 50 gramos; clavo, 25 gramos; pimienta, 25 gramos; pan frito muy dorado, una torta; una tortilla frita; cuatro tablillas de chocolate; azúcar y sal al gusto. Los chiles, jitomates, almendras, pasas, pepitas y ajo, todo frito y bien remolido. Los chiles se desvenan muy bien antes de freirlos, se le agrega el jitomate y el ajo ya fritos, se le ponen las pasas, las almendras, los olores, el pan y la tortilla bien molidos, se le echa el caldo cuando se coció la carne, agregando la sal, la azúcar y el chocolate y se deja hervir hasta que el mole espesa y la carne está bien cocida.11 Todo el convento estaba tiernamente embalsamado de una fragancia nueva que salía a la calle en ondas adorables, y la gente que pasaba, adivinando en ellas un gran bien, las sorbía con ansioso deleite, envolvíase en ellas complacida, como en una indulgencia plenaria. De la olla en que con papada de puerco se coció el guajolote, sacó Sor Andrea varias jícaras de caldo espeso y desleyó en él la magnífica salsa que estaba friendo entre las voces suculentas de la manteca, y cuando hirvió bien, con rondoneo grave, adusto, puso en un plato esa salsa fragantísima, y con una cucharilla le fue dando de probar a cada una de las monjas.10 Aparentemente es larga la disertación, pero la inmensa imaginación de don Artemio nos permite entrar a esa cocina restringida y mirar, oler y hasta gustar del fabuloso invento. Muchos han ideado la figura de sor Andrea de la Asunción: la ponen delgada y bonita, con gracioso talle que no pueden ocultar los hábitos dominicos, pesados y espesos como ellos solos. Yo creo que no, una mente que es capaz de mezclar, triturar, componer y agraciar algo tan sutil y suculento debió ser gordita, no importa si alta o chaparrita, pero bien entrada en carnes, porque solamente alguien así puede idear comida como esa. Otra receta ya interpretada a las pesas y medidas actuales, aunque para mi gusto muy cargada, se atribuye a las religiosas y es la siguiente: 10 58 Paco Ignacio Taibo I, Breviario del mole poblano, México, Terra Nova, 1981, pp. 95-96. Por supuesto que todo se elabora, de preferencia, y para mejor ambiente, en una cocina poblana cuajada de azulejos, con infinidad de jarros y ollas, de cazuelas, de cedazos variados, de trasteros repletos de platos y vasos, de “chascos” y, sobre todo, del brasero tradicional, con su carbonera bien llenita del de encino, traído de la Malinche. Las cazuelas “lloradas” deben ser del barrio De la Luz, bien bruñidas. No olvidar que el mole se debe servir caliente, añadiéndole las semillas de ajonjolí esparcidas en todo el plato, para mayor vista y 11 C. Salazar Monroy, La típica cocina poblana y los guisos de sus religiosas, Puebla, Imprenta López, 1945, p. 9. Eduardo Merlo • El ajonjolí de todos los moles gusto. Se debe colocar la azucarera en medio de la mesa para que los comensales añadan a su gusto, pues así debe hacerse con el exquisito y maravilloso mole poblano. El mole poblano es quizá el más mentado de todos los moles, sin embargo, no se deben des- deñar los otros muchos que enriquecen la cocina tradicional de las diferentes regiones de nuestro país; pero todos, absolutamente, comparten el complemento grato a la vista del ajonjolí, de donde el dicho que titula este trabajo, pues: “Mole sin ajonjolí, ni para ti ni para mí”. 59 Salsas Marco Buenrostro* V * Marco Buenrostro ha ocupado diversos cargos en la administración pública a partir de 1965; entre otros, la dirección de los cinco ingenios azucareros en Michoacán, la Dirección General del Museo Nacional de Culturas Populares (cnca) y la Dirección de Socicultur. En 1983 participa en la exposición “La cosa está del cocol y otros panes mexicanos” en el Museo Nacional de las Culturas Populares. En 2004 tiene a su cargo, junto con Jorge Ismael Rodríguez, la exposición “De aquí somos: la Huasteca”. En 2005 hace la museografía para el Museo de la Cultura Hñahñú en Ixmiquilpan, Hidalgo. En 2009 tiene a su cargo la museografía del Museo Regional de Zacualtipán, Hidalgo. Ha impartido el curso “Historia de las artesanías, tradiciones y fiestas populares en México” en el Centro de Cultura Casa Lamm. De noviembre de 2000 a junio de 2006 publicó en La Jornada la página “Tradición y cultura”. En 1993, funda junto con Cristina Barros el taller creativo El Tecuani y desde entonces han editado diversos libros sobre gastronomía mexicana, principalmente. Ambos recibieron la presea Miguel Othón de Mendizábal por su contribución a la conservación, protección y difusión de nuestro patrimonio cultural, otorgada por Conaculta/inah. Asimismo forma parte de la campaña “Sin maíz no hay país”. amos juntos a un pequeño recorrido por algunos de los datos relevantes que hay sobre el chile, uno de los elementos más frecuentes en las salsas mexicanas. Las primeras referencias escritas sobre el chile se encuentran en los códices. Las hay que nos informan sobre los nombres de poblaciones (topónimos) que tienen la palabra chile como un componente, o sobre las cantidades de chile que se tributaban a los mexicas; lo que también nos permite saber los lugares de su cultivo. Podemos, además, ver cómo se embalaba en contenedores de petate forma en que, por cierto, se continúa empacando en la actualidad. Posiblemente, la primera alusión por parte de los invasores españoles se encuentra en el texto de las Cartas de relación de Hernán Cortés a Carlos V, del 10 de julio de 1519 en la isla de Cozumel y punta de Yucatán: “Los mantenimientos que tienen es maíz y ajís como los de las otras islas…”1 Por esta frase podemos deducir que había intercambio cultural, por medio de navegación, entre el continente y las islas. 1 Hernán Cortés, Cartas de relación, México, Porrúa (Sepan Cuántos, 7), 1960, p. 21. 61 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución Seguramente la palabra ají (proveniente tal vez del taino) fue aprendida por los españoles en alguna de las islas del Caribe. Bernardino de Sahagún y sus informantes registran en el Códice florentino, entre otras preparaciones, el aguacatl mulli.2 Que hoy conocemos como guacamole. La palabra mulli es de origen náhuatl y significa salsa. En el Vocabulario de Alonso de Molina, fechado en 1571,3 aparecen los siguientes términos relacionados con la palabra mulli: Mulchichihua = guisar potajes Mulchichihualoyan = cocina Mulchichiuqui = cocinero Chilmulli = salsa o potaje de chile Texomulli = salsa de ají seco. El Diccionario de autoridades, fechado en 1737, registra para salsa: “composición de varias cosas desleídas, que se hace para comer con apetito. Díjose de la voz sal porque es la principal de las especies que la componen.”4 Escrito en 1750, el Recetario mexiquense o libro de cocina de Dominga de Guzmán (va- Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, México, Conaculta (Cien de México), 2002, t. II, lib. VIII, cap. XIX, p. 902. 2 Alonso de Molina, Vocabulario en lengua castellana y mexicana: y mexicana y castellana, Miguel León-Portilla (estudio preliminar), México, Porrúa, 1970. 3 Diccionario de autoridades, Madrid, Real Academia Española, 1737. 4 62 lle de Toluca)5 nos da una visión de mediados del siglo xviii. Les llaman libros de cocina porque frecuentemente contenían también remedios caseros, así como fórmulas para preparar, por ejemplo, colorantes y quitamanchas, entre otros. Hay que decir que pocas personas sabían escribir y, entre ellas, muchas menos eran mujeres. Por tanto, los libros de cocina de la época colonial representan las costumbres de cocina de sólo una parte minoritaria de la población. Podemos considerarlos una importante fuente para entender cómo los españoles y sus descendientes trataban, entonces, de reproducir su cocina, y como ésta se fue transformando y mestizando. La parte mayoritaria de la población continuaba creando y recreando la cocina tradicional de origen indígena. Cuando nos referimos a la cocina tradicional la entendemos como la suma de las cocinas étnicas y regionales. En estas tierras tenemos cocinas estructuradas desde la época de las altas culturas mesoamericanas. Entre las preparaciones básicas, que forman parte de ellas, están las salsas. Para este trabajo entenderemos la palabra salsa como una preparación que se sirve en un recipiente separado y de la que el comensal puede disponer a su propio gusto. Por otro lado, si consideramos que en la actualidad hay en México 48 lenguas indígenas originarias y 368 variantes de estas lenguas, y que la mayoría de ellas tiene una palabra para denominar las preparaciones que nos ocupan 5 Recetario mexiquense [atribuido a Dominga de Guzmán], Guadalupe Pérez San Vicente (pról.), México, Conaculta (Recetarios Antiguos), 1999 [primera ed. siglo xviii]. Marco Buenrostro • Salsas hoy día, tendremos como resultado la gran riqueza cultural que hay detrás de nuestro tema. Ya podemos imaginar la infinidad de salsas que se preparan en México si combinamos esa riqueza con la diversidad de ambientes naturales en los que se desarrolla cada cultura y su cocina. Hay que tener en cuenta la amplia variedad de chiles que hay en cada región y que se pueden incluir, ya sea frescos, secos o ahumados, y son también múltiples las formas de prepararlos en las salsas. Además, como la cocina es un cuerpo vivo que sigue un proceso de permanencia y cambio, continuamente se crean nuevas salsas. Hago referencia a esto, pues la cocina es cultura, y entre más profundo sea nuestro conocimiento sobre la cocina, mejor entenderemos el sentido de los tonos que le dan vida y sustento a la cocina mexicana. En el Recetario mexiquense, uno de los más tempranos que se conocen y al que ya nos hemos referido, se asientan las recetas de 16 salsas: de higaditos, de jitomate (con chile verde crudo), de limón, de chile verde (con chiles verdes grandes), de parra, de mastuerzo, de perejil, de socoyote, de mostaza, de tomates, una salsa adobada (con chiles colorados), de huevo, de guacamole (con chile verde), de lechón, de pinole y de chile piquín (con chile piquín seco y chiles verdes curados en vinagre). En este recetario se asientan algunas salsas que son para asador; posiblemente se utilizaron para marinar carnes y pescados. Aparecen, además, otros chiles (chilcoscle, chile ancho, tornachiles) como parte de las 366 recetas; también podemos ver cómo conviven almirez, mortero y metate, utensilios que seguramente se utilizaron para hacer este tipo de preparaciones. En la actualidad se producen múltiples salsas industriales, entre otras: perrins, tabasco, catsup, mil islas. En los recetarios actuales siguen apareciendo salsas como la bechamel o la blanca. Como podemos apreciar, las salsas son de dos tipos diferentes; unas sirven para acompañar directamente los platillos y otras son para sazonarlos en la mesa al gusto de cada persona. Aquí haremos referencia a las que: 63 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución • Se presentan en una salsera o en el molcajete mismo. • Son un complemento del que, por su calidad o cualidades, el comensal dispone al gusto; esto es, no son un platillo en sí. • Por lo general, se presentan “al tiempo”, es decir, no se calientan, aunque en algunos procesos de su preparación puede intervenir el fuego, por ejemplo, al tatemar, sofreír o hervir. • En su elaboración utilizamos chiles. Éstos pueden ser frescos, deshidratados —secos— o ahumados. Deshidratados, cambian de nombre. Entre las poblaciones de la Huasteca de Hidalgo —que colindan con Veracruz— hay varias que se dedican al ahumado de los chiles. Este proceso confiere a éstos un sabor especial. Aunque hay varios chiles que se ahúman, sobre todo para conservarlos, el más popular es el chilpotle, que es un chile jalapeño. Para ahumarlos se selecciona a los acorchados, esto es, los que presentan una especie de estrías o rayas horizontales, y se deshidratan o secan antes de procesarlos en hornos especiales. 64 En el procesamiento de los chiles hay varias técnicas que son particulares de la cocina mexicana, como desvenar, retirar las semillas (que por su parte tienen otros usos en la cocina), retirar la piel o cutícula y tatemar, entre otras. Una de las razones por las cuales las salsas mexicanas son tan apreciadas es porque el chile provoca la salivación y estimula el apetito; además libera endorfinas que dan sensación de bienestar. Por esta razón, escuchamos con frecuencia “pica pero quiero más” o “está picoso pero sabrosito”. Guadalupe Pérez San Vicente señalaba que, entre otras cualidades, una cocina completa debía tener sus propios utensilios; la cocina mexicana creó el molcajete para preparar las salsas; su nombre tiene origen en la palabra náhuatl molcaxitl = mulli y caxitl (cajete de la salsa). Se encuentran aún en uso dos diferentes: uno de barro, otro de piedra, el más conocido en la región central del país. A la mano o machacador, lo conocemos como “tejolote”. El molcajete se hace de piedra volcánica seleccionada de manera especial, pues debe tener cierta porosidad, este utensilio se llamó originalmente tecajete, del náhuatl tetl, piedra y caxitl, cajete de piedra, así como multecaxitl. El tejolote, su necesario e inseparable compañero, es el texolotl, cuyo nombre proviene de tetl, piedra, y xolotl, paje o acompañante. Con este aparato se ejercen las tres funciones mecánicas con las que se muele: fricción, impacto y presión. Otra de sus características es que tiene tres patas, lo que permite que asiente bien en casi cualquier superficie; así facilita Marco Buenrostro • Salsas el trabajo pues tres puntos es el mínimo para formar un plano estable. A la acción que en el centro del país se le conoce como “molcajetear”, en el sur del país se le denomina “tamular”. Dice un pensador que “sólo lo útil permanece”; esto es cierto en condiciones normales. Sin embargo, las presiones de la publicidad, las económicas y la visión de los grupos dominantes tratan de imponer las certificaciones internacionales, bajo el pretexto de la higiene, pero lo que buscan en realidad es uniformar, eliminando en el proceso los utensilios de las cocinas regionales. En Ambrosía se hizo una prueba comparando las condiciones higiénicas del molcajete contra las de la licuadora; el resultado arrojó parámetros iguales en cuanto a la cantidad de patógenos remanentes después de limpiarlos. Los procedimientos y los utensilios que se emplean para realizar una preparación tienen una relación directa con el resultado. Algo que es útil saber, por ejemplo, es que en el caso de las salsas en las que se incluye tomate verde, cuando se muelen en molcajete se revientan las semillas y éstas liberan aceites esenciales y sustancias que le dan consistencia a las salsas, lo que no sucede cuando se utiliza una licuadora. A continuación menciono un par de consejos de cocina para la preparación de salsas. A casi todas las salsas se les agrega agua para lograr el espesor deseado, por ello son un buen caldo de cultivo de bacterias, y aunque el chile ayuda a la conservación, es preferible servir las salsas recién hechas. Algunos expertos recomiendan dejar reposar las salsas unos 10 minutos para que los sabores se combinen adecuadamente; otro consejo es sazonarlas con sal antes de dejarlas reposar y mezclarlas bien sin batirlas. Además del chile hay otros ingredientes frecuentes en las salsas mexicanas; éstos son: • Jitomate • Tomate, de cáscara, de bolsa, verde •Cebolla, en Mesoamérica había dos cebollas llamadas xonácatl. Las que utilizamos en la actualidad son grandes, de procedencia europea (blanca y morada) y son posiblemente de origen africano • Ajo, también africano • Cilantro, que llegó a través de Europa • Aguacate • Quesos • Especias y hierbas de olor • Jugo de limón, así como otros cítricos en gajos • Aceite • Vinagre Hay algunos chiles que conservan sus nombres originarios: • chilaca = chilli acatl • chiltepín = chilli tecpin • chilpotle = chilli popoctli • chilcostle = chilli coztic chile caña alargado chile pulga pungente chile ahumado chile amarillo Las clasificaciones botánicas originarias eran muy precisas; por ejemplo, el chile es un genérico y 65 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución para precisar se agrega otra palabra que se refiere a alguna característica distintiva. Así se tiene la ventaja de que en la gran mayoría de las lenguas originarias locales se socializa el conocimiento. Algunos platillos que conservan el radical chilli: • chilorio • chileatole • chilate • chilmole • chilaquiles • chilpachole • chilpozontle • chilpoposo • chiltextle También se conservan nombres de poblaciones o topónimos: Chilchota = chilli chotl Chilpancingo = chil pan cinco Chilapa = chilli apan Chiltepec = chilli tepetl Chilcuautla = chilli cuauhitl tlan 66 chile verde lugar de cultivo de chiles río de los chiles cerro de los chiles lugar de los chiles de árbol o donde los chiles de árbol Lo picante de una salsa está determinado por el tipo de chile, la inclusión de venas y semillas y la cantidad de chile que se incluya. Técnicamente, se mide en grados Scoville, y más recientemente se ha creado una técnica a partir de nanotubos de carbón. Considero interesante decir que por costumbre denominamos a muchas salsas por sus colores; otras tienen el nombre de los chiles con que se preparan. Su presentación y color también incitan el apetito. En una búsqueda en la red a partir de “salsas con chile” obtuve como resultado 621 000 entradas. Lo sorprendente, y que nos invita a reflexionar sobre el mercado, es que la inmensa mayoría eran registros en inglés y un buen número de ellas con carácter comercial. En muchos casos se hacía mención al chile habanero. Como es lógico, el chile puede utilizarse en las salsas de manera tenue, casi como un perfume, o en cantidades que irriten al sistema gustativo, casi hasta atrofiarlo temporalmente. Hay tantas salsas que es difícil hacer juicios sobre ellas sin haberlas probado. Un buen ejercicio es que cada uno de nosotros haga un recorrido por sus recuerdos. En mi caso, la primera de que conscientemente dispuse fue la salsa borracha en la casa paterna, en Hidalgo. La ocasión en que probé la más picante fue en una visita de trabajo en un campamento de leñadores en la Sierra El Burro en Coahuila. La mujer encargada de la cocina sirvió por todo alimento un gran tazón con salsa de chile verde y tomates frescos y una torre de tortillas recién hechas para cucharear la salsa y para cada uno de los seis comensales un trozo pequeño de carne de cerdo que se encontraba en el fondo del tazón; la carne solo apareció hasta que terminamos la salsa. Una salsa que recuerdo especialmente por su delicado sabor es de ciruelas, preparada en Marco Buenrostro • Salsas Coyuca de Catalán, Guerrero. Sólo se hace en temporada. Se utilizan unas pequeñas ciruelas regionales de hueso grande, del género Spondias, que le dan un tono especial. Se muelen finamente en el molcajete con todo y cáscara, después de retirar el hueso. Para finalizar, sólo mencionaré algunas salsas que me parecen interesantes, como la de las tortas ahogadas de Jalisco, especialmente las de Guadalajara, o la de chile comapeño de Veracruz que es como una pasta que se puede untar. La de xoconoxtle medio tatemado, la de chilpotle, la de guacamole, con el aguacate finamente troceado, son otras salsas muy apetitosas. Como cada quien tiene sus propios gustos les sugiero tomar ya sus propios caminos. 67 Moles y pipianes Cristina Barros* C * Cristina Barros es maestra en Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue docente en la Facultad de Filosofía y Letras y después directora general del Colegio Madrid. En 1989 se inicia en la investigación de algunos aspectos de la historia y de la cultura popular mexicana. En 1994 publica con Mónica del Villar El santo olor de la panadería, y en 2008 Los libros de la cocina mexicana (Conaculta). En 1993 junto con Marco Buenrostro funda el taller creativo El Tecuani. A partir de entonces han editado nueve libros, entre otros: Itacate. La sorprendente cocina mexicana; Amaranto fuente maravillosa de sabor y salud; El maravilloso nopal, publicados por Grijalbo; Lázaro Cárdenas conciencia viva de México; Cocina prehispánica; Cocina colonial, y Arqueología Mexicana, “Cocina prehispánica, Recetario”, núm. especial, 12. Desde 1993 la autora y Buenrostro publican en la sección Cultura de La Jornada la columna “Itacate” y desde 1996 la sección “Tlacualero” en Cuadernos de Nutrición. Han colaborado en las revistas Arqueología mexicana y México desconocido y en diversos diplomados y conferencias. Ambos recibieron la presea Miguel Othón de Mendizábal por su contribución a la conservación, protección y difusión de nuestro patrimonio cultural, otorgada por Conaculta/inah. Asimismo forman parte de la campaña “Sin maíz no hay país”. omo hemos visto a través de la interven ción de Marco Buenrostro hay dos tipos de salsas en México: las que sirven para acompañar y las que se guisan con carnes y/o verduras para darles sabor y aderezarlas. En la cocina francesa se habla de salsas mayores o madres que sirven para “sazonar y guarnecer los manjares delicados”. Muro1 menciona, haciendo gala de una visión que se centra en Europa, que sólo hay cinco salsas madres: áspic o salsa mayor, salsa española, salsa romana, gran jugo y glaseado o velouté. El fundamento de estas salsas europeas son los jugos de distintas carnes concentrados, producto de una cocción lenta y que también reciben el nombre de “fondos”. Recordemos otro tipo de salsas que sirven para dar sabor a ciertos platillos, como la salsa holandesa y la mayonesa, que llevan huevo; así como las salsas blancas, con sus variedades, cuyo espesante es, entre otros, la harina. Muro describe diversas salsas, como la de trufas, la suprema, la ligada, la tártara, la de to1 Ángel Muro, Diccionario general de cocina, Madrid, José María Faquineto Editor, 1892. 69 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución mate (o jitomate, que diríamos en el centro de este país), la rubia, la financiera, etcétera. De ellas, algunas son ligeras, como la de anchoas que el autor mencionado considera apropiada para bañar algunos asados, y también las que hoy llamaríamos aderezos, como la de la de pepinillos en vinagre, o la de vinagre o vinagreta. En realidad, el repertorio que menciona Muro está tomado casi íntegramente de los clásicos de la cocina francesa como Le cuisinier parisien de Marie-Antoine Carême,2 quien menciona con orgullo que en el siglo xix encontró que los cocineros de distintos países ya elaboraban salsas a la manera francesa, pues los cocineros de ese país eran bien recibidos en todas partes. Añade Carême que aunque haya salsas que se llamen española, o alemana, todas son muy francesas. A las ya nombradas por Muro, el francés agrega la salsa al estragón, la salsa a la champaña, la de burgoña, la provenzal, la bretona, la de champiñones —por ejemplo—, y otras. Recomienda la de estragón para aves cocidas, la salsa a la diabla para aves asadas, la llamada chevreuil para carne de venado. El Larousse gastronomique de 19383 da las recetas de más de ciento cincuenta salsas que siguen ciertos lineamientos básicos que los cocineros franceses han sistematizado y llevado por el mundo. Ahí se apropian, por cierto, del curry, adaptándolo a sus propias técnicas. Marie-Antoine Carême, Le cuisinier parisien, París, F. Didot, 1828. 2 Prosper Montagné y Alfred Gottschalk, Larousse gastronomique, París, Larousse, 1938. 3 70 Sin embargo, y a pesar de lo que se sostiene en la mayoría de las escuelas de gastronomía de México y de otros países, esas salsas madres o básicas no corresponden a muchas cocinas del mundo. Los mismos currys de India varían de región en región, tienen tonalidades muy diversas y se acercan mucho más a nuestros moles que a las salsas galas. Así como en México la base de las salsas son los chiles, en India la base del curry es la raíz de la cúrcuma. El polvo de cúrcuma tiene tonos que van de los ocres y amarillos al naranja. Se puede mezclar con cilantro en hoja o en semilla, cominos, jengibre, chile, cardamomo, hinojo, canela, azafrán, entre otros muchos condimentos. Como también ocurre con algunos moles, los currys pueden presentarse en polvo o en pasta, y elaborarse con los ingredientes frescos o ya secos. Un curry para pescado puede llevar, además de los sabores básicos, leche de coco y unas gotas de limón, lo que le da un sabor distinto. La combinación para un curry con cordero será distinta a la de un curry que lleva pato. Otras salsas frecuentes en la cocina de India corresponden a la familia de las masalas. La elaboración de los polvos y pastas, así como la manera en que se cocinan con los distintos tipos de carnes y verduras, requieren de un conocimiento y técnicas especiales. Las salsas de la cocina china, de Singapur, de Indonesia, Tailandia o de Japón, tendrán muchas veces como base la soya; estará también presente el jengibre, diversos chiles, la mezcla de especias en las que hay canela, anís estrella, pimienta dulce, entre otras. Su preparación Cristina Barros • Moles y pipianes correcta tiene su grado de dificultad y una manera particular de hacerlas. Unas son frías y sirven para bañar algunos alimentos; otras se usan durante el cocimiento de carnes y verduras. Lo que es importante resaltar es que las salsas, por sus sabores y texturas, caracterizan a muchas cocinas del mundo, como afirmamos al principio. En este sentido, México no es la excepción; por el contario, la riqueza de las salsas mexicanas es tal que sobrepasa con mucho el ciento. El Nuevo cocinero mexicano en forma de diccionario4 tiene una definición de salsa que ayuda a precisar: “Se dice [afirma] de una variedad de caldillos, que dispuestos y guisados separadamente de las viandas o legumbres, se cubren con ellos, o se les pone por debajo para llevarlos a la mesa, o tal vez se sirven aparte en una salsera […] de suerte que sólo se distinguen de muchos guisos, en que no se cuecen en ellas sustancias que se han de sazonar.” Por lo demás, la lista de las salsas, cuya receta aparece en esa obra, sigue la tradición francesa, en general, aunque entrevera una salsa de “xitomate”, chile verde y aguacate; una de ajo y comino; una salsa de chile ancho con pulque (que no es sino la salsa borracha); una salsa de adobo hecha con chile pasilla; una salsa de “xitomate” con chile a la italiana, que lleva cinco chiltepines entre la salsa de vino madera; el pebre o salsa de pimienta, y otras. 4 Nuevo cocinero mexicano en forma de diccionario, México, Porrúa, 2007. 71 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución No hay una entrada específica para moles; para encontrarlos hay que acudir a la entrada de guajolote, por ejemplo. En cambio, sí hay una definición para clemole: “caldillo de chile con tomates, en que se guisan todas las carnes y legumbres al estilo del país”. Luego, encontramos otros clemoles al referirse a distintos tipos de carnes. A los pipianes se les describe como “guiso propio del país, hecho con chile colorado o verde y pepitas, almendras, o semillas aceitosas, como las de calabaza, la almendra dulce, el ajonjolí, el cacahuate y la simiente del algodón”.5 Añade que “en cada casa varían las cantidades de los ingredientes de innumerables maneras”, así que en el Nuevo cocinero aparece sólo una “muestra de los mejores métodos”. Encontramos entonces un pipián de pepitas de calabaza, uno de almendra, uno de pepitas de melón, uno de ajonjolí, uno más de nueces y pepitas de calabaza, al que le sigue uno de cacahuates y pepitas también de calabaza. Éstas son el ingrediente principal del pipián aceitoso y de un interesante pipián de pepitas y maíz prieto. Una entrada se dedica al “pipián llamado comúnmente mole verde”, y termina con un pipián de huesitos de algodón.6 Encontramos, además, otros pipianes dispersos en sus distintas entradas: aves en pipián de ajonjolí, aves en pipián de melón y almendra, patos en pipián, “guaxolote” en pipián colorado o verde y pescado en pipián de almendra. Nuevo cocinero mexicano…, op. cit., p. 649. 5 72 Ibid., pp. 648-650. 6 Es realmente interesante la técnica que ha de seguirse para preparar un pipián, cuya principal dificultad es manejar de manera adecuada las grasas que sueltan las semillas, y cuidarlas, por la facilidad con que pueden quemarse al asarse o al guisarse; en cuyo caso, el sabor amargo que resulta las vuelve inutilizables. Antes de referirnos concretamente a la preparación de los pipianes, detengámonos un momento en la planta de la calabaza de la que se ha hecho, como ocurre con muchas otras plantas, un aprovechamiento integral. De ella se comen las flores masculinas, para que las femeninas fructifiquen y nos den calabacitas que al madurar se convierten en las calabazas grandes de las que se tomarán las semillas. Se comen también las guías y los brotes tiernos y, finalmente, la carne y las pepitas. La cáscara de muchas calabazas sirve como recipiente y la planta misma conserva la humedad para el maíz, planta en cuya compañía suele sembrarse. Hay una gran variedad de calabazas cultivadas desde hace milenios por los antiguos mexicanos. Francisco Hernández nombra entre otras a la cozticayotl o calabaza amarilla, también conocida como hoeyacayotli o calabaza grande, cuyas semillas son blancas; a la tamalayotli, redondeada en forma de tamal y, además, la quauhayotli de semillas menudas y blancas.7 Como puede apreciarse, no sólo son distintas en la forma de sus frutos; las semillas también Véase Cristina Barros y Marco Buenrostro (eds.), La alimentación de los antiguos mexicanos en la Historia natural de Francisco Hernández, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2007, p. 57. 7 Cristina Barros • Moles y pipianes varían. En los mercados pueden verse algunas delgadas y con volumen; hay otras más grandes que son grises en la orilla y blancas en el centro; unas más tienen la cáscara un poco áspera y otras completamente lisa. No todas son tan buenas para los pipianes; también hay que diferenciar las que son buenas para tostar en el comal con cáscara y agua de sal, que se consumen como golosina. En el caso del pipián de pepitas de calabaza, la técnica descrita en el Nuevo cocinero consiste en tostar las pepitas que después se molerán mucho “para que queden como chocolate”. Con esta pasta se forma un bollo “que se pondrá a hervir fuertemente en agua”. Los chiles anchos se desvenan en seco y se fríen con una porción de las semillas del mismo chile; luego se muelen juntos. Una vez cocido, el bollo de pasta de pepita se saca del agua y se deshace en la pasta de chile, agregando agua. Se ponen en esta salsa: todas las carnes, y especialmente la de cerdo y las frutas fritas después de rebozadas con huevo batido, o sin él; esto es, pueden ir capeados o sin capear, o para usar otro sinónimo, rebozados o sin rebozar. Sugiere utilizar chayotes, chilacayotitos, rábanos, papas, nopalitos, romeritos y toda clase de legumbres, añadiéndoles carnes, pescado o camarones. Este pipián estaba presente en la cocina de los mexicanos desde antes de la llegada de los españoles. Así lo muestra el libro octavo, capítulo xiii —relativo a la comida que usaban los señores— de la Historia de las cosas de la Nueva España de Bernardino de Sahagún. Uno de estos guisos o cazuelas “se llama totolin patzcalmollo, que quiere decir cazuela de gallina hecha a su modo con chilli bermejo y con tomates y pepitas de calabaza molidas”.8 Para que no quede duda, el informante precisa “que se llama agora pipiana”, lo que significa que el guiso perdió su nombre en lengua indígena para tomarlo de la lengua española. La palabra “pipián” deriva de pepita. Con este antecedente, se hace obvio que para nuestros antepasados indígenas no resultó extraño el manejo de las almendras como base de una salsa, tampoco el uso del ajonjolí, semilla que se adoptó como propia y pasó a estar, como se dice, “en todos los moles”. Mezclado con la pepita se logra un nuevo sabor. El pipián de almendra del Nuevo cocinero pide desvenar, la noche anterior a cocinar, doce o catorce chiles anchos grandes que se desfleman en agua hasta la mañana siguiente; se guarda una porción de las pepitas. Las almendras se tuestan ese día con todo y cáscara; también se muelen las semillas de los chiles. Se muelen ambos tantos y se fríen con manteca; una vez frita la pasta se agrega agua y luego las especias “como pimienta, clavo, etcétera, excepto cominos, echándose las sustancias que se quieran guisar en el pipián, cocidas antes con la sal necesaria…”9 Los pipianes de pepitas de melón y de pepitas de ajonjolí, en el caso de estas recetas del Nue8 Bernardino de Sahagún, Historia de las cosas de la Nueva España, Madrid, Hauser y Benet, 1906. 9 Nuevo cocinero mexicano…, op. cit., p. 649. 73 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución 74 vo cocinero en forma de diccionario, no llevan chile. En cambio sí hay “chiles colorados” en la receta de aves asadas en pipián de pepitas de melón y almendra, que se encuentra en la página 50. En el de nueces y pepitas de calabaza, así como en el que lleva cacahuate, está presente el chile ancho tostado “que sólo sea necesario para darle color”, con lo cual de seguro resalta el sabor de ambas semillas. Un sabor y textura distintos debe tener el pipián hecho con maíz prieto (seguramente azul o negro), que también tiene un toque ligero de chile ancho. Se aligera la salsa con el caldo de las carnes o aves que ahí se aderezan; también se hace con camarón, raíces, frutas picadas o rebanadas, dejándose después espesar el caldillo. Si bien el aceite que se desprende de las pepitas puede matizarse en algunos pipianes hay, en cambio, otros que lo consideran parte del atractivo del platillo. Es el caso del pipián aceitoso de semillas de calabaza. Las pepitas se muelen con un poco de chile ancho y pan, “sin que se pase de tueste” (lo que nos lleva a un dicho muy mexicano). Esto se muele “en un metate con un cajete de lumbre por debajo, como se hace con el cacao para el chocolate”. Ya que está suave, la masa se baja y se deslié con agua caliente para luego freírla en manteca y sazonarla con sal. Ahí se ponen las carnes previamente cocidas. Como podemos ver, ésta es otra técnica muy sofisticada de la cocina mexicana. Para preparar algunos pipianes como el llamado mole verde, hay que tomar en cuenta, también, que hay que retirar la pelusilla que tienen las pepitas, una vez que se les quitó la cáscara. De acuerdo con el Nuevo cocinero, esto puede hacerse cuando están bien secas, frotándolas con un ayate o trapo tosco de algodón (cotense). Luego se remojan en agua de sal y se asolean de nuevo para que se sequen. Se muelen en metate con calor abajo, como en el caso anterior, y se fríen “hasta que se formen unas como bolitas”. Se agregan “cominos, ajo, chilitos y tomate, todo crudo y molido”; debe quedar bien frito y bueno de sal. Se echa en las carnes con un poco del caldo que resultó al cocerlas y se deja hervir a fuego lento hasta que espese. Hay que recordar que, al hervir, la pasta puede saltar de la cazuela de manera un tanto violenta y provocar quemaduras, por lo que habrá que mover de manera constante y cuidar la intensidad de la lumbre. Para el pipián con huesitos de algodón se sigue el mismo proceso, añadiendo algunas semillas de esta planta que se limpian previamente como las pepitas.10 Recordemos que el cultivo del algodón es muy antiguo en México y que desde la antigüedad había familiaridad con esta planta. A diferencia del mole, que es sobre todo característico del centro del país, los pipianes se encuentran también en la península yucateca, donde está muy generalizado el uso de la pepita de calabaza. Clemoles No podemos dejar de mencionar los clemoles o clemolitos, también llamados tlemoles (del náhuatl, tle, fuego y molli, salsa: salsa cocida al Véase ibid., p. 650. 10 Cristina Barros • Moles y pipianes Inglaterra, se le asoció, como todo lo distinto para los europeos, con lo turco, así que lo llamaron turkey. Los franceses, más poéticos, tomaron el característico sonido que hacen y le llamaron dindon. El guajolote mereció una bonita descripción en el Libro undécimo de la Historia general de Nueva España: las gallinas de esta tierra y los gallos que llaman totoli, y también ihuiquentzin, y también xiuhcozque son aves domésticas y conocidas. Tienen la cola redonda. Tienen plumas en las alas aunque no vuelan. Son de muy buen comer, la mejor carne de todas las aves. Estos animales solían comer maíz majado cuando pequeños, y también bledos [hojas de amaranto] cocidos y molidos […] Los machos se llaman huexólot y tiene gran papada y gran pechuga. Tiene largo el pescuezo; tiene unos corales colorados [la papada]. La cabeza la tiene azul, en especial cuando se enojan. Es cexunto [de cejas juntas]. Tiene el pico de carne que le cuelga sobre el pico. Bofa, hínchase o enerízase…12 fuego), que Francisco Santamaría en su Diccionario de mejicanismos define como “guiso o caldo con carne o con pollo, que lleva chile, por lo general…”11 Aunque lo más frecuente fue hacer el clemole con gallina (opción tristemente caída en desuso), en el Nuevo cocinero se menciona que en esta preparación también se puede hacer el “guaxolote”. Moles y guajolotes Nuestro glorioso “guaxolote”, huexólotl, gran ave originaria de México, tiene una de las más sabrosas carnes que puedan consumirse, sobre todo si se cría en rancho. Su blanca pechuga, sus jugosas piernas, alas y muslos fueron, y son, delicia para muchos. El guajolote dio la vuelta al mundo. En algunos lugares como en Francisco Santamaría, Diccionario de mejicanismos, México, Porrúa, 1959, p. 253. Esta gran ave se preparaba, como hoy, en ocasiones muy especiales. De acuerdo con el Cocinero mexicano, quince días antes de matar al guajolote había que darle en el pico varias nueces chiquitas, empezando por una, hasta aumentar la porción, además del maíz que debía ser su alimento básico. 11 Sahagún, op. cit., lib. XI, cap. II, t. III, p. 1026. 12 75 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución El guajolote está tan asociado al mole, que en el Nuevo cocinero no hay entrada para mole, como sí la hay para pipián y clemole. Para encontrarnos con el mole hay que ir a la entrada referente al guajolote. La explicación para que esto ocurra se encuentra ahí mismo. Después de describir a esta ave y su forma de alimentarlas, se afirma que se guisa de muy variadas maneras “tanto a la extranjera como a la mexicana”, y que “en todas son sabrosos y de fácil digestión”; plantea que su guisado propio, el que le es característico, es el mole que fue “aprendido de los originarios del país”. De este guiso menciona que se hace de tantas maneras “que no sería exageración decir que en cada casa se dispone de diversos modos que en las otras”; se añade que en todos los casos la base principal es el chile, mezclándose en mayor o menor cantidad el ancho con el pasilla, y poniéndole más o menos pepitas de ésta y de la otra clase, para espesar el caldillo, y las especias en diferentes proporciones, añadiéndose o no, xitomates y tomates.” 76 Es así que, como en el caso de los pipianes, se darán ciertas recetas básicas. Aparece en primer término un “guaxolote” en mole corriente. Para hacerlo hay que dejar reposar el “guaxolote” dos días después de matado; ya limpio se pone a cocer en agua “con la sal competente”. Para este mole se utiliza la misma cantidad de chile ancho que de pasilla; se desvenan los chiles y se fríen en manteca evitando que se quemen. Aparte se cuece “una gran porción de tomates menudos” (cada quien puede imaginar aquí qué es “una gran cantidad”), luego se muelen junto con los chiles fritos, procurando “que quede el chile muy remolido”. Todo se fríe en manteca, se le agrega el caldo en el que se coció el “guaxolote” y la propia ave en trozos. Para aderezar, se agrega canela, pimienta y 20 clavos de comer, todo ello molido. Llama la atención que se añade media libra más de manteca, esto es, 200 gramos. Se deja hervir hasta que espese. Un tono propio de muchas poblaciones todavía es el de añadir grasa a cada plato. En la receta se recomienda que al servir se eche “un poco de manteca, que se separa, (esto es, se toma del guisado), y ajonjolí tostado” que, como sabemos, es un adorno indispensable en los moles de los estados del centro del país. Entre las recetas de guajolote del Nuevo cocinero aparece un mole oaxaqueño y dos poblanos y, aunque sorprenda, hay además un mole castellano y otro gallego. Otro clásico del siglo xix fue el Formulario de las cocinas mexicana y española que se incluyó en algunas ediciones de El libro de cocina, como un apéndice. En este Formulario “formado expresamente por una cocinera poblana”, como se asienta en la portadilla, el mole también aparece bajo el capítulo del guajolote. Se dan “las recetas de los mejores (moles) que se hacen en la cocina mexicana”.13 En el primero que aparece, el mole se prepara con chile mulato que es el que destaca Jules Gouffé, Formulario de las cocinas mexicana y española, México, Rodríguez y Co. y Dublan y Comp., 1893, p. 191. 13 Cristina Barros • Moles y pipianes y se añaden pasilla y ancho. Se espesa con ajonjolí tostado. Es interesante notar que en varias recetas se utiliza, además del caldo del guajolote, caldo hecho con retazo de puerco y que, incluso, comparten la salsa ambas carnes. Aquí, además del ajonjolí, se usa almendra tostada, pepitas de chile, anís, clavo, pimienta, canela y tortilla tostada. Hay varios moles, además de los rojos y verdes. Encontramos un poblano, un oaxaqueño, un tapatío, además del mole de doña Petronila, el de nana Chepa y el mulato. Interesante resulta el mole de chipotle, que sólo lleva este chile y se hace con carne de puerco, un mole prieto y uno de chile serrano, así como uno de chile pasilla. Para el mole verde de gallina, que más bien pertenecería a lo que hemos llamado pipianes, pero que aquí se considera como mole, se emplean “un almud de pepitas de Tierra Caliente “que se pelan y doran en manteca y luego se muelen; aparte se muele una lechuga y chilchotes zacapaleños para que pique.” Zacapala es una población ubicada en la Mixteca poblana en donde aún se produce ese chile de tipo jalapeño muy picante. Debe tratarse de un chile particularmente picoso, pues ya Thomas Gage se refería a los chilchotes cuando estuvo en México en el siglo xvii, como particularmente picosos: En cuanto a las guindillas o pimientos-chiles, los hay de cuatro especies, chilchotes, chiltipiquín que son muy pequeños, y que como los chilchotes pican que rabian, tonalchiles que son mediocremente cálidos, y los que comen los indios con pan, chilpaelaguas que son los que se emplean por el común para el chocolate, tiene el casco largo y ni son tan dulces como los tonalchiles ni tan picantes como los de las otras dos especies.14 En Tlaxcala es famoso el mole de matuma también llamado de ladrillo por el característico color que le dan los chiles guajillos; se prepara, sobre todo, en San Juan Ixtenco para las fiestas patronales; también es tradicional el mole prieto. Veracruz, Morelos, Guerrero, Jalisco, entre otros estados, tienen también sabrosos moles. Nos falta aún por tratar el caso de los moles de Oaxaca que son mucho más que siete. Recordemos el amarillito, el negro, lo que muestra la gran posibilidad de nuestras salsas llamadas moles. Diana Kennedy registra en su libro varios moles regionales del estado. Para la ciudad de Oaxaca, los moles negro, verde y amarillo. Del amarillo, comenta Diana que se encuentra lo mismo en las comunidades de las sierras centrales donde se prepara con chile guajillo y puede hacerse con carnes de caza, quelites, pescados, hongos y flores silvestres, que en la Mixteca Baja donde el chile empelado es el costeño. Varía el espesor de las salsas. En los moles amarillos —o amarillos, a secas, como también se les dice— está presente el llamado chile amarillo —chilli coztic, en náhuatl—, el cual es originario de Cuicatlán, y sus tonalidades van del rojizo al naranja. Este chilhuacle es muy costoso porque escasea mu14 Thomas Gage, Nuevo reconocimiento de las Indias Occidentales, México, Conaculta (Mirada viajera), 1994, pp. 264-265. 77 El chile. Protagonista de la Independencia y la Revolución cho su producción; es por ello que en ocasiones se sustituye con guajillo. El amarillo, cuya receta aparece en Oaxaca al gusto, lleva cebolla, pimientas gordas, clavos, cominos, orégano oaxaqueño, tomates verdes, manteca, yerbasanta y masa de tortilla como espesante. Hay, además, mole de iguana negra y mole negro costeño que son de la costa, como su nombre indica. Así como los moles del Istmo: el rojo ixtepequeño, el molito de camarón, el de garbanzo y el de garbanzo rojo. De la Cañada son el amarillo y el coloradito —de Cuicatlán, cuna del chilhuacle—, y de la Mixteca, el mole negro mixteco; en esta última zona hay también un sabroso pipián de quelites. El mole chatino con puerco y el negro de Nopala son de la Sierra Sur, y el famoso chichilo negro, de Ocotlán, de la región de Los Valles. Este último lleva, además del chilhuacle negro, que le da el color, chiles mulatos y guajillos, jitomate o tomate rojo, miltomates, pimientas, canela, clavo, comino, hoja de aguacate tostada, hierba de conejo, que es característica de este platillo, así como masa para espesar. Pero los moles van mucho más allá que el centro y el sur del país (sur del que excluimos, por cierto, las cocinas yucateca, campechana y de Quintana Roo). Silvia Mijares defiende en su libro Fundamentos de la cocina nuevoleonesa15 el mole norteño, que, aunque como ella escribe, no tiene tantos ingredientes como el mole poblano (del que también hay muchas variedades), pero “en cuanto a sabor, los dos resultan Silvia Mijares, Fundamentos de la cocina nuevoleonesa, Monterrey, Universidad Autónoma de Nuevo León, 2009. 15 78 igualmente exquisitos. La base del mole norteño son semillas de calabaza, tomate, cebolla, ajo, pimienta y chiles rojos anchos.” Es un mole, escribe, “que se aviene muy bien con los paladares de la región”. Escribir, pues, de moles, en México, es inacabable. Recomiendo para una visión global la sección correspondiente del Diccionario enciclopédico de la gastronomía mexicana de Ricardo Muñoz Zurita, en el que participa como editora Fundación Herdez.16 La tabla que aparece ahí, así como las entradas para cada uno de los moles, pipianes, manchamanteles y demás, da un panorama de la gran riqueza de los moles que son muestra de la diversidad cultural y culinaria de la cocina mexicana. Diremos, por último, de los moles, que son el platillo para celebrar en cientos de poblaciones del país, y que la manera de preparar la fiesta no ha variado desde la antigüedad indígena. Cuando leemos los preparativos que habían de realizarse cuando los pochtecas o mercaderes mexicas daban un banquete: la compra de los chiles, de los molcaxitls para servirlos, de los guajolotes, la acumulación de la leña, así como la manera en que se reunían cocineras venidas de muchos lugares para llevar a cabo el trabajo colectivo, nos damos cuenta de que éste es un país que hasta ahora ha sabido cuidar sus tradiciones. Nuestra manera particular de ser, de comer, de convivir, es la que nos permite tener un lugar especial en el contexto mundial. Si perdemos esta herencia se borrará nuestra identidad y será poco lo que podamos heredar y aportar. Ricardo Muñoz Zurita, Diccionario enciclopédico de la gastronomía mexicana, México, Fundación Herdez/Clío, 2000. 16 Recetas Chef Jorge Luis Álvarez: Estudió en el Centro Culinario Ambrosía. Dueño y creador de la editorial JM, la cual edita la revista Sabor a México, entre otras publicaciones relacionadas con la cocina mexicana, tanto regional, como tradicional y contemporánea. Además, ha sido jurado en diversos eventos nacionales e internacionales; ha ofrecido degustaciones y trabajado en colaboración con la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad de Chapingo, el Instituto Politécnico Nacional y Fundación Herdez. Chileatole al estilo Oaxaca83 Chef María Engracia Celis Juárez: Estudió en la Universidad Anáhuac del Sur y ha realizado diversos diplomados en el Centro Culinario Ambrosía, en la Universidad de Turismo y Ciencias Administrativas, en su casa máter, así como en The Culinary Institute of America. Actualmente es directora de la Academia de Gastronomía de la Escuela de Administración de Instituciones de la Universidad Panamericana. Ha recibido múltiples reconocimientos y ha impartido cursos tanto a nivel nacional como internacional. Asimismo, ha publicado diversos artículos en la revista A la Carta. Chipotles rellenos de plátano macho 91 Tamalito de frijol con chile serrano, hoja de aguacate y calabacitas 93 Chile relleno de cocada con nube de azúcar 85 Chile relleno de pollo estilo Zempoala, Veracruz 87 89 Esquimo de chile ancho 95 Manchamantel Asado de boda zacatecano 97 81 Chileatole al estilo Oaxaca 12 raciones Preparación: Presentación: Ingredientes: Ponga tres litros de caldo de pollo a fuego medio; cuando suelte el hervor añada 750 g de granitos de elote. Licue los 250 g restantes con los chiles anchos previamente remojados, asados y desvenados, y con la masa. Añada piloncillo y deje cocer hasta que espese un poco y los granitos estén tiernos. Incorpore el epazote y deje hervir un poco más; sazone con la sal. Sirva las porciones con un poco de pollo deshebrado, una rebanada de bolillo, unas hojitas de epazote y una rodajita de limón. • 3 l de caldo de pollo • 1 kg de granitos de elote (no muy tiernos) • 3 chiles anchos (pueden sustituirse por chiles de árbol) • 10 g de piloncillo • 50 g de masa de tortillas • 1 ramita de epazote • ½ pechuga de pollo, cocida y deshebrada • Sal al gusto 83 Chile relleno de cocada con nube de azúcar 13 raciones (de 2 a 3 pzas. por persona) Ingredientes: • 40 chiles cuaresmeños o jalapeños verdes Para desflemar: • 5 l de agua • 3 cdas. de cal • 1½ kg de azúcar • 3 l de agua • 1½ kg de azúcar • 3 rajas de canela Para el relleno: • 1 coco grande rallado • 2 tzs. de azúcar • ½ tz. de leche • 100 g de almendras • 8 yemas de huevo • 50 g de pasitas Para la salsa: • 250 g de fresas • 100 ml de agua • 150 g de azúcar Para servir: • 20 fresas en mitades • 1 porción de algodón de azúcar para cubrir Preparación: Lave los chiles, después haga un corte en forma de “T”: con un cuchillo se hace un corte transversal cerca de la pata del chile, sin cortarlo completamente (casi tres cuartas partes) el segundo corte empieza a la mitad del primero en forma angular sin llegar a la punta del chile. Para quitar las semillas meta una cuchara sopera al chile y extráigalas junto con las venas, no debe quedar ninguna semilla. Finalmente, enjuague al chorro del agua para eliminar bien cualquier residuo. Se recomienda utilizar guantes. Para desflemarlos —esto es, para quitarles el picante— ponga el agua a fuego bajo junto con la cal y el azúcar, vacíe los chiles hasta que éstos cambien de color, pero no estén sobrecocidos; deben tener la piel firme. Retírelos del fuego y escúrralos. Para desflemar y aromatizar ponga el agua al fuego junto con el azúcar y la canela y haga un jarabe de miel ligera, retire la cacerola del fuego y vacíe ahí los chiles —previamente desflemados según el paso anterior. Déjelos reposar unos 20 minutos. Retire los chiles y pruébelos para comprobar que no piquen. Escúrralos y resérvelos. Para hacer la cocada ponga el agua al fuego con el azúcar, cuando suelte el hervor, agregue el coco rallado y déjelo al fuego. Una vez que el coco esté transparente y seco añada la leche licuada con las almendras ya peladas y previamente remojadas en ½ taza de leche. Agregue las yemas bien batidas y deje que hierva un poco más para que se ponga espeso. Añada las pasitas, vacíe la mezcla en un platón y deje enfriar. Para la salsa de fresa, licue la fruta con el agua y el azúcar, ponga la mezcla al fuego a que dé un hervor de 5 minutos. Retírela del fuego y déjela enfriar. Presentación: Rellene cada chile con el dulce de coco, póngalo al centro del plato, espolvoree encima de éste unas almendras fileteadas y tostadas, añada un cuarto de fresa y una cucharada de salsa de fresa junto con un poco de algodón de azúcar. 85 Chile relleno de pollo estilo Zempoala, Veracruz 5 raciones (de 2 a 3 pzas. por persona) Ingredientes: • 15 chiles cuaresmeños o jalapeños lavados Para desflemar: • 2½ l de agua • 10 hojas de laurel frescas • 1 piloncillo • 1 cda. de sal fina Para el relleno: • 4 cdas. de aceite • 1 cebolla picada en cuadritos finos (200 g) • 3 dientes de ajo (20 g) picados finamente • 3 jitomates bola picados finamente (700 g) • ½ pechuga de pollo chica, cocida y deshebrada (cocida con ½ cebolla, 2 dientes de ajo y 3 pizcas de sal) • ½ cdta. de orégano seco • ½ cdta. de canela en polvo • Sal y pimienta al gusto Zanahorias en escabeche: • ¼ de tz. de aceite de oliva • 4 dientes de ajo • 1 cebolla cortada en medias lunas • 3 zanahorias peladas y cortadas en rodajas • 4 cucharadas de vinagre blanco o de manzana, o ambos • 4 ramitas de tomillo, sólo las hojitas • 4 ramitas de mejorana, sólo las hojitas • 6 hojas de laurel secas o frescas • 5 pimientas gordas • 1 cdta. de piloncillo rayado • Sal al gusto Para servir: • 12 hojas de lechuga fresca fileteada • 2 latas de media crema • Zanahorias en escabeche Preparación: Desfleme los chiles (siga la primera indicación de la receta anterior: corte en forma de “T”). Después, en un recipiente de tres litros de capacidad ponga el agua al fuego y añada el laurel, el piloncillo y la sal hasta que suelte el hervor y, una vez que el piloncillo se haya diluido, baje la flama y añada los chiles. Deje que se cuezan, pero no deben estar muy cocidos, de otro modo no podrán rellenarse (la piel debe estar firme). Cuando estén en su punto retírelos del agua y déjelos enfriar en una charola o plato. Para elaborar el relleno, ponga en una cacerola a fuego medio 4 cucharadas de aceite, una vez caliente agregue la cebolla y deje acitronar; en seguida el ajo, el jitomate y deje sofreír otro poco; añada el pollo, el orégano, la canela y salpimiente. Deje enfriar y rectifique. Rellene los chiles con el pollo y póngalos en una charola honda o en un refractario, bien acomodados. Ahora bien, para hacer las zanahorias en escabeche ponga el aceite en una cacerola a fuego medio con los ajos, una vez caliente, agregue cebolla, las zanahorias, y sofríalas un poco. Retire del fuego y añada unas 4 cucharadas de vinagre, hierbas de olor, pimienta, pilocillo y sal. Rectifique la sazón y deje reposar unos 40 minutos. Presentación: Para servir, bañe los chiles con la crema; ponga un poco de lechuga encima y sobre ésta las zanahorias en escabeche. Deben servirse tibios. 87 Esquimo de chile ancho 3 raciones Preparación: Presentación: Ingredientes: Abra y desvene los chiles. Ponga el agua al fuego junto con el piloncillo; una vez que esté disuelto, agregue los chiles y deje hervir a fuego bajo unos 20 minutos. Retírelos del fuego y déjelos enfriar. Licue los chiles con 100 ml de la miel de piloncillo en la cual se habían hervido, de este modo obtendremos 100 g de pulpa. Esa pulpa debe licuarse con el azúcar y la leche; ya en el esquimero se vaciará el hielo frappé y la crema para batir; mezcle a alta velocidad hasta que espume. Sirva en copas espolvoreadas con canela y chile molidos. Para la pulpa: • 2 chiles anchos, suaves, sin semillas • 2 tzs. de agua • 200 g de piloncillo Para el esquimero: • 50 g de pulpa de chile ancho • 3 cdas. de azúcar glas cernida • 100 ml de leche • 100 ml de crema para batir • 150 g de hielo frappé 89 Chipotles rellenos de plátano macho 12 raciones Ingredientes: Preparación: • ½ tza. de aceite de oliva • 1 cebolla en rodajas • 5 dientes de ajos pelados • 2 zanahorias • 150 g de chiles chipotles • 3 hojas de laurel • 5 ramas de tomillo • 3 ramas de mejorana • 6 pzas. de pimienta gorda • 3 pzas. de clavo de olor • 1 rajita de 2 cm de canela • 1 ó 2 pzas. de piloncillo • 1 tza. de vinagre de alcohol de caña • 1 cdita. de agua • 1 cdita. de sal En una cacerola ponga el aceite y fría ligeramente la cebolla y los ajos. Agregue las zanahorias y los chipotles y sancoche. Añada las hierbas, las especias y el piloncillo rallado y sancoche. Incorpore el vinagre y dejar hervir por un minuto. Agregar el agua y la sal, rectifique la sazón. En caso de que haga falta un poco de dulce agregar un poco más azúcar o piloncillo. Retire los chiles del escabeche y limpie por dentro retirando las semillas. Saltee la cebolla en el aceite, añada el jitomate y deje que suelte su jugo. Incorpore el plátano picado, un poco de orégano, sal y pimienta. Rellene los chiles con el puré de plátano y el queso de cabra. Presentación: Acomode los chiles en un platón y báñelos con el escabeche. Para el relleno: • ½ pieza de cebolla finamente picada • 1 jitomate pelado, sin semilla y picado • 2 pzas. de plátano macho maduro • 1 cdita. de orégano seco • 1 cdita. de sal y pimienta • 200 g de queso de cabra natural 91 Tamalito de frijol con chile serrano, hoja de aguacate y calabacitas 25 tamales chicos Ingredientes: Preparación: • 50 ml de aceite • 1 kg de calabaza larga • 2 pzas. de chile serrano • ½ cebolla blanca • 1 cdita. de sal y pimienta • 350 g de manteca de cerdo • 1 kg de masa fresca de nixtamal • 250 g de frijoles negros cocidos • 10 hojas de aguacate • 1 manojo grande de hojas de plátano Saltee en el aceite las calabacitas picadas en cubos pequeños, añada el chile serrano cortado en cubos pequeños sin semilla y la cebolla picada. Sazone con sal y pimienta. Reserve. Lave la hoja de aguacate y reserve. Bata la manteca, agregue poco a poco la masa de nixtamal y los frijoles cocidos con las hojas de aguacate enteras. Ase las hojas de plátano, córtelas en cuadros chicos. Extienda una hoja de plátano, ponga un pedazo de hoja de aguacate, una porción de masa, una hoja de plátano y una porción de calabacitas. Envuelva. Cueza en vaporera durante una hora. Presentación: Se pueden emplatar con la hoja o ésta se retira y se acomodan en un platón para que cada comensal se sirva. 93 Manchamantel 8 raciones Ingredientes: Preparación: • 500 g de carne de cerdo • 1 pollo grande • 8 pzas. de chiles anchos • 2 cdas. de vinagre • 2 jitomates • 3 pzas. de dientes de ajo • 2 cebollas • 2 camotes • 100 g de chícharos pelados • 75 g de manteca de cerdo • 1 rebanada de pan • 2 rebanadas de piña • 3 duraznos picados • 2 plátanos tabasco • 1 cda. de azúcar • Comino, orégano, clavo, canela y 1 cdita. de sal Cueza la carne de cerdo en agua con sal y cebolla; a media cocción, añada el pollo en trozos. Reserve. Tueste los chiles y remójelos en caldo caliente o vinagre. Ase el jitomate y el ajo a la plancha. Cueza en agua la cebolla, los camotes y los chícharos por separado. Caliente la manteca y dore el pan, sáquelo y muélalo junto con los chiles (y el agua de remojo), el jitomate y el ajo. Coloque la salsa sobre la grasa caliente y mueva durante 15 minutos. Sazone con sal, azúcar y especias. Añada la carne y el pollo en trozos, agregue la piña, los duraznos y los plátanos en trozos. Deje cocer unos minutos y adicione los chícharos, el camote y la cebolla en trozos. Rectifique el sabor y sirva. Presentación: Se sirve en plato hondo. 95 96 Asado de boda zacatecano 8 raciones Ingredientes: Preparación: • 800 g de pierna de cerdo en trozos • ¼ de cebolla • 100 g de manteca • 4 pzas. de chile ancho • 2 pzas. de chile guajillo • 2 dientes de ajo • 300 g de tomate verde • ¼ de pan duro • ½ tortilla de maíz • ½ tablilla grande de chocolate • 2 cdas. de vinagre • Orégano, cáscara de naranja, comino, sal, pimienta y 1 cdita. de laurel Cueza la carne en pequeños trozos con un poco de agua en la olla express, con cebolla y sal. Dore en la manteca caliente los chiles desvenados, los tomates enteros, el ajo, el pan y la tortilla. Muela con un poco de agua o caldo. Caliente una parte de la manteca sobrante y añada la salsa colada, si es necesario, agregue más manteca, poco a poco; después el chocolate y el vinagre. Sazone con un poco de cada una de las especias y hierbas aromáticas. Deje que se espese y agregue la carne en trozos. Rectifique el sabor y sirva. Presentación: Se sirve en platón, o en forma individual, dependiendo del servicio. 97 Bibliografía El capsicum a través de la historia mexicana 98 Ajofrín, Francisco de y Fermín de Olite (capuchinos), Diario del viaje que hicimos a México, México, 1936. Calderón de la Barca, marquesa, La vida en México durante una residencia de dos años en este país, México, Porrúa, 1974. Christenson, Bodil, Witchcraft and Pre-Columbian Paper, México, Ediciones Euroamericanas, 1970. Códice Mendocino, edición facsimilar, México, San Ángel Ediciones, 1979. 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